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 AGOSTO 2006, AÑ0 V, NÚMERO 59 REVISTA MENSUAL ¤5 www.letraslibres.com    a    g    o    s    t    o    2    0    0    6  ,    a    ñ    o    v  ,   n    ú   m   e   r    o   l   e    t   r    a    s    l   i    b   r   e    s 59 CU ADERNOS DE VIA JE > LA CHINA DE AYER Y LA DE HOY > VARADOS EN LA GUAIRA > DIARIO DE LAS GALÁPAGOS > BEAUMARCHAIS EN MADRID > LA DULCE DICTADURA DE VIENA > BUSCANDO A HANDKE EN SORIA > REGRESO A VIETNAM > EN LA BOCA NO > IRÁN DE IDA Y VUELTA +   Abecé del t urismo del id eal   Nuevos vislumbres de la India

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  • agosto 2006, a0 v, nmero 59revista mensual 5

    www.letraslibres.com

    agosto 2006, ao v, nm

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    cuadernos de viaje>la china de ayer y la de hoy

    >varados en la guaira>diario de las galpagos

    >beaumarchais en madrid>la dulce dictadura de viena>buscando a handke en soria

    >regreso a vietnam>en la boca no

    >irn de ida y vuelta

    + Abec del turismo del ideal Nuevos vislumbres de la India

  • Contenido Agosto de 2006

    2 Letras Libres agosto 2006

    59

    Suscripciones: www.letraslibres.com

    Ao v agosto de 2006 Nmero 59

    Director

    Enrique KrauzeDirectora gerente

    Leonor Ortiz MonasterioDirector editorial Espaa

    Julio TrujilloDirector editorial Mxico

    Ricardo Cayuela GallyRedaccin

    Juan Puig, lvaro Enrigue, Daniel Saldaa ParsCoordinadora Administrativa

    Mara FigueroaAdjunta a direccin

    Marga CondeSecretaria

    Ana Jos Martn FernndezEdicin internet

    Rodrigo Balassa, Len Krauze

    Director de arte

    Sergio A. Ruiz Carrera

    Asistente de diseo y preprensa digital

    Esteban EspinosaPublicidad

    Christin Victoria FernndezEditor de ilustracin

    Fabricio Vanden Broeck

    Consejo editorial

    J. J. Armas Marcelo, Flix de Aza, Adolfo Castan, Juan Gustavo Cobo Borda, Christopher Domnguez Michael, Jorge Edwards, Laura Freixas, Pete Hamill,

    Hugo Hiriart, David Huerta, Miguel Len Portilla, Juan Malpartida, Vicente Molina Foix, Carlos Monsivis, Beatriz de Moura, Jos Emilio Pacheco, Sergio Pitol,

    Barbara Probst Solomon, Alejandro Rossi, Andrs Snchez Robayna, Fernando Savater, Jorge Semprn, Guillermo Sheridan, Pedro Sorela, Jos-Miguel Ulln, Mario Vargas Llosa, Enrique Vila-Matas, Juan Villoro, Leon Wieseltier

    Letras Libres, revista men sual, agosto de 2006Redaccin y pu bli ci dad: 91 402 00 33 y 91 402 93 22

    Fax: 91 401 99 97 e-mail: revista@le tras li bres.infonegocio.com

    Edita: Letras Libres InternacionalDo mi ci lio de la pu bli ca cin: Ayala, 83, 1 A, 28006, Madrid

    Im pren ta: Central de Grficas Asociadas, S.L. Dis tri bu cin: Gestin de Logstica Editorial, S.A.

    Suscripciones: 91 402 29 67 y 91 402 00 33Depsito legal: M 41135/2001

    Letras Libres es miembro de la Asociacin de Revistas Culturales de Espaa (ARCE)

    E D I C I N E S P A A

    5 Nuestros colaboradores

    cuadernos de viaje

    8 Miguel Can: En el mar Caribe

    32 HugH THoMas: Beaumarchais en Madrid

    12 FranCisCo gonzlez Cruss: La Santa Madre China

    36 Pedro sorela: viena, o cmo someterse a su dictadura sutil

    18 elioT Weinberger: Postal desde China

    40 Flix roMeo: Desesperadamente buscando a Peter Handke

    22 eMir rodrguez Monegal: Diario de las Islas Galpagos

    46 ToM bissell: Heridas de guerra

    Esta revista ha recibido una ayudade la Direccin General del Libro, Archivos y Bibliotecas para su difusin en bibliotecas, centros culturales y universidades de Espaa

  • agosto 2006 Letras Libres 3

    Ilus tra do res: Tamara villoslada, Andr Carvalho, Jolanta Klyszcz, Alejandro Magallanes, Julin Cicero, Ral, Philip Stanton, Max Luchini, Justo Barboza, Raymond verdaguer

    56 Jorge Carrin: En La Boca no

    66 Carlos grans: Latinoamrica como baratija

    62 ngel JaraMillo: Irn ida y vuelta

    72 PankaJ MisHra: Nuevos vislumbres de la India

    A quienes me preguntan la razn de mis viajes les contesto que s bien de qu huyo, pero ignoro lo que busco.

    Michel de Montaigne

    Ilustracin: D

    ibujo de Lluisot en su MoLEsKINE

  • agosto 2006 Letras Libres 5

    COLABORADORES Tom Bissell (Escanaba, Michigan, 1974) es crtico y escritor

    residente en Nueva York. Es autor, entre otros, de Chasing

    the Sea (Pantheon, 2003), un viaje a Uzbekistn, y del libro

    de relatos God Lives in St. Petersburg and Other Stories (Pantheon,

    January 2005).

    Miguel Can (Montevideo, 1851, Buenos Aires, 1905)

    fue abogado, diplomtico, periodista y escritor, miembro

    de la llamada Generacin del 80. Editorial Perifrica

    ha reeditado en 2006 su principal obra, Juvenilia, publicada

    en 1882.

    Jorge Carrin (Tarragona, 1976) es narrador y crtico. Ha

    colaborado en la revista Lateral y el diario Avui, entre otros.

    En 2001 public su novela Ene.

    Francisco Gonzlez Cruss es mdico y escritor mexicano

    residente en Chicago. Ha colaborado en numerosos medios,

    entre ellos The New York Times, The Washington Post y New Yorker.

    En Mxico, tiene en imprenta el libro Horas chinas.

    Carlos Grans es antroplogo social.

    ngel Jaramillo (Ciudad de Mxico, 1967) es periodista cultural.

    Pankaj Mishra (Uttar Pradesh, 1969) es narrador y ensayista

    indio. En espaol estn publicados sus libros Pollo a la mante-

    quilla en Ludhiana: viaje por la India provinciana (Barataria, 2002)

    y Los romnticos (Anagrama, 2000).

    Emir Rodrguez Monegal (Melo, Uruguay, 1921, New Haven,

    Connecticut, 1985) fue crtico, ensayista y profesor de literatura

    en la Universidad de Yale. Colabor en las revistas latinoameri-

    canas ms prestigiosas de todos los tiempos, como la argentina

    Sur y las mexicanas Plural y Vuelta.

    Flix Romeo (Zaragoza, 1968) es narrador y crtico. Autor

    de las novelas Dibujos animados (Anagrama, 1995) y Discothque

    (Anagrama, 2001).

    Pedro Sorela (1951) es narrador, ensayista y periodista.

    Su ltima novela publicada es Ya vers (Alfaguara, 2006).

    Hugh Thomas (Windsor, Inglaterra, 1931) es uno de los ms

    reputados historiadores hispanistas. Su ltimo libro publicado

    es El imperio espaol (Planeta, 2004).

    Eliot Weinberger (Nueva York, 1949) es narrador, ensayista

    y traductor. Turner public su clebre Una antologa de la poesa

    norteamericana desde 1950 (1992) y su ltimo libro en Espaa,

    Lo que o sobre Iraq (2006). ~

  • >Miguel Can >FranCisCo gonzlez Cruss >eliot Weinberger >eMir rodrguez Monegal > HugH tHoMas

  • cuadernosde viajeAdems de una til metfora de la vida, el viaje es un ejercicio de humildad: al salir de su centro habitual

    y trasponer las lindes de lo conocido, el viajero se expone a los aires de culturas diferentes a las que,

    si de veras quiere aprehenderlas, se tendr que adaptar. Un viajero nunca se impone, su cualidad es la

    de la esponja, que recibe, se enriquece y luego da, habindose colmado. viajar, como dijo Descartes,

    nos despoja de prejuicios provincianos, ensancha la mirada y el criterio, desvanece las fronteras de

    la estrechez mental.

    En este verano, ofrecemos un texto exquisito del olvidado Miguel Can, escritor argentino que

    narra la ruta que sigui, en calidad de diplomtico, de venezuela a Colombia; una sosegada descripcin

    de un antiguo templo chino por parte del mexicano Francisco Gonzlez Cruss; y una instantnea de la

    nueva China, donde se plasman sus vertiginosas contradicciones, tomada por el estadounidense Eliot

    Weinberger. Adems, rescatamos un diario de viaje por las Islas Galpagos del uruguayo Emir Rodrguez

    Monegal; seguimos, de la mano del hispanista ingls Hugh Thomas, los pasos de Beaumarchais por

    Madrid; nos dejamos someter por la dulzura dictatorial de viena, segn Pedro Sorela; acompaamos a

    Flix Romeo a buscar afanosamente a Peter Handke, en Soria!; nos internamos en el vietnam de hoy,

    pero slo para recordar el vietnam de ayer, en una larga anagnrisis entre padre e hijo narrada por Tom

    Bissell; y nos quedamos una temporada en el barrio de La Boca, en Buenos Aires, para no dejar solo

    a Jorge Carrin. Cerramos con dos ensayos pertinentes: un abec del turismo del ideal, que lleva a

    europeos y estadounidenses a Latinoamrica en busca de buenos salvajes; y un penetrante ensayo

    de Pankaj Mishra sobre la mirada que ha posado Occidente sobre la India a lo largo de los aos.

    Si la lectura es una forma del viaje, valgan estas pginas para remontar el vuelo. Y ya: que un buen

    viaje tambin es sin excusa. ~

    >Miguel Can >FranCisCo gonzlez Cruss >eliot Weinberger >eMir rodrguez Monegal > HugH tHoMas >Pedro sorela > Flix roMeo > toM bissell >Jorge Carrin > ngel JaraMillo > Carlos grans > PankaJ MisHra

  • 8 Letras Libres agosto 2006

    al de Caracas el martes 13 de diciembre; el da y la fecha no podan ser ms lgu-bres. Pero como en cada da de la semana y en cada uno de los del mes he tenido momentos amargos, he perdido por com-pleto la preocupacin que aconseja no ponerse en viaje el martes ni iniciar nada en 13. En esta ocasin, sin embargo, he estado a punto de volver a creer en brujas, tantas y tan repetidas fueron las contrarie-dades que encontr en el camino.

    Una vez ms volv a cruzar el vila, buscando el mar por las laderas de las montaas, accidenta-das, abruptas, caprichosas en sus direcciones, con sus valles estrechos y profundos. Los trabajos del ferrocarril se pro-seguan, pero sin actividad; es una obra gigante que me trajo a la memoria los esfuerzos de Weelright para unir a Santiago de Chile con Valparaso, los de Meiggs para trepar hasta la Oroya, y los que esperan en un futuro prximo a los ingenieros que se encarguen de cruzar los Andes con el riel y unir Mendoza con Santa Rosa. El ferrocarril de la Guaira a Caracas es, a mi juicio, obra de trascendencia vital para el porvenir de Venezuela, as como el de la magnfica baha de Puerto Cabello a Valencia. La nacin entera deba adeudarse para dar fin a esas dos vas que se pagaran por s mismas en poco tiempo.

    Al fin llegamos a la Guaira, despus de seis horas de coche, realmente agobiadoras, por las continuas ascensiones y des-censos, como por el deplorable estado del camino. Apenas divisamos la rada, tendimos vidos la mirada, buscando en ella el vapor francs que deba conducirnos a Sabanilla y que era esperado el referido da 13. Me entr fro mortal, porque al notar la ausencia del ansiado Saint-Simon, pens en el hotel

    La experiencia diplomtica del argentino Miguel Can qued plasmada en un delicioso libro hoy olvidado: Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia (La Luz,1907), del cual forma parte la siguiente postal, narrada con la paciencia y la elegancia de los tiempos idos.

    Miguel Can

    CUADERNOS DE vIAJE

    SEn el mar Caribe

    Neptuno, en el que tena forzosamente que descender, por la sencilla razn de que no hay otro en la Guaira. All nos empuj nuestro negro destino y all quedamos varados durante cinco das, cuyo recuerdo opera an sobre mi diafragma como en el momento en que respiraba su atmsfera.

    Los venezolanos dicen, y con razn, que Venezuela tiene la cara muy fea, refirindose a la impresin que recibe el ex-tranjero al desembarcar en la Guaira. En efecto, la pobreza, la suciedad de aquel pequeo pueblo, su insoportable calor, pues el sol, reflejndose sobre la montaa, reverberando en las aguas y cayendo de plomo, levanta la temperatura hasta 36 y 38 grados; el abandono completo en que se encuentra, hacen de la permanencia en l un martirio verdadero. Pero todo, todo le perdono a la Guaira, menos el hotel Neptuno. Ese nombre me acompaar como una maldicin durante toda mi vida; me irrita, me exacerba...

    Creo tener una vigorosa experiencia de hoteles y posadas; conozco en la materia desde los palacios que bajo este nombre se encuentran en Nueva York, hasta las chozas miserables que en los desiertos argentinos se disfrazan con esa deno-minacin. Me he alojado en los hoteles de nuestros campos, en cuyos cuartos los himnos de la noche son entonados por animales microscpicos y carnvoros; he llegado, en medio de la cordillera, camino de Chile, a posadas en cuya puerta el dueo, compadecido sin duda de mi juventud, me ha dado el consejo de dormir a cielo abierto, en vez de ocupar una pieza en su morada; he dormido algunas noches en las postas esparcidas en la larga travesa entre Villa Mercedes y Mendoza; he pernoctado en El Consuelo, comido en Villeta y almorzado en Chimbe, camino de Bogot... pero nada, nada puede compararse con aquel hotel Neptuno que, como una venganza, enclavaron las potencias infernales en la ttrica Guaira. Describirlo? Imposible; necesitara, ms que la plu-

  • ma, el estmago de Zola y al lado de mi narracin, la ltima pgina de Nana tendra perfumes de azahar. Baste decir que el mueblaje de cada cuarto consiste en un aparato sobre el que jinetea, como dira Lanez, una palangana (que en Vene-zuela se llama ponchera), como una media naranja, revestida de mugre en el fondo. Luego una silla y por fin un catre. Pero un catre pelado, sin colchn, sin sbanas, sin cobertores y con una almohada que, en un apuro, podra servir para cerrar una carta en vez de oblea. El piso est alfombrado... de arena! No pensis en aquella arenilla blanca y dulce a la mirada, que tapiza los cuartos en las aldeas alemanas y flamencas, perfectamente cuidada, el piso en que se marcaba el paso furtivo de Fausto al penetrar a la habitacin de Margarita, el piso hollado por los pies de Hermann y Dorotea. No; una arena negra, impalpable y abundante, que se anida presurosa en los pliegues de nuestras ropas, en el cabello y que espa el instante en que el prpado se levanta para entrar en son de guerra a irritar la pupila. All se duerme. El comedor es un largo saln, inmenso, con una sola mesa, cubierta de un mantel indescriptible. Si el perdn penetrara en mi alma, comparara ese mantel con un mapa mal pintado, en el que los colores se hubieran confundido en tintas opacas y confusas; pero como no puedo, no quiero perdonar, dir la verdad: las manchas de vino, de un rojo plido, alternan con los rastros de las salsas; las placas de aceite suceden a los vestigios grasosos... Basta. Sobre esa mesa se coloca un gran nmero de platos: carne salada en diversas formas, carne a la llanera, cocida, y pltanos: pltanos fritos, pltanos asados, cocidos, en rebanadas, rellenos, en sopa, en guiso y en dul-ce. Luego que todos esos elementos estn sobre la mesa, se espera religiosamente a que se enfren y cuando todo se ha puesto al diapasn termomtrico de la atmsfera, se toca una campana y todo el mundo toma asiento. Se come? Mentira, all se enferman los estmagos ms fuertes, all se pone lvido de clera el caraqueo distinguido, a la par del extranjero. Aquellos mozos, transpirantes como en un eterno bao ruso, usando el pao que llevan bajo el brazo, ya como pauelo de manos, ya como servilleta, gritando, atropellndose, repelen-tes, sucios... Aire, aire libre!

    As pasamos cinco das, fijos los ojos en el viga que desde la altura anuncia por medio de seales la aproximacin de los vapores. De pronto, al tercer da, suena la campana de alarma. Un vapor a la vista!... Viene de Oriente!... Francs! Qu sonrisas! Qu apretones de mano! Qu meter aprisa y con frceps todos los efectos en la valija repleta, que se resiste bajo pretexto de que no caben! Un paredn maldito frente al hotel quita la vista del mar; esperamos pacientemente y slo vemos el buque cuando est a punto de fondear... No es el nuestro!

    Pasbamos el da entero en el muelle, presenciando un espectculo que no cansa, produciendo la punzante impre-sin de los combates de toros. El puerto de la Guaira no es un

    puerto, ni cosa que se le parezca; es una rada abierta, batida furiosamente por las olas, que al llegar a los bajos fondos de la costa, adquieren una impetuosidad y violencia increbles. Hay das, muy frecuentes, en que todo el trfico martimo se interrumpe, porque no es materialmente posible embarcarse. Por lo regular, el embarque no se hace nunca sin peligro. En vano se han construido extensos tajamares: la ola toma la direccin que se le deja libre y avanza irresistible. Ay de aquel bote o canoa que al entrar o salir al espacio compren-dido entre el muelle y la muralla de piedra, es alcanzado por una ola que revienta bajo l! Nunca me ha sido dado obser-var mejor esos curiosos movimientos del agua, que parecen dirigidos por un ser consciente y libre. Qu fuerzas forman, impulsan, guan la onda, es una cuestin ardua; pero aquel avance mecnico de esa faja lquida que viene rodando en la llanura y que, al sentir la proximidad de la arena, gira sobre s misma como un cilindro alrededor de su eje, es un fenmeno admirable. Al reventar, un mar de espuma se desprende de su cspide y cae bullicioso y revuelto como el caudal de una catarata. Si en ese momento una embarcacin flota sobre la ola, es irremisiblemente sumergida. As, durante das ente-ros, hemos presenciado el cuadro conmovedor de aquellos robustos pescadores, volviendo de su tarea ennoblecida por el peligro y zozobrando al tocar la orilla. Saltan al mar as que comprenden la inminencia de la catstrofe y nadan con vigor a tierra, huyendo de los tiburones y tintoreras que abundan en esas costas. El embarque de pasajeros es ms terrible an; hay que esperar el momento preciso, cuando, despus de una serie de olas formidables, aquellos que desde la altura del muelle dominan el mar, anuncian el instante de reposo y con gritos de aliento impulsan al que trata de zarpar. Qu emocin cuando los vigorosos marineros, tendidos como un arco sobre el remo, huyen delante de la ola que los persigue bramando! Es intil; llega, los envuelve, levanta el bote en lo alto, lo sacude frentica, lo tumba y pasa rugiente a estrellarse impotente contra las peas.

    Consigno un recuerdo al lindo pueblo de Macuto, situa-do a un cuarto de hora de la Guaira, perdido entre rboles colosales, adormecido al rumor de un arroyo cristalino que baja de la montaa inmediata. Es un sitio de recreo, donde las familias de Caracas van a tomar baos, pero no tiene ms atractivo que su belleza natural. El lujo de las moradas de campo, tan comn en Buenos Aires, Lima y Santiago, no ha entrado an en Venezuela ni en Colombia. Siempre que nos encontramos con estas deficiencias del progreso material, es un deber traer a la memoria, no slo las dificultades que ofrece la naturaleza, sino tambin la terrible historia de esos pueblos desgraciados, presas hasta hace poco de sangrientas e interminables guerras civiles.

    Al fin del quinto da, el viga anunci nuevamente un vapor que asomaba en el horizonte oriental; esta vez no fui-mos chasqueados. Pero como el Saint-Simon no deba partir

    agosto 2006 Letras Libres 9

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    hasta el da siguiente, empleamos la tarde, en unin con la casi totalidad de la poblacin de la Guaira, en presenciar el desembarque de la compaa lrica que deba funcionar en el lindo teatro de Caracas. El mar estaba agitado, vena mucha agua, segn la expresin de los viejos marinos de la playa y de los conductores de las lanchas ocupadas por los ruiseores exticos que iban a poner a prueba su habilidad. Al menor descuido, la ola estrellaba la embarcacin contra las rocas o el muelle y el mundo perda algunos millares de s bemoles. En el fondo de la primer lancha, vi un hombre de elevada estatura, con calas, en posicin de Conde de Luna, cuando pregunta desde cundo ac vuelven los muertos a la tierra; era el bartono, seguramente. A su lado, una mujer rubia y buena moza apretaba un perrito contra el seno y tena los ojos agitados por el terror. Perrito? Contralto. En el segundo bote, la prima donna, gruesa, ancha, robusta, nariz trgica, talle de campesina suiza; junto a ella, el primo donno, su esposo o algo as, ese utilismo mueble de las divas, que firma los contratos, regatea, busca alojamiento y presenta a la signora los habitus distinguidos. Por ltimo, tras el formidable bajo, que tena todo el aire de Leporello en el ltimo acto de Don Juan, el tenor, el sublime tenor, que el empresario, segn anunci en los diarios de Caracas, haba arrebatado a fuerza de oro al Real de Madrid. El referido empresario vena a su lado, sostenindole a cada vaivn, interponindose entre su armonioso cuerpo y el agua imprudente que penetraba sin reparo, mensajera del resfro. Cul no sera mi sorpresa al reconocer en el melodioso artista, que se dejaba cuidar con un aplomo regio, a nuestro antiguo conocido el tenor Abrugnedo! Mir con jbilo al Saint-Simon que se meca sobre las aguas y que deba partir al da siguiente. Ms tarde, vi toda la compaa reunida, comiendo, los desgraciados, en la mesa del hotel Neptuno. El pltano proteiforme, la yuca, el ame y dems manjares indgenas les llamaban la atencin, y el viejo italiano que se habla entre bastidores sonaba en agudezas de carbonero, mientras algunos jvenes de Caracas, casualmente all, analizaban los contornos de la contralto con una atencin que revelaba o aficin a la anatoma o designios menos cientficos. Yo, entretanto, dejaba a mi espritu flotar en el recuerdo de un delicioso romance de George Sand, aquel Pierre qui roule, en el que el artista sin igual pinta la vida vagabunda y caprichosa de una compaa de cmicos de la legua, para detenerme ante esta ligera insinuacin, de mi conciencia: En cuanto a vagabundo...

    Al da siguiente, por fin, procedimos al embarque. Cuestin seria; una de las lanchas que nos precedan y que, como la nuestra, espiaba el instante preciso para echarse afuera, no quiso or los gritos del muelle: viene agua! e intentando salir, fue tomada por una ola que la arroj con violencia contra los pilotes. La lancha resisti felizmente; pero iban seoras y nios dentro, cuyos gritos de terror me llegaron al alma. No se asuste, blanco me dijo uno de mis marine-

    ros, negro viejo que no haca nada, mientras sus compaeros se encorvaban sobre el remo. Sonro hoy al recordar la clera pueril que me caus esa observacin y creo que me propas en la manera de manifestrsela al pobre negro. Fuimos ms felices que nuestros precursores y llegamos con felicidad a bordo del vapor en que debamos continuar la peregrinacin a los lejanos pueblos cuyas costas baa el mar Caribe.

    He hecho esta observacin: nunca se siente uno ms extranjero, ms solo, que cuando se embarca en un vapor que est al concluir la carrera de su itinerario. Todos los pasajeros de a bordo han vivido un mes en comunidad, lo que equivale a cinco aos en tierra. Han tenido tiempo, por consiguiente, de establecer sus crculos, sus amistades, sus modos de vida a bordo. El que llega es un intruso y en el fondo de las miradas que se le dirigen, hay cierto desprecio por el individuo que slo tiene tres das de travesa. Sin embargo, cuando pasaban delante de m, sentado en mi cmoda silla de viaje, leyendo gravemente una historia de Colombia, habra podido decirles que haca siete meses me encontraba en el viaje.

    En medio del mundo de a bordo, un tanto silencioso y mustio desde la partida de la compaa lrica, cuyos miem-bros se haban ejercitado en muchas cosas, excepto en el canto, cuyas primicias reservaban para los caraqueos, tuve un encuentro, que me prob una vez ms la verdad del refrn rabe, que limita a las montaas la triste condicin de la inmovilidad. Fue un joven peruano, que haba conocido en Arica, ennoblecido por su traje desgarrado, su tez quemada y las huellas de las privaciones sufridas peleando por su patria. Hoy estaba elegantemente vestido: vena de Pars. Despus del desastre de Tacna, gan a Lima por el interior, pero, como la vida era dura bajo la dominacin de las armas de Chile, fue a respirar a Europa por unos meses. Era muy buen mozo, observacin que me aseguraron haba hecho ya la contralto.

    Encontrar piedad en las almas ideales que viven de ilusiones, si hago la confesin sincera de haber sentido un placer inefable, en unin con mi joven secretario, cuando nos sentamos a la mesa del Saint-Simon, y se nos dio una ser-villeta blanca como la nieve y recorr con complacidos ojos un men delicado, cuya perfeccin radicaba en el exiguo nmero de pasajeros? Creo que es la primera vez, en mis largas travesas, que he deseado una ligera prolongacin en el viaje. La oficialidad de a bordo, distinguida, el joven mdico que no crea en la eficacia de la quinina contra la fiebre y que me indicaba preservativos para la malaria del Magdalena que me hacan preferir el mal al remedio; un distinguido caballero de la Martinica que me daba los datos que he con-signado anteriormente, sobre la situacin social de la isla; su linda y amable mujer, y por fin, un joven suizo de veintids aos, que se diriga a Bogot, contratado por el gobierno de Colombia para dictar una ctedra de historia general y que, no hablando el espaol, se sonroj de alegra cuando supo que debamos ser compaeros de viaje. Inspectores de la

    Miguel Can

    CUADERNOS DE vIAJE

  • Compaa Trasatlntica que iban a Mxico y Centroamrica, guatemaltecos, costarriqueos, peruanos, todo ese mundo del Norte, tan diferente del nuestro, que no nos hace el honor de conocernos y a quien pagamos con religiosa reciprocidad.

    A la maana siguiente de la salida de la Guaira, llegamos a Puerto Cabello, cuya rada me hizo suspirar de envidia. El mar forma all una profunda ensenada, que se prolonga muy adentro en la tierra y los buques de mayor calado atracan a sus orillas. Hay una comodidad inmensa para el comercio y ese puerto est destinado, no slo a engrandecer a Valencia, la

    ciudad interior a que corresponde, como la Guaira a Caracas y el Callao a Lima, sino que por la fuerza de las cosas se convertir en breve en el principal emporio de la riqueza venezolana. Las cantidades de caf y cacao que se exportan por Puerto Cabello son ya inmensas, y una vez que ese cultivo se difunda en el Estado de Carabobo y limtrofes, su impor-tancia crecer notablemente.

    Frente al puerto se levanta la maciza fortaleza, el cuadril-tero de piedra que ha desempeado un papel tan importante en la historia de la Colonia, en la lucha de la Independencia y en todas las guerras civiles que se han sucedido desde enton-ces. En sus bvedas, como en las de la Guaira, han pasado largos aos muchos hombres generosos, actores principales en el drama de la Revolucin. De all sali viejo, enfermo, quebrado, el famoso general Miranda, aquel curioso tipo his-trico que vemos brillar en la corte de Catalina ii, sensible a su gallarda apostura y que lo recomienda a su partida a todas las cortes de Europa; que encontramos ligado con los principales hombres de Estado del Continente, que acepta con jbilo los principios de 1789, ofrece su espada a la Francia, manda la derecha del ejrcito de Dumouriez en la funesta jornada de

    Neerwinden, cuyo resultado es la prdida de la Blgica y el desamparo de las fronteras del Norte; que volvemos a encon-trar en el banco de los acusados, frente a aquel terrible tribunal donde acusa Fouquier-Tinville y que acaba de voltear las cabezas de Custine y de Houdard, el vencedor de Hoschoote. Con una maravillosa presencia de espritu, Miranda logra ser absuelto (el nico, tal vez de los generales de esa poca, porque Hoche debi la vida al Trece Vendimiario) por medio de un sistema de defensa curioso y original, consistente en formar de cada cargo un proceso separado y no pasar a uno nuevo antes de destruir por completo la importancia del anterior en el nimo de los jueces. Salvado, Miranda se alej de Francia, pero lleno ya de la idea de la independencia americana. Hasta 1810, se acerca a todos los gobiernos que las oscilaciones de la poltica europea ponen en pugna con la Espaa. Los Estados Unidos lo alientan, pero su concurso se limita a promesas. La Inglaterra lo acoge un da con calor, despus de la paz de Ble, lo trata con indiferencia despus de la de Amiens, lo escucha a su ruptura y el incansable Miranda persigue con admirable perseverancia su obra. Arma dos o tres expedicio-nes en las Antillas, contra Venezuela, sin resultados y por fin, cuando Caracas lanza el grito de independencia, vuela a su patria, es recibido en triunfo y se pone al frente del ejrcito patriota. Nunca fue Miranda un militar afortunado; debi-litadas sus facultades por los aos, amargado por rencillas internas, su papel como general en esta lucha es deplorable, y vencido, abandonado, cae prisionero de los espaoles, que lo encierran en Puerto Cabello, de donde se le saca para ser trasladado a Espaa, entregado por Bolvar. Es esta una de las negras pginas del Libertador, a mi juicio, que nunca debi olvidar los servicios y las desgracias de ese hombre abnegado. Miranda muri prisionero en la Carraca, frente a Cdiz, y todos los esfuerzos que ha hecho el gobierno de Venezuela para encontrar sus restos y darles un hogar eterno en el panten patrio, han sido intiles...

    Pero mientras se me ha ido la pluma hablando de Miranda, el buque avanza y al fin, dos das despus de haber dejado a Puerto Cabello, notamos que las aguas del mar, verdes y crista-linas en el Caribe, han tomado un tinte opaco, ms terroso an que el de las del Plata. Es que cruzamos frente a la desembo-cadura del Magdalena, que viene arrastrando arenas, troncos, hojas, detritus de toda especie, durante centenares de leguas y que se precipita al ocano con vehemencia. Henos al fin en el pequeo desembarcadero de Salgar, donde debemos tomar tierra. No hay ms que cuatro o seis casas, entre ellas la estacin del ferrocarril que debe conducirnos a Barranquilla. Se me anuncia que el vapor Victoria debe salir para Honda, en el alto Magdalena, dentro de una hora, y slo entonces comprendo las graves consecuencias que va a tener para m el retardo del Saint-Simon, al que yo debo los atroces das de la Guaira. Todo el mundo nos recibe bien en Salgar y el himno de gratitud a la tierra colombiana empieza en mi alma. ~

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    Ilustracin: LEtRas LIBREs / tamara Villoslada

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    lego de da a la ciudad de Taiyun (aproximadamente dos millones de habitantes), capital de la provincia de Sansh en el norte de China, y f-cilmente echo de ver que se trata de un importante centro industrial. El cemento, el hierro, la ingeniera, los productos qumicos, forman la base principal de su actual prosperidad. En cuanto a sitios tursticos, no s de ninguno. Libros, folletos y guas no incluyen esta zona entre aquellas que

    poseen sitios mundialmente renombrados, o que la industria del turismo sanciona como obligatorios para los grupos de apresurados visitantes. Por ello hay pocos extranjeros, y mi presencia llama mucho la atencin. Soy el nico occidental en comercios, en restaurantes, o en las calles por donde transito. La gente se vuelve con curiosidad para examinar-me de hito en hito. Los nios me sealan con el dedo. Los padres cuchichean con los chicos vindome, unos de reojo y otros con descaro, de frente. Me molesta ser el blanco de tantos mirones, pero al fin me acostumbro. Aqu, mis rasgos faciales discrepan conspicuamente de la norma: carezco de ojos oblicuos y mi pelo no es liso. Aqu, me doy cuenta, en verdad soy un personaje extico.

    Vamos a visitar un templo, el templo de la Santa Madre. Confieso que lo primero que ese nombre me sugiri fue la imagen de Mara Santsima, Madre de Dios. Pero, claro, en esta parte del mundo la Guadalupana no cuenta con un solo seguidor. Y pensar que de Nuestra Seora ni siquiera han odo hablar! Nueva sorpresa. De hecho, se trata de un templo erigido en honor de un ser humano: una seora

    Anotar un viaje implica incorporar mitologas: narrar ser siempre la manera ms efectiva de abarcar un mundo nuevo; al final, somos las fbulas que nos contaron de nios. Francisco Gonzlez Cruss hace la diseccin de un templo levantado con historias que visit en China.

    Francisco Gonzlez Cruss

    CUADERNOS DE vIAJE

    LLa Santa Madre China

    que no es la nuestra, y que vivi hace muchsimo tiempo. Despus de todo, la mayor virtud del viaje a lugares remotos y ajenos es forzarnos a reconsiderar nuestros prejuicios e ideas recibidas.

    En el Lejano Oriente, es bien sabido, se practica el culto a los ancestros. Algunos estudiosos sealan que no se trata de adoracin en sentido religioso, sino simplemente ve-neracin y respeto. Sea como fuere, se levantan templos, se construyen altares, se quema incienso y se hacen reverencias a la efigie o a otros smbolos de los antecesores (como tablillas con el nombre de los venerados). En los hogares, se practica el culto a la memoria de ancestros individuales. Pero, como escribe un experto, hay personajes con mayor calidad reve-rencial o de culto que otras. Es decir, personajes que por sus hazaas o celebridad, como jefes de clanes, lderes o reyes, superan al comn de los fallecidos, y llegan a ser tratados con ceremonias litrgicas y homenajes propios de una deidad. As sucedi con la homenajeada del templo de Jin Ci,1 a unos veinticinco kilmetros de la ciudad de Taiyun.

    El lugar es antiqusimo. Nadie sabe con precisin cundo empez a construirse, slo se sabe que fue durante el perodo de la historia china conocido como Primavera y Otoo (722-481 a.C.). En ese tiempo, China no era un gran imperio unido, como lleg a serlo despus, sino un conjunto de estados feu-dales que guerreaban constantemente entre s, siempre dados a la intriga diplomtica, agredindose todo el tiempo unos a otros, y formando alianzas con el abierto y cnico propsito de anexarse las tierras del vecino. Ni qu decir que las fronteras

    1 Uso una transcripcin comn; otra frecuente es Jin Tse. En espaol, la pronunciacin ms cercana se lograra transcribiendo Yin-ts, pero no existe un sistema actualizado de romanizacin de caracteres chinos para uso de personas de habla hispana. En este artculo se utilizarn grafas de uso frecuente, sin adherirnos rgidamente a ningn sistema estndar.

  • de esos estados (y lleg a haber nada menos que hasta ciento setenta de ellos) cambiaban constantemente.

    En esa catica era, surgi en el norte, en la regin de la actual ciudad de Taiyun, una poderosa dinasta, la de los Zhou. Impona su hegemona sobre los dominios circunve-cinos, cuando uno de ellos, el reino Tang, se rebel contra los opresores. El rey de los Zhou aplast brutalmente la resistencia. Cuentan los cronistas que, viendo a los rebeldes derrotados, y muertos sus jefes, el rey victorioso tuvo un gesto de briosa altanera. En la euforia del triunfo quiso bromear. Tom una hoja de un frondoso rbol chino conocido como wu-tong (nombre cientfico, Ferminia plantanifolia) y la cort para darle la forma del sello real. Entonces, se acerc a su hermano menor, quien era apenas un jovenzuelo, y ofrecin-dole dicha hoja le dijo: Ahora t quedas nombrado como rey de Tang. El chiste se basaba en un juego de palabras: Tang, el reino vencido, y tong, el rbol frondoso, suenan muy semejante en el idioma chino.

    Sucedi que un oficial de la corte estaba presente cuando el rey Zhou hizo su chiste. Inmediatamente, asumi un aire austero y solemne, y dirigindose al rey le pidi que escogiera la fecha para la sancin oficial de la postulacin que acaba de realizar. El rey protest aduciendo que haba sido slo una broma. A lo cual el cortesano respondi con el mismo tono glacial: El rey no bromea. Cada una de sus alocuciones queda registrada en las crnicas oficiales, sus rdenes son siempre obedecidas por sus sbditos, e instrumentadas con todo el debido ceremonial. Obviamente, ese to no tena un gran sentido del humor. As fue como el ttulo de rey de Tang fue oficialmente conferido al hermano menor del monarca de Zhou... y se frustr una anexin.

    Quiso el destino que el joven nombrado, cuyo nombre era Shu Y, llegara ser un buen gobernante. Desarroll la agri-cultura, mejor las tcnicas de irrigacin de los campos y fue muy querido de su pueblo. El templo que vamos a visitar fue originalmente erigido en honor de Shu Y, y en conmemora-cin de sus buenas acciones. Pero, como en China los honores son retrospectivos, al paso de los aos la madre de Shu Y se convirti en la titular del templo. Y no es ms lgico y ms justo que as sea? En Occidente, la nobleza se otorgaba a un hombre por sus hazaas, y absurdamente los privilegios del ttulo nobiliario se perpetan en su descendencia, aunque los descendientes sean unos znganos o unos viciosos buenos para nada, a quienes los honores no les cuestan ms trabajo que el de portar cierto apellido. Ms justos y ms lgicos los chinos, entre quienes una gran hazaa honraba a su autor, luego a los padres y, cosa todava ms notable, ilustraba hasta a los abuelos y a los bisabuelos...

    Otra diferencia. Se habla de un templo, pero esto no significa una construccin nica y aislada, como nuestras iglesias o catedrales. Aqu se trata ms bien de un campo, a veces de muchas hectreas, en donde existen diversos edifi-

    cios, algunos, por supuesto, destinados a usos litrgicos y de culto religioso, pero tambin varios pabellones, jardines, una sala o espacio de teatro, salones de exhibicin, y actualmente hasta boutiques o tiendas de souvenirs. El templo (denominacin que aqu se usa como sinnimo de terreno sacro) de Jin Ci tuvo un perodo de activa expansin durante los aos 550 a 559 de nuestra era, cuando se construyeron edificios adicio-nales; otro en 1168. Ya desde el siglo xiv se lo conoca como el templo de la Santa Madre.

    El portal de la entrada no tiene nada de especial inters. Es de construccin reciente, y no permite anticipar la venerable antigedad de lo que hay dentro. El teatro es lo primero que aparece siguiendo la vereda central. No puedo comentar sobre la calidad esttica de un celebrado letrero fijo encima del escenario: mi supina ignorancia respecto a la caligrafa china me lo impide. Pero me impresiona saber la solucin que se encontr, en tiempos de la dinasta Ming (1368-1644), a los problemas de acstica que el teatro planteaba. Con el escenario al aire libre, y en un sitio frecuentado por las ruidosas multitudes que en el pas ms poblado de la tierra se encuentran por dondequiera, resultaba difcil or a los actores. Se pens entonces en traer ocho grandes urnas que fueron enterradas inmediatamente bajo el piso del escenario. La resonancia que as se obtuvo se adelant por varios siglos a la moderna tecnologa de amplificacin del sonido.

    Siguiendo por el sendero central, veo una plataforma de cemento, cuadrada, con un pequeo pabelln de unos cuatro metros de altura en su centro. Data de la dinasta Song, entre los aos 1094 y 1098 de nuestra era. Me llama la atencin que este lugar parece atraer a muchos nios. Pronto descubro la causa: hay aqu cuatro estatuas de hierro, de dos metros de altura, una en cada esquina de la plataforma, que representan hombres de aspecto hosco y marcial en pleno atuendo militar. Son los hombres de hierro los que atraen a los chicos. Aqu han estado, de pie, haciendo guardia por casi mil aos. Sobre el pectoral de las armaduras se ven inscripciones que permi-ten conocer la fecha de nacimiento de cada uno. As, se sabe que la estatua de la esquina suroeste fue forjada en el ao 1097, por artfices de fuera de la regin; la de la esquina noroeste, en 1098, pero su cabeza no lo fue hasta 1423; la del sureste, en 1098, aunque su cabeza es, relativamente hablando, casi nue-va, dado que se realiz en 1926, y finalmente la del noreste es totalmente del siglo xx: cuerpo y cabeza datan de 1913. Ciertas leyendas pretenden dar cuenta de estos hechos.

    Dice una leyenda que los hombres de hierro, despus de haber estado de pie durante siglos, da y noche, a la intem-perie y expuestos a todos los cambios de estacin, terminaron absorbiendo las influencias etreas y sobrenaturales propias del lugar. stas, junto con el incienso, las msicas, las ofren-das, y el fervor de las plegarias de los fieles que acudan al templo, produjeron un fenmeno portentoso: los hombres de hierro adquirieron sensibilidad y conciencia, tal como los

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    hombres de carne y hueso. Las estatuas empezaron a hablar y a comunicarse entre s.

    Desgraciadamente, los hombres de hierro recibieron tam-bin las flaquezas morales y las perplejidades connaturales a los seres humanos. De manera que pronto se sintieron abu-rridos y a disgusto con su situacin de guardias inmviles. El ambiente que los rodeaba les pareci rudimentario y opresivo; los monjes a cargo del templo, tacaos, marrulleros y egostas; y la zona en que estaban, triste, estrecha y descuidada. No slo esto. La mezquindad propia del carcter humano les infundi envidias y disensiones. Tres de ellos se coludieron para maquinar contra el de la esquina suroeste, al cual de-testaban por considerarlo fuereo. En efecto, esa estatua fue forjada por escultores de Sung-shan, lejos de la regin, y tal parece que la recin adquirida humanidad de las estatuas era especficamente china y de corte tradicional a juzgar por su xenofobia e inveterada suspicacia contra los extranjeros. Los tres guardias locales se hicieron hermanos juramentados, pero excluyendo al de la esquina suroeste.

    Total, el lugar les lleg a parecer insufrible, y los tres que se obligaron a hermandad por juramento decidieron escapar. El del noreste, como el ms osado y valiente, se dio a la fuga el primero. Los otros dos, menos arriscados, trataron de seguirlo, pero titubearon y fueron sorprendidos por el monje superior. Impelido por la clera al descubrir el intento de fuga, los golpe con su bastn en la cabeza, dejndolos seriamente descalabrados. Por eso es que las cabezas tuvieron que ser reemplazadas despus.

    Tampoco el escapado corri con mejor suerte. Una frrea voluntad de temple no inferior al del resto de su cuerpo le hizo seguir el curso del Ro Fen, arrostrando toda suerte de peligros, hasta su desembocadura en el poderoso Ro Ama-rillo. Pero, llegado a este punto, hubo de detenerse. Aqu las aguas se ensanchaban, y una poderosa corriente levantaba grandes olas que haban devorado ya a cientos de hom-bres de carne y hueso, y sin duda no habran despreciado a uno de hierro, como simple bocadillo para amenizar su con-sueto men. Para colmo de males, slo un endeble puente, hecho de paja y delgadas tablas, cruzaba el ro.

    Reflexionaba el hombre de hierro sobre la situacin, cuan-do apareci un anciano viajero en el camino. El de hierro le hizo conversacin, dicindole: Me he detenido aqu a pensar cmo cruzar al otro lado del ro. El puente que han tendido en esta parte me parece de construccin dbil, y mucho me temo que si me arriesgo a cruzar sobre l, se puede derrumbar...

    El anciano contest: Qu est usted diciendo? Cmo que derrumbar? Ni que fuera usted un hombre de hierro de Jin Ci, para tirar un puente con slo caminar sobre l!

    Maravilla de maravillas: en ese momento, precisamen-te cuando el anciano pronunci las palabras hombre de hierro de Jin Ci, la sensibilidad y la capacidad de reaccionar y pensar del hombre de hierro se desvanecieron de pronto.

    Volvi a ser lo que antes era: una simple estatua de hierro, muda, fra e inmvil. Adems, pesadsima: nadie volvi a saber nada del hombre de hierro de la esquina noreste. Tal vez qued hundido en lo ms profundo de aquel recodo del poderoso Ro Amarillo. Una estatua nueva se forj en el siglo xx, para reemplazar la desaparecida. Es, por cierto, la menos artstica del grupo.

    En cuanto a los dos hermanos juramentados que quedaron atrs, sus descalabraduras no los volvieron ms prudentes, ni ms juiciosos. Siguieron sospechando del fuereo, es decir del hombre de hierro de la esquina suroeste. Pensaban que haba sido la causa de su fallida escapatoria, y que arteramente los haba denunciado. Lo vejaban, lo insultaban, lo tachaban de traidor, y no cesaban de hostigarlo. Tanto lo humillaron, que l tambin decidi escapar. No iba a ser fcil, porque a partir de la frustrada huida de sus dos ingratos congneres, el viejo monje superior puso a un joven novicio a vigilar constantemente a los hombres de hierro.

    Esper una noche sin luna, y con extraordinaria cautela, calibrando cada movimiento para mximo sigilo, empez a deslizarse fuera de la plataforma. Pero, oh triste sino!, es muy difcil andarse con pies de plomo cuando se los tiene de hierro forjado. Imposible andar de puntitas en esas condiciones. Hizo lo que pudo por andar como si marchara sobre quebradizos cascarones, pero apenas levantaba su pe-sadsimo pie derecho, cuando el ruido despert al novicio, quien inmediatamente report al viejo monje. Este ltimo, a pesar de ser un monje, era gente muy de armas tomar, como ya lo haban confirmado los dos descalabrados. El nuevo intento de fuga lo puso fuera de s. Se apoder de un hacha, y sin decir agua va!, descarg violentos hachazos sobre el pie que acababa de posar sobre el suelo el hombre de hierro de la esquina suroeste.

    Hay, en efecto, varias marcas en un pie de la estatua, que bien podran haber sido producidas a golpes de hacha. La gente que se apia en la plataforma de los hombres de hierro espera su turno para tocar ciertas partes de ellas. Est claro que la creencia popular es que existen virtudes comunicables a travs de los tocamientos. El pie del guardin de la esquina suroeste es uno de los sitios preferidos, pues los frecuentes y repetidos contactos han vuelto esa parte lisa y descolorida, como sucede en Occidente con ciertas estatuas de santos, medallas o reliquias de templos cristianos.

    Tal es la leyenda de los hombres de hierro. Avanzando por la vereda central, llego a la construccin

    ms antigua del conjunto, erigida durante la dinasta Song en honor de la madre de Shu Y. Se trata de un templo de die-cinueve metros de altura, provisto de veintisis columnas pe-rifricas que se inclinan ligeramente hacia dentro, con objeto de incrementar la impresin de su altura, segn rezan los folletos publicitarios del lugar. Un rasgo espectacular que fija nuestra atencin en las ocho columnas de la fachada anterior

    Francisco Gonzlez Cruss

    CUADERNOS DE vIAJE

  • es la presencia de soberbios dragones dorados esculpidos en madera, y tenazmente enroscados alrededor de las columnas. Se trata de los dragones de madera ms antiguos de China. Seis fueron hechos en el ao 1087 de nuestra era, los otros dos datan de 1102. Se desconoce si alguna vez fueron reparados.

    Me entero de un detalle que indudablemente habra deleitado a Jorge Luis Borges. El gran escritor argentino invirti no poco tiempo y esfuerzo en compilar un Libro de los seres imaginarios, en el cual la fauna china ocupa un espacio importante. Ahora me dicen que hay dragones y dragones. Dragn long, en chino, y Draco sinensis, supongo, en len-guaje tcnico se refiere a un gnero, en el que hay especies y subespecies. Los dos dragones de las columnas centrales del templo de la Santa Madre son yin-long, alados, y habitantes de la atmsfera superior; los dos que siguen a los lados, son dragones pan-long, criaturas que viven en la tierra, donde tienden a yacer enrollados y descansando sobre su superficie ventral; los dos ms laterales son del tipo jao-long, cuyo hbitat est en las aguas de los ros y del mar; y los dos ltimos, en las esquinas, son che-long, caractersticamente amarillos y desprovistos de cuernos.

    A cada lado de la entrada, ms all de las ocho columnas, existen sendas estatuas de imponentes guardianes militares, de cuatro metros de altura. Se dice que representan a gene-rales de los ejrcitos de la dinasta Zhou. Su fiero aspecto intimida: el de la derecha, reparado en 1950, lleva una lanza, y el de la izquierda porta consigo un hacha. Estos custodios vigilan la entrada del templo de la Madre Santa.

    En el interior se ve a la Madre Santa en efigie de madera. La vemos sentada, en actitud hiertica, serena, envuelta en ropajes ricamente adornados. La bata de amplsimas mangas le esconde las manos, y sobre su cabeza descansa una corona engalanada de perlas y plumas de fnix de brillantes colores. El polvo de no s cuntos aos se ha depositado sobre esta lignaria efigie. Pero aun as la Santa Madre sigue impertur-bable, y su cara, muy llena, irradia una noble tranquilidad y la ms absoluta seguridad en s misma. Claro, como que sabe que la fe de sus compatriotas la ha elevado de la humana condicin a la divina.

    Se halla rodeada de 42 servidores, todos de madera, como ella misma. Estas estatuas han sido dispuestas simtricamente a cada lado del trono. Son tres eunucos, seis nobles damas ataviadas con ropajes masculinos, y 33 damas de compaa apropiadamente vestidas con las ropas propias de su sexo. Res-petuosos y circunspectos, estos 42 personajes han estado de pie al lado de su soberana durante mil aos. Asombra reflexionar que estas efigies datan de la dinasta Song (960-1127 de nuestra era). Nada comparable se produca en Europa en aquel tiempo, cuando en este apartado rincn de China artfices annimos, usando tcnicas groseras y rudimentarias, lograban dar a sus figuras una pasmosa expresividad. Para que la estatuaria eu-ropea en madera llegara a superar esa intensidad emocional,

    fue preciso esperar la llegada de un genio como el espaol Martnez Montas (1568-1649), cinco siglos ms tarde.

    Los expertos en arte se maravillan de estas figuras. Cada una manifiesta una personalidad propia. Aqu, una dama en atuendo de hombre lleva en la mano izquierda un candelero, mientras que con la derecha parece proteger la llama de co-rrientes de aire que amenazan extinguirla. Su cuerpo se incli-na ligeramente hacia adelante y a la izquierda, pero su cabeza se vuelve hacia la derecha. Es como si estuviera mirando ms all de la lnea de servidores a alguien que la ha llamado, y parece estar a punto de responder a la solicitacin.

    Mas all, veo una mujer enjuta, alta, con un tocado en forma de angosto jarrn, que la hace ver todava ms alta. Su flacura, sus adelgazados labios de comisuras vueltas hacia abajo, y su boca como hendidura, le imparten un aire agrio, adusto y rgido. Parecera ser una mujer a cargo de importan-tes porciones del presupuesto de la corte de la Santa Madre. Pero su aspecto spero y desabrido anuncia que es en vano acercarse a pedirle un favor o esperar de ella una excepcin a las reglas de la corte. Este cetrino y espinoso personaje impresiona como inamovible y poco simptico.

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    Ilustraciones: LEtRas LIBREs / andr Carvalho

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    Ac noto una figura masculina con una gran bufanda verde sobre un hombro. Se inclina hacia adelante, quiz a consecuencia de cierta leve deformacin de la espalda. Es un eunuco. La corte de la Santa Madre, igual que la de otros poderosos, imitaba al emperador en cuanto a producir y re-clutar eunucos. Igual que el emperador, los nobles del lugar deben haber concluido que, para mantener a los hombres en constante servidumbre, la castracin es superior a la per-suasin. Tiene las dos manos hacia adelante a la altura del pecho, y las presiona una contra otra, como si estuviera ner-vioso. Da la impresin, el pobre hombre, de obsequiosidad y nerviosismo. Parece ser parte del personal de la cocina, y su aire servil y ansioso sugiere que est recibiendo indicaciones para preparar la comida de la gran seora.

    Imposible detenernos a examinar cada una de las 42 que rodean el trono. Precisa continuar nuestro periplo. Adelante encontramos un estanque, luego un reservorio de agua cru-zado por un puente en forma de cruz (uno de los objetos que han singularizado a Jin Ci en la comarca), y un manantial de agua que brota de la tierra. Todo ello nos recuerda que Jin Ci ha estado vinculado estrechamente con el agua. Y no podan faltar historias y leyendas que aluden a esta asociacin, como a continuacin se narra.

    Hace mucho, pero mucho tiempo, dice la leyenda, no haba manantial, ni ro en la comarca. Ni siquiera exista Jin Ci. En su lugar haba slo un triste casero con infelices habitantes que sufran mucho por causa de la escasez de agua. Andaban plidos, flacos y deshidratados, y as tenan que caminar varios kilmetros a la fuente ms cercana, para transportar el agua, que portaban sobre sus espaldas, como si fueran bestias de carga.

    Una chica bella y amable, de nombre Liou Chuen-ying, oriunda de un pueblo vecino, se cas con un habitante de esta triste y desamparada aldea, y vino a residir ah, compar-tiendo con su esposo las molestias y desventuras propias del lugar. Mala suerte: no slo soport esos desabrimientos, sino tambin las aflicciones que le causaba su suegra, una mujer celosa y cruel.

    La suegra sdica y malvada es una figura estereotipada del folclor chino. La de Liou Chuen-ying exceda toda medida. Obligaba a su pobre nuera a traer agua todos los das, ha-ciendo el penoso trayecto de varios kilmetros, bajo la lluvia o el sol, y cargando dos grandes baldes de agua que pendan atados con correas de cada extremidad de un grueso palo que la joven se echaba sobre los hombros, segn era la costumbre. Para colmo de sus males, la suegra le haba proporcionado baldes de forma cnica, especficamente diseados para evitar que la joven mujer pudiera descansar. Y esto no era todo. Al llegar a casa con su pesada carga, la suegra frecuentemente se las ingeniaba para derramar el agua de uno de los baldes, o la desperdiciaba deliberadamente, para forzar a su nuera a hacer dos veces el difcil acarreo.

    La amable joven soportaba todo este abuso sin una queja, viendo lo cual las potencias celestiales decidieron recom- pensarla. Un da, cuando Liou Chuen-ying regresaba car-gando sus pesados baldes bajo un sol abrasador, un anciano a caballo le sali al paso. Desmont y le pidi agua para su caballo. Sin proferir la ms leve queja, la joven le dio lo que peda, y regres al manantial para llenar nuevamente el balde. El anciano caballero apareci en la vereda al da siguiente y volvi a solicitar agua para su montura. Otra vez, a pesar del agobiante calor, la joven mujer accedi sin chistar. La escena se repiti tres das consecutivos, y tres veces la joven se con-dujo con ejemplar generosidad, y sin la menor protesta.

    Entonces, el anciano dijo: Escchame. Yo no soy un hombre de carne y hueso. Soy un inmortal, un ser celestial. He querido venir a conocerte personalmente, porque las alabanzas a tu virtud, tu simpata y bondad, y los comentarios sobre tu paciencia y humildad, llegaron hasta las regiones celestiales. Ahora me doy cuenta de que cuanto se ha dicho de ti es perfectamente cierto.

    A continuacin, el anciano le ofreci la fusta o ltigo que llevaba consigo, dicindole: Toma este ltigo. Al llegar a tu casa, depostalo en el jarrn que usan para almacenar el agua.

    Francisco Gonzlez Cruss

    CUADERNOS DE vIAJE

  • Vers que se llena en el acto. Tendrs tanta agua como necesi-tes, sin tener que acarrearla. Pero te advierto: nunca saques el ltigo del jarrn, pues podras causar una inundacin.

    Obedeci ella, y para su maravilla constat la verdad de lo que haba dicho el anciano: el jarrn se llenaba constan-temente. No importaba cunta se usara, el nivel del agua nunca descenda. Como la joven era buena y generosa, pronto comunic el portento a los habitantes de la aldea. El regocijo fue general. Hubo celebraciones y fiestas. Los campos mejo-raron, pues ya no hubo ms problemas de riego. Los aldeanos estaban felices, robustos y rozagantes.

    Slo la suegra pareca descontenta. Para empezar, resenta la falta de oportunidad para hostilizar a su nuera. Pero ade-ms, como ente antisocial que era, le disgustaba la algazara que ahora reinaba en la calle, y le molestaba el ir y venir de las gentes a su casa, pues en el patio de su casa se hallaba el inexhausto jarrn con la fusta mgica, y era ah donde todos los vecinos se abastecan del precioso lquido.

    Un buen da, la joven fue a visitar a sus padres a su pueblo natal. Aprovechse de su ausencia la malvada suegra, quien, a pesar de haber sido prevenida sobre los efectos nefastos de retirar el ltigo, decidi hacerlo, por despecho hacia su nuera, y por el prurito de contravenir sus indicaciones. Ms tard la imprudente seora en sacar el ltigo del jarrn, que el agua en surgir a enormes borbotones, incontenible. La casa, el vecindario, y pronto toda la aldea, se encontraron bajo el agua.

    Cuando la gentil joven oy lo que estaba pasando, se encontraba en la casa de sus padres, peinndose la cabellera. Solt el peine y acudi inmediatamente a su hogar. No hall el ltigo mgico por ninguna parte. Lo nico que se le ocu-rri para parar el continuo fluir del agua, fue sentarse sobre el jarrn. Para azoro y alivio de todos, ces la inundacin inmediatamente.

    Termina la leyenda diciendo que la pobre Liou Chuen-ying, tras salvar a todos de aquel anegamiento, no pudo ya separarse del jarrn en que estaba sentada. Ah muri poco despus, y en agradecimiento a su heroica proeza, los habitantes del lugar elevaron un templo a su memoria. Hoy se visita en Jin Ci: es el templo de la Madre de las Aguas (Swei-Mu), con la efigie de la herona sosteniendo un peine en la mano, precisamente la actitud que tena al recibir la noticia de la inundacin. Es versin comn entre el pueblo que el sitio donde estuvo sentada sobre el jarrn, corresponde al lugar donde brot el manantial natural del lugar, o fuente Nan Lao.

    El agua que brota de la tierra se encauza a un estanque donde se puede ver una pared, a modo de dique, con diez horadaciones circulares, semejantes a claraboyas de cabina de barco, dispuestas en hilera horizontal cerca del borde superior del muro. Tres de las perforaciones dirigen el agua hacia el sur; las otras siete, hacia el norte. Y entre aqullas y stas

    se nota, emergiendo del agua, un promontorio de cemento que recuerda el gablete o remate con bola de los techos de algunas pagodas. Hay, como podra anticiparse, otra leyenda tras estos detalles.

    Se cuenta que, hace muchos siglos, los campesinos de la orilla norte del ro mantenan un enconado pleito con los de la orilla sur, a causa de la distribucin del agua. Unos y otros la queran toda para ellos, y ya la encauzaban en un sentido, ya en otro. La enemistad de los contendientes se encenda especialmente en tiempos de sequa, y a veces terminaba en feroces rias con derramamiento de sangre. Las autori-dades no saban qu hacer para calmar los nimos. Ambos partidos porfiaban en sus demandas.

    El alcalde convoc a una reunin a los principales miem-bros de ambos bandos. Orden que le trajeran una gran cal-dera llena de aceite hirviendo. Tir en ella diez monedas, y dijo a los circunstantes: El agua se distribuir en proporcin directa a la valenta y herosmo de las gentes. Quien saque ms monedas ganar ms agua para los suyos. Veamos si son los campeones de la orilla sur, o los de la orilla norte quienes sacan ms monedas. As se repartir el agua.

    Todos se vean unos a otros sin decir palabra, extraados de la rara idea que el alcalde haba tenido, y temerosos ante el desafo que la dura prueba representaba. Aparentemen-te, no se permita el uso de instrumentos para recobrar las monedas.

    De repente, un joven de la orilla norte, de nombre Zhang, salt dentro de la caldera, extrajo siete monedas, y muri en el acto. El asunto quedaba decidido: setenta por ciento del volumen de agua ira hacia el norte, y el treinta por ciento hacia el sur. As se explica la divisin entre las siete y las tres perforaciones antes referidas. Es tradicin que los huesos del temerario hroe fueron enterrados bajo una pequea pagoda que se construy en mitad del dique que separa las aguas del reservorio. Y cada ao, en la primavera, la gente viene a depositar ofrendas en lo que llaman el templo del joven Zhang.

    Dicen los lugareos que el agua que mana de este sitio es excelente para el cultivo del arroz. Comentan que los granos de arroz son tan fuertes que se pueden parar verticales en la mesa aun despus de cocidos. Estrambtico elogio, y extra-a ponderacin, pienso yo. Pero ms raro me parece lo que agregan: A pesar de todo, el excelente arroz de esta regin jams fue considerado digno de ofrecrselo al emperador, el Hijo del Cielo.

    Por qu?, les pregunto extraado. La respuesta alude a la leyenda de Liou Chuen-ying y

    a su mtodo de control de inundaciones. Es una respuesta impregnada de sabor a tierra, y de espontaneidad y llaneza muy propias del espritu campesino:

    Porque ese arroz proviene, a fin de cuentas, del trasero de una mujer. ~

    agosto 2006 Letras Libres 17

  • 18 Letras Libres agosto 2006

    aba jurado nunca ir a China hasta que mi amigo, el poeta exiliado Bei Dao, pudiera viajar all sin restricciones, pero cuando recib una ines-perada invitacin al Primer Festival Internacional de Poesa Ciudad Centenaria en Chengdu, me inst a aceptar: Si me esperas, estars demasiado viejo para disfrutarlo.

    La participacin internacional en el festival iba a limitar-se a dos estadounidenses. Por fortuna, me pidieron que eli-giera al compatriota, y sin pensarlo escog a Forrest Gander: la excelencia y la simpata son una infrecuente combinacin en las letras de Estados Unidos. Al seguirle la pista hasta un retiro para artistas en algn lugar del desierto texano, cumpl con el sueo anhelado de representar de nuevo el clebre telegrama que Eric Newby le envi a su amigo en Buenos Aires: DISPONIBLE NURISTN JUNIO? Y haba ensayado el tono informal: Hola Forrest, quieres ir a la provincia de Sichun la prxima semana?

    Mientras nos tambalebamos del avin y llegbamos a la ciudad, los jvenes poetas destinados a recibirnos eludieron las preguntas informales: Os lo dirn en la cena. Nos tras-ladaron a un edificio extravagante parecido a Las Vegas, con hileras de delfines rociando agua, llamado Hotel California China, al haber tenido una Revolucin Cultural en los aos setenta, sin duda se haba salvado de la lista de xitos radiof-nicos. Pasando por alto unos grandes almacenes, las mltiples salas de cine, la pista de hielo, el centro de conferencias, la

    Qu ocurre realmente en China? Es necesario el resto del mundo para ellos? Cmo explicar que un gobierno vorazmente capitalista an se ocupe de la poesa, pero para censurarla? Eliot Weinberger formul stas y ms preguntas en una visita reciente, pero no obtuvo las respuestas esperadas.

    Eliot Weinberger

    CUADERNOS DE vIAJE

    HPostal desde China

    pera, los diez salones para banquetes, el Restaurante Ciervo de Shunxing, el Muelle de Pescadores (Antiguo bar de San Francisco), la Parrilla Margen Izquierdo del Ro Sena, la Discoteca Danubio Azul, el supermercado de alimentos y la galera de arte (la mayor escultura interior de China), nos apresuraron al stano de la Aldea de los Famosos Bocadillos de Chengdu, la recreacin de una calle de la Antigua China con enormes linternas de papel, salsa de soja y vino de arroz en barricas envejecidas, vendedores de hierbas medicinales, calgrafos y sombras chinescas, donde un nutrido grupo de poetas nos esperaba en la Autntica Casa del T. Mientras nos ofrecan delicias sin fin en la bandeja giratoria en el centro de la mesa, hubo alusiones veladas e intercambio de miradas, aunque slo exhortaciones a alimentarnos ms. Por fin, cuando ya parecamos lo bastante idiotizados por el exceso de comida y la falta de sueo, nuestra anfitriona, la poeta Zhai Yongming de cincuenta aos de edad y cuyo nombre era siempre seguido del epteto la mujer ms her-mosa de Sichun con profunda turbacin revel la noticia: la polica haba cancelado el festival.

    La intervencin gubernamental en un acto potico de provincias fue lo nico que iba a colmar mis expectativas en China. Desde luego que saba de su boom capitalista, pero imaginaba que las ciudades se pareceran a las del Tercer Mundo, con rascacielos y centros comerciales a la vuelta de arrabales. Adems, supuse que vera un collage de la Nueva Nueva China y la Vieja Nueva China: Calvin Klein por aqu y el Gran Timonel Mao por all. En cambio, pareca que la conversin al calvinismo haba sido absoluta. Los del camino capitalista estaban en la Autobahn.

    Boom no es siquiera un esbozo de descripcin. En las ciudades que visitamos la mayora de los barrios haban sido

  • demolidos y sustituidos con edificios de solidez futurista. Todo era nuevo, o estaba en construccin o renovacin; todos parecan atareados; todo era eficiente y estaba muy organizado; las calles estaban impolutas y el aire inmundo por las fbricas y el trfico; la energa humana y los recursos naturales eran consumidos a un ritmo de alto horno. Por increble que parezca, y aunque nos desviamos mucho de los senderos tursticos, no vimos arrabal alguno o poco ms que un puado de personas manifiestamente pobres. Quizs haya sido la casualidad, pero era absolutamente distinto, digamos, de Bombay o Bogot, donde la presencia patente de la pobreza es abrumadora, y los ticos son miradores de ruinas.

    Desde 1990 el crecimiento per capita en China es del 8,5% anual (en la India, con la cual siempre se compara, es del 4%; en Estados Unidos es del 2% en los noventa si se promedia a Bush y su boom). Es el paraso capitalista definitivo: mil trescientos millones de consumidores que an no poseen un i-Pod. Y no basta: ellos mismos estn fabricando todas estas cosas, para s mismos y para el mundo entero. El milagro econmico japons dependa de las exportaciones, y result menos milagroso cuando tuvieron que ir al extranjero en busca de mano de obra barata. No es difcil imaginar a una China boyante sin que deba exportar nada en absoluto: los bienes para su creciente clase media suministrados por el pozo sin fondo de mano de obra en las aldeas. Tal como ha sucedido en casi toda su historia, China casi no necesita al resto del mundo.

    Se trata de desarrollo en hipermarcha. A una hora a las afueras de Chengdu, nos llevaron al Museo Mrgdava de Arte Escultrico Ptreo. (Mgrdava es el Parque de los Ciervos donde el Buda predic su Sermn del Fuego). Supervisado y patrocinado, segn el catlogo, por Zhong Ming, que me describieron como un poeta antao pauprrimo; se trataba de una magnfica coleccin privada de ms de mil piezas de gran tamao, casi todas procedentes de las dinastas Tang y Song, albergada en un hermoso museo diseado por uno de los mejores arquitectos chinos, Liu Jiakun. Los cleptomag-nates estadounidenses del siglo xix haban tardado entre cincuenta y 75 aos en hacer dinero, amasar sus colecciones y construir sus museos. Zhong Ming lo haba logrado en diez. Nadie poda explicar cmo lo haba conseguido.

    Las ciudades chinas prosperan a expensas del campo, segn la opinin recibida. Sin duda es cierto que a los cam-pesinos se les impide migrar a las ciudades, y hay incontables relatos de funcionarios corruptos que expropian tierras cam-pesinas, como solan hacerlo los arquetpicos terratenientes codiciosos de la propaganda maosta. Sin embargo, las esta-dsticas oficiales afirman que slo un 3,1% de la poblacin rural se encuentra por debajo del umbral de pobreza, y la mayor parte de los pobres pertenecen a las minoras mayo-ritariamente musulmanas de las provincias occidentales (en

    Estados Unidos, las estadsticas oficiales a la par de semi-crebles indican que son un 12,7% de la poblacin general, entre ella el 24,4% de afroamericanos y el 21,9% de nios). Adicionalmente, el 6% est en la lista de renta inferior, un poco por encima del umbral de pobreza. Segn la uniCeF, la participacin en la educacin bsica es del 93% (al igual que en Estados Unidos). En 1990, el 43% de las aldeas tenan telfono, en la actualidad el 92%: China debe de ser el nico lugar del mundo donde los telfonos mviles operan en los remotos fortines de las montaas. La tasa de alfabetizacin es del 90%; en la India, del 57%. La esperanza de vida para un recin nacido es en la actualidad de 71 aos; en Estados Unidos, de 77; en la India, 64. Las aldeas que llegamos a ver en las provincias de Sichun y Yunn parecan comunidades agrcolas autnomas, sin el evidente sufrimiento de pare-cidos caseros en la India o Amrica Latina. Los tibetanos en estas provincias, a diferencia de los residentes en Tbet, segn casi todos los testimonios, parecan prosperar sin duda porque se trata de una minora no amenazante en regiones de chinos han y estaban construyendo intrin-cados templos y estupas.

    Todos los sitios se encontraban repletos de turistas chi-nos de clase media; la gente de las ciudades cuenta ya con la libertad absoluta de viajar sin autorizacin. Se nos haba avisado que el festival nos organizara un viaje de cuatro das en un todoterreno a las apartadas montaas, y me haba preparado con todos mis pertrechos groenlandeses. La expe-dicin result ser una caravana de cinco autobuses con ciento cincuenta personas que haban participado en un festival de arte en Chengdu y nuestro destino no fue una tienda de cam-paa ms all del lmite forestal sino el Balneario Vacacional Paraso de Jiu Zhai, una versin a la Disney de una aldea de la minora qiang bajo una enorme cpula imperial de recreo, indudablemente copiada de Biosphere y, al igual que Biosphere, con la mayora de los rboles secos rodea-da por mil cien habitaciones para huspedes. Una visita al parque nacional prximo fue como una pelcula de terror producida por el Sierra Club al quedarnos atrapados, inm-viles y sin salida, en un estrecho sendero de montaa con otros diez mil caminantes. La mera numerosidad de seres humanos en China es inabarcable, como las distancias en el universo. El ndice relativamente bajo de pobreza equivale a cien millones de personas. Mi dato curioso favorito tal vez apcrifo, pero an creble es que si China se convir-tiera enteramente en un pas de clase media, y cada chino decidiera pasar slo una semana de su vida de visita en Pars, habra unas cuatrocientas mil personas adicionales intentando entrar en Les Deux Magots todos los das.

    Es inexplicable por qu el gobierno, mientras cientos de millones estn inmersos en una orga de capitalismo laissez-faire, an se ocupa de la poesa. Bei Dao, el poeta chino ms reconocido, es buen ejemplo de ello. Despus de

    agosto 2006 Letras Libres 19

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    las masacres de la Plaza Tiananmen en 1989 se exili en el norte de Europa y en Estados Unidos, viajando con docu-mentos de ciudadano sin Estado (lo cual exasperaba a los funcionarios de inmigracin, pues no haba nada que sellar). Durante nueve aos no se le permiti a su mujer e hija salir del pas para visitarlo, y sus libros, por supuesto, estuvieron prohibidos. Hace unos aos se le consinti, ya como ciuda-dano estadounidense, visitar a su padre agonizante siempre que se quedara en su casa de Pekn y no apareciera o hiciera declaraciones en pblico. Se le permitieron unas cuantas visitas ms, nunca de ms de un mes, y en alguna ocasin se le permiti viajar a Shanghai. Uno de sus poemarios fue publicado, se agot una primera edicin de cincuenta mil ejemplares y luego no se autoriz su reedicin. Se ha vuelto a casar con una mujer que vive en Pekn, y a la que haba conocido en Estados Unidos. Pudo volver a China una semana en diciembre pasado por el nacimiento de su hijo, pero se le ha denegado el visado desde entonces. Su mujer puede viajar sin restricciones, pero al beb no le han otorgado sus documentos de identidad deliberadamente, y no puede viajar al extranjero. La familia sigue en el vilo de un limbo burocrtico.

    Sin embargo, a diferencia de la China maosta, la censura es en la actualidad aleatoria y descentralizada. Determinado libro ser prohibido en una editorial y aparecer en otra. En cuanto a nuestro festival de poesa, simplemente se cambi la sede y los actos se declararon privados, aunque todos podan participar. En cualquier caso, unos treinta poetas del pas se presentaron: todo haba sido sufragado por el propietario del Hotel California, el Paraso de Ju Zhai y una decena de rascacielos en diversas ciudades, al parecer copiados de Metrpolis y de The Jetsons (un presunto amante de la poesa que nunca se present y cuyo nombre nunca supe). As que sostuvimos algunos debates en la universi-dad de la localidad y una lectura hasta el amanecer en un bar de moda cuya duea era Zhai Yongming, la mujer ms hermosa de Sichun.

    Como en todos los festivales de poesa, fue difcil recor-dar despus lo que cualquiera hubiese dicho en los debates, pero los tipos son conocidos: el poeta profesor, en extre-mo complacido de sus pertinentes citas de Mark Twain y Thomas Hardy; el joven apasionado que no quiere leer nada para que sus emociones y pensamientos permanezcan puros; el poeta tmido y espiritual que cuando se le pregunt cmo el budismo influa en sus poemas, respondi: me gustan los silencios; el dinmico y encantador joven en pos de becas; las dos o tres mujeres que con razn se enfadaban por la escasez de mujeres; el poeta no traducido que sostena que la poesa no poda traducirse; el polgrafo, a sus anchas debatiendo sobre la ms reciente poesa estadounidense o la numismtica de la dinasta Shang; el poeta veterano, dema-siado ebrio para decir algo. El escritor ms mencionado fue

    Borges y hubo unas cuantas referencias a Harold Bloom, el cual haba sido recientemente traducido al chino. A todos les sorprendi que Forrest y yo furamos tibios respecto del Canon occidental; suponan que se trataba de las Sagradas Escrituras Universales y no alcanzaban a creer nuestra expli-cacin de que se trataba de un culto en extincin en New Haven. Recientemente les cautivaba asimismo la versin de la angustia de las influencias de la historia literaria, aunque en buena medida sea inaplicable a la tradicin china: quizs el drama edpico encontrara algn eco en una nacin de hijos nicos. Con todo, caba preguntarse por qu la polica se haba molestado en anular todo aquello.

    Resulta extrao que los artistas visuales al parecer pueden hacer lo que les venga en gana. En Pekn, el grupo Post-sentido est acrecentando el accionismo viens de los aos sesenta: se clavan a s mismos en atades llenos de entraas de animales, recortan trozos de su propia piel y la zurcen a un cerdo vivo, etctera, etctera, y nadie sabe si es o no es cierto, pero figura en todos los portales del fundamen-talismo cristiano en internet cocinan y devoran un feto humano abortado. Me reun con uno de ellos brevemente, una jovencita guapa y sonriente llamada Peng Yu, la cual, con su marido Sun Yuan, sobre todo trabaja, como suele decirse, cabezas humanas decapitadas y cadveres infantiles. La pareja provoc un escndalo en el canal cuatro de la bbC al derramar sangre sobre el cadver real de unos gemelos siameses. Una obra ms reciente es un pilar de grasa huma-na de cuatro metros de altura, recogida de las clnicas que realizan liposucciones. Infortunadamente no se titula La acompaamos con patatas fritas?.

    Pas un da y una larga noche en Da Shan Zi, un dis-trito pekins de pequeas fbricas y talleres, la mitad an operativas y las otras transformadas en enormes y atractivos estudios, galeras y los inevitables cafs y restaurantes, muy parecidos a los que se encuentran en Berln oriental. Por fortuna, los artistas que visit estaban en el extremo ms estrafalario del arte y de la accin artstica. Ye Fu haba construido un enorme nido en el extremo de una torre y vivi all sin abandonarlo durante un mes. A Cang Xin le gusta lamer cosas y se ha fotografiado lamiendo la Gran Muralla, la acera de la Cmara de los Comunes y las estatuas de Roma. Chen Wenbo pinta en grandes lienzos pginas de papel en blanco. Muchos pintores parodiaban sin ambages a Mao y la propaganda maosta. Cundo pregunt cmo es que los artistas eludan la censura mientras que la poesa an era prohibida, me respondieron: Ah, es que a nadie le importan los artistas.

    Es casi imposible comprender lo que est ocurriendo en China, y no obtuve respuesta de aquellos a quienes pregun-t. La gente del medio rural y la del urbano parecen vivir bajo dos gobiernos distintos. En las ciudades el dinero es la ideologa nica. La gente casi puede hacer libremente

    Eliot Weinberger

    CUADERNOS DE vIAJE

  • lo que le apetece, aunque no siempre pueden decirlo por escrito o en internet. (Me sorprendi la franqueza con que se expresaban las opiniones en una conversacin, incluso en grupos nutridos en los cuales la gente no se conoca entre s. En Albania, el invierno pasado, era destacable cmo en las cenas casi nadie deca muy poca cosa sobre casi nada, aun-que haban transcurrido muchos aos desde la dictadura: se pasaban la noche contando largusimos chistes). Salvo en la Plaza de Tiananmen, la polica y el ejrcito son invisibles en las ciudades desde luego que all estn, pero su discrecin result inesperada. El ltimo baluarte del maosmo parece ser una telenovela sobre la Larga Marcha que se emite todas las noches por televisin inundada de vdeos musicales y concursos, y que presenta a un Mao bonachn y amistoso ayudando a viejos soldados a cruzar arroyos y compartiendo su arroz con nios campesinos. Salvo esto, lo que sola deno-minarse el pensamiento marxista-leninista-maosta es ya

    un ardid para hacer ricos a los miembros del Partido.

    En las aldeas los desplazamientos estn rigurosamente supervisados para evitar que las ciudades se conviertan, como Mxico o Lagos, en vertederos de desarraigados. Sin embargo, las revuel-tas campesinas siempre han causado la cada de imperios en China y el gobier-no est aplicando apsitos desespera-damente: eliminacin de los impuestos agrcolas, construccin de carreteras, infraestructura energtica, escuelas y hospitales. Las polticas respecto de las minoras parecen estar cambiando al fomentar la identidad cultural en lugar de subsumirlas en la nacin. En las regiones de la Provincia de Yunn que visit, los naxi y todo lo relacionado con lo naxi era ubicuo: el idioma naxi con su escritura verdaderamente pictogrfica se ensea en la actualidad en las escuelas, y Joseph Rock el primer erudito naxi de Occidente y cuyos escritos acechan los ltimos Cantares de Ezra Pound ha sido canonizado como un santo de la locali-dad. El caso en el que el gobierno sigue siendo obstinadamente poco acomoda-ticio es el de Falun Gong, una prctica espiritual muy popular en las aldeas que los funcionarios tienen por una fuerza subversiva y que est siendo totalmente reprimida, aunque el martirio sea siem-pre el mejor reclutamiento. Esto parece inexplicable sobre todo porque templos

    taoistas y budistas se estn construyendo o restaurando por doquier y estn llenos de fieles.

    Quizs la mayor sorpresa para m fue que el centenario complejo de inferioridad chino respecto de Occidente pare-ce superado. Han pasado de desear los objetos de Occidente a fabricar los objetos para Occidente, y a apropiarse de las compaas que fabrican esos objetos (entre ellos la compu-tadora ibM en la que estoy escribiendo). China es el nico lugar del mundo en el que la Pax Americana parece muy lejana, donde casi nadie pregunta acerca de Bush. Posee los vales de buena parte de la billonaria deuda estadounidense; en China, Estados Unidos es el Hermano Pequeo. En el cancelado Primer Festival Internacional de Poesa Ciudad del Siglo, nunca averig dnde estaba la Ciudad del Siglo, pero qued claro hacia dnde se diriga este siglo. ~

    Traduccin de Aurelio Major

    agosto 2006 Letras Libres 21

    Ilustracin: LEtRas LIBREs / Jolanta Klyszcz

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    odo poda haber terminado mal. Ms de una vez estuvimos (cre-mos estar) tan cerca del desastre que, retrospectivamente, ahora que me siento a la mquina a pasar en limpio las notas de viaje, tengo la sensacin de salir de una de esas suavemente sinies-tras novelas de Bioy Casares en que en la ltima pgina los per-sonajes (y el lector) descubren que el peligro no slo haba sido

    real sino inimaginable.Esta excursin a las Islas Galpagos auspiciada por la

    Casa de la Cultura Ecuatoriana y el Crculo de Lectores de Ecuador, como parte de un Congreso de Escritores Hispnicos que se reuni en Quito a fines de noviembre, ms de una vez pudo haber generado una catstrofe. O, por lo menos, eso es lo que muchos pensamos y sentimos y gritamos el ltimo da, en el desolado aeropuerto de Bartra, sin agua, sin comida, sin servicios higinicos, esperando durante cuatro horas y media un avin que llegara, o no, a rescatarnos a las doce y treinta en punto.

    Pero en aquella planicie tecnolgica y vaca, al rayo del sol ecuatoriano, sin otro alivio que una brisa persistente, sin telfono ni otro medio de comunicacin con el mundo

    exterior que la telepata o la magia negra, con un nico paquete de galletitas que humildemente reparta una de las excursionistas, la mscara del decoro burgus estuvo a punto de resquebrajarse ms de una vez. El terror no era infundado. Aquel aeropuerto pareca salido de una pelcula de ciencia ficcin. Era una cscara hueca: una pista, una torre de observacin, dos salas para pasajeros y maletas, un bao (que no funcionaba) y absolutamente nada ms. Fuera de los excursionistas no haba un solo ser vivo. Ni siquiera tortugas.

    Lo increble es que a las doce horas exactas, saliendo del vaco, un jeep trajo tres soldados que pusieron en mar-cha una mquina de generar electricidad, la que permiti poner en funcionamiento la bomba de agua y el aeropuerto entero. A las doce y treinta, con una puntualidad que no es habitual en nuestros pases latinoamericanos, un avin militar posaba en Bartra y nosotros, olvidados de Bioy y de las pelculas de ciencia ficcin, empezbamos a reclamar por qu la Coca-Cola no estaba bastante helada y haba slo un ejemplar del peridico de Guayaquil con las noticias de las elecciones en Espaa y Venezuela. La rutina del mundo capitalista haba borrado en un instante el horror primordial.

    Lo que sigue son unas notas, en forma de diario, sobre esos cuatro das

    E.R.M.

    Siguiendo las huellas de Darwin y de Melville, Emir Rodrguez Monegal y un grupo de escritores viajaron a las Islas Galpagos hace casi treinta aos. Rescatamos este diario de viaje, que es tambin un sabroso retrato de poca, publicado originalmente en la revista Vuelta.

    Emir Rodrguez Monegal

    CUADERNOS DE vIAJE

    T

    Diario de las Islas Galpagos

    El aspecto que el mundo tendra despus de un flagelo incendiario (Melville, The Encantadas).

  • domingo 3 (1978) A las 7 a.m. ya estamos en el hall del Hotel Continental, de Quito, esperando transporte al aeropuerto militar. Como todas las noches, el sbado nos quedamos levantados hasta tarde y en las caras de esta madrugada dominical se mues-tran los estragos del tiempo, pero todos pretendemos estar en muy buena forma y parecemos slo preocupados de no olvidar las lociones para la piel y los lentes de sol (las islas estn en pleno Ecuador, a unas quinientas millas de Guayaquil, en pleno ocano), los zapatos de tenis, los shorts y trajes de bao, las cmaras fotogrficas y dems impedi-menta del turista. Con Luis Goytisolo verificamos una vez ms si tenemos todo a mano. Aunque haba ledo a Luis desde que public su primer novela, Las afueras, en 1958, ganando el primer Premio Biblioteca Breve (debe andar por ah una crnica ma en Marcha), slo el ao pasado, en una breve visita a Barcelona en el trrido mes de julio, haba tenido oportunidad de conocerlo personalmente. Pero ese slo da pasado en Poblet, con la admirable Mara Antonia y sus dos hijos, haba bastado para reconocernos como practicantes del mismo gnero literario: el dilogo, gnero que siempre est en peligro de extincin. Estos das en Ecuador (participando en mesas redondas, viajando a Guayaquil y Cuenca, desayunando o cenando, con gentes o solos) no hemos parado de dialogar, y nos prometemos ms intercambio en las Galpagos, con o sin iguanas.

    Luis es pequeo, compacto y tiene una cara intensa que recuerda alguno de esos actores franceses de los aos cincuenta (Serge Reggiani, por ejemplo), hechos de huesos, nervio y fuego latente. Tiene una virtud rara en Espaa: sabe escuchar. Tiene una virtud ms rara an: mientras habla, piensa. Poco brillante, en apariencia, observa todo, y cuando decide hablar, da en el clavo. Su sentido del humor es sutil. No abusa de l pero est all, a mano, siempre. Los lectores del segundo volumen de su Antagona (el hermoso ttulo es: Los verdes de mayo hasta el mar, 1975) saben hasta qu punto esa mirada que observa y esa palabra que registra lo observado pueden ser mortales. Nunca la decadente sociedad que se rene en la costa de Catalua fue expuesta con ms rigor, con ms contenida furia, con ms felicidad verbal.

    Pero ahora todo lo que nos preocupa es saber si tenemos la crema para la piel a mano o si el amigo que nos lleva al aeropuerto encontrar o no la entrada nueva que (como de costumbre) no tiene ninguna indicacin visible. En el aeropuerto nos encontramos con los otros excursionistas. Slo parte de los invitados al Congreso han optado por las Islas Galpagos. Borges, a pesar del entusiasmo que tena por ir, fue persuadido de no hacerlo. Slo ms tarde, al ver las condiciones espartanas del barco que nos llev por el archipilago y las dificultades permanentes de embarque y desembarque en cada isla, comprendimos que los orga-

    nizadores haban practicado un acto de caridad cristiana al impedir que Borges (79 aos cumplidos, frgil y casi ciego) pretendiese emular a Herman Melville, el cronista de las Encantadas. En cambio, y para compensarlo un poco, el crtico ecuatoriano Hernn Rodrguez Castelo lo llev en el yate de un amigo a dar unas vueltas por el fabuloso estuario del Guayas.

    Otros, ms fuertes y jvenes que Borges, declinaron la excursin porque tenan compromisos previos. El crti-co y profesor argentino Enrique Anderson Imbert (lleno de energa a sus 68 nerviosos aos) deba volver a sus cursos en Harvard. El narrador colombiano, Pedro Gmez Valderrama, uno de los hombres de ms deleitosa conver-sacin que conozco, tena compromisos en Bogot. Pero aun con estas bajas, el grupo de excursionistas pasaba de los cuarenta. Prominentes, entre ellos, estaban el poeta colombiano lvaro Mutis, el novelista ecuatoriano Alfredo Pareja Dez-Canseco, el poeta espaol Juan Luis Panero (s, hijo de Leopoldo, es claro), el crtico uruguayo ngel Rama, el narrador ecuatoriano Pedro Jorge Vera y, last but not least, nuestro husped, el crtico Galo Ren Prez, presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

    Como pasa casi siempre en nuestros pases, adems de las personas formalmente invitadas haba una cantidad de gente (no menos distinguida, sin duda) que slo fue invitada oralmente y que, a veces, hasta trajo sub-invitados. El resultado (por un rato, al menos) se pareci mucho al caos. Tratndose de un aeropuerto militar, la disciplina era rigurosa. Quien no estaba en la lista oficial, no reciba pase para subir al avin. Y eso era todo. Entre los invitados ora-les estaban nuestros excelentes amigos, Jos Luis y Pitoya Arcos Galbete, de la Embajada espaola en Quito: otros fanticos y jvenes practicantes del dilogo. Pero no haba dilogo con los soldados a cargo de la operacin. Tuvimos que abandonar a nuestros amigos a su cruel destino, y subir al avin con los privilegiados que s tenamos pase. Veinte minutos despus, Jos Luis y Pitoya (y todo el resto de los invitados orales) haban subido al avin. El aeropuerto es-tara controlado por los militares, pero Ecuador es Ecuador y finalmente siempre se encuentra all una manera amable de arreglar las cosas. La mano invisible de Galo Ren Prez (o de los an ms invisibles jerarcas espaoles del Crculo de Lectores) debe haber estado moviendo los hilos precisos. Cuando despegamos, tanto los oficiales como los orales estbamos inextricablemente mezclados. Despus de una parada en Guayaquil (para recoger otros viajeros), despegamos sobre el Pacfico para un vuelo de dos horas y media hasta el aeropuerto de Bartra, en las Galpagos. La tecnologa (que no conocieron Darwin ni Melville) nos permita cubrir en ese tiempo los casi mil kilmetros de ocano que separan el archipilago de Guayaquil.

    Bartra es un aeropuerto militar: una torre de coman-

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    Emir Rodrguez Monegal

    CUADERNOS DE vIAJE

    do, con lo mnimo, o tal vez menos (falta algn vidrio, la escalera de madera est punto de perder algn pedazo); un par de espacios en el edificio central, para despachar pasajeros y maletas, y un impracticable patio de bancos de cemento, bajo el rayo de un sol atractivo slo para iguanas. Fue construido por las fuerzas norteamericanas, durante la Segunda Guerra Mundial, para proteger el acceso al Canal de Panam de otros posibles Pearl Harbor. Dos omnibuses nos esperan: uno, comn pero pronto lleno hasta los topes, y otro que parece una reliquia de una pelcula latinoame-ricana de Howard Hawks (Only Angels Have Wings, de 1939, o tal vez, Ceiling Zero, de 1935, an ms arcaica). Los que no entramos en el primer bus, nos sentamos a esperar en la ventilada sombra del viejo. Pero pronto alguien viene a avisarnos que ese mnibus no sale. Viendo el estado comatoso en que est, es fcil creerlo. Esperamos pacientes la vuelta del primero y apenas lo abordamos, vemos que (por un milagro tecnolgico cuyo secreto est cuidadosa-mente guardado por las Galpagos) el increble mnibus decrpito arranca apenas le damos la espalda. Este no ser el nico acto de realismo mgico con que nos deleitar esta excursin.

    Llegados al muelle para tomar el barco que nos llevar por las islas, slo encontramos un destroyer, apenas ms grande que un remolcador, que parece haber sido pintado el da que inauguraron el aeropuerto. Con la gracia de hipoptamos paralticos, agravada por la impedimenta turstica, y la ayuda generossima e irnica de marineros y hasta dos hermosas guas gringas, conseguimos trepar al remolcador. Para consuelo, en el saln comedor nos espe-ran las palabras cordiales del capitn (joven, buen mozo, poeta al parecer) y un almuerzo de langosta y mariscos que nos sabe a Fouquets. Antes de sentarnos descubrimos (el realis