Modus Urbendi No. 3

24
MODUS URBENDI Los que ya no existen Por unas monedas mueven la cintura En busca de un contrato Escucha la ciudad Repartidores de noticias

description

Modus Urbendi Número 3

Transcript of Modus Urbendi No. 3

MODUS URBENDI

Los  que  ya  no  existen

Por  unas  monedas  mueven  la  cintura

En  busca  de  un  contrato

Escucha  la  ciudad

Repartidores  de  noticias

!"#$%&#'(!"#$%&'$&()$&#$*+,"$"&'$&'$%-.-*$/$*0&$1&"2+$*3&#*$%&'$&43')%&5*6$"',& #$&7-*8&931#$-*&-&36%$*9-*13%&'$&+-"$*-&+8%&'$#-11-'-&:0&.3*&();&"30&%31,/,#-*1$%&-1<)"3&'$&%)%&%$*=

7-"&11$"-'3&-&1-&/,)'-'&'$&%3",'3%&:&7$**-+,$"#-%&()$&%$&7-"& /3"9$*#,'3& $"& .-*#$& '$& ")$%#*-& ,'$"#,'-'& /31$/#,9->&&&&!&+8%&'$&)"3&"3%&7-"&%-/-'3&'$&-.)*3%0& 1$&7-"&'-'3&)"-&%$<)"'-& 9,'-& -& )"& /7)"/7$& '$%<-%#-'3& 3& 6,$"& *$%-"-'3&1-%& 7)$11-%& '$1& #,$+.3& $"& 13%& $%.-/,3%& '3"'$& /3"9,9,+3%>&&&&

$?,%#,'3&'$%'$&1-&;.3/-&.*$*$931)/,3"-*,-0&:&7-"&7$*$'-'3&%)&#*-',/,@"&1-63*-1&-&13&1-*<3&'$&9-*,-%&<$"$*-/,3"$%>&A-"#3&#)%&

/-+3#$*3&3&$1&/313*&'$&13%&.*3')/#3%&'$1&+$*$"<)$*30&B/,$*#3C&&D"&$%#-&$',/,@"&#$&,"9,#-+3%&-&/3"3/$*&+8%&-118&'$1&%$*9,/,3&()$&6*,"'-"&$"#*$&1-%&/-11$%&'$&1-&/-@#,/-&)*6$>&E)$%#*-&,"#$"=/,@"&$%&()$&1-&.*@?,+-&9$F&()$&"$/$%,#$%&*$.-*-*&)"-&#-F-&'$1&6-G30&/3+.*$%&)"&.$*,@',/3&.3*&1-&+-G-"-&3&#$&$"$*9$%&-"#$&#-"#-&/3"#-+,"-/,@"&%3"3*-0&*$/)$*'$%&(),;"&$%#8&'$#*8%&'$&$113H&)"&%$*&7)+-"3&/3"&%)$G3%0&<)%#3%&:&"$/$%,'-'$%&.*3.,-%>&&&&

!"#$%&$'()*#+&&&

!"#$%&'()*+,*-./0)1

)$2&%342$4

/#$34256)78%&,(89&2:

;&<&,#&,$"<42=:%$>"6?8@&234,?":A:

B422&%%$>",#&,&C3$8460&2A,D4"EF8&E

)$C&G461C:=:2:,D4"EF8&E

H434I2:<J:6,13E&8,D>=&E

%,-./,0&1,-&2.03,4.5&

&&67&&&&&&&&!"#$#%#&'()*+,-*&

)83.-1.9-&:&/;0<0,

&&= !.*-,&'/$-*

>5&2.?;45&/;&@<.;-;0&A.A;-&5?&/B5

&&6C&&&&&&&01,2-&3,4-%#

!1#30&$%#3&$%&)"&-*#$

D&&&&&&&&5,6-%.(&5)#7#

&&6E 8-%7&'()*#,-*

5

!"#$%&$'%()(*+,-,.Por Itzel Elizabeth Gómez

“Si el sereno de la esquina me quisiera hacer favor de apa-gar su linternita mientras que pasa mi amor, ahora sí señor sereno le agradezco su favor de encender su linternita que ya ha pasado mi amor” suele entonarse en los cumpleaños. ¿Cuántas veces hemos can-tado Las Mañanitas en esa ver-sión ranchera? Pero, ¿se han puesto a pensar quién era el se-reno que hasta se le dedica parte de la canción? Los serenos eran hombres que tenían que encen-der las farolas de los barrios en las noches, vigilaban que todo estuviera en orden. Este o!cio ya ha desaparecido en México o quizá se ha transformado en los vigilantes o porteros. ¿Sabes qué otros o!cios han dejado de exis-tir? Permíteme, estimado lector, enunciarte o quizá recordarte otros cuatro o!cios más que ya no están o que muy pocas per-sonas los practican el día de hoy. “Los Barberos” no sólo son las personas que adulan o muestran admiración exage-

rada hacia otra, eran aquéllos que embellecían a los hombres. No sólo afeitaban a sus clien-tes sino, antes de que existieran dentistas, ellos se encargaban de revisar que no tuvieran úl-ceras y que continuara el buen funcionamiento de sus dientes. Los rapabarbas trataban de darle estilo a cada persona de-pendiendo del tamaño y forma de su cara y por supuesto, del buen corte de barba y bigote. Este o!cio se fue extinguiendo con la aparición de las peluque-rías unisex, pues las mujeres se introdujeron a este labor, e in-cluso agregaron cortes de cabe-llo, arreglo y decoración de uñas, entre otras cosas más. Ahora no sólo los hombres y mujeres tie-nen “estéticas” o “salones de be-lleza” también trasvestis o gays han arrasado con este o!cio. Otro más, el pregonero. Antes de la aparición de la radio y tele-visión, ciertos hombres reunían a la población para informar-les de las noticias más recientes o relevantes que acontecían en

Olvido, no es permitido para aquellos trabajos Fieles que perduran en la memoria histórica.

Iniciando por saber qué hacían los hombres y mujeres:

Cómo trabajaban y ganaban dinero

Incluso, si estos trabajos se han transformado con el paso del tiempo

O sólo son una explicación del presente.

6

su barrio o ciudad. El pregone-ro era considerado una persona culta, además de hábil y veloz. Debía recorrer largas distan-cias para saber todo lo que pa-saba o conocer a la mayoría de los pobladores para que le die-ran la información correcta y a detalle. Ahora, los medios de comunicación son quienes se encargan de informar a la so-ciedad, son pregoneros no sólo de las noticias más recientes sino de una ideología, posturas o simplemente entretener al es-pectador/lector/radioescucha. Por último, “El señor Tlacuache compra cachivaches y para com-prarlos suele pregonar: ¡botellas que vendan, zapatos usados, sombreros estropeados, pantalo-nes remendados! Cambio, vendo y compro por igual”, dice una canción de Francisco Gabilondo Soler Cri-Cri, la cual represen-ta un homenaje al ropavejero. Aquel con el que las madres amenazaban a sus hijos cuando se portaban mal: el ropavejero se los llevaría en el costal que cargaba si continuaban con ese comportamiento. Según ellas, además de “sombreros, bote-

llas, ropa usada que se vendie-ra” él prefería llevarse a niños. Este o!cio quizá se ha transfor-mado de una voz en vivo a una grabación con voz mormada de mujer: “¡se compran colchones, refrigeradores, estufas, lavado-ras, microondas o algo de !erro viejo que venda!”. Esta letanía se repite una y otra vez dentro de camionetas cuyos conduc-tores reciben cualquier tipo de artefacto que ya no se use. Algunos o!cios en México han desaparecido y hay tres si-tuaciones que subrayo: la im-portancia de la memoria his-tórica, puesto que algunos de ellos constituyen la creación de nuevas formas de trabajo. Así como saber cuáles eran las fuentes de ingreso de las perso-nas de antes pero, sobre todo, para saber el contexto de ellas. La segunda observación es sobre la tecnología. No hablo de aparatos, tecnicismos ni mu-cho menos, hablo de las formas o creaciones para un mejora-miento o bene!cencia de la vida cotidiana. Por ejemplo, los me-dios de comunicación, pues el pregonero era quien informaba a la población; no podemos ima-ginar en estos tiempos a varios pregoneros que se encarguen de llevar toda esa información a un

municipio o ciudad; es risible. Finalmente, la inclusión de la mujer en el campo laboral. La mayoría de los o!cios eran para los hombres, pero la !-gura de la mujer fue creciendo para ser una fuente de ingresos que también podía aportar en la economía de su familia. La memoria es una explicación al

presente, cuáles son las razo-nes por las que algunos o!cios cambiaron, se extinguieron o siguen presentes… todo eso es la conformación de un país, de su forma de vida, de su Modus Urbendi y de su propia historia. ¿Qué otros o!cias recuer-das que ya no existen?

7

Itzel Gómez fue y sigue siendo pre-gonera. Le gusta estar al tanto de las noticias más recientes e interesantes de su familia y comunidad. No es chismosa, es comunicativa. Afortu-nadamente no fue barrendera pues su madre la considera inútil para las

labores domésticas.

Fotos: Especiales

8

!"#$%&'(#$&'(&)*&+,#'

Por Alberto Anaya

Son las ocho de la mañana. El trá!co de la ciudad de México se hace presente por

más temprano que sea. Se escu-chan los voceros del periódico, las !las para tomar el camión empiezan a ser más largas, los puestos de las famosas “tortas de tamal” reciben los primeros clientes, unos piden un banquito para comer ahí, otros piden para llevar. Así comienza la rutina de muchos, así es el modus urbendi en el crucero del metro Copilco. Entre pasos apresurados, los transeúntes cruzan la calle. El se-máforo está en rojo, los autos se detienen y los taxistas que que-dan a la orilla voltean con sus compañeros que están estacio-nados; un cruce de manos sirve para hacerles saber que ahí va el trabajo. De pronto, dos chicas se plantan en medio de la calle, sonríen, su postura es erguida. Comienzan a realizar perfor-mances. Una toma un aro de un poco más de 3m de diámetro, lo empieza a girar con su cintura, su movimiento parece casi im-perceptible, pero el aro obede-ce y recorre su delgada silueta. Su sonrisa se mantiene durante todo el acto y gira su cara para

que el mayor número de per-sonas la vea. A su derecha, su compañera un poco más baja de estatura y de brazos toni!ca-dos, con un atuendo ligero que se compone de una falda y una blusa de tirantes color naran-ja, está haciendo malabares con tres palos, dos de ellos cubier-tos de fomy y el otro de cinta negra. Los gira una y otra vez con gran habilidad y una impre-sionante personalidad. Ambas hacen presente el arte callejero. Mientras los autos permane-cen en !la frente a ellas, se per-cibe en cada una de las chicas la preocupación por ejecutar de manera perfecta sus actos y se agudiza su atención antes de que el rojo se convierta en verde. El acto !naliza, los instru-mentos de trabajo vuelven a sus manos, cada una pasa entre los autos esperando recibir una re-compensa por su ejecución. Uno que otro paga con una sonrisa, mientras los gestos de despre-cio se mezclan, y escasas mo-nedas llegan a tocar sus manos. No hay demasiado tiempo para recorrer las !las de co-ches, el semáforo se pone en verde y a prisa avanza el trans-

9

porte y con ellos se alejan los primeros espectadores del día. En el intervalo se desplazan al otro lado de la calle, apenas enta-blan una charla y giran sus brazos para mantenerse activas. Esperan que de nuevo asistan los próxi-mos testigos de su espectáculo y esta vez correr con mayor suerte. Han pasado cuatro ocasiones al centro de la calle. Unos se mo-lestan, otros se asombran, pero la actitud positiva y la sonrisa aún la mantienen. El sol aumenta, el ruido de los autos sigue, y no muy tarde aparecen nuevos ma-labaristas que se acercan a dispu-tar el semáforo con la intención de mostrar su arte y apoderarse de lo que para ellos es su trabajo. De inmediato se saludan, en-tablan los turnos, se organizan y comparten el lugar que a dia-

rio es testigo del arte callejero. Paso poco más de 10 mi-nutos, el tránsito avanza, las personas se dirigen a sus res-pectivos destinos y aquí per-manecen estos particulares atractivos del modus urbendis. Después de ocho presenta-ciones, la chica de los malabares se le nota seria y a su compa-ñera del aro la visita el cansan-cio. No obstante, al momento de actuar se muestran alegres. No parece importarles los pre-juicios de quienes las observan desde sus automóviles: tam-bién reciben sonrisas como la de aquél niño que se asoma desde la ventana del micro. El arte callejero es una for-ma más de arte, y una alter-nativa para ganarse la vida.

Alberto sin duda, el o!cio que mejor ha-ría, es de conductor de moto-taxis. Sería una experiencia que me permitiría co-nocer lugares y personas. El conducir es algo que me apasiona.

Foto: Sandy González

10

12

!"#$%"&'("#')$&*"+$,

Por Isamara González

El motor y claxon de los au-tos, el silbato del policía de tránsito, la sirena de las

ambulancias y los gritos de ven-dedores ambulantes son parte de los sonidos típicos de la ciudad de México. Sin duda en más de una ocasión todos los hemos odiado. Y si bien existen otros sonidos en la ciudad que, quizá en algún momento también molestaron a los capitalinos, hoy están en vías de extinción. Son ruidos típi-cos de los o!cios, los cuales co-mienzan a disminuir porque la tecnología los está remplazando. Ante ello, la Fonoteca Nacio-nal se ha encargado de eterni-zarlos a través de su Red Virtual de Audiotecas en un archivo llamado Sonidos en peligro de extinción. Entre las categorías, por supuesto, está el de o!-cios. Gracias a esos sonidos, podemos imaginarnos cómo las calles de la ciudad en los 60 eran invadidas sonoramente. Sonidos en peligro de extinción muestra las frases típicas o el rui-do de cierto o!cio, como el grito de ¡taaaaaaaaamaaaaaaleees! o el silbido del camotero. El soni-*Fotografías especiales

13

do de las teclas de una máquina de escribir y el grito del agua-dor “¡aaaguaa puri!caaaada!” La colección está completa, ya que a parte del sonido, se brin-da una pequeña explicación de lo que representó el o!cio años anteriores, por qué cambió y qué ha sustituido al o!cio. Es para todas la edades y tienen la intención de preservar “la me-moria sonora para el futuro”. Nuestro Modus Urbendi en oca-siones nos impide percatarnos que esos “molestos” ruidos. For-man parte de la ciudad y por ende, de nuestra identidad. Elemento que ha sido construido por nues-tros padres, abuelos, bisabuelos...

En las calles que ellos transi-taron tampoco faltaba el meren-guero, el panadero, el nevero y el a!lador. Ellos también necesita-ron acudir a puestos establecidos del zapatero, el peluquero o el mecánico. Y en las ferias, disfru-taron al algodonero, al globero y al pájaro adivinador del futuro. Los o!cios en el nuevo Mo-dus Urbendi han perdido fuerza, pero se resisten a irse del todo. La Fonoteca nos invita a que “valoremos el sonido entraña-ble de los o!cios tradicionales de México”, después de todo, son parte de nuestra historia.

Visita la página de la Fono-teca Nacional y escucha lo Sondios en peligro de extin-ción.

Isamara tiene una obseción por los globos, cada que oye el silbido del globero busca dinero en sus bolsas para obtener uno, aunque al !nal ter-mine desin"ado en el piso de su ha-bitación.

!"# $%&'("# )'#*+%','-#.%.',#

"&#)/"Por Dulce Olvera

Como parte de tu Modus Urbendi alguna que otra vez has pasado por la Ca-

tedral Metropolitana. En una de sus laterales, rumbo a Av. Ma-dero, casi todos los días se co-loca una hilera de hombres que ofrecen servicios de plomería o construcción, ¿te has !jado? Son personas que vienen inclu-so desde poblaciones del Estado

de México hasta el centro de la capital, invierten más de veinte pesos en pasaje y, pese a estar varias horas soportando los dis-tintos estados del tiempo, ¡hay días o semanas que no son re-queridos por nadie! Esto a pesar de que nunca falta la pared cuar-teada, la reja despintada, el techo cuarteado o el baño tapado… “Sólo los que tienen creden-

14

Foto: Dulce Olvera

15

cial tramitada en la delegación Cuauhtémoc tienen derecho a estar aquí”, cuenta Miguel Sala-zar. Para poder brindar un o!-cio en ese lugar, antes se debe presentar documentos o!ciales y cartas de recomendación que comprueben sus habilidades en dicho trabajo. En San Lázaro y la terminal de autobuses de Obser-vatorio también se ponen otras personas, pero allá no tienen esa obligación “porque no es un lugar turístico. Aquí es el lugar principal de la ciudad”, explica. Él suele llegar a las diez de la mañana y pre!ere colocar-se unos metros alejado de sus compañeros para evitar roces ante la competencia. “No hemos llegado a los golpes, pero luego sí hay reclamos por avalanchar-nos contra el cliente”, con!esa riendo. Nació en Michoacán y cuando estudiaba la secundaria le gustaba irse de pinta con las novias que tenía. Actualmente tiene dos hijas y a veces com-pra el periódico; “el más barato para ver a las chavas y leer los consejos que traen”. ¿Es necesa-rio indicar de qué diario se trata? —Miguel, ¿te gusta tu trabajo? Él es plomero. Así reza el letrero recargado en su costal de utensilios. —Sí, mis tíos me lo enseña-

ron-- contesta con un paraguas azul en mano que usa para evi-tar los desgastantes rayos so-lares--. A pesar de esa medida y la gorra que viste, el hombre de 37 años luce un rostro que-mado cubierto por su barba. –¿Qué es ese fras-co que tienes a la vista? –¡Ah!, es un soldador. Hace rato lo saqué para quemar unas cucarachas que querían me-terse en mis herramientas. Mientras saca unos dulces de su pantalón de mezclilla, asegu-ra que “antes había trabajos más grandes” como la instalación completa de baños. “Ahora sólo son detallitos”. Asimismo, hace cuentas sobre lo que gasta du-rante el día: con transporte y co-mida “uno cien pesos…”. El baño se lo ahorra porque si presenta su credencial en el Nacional Monte de Piedad ubicado enfrente, le permiten entrar sin problemas. Miguel vive al día y está cons-ciente de que si gana bien un día, tendrá que administrarlo mila-grosamente pues hay semanas en que “no agarra nada, nada”.

La esquina de la Catedral y la calle Monte de Piedad es el lugar estratégico para plantarse: captan a la gente que da vuelta y que viene de frente. Leopoldo

16

Cardoso siempre llega desde las 5:30 de la mañana para alcanzar-lo. Él es albañil y su amigo Jesús Salazar, plomero. Éste último, sentado y lamiendo una paleta, señala a un señor de camisa vino que carga un paraguas. Se trata de su papá, quien le enseñó el o!cio desde los 13 años y lo trajo desde el 85: “no entra cualquie-ra, somos puros padres e hijos”, menciona totalmente seguro. Un tiempo vivió en Ciudad Juárez, pero se regresó porque extrañaba a su novia. Después de casarse y que ella comen-zara a trabajar, comenzaron a dividirse los gastos. Antes te-nía que vender sus cosas como la televisión debido a la misma

situación de todos ellos: vivir al día con incertidumbre y en-frentarse a periodos prolonga-dos sin tener ninguna chamba. “¿Otro Pancho?”, le pregunta un anciano parado a lado. “Otro Pancho”, le contesta. Frase que utilizan para referirse a las per-sonas que sólo se acercan a pre-guntar, pero no concretan. A pesar de que la credencial con el permiso indica determina-dos horarios, Jesús se llega a ir hasta las cinco de la tarde con tal de conseguir algo. Y así, sin saber si serán contratados, se levantan todos los días para lle-gar a la hilera de quienes viven al día. Ese es su Modus Urbendi.

“La mamá de Dulce tiene la ma-nía de remodelar la casa constan-temente sea necesario o no, así que desde niña ha convivido con alba-ñiles y su peculiar olor a cemento”.

17

Por Nery González

Un hombre está arrodilla-do en el piso. Apurado, empalma las secciones

de los periódicos que venderá más tarde en su puesto. Son las 4:30 am y en la avenida Bucare-li sólo pasan pocos automóviles. En la banqueta frente al Caba-llito se acomodan los expende-dores de revistas y periódicos para atender a los voceadores. Raymundo Ramírez López es aquel hombre. Sus manos están manchadas de la tinta de los periódicos, viste pan-talón de mezclilla, camisola con la leyenda “Voceadores de México” y tenis. En la canasti-lla de su bicicleta acomoda los ejemplares para dirigirse a la colonia Morelos donde ya lo espera su esposa en el puesto. Tiene 64 años de vida, 50 ven-diendo. Pertenece a la Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México. Esta asociación civil, fundada el 17 de enero de 1923, está integra-

da por 14 mil familias localiza-das en 7 mil 500 puntos de ven-

ta que comprenden el Distrito Federal y la zona conurbada. --Este o!cio me ha dado de comer. He trabajado honrada-mente y no soy vicioso, aunque me vean sucio y desarreglado, y me digan “pinche periodique-ro mugroso”--. Llega a Bucareli a las cuatro de la mañana para

Señor Raymundo Ramírez. Foto: Nery González

18

surtirse, pero no va a los expen-dios: espera a “los móviles” (la camionetas pertenecientes a la Unión que reparten el material). Recuerda que en los años 60 corría del Zócalo a Bucareli por los periódicos. Para vender gritaba en la calle las noticias aunque resultaba más efectivo acudir a los cafés a ofrecer en-tre los comensales. “Ahora ya no hay gritones, sólo puestos en donde los lectores llegan solos.”

Por encargoLas empresas de los periódicos también han buscado sus for-mas de distribución. Tienen a sus repartidores y aunque no pertenecen a la Unión, sí reciben prestaciones de ley. Se encargan de llevar los ejemplares a los sus-

criptores de la publicación y a las tiendas departamentales o es-tablecimientos como Sanborns. Ignacio Torres lleva 24 años como repartidor. Su tarea diaria es llevar los 3 mil 500 ejemplares a los demás trabajadores y juntos depositarlos en las casas. Llega a Bucareli a las tres de la mañana, estaciona su motocicleta frente a la sede de la Contraloría General del Gobierno del Distrito Fede-ral y en un escalón empalma El !nanciero con su suplemento. Junto a él se encuentran al-rededor de 25 repartidores más. Todos realizan la misma ac-ción, algunos mientras sorben su atole o le dan una mordida al pan de dulce que compran con los vendedores en triciclos. Al dar la vuelta a la calle Juá-rez, en el Eje 1 poniente, se en-cuentran dos de los principales periódicos: El Universal y Excél-sior. Este último abre las cortinas metálicas de sus instalaciones para comenzar a dar sus ejem-plares tanto a sus repartidores en motocicleta como a los choferes de las camionetas, quienes rápi-do quitan los cordones del pa-quete de periódicos y organizan los ejemplares para volverlos a amarrar, y emprender el camino. A diferencia de los otros traba-jadores por encargo, que visten

Ignacio Torres. Foto: Nery González

19

por completo de negro y botas de casquillo, los de Excélsior portan un chaleco fosforescente.

Como pan calientePara los voceadores, los ex-pendios son parte fundamen-tal ya que se tratan de nego-cios de venta de todo tipo de publicaciones. Abren desde las 3:00 am y se localizan en las calles Artículo 123 e Iturbide. Como pan caliente ofrecen a los voceadores una gama de 37 periódicos y más de mil revis-tas en sus estantes. Estos locales trabajan con la Unión y buscan ayudar a las necesidades de los voceadores. Además de publi-caciones, en algunos casos se encuentran otros artículos como dulces o juguetes para que ellos mismos ofrezcan en sus puestos. Los voceadores no son con-siderados parte del comercio informal, mejor conocido como “ambulantaje”. Por el contrario, junto con los boleros y vende-

dores de lotería, tienen la con-cesión de hacer uso de las calles para trabajar. Esto fue decretado en una reforma presidencial al artículo 7° de la Constitución Mexicana emitido por el enton-ces presidente Miguel Alemán. Fernando Nicolás Jiménez tiene 12 años en el negocio, su padre antes era el encargado del expen-dio. Desde la madrugada trabaja junto con otras cuatro personas para dotar a los voceadores de su mercancía. La familiaridad se observa: al entrar, los “papeleros” saludan con un gesto de cariño. Nicolás reconoce que el o!-cio ha cambiado: “la gente de la tercera edad es quien sigue vendiendo” mientras que los hijos de ellos ya no se interesa-ron en seguir con la tradición “porque algunos de ellos sí tie-nen formación profesional”. En otros casos como el de Yolanda Sandoval García, el negocio ha pasado de genera-ción en generación. Provienen

Repartidores afuera de Excélsior. Foto: Nery González

de Torres de Satélite y ahí tam-bién se localiza su puesto. Pa-blo Sandoval (padre) fue quien comenzó a repartir periódi-co. Los Sandoval forman par-te de la Unión y juntos acuden a comprar sus publicaciones.

Antes de las sieteRaymundo Ramírez amarra con un lazo su canastilla y quita el

seguro a su bicicleta, maniobra para dar la vuelta y emprende el camino a su puesto. Se ubica en Ortelanos esquina con Congreso de la Unión cerca del metro Mo-relos, y ahí lo espera su esposa para comenzar a las siete de la mañana y esperar terminar los periódicos a las 10 u 12 del día.

Nery aprendió soldadura y electricidad en los talleres de la secundaria técnica don-de estudió. De vez en cuando le hace a la plomería u otro o!cio según se ofrezca en casa. Pero su pasión está en lo que Gabriel García Márquez expresara como “el mejor

o!cio del mundo, el periodismo”.

Foto: Especial

20