La Soledad en El Poder El Otoño Del Patriarca
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La soledad en el poder desde El otoño del patriarca
María Paula Ginnetty
Argentina. [email protected]
Cátedra: Seminario de Literatura Iberoamericana.
Prof.: Marina Guidotti
Año: 2013
El presente trabajo se propone analizar la novela El otoño del patriarca de
Gabriel García Márquez ubicándola como una obra dentro de las novelas de dictador
pero específicamente se pretende hacer referencia a la soledad en el poder. Esta
característica se ha planteado en distintos textos que desarrollan la misma temática,
sin embargo se tratará de plantear aquí que este aspecto engloba y recorre toda la
obra y la figura del dictador de turno.
Se vuelve interesante analizar cómo se conforma la novela en torno a la imagen
de un déspota que comete atrocidades en el poder y que ha accedido a éste de la
misma manera, el sufrimiento ajeno y la sangre, pero en la obra esto se coloca en un
segundo plano para destacar al tirano en sus miserias y carencias. A lo largo de la
novela se ve la decrepitud física, la pérdida de poder efectivo con el tiempo (sigue
estando pero engañado y manejado por otros) pero el planteo que se vuelve clave y
motor del texto es la soledad que lo rodea desde el principio, la necesidad de afecto y
amor como unas constantes en su vida. Lejos de lograr que el lector se compadezca o
apiade del tirano en los últimos años de su vida, caído en desgracia o en su "otoño", se
puede decir que el autor realiza un planteo en torno a la soledad del poder y de este
hombre en particular, que hace pensar que de esta manera ha pagado sus crímenes. La
obra plantea un hombre que no ha tenido nada, el más desdichado de los hombres
rodeado de soledad y falta de amor y esto se puede entender desde el precio que ha
pagado por el poder.
El personaje de esta novela se constituye como el típico tirano que también
aparece en otras obras. Ha sido colocado en el poder por fuerzas e intereses
extranjeros y ha llegado a él a través de la revuelta y el crimen. Se sabe, porque se
dice en un único lugar de la novela, que se llama Zacarías y es de origen humilde, al
punto tal que no ha concurrido a la escuela ni sabe leer ni escribir. Esta característica
también replica en otros personajes de otras obras, de modo que la ignorancia y la
violencia se constituyen como los pilares de estos gobiernos.
Se puede decir, entonces, que el tópico de la soledad recorre la obra, de hecho,
como se mostrará, es interesante ver cómo esta palabra aparece de manera explícita en
distintos pasajes del texto relacionada con la situación del protagonista. Se ve que el
personaje hace un recorrido descendente donde la soledad lo persigue y de donde se
pueden extraer, en líneas generales, los siguientes tópicos:
-poder absoluto y violencia
-adulación
-engaño
-necesidad de afecto
-falta amor
-falta amistad/compañerismo
-traición
-decrepitud
-soledad más absoluta
Para comenzar a desarrollar lo expuesto se puede hacer referencia en primer
lugar a que está solo en el poder y alejado de la gente. Tenía pocas apariciones en
público y le costaba acercarse al pueblo, pero se construye entonces una imagen
mítica y omnipresente en torno a él, que desde las sombras todo lo controla y todo lo
domina. Esta característica, que remite a la imagen que se construye, se relaciona
también con el temor de la gente, la sumisión y también es frecuente en otras obras
que abordan la misma temática. Se sabe que está vivo porque ven una luz en su casa,
una mano enguantada que saluda al pasar, pero eso basta para creer que sigue allí. En
la siguiente cita se ve cómo se naturaliza el hecho de que lo esté controlando todo,
<<...sino porque ningún mortal lo había visto desde los tiempos del vómito negro, y
sin embargo sabíamos que él estaba ahí, lo sabíamos porque el mundo seguía, la vida
seguía...>> (García Márquez, 2003, p.11). Su muerte sólo se podía evidenciar tras un
cataclismo en el mundo:
...como que el día de su muerte el lodo de los cenegales había de regresar por
sus afluentes hasta las cabeceras, que había de llover sangre, que las gallinas
pondrían huevos pentagonales, y que el silencio y las tinieblas se volverían a
establecer en el universo porque aquel había de ser el término de la creación.
(García Márquez, 2003, p. 13).
Se vuelve necesario analizar la forma en que el déspota concibe y ejerce el
poder para analizar cómo esto no condice con la soledad que lo persigue y aflige. En
la cumbre de su despotismo y su poder se cree eterno y cuando ve "su muerte" o la de
su doble no entiende cómo el mundo sigue sin él. El poder que ejerce llega al punto de
decir que es en el país una determinada hora y todos acatan aunque saben que no es
así o se le asignan cualidades superiores <<...cruces de bendición para que cesaran las
lluvias y brillara el sol, y devolvió la vida a las gallinas ahogadas, y ordenó que
bajaran las aguas y las aguas bajaron>> (García Márquez, 2003, p. 116) o <<...y yo
solo me basto y me sobro para seguir mandando hasta que vuelva a pasar el cometa, y
no una vez sino diez, porque lo que soy yo no me pienso morir más, qué carajo, que
se mueran los otros, decía... >>(García Márquez, 2003, p. 41).
...de que apenas son las dos y cinco, otra voz, las tres y cinco de la
madrugada mi general, y él le cruzó la cara con el revés feroz de la mano y aulló
con todo el pecho asustado para que lo escucharan en el mundo entero, son las
ocho, carajo, las ocho, dije, orden de Dios (García Márquez, 2003, p. 80).
Se ve que esta imagen o postura externa se contradice con su angustia interior, que
lo llevará a perderlo todo y a quedarse en soledad. Lo hacen creer dueño de un poder
que en realidad se ve que no lo llena ni completa todas sus aspiraciones. La cita que se
muestra a continuación claramente evidencia cómo hay un poder inherente en él como
condición que transmite pero también se lo denomina como un tigre viejo
acostumbrado a la soledad. Esta condición nuevamente lo envuelve y lo describe más
que el poder.
...es la huella de él, nos quedamos petrificados contemplando aquella
impronta de una suela grande y basta que tenía el esplendor y el dominio en
reposo y el tufo de sarna vieja del rastro de un tigre acostumbrado a la soledad, y
en esa huella vimos el poder, sentimos el contacto de su misterio con mucha más
fuerza reveladora que cuando uno de nosotros fue escogido para verlo a él de
cuerpo presente... (García Márquez, 2003, p.207).
Más allá del poder que ejerce, como se plantea en este trabajo, la cualidad más
representativa en él es la soledad, como condición. Cuando se accede al interior del
personaje, cuando éste está solo o se saca la máscara, se ve su verdadero flagelo, su
"castigo"(según lo puede pensar el lector accediendo a su historia). Su soledad es su
miseria más grande y se vuelve relevante considerar su verdadero sentir, manifiesto en
distintos pasajes, <<sin nadie con quien perder una partida de dominó, ni nadie a quien
creerle la verdad, padre, métase en mi pellejo, pero no lo dijo, apenas suspiró>>
(García Márquez, 2003, p. 176) o << ...pensando madre mía Bendición Alvarado si
supieras que ya no puedo con el mundo, que quisiera largarme para no sé dónde,
madre, lejos de tanto entuerto, pero ni siquiera a su madre le mostraba el interior de los
suspiros...>> (García Márquez, 2003, p. 29). En las dos citas se evidencia que no
puede compartir con nadie lo que lo aqueja, ni siquiera con su madre, porque sería
aceptar que tiene cierta fragilidad, que es humano sencillamente.
A su vez, para continuar con lo que se desarrolló, es interesante la visión que
Manuela Sánchez tiene de él. Alguien que no le dice cómo lo ve sino que lo piensa
para sí por lo que puede ser auténtica, no caer en la adulación y de ese modo se puede
tener una imagen cabal de cómo es
...el anciano más temible de la tierra, el más temible, el más aborrecido y el
menos compadecido de la patria que se abanicaba con el sombrero de capataz
contemplándome en silencio desde su otra orilla, Dios mío, qué hombre tan triste,
pensé asustada... (García Márquez, 2003, p.87).
Para continuar con el análisis de la relación poder/soledad en la obra se pueden
analizar una serie de aspectos que lo vuelven más evidente. Se torna significativo ver
cómo el personaje necesita que lo quieran, reclama afecto y hasta adulación (aunque la
sepa fingida) del pueblo y de aquellos que lo rodean directamente. Esto se ve de
manera directa cuando se narra uno de los tantos golpes de estado que le organizan y
que logra detener. Cuando se logra apresar a los integrantes de la rebelión, el tirano los
somete a toda clase de torturas a fin de que confiesen que habían hecho eso porque
habían sido sobornados y no por convicción o decisión propias. Les pide que confiesen
una mentira pero es lo que él quiere oír para sentirse seguro nuevamente y con
confianza. Se cree querido por la gente pero sus propios hombres arman grupos
callejeros para que lo halaguen y feliciten. Los engaños y la adulación se mantienen
constantes a lo largo de su mandato. Ya en su vejez le llevarán mujeres de burdeles
haciéndolas pasar por inocentes colegialas que él seduce. La mayoría de las veces se
daba cuenta de estos artilugios pero seguía desempeñando la farsa, buscando quizá
convencerse o continuar con el juego o papel que le tocaba representar, <<...pero él
sabía que no era cierto, que lo engañaban por hábito, que le mentían por miedo, que
nada era verdad en aquella crisis de incertidumbre que le estaba amargando la gloria y
le quitaba las ganas de mandar...>> (García Márquez, 2003, p. 29). La adulación es una
constante tal como se muestra en la siguiente cita <<...pues monseñor Demetrio
Aldous había vislumbrado la perfidia dentro de la propia casa presidencial, había visto
la codicia de la adulación y el servilismo matrero entre quienes medraban al amparo
del poder...>> (García Márquez, 2003, p. 175).
Son muy pocos los que se atreven a decirle la verdad cara a cara. Uno de los
pocos que lo hace es Patricio Aragonés, su doble, uno de los pocos en quien el dictador
confía. Cuando es herido de muerte tras un atentado, el doble no tiene nada por perder
y se anima a decirle cuando se hallan los dos solos cuánto lo odia. Le dice en la cara la
verdad de lo que todos piensan de él, lo odiado que es:
...más bien aproveche ahora para verle la cara a la verdad mi general, para que
sepa que nadie le ha dicho nunca lo que piensa de veras sino que todos le dicen lo
que saben que usted quiere oír mientras le hacen reverencias por delante y le
hacen pistola por detrás...(García Márquez, 2003, p.33).
Tras la muerte de Patricio Aragonés él presencia "su propia muerte" y se torna
necesario comprobar cómo lo conmueven las repercusiones de la misma través de la
gente que festeja y que se alegra. Aquí se vuelve a ver esa necesidad interior de ser
reconocido y temido pero básicamente querido. Ahora bien, la forma en que el tirano
se conduce es sumamente relevante tras esta confesión porque despliega el mismo
patrón de conducta que ya ha utilizado. Intenta "comprobar" que esa verdad que le han
dicho es errónea, que el es querido y respetado <<...murmurando que ya lo vieron,
carajo, ya lo vieron, esta gente me quiere. Resuelto a disipar hasta el rescoldo de las
inquietudes que Patricio Aragonés había sembrado en su corazón...>> (García
Márquez, 2003, p. 45).
Se puede ver que confía sinceramente en un grupo muy reducido de su séquito,
a saber: Patricio Aragonés, el ministro de salud, el indio Saturno Santos (enemigo que
persigue durante mucho tiempo y luego toma a su servicio como protección) y el
general de defensa Rodrigo Santos. Este último era, entre los nombrados, su mano
derecha. Había perdido un brazo por salvarlo de un atentado y lo había ayudado a
combatir más de una revuelta o golpe ante el régimen. Se ve que confía ciegamente en
él hasta que su intuición le dice que lo había traicionado. Es un golpe muy fuerte pero
se sobrepone y lo presenta como plato principal en un banquete protocolar con
camaradas. La soledad se ve aquí nuevamente porque no puede confiar en nadie, la
traición se vuelve moneda corriente. Son perseguidos y asesinados violentamente
aquellos que están más cerca de su afecto. Así sucede con Patricio Aragonés, con
Leticia Nazareno o con su hijo, los cuales parecen pagar por el odio que él despierta.
Se muestra entonces la carga de la culpa y de la soledad que estos sucesos conllevan y
que lo hacen responsable ante su propia conciencia. La desazón se torna cada vez más
profunda. De todos modos se ve que el personaje es conciente de que no puede
confiar plenamente en nadie:
...se quedó sin ellos porque se vio a sí mismo en la casa grande y vacía de un
mal sueño circundado por unos hombres pálidos de levitas grises que lo
punzaban sonriendo con cuchillos de carnicero, lo acosaban con tanta saña que
adonde quiera que él volviese la vista se encontraba con un hierro dispuesto
para herirlo en la cara y en los ojos, se vio acorralado como una fiera por los
asesinos silenciosos y sonrientes que se disputaban el privilegio de tomar parte
en el sacrificio y de gozarse en su sangre... (García Márquez, 2003, p. 104).
Los dos personajes que se pueden mantener al margen de la traición y que
despiertan en él el afecto más puro son su madre, Bendición Alvarado, y su esposa,
Leticia Nazareno. La primera de ellas le permite desahogarse y puede notar lo
agobiado que se encuentra o reprenderlo por no higienizarse correctamente. Puede
verlo desvalido, pobre, como realmente es. El otro gran amor que tiene es Leticia
Nazareno. El amor entre ellos es recíproco, cosa que no le había sucedido antes, y
sincero. Ella le hace abrir los ojos en incontables situaciones pero también se la van a
arrebatar. La violencia ligada al poder que ejerce le quita aquello que más quiere
<<...tú eras mi voz, eras mi razón y mi fuerza, era su oído más fiel y más atento en el
rumor de larvas perpetuas del mundo inaccesible que lo asediaba...>> (García
Márquez, 2003, p. 210).
La necesidad de afecto y amor también se ve en todas sus relaciones amorosas.
Reclama amor y esto se ve. Todas las mujeres que tiene son tomadas por la fuerza.
Las que están a su servicio en la casa de gobierno, que toma cuando quiere y sin
amor; Francisca Linero, a quien conoce por su belleza y toma casi delante de su
marido; Manuela Sánchez, la reina de belleza, por quien da todo, hasta el paso del
cometa, sin lograr que lo ame ya que ella termina escapándose y finalmente, Leticia
Nazareno, a quien toma por la fuerza y rapta siendo una novicia. El cambio con ella
reside en que sí lo ama realmente. Ahora bien, tras el asesinato de ella vuelve a buscar
mujeres que no lo aman y que toma con o sin su voluntad. Estas relaciones se
presentan como muestras del tema central que se viene planteando, la necesidad
afectiva, el amor recíproco. Al plantearse el deseo por Manuela Sánchez se lee
<<...para que no me quieras por lástima después de haber agotado todos los recursos
para que lo quisieran por amor...>> (García Márquez, 2003, p. 89) o <<...la soledad
irreparable de las primeras sombras de otro sábado efímero, de otra noche sin ella,
carajo...>> (García Márquez, 2003, p. 81). Cuando aparece Leticia todo se vuelve
distinto y cuando está con ella por primera vez se ve realmente su ser, se trasluce su
miedo y no su omnipotencia, su fragilidad. Esto es relevante porque esta faceta en él
es la que realmente importa, donde se siente incompleto, frágil,<<.porque no podía
imaginarse que a pesar de sus años incontables y su poder sin medidas él estaba más
asustado que ella, más solo, más sin saber qué hacer, tan aturdido e inerme como
estuvo la primera vez que fue hombre...>> (García Márquez, 2003, p.182).
La soledad se manifiesta como un fantasma que lo acecha y del que quiere huir
desde siempre. Se refleja en el asilo para dictadores desterrados que tiene, donde los
recibe a todos por la simple razón de compararse, de saberse activo, presente y no
olvidado, ejerciendo el poder y no destituido, "querido por su pueblo" y aceptado. La
residencia es un espejo en que se mira pero que refleja y congrega sus más profundos
terrores, terminar como ellos en un asilo, solo, olvidado y sin poder, <<...sino para
disfrutar de la dicha mezquina de no ser uno de ellos, para mirarse en el espejo de
escarmiento de la miseria de ellos mientras él chapaleaba en la ciénaga grande la
felicidad...>> (García Márquez, 2003, p. 25).
Como se dijo más adelante, se puede ver una línea descendente en cuanto al
protagonista. Del ejercicio del poder mediante el despotismo, la sagacidad para
anticiparse a los hechos y el ejercicio continuado del poder se llega a la decrepitud, a
la degradación. Ya no se siente respetado <<...se comían la mitad de su comida para
impedir que lo envenenaran, le cambiaban los escondites de la miel de abejas, le
calzaban la espuela de oro como a los gallos de pelea...>> (G. Márquez, 2003, p. 251).
Su propio cuerpo ya no le responde y ya no hay poder <<...que apaguen las estrellas,
carajo, orden de Dios, pero nadie acudió a sus gritos, nadie lo oyó...>> (G. Márquez,
2003, p. 276). Se ve que pasa a ser prescindible y que todo funciona sin él. La noción
de soledad que todo lo envuelve se presenta envolviéndolo todo en su último tiempo
<<.y sin embargo no encontraba el sosiego, arrastraba sus grandes patas de elefante
senil buscando algo que no se le había perdido en su casa de soledad...>> (G.
Márquez, 2003, p. 259).
En principio sólo le quedan los recuerdos, interesantes si se piensan como
compañía para los últimos años como paliativo contra la soledad. Cuando estos se
empiecen a ir escribirá en papeles los datos más importantes de su vida. Ahora bien,
después se ve que esto tampoco le queda, un "castigo" contra su proceder, contra su
vida.
Su vida no se muestra fructífera y ha sido relegada en pos de la sed de poder sin
embrago se plantea en la obra que este último tampoco es completo si se piensa que
hasta el mar ha sido entregado a los extranjeros.
Para cerrar lo expuesto, otra idea de la obra que se vuelve interesante es la de
las películas o series que ve por televisión al final de sus días. A pedido de él los
finales tienen que ser felices, los malvados tienen su castigo pronto, los muertos
injustamente resucitan y prevalece el amor. Su séquito transmite sus pedidos por
circuito cerrado y él es feliz dentro de esas historias. Esto se puede ver como un
símbolo, como un planteo de lo que siempre ansió y no pudo conseguir, un reflejo
contrapuesto de lo que fue su realidad, que a pesar de todo su poder no pudo
modificar a su antojo. Se regodea en la felicidad, en el amor y no como una impostura
o una farsa sino como un anhelo interno traído desde siempre. Un deseo que
finalmente no consigue.
Por todo lo que se ha expuesto se puede decir que la obra gira en torno de la
temática de la soledad y el rol del poder en esto. Se muestra a un dictador, como
cualquier otro, incluso con rasgos similares en su humanidad y en sus miserias.
Como se expreso más arriba, la idea no ha sido la de congraciar al lector con él
sino mostrarlo en sus falencias y sus debilidades pero con más debilidades y falencias
que cualquier otro ser humano, a pesar de todo el dominio que ejerció. Al finalizar,
con la muerte del déspota, se lo ve inferior a cualquier ser humano, ha sufrido
muchísimo, ha sido feliz muy poco, ha vivido alejado de la esencia en pos de la sed de
poder. Ha regido el destino de muchos pero quizá es más miserable que muchos otros,
no puede regir su destino y eso es evidente. Se vuelve sumamente interesante la idea
que deja el narrador al final de la novela, donde se resume la esencia del planteo del
presente trabajo:
...un tirano de burlas que nunca supo dónde estaba el revés y dónde estaba el
derecho de esta vida que amábamos con una pasión insaciable que usted no se
atrevió ni siquiera a imaginar por miedo de saber lo que nosotros sabíamos de
sobra que era ardua y efímera pero que no había otra, general, porque nosotros
sabíamos quiénes éramos mientras él se quedó sin saberlo para siempre... (García
Márquez, 2003, p.298).
Tuvo más poder que muchos pero menos ganancia de lo esencial al final se su
camino. La ganancia que se ve tras el poder es la soledad constante y la infelicidad.
Referencias bibliográficas:
García Márquez, G. (2003). El otoño del patriarca. Buenos Aires: Debolsillo.