Los Retos de Sudán Del Sur
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Los retos de Sudán del Sur, el nuevo país
Sudán del Sur se convirtió en el país más joven del mundo al oficializar su independencia de Sudán. ¿Qué le espera a esta nueva nación?
Los sudaneses del sur se reunieron en la capital de su nuevo país, Juba, para celebrar su independencia el sábado. Foto: AP/Pete Muller
Con la presencia de Omar al-Bashir, presidente de Sudán, y de cerca de 30 jefes de Estado africanos, Sudán del Sur proclamó oficialmente su independencia. Los ciudadanos salieron a las calles a celebrar desde el viernes con bailes típicos, y no se cansaron de gritar el nombre de su presidente, Salva Kiir.
La independencia de Sudán del Sur es el resultado de un proceso de paz que empezó en 2005 y que puso fin a una guerra civil de más de 20 años entre el norte, de mayoría musulmana y el sur, principalmente cristiano.
En ese momento se acordó realizar un referendo en el que la población del sur decidiría si quería separarse del norte y convertirse en una nación soberana. La consulta se llevó a cabo en enero y casi el 99 por ciento de los habitantes votaron a favor de la secesión. Desde entonces han estado esperando este día para poder celebrar oficialmente su independencia.
La felicidad, sin embargo, no es completa. Todavía quedan temas importantes por resolver, como la definición de la frontera. Uno de los puntos más críticos es la región de Abyei, rica en petróleo, que tendrá
que celebrar su propio referendo para decidir a cuál de los dos países quiere pertenecer.
En mayo, tropas del norte bombardearon esta región y provocaron el desplazamiento de 113.000 personas. El 20 de junio el presidente de Sudan, Omar al Bashir, y el de Sudán del Sur, Salva Kiir, acordaron desmilitarizar la zona limítrofe, por lo que la ONU autorizó el envío de 7.000 cascos azules. Pero la situación sigue siendo tensa.
Otra zona que ha sido escenario de violencia ha sido Kordofán del Sur. En el último mes, milicianos de esta región se negaron a formar parte del ejército del norte y a entregar sus armas, lo que ha llevado al régimen de Jartum a bombardear áreas pobladas por civiles. Aunque el gobierno del norte ha cerrado todas las entradas a Kordofán del Sur, las cifras de la ONU hablan de cientos de muertos y más de 70.000 desplazados.
Además de los problemas de violencia, el gobierno del nuevo país tendrá que enfrentar grandes retos. Sudán del sur nace como uno de los países más pobres del mundo. El 90 por ciento de la población vive con menos de un dólar diario, el 85 por ciento es analfabeta y el 33 por ciento sufre de hambre crónica, según han revelado estudios de Naciones Unidas. En el sur, uno de cada diez niños muere antes de cumplir un año.
Como si esto fuera poco, los atrasos en infraestructura también son alarmantes. Juba, la capital, escasamente cuenta con media docena de calles pavimentadas. Las fuentes de agua principales son pozos desprotegidos y más del 80 por ciento de la población no tiene inodoros de ninguna clase.
El gobierno, además, tendrá que atender a miles de refugiados que llevaban años en el exilio y volvieron con la ilusión de vivir, por fin, en un país soberano.
Todas las esperanzas del país están puestas en el petróleo. Cerca del 75 por ciento de los campos petrolíferos de Sudán quedarán en manos del gobierno de Salva Kiir. Sin embargo, las refinerías y los oleoductos para transportar el crudo se encuentran en el norte. Esto había llevado a ambos gobiernos, en el momento de firmar la paz, a lograr un acuerdo para repartirse las ganancias del petróleo por mitades.
El problema es que ese acuerdo ya expiró y los gobiernos todavía no han logrado una nueva negociación. Incluso, el ministro de Carreteras y Transportes de Sudán del Sur aseguró, en rueda de prensa, que “para nosotros será fácil construir nuestro propio oleoducto”. El tema, sin duda, será una fuente de tensión entre las partes.
La ONU anunció que establecerá una nueva misión en la República de Sudán del Sur que tendrá una duración inicial de un año, pues la posibilidad de que la independencia del Sur lleve al recrudecimiento de la guerra civil está latente. De cualquier forma, en los próximos meses el mundo deberá tener sus ojos puestos en Sudán. Y en Sudán del Sur.
El sábado 9 de julio, en medio de un ambiente festivo y ante la presencia de jefes de Estado y dignatarios de
todo el mundo –como el Secretario General de la ONU Ban Ki Moon–, se formalizó creación del Estado de
Sudán del Sur, el número 193 de las Naciones Unidas y 54 del continente africano. Después de más de cinco
décadas de conflicto armado y lucha independentista, se celebró, el primero enero de este año, un referendo
para que el pueblo de esta región sudanesa expresara si quería o no la independencia del país africano. La
respuesta ciudadana fue apabullante, más del 98% votó a favor de la emancipación. Estos resultados, más la
presión de la comunidad internacional facilitó que el gobierno de Jartum aceptara la voluntad del sur y
permitiera la emancipación de estos territorios de su país.
A pesar del optimismo demostrado, tanto en las votaciones del referendo, como en las celebraciones de la
independencia. El panorama de este nuevo Estado africano, no es el más prometedor. Antes de la
emancipación de sur, Sudán ya estaba en los puestos más bajos de desarrollo en el mundo, la economía de
esta ex colonia británica está basada prácticamente en la agricultura de subsistencia y su capacidad de
industrialización es casi nula. Además, la existencia de más de 500 tribus y 150 dialectos diferentes, sumada
a la imperante corrupción de sus débiles instituciones, convierte en todo un reto poder adelantar estrategias
de desarrollo nacional y de buscar una cohesión como país.
Uno de los principales factores que impulsaban la escisión del sur, eran las diferencias religiosas, pues en el
norte la mayoría de sus habitantes profesan el Islam, mientras que en el sur existe una mezcla de cristianismo
católico y creencias animistas tradicionales. Sudán fue un país hecho al arbitrio de los poderes extranjeros y
su historia como país ha estado enmarcado por las guerras civiles, producto de divisiones territoriales que
desconocen factores culturales diferentes, que con el tiempo se han vuelto disputas irreconciliables.
UN Photos
La apuesta para el desarrollo de Sudán del Sur es poder sacar provecho de los yacimientos petroleros, que
proveen el 85% del total del petróleo producido por Sudán y que ahora pasan a conformar el 98% del
presupuesto del nuevo país. Este fue sin duda uno de los temas más álgidos al momento de ‘negociar’ la
emancipación del sur, puesto que el norte no quería renunciar a estos yacimientos, sin embargo, se logró
negociar un pacto ‘gana-gana’ en el cual todo el petróleo explotado en Sudán del Sur pasaría por las
refinerías de su vecino del norte.
Aquí encontramos una de las razones por las cuales las principales potencias mundiales apoyaron y
agilizaron el proceso de independencia del sur, pues es mucho más fácil negociar acuerdos ventajosos para
las multinacionales del crudo con un gobierno nuevo aún en construcción y con el agradecimiento histórico de
haber ayudado a la consolidación de este nuevo país. Recordemos que el dictador sudanés Omar Al-
Bashir es una figura non-grata por gran parte de la comunidad internacional por las matanzas ordenadas en el
territorio de Darfur desde 2003 –conflicto que se prolonga hasta nuestros días– y que se considera como un
crimen de lesa humanidad, al buscar el exterminio de la comunidad negra y no musulmana de esta zona del
país.
Este capítulo oscuro del gobierno de Al-Bashir no permitía a las grandes potencias adelantar libremente
acuerdos de explotación petrolera, por lo menos, no sin recibir fuertes críticas dentro de sus propios países
como auspiciadores de un gobierno que viola de forma tan abierta los Derechos Humanos y el Derecho
Internacional Humanitario. Ya con la emancipación de Sudán del Sur, los acuerdos comerciales se pueden
desarrollar en completa tranquilidad, aunque esto no signifique un mayor cambio en la calidad de vida que
este nuevo país pueda ofrecer a sus habitantes.
Otro de los retos del nuevo Estado es adelantar los planes de recepción de desplazados de la hambruna
provenientes del Cuerno de África, que sufre la sequía más prolongada en 60 años y que, según ACNUR y el
PMA, movilizarán un aproximado de 10 millones de personas desde Somalia, Etiopía y Kenia, hacia los países
fronterizos. De igual forma, el nuevo Sudán del Sur deberá planificar una estrategia para sortear la crisis
alimentaria en caso de extenderse la sequía por su territorio.
Diversos retos le esperan a este nuevo país, que deberá responder al optimismo de sus ciudadanos con un
futuro mejor al que les esperaba siendo parte de su vecino del norte, además deberá continuar con las
negociaciones del tratado final que establezca las fronteras definitivas entre ambos países, comenzar los
trámites de nacionalización de los que aún viven en el norte, pero se identifican con el nuevo país, empezar a
buscar los espacios de interlocución en los organismos internacionales como la Unión Africana y las Naciones
Unidas, lograr que la explotación de sus recursos naturales beneficie a sus nacionales y cambiar el panorama
de pobreza y conflicto que ha caracterizado esta región del Nilo en las últimas cinco décadas.