Modus Urbendi No. 2

22
MODUS URBENDI Y tú ¿cómo aprendiSte? Querida profesora Con un gis y piedritas Niño de ciudad Conoce a la peor señora del mundo

description

Revista Modus Urbendi número 2

Transcript of Modus Urbendi No. 2

MODUS URBENDI

Y tú ¿cómo aprendiSte?

Querida profesora

Con un gis y piedritas

Niño de ciudad

Conoce a la peor señora del mundo

EDITORIAL

Bienvenid@ al segundo número de la revista Modus Urbendi, realiza-da por universitarios. Con mucho entusiasmo, buscamos que nuestro

-mentos que conforman tu vida cotidiana, los cuales pueden llegar a ser ignorados ante la ola de estrés y falta de tiempo muy característico

Modus Urbendi.

-

tenías de niño? ¿A qué jugabas? No importa si los recuerdos te inva-

Para comenzar te presentamos un artículo acerca de un sistema edu-cativo distinto al que se emplea en las escuelas públicas. Seguimos con la

con el mismo objetivo: divertir a los pequeños. ¡Te invitamos a disfrutarla!

-

Y para ampliar el tema ofrecemos la entrevista con una do-

persona que era mala con ustedes, pero les presentaremos, a tra-vés de la pluma de nuestra reseñista, a la peor señora del mundo.

MODUS URBENDI

Índice

MODUS URBENDI

Directorio

Editor.:

Dulce Olvera

Jefe de información:

Alberto Anaya

Corrección de estilo:

Nery González

Diseño:

Itzel Gómez

Fotografía:

Isamara González

digan qué hacer?

Dulce Olvera

Del avión al ticket

7 Nery González

2

5

Nunca dejamos de ser niños

13 Isamara González

Un buen sabor

16 Itzel Gómez

¡Ah qué niño tan complicado eres!

10 Alberto Anaya

3

Si bien como capitalinos nuestro Modus Urben-di no ha sido afectado directamente por la serie de protestas y enfrentamientos de profesores in-

conformes ante la Reforma Educativa propuesta por el presidente Enrique Peña Nieto, cabe destacar que dicha política pública no considera un punto clave para la educación de las crías: los sistemas de ense-ñanza. ¿Has escuchado hablar sobre el método Mon-tessori?, ¿conoces a alguien que haya sido educado de esa manera? De ser así, ¿a ti te hubiera gustado? Abril es el mes del niño y por ende una exce-lente oportunidad para recordar aquella época llena de caricaturas, golosinas, juegos y, desde luego, ta-reas de profesores regañones. Hay que enfatizarlo: si bien existen diversas escuelas Montessori distribuidas en casi todas las delegaciones del DF, la mayoría fui-mos educados con los métodos tradicionales de dic-tados, tareas y exámenes colectivos. No aprendimos a nuestro ritmo ni con base en nuestras propias habili-dades e intereses como la !losofía Montessori ofrece. De hecho, el sistema fue fundado por la doctora italiana María Montessori como una alter-nativa a las técnicas rígidas y crueles de enseñan-za existentes en la Europa de su época (principios del siglo XX). Mediante estudios médicos, psicoló-gicos y pedagógicos, determinó que desde los cero

a los tres años el humano es capaz de absorber in-conscientemente el conocimiento de su entorno. Por lo tanto, este método pretende que el niño observe el ambiente que lo rodea, se adapte y abstrai-ga de él experiencias, construya su propio proceso de aprendizaje y con ello desarrolle independencia (deci-dir, actuar y pensar por sí mismo), iniciativa, autodis-ciplina y excelente autoestima. Elementos que le per-mitirán enfrentar con facilidad problemas cotidianos. Quién no recuerda su primer salón de clases en el kínder: bancas adecuadas a nuestro tamaño, paredes con imágenes de animales y "ores, estantes llenos de ma-terial de trabajo y al frente, el escritorio del maestro con un "orero o una manzana obsequiada por algún alumno. En los centros Montessori el espacio es funda-mental. Construyen un ambiente arti!cial dividido en áreas (sensorial, lenguaje, matemáticas, cultura y arte), en el cual un adulto muestra cómo utilizar los materia-les y cada niño elige libremente usar las tablas de le-tras, tarjetas numéricas, !guras geométricas, mapas y demás dependiendo de sus gustos y habilidades. Niños de tres a seis años comparten el aula, se retroalimentan mutuamente y son guiados y estimulados de forma in-dividual con base en sus capacidades fuertes y débiles. A nosotros, en cambio, los profesores nos impo-nían qué páginas de determinado libro contestar, recor-

Enseñanza Montessori. Foto. Blog Moommentum

Por Dulce Olvera

5

tar o colorear, aunque a ciertos compañeros les atrajeran otros temas. Asimismo, era inevitable la rivalidad entre los del grupo A con el grupo B e incluso algunos colegios separan niños y niñas durante el tiempo de recreo. En cuanto a la libertad, ¿quién no fue castigado alguna vez por no poner atención a la clase, platicar o pararse de los pupitres? Las criaturas Montessori, por su parte, tienen la oportunidad de moverse constantemente de forma silenciosa y ordenada alrededor del salón para cambiar de actividad o material. Gracias a eso es difícil que se aburran o pierdan la concentración en lo que ha-cen; situaciones que nosotros sufrimos más de una vez. En palabras de Vicky Dana directora de Nido Montessori, una escuela en la colonia Interlomas, “los

niños no hacen lo que quieren, sino quieren lo que ha-cen”. Y se sabe, cuando alguien realiza lo que le apasio-na, disfruta el momento y los resultados son e!cientes. ¿Crees que tu actual vida laboral o social sería diferente si hubieras cursado tus primeros seis años en un colegio Montessori? Al menos la Science Magazine reveló a través de un artículo que ese tipo de niños po-seen más autocontrol e integración social al convertirse en adultos. Después de todo, y aunque no todas las insti-tuciones aplican el método de la misma forma, hace sen-tido: tu personalidad y actitud no será la misma si desde los primeros años te han dicho qué hacer a que tú mis-mo experimentes y decidas qué utilizar o rechazar

Dulce creció viendo Los Simpsons y crean-

do historias con los Playmobil junto con su

hermano mayor. En el kinder se hacía pipí

todos los días porque le daba pena pedirle

permiso a la maestra para salir del salón

hasta que descubrió que no pasaba nada

Del   avión   al  ticket

Foto: Panoramio/ Especial

Por Nery González

Declaro la guerra en contra de mi peor enemigo que es… ¡Guayaba!” grita Johana y emprende la carrera para separarse lo más que se puede

del circulo dibujado con gis en el suelo. Claudia, que ahora es “Guayaba”, brinca al centro y calcula con visión milimétrica al amigo que no corrió y está más cerca. Carlos apenas alcanzó girarse cuando se escuchó el stop de la voz de Guayaba. Y en sólo tres pasos acumula un “hijo”, una rayita con gis en el piso, por haber perdido. Todos regresan a sus lugares y comienza de nuevo el juego. Mientras el campo de batalla está ocupado, en el otro extremo del parque ubicado en el Bosque de San Juan de Aragón dos niños prueban su resistencia al atravesar el pasamanos y tratar de no caer. Uno de ellos se pasma a la mitad del camino, sus brazos comienzan a temblar y termina por soltarse para caer casi de rodillas en el pasto. A lo lejos, por la ciclopista, se observa a un padre con su hijo conduciendo un carrito que avan-za gracias al pedaleo. De repente se paran, toman agua, respiran y comienzan de nuevo la marcha.

Su andar resulta lento a comparación del "u-jo vehicular que atraviesa la avenida 608 en la delega-ción Gustavo A. Madero y que no se detiene. También contrasta con la velocidad del metro en la línea B que corre de Buenavista a Ciudad Azteca. Aún así otro grupo de pupilos traza un avionci-to, una serie de cuadros enumerados del uno al diez en forma de este transporte, y cada uno de los cinco busca una piedrita para comenzar a jugar. Pasa el primero, la piedra cae en el 5, con un pie comienza a brincar para ir y regresar del número 10 sin pisar los límites de los recuadros. El segundo es más pe-queño, le falla el equilibrio y apoya el otro pie para no caer. Todos ríen y le dan palmadas en el hombro al que perdió. Así transcurre el tiempo, los carritos de he-lados y algodones de azúcar llegan. “Pá cómprame un helado”, “¿Cuánto cuesta el algodón que trae juguete?” Se empiezan a escuchar las voces de hijos y padres. Pero por el rumbo no todos se divier-ten de la misma forma. A unas estaciones del me-

7

Foto: Recórcholis/ Especial

tro, en Plaza Aragón, se encuentra el Recórcho-lis, un centro de juegos para todas las edades. Las actividades arrancan al comprar una tarjeta y recargarla porque todas las máquinas funcionan con un lector. Se encuentran desde tumbar a una !la de patos de hule con un puño, una ruleta o canastas de basquetbol. Al ganar cada juego se despliega de una ra-nura una tira de tickets que pueden ser cambiados por artículos de la misma marca. Las personas van de aquí para allá, los niños corren para darle vuel-ta a la ruleta que da más tickets y poder canjearlos. El ruido de las máquinas al ganar premios desplaza las lejanas risas de los niños que comen pa-lomitas. O que mueven los brazos al tratar de mane-jar un automóvil deportivo dentro de un simulador. Algunos padres también buscan diversión y co-mienzan a deslizar la tarjeta por El casino, un juego en

el cual se muestra una mujer voluptuosa que invita al jugador a adivinar los números que caerán. De pronto, el hijo de uno de ellos le jala la playera para que lo lleve a los patitos. El papá al ver que se ha quedado sin saldo regresa a las cajas para recargar 100 pesos y poder complacer a su pequeño. También, si se mira hacia arriba, esta-rán dando vueltas los niños más pequeños en el tren de la marca. Por un tiempo de 20 minutos bajo la guía de un joven que sonríe a cada vuelta. El recorrido termina con el obsequio de una bolsa de palomitas por cada 100 pesos y si ganaron tickets con alguna pluma, taza u otros artículos. Así el Modus Urbendi de los niños determi-na si acuden al parque para divertirse o bien les piden a sus padres que los lleven a un es-tablecimiento para que puedan distraerse.

8

¡AH QUÉ NIÑO TAN COMPLICADO

ERES!Por Alberto Anaya

La de!nición de niño ha variado considerablemen-te a lo largo de la historia, en las diversas socie-dades y culturas. Según especialistas, representa

una etapa decisiva en el desarrollo de las capacidades físicas, intelectuales y emotivas de cada uno, y es esta la etapa más vulnerable del crecimiento puesto que es donde todo ser humanos muestran gran dependen-cia, motivo por el cual requieren especial protección La fase infantil es fundamental también para aprender normas sociales y adquirir valores como la solidaridad y el sentido de justicia. Pero…para un niño capitalino ¿cómo es el contacto real con su en-torno y su vínculo con la sociedad a la que pertenece? Seguramente nuestro ritmo de vida tan acelerado ni siquiera nos ha dado tiempo de ob-servar lo su!ciente para responder esta pregun-ta. Pero vamos, no hay que hacer una rabieta por esto, desafortunadamente ya no somos niños. Ya decía Gabriel García Márquez en su libro Manual para ser niño “Algunos niños a una cierta edad, y en ciertas condiciones, tienen facultades congénitas que les permiten ver más allá de la realidad admiti-da por los adultos.” Y hoy en día la realidad que se ha construido para la infancia ha sido como adultos es-tresados, descon!ados, apáticos, rutinarios y agitados. Así hemos inculcado criterios de “disciplina” porque en una ciudad como ésta el que no corre no produ-ce, el que saluda a otros se expone a un peligro, el que no come lo que nuestra tv dice padecerá de problemas alimenticios y así lamentablemente la vida de los ni-ños sigue ciertos patrones de desarrollo que se ven afectados por los modelos culturales predominantes. No es raro que esto se pase en una ciudad como la Ciudad de México, donde los niños aprenden a des-pertarse a las 4 de la mañana para recorrer distancias enormes y llegar a tiempo a su salón de clases, o qué me dicen de los niños que son llevados a los estadios de fút-bol con su mini camiseta de Pumas, Cruz Azul o en el peor de los casos, la del América. En general la sociedad ha generado tendencias de socialización, consumo y há-bitos que se han visto fuertemente in"uidas en la vida de los niños, especialmente en las grandes urbes como esta. Y se pueden preguntar, ¿por qué deberíamos ver esto con extrañeza si así se vive en una ciudad como esta? Cuando un niño urbendis se enfrenta a diversas manifestaciones culturales, de ocio, artísticas y demás, automáticamente empieza a entender su medio y gene-ra un idea sobre este. Aprende a convivir con las demás personas de su medio y aprende las reglas de su cultura. ¿Nos damos cuenta de la cultura que hemos construido?

¿Para qué nos sirve? ¿Cuánto nos cuesta? ¿Para quién es? Así como se le enseña a leer a un niño, de la mis-ma manera todos los días a un niño urbendi se le ense-ña a esquivar el contacto con los otros, se le enseña que el único lugar seguro es su habitación, que el mejor ami-go es su programa de televisión favorito, que los padres trabajan y que hay que aprender a ser autosu!cientes. ¿Nos damos cuenta que hay un enorme peso subjetivo en la de!nición de niño? ¿Has pensado todo lo que un niño urbendi enfrenta todos los días al verse rodeado de espectaculares, publicidad, imá-genes, pasar la mayor parte de su tiempo con adul-tos, presenciar movimientos sociales o un zóca-lo lleno de militares? Puedo pensar que no, porque probablemente así creciste tú. ¿Dónde está lo raro?La realidad de la niñez capitalina es sumamente especial. Entonces. Si una persona de corta edad, en una ciudad tan grande, que lleva la vida de un adul-to, donde algunos trabajan y pasan sus ratos libres con adultos, y es considerado como igual por los adultos. ¿Se le puede llamar a esa persona “niño”? Tengamos claro, una cosa es hablar de te-mas infantiles y otra cosa es entender la cultura de los infantes. ¡Ah qué niño tan complicado eres!

Anaya Amarillas Alberto.

De niño fui muy inquieto,

gritaba cuando no me gusta

algo según cuenta mi mamá

y abuela. Y no estoy seguro

de haber cambiado esa par-

te. Las mascotas me tenían

miedo porque las aplastaba,

y siempre me gustaba ver

el fútbol con mis hermanos.

Hoy lo veo con los amigos.

11

Nunca  dejamos  de  ser  niños

Por Isamara González

En el patio todos juegan, no hay diferencias en-tre niños y niñas. Corren, saltan, ríen y gri-tan. Se mesen en el columpio, se deslizan por

la resbaladilla. Juegan avioncito y ruedan por el pasto. Bailan la pelusa por moverse en las estatuas de mar-!l y a Dany, Vicky y Saúl les toca voltearse de burros.

Los niños hacen que me olvide de los pro-blemas. Sin duda han cambiado, la tecnolo-gía los hace ser más ‘vivos’, pero la inocencia na-die se las roba. Ellos te cuentan sus cosas y te dicen lo que sienten, si les falta amor te lo demuestran. No hay niños malos, lo que hay son adultos. Los quieren formar de cierta manera, no los dejan explorar. A parte de ser maestra soy madre y sé la difícil labor que implica educar, pero los niños lo único que nece-sitan es amor. No piden más, quieren que los quieran.

Elena Casasola es profesora de preesco-lar, ha dado clases desde hace 17 años. Cuan-do platica de sus alumnos sus ojos se iluminan. Asegura que de todos los “pequeños” a los que les ha enseñado tiene un buen recuerdo. La mujer de 47 años que aparente tener menos edad, nunca deja de sonreír. Acomoda los libros de car-tón que utilizaron sus alumnos. El aula en donde im-parte clases es diferente a las demás de la escuela. Tie-ne un librero con muchos cuentos, fábulas y leyendas; dos pizarrones y muchos dibujos pegados en la pared. —¿De quién fue la idea de pegar los dibujos en la pared?—Esa es una tradición muy vieja. Si ves los dibujos to-dos tienen juguetes, eso es porque cada mes los cam-biamos. Este mes por ser abril dibujaron lo que les gustaría que les regalaran, pero no son de todos los alumnos, sólo de algunos. De los que pre!eren que sus obras de arte se peguen en la pared del salón a lle-

varlos a su casa y que sus mamás los tiren a la basura. En la pared hay 19 dibujos, en total son 30 alum-nos. Hay unos muy coloridos con unicornios y arcoíris, otros tienen dibujados muñecas, carritos y pelotas. Pero hay uno que sólo tiene un hombre gordo de color negro.

No puedo describir a mis alumnos, todos son muy diferentes y su vida también lo es. Hay quie-nes viven sólo con su mamá, otros con sus abueli-tos o tíos, algunos más con papá y mamá y muy po-cos viven únicamente con papá. Me es muy difícil entender la vida de todos, unos se acercan más y me cuentan sobre su familia, hay algunos más tímidos. Pero hay algo que me preocupa y es que los niños cada vez se parecen más a los adultos. No sé a que atribuírselo, quizá a la vida tan acelerada que hay en la ciudad, muchos están solos en casa a dia-rio por lo que deben valerse por sí mismos, ten-go tres alumnos que se preparan su lunch solos. Y lo increíble no es eso, sino que sus pa-dres están orgullosos por lo “autosu!cientes” que son. Creo que no se dan cuenta que tienen cin-co años ¡cinco! Es de las etapas más bonitas de la vida y no es para que ellos se hagan de comer. Quizá a muchos les parezca incoherente que haya niños o niñas de cinco años preparándose el lunch, mientras hace mucho tiempo, cuando uno esta-ba en esa edad, se paraba de puntitas para alcanzar las galletas o jugaba a la comida con las plantas y la tierra. Pero lo vuelvo a decir los niños no son malos, los niños son eso: niños. Inocentes y risueños, tienen ganas de comerse el mundo, de que les respondan todas las dudas que les surgen. Cuando convives con ellos te das cuenta de las pequeñas cosas de la vida, de esas cosas que a veces olvidas porque estás ocupado en la vida ajetrea-da de la capital. A su lado nunca dejamos de ser niños.

13

Porque pese a las rutinas diarias, mu-chas veces preferimos los dulces que una comida completa, en ocasiones odiamos poner el sueter y aún, de vez en cuando, en-suciamos nuestra ropa a la hora de la comida.

Elena ve por la ventana a sus alum-nos y sonríe. Sabe que con el Modus Urben-di es cada vez más complicado jugar en la ca-lle a las escondidas con los niños de la cuadra, pero asegura que pase lo que pase la imagi-nación de los pequeñines es enorme, de ma-nera que siempre sabrán como divertirse.

14

Por Itzel Elizabeth Gómez

Una tradición en México es comer tacos al pastor, no sólo comerlos sino prepararlos: ponerles cilantro,

cebolla !namente picada, escoger entre salsa roja o verde y exprimir el limón. Ese ácido cítrico que cubre la carne para darle un buen sabor pero, ¿puedes imaginar que ex-priman limón no sobre un taco de pastor sino en tu ojo? Así es como castiga a sus hijos La peor se-ñora del mundo, los castiga por portarse mal y por-tarse bien. Tal vez los padres comunes les pegaban a sus hijos con el cinturón, no los dejaban salir, no les daban dulces y los muy buenos ni siquiera cas-tigaban a sus hijos pero esta señora no era soporta-da ni por la gente de Tarambul, lugar donde residía. El escritor mexicano Francisco Hinojo-sa es autor de La peor señora del mundo que, además de ser gorda como hipopótamo tiene dos colmillos puntiagudos y brillantes. Este libro infantil de 1992 causó polémica por las ilustraciones que acompa-ñaban el texto, pues creían que eran muy explíci-tas para los niños y debía, ser un libro para adultos. Pero, las ilustraciones son dibujos sumamente expresivos y descriptivos del caricaturista mexicano Ra-fael Barajas Durán “el Fisgón” quien retrata cada uno de

los momentos más signi!cativos de la historia, comple-menta la idea e imaginación de los que “apenas empie-zan a leer”. A pesar de que su primera edición es de 1992, La peor señora del mundo sigue teniendo vigencia hasta hoy, de hecho, se encuentran dos ediciones en las libre-rías: la normal, de pasta suave; y una de lujo, de gran-de y pasta dura. También se ha adaptado a obra teatral. La curiosidad es algo innato en los niños. In-vestigan y descubren. Los dos lenguajes en el libro: el escrito y el grá!co son muy ricos en cuanto a la crea-ción de la historia, la narrativa, el vocabulario, la ima-ginación y por supuesto es un gancho para atrapar a niños que comienzan con el hábito de la lectura. Aunque la forma de educación ha cambiado, los castigos son un tema muy recurrente en la infancia, etapa donde los niños salen del núcleo de la sociedad, que es la familia, para incluirse en ella (la sociedad). La educación que recibe cada niño de!nirá su propia identidad, confor-me crezca complementará y alimentará su personalidad. La peor señora del mundo ha sido traduci-da principalmente al portugués y al inglés. Francis-co Hinojosa es considerado como el autor infantil más leído en México. El estilo característico del au-

tor es humorístico, la crueldad y la fantasía. Tres ele-mentos que hacen que no sólo los niños lean sino que dentro del público de Hinojosa están los adul-tos. El también autor de Tres poemas (1998) ganó el Premio Nacional de Periodismo de México en 1999. En paralelo, Rafael Barajas Durán, quien ilustra el libro es uno de los caricaturistas más reconocido en México. Y aunque estudió Arquitectura en la Universi-dad Nacional Autónoma de México, a la edad de vein-

te años descubrió su verdadera vocación: “ser mo-nero”, término que se le designa a los caricaturistas. Ha publicado en La Jornada, Unomásu-no, Másomenos, y su tendencia política es de iz-quierda. Por tanto, en La peor señora del mun-do hace uso de la sátira de la idea de cualquier niño: que su madre es la peor. Dependerá del tipo del lector si cambia su opinión después de leer el texto: el sabor amargo o dulce en la boca.

Hinojosa, Francisco. La peor señora del mun-do. Ilustraciones de Rafael Barajas, el Fisgón. Fon-do de Cultura Económica. Colección Los Especiales de A la Orilla del Viento. 3ra edición. 2010. pp. 68

Itzel Elizabeth Gómez: amenazada por

quien ella creía la peor señora del mundo

(su madre) a no asistir a las clases ves-

pertinas de ballet. Regañada por ingerir

altas cantidades de azúcar en forma de

suculentos chocolates; jugar Resorte en el

recreo (terminó todos los niveles), las Cebo-

llitas y Stop su deleite en entretenimiento.

17