Ámbitos siderales, de Juan Gutiérrez Padial · Los que más revelan acerca de su autor. Más bien...

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Abril 2011 EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO EL FARO 1 PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 26 ABRIL 2011 Siento predilección por los libros fallidos. Todo escritor habría de poseer una carpeta con los libros que no llegaron a realizarse; la carpeta llevaría un rótulo que dijese: cementerio de in- fantes. Los libros fallidos son aquellos que se emprendieron sin necesidad vital, o bien, por distinto cauce, los que pasaron sin una sola crí- tica ni comentario epistolar tan siquiera. Libros, en suma, que vivieron poco. Estamos ante un poeta de palabra poderosa, porque lo animaba un fuego interior que, quienes lo conocimos, a don Juan, sabemos que era maravilloso, porque ese fuego nos arrastraba hacia sí, como ocurre con la mariposa para con la llama. Ámbitos siderales es un libro póstumo, porque se impri- mió sin autonomía, incurso en su obra comple- ta en verso, y que su autor, sabiendo ya lo poco que le quedaba de vida, lo dejaba más bien en testamento. Y es un libro fallido, al menos en apariencia. Los libros fallidos son los más inte- resantes, no hay que temer a las palabras. Los que más revelan acerca de su autor. Más bien es Ámbitos siderales la bodega de un navío en la que van depositándose los restos de velas y demás elementos de navegación, en una larga travesía. Ámbitos siderales empieza con un poema fechado en 1972 y termina con otro de 1992; o sea, son poemas, algunos de ellos, que, o bien no cupieron en el libro entonces –en esos veinte años– en elaboración, o bien se escribie- ron por algún motivo concreto, a golpe de ne- cesidad emocional. Son trece poemas. Y la cir- cunstancia de que todos –menos dos– vayan dedicados nos pone al tanto de que son poe- mas que no cabían en el libro en curso y que por tanto fueron escritos por un estremecimien- to tal vez pasajero, pero con la emoción de la amistad por delante, pues tal profusión de de- dicatorias no permite pensar otra cosa. El libro como tal fue pensado ya desde la década de los 60, pues posee un «Antemural» explicatorio donde consta la década, omitiendo el año exac- to. Probablemente corresponde a un proyecto de libro que fue demorándose irreversiblemen- te, hasta ser retomado muchos años después el título, que por su serenidad y amplitud exigían mayor y más constante esfuerzo. Y tal vez fuese ese esfuerzo en consonancia con la serenidad y amplitud del título lo que le retrajo. Ámbitos siderales comienza con una silva en versos blancos, inspirada en los arpegios musi- cales que el gran Ruiz-Aznar arrancaba al órga- no, lo que la convierte –por la expansión de su fuerza rítmica– en una oda, y acaba con una así titulada sonata («Sonata bíblica») de tan solo ocho versos, los dos últimos quizá más hermo- sos que nunca escribió. Dos versos turbadores, de una belleza solemne y triste: «bajó el cielo a la tierra, enamorado, / y en un beso de fuego abrió la rosa». El cielo besa a la tierra y de tal beso nace la rosa, esto es la abre a la existencia. Con lo que venía a decir que la rosa es un abso- ANTONIO ENRIQUE Ámbitos siderales, de Juan Gutiérrez Padial EL POETA JUAN GUTIÉRREZ PADIAL, A QUIEN LA ACADEMIA DE BUENAS LETRAS DE GRANADA HA RENDIDO RECIENTEMENTE UN HOMENAJE CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO (LANJARÓN 1911-GRANADA 1994) luto, y que si es por amor nacida, esa rosa es aún más que el absoluto, es el símbolo de nues- tra vida temporal. Pero que, al mismo tiempo, ese amor, en el que fue engendrada e ideada por el demiurgo, la convierte en eterna. Con lo que deja de ser nuestra vida temporal, para con- vertirse en aquello con lo que comienza el poe- ma: la luz. ¿Y no es a veces un presagio la poe- sía? ¿Y los últimos versos que se escriben en este mundo no podrían ser ese presagio realiza- do, ya cumplido? Pues yo no tengo otra manera de calificar la obra de este gran hombre y mara- villoso poeta que diciéndolo bien claro: fue rosa abierta y cincelada a fuerza de sentir el amor más grande hacia la vida. Ámbitos siderales posee un soneto extraordi- nario («Del amor y la palabra»), donde nombre se rima con hombre (como es imposible no ha- cerlo), y donde lodo con todo, lo que sí era evi- table si el poeta hubiera querido decir otra cosa; pero no, lodo se refiere a sufrimiento, y todo, a lo que queda dentro de un abrazo. A este poe- ma sigue una apenas canción, en cuyos cuatro versos se ora a Dios pidiéndole los «Cuatro dones» (así se titula) más entrañados dentro de sí: la paz, la rubia mirada, la fuerza madura y la brisa nevada. La paz es la de la fuente escondi- da, la mirada la de los finos trigales, la fuerza, la de los pinos de otoño, la brisa, la de los lirios de abril. Fuente escondida, invierno; los trigales, estío, los pinos de otoño y los lirios, primavera: las cuatro estaciones, y los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego, por este orden. De manera que «la brisa nevada de los lirios de abril». En su penúltima carta que recibí, de 11 de abril de 1991, me dice: «no me faltan flores que me las pone Nicomedes, y Rosaura tam- bién me trae hermosos ramos de lirios de su huerto». La brisa nevada de los lirios de abril, para un granadino es, lo que el verso dice, más Dios. Que es Sierra Nevada, allá arriba siempre en lo alto, blanca y eterna. Porque su Dios estaba hecho de cosas de la tierra, como el pan y el vino, pero también de fulgor inalcanzable. Sigue el libro con un sone- to a uno de los momentos bíblicos más apasionantes y misteriosos, la Anunciación del arcángel Gabriel a la Madre Divina, y posterior- mente un villancico, donde María muestra el pecho como ramo de alhelí. Tras él, una nana. Cuánto, de verdad, sentía la infancia nuestro don Juan. Era tan vehemente en esto que parecía una madre, también. A él se le ponía pátina en los ojos cuando nos hablaba de su infancia mis- ma, y todos intuíamos que su madre, para él, había sido el puro temblor de su vida. Tanto el villancico como la nana unen a la sencillez más transida la palpitación del amor no realizado. «En carne viva» es un soneto escrito, me parece a mí, por sano influjo de Sebastián Ur- bano Baena, cura del cementerio, nacido en La Malahá, que escribía sus versos místicos en un libro de registro de difuntos, pero no por mor- bosidad, porque el tal libro no había llegado a utilizarse, sino porque le tomó apego por su textura, tamaño y disposición de márgenes y renglones. Lo llevaba siempre en una bolsa de plástico, para apuntar, a lápiz como solía, los versos que se le iban ocurriendo, fuera por don- de fuese. Tal vez muchos le recuerden: solía es- perar en la esquina derecha de cuesta Gomérez en plaza Nueva a que alguien que subía le mon- tase para evitar tanta cuesta. Parecía un san Bru- no. Su Cántico eucarístico, para el que pedía con- sejos a don Juan continuamente, fue también un libro póstumo, y además inconcluso, y he de decir lo que le dije a don Juan Gutiérrez un día, y él me miraba como sabía hacerlo: con una cier- ta sorna en la sonrisa y unos ojos tras las lentes, leyéndote el pensamiento, por lo cual era impo- sible mentirle. Y lo que le dije fue que contenía, el libro de aquel humildísimo y en gracia Sebastián, dos, al menos dos, de los sonetos místicos más bellamente escritos en aquel siglo, en nuestra lengua. Él estuvo de acuerdo. ¿Por qué lo sé? Porque se los sabía de memoria, esos dos y otros. Otro villancico, más estilizado éste y conven- cional, y un magnífico soneto («Y en la espiga,

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Abril 2011

EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 1

PLIEGOS DE ALBORÁN Nº 26 ABRIL 2011

Siento predilección por los libros fallidos.Todo escritor habría de poseer una carpeta conlos libros que no llegaron a realizarse; la carpetallevaría un rótulo que dijese: cementerio de in-fantes. Los libros fallidos son aquellos que seemprendieron sin necesidad vital, o bien, pordistinto cauce, los que pasaron sin una sola crí-tica ni comentario epistolar tan siquiera. Libros,en suma, que vivieron poco. Estamos ante unpoeta de palabra poderosa, porque lo animabaun fuego interior que, quienes lo conocimos, adon Juan, sabemos que era maravilloso, porqueese fuego nos arrastraba hacia sí, como ocurrecon la mariposa para con la llama. Ámbitossiderales es un libro póstumo, porque se impri-mió sin autonomía, incurso en su obra comple-ta en verso, y que su autor, sabiendo ya lo pocoque le quedaba de vida, lo dejaba más bien entestamento. Y es un libro fallido, al menos enapariencia. Los libros fallidos son los más inte-resantes, no hay que temer a las palabras. Losque más revelan acerca de su autor.

Más bien es Ámbitos siderales la bodega de unnavío en la que van depositándose los restos develas y demás elementos de navegación, en unalarga travesía. Ámbitos siderales empieza con unpoema fechado en 1972 y termina con otro de1992; o sea, son poemas, algunos de ellos, que,o bien no cupieron en el libro entonces –en esosveinte años– en elaboración, o bien se escribie-ron por algún motivo concreto, a golpe de ne-cesidad emocional. Son trece poemas. Y la cir-cunstancia de que todos –menos dos– vayandedicados nos pone al tanto de que son poe-mas que no cabían en el libro en curso y quepor tanto fueron escritos por un estremecimien-to tal vez pasajero, pero con la emoción de laamistad por delante, pues tal profusión de de-dicatorias no permite pensar otra cosa. El librocomo tal fue pensado ya desde la década de los60, pues posee un «Antemural» explicatoriodonde consta la década, omitiendo el año exac-to. Probablemente corresponde a un proyectode libro que fue demorándose irreversiblemen-te, hasta ser retomado muchos años después eltítulo, que por su serenidad y amplitud exigíanmayor y más constante esfuerzo. Y tal vez fueseese esfuerzo en consonancia con la serenidad yamplitud del título lo que le retrajo.

Ámbitos siderales comienza con una silva enversos blancos, inspirada en los arpegios musi-cales que el gran Ruiz-Aznar arrancaba al órga-no, lo que la convierte –por la expansión de sufuerza rítmica– en una oda, y acaba con una asítitulada sonata («Sonata bíblica») de tan soloocho versos, los dos últimos quizá más hermo-sos que nunca escribió. Dos versos turbadores,de una belleza solemne y triste: «bajó el cielo ala tierra, enamorado, / y en un beso de fuegoabrió la rosa». El cielo besa a la tierra y de talbeso nace la rosa, esto es la abre a la existencia.Con lo que venía a decir que la rosa es un abso-

ANTONIOENRIQUE

Ámbitos siderales,de Juan Gutiérrez Padial

EL POETA JUAN GUTIÉRREZ PADIAL,A QUIEN LA ACADEMIA DE BUENASLETRAS DE GRANADA HA RENDIDO

RECIENTEMENTE UN HOMENAJE CONMOTIVO DEL CENTENARIO DE SU

NACIMIENTO(LANJARÓN 1911-GRANADA 1994)

luto, y que si es por amor nacida, esa rosa esaún más que el absoluto, es el símbolo de nues-tra vida temporal. Pero que, al mismo tiempo,ese amor, en el que fue engendrada e ideadapor el demiurgo, la convierte en eterna. Con loque deja de ser nuestra vida temporal, para con-vertirse en aquello con lo que comienza el poe-ma: la luz. ¿Y no es a veces un presagio la poe-sía? ¿Y los últimos versos que se escriben eneste mundo no podrían ser ese presagio realiza-do, ya cumplido? Pues yo no tengo otra manerade calificar la obra de este gran hombre y mara-villoso poeta que diciéndolo bien claro: fue rosaabierta y cincelada a fuerza de sentir el amormás grande hacia la vida.

Ámbitos siderales posee un soneto extraordi-nario («Del amor y la palabra»), donde nombrese rima con hombre (como es imposible no ha-cerlo), y donde lodo con todo, lo que sí era evi-table si el poeta hubiera querido decir otra cosa;pero no, lodo se refiere a sufrimiento, y todo, alo que queda dentro de un abrazo. A este poe-ma sigue una apenas canción, en cuyos cuatroversos se ora a Dios pidiéndole los «Cuatrodones» (así se titula) más entrañados dentro desí: la paz, la rubia mirada, la fuerza madura y labrisa nevada. La paz es la de la fuente escondi-

da, la mirada la de los finos trigales, la fuerza, lade los pinos de otoño, la brisa, la de los lirios deabril. Fuente escondida, invierno; los trigales,estío, los pinos de otoño y los lirios, primavera:las cuatro estaciones, y los cuatro elementos:agua, aire, tierra y fuego, por este orden. Demanera que «la brisa nevada de los lirios deabril». En su penúltima carta que recibí, de 11de abril de 1991, me dice: «no me faltan floresque me las pone Nicomedes, y Rosaura tam-bién me trae hermosos ramos de lirios de suhuerto». La brisa nevada de los lirios de abril,para un granadino es, lo que el verso dice, másDios. Que es Sierra Nevada, allá arriba siempreen lo alto, blanca y eterna.

Porque su Dios estaba hecho de cosas de latierra, como el pan y el vino, pero también defulgor inalcanzable. Sigue el libro con un sone-to a uno de los momentos bíblicos másapasionantes y misteriosos, la Anunciación delarcángel Gabriel a la Madre Divina, y posterior-mente un villancico, donde María muestra elpecho como ramo de alhelí. Tras él, una nana.Cuánto, de verdad, sentía la infancia nuestro donJuan. Era tan vehemente en esto que parecíauna madre, también. A él se le ponía pátina enlos ojos cuando nos hablaba de su infancia mis-ma, y todos intuíamos que su madre, para él,había sido el puro temblor de su vida. Tanto elvillancico como la nana unen a la sencillez mástransida la palpitación del amor no realizado.

«En carne viva» es un soneto escrito, meparece a mí, por sano influjo de Sebastián Ur-bano Baena, cura del cementerio, nacido en LaMalahá, que escribía sus versos místicos en unlibro de registro de difuntos, pero no por mor-bosidad, porque el tal libro no había llegado autilizarse, sino porque le tomó apego por sutextura, tamaño y disposición de márgenes yrenglones. Lo llevaba siempre en una bolsa deplástico, para apuntar, a lápiz como solía, losversos que se le iban ocurriendo, fuera por don-de fuese. Tal vez muchos le recuerden: solía es-perar en la esquina derecha de cuesta Gomérezen plaza Nueva a que alguien que subía le mon-tase para evitar tanta cuesta. Parecía un san Bru-no. Su Cántico eucarístico, para el que pedía con-sejos a don Juan continuamente, fue tambiénun libro póstumo, y además inconcluso, y he dedecir lo que le dije a don Juan Gutiérrez un día,y él me miraba como sabía hacerlo: con una cier-ta sorna en la sonrisa y unos ojos tras las lentes,leyéndote el pensamiento, por lo cual era impo-sible mentirle. Y lo que le dije fue que contenía,el libro de aquel humildísimo y en graciaSebastián, dos, al menos dos, de los sonetosmísticos más bellamente escritos en aquel siglo,en nuestra lengua. Él estuvo de acuerdo. ¿Porqué lo sé? Porque se los sabía de memoria, esosdos y otros.

Otro villancico, más estilizado éste y conven-cional, y un magnífico soneto («Y en la espiga,

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2 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/Poesía/Música

el Señor»), dedicado a Fernando de Villena, quees quien nos introdujo a la amistad de don Juana los demás, encomiándonos su portentoso oído,su erudición, y lo bien que acogía en su casitadel hospital del Pretorio, del que era capellánde ancianos, más una oda también al SantísimoSacramento, más otros dos poemas, uno escri-to en son de epístola a su amigo, el tambiénsacerdote y poeta Juan Gregorio, y otro en ver-so libre, torrencial en extensión, acerca del su-frimiento de los pueblos de África, cierran ellibro, que concluye, en efecto, con el ya referidodel beso de fuego que abrió la rosa, «Sonatabíblica».

Este sufrimiento ajeno era el hondón de supena, y también, por qué no decirlo, su sufri-miento ante Dios, en una tensión constante porhaber de aceptarlo, el dolor ajeno, sin menosca-bo de su amor y su fe. Yo no sé si él confiabamucho o poco en el ser humano. De hecho, serepite una amargura muy intensa en relación alos hombres. No hay más que irse a libros comoSombra penúltima para percibir cierta desolación,y sin embargo, no deja de ser solidaria: «Somoscieno de ti. Tuyos, tan tuyos… / Por eso te de-cimos Padre nuestro». Pues en esto del dolorsiempre fue uno más.

Miraba así, tras sus gruesas gafas con mon-tura sólida, pero era al sonreír, con aquel puntoamablemente irónico, donde se veía al niño quefue y al hombre de las Alpujarras que era, puesa su candor y benevolencia, unía el regusto delas palabras del campo y los dichos castizos, conrotundidad de una piedra en el pozo. Las gafastenían la manía de deslizársele por la nariz,apeándose de una callosidad que el uso habíaformado en ambos lados del caballete. Y se lasaupaba con una leve sacudida, que valía para

son encastillados las personas que no sondomesticables, orgullosos de ser libres, porquesí.

La última vez que le vi fue en Virgen de lasNieves, yo creo que pocos días o semanas an-tes de su muerte, que fue el 27 de abril de 1994,un año después de impresa su obra completaen verso (Entre asombros y gozos, la Palabra) porÁngel Moyano. Estaba en una habitación alfondo de un largo pasillo de la tercera planta.Muy solo. Morir, murió en brazos de su her-mana Ana, pero no en la fría e inhóspita de-pendencia hospitalaria, sino en la casa sacer-dotal de la placeta de Gracia. Allí era todo tandistendido y cordial, que una vez que estuveallí, con anterioridad a que lo ingresaran en elhospital Virgen de las Nieves, me salió a abrirel propio arzobispo, monseñor Méndez.

Yo no recuerdo qué le dije, si es que le dijealgo de alguna enjundia, además de sentarmecon él en una silla que quedaba baja respectodel camastro de ruedas. Creo que sí, que estu-ve en silencio y que tomé una de sus manos.Me lo agradeció mucho, él era tan agradecidocomo lo son los campesinos de la Alpujarra,que se alegran mucho de ver a la gente porquenormalmente van solos por aquellos caminos.Me lo agradeció, pero yo me di cuenta de quequería estar solo. Y lo supe porque miraba mu-cho hacia la ventana, por donde entraba un solradiante. Y su mirada, mirándolo, aquel sol ale-gre y mañanero, era una mirada con sed. Sedde amor y de belleza, que es lo que siente todomoribundo en paz, si además es poeta. Eraabril. Cuando el beso de fuego abre las rosas.¡Abril con su brisa nevada de lirios, cuandomurió! Tal vez, entonces sí, supo que abril se-guía por toda la eternidad.

EL POETA JUAN GUTIÉRREZ PADIAL, QUE FUE DECANO DE LOS CANÓNIGOS DEL

CABILDO-CATEDRAL DE GRANADA

poco en vistas de la obstinación de las gafas pordejar libres aquellos ojos bien observadores ysabios de todas las penurias y acechanzas del alma.

Yo siento ahora una emoción bien extraña alescribir, casi medio siglo después de emprendi-do con su «Antemural», y dieciocho tras que sepublicase, este primer y hasta ahora único co-mentario del libro que nos ocupa. Verdaderamen-te la posteridad tiene caprichos incomprensibles,si no fuera por el confinamiento y silencio, cuan-do no exclusión y postergación, que aguardaba asu obra por los prejuicios ideológicos en los que

He bajado a Almuñécar para sentir la deliciadel mar en invierno. Y, al pasar ante el mesónAlba, leo un cartel anunciador muy sugerente,aunque algo escueto: «Esta noche, a las 21.00,Fandangos». Por supuesto, fui puntual a la citay pude ir viendo como llegaban todos los com-ponentes de esa peña sexitana que se reúne cadaviernes. Con algo de retraso, comienza el acto yen seguida descubro algo que ya me ha hechocavilar muchas veces: ¡Cuántos, cuántos artistasexcepcionales permanecen en el anonimatomientras otros mediocres usurpan la fama y eldinero! Había allí dos guitarristas: unojovencísimo, pero con una habilidad y ligerezaque cortaba el aire y la respiración. Se llamaMiguel Ángel Martín y le apodan Miky y meconsta que se oirá hablar de él en el futuro. Elotro guitarrista era un hombre de mediana edadllamado José Rivas y escucharlo resulta estre-mecedor. Muy pocos intérpretes he conocidoque interioricen tanto lo que están tocando. Conlos ojos cerrados, mirando hacia adentro, aquelverdadero artista brindaba a un auditorio abi-garrado y no siempre atento una grandísima lec-ción de duende. En algunas ocasiones, cantabaél mismo; en otras, lo asistía un magnífico acom-pañamiento: un grupo de mujeres con casta-ñuelas llenas de alegres cintas de colores y otrostres artistas netamente populares: los hermanosAlaminos. El primero de ellos, Francisco denombre, tocaba las carrañacas o cañaveras(como allí también se las llama) y lo hacía congravedad y fuerza, y en otros momentos canta-

Flamenco

ALMUÑÉCAR, PLAYA DE PUERTA DEL MAR

ba. El segundo hermano, José Alaminos, tocabalas campanillas con gran maestría y el tercero,llamado Antonio era un cantante extraordinarioque conocía bien todos los palos. Aquellos treshombres, que parecían nacidos de la tierra, lo-graban en su ritmo una fuerza telúrica admira-ble.

Los llamados fandangos cortijeros se aseme-jan bastante a los verdiales malagueños, peroposeen su propio sello. Era entrañable ver a gen-tes de todas las edades y condiciones bailandoestos antiguos cantes, sin que medie afán de co-mercializar este arte en estado puro. Yo siemprehe creído que el flamenco, y también el jazz, son

músicas que no deben salir de las tabernas ylos clubes pues los escenarios grandes les res-tan autenticidad. Mi experiencia en el mesónAlba me supuso todo un privilegio y por ellotenía que escribirla.

Si todavía se valorase el talento en esta Es-paña cada vez más descafeinada y más falsa, elguitarrista José Rivas ocuparía un puesto muy,muy alto entre los artistas, pero ahí permane-ce, con toda su genialidad casi en secreto. Yoinvitaría a quien leyese estas líneas a acudir cual-quier viernes a las nueve de la noche a esemesón. Me consta que me lo agradecerá siem-pre.

FERNANDODE VILLENA

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EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 3

Cultura/Ensayo

Luis de Usoz y Río,creador en España de una

biblioteca de libros prohibidos

WILLIAMPENN EN

PENNSYLVANIA

Una de las ramas derivadas de la Reformaprotestante es la de los cuáqueros, también co-nocidos como Sociedad de los Amigos. Fuefundada por el inglés George Fox (1626-1690),al segregarse del Anglicanismo. El estado nor-teamericano de Pennsylvania debe su nombreal cuáquero William Penn (1644-1718). En 1947les fue concedido el Premio Nobel de la Paz.La película dirigida por William Wyler en 1956y titulada Friendly Persuasión (en castellano La granprueba) está protagonizada, con Gary Cooper ala cabeza, por una familia de cuáqueros yambientada en la Guerra de Secesión (1861-1865).

En nuestro país es poco conocida esta deno-minación cristiana que se caracteriza por noposeer un credo escrito, por una libertad abso-luta en cuestiones de interpretación, por su ele-gante discreción en ideas, sentimiento religiosoy conducta, por ser los primeros en reconocerlos derechos de la mujer, por oponerse a la es-clavitud, por la acendrada austeridad en los dis-tintos campos de la vida, por su pacifismo si-lencioso. Durante la guerra civil española de1936-1939, los cuáqueros colaboraron en tareasde ayuda humanitaria a las dos Españas enfren-tadas. Ni ocultan ni proclaman sus conviccio-nes religiosas y por tanto es difícil precisar elnúmero de seguidores, siempre muy exiguo en-tre nosotros, pero ciertos cuáqueros ocuasicuáqueros ha habido aquí, destacables poralguna razón. Tal es el caso de Luis de Usoz yRío (1805-1865), de cuyo epistolario hablare-mos ahora, y de Cayetano Ripoll, última vícti-ma de Inquisición; y las convicciones religiosasde José Somoza (1781-1852), el «hereje dePiedrahita» (Ávila) en palabras de Baroja, «sonparte importante de las creencias de los cuá-queros», afirma el profesor Juan Bautista Vilar.

1. Cuáqueros y literaturaExisten, pese a todo lo dicho, algunos auto-

res españoles que se han acercado a ellos. Elque más espacio les ha dedicado en el mundode la ficción literaria ha sido Pedro deMontengón (1745-1824) con la novela Eusebio(1786-1788), escrita «para que sea útil a todos»,según declaraba el autor en el prólogo. Pero dosaños después de aparecer fue objeto de denun-cias y prohibiciones inquisitoriales, motivo porel que fue revisada, enmendada y deformada yde lo cual trató Luis de Usoz.

La primera parte, de las cuatro de que constala extensa narración, transcurre en la ciudad deFiladelfia (Pennsylvania). Aquí ha llegado el niñoEusebio que ha quedado huérfano por un nau-fragio sufrido en las costas de Norteamérica.Ha sido acogido por un cuáquero llamado En-rique Myden, casado con Susana, «piadosapredicanta de su secta». Este hecho de presen-tar a una mujer predicando pone de manifiestoel ya entonces avanzado feminismo de los cuá-queros y que no se olvida de apuntarMontengón. Myden, aconsejado por GuillermoSmith, encomienda la educación de su ahijadoa un humilde cestero, también cuáquero, llama-do Jorge Hardyl. Pero, como observa el narra-dor, «bajo ruin manta anda tal vez escondida la

filosofía», y así es. Hardyl va imprimiendo lavirtud senequista en el alma de Eusebio y tam-bién las lenguas clásicas, además de aprenderun oficio manual de su maestro. Todo les seráútil cuando en las partes siguientes de la novelael maestro cuáquero y su joven discípuloEusebio vivan experiencias desventuradas enEuropa. La novela es una defensa de la prácticade la virtud.

Otros autores han acusado conocimiento delos cuáqueros en alguna de sus formas.Menéndez Pelayo, en la Historia de los heterodoxosespañoles, titula el apartado dedicado a Usoz así:«Un cuáquero español: D. Luis de Usoz y Río».Erróneamente dice que nace en Madrid, peroatenúa para con él la visión crítica que caracte-riza a este historiador ante todo lo que escapedel catolicismo cerrado y huela a heterodoxia.«El nombre de Usoz –escribe– es inseparablede la literatura protestante del siglo XVI, que élrecogió, ordenó, salvó del olvido e imprimió denuevo la más voluminosa colección de materia-les para la historia del protestantismo español.Su entendimiento, su actividad, su fortuna, suvida toda, se emplearon y consumieron en estaempresa».

Miguel de Unamuno vio con simpatía e in-cluso se aproximó afectivamente a la Sociedadde los Amigos en un artículo titulado precisa-mente así, «Los Amigos», aparecido en la revis-ta Ahora el 8 de febrero de 1935, a los que ca-racteriza, con énfasis gráfico, «apóstoles de lapaz y de la absoluta franqueza». El compañerodel Grupo o Generación de Unamuno, PíoBaroja, da entrada en su extensa obra a unadocena de distintas denominaciones protestan-tes y ha dejado testimonio de la Sociedad de losAmigos en varios escritos al referirse a Usoz,en especial en un artículo que la crítica se olvi-da de citar. Me refiero a «El Diario de un pro-testante español del siglo XIX». Para Baroja,«Usoz era un protestante, no sólo en religión,sino de todo lo que creía malo en España y enel mundo», una especie de anarquista místico,un patriota europeizador.

Después de estos autores notabilísimos y deotros menores que ahora omito, han ido apare-ciendo publicaciones sobre este romántico,aventajado conocedor de lenguas clásicas ycofundador del Ateneo, junto a Alcalá Galianoy otros, que fue Luis de Usoz y Río. En estesentido cabe destacar el trabajo de los profeso-res Domingo Ricart (1973), de Carmen deZulueta (1983), de Eugenio Cobo (1986), de Pe-dro Ortiz Armengol (1987) y de Luis Estepa(1998). Y muy destacable es la dedicación delprofesor de Historia de la Universidad de Mur-cia, Juan Bta. Vilar, quien en sus investigacio-nes sobre el protestantismo en España habíapublicado trabajos sobre la obra llevada a cabopor Usoz. Así en Intolerancia y libertad (1994) yen otro artículo científico, del mismo año enBulletin Hispanique. Ahora vuelve de nuevo suatención sobre el asunto con una extensa publi-cación que aparecía en diciembre de 2010 y cuyaautoría comparte con Mar Vilar, también pro-fesora del departamento de Inglés de la mismaUniversidad de Murcia: El primer hispanismo bri-tánico en la formación y contenidos de la más importan-te biblioteca española de libros prohibidos. Correspon-dencia inédita de Luis de Usoz con Benjamin Wiffen(1840-1850). Su lectura me ha motivado esteescrito sobre los cuáqueros que tendrá trata-miento más detenido en el futuro.

2. La empresa editora de UsozEl libro (Editorial MAD, Sevilla, 2010), consta

de una introducción y un extenso epistolario de129 cartas enviadas al hispanista inglésBemjamin B. Wiffen por el bibliófilo y literatoLuis de Usoz, quien, a veces le envía, adjuntas alas propias, las de su agente colaborador Fer-nando Brunet, residente en San Sebastián. To-das estas cartas se custodian en el WadhamCollege (Oxford University). El epistolario, queabarca una década, ofrece una visión personalde Usoz sobre la España del siglo XIX desdeesa perspectiva patriótica a la que aludía Baroja,con multiplicidad de aspectos. Cada uno de ellosdaría motivo a un artículo de difusión cultural.Por supuesto, el contenido del libro gira en tor-no a ese interés de Usoz por la adquisición delibros de autores clásicos del pensamiento y laliteratura que se apartaban de la línea de pensa-miento ortodoxo existente en España y cuyadisidencia los obligó a expatriarse en muchoscasos, lo que provocó que sus obras se publica-ran fuera de nuestro país, donde muchos siguensiendo desconocidos, pese a su valor. Usoz seproponía principalmente editar a los clásicos delprotestantismo español.

En esta empresa de edición y adquisición delibros prohibidos colaboran principalmente elcorresponsal y aliado de Usoz en Londres,Benjamin B. Wiffen, y el agente FernandoBrunet. Los españoles Usoz y Brunet o giranen la órbita del cuaquerismo o en sus más in-mediatos alrededores; el inglés Wiffen estabaclaramente inmerso en la Sociedad de los Ami-gos. Toda la empresa de encargo y adquisiciónde libros heterodoxos auspiciada por Usoz ibaencaminada a lograr la publicación de lo queconstituyó la Colección de Reformistas AntiguosEspañoles. En la carta 59, escrita en noviembrede 1846, le declara a su corresponsal Wiffen:«Mi objeto es reimprimir todos los libros espa-ñoles de esta clase que encuentre y pueda […].Cualquier libro de Valdés, Constantino de laFuente, etc., que ahí se hallen, no pierda la oca-sión de comprarlos por avisarme antes. Avíse-me sólo cuando no tenga dinero, para que lemande otra cambial». Y en marzo de 1847 in-

PATROCINIORÍOS

SÁNCHEZ

CARÁTULADE LA

PELÍCULALA GRANPRUEBA

BENJAMINWIFFEN

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Abril 2011

4 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/Narrativa

PORTADASDEL

CANCIONERODE OBRAS

DE BURLASPROVOCANTES

A RISA, DELVOL. XII DE

REFORMISTASANTIGUOS

ESPAÑOLESY DEL BREVE TRATADO DE

DOCTRINAÚTIL PARA

TODO CRISTIANO

BIBILIOTECA NACIONAL DE MADRID

sistía Usoz en su empeño de que comprase «to-dos los libros que se presenten de protestantesespañoles en cualquier lengua».

La adquisición de libros no planteaba a Usozproblemas económicos. La dificultad estaba enla introducción de esos libros en España. En lacarta 29, escrita en 1844, manifiesta esta difi-cultad: «A causa de nuestras benditas leyes pro-hibitivas, no tengo medio de hacer venir los li-bros, ni conozco ahí ninguno que lo pueda ha-cer. El único medio con que podrían llegar se-guros aquí sería el que Vd. dice, de algún cón-sul inglés, o de la Embajada aquí, o bien de al-gún viajero inglés que fuese amigo de Vds.».En todo caso hay que moverse en esta laborcon mucha prudencia para no levantar sospe-chas debido a la arbitraria interpretación de laley en España, pues si es verdad que según elcónsul español en Londres «estaba permitido acada particular, pagando derechos, introducir unejemplar de cualquier obra», también lo es elhecho de que, según Usoz escribe en la carta95, «si en la Aduana hay un solo jesuita de capacorta (i.e. de jesuíticas opiniones), interpreta laley con facilidad, deteniendo el libro hasta quese examine o hasta que se extravíe en la mismaAduana o hasta que se aburra el reclamante ypierda la paciencia. En España las leyes prohi-bitivas, vejatorias o duras se cumplen escrupu-losamente, y siempre al arbitrio del empleadoque interviene».

3. Edición clandestina: Baroja yBrunet

En otras cartas trata Usoz no sobre el encar-go o la introducción de libros heterodoxos, sinode las ediciones que también cautelosamente vanapareciendo de esas obras de reformistas anti-guos españoles. En un momento determinadose menciona la colaboración de uno de los an-tepasados de Pío Baroja en la edición clandesti-na de algunas de estas obras, como ocurre en lacarta 79, donde Usoz adjunta otra misiva de sucolaborador Fernando Brunet. Éste, por razo-nes de confidencialidad con los comprometi-dos en el proyecto editorial, como indican loseditores y comentaristas del epistolario, no lafirma ni explicita el nombre del editor, que eraIgnacio Ramón Baroja, tío abuelo del novelista.Brunet lo encubre con la inicial del apellido, laB de Baroja: «Los ánimos del amigo B –escribeBrunet– son buenos para nuestros deseos. Perola grandeza de la obra presenta obstáculos».Luego el agente de San Sebastián se refiere aalguno de esos obstáculos, como que, según B,las prensas comunes dilatarían mucho el traba-jo y habría que comprar una prensa mecánica; y«otro obstáculo es que el amigo B[aroja] tuvoque mudar de casa hace un mes. Su actual ofici-na no está tan bien situada para nuestro deseo,y habría que alquilar algún arrinconado lugarpara el tirado. La composición podría hacerla ensu taller, pero la impresión no saldría a la luz allísin inmediato y peligroso reflejo. Esta porciónde su trabajo habría de ser nocturna y recarga-da con el susodicho alquiler. Otro obstáculo esel amontonamiento [del material impreso] sali-do de la prensa, y otro no pequeño su envío».

Pese a las dificultades, algunas obras salen delos talleres de Ignacio Ramón Baroja como elCarrascón (carta 70) o Imagen del Anticristo, que leenvía Brunet a Wiffen para ser encuadernadosen Inglaterra (carta 79) o Artes de la Inquisiciónespañola de R. González de Montes (carta 128).Baste este apunte, pues basado en publicacio-nes anteriores de Vilar, ya me referí en otra oca-sión a estas cuestiones relacionadas con los

Baroja y Usoz y a la eventual coincidencia entreFernando Brunet, agente colaborador del biblió-filo protestante en la importación, exportacióny edición de libros, y un «don Fernando», pro-testante y también residente en San Sebastián yal que Baroja evoca en el libro III, capítulo XI,de Las horas solitarias (1918), obra de anotacio-nes diversas, apuntes de caracteres y costum-bres. La conducta observada en «don Fernan-do», que salía con un libro al balcón, donde ha-bían colgado sus nidos las golondrinas y lesechaba migas de pan, y aquella bien distinta delinquilino católico que le sucedió después, queno iba con libro ni amaba a las golondrinas, sir-vieron al niño Baroja para apuntar en su diccio-nario infantil estas ecuaciones: «Protestante:hombre que lee un libro y le gustan los nidos delas golondrinas. Católico: hombre que no leenada y tira los nidos de las golondrinas».

4. Juicios literariosEl epistolario de los profesores Vilar expone

también opiniones de Usoz, discutibles, sobredistintas personalidades de nuestro mundo lite-rario y cultural. Literatos clásicos comoManrique, Garcilaso de la Vega, Juan de Valdés,fray Luis de León, fray Luis de Granada o AriasMontano (carta 108), son considerados porUsoz disidentes silenciosos o silenciados. Ya máspróximos a su circunstancia vital quedan Blan-co White, de quien Usoz aventura que esteexsacerdote sevillano residente en Gran Breta-ña, de haber vivido unos años más, hubiera ter-minado insertándose en la Sociedad de losAmigos (carta 43); o George Borrow cuya obraLa Biblia en España es considerada por Usoz «unanovela, en general, muy falta de verdad» (carta37). Reprobable le parece igualmente la actitudadoptada por la escritora cubana asentada enEspaña Gertrudis Gómez de Avellaneda a cuyoperiódico envió Usoz un artículo de la feminis-ta inglesa Isabel Fry y fue manipulado por lanovelista. La Avellaneda le aseguró que el artí-culo saldría íntegramente, «pero jesuíticamenteha quitado cuanto en él había de espíritu cris-tiano y religioso» (carta 45). Juzga también aalgunos libreros y bibliófilos españoles, comoBartolomé José Gallardo, que en la carta 64 esvisto como avaricioso bibliómano, que inclusoroba, o Miguel del Riego, hermano del general,y de quien Usoz tampoco se fía (carta 33).

5. El pensamiento religiosoy la biblioteca de Usoz

Muchos más párrafos podríamos escribir co-mentando o extractando contenidos de las car-tas que los profesores Vilar nos ofrecen. Mu-chos de ellos relacionados con España y la pre-

ocupación de regeneración moral que deseabaa la que se refería Baroja en su artículo de 1933y también en Las horas solitarias. «El buen cuá-quero», como dice aquí de Usoz, hace observa-ciones sobre la política y otras realidades espa-ñolas como el progreso (cartas 26, 27), la acti-tud ante la esclavitud (cartas 5, 35) o la intole-rancia religiosa (cartas 34, 53). Todo desde unapostura liberal y progresista, sin que eso supu-siese vinculación con ideologías o partidos es-tablecidos, pues consideraba que en la políticaespañola estaba muy arraigada la corrupción.

Quiero terminar reproduciendo tres fragmen-tos testimoniales importantes hallados en sen-das cartas. Los dos primeros constituyen decla-raciones de primera mano sobre las ideas deUsoz en materia religiosa. En la carta 75, escri-ta en 1848, hace una manifestación de entusias-mo y admiración por los cuáqueros por mediode los cuales dice haber descubierto el cristia-nismo neto. Leemos allí: «Los cuákeros [sic] sonmuy perseguidos (me parece) por la calumnia yaún por la ceguedad de cristianos respetables.Pero lo que leo en sus obras, y lo poco que hevisto de ellos, me mueve a creer que más queotros cristianos entienden el espíritu y caminodel Evangelio. Por eso sus obras me son dulcesy útiles, y sus doctrinas hablan con más fuerzaque las de otros a mi alma y entendimiento». Yen la carta 93, fechada un año después, le mani-festaba a Wiffen: «Yo espero entender lo queme dices respecto a seguir los principios de Fox,etc., por imitación o convicción. Lo primero es in-digno de un hombre, y sería convertirse en ver-dadero enemigo de esos mismos principios, yte mentiría si te dijese que todos los principiosy usos de los Cuákeros hablan igualmente a mipersuasión y a mi creencia en el Evangelio. Losmás, y los principales, sí. Todos, no. Pero ningunasecta cristiana me parece más en el espíritu yletra del Evangelio, que los Cuákeros. Esta es miidea religiosa».

El tercer testimonio, hallado en la carta 128,expone el pensamiento sobre el destino futurode los libros de esa biblioteca que había ido ate-sorando, cómo salvaguardarlos tras su muerte:«Años hace que, de cuando en cuando, piensosobre estos libros. Y lo único que ahora puedodecir es que si mi mujer me sobrevive, ella que-da dueña de ellos como de cuanto poseo. Ellano se opondría a ponerlos en parte segura, si sele indicase cuál era esa. Yo, de buena gana, con-forme se hagan las reimpresiones, las iría do-nando a algunas de nuestras Bibliotecas. Perono lo hago porque estoy seguro, o es muy pro-bable, desapareciesen todos ellos, o los más ra-ros, al poco tiempo de haberlos donado. Rega-larlos a una Biblioteca extranjera es lo preferi-ble, pero además de que eso me duele, pues condinero español están adquiridos, dejándolos enEspaña al cuidado de la Providencia, podríanllegar a buenas manos. Creo que para sacarlosfuera, sin hacerlo yo, debo pensarlo bien, ahítiene, en compendio, lo que pienso sobre esoslibros. Ya sabe que no puede escribirse todo enuna carta».

La viuda de Usoz, María Sandalia del Acebal,cumplió con su voluntad de salvaguardar enEspaña los fondos de esa biblioteca, «riquísimaen Biblias y autores escriturarios y sin rival en elmundo en cuanto a libros heréticos españoles»,según apreciación ponderada de MenéndezPelayo: en 1873, fueron donados a la BibliotecaNacional de Madrid donde los más de diez miltítulos y documentos registrados constituyensección especial y llevan encabezada la signatu-ra con una U, la U de Usoz.

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EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 5

Cultura/Poesía

JOSÉ LUISFERNÁNDEZ

LA TORRE

Podríamos preguntarnos si la tierra del nuncajamás es un lugar o va más allá del espacio-ám-bito que aparentemente nombra y la respuesta,quizá las respuestas no sean nunca seguras: fun-dan o dan respuesta al yo-sujeto y, simultánea-mente, nombran la melancolía de la pérdida, laprecaria base que constituye el pronombre. Enel punto de la incertidumbre, de la confusión,en las posibilidades hermenéuticas de las tresreferencias del poemario, especialmente la de J.W. Goethe: Nosotros vivimos de lo pasado y perece-mos en lo pasado (Fausto), reside el neorromanti-cismo del libro, esa retórica de la ensoñación yla memoria que provoca no sólo la elección deeste espacio-itinerario aparentemente infantil ode rememoraciones infantiles, de vuelta a la in-fancia, sino también la prolongación de ese ám-bito, la cercanía de su construcción en la que eltiempo y la propia memoria parecen desvane-cerse. Y, sin embargo, estamos ante la elaboraciónde la nostalgia del comienzo, el límite incom-pleto de la melancolía, soñar y nombrar el nue-vo inicio de una vida. Un comienzo o inicio sóloposible en el artificio de lo que se puede cons-truir:Alguna vez...Alguna vez la luzse agarra al paladar de la memoriay vuelo loco y desalmado hasta tu estrella,al regusto algodonado por los besos.Alguna vez el fríome lleva a tu escondite caldeado,allí donde es posible ahora y siempreun vaso muy caliente de esperanzacon galletas, caramelos y miradas. (p. 11). Justo aquí en la aceleración de un tempo nue-vo la imagen efectiva de la infancia, el objeto realque se produce y transforma, el comienzo y losprincipios sobre los que se asienta la poética,leemos:Alguna vez...

Mi casa gris, emborronada,con este amor longevo que no olvida,se ha vuelto camarote de piratas,rehén de una nostalgia espadachina,café de agua de mar en taza rota.Cuando el alba ya no es luz, sino palabra,y el frío un latigazo sin refugio,quedan solo cenizas en los marcos,hadas disecadas en cajones.

Otro lunes sucio y condenadoal adverbio sin lugar ni tiempo.

Nunca jamás tu canto de sirena,Nunca jamás la magia. (p. 12). El libro de García Linares, tras el poema ex-plícito de la retórica y sus principios cuasi-cancioneriles, se despliega en variantes, exacta-mente treinta y una, esto es, en los poemas quesiguen, todos con títulos temáticos, pero sindivisiones ni partes, como un continuum que per-mite digresiones como los «huérfanos del tiem-po»; es decir, se escribe no tanto para confesar,sino para comprender: en el límite de eso quesuele denominarse naturaleza humana, GarcíaLinares parece rebelarse de la opresión de locotidiano, precisamente porque no hay nada

permanente que preservar. Aquí está el sentido,en la revelación del límite y la naturaleza, en lapasión por construir una escritura, el entusias-mo por poder ordenar lo desordenado. En realidad, el yo no tiene una función preci-sa, es ambiguo, exactamente impreciso aunqueposee la esperanza de la enunciación y, por tan-to, permite la conexión entre el origen y la fina-lidad o la belleza, también una evolución, untranscurrir hacia la sustancia que importa, haciala descripción que afecta lo cuestionado o loimposible, un lenguaje como categoría herme-néutica, el que valora y reinterpreta una pérdiday también una emancipación: «Volé con la ilu-sión / de un chico / en busca de tesoros escon-didos» (p. 13) se lee en ROCA DE LOS ABAN-DONADOS y, sobre todo, «Dejé familia, ami-gos, lenguajes / creyendo que las idas / lleva-ban regresos bien cosidos, / que la edad noborraría / mis pasos de acuarela» (ibidem), o elpresente «Es esta roca, pues, mi vida. / Es estaroca mi abandono» (p. 14). Es decir, lo extrañodel yo y del mundo sale al paso como una exi-gencia paradójica de claridad y enmarañamien-to, enmascaramiento. Estamos ante una aparente familiaridad yaceptación o, quizá, en una retórica de separa-ción, de crisis producida por la infelicidad delmundo en la que la esperanza radica en formasesporádicas, en una salvación difusa, como en elpoema CASA DE LOS NIÑOS PERDIDOS:«El cielo de los niños es de azúcar, / de alas dealgodón, de nubes gordas» (p. 15), pero, con-cluye:Con los años las palabrasse han cargado de dolor,y la muerte, la distancia, las ausenciashan levantado los tabiquesde esta casa sin jardín,perdida para siempre en la nostalgiade un abrazo,de mis pecas,de sus canas. (p. 16).

Lo mismo ocurre en EL LAGO DE LAS SI-RENAS que cierra con el verso «los cantos desirena de mi vida» (p. 17) y es que la bellezasucumbe, no es duradera y lo instantáneo sólo

puede mirarse-leerse de manera fugitiva. Lastematizaciones de ISLA DEL COCODRILO,a pesar del inicio: «El tiempo devora la vida, /engulle los relojes» (p. 18) o BOSQUE SAL-VAJE, sobre Melilla y su Parque Hernández:«entre moritas, / jugando en un extremo de lavida» (p. 20) inciden en los postulados de clari-ficación, en el proceso de una pérdida que apa-rece como abandono irremediable de determi-nadas cargas, especialmente, la de la infancia. El poemario aparece así como una organiza-ción en segundo grado de organizaciones ya pre-sentes, esto es, la composición del todo que esel libro traspone a las partes-poemas la dificul-tad del sentido que contiene: cada poema plan-tea un problema, la necesidad de nombrar: in-fancia, ámbitos, tiempos..., tan importante comola totalidad de sentido del libro. Las figuras y esquemas, las proyecciones delinterior del mundo necesitan de una lengua paraexpresar esa especie de absolutismo del yo con-vertido en metáfora o reducido a su propioidiolecto. De ahí que el problema sea el rodeo olos rodeos, las fórmulas para que ese yo se en-cuentre a sí mismo en la escritura, por ejemplo,CALA DEL CAPITÁN HOOK en la que pue-de leerse:Cada otoñoparecen enfermar los cuentos,envejecer los héroescasi derrotados por el frío,y sólo en las conchasquedan las palabras [...] (p. 21).También el juego de olvido-memoria con la quese cierra. O LLEGAR A NEVERLAND, queinsiste en ese mismo juego: «Olvidar y recordar/ los pétalos del loto y la amapola» (p. 23). Enestas tensiones la conciencia del yo parece en-contrarse consigo misma, de manera precisa enel desenmascaramiento de la identidad, en laautocomprensión de la amenaza que ahora re-curre a poemas breves y definitorios de POL-VO DE HADAS, por ejemplo: «Melilla. / Hier-babuena varada / en la nostalgia» (p. 24); CO-ORDENADAS, con el verso «y todo recto hastael ayer» (p. 27), INICIALES que más allá deltiempo y la corteza de los árboles nos devuel-ven al hoy, al presente demoledor:

EL POETAMELILLENSEJOSÉ MARÍAGARCÍALINARES YLA PORTADADE SU LIBRONEVERLAND,EDITADOPOR LAEDITORIALGRANADINAZUMAYA

José María García Linares:Neverland

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6 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/Poesía/Narrativa

Decía William Blake que el cuerpo es la ma-nera que tiene nuestro espíritu de percibirse através de los sentidos. Desde este punto de vis-ta, tan propio del genial pintor-grabador-poe-ta-filósofo, no existe una diferenciación sustan-cial entre cuerpo alma, ni entre experiencia sen-sorial y espiritual: ni entre la vida y la muerte.

Me ha dado por pensar en Blake, a lo largode la lectura de Cuerpos descosidos, porque en estanovela en efecto, no existe distancia ni apenasescisión entre la realidad corporal de los ator-mentados personajes que la pueblan y su evi-dencia espiritual, atormentada siempre por unadifusa aunque aplastante certidumbre sobre lapresencia del mal en el devenir de todos ellos.

Cuerpos descosidos, torturados, autolesio-nados, cortados a cuchilla, sajados, hechos tri-zas por el ímpetu devastador de los pecados aje-nos que parasita el alma de las víctimas y la des-troza primero por dentro y después por fuera:el espíritu roto, y el cuerpo (su percepción sen-sorial), aniquilado.

Se presenta al lector Cuerpos descosidos comouna novela de terror, pero yo creo que trans-ciende de sobra los límites del género para con-vertirse en un tractatus psicológico (casi diríametafísico), sobre el mal. El mal no como unaconjetura ética o una interrogación filosófica,sino como una entidad con suficiente consis-tencia ontológica como para determinar nues-

La vida es una herida absurda

CUERPOSDESCOSIDOS,

JAVIERQUEVEDO

PUCHALNGCficción

Madrid, 2011

tras vidas y nuestros actos. Nuestro destino. Elmal insaciable, imperturbable, saciado de sí mis-mo, con rostro y voz y apariencia definida, queirrumpe y se posesiona de las vidas de sus pre-sas. Esa sensación se va imponiendo poco apoco, con elegante eficacia narrativa, a lo largode la novela, cuando el lector descubre que enrealidad sólo hay un argumento posible para lamisma, un punto de partida y llegada... undesvelamiento (esta vez sí: horripilante), sobreel personaje que centra en torno a su perversi-dad todo el dolor y el daño y la locura y la muerteque ha causado. El mismo diablo, diría cualquie-ra. Yo no sé si el autor, Javier Quevedo, ha que-rido mostrarlo de esa manera, pero desde aquíse lo digo: ese personaje (él sabe cuál es, loslectores lo saben), es el mismísimo diablo. Elmal en estado puro.

A fin de cuentas, ya lo dijo el poeta (y muybien que lo dijo): Si pierdo la memoria, qué pureza.

Hay novelas de terror y suspense para pasarel rato. Otras para dormir intranquilos. Y otras,muy pocas, para pensar y reflexionar acerca deesas tres o cuatro verdades manifestadas por laviva realidad y que tanto nos desasosiegan. Unade ellas, quizás la más turbadora: ¿Por qué elmal? Javier Quevedo, como todo buen novelis-ta, ofrece la única explicación posible al arte li-terario: mostrar el misterio, describirlo con mi-nuciosa (y terrible) exactitud. Explicar el miste-

rio ya no es tarea del escritor. En este caso, nidel escritor ni de nadie, porque el mal está ahí yno precisa justificarse, ni amago que denota. Yapueden todos los filósofos, científicos,moralistas y psiquiatras del mundo avanzar sushipótesis al respecto. Seguirá estando en esesótano, o en la salita de casa. O en un cabaretque se dice De Los Pecados. En cualquiera lugar.Siempre.

Turbadora novela

JOSÉ VICENTEPASCUAL

Cuántas veces despuéshabré roto mi nombre en los recibos,pasto del cansancio y la hipoteca,sin que las sílabas rasgadasoliesen a madera,a tierra mojada,a barro en los patines. (p. 29).Y si «Vivir es errar / por las esquinas / de lamemoria» (p. 31, de RASTROS), sólo queda laíndole intercambiable de lo relevante de la palabra,ese ser entendida como acontecimiento providencialque tiene fuerza en la exactitud, en el reconocimientode la kénosis o vaciamiento, en la importancia deuna nueva lengua que nombra. Claro que el problema de la kénosis es que arro-ja a este yo tras-moderno al desenmascaramientoy la inseguridad de la identidad, hacia un ámbi-to en el que todavía se cree entender, a un ele-mento cuantitativo de palabras y cosas, haciaun espacio desde el propio mundo del más allácomo del mundo de acá, esto es, hacia sí mis-mo. De ahí la importancia del poema UN PÉ-TALO, con versos decisivos para lo que apun-tamos:Una fragancia en cada boca,el verbo ser de la bellezay la caída de los párpados del beso.

Es comprender, entonces, que los cuerposescriben uno en otro su memoria,el verso infatigable de la nadaen un rasguño de pureza.

Y su final:Llueve un pétalo en la noche.Es el amor,el nombre exacto de las cosas. (p. 32). A partir de aquí, el yo enfrentado con lo du-doso y su propio cuestionamiento se muestraen esa aparente exactitud, más bien en mostrar

lo sensorial de las apariencias superficiales derealidades más sólidas, por ejemplo, en SOLLO-ZOS («Nos duele la vida / como una muñecarota» o «Nadie nos dijo que en los cuentos /podríamos perder los héroes», p. 33); en OR-DENAR LA IMAGINACIÓN (de nuevo so-bre la infancia en Melilla y palabras como colum-pios, palomitas, hierbabuena o partida, península, sep-tiembre o secreto, habitación, arena y playa, es decir,«Son palabras que vuelan, / flotan y se alejan, /imposibles cogerlas [...]», pp. 36-37); en ELOLVIDO («Nada más que una palabra», p. 38);en CIUDAD (una descriptio de Melilla: «Es allídonde vive la mirada, / en su espuma de viento/ varado en la nostalgia», p. 39); en LA ME-MORIA (diluida en o «por el viento del olvi-do», p. 40); en PLAZA PÁLIDA (con ironiza-ciones sobre el lugar y el poema: «qué es unpoema sin lluvia», p. 41) y en AÚN ME SÉMUCHOS CUENTOS, una especie de espe-ranza en lo evanescente de una despedida:Hasta pronto.Es sólo un punto y aparte.Volveremos a escribir nuestros castillosy a leer las amapolas [...] (p. 43).

Y, sin embargo, situados más allá de la espe-ranza, alejados de la tierra-infancia y lasensorialidad (sensualidad) que proporciona, ellibro asegura una cierta fiabilidad, la percepciónde la melancolía, de la comprensión en repeti-ciones, superposiciones, disociaciones,enmascaramien-tos y revelaciones de belleza,mediante una serie de poemas breves: HADAS(sobre el primer beso, p. 45), CREER (p. 46),LAMPARITAS (p. 47), GOLONDRINAS ( yla sinestesia: «Agrio recuerdo», p. 48), HOJASSECAS (con «racimos de olvido y de cansan-cio, / historias perdidas para siempre», p. 49),COMETAS («vivir es ondearse en el vacío», p.50), HIELO («resaca del pasado», p. 51), MA-

DRES (un ¿homenaje? O el miedo a la certezaque se formula como la infancia irremediable-mente perdida: «La verdadera soledad / es unanoche sin madre», p. 52), AVENTURA (p. 53).Los enunciados-poemas se ofrecen como la úni-ca posibilidad insegura de la desaparición, el va-cío o la nada que van pautando la escritura comoocurre en MIRADOR:Deja que te lleve al miradora ver el aire inolvidable del deseo.

Todo el azul inalcanzablea paso lento en las murallas.

Cómo permanecer,cómo coser nuestro futuroa este olor a sol en invierno,a la dicha de ver lo que se escapa.Qué quedará de este alientocuando olvidemos nuestros nombresy sean las manos el mapa de la pérdida. (p. 54).La nivelación de limitaciones, el acercamientoo la disimilitud de las expectativas se hacen evi-dentes en TODOS MENOS UNO (pp. 56-57)con el vuelo del pronombre yo en su más exac-ta arbitrariedad e hiperbolización que conduceal texto y definitivo final de CRECIMOS (p.58), a la paradoja antitética del «hemos aprendi-do a construir / lo que nos queda», esto es, unaparadoja esperanzada en la posibilidad de nom-brar en ese vacío o certeza de una escritura quesalva en la enajenación de la significación y en lafunción de una poesía inevitable, es decir, en lacomprensión de procesos de olvido, en las po-sibilidades estructurales de versos, en lamusicalidad de heptasílabos, por ejemplo, y enla dependencia de la belleza, exactamente laposibilidad de asegurar la identidad en la mez-quindad del olvido o lo real, en la nostalgia de lanada, en poder decir yo o García Linares.

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EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO 7

Cultura/Arte

FCO. GILCRAVIOTTO

Visto desde la ribera izquierda, el pueblecito dela orilla opuesta, Mezy sur Seine, recuerda unpoco el Albaicín. Un Albaicín de reducidas di-mensiones, celosamente repoblado de árbolesy con un hermoso río, el Sena, a sus pies. Cuan-do uno lo visita y recorre de arriba abajo y deeste a oeste sus calles y plazuelas, vuelve a teneresa misma sensación de pueblo recostado so-bre una verde colina; colina que, en su partemás alta, se transforma en meseta y en la másbaja se confunde con la plácida ribera del río.Este pequeño pueblo de la orilla derecha delSena merece la visita de todo enamorado delarte por dos poderosas razones: su iglesiarománica y una casa en la que durante algúntiempo vivió la pintora Berthe Morisot. En nin-guno de los dos edificios es posible adentrarse:la iglesia, por temor a los ladrones de arte sacro,está cerrada todos los días de la semana y sólola abren los domingos a la hora de misa; la casade Berthe Morisot ahora pertenece a una fami-lia que nada tiene que ver con la pintora y haceoídos sordos a todo el que llega a su puerta.Sabemos que perteneció a la pintora porque hayuna placa que así lo confirma:

ICI VÉCUTBERTHE MORISOT

PEINTRE IMPRESSIONISTE.1841-1895.

Berthe Morisot nació en Bourges, fue discí-pula de Corot y después se integró en el grupoimpresionista. La única mujer de todo el grupoy, al igual que para el resto de sus compañeros,el Sena y sus verdeantes paisajes de los alrede-dores, fue uno de sus temas más repetidos ypreferidos. Desde las ventanas de su casa de lacalle Alfred Lasson vería todos los días, entrecelajes y borrones de niebla, el río con susgabarras silenciosas y el hermoso valle, pobla-do de bosques y campos de cultivo, que lo cir-cunda. Las noches de verano, las pocas nochesque aquí el cielo está límpido y estrellado, seasomaría a la ventana para contemplar la luna ylos luceros reflejados en la profundidad de lasaguas. Seguro que más de una vez tomaría sus

BERTHE MORISOT (1841-1895),RETRATO DE EDOUARD MANET.A LA DERECHA FOTO DE LA ARTISTA

Berthe Morisot

DEL LIBROINÉDITOORILLAS

DEL SENA

bártulos y, con el caballete en una mano y ellienzo y los pinceles en la otra, erraría por estascalles y caminos en busca de su rincón preferi-do. Todos los impresionistas fueron decididospartidarios de la pintura al aire libre y BertheMorisot, más que ninguno. Precisamente fue ellala que, con persuasión, convenció a Manet paraque abandonara el estudio y saliera al exterior apintar. Debió ser, además de una gran pintora –hoy sus cuadros se cotizan entre los cuatro ycinco millones de euros–, una mujer muy sin-cera y valiente. Prueba de ello fue que se atre-vió a afirmar de sí misma que en su juventudfue algo puta. Hoy tal afirmación no demostra-ría nada –cualquier chiquita pizpireta y atrevidasale en la pantalla del televisor contándonos susintimidades de alcoba–, pero lanzarla a bomboy platillo en aquella Francia de Napoleón III yEugenia de Montijo, debía ser todo un desafíoa la pudibunda memez de la época. ¿Qué pen-sarían de ella todas las empingorotadas señorasde la alta burguesía puritana que pululaban al-rededor de la emperatriz? Sabemos que era tam-bién muy guapa –condición indispensable parapoder ejercer con el debido éxito el puterío–,como lo demuestra el retrato que de ella nos hadejado el pintor Manet, en el que aparece ador-nada con sombrero, foulard, traje de la época yun rostro casi perfecto y decididamente apete-cible. Llaman especialmente la atención los la-bios carnosos y lascivos. ¿Cuántos de sus com-pañeros gozaron de los encantos de su cuerpo?Jamás lo sabremos. En 1874 decidió sentar lacabeza y contrajo matrimonio con EugenioManet, el hermano menor de Eduardo Manet.Ese mismo año participa, con el resto de su gru-po, en el salón impresionista. Aquel famoso sa-lón de pintores heterodoxos e iconoclastas, quenació como un grito de protesta contra la pin-tura academicista y oficial. A partir de 1880 entoda su obra se observa la influencia de Renoir.Como en él prevalece en su obra el lado hedo-nista y el gusto por la vida. Esa vida que se lefue de las manos cuando todavía era relativa-mente joven: murió en París, con 54 años, el 9de marzo de 1895. Tres años antes había falleci-do Eugenio Manet, su esposo, lo que explica

que Julia, la única hija de ambos, fuese confiadaal pintor Degas y al poeta Mallarmé. Mientras voy recordando todo esto, casi sindarme cuenta, comienzo a errar por las callesdel pueblo. Es así como llego al antiguo lava-dero de la aldea, que aún se conserva intacto.Su caño sigue manando agua límpida y transpa-rente y las piedras en las que sucesivas genera-ciones de lavanderas enjabonaron sus ropas,continúan intactas. Las modernas máquinas delavar han convertido en pieza de museo lo quehasta hace unos años era herramienta de traba-jo y, fiel a ese legado de sus ascendientes (¡quédiferencia, santo Dios, con mi querida patriacuyo lema es destruir todo vestigio del pasa-do!), como pieza de museo conserva su lavade-ro este pueblo. No puedo evitar la pregunta:¿vendría hasta aquí Berthe Morisot, con su ca-nasta de ropa a la cadera, a lavar sus trapos?No, seguro que no. Dado que era de una fami-lia rica, serían otras las que vendrían calle abajo,a lavar los trapos de la pintora. Berthe sólo pa-saría por aquí camino de otra parte y serían lasotras mujeres, las del lavadero, las que se que-darían aleladas, con el trozo de jabón de Marse-lla en la mano, contemplándola. «Mira, ya va laloca esa a pintar otro cuadro», acaso comenta-ría alguna. Cuando la vieran pasar acompañadade alguno de colegas –todos los impresionistasse patearon estos paisajes hasta conocerlos comosu propia casa– los comentarios serían muchomás insinuantes y procaces. Han pasado los años y de Berthe Morisot y susamigos impresionistas no quedan más que sus cua-dros. Hermosos cuadros que cuelgan en las pare-des de los museos y llenan las salas de admirado-res. Las pocas veces que van a alguna subasta al-canzan precios de escándalo. Hasta los cinco mi-llones de euros, cantidad a la que no llega ni lamejor casa de Mezy sur Seine. Berthe Morisot, lapintora ligera de cascos del grupo impresionista,ha muerto, pero, ¡milagro del arte!, su obra sigueprodigiosamente viva. No puedo evitar hacer unalto en mi largo paseo cotidiano y, echando manoa mi vieja cantimplora, –uno es decididamenteantialcohólico– bebo un trago de agua en su ho-nor. Creo que se lo merece.

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Abril 2011

8 EL FAROEL FAROEL FAROEL FAROEL FARO

Cultura/El Canto del Urogallo

PEDRORODRÍGUEZ

PACHECO

… y, sin embargo, se mueve: pese a quienpese –a quienes pese–; incomode a quien in-comode –a quienes incomode–; indigeste aquien indigeste –a quienes indigeste– lo quefue la Diferencia, su señalamiento de lacorruptibilidad, los usufructos indignos delPoder o, por el contrario, la creatividad hon-rada, auténtica, suplantada por la mercancía,el mercado, la usurpación del ser por el estar,todo lo que la Diferencia sacó de márgenes ydejó al descubierto: la mansedumbre, el pese-bre, las feligresías, los enanos saltarines cuyavital experiencia no era otra que el secreto deque se supiera la monumental estafa de no sermás que eso, enanos saltarines; esa Diferenciain pectore sigue siendo, moviéndose, a pesar delos pesares en lo que ahora otros dicen –sinnombrarnos, claro– con nuestras mismas pa-labras y por ellas, las nuestras, pero en otrasbocas, la connivencia del santo y la limosna, lacelebración del Patio de Monipodio e, inexo-rablemente, que los presuntos titanes no eranmás que ridículos y mercantilizados enanossaltarines.

Dice Antonio Burgos que parte de susrecuadros se los dan hechos sus lectores y lalectura de los periódicos diarios: lleva razón, yconvengo en lo mismo. Aún con el mal saborde boca de mi artículo anterior, «La cuadraturadel círculo», aparece, nuevamente en ABC deSevilla, una entrevista a Felipe Alcaraz, que fuepresidente del PCE, portavoz de IU y, ahora,dedicado a la literatura (es doctor en FilologíaRománica) y, tras seis novelas sin pena ni glo-ria, publica La conjura de los poetas, novela queoptaba al Premio Andaluz de la Crítica, (otroinvento –pese a quien pese– mío; sacado ade-lante –pese a quienes pese– por los miembrosactivos de la entonces Diferencia andaluza y, hoy,centrifugado, manipulado, abducido por lospoderes públicos corruptores, en manos dequienes no creían en él, porque creer en él eraenemistarse con los archimandritas sevillanos,granadinos, gaditanos y algún cordobés de laExperiencia). Pero, en fin, pelillos opelambreras a la mar si, en definitiva, al pare-cer, era invención de burgueses, del «nutridogrupo de agraviados», pero, ahora, el camara-da Felipe Alcaraz ha estado entre losnominados a ese premio tan abominable ydescalificado por los experienciales: vivir paramorir de un incontrolado síndrome de risaesotérica.

Así que La conjura de los poetas no es más queuna especulación sobre las idas, revueltas,sintomatologías éticas, heréticas, ortodoxias delas nomenclaturas marxistas y sus infatuadasestéticas comprometidas desde el panfletariorealismo social –¡ojo, lo dice Alcaraz!– a lasinauditas síntesis que hace J. Egea –supuesta

Eppur si muove

PORTADA DE LA ÚLTIMANOVELA DE FELIPE ALCARAZLA CONJURA DE LOS POETAS,EN TORNO AL RESCATEDEL POETA GRANADINOJAVIER EGEA (A LA DERECHA).

víctima de la conjura– de Góngora y Marx ode Garcilaso y Lenin… Pero no, que no escosa mía, que lo dice Felipe Alcaraz –doctoren Filología Románica– exaltando a JavierEgea, el poeta que, según él, junto con Lorca,son los dos grandes poetas del siglo XX.

Añade Alcaraz sobre el poeta granadino delas síntesis: el problema es que a Egea se le ha que-rido condenar a una segunda muerte en este caso por elsilencio. (¿Le suena a alguien de la Diferencia esodel silencio?) Pero aún es más reveladora laexplicación de Alcaraz sobre la suerte poéticade Egea, partiendo del supuesto «materialis-mo» de su poesía: se parte de una poesía Otra,Distinta, que se pasa a la Experiencia, un apellidoacuñado por el mercado liderado por Luis GarcíaMontero y hegemónico hasta el año 2000, cuando hastaellos renuncian a ese nombre. La Experiencia es elpunto de llegada de la poesía de Gil de Biedma. AraceliIravedra no mete a Egea en su estudio sobre la Expe-riencia. ¿Cuál es la diferencia? Que desde el 82 lasituación literaria en España es una resaca de merca-do y Egea no jugó ahí y sufrió un aislamiento terrorí-fico… ¡Qué pena Felipe Alcaraz! ¿Cuántos bue-nos, excelentes poetas sufrieron marginacióny aislamiento determinados, tantas veces, porlos anatemas sistemáticos e inexorables de lanomenclatura comunista?

Finalmente, en un momento de la entrevis-ta, el entrevistador, Alfredo Valenzuela pre-gunta a Alcaraz: ¿Sólo los muertos viven de la poe-sía?. Y Alcaraz responde: Depende de si estás me-tido en los circuitos de la norma y el canon. En 1992García Montero escribe ‘unas notas para una poe-sía de los seres normales’. El mercado marca loscontenidos y crea los lectores. Lo que no era Experien-cia estaba fuera de mercado, y había hasta cierta disci-plina de grupo. Habitaciones separadas, bate re-cord de ventas. Quizás influyó que Aznar apareciera

con el libro en el Congreso de los Diputados. El editorde ese libro declara: este poeta está avalado por el mer-cado.

Oigan, que no; que lo que antecede no esun apócrifo, ni un heterónimo que le he in-ventado a Fernando de Villena en su exposi-ción inaugural, en la Casa de los Tiros de Gra-nada cuando el Salón de Independientes, allá porlos años 90; esto lo dice todo un doctor enFilología Románica degenerando a político, lamisma disciplina que estudió –entre Granaday Salamanca– mi paisano Miguel García Posa-da… Y ya ven lo que va de ayer a hoy cuandoentre filólogos anda el juego: para García Po-sada, García Montero es un monstruo de la natu-raleza y para Felipe Alcaraz, un monstruo delmercantilismo. Pero insisto, no soy yo, ni Fer-nando de Villena, ni José Antonio Fortes quie-nes nos despachamos con tanta donosura, sinoquien es conmilitón ideológico del poeta gra-nadino de la «Nueva Sentimentalidad», perdón,de la «Otra Sentimentalidad», que no sabe unocómo se le escapó tal adjetivo –«nuevo orden»,«nuevo amanecer»– con su inconfundibletufillo fascista a tan esclarecido profesional delmarketing literario.

Queda Egea entronizado –junto a Lorca–como el mejor poeta español del siglo XX…Quedan, en la nebulosa de lo útilmenteamortizado, Antonio Machado, Cernuda,Alberti, Blas de Otero… Pero el discurso disi-dente para el rescate de Egea tiene otros antece-dentes más ecuménicos. Ahora, soslayando te-sis, antítesis y síntesis «los aislamientos terrorífi-cos», las denuncias de las postergaciones, noes otro que aquel que puso en circulación laDiferencia que, por lo que se ve y se lee, siguesiendo válido. Otra vez, Fray Luis: Lo que de-cíamos ayer; sí, Galileo Galilei: Eppur si muove…