La idea de ciencia en Marx - Luis Antonio Vargas Carvajal

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Narrativa

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Diseño y Diagramación:José A, Ruiz M.

Impresión y Montaje:Walter Berti

COLECCIÓN VOCES URGENTES Nº 3La Idea de Ciencia en Marx

© Luis Vargas

© Sistema Nacional de Imprentas Regionales El Perro y La Rana, Capítulo Táchira, 2011

Correo electrónico:[email protected]

ISBN 978-980-14-2120-7If40220113204508

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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cul-tura a través de la Fundación Editorial el Perro y la Rana, con el apoyo y la participación de la Red Nacional de Escri-tores de Venezuela. Tiene como objetivo fundamental brin-dar una herramienta esencial en la formación del hombre libre y soberano: El libro.

Este Sistema Nacional de Imprentas se rami ica por todos los estados del país, el saber ancestral presente en nuestra cotidiana vida: la gastronomía, los paliativos ca-seros, la toponimia, la conciencia del pasado, la lectura de la realidad, la tecnología popular, los refranes, las costum-bres.

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COLECCIÓN VOCES URGENTES

Despierta la grieta y la voz como luz penetra, aclarando el entendimiento? Reivindicando lo mal contado o silenciado, la voz que se cuece, que va ca-lentando hasta hervir, agua que quema y desinfecta.

Como Voces Urgentes hacemos públicos ensa-yos, discursos, crónicas, ponencias, tan pertinentes en este tiempo nuestro. Letras necesarias, precisas, que nos abarcan, nos crean la necesidad de evaluar el cami-no andado y por andar; conciencia que como pueblo nos arma, pues la liberación que da el libro es el cimiento donde se erige abrigada en la paz nuestra patria, siem-pre nueva; la República Bolivariana de Venezuela.

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Para Luisana Vargas

Desde hace algún tiempo, los análisis críticos de la ciencia o,

más frecuentemente, lasre exiones decepcionadas respecto a

ella, son moneda corriente –en elsentido estricto: se venden bien.

Tanto es así que en poco tiempola imagen distintiva de los cientí cos

y de sus actividades se han devaluado seriamente.

...no asumimos grandes riesgos al contribuira la desmiti cación –algunos dirán, más bien,

a la denigración– de la ciencia.

...no nos amenaza ninguna acusación,ya sea por degradación voluntaria

de monumento público(la torre de mar l)

o por rebelión e insultos a los agentes de la autoridad

pública (los cientí cos).

Jean-Marc Lévy Leblond y Alain Jaubert. (Auto)crítica de la ciencia

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PRÓLOGO

Hacia Un Redescubrimiento De La Crítica

Toda teoría tiene in nitas posibilidades de desarrollo, en principio y hasta que uno cualquiera de tales desarrollos la lleve a un callejón sin salida, al extremo en el cual lo irracional se imponga de un modo terminante. Cuando revisamos la evolución del pensamiento de Aristóteles o Kant y descubrimos que Husserl y Schopenhauer son legítimos herederos de uno y de otro, nos sorprende hasta el punto que deseamos desandar el camino para encontrar la coyuntura, el paso, la argumentación o el razonamiento desde el cual se abrió el nuevo camino, para ubicar en el mapa de ruta el exacto lugar donde se inició el ‘desvío’, que peyorativamente y en función de una pretendida ‘ortodoxia’ se llama desviación. Claro está que no todo desvío conduce necesariamente a una desviación, con lo que se podría decir que hay desvíos y desvíos, pero, parecería que toda desviación no necesariamente proviene de una tendencia ortodoxa. Un discurso paralelo podría intentarse, en lo relativo a la capacidad de determinado pensamiento para incidir sobre los hechos, a la adecuación de la teoría a la época, a las exigencias sociales, culturales y psíquicas durante determinado momento: ¿por qué una teoría sirve en un tiempo y no en

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otro?, ¿por qué es entendida y aceptada hoy y no mañana?, ¿cómo una categoría explica e interpreta los hechos y esa explicación satisface las necesidades de una época y luego disuelve su cualidad, para pasar a formar parte de los grandes o pequeños monumentos de la arqueología del pensamiento?

Me re ero, como es fácil de suponer, a la multiplicidad de formas que ha tenido el marxismo; en todo caso, deseaba poner de mani esto el que, aparentemente, no tiene más ni menos posibilidades de desarrollo disímiles y hasta contradictorias que las que pudieron tener el platonismo, el cristianismo, la doctrina y la práctica de Mahoma, el positivismo o el pragmatismo. En esto podría a rmarse, sin temor a equivocar, que el marxismo puede desarrollarse (y lo ha hecho) de muchas maneras, tantas que ha sido capaz de generar los marxismo-leninismos, el marxismo-leninismo-estalinismo, el marxismo-leninismo-pensamiento de Mao Tse Tung.

¿Son todas opciones con la misma jerarquía teórica? y ¿qué se puede entender por jerarquía teórica? No cabe la menor duda de que hay tendencias con mayor fundamento que otras, por lo menos en la medida en que tienen mayor sustentación dentro del esquema fundamental de Marx. Naturalmente que se puede discutir y se discute –es algo altamente polémico – cuál es el “esquema fundamental”.Pero aun así, en la medida en que una tendencia se desarrolla y conforma su propio árbol y sus

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ramas, es posible ver que el camino conduce hacia horizontes o posiciones que no estaban del todo comprendidos en el origen, o que han sido deformados por hipertro a o porque su hipertro a ha sido, al mismo tiempo, capaz de atro ar otros elementos teóricos presentes en la doctrina inicial (no deseo conscientemente utilizar el término ‘original’), situación ésta que signi ca una alteración – por lo menos – del equilibrio interno de los distintos elementos de una teoría. Quiero decir que sí hay maneras de presentar un balance en el cual no todo desarrollo, entre los in nitos posibles, tiene el mismo estatuto o la misma representatividad.

Un marxismo positivista, un marxismo pragmatista, un marxismo humanista, un marxismo desarrollista, un marxismo historicista, un marxismo existencialista, un marxismo kantiano y hasta un marxismo cristiano se suceden, se alternan, se encuentran y se desencuentran. Pero, me pregunto: ¿y un marxismo crítico?, ¿y la crítica marxista? o ¿la crítica de Marx?

Estas re exiones y algunas otras y, sobre todo, estas últimas preguntas me vienen a la mente, leyendo este escrito de Luis Vargas sobre la ciencia y la crítica en Marx. No solamente me parece que es de singular importancia el haber puesto sobre el tapete de la discusión el tema, revivirlo y plantearlo, sino que se lo ha realizado de modo riguroso, fundamentado, bien razonado.

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Son un extraordinario acierto estos planteamientos de Luis Vargas, porque nos conducen al descubrimiento de un Marx olvidado y sepultado, ese Marx de la crítica. La manera como se aborda la cuestión no podría ser mejor fundada, ya que es por la vía de un análisis que conduce a ver la estrecha relación entre la ciencia y la crítica. ¿De qué ciencia se trata? No es, naturalmente, la ciencia de los positivistas, menos todavía la del pragmatismo o la del cienti cismo. Se trata de la ciencia para Marx, no la instaurada sobre un sistema de categorías, leyes o teoremas jos y estables, sino una ciencia cuyas categorías son cambiantes, porque cambia el papel relativo de ellas y porque cambia el sistema de las categorías y porque cambia cada una de ellas. En este universo móvil, dentro del cual las leyes del cambio cambian, se modi can y transforman, salta a la vista (no tan simplemente y de allí el mérito del discurso de Vargas) que el método de la evolución, el desarrollo y el avance de la ciencia, no puede ser otro que el de la crítica (“la crítica es la propia ciencia de Marx”). Pero esto parece una sencilla a rmación, hasta el momento en que se revela qué es la crítica y comenzamos a entender que no es otra cosa que la labor destructiva, desmontadora, la acción de abolir una situación. Entendida como desmontaje, esa labor se parece al análisis, pero entendida como abolición, se aleja de éste para convertirse en práctica renovadora, en acción revolucionaria. La crítica es, entonces, descubrimiento y destrucción, descubrimiento

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y destrucción que la alcanzan a ella misma. Mientras el análisis solamente desmonta, la crítica destruye, subvierte.

Por este camino comenzamos a otear un tanto por qué el marxismo, como crítica, ha desaparecido de la historia del marxismo, por qué la desaparición o cial de la crítica y por qué ha desaparecido el marxismo crítico. Las conclusiones teóricas son muy claras, pero también son más claras todavía las conclusiones prácticas; no basta con la utilización del marxismo para la liquidación de una sociedad de opresores y oprimidos, no basta, ese marxismo tendría que seguir funcionando como crítica, como teoría y práctica revolucionaria, contra toda inercia social que olvide la necesaria permanencia de la revuelta, de la modi cación, de la destrucción y el desmontaje. He aquí un drama para el Estado socialista: ¿qué hacer con la ‘crítica’?

Si tomamos el planteamiento hecho por Luis Vargas en este libro y lo desarrollamos en el campo histórico, analizando el actual proceso de luchas y discusiones, de cambios y novedades, que operan en el campo del socialismo, tendremos una visión mucho más compleja pero más certera de lo que está pasando, porque entenderemos que el socialismo no puede escapar a la crítica, ni a la teórica ni a la práctica, aquella que realiza la historia.

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No puede escapar y no ha escapado, con lo cual se vindica este marxismo crítico aquí redescubierto por Vargas.

Pedro Duno

Caracas, octubre de 1989

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I. INTRODUCCIÓN

Un estudio sobre las ideas de Karl Marx debe ser doblemente justi cado, pues no basta con que él sea el pensador más importante de los tiempos modernos, para que resulte completamente evidente la necesidad de dispensarle una merecida atención, hay, además, que vencer los prejuicios creados alrededor de su obra, sostenidos y alimentados con ereza por los intereses que tan certeramente él hirió. La existencia de tales prejuicios nos coloca frente a una realidad que no puede pasar inadvertida: la tolerancia predicada por Locke y por Hume, que debería ser característica de las formas de organización social y política vigentes, no ha quedado más que en apariencias, tras las cuales se agazapan las prácticas inquisitoriales, que son lo que realmente ha predominado al nal en el terreno intelectual y político.

En este clima, enfocar la atención sobre Marx es, en el mejor de los casos, una extravagancia y, en el peor, un atentado contra los paradigmas institucionales, que siguen señalando, hoy como ayer, las formas “correctas” de emplear las energías intelectuales en “pro” de la “sociedad”, aunque no se nos dice si se trata de una sociedad anónima o de una sociedad de responsabilidad limitada.

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Pero, para que la atención que se le dedique a Marx resulte completamente provechosa, es preciso vencer una di cultad adicional, ya que los prejuicios alrededor de su obra no provienen solamente del campo de los intereses que fustigó sin piedad, también en el campo de sus “partidarios” han prosperado prejuicios, que llegan a ser más dañinos que en el campo de sus enemigos declarados, como es lógico pensar.

Este estudio se propone vencer prejuicios de ambos tipos y sacar algunas conclusiones extremas de las ideas de Marx, para reivindicar a este pensador que jamás transigió con las apariencias, que las sociedades alienadas ofrecen como cuestiones dignas de consumir un esfuerzo vital y de alentar una esperanza de cambio social.

Comenzaremos por el examen del escrito más temprano que se conserva de la pluma de Marx, para familiarizarnos con algunas de sus ideas básicas. Así se pondrá de relieve la unidad existente entre las realizaciones juveniles y las conclusiones de la madurez del genial alemán. Visto de esta forma, el asunto tiene especial interés, debido a la polémica generada en torno a la continuidad o ruptura entre las ideas iniciales y maduras de Marx. Ésta es, además, una vía sencilla para acercarse al autor de El capital, su obra magna, pues se trata de las re exiones de un joven de diecisiete años, que llevan en germen las brillantes concepciones que la madurez terminará de delinear. Será,

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entonces, una introducción pedagógica, una adecuada antesala para entrar a los temas siguientes, de más envergadura conceptual o más densos intelectualmente. Aunque, valga la advertencia, se intentará hacerlo con la mayor sencillez expositiva, puesto que no se pretende escribir para privilegiados sino para el pueblo, aun cuando ésta sea una tarea permanentemente amenazada por los obstáculos clasistas.

Seguidamente se pasará a un enfrentamiento radical, como le gustaba a Marx, al tratar el tema de la ciencia y su complemento necesario, la crítica, ya que, como dice Giovanni de Biagio: “la crítica es la propia ciencia de Marx”. Será en el tratamiento de la crítica como ciencia donde se toque el corazón de la obra de Marx, donde se choque frontalmente con los prejuicios anti y pro marxistas, pues será aquí donde se lleve hasta sus últimas consecuencias la idea expresada por Marx a Ruge, en 1844, de avanzar sin temor a “los propios resultados ni a chocar con las autoridades constituidas”. Por el contrario, mientras más menudos sean los pedazos que vayan dejando a su paso las ruedas demoledoras del carro de la crítica, más seguro será que se están alcanzando los resultados buscados, puesto que el propósito central de este estudio es rescatar el carácter destructivo de la crítica de Marx.

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COMENTARIO A ESTA EDICIÓN

Una edición por la editorial Vadell Hnos. de este texto vio la luz en 1992. Para entonces, el marxismo no vivía su mejor momento, debido a la desintegración de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y la reuni cación de Alemania. Los enemigos de Marx se encarnizaron en su contra, atribuyéndole arbitrariamente a sus ideas la culpa del fracaso de estas experiencias socialistas.

Ese ambiente revanchista del pensamiento reaccionario no fue el mejor, para lanzar a la calle un estudio sobre marxismo. Algo de esa edición se distribuyó casi de forma personal, el resto terminó sacri cado en la picadora de papel unos diez años después.

Apenas, Orlando Licea, en Cuba, citó el texto en su magní ca Ecología Interior.

Ahora, como si fuese una segunda toma de las armas de don Quijote, revisamos la redacción y retocamos levemente el texto, para lanzarlo a la arena del debate, revivido por la Revolución Bolivariana y por el generoso eclecticismo del comandante Hugo Chávez.

Entre otros propósitos, pretendo estimular la lectura de las obras originales de la pluma de Marx. Por ello, no me extiendo en algunas referencias, sino que menciono las fuentes, con la esperanza de que el lector las consulte

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y se haga su propio juicio al respecto. Ojalá cumpla este cometido para sentirme satisfecho del esfuerzo resumido en estas páginas.

Con leves modi caciones, este es el texto de una investigación con nes académicos, para la Universidad Nacional Experimental del Táchira. Debo agradecer a esta institución las condiciones de trabajo y el estímulo intelectual, que me permitieron realizar las investigaciones y obtener los resultados que aquí se publican.

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II. EL DESPERTAR DE UNA MENTALIDAD CIENTÍFICA

En agosto de 1835, una vez concluidos sus estudios secundarios, Carlos Marx diserta en alemán sobre el tema: Consideraciones de un joven sobre la elección de un o cio1, en una de las tres pruebas del examen de Abitur (equivalente al bachillerato). Igualmente presentó una disertación latina, sobre el tema: “¿Es justo que consideremos al gobierno de Augusto como uno de los más felices de la historia romana?” y una disertación religiosa, consistente en: “Demostrar, según el evangelio de San Juan, la razón, la naturaleza, la necesidad y los efectos de la unión de los creyentes con Cristo”2.

En cuanto a la disertación en alemán acerca de la elección de o cio, el joven de diecisiete años desarrolló el tema de modo que al examinador le pareció rico en ideas, “bien pergeñadas según un plan preconcebido”, aunque también opinó que el autor reincidía en “la búsqueda exagerada de la expresión rara y coloreada; de ahí la falta de precisión, de claridad, de corrección...”3.

1 Marx, Carlos. Consideraciones de un joven sobre la elección de un o cio. pp. 319 y ss. En: Naville, Pierre. Teoría de la orientación profesional. Madrid, Alianza, 1975. (El primer escrito de Carlos Marx: La elección de una profe-sión. pp. 317y ss.)2 Obra Citada. p. 317.3 Obra Citada. p. 318.

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A nuestro modo de ver, la sorpresa del examinador se debe a la riqueza de ideas del adolescente. En la cabeza de Marx se estaba agolpando un cúmulo de cuestiones, que difícilmente podía explicar con claridad y precisión a gusto del examinador, pues en la disertación asoman muchos de los temas que con el tiempo le han de consagrar como un pensador excepcional. Algunas de las claves de su obra se insinúan, con sorprendente anticipación de los problemas que ocuparán su atención por el resto de su vida, incluso, algunos temas están bastante elaborados y apuntan hacia las concepciones que alcanzarán su pleno desarrollo después. Ya para la época en que escribe, estas ideas constituían un vuelco revolucionario, en relación a las tradiciones imperantes, lo cual permite comprender la reacción del examinador.

Consideraciones de un joven sobre la elección de un o cio es uno de los primeros escritos que se conservan de Marx y ofrece tan reveladores indicios de la obra posterior, que merece un examen detallado. Allí despunta un intelecto independiente, materialista, que ya muestra lo que serán su método y los principios de su concepción del mundo y de la sociedad. También aparece en este escrito el sentido de responsabilidad social, que orientará los esfuerzos posteriores de Marx. Al respecto, es signi cativo que en la disertación analice el destino que piensa darle a su vida y los criterios de su elección, con originalidad admirable.

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Habría sido inútil evitar encontrar en el joven estudiante al pensador maduro, cuya obra pasaría a la historia. ¿Cómo dejar a un lado el conocimiento adquirido en la lectura de sus obras cimeras? ¿Cómo despojarse de tan de nitiva experiencia? Como dirá el propio Marx: “En la anatomía del hombre está la clave para la anatomía del mono”4. Los miembros desarrollados facilitan la comprensión de los apéndices incipientes. Además, Carlos Marx es un pensador de la unidad, así que no tiene nada de rara esa consecuencia consigo mismo. No hay un hueco para llenar, la obra de madurez es el desarrollo natural de las intuiciones geniales del joven.

La disertación comienza con el siguiente párrafo:

“La naturaleza se ha encargado de colocar al animal en la esfera que le es propia; dentro de ella va evolucionando con tranquilidad sin intentar traspasarla, sin siquiera concebir una diferente. También al hombre le ha asignado el principio divino un objetivo general, el del perfeccionamiento de la humanidad y el suyo propio, dejándole al mismo tiempo el cuidado de buscar los medios para conseguirlo; confía en su capacidad para elegir la situación social más adecuada para su elevación y la de la sociedad.”5

4 Marx, Karl. Lineas Fundamentales de la Critica de la Economía política (Grundrisse). Obras de Marx y Engels, OME-21. Mexico, Grijalbo, 1977. p. 295 Naville, Pierre. Obra citada. p. 319

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Aquí, Marx comienza estableciendo la diferencia entre el hombre y el animal, que consistiría en que el animal no puede cambiar conscientemente su situación en el mundo, lo que sí puede hacer el hombre. Simultáneamente, establece una semejanza entre la naturaleza y el principio divino: la naturaleza es al animal lo que el principio divino es al hombre.

Hay un sabor contradictorio en esta idea de que el principio divino le con era al hombre la cualidad de labrarse su propio destino. Si el principio divino le asigna un objetivo general al hombre, con lo cual da la impresión de que es ese principio el que determina el destino humano, el objetivo asignado consiste en darle independencia para que se haga su destino él mismo, para que se autodetermine. Es contradictorio que la determinación supuestamente ejercida por la divinidad sobre el hombre, tenga como resultado la autodeterminación humana. La contradicción se acentúa, cuando Marx a rma seguidamente, re riéndose a la capacidad de autodeterminación humana que el principio divino le con ere al hombre, que siendo “un considerable privilegio en relación a las demás criaturas, constituye al mismo tiempo una orientación susceptible de aniquilar toda su existencia y todos sus proyectos y de ser causa de su desgracia”6. Así, pues, si se tendía a concluir que el principio divino determinaba el destino del hombre en el sentido de su

6 Ibidem.

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perfeccionamiento, y que la autodeterminación humana se reducía a escoger los caminos por los cuales llevar a cabo el mandato divino, Marx liquida esta posibilidad, cuando mani esta que la orientación adoptada por el hombre puede terminar destruyéndolo y destruyendo sus propósitos y sumiéndolo en la desgracia. De esta forma, hace prácticamente nula la intervención divina, al poner en manos del hombre tanto su perfeccionamiento como su destrucción.

Cuando Marx adhiera por completo el materialismo, pondrá en su sitio toda explicación religiosa de la realidad, toda explicación que tenga por base la existencia de dioses y la intervención divina en los asuntos humanos. Pero, ya en la disertación que se viene analizando, se encuentran indicios de que el papel que Marx le asigna a la divinidad es débil, como lo expresa más adelante, al referirse al objetivo del hombre, añadiendo:

“Cada uno tiene un objetivo que le parece grande, que lo es por otra parte, a poco que re eje la íntima voz del corazón, pues jamás la divinidad priva de toda su asistencia a la criatura terrestre; la divinidad habla en voz baja pero rme. En cualquier caso, qué fácil de acallar es esta voz.”7

En efecto, a Marx le resultará tan fácil de acallar la voz de la divinidad, que un tiempo después, al hacer las anotaciones para su

7 Ibidem

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disertación doctoral, bajo el título: “La razón y las pruebas de la existencia de Dios”, escribirá: “...todas las pruebas de la existencia de Dios son pruebas de su no existencia, refutaciones de todas las representaciones de un Dios. Las pruebas reales deberían decir, por el contrario: Porque la naturaleza está mal organizada, Dios es. Porque el pensamiento no existe Dios es. Más, ¿qué quiere decir esto? ¿Qué para quien el mundo es irracional, que es, en consecuencia, irracional él mismo, para él Dios existe? O que la irracionalidad es la existencia de Dios”8.

Marx identi ca en este párrafo a Dios, sucesivamente, con la organización de la naturaleza, con la racionalidad del mundo y con el pensamiento, cuestiones todas que vienen a ser una misma cosa y que constituyen cualidades especí cas del ser humano, puesto que la organización de la naturaleza y la racionalidad del mundo, ¿dónde se producen si no es en el pensamiento?

Pues bien, de alguna forma, estas potestades propias de la especie humana aparecen asignadas a un ente denominado divinidad; ¿cómo ha ocurrido esta enajenación y cuáles son sus causas? Estas cuestiones serán las que Marx examine posteriormente bajo el rótulo de alienación, como uno de los asuntos centrales de su obra. No obstante, el análisis de la realidad permite comprender que las cualidades enajenadas por la divinidad son

8 Marx, Karl. Diferencia de la loso a de la naturaleza en Democito y Epicuro. Madrid, Ayuso, 1971. p. 91.

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cualidades humanas, que pueden retornar al hombre, haciendo innecesaria la intervención divina. Para que el principio divino tuviese un papel a jugar, debería inclinar el destino del hombre en un sentido o en otro. Si el hombre no pudiese perfeccionarse ni destruirse a voluntad, quizá sería necesaria la existencia de Dios, de una fuerza externa al hombre que dirigiese su vida.

La imposibilidad real de perfeccionamiento humano se deriva de la alienación, es decir, en última instancia, de la división social del trabajo manual e intelectual. Enajenar la posibilidad del perfeccionamiento humano, haciéndolo dependiente de la divinidad, es un re ejo ideal de esa imposibilidad real. Como la alienación es una causa de degeneración humana, la ideología crea la ilusión de que el perfeccionamiento puede provenir de una entidad divina. En Miseria de la losofía, Marx explicará estos procedimientos ideológicos.9

La debilidad de los lazos religiosos de Marx fue claramente percibida por Henri Chambre10, un escritor cristiano, cuyas observaciones son especialmente signi cativas, por provenir de la misma óptica religiosa. Chambre le da un relieve especial al rechazo del dogmatismo por Marx en la disertación sobre la elección de un o cio11, ya que el dogma en los círculos religiosos no tiene la misma connotación que

9 Ver: Marx, Karl. Miseria de la losofía. España, Orbis, 1984.10 Chanbre, Henri. De Carlos Marx a Mao Tse-Tung. Madrid, Tecnos, 196511 Ibidem

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adquirió en los medios laicos. Efectivamente, el dogma es a la religión lo que los axiomas o postulados básicos son a la geometría, constituye el fundamento sobre el cual se alza el edi cio doctrinario desarrollado a continuación. Así que tocar el dogma es apuntar contra lo esencial de la doctrina; en tanto que, en el campo no religioso, el dogmatismo alude a la creencia obstinada en una idea, pero de forma menos intensa, con menos relieve que el que le asigna la religión a sus principios.

El rechazo de Marx a los dogmas, visto desde el campo no religioso, no tiene el mismo valor que si se lo ve desde el campo religioso; por eso para Chambre, el repudio de Marx a “toda creencia dogmática”12 tiene una incidencia precisa, constituye una ubicación clara en oposición a la religión, que pasa inadvertida para el laico, es decir, para quien no se encuentra familiarizado con el lenguaje religioso. Chambre lo expresa en los siguientes términos: Toda la vida y toda la obra de Marx “testimonian una impermeabilidad al sentimiento religioso”13. La ruptura de Marx con el idealismo, tan tempranamente anunciada, cobra especial importancia, si se toma en cuenta el peso de la religión en la educación de la época, como se re eja en el título de la otra disertación para el examen presentado por Marx.

12 Ibidem13 Ibidem

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Las confrontaciones que despuntan en las ideas de Marx son jalones, en el camino que le llevará a romper con el idealismo y a la crítica de la religión. La discusión o la refutación de las pruebas de la existencia de Dios no constituyen la postura de nitiva de Marx en relación al tema, puesto que posteriormente se ocupará de explicar el origen y la necesidad de las ideas religiosas e, incluso, su in uencia real sobre la vida de los pueblos. Será así como diga:

“Las pruebas de la existencia de Dios no son más que vanas tautologías. Así, la prueba ontológica se reduce a esto: Lo que yo me represento realmente es para mí una representación real y actúa sobre mí; en este sentido todos los dioses, tanto los paganos como los cristianos, han tenido una existencia real. ¿No ha reinado el antiguo Moloch? ¿El Apolo dél co no era una potencia concreta en la vida de los griegos?”14.

De modo que la controversia de Marx con el idealismo no será meramente retórica, no consistirá en el rechazo de las creencias que deja subsistir la duda, acerca de quién tiene la razón en cuanto a la existencia de Dios; la postura de Marx consiste en buscar la diferencia especí ca de la religión, en mostrar cómo, en cuanto a religión se re ere, la cuestión aparece cubierta de apariencias. Por lo tanto, Marx luchará por evidenciar el movimiento ideológico que constantemente arroja sombras sobre la esencia de las cosas. Pero, aun cuando

14 Marx, Karl. Diferencia... p. 90.

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sea aquí, en la crítica de la religión, donde Marx proporciona un excelente ejemplo de su método, consistente en denunciar la creación de apariencias, no por ello llega a pensar que la crítica hace a orar la esencia, porque esta tarea le corresponde a la práctica en la esfera real.

No sobra recordar aquí las Tesis sobre Feuerbach, donde Marx anota: “Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento”15.

Cuando se parte de discutir la existencia de Dios, porque se encuentra defectuosa la explicación que conduce allí, se está reportando la presencia de una construcción ideológica, mas no basta con ello, pues a continuación es necesario investigar las causas que hacen posible la ideología. Este camino ilustra el proceso de la crítica, que abre la escena para que intervenga la “crítica de las armas”, en sustitución del “arma de la crítica” y proceda a destruir las bases del edi cio ideológico, completando así el ciclo.

Como puede verse, el éxito o la frustración del hombre van quedando librados a sus propios medios, por eso Marx dedicará los párrafos siguientes de su disertación a revisar las causas de éxito y fracaso, y la mejor forma de llegar a una decisión acertada en la

15 Marx, C. y Engels, F. Obras escogidas en tres tomos. Moscú, Progreso, 1976. t. Ii p. 7.

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elección de un camino para la vida, dejando de lado prácticamente la intervención divina. La tarea que se propone realizar a continuación queda descrita en los siguientes términos: “El primer deber del adolescente que abraza una carrera y que se niega a abandonar sus intereses fundamentales al simple juego del azar consiste en entregarse a serias re exiones sobre dicha elección”16. La seriedad con que Marx opina que se debe asumir esta empresa tiene como nalidad evitar la quimeras, las ilusiones, ya que: “Lo que juzgamos como un entusiasmo, puede ser el efecto de un momento que otro momento puede destruir”17. En otras palabras, ¿cómo saber si el entusiasmo está bien fundamentado, o si por el contrario es el producto de una motivación super cial? Ésta es la pregunta que Marx considera que debe hacerse en estos casos. Entonces, habrá que buscar la raíz del entusiasmo, ser radical, porque: “Ser radical es coger el problema por la raíz”18.

Marx pide ir a la fuente, como antídoto para que la razón no resulte obnubilada por la ambición, pues, “cuando el hombre se deja seducir por la furia de la ambición, la razón no sabe cómo moderarlo, y aquel se apresura a seguir el impulso desenfrenado; no es él quien escoge su estado, sino que

16 Naville, Pierre. Obra Citada. p. 319.17 Naville, Pierre. Obra Citada. p. 320.18 Marx, Karl. Marx y el derecho. Escritos de Juventud. Bogotá, Ar-gumentos, 1983. p. 130

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éste se encuentra determinado por el azar y la apariencia engañosa”19. Siempre se presenta, como un elemento constante, la autonomía de pensamiento, la independencia de criterio, casi como un horror a ser sujeto de fuerzas extrañas, fuera de su dominio y que, más bien, pudieran ejercer un dominio sobre él; esto es lo que Marx re eja cuando habla de la posibilidad de que no sea él quien escoja su estado, sino que sea el estado el que lo escoja a él, pues, aunque más adelante le hará un reconocimiento sustancial a la in uencia y a las determinaciones que impone el medio en que el hombre actúa, lo que aquí rechaza Marx es la posibilidad de estar siendo sujeto de fuerzas desconocidas.

La fuente de las motivaciones humanas debería ser transparente para los seres humanos, al punto de no necesitar interrogarse sobre ello, pero no es así, puesto que la alienación derivada de la división social del trabajo manual e intelectual, le hace perder al hombre el contacto directo con esa fuente, por lo que necesariamente tiene que producirse esa pregunta angustiosa. La dominación sabe que la pregunta por el origen, por la fuente, la búsqueda de la raíz, de tener éxito, pondrá al hombre en trance de rebelarse contra el estado de cosas que lo mantiene alienado, de modo que cubre la realidad con una capa de apariencias, para di cultar e impedir que se llegue a esa raíz. Contra esa formación de apariencias va a

19 Naville, Pierre. Obra Citada. p. 320.

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reaccionar Marx con toda vehemencia: su lucha contra las apariencias va a ser un eje alrededor del cual gire su obra, al punto de que podría decirse de ella que constituye un esfuerzo titánico por destruir las apariencias.

Por otra parte, Marx rechaza en las apariencias el brillo falso, los atractivos ilusorios que la imaginación le antepone a una situación, ya no como producto de la ambición, sino a consecuencia de un examen super cial, de una mirada sólo de lejos, pues, “la distancia es engañosa”20. Para vencer la apariencia engañosa que produce la distancia, la recomendación de Marx consiste en acercarse. En su tesis doctoral repite esta idea, al decir que las divergencias de la losofía “se hallan tan ocultas que sólo se revelan ante el microscopio”21 y formula su recomendación con bastante precisión:

“Lo que se puede probar en lo pequeño es aún más fácil de mostrar cuando se toman las relaciones en dimensiones mayores, mientras que, por el contrario, las consideraciones demasiado generales dejan subsistir la duda de si el resultado se con rmará en lo particular.”22

Con esta precaución que Marx recomienda acerca de las escala de las tareas que emprende el intelecto, se adelanta otro de sus temas básicos, el de las generalizaciones o abstracciones abusivas, que terminan por sacar

20 Naville, Pierre. Obra Citada. p. 321.21 Marx, Karl. Diferencia... p. 16.22 Marx, Karl. Diferencia... p. 17.

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las cuestiones del marco histórico, al dejar de lado las diferencias especí cas. Este tema será desarrollado por nuestro autor, en el escrito conocido como Introducción de 185723.

Pero, Marx enfrenta el problema de las apariencias con otra particularidad que merece destacarse: Nos previene más contra el brillo que contra la opacidad. En su Carta al padre24, encontramos una clara expresión de esto. Marx se siente en una encrucijada, ha entrado en contacto con la universidad y se encuentra en una disyuntiva, en un momento “de transición”. Lo describe como una “metamorfosis”, que es “en parte, un canto de cisne, en parte, la obertura de un gran y nuevo poema, que busca forma en colores todavía borrosos o espléndidos”25. Se necesita una percepción muy especial, para dudar de lo espléndido, ya que usualmente lo que provoca descon anza es lo borroso, como señal de algo no terminado, pero, considerar que el brillo oculte la realidad es una re exión poco común. En esta consideración se percibe el sentido crítico que caracterizará al Marx posterior, que no se dejará deslumbrar por el elevado nivel de elaboración del sistema losó co de Hegel y lo someterá a su bisturí.

El combate de Marx contra las apariencias es prometeico. Cuando comience a caracterizar el o cio más adecuado, se inclinará por aquel “que no nos imponga ningún acto reprobable,

23 Marx, Karl. Lineas... pp. 5 y ss.24 Marx, Karl. Marx y el derecho...pp. 45 y ss.25 Marx, Karl. Marx y el derecho...pp. 47.

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aunque sólo lo sea en apariencia.”26 Esta frase evoca el discurso de don Quijote sobre “las honras de las mujeres”: “…la buena mujer no alcanza la fama solamente con ser buena, sino con parecerlo; que mucho más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas que las maldades secretas”27. Cervantes tiene que haberse inspirado en la sibilina sentencia que dice: “La mujer del César no solamente debe ser honesta, tiene que parecerlo.” Marx, por su parte, se adelanta aquí a rechazar toda ambigüedad, toda inconsistencia. Sabe que cuando las cosas están impedidas de mostrarse transparentemente, algo está enturbiando su forma de manifestarse, alguna determinación extraña lo está impidiendo. Ese factor ajeno a la esencia de las cosas es una barrera para su manifestación autónoma.

Marx debía estar pensando ya en las relaciones sociales, porque si un acto tiene apariencia reprochable signi ca que a los demás se les presenta como reprochable, lo que amerita una explicación, para que los demás traspasen el velo de la apariencia, cuando lo natural sería que las cosas se presentasen inmediatamente tal y como son. Marx persigue situaciones impecables, de claridad meridiana, en consecuencia, se dirige a un inevitable choque con la sociedad en la que vive, una

26 Naville, Pierre. Obra citada. p. 322.27 Cervantes, Miguel de. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Bogota, Oveja Negra, 1983. Segunda parte, cap. XXII.

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sociedad política, fundada en la mentira, en el engaño. En efecto, el joven idealista se convertirá con el tiempo en el más demoledor crítico de la sociedad capitalista o burguesa.

En este proceso de escogencia de o cio, sobre el cual Marx ha enfocado su atención, hay un momento que parece sentimental, cuando, al buscar los medios para el ejercicio de la razón, se da cuenta de que le faltan la experiencia y la observación rigurosa28, entonces, se pregunta: “¿A dónde inclinarnos, sobre qué apoyarnos cuando nos falta el apoyo de la razón?”. Y se responde: “Nuestro corazón acude a los padres, pues ellos ya han recorrido el camino de la vida y han experimentado el rigor de la suerte”29. En otras palabras, lo que Marx anuncia en esta re exión es el recurso a la experiencia, es decir, a la práctica, pues no otra cosa es lo que busca en sus padres.

Asimismo, su condena a la división del trabajo manual e intelectual será un re ejo de estas ideas, el reconocimiento de que a la pura razón no le será su ciente con sus recursos para conseguir la mejor solución, será necesaria la vivencia de la realidad para apoyar a la razón, pero como no cuenta con experiencia propia acudirá a la de sus padres. En el futuro, cuando los obreros revolucionarios de París intenten “tomar el cielo por asalto”, a pesar de que los análisis de Marx le indican que esa acción es

28 Naville, Pierre, Obra citada, p. 321.29 Ibidem.

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inconveniente, no dudará en acompañarlos, en con ar en sus experiencias, tanto las pasadas como las que obtendrán, que serán tanto o más valiosas que el análisis más concienzudo.

Hasta este punto, Marx ha re exionado sobre el problema de la elección de o cio un tanto subjetivamente, puesto que ha hecho énfasis en el análisis a la luz de los motivos individuales. A continuación jará su atención en lo que pudiéramos llamar los aspectos objetivos del problema y adelantará uno de los conceptos más importantes de su pensamiento. Desde el momento en que se haya elegido una opción, apunta Marx:

“…comprometerse en una carrera a la cual se cree uno destinado no siempre es cosa posible; nuestras condiciones en el seno de la sociedad preexisten de algún modo a nuestras posibilidades de determinación”30.

Con mucha razón se ha encontrado en este párrafo el antecedente de lo que Marx escribirá en el prólogo de su Contribución a la crítica de la economía política31:

“El modo de producción de la vida material condiciona en general el desarrollo de la vida social, política e intelectual. No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia,

30 Ibidem.31 Marx, Karl. Contribución a la critica de la economia politica. Bogotá, Anteo, sin fecha.

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es por el contrario la existencia social la que determina su conciencia”32.

Vemos cómo, una de las ideas por las que se identi ca al marxismo, se encuentra esbozada con bastante anticipación, en el texto del adolescente.

La preeminencia de la vida social sobre la conciencia social tiene por consecuencia que las transformaciones sociales se produzcan en situaciones históricas concretas, no en el vacío ni en condiciones idealizadas. Se trata de sociedades con modos de producción y relaciones sociales de producción concretos y dados, por ende, las revoluciones no serán el fruto de especulaciones losó cas de la mayor abstracción, sino de transformaciones que se esceni can en condiciones sociales históricamente determinadas. Pero, ésta será la idea plenamente desarrollada, la conclusión madura, el joven alemán apenas se re ere a una cuestión análoga a estas condiciones preexistentes, las condiciones físicas que facilitan o impiden el ejercicio de un o cio, por ejemplo, las limitaciones corporales que impiden seguir la carrera militar.

Aunque en condiciones naturales, todos los individuos se encuentran igualmente dotados para cualquiera de las tareas que impone la vida social, en las sociedades en que se ha impuesto la división social del trabajo manual e intelectual, las condiciones

32 Marx, Karl. Contribución... p. 9.

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sociales inhabilitan a determinados individuos o grupos o, incluso, clases, para el desempeño de determinados o cios. Es probable que Marx todavía no analice las limitaciones a que se re ere, desde el punto de vista social, seguramente se le presentan como naturales determinadas disposiciones que hacen aptos a algunos individuos para algunas tareas y no para otras, a pesar de que esta condicionalidad sea de raíz social, como se constata por el origen social de los artesanos o los intelectuales. No obstante, el razonamiento básico es el mismo, lo que constituye la condicionalidad física para un individuo, equivale a la condicionalidad histórica para una sociedad.

Claro que Marx habla de “condiciones en el seno de la sociedad” en su disertación, pero, detrás de la conformación física se encuentran los factores que originan los defectos físicos y aquellos que provoca la división social del trabajo manual e intelectual, de modo que no es tan grande la distancia a salvar, para llegar a la conclusión de madurez, donde el modo de producción de la vida material será a la sociedad, lo que el cuerpo es al individuo consciente.

Hay que tener en cuenta la referencia permanente al bien de la humanidad, pues demuestra que Marx no es indiferente a las motivaciones sociales, por el contrario, al nal jugarán un papel central en su disertación. Todavía no maneja la idea de clases sociales y lucha de clases, pero, su énfasis en el

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compromiso social le abre el camino hacia allá. Al referirse al obstáculo que la conformación física representa para la elección de un o cio, hace una distinción que es la base de la división social en clases:

“No hay duda de que es posible para nosotros dominar nuestra naturaleza, pero el resultado será un rápido naufragio; es como querer alzar un monumento sobre quebradizos escombros, es entablar un funesto combarte entre el principio espiritual y el principio corporal. Cuando uno es incapaz de apaciguar los propios antagonismos, ¿cómo se impondrá a los impetuosos tumultos de la vida? Pues sólo la calma puede generar obras grandes y hermosas, es el único terreno que puede producir frutos plenamente maduros”33.

Por una parte, Marx percibe la posibilidad del antagonismo entre cuerpo y espíritu, sobre el cual aplicará el ácido corrosivo de su crítica, para explicar de qué manera este antagonismo es la fuente de la alienación, cuya expresión acabada será la división de la sociedad en clases, hecha posible por la asignación de las actividades manuales e intelectuales a grupos distintos de individuos, tal y como ocurre con el establecimiento de la esclavitud y se sigue presentando en las sucesivas etapas de las sociedades alienadas.

33 Naville, Pierre. Obra citada. p. 321.

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En de nitiva, la división social del trabajo manual e intelectual será considerada por Marx, como contraria a la naturaleza. Por otra parte, la solución ofrecida será la misma en el joven y en el adulto: la unidad, que aquí denomina calma y que consiste en el cese de los antagonismos, en lo que atañe a la sociedad, la desaparición de las clases sociales en el comunismo. Esa calma, esa unidad, estarán constituidas por el cese de la división social del trabajo manual e intelectual, es decir, por el cese de la alienación, tal como se describe en la Crítica del Programa de Gotha34. Con la identi cación de Marx como pensador de la unidad, se supera la idea que lo hace más bien un pensador de la contradicción, pues, para él, la contradicción es el signo de una situación transitoria que debe transformarse, para llegar a la calma y producir frutos plenamente maduros. La contradicción no será, para él, un elemento de la naturaleza humana y social, sino un producto histórico susceptible de superar.

Pero, así como la alienación puede superarse, también pueden los individuos violentarse, no atender a su propia naturaleza, y persistir en ese “funesto combate” que enfrenta al cuerpo con el alma. Hasta tal punto puede llegar la violencia, que los individuos terminen siendo artí ces de su propia alienación o, por lo menos, el sistema puede hacer las cosas de tal manera, que descarga la responsabilidad en

34 Marx, Karl. Critica del Programa de Gotha. Moscú, Progreso, 1979. p. 18.

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los individuos, cuando los medios de que se vale la dominación para inyectar la ideología, se hacen tan ubicuos, tan extendidos y generales, que su fuente se desdibuja, haciendo aparecer como un fenómeno de origen social lo que es inducido sistemáticamente, por los intereses dominantes, por un sector de la sociedad.

A partir de aquí, Marx comenzará a insistir sobre el aspecto social de la decisión acerca del o cio más adecuado, porque considera que el resultado de un intento contra la propia naturaleza será sentirse “como un eslabón social inadaptado a su destino”35. Para impedirlo, para evitar que el autodesprecio nos mine y chupe “nuestra savia vital para mezclar en ella el veneno de la desesperación y la misantropía”36, es preciso elegir la profesión más noble, “la profesión que nos ofrezca las mejores oportunidades de actuar a favor de la humanidad y de nuestro propio objetivo general, la perfección…”37, pues, para Marx no hay nada más dolorosos que el desprecio de uno mismo, derivado de ser un eslabón social inadaptado, por lo cual remarca el componente social que determina su decisión, aun cuando no lo vincule todavía con el carácter clasista de la sociedad.

Ciertamente, habla de hombres de “generoso corazón”, cualidad que no se le

35 Naville Pierre. Obra citada. p. 32236 Ibidem.37 Ibidem.

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puede atribuir precisamente a los esclavistas antiguos y nuevos, a los señores feudales ni a los capitalistas, pero, permanentemente se re ere a la “humanidad en general”, a un sacri cio hecho “por todos”, etc., con lo cual deja ver que no hace diferencias en el seno de la sociedad, como sí lo hará con contundencia más adelante, por ejemplo, en su Introducción de 1857: “La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone”38.

Lo que resta del escrito objeto de nuestro análisis girará alrededor del ideal de servicio social. El siguiente párrafo resume la posición del joven Marx al respecto:

“El móvil determinante de nuestra elección es el bien de la humanidad y nuestro propio perfeccionamiento. Evitemos cuidadosamente llegar a creer que hay un antagonismo entre estos dos principios, o a pensar que uno destruye a otro, por el contrario, la naturaleza humana está hecha de tal manera que se perfecciona al contribuir a la perfección y al bien del mundo contemporáneo”39.

No terminemos esta glosa, sin destacar una especie de premonición de lo que sería la polémica posterior entre el marxismo y el existencialismo, insinuada por Marx cuando advierte contra “la desesperación y la misantropía”. La desesperación es un tema

38 Marx, Karl. Ineas... p. 24.39 Naville, Pierre. Obra citada. p. 323.

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típico del existencialismo y otro tanto ocurre con la versión personalista del existencialismo, asimilable a la idea de misantropía. También cabe destacar el rechazo enfático a la ilusión, cuya presencia siempre teme Marx y acerca de lo cual comentará: “¡…qué remedio tan desesperado es abusar de uno mismo!”. Así reitera categóricamente su negativa a perder la autonomía, su independencia de criterio, que desembocará en un choque frontal con los valores más consagrados de la sociedad burguesa.

Para él, quien vive de la ilusión no vive realmente, porque la ilusión es un autoengaño, que se traduce en complicidad con el sistema de dominación, es decir, en una entrega más o menos consciente a las manipulaciones del poder, en una autoviolencia que sepulta y libra de culpa al opresor. De ese ardor vital de Marx proviene la fuerza de sus imprecaciones contra la religión, ese sentido heroico y trágico a la vez, de su lucha por enfrentar al hombre consigo mismo, resumido en la expresión: “La raíz para el hombre es el hombre mismo”40.

Marx termina expresando retóricamente lo que se propone hacer con su vida, que será lo que realmente hará de ella. Estas son frases casi proféticas, de las di cultades que afrontará y de la valentía con que lo hará, así como de los motivos tan humanos que lo sostienen y de la recompensa que espera:

40 Marx, Karl. Marx y el derecho... p. 324.

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“Al escoger la profesión que nos permita contribuir de la mejor manera posible al bien de la humanidad, ningún fardo será lo bastante pesado para agobiarnos, pues no será más que un sacri cio hecho por todos; en lugar de una alegría restringida, mediocre y egoísta, gozaremos de una felicidad que pertenecerá a millones de seres, nuestras acciones se perpetuarán en el silencio a causa de su efecto permanente y hombres de generoso corazón vendrán a humedecer nuestras cenizas con sus ardientes lágrimas”41.

41 Naville, Pierre. Obra citada. p. 324.

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III. LA IDEA DE CIENCIA EN MARX

Decir que la obra de Marx tiene carácter cientí co es hacer una a rmación de consecuencias especiales, porque él se aparta radicalmente de la forma tradicional de entender la ciencia. Esta es la razón de las paradojas que surgen sobre su ubicación en relación a las tradiciones cientí cas. En efecto, los representantes de la ortodoxia cientí ca rechazan la obra de Marx, pues no la consideran cientí ca, mientras que los “marxistas” tratan de obtenerle un nicho en el santoral de la ciencia. Ahora bien, si se lee con cuidado a Marx, se llega a la conclusión de que ninguna de las partes tiene razón. Pues, él es un cientí co, no en sentido ortodoxo, sino en un sentido especial, cuyos términos se de nen a partir de su propia obra. Así, para desentrañar la paradoja, es necesario precisar la idea de ciencia en la que se apoya Marx, ya que su obra será cientí ca en ese sentido especí co.

Giovanni de Biagio ha escrito, acertadamente, que “la crítica es la propia ciencia de Marx”42. Aunque posteriormente de Biagio no extrae todas las conclusiones que se derivan de esta formulación y termina dejando una idea más bien cienti cista de la obra del pensador alemán. Este mismo error se presenta en la mayoría de los marxistas, cuando tratan

42 Biagio, Giovanni de. La teoria politica de las clases sociales en “El Capital. México, siglo XXI, 1984. p. 12.

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de ubicar a Marx en relación a la ciencia; pues, él, efectivamente, es un crítico, que considera que criticar es hacer ciencia, pero cuando habla de esa manera, no se re ere ni a la critica ni a la ciencia usuales, sino a una crítica y a una ciencia especiales.

El Carácter Histórico De Las Ideas De Marx Y

El Carácter No Histórico De Las Ideas Dominantes

Una diferencia fundamental, entre la idea de Marx acerca de la ciencia y las ideas dominantes, está en el carácter histórico de la idea de Marx y el carácter no histórico de las ideas dominantes. Para Marx, lo esencial de las cuestiones sociales es su historicidad, es decir, su carácter transitorio. La vida social origina determinados productos que, por lo tanto, pueden tener un nal, comenzar y terminar. Pero, las ideas dominantes pretenden haber existido siempre y seguir existiendo, por sobre los diferentes estadios que atraviesan las sociedades.43

43 Marx, Karl. El Capital 2. México, Grijalbo, 1979. p. 51. Nota32. “...en sus mejores representantes, como A. Smith o Ricardo, la economia politica clasica trata la forma de valor como cosa del todo indiferente, externa a la naturaleza de la mercancia misma... La forma valor del producto del trabajo es la forma mas abstracta, pero tambien la mas general, del modo de produccion Burgués, modo que queda caracterizado por ella como una especie particular de producción social, o sea, caracterizado histoticamente. Por eso, si se toma dicha forma como forma natural eterna de produccion social, se pasa tambien por alto inevitablemente lo especi co de la forma, o sea, de la forma mercancia y, mas desarrollada, de la forma dinero, la forma capital, etc.”

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Las ideas dominantes quieren salirse de la historia, lo cual, llevado a un extremo, daría por consecuencia, por ejemplo, la existencia de la ciencia aun cuando no hubiesen sociedades que le diesen sostén, como cuando la naturaleza no conocía la vida todavía o cuando ésta desapareciese debido a un cataclismo. Además, si se acepta como dada, de una vez y para siempre, una determinada manifestación de la vida social, con ello se acepta la imposibilidad del cambio social. Por el contrario, para Marx, cada momento de la vida social tiene sus manifestaciones características y, como la esencia de la vida social es su permanente trasformación, del mismo modo cambian esas manifestaciones, lo que da lugar a la diversidad geográ ca e histórica de las culturas.

Se le puede dar la razón en esta discusión, sin mayores trámites, a Marx, puesto que mientras no hubo sociedades tampoco pudo haber manifestaciones sociales, y si llegasen a desaparecer tampoco las habría, resultando absurdo, entonces, hablar de ciencia saltando o ignorando las barreras históricas. Además, lo que llama la atención sobre una situación es precisamente su cambio, es decir, el hecho de presentar una variación en relación a una situación previa.

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LA IDEA ABSTRACTA

DE CIENCIA EN MARX

En Marx se encuentran dos formas de referirse a la ciencia que se contraponen hasta cierto punto. Una forma abstracta, poco usual en él, como la de la Crítica de la losofía del Estado de Hegel44: “La idealidad pura de una esfera real no podría existir más que como ciencia”45. Esta idea proviene de una época de su vida, en la que muchos autores opinan que le rinde tributo a la losofía de Hegel; aunque no se puede olvidar que Marx está haciendo una crítica de dicha losofía. Se puede pensar, más bien, que su crítica no es completamente marxista todavía, como lo llegará a ser en El Capital, pero es una toma de posición frente a Hegel, sin lugar a dudas. Ahora bien, él de ne aquí ciencia como idealidad pura de una esfera real, es decir, como elaboración abstracta de una realidad determinada, como representación intelectual de esa realidad. Si a una representación de ese tipo se le añaden las reglas de la lógica formal, se tiene algo muy parecido a la concepción ortodoxa de ciencia.

Si el contenido de la ciencia está constituido por abstracciones de la realidad, la de nición de Marx da cabida a las apariencias, puesto que una “idealidad pura” no es más que 44 Marx, Karl. Critica de la losofía de Estado de Hegel. México, Grijalbo, 1968.45 Marx, Karl. Obra citada. p. 18.

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una forma de representar la realidad, una forma de aparecer esta realidad a los ojos del intelecto. Aquí se encontrará la principal contradicción con la idea de ciencia que Marx adoptará en El Capital, que explica la existencia de la ciencia, es cierto, por la existencia de apariencias, pero no por ello las justi ca, ni llega a sugerir que sean necesarias. Por el contrario, la idea que se desprende de sus re exiones al respecto, es la de la transitoriedad de las apariencias e, incluso, de la propia ciencia, tal como se explicará más adelante.

Marx insistirá en esta idea abstracta, en un texto de su madurez intelectual, el cual no fue preparado para su publicación por él mismo, sino que se trata de un borrador dado a conocer recientemente, porque ofrece ideas muy sugestivas acerca de otros temas, como el de las clases sociales, pero que no puede tomarse al pie de la letra, sabiendo lo meticuloso que era el autor en cuanto al acabado de los escritos que preparaba para la imprenta. Así, pues, en el Capítulo VI (Inédito)46, conocido en esa forma imperfecta de borrador, se encuentran tres de niciones similares de ciencia, que muestran cierto parentesco con la que se examinó.

46 Marx, Karl. El Capital. Libro I, Capítulo VI (Inédito). Mexico, Siglo XXI, 1981.

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LA CIENCIA EN EL CAPÍTULO VI (INÉDITO) DE “EL CAPITAL”

Las tres de niciones de ciencia que se encuentran en El Capital, Libro I, Capítulo VI (Inédito) son las siguientes: 1ª. “...producto general del desarrollo social...”, 2ª. “...producto intelectual general del desarrollo social...”, 3ª. “...el producto del desarrollo histórico general en su quinta esencia abstracta...”47.

La segunda de nición es más especí ca que la primera, ya que establece que la ciencia es un producto intelectual y no un producto cualquiera. La tercera de nición remite a la de la Crítica de la losofía del Estado de Hegel ya analizada, puesto que una “quintaesencia abstracta” y una “idealidad pura” son la misma cosa. Esta última de nición remarca más la inseguridad de Marx sobre el tema, porque decir que algo es “general” y decir que es una “quintaesencia abstracta” es más o menos lo mismo. Como solamente el intelecto es capaz de producir abstracciones, la tercera de nición termina por ser una repetición de la segunda. Por otra parte, tomando en cuenta que lo social y lo histórico constituyen sinónimos, también coinciden la tercera y la primera de niciones. En resumen, se puede concluir que las tres de niciones repiten la misma idea y evidencian una actitud vacilante.

47 Marx, Karl. El Capital. Libro I... pp. 59, 95 y 97.

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Todas las de niciones tienen un carácter general, que contrasta con la importancia que Marx le asignará posteriormente a las generalizaciones: “La producción en general es una abstracción, pero una abstracción con sentido, en la medida en que subraya lo común, lo ja y nos evita, en consecuencia, la repetición”48. Para Marx, lo general sirve apenas para señalar los puntos de partida comunes, pero, de allí en adelante, vuelca su atención sobre lo especí co, que, según él, es lo importante de una explicación, como se verá más adelante. Se observa, entonces, una contradicción, entre la generalidad de estas de niciones y la permanente búsqueda de lo especí co que marca la obra entera de Marx. La de nición de ciencia así obtenida, no se aparta mucho de los criterios corrientes. No obstante, en este mismo texto, en que la ciencia es de nida tan abstractamente, es donde Marx, en contraste, más frecuentemente se vale de la idea de diferencia especí ca, rasgo característico de su método.

Tomando en cuenta, pues, que se trata de un borrador, y en virtud de las vacilaciones evidentes de Marx en la de nición de ciencia, es más probable que capte el sentido marxista la de nición que se obtiene en el tomo III de El Capital, que examinaremos a continuación.

48 Marx, Karl. Lineas Fundamentales de la crítica de la economia politica (Grundrisse). Obras de Marx y Engels, Ome-21, México, Gri-jalbo, 1977. p. 7.

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LA CIENCIA EN EL CAPITAL

La a rmación más signi cativa acerca de la ciencia, hecha por Marx, se encuentra en el tomo III de El Capital, en los términos siguientes: “...toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen directamente...”49. De esta a rmación pueden extraerse dos consecuencias básicas: 1ª. Para Marx, la esencia de las cosas y su apariencia no coinciden directamente; y 2ª. Si la esencia de las cosas y su apariencia coincidiesen directamente, la ciencia no sería necesaria. Así que, para Marx, la ciencia es un fenómeno derivado de otro, la ciencia existe porque existe la separación entre esencia y apariencia; y existe como actividad que tiende a eliminar esta separación y a desaparecer.

Se puede invertir la frase, para darle la forma de una de nición, de modo que ciencia sería la actividad que busca despojar a las cosas de apariencias para llegar a su esencia. Este tipo de actividad es lo que Marx denomina “crítica” y es en este sentido que de Biagio tiene razón al a rmar que la crítica es la propia ciencia de Marx. Pero, la ciencia así concebida, si logra eliminar la brecha entre la esencia y la apariencia de las cosas, simultáneamente se elimina a sí misma, es decir que la ciencia resulta ser una actividad autodestructiva.

49 Marx, Karl. El Capital. Critica a la economía política. México, FCE, 1946. T. III, P. 757.

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Este resultado aparentemente paradójico es perfectamente consecuente con el modo de conocimiento empleado por Marx, constituye su fundamento y seguramente es la causa de las di cultades de interpretación y de muchas de las distorsiones que ha experimentado el marxismo.

Así, por ejemplo, cabe mencionar aquí que Marx, en su tesis de doctorado, alude explícitamente al n de la losofía50. Por otra parte, Lefebvre señala como idea de Marx la de que “el objetivo de la revolución es el n de la política”51, lo cual se corresponde perfectamente con las expresiones del último capítulo de Miseria de la Filosofía52, que se re ere a la lucha de clases y su resultado. También es posible analizar algunos pasajes de La ideología alemana, como ideas relativas al n de la moral y de la psicología53. Finalmente, los planteamientos acerca del derecho burgués, consignados por Marx en su Crítica al Programa de Gotha54, bien puede interpretarse como re exiones acerca del n del derecho.

50 Marx, Karl. Diferencia de la losofía de la naturaleza en Demócrito y Epi-curo. Madrid, Ayuso, 1971. p. 85. “...el devenir losofía del mundo es al mismo tiempo devenir mundo de la losofía... su realización es a la vez su perdida”.51 Lefebvre, Henri. Mani esto diferencialista. México Siglo Veintiuno, 1975. p. 1.52 Marx, Karl. Miseria de la losofía. México, Siglo Veintiuno, 1979. pp. 159 y 160. “¿Esto quiere decir que después del derrocamiento de la vieja sociedad sobrevendría una nueva dominación de clase, traducida en un nuevo poder po-lítico? No, de nigún modo”.53 Marx, Karl y Engels, Federico. La ideologia alemana. Uruguay, Pueblos Unidos, 1979. pp. 287 y 621.54 Marx, Karl. Critica del Programa de Gotha. Moscú, Progreso, 1979. pp. 17 y 18.

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Como demuestra la abundancia de expresiones similares, el carácter destructivo de la crítica de Marx no es un episodio transitorio en su obra, constituye, por el contrario, un rasgo característico. Así, pues, cuando en una carta a Ruge55, le menciona la necesidad de una crítica de la religión y de la ciencia, no se comete ninguna arbitrariedad, si se interpreta esa crítica en el mismo sentido de las expresiones con que Marx explica el papel del proletariado en cuanto a disolvente del “orden universal existente”56: la revolución proletaria sería el aspecto práctico del proceso en que la crítica es el aspecto teórico y su cometido es disolver el orden burgués.

En esta forma de entender la ciencia entra claramente en juego el carácter histórico de las ideas, puesto que si la separación entre la esencia y las apariencias de las cosas fuese natural, hubiese existido siempre, lo mismo ocurriría con la ciencia; pero, evidentemente, no es así. Incluso si nos remontamos a los antecedentes más antiguos de estos fenómenos, no llegamos más allá de 2500 años, lo cual representa un período muy corto en la evolución social. Entonces, la ciencia y la alienación son sucesos históricos, que han tenido un origen y pueden tener un término.

55 Marx, K. Marx y el derecho. Escritos de juventud. Bogotá, Argu-mentos, 4/5; 1983, p. 112. (Cartas a Ruge. Marzo y septiembre de 1843, pp. 99 y ss.)56 Marx, K. Marx y el derecho... p. 137. (Contribución a la crítica de la losofía del derecho de Hegel, p. 117 y ss.)

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La misma diferencia que Marx establece entre los teóricos y comunistas, se puede aplicar a la ciencia, según la entiende la ortodoxia y según la entiende Marx: “Feuerbach aspira –escribe Marx–, como los demás teóricos, a crear una conciencia exacta acerca de un hecho existente, mientras que al verdadero comunista le importa es derrocar lo que existe”57.

La ortodoxia cientí ca está muy cerca de pretender alcanzar una conciencia exacta del mundo, una especie de verdad absoluta similar a la que aspiraban a obtener la religión y la losofía; mientras que Marx busca derrocar el capitalismo y la alienación, cuando postula la posibilidad de que sean abolidas las clases sociales y la división social del trabajo manual e intelectual, de lo que hay expresiones contundentes en La ideología alemana58 y en Miseria de la losofía59.

Acerca del origen de la separación entre la esencia y la apariencia de las cosas, hay que decir brevemente que coincide con la división social del trabajo manual e intelectual, fenómenos ambos característicos de la alienación. Veamos cómo lo expresa Marx:

57 Marx, Karl y Engels, Federico. la ideología alemana. México, Ediciones de Cultura Popular, 1974. p. 45.58 Marz, Carlos y Engels, Federico. La ideología alemana. Uruguay, Pueblos Unidos, 1979. p. 452 “... la revolución comunista, al acabar con la división del trabajo, elimina por último las instituciones políti-cas...”59 Marx, Karl. Miseria de la losofía. pp. 159 y 160.

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“...con la división del trabajo se da la posibilidad, más aún, la realidad de que las actividades espirituales y materiales, el disfrute y el trabajo, la producción y el consumo, se asignen a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del trabajo”60.

En efecto, la base material de la separación entre la esencia y la apariencia de las cosas es la división social del trabajo manual e intelectual, que tuvo lugar en la antigüedad grecorromana, con el surgimiento del esclavismo.

Este fenómeno hizo posibles los procesos de abstracción, tan comunes para los intelectuales, para quienes constituyen algo cotidiano, mientras que para la mayoría de la gente resultan incomprensibles, además de inútiles. Al presente, ninguna de las teorías elaboradas acerca del origen de la especie humana sugiere que las facultades intelectuales y manuales surgieran separadas, como una diferencia especí ca de determinados individuos o grupos de individuos; más bien es corriente que se tome como explicación más plausible del proceso que da origen a la intelección, aquella que hace del binomio mano-cerebro una unidad indisoluble. Además de postular la abolición de la división del trabajo, Marx tiene por transitorio todo el proceso de la alienación, como lo prueba su exigencia por un mundo de

60 Marx, Karl y Engels, Federico. La ideología alemana. p. 33.

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relaciones transparentes entre los hombres y entre éstos y la naturaleza.

Sin embargo, Marx no a rma que la ciencia, tal como él la concibe, nos ponga en contacto directo con la esencia de las cosas; apenas señala que el propósito de la ciencia es despojar la esencia de las apariencias de que es revestida. En consecuencia, es necesario preguntarse: ¿hasta qué punto la ciencia consigue este cometido? La realidad de las cosas, tal como ha dejado claro Marx en sus Tesis sobre Feuerbach61, sólo se alcanza mediante la práctica. De manera que la actividad teórica está limitada en su alcance.

Lo que se percibe de la realidad, en ausencia de la ciencia y en el contexto de una sociedad alienada, es un tejido de apariencias, que en su conjunto constituye una manifestación ideológica de la realidad. La crítica, como actividad teórica, no está en capacidad de ponernos en contacto con la esencia de las cosas, puesto que la fuente de la alienación es una situación social concreta, un modo de producción determinado, sin cuya abolición no se puede aspirar a que desaparezcan las condiciones que originan la alienación y, por lo tanto, las formas ideológicas de manifestarse la realidad.

La crítica de la religión que Marx lleva a cabo en la Contribución a la crítica de la losofía

61 Marx, Karl y Engels, Federico. Obras Escojidas (3 tomos). URSS, Progreso, 1976. T. I, pp. 7 y ss.

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del derecho de Hegel62, puede ser extendida, a n de que opere como una crítica de la ideología en general, llámese ésta ideología religiosa, moral, política, losó ca, jurídica o cientí ca, pues, tal parece que la religión funge como ideología por excelencia. En este sentido, dice Marx: “La exigencia de abandonar las ilusiones sobre una circunstancia es la exigencia para que se abandone un estado de cosas que necesita de ilusiones”63. No basta, pues, con que la crítica denuncie las apariencias, es preciso despojar a las apariencias de toda base, y para ello hay que trasformar la realidad, convertirla en una realidad que se mani este directamente, en esencia, sin la mediación de las apariencias. Es decir que la realidad debe ser transparente, tal como sugiere Marx, en El Capital, re riéndose a la religión:

“El re ejo religioso del mundo real sólo podrá desaparecer por siempre, cuando las condiciones de la vida diaria, laboriosa y activa, representen para los hombres relaciones claras y racionales entre sí y respecto a la naturaleza”64.

De esta manera, el papel de la ciencia se reduce a la denuncia, al desenmascaramiento, que muestra la presencia de una actividad encubridora, que en determinadas partes de la sociedad hay una fuente de apariencias que

62 Marx, Karl. Marx y el derecho. Escritos de juventud. Bogotá, Ar-gumentos, 1983. pp. 117 y ss. 63 Marx, Karl. Marx y el derecho... p. 120.64 Marx, Karl. El Capital... T. I, p. 44.

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mantiene turbia la visión de la realidad. Pero, a la actividad de la crítica, que como ya se señaló es una actividad teórica, la dominación responde generando más ideología, ideología más so sticada, que hace cada vez más difícil la labor de desenmascaramiento, mientras no se pase a la crítica práctica, esa que Marx llama “la crítica de las armas”. Mientras subsistan las condiciones que hacen posible la ideología, el trabajo de la crítica teórica es interminable.

Por otra parte, no se puede decir que la ideología es un re ejo falso de la realidad, pues aun cuando se esté dentro de una práctica limitada, alienada, distorsionada por las apariencias, esa práctica llevaría pronto a desmentir una visión falsa de las cosas, si acaso pudiese existir algo así; de modo que los ideólogos producen apariencias su cientemente convincentes, su cientemente apegadas a la realidad, como para que tengan el efecto esperado. Estas apariencias pueden llegar a un nivel de elaboración tal, que la crítica debe hacer un gran esfuerzo para desenmascararlas, tal como ocurre en el presente.

Así que la ideología es un conjunto de apariencias, una versión interesada de la realidad, una versión política o clasista, pero no una versión falsa, puesto que una contradicción agrante entre apariencia y esencia se vería rápidamente desvirtuada en la práctica. La ideología se apega a la realidad, pero de acuerdo con los intereses dominantes, con el poder que controla la realidad y la pone al servicio de sus

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nes, pero bajo el antifaz ideológico de que dichos nes son comunes.

La pretensión de que la ideología constituye un re ejo falso de la realidad pertenece a una ortodoxia cienti cista, que quiere hacer del marxismo una fórmula para obtener un re ejo verdadero de la realidad, incluso en condiciones de alienación. Pero, para Marx, se trata de que no haya re ejo, de que no haya intermediario entre el sujeto social y el mundo que empañe la relación, que la inter era. Este tipo de relación se logra en las sociedades donde no existe división social del trabajo manual e intelectual, donde en consecuencia, el tipo de relación que se establece entre los hombres y con el medio responde a lo que Levy-Bruhl ha denominado “participación”, una idea signi cativamente opuesta a la de alienación.

LA CIENCIA COMO LÓGICA

DEL CAPITAL

“La ciencia es la lógica del capital”65; esta expresión resume muy acertadamente la naturaleza de la ciencia, tal y como ella se mani esta en el seno de la producción capitalista. Pero, no basta con tomar el sentido teórico del asunto, puesto que la ciencia es

65 Lanz, Rigoberto. El Marxismo no es una ciencia. Caracas, UCV, 1980.

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también una fuerza productiva66; y este aspecto no está explícitamente contemplado en la sentencia de Lanz, aunque sí queda sugerido que las tendencias representadas por el capital tienen el poder de penetrar todas las instancias de la vida social, que acaban por constituir una lógica, por imponer una sistematización a todas las esferas, haciendo que bailen al ritmo que les impone el capital.

La importancia de esta de nición consiste en que las leyes que sistematiza la ciencia, aun cuando parezcan tener carácter universal, es decir, que tiendan a presentarse como manifestaciones naturales, son en realidad expresiones del movimiento del capital, de la tendencia a la acumulación, al aumento de la composición orgánica y a la baja de la tasa de ganancia. Así, se desmiente la idea de que los procesos que desencadena o encarna la ciencia corresponden a movimientos inevitables, a desenlaces necesarios de un supuesto progreso también inevitable de la evolución de la humanidad. Lo cierto es que la ciencia resume sistemáticamente las tendencias que el capital impone a la sociedad, sólo que las presenta como correspondientes a los intereses del conjunto social, haciendo abstracción de su carácter clasista, para apartar de sí, de la ciencia, la acusación de tener también ese carácter.

66 Marx, Karl. Lineas... p. 540.

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Para esto se crea el mito de la objetividad cientí ca, unido al del método cientí co como fuente exclusiva de conocimiento verdadero, cuestiones ambas puestas en la picota por los propios medios cientí cos contemporáneos, como revelan las discusiones sobre la relatividad y la in uencia del observador y del instrumento en los procesos de conocimiento. Al respecto, sirve de ejemplo la forma como ha variado la concepción del mundo a lo largo de la historia, mostrando que cada época y cada sociedad pueden elaborar su propio modelo de la realidad y funcionar sin inconvenientes, a pesar de las diferencias.

Marx recalca con sus explicaciones la manipulación de la ciencia por el capital, la alienación mani esta por la cual el capital, producto del esfuerzo de los trabajadores, termina como potencia extraña y hostil a éstos. El esquema que explica el sometimiento de la ciencia a los intereses del capital, como se constata, no di ere sustancialmente del de otras alienaciones, otras ideologías, como la religiosa; pues, habla de creaciones sociales que se vuelven contra la sociedad y quedan al servicio de una clase.

Marx tiene una forma sumamente clara y contundente de plantear la cuestión:

“La fuerza productiva del trabajo –dice–, su carácter en cuanto trabajo social es, por lo tanto, la fuerza colectiva del capital. Lo mismo vale para la ciencia... Todas las fuerzas sociales

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de producción son fuerzas productivas del capital y este mismo se presenta, por lo tanto, como sujeto de las mismas”67.

Es decir, que el capital es el personaje que mueve los hilos de la trama capitalista y en el extremo de uno de esos hilos está la ciencia.

Se trata de una de las formas de manifestarse la alienación, la conocida humanización de las cosas y la cosi cación respectiva de las relaciones sociales, tan certeramente expuesta en El Capital, en el capítulo sobre “El fetichismo de la mercancía, y su secreto”68. En lugar de una potencia humana, la ciencia se hace una potencia del capital, tal como las máquinas y los obreros.

“Este progreso continuo del saber y de la experiencia, dice Babbage, es nuestra gran fuerza. Este progreso social pertenece y es explotado por el capital...”69.

Marx a rma aquí la asimilación de la ciencia al capital y, con ello, al dominio de una clase, la capitalista, la burguesa, echando por tierra la supuesta objetividad, el pretendido universalismo de ese proceso de acumulación de saber y experiencia a que alude Babbage.

El poderío que el capital despliega, en este proceso de moldear todas las fuerzas

67 Ibidem.68 Marx, Karl. El Capital... pp. 36 y ss.69 Marx, Karl. Líneas... p. 545.

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productivas a sus intereses, queda patente en la deformación a que condena al obrero, no sólo espiritualmente, por las limitaciones que conlleva la especialización, sino por los daños físicos y las consecuencias siológicas de la producción capitalista, descritas por Marx en los términos siguientes: “La limitación y hasta la imperfección del obrero parcial son las que determinan su perfección como miembro o parte integrante del organismo total. El hábito adquirido en el desempeño de una función aislada convierte al obrero en su órgano natural y seguro, a la par que su articulación con el mecanismo total le obliga a trabajar con la regularidad de una pieza de maquinaria”70. En una nota, Marx especi ca más aún la cuestión, re riéndose al “desarrollo parcial de sus músculos, a la curvatura de sus huesos, etc.”71, es decir, a lo que en otro lugar denomina “patología industrial”72, fenómeno del cual los tiempos modernos ofrecen ejemplos especialmente dramáticos, re ejo de la agudización de las tendencias tan claramente percibidas por Marx.

En de nitiva, lo que Marx nos muestra es un proceso llevado a cabo con un esmero maquiavélico, mediante el cual: “Las potencias espirituales de la producción amplían su escala sobre un aspecto a costa de inhibirse en los demás. Lo que los obreros individuales

70 Marx, Karl. El Capital... p. 289.71 Ibidem. Nota 21.72 Marx, Karl. El Capital... p. 296.

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pierden, se concentra, enfrentándose con ellos, en el capital. Es el resultado de la división manufacturera del trabajo, el erigir frente a ellos, como propiedad ajena y poder dominador, las potencias espirituales del proceso material de producción. Este proceso de disociación comienza con la cooperación simple, donde el capitalista representa frente a los obreros individuales la unidad y la voluntad del cuerpo social del trabajo. El proceso sigue avanzando en la manufactura, que mutila al obrero, al convertirlo en un obrero parcial. Y se remata en la gran industria, donde la ciencia es separada del trabajo como potencia independiente de producción y aherrojada al servicio del capital”73.

73 Marx, Karl. El Capital... p. 294.

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IV. LA CRÍTICA COMO CIENCIA

“Se acusa a Marx –escribe Kautsky74– de ser un espíritu negativo: un crítico destructor que no ha creado nada positivo”75. Lo que Kautsky considera una acusación contra Marx, él lo hubiese tenido como una correcta interpretación de sus ideas:

“...la crítica –dice Marx76– no es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión. No es el bisturí anatómico sino un arma. Su objeto es su enemigo al que no quiere refutar sino destruir”77.

Si acaso queda alguna duda, más adelante explica Marx en qué sentido el objeto de la crítica, lo criticado, es para él un enemigo y cómo hay que destruirlo.

“El arma de la crítica no puede reemplazar, evidentemente, a la crítica de las armas, el poder material ha de ser derrocado por el poder material”78.

Entonces, la crítica de Marx no es pasiva, no se conforma con observar o describir, con hacer

74 Kautsky, Karl. El Pensamiento económico de Carlos Marx. Sin lugar, sin editor, sin fecha.75 Kautsky, Karl. Obra citada. p. 286.76 Marx, Karl. Marx y el derecho. Escritos de juventud. Bogotá, Ar-gumentos, 1983.77 Marx, Karl. Obra citada. p. 122.78 Marx, Karl. Obra citada. p. 129.

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una disección o autopsia de las situaciones, en resumen, no es un análisis.

Marx habla en términos de lucha. Las cuestiones sobre las cuales la crítica ja su atención, son un “enemigo” y lo subraya, como para que se entienda que no está jugando con las palabras. La crítica de Marx, enfrentada con su enemigo, es una crítica destructiva; mucho más de lo que puede soportar Kautsky. Podría parafrasearse a Clausewitz diciendo que, para Marx, la guerra es la continuación de la crítica de otros medios79.

Marx asume plenamente el carácter destructivo de su crítica, no se avergüenza de él, por lo tanto, la preocupación de Kautsky resulta vana. Si, por esta razón, Marx se gana el cali cativo de “espíritu negativo”, esto no es algo que rechace o que sienta como una acusación, por el contrario, adopta esa postura conscientemente y hasta sus ultimas consecuencias, cosa que no ocurre igual con muchos de quienes pretenden ser continuadores del marxismo.

Re riéndose a la exposición del proceso de producción del capital que hace Marx, Kautsky sigue diciendo que: “Ha creado un nuevo sistema económico e histórico. La crítica de sus predecesores forma sólo la fundamentación del mismo”80. Pero, Marx no ha creado tal “nuevo

79 Clausewitz, Karl Von. Arte y ciencia de la guerra. Mexico, Grijal-bo, 1972. p. 31.80 Kautsky, Karl. Obra citada. p. 286.

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sistema económico e histórico”. Aun cuando esa haya sido su intención original, nalmente la abandonó.

Efectivamente, el 2 de abril de 1851, Marx le escribe a Engels y le dice que se propone elaborar una “Economía”81, pero esta idea no se repite, sino que es sustituida por la idea de hacer una “Crítica de la economía política”82, subtítulo que llevará El Capital, pero que ya había sido usado por Engels en su Esbozo de la crítica de la economía política83. Precisamente, este escrito de Engels fue el que despertó la atención de Marx por el tema, tal como lo señala él en sus Manuscritos de 184484, y en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política85.

De modo que Marx abandonó el propósito inicial de elaborar una Economía, es decir, un sistema económico y se dedicó a elaborar una Crítica de la economía política, labor a la cual entregará lo mejor de sus esfuerzos86. Es así

81 Marx, Karl. El Capital. Crítica de la economia política. México, FCE, 1946. T.I, p. 661. Carta de Marx a Engels del 2 de abril de 1851.82 Marx, Karl. Introduccion general a la critica de la economia polí-tica (1857). México, Siglo XXI, 1977. p. 106. Carta de Marx a Weyde-meyer del 1 de febrero de 1859.83 Marx, Karl y Engels, Federico. Escritos economicos varios. México, Gri-jalbo, 1975. pp. 3 y ss.84 Marx, Karl y Engels, Federico. Obra citada. p. 26.85 Marx, Karl. Contribucion a la critica de la economia política. Bogotá, Anteo, sin fecha. p. 11.86 Marx, Karl. Introduccion...p. 105. Carta de Marx a Lassalle del 12 de noviembre de 1858. En esta carta Marx se re ere a su obra diciendo que es “el resultado de quince años de trabajo y, consiguientemente, el fruto del mejor período de su vida”.

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como Marx, en una carta a Lassalle, del 22 de febrero de 1858, de ne la tarea que ha emprendido, en los siguientes términos:

“El trabajo de que se trata es, en primer lugar, la crítica de las categorías económicas, o bien... el sistema de economía burguesa presentado en forma crítica. Es a la vez un cuadro del sistema y la crítica de ese sistema a través de su propia exposición”87.

Está claro que no es Marx quien elabora el sistema, pues el tema objeto de su crítica ya está sistematizado y constituye el cuerpo de la “economía burguesa” o economía política. Marx expone y crítica simultáneamente ese sistema, lo que no autoriza para a rmar que él mismo lo esté construyendo; pues sería paradójico decir que Marx es el autor de la economía burguesa, en lugar de ser el crítico de ese sistema.

Además, contrariamente a lo que dice Kautsky, la crítica que Marx hace a sus “predecesores” no constituye la fundamentación de ese nuevo sistema, sino que es el centro de su esfuerzo, pues, el sistema de la economía política está compuesto por los escritos de los economistas políticos, así que la crítica de Marx es la crítica a lo escrito hasta ese momento por los economistas políticos o burgueses, como también los llamaba.

87 Marx, Karl. Introduccion... p. 96. Carta de Marx a Lassalle del 22 de febrero de 1858.

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Insistiendo en la idea de que Marx es el creador de un sistema, Kautsky presenta su obra como una especie de “saber superior”, que resume y completa el conocimiento previo sobre el tema, como si Marx pudiese encajar en un sistema clásico, según el cual el conocimiento es progresivo y acumulativo.

“No puede superarse lo antiguo –argumenta Kautsky– sin haber conquistado un punto de vista más elevado, no se puede criticar sin haber obtenido un saber superior; no se puede echar abajo un sistema cientí co sin haber erigido otro más grandioso y más amplio”88.

Aquí Kautsky incurre en varias tergiversaciones de los propósitos de Marx, pues éste no busca un punto de vista más elevado dentro del sistema de la economía política, ya que lo que su crítica pretende es la destrucción de ese sistema, tampoco pretende poseer un saber superior, que supere lo antiguo mediante un sistema cientí co mayor que eche abajo lo anterior, porque Marx no le reconoce carácter de ciencia a la economía política.

Como se ha visto, la ciencia es necesaria porque la esencia de las cosas y su apariencia no coinciden directamente, y la ciencia de Marx es la crítica. En la economía política no coinciden la esencia y la apariencia de las cosas, de allí que Marx la critique, es decir, que demuestre la existencia de las apariencias e intente destruirlas. Si Marx hubiese insistido en llevar

88 Kauttsky, Karl. Obra citada. p. 286.

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a cabo la Economía que pensó en elaborar al comienzo de su obra, se le podría achacar la pretensión de crear un sistema económico y, en todo caso, habría sabido distinguir entre una economía “política” y una Economía, a secas, pero no fue así, abandonó su proyecto porque comprendió que la elaboración de una Economía era una tarea reservada a la sociedad, a la práctica social, no a una clase social, ni mucho menos a un individuo, pues, economía y vida social son equivalentes.89

Para Marx, la creación de sistemas tiene una nalidad ideológica muy clara y es característica de determinadas situaciones sociales, tal como lo explica en Miseria de la losofía:

“Así como los economistas son los representantes cientí cos de la clase burguesa, los socialistas y los comunistas son los teóricos de la clase proletaria. Mientras que el proletariado no estaba aún su cientemente desarrollado para constituirse en clase, que por consecuencia la lucha misma del proletariado con la burguesía no tenía aún carácter político, y que las fuerzas productivas no estaban todavía bastante desarrolladas en el seno mismo de la burguesía para dejar entrever las condiciones materiales necesarias para la emancipación del

89 Marx, Karl. El Capital2. México, Grijalbo, 1979. p. 51. Nota 32. “...entiendo por economía política clásica toda la ciencia económica, desde W. Petty, que investiga la conexión interna de las relaciones de producción burguesas, frente a lo que hace la economía vulgar, que se agita exclusivamente dentro de la conexión aparente...”.

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proletariado y la formación de una sociedad nueva, estos teóricos sólo han sido utopistas que, para responder a las necesidades de las clases oprimidas, improvisan sistemas y corren tras una ciencia regeneradora. Pero que a medida que la Historia marcha y que con ella la lucha del proletariado se acentúa aún más claramente, no tienen necesidad ya de buscar la ciencia en su mente, sino darse cuenta de lo que pasa ante sus ojos, y hacerse el órgano de los sucesos. Mientras buscaban la ciencia en sí y no elaboraban más que sistemas, mientras se hallaban en el principio de la lucha, no veían en la miseria otra cosa que la miseria, sin ver el lado revolucionario, subversivo, que ha de derribar la sociedad antigua. Desde este momento, la ciencia, producida por el movimiento histórico, y asociándose a él con pleno conocimiento de causa, ha dejado de ser doctrinaria para ser revolucionaria”90.

Como se desprende del texto, para Marx, los economistas son los “representantes cientí cos” de la burguesía, es decir, sus ideólogos, los que se encargan de elaborar la ciencia burguesa, esto es, los economistas políticos. Por otra parte, los utopistas, es decir, los soñadores, son los teóricos del proletariado, quienes, mientras no se produzcan las condiciones reales que les permitan cambiar la situación existente, se limitan a crear sistemas en los que desaparecen las fallas de la realidad, lo cual dista mucho de ser un cambio de esa realidad.

90 Marx, Karl. Miseria de la losofía. España, ORBIS, 1984. p. 141.

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Los sistemas de los teóricos del proletariado, en su etapa utópica, son apenas un paño caliente ideológico para apaciguar los con ictos reales que hieren la conciencia. Los utopistas son, entonces, creadores de ilusiones. La crítica acaba con las ilusiones, pero, Marx advierte que no basta con esto, pues es preciso acabar también con la realidad que necesita de ilusiones91. A medida que en la realidad van madurando las condiciones para un cambio, los utopistas ven presentarse ante sus ojos “la lucha del proletariado”, es decir, el movimiento revolucionario capaz de cambiar la realidad y, por lo tanto, de abolir las fallas que tanto los inquietan.

Es el momento en el cual los sistemas pierden todo sentido, pues, ante una realidad emergente, no hay sistema que pueda determinar de antemano lo que realizará un proceso revolucionario. Mal se le puede achacar a Marx la actitud de un utopista, como pretende Kautsky, pues ello sería contradictorio con sus propósitos revolucionarios, con el papel transformador que le atribuye al movimiento revolucionario del proletariado. Al respecto hay un pronunciamiento muy claro de Marx: “...no es nuestra misión crear un plan para el futuro que sirva para siempre... lo que tenemos que hacer es una valoración crítica e intransigente de todo cuanto existe...”92.

91 Marx, Karl. Marx y el derecho... p. 120.92 Marx, Karl. Carta a Ruge. 1844. En: Navarro, Vicente. La medi-cina bajo capitalismo. Barcelona, Grijalbo, 1978, p. 11.

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Al morir Engels, Kautsky lo sustituyó como custodio, como albacea intelectual de Marx, encargándose de preparar para su publicación los manuscritos que componían el tomo IV de El Capital y Las teorías de la plusvalía93. También escribió una obra de popularización de los dos primeros volúmenes de El Capital94, la cual tuvo gran difusión. La forma en que Kautsky “de ende” a Marx es paradójica, si se toma en consideración la in uencia que tuvo en la formación de varias generaciones de marxistas. Esta es otra muestra de los tropiezos con que ha tenido que enfrentarse el marxismo para difundirse.

Evidentemente, las consecuencias de apegarse a las ideas de Marx son dramáticas, pues la suya no es una crítica a medias tintas, ni que pueda reducirse a términos puramente teóricos, sino que es una crítica radical, destructiva, que constituye una opción eminentemente práctica, revolucionaria. Así se explica por qué no debe esperarse que de la tranquilidad de los gabinetes intelectuales surja una comprensión cabal del marxismo, ni mucho menos su enriquecimiento.

Corrientemente, la crítica se interpreta como un desacuerdo, como una mera diferencia de opinión, en relación a las ideas

93 Marx, Karl. Teorías de la plusvalía. España, Alberto Corazón, 1974. T.I, p. 4.94 Kautsky, Karl. La cuestión agraria. México, Siglo XXI, 1980, p. XXVIII. La obra en cuestión es El pensamiento económico de Carlos Marx, citada en la nota 1.

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predominantes acerca de una cuestión. Así, pues, se podría interpretar la crítica de Marx a la economía política, como una discrepancia con respecto a la interpretación burguesa de las cuestiones económicas. Con ello se pondría a Marx en equivalencia a los economistas políticos, pues, se llegaría a pensar que Marx propone, al igual que ellos, otra interpretación de tales cuestiones, sólo que la interpretación de Marx sería “mejor” o “verdadera”, aunque una entre varias. Pero, no es así. La crítica de Marx no es un desacuerdo. Él no está diciendo tanto que las interpretaciones de los economistas burgueses no son correctas, sino más bien dice que en las condiciones en que se realiza el estudio de las cuestiones económicas no se puede llegar a su esencia, pues todo lo que se produce son apariencias, ideología y lo demuestra con su crítica.

Una ciencia, entendida como actividad analítica, que diese como resultado una teoría que comprendiese la esencia de las cuestiones económicas es imposible de llevar a cabo. Una situación alienada siempre tendrá como resultado conclusiones alienadas, ideología, apariencias. Por eso, si algún sentido tiene hablar de ciencia en estas condiciones, ello sólo es posible como actividad para desenmascarar la creación de apariencias.

Ahora bien, la ciencia, según la entiende y practica Marx, está condenada a no tener éxito en su propósito si se reduce a la crítica pasiva, teórica. La crítica de las armas debe

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sustituir rápidamente al arma de la crítica, para no caer en el escolasticismo. La crítica teórica tiene como n mostrar la actividad opuesta a ella, la producción de apariencias. Es decir que la crítica, derribando apariencias, no pretende llegar a la esencia, ni siquiera sueña con que eso se pueda lograr, pues sería tener la esencia en una situación de alienación. No, la crítica derriba apariencias, con la intención de mostrar que hay una actividad productora de apariencias, que determinadas fuerzas sociales se mueven en el sentido de crear un velo de apariencias sobre la realidad.

Entonces, el movimiento revolucionario deberá jar su atención en las fuerzas sociales productoras de apariencias, puesto que si se conformase con derribar esas apariencias solamente, caería en un juego que se prolongaría inde nidamente y en el que tiene todas las probabilidades de salir derrotado. Mientras que demoliendo las bases de esa situación que necesita de apariencias, destruyendo la fuente de la ideología, la esencia se presentará por si sola, resplandecerá sin sombras que la opaquen ni cortinas que la cubran. Este será el momento en que se prescinda de la ciencia, pues la alienación habrá cesado.

De esta forma, se hace evidente cómo reducir la crítica de Marx a un simple desacuerdo es negarle su carácter revolucionario, convertirla en una actividad intrascendente, que se conforma con retocar o cambiar las apariencias, sin afectar la esencia. Pues, la

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ciencia nos acerca a la esencia, clamando por destruir las bases de las apariencias; no mostrando la esencia, pues éste es un problema que sólo resuelve la práctica social. El marxismo se queda en la super cie de los fenómenos, si se asusta del señalamiento de que es una crítica destructiva, termina como cómplice de lo establecido, como juguete de las condiciones imperantes, huye temeroso de los cambios radicales y, por lo tanto, no le ofrece alternativas a los movimientos sociales que le dan vida a la lucha de clases.

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V. LA DIFERENCIA ESPECÍFICA

Marx mismo cali ca su obra de cientí ca, en una carta a Lassalle, del 12 de noviembre de 1858, en la cual le dice que la labor que ha emprendido tiene como resultado presentar “por primera vez, cientí camente, un punto de vista importante sobre las relaciones sociales”95. Ya se ha visto cómo Marx tiene una forma propia de entender la ciencia; veamos ahora uno de los elementos básicos sobre los que descansa su concepto de ciencia.

En su Crítica de la losofía del Estado de Hegel96, escrita en 1843, Marx apunta: “...una explicación que no dé como resultado la differentia speci ca, no es una explicación”97. Esta idea no debe ser original de Marx, puesto que la escribe en latín, pero tiene tal importancia para él, que considera que en ausencia de la diferencia especí ca, no se ha logrado penetrar las apariencias y acercarse a la realidad; en consecuencia, la búsqueda de la diferencia especí ca será un factor determinante del carácter cientí co de una explicación. Marx, en cambio, obtiene la diferencia especí ca de las relaciones sociales, puesto que el tema de su

95 Marx, Karl. Introduccion general a la critica de la economía polí-tica (1857). México, Siglo XXI, 1977. p. 105. Carta de Marx a Lassalle del 12 de noviembre de 1858.96 Marx, Karl. Critica de la loso a del eEstado de Hegel.México, Grijalbo, 1968. Marx, Karl. Introduccion.... p. 43.97 Marx, Karl. Obra citada. p. 20.

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obra fundamental, El Capital98, es el modo de producción capitalista, las relaciones sociales de producción capitalistas o burguesas, es decir, una sociedad en particular.

En el proceso de gestación de El Capital, se encuentra un buen ejemplo de esa búsqueda de la diferencia especí ca. En el escrito comúnmente conocido como Introducción de 185799, concebido para servir de prefacio a la Contribución a la crítica de la economía política100, Marx comienza por decir: “El objeto de nuestra investigación es ante todo la producción material”101. Y agrega a continuación: “El punto de partida, naturalmente, está constituido por los individuos que producen en sociedad, por la producción de individuos socialmente determinada”102. Como puede verse, el tema a que va a referirse Marx es la producción material de la sociedad o la producción social, es decir, un objeto de lo más general, mientras no se distingan los diferentes tipos de sociedad. Pero, continuará delimitando el tema al señalar: “Cuando se habla... de producción, se habla siempre de producción en un estadio determinado de desarrollo social”103. No se

98 Ibid.99 Marx, Karl. Lineas fundamentales de la critica de la economía política (Grundrisse). Obras de Marx y Engels, OME-21. México, Gri-jalbo, 1977. pp. 3 y ss.100 Marx, Karl. Contribución a la critica de la economía política. Bogotá, Anteo, sin fecha.101 Marx, Karl. Lineas... p. 5.102 Ibidem.103 Marx, Karl. Lineas... p. 7.

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trata, pues, de la producción en todo tiempo y lugar, sino de la producción en un “estadio determinado” de desarrollo social. Estos pasos sucesivos marcan el camino de lo general a lo particular. Más adelante, Marx dirá que la “moderna producción burguesa” es en realidad el “auténtico tema”104, así que no se trata tampoco de cualquier tipo de sociedad, sino de uno en particular, se trata del tipo burgués de sociedad.

Hay una clara secuencia en este tránsito de lo general a lo especí co: 1º. La producción material, 2º. La producción de los individuos socialmente determinada, 3º. La producción en un estadio determinado de desarrollo social, y 4º. La moderna producción burguesa. Por producción material se puede entender la propia actividad de la naturaleza, uno de cuyos productos es la especie humana. De manera que la producción social constituye una forma especí ca de producción material. La producción social, a su vez, varía con las épocas y los lugares, lo que da origen a diferencias entre los modos de producción, de uno a otro estadio del desarrollo de las sociedades. Finalmente, se llega a un tipo especí co de sociedad, correspondiente a un estadio determinado de desarrollo, la burguesa o capitalista cuya explicación constituye el tema central de la obra de Marx. Explicación que corre simultánea con la crítica, como se ha cuidado muy bien de dejar en claro Marx, cuando dice

104 Ibidem.

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de su crítica de la economía política que: “Es a la vez un cuadro del sistema y la crítica de ese sistema a través de su propia exposición”105.

También sirve de ejemplo de esta búsqueda de lo especí co, el paso que da Marx, desde su propósito original de elaborar una Economía106, a hacer, nalmente, una Crítica de la economía política107. Pues, una economía hubiese sido algo así como una investigación y exposición de las leyes generales de la producción, en todo tiempo y lugar, tal como hacen los “padres” de la economía, pero una Economía así concebida, debería de ser capaz de explicar cualquier modo de producción especí co, bien sea el modo de producción de una sociedad “primitiva”, o el de una moderna sociedad capitalista, como en efecto intentan hacer los economistas políticos, para terminar en “vulgares tautologías”108, porque, al querer explicar todo terminan por no explicar nada. En cambio, la crítica de la economía política es una tarea especí ca, su objeto se encuentra predeterminado. Efectivamente, la economía política es un cuerpo teórico que existe de antemano, y sobre el cual se clava el aguijón de

105 Marx, Karl. Introducción general a la critica de la economía po-litica (1857). México, Siglo XXI, 1977. p. 96. Carta a Lassalle del 22 de febrero de 1858.106 Marx, Karl. El Capital. Crítica de la economía política. México, FCE, 1946. T.I, p. 661. Carta de Marx a Engels del 2 de abril de 1851.107 Marx, Karl. Introduccion... p. 106. Carta de Marx a Weydemeyer del 1 de febrero de 1859.108 Marx, Karl. Líneas... p. 9.

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la crítica de Marx109. Hay todavía una distinción adicional que hace Marx, cuando clasi ca a los economistas políticos en “clásicos” y “vulgares”, para concentrar su atención en los clásicos, apelando a los vulgares sólo para mostrar el ridículo de sus concepciones110.

En este proceso eminentemente negativo que constituye la crítica de la economía política, Marx lleva a cabo cierta labor positiva, cuando se ve obligado a ordenar él mismo algunos aspectos y obtener determinadas conclusiones, que se desprenden de las ideas expresadas por los economistas políticos, pero a las que éstos no llegan porque se lo impiden sus prejuicios.

De esta forma, se ve pasar a Marx de un propósito inicial general, el de hacer una Economía, pretendiendo abarcar todo lo divino y humano, a un propósito nal más especí co, la crítica de un cuerpo teórico existente previamente: la economía política burguesa. En la Introducción de 1857, Marx se extiende sobre las razones que le llevan a rechazar las abstracciones de la economía política, para buscar la diferencia especí ca, aunque también deja clara la importancia que le atribuye a lo general, en la medida en que le permite jar lo común y evitar repeticiones111.

Al respecto, Marx encuentra que hay una “moda” entre los economistas políticos, quienes

109 Ver capítulo IV.110 Marx, Karl. El Capital... p. 756.111 Marx, Karl. Líneas... p. 7.

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hacen preceder sus Economías de un capítulo previo bajo el título de “Producción”112, el cual consiste generalmente en una descripción de las condiciones que hacen posible la producción: “...ciertas predisposiciones raciales, climas, condiciones naturales, como la proximidad del mar, la fertilidad del suelo, etc.”113. Estas generalidades constituyen lo común, de lo cual dice Marx que debe jarse para evitar repeticiones, pero, el abuso de tales generalizaciones conduce a la tautología, que consiste en decir “que la riqueza se crea tanto más fácilmente cuanto mayor sea el grado en que existan objetiva y subjetivamente los elementos que la crean”114.

Para Marx, las generalidades tienen un valor determinado, que no olvida en su búsqueda de la diferencia especí ca. Sin embargo,

“este elemento general, o este elemento común, obtenido y aislado mediante la comparación, es a su vez, algo múltiplemente articulado que se dispersa en diferentes determinaciones... las determinaciones que tienen vigencia para la producción en general, tienen que ser precisamente separadas, a n de que no se olvide la diferencia esencial por atender sólo a la unidad –que procede ya del hecho de que el sujeto, la humanidad, y el objeto, la naturaleza, son siempre los mismos”115.

112 Marx, Karl. Líneas... p. 9.113 Ibidem.114 Ibidem.115 Marx, Karl. Líneas... p. 8.

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Como puede verse, Marx le con ere una importancia básica a lo general, a lo común, a aquello que indica que se está hablando de lo mismo, pero, rápidamente pasa a privilegiar lo especí co, que tiene para él connotación de esencial.

Por ello, luego de rescatar lo común, acota que se tiene prácticamente de forma inmediata, puesto que coincide con lo natural, constituye la unidad naturaleza-humanidad, resultante del hecho de que la humanidad es producto de la actividad autónoma de la naturaleza, es decir, de la vida natural en cuanto ajena a las modi caciones voluntarias de la humanidad. De modo que reiterar lo natural, lo común, termina por ser una prédica en el vacío. “En resumen: todos los estadios de la producción tienen caracteres comunes que el pensamiento ja como determinaciones abstractas, pero las llamadas condiciones generales de toda producción no son más que momentos abstractos que no permiten comprender ningún nivel histórico determinado”116.

Pero, los economistas políticos no se detienen en tautologías por un simple ejercicio intelectual, para impresionar a los desprevenidos. Esta actitud tiene un propósito político preciso, que Marx explica de la siguiente manera:

“Se trata más bien de presentar a la producción... como regida por leyes eternas de la naturaleza,

116 Marx, Karl. Introduccion... p. 44.

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independientes de la historia, ocasión esta que sirve para introducir las relaciones burguesas como leyes inmutables de la sociedad in abstracto. Esta es la nalidad más o menos consciente de todo el procedimiento”117.

Las huellas de tal forma de proceder se pueden seguir hasta Aristóteles y su justi cación de la servidumbre, porque supuestamente correspondía a la naturaleza de los bárbaros y de las mujeres; y sigue vigente entre los economistas políticos, con variaciones apenas de forma. El método de Marx, su ciencia, permite desenmascarar las manipulaciones ideológicas ocultas tras estas elucubraciones.

Como es característico de todo procedimiento ideológico, éste que pone al descubierto Marx en la economía política, busca ocultar, en lugar de despejar la realidad de apariencias, busca arrojar nuevas y más espesas sombras sobre la realidad. Con ello se trata de obviar el carácter clasista de las sociedades alienadas, al pretender hacer de las relaciones burguesas, de la forma política que la burguesía le impone a los sistemas sociales, un fruto de la naturaleza.

La diferencia especí ca de las sociedades capitalistas es, precisamente, que en su interior predomina la división clasista y que una de estas clases, la burguesía, le impone sus intereses al conjunto social, como si fuesen intereses comunes. Las sociedades clasistas deben

117 Marx, Karl. Introduccion... p. 43.

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diferenciarse de las sociedades comunistas primitivas, en las que no se había producido, o no se ha producido todavía, la división en clases, puesto que actualmente existen sociedades que conservan, relativamente, modos de vida primitivos.

La sociedad capitalista es una forma especí ca de las sociedades de clases, lo cual da pie para preguntarse cómo en sociedades clasistas es posible concebir que se produzcan manifestaciones sin la impronta de ese carácter de clase, es decir, cómo puede hablarse, por ejemplo, de un arte, de una técnica, de una ciencia y de una losofía de neutras o de valor universal, ya que se originan en sociedades de clases. Esta posibilidad es la que trata de introducir la ideología burguesa y contra ella se bate la crítica de Marx.

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VI. CONCLUSIÓN

Un proceso agudo de cuestionamientos ha sacado de la paz secular en que se habían desenvuelto, al progreso y a su brazo armado, la ciencia. Efectivamente, desde el mismo interior del capitalismo y de sus instituciones de sostén intelectual, universidades e institutos de investigación, se viene produciendo un movimiento que cuestiona estas dos columnas de la civilización industrial, las cuales hasta el momento parecían inconmovibles; esto, sin entrar a mencionar las críticas de orientación marxista o radical.

El hecho de que la disidencia provenga del interior mismo del sistema es doblemente signi cativo. Puede revelar la necesidad de enfrentar situaciones con ictivas demasiado evidentes, cuyo tratamiento resulta ya inevitable; en este caso estarían la contaminación ambiental, el estancamiento económico, etc. Pero, por otra parte, detrás de la autocrítica puede venir oculto un trasfondo. Esta otra alternativa conduce a no tomar los golpes de pecho tal y como los lleva a cabo el sistema, sino pasarlos por el ltro de la crítica orientada históricamente, es decir, a la luz de las confrontaciones de clases que permanentemente ambientan nuestras sociedades. Esta precaución se justi ca, puesto que la autocrítica bien puede ser un nuevo vehículo de los mismos intereses que condujeron a la situación presente.

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El progreso, entendido como movimiento netamente productivista, tal y como lo impone un modo de producción fundado en la universalización de los valores de cambio (mercadi cación, diría Mészáros), ha tenido como aparente fuerza propulsora a la ciencia, entendida como organización sistemática del conocimiento, elaborado de acuerdo a los métodos desarrollados por el propio sistema en el curso de su historia. Pero, si bien el progreso y la ciencia se nos presentan como los mascarones de proa del proceso a que se encuentra sujeta la civilización industrial, el verdadero artí ce de todo el movimiento es el capital, en su forma más fetichizada, de dinero que obtiene intereses, como lo revela el auge especulativo mani esto a través de la in ación mundial, la extensión del uso de dinero, denominada “monetarización” de las economías marginales y también en lo que Hayek ha llamado la “desnacionalización del dinero”.

En consecuencia, dada la in uencia ubicua de capital como motor de todo el proceso, es muy probable que el movimiento ecologista, el cuestionamiento del sistema industrial y otras tendencias similares, estén inspiradas en intereses del propio capitalismo. Eso podría explicar el tratamiento que se le da a cuestiones tales como la economía “informal”, la tecnología “alternativa” o “apropiada”, la actividad económica en pequeña escala, etc. Hay que tomar en cuenta esta posibilidad, puesto

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que ya es hora de reconocerle al capitalismo su capacidad de adaptación, su exibilidad para responder e, incluso, su capacidad de lectura y comprensión del marxismo, muchas veces más allá de límites que no alcanzan a traspasar los propios marxistas.

Lo que plantean estas nuevas realidades es una aparente retirada del capitalismo, hacia una tendencia menos productivista, como respuesta ante la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Ante esta conducta, quizá imprevista, del capitalismo, se impone una revisión del marxismo, a n de buscar en él una respuesta para estas situaciones o para constatar que, efectivamente, no fueron previstas por Marx.

Por nuestra parte, adelantamos la hipótesis de que en el marxismo hay una previsión de estas cuestiones. Marx nunca se entregó sin más en brazos de la ciencia, ni se dejó deslumbrar ante el despliegue prodigioso de las fuerzas productivas, a impulso de las técnicas que incrementan la productividad en términos cuantitativos. De ser así, no hubiese manifestado su preocupación por la alienación de los trabajadores, ni hubiese denunciado la instrumentación de la ciencia al servicio del capital.

Marx tuvo a la ciencia por una ideología, en términos muy cercanos a los que resume la expresión de Lanz, cuando dice: La ciencia es la lógica del capital, y por eso la incluyó

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entre los temas a criticar. Siempre tuvo conciencia del desequilibrio entre humanidad y naturaleza, que introducen el modo de producción capitalista y el alienado en general. Así que todavía hay elementos nutritivos en el marxismo; la obra de Marx sigue siendo la fuente en la cual debe abrevarse con vista al proceso de transformación social necesario.

Esta forma de entender el marxismo, que lo rescata para las nuevas tareas que ofrece la actualidad, requiere sacar a Marx de las garras del academicismo y del cienti cismo, retomar el carácter destructivo de su crítica, que tiene por objeto establecer un bastión de denuncia permanente a los procesos ideológicos, a n de impedir la osi cación de las apariencias que di culte desmentirlas y desenmascarar al proceso y sus artí ces. Si el marxismo, contrariando los propósitos de Marx, se convierte en una verdad absoluta, por los mismos caminos del escolasticismo y de la ortodoxia cientí ca, pasa a ser directamente un nuevo instrumento de dominación, un elemento adicional del sistema, un sostén ideológico y político de lo establecido, de la hegemonía del capital.

De acuerdo con esto, en contraste con la forma abstracta en que Marx se ocupó del tema inicialmente, la idea de ciencia que se extrae de El Capital es el instrumento adecuado para enfrentar los problemas planteados, dentro del actual estado de desarrollo del modo de producción capitalista, pues, esta idea de

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ciencia presupone la creación de apariencias, una actividad que no ha cesado ni puede cesar en las sociedades políticas; al contrario, las apariencias se hacen cada vez más so sticadas y espesas, como una reacción defensiva de las fuerzas dominantes.

En consecuencia, hay que descartar la posibilidad de una transformación debida a un “avance” del conocimiento, o por la progresiva de nición de leyes derivadas de la sistematización de ciertos aspectos de la realidad. Más bien es probable que los resultados así obtenidos contribuyan a oscurecer la realidad, puesto que vienen en apoyo y se producen en las condiciones que establece el sistema, el modo de producción cuya crítica, precisamente, se trata de realizar.

En resumen: la ciencia debe ser la contrapartida de la ideología, siempre que tenga la precaución de no derivar en una ideología cienti cista. La garantía está en la propiedad autodestructiva de la ciencia, concebida, en términos de Marx, como crítica. Entonces, crítica intransigente y destructiva, porque la crítica analítica, positiva y constructiva, es directamente ideología cienti cista. Así, pues, crítica que tiende permanentemente a tomar las armas, a promover vías de hecho. Con todo ello, el marxismo de Marx, el radical, mantiene su derecho a un lugar predominante en las luchas revolucionarias de hoy.

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ÍNDICE

Prologo.....................................13

IIntroducción............................19

IIEl Despertar de una Mentalidad Cientí ca...25

IIILa Idea de Ciencia en Marx.................51

IVLa Crítica como Ciencia........................73

VLa Diferencia Especí ca.......................85

VIConclus ión.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .95

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La Idea de Ciencia en MarxSe terminó de imprimir en los talleres grá cos del Sistema Nacional de Imprentas Regionales

El Perro y La Rana Capítulo Táchira, en el mes de Diciembre de 2011

Tiraje 500 ejemplaresMinisterio del Poder Popular para la Cultura

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