La Perenne Tentación Liberal - Miguel Ayuso

14
LA PERENNE TENTACIÓN LIBERAL POR MIGUEL AYUSO 1. Exo rd i o En estas Jornadas de la Ciudad Católica hemos afrontado una de las cuestiones nodales de la doctrina social de la Iglesia y, más ampliamente, del pensamiento político católico, la de sus re l a c i o- nes con la ideología liberal y sus innúmeras concreciones. Ade- lantando la conclusión, aunque no tanto, pues en puridad estas palabras cierran nuestra reunión, con lo que hemos tenido oca- sión de escuchar las sabias reflexiones ora teoréticas ora históricas de quienes me han precedido en el uso de la palabra, y que nos hemos permitido recoger en el título, abrazándolas, hablamos de “una perenne tentación liberal” . Coinciden en el liberalismo la amplia difusión con la difícil definición. Por un lado consiste en algo profundamente real que, sin embargo, no resulta fácil de asir. Así, por ejemplo, a pro p ó s i- to de las relaciones en absoluto unívocas entre liberalismo y de- mocracia se ha observado que aunque se dén unidos en el terreno de los hechos, en virtud de cierta afinidad y consecuencia que g u a rdan en el de las ideas, no puede dudarse que son cosas dife- rentes (1). “De m o c r a c i a” –explica Rafael Gambra– responde a la p regunta “¿cuál es el origen del poder?”, y afirma que éste se halla en el pueblo, en la mayoría empírica; mientras que “liberalismo”, en cambio, tomado en su sentido restringido, responde a la cues- tión “¿cuáles son los límites del poder?”, y afirma por boca de Verbo, núm. 489-490 (2010), 889-902. 889 –––––––––––– (1) Rafael GAMBRA, Eso que llaman Estado, Madrid, 1958, pág. 216.

description

Liberalismo

Transcript of La Perenne Tentación Liberal - Miguel Ayuso

  • LA PERENNE TENTACIN LIBERAL

    POR

    MI G U E L AY U S O

    1. Exo rd i o

    En estas Jornadas de la Ciudad Catlica hemos afrontado unade las cuestiones nodales de la doctrina social de la Iglesia y, msampliamente, del pensamiento poltico catlico, la de sus re l a c i o-nes con la ideologa liberal y sus innmeras concreciones. Ad e -lantando la conclusin, aunque no tanto, pues en puridad estaspalabras cierran nuestra reunin, con lo que hemos tenido oca-sin de escuchar las sabias reflexiones ora teorticas ora histricasde quienes me han precedido en el uso de la palabra, y que noshemos permitido recoger en el ttulo, abrazndolas, hablamos deuna perenne tentacin liberal .

    Coinciden en el liberalismo la amplia difusin con la difcildefinicin. Por un lado consiste en algo profundamente real que,sin embargo, no resulta fcil de asir. As, por ejemplo, a pro p s i-to de las relaciones en absoluto unvocas entre liberalismo y de-mocracia se ha observado que aunque se dn unidos en el terre n ode los hechos, en virtud de cierta afinidad y consecuencia queg u a rdan en el de las ideas, no puede dudarse que son cosas dife-rentes (1 ). De m o c r a c i a explica Rafael Gambra responde a lap regunta cul es el origen del poder?, y afirma que ste se hallaen el pueblo, en la mayora emprica; mientras que liberalismo ,en cambio, tomado en su sentido restringido, responde a la cues-tin cules son los lmites del poder?, y afirma por boca de

    Verbo, nm. 489-490 (2010), 889-902. 889

    (1) Rafael GAMBRA, Eso que llaman Estado, Madrid, 1958, pg. 216.

  • Rousseau que deben ser los mnimos indispensables, puestoque el hombre es naturalmente bueno y debe dejarse obrar a esarecta naturaleza. Junto a este liberalismo roussoniano, sin embar-go, ha habido histricamente otros, como el de Locke y los empi-ristas ingleses, que llegan a la misma conclusin, pero basndoseen que cualquier intervencin del Estado que no sea meramenten e g a t i va y mnima habra de apoyarse en ideas, y stas, que sonforjadas por las mentes individuales, no deben ser impuestassocialmente: Pe ro uno y otro Locke y Rousseau son liberales,es decir, no inventan el liberalismo, sino que beben en las fuen-tes de un liberalismo ms amplio y profundo, que es pre c i s a m e n-te el que nos interesa. Este liberalismo, cuyos orgenes son msremotos, afirma tambin la neutralidad del orden social y polti-co, su desligamiento respecto de una instancia trascendente delh o m b re y de la sociedad mismos, su estructura meramente cvi-ca, laica. Frente a la sociedad medieval cristiana comunidad enuna fe religiosa, el liberalismo afirma la sociedad como coexis-tencia de grupos o de individuos en la que teoras y creencias re l i-giosas son asunto meramente priva d o. De aqu que el liberalismosea, corre l a t i va y negativamente, una tesis del orden re l i g i o s o -poltico, y en este sentido Sa rd y Sa l vany titul un libro El libe -ralismo es pecado (2 ).

    Si contemplamos el asunto desde la las alturas de la teologase advierte una solidaridad con dos caras: en primer lugar, unasolidaridad anaggica, que define la comunin de los santos, queobra presidida por la ley del ascenso y que se activa por el m y s t e -rium o sacramentum pietatis; y una solidaridad cataggica, pro p i ade la comunin del pecado, movida segn una ley del descensopor el mysterium iniquitatis. Ambos misterios a travs de lasre p e rcusiones eclesiales y sociales de los actos de las personas danlugar re s p e c t i vamente al orden social justo y al orden social injus-to (3 ). Por tanto, el orden social y la Ciudad de los hombres, noresultan en absoluto ajenos al drama que la historia vive entre el

    MIGUEL AY U S O

    890

    (2) Ibid., pg. 217. El famoso libro de Sard que se cita se public originalmente

    en 1886 en Barcelona.(3) Giovanni CANTONI, La contrarrevolucin y las libertades, Verbo (Madrid)

    n. 283-284 (1990), pgs. 737 y sigs.

  • polo del amor y del pecado, sino que experimenta una constanteseduccin por parte de la Ciudad del demonio y una no menosconstante atraccin de la Ciudad de Dios. Y de cul sea la opcinque tome derivan importantsimas consecuencias para el bien delas almas. Po XII lo expres con toda claridad: De la forma quese d a la sociedad, conforme o no a las leyes divinas, depende yd e r i va el bien o el mal de las almas, es decir, del que los hombre s ,llamados todos a ser vivificados por la gracia de Cristo, en last e r renas contingencias del curso de la vida, re s p i ren el sano y vivi-ficante hlito de la ve rdad y de las virtudes morales, o, por el con-trario, el microbio morboso y a veces mort f e ro del error y de lad e p r a va c i n (4 ).

    2. Liberalismo y naturalismo

    Por aqu tocamos la mdula del tema que deseamos exponer.Pues el liberalismo encarna ese naturalismo negador de toda tras-cendencia y sobrenaturalidad. Es lo que denunci el magisteriosocial de la Iglesia al articular la c o n t e s t a c i n cristiana del mun-do moderno (5). Y es lo que el pensamiento poltico tradicionalcombati en el terreno de los principios mientras el pueblo cristia-no lo sellaba, aqu y all, con su sangre. Pinsese, a mediados delsiglo XIX, en Donoso Corts, que tras lo que podramos llamarsu conversin hace de tal desarrollo un l e i t - m o t i v o b s e s i vo (6 ).Pinsese, a finales de ese siglo, en el jesuita Henri Ramire, que alalentar la espiritualidad del Apostolado de la Oracin quera pro-poner al mundo el ideal del Reinado de Cristo contra el liberalis-

    LA PERENNE TENTACIN LIBERAL

    891

    (4) PO XII, Alocucin en el cincuenta aniversario de Rerum novarum, 1 de junio de

    1941.(5) Jean MADIRAN, Lhresie du XX sicle, Pars, 1968, pg. 299. Puede verse tam-

    bin mi libro La constitucin cristiana de los Estados, Barcelona, 2008.(6) Pueden verse, por todos, los textos que he editado con motivo de haberse

    cumplido en 2009 el bicentenario de su nacimiento en los Anales de la Fundacin Elasde Tejada (Madrid), correspondientes al ao 2010, bajo el ttulo Donoso Corts, pen-sador espaol e europeo?, a las pgs. 99-180.

  • mo, y el culto al Corazn de Jess como antdoto contra toda acti-tud prctica de naturalismo (7 ). Liberalismo y naturalismo, queeran quiz los enemigos menos violentos pero los ms insidiosos,y aptos para minar, bajo apariencia de prudencia, las conviccionesde los catlicos, de manera que su intencin no era tanto la decombatir en su radicalidad y coherencia los erro res liberales ynaturalistas, cuanto de defender la conciencia catlica contra laprctica contaminacin, efecto de pretendidas vas medias entre ladoctrina catlica y los sistemas inspirados en filosofas anticristia-n a s (8 ).

    Aos despus, mediando ya el siglo XX, un compaero deo rden, el padre Ramn Orlandis, sobre sus huellas, insista en lanecesidad de trabajar sin cesar para mantener despierta la con-ciencia catlica sobre el peligro de una connivencia prctica, quetoma su pretexto del mal menor, el p o s i b i l i s m o o el re a l i s m op o l t i c o dejase indefensa la sociedad cristiana ante el ataque des-integrador del orden natural mismo y cegador de la accin de lagracia redentora sobre las realidades humanas, ejercido por mediode los sistemas polticos, expresin prctica de filosofas anticris-tianas, que ha logrado eficazmente la descristianizacin de lahumanidad contempornea (9 ).

    Creo que estas ltimas palabras, en el re c o rte de sus perf i l e ssintticos, nos introducen la comprensin de las tendenciasdominantes de la realidad contempornea y, en ltima instancia,en la singularidad de toda la escuela del pensamiento tradicional.Po rque se engarzan en el quehacer de una teologa de la historiaque resulta de aplicar una comprensin teolgica sobrenatural ala corriente de la historia, atendiendo principalmente a las leye sp rovidenciales por las que Dios rige el mundo, a las tendencias

    MIGUEL AY U S O

    892

    (7) Henri RA M I R E, S. J., Les doctrines romaines sur le libralisme envisages dans

    leurs rapports avec le dogme chrtien et avec les besoins des socits modernes, Pars, 1870;ID., Le Coeur de Jsus et la divinisation du chrtien, Tolosa, 1891.

    (8) Francisco CANALS, Para sobrenaturalizarlo todo: entrega al amor misericor-dioso del Corazn de Jess, Cristiandad (Barcelona) n. 644-645 (1984), pg. 457.

    (9) Ib i d ., pg. 458. Sintentiza Canals en ese prrafo lo desarrollado por el padreOrlandis en varios de sus escritos y, en part i c u l a r, So b re la actualidad de la fiesta deCristo Re y (1945) y Somos pesimistas? (1947), publicados originalmente en la re v i s-ta Cr i s t i a n d a d y recopilados en el volumen Pensamientos y ocurre n c i a s, Ba rcelona 2000.

  • e ideales de los espritus y las sociedades tales como apare c e nen la actividad cultural, social y poltica de los ltimos siglos,y a las promesas explcitas de Dios, formuladas ya en elAntiguo, ya en el Nu e vo Testamento, y en otras hechas a lossantos y autorizadas por la Iglesia (1 0 ). En la base, sin embar-go, permanece la captacin admirable de la armona existentee n t re el orden natural y el sobrenatural enseada por Sa n t oToms de Aquino, quien en la cuestin primera de la Suma teo -l g i c a esculpi aquella fecundsima sentencia: Como la graciano destru ye la naturaleza, sino que la perfecciona, es necesarioque la razn se ponga al servicio de la fe, como que la inclina-cin natural de la voluntad rinda obsequio a la caridad (1 1 ).Pensamiento profundo y fecundo, cuyas consecuencias por lomismo no se descubren de una sola vez, sino que es preciso irextrayndolas poco a poco. En tal conjugacin armnica delo rden natural y el sobrenatural radica, a mi modo de ve r, loms especfico del planteamiento del pensamiento catlico tra-dicional, que ha llevado a sus hombres a unir al cultivo depu-rado y exigente de las ciencias filosficas, enriquecidas por elprisma teolgico y teolgico-histrico, un acendrado sentidos o b renatural que impregna todos sus empeos, dotndolos deun sello especial.

    3. La doctrina social de la Iglesia y el pensamiento poltico tra-d i c i o n a l

    Tras lo anterior se puede comprender ya plenamente la aludi-da denuncia del naturalismo y del liberalismo. Se puede alcanzartambin que naturalismo y liberalismo adquieran especial grave-dad en nuestros das, ya que empapan hasta tal extremos nuestroa m b i e n t e y nos son tan connaturales que escapan constante-

    LA PERENNE TENTACIN LIBERAL

    893

    (10) Vase, de nuevo, Henri RAMIRE, S. J., Les esprances de lglise, Pars-Len,

    1861.(11) Suma teolgica, I, 1, 8, ad 2. Cfr. Jess GARCA LPEZ, Verdad racional y

    orden natural en el Reino de Cristo, Cristiandad (Barcelona) n. 644-645 (1984),pgs. 451 y sigs.

  • mente a nuestra observa c i n, resultando en ocasiones casi impo-sible reaccionar contra ellos (1 2 ). En el haz de luz que ilumina esarealidad hay que situar, como ya se ha apuntado, la doctrina socialde la Iglesia y el pensamiento poltico tradicional.

    La doctrina social de la Iglesia aparece vinculada a la teologa, yms concretamente a la teologa moral, lo que la separa tajantemen-te de ideologas y programas polticos. Brota de formular cuidado-samente los resultados de la reflexin sobre la vida del hombre ensociedad a la luz de la fe y busca orientar la conducta cristiana desdeun ngulo prctico-prctico o pastoral, por lo que no puede desga-jarse de la realidad que los signos de los tiempos imponen y queexige una constante actualizacin del carisma proftico que perte-nece a la Iglesia. En consecuencia, concierne directamente a lamisin evangelizadora de la Iglesia. No es irrelevante en modo algu-no que en su sentido estricto la doctrina social de la Iglesia se hayadesarrollado en la edad contempornea o que el magisterio eclesis-tico haya tenido en sta el carcter diferencial de ocuparse, de unmodo inusitado en siglos anteriores, de cuestiones de orden polti-co, cultural, econmico-social etc., ofrecindonos todo un cuerpode doctrina centrado en la proclamacin del Reino de Cristo sobrelas sociedades humanas como condicin nica de su ordenacinjusta y de su vida progresiva y pacfica (13).

    En cuanto al pensamiento tradicional no es sino la oposicina la re volucin, entendida como accin descristianizadora siste-mtica por medio del influjo de las ideas e instituciones polticas.De consuno la filosofa poltica clsica y la doctrina social de laIglesia han consistido en una suerte de contestacin cristiana delmundo moderno. Hoy, no s hasta qu punto su sentido histri-co el de ambas, aunque de modo distinto est en trance dedifuminarse, pero en su raz no signific sino la comprensin deque los mtodos intelectuales y, por ende, sus consecuencias prc-ticas y polticas, del mundo moderno, de la re volucin, eran aje-

    MIGUEL AY U S O

    894

    (12) Ramn ORLANDIS, S. J., El porqu de esta revista, Cristiandad (Barcelona),

    nmero de prueba (1943). Puede verse en el volumen Actualidad de la idea de CristoRey, Barcelona, 1951, pgs. 55 y sigs.

    (13) Francisco CANALS, La doctrina social de la Iglesia, Verbo (Madrid) n. 255-256 (1987), pgs. 639 y sigs.

  • nos y contrarios al orden sobrenatural, y no en el mero sentido deun orden natural que desconoce la gracia, mas en el radical de queson tan extraos a la naturaleza como a la gracia (1 4 ).

    4. La oportunidad providencial de la devocin al Sagrado Corazn

    La orientacin del ltimo magisterio hacia lo humano entiempos de radical antropocentrismo, ha escrito Canals, re ve l aque la prdida de la consciente orientacin hacia Dios por part edel hombre de hoy es compadecida por la Iglesia, no ya como pro-t e rva rebelda de la enloquecida sabidura secular, sino comomiseria agobiante y entristecedora que pesa universalmente sobrelos hombres de nuestro tiempo (1 5 ).

    Po rque no slo para que la evangelizacin pueda producir susf rutos de perfeccionamiento humano y social, sino incluso para lamera posibilidad y ejercicio del anuncio evanglico, se re q u i e re laatencin a las condiciones humanas, a los signos de los tiempos ya la concreta situacin de los hombres y de las sociedades. Lo queo c u r re es que la atencin a las condiciones humanas no puedeconducirnos ni a la atenuacin del Evangelio ni a cancelar en loms esencial la tradicin apostlica de la Iglesia. En cambio, elapostolado de los santos, y muy en especial el de los grandes fun-d a d o res de la vida monstica y religiosa, nos da siempre un lumi-noso ejemplo para el ejercicio de esta exigencia de hacerse griegoe n t re los griegos, judo entre los judos (1 6 ).

    En ese contexto se explica la conviccin del autor que ve n i-mos siguiendo, ve rtida en su artculo en cierta medida pro g r a m -tico sobre el culto al Corazn de Jess, y que declara haber

    LA PERENNE TENTACIN LIBERAL

    895

    (14) Miguel AYUSO, La cabeza de la Gorgona. De la hybris del poder al totalitaris -

    mo moderno, Buenos Aires, 2001, pgs. 107 y sigs.(15) Francisco CA N A L S, El culto al Corazn de Cristo ante la problemtica humana

    de hoy, Cr i s t i a n d a d ( Ba rcelona) n. 467 (1970), pgs. 3 y sigs. Puede verse tambin en elvolumen del autor Poltica espaola: pasado y futuro, Ba rcelona, 1977, pgs 254 y sigs.

    (16) IDEM, Comunin eclesial con Roma y solidaridad cristiana europea fruto deuna evangelizacin benedictina de siglos, Cristiandad (Barcelona) n. 600-601 (1981),pgs. 56 y sigs.

  • adquirido de grandes maestros de espritu, de la oport u n i d a dp rovidencial y psicolgica del culto al corazn de Cristo en elmundo moderno. La prdida del sentido de lo sagrado y lo eter-no, con el inmanentismo y la absolutizacin de la naturaleza ydel hombre; el primado de la accin y de la voluntad, a travs desus mltiples expresiones literarias, filosficas, pedaggicas ypolticas etc. son rasgos salientes de la contemporaneidad. Eneste horizonte, y desde la fe, la doctrina y espiritualidad centra-das en el smbolo del Corazn de Jesucristo concentran para elh o m b re de hoy la sntesis que muestra el ntegro misterio de laeconoma redentora y la visin cristiana del universo y de la his-toria en unidad no escindida, superacin radical de escisiones ytensiones antitticas (1 7 ).

    5. La a c t u a l i d a d de la idea de Cristo Re y

    Si pasamos a la segunda idea-fuerza, la de Cristo Re y, la halla-mos tocada tambin por la a c t u a l i d a d. El padre Orlandis hablabade una actualidad psicolgica y de una actualidad prov i d e n-c i a l. Psicolgica en cuanto de necesidad vital para el alma delg n e ro humano; providencial en cuanto confirmada por las pro-mesas de Pa r a y - l e - Monial (1 8 ).

    El profesor Canals, glosando unos textos de Torras y Ba g e s ,pone gran nfasis en que ste afirma explcitamente que el siste-ma inspirador de las constituciones polticas en las nacionesmodernas es en el fondo el mismo erro r, en ve rtiente prctica, quesu forma religiosa protestante; as como que, al expresarlo as, sem ova en lnea de acuerdo profundo con el pensamiento de laIglesia, manifestado luminosamente en las enseanzas de Po IX,y reafirmado y sistematizado con precisin y admirable cohere n-cia conceptual por Len XIII. Esta serie de hechos han originadoque la obediencia a Dios antes que a los hombres ya no chocaslo con determinaciones singulares, o con imposiciones idoltri-cas o de falsas religiones desde los poderes polticos, pues n o s

    MIGUEL AY U S O

    896

    (17) ID E M, El culto al Corazn de Cristo ante la problemtica humana de hoy, cit.(18) Ramn ORLANDIS, Pensamientos y ocurrencias, cit., pgs. 105 y sigs.

  • hallamos ante acciones polticas en lucha contra la idea de Dios ytrabajando activamente en la s e c u l a r i z a c i n, en el apart a m i e n t ode la vida humana de toda orientacin eterna y trascendente, enla educacin de los hombres para la m u e rte de Di o s y la autode-terminacin de s mismos (1 9 ).

    La razn y la oportunidad de los actos magisteriales contra elliberalismo aparecen as en su esencia, desnudos de toda conside-racin accidental, para quien se esfuerce en buscar razones en laexperiencia histrica y en la situacin contempornea, con laintencin de buscar el mejor asentamiento de la doctrina catli-ca. As, por acudir a un ejemplo re l e vante, en el Syllabus de PoIX se enumeraban los erro res filosficos inmanentistas y hostilesa toda idea de Dios trascendente, soberano y libre creador y sal-vador del mundo, que se traducan en los sistemas imperantes enel mundo poltico. Pe ro la motivacin concreta del clebre docu-mento de Po IX era salir al paso de las conciliaciones que loscatlicos-liberales haban comenzado a proponer: En nuestro sdas, para quien no se empee en negar incluso la experienciapara enfrentarse con mayor audacia a la doctrina catlica, se hacems patente la intencin de aquella proposicin 80 que se con-v i rti en el escndalo del siglo: La Iglesia catlica puede y debereconciliarse con el pro g reso, con el liberalismo y con la civiliza-cin moderna. Al condenar como errnea esta proposicin, esc l a ro que se entendan sus palabras en el mismo sentido con quelas utilizaban los que acusaban a la Iglesia de haberse enfre n t a d oindebidamente a aquellas corrientes. Hoy todos entendemos,quienes los propugnan y quienes los combaten, que a mayo rm o d e r n i d a d, p ro g re s o y liberalismo, tanta mayor celeridad enla corrupcin moral de las nuevas generaciones, menor nmerode matrimonios y menor estabilidad en los mismos, cre c i m i e n t ode la plaga del divo rcio y del crimen del aborto y disminucin dela fe religiosa en la vida social, en la cultura, en la familia y en lavida personal de los hombres de hoy. La corriente pro p u g n a d apor los falsos profetismos que invitaban a la Iglesia a probar la

    LA PERENNE TENTACIN LIBERAL

    897

    (19) Francisco CANALS, El atesmo como soporte ideolgico de la democracia,

    Verbo (Madrid) n. 217-218 (1983).

  • separacin del hombre respecto de Dios, la emancipacin de loque est bajo el cielo, lo terreno, frente al llamamiento de los o b renatural y celeste, ha dado sus frutos. Son los frutos anuncia-dos por Po IX, en sus enseanzas ratificadas y desarrolladas enlos pontificados sucesivo s (2 0 ).

    La teologa del Reino de Cristo, en palabras del padre Or l a n -dis, afirma que el mundo no podr hallar una paz ve rdadera, fru t oy exponente de su salud ve rdadera, sino en el re c o n o c i m i e n t opleno y voluntario de la soberana de Cr i s t o. Y que el mundoactual, incrdulo y rebelde, slo podr ser llevado a reconocer yacatar esa divina autoridad, por la devocin a su Corazn, la con-fianza en sus promesas y la confianza en sus auxilios (2 1 ). En esasimplicidad, sin embargo, nos libra de las aporas en que sueleconcluir el catolicismo liberal: el encarnacionismo extremo yhumanstico que tiende a concebir como algo divino y eva n g l i c olas actuaciones polticas de signo izquierdista, y el escatologismoutilizado para desviar la atencin de la vigencia prctica y concre-ta del orden natural y cristiano (2 2 ).

    Todo este cuerpo de enseanza, potenciado de modo extraor-dinario a travs del establecimiento por Po XI, en Quas primas,de la festividad litrgica de Cristo Re y, se resume en la necesidadms urgente de este tiempo, la de s o b renaturalizarlo todo, estoes, sanar y elevar por la gracia redentora la totalidad de las re a l i-dades humanas en todas sus dimensiones individuales y sociales yen su despliegue histrico. Exigencia que a su vez se concreta, porun lado, en la necesidad de sentir con la Ig l e s i a, y por el otrol l e va a la insistencia de la confianza en la gracia y en la misericor-dia de Di o s .

    MIGUEL AY U S O

    898

    (20) IDEM, Para sobrenaturalizarlo todo, cit., pg. 460.(21) Ramn ORLANDIS, S. J., El arco iris de la Pax Romana, Cristiandad

    (Barcelona) n. 54 (1946). Se encuentra tambin en los volmenes, ya citados, Actua-lidad de la idea de Cristo Rey y Pensamientos y ocurrencias, respectivamente en las pgs.95 y sigs. y 117 y sigs.

    (22) Francisco CANALS, Sobre la actitud del cristiano ante lo temporal, Cris-tiandad (Barcelona) n. 356 (1960). Puede verse tambin en el libro Poltica espaola:pasado y futuro, cit., pgs. 211 y sigs.

  • 6. La tradicin catlica ante la hegemona liberal

    Se ha escrito que, as como entre las civilizaciones histricasslo algunas como la grecolatina o la judeocristiana se nos ofre c e ncon una transparencia intelectual y afectiva que nos permite com-p a rtir su anclaje eternal, otras por el contrario nos parecen opacas,misteriosas o ajenas. Los rabes de Egipto ensean hoy las pirmi-des como algo que es ajeno a su propia cultura y compre n s i n ,mientras que nosotros, en cambio, mostramos una vieja catedralo el Pa rtenn con un fondo emocional de participacin. Pu e sbien, el da en que nuestras catedrales o la Acrpolis de At e n a s resulten para nosotros tan extraas como las pirmides para losactuales pobladores de Egipto, se habr extinguido en sus racesnuestra civilizacin (2 3 ).

    La incomprensin moderna o e x t r a ez a, de origen liberal,hacia el fenmeno de la unidad religiosa signa indeleblemente laagona de nuestro modo de ser y rubrica el fracaso de nuestro pro-yecto comunitario, en el sentido ms restringido del trmino (2 4 ).Ahora bien, de las ruinas de esa civilizacin slo ha surgido unadisociacin d i s o c i e d a d que, si sobre v i ve entre estert o res y cri-sis, es a costa de los restos difusos de aquella cultura originaria, eincluso de las ruinas de esas ruinas (2 5 ). El caso espaol es, en estepunto, particularmente re l e vante por la pertinaz y secular re s i s t e n-cia a la secularizacin mudada ahora en acelerada adhesin (2 6 ).

    En el origen de este cambio se hallan implicados va r i a d o sestratos teolgicos, filosficos culturales, sociales y polticos que,en su interaccin, se han mostrado como especialmente disolve n-

    LA PERENNE TENTACIN LIBERAL

    899

    (23) Rafael GAMBRA, Razn humana y cultura histrica, Verbo (Madrid) n.

    223-224 (1984), pgs. 305 y sigs.(24) IDEM, Comunidad y coexistencia, Verbo (Madrid) n. 91-92 (1971), pgs.

    51 y sigs.(25) Marcel DE CORTE, De la socit la termitire para la dissocit, LOrdre

    Franaise (Pars) n. 180 y 181 (1974), pgs. 5 y sigs. y 4 y sigs. respectivamente. Cfr.tambin Jos Antonio ULLATE, Algunas consideraciones para la accin poltica en diso-ciedad, Verbo (Madrid) n. 487-488 (2010), pgs. 643 y sigs.

    (26) Miguel AY U S O, Las murallas de la Ci u d a d, Buenos Aires, 2001, pgs. 149 y sigs.

  • tes: No podra, pues, pensar que no hay relacin entre los pro c e-sos polticos de los ltimos aos y la ruina de la fe catlica entrelos espaoles. Afirmar esta conexin, que a m me parece moral-mente cierta, entre un proceso poltico y el proceso descristianiza-d o r, no me parece que pueda ser acusado de confusin de planoso de equivocada interpretacin de lo que es en s mismo pert e n e-ciente al Evangelio y a la vida cristiana. Precisamente porq u eaquel lenguaje proftico del Magisterio ilumina, con luz sobre n a-tural venida de Dios mismo, algo que resulta tambin patente a laexperiencia social y al anlisis filosfico de las corrientes e ideolo-gas a las que atribuimos aquel intrnseco efecto descristianizador.Lo que el estudio y la docilidad al Magisterio pontificio ponen enc l a ro, y dejan fuera de toda duda, es que los movimientos polti-cos y sociales que han caracterizado el curso de la humanidad con-tempornea en los ltimos siglos, no son slo opciones de ord e nideolgico o de pre f e rencia por tal o cual sistema de organizacinde la sociedad poltica o de la vida econmica [...]. Son la puestaen prctica en la vida colectiva, en la vida de la sociedad y de lapoltica, del inmanentismo antropocntrico y antitestico (2 7 ).

    Tras haberse consumado la separacin de la Iglesia y el Estado,con el re f u e rzo en modo alguno inocente de las propias jerarq u a seclesisticas, hoy se haya incoada la separacin de la Iglesia y lasociedad (2 8 ). Es, por tanto, nuestra poca una suerte de c o n t ra -c r i s t i a n d a d en la que las ideas, costumbres e instituciones trabajanen contra de lo cristiano. En esta situacin, la coyuntura empujaa muchos a salvar lo que se puede de un viejo navo naufragado.Mientras otros se esfuerzan por re c o rdar que los despojos que va na la deriva pert e n e c i e ron a un buque cuyas dimensiones, caracte-rsticas, etc., es dable conocer. Y todo debe hacerse. Pe ro lo que nose puede olvidar es que sin el acogimiento de una civilizacinc o h e rente todos los restos que se salvan, de un lado, estn mutila-dos, desnaturalizados, y de otro difcilmente pueden subsistirmucho tiempo en su separacin. As la clave no puede hallarsesino en la incesante restauracin-instauracin (cmo no re c o rd a r

    MIGUEL AY U S O

    900

    (27) Francisco CANALS, Reflexin y splica ante nuestros pastores y maestros,

    Cristiandad (Barcelona) n. 670-672 (1987), pgs. 37 y sigs.(28) Thomas MOLNAR, The Church, Pilgrim of Centuries, Michigan, 1990.

  • el memorable texto de San Po X?) de la civilizacin cristiana, queadems no podr ser ajena exigencias de la p i e t a s a la Cr i s t i a n -dad histrica. La sustitucin del ideal de Cristiandad por el deuna laicidad pretendidamente no laicista, segn el paradigma dela m e r i c a n i s m o, no solamente quiebra la continuidad (por lo me-nos en el lenguaje) del magisterio poltico de la Iglesia, sino quese muestra peligrosamente equvoca y gravemente pert u r b a d o r a ,al poner a los catlicos ante la contradiccin de una democraciaaceptada como cuadro nico de la convivencia (en puridad coe-xistencia) humana, pero inaceptable como fundamento del go-b i e r n o. Democracia re a l con la que necesariamente ha determinar chocando la Iglesia; aunque, al re t o rcer hechos y argu-mentos buscando el acomodamiento, no llegue a re a rticularse eld e recho pblico cristiano (2 9 ).

    7. Conclusin

    El padre Ramire, al estudiar el ejercicio de nuestra unin conel Corazn de Jess, incluye en noveno y ltimo lugar, la autori-dad e j e rcida con el espritu del Corazn de Je s s. Voy a permitirmere c o rdar algunos de los conceptos all ve rtidos, porque completanel itinerario que he pretendido seguir en esta intervencin: Depoco seguiran los medios de accin expuestos hasta aqu si no lossecundase aquel re s o rte que mueve todas las sociedades humanas,que es la autoridad. Sin el auxilio y aun contra la voluntad de lasautoridades humanas, fund Cristo su Iglesia, y la propag sin elconcurso y ayuda de la ciencia y dems medios humanos. Pe roesto fue un milagro, y no est Dios obligado a estar haciendos i e m p re milagros. Mas aun cuando quisiera re n ovar ahora losm i l a g ros de entonces en la reforma del pueblo cristiano, y conve r-tir al mundo a despecho de las potestades de la tierra, no seracompleta su victoria ni entera su dominacin, quedando por con-quistar estas potestades. Es pues necesario que todo poder sesometa al poder de Dios. No nos limitamos aqu a la autoridad

    LA PERENNE TENTACIN LIBERAL

    901

    (29) Miguel AYUSO, La constitucin cristiana de los Estados, cit., pgs. 11 y sigs.

  • s u p rema de las naciones, pues hablamos de la autoridad en gene-ral. Comprendemos la que rige las familias, como la que gobiernalas ciudades, la que preside una comunidad religiosa como la queimpera en las sociedades civiles y polticas. En este sentido, es evi-dente que el concurso de la autoridad es necesario para el estable-cimiento del reino de Cristo en la tierra. En cualquier esfera quela autoridad se ejerza, alta o baja, noble o plebeya, religiosa o pol-tica, hay que tomar por norma el espritu del Corazn de Je s s ,para poder cumplir una misin tan difcil como esta, y superar losobstculos que en nuestros das encuentra el que ha de regir a losh o m b re s ( 3 0 ).

    MIGUEL AY U S O

    902

    ((30) Henri RAMIRE, S. J., Lapostolat du Sacr Coeur de Jsus, Tolosa, 1868. La

    traduccin est tomada de la edicin castellana de la segunda parte, Alianza de amor conel Corazn de Jess, Bilbao, 1901, pgs. 301 y sigs.