Los asesinos del emperador - Quelibroleo · 2017. 7. 6. · Pompeya Plotina, esposa de Trajano...

18

Transcript of Los asesinos del emperador - Quelibroleo · 2017. 7. 6. · Pompeya Plotina, esposa de Trajano...

  • Santiago Posteguillo

    Los asesinos del emperadorEl ascenso de Trajano,

    el primer emperador hispano de la Historia

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 3 07/07/11 12:43

  • 13

    INFORMACIÓN IMPORTANTE PARA EL LECTOR

    Los asesinos del emperador transcurre durante un período de trein-ta y cinco años de la historia de Roma en el que se sucedenhasta nueve emperadores diferentes. Al principio de cada librode la novela aparece una tabla con el nombre del emperador oemperadores que gobiernan Roma en el período de esa secciónde la novela destacado sobre los otros, a modo de guía para ellector. Así, por ejemplo, la tabla que sigue indicaría que el libroque encabeza transcurre durante el reinado de Domiciano:

    También es importante que el lector tenga presente que alnal del relato y en las guardas del libro se incluyen apéndicescon mapas de Roma, del palacio imperial, de diferentes bata-llas y asedios, glosarios y otros anexos que pueden resultar uncomplemento relevante durante la lectura.

    NEROGALBAOTHO

    VITELLIVSVESPASIANVS

    TITVSDOMITIANVS

    NERVATRAIANVS

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 13 27/06/11 11:51

  • 15

    DRAMATIS PERSONAE

    Marco Ulpio Trajano, Imperator Caesar AugustusPompeya Plotina, esposa de TrajanoMarco Ulpio Trajano, legatus y senador, padre de TrajanoMarcia, madre de TrajanoUlpia Marciana, hermana de TrajanoMatidia mayor, sobrina de TrajanoVibia Sabina, sobrina nieta de TrajanoMatidia menor, sobrina nieta de TrajanoRupilia Faustina, sobrina nieta de TrajanoPublio Elio Adriano, sobrino segundo de Trajano

    Cneo Pompeyo Longino, amigo personal de TrajanoMarco Cornelio Nigrino, padre, legatus y senadorNigrino, hijo, tribunoLucio Quieto, decurión y tribunoManio Acilio Glabrión, tribuno, cónsul, amigo personal de Tra-

    janoSexto Attio Suburano, amigo del padre de TrajanoLucio Licinio Sura, senador hispanoMarco Coceyo Nerva, Imperator Caesar AugustusRufo, amigo del padre de Trajano en ItálicaCneo Julio Agrícola, legatusSexto Vettuleno Cerealis, legatusMarco Tittio Frugi, legatusAulo Larcio Lépido, legatusTetio Juliano, legatus

    Aulo, pretoriano

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 15 27/06/11 11:51

  • 16

    Tiberio Claudio Máximo, legionarioDécimo, centurión

    Vetus, el bibliotecario del Porticus OctaviaeSecundo, librero

    Tito Flavio Sabino Vespasiano, Imperator Caesar AugustusAntonia Cenis, concubina de VespasianoTito Flavio Sabino Vespasiano, conocido como Tito, Imperator

    Caesar AugustusFlavia Julia, hija de TitoBerenice, concubina de TitoTito Flavio Domiciano, Imperator Caesar AugustusDomicia Longina, esposa de DomicianoCneo Domicio Corbulón, padre de Domicia Longina, legatusCasia Longina, madre de Domicia LonginaDomicia Córbula, hermana de Domicia LonginaParis, actorLucio Elio Lamia, primer marido de Domicia LonginaFlavio Sabino, hermano de VespasianoFlavio Clemente, primo de Tito y de DomicianoFlavia Domitila III, esposa de Flavio ClementeDos niños, hijos de Flavio Clemente y Flavia Domitila III

    Nerón Claudio Germánico, Imperator Caesar AugustusServio Sulpicio Galba, Imperator Caesar AugustusMarco Salvio Otho, Imperator Caesar AugustusAulo Vitelio Germánico, Imperator Caesar Augustus

    Partenio, liberto y consejero imperialMáximo, liberto al servicio de la familia imperialEstéfano, liberto al servicio de la familia imperial

    Cornelio Fusco, jefe del pretorioCasperio Eliano, jefe del pretorioLucio Antonio Saturnino, gobernador de Germania Superior,

    legatusLapio Máximo, gobernador de Germania Inferior

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 16 27/06/11 11:51

  • 17

    Norbano, procurador de Raetia y jefe del pretorioPetronio Segundo, jefe del pretorio

    Simón bar Giora, líder de los sicarios judíosEleazar ben Jair, segundo de Simón bar GioraGischala, líder de los zelotes judíos

    Douras, rey de la DaciaDecébalo, noble de la DaciaDiegis, noble de la DaciaVezinas, noble de la DaciaBacilis, sumo sacerdote de la DaciaDochia, hermana de Decébalo

    Dos príncipes de los catos, jefes tribales de Germania

    Marcio, gladiador, mirmilloAtilio, gladiador, provocatorCayo, lanistaSpurius, un veterano sagittariusUn gladiador tracio de PérgamoUn samnitaUn provocatorUn sagittarius jovenUn joven tracio

    Alana, guerrera sármata, gladiatrixTamura, guerrera sármata, hermana de AlanaDadagos, guerrero sármata

    Cachorro, un perro de raza molussus

    Nonio, uno de los andabataeCarpophorus, bestiarius

    Rabirius, arquitectoApolodoro de Damasco, arquitecto

    Póstumo, curator de las cloacas de Roma

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 17 27/06/11 11:51

  • 18

    Estacio, poetaClaudia, esposa de EstacioNumerius, esclavo de Estacio

    Plinio el Viejo, senadorPlinio el Joven, senadorCelso, senadorPalma, senadorVerginio Rufo, senador

    Juan, discípulo de CristoBasílides, sacerdote del santuario del Monte Carmelo

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 18 27/06/11 11:51

  • 19

    PROOEMIUM

    Hic sapientia est. Qui habet intellectum, computet humerumbestiae. Numerum enim hominis est: et numerus eius sexcentisexaginta sex.

    [Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia que cal-cule el número de la bestia, porque es número de hom-bre. Su número es seiscientos sesenta y seis.] 2

    San Juan. Apocalipsis, 13-18.

    Son muchas las palabras vertidas para identicar a quién ha-cía referencia san Juan con el número 666. Muchos aceptanque el apóstol se refería con gran probabilidad a alguno de losemperadores de Roma, seguramente a Nerón, quien inició lasterribles persecuciones contra los primeros cristianos. Sin em-bargo, hay otros que apuntan que, teniendo en cuenta cuándose escribió el Apocalipsis, san Juan debía de estar identicandoa la bestia de su gran profecía con Tito Flavio Domiciano, unemperador menos conocido que Nerón, pero si cabe tan omás terrible y oscuro, no sólo para los cristianos sino para lospropios romanos, hasta el punto de pesar sobre él una de lasmás solemnes damnatio memoriae emitidas por el Senado deRoma. Pero para comprender el sentido del reinado de Domi-ciano es necesario narrar el conjunto de acontecimientos quedieron lugar al nacimiento y derrumbe de la dinastía Flavia, lasaga de emperadores que sucedió a la dinastía Julio-Claudia.

    La historia de la dinastía Flavia no es sólo impresionante por

    2. Las traducciones de los diferentes fragmentos del Apocalipsis sondel autor a partir de la versión bilingüe de la Santa Biblia en su edición de1854. Ver bibliografía.

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 19 27/06/11 11:51

  • 20

    sí misma, sino por un suceso aún más singular: porque bajo elgobierno de los emperadores Flavios una pequeña familia de laprovincia hispana de Baetica fue creciendo en fama y poder den-tro del magno Imperio romano. Se trata de la rama de la familiaUlpia, originarios de Itálica, pero que han pasado a la Historiamás conocidos por su cognomen: Traianus. De todos ellos, el másfamoso e importante, sin duda alguna, fue Marco Ulpio Traja-no, sobresaliente por muchas razones, algunas conocidas y otrasno tanto: Trajano fue el primer emperador no originario ni deRoma ni de Italia, el primer emperador procedente de una pro-vincia del Imperio, algo completamente inaudito. Este relatointenta dar respuesta a una de las grandes preguntas de la His-toria: ¿por qué Roma eligió a un emperador no nacido enRoma? ¿Qué ocurrió para que eso pasara y, más aún, para queese hecho fuera aceptado por el propio Senado de Roma?

    Trajano, más allá de su origen, es conocido sobre todo porconducir al Imperio a sus máximas cotas de poder tras impre-sionantes hazañas militares de conquista y romanización. Loque no se suele conocer tanto es la que puede que sea su heroi-cidad más valiosa, su acto más excelso en medio de la tempes-tuosa Roma de nales del siglo i de nuestra era: la capacidadde Trajano para sobrevivir al reinado de Tito Flavio Domicia-no, un emperador dispuesto siempre a condenar a muerte acualquiera que destacara en el ejército o en la política. Resultaen gran medida paradójico, pero una de las más brillantes ha-zañas de Marco Ulpio Trajano fue precisamente aprender apasar desapercibido en un mundo donde había que evitara toda costa que la mirada del emperador se detuviera sobre tupersona. Ésta es la historia del advenimiento y apocalipsis deuna dinastía de emperadores romanos que se autodestruyó, lade un legatus en la sombra que vigilaba las fronteras de un im-perio que se deshacía en pedazos y el principio de un sueñoque sólo un hombre, Trajano, alcanzaba a vislumbrar en unhorizonte que se había teñido de desesperación. Modicar elcurso de la Historia es prácticamente imposible. Sólo unos po-cos se atreven a intentarlo y sólo uno entre millones, siemprede forma inesperada para todos, es capaz de conseguirlo. Bien-venidos al mundo de Marco Ulpio Trajano.

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 20 27/06/11 11:51

  • Libro I

    UN PLAN PERFECTO

    Año 96 d. C.(850 ab urbe condita, desde la fundación de Roma)

    Inimicum ulcisci vitam accipere est alteram.

    [Vengarse del enemigo es recibir una segunda vida.]

    Publilius Syrus

    nErogaLbaoTHo

    ViTELLiVSVESPaSianVS

    TiTVSdOmITIANVS

    nErVaTraianVS

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 21 07/07/11 12:43

  • 23

    1

    EL GUARDIÁN DEL RIN

    Moguntiacum,3 Germania Superior18 de julio de 96 d.C., quarta vigiliaDos meses antes del día marcado para el asesinatodel emperador Domiciano

    —No se puede matar al emperador de Roma —les respondióTrajano, pero los senadores apretaban los dientes y callaban.Marco Ulpio Trajano, gobernador de Germania, leyó el mie-do en el rostro de aquellos senadores y comprendió que ladecisión ya estaba tomada. Nada ni nadie podría detenerlos.Caminaban hacia su destrucción, pues la guardia pretorianaera invencible, y Roma entera navegaba a la deriva hacia unaguerra civil inexorable, y él estaba en medio y no podía hacernada. No podía hacer nada.

    Trajano los miró jamente. Sabía que nada de lo que dije-ra podía importarles más allá de la pregunta que le habíanformulado, pero tenía que intentarlo. Al menos debía inten-tar frenar aquella locura, aunque fuera imposible, pues eraevidente que aquellos patricios sólo querían saber de qué ladoestaba. Si la conjura fallaba, los senadores eran hombres muer-tos. Estaban apostando sus vidas, por eso para ellos una guerracivil era sólo un mal menor. No sabían, no entendían, no lle-vaban años en la frontera como él. Les faltaba perspectiva. Y esque si había algo que Roma no podía permitirse era una nue-va guerra civil entre sus legiones. Caminaban sobre el lo deuna navaja y ellos, ciegos a los ataques de los germanos, losdacios o los partos, sólo querían saber de qué lado estaba él: si

    3. Maguncia, en alemán Mainz, capital actual del estado de Renania-Palatinado.

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 23 27/06/11 11:51

  • 24

    a favor o contra Domiciano. Se olvidaban de todo lo demás,como si no existiera. Pero existía. El mundo se convulsionabaen las fronteras del Imperio, pero ellos estaban aturdidos porel horror que emergía desde el mismísimo palacio del empe-rador. Entre los unos y los otros, sólo Trajano parecía tenertomada una medida razonable sobre lo que se estaba deci-diendo. En el exterior del edicio del praetorium la lluvia deGermania arreciaba con fuerza inclemente. Trajano se sintiósolo, innitamente solo. Al n, el legatus al mando de las legio-nes del Rin se levantó y encaró aquellos rostros con la rmezade quien sabe que lo más importante siempre está por encima delas consideraciones personales.

    —Mi familia siempre ha sido leal al emperador. Mi familiasiempre ha sido leal a la dinastía Flavia. —Un breve silencio ypronunció sus últimas palabras confundiéndose sus sílabascon el estruendo de un gran trueno—. Seré leal a Domiciano.

    Lucio Licinio Sura se adelantó entonces a los otros dos se-nadores dispuesto a tomar la palabra. Su mente activada almáximo buscaba una forma de persuadir a aquel legatus. Tra-jano era un general poderoso, y si se alineaba con el empera-dor o con los que quisieran vengar su muerte, suponiendo queel plan de asesinarlo saliera bien al n, eso conduciría a la gue-rra. Sura tenía la intuición de que Trajano temía precisamenteeso, la guerra civil, y estaba convencido de que su negativa acooperar era más por ese temor —la contienda conllevaría eldebilitamiento de las fronteras, quizá el desmoronamiento delImperio— que por apego real a Domiciano. Pero Trajano, quellevaba años en las fronteras, desconocía la magnitud del ho-rror de los últimos años del gobierno de Domiciano. LucioLicinio Sura habló con voz contenida pero con el ansia queproduce la necesidad.

    —Todo el mundo sabe que los Trajano han sido, son y se-rán leales servidores del emperador de Roma. La cuestión essaber cómo reaccionará el gran legatus Trajano si..., por todoslos dioses, si algo le pasara al emperador de Roma... si éstemuriera. En ese caso... ¿qué haría Trajano?

    Se podía decir con más palabras, pero no con más clari-dad. Ante cualquier otro, Trajano se habría levantado indig-

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 24 27/06/11 11:51

  • 25

    nado de su sella y habría abandonado el edicio del praetoriumde Moguntiacum, capital de Germania Superior, pero anteLucio Licinio Sura no. Licinio Sura era hispano como él, unode los senadores más inuyentes de Roma, esto es, entre lossenadores no romanos, es decir, inuyente hasta cierto punto,pues podía aspirar como poseedor de la ciudadanía romana acasi todo, incluso a cónsul, como ya había sido hacía unosaños, pero nunca a emperador. Licinio, en consecuencia, porsu nacimiento hispano, como Trajano, compartía esa limita-ción con el propio general interrogado: podían serlo todo me-nos emperador. Así, en la pregunta de Licinio no había unaambición personal, sino un deseo sincero por saber si Trajanoestaba dispuesto, o no, a alinearse con aquellos senadores quepudieran decidirse a vengar la muerte del emperador, si con-seguían esquivar a la guardia imperial, o con los prefectos delpretorio, aún si cabe más peligrosos y ávidos de sangre.

    Trajano tragó saliva en silencio. Sabía que habían enviadoa Lucio Licinio porque era hispano como él, porque pensa-ban que entre hispanos se entenderían. Trajano respetabaa Licinio. En eso habían estado acertados en el Senado, perode ahí a sumarse a una conjura para asesinar al emperadorDomiciano, por muy loco que éste pudiera estar, había ungran camino que recorrer, un camino muy peligroso en el queTrajano no estaba dispuesto a adentrarse. Él, como Licinio,compartía la preocupación por la debilidad de las fronterasde Germania, del Danubio y de Oriente y, como Licinio, sabíaque si él, Trajano, o Nigrino en Oriente o algún otro legatus encualquier esquina del Imperio, iniciaba una rebelión tras unposible asesinato del emperador Domiciano, las legiones ten-drían que abandonar las fronteras para una guerra civil sincuartel y que entonces tanto los catos en Germania como muyen particular el rey Decébalo de la Dacia4 se lanzarían sobrelas posesiones de Roma en la Galia, Dalmacia y Moesia, paraempezar. Decébalo era especialmente mortífero y podríaapropiarse de una vasta extensión del Imperio romano y aan-zarse; luego, si alguna vez concluía la guerra civil entre las le-

    4. Aproximadamente la actual Rumanía.

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 25 27/06/11 11:51

  • 26

    giones de Roma, sería ya imbatible y no se podría recuperar elterreno perdido. Trajano ponderaba todo esto cuando uno delos médicos que cuidaban a su padre entró en el edicio escol-tado por el tribuno Longino. Fue este último, un tribuno conun brazo tullido que los senadores imaginaron herido en al-guna acción de guerra, el que se atrevió a hablar interrum-piendo aquella tensa reunión al poner palabras al silencio fríodel médico.

    —Tu padre está peor —dijo Longino.Marco Ulpio Trajano se levantó de su asiento y, sin decir

    nada, salió del praetorium sin mirar a nadie, escoltado por unatribulado médico y por el propio Longino.

    Los tres senadores se quedaron a solas en el praetorium. Enel exterior la lluvia se estrellaba contra el suelo del norte delImperio. Germania era para todos ellos, provenientes de Ta-rraco y del sur de la Galia, un lugar frío y desolado. LicinioSura era un hombre paciente y pragmático. Aún no habíanrecibido una respuesta a la pregunta que habían realizado.

    —Esperaremos —dijo Lucio Licinio Sura—. Esperaremosa que regrese.

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 26 27/06/11 11:51

  • 27

    2

    EL ASCO

    Domus Flavia, Roma18 de julio de 96 d.C., hora prima

    Domicia Longina se despertó por la caricia áspera del empe-rador. Como durante los últimos días, ngió no sentir la manofría del dueño del mundo y esperó que la diosa Fortuna sealiara con ella y que el emperador desistiera en despertarla.Así fue. En cuanto Domicia percibió que las pisadas cada vezmás débiles del emperador se alejaban en dirección al granpasadizo que daba acceso a las grandes estancias públicas de laDomus Flavia, la emperatriz de Roma abrió los ojos. DomiciaLongina permaneció así, echada de costado, inmóvil, respi-rando con miedo a que el emperador hubiera olvidado algo yregresara al lecho de su cámara privada. Después de todo loque había ocurrido aún le sorprendía que, ocasionalmente, elemperador quisiera pasar una noche con ella. Pero lo teníaclaro: era una forma más de decirle que la poseía por comple-to, ya fuera para yacer con ella, como aquella noche o, comoera más frecuente en los últimos tiempos, para despreciarla.

    Con los oídos atentos, recostada de espaldas a la puertadel dormitorio, repasaba su existencia y, como tantos otrosdías, le sobrevino una arcada que la hizo contorsionarse deforma abrupta. Pero el vómito se quedó a las puertas de lagarganta y sólo sintió el hedor de los euvios rabiosos de tantaira contenida, a veces oculta, sin emerger, otras veces patenteen su rostro, en sus palabras, en sus acciones, pero siemprecontrolada. Era la hija de Cneo Domicio Corbulón, uno de losmayores generales de la Roma reciente, el conquistador deArmenia, el que doblegó la fortaleza de Artaxata, que segúncontaban había construido el propio Aníbal en tiempos ya tan

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 27 27/06/11 11:51

  • 28

    remotos que parecían pertenecer a otro mundo. Sí, su padredestronó a reyes en Oriente y entronizó a otros en Partia, trasbatallas épicas durante el reinado de Nerón. Esas heroicida-des le costaron a su padre la envidia y el rencor del últimoemperador de la dinastía Julio-Claudia: Nerón llamó a Corbu-lón en cuanto recuperó la paz en Oriente tras controlar Arme-nia y obligar a los partos a aceptar una paz que los humillabapolítica y militarmente. Sí, aquellas hazañas hicieron que elemperador Nerón llamara a su padre a Roma, pero éste nollegó nunca más allá de Grecia. En cuanto desembarcó enCorinto, los pretorianos lo recibieron con un mensaje terrible:atemorizado como estaba Nerón de la popularidad crecientede Corbulón, le ordenaba suicidarse allí mismo; si lo hacía sufamilia sería perdonada y respetada, y así se salvaría ella, lapropia Domicia; si se negaba, sería ejecutado y después seríaejecutada toda su familia. Domicia Longina cerró los ojos.

    Cuando tenía quince años un mensajero entró en su anti-gua domus y noticó con la frialdad habitual de los informesimperiales que su padre había muerto. Tardarían meses ensaber qué era lo que había ocurrido exactamente, y para cuan-do lo supieron el propio Nerón había muerto y todo el Impe-rio estaba sumido en la más fratricida de las guerras civiles,que supondría el nal del gobierno de la dinastía Julio-Clau-dia. Pero todo eso era el pasado. Un pasado que Domicia,cuando lo vivió, pensó que no podía ser más terrible, peroahora, a sus cuarenta y seis años, tras quince como emperatriz,casada con el más cruel de los gobernantes, con su hijo muer-to, con su amor auténtico perdido, arrancado, desgarrado,con el recuerdo de todos los incestos, traiciones, asesinatos ycrímenes fraguados entre las paredes de aquella gigantescaDomus Flavia, palacio imperial para el pueblo, una gran pri-sión para ella, ahora comprendía que la injusta muerte de supadre sólo era el principio de una larga noche de terror quedebía acompañarla durante toda su existencia. Las arcadasvolvieron y esta vez sí llegaron a su destino nal: el vómito,como tantas otras mañanas, cayó sobre el mármol del suelo desu cámara. Una esclava bien entrenada reconoció el sonidodel sufrimiento de su ama y apareció enseguida bien pertre-

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 28 27/06/11 11:51

  • 29

    chada, por la fuerza de la costumbre, y con una bacinilla deagua clara y varios paños limpios ayudó a asearse a la empera-triz de Roma. En cuanto ésta se encontró algo mejor, la mujerse arrodilló a sus pies para limpiar con rapidez las babas y labilis, echando perfume de un pequeño frasco que llevaba enla bacinilla para intentar mitigar el mal olor.

    —No va a volver, mi ama —dijo sin tan siquiera alzar elrostro. La emperatriz asintió sin decir nada. Eran años de ser-vidumbre los de aquella madura esclava; años de lealtad. Do-micia agradeció las explicaciones de la esclava que se compa-decía de la emperatriz de Roma—. Le he visto alejarse endirección al Aula Regia.

    —Muy bien, muy bien, por todos los dioses —dijo Domiciaaún turbada; no podía aceptar la humillación adicional de re-cibir la compasión de una esclava—. Es suciente. Deja esto ytrae los aderezos para el pelo. Si he de salir en público que elpueblo me vea elegante. El pueblo es lo único que me queda.

    Y así era. El pueblo de Roma adoraba a su emperatriz, deuna forma tal que incluso cuando ésta cayó en desgracia antelos ojos de Domiciano, como tantas otras personas, el empera-dor que se atrevía a sojuzgar a cualquier legatus, o a senadoreso cónsules, se vio obligado a controlarse para no enemistarsecon parte del pueblo. Sí, Domicia se sabía intocable, intocabledurante mucho tiempo, pero ¿hasta cuándo? La locura delemperador crecía y ya no tenía límites. Pronto sería su turno.Lo esperaba con la paciencia del cordero que va a ser degolla-do en una ofrenda a los dioses, y durante los últimos meseshabía decidido esperar su sacricio sin hacer nada más quevestirse de forma impecable y ser paseada, exhibida ante unpueblo al que sólo le importaba que hubiera trigo, juegos congladiadores y mucha sangre, cuanta más mejor, en el gigantes-co anteatro Flavio, y que los legati se ocuparan tan sólo devigilar las fronteras para que su mundo de sangre y placeresno se trastocara un ápice. Al pueblo, por un lado, no le impor-taba si el emperador masacraba a todos los senadores de Romay, por otro, era incapaz de ver la debilidad en la que estabanquedando las fronteras del Rin y del Danubio. Sólo teníanojos, y oídos y manos y voz para ver, escuchar, saludar y acla-

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 29 27/06/11 11:51

  • 30

    mar a los gladiadores del anteatro. El resto del mundo no lespreocupaba, ni lo que pasara en las fronteras de Roma ni loque ocurriera dentro de las paredes de la Domus Flavia. Peroun día, Domicia detectó de nuevo esa mirada de lascivia irre-frenable en las pupilas aburridas de muerte del emperador deRoma. La nueva víctima seleccionada iba a ser Flavia Domiti-la III quien, con sus hermosos veinticinco años, se mostrabademasiado irresistible ante un emperador para quien el pa-rentesco nunca había sido una barrera para sus anhelos másinstintivos. Ni el hecho de que estuviera casada y tuviera hijos.Todas esas cosas tenían solución en la tortuosa mente del em-perador. Ese día Domicia Longina decidió que tenía no yasólo el derecho sino la obligación de hacer algo más que per-manecer quieta y asistir de nuevo a otro trágico episodio dedesgarro moral y personal de una joven de la familia imperial.No podía permitir que la historia de Flavia Julia se repitiera denuevo. Domicia Longina, emperatriz de Roma, inspiró conprofundidad y, cuando la esclava retornó con otras dos jóve-nes siervas, dos ornatrices, para limpiar su faz con albayaldeblanco para rejuvenecer sus facciones ajadas por los años y lossufrimientos, aderezarle el pelo y limpiarle brazos y piernas, semostró contundente, decidida.

    —Ve a Partenio y dile que quiero verle. Que venga de in-mediato.

    —Sí, mi ama —respondió la esclava más madura, y salió dela cámara de la emperatriz con rapidez y sigilo mientras Domi-cia Longina era asistida por otras dos jóvenes esclavas que laayudaban con la stola.

    032-LOS ASESINOS DEL EMPERADOR 001-492.indd 30 27/06/11 11:51