LIBRO NOVENO DE LA «MITOLOGIA» DE NATALE...

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LIBRO NOVENO DE LA «MITOLOGIA» DE NATALE CONTI Cuan sabiamente presentaron los antiguos la religión, los honores de los sacerdotes y el lugar de los infiernos Pero antes de que continuemos con las restantes cosas, puesto que hemos dicho que toda la vida de los mortales ha estado rodeada por todas partes de muchas dificultades y que han sido imaginadas muchas cosas por los antiguos para gobernarla sabiamente, pienso que yo haré que mi obra merezca la pena si demuestro que toda la religión de los antiguos ha sido imaginada para imbuir en los ánimos de los hombres el temor a los dioses. Pues, al no poder asimilar en absoluto las razones filosóficas la turba de mujeres y la muchedumbre de ignorantes y no ser atraídas fácilmente mediante ellas a la religión, la fe y la santidad, hubo necesidad del miedo y del temor a los dioses, cosas que ciertamente no podian grabarse en los ánimos de los hombres sin las ficciones de las fábulas y de las cosas admirables. Así pues, ésta fue la causa de por qué los antiguos atribuyeron como armas el rayo y la égida a Júpiter, el tridente a Neptuno, las flechas a Cupido, antorchas a las Erinies vengadoras de los crímenes, serpientes a Palas, y de por qué concedieron diferentes armas a los demás dioses. Pero, puesto que estas cosas fueron imaginadas en principio de una manera totalmente tosca y quizá parecían inútiles para conseguir esto y no convenía que fueran resueltos aquellos hombres que habían recibido la primera religión tosca, después fue introducida la muchedumbre de los dioses más recientes y, junto con éstos, leyes más nuevas y diferentes ritos de sacrificios, puesto que Esquilo dice en las Euménides (778-9 y 808-9) que las antiguas leyes fueron pisoteadas por los dioses recientes. Por otra parte, fueron considerados los dioses más recientes en primer lugar Júpiter, que derogó todos los juramentos y todas las leyes de los dioses primitivos; más tarde Hércules y Dioniso y toda aquella turba casi infinita de dioses que surgieron después del propio Júpiter. Después de estos dioses también se concedieron honores divinos a los hombres tras la muerte y les fueron dedicadas también ciudades a algunos de aquéllos: así Eleo, en el Quersoneso, a Protesilao, Lebadea de Beocia a Trofonio, un templo a Anfiarao en Oropia y, para que 783 Cf. Paus. I 34, 2. 655

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LIBRO NOVENO DE LA «MITOLOGIA»

DE NATALE CONTI

Cuan sabiamente presentaron los antiguos la religión, los honores de los sacerdotes y el lugar de los infiernos

Pero antes de que continuemos con las restantes cosas, puesto que hemos dicho que toda la vida de los mortales ha estado rodeada por todas partes de muchas dificultades y que han sido imaginadas muchas cosas por los antiguos para gobernarla sabiamente, pienso que yo haré que mi obra merezca la pena si demuestro que toda la religión de los antiguos ha sido imaginada para imbuir en los ánimos de los hombres el temor a los dioses. Pues, al no poder asimilar en absoluto las razones filosóficas la turba de mujeres y la muchedumbre de ignorantes y no ser atraídas fácilmente mediante ellas a la religión, la fe y la santidad, hubo necesidad del miedo y del temor a los dioses, cosas que ciertamente no podian grabarse en los ánimos de los hombres sin las ficciones de las fábulas y de las cosas admirables. Así pues, ésta fue la causa de por qué los antiguos atribuyeron como armas el rayo y la égida a Júpiter, el tridente a Neptuno, las flechas a Cupido, antorchas a las Erinies vengadoras de los crímenes, serpientes a Palas, y de por qué concedieron diferentes armas a los demás dioses. Pero, puesto que estas cosas fueron imaginadas en principio de una manera totalmente tosca y quizá parecían inútiles para conseguir esto y no convenía que fueran resueltos aquellos hombres que habían recibido la primera religión tosca, después fue introducida la muchedumbre de los dioses más recientes y, junto con éstos, leyes más nuevas y diferentes ritos de sacrificios, puesto que Esquilo dice en las Euménides (778-9 y 808-9) que las antiguas leyes fueron pisoteadas por los dioses recientes. Por otra parte, fueron considerados los dioses más recientes en primer lugar Júpiter, que derogó todos los juramentos y todas las leyes de los dioses primitivos; más tarde Hércules y Dioniso y toda aquella turba casi infinita de dioses que surgieron después del propio Júpiter. Después de estos dioses también se concedieron honores divinos a los hombres tras la muerte y les fueron dedicadas también ciudades a algunos de aquéllos: así Eleo, en el Quersoneso, a Protesilao, Lebadea de Beocia a Trofonio, un templo a Anfiarao en Oropia y, para que

783 Cf. Paus. I 34, 2.

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confirmaran los propios dioses con pruebas muy evidentes que los inventos de los hombres les eran gratos, pretendieron que surgían muchos milagros de las cosas consagradas a ellos, como que una estatua del Padre Líber, contemplada por hombres profanos, los hacía caer en la locura, o que si alguien, despreciando la religión, entraba en Atenas en el bosque sagrado de las Euménides, era agitado por el furor los que entraban sin purificar en el terreno de Júpiter Liceo necesariamente morían en el plazo de un año A este asunto se añadió aquel milagro de que, si entraban hombres o bestias allí, no devolvían sombra alguna de su cuerpo, lo que sucedía en cualquier parte del día y del año. Por esta causa, se concedió gran autoridad a los auspicios, augurios, vaticinios y todo tipo de adivinación que tenía que ver con la religión, como fue lo que se hacía en Acaya ante el templo de Ceres, pues hubo un espejo colgado de una cuerda muy delgada y que bajaba hasta el agua de una fuente que allí había, en el que los enfermos, realizados antes los sacrificios según la costumbre de este lugar, contemplaban o la curación segura o una muerte muy cierta, según las imágenes que se les ofrecían en el espejo. Pero esto no se llevaba a cabo por las divinidades impuras a no ser para comprobar aquella religión. Y recuerdan que sucedieron milagros casi infinitos en diferentes lugares en época de lai religión antigua y de la recién instaurada. Y así se consigió verdaderamente que hubiera un gran respeto a los sacrificios, a la religión de los dioses y a los propios sacerdotes, puesto que los sacerdotes eran elegidos solamente de las familias más nobles y en Grecia estaban presentes en todas las decisiones públicas; pues como si fuera en presencia de los dioses, para los que debemos pensar que no hay nada desconocido, así en presencia de los sacerdotes, a saber de los Mantés en Atenas y de los Augures, que asistían al rey, en Lacedemonia, se proponían todas las decisiones públicas. Y no emprendían ningún negocio público o privado de gran importancia después de la liberación antes de haber consultado el oráculo de Delfos, o de Amón o de Dodona, o la voluntad de los propios dioses de alguna manera. Así después, con el paso del tiempo, se fijó la costumbre, tras haber sido confirmado también en las leyes, de que el sepado no podía celebrarse legítimamente a no ser en los templos de los dioses o en lugares sagrados, como si pusieran a los propios dioses como testigos de todas las cosas que se llevaban a cabo y se decían y de su conducta y equidad. Y después los más sabios promulgadores de leyes civiles presentaron cada uno a los diferentes dioses como autores de sus leyes, puesto que es considerada ligera y fútil toda ley que no tenga la conformidad de los dioses inmortales. Por ello, la primitiva teología de los antiguos comenzó a atraer la afición y las mentes de los hombres hacia sí, y sin embargo los filósofos Zenón, Cleantes y Crisipo creyeron que ésta en su totalidad se basaba en la consideración de los cuerpos naturales. Y no estaba totalmente alejada de los asuntos divinos, aunque no se acercaba a ellos por un camino seguro y legítimo, la contemplación de los antiguos y no era totalmente inútil aquella investigación. Pues no sólo encontramos como un cierto elemento natural de nuestros ánimos e ingenios la consideración de los dioses y el conocimiento de las cosas divinas mientras investigamos la naturaleza de Dios, sino que de algún modo nos reanimamos y nos parece que nos hacemos más nobles, pensando en las cosas de arriba y celestiales y menospreciamos las cosas humanas como exiguas, muy pequeñas y vanas y nos convertimos en hombres buenos. Pues, despreciadas las cosas humanas y destruidas las emociones de los ánimos y los placeres, ¿qué puede

784 Paus. VII 25, 7 dice que esto tenía lugar el el santuario de las Euménides en Cerinía. 785 Cf. Paus. VIII 38, 6, y también lo que sigue tiene esa misma fuente.

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quedar de deshonestidad en nosotros? O ¿qué lugar queda abierto para estas emociones en medio de la investigación de los asuntos divinos? Pero no sólo fueron honrados como dioses por los antiguos los cuerpos naturales, como la Luna, o el Sol, la tierra, el fuego, el agua, los vientos, quienes en su totalidad obtuvieron honores divinos como dioses según atestigua Heródoto en Clío (131) y Platón en el CratUo (397c-d) y nosotros hemos demostrado más arriba, sino que también, para que las emociones de nuestro ánimo se templen con una cierta moderación y se crea que nada sucede sin que lo auspicie Dios y sea su moderador, casi cada emoción del espíritu también es venerada con honores divinos como un dios. Pues hubo un altar de la Compasión en Atenas, donde se honraba aquella divinidad con un honor especial porque tiene gran importancia en toda la vida de los hombres y en la variedad de los acontecimientos. También fueron erigidos altares del Pudor, la Fama, la Alegría y la Buena Salud; y fueron considerados dioses los Sueños, la Obstinación, las Gracias, el Fraude, las Desgracias, la Queja, el Amor, el Engaño, la Emoción, el Esfuerzo, la Envidia, el Destino, la Vejez, la Muerte y las Tinieblas. Y además a la Necesidad la llamó gran Madre Calimaco en los Himnos (IV 122) y se consideró que la Fortuna dominaba todas las cosas y Teognis (637-8) llamó dioses poderosos a la Esperanza y la Temeridad: La Esperanza y la Temeridad son semejantes entre los hombres, pues ambas son divinidades poderosas. Pues, al haber puesto de relieve los más antiguos que las emociones de los espíritus son divinas y haber sido erigidos santuarios de la Mente, Fidelidad, Piedad, Virtud, ¿acaso no indicaron abiertamente esto, que los dioses ven todas las cosas y que conviene que los hombres buenos dispongan sus ánimos lo más posible para la honradez y la benevolencia? Y, ya que decían que todo el mundo era Dios, pensaban que nada en absoluto podía carecer de la divina presencia de los dioses, puesto que la gran cantidad de cosas que se hacían, se decían y se pensaban habría de tener a los propios dioses como testigos, por lo que a ningún criminal le fue posible quedar impune. Y no hubo ninguno de tan grande cantidad de dioses a quien no le fuera grata la sabiduría, honradez, justicia, integridad, moderación de los mortales, por lo que se contó brillantemente por parte de los sabios que había dos caminos para las almas que salían de los cuerpos; pues quienes se hubiesen contaminado con los vicios humanos y se hubiesen entregado totalmente a los placeres, cegados por los cuales se hubieran manchado con acciones vergonzosas o infamias domésticas, o quienes hubiesen concebido fraudes inexpiables en la administración de su patria, para éstos contaron que hubo un camino apartado de la asamblea de los dioses y éstos nunca podían llegar después ante los propios dioses. Pero, ciertamente, quienes hubieran cometido muchos pecados, pero expiables, y se hubiesen manchado con las suciedades de la hez humana, a éstos les estaba permitido acercarse a la asamblea de los dioses después de un cierto tiempo, tras haber purificado todas aquellas impurezas, puesto que nada, a no ser lo puro y sin mancha, puede llegar ante los dioses. En cambio, quienes se hubiesen conservado puros y castos durante toda la vida y para quienes hubiese existido el más mínimo contagio posible con los cuerpos, y quienes hubiesen imitado, según sus fuerzas, la vida de los dioses en estos cuerpos, contaron los antiguos que para éstos se abría una fácil vuelta a los dioses, de los que se habían separado. Por esta razón, puesto que se proponía a los crímenes enormes suplicios y a la vhtud grandes premios, y puesto que decían [los antiguos] que cada uno tenía como testigos de todas sus acciones y pensamientos a los dioses, los hombres, aterrados, podían ser empujados, incluso sin querer, a la honradez y alejados de acuerdo con la presencia de los dioses. Pero ahora hablemos ya acerca de Ulises.

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Cap. 1: Sobre Ulises

Ulises, sobre el que han sido escritas por los poetas tan gran cantidad de cosas y tan admirables, y sobre todo por el príncipe de todos los poetas, Homero, nació en Beocia, según opinó Licofrón (786) pero según otros en Itaca, siendo sus padres Laertes y Anticlea, de la que hace mención así Homero en el libro XI (84-6) de la Odisea: Llegó después el alma de mi difunta madre, Anticlea, hija del magnánimo Autólico, a la que dejé viva al partir hacia la sagrada Ilio. [Sin embargo. Sileno de Quíos dejó escrito, en el libro II de las Historias fabulosas, que fue llamado Ulises porque nació en la época en que su madre Anticlea grávida hacía un viaje y, al dirigirse al monte Nérito de Itaca, a causa de la dificultad del camino, pues había caído abundante lluvia, resbalándose cayó.en el camino y dio a luz. Otros, sin embargo, sostuvieron que fue llamado Ulises a causa de la ira de los pueblos contra Autólico.] Al ser preciso que éste navegara a la guerra de Troya con los demás héroes, se fingió loco debido al gran amor con que honraba a Penèlope, la hija de Icario, según dicen. Y así, uncidos al yugo dos animales muy distintos entre sí, comenzó a surcar la playa con el arado y a sembrar sal en lugar de semillas. Pero Palamedes, conociendo su astucia, esforzándose por descubrir y desvelar sus planes, co­locó delante del arado en el surco a Telemaco, hijo recién nacido de Ulises, el único que Ulises tenía, Ulises, dándose cuenta de la acción, para no herir a su hijo levantó el arado [y detuvo a los animales]; de esta manera se conoció que esta locura había sido fingida por Ulises y que en verdad no estaba privado de sentido Así, llevado necesariamente en una flota a la guerra de Troya con los restantes héroes, prestó una gran ayuda a los griegos en esta guerra. Pues en primer lugar fue el autor de que Aquiles, vestido con traje de doncella entre las hijas de Licomedes y así escondido, fuese arrastrado a la guerra, [Pues se dice que Ulises, tras haber oído, gracias a un explorador llamado Asió, que Aquiles se escondía allí, después de vestirse con los ropajes de un mercader extranjero, llevó muchas cosas para vender a las hijas de Licomedes, en su mayor parte utensilios femeninos; entre las demás mercancías que Ulises expuso, había algunos puñales y espadas muy adornados. Atraído por éstos, Aquiles, dejados los utensilios propios de las mujeres, se dirigió a tocarlos y contemplarlos y por este motivo conoció Ulises que se apartaba del carácter de las mujeres y que era un varón imberbe entre las mujeres, aunque hubiese fingido que era una mujer gracias a las vestiduras femeninas.] Después trajo a la guerra de Troya las flechas de Filoctetes, que aquél había recibido de Hércules [y uno de los huesos de Pélope], sin los cuales Troya no podía ser tomada, según había advertido el oráculo. Arrebató a escondidas las cenizas de Laomedonte de la puerta Escea. Robó el Paladio tras haber dado muerte a los guardias de la ciudadela. Enviado como explorador junto con Diomedes, tras matar a Reso, rey de Tracia, trajo sus caballos antes de que hubieran bebido agua del Janto. Si todas estas cosas no se llevaran a cabo, Troya era totalmente inexpugnable. [Después de la muerte de Aquiles rivalizó con Ayax sobre las armas de aquél y Ulises, en contra de la fortaleza de Ayax, con gran poder de elocuencia demostró que las ciudades pueden ser arrasadas y vencidas por completo más con la sabiduría de los enemigos que con la fuerza de las armas y la fortaleza del cuerpo; por esta razón imagina-

786 Cf. Schol. ad loc. 787 Para las distintas fuentes acerea de ta fingida locura de Ulises, cf. Ruiz de Elvira, MIt. Ctas. p. 414.

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ron que el muy robusto Ayax se volvió loco con facilidad, porque la mayoría de las veces los cuerpos, aunque sean robustos, sin embargo no se destacan mucho por su ingenio, o más bien distan poco de la locura. Así pues Ayax, vencido por la elocuencia de éste y por la gloria de sus hazañas llevadas a cabo con sabiduría, se dio muerte a sí mismo cerca del amanecer, según dice el que escribió Los asuntos Ciprios (liías parva fr. 2 Allen=Schol. Ar. Eq, 1056). Y, aunque Uhses era pequeño, sin embargo Ayax era grande; pero en los cuerpos altos y grandes es la mayoría de las veces insignificante la sabiduría, para que su valor se difunda más ampliamente, en los pequeños muy a menudo hay astucia en exceso, por lo que es más loable el término medio; a^ pues, con razón puede decirse de éstos aquello de que; Un valor muy grande reinaba en un cuerpo pequeño. No hay un grano de sal en un cuerpo tan grande. ] Y, por último, son muchas las otras cosas que recuerdan que fueron inventadas astutamente por este mismo héroe en aquella guerra, las que he pensado que ahora deben ser omitidas. Y recorreré solamente aquellas que no tienen que ver con la sumisión de una parte de Asia, lo que ciertamente no es demasiado glorioso para nadie, sobre todo si esto se lleva a cabo mediante numerosas tropas de muchos, ni las que conciemen a la ocupación del imperio de los troyanos, sino a vencerse a sí mismo, lo que es con mucho más importante, a apaciguar las emociones del espíritu y a someter su mente al razonamiento y a las leyes de la prudencia, cosas que fueron confiadas a la memoria por los antiguos. Así pues, como Ulises, tras haber sido tomada Troya, navegara hacia su patria, llevado por una tempestad a la playa de los Cicones, que fueron los pueblos más crueles de Tracia, [y habiendo devastado allí Ismaro, ciudad que después llamaron Maronea, estaba a punto de alejarse navegando de allí y,] atacando sus amigos al día siguiente, sin deliberar, a los Cicones con doce naves que tenía, perdidos muchos de los suyos en el combate contra los Cicones que atacaban, finalmente se vio obligado a soltar amarras desde aquel litoral. [Y, tras haber tocado tierra después de grandes esfuerzos, se detuvo allí durante dos días y al tercer día, valiéndose de una navegación feliz, casi había llegado a su patria. Pero alejado del promontorio maleo al décimo día,] llevado de nuevo a Africa por una gran tempestad, atracó en el país de los Lotófagos. Como allí sus compañeros hubiesen probado los frutos del lugar, olvidados de la patria no volvieron a las naves. Se dice que desde allí fue llevado hasta Sicilia, donde entró en la cueva de Polifemo con doce compañeros. Y cuando vio a Polifemo, saciado de abundantes copas, sumido en un profundo sueño, a éste, que ya había devorado a seis compañeros de Ulises, lo dejó ciego y quemó con un tizón encendido el único ojo que tenía. Entonces, cubierto con pieles de ovejas junto con sus compañeros supervivientes, salió a escondidas entre las ovejas de modo admirable. Después fue llevado desde Sicilia a la isla Eolia y recibió de Eolo todos los vientos encerrados en un odre a excepción del Zefiro, pues éste es especialmente útil para quienes navegan a Itaca desde Sicilia y las islas Eolias. Pero como la avaricia de los compañeros, que creían que había un tesoro escondido en el odre, hubiese abierto el odre, al soplar con rabia los vientos fue de nuevo llevado a la isla Eolia. Al pedir de nuevo en vano este don de Eolo, sufrió el rechazo, [pues es así expulsado de la isla por Eolo con muy duros reproches, como odioso para los dioses (Od. X 72 y 75): Sal de la isla rápidamente, tú, el más malvado de los que viven... vete, pues llegas como aborrecido por los inmortales. Pero entonces] llegó hasta los Lestrígones, los más crueles pueblos de Campania, considerados hijos de Neptuno. Y, al alimentarse los Lestrígones de carne humana, tras haber perdido a algunos de sus amigos, düigió después su camino a la isla Eea, lugar en el que habitaba Circe, mujer hechicera considerada hija

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del Sol y que tenia gran poder con $us artes mágicas. Esta también convirtió en animales a algunos de los compañeros de Ulises, enviados a investigar quiénes habitaban la isla. Pero el valeroso Ulises se acercó a ésta tras haber ingerido un fármaco que Mercurio le había dado contra los encantamientos y obligó a ésta, con la espada desenvainada, a volver a sus compañeros a su figura primitiva. Después vivió con ella un año y tuvo un hijo, Telégono [y una hija Árdea, que llevada después a Italia dio su nombre a la ciudad de Árdea así como de Ausón, tenido de Calipso, recibió su nombre Ausonia Después bajó a los infiernos para saber del adivino Tiresias qué cosas debía llevar a cabo; al volver de allí [consagró una columna a Pintón y Prosérpina. E>espués], llevado ante la isla de las Sirenas, tapó untándolas de cera las orejas de sus compañeros y ordenó que se le atara al mástil para no morir vencido por la dulzura del canto. Después, pasando entre Escila y Caribdis no sin alguna péídida de compañeros, llegó de nuevo a Sicilia, donde las hijas del Sol guardaban los rebaños de su padre. El aconsejó a sus compañeros que no dañaran los rebaños del Sol, pero mientras él dormía, forzados por el hambre (pues ya durante largo tiempo en su navegación habían soportado una gran escasez de provisiones), mataron muchos animales del rebaño; y este crimen solamente lo expiaron después con la muerte sufriendo un naufragio. Pero Ulises, Ubre de este crimen, agarrado al mástil de la nave estuvo en el mar durante nueve días, zarandeado por las olas y los vientos, y finalmente llegó a la isla de Ogigia y, recibido hospitalariamente por la ninfa Calipso, pasó con ella siete años y de esta unión también tuvo hijos. Después de haber sido llevado finalmente en una nave, ordenán­dolo así los dioses, cuando estaba no lejos de Feacía se rompió también la nave, porque Neptuno, a causa de la muerte de su hijo Polifemo, envió contra él una muy cruel tempestad. Compadecida de éste, Leucótoe puso a su disposición una tabla, apoyado en la cual llegó Ulises nadando al puerto de los Feaces y se ocultó allí desnudo entre las hojas de los árboles. Pero, tras haber recibido después vestidos de Nausícaa, la hija de Alcinoo, por obra de falas fue conducido hasta Arete, la mujer de Alcinoo y, tras haber recibido de ésta como íegalos naves y compañeros, es depositado dormido con los regalos en Itaca. Este, inspirado por Palas, vistiéndose con ropas de mendigo según le había aconsejado Palas, volvió junto a los suyos y limpió su casa de los lascivos y criminales pretendientes. [Después del regreso de Ulises de Troya fue muy distinta la opinión de los mortales; en efecto, algunos dicen que Penèlope le dio un hijo que, por la vencida Troya, fue llamado Ptoliporto, puesto que ese nombre significa devastador de la ciudad. Otros dijeron que aquélla fue condenada por Ulises por la siguiente culpa, a saber por haber invitado espon­táneamente a los pretendientes, y ella, expulsada de su casa, se dirigió primero a Esparta, después a Mantinea, donde acabó su vida.] Por otra parte, todas estas cosas han sido contadas así por los poetas, si bien únicamente el poema de Homero podría habernos servido como testimonio de que fueron así las cosas que hasta aquí han sido dichas sobre Ulises. [Sin embargo Pindaro, en las Nemeas (VIH 24-34), escribe que se contaron sobre Ulises muchas más cosas que las hazañas que hubo en realidad, pues encontró un poeta benévolo y amigo. Pero otros dicen que Ulises fue muerto por Telemaco al que había

788 Dionisio de Halicamaso I 72, 5, presenta como hijos de Circe y Ulises a Romo, Anteas y Árdeas, los tres varones, epónimos de Roma, Ancio y Árdea respectivamente.

789 Cf. Schol. Ap. Rh. IV 553. Véase Bocc. G.D. XI 43 y CFG, XI, pp. 281-2. 790 Obviamente, es una confusión por Telégono.

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tenido de Circe, quien, al haberle sido prohibido por los guardas que se acercara a su padre, mató a algunos de los guardianes y atravesó a su propio padre sin reconocerlo con una lanza, en cuya paite superior había atado un hueso de tórtola marina; al padre se le había predicho en numerosos vaticinios que habría de tener cuidado de su propio hijo, según dice Dictis de Creta en el libro VII (VI 15) de la Guerra de Troya.]

Pero ahora investiguemos por qué fueron imaginadas así estas cosas. Y sea lo primero lo siguiente, a saber que si alguien considera con mucha atención las cosas que fueron confiadas a la memoria sobre Ulises, éste se dará cuenta de que toda la vida de los hombres fue expresada en estas fábulas y bajo ellas se contienen muy importantes preceptos que conciemen especialmente a preparar nuestros ánimos sabiamente para todos los avatares de la fortuna. Pues, ¿quién es Ulises? ¿Acaso no es la sabiduría que atraviesa invencible de manera intrépida todos los peligros? O ¿quiénes son los compañeros de Ulises? ¿No son acaso las emociones de nuestros espíritus? Así pues, ¿por qué perdió a muchos de sus compañeros en los combates contra los Cicones al pie del monte Ismaro? ¿Por qué fueron muchos destruidos por los Lestrígones? ¿Por qué algunos devorados por el Cíclope? ¿Por qué otros engullidos por Escila y Caribdis, monstruos muy crueles? Porque ipiichos son vencidos por la ira o por el dolor o en las situaciones adversas se abaten y entristecen y se desalientan de tal manera que no pueden llegar al lugar de los piadosos como a la patria. [Y, puesto que una parte de nuestra alma obedece a la razón y la otra es sorda ante ella, con toda razón añadieron a Ulises estos compañeros.] Por el contrario, otros no ceden ciertamente ante las dificultades y permanecen invencibles contra la mole de éstas, pero en medio de los placeres de los Feaces, o de la dulzura de los frutos de los Lotófagos, o a causa de las muy agradables bebidas de Circe o los cantos de las Sirenas, descuidaron su propia salvación. Por esta razón Ulises perdió entre los halagos o los placeres a no menos compañeros que entre los más graves peligros. Por otra parte, cuan grande es la fuerza de los placeres y cuan perniciosa para los mortales lo puso de manifiesto el ejemplo de Polifemo, puesto que incluso tan grande mole del Cíclope fue abatida por la dulziira del vino. Además los poetas, al demostrar que la divina bondad está a disposición de los que imploran su auxilio, dijeron que aquél recibió de Eolo los vientos encerrados en un odre; y que, despreciada aquélla una vez, después no está tan fácilmente al alcance de todos, y dicen que él, habiendo vuelto junto a Eolo, sufrió su rechazo. Después muestran que la avaricia de los compañeros de Ulises, que abrieron el odre, fue el origen de muchas fatigas y desgracias. En el mismo lugar se muestra cuan necesaria es la vigilancia de un empera­dor, puesto que no puede apartarse ni siquiera un poco de la administración de las c p s ^ que tienen que ver con la común salvación de todos. Aunque para la mayoría es cos(;umbre ahora gobernar los estados no para utilidad pública sino para la propia, quienes, desprecia­das las leyes de la humanidad y la justicia, piensan que es legítimo solamente aquello que les favorece. Después se ha señalado mediante estas cosas que a un hombre bueno le es totalmente necesaria la prudencia y casi una cierta capacidad de adivinación de las cosas futuras y un conocimiento previo, puesto que se dirige incluso a los infiernos para informarse de las cosas futuras. Pero que no son suficientes las cosas humapas para superar los peligros o los cosquilieos de los placeres ante los que se queda p«rali;^|Ulo el ingenio humano, puede fácilmente hacerio pensar el regalo de Mercurio, que ^s entregado a Ulises contra todo tipo de magia. ¿Por qué es conveniente que en medio de los c ^ t o s muy dulces de las Sirenas o se taponen los oídos o sea atado al mástil? Porque contra los halagos de los placeres ilegítimos es necesario estar sordo o someterse por completo a la

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razón atado muy firmemente. ¿Por qué los compañeros, al arder la nave con el fuego del rayo celestial cuando hubieron dado muerte a los rebaños del Sol, perecieron en el mar por haber despreciado a aquel dios y sólo se salvó Ulises? Porque nadie, en último término, menosprecia impunemente la religión, mientras que Dios siempre protege y ayuda a los inocentes. Este mismo, o bien desnudo y arrojado al litoral se escondió entre las hojas o bien, enriquecido con oro y plata y tras haber recibido muchos compañeros y dones, es depositado dormido en la patria como consecuencia de las vicisitudes de la fortuna, que es necesario que el hombre sabio soporte con ánimo resignado. Este también, vistiéndose con ropas de mendigo según le había aconsejado Palas, una vez muertos todos los pretendien­tes, estuvo tranquilo en su patria, puesto que los hombres buenos y malos tienen el mismo comienzo y fin de su vida, pues todos nacen y mueren mendigos y desnudos. Así pues, con aquella vestimenta, finalmente vencidos y extinguidos los aguijones de la pasión y de todos los placeres, estímulos que son los pretendientes de nuestra alma, vivimos muy felizmente en la patria en los lugares de los piadosos y en la asamblea de los dioses. Por esta razón, si alguien cree que existieron en algún lugar aquellos monstruos que se dice que Ulises domeñó, o que en el caso de que hubiesen existido tan alejados, Ulises hubiese sido llevado a todos ellos, éste confía en exceso en los escritores de cosas antiguas debido a su sencillez y se aleja totalmente de la verdad. Pero si, por el contrario, piensa que estas cosas han sido imaginadas para formar rectamente las costumbres y la vida de los mortales, está totalmente de acuerdo conmigo, puesto que todas estas cosas tienen que ver no poco con la manera de soportar sabiamente todos los avatares de la fortuna. [Se dijo que Minerva alejó de Ulises toda deformidad, según dice Plutarco en Sinopsis, porque la sabiduría destruye todos los vicios del cuerpo.] Y así brevemente sobre Ulises. Hablase ahora acerca de Orestes.

Cap. 2: Sobre Orestes

Orestes fue hijo de Clitemnestra y de aquel Agamenón que fue el general en jefe de los griegos cuando los griegos guerrearon contra Troya, del que algunos dicen que fue muerto por las asechanzas de Egisto en un banquete tras haber vuelto a casa, otros en el baño junto con algunos varones ilustres. Cuentan que Orestes quedó muy pequeño en casa con su madre en la época en que Agamenón navegó a la guerra de Troya y dejó allí un aedo como guardián y consejero de Clitemnestra. Pero Egisto, presa del amor de Clitemnestra, tras haber asesinado ocultamente al aedo con emboscadas en una isla desierta, finalmente se adueñó de aquélla. Este mismo Egisto, tras haber dado muerte a Agamenón, padre de Orestes, estuvo a punto también de asesinar al hijo si éste, advertido por su hermana Electra de que eran preparadas asechanzas contra él por Egisto, no se hubiera procurado la salvación mediante la huida. [Otros dicen que Arsínoe, su nodriza, una vez asesinado su padre, raptó a Orestes y lo salvó cuando tenía tres años, según dice Herodoro en Pelopia (Jac. 31Fll=Schol . Pind. Pyth. XI 25b). Ferecides (Jac. 3F134=id. 25a) pensó que Orestes fue arrancado de la locura y crueldad de Egisto por su nodriza Laodamia y, en cambio, el hijo de Laodamia fue asesinado por aquél en lugar de Orestes.] Así pues, huyó Orestes junto a Estrofio, príncipe de Focea, quien se había casado con una hermana de Agamenón y, permaneciendo alU hasta los doce años, cuando ya hubo llegado a una edad más robusta, acordándose del asesinato de su padre y no habiendo olvidado las injurias recibi-

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das de Egisto, se presenta ante Clitemnestra como mensajero de la muerte de Orestes y con la complicidad de Electra, que había sido entregada en matrimonio a un labriego para que no pudieran aspirar al trono los que de ella nacieran, dio muerte con la misma espada a su madre y a Egisto en venganza del asesinato paterno. [Y esto se llevó a cabo en un templete de Palas, que estuvo fuera de la ciudad, ya que los adúlteros estaban dando gracias a los dioses por la muerte de Orestes como liberados de un gran peligro, por cuya causa hacían sacrificios a Júpiter liberador. Pues Orestes cerró la salida del templo con el marido de su hermana y con sus familiares armados y entrando él en persona con unos pocos con su propia mano atravesó y dio muerte a ambos.] Por otra parte, esto fue hecho por Orestes no sin la orden del oráculo, según dice Eurípides en su Orestes (28-30) en estos versos: En cuanto a la injusticia de Febo, ¿por qué hay que acusarle? Pues persuade a Orestes para matar a la madre que lo engendró, no trayéndole esto la alabanza de todos. Hubo, sin embargo, quienes dijeron que Orestes no estuvo durante este tiempo en casa de Estrofio sino que, mientras estaba exiliado de su patria arrojado del reino paterno, en primer lugar se apoderó de Argos, después con una numerosa tropa de arcadios, confiado en la ayuda de los focenses, ocupó el reino de Esparta y, sin ser forzados de ningún modo, le obedecie­ron los lacedemonios, quienes consideraron al nieto de Tindáreo más digno de ser obede­cido que a Nicostrato o Megapentes, a los que Menelao había tenido de una esclava. Añadieron a estas cosas que Hermíone, hija de Menelao, se casó con Orestes y que de ella nació su hijo Tisámeno, quien sucedió a su padre Orestes en el reino, según dice Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 18,5-6). Cuentan que después de ese asesinato le fue señalado a Orestes el día de su juicio en el Areopago, según opinó Ninfodoro (Jac. 572F19), por las Erinies vengadoras de los crímenes; pero, según Dionisiocles, por Tindáreo, padre de Clitemnestra, y según Simónides de Amorgos por Erígone, hija de Egisto y de Clitem­nestra^". Como en este juicio se encontró un número igual de votos a favor y en contra, fue absuelto. Orestes, tras haber sido absuelto en aquel juicio, erigió un altar a Minerva Area, a la que llamó con este sobrenombre dado que arasthai es ser suplicado, porque había oído sus súplicas. Pues persiguiéndolo hasta allí las Erinies había sido empujado desde su patria hasta este juicio en la época en que Demofoonte reinaba en Atenas, pues, al ser atormentado no sé por qué aguijón de su espíritu consciente del crimen cometido, huyó en principio de su patria a Mésenla, lugar que distaba casi siete estadios de Megalópolis. [Y cuando hubo llegado a esta ciudad al punto fue llamada Orestia, según escribió Aceso-doro en el libro II de Sobre las ciudades. Otros dicen que Orestes, ciudad de Tracia, fue fundada y así llamada por el propio Orestes, ciudad que después recibió el nombre de Adrianópolis.] Y allí fue atormentado por primera vez por las Furias, según dice Pausanias en Los asuntos de Arcadia (VIII 34,1). Otros dicen que aquí se arrancó Orestes a mordiscos el dedo de una mano, al no poder soportar la locura, donde las Furias le salieron al encuentro en principio negras y, tras haberse comido el dedo, al punto le parecieron blancas, por lo que volvió en sí. [Algunos contaron que en Trezén existió durante mucho tiempo una tienda llamada de Orestes, que era un importante edificio para ellos, lugar en el que, aunque era un santuario pequeño antes de esta época, ordenaron los trecenios que permaneciera antes de purificar con expiaciones las manchas de la sangre de

791 Estas tres versiones, sin que sean citados autores, están en Schol. Lyc. 1374. Conti recogido en Jac. S72F19 es, pues, fuente única para esto.

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su madre; también en este lugar, mientras era purificado según el rito, solían comer con él los que estaban al cuidado de aquellas purificaciones. Permaneció después en Trezén la costumbre de que los descendientes de aquellos encargados cenaran en este mismo lugar en días determinados; por otra parte, que se añadió a las purificaciones un laurel y otra clase de lustraciones y agua de la fuente Hipocrene lo escribió Melantes en el libro I de Las purificaciones"^. Pues tuvieron también estos mismos de Trezén una fuente Hipocrene, sobre la cual existe una leyenda muy distinta de la de la fuente Hipocrene de Beocia.] Este, dirigiéndose a Macedonia, fundó una ciudad que fue llamado Argos Oréstico y toda la región Orestias, según atestiguó Estrabón en el libro VII (7,8.C326). Cuentan que Orestes llegó a Atenas en la época en que se celebraban los sacrificios léñeos en honor del Padre Líber, que, según escribió Apolodoro (=Schol. Ar. Ach, 961), fueron llamados antiguamente Antesteria, como si dijera Florales. Así pues, como no fuese admitió en los sacrificios, como es natural en un manchado por la muerte de su madre, se dice que Pandíon ideó lo siguiente: Tras haber ordenado que se diera a cada uno de los comensales una jarra de vino (pues ese es el nombre de una medida entre los atenienses), ordenó a cada uno que bebiera lo suyo y que los otros no vertieran de lo suyo a nadie, para que Oreóles no bebiera del mismo cratero del que lo hicieran los iniciados ni del vino de éstos y para que él no llevara muy a mal que era el único que bebía separado de los otros. Y se cree que de ahí surgió con este rito el día solemne de las jarras Y en verdad esto mismo se llevó a cabo no sin la advertencia del oráculo, lo que escribió Eurípides en Ifigenía entre los Tauros (947-52): Al principio, ningún huésped me acogió de buen grado, puesto que era un ser odiado por los dioses. Pero los que tuvieron consideración, como hospitalidad me proporcionaron una mesa para mi solo, aun viviendo bajo el mismo techo, y con su silencio me mantuvieron callado de manera que estuviera lejos de su comida y de su bebida. Así pues, tras haber preguntado después Orestes al oráculo de qué modo podía liberarse de aquella locura, obtuvo la respuesta de que aquello no podía suceder si, diri­giéndose a la región de los Tauros en Escitia, no se llevaba a Grecia la estatua de Palas, que allí era honrada con gran culto, [y recobraba a su hermana Ifigenía y se lavaba en un río que confluía con siete ríos. El, dudoso durante algún tiempo, llegó a los confines de Regio y se lavó en un río que allí encontró. Después se dice que, haciendo la travesía hasta Siracusa, en Sicilia, al volver de la región de los Tauros, erigió un templo y consagró la estatua de la diosa, que llamaron Fascelite porque Orestes había ocultado aquella imagen dentro de haces de leña cuando iba a sacarla de la región de los Tauros; y esto antes de arrebatar la estatua, tan pronto como llegó al país de los Tauros]. Así pues, cuando hubo llegado allí, encadendo por los pastores junto con Pílades (pues tuvo como compañero muy fiel de todas sus correrías y peligros a Pílades, hijo del fócense Estrofio, con el que fue criado desde niño), fue conducido ante Toante, rey de la región, para ser inmolado como víctima a aquella diosa según la costumbre de aquel pueblo; después, enviados ante Ifige-nia al templo, embarcando durante la noche huyen con la estatua. Pero, antes de sohar amarras, Orestes dejó su lúgubre cabellera en el país de los Tauros, rito que después trasladó a Cataonia, según dejó escrito Fanodemo, en el libro VII de Los asuntos del Ática (Jac, 325F30), y Estrabón en el libro XII (2,3. C535). Sin embargo, otros sostuvieron que

792 Cf. Paus. II 31, 8-9, sin citar autor. 793 La fuente para todo esto es el mencionado Schol. Ar. Ach. 961.

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Orestes depositó su cabellera antes de acudir al juicio del Areópago. Y, al volver a Atenas, entregó a su hermana Electra en matrimonio a Pílades, de la que Pílades tuvo después como hijos a Medonte y Estrofio, según escribió Helanico de Lesbos (Jac. 4F155=Paus. II 16,7) e Isacio a Licofrón (1374). [Algunos le añadieron como hermanas, además de Ifigenia y Electra, a Crisótemis, Laódice e Ifianasa.] Hubo quienes creyeron que Orestes recuperó la cordura no lejos de Megalópolis, en el lugar que llamaron Ace y Tonstrina, donde cortó la cabellera. Otros recuerdan que esto mismo sucedió junto a la roca Gitia, a la que llamaron sin trabajar; cuando Orestes se sentó sobre ella fue liberado de su locura, según dice Ninfodoro de Siracusa en su Periplo o Navegación (Jac. 572F20) y Pausanias en Los asuntos de Laconia (III 22,1). Otros contaron que esto tuvo lugar junto al monte Amano, de donde también recibió el monte su nombre, ya que antes se llamaba Melantio, según dice Plutarco en el libro Sobre los ríos. [Pues, al huir de los Tauros, fueron llevados por una tempestad a una parte de aquella región que se llama Seleucia, y a Antioquía, y al monte Melantio, y se dice que aUí finalmente fue liberado de la locura de las Erinies, según escribió en sus Historias Eumolpo el Tracio.] Otros dicen que, por consejo de Palas, Orestes se dirigió a Argos y dicen que aplacó a las Erinies, por lo que dejó allí su locura una vez aplacadas las Euménides. Tras haber vuelto a Atenas recuperada la cordura y entregada su hermana a su compañero Pílades, después de dar muerte a Neoptólemo, hijo de Aquiles, se casó con Hermíone, de la que tuvo a Tisámeno o, según escribió Isacio (Schol. Lyc. 1374), de Erígone, hija de Egisto, a la que había hecho su esposa, tuvo a Pentilo y vivió en la ciudad Orestia de Arcadia, donde, herido por una serpiente, concluyó su vida y su sepulcro estuvo en Tireates, según escribió Pausanias en Los asuntos de Arcadia (VIII 54,4). Después se estableció en Trezén un solemne rito en honor de éste como si fuera un dios, de manera que, puesto que Orestes había recibido la orden de permanecer en un templete antes de ser purificado, y con él comieron los que estaban al cuidado de aquella purificación, para eterno recuerdo de este hecho los descendientes de aquéllos cenaban en aquel mismo lugar en días determinados. Recuerdan que donde fueron enterradas aquellas víctimas nació después un laurel. Y, con el paso del tiempo, al encen­derse una rigurosísima guerra entre Tegea y Lacedemonia, a los lacedemonios, que habían sufrido muchos desastres, les fue respondido por el oráculo que habrían de cesar las desgracias presentes si removiendo los vientos, al que golpea y al golpeado y todo el daño de los hombres, encontraban los huesos de Orestes. Así pues Licas, un lacedemonio, cuando hubo llegado a Tegea (pues entonces, de acuerdo con las leyes de los pactos, estaban pacificadas todas las cosas en las ciudades) y hubo entrado en la fragua de un herrero, le vino a la memoria que allí podía encontrar los huesos de Orestes porque el oráculo había llamado a los fuelles vientos, al que golpea martillo, al golpeado yunque, el daño de los hombres el hierro, del que hicieron uso en los combates para matar a los hombres Y recuerdan que después fueron sepultados los huesos de Orestes junto a un santuario de las Parcas en el sepulcro de Agamenón, donde los de Tegea recibieron del oráculo la orden de sepultarlos, según dice Pausanias en Los asuntos de Laconia (DI 11,10).

Y éstas son las cosas que sobre Orestes se recuerdan por parte de los antiguos. Pienso que para nadie es dudoso que estas cosas casi en su totalidad han de ser incluidas en la

794 Cf. Paus. 111 3. 5-6.

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narración liistórica, pues sólo ha de ser considerado por nosotros el hecho de que Orestes fue así acosado por las Furias a causa del parricidio que había cometido por orden de un oráculo. Dicen que a éste se le aparecieron las Furias, que presentaban continuamente ante sus ojos antorchas ardientes, por las que siempre era atormentado con un terrible terror y a causa de las cuales no le estaba permitido descansar ni de día ni de noche. Se sabe que esta molestia de ánimo y aún más este furor de la mente fueron los aguijones de la conciencia con los que se atormentan los hombres conscientes de sus crímenes y culpas. Puesto que nada atormenta más continuamente el espíritu que el recuerdo de las culpas pretéritas, lo que atestigua así Cicerón en el discurso En defensa de Róselo Amerino (24,67): No quieras juzgar de qué modo ves en las fábulas muy frecuentemente que aquellos que han cometido alguna acción impía y criminal son agitados y aterrados por las ardientes teas de las Furias; a cada uno lo atormenta su engaño y su terror sobremanera; a cada uno lo lleva de un lado a otro su mala acción y lo debilita la locura; lo aterran sus malos pensamientos y la voz de la conciencia. Estas son para los impíos las continuas y familia­res Furias, que noche y día castigan por los pecados del pasado a los criminales hombres. Y, puesto que nada hostiga más el espíritu que el recuerdo de los crímenes pasados, entonces nada lleva más calma y tranquilidad a los hombres que la fama de la integridad y el ser consciente de no haber cometido ningún fraude, cosa que los antiguos pusieron de relieve mediante esta fábula. Y ahora hablemos acerca de la Quimera.

Cap. 3: Sobre la Quimera

Se dice que la Quimera, aquel monstruo muy famoso entre los antiguos, fue hija de Equidna y de Tifón, según escribió Hesíodo en Sobre el nacimiento de los dioses (319-23), donde habla de Equidna, en estos versos: Y ésta parió a Quimera, que exhala indomable fuego, terrible, enorme, rápida de pies y violenta. Tres eran sus cabezas, una de león de brillantes ojos, pero otra de cabra y otra de serpiente, de violento dragón. Por delante, león; por detrás dragón, en medio cabra. Cuentan mediante fábulas que esta Quimera fue criada con los cuidados de Amisódaro, según escribió Apolodoro en el libro II (3,1) de su Biblioteca. Que este monstruo tuvo tres figuras distintas ha quedado claro en los versos anteriores y así lo expresó Homero en el libro VI (179-82) de la Ilíada: y en primer lugar le ordenó dar muerte a la irresistible Quimera; pues ésta era de naturaleza divina, no humana; por delante león y por detrás dragón y en medio cabra, que respiraba terrible furia de fuego encendido. Así pues, ya que de su boca y de su nariz exhalaba fuego, contaron mediante fábulas que fue enviado a matarla Belerofontes, quien, subiendo al caballo alado Pegaso, nacido de Neptuno y de Medusa, la atravesó con sus flechas, según escribió Apolodoro en el libro 11 (3,2), aunque otros opinan de manera diferente, como se dirá después. Recuerdan que ésta vivía en Licia, lugar en que también nació. Y no se han confiado a la memoria muchas más cosas sobre la Quimera. Ahora investiguemos la verdad. Fue escrito por Antigono de Carisio, en sus Comentarios histó­ricos, que por Belerofontes fueron vencidos tres pueblos, y Tzetzes dice en la histo­ria 149 (831-47) de la VII QuiUada que esto fue puesto de relieve mediante la triple figura de la Quimera. Alcimo en Los asuntos de Sicilia (Jac. 560F9) y Ninfodoro de Siracusa (Jac. 572F21) dijeron que la Quimera era un monte de Licia en el que nacía el fuego. Se dice que en su parte más alta vivían leones, en la central había muy fértiles y

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agradables pastizales y en su base muchas serpientes, lo que dio lugar a la fábula de que la Quimera era un monstruo compuesto de tres animales tan diferentes, cuya cabeza y pecho, esto es la cima, era de león y soplaba fuego de la boca; y así el vientre era de cabra pero la cola de dragón. Como Belerofontes, hijo de Glauco, hiciera habitable este lugar, se dice que mató al monstruo con sus flechas. [Plutarco, en el libro Sobre las mi^eres ilustres (IX Mor. 248 C), dice que la Quimera fue un monte que solía emitir espantosos sonidos y lanzar fuegos, hostigado por los cuales el campo limítrofe no producía árboles ni frutos y que, al ordenar Belerofontes que se separara la parte que era más llana, fue arreglado y amortiguado el sonido y prestado un gran remedio a la región.] Fue escrito por Teopompo, en el libro VII de Los asuntos de Filipo (Jac. 115F412) que la Quimera no fue atravesada con flechas, sino perseguida con una lanza que tenía adosado plomo en la punta y, al haber introducido Belerofontes esta parte de la lanza en la boca de la Quimera, el plomo derretido con el fuego bajó hasta el vientre de la Quimera y le quemó los intestinos, por lo que murió. Escribió Agatárquides de Gnido, en el libro III de Los asuntos de Asia (Jac. 86Flbis), que la Quimera fue la esposa de Amisódaro quien gobernó en Licia, la cual tenía dos hermanos: León y Dragón; como éstos, con incursiones y emboscadas con una nume­rosa tropa de jóvenes, hubiesen ocupado el lugar más accesible de Licia, daban muerte a los que se acercaban a esos lugares. Así pues, debido a la concordia de los hermanos y hermana, contaron las fábulas que un solo cuerpo tenía aquellas tres cabezas. A éstos los venció Belerofontes con su fuerza y los redujo a la esclavitud, por lo que se dijo que introdujo el plomo en su boca, lo que también atestigua Isacio a Licofrón (17). Nicandro de Colofón (Jac. 271/72F32bis) sostuvo que mediante estas ficciones se ponía de relieve la naturaleza de los ríos y de las tormentas fundamentalmente al haber dicho que la Quimera tuvo tres cabezas y triple la figura de su cuerpo; la cabeza delantera fue de león, la posterior de serpiente y la del centro de cabra porque, a consecuencia de las aguas inver­nales y de la abundancia de aguas se forman unos ríos, que se llaman cheimaroi, es decir, que fluyen durante el invierno, que son como leones feroces e indómitos y que arrastran consigo todas las cosas que les salen al paso. Así pues, dado que arrebatan todas las cosas y casi rugen emitiendo un gran ruido, se dijo que tenían la' primera parte de leones, porque sobre todo como con garras horadan la tierra por donde van a tener su camino. En cambio, se llama cabra la parte central porque el agua de este tipo se adueña de cualquier cosa que está cerca; la última parte es una serpiente porque el curso de todos los ríos es sinuoso y retorcido como el de las serpientes y las víboras. A este monstruo horrible le dio muerte transportado en Pegaso Belerofontes, esto es el calor del Sol, porque al cesar la abundancia de lluvias en el verano, entonces se secan los torrentes. Pues Belerofontes y Pegaso son en realidad la misma cosa, esto es la fuerza del Sol que se llama con distintos nombres, y nada impide que el mismo Sol sea llamado con diferentes nombres según sus diferentes actuaciones. [Pues por obra de la naturaleza no puede suceder que en alguna parte naciera un monstruo tan deforme, según dice Lucrecio en el libro V (904-6): ¿Cómo pudo suceder que la Quimera, única con su triple cuerpo, león por delante, dragón por detrás y el centro con su nombre, exhalara de su cuerpo crueles llamas fuera de su boca?] Yo creería en verdad que mediante esta fábula nosotros somos apartados de la ira, el más vergonzoso de todos los monstruos, puesto que nos hace como leones furiosos la ira, la cual es provocada por la sangre que hierve alrededor del corazón, y llena los ojos de un color rojo como las llamas. La parte central de ésta es cabra, animal dañino para las plantas, porque la ira es sobre todo nociva para nuestras facultades, dado que la ira no tiene

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en cuenta ninguna utilidad ni honor. Por otra parte los antiguos, para señalar que la ira es la más desagradable de todos los vicios, que debe ser evitada por todos según sus fuerzas y que los propensos a esta emoción no deben ser halagados, atribuyeron a este monstruo una parte posterior de dragón. Pues para el hombre prudente no debe ser más temido o evitado aquel que se deja llevar a donde lo arrastra la fuerza o el ímpetu de la ira que la familiaridad con dragones y crudelísimas víboras. Así pues, los antiguos nos pusieron de relieve que debe ser refrenada la ira o habrá de suceder que no consigamos ninguna amistad de los hombres, a no ser de los más necios. Otros pensaron que bajo esta fábula se contenía el poder de la facultad retórica, los cuales sostuvieron que la naturaleza de los proemios era violenta y se engrandecía moderadamente; la parte central del discurso toma y alcanza lo más sublime gracias a los necesarios conocimientos de la sabiduría, pero la parte final se revuelve como una serpiente para repetir brevemente lo central y tiene veneno y acritud con los que excita los ánimos de los oyentes contra los adversarios. Pero suficiente sobre la Quimera. Háblese ahora acerca de Belerofontes.

Cap. 4: Sobre Belerofontes

Se dice que este Belerofontes, que mató a la Quimera, fue corintio por su patria e hijo de aquel Glauco que nació de Sisifo, según atestiguó Dioxipo de Corinto, en el libro II de Los asuntos de la patria (Jac. 4S4F1), y Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 4,3). Este Belerofontes se llamaba antes Hipónoo. Tras haber matado éste al corintio Belerò o, según prefirió Fénix de Colofón, a su propio hermano Deliades o, según pensó Filemón, a Piren o, según Doroteo de Sidón, a Alcímene, cambió no sólo el nombre sino también la patria Así pues, llegando en su exilio a Argos, es recibido con mucha benevolencia por Preto y es acogido en hospitalidad. Después, pasados unos pocos días, Antea o, según sostuvieron otros, Estenebea la mujer de Preto, cae presa de un amor increíble hacia Belerofontes y, al no poder atraer al adulterio a éste con halago alguno, lo acusó ante Preto de haber atentado contra su honestidad. Pero Preto no quiso dar muerte él mismo a éste de acuerdo con las leyes de la antigua costumbre, puesto que fue norma de los antiguos no dar muerte a nadie con el cual hubieran comido, a no ser que esto ocurriera involuntaria­mente, sino que lo envió ante su suegro ^ " lóbates para que le diera muerte y le dio unas cartas selladas en las que se contenía la acusación. [Sufrieron esta misma suerte Hipólito a causa del amor de su madrastra, y Peleo a causa de Creteide, la hija de Hipólito, pero estos dos, después de las desgracias recibidas injustamente, por compasión de los dioses fueron restituidos a su primitiva integridad. Es tan conocido que no necesita explicación que Hipólito fue vuelto a la vida desde los infiernos, pues así lo cuentan la mayor parte de las fábulas. Peleo, a causa de los amores de Creteide, la mujer de Acasto, por no haber querido obedecerla en aquella desvergüenza, acusado ante Acasto de haber atentado contra

795 La opinión de estos tres autores, sin mencionarlos, aparece en ApoUod, 11 3, 1 y Schol. Lyc. 17, que también cita a Belerò.

796 Este es el nombre que recibe en la tradición más común, en tanto que Antea, como se verá más adelante, es el que se le da en la Ih'ada.

797 Conti no habla de suegro sino que dice genenim suiím y nosotras lo hemos corregido siguiendo la tradición mitográfica.

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su honestidad, fue llevado a un lugar abandonado del monte Pelio y atado desnudo a un árbol, para ser devorado por las fieras salvajes. Dicen que los dioses, compadecidos de su inocencia, enviaron a Vulcano para liberar a Peleo, y además le dieron una espada con la que pudiera matar las fieras que lo atacasen. Por consiguiente, así liberado fue a Tesalia y destruyó al propio Acasto y toda lolco, según dice Helanico de Lesbos en Los asuntos de Tesalia (Jac. 6 0 1 a F 2 ) ' ' ' . ] En verdad, como por aquella época se celebraba una fiesta solemne en Licia, fue recibido en el banquete por lóbates durante nueVe días y por fin al décimo día abrió lóbates las cartas de su yerno Por tanto, como también lóbates observara aquella costumbre, tampoco quiso dar muerte él mismo a éste, sino que le ordenó que diera muerte a la Quimera, a los Solimos y a las Amazonas, cosas que en su totalidad atestiguó Homero en estos versos del libro VI (160-77) de la Iliada: La divina Antea, esposa de Preto, deseó ardientemente unirse en clandestino abrazo amoroso a éste, pero no convenció en nada al prudente Belerofontes, que pensaba cosas honestas. Y, mintiendo, dijo al rey Preto: «Muere, Preto, o da muerte a Belerofontes, que quiso unirse a mí en amoroso abrazo sin que yo lo deseara». Así habló, y la ira se adueñó del rey al oírlo; y evitó matarlo, pues sintió en su corazón un temor religioso. Y lo envió a Licia y le entregó perniciosas señales escribiendo en una tablilla cerrada muchas indicaciones de muerte, y le ordenó que las mostrase a su suegro con el fin de que le hiciera morir. Después éste se dirigió a Licia bajo el protector patrocinio de los dioses. Pero cuando llegó a Licia y a la corriente del Janto, el rey de la extensa Licia lo honró afablemente. Lo hospedó durante nueve días y sacrificó nueve bueyes: pero cuando apareció por décima vez la Aurora de dedos de rosa, lo interrogó y le pidió ver las señales que le traía de parte de su yerno Preto. Después siguen las órdenes de lóbates, que ordenó a Belerofontes dirigirse a los peligros antes mencionados. Pues era hasta tal punto terrible la Quimera, que vomitaba llamas, que quemaba cualquier cosa cercana y arrasaba con el fuego y daba muerte a los animales. Pero los dioses, conocida su inocencia, compadeciéndose de él le entregaron el caballo alado Pegaso, nacido de Neptuno y de Medusa o, según sostuvieron otros, de la sangre de Medusa mientras le era cortada la cabeza por Perseo. [Cuando su compañero Bargilo quiso coger este caballo, murió golpeado por una coz y dio el nombre de Bargilo a una ciudad de Caria; dicen que Minerva, con el sobrenombre de Calinítide o frenadora, prestó su ayuda a la inocencia de Belerofontes más que todos los dioses, puesto que ella le entregó a Pegaso domado y acostumbrado al freno Transportado en aquel caballo, Belerofontes en primer lugar dio muerte a la Quimera, después destruyó total­mente a los Solimos y a las Amazonas. Cuando volvía de aquellas hazañas y se mostraba gozoso, lo atacaron de repente muchos licios dispuestos en emboscadas. Y, al volver Belerofontes ante lóbates tras haber vencido por completo a aquéllos, lóbates, admirando su virtud y valor, le concedió en matrimonio a su hija Filónoe y lo acogió como yerno suyo. Y de ella Belerofontes tuvo a Isandro, Laodamia e Hipóloco, [aunque otros sostu­vieron que éstos nacieron de otras mujeres]. Como, tras haber sido conocidas estas cosas, fuera patente la inocencia de Belerofontes después para todos, la mujer de Preto, no soportando aquella infamia, se dio muerte bebiendo cicuta. Y después lóbates, al morir.

798 Conti parafrasea Schol. Pind. Nem. IV 92, que no cita a Helanico. 799 Conti vuelve a errar aquí y dice a socero, lo que nosotras no hemos mantenido. 800 Cf, Paus, II 4, I.

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dejó a Belerofontes incluso como sucesor del reino. Pero Belerofontes, tal como es el carácter de la mayoría de los mortales, ensoberbecido en demasía por tan gran felicidad de sus gestas, también quiso subir al cielo montado en el caballo Pegaso; Júpiter, el más riguroso vengador de cualquier temeridad, pensando que debía ser reprimida esta arrogan­cia, envió un tábano contra aquel caballo, por lo que Belerofontes fue violentamente precipitado a tierra.

Como éste hubiera caído en Aleya, llanura de Cilicia, y hubiera quedado ciego, [an­duvo errante por aquella llanura tanto tiempo como vivió, hasta que, finalmente, se consu­mió por la falta de alimentos y por la carencia de provisiones, ya que no encontró ninguna casa ni ningún hombre. En cambio,] Pegaso volando a través del aire ahora alto ahora bajo [finalmente volvió al cielo al pesebre de Júpiter, que son unas estrellas que reciben este nombre]. Al haber visto esto la Aurora, lo consiguió de Júpiter para realizar su carrera cotidiana transportada por él. Pero hasta aquí sobre las cosas fabulosas.

Unos tradujeron esta fábula en explicación histórica, otros física, otros ética. Las cosas que tienen que ver con la historia se evidencian por sí mismas, a no ser que Pegaso haya sido una nave así llamada ape tou pegnysthai, es decir de ensamblar. Hubo quienes pensaron que Belerofontes no es otra cosa que la humedad elevada por el movimiento del Sol, puesto que, al ser agitado el aire por la fuerza del Sol, la parte más pesada, que se ha elevado, después es empujada nuevamente hacia abajo y se concentra, la cual, puesto que es llevada hacia abajo y se condensa, recibe el nombre de Pegaso. Pero cuando la parte más elevada es llevada a la región del fuego, se dice así que aquella parte más espesa es arrojada hacia abajo por Júpiter. Y, puesto que la Aurora nace tras haberse elevado Pegaso desde el agua a causa del movimiento diurno del cielo, se dice que el día, tal como se manifiesta a los sentidos, pero no Belerofontes, es transportado por el caballo Pegaso. Otros sostuvieron que mediante estas cosas se ponía de relieve la generación de los elementos, puesto que unos se dirigen hacia arriba, otros hacia abajo, según sean ligeros o pesados. Otros contaron que bajo esta fábula se contiene casi toda la razón de la vida humana, pues no conviene entristecerse demasiado en las situaciones adversas ni ensoberbe­cerse en demasía en las prósperas y felices, ya que sabemos que Dios es finalmente el moderador de todas éstas. Pues éste ayuda con su singular clemencia a los injustamente rodeados de calamidades, lo que le sucedió a Belerofontes mientras era desgraciado, y oprime a los espíritus demasiado orgullosos, por lo que se dice que este mismo después fue precipitado violentamente desde el cielo. [Otros sostuvieron que Quimera fue un caudillo de los licios muy experimentado en la guerra pero de gran crueldad; a éste, que ejercía la piratería y era llevado en una nave, cuya proa tenía un león y la popa un dragón y tenía pintada en el centro una cabra, lo mató Belerofontes persiguiéndolo con una nave muy rápida y muy ligera llamada Pegaso, por lo que se dio lugar a la fábula, según dice Plutarco en Sobre las mujeres ilustres. Pero Luciano en la Astrologia (13) pensó que el espíritu de Belerofontes, elevado a la contemplación de las cosas más sublimes, fue considerado un caballo alado y que así el asunto se vio envuelto en fábulas.] Otros trasladaron a la astronomía estas mismas cosas que se han dicho acerca de la física, y dicen que éstas sucedían según las fuerzas de los astros y, al haberlas aprendido Belerofontes el primero, se dice que subió al cielo. Otros dijeron que Belerofontes, transportado por el alado Pegaso, dio muerte a la Quimera, porque fue el primero en inventar la silla de montar y el freno, según dice el comentarista de Pindaro (Pyth. V 10b), así como el inventor de la biga fue Castor, inventó la cuadriga el ateniense Erictonio y el etolio Oxilo la silla de montar

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con respaldo. Se dijo que éste era un caballo alado, según sostuvieron algunos un navio, porque aquél fue el primero de todos en descubrir el modo de navegar con una flota y el orden para formar la flota, ya que las velas y los remos son las alas de los navios. Por consiguiente éste, tras haber vencido en un combate naval a los Solimos, pueblos belicosos de los que los poetas dijeron que eran semejantes a leones, llevó la guerra contra las Amazonas, a las que llamaron cabras porque recorrían lugares escarpados y montañosos. Además, llamaron cola de serpiente a las asechanzas que había preparado contra él, cuando volvía, lóbates mediante jóvenes muy escogidos. Y suficiente sobre Belerofontes. Ahora hablemos acerca de Rea.

Cap. 5: Sobre Rea

Escribe Hesíodo, en la Teogonia (133-5), que Rea fue hija de la Tierra y de Cielo, cuando habla así acerca de los hijos de la Tierra: Acostada con Urano parió al Océano de profundas corrientes, a Ceo, a Crío, Hiperíon, lápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, y Febe de corona dorada y la amable Tetis. Pero Orfeo en los Himnos (14,1) dice que fue creada la primera de todos por Dios, a quien llama Protógono, puesto que dice así: Soberana Rea, hija de Protógono de muchas formas. Al haber sido considerada ésta después la esposa de Saturno, acerca de ella escribió el mismo Orfeo (14,5): Venerable, de bella figura, bienaventurada compañera de lecho de Crono. El mismo poeta contó que la tierra, el mar, el cielo y los vientos nacieron de ésta, que es llamada la madre de los dioses y de los hombres según se ve claramente en estos versos del mismo Orfeo (14,9-11): Madre por una parte de los dioses y por otra de los hombres mortales; pues de ti nacieron Gea, y el amplio Urano de arriba y el Ponto y los Vientos; amante de la carrera, etérea. Que esta misma fue le madre de Júpiter lo atestigua así Calimaco en el Himno a Júpiter (I 10-11): En Parrasia te dio a luz Rea, allí donde el monte es más admirable por su espesura. Cuentan mediante fábulas que esta madre de los dioses solía ser transportada en un carro por cuatro leones y que estaba coronada por una corona de torres, en cuyas manos añadieron el cetro; y los sacerdotes tocaban tímpanos y platillos y la rodeaban cuando avanzaba los Coribantes armados y había a su alrededor numerosas fieras, de las que era considerada la madre, según dice Lucrecio en el libro III (II 598-601): Por esta razón se dice que es una sola la Gran Madre de los dioses, la madre de las fieras y la engendra-dora de nuestro cuerpo. Los doctos poetas antiguos de los griegos contaron que ésta, desde su asiento en el carro, guiaba a dos leones uncidos por el yugo. [Creyeron que esta diosa fue la primera que fundó cuidades e ideó torres para la defensa, por lo que escribió así Virgilio en el libro X (252-3): Idea, madre nutricia de los dioses, en cuyo corazón está el Díndimo, las ciudades coronadas de torres y los leones uncidos de dos en dos al freno.] Además, le atribuyeron el tímpano, que era tocado en los sacrificios, y su culto estaba al cuidado de sacerdotes castrados con gran griterío de flautas y cometas. Por otra parte, esto se hizo en recuerdo de Atis, un joven frigio, quien, al ser amado por Rea y sin embargo no querer satisfacer su deseo, prometió que él habría de conservar una perpetua virginidad. Pero como no la hubiera mantenido, enloquecido por Rea se castró a sí mismo y se consagró como sacerdote a aquella diosa cuya promesa de fidelidad había violado. [Otros dicen que Atis fue un sacerdote de esta diosa puesto por la diosa al frente de los sacrificios con la condición de que guardase una perpetua castidad, pero después, acordándose poco

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de lo prometido, se unió a la ninfa Sangaritide, de la que tuvo a Lido*" ' , que dio su nombre a Lidia, y a Tirreno, por el que fue llamada Tirrenia, según dice Doroteo de Corinto en sus Historias. Pero la diosa, enfurecida, enloqueció a Atis, que se cortó los testículos y hubiera llevado sus violentas manos al cuello a no ser que la diosa, compade­cida, no lo hubiera convertido en pino, el árbol a ella consagrado Sin embargo, otros sostuvieron que Tirreno y el ya mencionado Atis fueron hijos de Hércules y de Iole según escribió Sostrato en el libro II de la Introducción a la historia fabulosa (Jac. 23Flbis), por lo que no es admirable si, a causa de su antigüedad, ha adoptado un argumento o incluso yo también disiento de mí mismo, habida cuenta de que en diferentes lugares he seguido las opiniones de escritores distintos.] Y después permaneció la costum­bre de que Rea fuese venerada por los sacerdotes llamados Galas, que vestían ropas de mujer, según atestigua Luciano en la Diosa siria (22). Por esta razón, porque usaban tímpanos en sus sacrificios, escribió así sobre ella Orfeo en los Himnos (14,3): Joven alrededor de quien resuena el tímpano, que ama apasionadamente los transportes de sus fiestas, que se festeja con crótalos de bronce. Y así también Ovidio en el libro I (1,39-40) de Desde el Ponto: Cuando ante la Madre de los dioses canta el flautista de curvo cuerno, ¿quién puede negarle una moneda de poco valor? A esta diosa le fue consagrado como árbol el pino porque se cree que en aquel árbol fue metamorfoseado finalmente Atis, amado por ella, según atestigua Ovidio en el libro X (103-5) de las Metamorfosis en estos versos: Y el pino, de ceñida fronda y con velluda copa agradable para la Madre de los dioses, pues Atis, el amigo de Cibeles, se despojó de su forma humana convirtiéndose en éste y se endureció en aquel tronco. Y, en efecto, después durante algún tiempo fue costumbre de los sacerdotes hacer sacrificios coronados de pino. [Otros contaron mediante fábulas que Júpiter, durante el sueño, dejó caer a tierra su semen; de éste, recibido por la tierra, nació un genio con figura humana pero con sexo ambiguo llamado Agdistis, a quien los dioses cortaron sus órganos viriles y de éstos, que habían sido arrojados, nació un almendro cuyos frutos arrancó la hija del río Sangario y lo ocultó en su seno. Pero, al desaparecer éstos, la joven se quedó grávida y después dio a luz un niño que, tras haber sido depositado en el bosque y criado por una cabra, creció con una belleza mayor que la humana; y Agdistis cayó presa de un gran amor por éste cuando había llegado a la madurez; al estar él a punto de casarse con la hija del rey de Pesinunte, con la llegada de Agdistis se introdujo tan gran furor que no sólo Afis sino también su suegro se cortaron los miembros viriles, por lo que Rea, debido a su belleza, lo adoptó como uno de los Galos, sacerdotes suyos, según dice Pausanias en Los asuntos de Acaya (VII 17,10-2).] Los siervos de esta diosa fueron llamados Cúreles y Coribantes, pues, por imitar la locura y una cierta rabia de fiera, fueron llamados coribantes por agitar la cabeza según la costumbre de los locos. Estos recibieron el nombre de Galos del río Galo de Frigia; al beber su agua, caían en la locura y se castraban los testículos. [Aunque otros pensaron que eran asi llamados porque eran las divinidades que enviaban la locura.] Por otra parte, tenían lugar los sacrificios de esta diosa en el día noveno de la Luna, según afirma Nicandro en los

801 Lido, hijo de Atis y Calitea, aparece en Herod. I 7 y 94, y en Schol. Lyc. 1351. 802 A esta metamorfosis de Atis en pino alude Ov. Met. X 103-105, siendo, al parecer, el único que la

menciona. Cf. Ruiz de Elvira, edición de Metamorfosis, voi. II p. 176, n. 2 y Mit. Olas. p. 104. 803 Strab. V 2, 2.C219 da las dos versiones: que Tirreno es hijo de Atis y que éste y Atis fueron hijos de

Hércules, pero no de Iole, sino de Onfala.

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Alexipharmaca (217-20), con un gran griterío: O como acólito portador de los vasos sagrados, sacerdotisa de Rea, que, acercándose en el noveno día de la Luna a los caminos frecuentados, da grandes gritos con su lengua, y aquéllos tiemblan cuando escuchan el temible griterío del ¡da. [En aquella época fue cuando, tras haber colocado la imagen de la diosa sobre un asno, los sacerdotes solían acercarse a los pueblos mendigando con el tímpano consagrado a aquella diosa, con el que, por miedo y respeto a la diosa, como si estuviera presente, incluso a los que se negaban les sacaban con extorsión las cosas necesarias para el alimento, ya que llaman a la imagen escudo del hambre y de la sed, según se ve claramente en los Yambos fabulosos de Cabrias, que escribió así por diver­sión: Fue comprado en común por los galos mendicantes un asno, no feliz sino desdi­chado, que llevaría el escudo del hambre, de la sed y de las malas artes de los mendican­tes y bribones. Estos, dando la vuelta en derredor de todas las aldeas según su costumbre, decían: «¿Qué campesino, pues, no conoce al bello Atis y cómo fue mutilado? ¿Quién no dará las primicias de las legumbres y del trigo llevándolos al son del sagrado tímpano de Rea?». Pues fue costumbre de muchos sacerdotes antiguos, establecida por primera vez por Cleóbulo de Lindo, recorrer las aldeas y recoger el alimento en honor de algunos dioses, porque el alimento no brotaba del templo, tal como fue también la costumbre de los sacerdotes llamados Coronistas, de la que hizo así mención Fénix de Colofón (=Ath. VIII 359e-360a), poeta yámbico, en estos versos: Buenos, traed un puñado de cebada a la corneja, para la hija de Apolo, o una escudilla de trigo, o pan, o medio óbolo o lo que cada uno quiera. Traed, bienaventurados, para la corneja lo que cada uno tenga en sus manos; cogerá la sal y el grano. Pues le gusta celebrar totalmente mediante festines estas cosas. Y a éste que ahora da sal, en otro momento le dará miel. ¡Oh, hijo, abre la puerta! La Riqueza nos ha escuchado y la joven trae higos para la corneja. Diosas, que la muchacha pueda hacer todas las cosas sin mancha y encuentre un marido rico y famoso y a su anciano padre le coloque un muchacho en los brazos y a su madre una niña en sus rodillas, y un joven vastago para que la mujer lo críe con sus hermanos. Yo cambio de lugar los ojos a donde me dirigen los pies, cantando a las Musas junto a las puertas, y al que da, y al que no da más que esto. En estos versos queda claro que aquellos sacerdotes vagabundos fingían que la diosa se alimentaba de los regalos que les eran ofrecidos a sus sacerdotes, puesto que ellos mismos suplicaban además por la salvación y la salud de aquéllos por los que habían sido ofrecidos los dones a la propia diosa, y no sólo recogían trigo o cebada u otros frutos de este tipo, sino todo aquello que se les ofecía adecuado para la vida humana. Y éste es el sentido de estos versos: Buenas gentes, traed un puñado de cebada a Corneja, o de trigo, a la doncella hija del sagrado Apolo, o pan, o vino, o lo que le plazca a cada cual. Entregad, oh benévolos, lo que cada uno de vosotros tenga en su mano a Corneja, pues coge la sal y el grano. Ella de buen grado, además, se alimenta de estas cosas. Y dará de nuevo miel a quien ahora le ha dado sal. El niño Riqueza ha oído claramente a Corneja. La doncella lleva muchos higos a Corneja. Diosa, que aquélla sea pretendida después por todos y encuentre un marido ilustre y rico, que después dé a su anciano padre en las manos un hijo, que una niña juegue entre las rodillas de su madre. Al mismo tiempo, criará a la hermana con sus hermanos. Yo dirijo mis ojos a donde me llevan los pies y canto igualmente a las Musas en la puerta, a los que no dan y al mismo tiempo a los que dan más. Por otra parte, recibían el nombre de Matragirtas aquellos sacerdotes que, en honor de la Madre de los dioses, reunían de una manera similar dinero en los templos o se acercaban a las casas de una en una, lo que

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afirma Ovidio en el libro I (1,37-8) de Desde el Ponto: ¿ Y quién es tan audaz que obliga n salir de su casa al que agita en su mano izquierda los agudos sonidos de Faro? Incluso el propio nombre señala que hacían colectas en honor de la Madre de los dioses, puesto que Meter significa madre y agyrtes charlatán y mendigo, razón por la que dice Luciano en Esculapio y Hércules (Dial. deor. 13,1): Tú eres un herbolario y un mendigo. Hizo mención también de este nombre Aristóteles en el libro XIII (III 2,1405a20) de la Retórica, lugar que, aunque antes de nuestra época se leía corrupto, fue devuelto a su integridad con el ingenio de Pedro Victorio, patricio florentino y hombre muy ilustre, según me demostraron a mí, cuando estaba en Florencia, con muchas razones algunos hombres de muy probada integridad y erudición y principalmente Vicente Borgia, el hombre que sobresalía por encima de todos a los que traté por el múltiple conocimiento de muchas cosas. Conmovido por la autoridad de estos sesudos testigos, no pude dejar de desaprobar no sé si llamarla la desvergüenza o rebuscada ambición de un tal Marco Antonio Mayoragio quien, después de haber conocido casi toda la explicación del arte aristotélico gracias a los escritos del propio Victorio, según supe por aquellos ilustres hombres, fuera de sí por aquella enmienda después en otros lugares lanzó insultos, y no una sola vez, contra el propio Victorio y, a causa de la corrección de este lugar, atacó a todos los hombres más ilustres de su época y sobre todo a Hermolao, varón extranjero muy destacado. Como si, en verdad, pudiera obtenerse más gloria de la maledicencia contra los demás que del esplendor y la brillantez de las explicaciones. Tenía Mayoragio ante sus ojos, para imitar, la moderación y la integridad de Primo Conti, Primo que es adorno nada oscuro de Milán no sólo por su peculiar erudición sino también por su bondad y la moderación de su ánimo. Por lo demás, que también reunían dinero en los templos en honor de la misma Madre de los dioses se deduce de estos versos de Ovidio (Pont. I 1,39-40): Cuando ante la madre de los dioses canta el flautista de curvo cuerno, ¿quién puede negarle una moneda de poco valor?] Esta misma diosa fue llamada con diferentes nombres. Pues fue llamada Prosérpina, Isis, Cibeles, Idea, Berecintia, Tierra, Rea, Vesta, Pandora, Frigia, Filena, Dindimena y Pesinuntia, unas veces según los lugares o las causas. Se dice que Rea, cuando llevaba en su vientre a Júpiter y evitaba la conocida crueldad de Saturno, llegó junto al monte Taumasio de Arcadia, monte que le fue ofrecido en ayuda por Hopladamo y otros gigantes aliados suyos, en el caso de que por casualidad Saturno hubiese dispuesto atacarla. Este monte no estaba muy lejos del río Moloso Se cuenta que Rea dio a luz en una parte del Liceo y que en este monte fue engañado Saturno, puesto que recibió una piedra en lugar de su hijo. En la cumbre de éste hubo una cueva en la que la religión prohibía que entraran los hombres, puesto que estaba permitido penetrar hasta allí tan sólo a las mujeres que se iban a iniciar en los sacrificios Atestigua Luciano, en Nigrino (37), que fue suficiente el sonido de la flauta frigia para incitar a los sacerdotes de Rea a los sacrificios puesto que, una vez oído aquél, al punto solían enloque­cerse. Pero no solamente le fue consagrado a la Madre de los dioses el pino, según hemos dicho, sino también la encina, como atestigua Apolodoro en el libro III de Sobre los dioses (Jac. 244F92=Schol. Ap. Rh. I 1124), [y la vid, según opinó Euforión, porque ciertamente también solían hacer su efigie de vid.] Y los Milesios tenían la costumbre de

804 Cf. Paus. VIII 36, 2 que llama al río Maletas. 805 Cf. Paus. VIH 36, 3.

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hacer sacrificios primero a Titias y a Cileno y a continuación a la Madre de los dioses; y el altar de esta diosa estaba adornado con hojas de encina, según atestigua Apolonio, en el libro I (1123-1131) de los Argonáutica, en estos versos: Y después construyeron un altar de arena y, cubriéndolo por ambos lados con hojas de encina, se ocupaban del sacrificio invocando a la muy venerable madre del Díndimo, habitante de Frigia, y a la vez a Titias y a Cileno, los cuales son llamados los únicos dispensadores del destino y asesores de la Madre Idea entre tantos cuantos son los cretenses Dáctilos del Ida, a los que en otro tiempo hizo surgir la ninfa Anquíale en la cueva Dictea, sacándolos con sus dos manos del país de Oaxo. Por otra parte, fue Titias un héroe indígena de Creta, según opinó Calístrato en el libro II de Heraclea (FHG, MüUer, IV, p. 354, fr. 2=Schol. Ap. Rh. I 1126). Contaron mediante fábulas que éste fue hijo de Júpiter, aunque sin embargo Calístrato*"*, en Heraclea, contó que aquél fue el mayor de los hijos de Mariandino Cimerio; como aquella familia, debido a la felicidad de éste, hubiese aumentado enormemente sus pose­siones, después determinaron mediante ley tener a aquel héroe al frente de los destinos de las ciudades, según dice Teófanes (Jac. 188F2=ibid.) y Promátidas (Jac. 430Fl=ibid.) en aquellas cosas que escribió en Sobre Heraclea: Pues fue considerado como un dios por los mariandinos Titias, por el cual de modo especial aquella gente había prosperado y había llegado a la felicidad. Y acerca de Rea se han contado todas estas cosas.

Ahora extraigamos de ellas la opinión de los antiguos. Se ha dicho que bajo estas fábulas fueron encerradas unas veces las razones físicas de la naturaleza y los elementos, otras veces las normas para gobernar rectamente la vida. Así pues, las cosas que se dicen sobre Rea tienen que ver con la naturaleza de los elementos. Que Rea es la tierra o la fuerza de la tierra que pasa por medio de la generación de las cosas, fácilmente se evidencia de sus poderes y de aquellas cosas que fueron así escritas por Apolonio en el libro I (1138-45) de los Argonáutica: Desde entonces los frigios siempre intentan aplacar a Rea con pandereta y tambor. Y la divinidad acogedora inclinó su corazón a los ritos bien hechos y surgieron señales favorables. Por una parte, los árboles producían innumerables frutos; por otra, alrededor de los pies la tierra por sí misma hacía nacer flores entre la tierna hierba. Y los animales, abandonando las madrigueras y matorrales, acudían mos­trándose alegres con sus colas. En efecto, la pandereta era una rueda pequeña; hacién­dola girar en la mano, la golpeaban con correas que tenían pesos de hierro o de bronce, según escribió Baquílides, lo que dice que solía hacerse para que no se oyera ninguna palabra o grito molesto en aquellos sacrificios. Sin embargo, yo creería más bien que se hacía aquello porque manifestaban que la tierra era golpeada por todas partes con vientos y lluvias. Y, en efecto, por qué la tierra es Rea y por qué se imaginaba que era transportada en un carro y por qué llevaba una corona de torres o por qué tenía a los Galos como sacerdotes lo puso así de manifiesto Lucrecio en el libro II (600-23): Los doctos poetas antiguos de los griegos cantaron que ésta, desde su asiento en el carro, guiaba a dos leones uncidos bajo el yugo, mostrando que la gran tierra está suspendida en el espacio del aire y que la tierra no puede apoyarse en la tierra. Le uncieron animales al carro porque la prole, aunque sea fiera, debe suavizarse vencida por los beneficios de los

806 La ed. de 1567 dice Calimaco en Hécale y la de 1616 Calimaco en Heraclea. Nosotras hemos corregido C<ilímaco por Calísiralo, ya que en Schol. Ap. Rh. I 1126, que Conti, sin duda, está siguiendo, no se menciona a Calimaco.

807 En griego rhotnbos.

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padres. Y ciñeron su cabeza con una corona mural porque, fortificada, defiende las ciudades en lugares muy altos; ahora, adornada con esta enseña, es llevada a través de extensos territorios, causando horror, la imagen de la divina Madre. Diversos pueblos, según la vieja costumbre de los sacrificios, la llaman Madre ¡dea y le dan como séquito muchedumbres frigias, porque cuentan que por primera vez, procedentes de aquellos territorios, los cereales comenzaron a surgir a través del orbe de las tierras. Le asignaron Galos, dado que quieren poner de relieve que quienes han violado la divinidad de la Madre y se han mostrado desagradecidos para sus padres deben ser considerados indignos de producir una estirpe viva para las regiones de la luz. Retumban los tímpanos tensos con las palmas y en derredor los cóncavos címbalos y amenazan los cuernos con su ronco canto y la hueca flauta estimula las mentes con el ritmo frigio, y llevan ante sí dardos, señales del violento delirio, que pueden aterrorizar las almas ingratas y los pechos impíos del vulgo con miedo por la divinidad de la diosa. Fue considerada esta diosa esposa de Saturno porque para la mutación de los elementos es necesario el tiempo. Consecuencia, en efecto, de ello fue que fueran considerados Saturno el padre y Rea la madre de todos los dioses marinos, celestiales y terrestres, puesto que estos mismos dioses son las fuerzas de los elementos, según se ha dicho[, que actúan con el tiempo]. Pues los antiguos creyeron que la tierra fue el vinculo y fundamento de todos los cuerpos naturales, alrededor de la cual se producen muy numerosos cambios para la procreación [y éstos no sin su padre el tiempo]. Como se dieran cuenta de que ésta era la base y el vínculo de los elementos, sucedió después que fueron conocidos los dioses y las fuerzas de los dioses y fueron honradas por los hombres las acciones de cada una de estas cosas, puesto que hasta entonces no comprendían en absoluto que todas las cosas procedían de un solo Dios. Que de ella nacieron todas las cosas lo dice así Apolonio en el libro I (1098-9); Pues de ella sacan las fuerzas los vientos, el mar y toda la tierra de abajo y la nevada sede del Olimpo. Pero, mucho más sabiamente, Orfeo llamó a ésta hija de Protógono, o del único Sumo Dios, puesto que todos los elementos y toda la máquina del mundo ha salido de Dios, artífice de todas las cosas. [Pero, ¿qué necesidad hay de más palabras? Que esta misma diosa fue la tierra lo declaran abiertamente aquellos versos de Demetrio de Bizancio que están en el libro I de sus Poemas de este modo: Rea, reina de los dioses y madre de todos, que te alegras con las flores y los frutos, divinidad amante del ruido, principio de las fuentes, sede siempre segura de los ríos, alrededor de la cual gira apresuradamente el cielo en lo alto, que traes todas las cosas, tas produces todas, encantas todas las cosas, divinidad nodriza, alrededor de la cual danzan todos los animales y todas las fieras salvajes se amansan. Pueden servir de prueba de que esta diosa fue llamada alguna vez Tierra aquellas cosas que se le atribuían a la propia Tierra y los instrumentos y las fuerzas que en su conjunto convenían a Tierra, Vesta y Rea, que fácilmente podemos aprender de estos versos de Alexis (Anth. Gr. VI 51): Madre mía Rea, alimentadora de los leones frigios, cuyo monte Díndimo no es inaccesible para los iniciados, a ti el eunuco Alexis te ofrece los estímulos de su éxtasis renunciando al delirio y al ruido del bronce, y los címbalos de agudo sonido y el griterío de las graves flautas, a las que encorvó el cuerno sinuoso de un novillo, y los tamboriles sonoros y los cuchillos manchados de roja sangre y los rubios cabellos, que antes sacudió. Benévola, oh señora, al que enloquecía en su juventud, ya anciano hazlo descansar de su anterior locura. ] Crearon la ficción de que ésta era transportada en un cano porque por su propia naturaleza la tierra parece estar suspenida en el aire, puesto que no se apoya en ninguna cosa y sin embargo no se inclina más a

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ninguna parte. Alrededor de ésta hay fieras, ya que todos los animales nacen y son alimentados por ella; y ya que ésta tenía muchas ciudades, con razón se la representa con una corona de torres. En cambio, el estrépito de los instrumentos significa la fuerza de los vientos, que hacen mucho ruido, y son como leones ante todos los asuntos de la naturaleza, pues son no ligeros ayudantes del frío y del calor y como vehículos de la lluvia y del buen tiempo. Su carro es arrastrado por cuatro leones muy feroces, que no son realmente ninguna otra cosa que los vientos de oriente y de septentrión y de aquellas regiones de su entorno. Se dice que a ella la transportan porque la fuerza de la generación es muy favorecida por ellos. Y, puesto que todas las cosas fluyen de ella y parecen ser llevadas al nacimiento, con razón es llamada Rea apo tou rein, o de fluir. Pero ahora háblese acerca de Latona.

Cap. 6: Sobre Latona

Por su parte, Latona fue hija de Ceo y Febe, según atestigua Apolodoro en el libro í (2,2) y así Hesíodo en la Teogonia (404-6): Por su parte, Febe llegó hasta el lecho muy deseado de Ceo, y la diosa, después, grávida por el amoroso abrazo del dios, dio a luz á Leto, de peplo azulado, siempre dulce. Y así Ovidio también en el libro VI (185-6) de las Metamorfosis: Atreveos a anteponer a mí, hija de Tántalo, a Latona, hija de un no sé qué Ceo. Pero el himnógrafo Homero, en el Himno a Apolo (III 62), escribe que Latona fue hija de Saturno de este modo: Gloriosa Leto, hija del gran Crono [Dicen algunos, entre los que estuvo Hecateo (Jac. 264F7=Diod. Sic. II 47) que en los lugares más altos de la tierra céltica hay una isla en el Océano no más pequeña que Sicilia, hacia las Osas, que es habitada por los hombres llamados hiperbóreos, porque están muy lejos de los soplos del Bóreas, la cual es fértil y abundante en todas las cosas y tiene una temperatura admirable y produce frutos dos veces al año, en la que contaron las fábulas que nació Latona.] Cuentan mediante fábulas que a ésta se unió Júpiter debido a su gran belleza; y Juno, al darse cuenta de que estaba grávida en su vientre, la arrojó del cielo y ordenó a la serpiente Pitón que la persiguiera. Después toda la tierra fue obligada a jurar que no concedería un lugar a la parturienta Latona, a excepción de la isla de Délos, pues, como aquélla fuera inestable, por aquella época se escondía casualmente bajo las aguas. Después, como le hubiera llegado el momento del parto a Latona, dado que ella no había jurado contra Latona, recibió de Neptuno la orden de detenerse y ofrecer un lugar a la parturienta, según escribió Luciano en el Diálogo de Iris y Neptuno (Dial. deor. mar. 10,2). Así pues, al haber salido a flote esta isla para recibir a Latona y al haberse hecho visible desde las olas, fue llamada Délos, nombre que significa manifiesto y luminoso. [En efecto, así se tienen aquellos versos de Alfeo de Mitilene (Anth. Gr. IX 100) que están escritos para alabanza de Délos, porque Apolo y Latona, después del cielo, consideraron únicamente a esta isla su patria de entre todas las tierras, ya que dicen así: Sagrada nodriza de los hijos de Leto, a quien el Crónida hizo que se anclase firme en el mar Egeo; ahora, soberana, por los dioses no te llamaré desgraciada ni estaré de acuerdo con las palabras de Antípa-

808 Kronoio, lectura que sigue Conti, es lo que dan los códices, y fue corregida por Barnes en Koioio. 809 iacoby cita también como fuente para este texto de Hecateo de Abdera el presente capitulo de Conti.

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tro. Te considero feliz porque has recibido a Febo y Artemis, después del Olimpo, no llamará su patria a otra distinta que tú. Aunque otros sostuvieron que la propia Latona, convertida en codorniz en el momento del parto, voló hasta la isla y bajo esa figura se ocultó de Juno; y, en recuerdo del beneficio de la isla que la había acogido, llamó después a la isla Ortigia, puesto que ortyx es codorniz para los griegos. Sin embargo, otros cuentan en fábulas que Asteria fue una hermana de Latona que, al perseguirla Júpiter para unirse a , ella, fue ella misma, y no Latona, convertida en codorniz y voló al mar; después recuerdan que de codorniz Asteria fue convertida en isla, según escribió Calístenes en su Navega­ción * '° . Así pues, dado que Júpiter se había unido a Latona, no hay que admirarse si la hermana concedió a su hermana un lugar para dar a luz. Fue confiado a la memoria por Pausanias, en Los asuntos del Ática (I 31,1), que Latona, antes de parir, se desató el cinturón en Alimunte, no lejos del mar, cuando ya estaba próxima al momento del parto; y este lugar fue llamado después Zoster por aquel motivo.] Después se edificó en esta isla una ciudad en la llanura y un importantísimo templo de Apolo y Latona, cercano al cual estaba el monte Cinto y el río llamado Inopo, no muy grande, que discurría por la isla, según atestigua Estrabón en el libro X (5,2.C485). [Dicen que ésta dio a luz junto a una palmera y un olivo, según se ha dicho, tal como atestigua Eurípides en Ifigenia entre los Tauros (1096-102) de este modo: Deseando a Artemis la partera, la que vive junto a la costa del Cinto, y la palmera de suave cabellera y el laurel de bello tallo y el sagrado tronco del verde olivo, querido al parto de Leto.] Pero tampoco en aquella isla hubiese podido dar a luz a escondidas, si el estrépito de las armas de los Curctes no hubiese aturdido a Juno, pues estaba continuamente alería y perseguía a Latona para que no diera a luz en ninguna parte. Por consiguiente, abrazándose a una palmera para liberarse de los dolores, dio a luz, ya que era costumbre de las mujeres parturientas asirse a cualquier cosa que tuvieran cerca y, así apoyadas, se libraban de sus dolores. Y así parió a Diana y a Apolo, según dice en estos versos Orfeo (35,3-4): Te tocó en suerte el dichosos parto fecundo de Zeus al dar a luz a Febo y a Artemis, la flechadora. Aimque Heródoto, en Euterpe (II 156), dice que Apolo y Diana eran hijos de Dioniso y de Isis, pero que Latona fue su nodriza, según se ha dicho. [Y no debe ser pasado en silencio que Latona, cuando se acercaba el tiempo del parto, andaba errante en la costa de Ática, no lejos del mar, y se desató el cinturón a causa de la hinchazón de su vientre en el lugar llamado por ese acontecimiento Zoster.] Pero, para seguir la opinión más común, Apolo recién nacido dio muerte con sus fiechas a aquella serpiente que había perseguido a su madre Latona hasta ese momento, según escribió Pindaro en las Píticas. Y, puesto que se han dicho muchas cosas sobre Latona más arriba, consideramos superfino repetirlas; por esta razón, bastan todas estas cosas dichas sobre ella hasta ahora [aunque añadiremos sólo esto, que Apolo se retiró después a Licia, Diana a Creta, cuando llegaron a la edad adulta, al monte Dietimo, y dejaron Délos a su madre para que viviera allí]. Y ahora investiguemos qué quisieron los antiguos que fuera Latona.

Hubo quienes contaron que Latona fue la madre de Apolo porque la dulzura de la armonía musical provoca el olvido de todos los males que están en la vida de los hombres, muy desgraciada y llena de molestias. Dicen que Diana fue hija de esta misma Latona porque la música o bien inclina los ánimos de los mortales a una suavidad propia de las

810 Tor<o ello, sin citar autor, en Schol. Lyc. 401.

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mujeres o bien los alza e inflama al valor y los hace resueltos. Pues fue confiado a la memoria que el mismo Timoteo, cuando en un banquete ante Alejandro de Macedonia pulsaba los instrumentos musicales, hasta tal punto inflamó el ánimo de este rey que salió del banquete para tomar las armas; después, como desde tan enérgica pulsación de las cuerdas cambiase a una modulación más suave, el Macedonio se sentó de nuevo a la mesa, según dejó escrito Aristoxeno en el libro Sobre las flautas. Otros creyeron que se decía que Diana había nacido de Latona porque la práctica de la caza también ayuda mucho,-a desprenderse de las molestias del espíritu y destruirlas. Dicen que ésta fue hija de Febe'y de Ceo, el Ceo que nació de Cielo, porque el padre de todos los bienes y la mente divina hace partícipe de su bondad a todas las cosas que existen y tienen vigor, y no hay nada bueno que no provenga de la divina bondad del cielo; por consiguiente, el olvido de todos los males es hijo de la luz celestial. Como este olvido de los males está lleno de esperanza y de belleza que proviene del cielo, es aterrorizada por las calamidades humanas como por una serpiente, pero por obra divina es ayudada en el parto y finalmente vence a la serpiente. Sin embargo, otros entre los que estuvo Lisimaco Alejandrino en el libro X de Los asuntos de Tebas, sostuvieron que esto se refería a la creación del mundo, los cuales dijeron que los astros y el Sol fueron arrebatados a los lugares de arriba, por la fuerza máxima del calor, tan pronto como, después del caos, resplandecieron las figuras y ele­mentos de las cosas informes, siendo la tierra todavía blanda y limosa y vacilante sede inestable, puesto que el calor etéreo había cobrado fuerzas poco a poco y las semillas del fuego habían caído en ella. Pues recuerdan que entonces la Luna ocupó el lugar inferior entre los cuerpos celestes, como siendo de naturaleza más densa. Así pues, los físicos creyeron que Latona era la Tierra, a la que se opuso durante largo tiempo Juno para que no nacieran Febo y Diana, porque Juno es el aire, según hemos demostrado, que, al ser más húmedo de lo normal y pesado, servía de impedimento para que se viesen las dos lumina­rias a causa de su densidad, como para que no nacieran; pero el poder de Neptuno finalmente concedió que la tierra, que antes se ocultaba bajo el agua, se secara. Y, tras haberse secado y surgir de entre las aguas, Latona dio a luz; pues, al apartarse las nieblas, estas dos luminarias aparecieron inmediatamente. Por otra parte, que Apolo mató con sus flechas a la serpiente que perseguía a su madre lo interpretó así el estoico Antípatro: Como la exhalación de la tierra, todavía húmeda y nueva, fuera frecuente, era arrastrada hacia arriba por un impulso giratorio; pero, dado que no podía ser adecuadamente separada debido al exceso, de nuevo era llevada hacia abajo y todas las cosas se corrompían por la putrefacción, Y aquella putrefacción, habida cuenta de que todo tipo de putrefacción se produce por el calor no sin humedad, perjudicaba a todos los frutos de la tierra y no podía nacer nada a causa de la inclemencia del aire. Y, en efecto, finalmente por la divina providencia se consiguió, decidiéndolo así Neptuno, tras haberse convertido la tierra poco a poco en más seca y debilitar el Sol los vapores con su mayor fuerza, que aquella emana­ción pestilente cesara por la fuerza de los astros, por lo que se dijo que Apolo domeñó la serpiente con sus flechas, o la putrefacción con sus rayos. Y bastante sobre Latona. Hablemos ahora acerca de los Curetes o Coribantes.

Cap. 7: Sobre los Curetes o Coribantes

En cuanto a los Curetes, aquellos que junto con Rea sustrajeron a Júpiter de la crueldad

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de su padre Saturno y lo llevaron para ser criado a Creta, suele ponerse en duda si fueron divinidades u hombres. Ciertamente Hecateo de Mileto, en aquellos libros que escribió sobre Foroneo, los llamó unas veces orchestas theous, esto es dioses danzarines, otras veces paignémonas*", divertidos o juguetones. Pero Menodoto de Samos, en aquellos comentarios que escribió Sobre los asuntos más importantes de Samos, los llamó kou-retas theous chalkaspidas, es decir curetes, dioses armados con escudos de bronce. Por su parte, Heraclides del Ponto, en Los asuntos de amor, pensó que no eran dioses sino hombres de Creta, que fueron los primeros de todos los mortales en revestir en Eubea armas de bronce y criaron a Júpiter y después guerrearon junto a él y lo condujeron al reino paterno. Se sabe que los Curetes y Coribantes fueron hijos de los Dáctilos del Ida, según confió a la memoria Equemenes en Los asuntos de Creta, quien recuerda que en Creta nacieron cien varones y que ellos fueron llamados Dáctilos del Ida; de nueve de éstos nacieron los Curetes, cada uno de los cuales engendró a diez varones, a los que después llamaron Dáctilos del Ida, según dice Estrabón en el libro X (3,22. C473). Pero Dionisio de Calcidia escribió que fueron quince, Ferecides (Jac. 3F47=Schol. Ap. Rh. I 1129) que cincuenta y dos, de los que también contó (Jac. 3F48 = Strab. X 3,21. C472) que eran hijos de Apolo y de la ninfa Ritia; otros, por el contrario, que de Cabira, hija de Proteo, y de Apolo Recibieron el nombre de Ideos por el monte Ida de Creta, según opinó Helanico (Jac. 4F89=Schol. Ap. Rh. I 1129); sin embargo, Mnaseas en el libro I de Sobre Asia (FHG, Müller, III p, 154, fr. 26=ibid.) dice que de su padre Dáctilo y de su madre Ida. Sin embargo Posidipo, poeta de epigramas, pensó que fueron llamados Dáctilos del Ida porque, saliendo al encuentro de Rea en el monte Ida de Creta, tocaron sus dedos cuando la abrazaron. Los Dáctilos del Ida fueron también hechiceros y artífices para llevar el hierro a diferentes formas y descubridores de otros metales, según se deduce de estos versos del poeta que escribió la Forónida (fr. 2Kinkel=Schol. Ap. Rh. I 1129): Donde tenían sus casas los hechiceros del Ida, los montaraces varones frigios, Celmis, el gran Damnama-neo y Acmon, que sobresalía por su fuerza; distinguidos siervos de la montaraz Adrastea, que fueron los primeros en descubrir el arte del muy hábil Hefesto en las honduras de los montes: el hierro violáceo; y lo pusieron al fuego y crearon una preciosa obra. Eratóste-nes en Arquitectónico y Escepsio (en Str. X 3,21. C473) dicen que los Curetes y los Coribantes eran los mismos, lo que también opinó Orfeo en estos versos (Hymn. 38,20): Curetes, Coribantes, soberanos y muy poderosos. Unos dicen que los Coribantes fueron entregados como ayudantes a Rea por los Titanes, provistos de armas desde Bactriana, otros que desde la Cólquide, otros que desde Frigia. Hubo quienes dijeron que los Telqui-nes fueron nueve rodios, compañeros de Rea, que llegaron a Creta y que recibieron el nombre de Curetes, pero que los Coribantes fueron dioses hijos del Sol y de Minerva. Algunos creyeron que éstos eran hijos de Saturno, pero en cambio otros que de Júpiter y de Calíope, mientras que otros consideraban a los Curetes ministros de Hécate Los Cure-tes o Coribantes saltaban en los sacrificios de la Madre de los Dioses, aceptados como niños y castos. Recibían el nombre de Curetes apo tou koryptein, porque agitaban la cabeza en medio de los saltos " ' ' y ejecutaban la danza de la enoplia pírrica golpeando con

811 Strab, X 3, 19,C471-472, los llama philopaigmones y chalkaspides, siguiendo diferentes versiones. 812 Cf. Strab. X 3, 21.C472, pero en lugar de Apolo se habla de Posidón. 813 Cf, Strab, X 3, 21,C473. 814 Imitaban la embestida del camero. Cf. Str, X3,2C473,

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armonía, al saltar, los escudos con las espadas. Hubo algunos, entre los cuales Calístenes en el libro 1 de la Navegación y Euforión, que pensaron que los Dáctilos del Ida, los Curetes, los Coribantes, los Cabiros y los Telquines eran los mismos, mientras otros que estaban emparentados entre sí pero que se diferenciaban poco*" . Cuentan algunos que los Curetes vivieron en el territorio de Pleurón, que después por ellos fue llamado Curetis*'*. Arquemaco de Eubea (en Str. X 3,6. C465) dice que éstos vivieron en Calcis, quienes, al haber luchado por la llanura de Lelanto y al haberles cortado los enemigos la parte delantera de su cabellera, cuando se les concedió la posibilidad se afeitaron aquella parte del cabello y por eso fueron llamados Curctes de afeitarse Después, como emigrasen a Etolia y ocupasen los lugares del otro lado del Aqueloo, manteniendo sus cabezas sin afeitar fueron llamados Acamancs. Otros sostuvieron que eran así llamados porque lleva­ban estolas como mujeres. Semo, en el libro VII de Las cosas que había en Délos, escribe que los Curetes fueron hijos de Danaide, ninfa cretense, y de Apolo, mientras que los Coribantes lo eran de Apolo y de Talía, por lo que sostienen que no eran los mismos-Por su parte Apolodoro de Atenas, en el libro II (1,3) de su Biblioteca, confió a la memoria que éstos fueron matados por Zeus porque, por consejo de Juno, habían cogido a Epafo, al que había parido la concubina lo, para ocultarlo. Recuerdan que estos Curctes, llenos del soplo báquico, solían hacer uso de una agitación tumultuaria de armas, con estrépito, fragor, címbalos, tímpanos, flautas y griterío entre los sacrificios, para aterrorizar a los presentes y llenarlos de respeto y miedo a la diosa. Y este rito de los sacrificios que observaban los Curetes en los sacrificios de la diosa Rea lo expresó así brevemente Lucrecio en el libro II (629-35; 637): Aqiá un grupo armado, a los que los griegos mencionan con el nombre de Curetes, si casualmente juegan entre las turbas frigias y danzan con ritmo alegres con la sangre, agitando terroríficos penachos de sus cabezas inspirados por la divinidad, recuerdan a los Curetes del Dicte, de quien se dice que antaño habían ocultado en Creta el llanto de Júpiter cuando niños armados alrededor del niño estaban rítmicamente en ágil coro, armados entrechocaban los bronces con los bronces rítmicamente.

Y muy acertadamente, según la teología de los antiguos, fue añadido a los sacrificios de los dioses el ritmo musical, no sólo porque ponían de relieve que convenía que estuvie­ran preparados los ánimos de los que hacían los sacrificios y se acercaban a los altares de los dioses, ya que las súplicas compuestas rítmicamente en casa debían ser llevadas ante los altares (pues el espíritu no debe dirigirse a rendir culto a Dios embrollado por los asuntos domésticos, sino que todos los asuntos deben ser borrados de la memoria cuando nos acercamos al altar), sino también porque, al pensar que los cuerpos celestes eran dioses, consideraron que los propíos dioses constaban de números y proporciones armónicas. Por consiguiente, así mediante el ritmo de los himnos, instrumentos y danzas, los que hacían los sacrificios imitaban la naturaleza de los dioses y se deleitaban y, teniendo días de fiesta, entregándose a los banquetes y al genio e imitando de algún modo la felicidad de los dioses, se acercaban lo más posible según sus fuerzas a la naturaleza de los dioses inmortales. Pues, dado que creyeron que el mundo, la brillante obra de Dios, constaba de armonía, pensaban con razón que todo tipo de música era grata a Dios. Pero Orfeo (Hymn. 38,1-3),

815 Cf., sin citar autores, Strab. X 3, 7.C466. 816 Cf. Strab. X 3, 6.C465. 817 Del griego koyra: «esquileo», «corte de pelo».

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puesto que llama a unos Curetes divinidades marinas, a otros terrestres, a otros celestes, parece haber considerado a los propios Curetes divinidades protectoras de las tempestades, o más bien los propios vientos, según se deduce de estos [versos]: Curetes, que hacéis resonar el ruido del bronce, que tenéis armas de Ares, celestes, terrestres y marinos muy bienaventurados, vientos que hacéis surgir la vida, ilustres salvadores del mundo. Real­mente, no indicaba otra cosa que la fuerza de los vientos el estrépito de éstos, que también eran llamados ayudantes de Rea, porque gracias a los vientos, según se ha dicho, se producen las lluvias, los fríos y finalmente todas las obras de la naturaleza. Pues ningún animal puede nacer si el esperma no es echado por el viento, lo que sucede igualmente en todas las semillas de las plantas. Y que los vientos son los Curetes y que ellos mismos son los responsables de la salud y de las molestias en las obras de la naturaleza se deduce de estos versos de Orfeo (38,14-9), que ponen de relieve que también el mar es agitado por ellos, puesto que ninguna otra cosa hostiga más al mar que los vientos: Divinidades inmortales, robustos y además asesinos, cada vez que irritados se precipitan contra los hombres, destruyendo la vida y los bienes y a los que están rebosantes. Y el gran ponto de profundos remolinos gime y el árbol de alta cima desde la raíz cae a tierra, y el ruido celeste alborota con el silbido de las hojas. Pues los vientos son los responsables de la fertilidad y de la salud de los animales, por lo que con razón fueron considerados por los antiguos ayudantes de la tierra [puesto que ayuda más a la fertilidad y fecundidad de la tierra la bonanza del cielo, según dice Teofrasto en las Causas de las plantas (I 21,4 s.), que todo el trabajo del año de los agricultores]. Pero suficiente sobre los Curetes y Cori­bantes; ahora hablemos acerca de los Cíclopes.

Cap. 8: Sobre los Cíclopes 8 1 «

Por su parte los Cíclopes fueron hijos del Cielo y de la Tierra, según dice Hesíodo en estos versos de la Teogonia (139-45): Además, dio a luz a los Cíclopes, que tienen corazón soberbio, a Brontes, Estéropes y Arges, de espíritu violento, los que regalaron a Zeus el trueno y fabricaron el rayo. Y éstos eran en todo lo demás semejantes a los dioses, pero en medio de su frente había un solo ojo; Cíclopes era su nombre eponimo a causa de que un ojo totalmente redondo, en efecto, se hallaba en su frente. Sin embargo Eurípides llamó a aquellos Cíclopes hijos del dios marino, esto es de Neptuno, en los Cíclopes (21-5) cuando dice: Donde los Cíclopes homicidas de un solo ojo, hijos del dios del mar, viven en cuevas solitarias. Apresados por uno de ellos, estamos en sus casas como esclavos; y llaman a éste al que servimos Polifemo. Pero como entre estos hombres, que recuerdan que fueron cien, sobresalía Polifemo por las fuerzas de su cuerpo y el tamaño de su figura, no se sabe con seguridad de qué padres nació, aunque Apolonio, en el libro I (179-84) de los Argonáutica, dice que ese Polifemo, de admirable tamaño, fue hijo de Neptuno y de Europa, hija de Titio, en estos versos: Además, después de éstos, abandonando Ténedos llega Eufemo al que, el más veloz corredor de todos, dio a luz para Posidón Europa,

818 Conti no distingue entie los Cíclopes forjadores del rayo, hijos de Urano y Gea, los Cíclopes pastores, hijos de Posidón, entre los que sobresale Polifemo, y los constructores de murallas ciclópeas.

819 Los testimonios, especialmente Ap. Rh. Arg. IV 1466 y Val. Rae. Arg. I 36S, ofrecen Euphemos, en tanto que el consensus codlcum o ^ c e Polyphémos para el verso 179 del libro I de los Argonáutica.

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la hija del fuerte Titio. Este hombre corría incluso sobre las olas del verde mar y no sumergía los rápidos pies, sino que, rozándolo, se deslizaba por el húmedo camino con las puntas de sus pies. Pero Andro de Teos, en la Epítome de los Parentescos [y Posido-nio], recuerda que Polifemo fue hijo de su padre Elato y de su madre la ninfa Estilbe Conón, en Heraclea, contó que Polifemo fue hijo de Elato y de Amimone, y Homero, en el libro I (71-3) de la Odisea, escribió que Polifemo fue hijo de Neptuno y de la ninfa Toosa. Por otra parte, que cada uno de los Cíclopes tuvieron solamente un ojo en medio de la frente lo escribió así Apolodoro en el libro 1 (1,1): Después de éstos, Gea dio a luz para él a los Cíclopes Arges, Estéropes y Brontes, cada uno de los cuales tuvo un solo ojo en la frente. Que éstos vivieron en la isla de Lipari, que también es llamada Meligunis y que es una de las Eolias, lo escribió así Calimaco en el Baño de Diana (III 46-9): Y luego fue a visitar a los Cíclopes; y los encontró en la isla de Upara (ahora Lipari, pero en otro tiempo tuvo el nombre de Meligunis), junto a los yunques de Hefesto, alrededor del incandescente hierro; pues los apremiaba un gran trabajo. Eurípides, en el Cíclope (36-7), parece considerar a los demás Cíclopes hijos de Polifemo, puesto que dice así en boca de Polifemo *^': Pero he aquí que veo a mis hijos, que traen de pastar los rebaños. Que éste solía vivir en una cueva y apacentar ovejas en Sicilia es suficientemente conocido como para que. necesite explicación, puesto que lo escribe también en esta misma tragedia Eurípides y Homero en el libro I de la Odisea. Dejó escrito Onaso, en el libro I de Los asuntos de las Amazonas, que Laónome, hermana de Hércules e hija de Anfitrión y de Alcmena, fue la esposa de Polifemo Por otra parte, el alimento de Polifemo y de los otros Cíclopes era cualquier tipo de frutos que nacían de la tierra y no precisaban de ley alguna, según dice Homero en el libro IX (106-15) de la Odisea; y los llama athemist-hous o sin leyes en estos versos: Llegamos a las tierras de los Cíclopes, soberbios y sin ley, quienes, confiados en los dioses inmortales, no producen con sus manos frutos ni aran, sino que todas las cosas nacen sin sembrar y sin labrar, los trigos, las cebadas y vides, que producen vinos de gruesos racimos y los aumenta la lluvia de Zeus. No tienen plazas de deliberaciones, ni leyes, sino que habitan las cumbres de las elevadas montañas dentro de cuevas excavadas y cada uno legisla sobre sus hijos y esposas y no se preocupan los unos de los otros. Pues el primer tipo de vida que parece contener alguna convivencia cívica lo instituyeron por primera vez los Cíclopes, quienes consultaban con sus hijos y esposas acerca de las cosas provechosas. Hubo quienes dijeron que fue útil fundar ciudades y, una vez que habían reunido a los hombres en un grupo, promulgar leyes y por ello ensalzan con loas admirables a los autores de estos beneficios. Yo, por el contrario, pienso que nada ha ocunido más pernicioso para el género humano, puesto que aquellas comodi­dades, que fueron inventadas con las ciudades, fueron las causas de todos los crímenes. Pues le era suficiente al hombre, para vivir felizmente, el conocimiento y la ley de Dios que impedía que nadie fuera golpeado, mientras que la avaricia, el pillaje, la pereza, la ambición, las guerras, el desprecio de los dioses y en fin todos los crímenes nacieron junto con las comodidades de las ciudades; si todas éstas no se hubieran introducido, ahora

820 Posible confusión entre el Lápita Polifemo y el Ciclope. Cf. Schol. Ap, Rh. I 40. 821 Estas palabras las dice Sileno. 822 Conti atribuye a Onaso el contenido de Schol. Ap. Rh. I 1241, donde no se menciona a ningún autor,

quizás porque en el escolio al v. 1236 si que aparece Onaso (Jac. 41Flb).

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estaríamos dedicados a los cultivos y a la agricultura y viviríamos muy felices sin la avaricia de los príncipes. Se cuenta que Calatea fue amada por Polifemo, tal como dice Teócrito en el Cíclope (XI). Esto sucedió porque Filóxeno de Citera, al haber llegado allí y ver el templo levantado por el Cíclope a Calatea, ignorando el motivo, creyó que Polifemo había estado enamorado de ella y que por ese motivo se había erigido el templo, según escribió Alcimo en el libro III de Los asuntos de Sicilia (Jac. 560F10) y el comentarista de Teócrito (Id. VI inscr. f y 6). Como remedio de este amor Polifemo utilizó la flauta y los cantos de las Musas, tal como atestigua Teócrito (XI). Se dice que Polifemo no sólo estuvo enamorado de Calatea sino que también de ella tuvo a Calato, como testimonió Baquílides [aunque algunos dicen que también fue hijo de Polifemo Celto, del que recibieron su nombre los celtas, e Ilirio, de quien los ilirios, y Heneto, según sostuvieron algunos, de quien después la región del Véneto, y Paflagón, según dice Dércilo en el libro Sobre ios nombres de ciudades y lugares]. Además, recuerdan que Hilas fue amado no por Hércules sino por Polifemo, según dice Sócrates en sus Comentarios a Idoteo (Jac. 310F15=Schol. Ap. Rh. I 1207) y Zenódoto en Lenguas. Se dice que fue obra de los Cíclopes la ciudad de Tirinto, cuyos muros fueron levantados de piedra sin labrar y era tal su tamaño que ni la más pequeña de ellas podía ser cambiada de sitio incluso con un par de muías, según dejó escrito Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 25,8), lo que fue hecho en ayuda de Preto, tal como dice Estrabón en el libro VIII (6,11. C372-3). [Algunos pensaron que también fueron construidos por los Cíclopes los muy fuertes muros de Micenas que los Argivos, tras haber puesto en fuga a los de Micenas, no pudieron demo­ler.] Además Polifemo, el príncipe de los Cíclopes, era un hombre no sólo salvaje y fiero sino también irreflexivo que incluso algunas veces hablaba con el ganado, según atestigua Cicerón en el libro V (39,115) de las Discusiones Tusculanas, pues éste llama feliz al camero porque podría penetrar y alcanzar cuanto quisiera, mientras el Cíclope no es más sabio que aquel camero. Pues ¿podría ser llamado sabio alguno que piense que la felicidad humana está situada en la más vergonzosa pasión? Porque quien se considera feliz en medio del vino y las copas más suntuosas o en medio del uso inmoderado de las comodida­des concedidas por la naturaleza para conservar los cuerpos y es vencido por la embria­guez, casi la más vergonzosa de todos los defectos, ¿no debe ser enumerado entre las bestias más que entre los hombres? ¿Y qué puede decirse o recordarse más deforme si hemos visto el cuerpo tan grande de Polifemo tumbado en la cueva, eructando con el vino pedazos de hombres devorados y el pecho y la barba sucios por el abundante vómito? Y no se aparta mucho de una ebriedad de ese tipo la ignorancia de las leyes, el desprecio de la justicia y de los dioses y toda aquella impiedad que le atribuye Homero (Od. IX 272-8): Así le hablé. Y éste me respondió al punto con cruel corazón: «Eres necio, extranjero, o has venido de lejos, tú que me ordenas temer a los dioses o evitarlos, pues los Cíclopes no se preocupan de Zeus, portador de la égida, ni de los dioses bienaventurados ya que somos mucho más poderosos. Pues yo, temiendo la enemistad de Zeus, no perdonaría ni a ti ni a tus compañeros si mi ánimo me lo ordenase». Y éste, que con ningún tipo de razonamiento ni con ningún respeto a los hombres ni a los dioses se conmueve ni es arrastrado a la justicia, ¿de qué modo no colocará, al igual que una bestia, toda su felicidad en el placer del estómago? Y fue tanta la arrogancia de este Cíclope que, sin tomar en consideración la

823 Galas o Galates, hijo de Polifemo y Calatea y hermano de Celto e Ilirio, aparece en Apiano Ulria 2.

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bondad de Dios ni la benignidad del cielo, pensaba que él obligaba a la tierra a ser fértil, como si el solo cuidado humano bastara para cultivar los campos, pues así se jacta en Eurípides (Cycl. 332-40); La tierra por fuerza, quiera o no quiera, pariendo hierba engorda mis ovejas, que yo no sacrifico a nadie excepto a mí, de ningún modo a los dioses, y a este estómago, la más grande divinidad. Pues beber y comer cada día es el mismo Zeus para los hombres sabios, y no afligirse por nada. Pero a los que establecieron las leyes, diversificando la vida de los hombres, los incito a lamentarse. Pero, no obstante, esta arrogancia tan grande conoció alguna vez la venganza de los dioses. Pues, tras haberse mostrado Polifemo tan inhumano contra los compañeros de Ulises que habían llegado allí y haber devorado a algunos, conoció que era verdad lo que así está escrito por Teognis (143-4); Ninguno de los mortales, Polipaides, que engañaba a un extranjero o a un suplicante, pasó inadvertido a los inmortales. Y, de hecho, aquél que no tenía ni siquiera en la más mínima consideración a Júpiter ni a los dioses, que creía que él gobernaba la tierra, que nunca se preocupaba de la bonanza del cielo, éste fue privado por Ulises, un hombrecillo, del único ojo que tenía, por lo que es conveniente que cedan no sólo a la decisión de los dioses sino también en último término a las fuerzas humanas quienes se elevan con una cierta temeridad por encima de las facultades humanas. Confió a la memo­ria Apolodoro, en el libro I de Sobre los dioses (Bibl. I 1,2 y 2,1), que los Cíclopes, recién nacidos, fueron arrojados al Tártaro y después por obra de Júpiter, pidiéndolo así la Tierra puesto que le había vaticinado la victoria contra su padre, liberados de sus cadenas y vueltos a la luz de nuevo, tras haber dado muerte a Campe, que los custodiaba. Entonces los Cíclopes entregaron a Pintón un casco que si lo tenía alguien no podía ser visto por nadie. A Júpiter, los truenos, relámpagos y rayos con los que hacía temblar a todos los mortales; en lo que respecta a Neptuno, el tridente con el que dominaba todos los mares. Por ello se creyó que desde aquel momento los Cíclopes, y entre éstos sobre todo Brontes, Estéropes y Piracmon, fabricaron los rayos para Júpiter en el monte Etna de Sicilia, según dice Virgilio en el libro VIII (424-32); Trabajan el hierro en la espaciosa gruta los Cíclopes Brontes, Estéropes y Piracmon, desnudos sus miembros. Había un rayo mol­deado por estas manos con una parte ya pulida, los muchos que el padre arroja por todo el cielo a las tierras. Habían añadido tres rayos de granizo, tres de nubes cargadas de agua, tres de fuego rojo y de alado austro. Ahora mezclaban resplandores terribles, ruido, miedo y cólera con voraces llamas en su obra. Así pues, como Esculapio hubiera muerto fulminado por un rayo, Apolo, llevando muy a mal la muerte de su hijo, mató con sus flechas a los siervos y artífices del rayo, según está en Eurípides en Alcestis (3-6) y escribió así Orfeo en los Argonáutica (177-8): A causa de que llevó a la destrucción a los Cíclopes con enfurecidas flechas debido al ultraje de Asclepio.

Y éstas son aquellas cosas que por los antiguos escritores fueron confiadas a la memo­ria mediante fábulas acerca de los Cíclopes. Ahora extraigamos de ellas la verdad. De hecho, todas las ficciones de las fábulas, como hemos dicho más arriba, tienen una base propia de historia, como aquéllas que se han dicho sobre Eolo de por qué gobernó las islas cercanas a Lípari. Así, se dijo que Escila y Caribdis absorbían a los navegantes no sólo por aquellas causas que se han recordado sino también porque en los lugares cercanos habita­ban piratas y ladrones que saqueaban los navios que pasaban por delante. Y recuerdan que los Lestrígones y los Cíclopes fueron unos hombres salvajes y crueles que vivían en los lugares cercanos al Etna y a los Leontinos, y malvados y ladrones y despiadados, además, contra todos los extranjeros, por lo que se contaron estas cosas sobre ellos. Sin embargo,

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puesto que Dios no permite que ningún crimen de los mortales quede sin venganza, para que Polifemo pagara sus culpas durante mucho tiempo de acuerdo con sus maldades y crueldad, Dios no envió a Ulises el consejo de que, cuando pudiera, le diera muerte, pues esto ciertamente habría de ser un suplicio breve, sino que le privara de aquel enorme ojo, el único que tenía. Por otra parte, fue llamado Cíclope por su ojo en círculo. A éste, antes de aquel suplicio, le atribuye el poeta una notable crueldad e impiedad inusual y lo presenta casi enloquecido en el amor, vencido por la embriaguez y propenso especialmente a todos los placeres del cuerpo y absolutamente ignorante, puesto que nadie puede ser malvado y sabio al mismo tiempo. Sin embargo, prefirieron que esta fábula fuera trasladada a las razones físicas otros, que dijeron que los Cíclopes eran los vapores de los que nacen los rayos, relámpagos y truenos. Se dice que éstos ñieron hijos del Ciclo y de la Tierra porque los vapores no pueden elevarse desde la tierra a no ser por el calor celeste ni debilitarse en el aire. Pero, dado que también muchos surgen de las aguas debilitadas, con razón se dijo que el Cíclope Polifemo fue hijo de Europa, o la tieira, y de Neptuno. Le atribuyeron como madre a Estilbe porque su nombre significa resplandeciente. Otros llamaron a su madre Toosa, casi la que corre, porque los vapores ascienden numerosos y rápidos en el momento en que suelen formarse los rayos. Se dice que vivieron en el monte Etna de Sicilia, abundante en fuego, porque no se producen a no ser mediante el calor, puesto que con el frío se condensan y son arrojados del cielo. Se dice que sobre todo tres de éstos, Harpes Brontes y Estéropes, fabricaban los rayos para Júpiter, porque Harpcs arrebata hacia sí los vapores; en lugar de éstos algunos pusieron a Piracmon. [En efecto, Polifemo, según significa su propio nombre, es estrépito abundante; en cambio Piracmon mucho fuego. Pues, si no ha habido gran fuerza de fuego y mucha abundancia de vapores, sin duda se producen relámpagos y truenos pero con toda certeza no pueden producirse o crearse los rayos al faltar alguno de estos siervos.] Por su parte, brontan significa tronar, de donde recibió su nombre Brontes. Estéropes es el relámpago y ese resplandor que precede a los rayos. Puesto que esto se produce en el aire ahededor de los rayos, fue ideada esta fábula por los anfiguos para explicar las cosas que se producen en lo alto. Pues es lo mismo que si dijeran: los vapores, debilitados por la fuerza del calor, es decir del Sol, se elevan desde el agua y la tierra; éstos, cuando se condensan, al desaparecer el calor, se convierten en truenos, relámpagos y rayos, que son expulsados y arrojados hacia abajo por el aire de arriba, que recibe el nombre de Júpiter. Se dice que éstos fueron una vez arrojados al Tártaro por su padre y después vueltos a traer a la luz por Júpiter porque el calor durante el invierno atrae los vapores hacia abajo bajo tierra, dado que la fuerza del frío los encierra. Pero, al volverlos a llamar Júpiter, esto es la templanza del aire, son liberados del Tártaro una vez muerta Campe, o más bien tras haberse licuado el hielo y la corteza de la tierra. Cuentan las fábulas que Polifemo fue vencido por Ulises con un engaño, ya que antes era temible para todos, porque la sabidura de los mortales desentraña los arcanos de la naturaleza, que, antes de ser conocidos, producen la mayor admiración y miedo, tal y como se cuenta que los producían los eclipses antes de la época de Tales, quien fue el primero en poner de manifiesto la naturaleza y la ciencia de los eclipses del Sol y de la Luna y liberó los ánimos de los mortales de un notable temor. Sin embargo, escribió Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 2,1), que, tal como es la locura de los

824 Harpes es la lectura de A del texto de Apolodoro.

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mortales, en honor de los Cíclopes se levantó un altar, ante el cual se hacían sacrificios, y que para ellos fueron instituidos honores divinos. [Por otra parte, se dijo que Apolo mató a los Cíclopes a causa de su hijo porque los vapores se condensan y disuelven por la fuerza del Sol. Pues los Cíclopes son los vapores de los que surgen los rayos, los vientos y las lluvias, así llamados porque se mueven continuamente en círculo, pues o bien suben muy tenues debido a la fuerza del Sol o bien se condensan en lluvias y cíclicamente se convier­ten en los elementos, de los que habla así Lucrecio en el libro III (I 783-6): Y en primer lugar hacen que el fuego se convierta en las brisas del aire; de allí nace la lluvia y se crea la tierra de la lluvia y de nuevo de la tierra se engendran todas las cosas, primero el Itqiiido, después el aire, por último el calor.] Pero suficiente sobre los Cíclopes, ahora hablemos acerca de Licaón.

Cap. 9: Sobre Licaón

Y en verdad Licaón no consiguió un final suficientemente feliz de su vida según su crueldad. Y contaron las fábulas que éste, por su salvajismo, fue metamorfoseado, por la cólera de los dioses inmortales, de una figura humana en la casi más cruel de todas las fieras. Fue Licaón hijo de aquel Pelasgo que [nació de Júpiter y de Níobe y] reinó en Arcadia, quien, tan pronto como empezó a gobernar, enseñó a los hombres, hasta entonces salvajes, a edificar cabanas para alejar las inclemencias del frío y del calor, de las lluvias y los vientos y les mostró cómo hacer túnicas de piel de cerdo. Después los hizo pasar de la utilización de las ramas, hierbas y raíces, de las que se alimentaban algunas veces sin precaución aunque fueran perjudiciales, a las bellotas, mucho más saludables, y sobre todo a las que se cogían de las hayas, por lo que fue dicho por el oráculo lo siguiente sobre los arcadios (Herod. I 66, v. 2): En Arcadia son muchos los hombres que se alimentan de bellotas. Se dice que la madre de Licaón fue Melibea, hija de Océano, según pensó Hesíodo o, según plugo más a otros, de la ninfa Cilene, como escribió Apolodoro en el libro III (8,1). Se dice que Licaón reinó en Arcadia en la misma época que Cécrope sobre los atenienses; se cuenta que Júpiter lo convirtió en lobo porque, tras matar a un niño, hizo libaciones con sangre humana ante el altar de Júpiter Liceo, según dice Pausanias en Los asuntos de Arcadia (VIII 2,3). Este fundó en el monte Liceo la ciudad de Licosura [y en ella un templo] que llamó de Júpiter Liceo e instituyó en su honor unos juegos que recibieron el nombre de Lupercalia. Y se dijo que no sólo Licaón fue convertido en lobo en aquellos sacrificios sino también otros muchos de todas las épocas que siguieron, quienes, sin embargo, no eran metamorfoseados para toda la vida sino que, por último, en el décimo año, si no habían probado entre tanto la carne humana, recuperaban su primitiva figura. Y no es en absoluto admirable que hayan sido confiadas estas cosas a la memoria por los antiguos, puesto que se decía que aquellos hombres primitivos se habían convertido, de acuerdo con los merecimientos de su justicia y piedad, en huéspedes y compañeros de banquete de los dioses, por lo que se ofrecían a los hombres buenos y piadosos segurísimos premios, a los criminales y culpables enormes castigos a consecuencia de la ira de los

825 Conti no ha entendido a Apollod. III 8, 1, donde, tras la opinión de Hesíodo acerca de que Pelasgo era autóctono, dice que de Pelasgo y de Melibea, o de Cilene, fue hijo Licaón, pero atribuye este dato a Hesíodo.

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dioses. Pero, antes de convertirse en lobo, tuvo muchos hijos de su esposa, hija de Atlas, y de algunas otras. Estos son los nombres de ellos: Acaco, Acontes, Egeón, Ancior, Arqué-bates, Alífeno, Amón, Bucolión, Caneto, Carteron, Creton, Cineto, Clitor, Caucon, Elea-tas, Eumon, Evemon, Eumetes, Genetor, Harpálico, Helisón, Hereo, Harpaleo, Hemón, Horo, Hélice, León, Lino, Lieo, Menalo, Mecisto, Macareo, Macedón, Macedno, Man-tino, Opleo, Orcómeno, Peucetio, Polico, Palante, Protoo, Fisio, Faso, Ftío, Fineo, Porteo, Ftino, Platón, Socleo, Estinfalo, Titanas, Tnoco, Tegeno, Trapezeo. Y, aunque Apolodoro (111 8,1) dice que fueron cincuenta, yo, sin embargo, encuentro que fueron muchos más en los distintos escritores, ya que recuerdan que fueron hijas de Licaón también Calisto, de la cual y de Júpiter fue hijo Arcas aunque algunos sostienen que éste fue hijo de Apolo, y Día, de la cual y de Apolo nació Dríope. Hecateo de Mileto, en el libro II de las Genealogías (Jac. lF6bis a), contó un motivo de por qué Licaón y sus hijos fueron convertidos en lobos muy diferente del que después explicó Ovidio (Met. I 163 ss.; II 401 ss.), pues dice así: Pelasgo era hijo de Zeus y de Níobe; era Licaón hijo de éste y de la doncella Melibea y de Cilene, según dicen. Este, después, habiéndose establecido como rey de los arcadios según un oráculo, tuvo de muchas mujeres muchos hijos; y, puesto que él mismo era impío, tuvo también hijos impíos, entre los que estuvieron Menalo, Tesproto, junto con Nictimo, Caucan, Lieo, Ftío, Teléboas, Hemón, Mantinoo, Estinfalo, Clitor, Orcómeno y otros, todos los cuales sobresalieron como impíos y soberbios. Zeus, tomando la apariencia de un jornalero, se presentó ante ellos y ellos, invitándolo a ser su huésped, mataron a un niño del país y, mezclando las entrañas con otros alimentos, las pusieron en la mesa. Zeus, al darse cuenta de esto y sintiendo asco, volcó la mesa, donde está el lugar llamado Trapezeus en Arcadia y la ciudad llamada Trapezus. Y a los hijos de Licaón, por haber sido impíos con un huésped, los transformó en lobos junto con el propio Licaón y los fulminó. Así también Calisto, la hija de Licaón, fue convertida en osa porque, mientras cazaba en compañía de Diana, fue amada por Júpiter, para no ser reconocida; de ésta nació Arcas. [Algunos pensaban que aquél que llevaba en su vientre fue entregado a Mercurio para que lo cuidara y que la madre, convertida en la Osa Mayor para eterno recuerdo contra el desprecio de Juno, brilla entre los astros, y Juno obtuvo tan sólo de su hermano Neptuno que ésta no pudiera bajar a las aguas. Cuentan las fábulas también que Arcas, cuando hubo llegado a la edad adulta, entregó a su pueblo el trigo recibido de Triptólemo y les enseñó a hacer pan y les mostró lo que había aprendido, además, de Adrista, a saber el admirable tejido de los vestidos y todo el trabajo de la lana, del mismo modo que Pelasgo, cuando comenzó a reinar, enseñó a los hombres incultos a construir cabanas para alejar el frío, el calor y las lluvias, y a hacer túnicas de pieles de cerdo y a alimentarse de bellotas, ya que antes se alimentaban sin mayor precaución de cualquier hierba, incluso de las perjudiciales; y las gentes fueron llamadas arcadios por éste, pelas-gos por aquél, y Arcas tuvo tan gran respeto entre los mortales que, tras haber sido sepuhado en el monte Menalo, fue ordenado por el oráculo deifico de Apolo que sus huesos fueran trasladados a Arcadia, según dice Pausanias en Los asuntos de Arcadia (VIII 36,8).] Aunque lo escriba Pausanias en Los asuntos de Arcadia (VIII 3,6-7), estoy asombrado de que diga que Licaón entre tantos varones tuvo solamente una hija, de la que también dice que fue atravesada con muchas flechas por deferencia a Juno, puesto que también fue hija de éste Día, la madre de Dríope, según escribió el mismo Hecateo (Jac. IFóbis b).

Pero, ¿por qué han sido inventadas y confiadas a la memoria estas cosas para que

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lleguen a la posteridad? Porque, a través de aquellas cosas que se inventaban sobre los hombres, querían señalamos de qué modo deben ser refrenadas las emociones de los espíritus, o nos exhortaban a la humanidad, bondad y culto a los dioses, e intentaban por todos los medios,, mediante estas fábulas inventadas sobre los hombres, formar la vida de los hombres con inmejorables costumbres. Así pues, mediante la fábula de Licaón, ya que decían que incluso los mismos dioses alguna vez se acercaban a la hospitalidad de los mortales revistiendo la apariencia de pobres, señalaban que era conveniente hacer uso del humanitarismo hacia todos los huéspedes, porque si pareciera que alguien tenía en poca consideración la presencia de los dioses y no se conmovía con el respeto hacia ellos porque creyera que los dioses no son hostiles contra nadie, a éste lo exhortaban a la honradez con enormes premios y promesas, puesto que los dioses han concedido muchos premios llenos de honor a los anfitriones humanos y benignos, como fue el don de Triptólemo. Pero, por el contrario, hay muchos ejemplos que apartaban de la crueldad y la perfidia contra los huéspedes: lo que ocurre con el banquete de Pélope y con aquellos que, a causa de su crueldad, fueron muy rigurosamente castigados por Hércules y por otros hijos de los dioses. Pues, ¿quién, cuando ve por una parte los enormes suplicios infligidos a los culpables por los dioses, por otra las alabanzas, gloria y premios honoríficos ofrecidos a los hombres buenos, elegiría antes los suplicios y se atrevería a confesar que estaba en su sano juicio? Pero suficiente sobre Licaón, ahora hablemos acerca de Pandíon.

Cap. 10: Sobre Pandíon

Fue Pandíon hijo de aquel Erictonio que, expulsado Anfictíon del reino, gobernó en Atenas, y de Pasitea*^*, ninfa náyade, según escribió Apolodoro en el libro III (14,6) de su Biblioteca. Este, al morir su padre Erictonio, lo sucedió en el reino, en la época en que Ceres y el Padre Líber llegaron al Ática. Se dice que Pandíon fiíe un hombre bueno pero poco afortunado en una sola cosa, a saber en conceder en matrimonio su hija Progne (pues a ella y a Filomela y a los gemelos Erecteo y Butes^ los había tenido de 2^uxipe, hermana de su madre, según dice Apolodoro en el libro III (14,8)), a Tereo, hijo de Marte y de Bistónide, del que se había servido como aliado en la guerra contra Lábdaco sobre las fronteras, hombre realmente valeroso pero impío y casi enloquecido por los placeres. Pues la lujuria de éste finalmente lo empujó a tal desgracia de su propia casa que por último le fue mejor a él mismo ser convertido en abubilla que vivir como hombre, mientras que Progne, Filomela e Itis fueron'metamorfoseados en aves con gran afrenta y deshonor de su familia, según dice Horacio en el libro IV (12,5-7) de sus Poemas: Coloca el nido, llorando lastimeramente a Itis, el ave desgraciada y el eterno deshonor de la mansión cecropia. Por otra parte, hubo muchos Pandíones. Pues dicen que cuando Bóreas tuvo de Orítía a Zetes, Calais y Cleopatra, ésta se casó con Fineo, de la que aquél tuvo a Pleuxipo y Pandíon, aunque algunos sostuvieron que aquéllos fueron llamados Terimbas y Aspondo. Estos, siendo todavía pequeños, después de la muerte de su madre, fueron cegados por Idea, hija de Dárdano, o, según plugo a otros, por Idotea, su madrastra, hermana de Cadmo; sobre ellos escribió Apolodoro en el libro III (15,3). Hubo otro hijo de Cécrope y

826 Conti sigue la lectura de A del texto de Apolodoro.

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de Metiadusa, hija de Eupálamo; pero todos los demás son oscuros, puesto que únicamente el hijo de Erictonio, quien sucedió a su padre en el reino, fue celebrado por los poetas debido a aquella desgracia de su familia. Este tuvo como hijos a Egeo, Lico, Palante y Niso, según dice Estrabón en el libro IX (1,6. C392), quien también, para dar mayor fuerza a este asunto, recitó unos versos procedentes de los Timbaleros (fr. 872 N.) de Sófocles en los que se describe qué lugares distribuyó el padre a cada uno de los hijos para su dominio. Por otra parte, que Egeo, el hijo de Pandíon, sucedió a su padre en el reino fue escrito asi por Fanodemo en el libro V de Los asuntos del Ática (Jac. 32SF5): Egeo, el hijo de Pandíon, al ser rey de Atenas se casó en primer lugar con Meta, hija de Hoples, y después con Calcíope, hija de Rexénor. Así dice Tzetzes, en la historia 142 (459-60) de la VII Quilíada, que aquél tuvo otros hijos varones: El rey de Atenas, Pandíon de nombre, tenía hijos varones y dos hijas. Siendo esto así, me asombro de por qué escribió Pausanias, en Los asuntos del Ática (I 5,4), que Pandíon no había tenido hijos que vengaran las injurias que había recibido del rey de Tracia; pues, si hubiese dicho que los hijos no quisieron vengar las injurias, estaría de acuerdo con él sin ningún inconve­niente. He pensado que debían decirse estas cosas sobre Pandíon, puesto que la fábula de sus hijas se ha explicado con anterioridad, para que, en el caso de que algunas cosas faltaran allí, pudieran ser tomadas de aquí. Y pienso que en las cosas anteriores ha quedado claro por qué se han imaginado. Pero ahora acerca de Erictonio.

Cap. 11: Sobre Erictonio

En verdad se ha dicho anteriormente que Vulcano, tras haber fabricado para Júpiter las armas que utilizó en la guerra contra los Gigantes, obtuvo en pago de su trabajo y cuidado que Júpiter jurara por la laguna Estige que habría de concederle cualquier cosa que pidiera. Y Vulcano solicitó la boda con Minerva, a la que Júpiter había concedido perpetua virgini­dad; ciertamente, no pudo negar esto, pero aconsejó a Minerva, a escondidas, que se resistiera. Así pues, se dice que cuando se acercó a Minerva Vulcano, en medio de la lucha dejó caer el semen que, derramado en tierra, se convirtió en un hombre, por lo que dice Pausanias, en Los asuntos del Ática (I 2,6), que ninguno de los mortales fue el padre de éste sino que, puesto que nació de la tierra y de la lucha de Vulcano, fue llamado así. Que éste fue terrigena y criado entre serpientes lo escribió así Eurípides en Ion (20-6) de este modo: Observando las leyes de los antepasados y de Erictonio, nacido de la tierra. En efecto, la hija de Zeus, preparando como guardianes de éste dos serpientes, lo entregó a las doncellas de Aglauro para que lo cuidaran. Por ello, los Eréctidas tienen allí la costumbre de criar a sus hijos con serpientes de oro en el cuello. Sin embargo, otros sostienen que fue así llamado no por la lucha, que significa eris, sino apo tou erion, es decir de la lana con la que Minerva se limpió el muslo, puesto que se había manchado con el semen de Vulcano arrojado a tierra Después por esto todos los atenienses fueron llamados terrígenas. Y, en efecto, no sólo Erictonio sino también Erecteo fue así llamado,

827 Estrabón no da el título de la obra de Sófocles. 828 Para todo lo referente al nacimiento de Erictonio, véase Ruiz de Elvira, A., Erictonio en Hoineim]e al

Profesor Cayetano de Merselina. Murcia, 1961, pp. 753-768 y Mit. Cías. pp. 109-110.

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pues de este modo lo llamó Homero en el Catálogo (11. 11 546-8): Y los que habitaban Atenas, la ciudad bien construida, el pueblo del magnánimo Erecteo, a quien en otro tiempo crió Atenea, la hija de Zeus, y había dado a luz la fértil tierra. Cuentan las fábulas que las piernas de éste eran semejantes a serpientes, y dicen que él, recién nacido, fue introducido por Minerva en una cesta. Confió esta cesta para su custodia a Aglauro y a sus hermanas Herse y Pándroso y les advirtió que no miraran por curiosidad qué se encerraba dentro. Se dice que, en efecto, Pándroso obedeció la orden de la diosa pero sus otras hermanas, tras quitarle los sellos a la cesta, vieron a Erictonio. Una vez que lo habían visto, hasta tal punto fueron atacadas de repente por la locura que se precipitaron desde un elevadísimo y escarpado lugar de la ciudadela, según dice Pausanias en Los asuntos del Ática (I 18,2). No faltaron quienes dijeron que Erictonio fue hijo de Vulcano y de Atena, la hija de Cránao Dejó escrito Apolodoro, en el libro III (14,6), que después Ericto­nio fue criado por Minerva en su templo y que, cuando llegó a la edad adulta y recibió el reino de Atenas, levantó en la ciudadela una estatua de Minerva nutricia e instituyó también las fiestas de las Panateneas aunque sin embargo no faltan quienes sostienen que éstas fueron instituidas por T e s e o E s t e , tras haberse casado con Pasitea o, según prefirieron otros, con la ninfa Prasitea tuvo como hijo a Pandíon, quien después le sucedió en el reino, y como hijas a Oritía y Procris Por otra parte, Erecteo fue el cuarto que reinó en Atenas, ya que Cécrope fue el primero de todos los mortales que, procedente de Egipto, fundó la ciudad de Atenas y la llamó Atenas del nombre de Palas, la que era llamada Sais entre los egipcios según dice Cares de Mitilene. Cuentan mediante fábu­las que éste fue un hombre de doble figura, puesto que tenía la parte inferior del cuerpo de serpiente y la superior de hombre, lo que algunos piensan que se imaginó debido a su conocimiento de las lenguas egipcia y griega; otros, porque sobresalía en prudencia y en fuerza; otros, porque fue el primero que promulgó en Atenas leyes sobre el matrimonio, ya que nadie conocía a su padre sino sólo a su madre, porque fue costumbre de todos unirse a cualquiera. Por consiguiente, dicen que éste fue de doble figura porque, gracias a él, cada uno conocía a ambos padres. Yo, realmente, tengo una opinión muy diferente de todos éstos, ya que pienso que Erictonio fue considerado en parte serpiente y en parte hombre porque éste conocía correctamente las dos ocasiones, la de la severidad y la de la clemen­cia; pues es propio de un Emperador óptimo y sabio poder discernir el momento adecuado de la humanidad y de la dureza, dado que unos pueblos son gobernados más adecuada­mente con más dureza y miedo, otros con amabilidad. Se dice que este Erictonio inventó la cuadriga para ocultar la fealdad de sus piernas, por lo que escribió así sobre él Virgilio en el libro III (113-4) de las Geórgicas: Erictonio fue el primero que se atrevió a uncir cuatro caballos a un carro. Así pues, después de Cécrope reinó en Atenas Cránao, a quien sucedió

829 Cf. Apollod. III 14, 6. 830 Cf. Apollod. III 14, 6. 831 Cf. Plut. Thes, 24. 832 Cf. Apollod. UI 14, 6. La lectura de A es Praslthcan y en la edición de Aegius se lee; Pasithean,

segiif) se ve en el aparato critico de la ed. de Frazer. 833 La lectura de A de Apollod. III 15, 1 tiene Erichthonioy y fue cambiada por Heyne en Erechtheos. La

corrección llevada a cabo por Heyne responde a que tradicionalmente Oritía y Procris son hijas de Erecteo, el hijo de Pandíon, hijo de Erictonio.

834 Así en Paus. IX 12, 2.

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Anfictíon, al que éste arrojó del reino. Hubo otro Erictonio, del que hace mención Apolo-doro en el libro III (12,2), quien reinó en Troya después de lio, que de su esposa Astío-que, hija del Símois, tuvo a Tros, según dice Homero en el libro XX (230-1) de la Ilíada.

Y todas estas cosas se han dicho a manera de fábulas sobre Erictonio. Nos permiten ser más breves en este lugar aquellas cosas que fueron explicadas con anterioridad cuando hablábamos sobre Vulcano, donde quedó claro por qué se dice que Erictonio nació de la Tierra y de Vulcano, y qué era Minerva, que había obtenido la perpetua virginidad. En efecto, ésta es la parte más pura del éter, nacida de la cabeza de Júpiter, de la que no nace animal alguno; en cambio Vulcano es el fuego impuro de la materia, o más bien el calor, que favorece la procreación y al caer a tierra hace nacer múltiples animales, por lo que se dice que Erictonio, hijo de éste y de la tierra, tuvo una figura tan dispar. Y dijeron que les fue introducida la locura a las hermanas de Pándroso porque no obedecieron las adverten­cias de la diosa, con lo que se ponía de relieve que no conviene ser curiosos en contra de las órdenes de los dioses, dado que a muchos mortales esto les ha sido muy a menudo causa de desgracias, que muchos, por ser conocedores de las decisiones secretas [de los hombres y mucho más de los dioses] han sido quitados de en medio ocultamente mediante asechanzas. Pero ahora digamos unas pocas cosas acerca de Aquiles.

Cap. 12: Sobre Aquiles

En su lugar han sido explicadas casi todas las cosas que se refieren a la boda de Tetis y que ella, casada con Peleo, además de otros hijos tuvo también a Aquiles para él. Pero, como Tetis ocultara durante la noche en el fuego a sus hijos para así librarlos de la parte mortal que aquéllos tenían, murieron todos los demás hijos; sin embargo, se dice que Aquiles, ungido con ambrosía durante el día y ocultado durante la noche bajo el fuego, resistió durante algún tiempo hasta que ella, sorprendida por Peleo, encolerizada se unió de nuevo al grupo de las Nereidas. [Así tocó este asunto Apolonio en el libro IV (868-79) de los Argonáutica: Irritada a causa del noble Aquiles, todavía un niño; pues entonces ella, siempre en la oscuridad de la noche, sumergía sus carnes mortales en medio de una llamarada de fuego, y de día de nuevo untaba con ambrosía su tierno cuerpo, para que fuera inmortal y apartar de la piel de aquél la vejez funesta. Pero él, saltando del lecho, vio a su hijo agitándose en medio de la llamarada y, al verlo, lanzó un grito terrible, el gran necio; ella, al oírlo, dejó caer al suelo al niño lloroso y, semejante en su cuerpo a un soplo o a un sueño, se fue rápidamente fuera de la casa y se arrojó al mar irritada.] Así pues Aquiles, salvado del fuego, fue llamado en primer lugar Pirísoo y sin embargo, por habérsele quemado el labio que, al lamerlo el niño, no había sido ungido con ambrosía, fue llamado después Aquiles. Otros dicen que los niños solían ser arrojados por aquélla a un caldero de agua hirviente para probar si habían nacido mortales. Sin embargo Dorion y Dionisio de Calcidia (FHG, Müller, p. 394, fi-. 6=Schol. Ap. Rh. I 558) sostuvieron que Tetis no fue hija de Nereo sino de Quirón. Por el contrario Daímaco de Alejandría, en el libro II de los Regresos opinó que Aquiles fue hijo de la ninfa Caloe. Fue escrito por

835 Daímaco (Jac. 65F2 = Schol. Ap. Rh. I 558) dice que Aquiles es hijo de Filomela, la hija de Actor, peto no lo que Conti le atribuye.

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Apolodoro, en el libro III (13,6), que Aquiles, recogido por Peleo, fue llevado ante Quirón y éste lo crió con mucho cariño y lo alimentó con entrañas de leones y médulas de jabalíes y de osos, sin conocer la leche, según está en estos versos de Euforión (62 v. Gr .=Col l . Alex., Powell, 57 = Et. M. Achilleus): Se dirigió a Fría sin haber comido en modo alguno forraje. A causa de esto los Mirmidones le dieron el nombre de Aquiles Por otra parte, que Aquiles fue criado por Quirón, el más justo de los Centauros, lo testimonia así la Ingenia en Aulide (924-7) de Eurípides: Hay ocasiones en que es dulce no pensar dema­siado; en cambio, hay momentos en que es útil conservar la razón. Yo, criado por Quirón, el hombre más sabio, aprendía a tener costumbres sencillas. Se cuenta que Aquiles fue instruido por su abuelo Quirón, de quien, además del arte de pulsar la cítara y el uso de las hierbas, la habilidad para cazar y arrojar la jabalina y el arte de la medicina, aprendió las leyes de la justicia y de la prudencia [según contó Estáfilo, en el libro III de Los asuntos de Tesalia (Jac. 269F4=Schol. Ap. Rh. IV 816)]. Cuando hubo cumplido éste los nueve años de edad y hubo anunciado el adivino Calcante que Troya no podía ser tomada sin Aquiles, al obtener de su madre la respuesta de que él habría de morir en aquella guerra que se llevaba a cabo contra los troyanos, vestido con ropas de doncella se escondió entre las hijas de Licomedes en Escitos, que es una de las islas Cicladas, para ocultarse a los jefes de los griegos, que estaban a punto de iniciar la expedición hacia Troya. Y, seducida en secreto por él una de aquellas jóvenes llamada Deidamía, le dio como hijo a Pirro. Sin embargo éste, reconocido por Ulises entre las muchachas, no pudo evitar el esfuerzo y el peligro de aquella expedición. [Se dice que Tetis, conocida la situación apremiante de sU hijo, se dirigió a Vulcano a fin de que fabricase para Aquiles unas armas invencibles y que no pudieran ser atravesadas por ninguna fuerza humana, según fue contado por Filarco en Los astutos de fábula (Jac. 81F81=Schol. Pind. Nem. IV 81). Vulcano las hizo pero dijo que no habría de entregárselas antes de haberse unido a ella. Se dice que Tetis estuvo de acuerdo con su deseo pero que aquello no debía llevarse a efecto antes de que ella comprobara si las armas eran adecuadas para Aquiles; se dice que, tras haber recibido las armas según el acuerdo y revestida con ellas, huyó y burló así al cojo Vulcano.] Pero, como se les hubiese dado a los griegos la respuesta de que, de todos los griegos, habría de ser el primero en morir quien saltara el primero de la nave a la costa de Troya, Protesilao desembarcó el primero, por lo que fue matado el primero de todos por Héctor. Al conocer Aquiles esto, saltó el último de todos de su nave a la costa y, como lo hizo con gran ímpetu y golpeó fuertemente la tierra con sus pies, empezó a manar agua de la tierra y nació allí una fuente, según puso de relieve Antímaco (fi-. 59 Kinkel=Schol. Lyc. 246) en estos versos: Rápidamente, separándose de la negra tierra hacia arriba, el Pelida se lanzó lejos como un ágil halcón y delante de sus pies surgió una fuente que siempre fluye. Así pues, éste después de muchas ilustres hazañas ante Troya, que Homero reseñó, cautivado por el amor de Políxena, hija de Príamo, hizo saber a Príamo a través de mensajeros que él lucharía en defensa de Troya si se le concedía la joven. Entonces Príamo prometió que se la concedería; y, al haberse reunido éstos por este motivo en el templo de Apolo Timbreo, Paris con ocuhas emboscadas lo atravesó con una fiecha, por lo que así concluyó el último día de su vida por un engaño. Su cuerpo no fue entregado a los griegos antes de haber

836 Bocc. G.D. XII 52, siguiendo el testimonio de Leonzio Pilato, habla también de la etimología de Aquiles en este sentido: Se llamó Aquiles, de a, que es sin, y chllos, alimento, como nutrido sin alimento, lo que nos lleva a inferir que Leonzio al explicar el nombre de Aquiles estaba reproduciendo las palabras de Euforión.

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recibido los mismos presentes que habían sido entregados para recuperar a Héctor [esto es, tanto oro como era el peso del cadáver de Héctor]. Se dice que a consecuencia de la muerte de este brillante héroe lloraron las Musas y todas las Ninfas, lo que señaló así Licofrón en Alejandra (271-9): Y de nuevo, derramando en pago igual el metal brillante del Pactólo en los pesos, llenará el cratero de Baco, siendo llorado por las Ninfas, que aman la transparencia del Beflro y la atalaya de Libetras en la parte superior de Pimplea. El vendedor de cadáveres que, temiendo de antemano la muerte, se atreverá a poner alrede­dor de su cuerpo un vestido femenino, a manejar la lanzadera en el telar golpeándolo y a lanzar el pie a la tierra de los extranjeros el último.

[Una isla del Borístenes fue llamada Aquilea porque Aquiles fue sepultado allí, por el que también fue descubierta el miriófílo que también llamaron aquileo.] Así pues, recuer­dan que los huesos de Aquiles y Autólico fueron guardados en una vasija de oro que regaló Baco a Tetis cuando escapaba del ataque de Licurgo [Contaron, además, los antiguos mediante fábulas que Medea se casó con Aquiles cuando bajó aquél a los Campos Elisios después de la muerte, según confió a la memoria Ibico (PMG 29l=Schol . Ap. Rh. IV 814). Se dice que Aquiles fue criado por Quirón, un semihombre, porque la razón y la fuerza concierne por igual al príncipe.] También se dice que éste fue llorado por las Musas porque su cortejo fúnebre contó con instrumentos musicales pero, como el mar en aquella época se había hinchado mucho a consecuencia de los vientos y se oía desde lejos el ruido de las olas, según dice Isacio (Schol. Lyc. 275), se dio lugar a la fábula de que las ninfas lamentaron con dolor su muerte. Pues no es propio de una mente en su sano juicio creer que aquellas cosas sucedieron a causa de Aquiles, dado que los elementos no se preocupan en absoluto de la muerte o del nacimiento de cada uno de nosotros. Se dice que se ocultó entre las hijas de Licomedes vestido con trajes de mujer porque, tras haber tomado en matrimonio a Deidamía, la hija de este rey, hasta tal punto se deleitaba con la nueva boda que estaba la mayor parte del tiempo con su esposa dentro de las paredes de Licomedes y se ocultaban en la habitación. Este mismo héroe, puesto que era el más valiente de todos los griegos, no pudo ser vencido ni siquiera por los más valientes enemigos hasta que, presa del deseo y la pasión de su placer, fue herido por el débil París, casi el más cobarde de todos los troyanos. Por consiguiente, los antiguos quisieron poner de manifiesto mediante estas cosas que por encima de todo los hombres valerosos han de temer los halagos de los placeres, que son muy rigurosos para todos y en último término perniciosos y contrarios. Pero ahora hablemos acerca de Ganimedes.

Cap. 13: Sobre Ganimedes

Se dice que Ganimedes, que fue raptado por el águila y llevado al cielo ante Júpiter para que le sirviera la bebida en lugar de Hebe, fue hijo de Tros, rey de los troyanos. Como fuera de una belleza notable y casi inusual, a causa de ella fue considerado digno de ser raptado, no para placer como creyeron la mayoria, sino para servir las copas a Júpiter, según escribió Homero en el libro XX (231-5) de la Ilíada: Por su parte Tros tuvo tres hijos perfectos: lio, Asáraco y Ganimedes, semejante a un dios, que fue el más hermoso de

837 Cf. Schol. Lyc. 237.

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los hombres mortales. Y a éste lo raptaron los dioses para servir el vino a Zeus a causa de su belleza, a fin de que estuviera con los inmortales. Pero Apolonio de Rodas, en el libro III (114-6) de los Argonáutica, parece escribir que Ganimedes fue raptado por su belleza no para que fuera el coperò de Júpiter sino para que disfrutara del trato de los dioses, puesto que dice: Y lo encontró lejos, en el florido jardín de Zeus no solo sino con Ganimedes, aquél al que en otro tiempo Zeus estableció en el cielo como huésped de los inmortales. Por otra parte, fue raptado en Harpagia, lugar que estuvo en los confines del territorio de Priapo y de Cízico y que por este asunto recibió su nombre, según dice Estrabón en el libro XIII (1,11. C587). Otros dicen que esto sucedió cerca del promontorio Dardanio, lo que Virgilio recuerda que se llevó a cabo en el monte Ida en el libro III (V 252-5) de la Eneida: Y, bordado, el regio muchacho en el frondoso Ida cansa impe­tuoso y en actitud jadeante a los ciervos veloces con su jabalina y su carrera, a quien el ave escudera de Júpiter desde el Ida raptó hacia lo alto con sus curvas garras. En cuanto al águila, se cuenta que, habida cuenta de que había dado un augurio favorable a Júpiter en la guerra contra los Titanes y había suministrado sus armas al que luchaba, fue conside­rada el ave de Júpiter y le fue dado el gobierno sobre las demás aves, como escribe así Horacio en el libro IV (4,1-4) de los Poemas, porque había demostrado especialmente su particular diligencia en el rapto de Ganimedes: Como el ave servidora del rayo, a quien el rey de los dioses, Júpiter, conocedor de su fidelidad en el caso del rubio Ganimedes, concedió el reino sobre las errantes aves. [Otros contaron que Júpiter, metamorfoseado en águila, volvió junto al propio Ganimedes y lo trasladó al cielo, según se deduce de estos versos (Anth. Gr. V 65,1-2): Zeus en forma de águila llegó junto a Ganimedes, semejante a un dios; como cisne, junto a la rubia madre de Helena.] Hubo quienes contaron que Ganimedes no fue raptado ni por Júpiter ni por un águila ni por los dioses, sino por Minos para tener relaciones con él, y entre éstos estuvo Equemenes de Chipre (Jac. 459Fl=Ath . XIII 601 e-f). Estas son las cosas que sobre Ganimedes fueron dichas a manera de fábula por los antiguos; es claro para todos que son sin duda falsas. Otros, en cambio, entre los que estuvo Jenofonte, según escribió en el Banquete (VIH 30), sostuvieron que Ganimedes fue llamado al cielo a causa más bien de su hermosura de ánimo y prudencia que por la belleza de su cuerpo, pues éstos pensaron que fue llamado Ganimedes no de ganymai, que significa participar en banquetes y ser feliz, sino más bien de las siguientes palabras reunidas en una para expresar la importancia de la prudencia y la reflexión: agan, ny y médos. Pues aquéllas significan intención y aumento, la última reflexión. Con todo, que se contiene algo divino bajo esta fábula lo dice así Cicerón en el libro I (26,65) de las Discusiones Tusculanas: Ni escucho a Homero (II. XX 232-5), quien dice que Ganimedes fue raptado por tos dioses a causa de su hermosura para que escanciara la bebida de Júpiter; no es una causa justa de por qué se hacía una injuria tan grande contra Laome­donte. Homero creaba estas ficciones y aplicaba a los dioses las cosas humanas. Algunos contaron que esta fábula fue inventada para consuelo de los parientes del propio Ganime­des, puesto que éste había sido raptado a escondidas mientras cazaba, y se les convenció finalmente de que Ganimedes había sido incluido entre lOs astros en aquel signo que se llama Acuario. Yo, realmente, pienso de manera muy distinta y no creo que las cosas humanas hayan de ser trasladadas a nosotros, como deseaba Cicerón, sino que más bien conviene que las cosas humanas se acerquen de manera úril a la naturaleza de los dioses. Pues, ¿qué otras cosas demostraban los sabios mediante esta fábula que el que un hombre sabio es amado por Dios y que él solo se acerca mucho a la naturaleza divina? En efecto,

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Ganimedes es el alma de los hombres, a la que, según hemos dicho. Dios lleva junto a sí debido a su notable prudencia, puesto que los necios no son útiles para sí y mucho menos para los demás. Pero, realmente, el alma más hermosa es la que no está en absoluto contaminada con las suciedades humanas y con las acciones vergonzosas del cuerpo, a la que Dios, amante, atrae hacia sí. [Pues, dado que entre los mortales no hay nada que se acerque más a la naturaleza del mismo Dios que la sabiduría, lo que los antiguos señalaban a través de Ganimedes raptado al cielo, no puedo dejar de desaprobar en gran manera la necedad de algunos que interpretaron por esta fábula algunas obscenidades que no deben ser atribuidas ni siquiera a los brutos sin vergüenza; es decir, que Ganimedes fue raptado para corromperlo, como si les fuera necesario a los humanos algún acicate para vicio tan infame y deshoiu-oso. Pero, no obstante, a los más sabios les pareció que estas cosas eran de otro modo y fueron llevados a una interpretación más honesta y transmitidas como ejemplo de virtud a la posteridad. Pues, ¿qué otra cosa es servir las copas a Júpiter que deleitar a Dios admirablemente con los deberes de la sabiduría, que proceden del alma de los hombres sabios? La bondad divina siempre tiene sed, esto es, desea de modo admirable que nosotros seamos sabios. Cuando seamos tales, llegaremos muy cerca de su naturaleza con la caridad y la inocencia, administraremos dulcísimas copas de néctar al Altísimo Dios, y realmente nada puede acontecer más alegre para el hombre que la propia sabiduría, porque al vivir con ella nos convertiremos casi en dioses y nos elevaremos desde la sordidez de los cuerpos moríales hasta los lugares celestes, por lo que brillantemente se tienen aquellos versos de Ptolomeo (Anth. Gr. IX 577): Yo sé que soy mortal y efímero, pero cuando investigo las frecuentes espirales en círculo de los astros yo no toco la tierra con los pies sino que Junto al propio Zeus me sacio de ambrosía, alimento de los dioses. Le atribuyeron a éste tan gran belleza de cuerpo no sólo porque el hombre sabio carece de las suciedades del espíritu sino también porque, según dice Platón, es tan grande la belleza de la sabiduría que, si pudiera verse con los ojos, provocaría sorprendentes amores hacia ella en los ánimos de los hombres. Se dice que fue arrebatado por el águila hacia el cielo a causa de la perspicacia, y por el propio Júpiter como águila porque Dios es el que ayuda a ser sabios.] Por consiguiente, al decir los poetas que la divina bondad arrastra hacia sí a los hombres buenos, prudentes e intachables, idearon la fábula sobre Ganimedes; por tanto, nos trasladaron a nosotros junto a las cosas divinas con mayor utilidad que si hubiesen bajado las divinas hasta nosotros. Y bastante sobre Ganimedes. Ahora hablemos acerca de Harmonía.

Cap. 14: Sobre Harmonía y Cadmo

En verdad, no es pequeña la duda sobre de quiénes nació Harmonía; ciertamente. Diodoro, en el libro V (48,2), dice que ella fue hija de Electra y de Júpiter. Pero Hesíodo, en la Teogonia (933-7), recuerda que ella nació del adulterio de Marte y de Venus en estos versos: A su vez Citerea, para Ares, el perforador de escudos, dio a luz a los temibles Fobo y Dima, que agitan las compactas falanges de los hombres en ¡a guerra sangrienta junto con Ares, destructor de ciudades; y a Harmonía, a quien hizo su esposa el magná­nimo Cadmo. En efecto, cuando ésta hubo llegado a la edad aduha, fue entregada en matrimonio por Júpiter a Cadmo, rey de Tebas, varón sin duda famoso y brillante por las muchas dificultades que superó, de quien me complace reunk estas pocas cosas de las mu-

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chas que acerca de él se recuerdan. [Dicen que a su esposa le entregaron regalos los dioses con motivo de la boda, ya que Ceres le regaló el fruto del trigo, Mercurio la lira. Palas un collar, un peplo y flautas, Electra los sagrados címbalos y timbales de la Magna Madre, bodas en las que cantó Apolo acompañándose de la cítara, soplaron las Musas las flautas y los restantes dioses concedieron sus propios regalos.] Este, después de que Júpiter raptara a su hermana Europa, de la que, una vez llevada a Creta, tuvo a Sarpedón, Minos y Radamantis, recibió de Agénor, su padre, la orden de buscar a su hermana y no volver a su casa hasta que la llevara consigo. Y, puesto que había recorrido muchas regiones y no la hubo encontrado, tras la muerte de su madre Telefasa se dirigió a Delfos para preguntar al oráculo sobre Eim^pa. Recibió como respuesta que no tenía que preguntar más acerca de Eiut>pa, sino que convenía que fundara una ciudad en el lugar donde se tumbara en tierra, agotada, la vaca que hubiese tenido como guía del cammo. En efecto, cuando recorría el camino a lo largo del territorio de los focenses, le salió al encuentro una vaca del rebaño de Pelagonte que, atravesando Beocia, se tumbó en tierra en el lugar en que fue fundada Tebas. Entonces, al disponerse a sacrificar la vaca a Palas, envió a sus compañeros a por agua a la fuente Dirce; pero, como allí guardaba la fuente un dragón hijo de Marte, mató a Serifo y Daileonte, amigos de Cadmo; en ese momento el propio Cadmo, dirigiéndose a la fuente, mató al dragón. [Cuentan algunos mediante fábulas, entre los que estuvo Arquelao en el libro IX de Sobre los ríos, que Cadmo, después de matar el dragón, encontró envenenada el agua por el veneno de la serpiente a causa de su temor, por lo que recorrió la región hasta encontrar una fuente. Una vez que hubo llegado a la gruta Corcirea, se dice que, por decisión de Palas, sucedió que hundió el pie en el barro, de donde nació un río que, tras haber sacrificado la vaca, llamaron Pie de Cadmo. ] Pero Cadmo fue obligado a sembrar los dientes arrancados de éste, lo que hizo por consejo de Minerva, de los cuales nacieron hombres armados, quienes estaban dispuestos a luchar con él en defensa de su padre, pero Cadmo, ánx)jando entre ellos una piedra que había recibido de Minerva, apartó de sí toda la lucha, que entonces se originó entre ellos y todos se mataron recípro­camente con muchas heridas de las armas con las que habían nacido. Por este motivo, Cadmo fue obligado a servir como mercenario durante un año a Marie, año que en aquella época constaba de ocho años de los nuestros. Después de este tiempo, cuentan las fábulas que Minerva preparó brillantemente con mucho ornato el palacio de Cadmo, al que también Júpiter concedió en matrimonio a Harmonía, la hija de Marte y de Venus, y se dice que a estas bodas acudieron todos los dioses abandonando el cielo; se cuenta que en esa ocasión, entre otros importantes regalos de los dioses, le fue entregado a la novia por Cadmo un peplo y un collar de admirable belleza que fue obra de Vulcano. Cadmo tuvo de ella después a Ino, Sémele, Agave, Autónoe y Polidoro. Además, dejó escrito Ferecides (Jac. 3F15c=Schol. Ap. Rh. II 990) que las Amazonas fueron hijas de Harmonía y de Marte, según testimonia también Apolonio en el libro II (987-91) de los Argonáutica: Pues no son especialmente amables las Amazonas, ni habitan la llanura Deantia con respeto a las leyes, sino que la lamentable soberbia y las acciones de Ares son su preocupación; pues son de la estirpe de Ares y de la ninfa Harmonía, que las crió para Ares como doncellas amantes de la guerra. Cadmo, después de muchas desgracias de sus hijas y nietos, cedió el reino a Penteo, hijo de Agave y de Equíon, y abandonando Tebas, emigró junto con su esposa Harmonía hasta los enqueleos. Puesto que éstos se veían hostigados con una guerra por parte de los ilirios, obtuvieron del oráculo la respuesta de que la victoria estaría en sus manos si tenían como jefes a Cadmo y Harmonía, pues Cadmo y Harmonía habitaban las

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riberas de Drilón, que separa a los ilirios de los libumos, según escribió en estos términos Metrodoro en su comentario Sobre la costumbre Pues el Drilón y el Narón son ríos de Iliria que dividen los territorios de los ilirios y los liburnos. AUí también vivieron Cadmo y Harmonía, los que se metamorfosearon en serpientes. Y éstos, siguiendo la autoridad del oráculo, eligen a aquéllos como guías de su expedición contra los ilirios. Por consiguiente Cadmo, en posesión del reino de los ilirios, vivió felizmente durante algún tiempo, y se dice que poco después, convertidos él mismo y su esposa en serpientes, [en la ciudad de Iliria de nombre Enclea,] fueron enviados por Júpiter a los campos Elisios. E>e esta metamorfosis que tuvo lugar en Iliria hace mención así Dionisio en el libro Sobre la situación del mundo (387-93): Conduciendo una inmensa máquina de arrastre da vtteltas alrededor de la península de Iliria hasta Cotona y los escarpados montes que llaman Ceraunios; y en este golfo podrías ver la famosa tumba que la fama cuenta que es de Harmonía y Cadmo, pues allí se metamorfosearon en retorcidos cuerpos de serpiente cuando, procedentes del Ismeno, llegaron a una vejez abundante en recursos. Así Nican­dro en los Theriaca (607-9): La planta Iris, que crió el Drilón y las riberas del Narón, base del sidonio Cadmo y de Harmonía, donde, como dos horrendas serpientes, pisan el campo.

Y todas estas cosas han sido dichas a manera de fábula sobre Cadmo y Harmonía. La mayor parte de estas hazañas ha de ser trasladada a la historia, pues Europa no fue llevada a Cieta por un toro sino que, raptándola los cretenses, la llevaron desde Fenicia a su patria en un navio. Pero, como al frente de esta nave estuviera un cierto Tauro de Cnosos, quien [la raptó] de la ciudad Sarapio de Fenicia, que estuvo situada entre Tiro y Sidón, se dio lugar a la fábula de que fue raptada y llevada por un toro a Creta, según escribió Equeme­nes en Los asuntos de Creta. Dijeron que en realidad era una fábula el hecho de que matara al dragón junto a la fuente Dirce Cadmo, enviado a buscar a Europa, pero [dicen] que fue muerto por el propio Cadmo un ladrón que acechaba en aqueUos lugares a los extranjeros y ya había matado a algunos de los compañeros de Cadmo. Se dice que sembró los dientes de este dragón porque al morir su jefe, se dispersaron los seguidores y compa­ñeros de aquel ladrón. Y nada de esto se hizo sin el consejo de Minerva, pues es necesaria en todas las cosas, pero especialmente en las militares, la prudencia del hombre y el auxilio del óptimo Dios. Por otra parte, que arrojó una piedra entre los hombres que nacieron armados, por lo que se originó una guerta entre ellos, significa las futuras luchas de los tebanos tras la edificación de las murallas de Tebas, pues el gobierno de esta ciudad suscitó después una guerra entre los tebanos [además de que pequeñas injurias suelen provocar algunas veces grandes incendios de guerras]. Se llamó a Harmonía hija de Venus y de Marte porque el poder de la música no sólo endereza los ánimos caídos y oprimidos por la gran cantidad de calamidades y desgracias humanas y los baña de una cierta dulzura, sino que también inflama los ánimos viriles a la guerra, puesto que muchos pueblos antes de la guerra utilizaban la música, y también ahora hay una utilización de los instrumentos musicales con los que los soldados son animados al combate. Este fue el motivo de por qné se dijo que Harmonía nació de estos padres. Quienes la consideraron hija de Electra y de Júpiter, pensaron que Harmonía era aquello que pensaron los Pitagóricos que se producía en los movimientos de las esferas y de los cuerpos celestes. Y, en lo que respecta a las

838 Conti cita, casi textualmente, Schol. Nie. Ther. 607.

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costumbres, los antiguos ponían de relieve que, mientras estamos en esta vida muy desgra­ciada y llena de todo tipo de fatigas y de molestias, conviene hacer uso de fortaleza y de prudencia, porque está determinado el fin de todas las acciones humanas y Dios nunca suele faltar a los hombres buenos y fuertes, ya que Júpiter envió al anciano Cadmo y a Harmonía, después de todas sus vicisitudes, a los Campos Elisios. Pero ahora hablemos acerca de Midas.

Cap. 15: Sobre Midas

Midas, el rey de Frigia, fue hijo de Gordias y fue el más rico de todos los reyes de su época. Cuentan las fábulas que en una ocasión fue conducido a su presencia Sileno, el compañero de Baco, cautivo gracias a su borrachera, pues no había podido viajar a la par de Baco, y lo trató de modo muy humanitario. Entonces Baco, que había vuelto en su busca, una vez conocidas de los habitantes de esa región la generosidad y la bondad de Midas, se dirige también él como huésped hasta Midas y, acogido benévolamente por él, le propuso que pidiera cualquier cosa que deseara, porque al punto habría de conseguir su deseo. Y Midas, con la locura que excita los ánimos de los mortales, pensando que la mayor felicidad consiste en poseer muchas cosas, pidió que cualquier cosa que tocara al momento se convirtiera en oro, fábula que contó Ovidio en el libro XI (85-194). Como después incluso los alimentos que comía, al tocarlos, se convertían al punto en oro, lo dominó el arrepenfimiento de su petición; y, si el dios no hubiese sido benévolo con él quitándole estas molestias, necesariamente hubiese muerto de inanición. En efecto, suplicó al mismo dios, cuando hubo pagado suficientemente el castigo adecuado a su estupidez y temeridad, que lo liberase de este regalo. [Dicen algunos que por esta causa murió de hambre, y otros dicen, en cambio que] entonces Baco respondió que habría de conseguir aquello si se lavaba en el río Pactólo, por lo que, tras haberse lavado allí, fue liberado de esta molestia y el río desde aquel momento comenzó a fiuir con arenas de oro, lo que atestigua así Ovidio (XI 142-7): El rey penetró en el agua que se le había aconsejado; el áureo poder tiñó el río y del cuerpo del hombre se trasladó a la corriente. Todavía ahora, tras haber recibido la semilla del ya antiguo filón, los labrantíos están rígidos por el oro palideciendo en los húmedos terrones. El, odiando las riquezas, habitaba los bosques y los campos y rendía culto a Pan, que vive siempre en las cuevas montaraces. Así pues. Midas, liberado de aquella enfermedad, tras haberse dirigido al campo y al habitar los bosques casi siempre alejados de la presencia del hombre, fue elegido como juez, junto con el monte Tmolo, entre Febo y Pan, dios de los pastores, que rivalizaban en el arte de la música. Tmolo, en su juicio, dio como vencedor a Febo, pero Midas a Pan. Por este motivo Febo, indignado, proporcionó a Midas unas orejas de asno, para que éste no fuera capaz de juzgar sobre el arte de la música, ya que como hombre ignorante no era capaz en absoluto de emitir un juicio y, sin embargo, no había rechazado juzgar. Esto lo explica así Ovidio (XI 171-9): Tmolo ordena a Pan someter sus cañas a la cítara. Y a todos agrada el juicio y el dictamen del sagrado monte. Sin embargo, es censurado y llamado injusto únicamente por la palabra de Midas. Y el Delio no soporta que las torpes orejas conserven una forma humana, sino que las alarga hacia el aire y las llena de blanquecino vello y las hace inestables en su base y les da la capacidad de moverse; el resto es de hombre; es condenado sólo en una parte y es revestido con las orejas de un asno que camina

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lentamente. Pero Midas las ocultaba tan sabiamente que nadie, a excepción de su pelu­quero, conocía el hecho. Pero, como el peluquero no pudiera callarlo, hizo un hoyo en la tierra y, penetrando en el foso, murmuró en voz muy baja así: El rey Midas tiene orejas de asno. Entonces, tras rellenar de nuevo el hoyo de tierra, se alejó; y cuentan en fábulas que después nacieron allí unas cañas que, emitiendo un sonido, murmuraban así: El rey Midas tiene orejas de asno.

Y todas estas cosas fueron confiadas por los antiguos a manera de fábulas acerca de Midas. Yo, realmente, creería que Midas fue el más avaro y más rico de todos los hombres de su época, quien, para acumular mucho dinero, incluso gozaba con la mayor parquedad de los alimentos y vendía casi todas las cosas necesarias para su alimento y las convertía en oro. Y como realmente era rudo en otras cosas y su criterio no se diferenciaba del de las bestias, contaron las fábulas que aquél tuvo orejas de asno. Otros piensan, por el contrario, que esto fue inventado porque oía muy agudamente, ya que el asno tiene el sentido del oído más agudo que casi todos los animales. Otros pensaron que se inventó esto porque tenía muchos exploradores. [Otros dicen que fue el más imprudente y arrogante de todos los príncipes de su época, quien, como se cuidara poco de las injurias que se le dirigían y tuviera muy mala fama entre los griegos debido a la mala administración y rebuscadísima avaricia, ya que para él el dinero o la pasión era el juez de todas las disputas, se dijo que tenía orejas de asno pues se imaginaba que solamente el oro estaba por encima de todas las cosas.] Dicen otros, entre los que estuvo Calístenes en su Navegación (Jac. 124F7bis) y Hecateo, en Sobre los Hiperbóreos (Jac. 264F20), que hubo en Frigia dos colinas, que tenían el nombre de orejas de asno sobre las que se fundaron cindadelas muy fortificadas, desde las que muchos ladrones atacaban a los caminantes y a los extranjeros. Como Midas hubiese tomado las armas contra estos lugares y se hubiese apoderado por la fuerza de las cindadelas, tras haber matado a los ladrones de esos lugares, se dijo a manera de fábula que tenía orejas de asno. Otros sostuvieron que él fue metamorfoseado en asno por haber engañado al Padre Líber; pero, aunque recuperó la forma primitiva, no pudo liberarse de las orejas. Otros prefirieron que le fueron añadidas orejas por aquel dios enfurecido, a causa de haber maltratado a los asnos y muías de Dioniso. Otros pensaron que le fueron concedidas por el dios a Midas las orejas de asno porque todos los arrogantes están condenados a la ignorancia, pues quien piensa que él sabe todas las cosas, incluso las que ignora, éste se hace poco adecuado para la sabiduría. Porque, si alguien presta atención con cuidado a estas cosas, al punto se dará cuenta de que los antiguos, mediante éstas, solían exhortar a los hombres a la humanidad y generosidad, puesto que Dios ha mostrado que la benevolencia para con los huéspedes le es muy agradable. Estos mismos nos hicieron desisth- de pedir determinadas cosas a Dios, pues la mayoría de las veces reclamamos cosas perniciosas, por lo que debe ser pedido a Dios lo que nos convenga y debe ser confiada a El la opción de las demás cosas. Después enseñaron que convenía medir las fuerzas de cada uno y no deben ser juzgadas aquellas cosas que no conocemos correctamente, puesto que los juicios temerarios provocan la venganza de Dios contra ellos. Pues quien, por ignoran­cia o engaño, ha adjudicado las riquezas y la dignidad de uno a otro, ése, según las leyes de la equidad, debe restituir a su anterior dueño, a quien se lo ha arrebatado, aquello. En verdad, que ningún crimen y ningún juicio injusto puede mantenerse oculto mucho tiempo lo pusieron de manifiesto las palabras del peluquero cercanas al silencio, pues el tiempo suele sacar a la luz todas las cosas vergonzosas. Pero ahora hablemos acerca de Narciso.

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Cap. 16: Sobre Narciso

En cuanto a Narciso, del que cuentan las fábulas que fue convertido en la flor de su nombre, se dice que fue hijo del río Cefiso y de la ninfa Liríope, como queda claro en Ovidio en el libro III (341-8) de las Metamorfosis: La primera en comprobar la credibi­lidad y poner a prueba el oráculo fue la azulada Liríope, a la que en otro tiempo abrazó con su sinuosa corriente el Cefiso y la violó encerrada en sus aguas. La hermosísima ninfa dio a luz de su vientre repleto un niño que también entonces podía ser amado y lo llamó Narciso; consultado sobre si él habría de ver la lejana época de una madura senectud, el profético vate dice: «Si no llega a conocerse». Pero Eco, cautiva de su amor, lo persiguió durante largo tiempo; pero como, incapaz de soportar su amor, se debilitase, finalmente se convirtió tan sólo en una voz. Cuentan mediante fábulas que éste, cuando ya había crecido y la hermosura de su cuerpo aumentaba de día en día con sus tiernos años, fatigado por el esfuerzo de la caza y por el calor llegó un día hasta una fuente muy cristalina; y éste, tras haber doblado las rodillas para beber en la fuente, apoyadas sus manos en la orilla de la fuente, sin haber acercado todavía sus labios al agua de la fuente, contempló su imagen en la fuente, pues era muy límpida el agua de aquella fuente que tenía el fondo muy negro. Entonces Narciso cayó presa de amor y deseo hacia su imagen de tal forma que, al darse cuenta de que no le quedaba ninguna esperanza de adueñarse de tal figura, finalmente por el deseo de sí mismo se debilitó poco a poco y, por último, por compasión de los dioses, se convirtió en la flor de su nombre. Recibió el nombre de Narciso apo tou narlian, es decir de estar entumecido, porque se entumeció a causa de este deseo. Esta flor fue después consagrada a las Euménides y la utilizaban en sus coronas los que hacían sacrríficios a estas diosas, según dice Istro en el libro Sobre las coronas[, flor que, sin embargo, también fue agradable a Baco]. Dejó escrito Fanodemo, en el libro V de Los asuntos del Ática, que las coronas de narciso estuvieron consagradas a Prosérpina porque ella recogía esta flor cuando fue raptada por Plutón. Confió a la memoria Pausanias, en Los asuntos de Beocia (IX 31,7), que en los confines de Tespias estuvo la aldea de Donacón y en ella la fuente llamada Narciso, en la que, según se cuenta, se contempló Naíciso. Escribió Evan-tes en Los asuntos de fábula, que tuvo una hermana gemela igual a él tanto en la forma de su cara como en la cabellera y el vestido y en todo su cuerpo. Puesto que cazaban juntos, dicen que el joven se enamoró de su hermana. Se dice que, tras haber muerto ésta, él, no pudiendo soportar la añoranza, solía ir a la fuente para contemplar allí su imagen. Pero como esto le pareciera un pequeño consuelo, finalmente murió abrumado por el peso de su deseo o, según plugo más a otros, se arrojó a la fuente junto a la que ambos solían reunirse y murió. Pero que estas cosas son fábulas y que fueron inventadas por deferencia a Narciso lo atestigua Pausanias (IX 31,9), quien recuerda que mucho antes de la época de Narciso fue raptada Prosérpina, la hija de Ceres.

Fueron dichas estas cosas a manera de fábula sobre Narciso. Pero, ¿qué se contiene en esta fábula útil para la vida humana que pueda transmitir a las generaciones venideras con todo derecho estos embrollos? Ponían de relieve que la venganza sigue al hombre impru­dente, lujurioso y facineroso como la sombra sigue al cuerpo; pues, aunque Dios alguna vez aplaza la venganza, sin embargo es mucho más cruel después castigando a los hombres

839 Lo que Conti atribuye a Evantes aparece, sin citar autor, en Paus. IX 31, 8.

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criminales. Y esto es tanto más fácil cuanto mayores posibilidades había conseguido uno para desarrollar brillantemente sus hazañas. Pues quien se jactaba en demasía de la belleza de su cuerpo y se daba estímulos para la lascivia, ¿de qué modo no mereció perecer por la belleza? Pues todo amor excesivo de las cosas humanas es pernicioso para los imprudentes. Y ahora háblese acerca de las Bélides.

Cap. 17: Sobre las Bélides

Y en modo alguno deben ser dejadas de lado las hijas de Dánao, de las que se dice que fueron condenadas en los infiernos a la pena de sacar agua continuamente de un pozo enorme y, sin embargo, no poder nunca llevar los cedazos llenos a la boca del pozo. En cuando a Dánao, fue hijo de aquel Belo, de sobrenombre el viejo que después de la muerte de Apis se casó con Isis, en la época en que Cécrope reinó en Atenas. Este, tras haber sido expulsado Esténelo, rey de los argivos, ocupó Argos habiendo venido desde Egipto; tuvo cincuenta hijas de diferentes mujeres, a las que después llamaron Bélides por el nombre de su abuelo Belo. Cuentan que, a causa de una cierta rivalidad que Dánao tenia con su hermano Egipto, huyó a Grecia, ya que es rara la concordia de los allegados y parientes entre los hombres principales y especialmente de los que aspiran a la misma dignidad. Así pues, como Egipto tuviera cincuenta hijos y deseara acabar alguna vez con la rivalidad fraterna, pensó que iba a tener una ocasión suficientemente adecuada de llevar a cabo su intención si, al tener otros tantos hijos, pedía a aquéllas en matrimonio para sus hijos. Dánao no despreció sus ruegos sino que determinó preparar las bodas magnífica­mente. Pero, o bien porque no confiaba en sus promesas, o bien porque recordaba todavía la injuria recibida, o bien porque le había sido advertido por lui oráculo que le sobrevendría la muerte por parte de uno de aquéllos, entregó a escondidas a cada una puñales con los que debían matar a sus esposos mientras durmieran. Así pues, realizado un sorteo, se celebraron las bodas, y los nombres de los hijos de Egipto fueron éstos: Agénor, Egio, Alcis, Alcmenor, Agaptólemo, Argio, Arquelao, Egipto, Arbelo, Bromio, Busirís, Ctonio, Calcodonte, Queto, Crisipo, Clito, Ciseo, Daifon, Diacoristes, Dorion, Driante, Encelado, Evenor, Euríloco, Euridamante, Hipódamo, Hipocoristes, Hiperbio, Hipólito, Hipótoo, Hermo, Imbro, Idmon, Idas, Lixo, Lampo, Linceo, Lieo, Menaco, Megacles, Eneo, Peri-fante, Pandíon, Polictor, Proteo, Peristenes, Fantes, Potamon, Perifantes, Esténelo. Los nombres de las hijas de Dánao fueron: Anaxibia, Antelea, Adiante, Actea, Adite, Autó­noe, Esteria, Agave, Automate, Amimone, Brice, Cercestide, Clite, Cálice, Cleopatra, Cleodora, Crisipe, Calídice, Celeno, Dioxipe, Erato, Evipe, Electra, Euridice, Eulipe, Glaucipe, Gorge, Glauce, Gorgófone, Hipódice, Hiperipte, Hipodamía, Hipomedusa, Hi-permestra, Ifimedusa, Mnestra, Nelo, Ocípete, Eme, Parte, Pirene, Podarce, Pilorge, Rode, Rodia, Escea, Esténele, Estrigne, Trano. Así pues, todas obedecieron las órdenes de su padre a excepción de Hipermestra, la mayor de las hijas, que perdonó a su marido Linceo. En efecto, se dice que todas las demás enterraron en Lema las cabezas cortadas e inhumaron sus cuerpos delante de la ciudad, según escribió Herodoro en los Argonáutica, quien también dice que después las hijas de Dánao fueron purificadas por Mercurio y Palas

840 Acerca de Belo «el viejo» habla ya Bocc. G.D. II 21. Cf. además CFC, XI p. 225 y XIII pp. 13-14.

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siguiendo las órdenes de Júpiter, y que todas, exceptuada solamente Hipermestra, llevadas a un certamen gimnástico fueron concedidas a los vencedores. Sin embargo, hay quienes dicen que estas bodas bañadas en tanta sangre sucedieron antes de que Dánao llegara a Argos, en la época en que Dánao rivalizaba con su hermano Egipto por el reino. Así pues, al ser Linceo, gracias a la ayuda de Hipermestra, el único superviviente de tantos herma­nos, escapando de tantos peligros se refugió en Lircea, ciudad que en aquella época estuvo no lejos de Argos, tal como escribió Pausanias en Los asuntos de Corinto (II 25,4). Así pues, agitando una antorcha en aquel lugar. Linceo dio la señal de que se había escapado de todo peligro, porque había convenido con Hipermestra que, una vez evitadas las ase­chanzas de Dánao, cuando se encontrara a salvo lo indicaría así agitando la antorcha. Así también un poco después Hipermestra, por su parte, agitó desde Larisa una antorcha, lo que significaba que ella también había escapado de todo peligro, por lo que después permaneció la costumbre de que los argivos celebraran cada año, en recuerdo de aquel hecho, un día festivo y una solemnidad que llamaron antorcha. Escribió Apolodoro, en el libro II (1,5) de su Biblioteca, que Hipermestra fue entregada como esposa a Linceo. Y Heródoto, en Euterpe (II 171), dice que las hijas de Dánao enseñaron por vez primera los sacrificios de las Tesmoforias a las mujeres pelasgas, tipo de sacrificio que desapareció tras haber sido ocupado el Peloponeso por los dorios. Pero las hijas de Dánao, después de su muerte, a causa de este crimen, a saber por haber sido tan crueles con aquellos jóvenes inocentes y parientes suyos, fueron sometidas en los_infiernos a aquel suplicio eterno de intentar sacar agua en un recipiente agujereado; y dicen que se les prometió que habrían de liberarse de este trabajo cuando sacaran los cedazos llenos del pozo. De este castigo hace mención así Horacio en el libro III (11,22-4) de sus Poemas: Se detuvo durante un momento el seco cántaro, mientras ablandas con tu agradable canción a las hijas de Dánao. Así dice también Ovidio, en el libro IV (463) de las Metamorfosis, llamándolas Bélides: Buscan incesantemente las Bélides las aguas que van a perder.

Y todas estas fábulas han sido confiadas a la memoria acerca de ellas. Ahora investi­guemos la verdad. Algunos dijeron que éstas son los años que parecen querer llenamos y saturamos con frutos continuos, aunque se consuma tanto cuanto se produce. Pues asi explica esto Lucrecio en el libro III (1003-10): Además, apacentar siempre la ingrata naturaleza de nuestro espíritu y llenarla de bienes y no saciarla nunca, cosa que hacen con nosotros las estaciones del año cuando vuelven dando la vuelta y traen frutos y diferentes goces, aunque nunca nos llenemos con los frutos de la vida, según pienso esto es lo mismo que lo que recuerdan de las jóvenes en edad florida que llevan agua a una tinaja aguje­reada que, sin embargo, en modo alguno puede llenarse Así pues, algunos pretendie­ron que mediante estas cosas se señalaba la sucesión de las estaciones y de los años. Algunos pensaron que en esta fábula estaba contenida toda la vida de los mortales, puesto que todas las cosas que hacemos son realizadas en vano por nosotros en la tierra, dado que ninguna huella de la fuerza humana puede permanecer durante largo tiempo, sino que todas las cosas se confunden de nuevo. Otros indicaban mediante éstas que son vanos los beneficios que se hacen a los hombres ingratos. Yo, por el contrario, creería que por esta fábula se pone de manifiesto algo más digno de gloria y útil para el género humano, a saber

841 Como se ve, Conti confirma la tesis de Ruiz de Elvira, Mit, Cías. p. 135, quien dice que la expresión lucreciana pertusum congerere in vas se refiere al castigo de las Danaides.

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que conviene que los hijos sean piadosos y obedientes para con sus padres, en tanto en cuanto sus órdenes no estén en disconformidad con la humanidad y con el culto y respeto a los dioses inmortales. Porque, si éstos aconsejan algo en contra del culto o de la voluntad y las leyes del sumo Dios, si contra la justicia, si contra la humanidad, no deben ser escuchados en modo alguno; porque, si alguien obedece a quien decide cosas injustas o al que ordena lo que puede evitar, no podrá escapar de ningún modo de la hostilidad y venganza de los dioses inmortales. Por último, si alguien, despreciado el respeto a Dios y los deberes de un hombre bueno, ha cometido algo impuro y cruel, éste será atormentado con eternos suplicios después de esta vida en los infiernos. Y, ciertamente, bastante sobre las Bélides; ahora hablemos acerca de la Esfinge.

Cap. 18: Sobre la Esfinge

Por su parte la Esfinge fue hija de Equidna y de Tifón, según escribió Laso de Hermíone (fr. 5 Edmonds), que Juno, airada, envió contra el territorio tebano. Se cuenta que ésta fue de pecho y cara de mujer y tuvo patas y cola de león y alas de ave. Pero Clearco escribió que tenía cabeza y manos de doncella, voz humana, cola de serpiente, garras de león, alas de ave. Esta Esfinge, asentada en el monte Picio, proponía a cada hombre que pasaba por allí enigmas muy oscuros que había aprendido de las Musas; y cualquiera que no pudiera resolverlos era despedazado por las garras de la Esfinge. Y había sido determinado por un oráculo que habría de morir la Esfinge en el momento en que alguien hubiera resuelto el enigma propuesto; y, al haber sido despedazados muchos por ella, fue anunciado mediante un pregonero, puesto que los tebanos deseaban liberarse de aquel azote, que se adueñaría del reino de Tebas y tendría como esposa a la de Creonte el hijo de Hemón, que era la más hermosa de todas las mujeres de su época, quien hubiera resuelto el enigma de la Esfinge. Pero Asclepíades Mirleano (Jac. 12F7b=Schol. Eur. Phoen. 45) escribió, lo que también atestigua Isacio (Schol. Lyc. 7), que la Esfinge solía despedazar con mucha facilidad a los hombres vencidos, puesto que tenía la parte delantera de su cuerpo de león, las garras de grifo y nadie podía escapar de ella, ya que tenía alas de águila y volaba muy rápidamente hasta ellos, aunque tenía la parte posterior de su cuerpo de hombre. Fueron muchos y muy distintos los enigmas que proponía a los diferentes pueblos, pero casi siempre se proponía a los tebanos el siguiente para que fuera descifrado, según escribió el propio Asclepíades (Jac. 12F7a=Ath. X 456b = Schol. Eur. Phoen 50): Existe sobre la tierra alguien de dos pies y de cuatro, cuya voz es una sola, y de tres pies. El es el único que cambia la naturaleza de cuantos seres vivos se mueven en la tierra, por el éter y bajo el mar. Pero cuando camina apoyándose en más pies, entonces el vigor de sus miembros es mucho más débil. Como Edipo resolviese este enigma, obtuvo el reino y se casó con Yocasta, su madre y la de Creonte, el hijo de Hemón. [En efecto, Edipo fue un parricida según le había sido anunciado por un oráculo. Pues como Layo, rey de los tebanos, hubiese consultado al oráculo una vez que le fue traspasado el reino de Tebas tras la muerte de Zeto y Anfión, cuando estaba grávida su esposa Yocasta, le fue respondido por el Apolo de

842 Obviamente con la expresión: «la de Creonte» debe entenderse que se trata no de la hija sino de la hermana: Yocasta.

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Delfos que iba a ser muerto por su hijo, lo que tuvo lugar más adelante en la llamada Encrucijada de la Fócide. Layo, aterrorizado con la respuesta, traspasadas las plantas de los pies del recién nacido, ordenó que fuera expuesto en el monte Citerón en la tierra de Platea y se crió en Corinto y en la región junto al Istmo, y la Encrucijada de la Fócide fue manchada con la sangre de su padre por un hijo que lo ignoraba, de acuerdo con la respuesta del oráculo.] Edipo declaró que mediante este enigma se señalaba la naturaleza del hombre anciano, quien precisa de báculo para sostenerse y, cuando niño, camina a cuatro patas y utiliza las manos como pies y es entonces especialmente débil. Tras haber oído estas cosas, la Esñnge se arrojó desde un lugar elevado y abrupto y los tebanos quedaron libres de todo peligro. [Y hemos dicho con anterioridad que Edipo dio muerte a su padre Layo, por lo que se ofrecía la boda con Yocasta y el reino a quien resolviera el enigma, pues Layo, rey de Tebas, según se ha dicho, casado con Yocasta la de Creonte, interrogó acerca de su descendencia y obtuvo la respuesta de que no le convenía tener hijos, por los que él mismo iba a ser asesinado y su casa destruida. Olvidándose del oráculo, tuvo un hijo y después, al recordar la respuesta, expuso al niño a las fieras y le traspasó los pies con hierro y éste fue llamado después, a causa de la hinchazón de los pies, Edipo, ya que oídein significa hincharse. Los siervos, aunque habían recibido esta orden, no lo expusieron y lo entregaron a la mujer de Pólibo, que no había podido tener hijos. Después, cuando se hubo hecho adulto. Layo consultó al dios acerca del hijo expuesto. Edipo, tras haber conocido las asechanzas preparadas contra él, interrogó al oráculo acerca de sus verdaderos padres. Estos se encontraron cuando estaban en la Fócide; Layo le ordenó altaneramente que se apartara del camino. Edipo, encolerizado, sin saberlo mató a su propio padre en la lucha, lo que ocurrió en la época en que la Esfinge acababa de ser enviada contra el territorio de Tebas.] Estas cosas han sido dichas a manera de fábulas sobre la Esfinge. En lo que a la verdad concierne, se dice que la Esfinge era una saquea­dora que ejercía sus rapiñas junto a Moabe y el monte Ficio e irrumpiendo desde sus emboscadas llegaba volando para perdición de los hombres que pasaban. Y se estableció en emboscadas en este monte hasta que Edipo, superadas las dificultades del lugar, la venció con un ejército de corintios, según escribió Estrabón en el libro IX y Fanodemo en el libro V de Los asuntos del Ática (Jac. 325F5bis). Pero el propio Estrabón confió a la memoria que la Esfinge, en principio, hostigaba con incursiones de piratería aquel mar que está junto a Antedón y que después se dedicó a asechanzas y latrocinios en tierra firme. Se dijo que proponía enigmas casi insolubles a los caminantes porque, debido a la dificultad del lugar, nadie había podido vencerla antes del ejército de Edipo, que superó todas aquellas ocultas encrucijadas y dificultades de los lugares. Otros dicen que aquélla, mien­tras ejercitaba sus rapiñas, solía proponer enigmas a los cautivos y, si alguno los resolvía, quedaba libre con todos sus bienes. Por otra parte, para expresar la crueldad y la rapidez de ésta, le fueron atribuidos diferentes miembros de distintos animales. Pues las garras de león o de grifo significaban la crueldad o la rapiña. Las alas eran la rapidez de sus compañeros de saqueo y, aunque era único su cuerpo, le atribuían diferentes figuras totalmente mezcla­das. Filócoro, en el libro Sobre los sacrificios (Jac. 328F82), dice que Edipo, aconsejado por Minerva, fingiéndose aliado para la rapiña, se dirigió junto a la Esfinge y, atrayéndose Edipo siempre nuevos compañeros, finalmente la dominó con una gran tropa de los suyos. Como el cuerpo de la Esfinge fuese llevado colocado sobre un asno a Tebas, Edipo fue proclamado rey por los tebanos por ser un hombre astuto, prudente y belicoso y que sería capaz, por su sabiduría, de defender la ciudad de las asechanzas de los enemigos si fuera

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necesario, Y entonces, sin saberlo, se casó con su madre. Y éstas son todas las cosas que sobre la Esfinge fueron contadas por los antiguos. Yo creería que bajo estas fábulas se contienen no sólo narraciones históricas, pues ciertamente sería ridículo que las simples hazañas se ocultaran de tal modo que no fueran entendidas por cualquiera y siempre precisaran de algún Edipo, Pero esto se hacía, según se ha dicho muy a menudo, porque las narraciones fabulosas son absorbidas con gusto incluso por aquellos que se apartan para no escuchar los desnudos preceptos de vivir con rectitud. Pues, una vez comprendidas con anterioridad las fábulas, las explicaciones se admitían con un placer no menor que con el que habían sido entendidas las propias fábulas. Porque, si alguien busca mi opinión, yo pienso que no hubo otro camino más fácil para formar a la juventud en filosofía que el que aprendieran antes con atención las fábulas y que después se aclarasen los preceptos filosó­ficos ocultos bajo éstas. Y yo creería que mediante la fábula de la Esfinge fue puesto de relieve esto por parte de los antiguos sabios, a saber que cada uno debe sobrellevar con ánimo resignado su suerte y, por más que alguien lo soporte a duras penas, es necesario que lo soporte en su totalidad. Pues, ¿qué significan las alas? ¿Acaso no son la inconstan­cia de la fortuna? O, ¿por qué se le atribuyen garras dirigidas a la rapiña? ¿Acaso no es porque puede arrebatar todo lo que le plazca de cualquier sitio? ¿Por qué es humano su rostro? Porque es humano estar sometido a las calamidades y vicisitudes de la fortuna. La parte de león significa que las situaciones adversas deben ser soportadas con ánimo vale­roso, las cuales deben ser sobrellevadas incluso por la fuerza en su conjunto. Pues, si alguno se niega a resistir con prudencia las desgracias o si no se protege sabiamente en la adversidad, éste será atormentado y despedazado cruelmente por la propia Esfinge. Y, para decirlo en pocas palabras, los sabios quisieron aconsejamos mediante esta fábula que, con la sabiduría o el consejo de Minerva ha de ser vencida la adversidad de la fortuna, o, si no hacemos esto, debemos necesariamente ser vencidos por ella. Pues, ¿de qué se trata en ese enigma anterior? ¿Acaso no es de la debilidad humana, puesto que no nace nada más débil o desgraciado que el hombre? Y suficientemente sobre la Esfinge. Ahora hablemos acerca de Némesis.

Cap. 19. Sobre Némesis

De hecho, para demostramos que no sólo es necesaria la pmdencia en las situaciones adversas sino también la moderación del ánimo en los acontecimientos felices, los antiguos presentaban a Némesis como hija de la Noche y de Océano, según dice Pausanias en Los asuntos de Acaya (VII 5,3), aunque otros creyeron que había muchas Némesis y les rindieron culto. Confió a la memoria Apolodoro, en el libro III (10,7) de su Biblioteca, que en una ocasión Júpiter se encendió por el deseo de Némesis, y se dice que ella, para evitar la unión con él, se metamorfoseó en oca. Pero Júpiter, convirtiéndose en cisne, se unió a ella. Esta, como pusiera después un huevo, se lo dio a un pastor de ovejas que le salió al encuentro, a fin de que se lo llevara a Leda para que lo cuidara. Tras haberlo guardado Leda en un arca, se dice que de él nació Helena, a la que Leda crió como hija suya Esta, cuando llegó a la edad adulta y aventajó a las restantes mujeres por la figura

843 Cf, nota 59.

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de su cuerpo y la hermosura de su rostro, tuvo estos pretendientes y candidatos cuando hubo llegado a la edad de casarse: Antíloco, Agapénor, dos Anfílocos, uno hijo de Anfia­rao y el otro de Ctéato, Ayax hijo de Oileo, Ascálafo, otro Ayax el hijo de Telamón, Diomedes, Eurípilo, Elefenor, Enmelo, Menelao, Megcte, Mnesteo, lálmeno, Leonteo, Macaón, Políxeno, Peneleo, Podalirio, Filoctetes, Protesilao, Patroclo, Esténelo, Ulises, Talfio, Esquedio, Polipetes, Teucro, Para que entre éstos no surgiera una discusión a causa de Helena si le correspondía como esposa a uno de ellos, fueron obligados todos a jurar que ellos habrían de defender de las afrentas de los otros a cualquiera que la obtuviera; y a causa de su rapto surgió la guerra de Troya. Así pues, Némesis, la hija de la Noche, fue también llamada Adrastea, pero no por la nodriza de Júpiter llamada Adrastea ni por aquel Adrasto abatido que fue el único que se salvó de todo el ejército que se perdió en la guerra de Tebas, por cuya victoria los tebanos levantaron un templo a Némesis Adrastea, ni por aquel antiguo rey Adrasto que fue el primero en fundar un templo suyo, según dice el poeta Antímaco ( = Strab. XIII 1,13. C588) en estos versos: Hay una gran diosa, Némesis, que obtuvo todas estas cosas de los bienaventurados, a la que le dedicó por vez primera un altar Adrasto junto a la corriente del río Esepo, y allí es venerada y recibe el nombre de Adrastea, y esta opinión la tuvo también Calístenes (Jac. 124F28=Strab. ibid.), sino que se la llama mucho mejor apo tou drasmou, es decir de huida, con la letra privativa que impide esa acción, puesto que ningún malvado puede escapar de la venganza de Dios. Representan a esta diosa con alas, como la Victoria y Cupido y de ella hubo una estatua de Fidias en Atenas, según dice Demetrio de Escepsis, en cuya cabeza había una corona con ciervos esculpidos y con pequeñas estatuillas de la Victoria, que llevaba en la mano izquierda un fresno y en la derecha una fíale con etíopes cincelados [según escribió también Pausanias en Los asuntos del Ática (I 33,3). Creyeron los antiguos que esta diosa tenía mucho prestigio no sólo en todas las ciudades sino también en cada hombre en particular, puesto que escribe así Diodoro (Anth. Gr . IX 405,1-2): Ojalá te guarde la divina Adrastea y la doncella que sigue las huellas de los culpables, Némesis, que ha engañado a muchos].

Y se han dicho brevemente todas estas cosas sobre Némesis. Ahora expliquemos qué ponen de relieve mediante éstas los antiguos. Al querer demostrar los sabios que nada hay más grato al óptimo Dios o más útil a la vida de los mortales que la mesura del ánimo en una y otra fortuna, nos ofrecieron muchos peligros marinos o terrestres mediante fábulas, con las que en parte somos apartados de toda acción vergonzosa y en parte somos instrui­dos para tener constancia y paciencia y sobrellevar con ánimo resignado los cambios de fortuna. Pero puesto que algunos, ciertamente, no soportan con resignación las desgracias y los infortunios y, por el contrario, se envanecen en demasía con los felices resultados de sus asuntos, inventaron esta diosa, cuyo menester era solamente éste, a saber estar pronta a obedecer la señal de Júpiter para reprimir la temeridad de los espíritus demasiado orgullo­sos y volar para precipitar a todos aquellos que se habían ensoberbecido más de lo justo con alguna felicidad procedente de honores, o de la grandeza de su poder, o de extraordi­narias riquezas, o cosas de este tipo, según declaran estos versos de Teeteto (Anth. Gr . XVI 221,7-8): Atenas, que cría ilustres hijos, envió a Adraste, divinidad enemiga de los arrogantes mortales. Por consiguiente, se pensó que esta diosa, implacable contra los

844 Cf. Ruiz de Elvira, Mit. Cías., p. 412.

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hombres temerarios, movida por la cólera atacó y arruinó ella sola a los bárbaros que llevaban mármol de Paros al territorio de Maratón para levantar alU un trofeo contra los atenienses, cuyas fuerzas despreciaban por completo, y de esta piedra esculpió Fidias su Némesis, según dice Pausanias en Los asuntos del Ática (I 33,2-3) y tal como se deduce de estos versos (Anth. Gr. XVI 263): Los Persas me trajeron como piedra aquí para erigir un trofeo de victoria; y ahora soy Némesis. Y estoy erigida aquí para ambos, como trofeo de victoria para los griegos y para los persas como Némesis de la guerra. Esta muy a menudo destruyó a los generales arrogantes y orgullosos con todas sus tropas. Esta arrasó hasta los cimientos las ciudades demasiado ensoberbecidas y que menospreciaban las fuer­zas de los extranjeros. Por esto, quien es capaz de soportar una y otra fortunas, no tendrá negocio alguno con Némesis; pero, puesto que son pocos los sabios y los hombres no ven nada que no se haga por la divinidad, debido a la ignorancia de los hombres imaginaron que fue hija de la Noche y del Océano, puesto que el Océano es el padre de todas las cosas, según hemos dicho. Pero de la ignorancia y de la abundancia [u opulencia] de las cosas (suele nacer la temeridad, la arrogancia, el desprecio de los demás hombres, de lo que después] es necesario que nazca la venganza de Dios, puesto que Dios ama solamente al sabio. En efecto, que Némesis es el poder divino y la propia justicia de Dios, que ofrece suplicios merecidos a los criminales, lo opinó Aristóteles en el libro que se titula Sobre el mundo (7,5,401b 12): Siendo Némesis por la distribución a cada uno y Adrastea como causa inevitable conforme a la naturaleza. A ésta le añadieron una corona porque está al frente de todas las cosas. Tiene ciervos porque vuelve temerosos a los que ha golpeado [una sola vez]. Tiene un fresno porque provoca guerras debido a la temeridad. Tiene estatuillas de la Victoria porque siempre suele vencer. Tiene una fiale con etíopes porque no sirve de nada huir ni siquiera a las regiones más alejadas de Etiopía y al Océano cuando se ha provocado la ira de Dios, puesto que Némesis también tiene dominio sobre el mar [y los territorios más alejados del orbe. Siendo esto así, no puedo dejar de admirarme en gran manera de por qué a Pausanias, el investigador más cuidadoso de los asuntos antiguos, no le vino a la mente que los etíopes fueron cincelados en la fíale de Némesis por el motivo que ya hemos dicho]. Algunos pensaron que ésta era hija de la Justicia y le añadieron plumas debido a su rapidez, y rueda, carro y timón porque la justicia, deslizándose a través de todos los elementos, no sólo mantiene y conserva unidos a los hombres sino también los elementos. Pero, puesto que los de Esmirna rendían culto a muchas Némesis, pusieron de relieve que eran enviadas por la divinidad muchas maneras de castigar a los hombres impuros, según la variedad de pecados y la arrogancia de cada cual. Pero, suficiente sobre Némesis. Hablemos ya acerca de Momo.

Cap. 20: Sobre Momo

Se dice que Momo, el más atento y perspicaz observador y critico de todas las cosas, fue, también él, hijo de la Noche y nacido de su padre el Sueño, según contó Hesíodo en la Teogonia (214). Contaron mediante fábulas que este dios no solía hacer nada él mismo, sino que censuraba las obras de los demás dioses y de los hombres, puesto que incluso, elegido juez entre los dioses Neptuno, Vulcano y Minerva, que rivalizaban sobre su arte, criticó las obras de todos. En efecto, tras haber hecho surgir Neptuno un toro, haber levantado Minerva una casa y haber dado Vulcano forma a un hombre, no encontró nada

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que no fuera merecedor de crítica. Pues, cuando se llegó al arbitro de este certamen, aquél, como juez, inspeccionó con suma atención la obra de cada uno y, según dice Luciano en Nigrino (32): Aquél censuró al dios creador del toro de no haber puesto delante de los ojos los cuernos. Incluso el Momo de Esopo (Fab. 125) acusaba también a la propia naturaleza, según dice Aristóteles en el libro III (663a35-663b2) de Las partes de los ani­males, porque había colocado los cuernos de los toros en la cabeza más que en los ijares, pues, si se los hubiera añadido a los ijares, cuando todo el cuerpo se inclinara para herir, parecería que los toros iban a golpear con mucha mayor violencia. Pero el mismo Luciano atestigua, en el diálogo Sobre las sectas (Hermot. 20), que el hombre de Vulcano fue criticado porque se había omitido lo que era con mucho lo más necesario de todo, a saber que el artista no había previsto cuántos engaños crecen a escondidas en los pechos cerra­dos. Y parecía que habría sido mucho más digna de alabanza la obra si el pecho hubiese tenido ventanas para poder saber qué tramaba cada uno en su ánimo, si mentía o decía la verdad. Censura la casa de Minerva, según dice Policarmo en el libro II de Las cosas de Licia, porque no había sido construida movible y que pudiera ser arrastrada con facilidad si por casualidad había un mal cercano. Y, finalmente, toda la autoridad y el poder de Momo consistió en censurar las obras y trabajos ajenos. Y por ello fue llamado Stygios Momos, es decir Momo Estigio en un epigrama, porque era odioso para todos, tanto dioses como mortales. [Contaron que este dios era hijo de la Noche y del Sueño porque es propio del imprudente y del inactivo y del que no es capaz de emitir juicios, puesto que es humano cometer alguna vez una falta y equivocarse, ya que sólo Dios es totalmente perfecto y sus obras acabadas con todos sus elementos dado que a las obras de los hombres siempre les falta algo; pues, ciertamente, han de ser considerados hombres buenos no quienes se encuentren totalmente íntegros, porque no existe nadie así, sino quienes se han acercado más a la bondad y a la integridad.] Mediante estas cosas los antiguos quisieron poner de relieve, para explicar el significado de la ficción fabulosa, que no hay ninguna acción humana, ni buena ni mala, que pueda carecer de la censura de los murmuradores y de los envidiosos, puesto que ni siquiera el óptimo y sapientísimo Dios, que es él mismo el fundamento de la naturaleza, ha podido estar libre de detractores. Así pues, mediante estas cosas señalaban que el hombre bueno no debe tener en cuenta ninguna razón de los murmuradores y ociosos o que no debe ser atacado nada digno de gloria o de honores. Y, habida cuenta de que es el juez más desgraciado de todos aquél que se afana más en acomodarse a la opinión del vulgo y de la muchedumbre ignorante que a las verdaderas normas de la honradez y de la integridad, hace tiempo que decidí que debe ser despreciada toda la charlatanería y la ignorancia del vulgo. Pues siempre he pensado que es propio de un hombre ilustre y sabio poder menospreciar con magnanimidad las calumnias de los necios y de los muy desvergonzados.

Fin del Libro noveno

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