La Violencia Vertical. Hakim

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Dos trazos comunes en política y educación Puede ir hacia el otro o bajar hacia él. Puede interactuar con los demás o dominarlos. Puede conversar con alguien o decirle lo que tiene que hacer. Puede observar una situación o participar de ella. Estos “trazos” virtuales sirven para ilustrar las formas en las que asumimos nuestras relaciones con los demás, y de forma más general, las relaciones entre educación y política. Así, el contacto, el intercambio, el flujo entre personas e instituciones podría ser concebido como ocurriendo de dos modos fundamentales: de arriba hacia abajo, o en el mismo plano. Pero estas no son dos formas complementarias ni hacen dialéctica. No hay entre ellas un juego de interacciones, una oposición y una complementariedad que las haga interactuar, o una aufhebung 1 , una recuperación de lo mejor de sí mismas a través de productos intermedios. Más bien habría que pensar que hay una forma imperante y una que siempre resultará marginal. Porque nadie se fía, porque nadie confía, nadie tiene fe. Ni en el otro, ni en su relación con el otro. Fiarse es confianza en lo que creemos saber. Y el caso es que nadie pretende saber ya nada del otro, tener cosas en común, coincidir en significados lógicos, o compartir ciertos límites. En realidad no hay espacios de interacción sino por el contrario espacios en los 1 Lo que queremos subrayar de este término hegeliano es el hecho de que indica una protección, un cuidado: el término “conservar ya incluye en sí el aspecto negativo, en cuanto se saca algo de su inmediación y por lo tanto de una existencia abierta a las acciones exteriores, a fin de mantenerlo” (Ciencia de la Lógica. Buenos Aires: Solar/Hachette. 1968, p.97- 98). No creo que sea el caso de lo horizontal en su marginalidad: no hay cuidado sino desdén, y por tanto no hay conservación sino inanición. 1

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Análisis de las relaciones de poder establecidas en la educación, específicamente entre docentes y alumnos, introduciendo una crítica a las formas de educar contemporánea

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Dos trazos comunes en poltica y educacin

Puede ir hacia el otro o bajar hacia l. Puede interactuar con los dems o dominarlos. Puede conversar con alguien o decirle lo que tiene que hacer. Puede observar una situacin o participar de ella. Estos trazos virtuales sirven para ilustrar las formas en las que asumimos nuestras relaciones con los dems, y de forma ms general, las relaciones entre educacin y poltica.As, el contacto, el intercambio, el flujo entre personas e instituciones podra ser concebido como ocurriendo de dos modos fundamentales: de arriba hacia abajo, o en el mismo plano. Pero estas no son dos formas complementarias ni hacen dialctica. No hay entre ellas un juego de interacciones, una oposicin y una complementariedad que las haga interactuar, o una aufhebung[footnoteRef:1], una recuperacin de lo mejor de s mismas a travs de productos intermedios. [1: Lo que queremos subrayar de este trmino hegeliano es el hecho de que indica una proteccin, un cuidado: el trmino conservar ya incluye en s el aspecto negativo, en cuanto se saca algo de su inmediacin y por lo tanto de una existencia abierta a las acciones exteriores, a fin de mantenerlo (Ciencia de la Lgica. Buenos Aires: Solar/Hachette. 1968, p.97-98). No creo que sea el caso de lo horizontal en su marginalidad: no hay cuidado sino desdn, y por tanto no hay conservacin sino inanicin.]

Ms bien habra que pensar que hay una forma imperante y una que siempre resultar marginal. Porque nadie se fa, porque nadie confa, nadie tiene fe. Ni en el otro, ni en su relacin con el otro. Fiarse es confianza en lo que creemos saber. Y el caso es que nadie pretende saber ya nada del otro, tener cosas en comn, coincidir en significados lgicos, o compartir ciertos lmites. En realidad no hay espacios de interaccin sino por el contrario espacios en los que el otro tiene prohibido estar, tierras de nadie. Espacios en los que se promete recuperar alguna esperanza[footnoteRef:2], y por tanto recobrar la fe. Espacios de transicin en los que sea ms difcil correr el peligro de entrar en contacto con otro, espacios de descontaminacin (contaminarse es mezclarse con lo ajeno, lo que no pertenece, lo que es totalmente otro). Espacios que son tan amplios que hacen innecesario tener que demarcar los puntos en los que podemos hacernos dao. Evidentemente no son espacios fsicos el mundo se nos queda cada vez ms estrecho, sino espacios de hiper-diferenciacin, de aceptacin de la diferencia radical, del hecho de que no debamos esforzarnos por compartir nada, por llegar a acuerdos, por con-vivir. [2: Espacios en los que no nos encontraremos con los otros, y esto es bueno porque el infierno son los otros (Sartre, A Puerta Cerrada, Acto 1, Escena 5), y por lo tanto, cuando entras en estos espacios vacos ya no necesitas abandonar toda esperanza (Dante, Infierno, Canto III, Sentencia 9).]

Espacios de fantasa en los que puedo interactuar sin interactuar, tericamente sin correr riesgos (como en las redes sociales). Espacios en los que no tengo que poner el cuerpo. Este sustraer el cuerpo permite prescindir del espacio fsico, y favorece el que podamos quedar cmodamente apilados en una memoria electrnica, ponindonos en una forma de contacto inexistente, vaca, fantasmtica. Tal como los fantasmas, tenemos poco cuerpo pero muchas quejas. Estamos alejados y penitentes, sintindonos solos y culpables, pero lamentndonos por tener que cargar con esa culpa que no creemos merecer, que no entendemos. Culpa compartida, culpa originaria, culpa omnipresente. Aullamos y recorremos los espacios en ruina sin ocuparlos, sin tocarnos, sin siquiera reconocernos, ensimismados a fuerza de no tener mundo, quejndonos de nuestro amargo destino, sin solucin (de continuidad), sin sentido, sin creer en un sentido posible, pero en una continua bsqueda de algo firme en ese mundo en el que no tenemos asideros[footnoteRef:3]. [3: Retomando, tal como hiciera ya Deleuze, los versos de Artaud: Pas de bouche / Pas de langue / Pas de dents / Pas de larynx / Pas dsophage / Pas destomac / Pas de ventre / Pas danus / Je reconstruirai lhomme que je suis (Je Suis Vivant, en 84, No.5-6, abril 1948) pero enfrentados a la nueva accin poltica que busca evitar esa reconstruccin de nuestra singularidad. ]

Altivo y remoto, el ser de cada cual debe ser mantenido a distancia prudente, hacerlo permanecer inalcanzable, suministrndole simulacros incorpreos. Lo marginal, es entonces lo confundido, la confusin, lo corporal no sustrado, la promiscuidad (esa maldad absoluta que debe ser perseguida). Es aquello con lo que no puedes relacionarte sin que el resultado sea categorizado inmediatamente como marginal. No habr dialctica porque no habr interaccin, pero si acaso la hubiera, por una inercia de la dialctica o un fractal que no haya sido alineado, el resultado nunca ser aceptado como nuevo o siquiera intermedio o transicional: siempre ser considerado como pobre, confuso, desordenado. Lo que se sale de la tradicin es cosa de rebeldas sin causa, de poca educacin, de falta de clase, o de incoherencias de la enfermedad.Y all donde se mantenga la corporeidad el otro ser entonces un lobo y slo el fuego y el bastonazo lo mantendrn a raya[footnoteRef:4]. Lo salvaje del otro debe ser contenido, con rejas, con mitos, con muros, con miedos, con alarmas de sobrevivencia. El otro que no pueda ser transformado en fantasmagora, el otro que se empee en su corporeidad, en su ser de cosa material y llena de defectos que la diferencian, a ese ser-otro habr que confinarlo dentro de su cuerpo, hacer que su cuerpo sea una crcel de carencias, encerrarlo en las nece(si)dades del cuerpo de modo que slo piense en satisfacer esa pobre versin del mundo, esa precariedad. No son necesarias las rejas porque somos prisioneros de las medicinas inalcanzables, la comida escasa, el refugio provisional, el trabajo precario, el placer culposo. El cuerpo enfermo, hambriento, a la intemperie, fatigado e insatisfecho impide cualquier libertad positiva y nos confina a la mera sobrevivencia. [4: Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit, deca ya Plauto en Asinaria, antes de que Hobbes la retomara. Y precisamente lo indicaba como ese no conocerse, ese extraamiento, esa naturaleza salvaje debida al aislamiento que nos hace temernos unos a otros. ]

Lo vertical te mira desde arriba, todo lo ve, todo lo domina desde su posicin de su-puesta superioridad. Su puesto pertenece en el poder y las razones de esta superioridad son ignotas, provenientes de arriba y sin explicacin (porque explicarse es rebajarse). Lo vertical domina hacia abajo sin esfuerzo porque le favorece la gravedad, el peso de su autoridad que ya es una razn primera dentro de cualquier argumentacin. Nada le es secreto porque en su ngulo de visin descendente hay pocos obstculos y por eso observa sin dificultad. Pero al mismo tiempo interpone los obstculos ms intrincados que impidan que a su vez pueda ser visto, manteniendo el secreto de su poder, utilizando la transparencia slo para dejar claro que ve a todos, pero colocndose donde nadie le pueda ver, donde nadie pueda saberse visto aunque lo sospeche, argumentando que la transparencia en las dos direcciones le restara el poder de verlo todo, comprometera su seguridad y la integridad que le permite controlarlo todo para que no se pierda, para que no se desubique, para que est en el lugar que le corresponde, siempre ms abajo.Lo horizontal ve lo que t le muestras, lo que comparte contigo, lo que se deja ver al acercarse, al ponerse en contacto y alternar posturas. La horizontalidad implica vulnerabilidad de prjimo, del que est prximo a ti y por ello puede ser alcanzado por todo lo que haces o dejas de hacer. El que est cerca de ti, en tu mismo nivel, te ve, por supuesto. Te ve todo lo que quiera. Pero tambin puede tocarte, escucharte, olerte, y en ltima instancia puede reunir todos esas impresiones y hacerse una idea de ti, acostumbrarse a ti, predecir un poco t manera de hacer las cosas para entender sus repeticiones e identificar las alternancias en tus patrones debidas a tus transformaciones, a tus adaptaciones, a tus reacciones; utilizando esa informacin para entenderte ms y mejor, con mayor profundidad, aprovechando mejor tu presencia[footnoteRef:5]. Lo horizontal permite una mirada frontal, pero tambin un reconocimiento por el rabillo del ojo, un saber lo que me rodea porque forma parte de m, una memoria de detalles que hacen diferencia y que por tanto pueden ser reconocidos incluso entre la multitud, una interpretacin de la expresin que siendo ms o menos atinada, es siempre ocasin de un nuevo contacto, de una nueva exploracin, de una preocupacin por el otro. La posibilidad de mltiples interacciones requiere de una cierta valenta (porque la distancia protege). Requiere de tolerancia, resistencia, paciencia. Una piel densa que no se resienta por su contacto ntimo con el mundo, que no reaccione adolorida, que no se cuartee, o que sane rpido. De ah que la razn para que no exista una dialctica entre lo vertical y lo horizontal est en que no existe tal dualidad en la presencia del ser en el mundo, y que su trascendencia sea una im-postura, un engao, una estratagema para acumular el poder. El ser horizontal es la corporeidad, con la portentosa variedad de sus interacciones, con los matices y las intensidades de su compleja relacin de exterioridad interior, de ntima diferencia. Una corporeidad que no es receptora ni barrera (en todo caso frontera de trnsito infinito), ni envase conductor, ni alienacin. Una corporeidad interpretadora, creadora de vas, exploradora. [5: Es lo que est implicado en la definicin de Merleau-Ponty de la carne: un conjunto de colores y superficies habitados por un tacto, una visin, por tanto sensible ejemplar, que ofrece a quien lo ocupa y siente modo de sentir cuanto se le parece fuera; de forma que, preso como est en el tejido de las cosas, lo atrae todo hacia s, se lo incorpora, y, con el mismo movimiento, comunica a las cosas que encierra esa identidad sin superposicin, esa diferencia sin contradiccin, esa distancia entre el fuera y el dentro, que constituyen su secreto natal [Podemos decir que percibimos las cosas mismas, que somos el mundo que se piensa, o que el mundo est en el corazn de nuestra carne. En todo caso, una vez reconocida una relacin cuerpo-mundo, hay ramificacin de mi cuerpo y ramificacin del mundo y correspondencia entre su interior y mi exterior, entre mi interior y su exterior]. (Lo visible y lo invisible. Seix Barral: Barcelona. 1970. p. 170). Lo horizontal es esta no dualidad, est no-dialctica, esta continuidad de la carne y el mundo.]

Para regenerar la democracia Es posible educar de otra manera? Esta es la pregunta compartida entre la filosofa poltica y la filosofa de la educacin. Responderla tiene que ver con una responsabilidad: asumir el riesgo de abandonar las garantas de la imposicin de un yugo, de dejar de practicar la dominacin a travs del temor y la culpa, de renunciar a la posicin hiertica desde el trono, el podio o la torre. Atreverse al azar de los encuentros, la ambigedad de los resultados, la falta de objetivos prefijados, las respuestas vlidas, las conductas esperadas y las curvas de Gauss.Es adems la pregunta por la relacin entre la educacin y la poltica. Su influencia mutua, su relacin de dominacin y de saber (dominacin del saber y sabidura de la dominacin). El comprender que no se puede controlar el saber, ni pretender poseerlo por completo. Y tambin comprender que hay formas de gobernar que son ms sabias, que incluyen, que permiten el flujo de saberes y poderes. En ltima instancia, tiene que ver con la concepcin de sus mutuas influencias, de quin precede a quin en la relacin, de su prelacin. En este sentido, si bien el hombre es primeramente poltico, si se agrupa y toma decisiones sobre lo que es mejor para su grupo, dentro de las primeras decisiones fundamentales para que funcione lo poltico de su agruparse, est la de educar a sus congneres para que contribuyan, para que hagan ms poderosas las capacidades del grupo de perdurar en el tiempo, que sepan adaptarse a los cambios, que manejen criterios para tomar decisiones o saber escoger de entre las decisiones propuestas aquellas que se correspondan mejor con lo que el grupo busca, la aceptacin de las dificultades para determinar cul es esa bsqueda y qu es lo que se corresponde con ella, los peligros de las decisiones por mayoras, las dificultades para tomar decisiones por consenso. Es la poltica que busca estar preparada, que debe aprovechar el saber generado en la educacin para prevenir errores, para adelantarse a los problemas, para adelantarse a los retos por venir. De ah que la poltica debe favorecer el trabajo de investigacin, discusin y teorizacin que le sugiera nuevos conceptos para entender el mundo, discursos para interpretarlo, afectos para sentirlo, obras para representarlo, estrategias para cambiarlo.La educacin, por su parte, recibe las marcas de lo que se conciben como metas colectivas, de los estndares a los que cada nuevo ciudadano tiene que responder (aunque sea para modificarlos) de las pautas que han marcado las generaciones anteriores (y cuyas interpretaciones se hacen obsoletas). Es la educacin la responsable de comprender los delicados equilibrios que garantizan un adecuado flujo de poder y las capacidades necesarias para que cada ciudadano pueda contribuir en su rol poltico, adems del cultivo de las competencias que le permitiran ir desarrollando el espectro y la intensidad con que dicho rol se manifiesta dentro del mbito democrtico.Pero adems existe una especie de continuidad cultural entre educacin y poltica, una imitacin de los gestos, una conservacin de las costumbres, unos principios comunes, un flujo constante de emulacin. Los maestros adoptan con facilidad las maneras de los lderes polticos, con los que se sienten que pertenecen como brazo instructor: su forma de hablar, la diferencia que hagan entre dar rdenes y consultar, su actitud ante el debate, el grado de escucha y consideracin por las ideas que no coinciden con las que plante, su inclinacin a la negociacin de acuerdos, su responsabilidad.Es inevitable que los polticos, por su parte, terminen dando continuidad a los ejemplos que recibieron en la primera institucin pblica con la que tuvieron contacto, e incluso que practiquen una especie de retaliacin largo tiempo cocinada de los tratos que recibieron en su educacin: el estilo pedante, perdonavidas y condescendiente de aquel maestro que se crea dueo de la verdad; la sensacin de ser considerado por el maestro como en estado de cado, de oscuridad, de inanidad, de ignorancia; la cuantificacin de los logros en puntos que se ganan o se pierden por razones oscuras y caprichosas que el maestro jams se dignara a explicar; el protagonismo, la centralidad de su posicin, el lugar elevado desde donde viene la voz del maestro como gua del rebao; la predileccin por el regao y el castigo como lmite; la autoridad gratuita, no siempre acompaada del apropiado saber; el gusto por las recetas y los mtodos alambicados que terminan siendo un escondite para el maestro que no quiere reflexionar acerca de su prctica.En este sentido, sera interesante discutir la insinuacin de que aprenden uno de otros, y por supuesto, esta discusin pasara por precisar a qu llamamos aprender. Un aprendizaje debera implicar cierta transformacin, un cambio interior, la construccin de s mismo desde una diferencia con lo que me est afectando. Es decir, este cambio, tal como queremos concebirlo aqu, tal como desearamos que fuera la manera ms generalizada de concebirlo, slo puede sobrevenir porque el individuo est consciente de un diferencial entre la manera como conceptualiza su mundo y los nuevos conceptos que se le ponen enfrente con las situaciones de aprendizaje, y a partir de all reconfigure su forma de sentir, pensar, actuar, interpretar, cambiar o crear la realidad.El maestro reflexivo, ante los conceptos con los que entra en contacto, recuerda la educacin que recibi en el pasado y la analiza, la juzga, la critica. Aplica unos criterios que le permiten compararla, evaluarla darse cuenta cmo fue y cmo influy en lo que l es. A partir de esto puede decidir cambiar, buscar otras herramientas para analizar su mundo, ponerse en contacto con nuevas experiencias que le permitan ampliar el nmero de ideas con las que constela. Y puede teorizar una educacin que incluya estos cambios. As, el maestro ante los diferenciales de su ser, su saber y la realidad, se educa e inventa educacin. El poltico debe hacer lo mismo con los liderazgos que conoci, con las estructuras del partido al que se adhiri, con las ideologas y los principios, con sus estrategias y sus decisiones polticas. Debe pensar en qu estn fallando y cules son sus puntos fuertes. Cules son sus contradicciones y sus argumentos poco lgicos. Qu consecuencias podran desprenderse de sus propuestas, cules son aceptables y cules resultaran intolerables. Debe comparar con otros agentes y aceptar con honestidad lo que resulta mejor, y cmo encaminarse a superarlo con sus propios esquemas. Debe concebir y proyectar otras opciones. Debe pensarse gobernando y debe pensarse haciendo oposicin.Todo esto no ocurre con la frecuencia que sera deseable para proteger la democracia. Por una parte estaramos ms bien frente a una imitacin de patrones, una repeticin irreflexiva de costumbres y hbitos de su entorno cultural o una justificacin de los impulsos incontrolados porque as lo hacen todos los dems. El maestro, el poltico, responden aqu a los planos meramente psicolgicos o normativos, dejndose llevar u obedecindolos sin comprenderlos, sin saber qu es lo que est ocurriendo dentro del conjunto de relaciones que los determinan. El poltico, el maestro actan por impulsos, como vieron a otros actuar, como es la usanza, como les ordenan, como les resulta ms cmodo. Ante la verticalidad del sistema lo mejor es mostrar la mayor de las aquiescencias y bajar el testuz. Se comportan como ciudadanos normales[footnoteRef:6], que siguen la norma impuesta y aceptan como normal cualquier cosa que venga revestida de algn poder autoritario. [6: Aquellos que no van ms all de la norma, de lo que dice la ley o las costumbres, aquellos que no son capaces de reflexionar ante la aparicin subrepticia o progresiva del mal, esa incapacidad de percibir lo humano en cada Otro desconocido (Arendt, H. Eichmann en Jerusaln. Un informe sobre la banalidad del mal. Lumen: Barcelona. 1999).]

La interaccin entre educacin y poltica implica la aceptacin de las diferencias mutuas de perspectiva y aproximacin a la realidad pero que son necesariamente complementarias y en las que la poltica es deudora de una estabilidad futura, y la educacin no puede ser considerada como una especie de subcontrato para la formacin de esclavos silenciosos, o para el cuidado de las cras mientras los esclavos silenciosos producen sin rechistar. Lo poltico debe valorar lo educativo como lo que lo protege y lo regenera, como lo que garantiza que se pueda seguir dando lo poltico y que cuente con la densidad de ideas, principios, estrategias, preguntas y respuestas que le den la agilidad, el vigor, la flexibilidad y los recursos necesarios para adaptarse y enfrentar la materia cambiante del mundo en el que pretende influir. Y se me ocurre otra pregunta que podra ser an ms difcil de contestar Queremos educar de otra manera? No es evidente que todos estemos de acuerdo en que ms libertad, ms participacin y ms autonoma sea lo que conviene para la sociedad. Quizs sean ms los que piensan que desde el momento en que nos pusimos de pie lo ms natural es que todo fuera vertical, que lo horizontal es animalidad y caos. Nos hemos inventado dioses verticales que contribuyen a justificar un orden establecido y una escala en la que todos tienen la obligacin de buscar su lugar, siempre ms abajo, segn el peso especfico de su poder real. (Tambin hemos perseguido cruelmente a todo el que quisiera proponer un dios ms horizontal, como el del bueno de Spinoza). Es muy posible que piensen, habiendo pruebas concretas de ello, pero sin que eso lo haga moralmente vlido, que la mejor manera de dirigir a las masas es con la zanahoria y el garrote. El peligro es el de siempre: no todos los que administran garrotazos y proveen de zanahorias tienen los mejores designios en su voluntad. El disciplinado acatamiento de las rdenes, si bien facilita las labores de conduccin, tambin facilita los errores, tanto en la accin como en la escogencia de los fines. En la accin porque cuando el agente se confronta con la realidad, siempre cambiante, se da cuenta que esta depende de un proceso decisorio, que slo podr llevar a cabo quien realmente haya sido preparado para ello. Y la direccin de nuestros impulsos puede estar severamente comprometida por la idea de que slo existen verdaderamente los principios de aquel que tiene el poder de formularlos, y que todo el resto est en situacin de guerra y abandono.Complementando a esos pocos que llegan a estar en posibilidad de legislar y controlar (esa sempiterna aristocracia, rara vez de todos[footnoteRef:7]), estn los que no desean otra cosa que una receta para la supervivencia, y que por tanto facilitan esta tarea de conduccin. Han sido educados para cumplir y obedecer. Para que les digan en qu son buenos, dnde los necesitan, cmo y durante cunto tiempo tendrn que hacer lo que se les encomend. Lo nico que pedirn a cambio es que luego les concedan un poco de ocio y muchos recursos para divertirse. Mientras tanto, que otros resuelvan los asuntos complicados, quienes a su vez vern su labor aligerada si las mayoras son poco exigentes. De ah que exista poca presin hacia una educacin que no sea estrictamente para el trabajo, y que cualquier desviacin que implique que se debe analizar, criticar, proponer, decidir, escoger o crear sea considerada una derivacin poco deseable. Todas estas tareas complejas estn ms all de la realidad cotidiana, y slo pueden ser ejecutadas por personas preparadas para ello, y que por tanto ocupan un puesto superior, estn en unos niveles tan alejados que no son susceptibles de escucharte, y que se comunicarn contigo en la nica ocasin de bajarte las rdenes. Y en esa misma concesin es aceptable una cierta violencia contra quien est ms abajo, una cierta concepcin disminuida de su importancia dentro de la realidad, un carcter de insignificancia asociado a su presencia o a su ausencia, una etiqueta de dao colateral para sus accidentes, sus enfermedades, su miseria real o existencial[footnoteRef:8]. [7: La democracia en este sentido denota, pudiera decirse, la aristocracia llevada a su lmite. Se pretende que cada ser humano, como individuo, puede ser el mejor para algn propsito particular, y de ah que sea el ms indicado para dirigir o liderar, en ese aspecto especfico (Dewey, J. (1922/1983). Individuality, Equality and Superiority. En: Jo Ann Boydston (ed.), John Dewey: The Middle Works. Carbondale:Southern Illinois University Press. Vol. 13. pp. 297-8) esa alternancia en los puestos de liderazgo dada por nuestros talentos diferenciados, seguira cumpliendo con la idea de flujo horizontal.] [8: Arendt describe muy bien ese conmiseracin para con los inferiores: Desde tiempos antiguos hacia adelante el rol que ejerce la educacin en todas las utopas polticas muestra cun natural parece empezar un Nuevo Mundo con aquellos que son nuevos por nacimiento y naturaleza. En lo que a la poltica concierne, esto implica un grave malentendido: en vez de juntarse con sus pares para asumir el esfuerzo de persuasin y corriendo el riesgo de fracaso, lo que hay es una intervencin dictatorial, basada en la absoluta superioridad del adulto, y el intento de producir al nuevo como un fait accompli, esto es, como si el nuevo existiera previamente (Arendt, H. The Crisis in Education. In: Between Future and Past. The Viking Press: New York 1961. p.176-177. Traduccin propia).]

De all que es muy raro que a alguien se le ocurra exigir que sus hijos sean educados para la resistencia a los abusos del poder, para la rebelda con respecto a lo que es impuesto como usos normales, para la creacin propia de opciones que puedan ser contrastadas con las opciones propuestas, para el respeto tanto a las diferencias como a los universales (entre ellos los derechos humanos), sabiendo distinguir cuando se justifica cada cual, para la auto-determinacin de su identidad, su gnero, su filiacin poltica-religiosa, su compromiso con su entorno, su manera de vivir. Todos estos elementos son considerados una prdida de tiempo[footnoteRef:9]. Un tiempo que debe ser aprovechado exclusivamente para formar a un profesional, si es posible con caractersticas bien especficas que lo hagan fcilmente mercadeable, con extensos conocimientos financieros, ya que el beneficio econmico a largo plazo (otra forma de lo vertical, ese tiempo que no ves, que est ms all de tu posibilidad de percepcin y entendimiento) es el summum bonum por absoluto consenso. [9: Opinin de los padres que ya Rousseau denunciaba, por estar absortos en las frivolidades de su tiempo y considerar impertinente que l les dijera: Hombres, sean humanos, ese es vuestro primer deber: sanlo para todos los estados, por todas las edades, para todo lo que no es extrao al hombre. Qu sabidura hay para ustedes fuera de lo humano? (Emilio, Libro II). Esto es considerado un prdida de tiempo esencialmente porque eso humano est desarrollado en las humanidades, en la literatura y en el arte, en la poesa y en la filosofa, que es en donde mejor se ensea, se comparte, se discute, se piensa.]

Lo vertical es lo uno para todos, por igual. Lo horizontal es la posibilidad, siempre por consensuar, del equilibrio entre la igualdad y la diferencia.

La verticalidad del poder se manifiesta tambin, y sobre todo, como una externalidad, o una trascendencia. Los que controlan el poder le hacen saber al resto que este les es ajeno, que no les es dado acceder a l o participar de l o relacionarse con l o tan siquiera moderarlo de alguna manera[footnoteRef:10]. Y si esto genera resquemores entonces cambian la estrategia y te engaan. Montan un parapeto delante del cual realizan una serie de simulacros en los que se lleva a cabo una reparticin de las cuotas de poder, una poltica que supuestamente comienza desde las formas de agrupacin ms pequea, en las comunidades. Pero detrs del burladero las risas de los que ven al otro agitarse, apresurarse, comprometerse y angustiarse para establecer prioridades y detectar necesidades y decidir formas de ejecutar, y creer en supervisiones y evaluaciones, cuando en realidad las decisiones las siguen tomando los mismos, desde arriba, escondiendo altos intereses que en realidad son intereses particulares, y cuya preeminencia slo se justifica por la ideologa y la idolatra en la que se ungen los altos cargos. [10: Esta prdida no slo es impuesta por arriba, desde el poder, sino tambin por abajo, desde la educacin, con la preconizacin de un individuo inseguro de su percepcin del mundo (errneamente atribuida a la duda cartesiana, cuando ms bien tiene que ver con la dificultad que tiene la voluntad para escoger entre lo que se le presenta por los sentidos, lo que le dice la sociedad, lo que le sugiere el genio maligno) y jaloneado por la exigencia social de producir, lo que lo lleva a despreocuparse de lo que es comn: lo poltico. El auge de la sociedad acarre la simultnea decadencia de la esfera pblica y de la privada. Pero el eclipse del mundo comn pblico, tan crucial en la formacin del solitario hombre de masas y tan peligroso en la formacin de la mentalidad no mundana de los modernos movimientos ideolgicos de masas, comenz con la prdida mucho ms tangible de una parte privadamente compartida del mundo. (Arendt, H. La Condicin Humana. Paids: Barcelona. 1993. pp. 285-286)]

En este sentido, la estrategia ms utilizada para simular un poder participativo son las organizaciones de prjimos y vecinos (una supuesta participacin poltica directa, acompaada siempre de toda la parafernalia utilizada para denunciar a la demonaca representacin poltica que te despoja de tus derechos). Estas son las agrupaciones polticas en su mnima expresin y son las que permitiran a cualquiera tomar decisiones que afecten su entorno, lo que ira amplificndose a por la interconexin de los crculos de influencia. Se les ha llamado de muchas maneras Crculos, Comits, Comandos, Consejos, Comunas pero todos han tenido la caracterstica comn de haber sido ensalzados como el primer motor de la poltica nacional, cuando a lo ms que llegan es a mentideros en los que se da rienda suelta a la ideologizacin, la denuncia y el chisme. La nica funcin poltica real de estos grupsculos es la de espiar a ese mismo prjimo que se sienta contigo a discutir los problemas de la comunidad, advirtindole al gobierno cuando sus crticas y comportamientos sean susceptibles de generar problemas o puedan ser consideradas poco convenientes para la continuidad del poder y los poderosos. La farsa ms evidente de estas formas de participacin ha sido comn en todos los experimentos verticales contemporneos. As, cualquier proyecto que apruebe un grupsculo poltico para lo que considera pueda contribuir a mejorar el entorno en el que vive, tiene que recibir en ltima instancia y despus de incontables trmites administrativos, para que se apruebe su ejecucin, el visto bueno y aprobacin del Mximo Lder. Al absurdo de imaginar que este, quien quiera que sea, pueda tener la omnisciencia o la infinita capacidad de trabajo para supervisar y analizar cada una de los millones de grupsculos que conforman su nacin, se aade la extrema verticalidad de tal relacin, porque lo que deciden soberanamente los grupsculos en su comunidad, tiene que ser aprobado por otro soberano que vive a eones de esa particular comunidad y sus problemas, y por tanto tendra que estar ungido de ubicuidad, omnisciencia y presciencia para poder tomar una decisin con autoridad. De otra forma el ejercicio de la autoridad es una arbitrariedad, es una demostracin de fuerza, es una afectacin de poder. Lo vertical es simple y efectivo como el golpe de un martillo. Cumple su cometido, aplica fuerza, empuja o destroza.Lo horizontal es complejo como una coreografa. Requiere de precisin, dedicacin, concentracin, coordinacin. Sus resultados nunca estn asegurados.La manipulacin del lenguaje y de los smbolos, la saturacin del mensaje en los medios de comunicacin, las amenazas veladas o desfachatadamente explcitas, el chantaje, la persecucin, la vulneracin extrema de los derechos ms bsicos acompaada de la esperanza como promesa de garantizar esos mismos derechos que sustrajeron o dejaron perder. El miedo y la esperanza administrados como potestad de quien est ms arriba, que decide cundo debe comprimir el ser hasta petrificarlo, o cuando debe forzar una elongacin hasta que pierda pie. A todo esto, en momentos de mxima tensin/compresin, se le aade una actitud de laissez-faire con la protesta, usndola como vlvula de escape que disipa la intensidad del disgusto y crea en el grupo beligerante, y en la sociedad en general una sensacin de haber logrado algo, de haber generado un cambio. La escenificacin del descontento actuara como un triunfo contra el poder, el cual desde su posicin en las alturas quedara impresionado por la cantidad, o por el tamao, o por la intensidad de las manifestaciones, y tendra que recapacitar. Pero lo que ocurre en realidad es que en las altas esferas polticas lo vertical, no habr ninguna variacin en las condiciones en que se efectan las relaciones de poder, no habr reconocimiento, ni aceptacin, ni consideracin del otro y sus exigencias. Las nicas modificaciones que afectarn el status quo son las que previamente se haba planificado llevar a cabo, porque convenan, no cambiaban un pice los mecanismos de control, eran insignificantes o estaban siendo compensadas con otro desequilibrio. Pero antes de que ocurra este supuesto acuerdo, las protestas, los desrdenes, las manifestaciones, las huelgas e incluso el vandalismo y los saqueos sern tolerados porque en realidad afectan slo a la misma poblacin que est protestando, o a sus prjimos: colapsa las vas, impide el uso de los servicios, deteriora la ciudad, genera incomodidad y caos. A medida que pasa el tiempo la exasperacin contra la protesta es mayor que contra el gobierno, y la partida est ganada. No se habrn modificado las circunstancias que generaron la protesta, lo vertical quedara intocado y un sabor amargo de inutilidad y desvaro se asentar en la poblacin. Esto permite una intervencin violenta, desmedida y brutal por parte de las fuerzas del Estado, como un gigante que se impone por su altura, un Leviathan que atemoriza, y al que todos aplauden su necesaria intervencin[footnoteRef:11]. El gobierno termina lucindose como la fuerza de lo vertical que trae la paz, y se logra el efecto adicional de atemorizar a aquellos que se atreven a protestar, o desanimar a los que abogan por estas acciones pensando que pueden traer algn resultado. [11: Hobbes es el terico que aparece con menos frecuencia en los discursos polticos, pero el que ms aparece en la accin, para justificar la necesidad de procedimientos autocrticos. Estos son una especie de cartilla que sigue al pie de la letra cualquiera de los sistemas autoritarios, y todos tratan de cortar por lo sano lo que consideran como enfermedades que debilitan al Estado: la falta de poder absoluto, la pretensin de cada hombre en particular de tener un juico privado del bien y del mal, el que estos mismos particulares pretendan juzgar segn su conciencia, el que pretendan hallarse inspirados para entender la realidad de otra forma que como la entiende el Leviatn, que se pretenda que el Estado no est por encima de la ley civil, que se pretenda que el Estado no puede expropiar bienes y remover funciones o funcionarios, que se pretenda dividir el poder del Estado, que se coarte sus estrategias para obtener todo el dinero que sea necesario para mantenerse en el poder, que someta a los hombres populares que pudieran hacerle sombra, o que se pretenda disputarle la razn al soberano (Leviatn, Cap. XXIX). Cmo vemos una justificacin de un tratamiento vertical para conservar la salud, que a veces plantea la pregunta acerca de la debilidad de la constitucin del Estado.]

As se entiende que lo vertical concibe la interaccin con los dems como un asunto de paciencia con los menores de edad[footnoteRef:12], como si fuera el dilogo con un demente, con alguien que no tiene la capacidad de entender la realidad ni explicarla, y a quienes hay que dejar chillar y botar babas para que gasten sus fuerzas, y que una vez que estn encerrados, pasando noches de insomnio en algn lugar destinado a las detenciones ilegales, permitan a los hombres de ms alto nivel guardar el dinero bajo los colchones. Y dormir mejor. [12: Nietzsche es un gran crtico de la prepotencia de este concepto kantiano : "El hombre plenamente adulto, el que ante todo tiene armas, es agresivo" (Voluntad de Poder, III, 441)]

Estas son una parte del paquete de medidas verticalizadas para la administracin y la preservacin del poder (que no de la democracia). Y por supuesto, son utilizadas en sus versiones de menor escala y mayor disimulo en todos los mbitos de la educacin. En cada uno de los espacios disciplinarios, en la marcada diferencia entre maestros y estudiantes, en los contenidos concebidos como recetas que no deben ser cuestionadas, ni en sus pasos ni en sus fines, en la sancin y la expulsin como remedio a los comportamientos fuera de la norma, en la insistencia en la uniformidad, en el poco o nulo espacio para la reflexin, para la creacin o para la auto-determinacin. Los espacios escolares son confinamientos, amortiguadores, raseros. Las rdenes fluyen en una sola direccin, los reglamentos no se discuten, la cultura moral no se discute ni se analiza ni se cambia.La violencia vertical se replica en el fenmeno del bulling, que es ampliamente tolerado por las autoridades de la escuela, y cobardemente ignorado por la mayora de los docentes, que prefieren no involucrarse en tan incmoda situacin. El modelo represivo, que comienza con el disciplinamiento de la institucin escolar, con sus categoras, evaluaciones y estandarizaciones; se prolonga en mltiples direcciones con los ataques racistas, sexistas, discriminadores, crueles y peligrosos dentro del aula.Adems, los contenidos se vacan, la clase pierde calidad reflexiva y creativa y todo se reduce a un mero trmite, a un simulacro en el que lo nico que importa es que los nuevos ciudadanos estn confinados desde pequeos, que aprendan a cumplir con tareas y horarios, y a obedecer sin objeciones. El flujo de conocimiento que circula en el aula es fro y sin vida, viene de muy alto sin ninguna relacin con los intereses de los que interactan con l, y que terminan vindolo como un obstculo ms para la liberacin (que no es lo mismo que la libertad)[footnoteRef:13]. [13: La liberacin es salir de una crcel sin garantas de no entrar en otra. La libertad es la imposibilidad de la crcel.]

Por el contrario, la horizontalidad poltica implica una relacin interna con el poder, una interaccin desde adentro, descartando esa veneracin a una suerte de deidad que todo lo dispone y configura[footnoteRef:14]. Sin la dependencia a un titiritero divino que estara constantemente moviendo los hilos de nuestras acciones[footnoteRef:15]. O la admiracin muda y sin objeciones a un Gran Diseador que estara ocupado configurando el mejor de los mundos. O el respeto temeroso al Guardin que est dndole de comer al hermoso Leviathan, O la consideracin agradecida al Lder preclaro que ocupa lo mejor de su tiempo a hacerle couching al verdugo, figura social incomprendida, pero tanto ms necesaria. [14: Y que la configura a partir de un estado previo de caos: al encontrar el todo de la esfera visible no en reposo, sino en movimiento, del desorden l trajo el orden, considerando que este era mejor que el otro en todas las manereas (Platn, Timaeus).] [15: Aunque Malebranche haga claramente la advertencia de que la autoritas atribuda a los prncipes no es divina, y mucho menos poseedora de la verdad absoluta: Il y a des hommes qui jugent de ce qui ne parat point par ce qui parat : de la grandeur, de la force et de la capacit de lesprit qui leur sont caches, par la noblesse, les dignits et les richesses qui leur sont connues. On mesure souvent lun par lautre: et la dpendance ou lon est des grands, le dsir de participer leur grandeur et lclat sensible qui les environne, portent souvent les hommes rendre des hommes des honneurs divins Car si dieu donne aux princes lautorit, les hommes leur donnent linfallibilit (La Recherche de la Vrit, Tome 2, Partie 3, Chapitre II). [Hay hombres que juzgan de lo que no aparece por lo que aparece: de la grandeza, de la fuerza y de la capacidad del espritu que les estn ocultas, por la nobleza, las dignidades y las riquezas que les son conocidas. Se mide con frecuencia lo uno por lo otro: y la dependencia en la que uno est por los grandes, el deseo de participar a su grandes y del su resplandor sensible que los rodea, llevan con frecuencia a los hombres a rendirle honores divinos a los hombres Pues si dios le da a los prncipes la autoridad, los hombres le dan la infalibilidad]]

La horizontalidad es ms bien una apuesta. Una aceptacin de que en la sociedad humana no todos los individuos tienen las mismas aspiraciones, ni tan siquiera buscan que sus aspiraciones no afecten las de los dems. Es la negacin de la falacia de los extremos, como si el hecho de que haya diversas perspectivas es necesariamente el fin de la posibilidad de entendernos. Es la conviccin en que existe siempre el chance de que las decisiones terminen tomndose en las direcciones ms favorables para todos, o influidas por los mejores en bsquedas de consenso laboriosamente pensadas.La horizontalidad en poltica es el carcter inacabado de toda agencia. O su desbordamiento, o su pliegue, o su borde fractal. Es el continuo retomar de los asuntos desde lo ya alcanzado, el anlisis de las nuevas posibilidades generadas, de las nuevas dificultades encontradas, de los puntos oscuros que antes ni siquiera estaban a la vista. Es el esfuerzo por escuchar las perspectivas que quedaron marginadas en la bsqueda de consenso y la sutil tarea de compensar sus compromisos sin ser deshonestos, con la honestidad de la innovacin.

El Leviathan, el verdugo, o el gigante que arrasa con todo para preservar el poder del Estado, aunque puedan resultar terrorficos, al estar al servicio de lo vertical, no es frecuente que se permita el considerarlos como monstruos.Pero es catalogado monstruoso todo lo que se oponga, lo que matice o bifurque, o lo que proponga opciones a lo vertical.Y cuando no es tildado de monstruoso, entonces es normalizado. La izquierda por lo menos la que se ha concretado en gobiernos en ejercicio, ha sido siempre vertical. La derecha tambin, por supuesto, eso est en su naturaleza y en los principios constitutivos[footnoteRef:16]; pero la izquierda ha sido vertical en el sentido de siniestra e invasiva, soterrada y brutal, con una constancia emprica e histrica abrumadora. [16: Todo lo racional es capitalismo, sera, ms o menos, lo que dira Ayn Rand: "No soy primariamente una defensora del capitalismo, sino del egosmo; y no soy primariamente una defensora del egosmo , sino de la razn. Si uno reconoce la supremaca de la razn y la aplica consistentemente, se sigue el resto." (Introducing Objectivism. The Objectivist Newsletter, Vol. 1, No. 8. August, 1962. p. 35). Lo importante aqu es que la lgica del dinero establece un horizonte al que la izquierda teme, porque no sabe cmo manejarlo sin ser hipcrita, y por tanto arremete con mucha ms ferocidad ante cualquier smbolo de libertad.]

Porque la izquierda se disfraza con el discurso de lo horizontal, pero como una esperanza, como una trascendencia, como algo que llegar, pero que slo podr trartelo el amado lder, el libro de la ideologa, el partido, la revolucin. Y como este ofrecimiento es una copia pirata del Paraso, la izquierda odia las religiones, porque a ellas se les ocurri primero eso de ofrecer una recompensa por la sumisin; y de ah que las denuncia y las persigue acusndolas de obnubilar la mente de los desposedos. Pero esto lo hacen no porque les preocupe su desamparo frente al engao, o su fragilidad en la espera de un promesa que no se cumplir, sino porque lo que realmente desean es el monopolio absoluto de esa posesin, sin que existan posibilidades para negarse o alternativas para escapar al dominio. Lo que desearan es poder usar a los posesos, empoderndolos, pero sin vida autnoma, a imagen de un zombi[footnoteRef:17] que slo acta de forma primitiva, por fuerza bruta (dada su magnitud inmoderada y la ausencia de discernimiento), monstruos azuzados para defender el poder, la razn de Estado, nunca menos vertical por arbitraria y falsa y cruel. [17: Una discusin acerca de la filiacin poltica de los monstruos tal como estn representados en el cine, que ubicara a los zombis como de izquierda y los vampiros de derecha, no viene al caso aqu. Lo importante es que la figura monstruosa del zombi sera la es sueo hecho realidad de un Estado totalitario y vertical, cualquiera que sea su signo: trabajadores incansables, completamente acrticos, fciles de mantener, extremadamente violentos y resistentes.]

Quizs realmente slo haya dos tipos de educadores: los tradicionales, y los de izquierda. Y ambos usamos la violencia vertical. Los primeros porque hemos aprendido de memoria lo que es mejor para nuestra cultura. Los segundos porque estamos seguros de saber qu es exactamente lo que debemos cambiar. Quizs la democracia sea horizontal. Quizs: Es la duda que la salva.Incluso se podra defender su esencia asegurando que todo sistema poltico que no sea horizontal est solamente disfrazado de democracia. Haciendo un recuento ya clsico, son verticales la tirana, la aristocracia, la monarqua. Se gobierna desde arriba, y hacia abajo slo se obedece. Se gobierna desde la absoluta certeza de quin debe gobernar, de cmo debe gobernar, de por qu debe gobernar. Se gobierna desde la conviccin de que ms nadie puede gobernar sino aquel que est en lo ms alto de la jerarqua (y slo por debajo de dios): el Lder, el Ungido, el Arquitecto. Por eso es intil que existan elecciones, y si existen slo son para confirmar la eleccin de aquel que est destinado a gobernar por siempre. Se eliminan las elecciones, o se eliminan las elecciones con posibilidades de escoger entre varias opciones, o se eliminan las elecciones transparentes[footnoteRef:18]. [18: Se hace de las elecciones un juego arbitrario y sin sentido, utilizando una definicin wittgensteniana. (Para un soberbio anlisis de este tema vase el trabajo de Quintana Paz, Five Uses of Wittgenstein Against Marxism, disponible en Academia.edu).]

Por el contrario, la democracia es proceso de gobernar desde la incertidumbre y el pluralismo en la participacin, gobierno siempre perfectible, modificable cuando es necesario, sin lo irreparable debido a las posturas intransigentes de lo vertical, sin el drama vertical de guerras, cismas, purgas, tomas y asedios. La democracia reconoce la posibilidad de que individuos poco idneos puedan llegar al poder, pero posee diversos contrapesos para evitar que hagan demasiado dao con los desequilibrios de su ejercicio. Y adems contempla las maneras para desalojarlos del poder lo ms pronto posible. La democracia reconoce la posibilidad de que un conjunto poco apropiado de ideas se hagan influyentes, pero contempla la posibilidad de discutirlas, criticarlas y contrastarlas con otro cuerpo de ideas que le hagan oposicin. La democracia es el sistema poltico que est convencido de su propia imperfeccin, de su siempre inalcanzable objetivo de equilibrar las diversas prerrogativas de la convivencia humana, de la igualdad, la libertad y la justicia, de los complejos procesos que implican el equilibrio dinmico entre ellos y su alternancia[footnoteRef:19]. [19: La bsqueda de equilibrios es natural, dentro de nuestra tendencia protectora a disipar las fuerzas que aplicadas en una sola direccin pueden resultar destructivas. Pero este equilibrio no es un status quo monoltico, eterno y por ello vertical con respecto a nuestra finitud, que al ser alcanzado debe ser defendido desde arriba y hacia abajo, por todos los medios necesarios (un Estado hegeliano). El equilibrio debera ser una fluxin, un balanceo de las fuerzas que debe ocurrir constantemente, un movimiento buscado, deseado por el sujeto para intensificar las relaciones del ser, o para producir lo real: "Si el deseo produce, produce lo real. El deseo es este conjunto de sntesis pasivas que maquinan los objetos parciales, los flujos y los cuerpos, y que funcionan como unidades de produccin. Lo real desemboca, es el resultado de sntesis pasivas del deseo como auto-produccin del inconsciente. Al deseo no le falta nada, no le falta su objeto. Es ms bien el sujeto el que le falta al deseo, o el deseo al que le falta sujeto fijo; no hay sujeto fijo sino por represin. " (LAnti-dipe. Capitalisme et Schizophrnie. Les Editions de Minuit: Paris. 1972. p. 34).]

Un mito primigenio de las tiranas ha sido la lucha contra la corrupcin. El tirano es un salvador. Es un ser superior, ajeno a intereses deleznables, que viendo el abismo en el que unos cuantos suman a un pas entero, decide violentar las normas de lo establecido y asumir el poder. Y quedarse para siempre con el poder, no dejarlo nunca ms en mano de los villanos (no los que estn en lo alto, en ese Castillo kafkiano donde se aloja el poder, noumnico, ignoto e intocable; sino los que estn en la villa, los que estn mucho ms abajo en esa jerarqua sagrada del poder). El problema es que es imposible combatir la corrupcin si los que ejercen el poder son los mismos que juzgan si el poder est siendo ejercido de forma tica. En una tirana confas en unos pocos, los ms leales y sumisos. Y ellos saben que son los nicos en los que confas, y por ello es fcil que se corrompan. Y cuando el tirano descubre que los pocos en los que confa estn corrompidos slo le queda la opcin de darles un regao y cambiarlos de puesto, y esperar a que tarden un tiempo en instalarse y corromper a los que estn a su alrededor. Pero no puede castigarlos. No puede perder los pocos lazos que tiene, porque sin ellos pierde fuerza, y adems tendra que confesar que la corrupcin que prometi combatir est alojada en las propias alturas del poder. En algn momento, cuando la situacin es insostenible, cuando el corrupto ya no se siente culpable, cuando incluso se siente poderoso, y el tirano descubre que est compartiendo el poder, cosa que le resulta contra natura, slo entonces hace desaparecer al corrupto. Y empieza el ciclo con otro que haya ido demostrando su lealtad (slo para irse acercando a los crculos donde vale la pena el riesgo final de la corrupcin).De ah la importancia de la separacin de los poderes. La divisin es aceptacin de que el poder no es infalible. Slo as unos pueden juzgar el poder del otro, pueden establecer controles, pueden debatir los lmites. Slo poderes separados pueden luchar contra la corrupcin, que por lgicas probabilidades, siempre aparecer en el sistema.Un mito primigenio de la educacin es el de su capacidad de moldear, como si el hombre estuviera hecho de barro y fuera la materia prima de un arquitecto divino, que lo manipulara hasta hacer de l un representante ideal de la humanidad. De ah que muchos educadores tengan una actitud altanera, como aquel que est seguro de qu se debe ensear, y con cunta sangre, para que la letra entre. Como previendo la resistencia de los brbaros o de las bestias, a los que hay que dominar por la fuerza porque son incapaces de entrever la importancia de lo que les es tan ajeno. Como en esas metforas donde el objetivo ideal es el sol muy arriba, excesivamente brillante como para que pueda ser visto por cualquiera, al a-lumno es necesario llevarle la luz, ser el conductor de esa trascendencia. La educacin no debera provenir de un punto elevado y bajar en una sola direccin hacia un receptor dcil. Debera desplegarse en mltiples direcciones desde diversas fuentes. Debera replicarse en patrones diversos. Debera divergir y converger, y debera ensear por qu lo hace.La autonoma sin apoyo es una trampa. Sin la preparacin adecuada, la autogestin de una empresa, el empoderamiento de una comunidad o la conduccin colectiva de una clase, son simplemente una pantomima hecha para fracasar, de modo que luego se pueda culpar al individuo cado de ser egosta y poco solidario, de no aceptar lo que aquel que est ms elevado les bajar. Es decir, se usar este fracaso para aseverar lo que ya es una evidencia insoslayable: la violencia vertical es necesaria, ustedes no sabran que hacer sin ella.El gran triunfo del control poltico ha sido el constituir oposiciones falsas, que logran convencer al que hace resistencia que ellos continuaran con el logro de las reivindicaciones una vez que alcanzaran el poder. Que ellos sern sus representantes dentro del sistema para hacerlo cambiar. El problema es que aquel que tiene una concepcin vertical de la poltica no aspira a otra cosa que no sea conservar el poder. Slo definir lo poltico y har la poltica que le permita mantenerse al mando.De ah que toda oposicin, mediante la dbil y subrepticia fuerza de lo horizontal, debe definir y hacer otra poltica, para generar otros poderes. Lo horizontal es un compromiso silente por el cambio que se da a partir de un bies: el de la autonoma en la reflexin, en el trabajo de singularizar nuestras concepciones y nuestras acciones[footnoteRef:20]. [20: Existen muchos ejemplos de estas nuevas formas de hacer poltica horizontal, y que tienen como elemento comn la organizacin dentro de grupos polticos independientes, ciudadanos, alejados de la influencia vertical de los grandes partidos polticos. En este sentido apunta Alain Touraine: "Hemos sido transformados hasta tal punto en todos los aspectos de nuestra existencia, tanto de manera positiva como negativa, que nos hemos vuelto hacia nosotros mismos, hacia nuestra capacidad de actuar, de inventar, de reaccionar, de forma que hemos dejado de definirnos como los amos de la naturaleza para considerarnos responsables de nosotros mismos, sujetos. " (Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy. Barcelona: Paidos, 2005, p. 119). ]

La principal violencia educativa es violencia vertical contra el ser. Es un golpe que viene desde la altura de lo santificado, y en contra de la posibilidad de decidir: auto-determinarse, diferenciarse, deslastrarse, pertenecer, renunciar, adaptarse, cambiar, dudar, contradecirse, no confesar, no retratarse, adherir pero con condiciones, mostrarse pero sin uniforme, conducir o dejarse llevar, manifestar o guardar silencio, creer, ser un descredo, entusiasmarse o denunciar.La violencia vertical practica la confusin como sistema, porque mientras ms embrollado parezca el mundo, ms pereza da pensarlo, y entonces las decisiones las terminan tomando los que, sin pensarlo mucho, piensan en su propio inters Y as, lo que se ensea en la escuela se contradice con lo que se proclama en los medios de comunicacin, y al que por un lado se le moldea para la obediencia ciega, por el otro se le obliga a entretenerse en la rebelin boba. Primero se le ensea a ajustarse a un modelo y luego se le ensea que debe tolerar cualquier ruptura de ese modelo porque es bueno todo lo que sea diferente. Un da se le habla de las verdades fundacionales de la cultura a la que pertenece, sagrada e intocable, y al otro se le ensea que todo es relativo en poltica, que lo que parece equivocado puede deberse a las necesidades del bien comn. Y esto no se hace en funcin de dar cabida a mltiples perspectivas, porque ninguno de estos planteamientos se hace como indagacin, como cuestionamiento, sino como si fueran mandatos que debemos seguir cuando alguien nos indique que es necesario. Lo que no se ensea es lo que sera realmente importante: a pensar esas variaciones posibles. Slo se les ensea a que deben aceptar sin rechistar cuando la autoridad, desde arriba, les diga cul es la versin conveniente, nunca a producir esas versiones y decidir cul es la mejor mediante el debate.Lo vertical busca eliminar toda disidencia, y al final, toda diferencia.Lo vertical es una sola lnea de arriba abajo, sin bifurcaciones, sin paralelas, sin retornos, sin solapamientos, sin vas internas o envolventes, sin pliegues. Un solo orden. Una sola respuesta.Lo vertical muestra la existencia del otro extremo, su absoluto opuesto, y lo que nunca podr matizarse, porque cualquier otro que no sea lo vertical es su extremo opuesto. Cualquier oposicin, cualquier variacin es inevitablemente un despeadero hacia un vaco de destruccin total del paraso propugnado desde lo vertical. Mostrar el absoluto extremo genera miedo, necesidad de ser protegidos por alguien superior que tenga los recursos y la suprema sabidura para vencer sobre lo radicalmente diferente, lo que no se parece a nada que sea normal y bueno, lo que slo puede venir a destruir lo que es normal y bueno: alguien que aniquile el monstruo de la desobediencia[footnoteRef:21]. [21: Cmo puede verse hasta aqu, la palabra monstruo tiene dos concepciones segn sea utilizada por lo vertical o lo horizontal. De forma general monstruo es lo que no puede ser definido, y slo puede ser mostrado, sealado con el dedo. Para lo horizontal esto se corresponde con el pensamiento nico, la violencia totalitaria, la imposicin. Para lo vertical tiene que ver con la diferencia, lo nuevo y a contracorriente. Ms all de esto, ya Agustn de Hipona adverta la posibilidad de que el monstruo nos ensee algo: "Dcese que los llamaron monstruos de monstrando, porque con su significacin nos muestran alguna cosa y prodigios porque pronostican, esto es, nos dicen las cosas futuras." (Ciudad de Dios, Libro XXI, Cap. 8).]

Esta lucha contra los monstruos no slo permitir a los hroes justificar los daos colaterales y otras formas de descuido de lo que ocurre en el espacio sublunar; sino que tambin le dar carta blanca para actuar como ese monstruo, usar sus mismas estrategias, su mismo abuso de la fuerza, su misma inmoralidad justificada por un objetivo supremo, que luego ser difcil revertir, y que ser aplicada contra todo el que pueda ser asociado, directa o indirectamente, de forma clara o forzada, con pruebas o con simples convicciones, a la monstruosidad. Y as, ser monstruoso todo el que contradiga al que se autoproclam como la espada que lucha contra el monstruo (si no ests con lo vertical ests contra l, sin dialctica, porque lo que est en contra de lo vertical ni propone ni recupera, y por tanto tiene que desaparecer). La relacin entre educacin y poltica no puede ser concebida como una relacin directa de causa y efecto. Por un lado, la educacin no influye directamente en la poltica. Una educacin para la libertad individual, para la construccin de s mismo como singularidad, para la autonoma de pensamiento, no va a influir directamente sobre lo poltico. Precisamente porque es una educacin para la diferencia, para el disenso, para la coexistencia de las diversas posturas que deben colindar en una democracia, y que por tanto daran cabida incluso a aquellos individuos que piensen que slo lo vertical es gobierno. Pero adems porque aquellos individuos libres y autnomos no sern un resultado debido exclusivamente a su proceso educativo, sino dependern de diversos agentes que actuarn sobre l: su familia, su comunidad, sus amigos, los medios de comunicacin, la cultura, el arte, la literatura, la televisin, las modas, las redes sociales, los juegos, los eventos histricos. Y por supuesto su propia agencia: sus caractersticas innatas, su personalidad, las decisiones que tome, el azar de sus encuentros. Pero esta caracterstica de no-causalidad de la educacin no puede ser asumida con desesperacin, no puede ser una razn para desestimar lo educativo. Todos los que participan en el sistema educativo (y este todos es casi sin ninguna excepcin todos los seres humanos) deben asumir la oportunidad de la educacin, todas las oportunidades de educar, como la posibilidad de ejercer una influencia, de motivar un cambio, de inclinar la balanza con la pequea contribucin que genere un desbordamiento, un exceso. Un desequilibrio que ser motivo de movimientos, de variaciones, de diferencias que el poder tratar de normalizar (y que lograr normalizar) pero que volvern a aparecer para producir un nuevo desequilibrio para mantener la posibilidad del cambio, de la diferencia. Es en este sentido que la educacin es disidencia horizontal, subrepticia, colndose en las grietas del poder.Pero si hablamos de la influencia de la poltica sobre lo educativo tendremos la eterna pretensin de lo vertical de hacer que todo funcione como un mecanismo bien aceitado, desde la fuente aguas arriba, hasta el ltimo eslabn de la cadena productiva: el obrero obediente ubicado aguas abajo. Por fortuna no les ha resultado fcil lograr su objetivo de forma absoluta. Y cuando lo hacen no es por mucho tiempo. La infinita maleabilidad de lo real, su resistencia natural al encasillamiento, su absoluta repugnancia a la repeticin (una especie de horror repetitio) hacen que cualquier sistema de disciplinamiento, de uniformizacin y de control fallen en su afn de totalidad. Siempre habr la produccin de una disonancia, de una diferencia, de una resistencia (aunque los regmenes se las arreglen muy bien para hacerlas desaparecer, en el sentido encarcelatorio o aniquilante de la palabra). Sin embargo, y all la fortaleza a temer, el poder poltico jams descansa en su empeo en lograr una educacin que deforme para la sumisin, que establezca las ideas nicas, que culpabilice la disidencia, que demonice la diferencia, que siente las bases para la aceptacin crdula de los mitos polticos que justifiquen la permanencia eterna y trascendente de lo vertical en el poder[footnoteRef:22]. [22: Tal como lo cuestiona Dewey: Es posible que un sistema educativo est dirigido por un Estado nacional y que, a pesar de ello, los fines sociales del proceso educativo no estn restringidos, constreidos y corrompidos (Democracia y Educacin, p.).]

La espera forma parte del modelo de control. Lo vertical que no ves venir porque est ms all de tu finitud y que llegar cuando lo determine ms conveniente, cuando sea el tiempo perfecto. La espera del ngel salvador, del hroe, del gigante benvolo que, aunque pisa algunas flores, viene a cambiar la historia.En los totalitarismos contemporneos se espera para todo. Una profunda escasez creada por la ineficiencia, la negligencia, la ignorancia y la corrupcin, obliga a todos a recorrer cuatro o cinco lugares antes de encontrar lo que estabas buscando, si lo consigues, si no te desanimas antes. Y en cada uno de esos sitios tienes que hacer largas filas, esperar tu turno, incluso para preguntar, aunque despus no consigas nada.Pero estos gobiernos no combaten la espera. Saben hacer buen uso de ella. Quien espera no produce porque est inmvil, quien espera no piensa porque est exasperado, quien espera no protesta porque tiene la esperanza de encontrar lo que est tan cerca y tan escaso. La espera, paradjicamente, llega a anular el paso del tiempo. Cuando esperas excesivamente por lo escaso ya el tiempo no cuenta. Detenido en un lugar ya no piensas en el paso del tiempo sino en la llegada de lo que esperas. El tiempo no importa. Es el esto es lo que hay que destruye toda posibilidad de cambios en la situacin, porque un cambio podra anular la esperanza de que llegue lo que esperas. Si cambio algo de lo que hay quizs ya no llegue lo que esperas porque no pueda llegar a donde tena las condiciones para hacerlo, que ahora cambiaron[footnoteRef:23]. [23: Cmo si Penlope se levantara de su banqueta y se fuera a trabajar, crear o amar en otro lado. Ya no habra forma de que llegara Ulises.]

La espera tambin es usada en educacin. La espera por los resultados de las evaluaciones. La poca transparencia que la hace angustiosa. La eterna espera del premio final: el ttulo, que todo el sistema fija como lo nico que importa. Pero ni siquiera como logro, como alcance, sino como uno de tantos papeles que te enganchan al sistema burocrtico, un trmite absurdo porque se supone que responde por una formacin que realmente no obtuviste. La espera por los contenidos de las asignaturas, siempre pospuestos para el lavado de cerebros, para la imposicin de ideologas y credos. La espera por los maestros, corruptos como tantos otros de los elementos de la escuela, funcionarios de una burocracia obscura que cumplen con aparecer de vez en cuando y frente al trabajo acumulado hacer un simulacro, superficial, mal hecho: estampar firmas y sellos para que el estudiante obtenga su salvoconducto. Funcionarios grises de una enseanza gris, sin pasin, que cumplen su labor sin ritmo, ni flujo, ni diferencias, ni novedad, y por tanto como una larga espera. Y todo esto ocurre en instituciones que los hacen esperar porque no tienen agua, o porque se inundaron, porque no tienen electricidad, o porque se incendi el cableado ya viejo, porque no tienen comedor o est infestado de ratas, porque no hay pupitres o estos estn en el eterno ciclo de espera de los mantenimientos hechos sin habilidades para ello, autorizados por la corrupcin, y que deben ser repetidos incontables veces hasta que la chapuza quede ms o menos operativa, hasta la prxima reparacin. Y adems te hacen esperar para entrar, y te obligan a hacer filas, a contarte, a dejarte revisar los bolsos y a esperar por el chequeo de la perfecta adecuacin de los uniformes a la norma establecida. Cualquier infraccin se penaliza con ms espera, en la Seccional (nombre con retintn estalinista), para que un superior te lea la cartilla, te especifique las normas que has transgredido, ahora y en el pasado y en todas partes (con esa omnisciencia imborrable del expediente de conducta), y para que te sermoneen desde el altar de autoridad intimidatoria. Un Jefe de Seccional te hace esperar, pero no espera para escuchar tu versin de los hechos: cuando por fin aparece arranca con la monserga de inmediato, para que bajes la cabeza, para que recuerdes quien manda. Y estn los directores que han sido elegidos por los mecanismos corruptos de la popularidad, y que no dirigen ni orientan ni planifican ni organizan porque slo estn capacitados para complacer y ser populares. De ah las esperas, porque nadie sabe lo que tiene que hacer ni cuando hacerlo. Y cuando quiere hacer algo no cuenta con qu. Y los directores suplen las fallas con frecuentes reuniones que no sirven para otra cosa que para compartir ancdotas y chismorrear, y mientras tanto todos esperan: esperan los padres que no pueden cumplir con sus labores cotidianas porque tienen que buscarle ocupaciones a sus hijos para que esperen hasta el da siguiente, y esperan los estudiantes que pierden la conviccin de la importancia del estudio con tantas esperas, y esperan los maestros que se corrompen con la espera y buscan sus propias razones personales para hacer esperar a los dems. La escuela educa para la espera, para que te acostumbres al ocio improductivo, a no hacer nada, dcilmente, esperar a que desde arriba se generen los cambios que acaben con la espera y te den lo que ests esperando, porque lo que ests esperando es lo que te permitir sobrevivir.Lo horizontal en la educacin no tiene que ver con el gesto del que ensea, como quien muestra lo que ve desde arriba. Ms bien es lo que abre las posibilidades de aprender. Es la enseanza que multiplica las relaciones con las que el estudiante puede conectarse para reflexionar, estar de acuerdo, oponerse o generar sus propias ideas. Es la enseanza que discute perspectivas en colectivo y no intenta imponer ninguna, sino que deja espacio para que cada quien pueda escoger la que mejor resonancia haga con su singularidad. Mejor, para que cada quien pueda generar su propia perspectiva, fundamentndola en las repeticiones y las diferencias con respecto a las estudiadas. Es la enseanza que no intenta quedarse en la facilidad de pasar el testigo, dar cuerpo a una voz o preservar una tradicin; sino que favorece interpretaciones, variaciones, distinciones, apropiaciones, lecturas a coro.Es el estilo del que negocia, que llega a acuerdos, que renuncia a controlar cada uno de los aspectos de lo educativo. Un sistema que intenta delegar responsabilidades en los estudiantes, asesorando las prcticas pero sin dominarlas, acordando resultados sin imponer los criterios, aprovechando el tiempo para seguir generando prcticas de lo horizontal en la educacin. Y esta no es una leccin que uno puede simplemente repetir o encarnar. Son gestos que uno imagina poder expresar, y que sern contradichos por otros gestos en la memoria, provenientes de otras instrucciones, de otras decisiones, de otras creencias que conviven con la creencia en lo horizontal. Son intenciones[footnoteRef:24] que no siempre podrn ser traducidas en acciones, y que aunque buenas no valen nada mientras no sean traducidas, y en ese sentido tendremos que, asumiendo la debilidad de su fuerza y la marginalidad de su presencia, seguir encontrando ocasiones para darle cabida, haciendo espacio para su ocurrencia, para el asombro que provoque su forma totalmente otra, esperando que siempre exista el recuerdo de esa extraa confluencia, y por tanto la bsqueda de su regreso inusual. Tal como ya lo dijimos, lo remoto de esa posibilidad no debe llamar nunca a la rendicin. Debemos considerarla parte misma de nuestras competencias humanas: la radicalidad de nuestra resistencia, la constante renovacin (repeticin-novedad-accin) que forma parte de nuestra naturaleza, como lo afirma Arendt: [24: Y las responsabilidades que estn antes que esas intenciones, "como si todo el edificio de la creacin reposara sobre mis espaldas" (Levinas, E. Humanismo del Otro Hombre, 1972/1974, Mexico: Siglo XXI, p. 62)]

Lo nuevo siempre se da en oposicin a las abrumadoras desigualdades de las leyes estadsticas y de su probabilidad, que para todos los fines prcticos y cotidianos son certeza; por lo tanto, lo nuevo siempre aparece en forma de milagro. El hecho de que el hombre sea capaz de accin significa que cabe esperarse de l lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable.[footnoteRef:25] [25: Arendt, H. La condicin humana. Paids: Barcelona. 1993. pg. 202.]

Para ello debemos educar. Y contando con ello.1