La Parvá - Carlos Labbé y Sangría Editora

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    Carlos Labb JorqueraISBN 978-956-8681-38-8

    Derechos reservados para esta edicin:, S ELas Torcazas 103, departamento 604, Las Condes, Santiago de [email protected]

    Aunque adopta la mayora de los usos editoriales del mbito hispanoamericano,S E no necesariamente se rige por las convenciones de lasinstituciones normativas, pues considera que con su debida coherenciay undamentos la edicin es una labor de creacin cuyos criterios debenintentar comprender la vida y pluralidad de la lengua.

    Edicin al cuidado de Mnica Ros y Martn Centeno.Agradecemos las correcciones de Camila Soto Illanes.

    Diagram el libro Carlos Labb.El diseo de coleccin y de la portada ue realizado por Joaqun Cocia.

    Esdicin digital de junio de 2014.

    Permitimos la reproduccin parcial de este libro sin fines de lucro, para usoprivado o colectivo, en cualquier medio impreso o electrnico. Si necesitasuna reproduccin ntegra por avor comuncate con los editores.

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    NDICE

    1. Clases..................................................................132. Murmuraciones...................................................453. Perspectiva de la parv.......................................167

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    Para Mnica Ros y los Labb Jorquera

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    La dirigenta va a sujetarse en la mano que le orece elauxiliar para subir las escaleras y no se apoya, aunquepareciera que lo hace. Su brazo se levanta o bien des-ciende mientras camina escaleras arriba, rumbo al vagnde primera clase. As no toca al auxiliar cuanto dure elgesto de dejar en el aire su guante, que se detiene, queday se va en esa otra palma agrietada, porque la de ella haavanzado ms rpidamente a la baranda hasta alcanzarla manilla que abre la puerta. La dirigenta agradece y le

    indica al siguiente auxiliar que disponga el equipaje enuna esquina de su compartimiento con voz grave, aguda,intensa, callada; escucha con complacencia cmo lo queha dicho tiene eecto solamente porque su resonancia eli-mina toda huella en el odo de quienes le responden:

    De nada, mi dama.

    La dirigenta abre apenas la cortina de su compar-timiento en el vagn dormitorio. La luz entra y le traeoscuridad de modo que nadie pueda divisarla desdeauera: no est ah de pie abriendo la cortina, no venada por la ventana a pesar de que el andn se mueve

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    en relacin a ella con la cortina contra el vidrio. No tocaesas lmparas, no se sienta en ese so y no uma en esos

    ceniceros, que sin embargo se encienden, estn mullidosy humean para alguien ms que estar durmiendo bajosu nombre tras el cartel No molestarpor toda la velada.Cierra la puerta, se queda o sale caminando sin que unosolo de sus pasos haga crujir el piso del pasillo hacia elcoche comedor: nadie la ve, todos las ven; nadie sabequin es ella, todos imaginan que ms atrs le viene unacompaante. El nico abstrado es el comentarista ensu taza de matico hirviendo, quien de todos modos esel nico que la saluda con un movimiento perceptible,inclina la cabeza y una mano suya levanta por instintoel sombrero que reposa en el asiento. Una irregularidaden los rieles hace que la dirigenta caiga con decisin en

    la mesa contigua, y enseguida lleva sentada una horaah; para el hombre que en el rincn cabecea rente a unsemanario ella entr directamente al coche comedor enla estacin de Temuco, y el cigarro de esa mano cristalinasus uas pintadas no le son aparentes va a humearhasta Chilln aunque est apagado. El comentarista

    dispone su taza en el posavasos, busca en el bolsillo,hace crujir un metal hacia su costado y la llama del en-cendedor oscila: no son marido y mujer, lo sabe el mozocon la servilleta en el brazo por el pasillo rente a ellos;llevan dcadas juntos, est seguro de eso desde que los

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    vio entrar por la misma puerta en la estacin, aunqueno ue as; son dos extraos que recin van a conocerse,

    l sabe al tiro cuando pasa eso y se guarda el paueloque acaba de pasarse por la nuca, cruza los brazos en elumbral del vagn, se prepara a adivinar: ahora l va apedirle la carta de licores. El comentarista en cambio noquita los ojos de la infinitud de rboles que se trenzanpor la ventana opuesta, no le sonre a la dirigenta, ella nolo hace de vuelta y los dos reconocen sus gestos; aspira,pero no deja que el uego llegue a la punta del cigarrillo;lo baja caldeado a la mesa l, y ella por costumbre dejasalir el aire por una apertura nada ms de sus dientes

    juntos aunque no exhale humo y se consuma dos, seis,la cajetilla entera entre sus dedos.

    Un araucano, si es tan amable.

    La dirigenta levanta mano y voz hacia el mozo, ynadie ms que el mozo considera la de ella una orden:ya dispuestos en la mesa los cubiertos, la servilleta, ellicor y el pocillo, cada una de sus palabras anotadas enla libreta irn a dar eectivamente al basurero de mimbredel vagn cocina.

    Al natural agrega ella. Y aceitunas aparte.Al cabo, la quietud con que la dirigenta mueve laspginas de eso que ha trado, que lee y no lee, que eslibro y tambin magazn, apenas propaganda, se die-rencia siquiera de la paz con que el comentarista en la

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    mesa del lado mueve la cabeza de un rbol a otro entreel atardecer con lluvia de su ventana, con que ladea la

    rente hacia tal o cual cerro, y el sobresalto que dan sushombros junto al metal irregular cuando pasa el tren esrecibido por el claro que de repente se abre en el vidrio,rpidas casas de adobe, perros, nios que dejan el barroy corren con expresin urgente hacia el expreso hastaque irrumpen violentamente las maderas del puenteerroviario y entonces se abre el valle, vuelve con el tra-queteo el rumor que nunca dejar de escucharse; en unparpadeo pareciera tambin que todos ah se igualaran enla sordera, en sus trajes desgastados ante el vestido cremao violeta o colorado o a lo mejor la alta de vestido paralos distintos hombres que no miran ni dejan de mirara la dirigenta en el coche comedor: ella se ha quedado

    toda la cena y an sigue ah leyendo qu, ella no hasalido desde su compartimiento pero se sabe que subien primera clase, y cuando le traen el corto de licor supie en el zapato brillante, maderoso, invisible al extremode esa pierna larga tambin ha estado observando sinhacerlo el mozo obstaculiza el paso y l se viene al suelo,

    la bandeja salta con servilletas, vaso, libreta y estrpito,y cae encima de la figura indierente de la dirigenta queno deja salir un grito ni una exclamacin, tampoco unquejido, ni siquiera se lleva las manos al torso mojado,slo su voz aleja enseguida algunas palabras como ese

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    ogn entre las cuatro casas que acaban de pasar por laventana, como el arol de una estacin rural y ese alguien

    que sostiene el arol con cansancio, aun si el expreso nose detendr para los ojos del comentarista que siguenen la ventana tales palabras, la voz de ella que ya todosolvidaron no recuerdan siquiera que hubiera habidouna mujer en el coche comedor esa noche en que elcomentarista viajaba a la inauguracin del Mundial enSantiago y que deca:

    No es importante. Por avor. Slo trigame uncortado doble, sin azcar.

    Ha cado la noche en los paisajes auera, apenas brillaun punto a lo lejos en lo alto que puede ser lo mismo lanieve en un volcn o un montn de estrellas o un cachode luna que viene saliendo por la cordillera, tal vez otro

    arol de una estacin remota; la dirigenta inclina lo quelee y acaso solamente da vueltas las pginas de ese ma-motreto, las cuales ya no aparecen empapadas de licoraraucano bajo la luz central del coche comedor, brillandoen el hilo negro de las cortinas, en la ventana del comen-tarista que las tiene an abiertas, cuando una cigarrera

    plateada en la mano de ella lo termina de encandilar.Se le orece uno?El comentarista mueve la cabeza arriba abajo, ella

    est ah quieta aunque no lo mira, tampoco se haquedado su imagen contra el vidrio el mozo ya vino

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    a cerrar la penltima cortina, ni le hace caso a las p-ginas manchadas que sus manos de uas rojas, negras,

    prpura qu escndalo, sin pintura no dan vuelta.Ella lee la tapa por ensima y primera vez con los ojosde l: Quin es quin, Deportivo mundial 62 / WorldFootball Whos Who 62.

    Puedo prestrsela deja de decir la dirigenta ape-nas. Antes que la despache con el muchacho a la basura.Est empapada.

    Slo el comentarista puede orla, y porque la voz deella se le desvanece no sonre.

    Muchas gracias.La dirigenta parece levantar el libro con dos dedos,

    a pesar de que se apoya en el asiento y uma, o quinsabe si lo mira a los ojos. No sonre.

    Faltaba ms.Para el comentarista ella puede estar bajando la mi-rada y a lo mejor alarga los ojos, a punto de abrir la bocacon un sonido alegre, pero la luz central del comedores insuficiente en medio de la lluvia que golpea el techodel expreso del sur.

    Todos los mozos se caen.Ella por fin debera soltar una risotada; lo hace cuan-do el sonido se pierde en el ruido continuo, y agrega:

    Por m que todos los mozos se caigan al mismotiempo.

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    El comentarista se gira en su lugar. La dirigentaeectivamente ha estado sentada en la mesa contigua a

    la suya en ese coche comedor durante la vspera de lainauguracin del Mundial.Por m que todos los mozos se caigan al mismo

    tiempo, pero no con sus bandejas encima mo.El comentarista al final la podr ver, y el movimiento

    que ella est escamotendole de apretar un poco loslabios, abrirle los ojos, ensancharle los pmulos, decirleque s tiene que verla a esa hora en la cual los pocos queno se han retirado a inclinar la cabeza en sus asientosde segunda clase se han emborrachado, y los comparti-mientos de primera son demasiado costosos para volvertranquilamente ah por los pasillos de luz amarillenta.La dirigenta s sabe que l es el comentarista, no hay

    posibilidad de que ella no lo sepa.La verdad es que no soy aficionado a leer con estebamboleo.

    No hay qu leer en este testamento, la verdad. Sonslo nombres. Listas largas de nombres y nmeros queno le importan a nadie.

    Dos hombres juegan a la brisca con las camisasarremangadas y cuatro copas vacas, tres mesas ms all.Empiezan a hablar ms uerte para que sea notorio queestn ahora atentos a esos dos pasajeros silenciosos, ypara el mozo que uma en el entrecarro, para un pasajero

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    ms que insiste en el crucigrama del vespertino, para loscuatro comerciantes que luchan por quitarle la palabra

    a sus camaradas entre habanos y aguardientes, para elmayor borracho que no est tomando, dormido sobreun plato, la dirigenta pasa por el pasillo, no habla y sinembargo est ah como mujer sola, lejos, tratando deconvencer de algo a ese tipo aburrido; es tan inverosmillo que no pueden ver obsesivamente que la conversacinentre ellos pierde lugar, mmica de algn recuerdo queles aviva el ritmo de la larga noche erroviaria, eco en eltraqueteo hacia las mujeres que les hablarn en las casasde donde vienen y adonde van, distintas y la misma,evocacin aguda que traen los chirridos de la ruedametlica contra el riel, de la puerta oxidada del cochecomedor cuando el mozo vuelve a entrar, entumido, la

    campanilla de una ltima mesa que ha quedado vaca,un gritito olvidable que ellas no darn, una respuestasegura que no pueden traducir:

    Y no le digo esto porque no me interese el ootball.Me gusta, pero no por el hecho de que sean veintidstipos simulando correr detrs de un pedazo de cuero.

    Mire.La dirigenta se levanta y se sienta en la mesa del co-mentarista. Nadie lo nota, nadie ve que su movimientono admite interpretacin; todos la miran. Ella se queda.Su bolso y la cigarrera plateada siguen en su propia

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    mesa, as que se olvidan de la mujer: sus movimientosson distintos a los de ellos, viaja sin compaa y piensan

    que habr otras idnticas en todas partes. Las miradas delos pocos que van quedando sobrios en el comedor nobuscan ms a la dirigenta, ser que ya no est sola en elcoche comedor del expreso de Temuco a Santiago conlas cortinas cerradas bajo la lluvia.

    Slo ttulos, cargos, estatutos, comisiones. La acti-vidad sica de estos sujetos es mnima. El juego est to-talmente diluido en estas pginas. Usted es aficionado.

    Naturalmente.Fjese. Slo tres otograas de un team, y ni uno solo

    de los players aparece retratado con un gesto corporalen la cancha.

    Tampoco el baln sale una sola vez en ese instruc-

    tivo.S. S que a usted tambin se lo enviaron.Los ojos del comentarista y de la dirigenta no alcan-

    zan a cruzarse interrogativamente, antes son borradospor las miradas de quienes los observan y no los venahorrarse gestos, evitar imponer nombres con apellidos,

    ni siquiera algn apodo, apenas sus oficios encima de lamesa junto al cenicero, la taza, el vaso y la copa; sobretodo sus manos, que no se han quedado bajo la mesani exhiben gesticulaciones a la cara y a plena vista delos otros.

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    Djeme decirle algo contina la dirigenta. Losplayers tienen la ventaja de poder patear con toda la rabia

    que acumulan una posibilidad que se les viene encimamuy rpido. O le entregan la tarea a un compaero. Peroni usted ni yo podemos devolver con un simple puntapiel orecimiento de alguien. Ellos rechazan eso redondobrillante que les orecen, miden el odio que volcarn enel golpe y aciertan. Por eso a tanta gente, a los patipela-dos como a los uncionarios de corbata, tambin a losborrachines pijes que estn organizando este Mundialles interesa el juego. Incluso si nunca han puesto un pieen una cancha de tierra.

    El brazo del comentarista ya oscurecido a esa horarecorre la superficie mientras habla su interlocutora, slol la escucha porque entendi que ella viene a decirle

    algo especfico aun si no ha salido de su compartimientode primera clase, como antasea el auxiliar que caminapor ese vagn. Pareciera que el comentarista estuvieralimpiando la superficie de la mesa cuando le responde,despus de empinarse el ltimo sorbo de su taza.

    Cualquiera dira que usted juega al ootball.

    Cuatro dedos rpidos de la dirigenta anuncian queen cualquier instante se levantar hacia su compartimien-to, donde los pocos ah que no la observan pasaran aimaginrsela por el pasillo directamente a los baos deprimera, que a esa hora nadie vigilara porque son ms

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    amplios, tienen agua y sobre todo espejos. El gesto desus cuatro dedos es preciso: va tomando el pocillo con

    los cuescos de las aceitunas, el corto ya vaco, el serville-tero, el encendedor metlico, la cajetilla semiarrugada,el cenicero hediondo, y los ordena.

    Cualquiera dira que usted jug al ootball cuandochiquilla.

    Nunca nos han dejado. Nunca, a menos que seaentre nosotras. Incluso yo me haca un moo antes deconvertirme en mujer, me pona un gorrito de lana,pisaba la pelota y me barra al suelo, le pona la suela enlas canillas al ms rpido y reciba los planchazos renteal arco sin quejarme. Pero al final siempre tena que acer-carse el muchacho dueo de la pelota a hablarme en vozbaja, a guiarme el ojo, que por qu mejor no consegua

    unas Bilz para la prxima, o me peda que lo ayudaraa hacer una pelota nueva, una mejor con pilchas de micasa, o que le llevara a mi mam una media que se lehaba descosido, o que le tocara la herida en la pata. Noshuelen y se inhiben, entonces orman sus clubes y se po-nen uriosos de otra manera porque pierden. Aprenden a

    actuar cuando hay una cabra chica en la pichanga, se vena s mismos desde auera en la mirada de ella, quieren serel muchacho dueo de la pelota para acercarse al finaldel partido al nio delicado. Todava de viejos, sentados,armando comisiones, directorios, comits y secciones, la

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    aceptan a una en la mesa solamente porque se quierenen la portada del diario donde por posicin no pueden

    estar, y para ellos nada ms la mirada del que no juegaconvierte en oto lo que ve.Cada uno de sus dedos muestra en su ua el color de

    la oscuridad en el vagn, slo el reflejo de la luz centralque ha bajado su intensidad en los objetos de vidrio.Mesas ms all los borrachos adivinan las cartas que elcompaero de enrente esconde, pero no pueden decidira simple vista si esa mano de ella est pintada, si es laizquierda o la derecha, o esto les parece undamentalqu hace la otra suya, si est arriba o abajo de la mesa.

    Sus colegas le dirn que no contina, pero encada reunin de caballeros el que habla busca ser escu-chado como si la radio estuviera encendida y alguien

    ms lo relatara.El comentarista evita mirarla. Baja la vista y encuentraque el pocillo, el corto, el servilletero, la taza, el encen-dedor, la cajetilla, el cenicero conorman cuatro lneas.

    Ahora son objetos, fichas, piezas homogneas que lehacen una pregunta inaudible en la voz de ella, y que

    apenas se acerca se aleja con el vaivn del tren. Entoncesla interrumpe:Por eso decidi hacerse dirigenta?Sus uas estn pintadas de negro, es la nica posibi-

    lidad en la noche. Su mano est bajo la mesa y recorre lo

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    que no se ve para el hombre que tres mesas a la izquierdacabecea su impresin contra la cortina, pero no duerme. Su

    otra mano quita una de las fichas de la mesa, el arquero.Claro. Para aduearme de la pelota. Pero esa ueuna idea inantil ma, una idea peregrina que me hizometerme en la logia, en el club, en la mesa del saln. Locierto es que la pelota tiene un dueo y el estadio tieneotro dueo. Esos dueos se ponen de acuerdo para traerdesde la cancha de tierra a algunos players que hagan pro-ducir excedentes a la pelota y al estadio. La radio, en pocosaos la televisin, tiene otros dueos ms que orecen aestos primeros una sociedad para aumentar el espacio delnegocio a cualquier territorio, hasta ocupar incluso losojos y las orejas de la gente que corri de chica detrs deesa pelota de trapo en la polvareda. Los ojos y las orejas

    de toda esa gente son propiedad de los mismos que nuncadejarn a una mujer entrar ah, a menos que est mediopilucha y entre sus brazos levantados haya un cartel.

    Entonces usted ya sabe por qu me negu a trabajaren la televisin.

    La dirigenta quita otras tres piezas de la mesa, luego

    cuatro y dos ms cuando se acerca el mozo con su ban-deja porque quiere irrumpir en ese opaco intercambiode miradas, porque la mujer aqu tiene que hablarle. Elcomentarista pone su mano sobre la ltima ficha, que esla de ella. La dirigenta la quita.

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    Este es el centroorward contina el comentaris-ta. Mete los goles y no es capaz de hablar con la prensa,

    ocupa las portadas de diarios y revistas, es un brutopero las atenciones de los dueos van a l. Los nios ylas nias en esa cancha de tierra que usted dice gritansu nombre con su apodo cuando meten un gol. Pero elcentro orward est solo y no anda. Ahora quieren hacerque el juego sea un espectculo solista, con cmaras enprimer plano y reporters que le cuelguen alabanzas a lafigura cada vez que toca el baln.

    De acuerdo.Quieren, siguiendo lo que me dice, hacer de cuenta

    que en la cancha tambin hay uno o dos dueos delequipo para romper ah adems la posibilidad de orga-nizacin horizontal, la importancia de la comunidad,

    la mera idea que se les vuelve peligrosa cada ciertotiempo.Por eso me hice dirigenta.Quieren borrar la palabra team y reemplazarla por

    el genrico castellano equipo. Los adictos y aficiona-dos se volvern seguidores y espectadores que asumirn

    al principio el plural implcito en la palabra equipo,aunque luego se acostumbrarn a que equipo se refierea las partes singulares de una maquinaria. Eliminan eneste mundial el team como lo estn haciendo con lossindicatos, los colectivos pesqueros, las cooperativas

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    agrcolas, la pequea minera, los grupos obreros, losmovimientos literarios, las ligas estudiantiles. Ahora

    importarn los primeros planos del player, de la estrella;el relator incluso se alzar como figura en vez del equipocomunicacional, y al mismo tiempo le orecern unacolumna en un matutino de poca monta para que asdure cincuenta aos y cuando se muera lo reconozcancomo undador del periodismo chileno; capaz inclusoque le pongan el nombre de ese columnista al estadio enCampo de Sports. Otros columnistas habrn ocupadoel lugar que hoy ocupan poetas y narradores, pero slouno entre ellos ser elegido como el protagonista, unonada ms en la historia: uno el libertador, uno el prcer,una la ciudad capital y uno solo el pas.

    Por eso me hice dirigenta.

    Y yo por eso renunci al relato deportivo.El tren se sacude cuando baja un cerro, pasa el puen-te, entra en un bosque y sale al poblado donde nadiele dice expreso, sino varios nombres imposibles para elidioma de esta conversacin nocturna.

    Justamente de eso quera hablarle.

    Y al sacudirse otra vez los rieles, la nica ficha queha quedado sobre la mesa que comparten comentarista ydirigenta cae al suelo, rueda por el pasillo y, ya no ceni-cero, vaso, encendedor ni taza, va a dar en el intersticioque separa el coche comedor del carro de segunda, queda

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    suspendido en el aire como objeto intil sin nombrepor un momento antes de hacerse pedazos contra el suelo

    pedregoso de la va rrea.La escucho.La dirigenta abre la boca y resuena cristalina una

    lluvia que cae contra el techo del vagn, una lluvia quedeja de caer en ese momento para camuflar su risa.Deja de llover y a ella viene la mirada del comentarista,sorprendido por su reaccin a destiempo slo porqueno puede ver que desde atrs suyo se han levantado loscuatro comerciantes, que dejaron su partida de briscay vienen azotndose contra las mesas hasta que pasanrente a ellos, la mano en el sombrero, la segunda manoen los labios flatulentos, la tercera en el borde del panta-ln y la cuarta en la billetera que apenas se cierra; tanto

    se estn afirmando para no caerse que no pueden veren este momento otra cosa que un pasillo estrecho, lanica cama de sus compartimientos, la oscuridad quelos toca, tal vez una agita de manzanilla al amanecerpara olvidarse de lo que haya pasado ah y recuperar elestmago cuando esas dos, las nicas sombras que se

    movan en el coche comedor, se hayan perdido tambinpor la estacin erroviaria de Santiago.En ese momento el mozo deja de mirarlos. Slo ve

    unas tres horas de posible sueo en el suelo caliente delvagn cocina.

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    Pueden quedarse lo que quieran, pero estamoscerrando el servicio.

    Sera todo. Muchas gracias se demora en respon-der la dirigenta, alargando hacia el hombre los dedosen un movimiento instintivo donde lo que sobresaleno son los plidos billetes, sino sus uas, que segn ldefinitivamente estn pintadas de morado.

    Para servirla.El mozo entiende. Inclina la cabeza, evita arreglar

    la ltima mesa la del borracho que se han tenido quellevar entre dos a un asiento de segunda porque no uecapaz de articular su nombre o nmero o apellido uoficio, y deja cerradas tras de s las puertas del cochecomedor.

    Voy a ser directa. Cunto o qu necesita para

    volver al relato deportivo? Lo necesitan para nuestrodesempeo en el campeonato y yo lo necesito. Son doscosas distintas, sirve una sola respuesta. Hemos habladoya con los de la radio, estn dispuestos a cambiar losplanes para que maana mismo usted est en la casetapara cantar el Chile-Suiza. Sern seis matches, los ondos

    reservados son generosos. Incluso puede usted dejar des-cansar la garganta en el tercero si, como me han dicho, leviene esa aona con el invierno polvoriento de Camposde Sports, cuando el seleccionado nuestro ya clasifique.Se lo haremos saber a tiempo, pero le adelanto que hay

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    una opinin que considera undamental que Chile pierdaese tercer partido con Alemania.

    Un momento. Usted asume muy rpido que yo noestoy sorprendido por su orecimiento.Es que no es un orecimiento. Es algo bastante

    menos corts.La dirigenta se ha incorporado. Ya no tiene que dejar

    de moverse a la vista de otros, ahora sus huesos y suspiernas y su cintura y su escote y sus hombros y su cuelloy su pelo y su cara y sus manos aparecen ah en la mesarente al comentarista porque nadie ms va a registrarlapara que inmediatamente se le borre, de manera queest de pie, se apoya en la mesa y abre la cortina. No leimporta ms que el comentarista pueda mirar la ormaentera de su cuerpo desde atrs, a travs de la ventana es

    imponente la cordillera que aparece entre nubes que seretiran ahora claras contra la noche, luego desaparecen yla noche est completamente iluminada por una luna.

    No vengo de parte de la Federacin a hablarle.Tengo un mandato del Ministerio, firmado directamentepor el Presidente.

    El comentarista se concentra en el vidrio y mira laespalda de la dirigenta, las cortinas entre sus uas quehan empezado a crecer y dejan breves espacios desnudosen la base. Se quedan sin respuestas.

    Mire eso dice l.

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    Ese caballo?No es un caballo. Dse cuenta que est lejos. Parece

    uno por la orma y no es.Es un caballo amarillo. No me lo puedo creer.Blanco, s. Va tan rpido.

    Por eso. No hay caballo que corra tan rpido. Veabien.

    La dirigenta se convence. No est mirando por laventana, sino al cuerpo que tiene enrente.

    Es un enjambre enorme de lucirnagas de San Juan.Hace tanto tiempo que no vea algo as agrega l. Yahora se vuelven un arbusto en llamas que rueda.

    El cambio de color de eso que estn mirando es sutil;la dirigenta sabe que ninguna transormacin es impre-sionante la cosa que los sigue a travs de esos potreros a

    tanta velocidad no lo es, sino tenue. Slo as, de a poco,se logra alcanzar una orma que parezca definitiva.Y ahora se van a acercar.La masa luminosa en otro color de repente aumenta

    de tamao, es la perspectiva lo que hace crecer, bailarante la ventana a una mirada de insectos lentos por el

    peso de una minscula luz que gilmente se vuelve acombinar en una orma vertical, rondosa una ms entrelas cientos que se suceden en el paisaje incansable de lanoche despejada ante el tren expreso, pero iluminadacuando el comentarista puntualiza:

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    Y ahora hacen un rbol.Cuando su voz sube un poco la intensidad para

    agregar que finalmente las lucirnagas de San Juan sedispersan, en un parpadeo el cielo se cubre por comple-to de estrellas pero hay luna esa noche, y estn pegadasal vidrio durante el instante en que el dedo medio delcomentarista percute contra su pulgar en un chasquido,segn el cual los bichos se dispersan y el paisaje vuelve auna sucesin de matorrales, latiundios, casuchas, alam-brados, tranques, basurales y carretelas. La dirigenta sereriega los prpados sin sueo. Suspira.

    Me doy cuenta concede una vez sentada, y ciertaarruga se le deshace en la rente que con esta capacidadsuya usted podra haberse dedicado a la poltica partidis-ta. Su oratoria sera incendiaria o tranquilizadora, podra

    crear al pronunciarlas presiones populares multitudina-rias y disolver marchas en el acto.Se equivoca. Yo no puedo mentar palabra sobre

    movimientos con los que no tenga ms que una rela-cin distante. Lo que yo hago, mi oficio, no es cuestinmgica. Ah de donde vengo la gente lo hace cada da, y

    s que hay rincones en otras provincias, en otros pasesindoamericanos, en el rica, incluso en lugares menospoblados del norte, y en los desiertos y playas de las Asiasy en pramos ocenicos, donde es normal que el merohecho de hablar se haga parte de la coreograa alrededor.

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    Un hombre de negocios cubano me dijo una vez quelos laboratorios comerciales yanquis ya estn aplicando

    con xito un plan para controlar los movimientos demillones y millones de personas a travs de la vocali-zacin. La clave para ellos es el ritmo del habla, y paraeso estn vendiendo radios y televisores con sistemasde amplificacin donde lo principal son los sonidosgraves; msica popular, la llamaba el cubano. Vea loque est empezando a pasar con el twist y el rocanrolen los salones del centro de Santiago.

    Es parte de un proyecto mayor.Las uas ahora nacaradas de un brillo oscuro ante

    la tenue iluminacin escarban la cajetilla sin clculo,de repente los movimientos de la dirigenta se vuelvenlentos porque la mirada de su contraparte parece ha-

    berse quedado con la simetra entre su urgencia y elpaisaje que no se detiene, sombra tras sombra, ollajetras ollaje, rbol tras rbol, madera tras madera, palotras palo, astillas, papeles, uego, humo. Son slo dospasajeros a esas altas horas de la noche en el coche co-medor; un gesto de ella escamotea una u otra ausencia

    y se permite tomar desde esa otra mano el encendedororecido, que l suelta a tiempo para que con el restode las uas brillantes ella encienda dos cigarros y lepase uno mientras contina diciendo, el humo entresus palabras:

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    Un proyecto tan grande que un montn de guatonesdirigentes locales jams podr entender. Ni siquiera la

    parte del organigrama que los incluye.El comentarista vuelve a dar una umada primera asu cigarrillo, escuchndola. La luz central del vagn seapaga justo cuando un riel en mal estado se une con otroirregular, de manera que el silencio se suma a la oscuridady les impide que quieran incluso preguntarse si el cortese ha debido a un desperecto en cuyo caso en cuestinde segundos empezaran las carreras entre vagones, laslinternas, las voces que llaman a la calma y los chillidos,o bien a un intencionado accionar del interruptor desdela locomotora para que quien sea que contina ah en elcoche comedor se sienta uera de lugar y se dirija de vueltaadonde el cansancio, el sueo, la alta de curiosidad de los

    mandamases erroviarios de turno consideran adecuadoguarecerse a esas horas.Quiere decir que es un proyecto sin estructura siquie-

    ra, que no se desarrollar en el espacio sino con el tiempo?Exacto. Usted lo ha dicho: el tiempo. Eso que los

    enemigos locales de nuestro gobierno y los mecenas

    extranjeros de nuestro gobierno, los dos juntos y porseparado, llaman la Historia; el progreso que se desatahasta su punto de inflexin.

    Y usted, que trabaja para ambos, necesita mi relato enel Campeonato Mundial de Football para precipitarlo.

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    masa trabajadora de una vez est compuesta por indi-viduos semiautnomos que cantan y bailan, no alcanza

    con ese ms all de la consciencia que les produce el twisty el rocanrol, la msica popular que usted me dice. Elconsumo irracional y la sujecin ertica ocurren slocuando hay un marco colectivo uerte, mayor, arbitrario,competitivo, pasional.

    Se acab el eecto de las guerras contra Per yBolivia, entonces?

    El montn de ceniza al centro de la mesa se aplana.Fue importante. Claro. Pero los mecenas extranjeros

    de nuestro gobierno ya no toleran bagatelas en el negociode las guerras. Quieren monopolios. Van a proponer quenos asociemos a los colegas trasandinos, pero ellos a suvez estn siendo dirigidos a los brasileos para armar

    algo entre s, tal vez para repartirse el Uruguay. Desdeque las cosas se salieron de programa en Europa centralno son viables comercialmente esas guerras nacionalesdel siglo pasado. Adems, quin quiere de nuevo a losingleses y a los yanquis apernados en los pueblitos, y sinun solo impuesto.

    El traqueteo del tren entonces se hace ms suave, yese ruido constante, su alta de ritmo, reduce el dilogoa un momento en que duermen, se adivinan las ormascorporales de madrugada o se quedan mirando fijamentela luna, a veces un montn de agua por la ventana, un

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    ro, un tranque, una acequia, la poza que qued de lalluvia en un parpadeo.

    Es claro que usted ya sabe por quin he votado enlos ltimos veinticuatro aos. Conoce mi origen, y quenadie quiere pronunciar mi segundo apellido. Sabe dequ manera se burlaban de m en la Normalista, porqu me sal. Ha escuchado la manera en que pronunciola ch, la tr, la u, la ng. Con qu objeto me prestara yoa hacer de los chilenos una raza aun ms prepotente,ciega y sorda?

    Porque usted igual que yo sabe bien que no existe talcosa como una raza; menos una raza chilena, un Chile yunos chilenos. Porque lo que quiero pedirle es que con surelato los ponga al borde del xtasis colectivo, en la orilladel clmax nacional, a punto de la maduracin ntegra

    y masiva de una identidad a prueba de clases, orgullosa,indefinible, trabajadora, entusiasta. Con su relato el se-leccionado llevar esa idea de que existe algo como Chilea la inminencia que alcanzaron los hermanos trasandinoshace una dcada casi, a ese estado donde supieron llegarlos prusianos con su idea de Alemania. Y cuando esos

    aficionados hayan visto por fin ese borde, esa orilla, envez de indicarles el camino que sigue subiendo ustedlos empujar para que caigan. Necesitamos perder justocuando vamos a lograrlo, que quede como impronta denuestro pueblo la certeza de que tuvo al alcance de la

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    mano su realizacin y la dej ir. No queremos que estepas se convierta en Brasil, Mxico o China.

    Lo veo.Por la ventana del tren el borde de los cerros haempezado a marcarse de azul. Las manos de la dirigen-ta recogen la ceniza del tabaco, la amontonan, ormannfimas lneas que admiten la posibilidad de una ormaarquitectnica a escala desde la altura: un laberinto, unestadio, un bnker, una isla, el interior de la Casa deMoneda, circunvoluciones del cerebro, una trama densade calles que cuando su plan se cumpla empezar a lla-marse autopista; en sus dedos la pintura de uas parecetambin palidecer como el alba.

    Y qu le hace pensar que tal cosa no ser otro ger-men, una causa ms de eso que tarde o temprano va a

    explotar en una violencia imparable contra los palaciosde Santiago?Saba que nos entenderamos acota la dirigenta.

    Y las manos se le cruzan sobre la ceniza, inespera-damente abiertas. Su cara por fin empieza a iluminarseante la del comentarista, que no refleja nada todava y no

    sonre, pero que oyndola vuelve a llamarse el relator.Hace varios aos sigue ella trabajaba yo en lasede de Ferrobdminton, en Estacin Central. Un da,de vuelta a la casa de mi amilia, caminando hacia elparadero en medio de los piropos, las amenazas, los

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    susurros y los manoseos como siempre, decid irmepor una de esas calles pequeas que estn casi dentro

    de los andenes, una que ya no tiene nombre porque lohan cambiado tantas veces. Era pleno invierno, comoahora; estaba oscuro, pero no haca ro, haba matchde box y las uentes de soda estaban repletas de borra-chos pendientes de la radio. Me di la vuelta para evitara un grupo de estudiantes, gir por un callejn y ah vipor primera vez a una persona cuyo nombre tampocomencionar: umaba en la puerta de un conventillo conlos ojos abiertos, pero sin mirar. Ms joven que yo, erala persona ms bella que jams alguien viera. Tanta uela impresin que no poda detenerme, as que segu mirumbo hasta el paradero. Desde ese da hice ese recorridoengorroso todas las tardes en que trabaj en esa sede, con

    la esperanza de volver a ver a esta persona. Fueron cincoaos, cada tarde y cada maana, sin encontrarla. Hastaque un da como cualquier otro perd las esperanzas, mecans, me conund y tom una ruta distinta; cuandoui a sentarme en el trolebs, muy triste, alguien de vozdesconocida ocup el asiento a mi lado. Me sorprendi

    su voz: era esa persona. Qu sorpresa encontrarla aqu!,me dijo. Yo pens que usted viva cerca de la EstacinCentral. Siempre la veo pasar por el barrio, continu. Lamir. Quise tocarle la cara, decirle que la estaba buscandotodo ese tiempo, tal vez poda importarme un carajo los

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    que estaban alrededor por un momento, pero en cambiome encog de hombros, levant las cejas y me baj en

    la siguiente parada. Nunca ms la vi. Y sabe usted porqu no le respond una sola palabra?Por avor dgame.Porque soy una dirigenta, no un dirigente. Por-

    que mi nombre ya est siendo borrado de las actas delCampeonato Mundial de Football. Porque aun si mehubiera atrevido a tocar siquiera a esa persona jamshabra podido en pblico hacerle lo que quera, lo queme arrebataba: eso que cualquier hombre, incluso el msatorrante, puede llevar a cabo sin ningn problema encualquier esquina, en un sitio eriazo de cualquier puebloo al borde de algn camino perdido en pleno camposin que nadie vaya a sorprenderse realmente de que ue

    capaz de actuar as.El golpe de la puerta oxidada en el coche comedorinterrumpe entonces la conversacin. Un auxiliar de viajeen uniorme, aeitado, oloroso, les da los buenos das,anuncia que en cuarenticinco minutos estarn llegandoa destino y les pregunta si debe enviarles al mozo con el

    desayuno o bien prefieren retirarse a sus compartimientospara descansar.

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    En el Estadio Nacional ac, sobre los Campos de Sports,seremos un pueblo de ochenta mil: as los aplausos antelas combinaciones del seleccionado nuestro, mi fieloyente. Con silencio vamos a oponer nuestros gritos alos cmulos y varianzas del otro equipo. Convertiremosesta semifinal de la Copa del Mundo de Football en pi-fias, en un sinn de patadas, en alaridos, en ovaciones,en el mutismo de ochenta mil que correremos con los

    veintids nuestros de all abajo, con los veinticinco ahsobre el pasto, y ojal que por un rato calentemos elcuerpo expuesto al chifln de este invierno, el mismochifln de tantos otros inviernos nuestros.

    Empezaremos moviendo los pauelos. Revolotea-rn los otgraos ante las ormaciones, escucha ma

    expectante, brazos en alto el seleccionado nuestro en suuniorme rojo y blanco contra el rumor de esta galera,y tmida esta silbatina ante los brazos que no terminarnde cruzarse, las caras del once brasileo que seguirnsonriendo ante el pelotn de flashes en busca de su oto

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    oficial. En la tribuna, eso s, nos importar ms la distri-bucin del rojo de la camiseta y del azul de las medias; el

    blanco del pantaloncillo nacional, uno solo por lo anchodel campo, guiar la inclinacin de nuestros pauelos ynuestros cojines bajo la montaa que corona de nieve estemircoles, dcimotercera tarde del mes de junio duranteel ao 1962 de la era cristiana. All su palco en cambio,mi odo alerta, orecer an las poltronas vacas.

    Nuestro encuentro empezar con las evolucionesdel seleccionado de Brasil, actual campen del mundo.Los delanteros Vav y Garrincha, para usted que aus-culta, esperarn el pitazo del rbitro limeo YamasakiMaldonado. Al recibir la pelota por parte de Garrincha,Vav la har retroceder. Los otros ya estarn ormadosalrededor suyo. Zito la querr lanzar a Zagallo, que la

    va a perder ante nuestro deensa Ral Snchez. ste nosver adelante a Eladio Rojas, querremos que a l lleguesu golpe a la pelota cuando antes Did la va a recogery ver de nuevo a Zagallo, que ir por su izquierda. Lepasar la pelota pero ser dbil el golpe, as que de entrenosotros el Pluto Contreras entender y la va a recuperar,

    con el tiempo suficiente como para mirar alrededor: enEyzaguirre vamos a empezar a correr por el borde a laderecha nuestra de la cancha, sabremos que al costado aizquierda suya, esccheme y ms atrs vamos a esperaralgn error o la anticipacin de los contrarios por medio

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    del compaero Ral Snchez, y que al mismo tiempo enel centro, unos pasos adelante, con Jorge Toro tal vez po-

    dremos recibir de mejor manera la pelota, a pesar de quese acercar inmediatamente Zagallo por el mismo sectora quitrnosla y ya lejos, tras el borrn negro que ser elrbitro, nos moveremos ms diusos con el lateral izquier-do, el guerrillero Manuel Rodrguez, y nuestro wing asu mismo lado de la cancha, Leonel Snchez. Aun asel Pluto nos va a pasar la pelota a Jorge Toro, con quienla enviaremos rumbo a nuestro wing del otro extremo,

    Jaime Ramrez Banda, y ste nos la entregar de vueltaa Jorge Toro. Corriendo todava con l levantaremos elpie, la recogeremos y la daremos entonces al compaeroEladio en el centro de la cancha; la superficie irregulardel pasto querr impedir que nuestro mediocampista

    lance la pelota aceleradamente, as que esperaremosque los colegas se alejen, se acerquen, se entreveren, nossugieran un pase, le diremos que no vamos a decidirnospor ninguno y que los players canarios sern ms en esaparte de la cancha; se van a mover simtricamente paraapurar nuestro pase, de manera que la trayectoria ser

    predecible, demasiada potencia imprimiremos hacianuestro delantero Honorino Landa, atenta oreja la suya,de manera que en el pase al tiro vamos a ser interrum-pidos por Mauro Ramos, el deensa de los otros que derepente sabr cmo Did recibir el suyo, quien a su vez

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    va a lanzar la pelota a travs del campo a su izquierdahacia Zito y sin embargo le pegar largo hacia Zagallo

    por sorpresa, porque ste tan rpido como sin pausa laalcanzar y la va a mandar donde Vav en el centro.El palco an seguir vaco, entindame. Hasta el lu-

    gar de Vav correremos con el Pluto y con Jorge Toro paraquitarle la pelota, aunque ser uerte Vav; ser insistenteVav, pero igualmente se le va a estar escapando un pocola pelota a la izquierda y hacia adelante, adonde iremoscon nuestro deensa lateral derecho Eyzaguirre a recogerlay estaremos con l mirando la disposicin del equipo,as todos vamos a respirar proundo en busca de nues-tra posicin inicial en esa figura que apenas habremosdelineado en el pasto. Al rbitro Yamasaki Maldonado,en cambio, le seguir pareciendo que un poco antes nos

    va a haber visto pegar una patada a Vav, el Pluto habrsido, as que soplar su silbato para penalizar nuestrainraccin con tiro libre. El otro delantero, Amarildo,ser quien se agache y acomode la pelota, pero Did porsorpresa vendr corriendo desde ms atrs para darle: lapelota se nos perder encima del arco, la veremos irse en

    el aire, lejos. Y lejos todava debe estar, igame.Con nuestro arquero Escuti colocaremos la pelotaal borde derecho de esta rea chica y a travs de RalSnchez se la vamos a dar a Eyzaguirre, con quien la pasa-remos de apuro a Jorge Toro, y con l nos equivocaremos

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    al decidirnos por ir con la pelota al centro del campoen busca de una perspectiva para dar el pase, pero Vav

    nos sorprender, va a correr y le va a pegar rpidamen-te, con mucha uerza pero sin direccin clara hacianuestro arco, cuando sin embargo el rbitro YamasakiMaldonado habr interpuesto su silbato para sealar unoul del player rival a nuestro avor, una patada de Vavsobre Jorge Toro y algunos aplausos esorzados nuestrosal chesumadre del reri, pese a la modorra de la tardeuona. Tambin vamos a mirar de reojo a ese val dechaqueta blanca cruzada que emerger de una galerainterior al palco, mantel igualmente limpio bajo el brazoy una caja con otros trapos relucientes, al momento queempiece a tender una pequea mesa entre sus poltronasde cuero vacas y no le importe que el tiro libre haya

    sido a nuestro avor.Ral Snchez lanzar la pelota desde la mitad delsector nuestro de la cancha a los compaeros con queiremos corriendo al crculo central. La pelota ir cayendodonde los canarios y el deensa de ellos Zzimo cabecearcon un salto hacia nuestro costado derecho, donde lo va a

    esperar Nilton Santos, a quien con nuestro wing RamrezBanda sumado a Honorino enrentaremos y, apurado,la querr pasar atrs a Zito, que intercambiar lugarescon Zzimo y la va a devolver en un solo toque hacia sulado de auera a Nilton Santos, ste tambin rpido la

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    har seguir a Zzimo en el centro y la pelota sin pausava a volver a Nilton Santos. Nos daremos cuenta de que

    habrn empezado con su figura, de la que tanto nos vana haber hablado: parecer un zigzag, aunque slo comocoordinacin inicial. Nosotros tambin tendremos lanuestra. Y esa figura de ellos continuar con el pase deese deensa izquierdo hacia sus colegas en la avanzadacanaria, un tiro largo que no alcanzar a detener el de-lantero Garrincha, porque iremos antes a interceptarlode un solo cabezazo de Ral Snchez, con l seguiremosde nuevo por los pastos y cambiar el ritmo del minuto,algunos nos levantaremos de los tablones, mierda, porquevamos a poner la pelota a rodar en los pies de nuestroHonorino, y a trancadas con l correremos rumbo al rearival cuando Mauro Ramos vendr con la pierna estirada

    y nos va a botar a Honorino al unsono con el silbatodel rbitro; muy bien el saquero, el injusto, el vendidoque se acerca, mano izquierda en alto, marcando la in-raccin y el tiro libre a nuestro avor. Esccheme, eso s:nos habremos levantado en protesta silenciosa, la manoempuada y el brazo laxo hacia el jugador rival, hacia el

    val que terminar de poner la ltima cuchillera sobrela mesa del bu en esos palcos donde no querr ustedan venir a que la veamos. Slo esccheme: mientras losotros estarn haciendo su barrera de contencin nosotrosvamos a distribuirnos estratgicamente, a la espera de

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    lo que enviaremos con Leonel, wing izquierdo que connuestros brazos en jarra, a quince metros de la pelota,

    nos va a observar, se preparar, respire, escucharemosel silbato y con l vamos a correr, los ojos de todos enel suelo ahora porque le querremos pegar tan uerte, yen eso decidir, l en vez de nosotros, impactarle con elborde interno de su pie derecho, entonces la pelota nose levantar lo suficiente como para evitar el salto de labarrera deensiva brasilea. Mejor volver a sentarse, porla concha, disclpenos; el val dejar el ltimo cuchillode plata en la mesa, la pelota de todas maneras seguirsu curso hacia el arco de ellos lentamente, y con nues-tro centroorward Armando Tobar podremos recogerlasi antes no la despeja Mauro Ramos, tan alto la va alanzar que caer en el lado nuestro de la cancha, donde

    slo quedaremos los dos de la retaguardia cuidando aun delantero canario que correr y correr. Con RalSnchez detendremos, sin embargo, el ataque de ellos ynos vamos a aplaudir cuando al ver un compaero porel borde, a la derecha en este sector, le mandaremos unpase recto y abierto hacia el wing nuestro Ramrez Banda,

    y no deje de escucharme, que as tendr que empezar lafigura que nos corresponde: una apertura lateral. El wingRamrez Banda nos har correr la pelota y la vamos adevolver hacia Eyzaguirre, un poco ms atrs, al mismotiempo que saldremos corriendo con el primero adelante,

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    porque a l querremos devolvrsela. Nosotros los rojosya iremos entendiendo por lo menos que existir una

    figura; lo mismo va a pasar por un segundo apenas porla mirada del val, que se habr quedado erguido, unaservilleta igualmente limpia sobre su brazo, rgido: laesperar a usted, odo atento, sabremos que va a llegarpero no con quin, con cuntos, por qu en compaade ellos, usted que habr pedido escuchar esto en la radiode su transporte.

    En vez de Honorino, en el centro de la avanzada,vamos a seguir considerando pasarle la pelota al wingderecho Ramrez Banda, aunque est cuidado por Zito ypor Nilton Santos. Porque con Ramrez Banda querremosque nos salga de manera distinta hacia Honorino, y asla levantaremos desde la esquina derecha al centro del

    rea canaria, sin embargo la pelota nos sobrepasar, va asuperar la posicin de Honorino y slo se detendr en lospies de Djalma Santos, en el control de los otros, en lainmovilidad del val, de su colega y de otro ms all sobreel palco vaco, en un flujo ajeno que va a poder empezarvarias veces en los pies de ellos, canarios, para llegar a los

    nuestros sin que entendamos cmo construir ahora unmovimiento colectivo. Solamente tendremos que ponerleatencin a nuestro arquero Escuti, a nuestra pasividad,a la pelota que, lejana, se nos va a ir y va a venir sin pre-cisin ni compromiso porque slo usted estar oyendo

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    esto, porque no nos har usted caso, porque el transportecolectivo de lujo an no se habr estacionado.

    Una vez ms la recuperaremos bajo los pies del deen-sa Ral Snchez, roja la mancha en cada uno de nuestrospauelos blancos, en estos pastos, y la vamos a entregara nuestra diestra a Eyzaguirre, con l haremos seguir lapelota adelante al compaero, el wing Ramrez Banda, ygilmente nos la daremos de vuelta para empezar a correr;volvamos rpido a recibirla. Su transporte de lujo se ha-br detenido. Oir esto todava cuando le vayan a abrirla puerta, al momento en que le orezcan una mano alsade apoyo y ponga su pie en la vereda? Con Eyzaguirre lepegaremos a la pelota de manera que sea un pase largo denuevo hacia nuestro wing Ramrez Banda, sin embargo alextremo derecho se har ms hbil el deensa adversario

    Nilton Santos en su brinco, y con un golpe de cabezainterrumpir nuestra combinacin. La pelota va a llegara su colega Zzimo, que nos la querr esconder, y la vaa entregar por la izquierda a Zito. Corramos. Trotemos.Caminemos. Ese otro esperar los movimientos de lossuyos con la pelota en los pies, seguir avanzando hacia

    el centro, hacia nosotros, nos llegar al rea y, cuandole vayamos como un chifln, dar el pase a su delanteroAmarildo, a quien con el guerrillero Rodrguez se lairemos a quitar, y escucha t ahora: levantaremos losbrazos por la conchelalora, porque la pelota va a darle

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    en un bceps en el suelo al contrincante cuando se habrcado entre nuestras protestas, que aumentarn por la

    chucha con la conusin y el error del rbitro, hijo de suhijo, pero de todas maneras Amarildo lograr pasrselaal puntero derecho que correr con l, a Garrincha iraunque seremos cuatro ah, cuatro que imitaremos elzigzag de ellos sin quererlo, slo porque lo habremos vistoy a usted no la encontramos ac. Garrincha reconocerde inmediato esta figura y va a pasar la pelota de vuelta a

    Amarildo ante nuestro acoso con el guerrillero, de todasmaneras decidir correr hacia el extremo de la cancha anuestra izquierda, nos va a dejar atrs, alcanzar el ltimongulo de lo que se nos dibuja de manera estable en lospastos, esta rea, y de un golpe que levantar la pelotava a esperar que siga el movimiento su colega Vav por

    el centro, tal vez Zagallo se querr asomar a nuestra de-recha porque nos esorzaremos para cambiar el curso dela pelota, o incluso Zito o Did, que se nos entreverarnpor eso que pensaremos ser nuestro disparo al centroms atrs, y cuando Zagallo se est preparando parapegarle ante el arco seremos ms rpidos con Eyzaguirre,

    empujaremos hacia adelante a la vez que detendremosla parbola, el recorrido de la pelota, y seguiremos co-rriendo por la cancha mientras usted, ustedes, ellos ensu compaa caminarn cansadamente hacia el accesoprivado del estadio con una docena de maletines y una

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    sola cartera; de ah vendrn las propinas que los valhabrn estado esperando mientras disimuladamente

    mirarn el reloj que no va a parecer avanzar, y sus odosse quedarn con nuestro aliento, con la ovacin por elnombre del wing Ramrez Banda, y las risas que nossaldrn en los tablones, nos oir desde las entraas delestadio todava, porque desde Eyzaguirre le cederemosla pelota al wing nuestro, con quien nos vamos a largara correr sin despegarnos de esa lnea derecha, brillantesu cal como nuestros pauelos, tanta agitacin no nospermitir an notar las manchas rojas ah, y con elwing aprovecharemos que varios players contrarios noalcanzarn a volver, nos enrentaremos a Nilton Santosque va a saltar, mejor renarse y empezar a correr haciael centro de esta cancha, lentos de nuevo como ustedes

    ante la sonrisa del guardia que los dejar pasar con unavenia sobreactuada. Esperaremos acomodarnos en unafigura vista en partidos anteriores, pendiente an bajoesta cordillera, en este ro, cuando la tarde dejar de serlnguida; secreta; estaremos todos en nuestro sitio salvoustedes, de manera que el wing y nosotros le pasaremos

    la pelota a Eladio en el crculo central de la cancha paraque a nuestra derecha nos vayamos de una carrera a laespera de un pase largo, y no obstante con Eladio y sinustedes, que recin pondrn un pie en la escalera msinaccesible del coliseo, nos acordaremos todava de esa

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    figura ms importante, as que vamos a tramar otro es-quema: la pasaremos a nuestro delantero Honorino, unos

    cuantos pasos por la derecha, y con ste la apuraremos deun toque atrs de vuelta a Jorge Toro para salir corriendoen direccin al arco; con ste seguiremos movindolapor la derecha hasta Eyzaguirre, quien nos la alargaren la misma lnea de cal para que la recibamos en lospies del wing Ramrez Banda mientras con Honorinovamos a arremeter en paralelo por el centro de esa otrarea, adversaria, y entonces se nos har completamentevisible, esccheme ahora por los altavoces del vestbulodonde uno de ustedes se habr sentado a tomar aire por-que la escalera lo habr cansado y querr que lo llevensus trabajadores a todas partes; completamente se nosva a aparecer la cua escalonada de los canarios, esa con

    que nos habrn contenido y querrn detener antes a lasmasas que buscarn superponrseles; la cua escalonadacuya base va a armarse con esos que defienden atacando,y uno de ellos entender que seremos ahora la relacinentre el wing y Honorino, as que Zzimo se nos antici-par corriendo cuando nos estbamos pasando la pelota

    a tiro de arco y la patear lejos, tanto que traspasar larontera de cal en el borde para que el juego se detenga,no as las pisadas de ustedes por el ltimo escaln hastael palco, y usted se quitar el pelo de la rente, atenta amis palabras; no podr buscar entre el pblico, entre la

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    galera y la tribuna, sino en todas las bocas que apreta-remos de ustracin ante el pelotazo que en vez de ir al

    arco se va a desviar por la lnea lateral.Seguiremos de pie a ese lado con el wing RamrezBanda, de nuevo. De parte de nuestro pasapelotas la va-mos a recibir y sacaremos atrs hacia nuestro compaeroel Pluto, desde el cual la haremos llegar a Eyzaguirre conuerza adelante en los pastos. A la diestra nos vamos aentreverar corriendo hacia la vanguardia con Honorino,con el centroorward Tobar y, algo retrasado, a la izquier-da, Leonel. Con Eyzaguirre querremos pasarla atrs, peromejor vamos a correr con un dribleo inesperado por larontera del rea canaria, perseguidos apenas por Zagalloseremos ms rpidos y a la pelota le daremos a ras desuelo, preparados para recibirla y pegarle hacia el arco

    en los pies de Honorino, aunque antes se nos vendr alsuelo el deensa Zzimo, extranjero, habilidoso, con elborde del pie la va a empujar lejos de su arco a la esperade que en apoyo suyo tenga ms uerzas Nilton Santos,inescrutable, quien saldr trotando a nuestra derecha yla pasar a Zagallo mientras el resto se ir desplazando

    a sus posiciones, esccheme usted que la cua de losotros se nos aparecer en un pestaeo como un rombocuya punta roma va a ser nuestro propio arco, y en esevislumbre la de nosotros se asoma cortada, reloj de are-na, acinturados somos, dos bloques sin otro centro que

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    un pasaje, as nos veremos y dejaremos de vernos en elmomento que Zagallo ya habr pasado la pelota a Vav,

    y ste a Garrincha, sabremos que usted tambin dudarentre seguir caminando hasta el palco o excusarse, ir altocador, buscar el telono en el pasillo para hacer la lla-mada, y de tanto mirar la posicin de Did y de Amarildo,Garrincha nos la entregar en los pies de Leonel, vamosmircale, con quien nos detendremos; antes de pasarlavamos a esquivar a Vav, por fin ser nuestra la arreme-tida, chichich, lelel, nos plantaremos ante Zzimo yZito juntos, usted habr decidido enrentarse a la visinde todo el estadio que se abrir ante la llegada de unapiara de dirigentes al palco de honor cuando tengamoscinco minutos de partido, la mirada suya sobre nosotros,nuestra ovacin al que est ms abajo y a punto de caer

    porque perderemos el control de la pelota ante Zito, fi-nalmente, sin embargo nadie la podr detener; quedaren movimiento sobre el pasto, la vamos a hacer nuestracon Jorge Toro o bien vendr un chifln, podr aparecerDid, se nos va arrancar a todos, nos lanzaremos conLeonel a agarrarla y Zito se interpondr, macizo, el rojo

    se nos ir a las piernas de ese obstculo como siempre,conchesumadre, as que nos ver pegarle su buena patadaen el pie izquierdo ahora, usted que va a escuchar y amirar, a sentir nuestro ojo y nuestro odo cuando el juezsaquero, lento, vendido, desgraciado, har sonar su silbato

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    porque con Leonel habremos cometido inraccin sobreZito ah, derrumbado en campo nuestro; escaparemos de

    las voces del rbitro Yamasaki Maldonado, que nos pedirque nos calmemos, la comisin de dirigentes internacio-nales ya habr llegado al estadio, ya estar usted aqu ydgame su nombre, gritaremos chamullando entre todosestos insultos, le mostraremos cules dientes nos altan,borrachos, porque tras el silbatazo iremos con Leoneladonde el rbitro a orecerle la pelota, y cuando el rbitro

    Yamasaki Maldonado, chuchesumadre, se disponga arecibirla lo burlaremos: se la vamos a lanzar a un colegacanario y no a sus manos de verdugo, entonces nuestracarcajada tal vez ser la suya; la buscaremos as, inclusoentre la turbiedad del vaso de whisky con que uno a sulado constantemente le tapar la cara porque de usted no

    sabremos el nombre.La acomodar Djalma Santos para el tiro libre al bordedel crculo central. Mientras ac vamos a terminar ya derernos, all ellos se estarn buscando para ah conseguirla figura. Atrs suyo Djalma Saltos sabr que viene MauroRamos, as que va a trotar hacia el costado para que el

    otro patee en su direccin mientras el resto de los otrosse distribuir para dibujar ante nosotros la cua. AhoraDjalma Santos le va a pegar con uerza, la pelota seguirlevantndose hacia nuestra parte del campo y caer dondehabr venido corriendo Amarildo, en nuestra propia rea

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    de cal, y aunque con Ral Snchez estaremos haciendocomo si le oreciramos empujones no va a dejar de

    pasrsela a Garrincha, quien se nos conundir porquevendr sobre la raya ronteriza a nuestra izquierda inclusosi encima seguiremos con el guerrillero Rodrguez y nole quitaremos la vista, y usted tampoco a nosotros, a larapidez con que piernas y jugador se nos vendrn encima,y antes de que Garrincha se la entregue a estos que nosquerrn empujar en nuestro propio territorio, en nues-tra propia rea, con el guerrillero nos lanzaremos comoltimo recurso a los pies del player canario, y la pelotaser arrastrada por todo lo que seremos ms all de lacal ronteriza, aunque el peruano Yamasaki Maldonado,parcialidad de la parcialidad, casi nos pisar en el pastodonde habremos quedado desparramados para venir a

    silbarnos, ya po mierda de rbitro de la concha, que elsaque ser de esquina para el seleccionado de Brasil.Garrincha nos apurar al poner la pelota en el vr-

    tice izquierdo de la lnea de ondo, al pestaear y ver elmovimiento para nosotros dicil de entender porqueahora sus colegas ormarn un recipiente que cambiar

    en un solo pase a un tarugo invertido cuyas puntas sevan a incrustar en los extremos encalados de nuestrapropia rea, y tambin nos daremos cuenta de que entrelos trajes y corbatas y zapatos del palco, entre esas calvasbrillantes, esos pelos acicalados y esas espaldas masajeadas,

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    usted ser la nica que se sentar a mirarnos, una piernasobre la otra, oculta entre la platera de las bandejas que

    no dejarn de traer otros cinco vals de blanco duranteel encuentro, y usted vendr a escuchar cmo nos calla-remos cuando el suave tiro de Garrincha desde la esqui-na se convertir en un rebote de la pelota rumbo a

    Amarildo, quien de todas maneras tendr que orcejarcontra todos nosotros, contra Ral Snchez y el guerri-llero, y no podr impactarla: aunque ellos sepan con quconviccin se har su figura, nosotros ac en nuestrospastos seremos ms firmes y sabremos esperarla, y novendremos corriendo desde tan lejos, as que jugaremosa patear la pelota con rabia noms, para echarla lejos deeste arco nuestro que usted y los otros de all arribahabrn mandado a reorzar antes de esta Copa del Mun-

    do. La pelota se habr levantado y nos caer como pa-rbola en los pies de Leonel, sin que logremos contro-larla, en cambio s lo va a hacer Zito, y en un segundohabr visto que Garrincha nuevamente aguaitar a nues-tro costado izquierdo; a l va a ir la pelota, a l correre-mos hasta quitrsela con el guerrillero y con Ral Sn-

    chez, unos atrs y otros adelante no nos dejarn verle lacara, la expresin con que seguir usted esto que decimos:que el guerrillero Rodrguez nos va a ir arrastrando lapelota, que avanzaremos hacia el centro, a la espera dealgn despliegue nuestro, que Did o cualquier otro no

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    nos dejar de asediar hasta que la hagamos seguir hastanuestro compaero, el wing Ramrez Banda, y que sin

    embargo, en vez de seguir corriendo siempre a la derecha,ese lugar en esta figura que pareciera tan rancamentepropio, volveremos muchas veces ms al centro parapasrsela de nuevo a la retaguardia, al guerrillero denuevo, con quien querramos esperar la carrera haciaadelante del correligionario y nos la enviaremos de todosmodos, por si acaso, justo cuando Djalma Santos va aentender y estirar el pie izquierdo para interrumpirnuestra trayectoria lineal de la pelota, aunque no losuficiente como para que con el guerrillero no volvamosa recogerla en esta carrera que alguna vez sabremosnunca tendr una meta, ms all de lo que ustedes dis-curseen en el palco, lejos de la mirada suya y del odo

    suyo aqu, levantndose a darnos la espalda porque tie-ne usted que saludar a un cuerpo de diplomticos queva a llegar, a quienes desprecia usted sin decirlo tantocomo sus nombres, pero el deensa tambin extremo deellos, Djalma Santos, se habr puesto a correr, y msrpido que nuestras zancadas con el guerrillero Rodrguez

    la va a alcanzar con la derecha, esa que slo en aparien-cia es ms potente; nos la va a quitar y la llevar atrs,de vuelta al rea de su seleccionado canario, desde don-de Mauro Ramos le va a pegar uerte para que se levan-te y caiga donde nosotros aunque lejos de nuestro

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    control, en el lugar en que se habr quedado Zagallo,quien en un solo movimiento la va a devolver, pasos

    atrs, a Zzimo; ya los suyos habrn empezado a abrirsea travs de la cancha para trazar esas figuras diagonales,as que Zzimo va a tirar un pase largo y por debajo a laizquierda nuestra, donde siempre seguir corriendonuestro problema en el campo, hasta que va a llegar lapelota a los pies de Vav, que se nos podr haber ade-lantado y nos dejar atrs. Querremos que suspire ustedcon nosotros cuando Vav se cuele mucho ms rpidoque nuestro Ral Snchez, ahora que se habr sentadode nuevo en el palco, aunque lo nico que distingamosde usted sea la copa de cachantn entre los dedos. Que-rremos que suspire porque el lineman uruguayo Marinohabr levantado su banderilla para marcar que el dibujo

    canario va a terminar en una posicin de adelanto delplayer Vav, una posicin indebida la de ellos, la deustedes cuando la trasparencia de la copa suya se va aperder tras el dorado de otra copa en manos de otro, unseor de mostacho doble, que habr venido a hablarle.Con Ral Snchez acomodaremos la pelota en el centro

    de nuestro propio campo y vamos a poner en juego eltiro libre hacia una posicin anloga de los adversariosnuestros. Pero la pelota no alcanzar estos pies, los delcentroorward Tobar, porque antes y de un salto Didcon un solo toque uerte va a devolverla a su inasible

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    figura de ataque, en direccin al que siempre estar ah,en el borde que no vamos a alcanzar del ojo siniestro

    nuestro, Garrincha; no despegar la mirada de la pelotaigual que el odo de usted con estas palabras. La habrcontrolado y la mover de una pierna a otra rente alguerrillero Rodrguez, por quien vamos a adivinarle elltimo movimiento y se la quitaremos para drsela aLeonel, con quien querremos la sorpresa de poder tirar-la hacia el centro de la cancha rayada desde el borde, yahora s: mover usted el pie suyo que le estar colgando,cruzada su pierna sobre la otra, porque va a seguir elpulso de una orquesta, porque va a empujar con unasonrisa que no veremos a un montn de nios que es-tarn intentando saltar un ro dibujado en la tierra conun palo seco, imaginando eso construiremos una figura

    de dos lneas que avanzarn en paralelo: con Jorge Torola vamos a recibir y con l seguiremos el movimientohacia Eyzaguirre, con quien tambin iremos en diagonalhasta el wing Ramrez Banda, y todos al mismo tiempoiremos corriendo sin cuidar nada, sin pausa y sin velo-cidad. Un poco rojos aparecemos en busca del rea de

    los otros, con el wing Ramrez Banda nos devolveremosla pelota a Eyzaguirre y con el mismo wing vamos aseguir corriendo, divididos, simultneos; usted le habrhecho un gesto al seor de mostacho doble que va aquerer hablarle al odo, un gesto para que le permita

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    seguir nuestras acciones, pero con Eyzaguirre, en vez decontinuar la combinacin, preeriremos terciarla hacia

    Jorge Toro, con quien vamos a ir corriendo hacia elcentro en busca del gesto repentino, el gesto suyo conun guante en la cara del seor de mostacho doble quehabr insistido, y el de Jorge Toro a Eladio Rojas. ConEladio giraremos en nuestro propio eje para esperar alguerrillero Rodrguez por nuestro borde contrario, eseque se nos habr olvidado si no uera porque es la iz-quierda nuestra. Nos daremos el pase cuando sobreven-gan Did y Djalma Santos a cerrarnos la carrera, peroantes lograremos con el guerrillero soltar la pelota haciaTobar, con quien volveremos a cambiar el ritmo del piede usted que tamborilea sobre su pierna cruzada, y elseor del mostacho doble entonces le pondr una mano

    en la rodilla para no dejarla levantarse a seguir la jugada,porque as nuestro viento podr dar de rente contra elbalcn de la platea y la veramos, as que con el centro-orward Tobar nos desataremos, vamos a dejar atrs aDjalma Santos, correremos y se mover usted con no-sotros; tendr que ser entrando por la izquierda antes

    del rea canaria, oblicuamente, que por fin chutearemoshasta el arco de los otros. La pelota se nos ir elevada.Alejndonos, pasaremos cerca del palo izquierdo y gri-taremos los de la galucha casi conchetumadre!, incluidosesos all arriba que, como usted, se habrn levantado de

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    un salto desde sus poltronas de cuero en el momentoque usted habr querido soltar la copa de cachantn para

    dejarla caer sobre los dedos artrticos del seor del mos-tacho doble. No. No ser el momento todava. Sin golesseguiremos en estas semifinales de la Copa del Mundoentre los seleccionados de Chile y de Brasil. Y va a sacardesde el arco el nmero uno de ellos, Gilmar. Su lanza-miento cruzar toda nuestra cancha hacia quin ms,dgame usted, que Garrincha; ahora, sentados todos denuevo, mientras ustedes all arriba se habrn dejado caersobre las butacas mullidas, ahora se va a perder la figurasuya entre las manos de los vals que volvern a traervariadas bandejas de plata con bocados de aperitivo. Otrode los crades dirigentes, un barbilampio apoltronado,escribir algo en un papel que va a hacer pasar al del

    lado, y el papel ir de mano en mano en direccin suya;mejor que nos baje antes la parbola de la pelota hastanuestros pies, los de Ral Snchez, con quien devolve-remos la pelota tambin por alto y uertemente hacia undelantero nuestro cerca del rea de ellos, pero la trayec-toria va a interumpirse en Vav, que justo cuando le

    pegaremos podr saltar ac adelante y el circuito se va aalterar, va a seguir ahora en la figura de ellos hacia NiltonSantos, la derecha que nos ser tantas veces antagnica,y ste dirigir su cabezazo hacia el wing de ellos Zagallo,ms cerca de nuestra lnea de rea, en el mismo borde

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    derecho; va a protegerse de nuestras miradas escondin-dola entre las piernas. Zagallo retroceder luego en

    busca de uno de los suyos. Eyzaguirre nos llevar a qui-trsela y no lo lograremos, el papel llegar en definitivaa la mano del seor del mostacho doble, al lado suyo, ylo retendr con una sonrisa, buscando la mirada suyaigual que nosotros, que sin embargo sabremos retenerlacuando en vez de recuperar la pelota vayamos con el pieen plancha sobre la derecha del colega y rival Zagallo.

    Algunos nos levantaremos pifiando en protesta porqueel rbitro Yamasaki Maldonado, traje negro, dudoso,colega de nuestro colega, no estar mirando la imagencompleta: tampoco la ve a usted, as que sancionar elgolpe nuestro como tiro libre. Nilton Santos va a poneren juego la sancin. Lo har hacia el centro de la cancha,

    donde su colega Zzimo esperar que caiga la pelota almismo tiempo que, ellos s, se van observando avanzarcon sus delanteros y sus wings en un movimiento coor-dinado, as que empalmar de un solo toque la pelotahacia adelante, donde todava la va a esperar Garrincha,pero correr demasiado rpido, demasiado rpido la

    sonrisa del seor del mostacho doble hasta una manosuya que por fin veremos, enguantada en cuero negroque va a brillar, y demasiado rpido tendremos que irnosotros tambin en los pies del Pluto Contreras a sa-carla de la entrada de nuestra rea, roja de deensa.

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    Quedar rebotando la pelota hacia el extremo de lacancha y la va a recoger Zagallo, dos pasos en su carrera

    cuando ya habr visto en la panormica de ellos quinse le dispondr para tirarnos, quin de nosotros en elrea ser rojo. Y cmo se nos viene Vav; agitar ustedla pregunta sin decirla al descruzar las piernas y alisarseel abrigo encima con sus guantes negros, al rechazar alseor del mostacho doble, que se habr inclinado haciala oreja suya, escondindole en su puo el papel. El si-lencio con que no le responder usted va a ser la pregun-ta de cmo entre nosotros se podr despegar del sueloVav para pegarle a la pelota de espaldas, y encima dechilenita, por la cresta, el alarido que se cruzar para queel golpe resulte un pase a Amarildo, hacia quien con otroinsulto iremos corriendo el Pluto con Ral Snchez, y

    por nuestro asedio la har retroceder a la entrada centralde esta rea nuestra, ya completamente roja, por dondeva a venir corriendo Garrincha y entonces su guanteoscuro se aerrar a la mano del seor del mostachodoble, los brazos abiertos y el cuerpo doblado de Ga-rrincha se nos van a atravesar en el gesto suyo, le pegar

    con uria, no tomar usted la mano del seor ese, sinoque le va a apretar el puo, le pegar con un eecto queno esperamos desde nuestro arco Garrincha y la pelotase va elevando; el seor del mostacho doble abrir laboca sin un sonido, ceder el puo porfiado, la pelota

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    va a seguir abrindose tambin a nuestra derecha, nues-tra derecha nos perjudicar siempre, agrrala conchesu-

    mare, se nos alejar la pelota, tan rpido en su guante elpapel desde el puo, y la pelota va a girar en el aireinesperadamente hacia el centro que no entenderemosni el camino de nuestras propias putiadas que nos man-tendrn parados, estacas en el campo por el gol. Gol. Yt no mirars el papel. Gol. Gol de Brasil. Se abrazarnellos, azotaremos nosotros los papeles de diario, los pa-uelos y los cojines contra el tabln. No seremos capacestodava de lamentarnos, de girar hacia ustedes y gritarlesamenazas, porque la jugada nos habr mostrado que enun urdido plural el lanzamiento de Garrincha, aunquevirtuoso, ser consecuencia y jams individualidad. Elseleccionado de Brasil se habr puesto un gol a cero en

    ventaja sobre todos nosotros, pero con eso nos habrexpuesto una manera de llegar a ellos, de encontrarla austed: cada movimiento, incluso si son puetazos ajenosdesde la derecha, tendremos que sumarlo al nuestro, alanterior y al siguiente en estos campos.

    Odo atento, usted se habr quedado ignorando los

    abrazos y las lamentaciones ac abajo. As como brillarn,opuestas al dbil sol de julio, las camisetas canarias, ynos van a arrebatar las rojas nuestras encima de nuestroblanco, en su guante se distingue el papel que habr idodoblando minuciosamente hasta conseguirlo encajar en

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    esa palma, nico cuerpo suyo que alcanzaremos a notardesde ac abajo, enundada. Iremos entonces al crculo

    central con Honorino, la pelota de nuestros pies ir msatrs a Jorge Toro, con quien correremos hacia el centroeludiendo contrincantes porque se nos har necesarioarrancar de este juego que se nos va escapando, hastaque podremos continuar con Leonel, que recibir el pasea nuestra izquierda, aunque vayamos a poner en marchademasiado rpido cada vez nuestro plan, no alcanzare-mos a retenerla y en el lmite al costado se nos perderla pelota. Djalma Santos la va a tomar entre sus manos,en su calma podr ver correr al otro, a los otros, a Vav,as que no podremos evitar el arqueamiento y la flexinde esos brazos del compaero rival igual como usted nova a abrir el guante hasta que vuelvan los val con ban-

    dejas de caviares, cacerolas y brochetas, de manera queparezca que los crades se olvidarn de ese papel quehabr ido de mano en mano en direccin suya, al lugardel estadio que nadie alcanzar a ver con nitidez, y lapelota saldr por el saque lateral en una parbola alta,casi hasta el centro de nuestra rea manchada de rojo.

    Sin embargo correremos con Ral Snchez para adelan-tarnos a Vav, para pasrnosla hasta el guerrillero Rodr-guez siempre a la izquierda, con l seguiremos en unaescala ascendente, descubierta slo en el gol de los otros,porque habr aparecido el contraste suyo con nuestra

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    rigidez de invierno, con su guante inranqueable que nisiquiera ser puo hacia las miradas picaronas que le

    dirigirn los apoltronados de su corada, algo borrachosya; una escala ascendente por el centro hacia Jorge Toro,con l vamos a girar y girar a la derecha, hacia nuestrodeensa extremo Eyzaguirre, quien nos llevar corriendoen ese borde, por ah vamos a cruzar la lnea media decal y, perseguidos por Amarildo, la pelota se nos escapa-r en un encontrn con Zagallo, quien nos la har re-botar. No obstante, Amarildo tampoco podr alcanzar-la; s tendremos el pie del Pluto, que se nos alargar paradar un toque rpido que restituya este fluido que somosahora en direccin a Jorge Toro, y la carrera de JorgeToro nos meter entre Zito y Did, que vendrn a des-pojarnos, y los guantes de usted seguirn borroneados;

    apoyada como estar ahora contra la baranda del palco,de espaldas, su abrigo largo tomar el color de la mar-quesina, va a pasar tambin por el albor de los val delado a lado y, apenas, notaremos que se llevar una manoal bolsillo. Se habr quedado en esa posicin, atentaescucha, porque antes que Zito y Did lo consigan con

    Jorge Toro el pase nuestro ser inesperado hacia la dere-cha, hasta nuestro wing Ramrez Banda, y con ste le-vantaremos la cabeza de nuevo, notaremos un puntorojo cerca del diuminado oscuro del rbitro y desde elguante izquierdo de usted, que se posar por un segun-

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    do sobre la mano de un hombre barbilampio colorado,ese que va a haber acumulado tres vasos de distinta

    longitud junto a l desde el gol del seleccionado brasi-leo. Luego volver el guante izquierdo de usted a labaranda: el punto rojo que habremos notado ser nues-tro propio delantero en medio de la masa seca de estospastos de invierno y de las camisetas canarias que sedesplazarn a quitarnos la pelota. Con el wing RamrezBanda pondremos en alto tambin el zapato y a nuestropase le va a entrar una pierna ajena, la de Nilton Santos,que reemplazar nuestra parbola por la suya, ms con-cisa; con Eyzaguirre recogeremos igualmente la pelota yya iremos jugando un poco, al tiempo que el baile delguante izquierdo de usted en la mano mofletuda delbarbilampio har que ste sonra, mientras con Eyza-

    guirre seguiremos dribleando hasta la derecha por elacoso de Did, que no se cansar como nosotros detanto pifiar y aplaudir, as que su movimiento va a pa-recer ms rpido que el nuestro y no nos quedar msque seguir dando un pase imperecto, sin destino apa-rente, lento, lateral y en reversa, incomprensible como

    el gesto del guante de usted si no uera porque su cra-de barbilampio colorado a continuacin sonreir,mostrando los dientes delanteros, y se va a llevar unpauelo a la rente ancha para secar el sudor, aunque yase habr hecho sentir el ro ac en la galera; l va a

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    dejar su copa en una de las bandejas de los val y, conlas cejas en alto, hacia usted su mirada, empezar a ca-

    minar rumbo a una esquina, rumbo al sector dondeapenas podremos notar unos manteles bordados en sedasobre mesones donde nos encandilar el brillo de los trestipos de tenedores, de los cuatro dierentes cuchillos, lasdos cucharas, las pinzas para ensaladas, mariscos y carnes,los sacacorchos, las servilletas de papel y de hilo, loscoladores de t, las caeteras individuales, los monda-dientes. Usted no va a acompaar al barbilampio co-lorado, no ser el momento an para la realizacin desu juego ni para el nuestro: con Jorge Toro trotaremos arecuperar la pelota, sus ojos que sern los nuestros vana observar una figura que por fin se extender ancha ylarga por el campo en el momento de una inminente

    carrera que nos indicar a quin de nosotros lanzarla.Pero con ninguno vamos a correr, no todava, as que sela devolveremos al Pluto, con quien desde atrs vamosa aparecer en paralelo, por el centro, a pocos pasos, ycon el Pluto ahora querremos encarar a Zito, que vendrcorriendo. No. Mejor nos la haremos circular de vuelta

    a Jorge Toro, y con l otra vez podremos hallar algunafigura nuestra, mucho mejor: la de usted por un segun-do con sus dos guantes en el bolsillo porque, a dieren-cia de los apoltronados all arriba o del barbilampioque querr llevarla a una esquina, usted tambin tendr

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    ro esta tarde de julio: con Eladio se nos habr abiertoel espacio de la cancha, as que vamos a recibir el pase

    rpido y maniobraremos cuando Did y ms atrs Mau-ro Ramos se nos vengan encima. Nos harn tropezar apatadas, caeremos con Eladio. Nos van a quitar la pelo-ta pero no nuestros gritos, conchesumare, y los otrosquerrn salir jugando de inmediato en lnea vertical consus compaeros al centro de la cancha, una vez mshacia Garrincha; all iremos con el guerrillero a pegarlesin mirar, sin verla a usted, lo ms uerte y lo ms altoposible, solamente que la pelota vaya a caer en la partede los contrarios. Con el Pluto correremos tambin paraimpedir que vuelva a rebotar, nos la llevaremos al pechoy la pondremos en el suelo con nuestro pie, buscaremosun pase pero Amarildo, rechucha, vendr corriendo por

    la espalda para quitrnosla con un puntapi. A nuestrosgritos vamos a agregar los brazos levantados de Eladiohacia el rbitro, usted por fin sacar ese papel del bolsi-llo con su guante derecho y el rbitro Yamasaki Maldo-nado, seor juez, har sonar su silbato para detener el

    juego porque esa patada de mierda habr sido inraccin

    contra nosotros. Vamos a dispersarnos entonces en lagrama, ormaremos los rojos con nuestros pauelosblancos un tringulo hecho de nuestros players a la en-trada y salida del rea de ellos, ante su rectngulo de re-chazo, esccheme: a varios pasos de la pelota, detenida

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    en el centro del campo adversario, con Jorge Toro toma-remos distancia para correr, para acelerar, para darle un

    golpe ranco que en vez de elevarse seguir potente a rasde suelo en lnea recta, carajo, y sin embargo no traspa-saremos el rea rival porque con Zzimo ellos irn alsuelo y, en su pie derecho, la harn rebotar de vuelta antenuestro asedio, ante los gritos que daremos, los aplausos,las cargas de nuestra vanguardia a cada pique de nuestrocentroorward, y la pierna de usted volver a cruzarsesobre la otra suya, ahora que se habr sentado de nuevoy rechace por ensima vez al val que se le acercar aorecer un bebestible; ante nuestro asedio Zito se va alanzar a estirar tambin su pierna en un solo movimien-to que igualmente no alcanzar el recorrido veloz que ledaremos a la pelota y, en cambio, s lograremos que

    nuestro wing Ramrez Banda la halle. Pase y carreraseremos, uno solo hacia Eyzaguirre, aunque cada vez quelo hagamos nos va a salir demasiado rpido, demasiadolejos, demasiado lo que imaginaremos lograr y entoncesno vamos a poder darle a la pelota rente al arco de ellos.Nos iremos lejos del arco con ella, no veremos lo que

    estar usted leyendo en ese papel, tampoco la expresincon que va a reaccionar; slo que sin exageracin ni ti-midez lo arrugar al interior de su guante izquierdo,luego lo va a dejar dentro de una copa de agua que seir en una de las bandejas doradas.

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    El arquero de ellos, Gilmar, no va a esperar ni cuatrosegundos para sacar con sus manos, desde el arco a su

    costado, hacia su colega Nilton Santos. No va a esperar,no podrn dejar que los esperemos y nosotros tampocoa ellos; as vendremos con Honorino corriendo a sor-prenderlos y por una vez se enredarn en nuestro campoamarillento con rojo, no lo suficiente sin embargo paraque su deensa deje de devolverle la pelota a su arquero,para que dejen de solucionar las cosas corriendo por unsector, el izquierdo. Luego la recogern nuevamente entrelas manos de Gilmar para lanzarla al deensa canario encarrera, que la va a patear con uerza hacia la mitad dela cancha ante el apuro de encontrarnos de nuevo rojos,blancos, el guante negro suyo que seguramente se llevara la cara escuchando esto cuando no quiera que se le

    note que habr visto tambin al tipo del mostacho doblecaminando hacia la esquina, a su derecha, donde lostrabajadores estaremos con los vals todava instalandoel estn de sus crades; ah se pondr usted a hablar envoz baja con el barbilampio, que la habr invitado consu gesto; ah estar Zagallo, aun as la pelota al caer dar

    un bote sorpresivo que se nos va a devolver al centro de lacancha, de donde vendremos retrocediendo rpidamentecon Jorge Toro, con quien vamos a correr y enrentar laparte adversa de la cancha, sobre el horizonte del reade ellos querremos prepararnos, atacantes. En lo que

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    decidamos a quin de nosotros enviarla y cmo, vendrde nuevo desde nuestra izquierda Garrincha a quitrnosla

    con tanta maa que nos quedaremos con Jorge Toro enel suelo, desconcertados, y la pelota se nos escapar hastaAmarildo, ese compaero rival que la va a devolver aquien tendr mejor visin de conjunto, Zzimo. Aunquetrotando, ste la apurar de nuevo a la parte del campoque se nos habr vuelto la siniestra hasta Garrincha, elde ellos que cojea, que tiene chispa, que en eso se nosvolver amiliar, amistoso, chamullento el desgraciado,y por eso estaremos a punto de dejarlo pasar con RalSnchez y Eladio, pero a ltimo momento nos daremoscuenta de que habr que quitrsela para hacerla seguiral tiro hasta Jorge Toro, con quien va a ser mejor quenos vayamos siempre a la derecha mientras estaremos

    observando al guerrillero por la izquierda, y hacia l lavamos a levantar, porque en su direccin iremos corrien-do enajenados; usted leer el papel en su guante negrosin disimulo, quieta, como apenas la vamos a poder verno sabremos si exttica o lvida, entonces la izquierdase nos volver dudosa, nos renaremos con el guerrillero

    Rodrguez una vez ms y se la vamos a pasar de nuevo aEladio en el centro, lentamente. El bloque entero de losrojos se har blanco, sin embargo habremos ocupado yala mitad de la cancha donde los otros, amarillos, canarios,verdes, rpidos, sonrientes, saltones, custodiarn lo suyo

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    como si al moverse campeonaran. Paso a paso con Eladiodesconfiaremos, nos vamos a asomar un poco donde Zito

    y ste vendr a encarar de inmediato, as que ser mejordevolverla un par de pasos a la espalda, donde nos apoya-remos en Jorge Toro, con quien empezaremos el circuito:Eyzaguirre a la derecha, adelante, en el mismo borde queel wing Ramrez Banda, la pelota en sus pies; tendremosque pisar