La Significancía Dogmática de La Autocracia Ortodoxa

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LA SIGNIFICANCIA DOGMATICA DE LA AUTOCRACIA ORTODOXA Vladimir Moss Es un cliché de los académicos occidentales el decir que durante la Edad Media la Iglesia de Occidente en fue papocesarista en estructura y espíritu y en cambio la Iglesia de Oriente fue cesaropapista. Esto da a entender que mientras la sociedad católica-romana fue regida por el Papa en aspectos tanto políticos como eclesiásticos, la sociedad oriental fue regida de manera similar pero por el Emperador. En la actualidad no es muy difícil demostrar que esta apreciación no es verdadera en lo que respecta a Oriente, y que ambos, tanto el papocesarismo como cesaropapismo son meros conceptos occidentales e invenciones. Sin embargo, el lugar exacto del Emperador en la sociedad ortodoxa no es fácil de determinar; la separación de la Iglesia y el Estado en la Ortodoxia no esta tan claramente delimitada como quisiera tenerlo la mentalidad occidental, y no existe dudas que el Emperador, además de tener una incuestionable supremacía en el Estado, tiene también un papel importante de liderazgo en la Iglesia. Por otra parte, es precisamente en la diferencia entre la posición del Papa en el Catolicismo y de el Emperador en la Ortodoxia que la significancia dogmatica y misteriosa de la visión Ortodoxa sobre la sociedad Cristiana es revelada. Por supuesto, los Protestantes (Y “los protestantes de Rito Oriental”, como el Padre George Florovsky llama a los ortodoxos modernistas) niegan que haya alguna significancia dogmática o misteriosa en la Autocracia Ortodoxa. Ellos dicen que, como no hubo ningún Papa infalible en la Iglesia primitiva, tampoco existió ningún Emperador. Y por eso ya que no podemos aceptar ninguna adición al original “deposito de la Fe”, debemos rechazar la doctrina de la Autocracia como anticristiana o en el mejor de los casos, como innecesaria. 1

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Capitulo del libro "The Restoration of Romanity" (la restauración de la romanidad) de Vladimir Moss

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LA SIGNIFICANCIA DOGMATICA DE LA AUTOCRACIA ORTODOXA

Vladimir Moss

Es un cliché de los académicos occidentales el decir que durante la Edad Media la Iglesia de Occidente en fue papocesarista en estructura y espíritu y en cambio la Iglesia de Oriente fue cesaropapista. Esto da a entender que mientras la sociedad católica-romana fue regida por el Papa en aspectos tanto políticos como eclesiásticos, la sociedad oriental fue regida de manera similar pero por el Emperador. En la actualidad no es muy difícil demostrar que esta apreciación no es verdadera en lo que respecta a Oriente, y que ambos, tanto el papocesarismo como cesaropapismo son meros conceptos occidentales e invenciones.

Sin embargo, el lugar exacto del Emperador en la sociedad ortodoxa no es fácil de determinar; la separación de la Iglesia y el Estado en la Ortodoxia no esta tan claramente delimitada como quisiera tenerlo la mentalidad occidental, y no existe dudas que el Emperador, además de tener una incuestionable supremacía en el Estado, tiene también un papel importante de liderazgo en la Iglesia.

Por otra parte, es precisamente en la diferencia entre la posición del Papa en el Catolicismo y de el Emperador en la Ortodoxia que la significancia dogmatica y misteriosa de la visión Ortodoxa sobre la sociedad Cristiana es revelada.

Por supuesto, los Protestantes (Y “los protestantes de Rito Oriental”, como el Padre George Florovsky llama a los ortodoxos modernistas) niegan que haya alguna significancia dogmática o misteriosa en la Autocracia Ortodoxa. Ellos dicen que, como no hubo ningún Papa infalible en la Iglesia primitiva, tampoco existió ningún Emperador. Y por eso ya que no podemos aceptar ninguna adición al original “deposito de la Fe”, debemos rechazar la doctrina de la Autocracia como anticristiana o en el mejor de los casos, como innecesaria.

No obstante, al realizar esta afirmación, los protestantes cometen un grave error. Ya que si bien no existió ninguna doctrina de un Papado infalible y universal en la iglesia primitiva, había una doctrina sobre el liderazgo de la Iglesia en un orden local y ecuménico a la vez. Y con similitud, mientras que no hubo una Autocracia Cristiana en la iglesia primitiva, había una doctrina concerniente a la significancia moral y escatológica del Imperio Romano.

Examinemos esta cuestión en un contexto histórico, comenzando con la Natividad del Rey de reyes. Cristo nació cuando el Imperio Romano estaba naciendo.1La significancia de esta coincidencia no se le escapo a los Santos Padres, habiéndose encapsulado sus pensamientos en los versos para los Divinos servicios de la Navidad: “Cuando el Augusto reinó sólo sobre la tierra, se acabaron los muchos reinos de los hombres. Y Tú, cuando Te hiciste hombre encarnándote de la Virgen Purísima, se 1 Nota de traductor – Roma dejaba de ser república y pasaba a conformarse bajo un Imperio por aquellas épocas.

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destruyeron los muchos dioses de la idolatría. Las ciudades del mundo pasaron a estar bajo una sola soberanía mundana, y las naciones vinieron a creer en una sola soberanía divina. Los pueblos se inscribieron por el decreto de César; pero nosotros los fieles fuimos inscriptos en el Nombre de Tu Divinidad. Grandes son Tus Misericordias ¡Encarnado Dios nuestro! Gloria a Ti.”2

En este verso establece un cierto paralelismo providencial entre el nacimiento de la Iglesia en el Cuerpo del Dios-Hombre, y el nacimiento del Imperio. La Iglesia y el Imperio nacieron y crecieron juntos, por así decirlo, Cristo era un ciudadano de ambos mientras que al mismo tiempo era el Señor de los dos. Así el Imperio entro en existencia precisamente para el bien de la Iglesia, creando una unidad política que podría ayudar y proteger a la unidad espiritual creada por la Iglesia.

En similitud, acuerdo con la enseñanza apostólica, la muerte del Imperio podría presagiar la muerte de la Iglesia; o mejor dicho, su aparente desaparición durante el tiempo del Anticristo. Este es el significado de las palabras de san Pablo: “Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo retiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio”. (2 Tesalonicenses 2:7) Acorde con los testimonios manifestados con unanimidad por los Santos Padres desde san Juan Crisóstomo hasta san Teofano el Recluso y san Juan de Kronstadt, “quién lo retiene” es el Emperador Romano, o el poder monárquico en general3. El Emperador Romano retiene la aparición del mal en su forma más radical; el Anticristo. Por lo tanto, su remoción podrá hacer posible la aparición del Anticristo dando paso al fin del mundo y a la Segunda Venida de Cristo.

Desde el inicio de la existencia del Imperio y de la Iglesia sobre la tierra estos estuvieron muy cercanamente vinculados, no es de extrañar que los apóstoles exhortaran a los cristianos a venerar y obedecer al Imperio, de cualquier manera, para no entrar en ningún conflicto con la Ley de Dios. San Pablo conmina a los cristianos a dar gracias al Emperador “Porque la habilidad del Emperador es precisamente el mantener la ley y el orden una vida tranquila y pacífica”(1 Timoteo 2.1-2) que se hace tan importante para la Iglesia. “La anarquía” escribe san Isidoro de Pelusio “es siempre el peor de los males (…) Y esto es porque aunque el cuerpo es un todo, no todo es de un idéntico honor, porque algunos miembros rigen mientras que otros se encuentran en sujeción. Por eso estamos en lo correcto cuando decimos que las autoridades – esto es, las autoridades y el poder real – son establecidas por Dios para que la sociedad no pueda caer en desorden”.4

“Someteos por causa del Señor” dice san Pedro “a toda institución humana, ya sea al rey, como autoridad, o a los gobernadores, como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien. (…) temed a Dios, honrad al rey” (1 Pedro 13-17). El Emperador debe de ser obedecido “no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.” (Romanos 13:5) Porque él es: “servidor de Dios para tu bien.” y “no en vano lleva la espada”. (Romanos 13:4)

2 Menaion Gran Víspera por la Natividad de Cristo “Gloria... Ahora…Amén” (Puede consultarse en español en: http://www.acoantioquena.com/sites/default/files/ServLiturgicos/Oficio%2052%20a%2024-12-2011%20V%C3%ADsperas%20y%20liturgia.doc)3 Arzobispo Averky, Rukovodstvo k izucheniu Sviashchennykh Pisanii Novago Zaveta (Manual de Estudio de las Sagradas Escrituras del Nuevo Testamento). Monasterio de la Santísima Trinidad, (Holy Trinity Monastery), Jordanvielle, vol. II, 1956, pp. 307-308 (en ruso)4 San Isidoro, carta 6, a Dionisio

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Por supuesto que la Autocracia en el tiempo de los apóstoles no era cristiana. Pero si los apóstoles hablaron con tal reverencia hacia la autoridad pagana, que es calificada como una “institución humana” a priori ellos hubieran hablado aun con mayor reverencia sobre la Autocracia Cristiana, creada como lo fue por el llamamiento directo de Dios a Constantino. De hecho, acorde con algunos de los Santos Padres, en estos pasajes san Pablo estaba hablando desde una perspectiva escatológica, precisamente de una Autocracia Cristiana.

Así el Metropolita san Filareto de Moscú escribió: “El Espíritu de Dios en su providencia mostró de manera más o menos visible la luz futura de los Reinos Cristianos. Su visión divinamente inspirada, penetrando a través de los futuros siglos, encontró a Constantino, quién brindo paz a la Iglesia y santifico al reino por la fe; y a Teodosio y Justiniano, quienes defendieron a la Iglesia de la imprudencia de los herejes. Por supuesto el va a ver a Vladimir y Alejandro Nievsky y a muchos otros como propagadores de la fe, defensores de la Iglesia y guardianes de la Ortodoxia. Después de esto no es sorpresa alguna que San Pablo pudiera escribir: Yo los exhorto no solo a orar, sino también a dar gracias al rey y a todos los que tienen autoridad porque no solo es necesario rezar con pena por aquellos reyes y autoridades…, sino también por aquellos a quienes debemos agradecer con gozo a Dios por Su don precioso”.5

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Miremos más de cerca el rol del Emperador en la Iglesia. Históricamente hablando, su más importante contribución era la de convocar a los concilios de la Iglesia, y la de aplicar sus resoluciones. Todos los Concilios Ecuménicos fueron convocados por los Emperadores, así como también muchos de los Concilios Locales.

Ahora los de mentalidad protestante no ven gran importancia a esta contribución. Después de todo, ellos dicen, la Iglesia no debe de necesitar a un Emperador para convocar un concilio, y en el primer Concilio de Jerusalén, como en todos los concilios de los primeros tres siglos de la Cristiandad, ningún Emperador estaba presente. Los Concilios Eclesiales eran asunto de la Iglesia, no del Estado.

Y sin embargo la influencia del Emperador es perceptible incluso en el primer Concilio de Jerusalén. Es improbable que a los Apóstoles y a los Padres que los precedieron a estos pudieran haber podido realizar algún concilio por los judíos si el Poder Romano no hubiera tenido existencia para someter y retener a la Rebelión Judía. Y luego, en los Hechos de los Apóstoles Pablo usa su ciudadanía romana para escapar de los intentos de los judíos de asesinarlo. Ambos retenían las fuerzas oscuras que intentaban disparar el rebaño de Cristo, creándose condiciones que permitieron a los cristianos unirse y reforzar su unidad.6

5 Metropolita Filareto Sochinenia (Trabajos), vol. II, pp. 171-173 (en ruso)6 Así san León Magno escribió: “La Divina Providencia moldeo al Imperio Romano, el crecimiento con el cual se extendió hasta límites tan amplios convirtió a todas las razas de todo el mundo en sus vecinos cercanos. Por esto, fue particularmente afín al esquema divino del cual muchos reinos debían de estar unidos bajo un solo gobierno, para que pudiera existir un rápido acceso a la predicación hacia todos los pueblos, estando estos sujetos bajo el dominio de un solo Estado.” (Sermón 32, P.L. 54, col. 423)

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Así como la Iglesia crecía y se expandía a través del mundo inexplorado, el problema de preservar esta unidad se convertía en mas preocupante. En los comienzos del siglo IV, ya no había más posibilidades de lidiar con los problemas que se presentaban a través de los Concilios Locales presididos bajo un solo obispo o metropolitano. Los herejes que eran condenados por una Iglesia local podían huir hacia otra y esparcir su veneno ahí, así como cuando Arrio que huyo hacia el exterior cuando fue condenado por la Iglesia de Alejandría. Y los conflictos que se presentaron entre las Iglesias Locales, como cuando entraron en desacuerdo las Iglesias de Roma y Asia Menor sobre la fecha de la Pascua, requería todo esto una autoridad más alta para que se resolviese. Así se convirtió necesario el buscar un mecanismo o un eje central de unidad que pudiera convocar a los Concilios Ecuménicos con fin de reunir a los líderes de todas las Iglesias locales que se encontraran sobre el Imperio.

A través del obrar misterioso de la Divina Providencia, este eje central de unidad resulto ser el Emperador Constantino el Grande que convoco el Primer Concilio Ecuménico en orden de tratar con los problemas del Arrianismo y el Priscilianismo; problemas que ya resultaban demasiado grandes de tratar en los Concilios Locales.

Es en este punto en que las primeras semillas de la herejía papista aparecen. Porque mientras los Papas aceptaban la autoridad política de el Emperador, se convirtió cada vez más evidente en la mentalidad romana que el centro de la unidad de la Iglesia solo podía venir dentro de la Iglesia y de su mayor y más reputado obispo de la Iglesia: El Papa de Roma.Los emperadores podrían estar todos muy bien, pero ellos no tendrían que interferir en los asuntos de la Iglesia7.

El hecho de que todos de cada uno de los Siete Concilios Ecuménicos fueran convocados por los Emperadores, y que el obispo quien presidía no fuera siempre el Papa o su legado, y que algunos Papas fueron condenados incluso por estos (por ejemplo, el Papa Honorio por el Sexto Concilio Ecuménico), todo esto fue tomado – para los papistas - como coincidente; si los Emperadores habían tenido un rol importante, decían los Papas, esto era porque ellos estaban en realidad oficiando como delegados o hijos espirituales de el Papado; una falsedad evidente. (Este argumento es probablemente el origen del mito que san Constantino había sido bautizado por san Silvestre, Papa de Roma). Los Papas después trataron de demostrar, a través de falsificaciones tales como la Donación de Constantino y los Decretos Pseudoisidorianos, que ellos habrían recibido de san Constantino su jurisdicción sobre el mundo. Pero estos argumentos derrotaban sus propios propósitos, porque si fuera real, esto mostraría que el Emperador tenía originalmente la jurisdicción universal y por lo tanto, era una autoridad aun mayor que la del Papa.

Un argumento que fue superficialmente mas plausible de los Papas era el que, cuando Constantino convocó el Primer Concilio Ecuménico, su autoridad no residía en el hecho de su convocatoria sino en la confirmación de los Papas a la misma.

7 “Pues has de saber, clementísimo hijo”, escrito por el Papa Gelasio I a el Emperador Anastasio: “aunque tengas el primer lugar en dignidad sobre la raza humana, empero tienes que someterte fielmente a los que tienen a su cargo las cosas divinas” ( En español: Carta del Papa Gelasio I al Emperador Anastasio I, año 494 consultar: http://www.e-libertadreligiosa.net/index.php/temas-historicos4/documentos-historicos/271-carta-del-papa-gelasio-al-emperador-anastasio-i.html )

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Les resultaba inaceptable a los Papas que la autoridad de los Concilios se basara simplemente en estar conforme con la Tradición Sagrada; ya que el criterio interno que fue utilizado como adecuado para realizar el Concilio de Jerusalén “Nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros” (Hechos 15:28) no les parecía a ellos suficientemente bueno. Buscaron entonces un “sello” externo y visible; dicho “sello” no podría venir de un mero laico, o de un hombre poderoso o de un mero devoto, menos aun de uno que no se había bautizado, como fue el caso de Constantino que había permanecido así hasta aun cuando realizo su convocatoria al Concilio de Nicea. Y puesto que los obispos “ordinarios” podían errar, y ya que los sínodos de obispos podían caer en desacuerdo entre ellos, la única solución era reconocer que Dios había determinado a un obispo particular con el carisma de la infalibilidad que lo ponía encima del resto y garantizaba así la unidad e infalibilidad de la Iglesia como un todo.

Aunque Oriente no estaba más inclinado que Occidente a ver en los Emperadores cualquier tipo de garantía (como opuesto a punto de unidad) de la unidad de la Iglesia y su infalibilidad, varios hechos históricos demostraron que la Iglesia de Oriente tuvo una fijación mucho mayor en el oficio del Emperador de la que tuvieron los romanos.

En primer lugar, los Padres de el Primer Concilio Ecuménico no solo respondieron a la invitación de Constantino de reunirse entre ellos en un Concilio, sino que le dieron a el potestades muy considerables en el Concilio, esto es evidente por como se dirigieron a el: “Bendito es Dios, Que te ha elegido a ti como rey de la tierra, habiendo destruido por tu mano la adoración de los ídolos y que a través de ti confieres paz sobre los corazones de los creyentes…En esta enseñanza de la Trinidad, su Majestad, esta establecida la grandeza de tu piedad. Presérvala firmemente por todos nosotros, para que ninguno de los herejes, después de haber penetrado dentro de la Iglesia, pueda someter a burla nuestra fe… Su majestad, ordena a que Arrio se aparte de su error y no se levante más en contra de la Enseñanza Apostólica. Siendo que si el permanece obstinado en la permanencia de su sacrilegio, apártalo a el hacia afuera de la Iglesia Ortodoxa” Como Tuskarev observa, “este es un claro reconocimiento de la elección divina de Constantino como un defensor externo de la Iglesia, que esta obligado a trabajar con ella para preservar la fe correcta, correspondiéndole mediante la sentencia conciliar a estar autorizado para echar afuera a los heréticos de la Iglesia”8 Como, Eusebio dice, Constantino, “emulando el ejemplo divino, remueve cada mancha de error impío que haya en su reino terrenal”.9

Esto no significa, por supuesto, que los Emperadores estuvieran autorizados a imponer sus propias creencias a la Iglesia; para ellos, como para cada miembro de la Iglesia desde el mas poderoso obispo hasta el mas humilde laico, todos están sujetos a la verdad revelada, “la fe, que dada una vez para siempre ha sido trasmitida a los santos” (Judas 3). Además como señalo el historiador británico Sir Arnold Toynbee, “en los conflictos entre el los Emperadores Romanos de oriente con los patriarcas de Constantinopla, el primero gano muchas batallas, pero no pudo ganar ni una sola guerra.”10 Así la Iglesia

8 Tuskarev (ahora obispo Dionisio [Alferov] de Novgorod), Tserkov' o gosudarstve (La Iglesia en el Estado), Tver, 1992, p. 75 (en ruso) 9 Eusebio de Cesarea, Oración de los Tricenalios, pronunciada en el 336 con ocasión del trigésimo aniversario del reinado de Constantino, 2.10 Toynbee, en I.N. Andrushkevich, “Doktrina sv. Imperatora Iustiniana Velikago” (“La doctrina del santo emperador Justiniano”), Pravoslavnaia Rus’ (Rusia Ortodoxa), N° 4 (1529), Febrero 15/28, 1995, p. 10 (en ruso)

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gano la guerra en contra de los emperadores arrianos en el siglo IV, los emperadores monofisistas en el siglo V, los emperadores iconoclastas en los siglos VIII y IX, y los emperadores latinizantes en el siglo XIV.

Sin embargo, - este es el segundo punto importante – hubieron momentos cuando el liderazgo de la Iglesia se tambaleó, y ahí fue cuando los Emperadores fueron quienes jugaron un rol decisivo en la protección de la fe verdadera. Por ejemplo, cuando los devotos emperadores Marciano y Pulquería ascendieron al trono en el año 450, ellos eran de hecho más ortodoxos que los principales jerarcas de la época, que estaban infectados con el monofisismo y fue por la iniciativa de esos Emperadores que el Cuarto Concilio Ecuménico fue convocado y la Ortodoxia término por restaurarse. Por lo tanto puede sugerirse que la relación entre la Iglesia y el Emperador están cercanas a una simple formula: La Iglesia para asuntos espirituales y el Emperador para asuntos terrenales.

En tercer lugar, en el orden litúrgico les esta dado a los Emperadores un lugar completamente igual que a los obispos. San Constantino fue llamado “igual a los apóstoles”; el esta “ungido como sacerdote y rey con el aceite de la misericordia”, siendo “obispo de quienes están fuera” de la Iglesia, y sus sucesores reciben los Santos Misterios en la santa tabla, junto con los jerarcas, en el día de su coronación.11 En las panigidas los soberanos son conmemorados luego de los jerarcas de la Iglesia y en las procesiones litúrgicas ellos caminan atrás, en significancia de su preeminencia.12

En cuarto lugar, el Emperador Justiniano dio una clásica definición de “sinfonía” entre la Iglesia y el Estado y sus determinados lugares de responsabilidad para el mantenimiento de la sinfonía entre ambos; Iglesia y Estado. Como Andrushkevich señala, la palabra “sinfonía” en los textos griegos denota mucho más que una simple concordia o acuerdo. Iglesia y Estado pueden acordar en un propósito malo, con un fin malvado; la verdadera sinfonía es posible solo donde la Iglesia “esta fuera de reproche y adornada con la fidelidad a Dios”, en las palabras de el Sagrado Emperador, y el Estado es regido “recta y decentemente”, esto es, en acuerdo con los mandamientos de Dios.13

Por consiguiente la rígida separación de las funciones entre la Iglesia y el Estado se ajusta en teoría y no en la práctica entre las relaciones Iglesia-Estado en la Ortodoxia. La Iglesia puede “interferir” en los dominios de el Emperador al criticar sus acciones desde el punto de vista del Evangelio, y puede negarse a reconocer su autoridad si su fe no es Ortodoxa, de la misma forma, el Emperador también puede “interferir” sobre los dominios espirituales si las olas de la herejía o el cisma amenazan con abrumar la nave de la Iglesia; y por lo tanto también del Estado.

11 San León Magno escribió al Emperador Teodosio II que su alma imperial era: “no solo imperial, sino también sacerdotal”. Y al emperador Marciano él le deseo: “además de la corona imperial, la palma del sacerdocio”. Véase: Meyendorff, Rome, Constantinople, Moscow, Crestwood, NY, St. Vladimir Press, 1996 (para referencias en español, de la carta de san León a Marciano: https://w2.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11111961_aeterna-dei.html) Nuevamente el Patriarca Teodoro Balsamón de Antioquia escribió en el siglo XII “por alguna razón el Zar es adornado con los dones jerárquicos” y el arzobispo Demetrio Chomatianos, arzobispo de Ochrid escribió en el siglo XIII: “con la excepción de lo que únicamente le compete a la Iglesia, el rey claramente tiene todos los demás derechos restantes del episcopado” (citado en el libro del protopresbitero Valentine Asmus, "O Monarkhii i nashem k nej otnoshenii" (“Sobre la Monarquía y nuestra relación con ella”), Radonezh, № 2 (46), Enero, 1997, p. 5 (en ruso).12 Archimandrita Panteleimon, “On the Royal Martyrs", Orthodox Life, vol. 31, N°4, Julio-Agosto,1981.13 Andrushkevich, op. cit.

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Y esto es porque ambas, Iglesia y Estado se consideran como sometidas a Cristo y solo en servicio de El, y porque ambos, tanto los obispos y el Emperador son vistos de la misma manera como miembros de el mismo organismo místico de la Iglesia en donde todos son responsables, aunque de diferentes maneras, de conservar la correcta confesión de la fe.

De hecho, desde el punto de vista de la confesión de la fe, el Emperador tiene una posición más prominente y crítica que los principales jerarcas. Cualquiera, tanto en el interior como en el exterior del Imperio, lo mira a él como el representante de la fe oficial del Imperio. Esto es porque los piadosos reyes son los primeros objetivos de los enemigos de la verdad, porque la labor del Emperador es considerada como la de aquel que lleva la Cruz mas pesada, y porque la muerte o remoción de el Ungido por el Señor es un crimen aun mas grande que el de matar a un obispo, dirigiendo como consecuencia al inexorable colapso del Estado Cristiano, así como paso en Inglaterra después del asesinato de san Eduardo el Mártir y la rebelión en contra de su hermano el Rey Etelredo, y en Rusia después del asesinato de el Zar-Mártir Nicolás II. Por esto san Juan Maximovich dice: “Esto no pudo ser de otra manera. El fue derrocado al tener a todos unidos en su contra, manteniéndose en defensa de la Verdad”14

Así como el sacerdocio es, sobre todo indispensable porque concede los sacramentos vivificadores, la monarquía es indispensable porque a través del monarca la Verdad es proclamada al mundo. Así como el Rey de reyes dijo a Pilato: “Tu lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Juan 18:37). En este pasaje el vinculo entre la realeza y la confesión de la fe es explicito.

La verdad se atestigua a una escala local por cada creyente individual, y por cada Iglesia Local encabezada por un obispo. Pero a un nivel ecuménico, la Verdad requiere presentarse en todo esplendor como la salvación de todo el mundo bajo la imagen de un rey a semejanza de Cristo el Rey. Este es el porqué de el hecho que los Concilios Ecuménicos no accidentalmente están asociados a los Emperadores que convocaron a los mismos, y es por esto que se da la fiesta de la Exaltación de la Cruz, celebrada por el establecimiento de la verdaderamente primera Autocracia Cristiana y ecuménica, siendo tomada como una gran fiesta de la Iglesia. Por supuesto, sabemos que la iglesia prevalecerá incluso contra las puertas del infierno, como el Salvador prometió (Mateo 16:18), no habiéndose otorgado esta promesa a ningún reino terrenal. Sin embargo, como se puede ver, la caída del ultimo Imperio Cristiano llevará a la caída final de la Iglesia sobre la tierra, que será interrumpida solo por la Segunda venida de Cristo, el Rey de reyes. Por otra parte, la Iglesia no es solo la jerarquía; y es muy posible que durante los tiempos del Anticristo la jerarquía pueda caer mientras que solamente algunos laicos individuales permanezcan representando a la Iglesia. Así, según algunas interpretaciones de Daniel 12.1, “a partir del momento en que será abolido el sacrificio perpetuó” se da como significado a estas palabras a la remoción del Sacrificio de la Eucaristía, que implica la caída del sacerdocio o por lo menos su inhabilitación para llevar a cabo las sus funciones sacramentales.15 Por eso tal ves, como el Nuevo Hieromartir José, Metropolitano de Petrogrado, escribió, “Los 14 San Juan, “sermón posterior a la panigida al Zar-Mártir” Arkhiepiskop Ioann, Arkhipastyr, Molitvennik, Podvizhnik (Arzobispo Juan, Archipastor, Asceta y Hombre de Oración), San Francisco,, 1991, p. 125. (en ruso). Cf. Arzobispo Serafin (Sobolev): “No hay necesidad de decir cuan terrible y ‘tocante’ es para el Ungido por Dios, el derrocamiento del Zar por sus súbditos. Aquí la trasgresión del mandato dado por Dios alcanza el más alto rango de criminalidad, arrastrándose luego de este hecho la destrucción del mismo Estado.” (Russkaia Ideologia (La Ideología Rusa), St. Petersburg, 1992, pp. 50-51)

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últimos ‘rebeldes’ en contra de los traidores de la Iglesia y de los cómplices de su ruina no solo serán obispos y archipastores, sino también simples mortales, así como ocurrió sobre la Cruz de Cristo, en el ultimo grito de su sufrimiento en el que solo unas pocas simples almas estaban junto a El…16

La posición papista implica renunciar a esta posibilidad. No se puede concebir la existencia de la Iglesia sin una jerarquía (esto es, el Papa), salvo por un corto periodo de tiempo. Por el cual, cuando un Papa muere y su sucesor todavía no ha sido electo, la Iglesia Romana entra en una especie de limbo metafísico, cuyo reflejo puede verse en el extraño estado psicológico de algunos papistas durante el interregno. Estrictamente hablando, de hecho, acorde a la doctrina papista la Iglesia cesa su existencia en este periodo; ya que si la Iglesia fue fundada por Pedro, y si Pedro no está presente, ni en su propia persona ni en la persona de su sucesor ¿Cómo se puede decir que existe?

Esto sigue, acorde a la enseñanza papista, que todo puede ser sujeto a su jerarquía, incluyéndose los asuntos del Estado. Así el papa Gregorio VII en una carta de Agosto de 1076: “Si la Sede Apostólica, por voluntad de Dios, tiene la potestad de juzgar sobre las cosas espirituales, con mayor razón podrá juzgar sobre las cosas seculares”17 Entonces ¿Cómo podrá ser correcto a los laicos resistir a la jerarquía, o a el Emperador resistir al Papa, si la verdad y la salvación están solo en el Papa? De hecho, si el Papa es el primer obispo y el Emperador es solo el primer laico, y si el Papa es infalible y el Emperador es claramente falible, ¿Por qué el papa no podría ser también Emperador?

Por lo tanto hay una progresión lógica desde las primeras manifestaciones de la herejía papista, así lo podemos encontrar en las escrituras de algunos de los Papas del siglo XV, como la blasfemia que el Papa Gregorio (Hildebrand) proclamo en el Primer Concilio de Letrán de 1076 : “Que la Iglesia Romana no ha errado y no errará nunca, que la Iglesia Romana ha sido fundada solamente por el Señor, Que él sólo puede deponer o reponer obispos, Que sólo al Papa le es lícito, según necesidad del tiempo, dictar nuevas leyes, formar nuevas comunidades, convertir una fundación en abadía y,

15 Véase en el libro de Sergio Fomin, Rossia pered Vtorym Prieshestviem (Rusia antes de la Segunda Venida) Sergiev Posad, 1994, p. 268 (en ruso), para la cita de San Hipólito. Sin embargo el Metropolita Filaret de Moscú en su comentario sobre Corintios 11:26: “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga.” Disputa esta interpretación: “aquí podemos encontrar una importante verdad en la pequeña palabra ‘hasta’, con el fin de comprender mejor esto, yo dirijo esta pregunta sobre el discurso del Apóstol; ¿Pueden los cristianos comer el pan místico y beber del Cáliz del Señor?, podemos encontrar una respuesta a esta pregunta en las palabras del apóstol ‘hasta que Él venga’, i.e. el misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo tendrá lugar sin interrupción en la verdadera Iglesia de Cristo hasta el segundo advenimiento de Cristo, o hasta el fin de los tiempos, que significa lo mismo. Dado que esto no puede darse sin la gracia del sacerdocio, y la gracia del sacerdocio no puede existir sin la gracia de alguna jerarquía, entonces queda claro que la gracia del oficio de obispo, de acuerdo con la previsión del Apóstol, será posible en la Iglesia durante todos los tiempos e ininterrumpidamente sus canales podrán inclusive fluir para siempre trayendo el acercamiento al reino de gloria.” Luego de citar este pasaje, el heromonje Ignacio (Trepatschko) escribe: “Los antiguos Padres de la Iglesia expensan la misma opinión. San Juan Crisóstomo dice: ‘Demostrando que la Sagrada Eucaristía sería hasta el fin del mundo, el apóstol Pablo dijo: ‘hasta que Él venga’’. San Juan Damasceno y san Efrén el Sirio coincidieron con este punto de vista. ("The Church of Christ in the Time of the Antichrist", Orthodox Life, vol. 41, № 2, Marzo-Abril, 1991, p. 40).16 Metropolita José, en I.M. Andreev, Russia’s Catacomb Saints, Platina: St. Herman of Alaska Press,1982, p. 128.17 N de T. – V. Moss se refiere a la carta al Obispo Ermano de Metz 25.08.1076.

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recíprocamente, dividir un rico obispado y reunir obispados pobres, Que le es lícito trasladar a los obispos de una sede a otra, si le obliga a ello la necesidad, Que él sólo puede llevar las insignias imperiales, Que le es lícito deponer a los emperadores, Que el Papa puede eximir a los súbditos de la fidelidad hacia príncipes inicuos, Que todos los príncipes deben de besar los pies solamente del Papa, Que su legado está en el concilio por encima de todos los obispos aunque él sea de rango inferior; y que puede dar contra ellos sentencia de deposición, Que el Pontífice Romano, una vez ordenado canónicamente, es santificado indudablemente por los méritos del bienaventurado Pedro”18

Tal locura cesaropapista estaba destinada a provocar una reacción. Así se explica porque Gregorio fue expulsado de Roma por el emperador alemán y porque la historia de la Edad Media en Occidente es la historia de una continua lucha entre el Papa y los Emperadores por el control final del pueblo cristiano. Cuando algunos de los reyes de Occidente rechazaron la herejía cesaropapista, esta ya se había enraizado totalmente en la estructura de la Iglesia. Por eso Gregorio mentía en Salerno y decía: “He amado la justicia y odiado la maldad, por eso muero en el destierro”, "Así, cuando Gregorio yacía moribundo en el exilio en Salerno y dijo: 'He amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso muero en el exilio', un monje que le asistía respondió, continuando con la recitación de los Salmos, que estos solo pueden ser ciertamente referidos a Cristo, al recitar: “En el destierro no llegaras a ser como Aquel a que Dios le ha dado ‘por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.’ (Salmo 2:8)Los papas heréticos fueron los primeros revolucionarios políticos en la Historia Cristiana; por incitar a los pueblos de occidente a levantase en contra de sus legítimos soberanos, ellos trasgredieron el mandato apostólico de mantenerse sujetos a los poderes que debían mantenerse.

Esto es claramente evidente por primera ves en 1066, cuando el Papa, incitado por el Archidiacono Hildebrand, anatematizó al Rey Haroldo de Inglaterra y a todos aquellos que lo apoyaran a él, al bendecir la invasión de Inglaterra por Guillermo el Conquistador, invasión que se considero necesaria porque la Iglesia de Inglaterra y el pueblo se negó a romper su alianza con el Rey Haroldo y su predecesor, san Eduardo el Confesor, cuando a este le fue retirada la unión con Roma. Ellos, estaban profundamente imbuidos en los principios de la Autocracia ortodoxa desde tiempos del Rey Alfredo el Grande, cuando restauraron la Ortodoxia después de las invasiones vikingas en el siglo XI, y al haber producido al menos un santo en persona del rey Eduardo, el Mártir. Por lo que, cuando el rey Haroldo fue asesinado en la Batalla de Hastings, el murió en defensa, no solo de su poder personal, sino también por la doctrina ortodoxa de las relaciones entre la Iglesia-Estado.

Pero una forma de totalitarismo engendra a otra contraria y opuesta. Y la herejía papocesarista de Hildebrand engendro el primer Estado puramente cesaropapista en la historia cristiana habiéndose dado bajo la forma de la Inglaterra de Guillermo el Conquistador. Después de aquella invasión de Guillermo sobre Inglaterra en la que él había sido bendecido por Hildebrand, quién le debía una fidelidad nominal, comenzó rechazar la autoridad del Papa en la nueva tierra conquistada. Sobre esto, Eadmer de Canterbury escribió: “Todas las cosas, tanto las temporales como las espirituales,

18 N. de T. - Es la Dictatus Papae del mismo Papa y escrita anteriormente a la carta al Obispo Ermano refleja el mismo espíritu cesaropapista.

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esperan el asentimiento del Rey, el no puede, permitir a toda persona bajo todo su dominio que habiendo exceptuado sus instrucciones, reconozca a el Pontífice de Roma o bajo cualquier circunstancias acepte una carta de él, sin presentársela primeramente al mismo Rey. También el no podrá conceder que el primado de su reino, por el cual me refiero al Arzobispo de Canterbury, si este estuviera presidiendo un concilio general de obispos, la potestad de establecer cualquier ordenanza o prohibición al menos que estas sean agradables a los deseos del Rey, habiendo sido primeramente resueltas por él. Luego de nuevo, el no permitirá que cualquiera de sus obispos, exceptuando si actúan con sus expresas instrucciones, procedan en contra o excomulguen a alguno de sus barones u oficiales por incesto, adulterio, o alguna otra ofensa capital, aun incluso cuando se encuentren en notoria culpa, sin poder imponerles tampoco a ellos ningún otro tipo de castigo o disciplina eclesiástica.”19

El paralelismo con Rusia en 1917 es chocante. Porque en Inglaterra, como en Rusia, el derrocamiento de la Autocracia rusa por las fuerzas anti-monarquistas llevo a la imposición de una dictadura cesaropapista con una crueldad sin paralelo, lo que llevo a su vez, a la caída de la iglesia oficial, la remoción de los verdaderos obispos, la muerte de los fieles creyentes, y la profanación de las reliquias sagradas y de las iglesias. Y como para enfatizar este paralelismo, una hija sobreviviente del último Rey ortodoxo de Inglaterra, Gytha, viajo a Kiev y se caso con el Gran príncipe Vladimir II Monómaco, generando al Zar-mártir Nicolás II un parentesco directo con los reyes mártires ingleses. Es como si el ultimo vástago de la Autocracia Ortodoxia de la “Primera Roma” fuera salvado a través de su unión con la nueva Autocracia Ortodoxa de la “Tercera Roma”, tal como el ultimo vástago de la “Segunda o Nueva Roma”, Sofía Paleóloga, termino unida con otro Gran Príncipe como, Iván III…

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Volvamos ahora a la contribución especifica hecha por Rusia a la comprensión ortodoxa de las relaciones entre Iglesia-Estado. La santa Rusia, “la Tercera Roma”, comenzó a nacer en los últimos 10 siglos al mismo tiempo que el Occidente Cristiano, “la Primera Roma”, estaba entrando en su descenso final a la apostasía. Este hecho ha llevado a algunos a especular sobre si Rusia ha tomado el lugar de Occidente en el Plan Divino y si será precisamente Rusia quién lograría dar una victoria final sobre la apostasía occidental.

Por supuesto, esta suposición no niega el gran merito que tuvo la Gran Iglesia de Constantinopla en exponer y anatematizar las herejías occidentales del Filoque (en el siglo IX), de los panes sin levadura y la omisión de la epíclesis (en 1054) y la gracia creada (en el siglo XIV). Pero, acorde a una profecía griega del siglo IX o X “El centro del reino ortodoxo, caerá de las manos debilitadas de los emperadores bizantinos, cuando ellos no puedan probarse capaces de mantener la sinfonía entre el Estado y la Iglesia. Por lo tanto, el Señor en Su Providencia enviará a un Tercer Pueblo Elegido para tomar el lugar del pueblo griego que ha sido elegido pero que esta espiritualmente decrépito”.20

19 Eadmer, Historia Novorum in Anglia (The History of Recent Events in England), traducido al ingles por Henry Bettensen, The Documents of the Christian Church, Oxford University Press, 1963, pp. 155-156.20 Arzobispo Serafín "Sud'by Rossii" (“Los destinos de Rusia”) Pravoslavnij Vestnik (Boletín Ortodoxo), N°87, Enero-Febrero, 1996, pp 6-7 (en ruso)

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Por los griegos, podemos discernir claramente la apostasía de Occidente, siguiendo mas que nada los últimos dos de sus emperadores, Juan VIII y Constantino XI, que entraron en unión con Occidente en el Concilio de Florencia de 1439 en aras de preservar su imperio de los turcos. Desagradando a sus grandes ancestros, que a menudo desafiaban a los emperadores heréticos en aras de su fidelidad a la verdad, estos últimos trataron de preservar su reino terrenal al precio de perder el Reino de los Cielos, olvidándose que toda la gloria del Reino Cristiano reside en prepararse para vivir y morir por el Rey Celestial. “Porque no tenemos aquí abajo una ciudad permanente, sino que buscamos la futura”. (Hebreos 13:14)

El padre Alexander Schmemann trazo el comienzo de esta caída en el siglo XI: “Después de 1081, cuando Alejo Comneno ascendió al trono, los patriarcas parecieron retirarse hacia un segundo plano. Podemos encontrar muy poca información sobre ellos en las crónicas bizantinas a través de las cuales se pueden establecer sus nombres, sus ‘actas’, y los años en los cuales ellos fueron designados patriarcas o murieron. Se podría trazar una curva que disminuye gradualmente una imagen descolorida del patriarca, estando lado a lado junto con el creciente esplendor del basileus, como los emperadores orientales eran llamados. Y esto no es accidental. Esto da pruebas que las escalas de la armonía inalcanzable estaban inclinadas en la dirección del poder imperial.

Es importante enfatizar que esta dolorosa debilidad no puede ser explicada solamente en términos de coerciones del gobierno a la Iglesia; en términos de una de una fuerza física, o en una condición de superioridad. Esto era por una inherente debilidad interna y orgánica de los representantes de la Iglesia. Su situación dual no los convertía a ellos solamente en victimas sino también en participes de su propio destino. Por la sed de una teocracia sagrada, en aras de iluminar a los elementos pecaminosos de la historia con la luz de Cristo, cualquier cosa puede justificar la unión de la iglesia con el Imperio; este ideal requería para su concreción una muy clara y sutil distinción entre la iglesia y el mundo. (Pero) para la Iglesia su misión de transformar al mundo está solo completamente cumplida cuando se siente de sí misma que su reino no está en este mundo.

La tragedia de la Iglesia Bizantina consiste precisamente en el hecho que se convirtió meramente en (Iglesia) Bizantina, al fusionarse con el imperio no tanto de manera administrativa, sino más que nada de forma psicológica, su conciencia de sí misma. El imperio se volvió para ello en el valor supremo y absoluto, inviolado, incuestionable, y evidente.”21

Si bien tomamos en cuenta que se comete una cierta exageración, podemos aceptar el análisis de Schmemann, que resulta acorde al testimonio de la profecía griega antes citado. El imperio bizantino cayo porque pese a que permanecía en si, como ortodoxo, y que el Patriarca y el Emperador se mantuvieron en harmonía hasta el fin, esta harmonía no suponía una verdadera “sinfonía”, comenzando a basarse en una degradación, en una visión no-misionaria y menos aún que ecuménica que tendió a degenerarse hasta terminar en un estrecho nacionalismo que se fue incrementando evidentemente durante la era post-bizantina, cuando el Helenismo y las ideas revolucionarias de la libertad fueron vistas en ocasiones como adecuadas para suplantar a la Ortodoxia del sentir de las personas. Por lo tanto, viéndose incapacitados de presentar una visión verdaderamente católica y ecuménica de la sociedad cristiana al mundo, los bizantinos

21 Schmemann, The Historical Road of Eastern Orthodoxy, Londres: Harvill Press, 1963, pp. 222-223.

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cayeron en una falsa unión con Occidente y con su herética, pero más explícita visión universal.

¿Acaso Rusia tuvo éxito donde Bizancio fallo? Schmemann ve que los rusos no tenían menos corrompido el ideal de la sinfonía entre la Iglesia-Estado que los bizantinos, evidentemente más aun en los reinados de Iván el Terrible y Pedro el Grande. Sin embargo, aquí debemos de discrepar con el ilustre teólogo, quién traiciona el sesgo de su formación parisina22 con su ceguera sobre las “curvas” de la historia rusa. Pese a que Rusia sucumbió durante tiempos al cesaropapismo y a un cerrado nacionalismo, ella siempre se recuperó de estos temperamentos como el resultado de determinados factores que distinguieron a la historia rusa de la bizantina.

Primero, Rusia tuvo un largo entrenamiento en humildad, casi de 500 años, bajo la sombra del imperio bizantino, años de los cuales, a pesar de su grandioso y vasto tamaño y de su independencia política de Bizancio, sus metropolitanos estuvieron siempre (hasta el concilio de Florencia) determinados por el Patriarca constantinopolitano, y sus princesas, siempre (hasta los últimos días de Bizancio) miraron a los emperadores bizantinos como si se tratara de sus hermanos mayores. Esto significa que, cuando Rusia viene a tomar el lugar de Bizancio como el portador de la cruz del Imperio Cristiano, no se tentó en pensarse asimismo como el primero o el único o el mejor pueblo cristiano. Y cuando esta tentación apareció bajo la forma del cisma viejo-creyente, este fue rechazado por la conciencia ecuménica de la Iglesia Rusa y el Estado.

Segundo, mientras que los griegos tuvieron una larga y refinada historia como paganos antes de aceptar el Cristianismo, los rusos aceptaron la fe en la flor de su juventud. Esto significa, que los vestigios del culto idolátrico de los emperadores paganos de Roma, que algunos académicos afirman encontrarlo inclusive en los tiempos finales de Bizancio, no fue parte de la herencia del reciente pueblo cristianizado de la Rus’. Algunos han afirmado que el posterior yugo mongol pudo haber introducido ciertas actitudes paganas e idolátricas dentro de la vida rusa; pero existe muy poca evidencia para sostener esta idea.

Tercero, mientras que el Imperio Bizantino paso del vasto y multi-nacional dominio de Constantino a contraerse en el pequeño y exclusivo dominio griego de Constantino XI, el Imperio Ruso creció en una dirección opuesta, expandiéndose desde su heartland moscovita hasta las fronteras de Suecia y Alemania en el Occidente y hasta China y América en el Oriente. Esto significa que el Imperio Ruso siempre fue un estado multi-nacional en constante crecimiento, con un gran número de santos no-rusos y con fuerte compromiso a la actividad misionera hasta 1917 y (con la Iglesia Rusa en el Extranjero) hasta el presente. Este carácter verdaderamente ecuménico, no-nacionalista del Imperio Ruso que fue enfatizado en sus tres últimas guerras: la guerra de Crimea, la Guerra Ruso-Turca de 1877-78 y la Primera Guerra Mundial, en la cual se peleo con un espíritu de sacrificio propio por el bien de los ortodoxos no-rusos de los Balcanes y el Oriente Medio.

Cuarto, la historia del Imperio Ruso ha sido marcada por las guerras en contra de los occidentales heréticos. De este modo se define la historia de Rusia en un grado más alto

22 Nota de Traductor – Se refiere a su formación de Schmemann en el Instituto de Teología Ortodoxa de San Sergio de París.

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que la Bizantina, en su relación con Occidente. Cuando Bizancio eligió su compromiso con el Occidente en caso de recibir su ayuda en contra de los musulmanes (ayuda que nunca llego), Rusia en la persona de Alexander Nevsky eligió de manera opuesta sus prioridades, habiendo después pereciendo el Imperio Ruso en una guerra en contra de ambos; Occidente (Alemania y Austro-Hungría) y los musulmanes (el Imperio Otomano).

Y sin embargo, Rusia cayo finalmente bajo de la herejía occidental: la herejía de la social-democracia, o de su manifestación extrema: el comunismo. Y ahora su Iglesia esta cautiva a una forma más específica de herejía eclesiástica: el ecumenismo. Así que la promesa de que ella está en cierto sentido destinada a ser la conquistadora de la Antigua Roma permanece hasta ahora incumplida.

¿Cómo puede entonces cumplir Rusia su destino en relación con Occidente, de convertirse en la verdadera “luz de Oriente”? Solo demostrando en su propia vida la vitalidad de aquella forma ideal de vida social cristiana, la sinfonía entre el Imperio y la Iglesia, que Bizancio no pudo alcanzar y de la cual bajo su forma occidental se ha venido representando en diversos tipos de distorsiones heréticas. Por lo que podemos decir que la raíz de la herejía de Occidente, mucho más fundamental que cualquier otra herejía de la cual los bizantinos hayan luchado en contra, es precisamente la falsa comprensión entre las relaciones de la Iglesia y el Estado, que termino por dar a luz en primero lugar al cesaropapismo católico, luego al cesaropapismo protestante y finalmente, en nuestros tiempos, al ecumenismo democrático.

En el intento de definir el trayecto de la herejía en Occidente, una pista nos es proporcionada por una frase en el famoso discurso del Patriarca Ecuménico Jeremías II al Zar Teodoro Ivanovich, donde el enuncio y dio su bendición a la idea de que Rusia es la Tercera Roma: “La iglesia de la Primera Roma cayo debido a la impía herejía de Apolinario. Los ismaelitas cerraron las puertas de la Segunda Roma en Constantinopla. Hoy la Santa Iglesia Apostólica de la Tercera Roma en tu imperio resplandece en el mundo entero en la gloria de la Fe Cristiana. Sabed, oh piadoso Zar, que todos los imperios de los cristianos ortodoxos convergieron en el vuestro. Eres el único autócrata del universo, el único zar de todos los cristianos.”23

En la actualidad el Apolinarismo raramente figura en las listas de las herejías. Y todavía el patriarca indica que es esta la herejía que dio como resultado la caída de la Primera Roma. Por ende debemos de encontrar alguna coincidencia entre el Apolinarismo y los herejes papistas, por lo menos en su forma, si no lo es en sustancia. La definición de Smirnov nos da una pista: “al aceptar la composición tripartita de la naturaleza humana - espíritu, alma irracional y cuerpo - [Apolinario] afirmaba que en Cristo solo el cuerpo y el alma eran humanos, siendo Su mente Divina”.24 En otras palabras, Cristo no tenía una mente humana como la nuestra; esta era remplazada, según Apolinario, por el Logos Divino. Esto nos sugiere inmediatamente un paralelo con el papismo; como el Logos Divino remplaza a la mente humana en la Cristología Apolinarista, así también 23 Jeremiah II (Tranas), en Runciman, Sir Steven, The Orthodox Churches and the Secular State, Oxford University Press, 1971, p. 51. (En español consultar Enseñanzas y Opiniones Ortodoxas sobre el “Katéchon”(*) y la Venida el Anticristo: http://vladimirskaya.blogspot.com.ar/2015/10/enzenanzas-y-opiniones-ortodoxas-sobre.html)24 Apéndice de Smirnov a la Teología Dogmatica del protopresbitero Miguel Pomazanksy, Platina, Ca.: St. Herman of Alaska Brotherhood, 1984, p. 379.

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un cuasi-Divino e infalible Papa remplaza a un humano falible, y por lo tanto a un episcopado falible en la herética eclesiología papista.

El trayecto hereje de Occidente consiste por lo tanto en la exaltación ilegal de la mente del Papa sobre las otras mentes de la Iglesia, sean estas tanto laicas como clericales, y esta cuasi-divinización que lo eleva a un nivel igual hasta del Mismo Cristo.

Desde la matriz de esta herejía proceden todas las demás herejías de Occidente. Así como el Filioque que fija implícitamente el descenso del Espíritu Santo a un nivel inferior que el del Padre y el Hijo, haciéndose innecesario en este caso el explicar que el Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad que dirige constantemente a la Iglesia dentro de toda verdad, ya que: la mente Divina del Papa es muy capaz de cumplir Su función.

Del mismo modo, la epiclesís, la invocación del Espíritu Santo sobre los Santos Dones también resulta innecesaria: Si Cristo es el gran sumo sacerdote, que santifica los Santos Dones por Su propia palabra, entones su Vicario Divino sobre la tierra es seguramente capaz de hacer lo mismo sin invocar a ninguna otra divinidad, especialmente a una que meramente está subordinada como es el caso del Espíritu Santo.

Por esto, si está acordado que el Papa puede suplicarle al Espíritu Santo que descienda para luego dispensar su gracia directamente, se debe de acordar también que dicha gracia debe de ser creada – incluso los Papas nunca pretendieron que fuera increada – ya que es paradójico que un ser creado pueda dispensar a la gracia increada. O dicho de mejor manera, los Papas son seres creados que participan en la esencia de la Deidad a través de sus mentes infalibles. Por esto, una reciente publicación oficial del Vaticano puso al Papa “es la garantía final de la Enseñanza y la Voluntad del Divino Fundador”25

No solo los papistas, sino también los herejes protestantes proceden de esta raíz amarga. Las principales diferencias entre el Protestantismo del Papismo se dan en que, bajo el espíritu de la democracia racionalista, ellos buscan extender los privilegios de la Divina Mente Papal – con su infalible acceso a lo verdadero y con una cierta garantía de su salvación – a las mentes de todos los cristianos. Así es como el Nuevo Mártir el Arzobispo Hilarión Troitsky escribió: “El protestantismo objeta solamente esto: ‘¿Porque la Verdad es solo dada por el Papa?’ (Así) Cualquier individuo puede ser promovido al rango de un Papa Infalible. El Protestantismo puso la tiara papal sobre cualquier profesor alemán”26

Ahora bien, si la verdad es dada a cada hombre en vista de su mente naturalmente infalible, no existe necesidad, de un Papa, o de una Iglesia, o aun del Mismo Cristo. De hecho ¿Por qué puede ser necesaria cualquier revelación o religión organizada si el hombre con tan solo penetrar en su divinidad personal puede encontrar todas las riquezas del Reino Celestial? ¿Por qué no reconocer todas las religiones y todas las revelaciones, siendo que todas ellas manifiestan que: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” (Juan 1:9)?

Por lo tanto la herejía papista de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, cuyas primeras semillas ya eran evidentes para el siglo V, llevaron inexorablemente, no solo a

25 Mgr. Oliveri, The Representatives, Apostolic Legation of London, 1980.26 Troitsky, Christianity or the Church?, Holy Trinity Monastery, Jordanville, 1971, p. 28.

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las flagrantes herejías del Papismo en el siglo XIX y del protestantismo en el siglo XVI, sino también a las modernas pan-herejías del Ecumenismo y del New Age.

Más que eso: esto podría llegar a ser la base teoría de la “divinidad” del Anticristo. Porque ya que se considera que el Papa tiene una mente infalible, así como el judío considera que el tiene un Alma Divina: y más aun la tendrá, por supuesto, el que aquel vendrá como el falso rey de los judíos, el Anticristo. Así, podemos leer en un periódico judío contemporáneo: “Cuando el Creador en el Monte Sinaí nos ELIGIO para una misión, allí surgió completamente una nueva forma de conexión entre Él y el pueblo judío. La distinción entre el pueblo judío y los demás pueblos fue conformada en dos eras. La primera era fue la era de nuestros Patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, que gracias a su desinteresada devoción al Maestro del Universo, se levantaron por encima de las limitaciones de su naturaleza y sentaron las bases de un nuevo tipo de realidad: el pueblo judío.La segunda era fue cumplida por la revelación del Sinaí. Gracias a su inspiración especial y su completa devoción a la voluntad del Creador, los Patriarcas del pueblo judío merecieron, no solo para ellos, sino para sus descendientes, una substancia espiritual especial: un Alma Divina. Por esto el pueblo judío está separado dentro de una especial categoría distinta a la de los otros pueblos. Esta distinción no es cuantitativa sino cualitativa.

El Alma Divina a la que pertenece a los judíos es la una única característica suprema. Todas las criaturas, incluida la humanidad, son partes de la creación de el mundo con sus limitaciones y regularidades. Pero los Judíos se mantienen por fuera del mundo creado gracias a su Alma Divina. Esta particularidad del pueblo judío que ya había sido formada en el tiempo de los Patriarcas, y por ellos nos ha sido trasmitida por herencia a cada judío, que lleva dentro de si esta manifestación la del alma judía (que es): una partícula del mismo Dios.

De esto se deduce que la verdadera libertad de elección pertenece sólo a aquellos poseen una partícula de Mismo Dios: un Alma Divina. Como esta dicho en el libro del profeta Ezequiel, en el capítulo 34, versículo 31: ‘Ustedes son mi pueblo, mi rebaño. Tu nombre es hombre’. Se deduce el significado de estas palabras a partir de la definición de ‘hombre’ en el más amplio sentido de la palabra y en consecuencia a la libertad de elección refiere en su más amplio sentido a los únicos poseedores del Alma divina.”27

Podríamos especular que la “tercera Era” de la supuesta superioridad de los judíos sobre todo el resto de las naciones podrá venir cuando el Anticristo llegue al poder, cuando él sea proclamado mediante una nueva revelación incluso mayor que la de la Ley y los profetas, poseyendo un Alma divina de un grado superior a la de cualquier otro judío, siendo de hecho, no una sola partícula del Dios mismo, sino toda la Divinidad, pudiendo ser quien: “se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Tesalonicenses 2:4)

27 Aleph, N°451, Octubre 1992; citado en A.S. Shmakov, Rech' Patriarkha Alekseya II k ravvinam g. Nyu Yorka (S.Sh.A.), 13 noyabrya, 1991 goda i yeres' zhidovstvuyushchikh (El discurso del Patriarca Alexei II a los Rabinos de Nueva York (U.S.A.), segunda edición, U.S.A., 1993, p. 13 (en ruso) El versículo de Ezequiel citado aquí tiene las palabras “tu nombre es hombre”, no aparece ni en la traducción de la Septuaginta griega del Antiguo Testamento, que es el único texto aceptado en la Iglesia Ortodoxa, ni en la Vulgata latina. En la traducción autorizada de King James, que es en base a el texto hebreo Masorético se lee: “Y vosotras, ovejas mías, ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice el Señor Dios”. Una clara refutación a la atribución judía de pertenecer a la naturaleza divina.

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Por esto la advertencia del Papa ortodoxo san Gregorio Magno que el papismo es “el precursor del Anticristo” demuestra ser verdadera. El Judaísmo anticristiano podrá ser definido como una forma nacionalista de Papismo o Apolinarismo, en esencia es idéntico a la doctrina hindú del hombre como Dios por naturaleza, siendo la misma mentira primordial que Satanás le susurro a Eva en sus oídos en el Jardín del Edén.

En contra de los primeros y quizás también los últimos de los herejes teomaquistas28 la Iglesia Ortodoxa enseña que el hombre no es dios por naturaleza, pero que puede hacerse dios por gracia, dándose su unión a través del temor de Dios, la fe y el amor a el único Dios-hombre, el Señor Jesucristo y atreves de la participación en el Espíritu Santo.

Pero la Ortodoxia no demuestra esto solo con palabras, sino también en sus estructuras divinamente inspiradas. Bajo la división de poderes entre el Emperador y el Patriarca, que ya ha sido abolida por el Papado y que será nuevamente abolida por el Anticristo, demostrando que ningún hombre, por santo que sea, puede estar en plenitud de gracia, estado que solo le pertenece a Dios. Porque así como se le está prohibido al Emperador el ofrecer el sacrificio de sangre en el Altar (más allá de que como hemos visto, él en cierto sentido es un sacerdote) así se le prohíbe al Patriarca asumir cargos políticos. Y si algunos Patriarcas en la historia de la Ortodoxia se han visto forzados a asumir un rol que va más allá de su potestades sacerdotales, esto ha sido excepcional, un ejercicio de oekonomia 29. Si en los hechos el trono del emperador permaneciera vacante en algún momento, ningún Patriarca, por mas distinguido que fuera, puede ocupar el trono.

Así el rol del Emperador en la Iglesia podría ser comparado con el del arcángel Miguel en la jerarquía angélica. Justo un gran arcángel fue llamado a tomar el liderazgo de los ángeles de Dios, aunque no perteneciera dentro del rango celestial de los Querubines y los Serafines, el piadoso Emperador está llamado a tomar el liderazgo de la Iglesia, aunque él no esté dentro del rango de los santos obispos. Y justo como el arcángel fue llamado a resistir al orgullo luciferino del primero de los ángeles caídos, así el Emperador está llamado a resistir a “las profundidades de Satanás” (Apocalipsis 2:24) cuya manifestación se dio en los primeros jerarcas que cayeron en el Occidente y del pueblo que había sido elegido en el Oriente (los judíos). El nombre “Miguel” significa “¿Quién es como nuestro Dios?”, cuya etimología refiere precisamente los Emperadores Ortodoxos en su lucha en contra del Papismo y el Judaísmo. Corresponde entonces, al Arcángel Miguel el ser visto como el protector de los Emperadores Ortodoxos, siendo el “maravilloso defensor de los que luchan contra los espíritus del maligno.”30

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28 N de T. - término que significa en griego “Theo” (Dios) makhia (lucha). Literalmente se traduce como “lucha contra Dios”. Originalmente fue empleado en los escritos de mitología y filosofía griega para relatar las luchas entre las deidades de los antiguos griegos. En La República 378d de Platón por ejemplo, se menciona; “las teomaquias de Homero”29 N de T. – economía en español, pero cuyo significado teológico denota la necesidad de contemplar con misericordia, por ejemplo, la admisión de personas de otras iglesias al ceno de la Iglesia o algunas otras cuestiones eclesiales cuando existe un conflicto aparente entre las exigencias de la ley y la llamada del espíritu cristiano.30 Himno Akathisto al Santo Archiestratega Miguel Arcángel, ikos IV (Puede consultarse en español en: http://cristoesortodoxo.com/2014/11/20/akathisto-al-santo-archiestratega-miguel-arcangel/)

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Ahora podemos ver cuántas son las diferencias sobre el monarquismo en general y particularmente sobre el Zar Nicolás II que se dan en la actualidad entre el Patriarcado de Moscú por un lado y por el otro la Verdadera Iglesia Rusa, no siendo esto secundario o de poca importancia, al subrayarse el resto de todas sus diferencias.

Los principales logros del Mártir-Zar consistían en su resistencia frente al resurgimiento del poder de los judíos y los papistas y de la superación que llevaba a a cabo en propia persona del legado cesaropapista del siglo XVIII. Por supuesto, que sus predecesores del siglo XIX, comenzaron a armar el camino hacia la restauración de la verdadera sinfonía entre las relaciones Iglesia-Estado. Pero, fue el Zar Nicolás II quien mostro una excepcional devoción a la Iglesia, construyendo iglesias, glorificando a los santos y, lo más significativo, aprobando la restauración del patriarcado.

El hecho es que el patriarcado no fue restaurado durante su reinado, sino que algunos meses después del mismo, esto no fue un error, sino que el error fue el de aquellos que habiendo roto en interiormente los vínculos que les ligaban a la Iglesia, intentaron también socavar los cimientos del Estado. Algunos afirman que el poder dominante de la monarquía inhibía cualquier intento de restaurar el patriarcado, por lo que esta restauración solo pudo haber sido posible después de la caída de la monarquía. Pero ese no fue de hecho, el caso, más bien fue la debilidad de la Iglesia, especialmente el de sus estratos más educados, que socavaron el poder de la monarquía, que a su vez necesitaba la restauración del patriarcado para que la sociedad cristiana poseyera un claro enfoque de unidad y liderazgo. Por esto, un delegado campesino expreso esto en el Concilio Local de 1917-18: “Ahora ya no tenemos más un Zar; ningún padre a quién podamos amar. Es imposible el amar a un sínodo, por lo tanto, los campesinos deseamos a un Patriarca”, de hecho, la restauración del patriarcado puede ser visto como uno de los primeros frutos del derramamiento de la sangre del Zar-Mártir.

Durante ese tiempo de ausencia del Zar, el Patriarca tuvo una carga colosal en aras de representar y defender al pueblo cristiano. Esto inevitablemente lo involucraba en ciertos actos cuasi-políticos, como la anatematización del poder soviético y la condenación del tratado de Brest-Litovsk. Ahora bien, esta acusación de “politización” que se ha lanzado en contra del Patriarca esta fuera de lugar, no solo porque estas acciones fueron necesarias para los intereses de la Iglesia, competiéndole por ende al Patriarca, sino porque también, en la ausencia del Zar, alguien tenía que llevar el peso de la cruz como confesor de la verdad al condenar públicamente a la revolución sobre el escenario mundial.

No obstante, la cepa de esta situación anómala comenzó a hablar, y los testigos de la Iglesia en contra de la revolución comenzaron a acrecentarse en el silencio. Nuevamente, este no fue tanto un error del Patriarca sino más bien del conjunto de la sociedad cristiana, porque así como el Zar no pudo gobernar cuando nadie le obedeció, el Patriarca no pudo hacerse de testigos efectivos si la sociedad civil estaba persuadida a perseguir otros ideales.31 Mientras que “el espíritu no fuera recto” en los Blancos, el Sabio Aristoclius de Moscú expreso: “Muchos de ellos se están apuntando, no para la restauración de la dinastía Romanov, sino para la convocatoria de una Asamblea

31 P.S. Lopukhin, “Tsar i Patriarch” (“El Zar y el Patriarca”), Pravoslavnij Put’ (La Vía Ortodoxa), 1951, p. 104 (en ruso).

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Constituyente o para la restitución de las tierras de los terratenientes”, el patriarca se sintió en consecuencia incapaz de dar su inequívoca bendición a dichos líderes.32

Por eso en el fin de la Guerra Civil el espíritu del Monarquismo Ortodoxo no se podía concebir sin contar con la restauración de la Santa Rusia, habiéndose tan solo impulsado en gran medida de manera clandestina y en el extranjero, manifestándose solo en raras ocasiones en público, como en el Primer Concilio de Todos los Inmigrantes de la Iglesia Rusa en el Exilio en 1921. Y unos años después la misma Iglesia fue forzada a la clandestinidad.

Ya que al estar privado de todo apoyo público, el Patriarcado se vio forzado a realizar concesiones muy perjudiciales a los ateos: el primero de los asuntos fue la confiscación de los bienes de la Iglesia33 después, en el establecerse asimismo “final y decisivamente” ajena “a los contrarrevolucionarios monarquistas del Ejercito Blanco tanto externos como internos”, también se dispuso la anulación del anatema en contra de los bolcheviques, la introducción de el nuevo calendario, y en la admisión de un lugar en el Sínodo del renovacionista Krasnitsky.

Pero aunque el patriarca cedió a la presión abrumadora de los bolcheviques, el no se quebró. El mismo previo, como está demostrado en una conversación con el futuro hiero-mártir de las catacumbas, Máximo de Serpukhov, que la Iglesia no podía hacer tales compromisos sin sacrificar su libertad interna, y por ende, su unidad interna con Cristo en el Espíritu Santo. Y por eso el bendijo la formación de la Iglesia de las Catacumbas, que podría preservar el espíritu del Monarquismo si pudiera sobrevivir al Estado ateísta militante y oponérsele en condiciones de clandestinidad.

El “logro” del Metropolita Sergio, el fundador del sovietizado Patriarcado de Moscú, fue el de darle un fundamento dogmatico a la herejía que concierne a las relaciones Estado-Iglesia bajo el nombre de: Sergianismo. De hecho, el Sergianismo es una sutil y paradójica forma de Papismo. Esta paradoja consiste en el hecho de que es al mismo tiempo ambos, papocesarismo y cesaropapismo, pues mientras, como ya podremos ver, se crea para la Iglesia una estructura completamente papal, y al mismo tiempo, se subordina a toda la Iglesia a la estructura del Estado.

Como el Papismo, el Sergianismo comienza al denegar los derechos del Emperador sobre la Iglesia y de la monarquía en general. Yendo en esta dirección fue de hecho más allá que cualquier otro de los Papas: bajo el espíritu de la Revolución denuncio al más

32 El Metropolita Antonio (Khrapovitsky) de Kiev escribió: “Desafortunadamente, el mas noble y devoto líder de este ejercito [Blanco] escucho a aquellos concejeros incapaces que eran ajenos a Rusia, sentándolos en su Concejo Especial y destruyendo a la empresa. El pueblo ruso, el pueblo real, el pueblo creyente y luchador, no necesitaba la formula vacía de: ‘una unida e indivisible Rusia’. Tampoco no necesitaban ellos a ‘Rusia Cristiana’, ni a ‘Rusia Infiel’, ni a ‘Rusia Zarista’, ni a ‘los terratenientes’ o a ‘Rusia’ (de la cual siempre ellos entendían a una republica). Sino que ellos necesitaban la combinación de tres palabras queridas: ‘por la Fe, el Zar y la Patria’. La mayoría de ellos, necesitaban la primera palabra, ya que la fe gobierna la totalidad de la vida del Estado; la segunda palabra era necesaria ya que el Zar defiende y protege la primera, y la tercera palabra era necesaria, ya que el pueblo es el portador de la primera palabra” Pravoslavnaia Rus' (Rusia Ortodoxa), № 1558, Mayo 1/14, 1996, p. 4 (en ruso).33 El santo sabio Nectario de Optina una vez le dijo a la esposa del Padre Adrian Rymarenko, o sea, del futuro Arzobispo Andrés de Rockland: “Tu puedes ver ahora, el patriarca dio la orden de ceder lo que hay de valor de las Iglesias, ¡pero ellos siguen perteneciendo a la Iglesia!” (Matushka Evgenia Grigorievna Rymarenko, "Remembrances of Optina Staretz Hieroschemamonk Nektary", Orthodox Life, vol. 36, № 3, Mayo-Junio, 1986, p. 39)

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manso y menos sanguinario de los Zares como si fuera un criminal político y un tirano chupa-sangre. Tampoco esto puede excusarse como si estas palabras fueran fingidas solo con el fin de complacer a los bolcheviques ya que: Luego de la caída del Bolchevismo, los líderes actuales del Sergianismo no han devuelto al monarquismo a su recto lugar dentro de la doctrina de la Iglesia, sin reconocer oficialmente el martirio del Zar34.

A diferencia del Papismo, el Sergianismo no quiso poner al primer-jerarca de la Iglesia como sustituto del Emperador derrocado. Esto obviamente no era ni posible ni deseable en el contexto de la revolución. Más bien, se acordó que los roles de ambos; del Emperador y el Patriarca debían ser delegados al Líder del Estado Soviético. Y si a Sergio le fue acordado luego el titulo de patriarca, todo el mundo entendió que el verdadero “Padre” era: José Stalin. Aquel “sabio, establecido por Dios”, aquel “Líder Supremo que Dios nos otorgo”, que había servido como “instrumento de la Divina Providencia”, para salvaguardar a la Santa Rusia (al extender el rol del ateísmo militante desde Berlín hasta Pekín). Así como los Papas introdujeron la herejía dentro de la Iglesia al proclamarse ellos como Vicarios de Cristo. El Papismo de Sergio consistía en convertirse en Vicario del Anticristo. Y como los Papas, el justifico su herejía argumentando que solo de esta forma la Iglesia podía ser salvada.

Así, Sergio de esta manera real sometió a Rusia al papismo. Tal como la Vieja Roma había caído al aceptar que la verdad estaba en el Papa, así también la Tercera Roma, Rusia, cayó al aceptar que toda salvación se encuentra en el “Patriarca”.

El hiero-monje Nectario (Yashunsky) había descrito como Sergio introdujo el papismo dentro del Patriarcado de Moscú: “El entendimiento de él ‘Metropolita Sergio’ sobre la Iglesia (y por lo tanto, de la salvación) es herético. El sinceramente, nos parece a nosotros, cree que la Iglesia es la primera de todas las organizaciones, un aparato que no puede funcionar sin su unidad administrativa. De ahí el esfuerzo de preservar su unidad administrativa a cualquier costo, aun a costa de perjudicar a la verdad contenida en ella.

Y esto debe de ser visto no solo en las políticas de la Iglesia que él ha llevado a cabo, sino también en la teología [que el desarrollo] correspondiente a esto.

En este contexto dos de sus trabajos son especialmente orientadores: ‘¿Hay un Vicario de Cristo en la Iglesia?’ (La herencia espiritual del Patriarca Sergio, Moscú 1946) y ‘La Relación de la Iglesia con las Comunidades que se han separado de Ella’ (Periódico del Patriarcado de Moscú). En el primero, pese a que el Metropolita Sergio nos da una respuesta negativa a la pregunta (en relación con el Papa, antes que nada) esta respuesta negativa no se debe tanto a una cuestión de principios sino de empirismo. El Papa no es la cabeza de la Iglesia Universal solo porque él es herético. Pero, en principio el Metropolita Sergio considera que es posible y también deseable que la totalidad de la Iglesia sea encabezada por una sola persona. Por otra parte, en los momentos difíciles de la vida de la Iglesia esta persona puede asumir tales privilegios aun si esta no posee los derechos canónicos correspondientes. Y aunque el metropolita declare que este líder universal no es el vicario de Cristo, esta declaración no parece sincera, tanto en el contexto de sus otras opiniones teológicas como de sus acciones acordes a esta teología.

34 Nota de Traductor – El articulo es del año 1997, tres años antes de la canonización por parte del Patriarcado de Moscú del Zar-Mártir Nicolás II y su familia. Ya antes (en 1981) había sido canonizado por la iglesia ortodoxa en el extranjero.

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En el segundo artículo citado, el Metropolita Sergio explico las diferencias existentes para el recibimiento tanto de los cismáticos como de los herejes. No en la base de su objetiva confesión de fe, sino del subjetivo (y por ende cambiante) relacionamiento de él con el principal jerarca de la otra Iglesia. En consecuencia ‘podremos recibir a los latinos dentro de la Iglesia a través de su arrepentimiento, pero aquellos que fueran del cisma de Karlovtsy a través de la crismación.’ Y por eso, Sergio – concluye el Padre Nectario – no es por la verdad de la Santa Ortodoxia que uno se salva, sino por pertenecer a una legalizada organización administrativa de la Iglesia que es necesaria”.35

En los últimos años ha quedado demostrado que el Sergianismo no depende de la existencia del poder soviético, pero este ha internalizado dentro del cuerpo y la sangre del Patriarcado. Por eso, recientemente el Patriarca dijo sobre las declaraciones de Sergio: “Yo no renunciare a ellas, ya que es imposible que uno renuncie a su propia historia… Yo pienso, que en el presente año seremos capaces de abandonar el estar por debajo de la carga trivial [sic] del Estado y, por lo tanto, tenemos el derecho moral de afirmar el hecho que la declaración del Metropolita Sergio pertenece al pasado, y ya no estamos más guiadas por ella. Y al mismo tiempo, sin embargo, esto no significa que nosotros estamos en contra del gobierno…” 36

Pero, por supuesto, el Patriarca Alexei jamás estuvo bajo el gobierno, porque su ultimo fin, como el Padre Peter Perekrestov señala, es todo una cuestión de poder para él: “No es importante para él si un sacerdote queda involucrado en negocios turbios o en actividades puramente eclesiales; si el es demócrata o monarquista; si él es un zelote37 o un ecumenista; si el sirve la Víspera por seis horas o por una; si el sacerdote celebra una paigida por las victimas que defendieron la Casa Blanca, o un moleben por quienes se pusieron de parte de Yeltsin; si un sacerdote quiere bautizar por inmersión o por aspersión, si sirve en las catacumbas o abiertamente, si el venera a los Mártires de la Familia Real o no; esto realmente no importa. Lo principal es conmemorar al Patriarca Alexis. Dejará a la Iglesia en el Extranjero tener su autonomía, dejándola inclusive expresarse como lo era en el pasado, solo bajo una condición: conmemorar al Patriarca Alexis. Esto es una forma de Papismo: dejar que los sacerdotes sean casados, dejando que sirvan de acuerdo al rito oriental; esto no hace a la diferencia, lo importante es el conmemorar al Papa de Roma.”38

¿Cómo puede la herejía neo-papista del Sergianismo ser derrocada en Rusia? Solo por reconocerla claramente como la raíz de la herejía que derroco a la Autocracia Ortodoxa como contraria a la doctrina ortodoxa sobre las relaciones entre Iglesia-Estado. Este reconocimiento implica mucho más que la nostalgia por la monarquía o la veneración al Mártir-Zar. Significa el reconocer que la Autocracia Ortodoxa es la corona de la sociedad cristiana, su concreción dogmatica. Porque, como Patriarca Antonio de Constantinopla escribió al Gran Príncipe Basilio Dmitrievich en 1393: “Es imposible

35 Hierodiacono Jonás (ahora hiero-monje Nectario) (Yashunsky) "Sergianstvo: Politika ili Dogmatika?" (Sergianismo: ¿Política o Dogma?”) (MS), 29 Abril / Mayo 12, 1993, pp. 2-3, 5 (en ruso).36 Patriarca Alexis, en Golos (The Voice), № 33, p. 11; citado por el Padre Pedro Perekrestov, "Why Now?" Orthodox Life, vol. 44, № 6, Noviembre-Diciembre, 1994, p. 40.37 Nota del Traductor – “zelote” en el sentido de mantenerse re-celoso con respecto a las cuestiones de la fe ortodoxa38 Perekrestov, op. cit., p. 43.

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que los cristianos tengan una Iglesia y no un rey, pues Reino e Iglesia se hallan en estrecha relación y comunión, y no se les puede separar”.39

Es imposible para los cristianos el tener una Iglesia y no un rey porque “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. (Mateo 12:25), y solo un rey ortodoxo, reinando a imagen del Rey Celestial y elegido solo por El puede restaurar la unidad de una nación desgarrada por una multitud de autoproclamados líderes de la Iglesia y el Estado. Es imposible para los cristianos el tener una Iglesia y no un rey ya que sólo en obediencia a la autoridad autocrática y paterna de un rey, se puede obedecer a cualquier autoridad legítima, a partir de que nuestro Padre en los Cielos establezca a nuestro paterfamilias. Es imposible para los cristianos el tener una Iglesia y no un rey ya que solo un rey ortodoxo reinando en obediencia a Cristo el Dios-hombre es capaz de defenderla contra de aquellas falsas autoridades que intentan agobiarla, y en particular de la falsa autoridad basada en la doctrina Hindú-Apolinaria-Papista-Judía de la divinidad innata del hombre: el dogma del hombre-Dios; el Anticristo.

Y si bien algunos pueden decir: entonces no hay esperanza, pues no tenemos rey, podríamos responder: aunque no tengamos rey, sin embargo, el misterio de la realeza ortodoxa no ha sido destruido y se puede restaurar si fervientemente imploramos a Dios por ello, como también a la Madre de Dios que se rebeló en su milagroso icono reinante, que se apareció en el mismo momento de la abdicación del último Zar, con los símbolos de la autoridad real estando en sus manos…

Una vez, durante la apostasía de los judíos, se dijo: “No tenemos rey, porque no hemos temido al Señor. Pero el rey ¿qué podría hacer por nosotros?”. (Oseas 10:3) Y el Señor, el Rey de Reyes, dijo: “Entronizaron un rey por ellos mismos y no a través de Mí; (…) por eso serán entregados entre las naciones. Ahora les recibiré, y estarán abatidos un corto tiempo para ungir a un rey y a príncipes” (Oseas 8:4-10)

Pero el Señor, al escuchar el arrepentimiento de los judíos en Babilonia y al darles nuevamente a ellos a un rey de la casa de David, del cual El pudo decirles: “Y él estará en posesión de la virtud y se sentará y gobernará sobre su trono y el sacerdote estará a su derecha y habrá un consenso pacífico entre ambos” (Zacarías 6:13) Ahora, como antes, el arrepentimiento como la restauración son posibles. Ahora, como lo era antes, todavía podemos decir “el rey se alegrará en Dios; Será alabado cualquiera que por Él jura” (Salmo 62:10).

Escrito en Septiembre 4/17, 1996.Día de san Moisés

(Publicado en ruso como Dogmaticheskoe Znachenie Pravoslavnogo Samoderzhavia,

Moscú, 1997)

39 N. de T. - Para consultar en español: “Ensayos sobre la Filosofía de la Historia Rusa”. Pág. 52 Autores: Mijail Malishev, Boris Emelianov, Manola Sapúlveda Garza. Ed. Plaza y Valdés

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