LA ESCUELA HA DE ENSEÑAR A RESPIRAR

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 44 CUADERNOS DE PEDAGOGÍA. Nº 408 ENERO 2011  } IDENTIFICADOR: 408.012 "La escuela ha de enseñar a respirar" Manu Chao, músico

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"La escuela ha de

enseñar a respirar"

Manu Chao, músico

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Al compositor de Clandestino  le gustaba ir a clase y fue un buen

estudiante hasta que la música lo atrapó. Orgulloso de su paso

por la enseñanza pública, el exlíder de Mano Negra reivindica el

protagonismo del barrio como agente educativo.

RAFAEL MIRALLES LUCENAPeriodista y profesor. Universitat de València.

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“Ya estamos aki ”. Son las siete de latarde y esperamos en una esquina delPoble Nou, un distrito histórico de Bar-celona. Las imponentes chimeneas deladrillo son testimonios de una pujanzaindustrial que en el siglo XIX atrajo amucha población inmigrante. Tambiénllaman la atención los vistosos graffiti enalgunas fachadas del barrio dondeManu Chao decidió instalar hace añossu campamento base. El SMS ha surtidoefecto y se asoma sonriente, de una pe-queña puerta, con la camisa desabro-chada, bermudas y chanclas.

Hablamos en la planta baja de su resi-dencia, sentados frente a frente en unamesa situada a la entrada de un local encuyas paredes cuelgan carteles con los

mismos vistosos colores que ilustran susdiscos. En este espacio, que le sirvetambién como oficina, estudio y taller,es donde suele trabajar, siempre de no-che, junto a sus socios. Es verano y hacecalor, pero no hay aire acondicionado,las bombillas son de bajo consumo y sebebe agua del grifo. Tras convenir dejarpara el final una rápida sesión de fotos,Manu se despoja de su camisa y poneen marcha un sencillo ventilador.

Es sabida la inmensa capacidad de

convocatoria de Manu Chao, cuyosconciertos reúnen a seguidores de muydiversa edad y condición. “Lo bonitode nuestro público, y eso tiene un valoreducativo –subraya–, es que se juntatodo dios: universitarios, chavales delbarrio, gente mayor, intelectuales, gen-te de la burguesía, el barrio profundo,los cuatro malos de la peli …, ahí están,todos mezclados”. Lamenta, sin em-bargo, que la terapia colectiva que, se-gún él, aún se conserva en España enlas fiestas populares, vaya a menos.“Cada vez hay más guetos, nadie seconoce, los de la periferia van con losde la periferia, los del centro con losdel centro, la burguesía va con la bur-guesía. Los viejos tienen miedo de los

 jóvenes y los jóvenes desprecian a losmayores, no hay oportunidad para quese conozcan y sepan que ese chico noes peligroso o que ese vejete puedeser muy divertido”.

Salvar el pellejo

Dice que nunca se ha planteado en-señar a través de su música porque creeque hay cosas mucho más importantes.

“Antes de empezar un concierto estoymuerto de miedo y lo principal para míes salvar el pellejo, es mi única preocu-pación, pero eso me mola. Salvar el pe-llejo quiere decir que te implicas y quevas a hacer un concierto arriesgado,que te vas a tirar al agua sin salvavidaspara que la actuación no se convierta enuna rutina. En la música, como en lavida, hay que arriesgar”.

Los chavales, afirma, aprenden aarriesgar en el patio o en la calle porqueen las escuelas no se enseña eso. “A unalumno el profesor le pide que redactesobre un tema y hay quien se pone adescarrilar, a escribir algo que cree que

puede ser peligroso pero se deja llevarpor su intuición. Sabe que se arriesga aque le suspendan porque le han adver-tido que no debe salirse de la cuestiónpero ¿qué hace si esa pregunta inicial lehace soñar otra pregunta? El estudiantedebe irse, salir de viaje y confiar más ensu imaginación. A mí me costó añossentir la intuición como una amiga, algoque el esquema cartesiano no acepta.En la escuela se aprende lo racional yeso está muy bien, es importante, perono se presta ninguna atención a la di-mensión más espiritual”.

Rememora su adolescencia como unaépoca conflictiva –“vas como un mos-quito estrellándote contra una luz, des-cubriendo todo por tu cuenta”– y no leperdona a la institución escolar que nole enseñara a respirar, algo que tuvoque descubrir por su cuenta y que resul-tó providencial para cambiar su vida.“En Francia veo a muchos chavales queno encuentran futuro, desconocen mé-todos para desahogarse y al final revien-

tan: queman coches, insultan a la gente,no encuentran otra opción. La escuelatendría que enseñarles a respirar, eso esbásico para la higiene mental y el equili-brio de las personas”. Cuando Manu

está tenso dice que respira un rato y selimpia por dentro. “Si eso lo hubieraaprendido en la escuela lo habría apro-vechado mucho antes”.

La autosuficiencia es otro eje que se-gún él debería promover la educaciónformal. “Una de las cosas más importan-tes que ha de hacer la escuela es ense-ñar a plantar cuatro legumbres, criar unagallina o cocinarse un huevo”. Sin em-bargo, admite que aún no ha llegado aser autosuficiente a pesar de que tieneamigos que sí lo son. “Yo aún sigo yen-do al supermercado como un gilipollasy practico el trueque con algunos cole-gas. La comida del huerto ecológico yaha llegado a mi casa pero no ha sidopor sabiduría propia”.

Otra crítica al sistema educativo es suobsesión por la rapidez: “Un alumno rá-pido es bueno y otro lento es proble-mático porque está cansado. La escuelame llevaba a toda leche hasta que viajéa África y entendí que lo lento es positi-vo, me costó años quitarme de la cabe-za esa idea de que lo rápido es bueno ylo lento es malo”.

Los viajes, que gracias a su música harealizado por todo el planeta, han sidopara Manu Chao un auténtico caudal de

aprendizaje: “Cuando hablo de educa-ción siempre lo digo, viajar es la mejoruniversidad que puedes tener en lavida”. La precoz pasión infantil que te-nía por la Geografía y los mapas fue de-rivando a partir de los dieciséis años ha-cia una obsesión por salir de París, laciudad donde vivía. “Quería escapar deallí, irme cuanto antes, no veía futuropara mí”. En poco tiempo, Manu fuedejando las aulas y entrando en la no-che: “Descubrí el rock and roll , me hicemúsico y la música me dio la oportuni-dad de viajar, esa fue mi suerte”.

Pelear por la escuela pública

La creciente privatización de los siste-mas educativos es un tema en el queManu Chao se confiesa radical. Si pu-diera, dice, prohibiría la educación pri-vada. “Se ha levantado una barrera en-tre la educación de los ricos y la de lospobres, los que pueden pagar una bue-

na educación y los que no. La educa-ción privada trabaja sobre las mismasbases de la empresa, los chavales queestudian ahí son clientes. Por su parte,la educación pública se está yendo al

La escuela me llevaba atoda leche hasta que viajé a África y entendí que lo lento es positivo

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carajo, hemos de pelear y defenderla amuerte, porque cada vez recibe menossubvención y va perdiendo calidad”.

De vez en cuando Manu acude a al-gún centro educativo de su barrio acom-pañado de Madjid, el guitarrista conquien toca en su banda. “Nos gusta ir alas escuelas de Primaria, porque esoschavales aún no están formateados.Desde Clandestino, sé que mi músicamola a los peques”. Entiende las visitasescolares como un gesto de compromisocon la gente con la que comparte su es-pacio vital. “Me gusta que la educaciónsea de barrio y para conseguirlo todoshemos de colaborar, no puedes decirque defiendes tu barrio y luego no temojas. A mi manera trato de educar y

cuidar a los niños que juegan por estaesquina (señala la calle), los conozco yveo que van creciendo bien, entre todoslos cuidamos”.

O sea, que para educar hace faltatoda la tribu, le planteo. “¡Oh, oui ! Paramí la tribu es el barrio. Durante muchotiempo rechacé ser padre, me dabamiedo esa idea cerrada de la familia tra-dicional, de no juntarse con los demás.Pero perdí ese miedo cuando llegué aÁfrica, viví un tiempo en Senegal y allí lafamilia era todo el barrio, estaban los ni-ños del uno y de la otra, no sabías quiénera de quién y todo funcionaba en ar-monía. Allí descubrí que sí podría serpadre y educar a mi hijo junto a unos yotros, todos diferentes, dándole con-fianza al barrio”.

El refugio de la tribu

Las tribus urbanas son distintas, se-gún las culturas y los países. En los ba-res y las discotecas, muchos jóvenes de

los barrios encuentran una manera dedesahogarse. “No es la mejor, pero esla que hay”, reconoce Manu. Pero ase-gura que en España esa vida no es tandifícil como la de los barrios franceses,en los que los jóvenes no tienen dóndereunirse. Él los conoce bien: “Estás porla tarde con tu cervecita detrás de lagasolinera y no hay nadie en las calles,todo está vacío, eso es muy difícil deaguantar. El único juego eres tú y la po-licía. ¿Qué haces? Pues te juntas con tupandilla y a ver quién manda ahí”.

Recuerda haberse sentido perdidodescubriendo el mundo cuando eraadolescente. Ante el desconcierto pro-pio de la edad, también tuvo que refu-giarse en una tribu. “Yo era de los ro-

queros, llevaba mi tupé y mis botas decuero, lo que me salvó es que prontome aburrió ese juego y me dije: ¡Hostia!,yo soy yo, voy a crear mi propia moda".

e n t r e v i s t a

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 Y añade: " Fue un gocedarme cuenta de que era único y de quepodía aportar a la comunidad algo pro-pio. Me salí de las modas y durante untiempo fui el marciano de mi barrio”.

Educar frente a los poderes del mer-cado y defenderse de los medios de co-municación son retos a los que la escue-la debería prestar más atención, apunta.“Al chaval hay que decirle: Rebélate, sétú mismo. Sé que es una lucha terribleporque la fuerza de la mercadotecnia yde la televisión es tremenda. Tengo co-legas de mi edad, de mi cultura y de miconciencia política que lo pasan muymal porque sus hijos de diez u onceaños les obligan a ir a comer al McDo-nalds, o a comprarles una PlayStation. Yno es culpa del pobre chaval, porque élsabe que cuando el lunes le preguntenen clase qué ha hecho el domingo ycuente que ha ido al río y ha comido elsalchichón de la abuela, sus compañe-ros pensarán que es un pringao”.

En los medios, incluyendo la música

y el cine, Manu cree que está una delas claves de la educación. “Ahí está ladictadura del mínimo esfuerzo, lo vesen todas las pelis: el éxito es para elque obtiene el dinero rápido, el que se

"

 S i n  e  t iq u e  t a  s

 Manu  C hao ( Par ís

, 1 961 ) mane ja un  h

a b la pecu l iar 

sa lp icada de e xpres iones  fran

cesas, con muc ho argo

 t 

ca l le jero  y a lgunos

  voca b los de creac ión prop ia,  f

ru to 

de  las con f luenc ias 

de  las  lenguas que

 conoce: cas te l lano, 

 francés,  ing lés, por t

ugués, ga l lego  y a lg

o de ára be.  Sus 

manos ges t icu lan s in

 parar  y no de ja de

 m irar a  los o jos 

de su  in ter locu tor.

 Se n iega a ser un  ic

ono  y a que  lo enca

s i l len con  la 

e t ique ta de “an t is is

 tema” que  le pus ie

ron cuando apo yó 

en  Géno va  los mo v im ien to

s an t ig lo ba l i zac ión. 

 L le va una 

 temporada s in  hacer g

randes conc ier tos, 

a hora pre f iere 

 tocar en s i t ios pequ

eños,  inc luso anunc

 iándose con o tros 

nom bres  y en com

pañ ía de pocos mús icos.  No

 s iempre 

co bra, pero no presume de e

 l lo, asegura que en

  In terne t 

 ha y co lgadas canc i

ones su yas que  toda v ía no  ha gra

 bado. 

Además de  la mús ic

a, su o tra pas ión, m

ás desconoc ida, 

es curar a  la gen te.

 “ Cono zco a perso

nas que so lo con 

m irar te  ya sa ben  lo 

que  te pasa,  yo qu i

ero aprender esa 

med ic ina  y es tud io p

ara ded icarme a e l

 lo a lgún d ía”. 

 En  las ses iones de g

ra bac ión  ya se  ha a

 tre v ido con  los 

 técn icos de son ido:

 “ Con muc ho cu idado,  les  h

ago un 

cra-cra-cra

-cra en  la espa lda  y

  ya es tá.  Es mara v i l l

oso 

compro bar que  les

  he a l i v iado e l do lor

”.

   T  a  n   i  a   C  a  s   t  r  o

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esfuerza es un gilipollas. ¿Quién ense-ña la ética del trabajo, la importanciadel esfuerzo de cada día, el valor dehacer las cosas bien? En algunos ba-rrios de Francia veo cómo crecen cha-vales que son como mutantes, tienenla ética transformada, con ellos es muydifícil conectar, no son todos pero el fe-nómeno es inquietante”.

Surge a colación el individualismo enel que crecen muchos adolescentes y ladificultad para reivindicar las actitudessolidarias y el valor de lo colectivo des-de la educación. “Tienen muy metidoen la cabeza que cada uno es para cadauno: soy yo el que está jodido, pero yovoy a salir de aquí como sea, no dicenvamos a salir de aquí juntos, como pa-

saba en otras épocas”. Esos jóvenesson incapaces de entender que, con lacantidad de dinero que ha ganado,Manu Chao siga trabajando todas lasnoches. “Tú no estás bien de la cabe-za”, han llegado a decirle.

Un día que se dirigía al aeropuerto deParís, cuenta que en el metro del queera su barrio –“donde me quieren y merespetan”, puntualiza– se cruzó con unapandilla de jóvenes con quienes habíabuena onda y enseguida le reconocie-ron. “Tuvimos una discusión bonita, debuen rollo, hasta que uno me preguntóqué hacía allí. Les expliqué que el metroes el transporte más práctico y que melleva rápidamente al aeropuerto, perono podían entender que no tuviera uncoche propio y de buena factura”.

Escuchar el silencio

Durante su etapa de estudiante, atra-vesó una crisis seria, recuerda. “Pasé untiempo en el instituto en el que parecíaun autista, no hablaba con nadie, me

costaba tener amigos, pensaba más enlo que quería hacer por la noche. Mesentaba al fondo del aula y escuchaba,pero no quería que nadie me pregunta-ra”. Del último curso de Bachillerato, enParís, Manu se acuerda bien de su pro-fesor de Filosofía. “Se llamaba HenriPeña Ruiz y también era hijo de españo-les y sus clases me apasionaban, meabrió la cabeza, fue el único que respe-tó mi silencio”. Veinte años después, undía que pasaba por delante de su anti-guo instituto el alumno se decidió a sa-ludar a su exprofesor. “Llamé a la puertadel liceo y el señor que me atendió medijo que ya no ejercía allí. Le pedí un te-léfono de contacto pero tenía prohibidodar los números de profesores, sin duda

pensaba que yo estaba tramando unaagresión (risas). Insistí y argumenté ‘eseprofesor fue muy importante en mi vida,fue una suerte estudiar con él, quieroagradecerle todo lo que hizo por mí…’ante lo que aquel burócrata se me que-

dó mirando y me respondió: ¡Ah! ¿Yahora te das cuenta? Y no me dio el te-léfono. Busqué por otras vías y al final loencontré hace cuatro o cinco años. Fuesuperlindo, hablamos y me iluminó denuevo”.

La hipocresía no casa bien con elmensaje de las canciones de ManuChao. “Abundan los cínicos que criticanpero no hacen, es una posición muy fá-cil, el cinismo intelectual de quejarsesobre cómo está el mundo es de cobar-des, no lo soporto, lo criticas todo, di-ces que todo es una mierda pero no temojas”. No pierde la ilusión para res-ponder a los males de este mundo,como reivindica en la metáfora de su

canción "Próxima estación: Esperanza".“Lo aprendí en Latinoamérica. Cuandomás difícil es una situación, si no quie-res hundirte no tienes más salida queser optimista, lo único que vale la pena

es el optimismo, es una cuestión de sa-lud mental”.

Entre heavys y marineros

Manu Chao certifica que no existe niun solo sitio en el Planeta donde lagente viva bien; ha comprobado en susgiras que los problemas abruman a lamayoría. Y a la hora de solidarizarsecon ellos confiesa que entra en conflic-to: “Tengo miles de apuntes de misviajes y en cada lugar hay una lucha, fí-sicamente no puedo con todo, necesi-taría ocho vidas porque apoyar unacausa necesita dedicación, no puedosalpicar aquí y allá. Mi salvación inte-

lectual es volcarme y apoyar las luchasde aquí y ahora”.

En una de las letras más conocidasde su disco Clandestino repite que“todo es mentira en este mundo”. Leplanteo si aún mantiene esa asevera-ción y contesta que no, que hay milesde cosas que no son mentira. Y parailustrarlo relata una bonita historia:“Tras grabar esa canción, la escuchépor primera vez en público en un barde Malpica, en la Costa da Morte. Toda

la música que ponían en aquel local eraheavy metal y al final de la noche, cuan-do todo el mundo estaba borracho,pincharon mi disco y me dije: ‘Esto aho-ra no va a funcionar’. Sin embargo, lapeña entró al juego y la fiesta prosi-guió. Pero al rato se me acercó un viejopescador con pinta de estar mediomosqueado y me preguntó directamen-te: ¿Cómo que todo es mentira? (risas).Me hizo salir fuera del bar, señaló lasolas que golpeaban la costa y me dijo:¡Esto no es mentira, el mar no es menti-ra! Aquel hombre había estado escu-chando la letra de la canción y se habíacabreado. No podía imaginarme queaquel marineiro le hubiera prestadotanta atención. Su gesto me moló mu-cho, me dio una lección”.

e n t r e v i s t a

Discografía de Manu Chao

1998. Clandestino2001. Próxima estación: Esperanza

2002. Radio Bemba Sound System2004. Sibérie m’était contée2005. Best of Mano Negra2007. La Radiolina2009. Baionarena

¿Quién enseña la ética del trabajo,

la importancia del esfuerzo de cada día,el valor de hacer las cosas bien?