MOMENTO II TEORIZACIÓN

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18 MOMENTO II TEORIZACIÓN Existe una amplia literatura sobre los partidos políticos donde se existe consenso que los partidos son estructuras isomorfas, adaptables a los cambios en el entorno. Los partidos cambian y se amoldan a los cambios sociales, económicos, culturales y políticos. La cuarta perspectiva, de igual forma que la anterior, no acude al concepto de crisis, enfatizando más en las transformaciones de los partidos, de sus estructuras y funciones. Los partidos se transforman; convierten y reconvierten sus roles. Una última mirada, cercana a la anterior, asume que los partidos, específicamente en América Latina, han entrado en una dinámica de déficit y de inestabilidad o derrumbe. Los partidos incumplen con su papel histórico; algunos de ellos logran estabilizarse y otros desaparecen. Así entonces, desde tales perspectivas, se analiza, si los partidos ya no son lo que solían ser, ¿qué se espera que sean? Dependiendo del diagnóstico, las diversas perspectivas del cambio partidista expresan lo que cabe esperar respecto hacia el futuro. Se enuncia su desintegración y reemplazo por otras formas de representación y canalización de intereses. Asimismo, se plantea su existencia inercial con un creciente deterioro, o se espera la reconstrucción de lo que estos han sido. Se sostiene la renovación de sus formas organizativas y de actuación en diversos escenarios. Se señala el surgimiento de nuevos tipos de partidos o se enuncia la consolidación de algunos y la desaparición de otros. De lo planteado se infiere que los partidos políticos han presentado grandes cambios en los últimos cuatro decenios, en su organización, en sus roles tradicionales, en los procesos internos, en sus desempeños gubernativos, electorales y legislativos, y en la forma como se relacionan con los ciudadanos, todo lo cual ha servido de análisis e interpretación

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MOMENTO II

TEORIZACIÓN

Existe una amplia literatura sobre los partidos políticos donde se

existe consenso que los partidos son estructuras isomorfas, adaptables a

los cambios en el entorno. Los partidos cambian y se amoldan a los

cambios sociales, económicos, culturales y políticos. La cuarta

perspectiva, de igual forma que la anterior, no acude al concepto de crisis,

enfatizando más en las transformaciones de los partidos, de sus

estructuras y funciones. Los partidos se transforman; convierten y

reconvierten sus roles. Una última mirada, cercana a la anterior, asume

que los partidos, específicamente en América Latina, han entrado en una

dinámica de déficit y de inestabilidad o derrumbe. Los partidos incumplen

con su papel histórico; algunos de ellos logran estabilizarse y otros

desaparecen.

Así entonces, desde tales perspectivas, se analiza, si los partidos ya

no son lo que solían ser, ¿qué se espera que sean? Dependiendo del

diagnóstico, las diversas perspectivas del cambio partidista expresan lo

que cabe esperar respecto hacia el futuro. Se enuncia su desintegración y

reemplazo por otras formas de representación y canalización de

intereses. Asimismo, se plantea su existencia inercial con un creciente

deterioro, o se espera la reconstrucción de lo que estos han sido. Se

sostiene la renovación de sus formas organizativas y de actuación en

diversos escenarios. Se señala el surgimiento de nuevos tipos de partidos

o se enuncia la consolidación de algunos y la desaparición de otros.

De lo planteado se infiere que los partidos políticos han presentado

grandes cambios en los últimos cuatro decenios, en su organización, en

sus roles tradicionales, en los procesos internos, en sus desempeños

gubernativos, electorales y legislativos, y en la forma como se relacionan

con los ciudadanos, todo lo cual ha servido de análisis e interpretación

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con relación a la temática planteada, permitiendo a la vez estructurar unas

unidades de análisis relacionada con las áreas indicadas.

1. TEORÍAS REFERENCIALES

En una investigación se requiere de teorías existentes sobre la

temática que se examina, que permita juntar bases teóricas,

argumentadas, explicitadas, de manera que conceptualicen, describan y

expliquen el objeto, evento, situación o necesidad en estudio, a través de

la determinación de las categorías, subcategorías y unidades de análisis

seleccionados por el investigador, las cuales se desarrollan a partir de los

párrafos subsiguientes, de acuerdo a los títulos y subtítulos que engranan

un basamento teórico preciso para dar respuesta a los propósitos de

investigación formulados.

1.1. DIMENSIONES DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS COMO HERRAMIENTA DE GOBIERNO

Las dimensiones de los partidos políticos como herramienta de

gobierno se constituyen en el conjunto de aspectos o elementos

concurrentes en la conformación de los partidos. Así lo señala Malamud

(2013), quien afirma que estos elementos, por si solos, no pueden abarcar

todas las dimensiones del fenómeno partidario. Por lo cual, deben confluir

todos. En este sentido, alude a la dimensión organizativa, atribuida a la

estructura interna del partido político, en el cual se encuentran los

fundamentos sobre los cuales se crearon. Por otro lado se presenta la

dimensión sociológica, basada en la composición de clase, de donde es

posible extraer lo relativo a los efectos sociales producidos con base en la

implementación de acciones y políticas públicas que diseñen como

partido de gobierno.

También se hace necesario, plantearse el estudio desde una

dimensión sistémica, precisada por la interacción con otros partidos y con

las instituciones de gobierno, es decir, aquella que deriva de las gestiones

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implementadas en su trance gubernamental; y la dimensión teleológica,

reducida a la ideología o los objetivos manifiestos, reflejada en aquellos

actos ejecutados en posición de gobierno. Asimismo, consideran Tamez

y otros (2015), que son tres son las dimensiones que resultan más

pertinentes para analizar los sistemas de partidos: el número de partidos,

la forma de competencia entre partidos y/o grado de polarización

ideológica, y por último, la estabilidad y el cambio de los sistemas de

partidos, o, expresado en otros términos, el nivel de institucionalización de

los mismos.

La primera dimensión se puede estudiar a partir la fragmentación

electoral y del número efectivo de partidos políticos. La segunda

dimensión: competencia y la polarización ideológica pueden examinarse a

través de la comparación de la matriz ideológica entre distintos partidos,

así como el nivel de competitividad de los distintos sistemas de partidos.

La última dimensión se puede comprender a partir de los indicadores: la

volatilidad electoral y la configuración de los vínculos existentes entre los

partidos y la sociedad.

En el mismo sentido de lo expresado, destacan los mencionados

autores, la necesidad de una Dimensión moral, como parte del entramado

filosófico de los partidos políticos, con la finalidad de poder atender a la

resolución de los conflictos suscitados en su seno o con sus

simpatizantes o adversarios, debiendo en tal sentido buscar la

construcción de coaliciones, y visionando en la misma óptica un modelo

de liderazgo con cuatro variables concretas: visión, realidad, ética y

coraje.

Las consideraciones anteriores permiten determinar que los partidos

políticos juegan un gran papel en la actualidad, de manera que no se

podría entender las democracias liberales sin ellos, la selección de

candidatos, las campañas políticas, las votaciones, sus resultados, las

apelaciones. Lo anterior forma parte de la vida democrática de un país y

se vuelven el centro de atención de los medios de comunicación, con el

fin de que la ciudadanía participe, decida y emita su voto. Los partidos

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son el enlace entre ciudadanía y gobierno, el cual dirige los destinos del

estado tanto en los aspectos políticos como económicos y sociales.

Incluso en democracias no liberales y no competitivas el partido político

tiene un rol central en el Estado, como es el caso del partido comunista en

China.

De la misma manera, se considera que los partidos políticos son la

gran herramienta para la democracia, de acuerdo a lo señalado por

Roskin, Cord, Medeiros y Jones (2006), de allí que se sugiera conocer su

historia, clasificación, estructura, elementos de base, funciones, además

de conocer también los diferentes sistemas de partidos y su relación con

el sistema electoral, la vigencia y evolución de los partidos políticos

además del marco jurídico de los partidos políticos.

De lo planteado es posible deducir, la necesidad del

aprovechamiento de los partidos políticos en las instituciones de gobierno

investigadas, con la finalidad de adoptar sus fundamentos, atribuidos al

resurgimiento de un hombre nuevo en estos tiempos de transformaciones

sociales, a la vez poner en práctica acciones donde la nación y los

ciudadanos a quienes se representan, tengan preeminencia o preferencia

en los planes concebidos, produciéndose en tal sentido una reordenación

de los objetivos propios de los orígenes de esos mismos partidos

políticos.

En este mismo sentido, se hace ineludible la dimensión sociológica,

basada en los efectos sociales devenidos en políticas públicas que se

diseñen como partido de gobierno. Asimismo, la dimensión sistémica,

devenida de la interacción con los demás entes a quienes les compete

laprotección de un estado, con todo lo cual es posible implementar la

dimensión teleológica, para dar cumplimiento a la ideología del partido

establecida en el plan formulado en posición de gobierno.

2.1.1. Fundamentos de los partidos políticos

Los fundamentos de los partidos políticos están concebidos dentro

de la Dimensión Organizativa de los mismos, de acuerdo a los

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planteamientos de Malamud (2013), de los cuales señala que forman

parte de su filosofía corporativa, de su cosmología, de su visión, por la

cual igualmente implementa su misión o razón de ser basado en su

ideología.

En tal sentido, considera el mencionado autor que estos

fundamentos deben estar basados en la concepción y creación del

"hombre nuevo", la supremacía de la nación y la revolución social o la

purificación racial, los cuales aparecen como el elemento sustancial de la

ideología partidaria, siendo su enfrentamiento con el sistema y los demás

partidos el fenómeno consecuente y no el esencial.

De la misma manera continua el autor mencionado que no obstante,

ya sea la cosmovisión profunda o la disposición hacia el régimen, el

hecho definitorio de esta clasificación es su "idealidad", en oposición a la

"materialidad" de la composición social; es decir, que regularmente se

rigen por aquellos que ha sido considerado como su ideología esencial,

su naturaleza, su esencia, y no los efectos sobre las sociedades en las

cuales de implantan, lo cual en este caso queda de segundo plano.

De la misma manera, como parte de sus fundamentos, se

mencionan otras dimensiones políticas, atinentes a la disciplina de los

partidos, es decir, el manual o método de conducta que lo rige; además

de su fortaleza organizativa, vale decir, aquellos aspectos que se

convierten en parte de su dominio de influencia sobre las personas,

además del diseño institucional delos poderes de gobierno, los cuales se

crean con base en la forma -también de gobierno- donde vayan a ser

ejecutados.

Por su parte, Lozano (2015) afirma que los partidos políticos son una

de las formas de organizaciones políticas existentes en Colombia que

tienen vocación de permanencia en el tiempo para desarrollar actividades

políticas, procesos electorales y participar en asuntos públicos de manera

general, y son los sujetos legitimados para acceder al poder político,

mediante la postulación de candidaturas y listas en los procesos

electorales.

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Es así que la ley reserva su creación y desarrollo a los ciudadanos

colombianos, como lo dispone el artículo 100 de la Constitución Política

de Colombia (1991) y se establece los artículos 40 y 108 de la norma

rectora, pues los extranjeros residentes no pueden ejercer los derechos

políticos, salvo el ejercicio del derecho al voto en elecciones municipales y

distritales. Principalmente, en la parte dogmática de la Constitución

Política de Colombia (1991), específicamente en el artículo 40, se

encuentra a los partidos políticos como una manifestación del derecho a

la participación política, pero su creación y desarrollo están comprendidos

dentro de la libertad de reunión y manifestación, libertad de expresión,

asociación y pensamiento, consagrados en los artículos 20, 37 y 38 de la

norma superior.

2.1.1.1. Cosmovisión del hombre nuevo

La más riesgosa encrucijada que enfrentan los partidos en la

actualidad es una fuerte embestida antiestablishment, según considera

Malamud (2013), que la ejercida como rechazo al monopolio partidario de

las candidaturas y en tanto revalorización del rol de la ciudadanía sin

intermediación, según lo expresa igualmente Panebianco (2002). Esta

actitud se manifiesta en la proliferación de outsiders –personajes sin

trayectoria política que, desde afuera de los partidos, se promueven como

alternativas. Es así entonces que potenciados a través de los medios,

principalmente la televisión, los ejemplos más conocidos de estos nuevos

líderes, estos hombres nuevos, pueden encontrarse tanto en países con

partidos débiles como los Estados Unidos cuanto en aquéllos con fuertes

historias partidarias como Italia, con la misma facilidad que en sociedades

con sistemas de partido gelatinosos como Brasil o agotados como Perú y

Venezuela. Los desafíos que pusieron en riesgo la capacidad de gestión

de los partidos, hasta la fecha, variaron tanto en su naturaleza como en

sus consecuencias. De hecho, algunos fenómenos contribuyeron a definir

nuevos roles partidarios, constituyéndose en elementos complementarios

en vez de competitivos.

Sobre lo planteado, considera Rivas (2012) que el problema de la

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degeneración y deterioro de los roles y funciones de los líderes de las

organizaciones partidistas, desde el punto de vista institucional deviene

del ejercicio dirigido hacia la formación de prácticas políticas cívicas,

donde esta última tiende cada vez más a relegarse a mero pragmatismo,

instrumentalización de la política y de la propia toma de decisiones de los

individuos, sin reflexión, proyecto y contenidos ideológicos y

programáticos mínimos.

Asevera el mencionado autor que esta falta de contenido en la

política explica parte de los cambios. No se debe olvidar que en América

Latina, las prácticas políticas de los individuos han tendido a apoyarse

dentro de un fondo cultural místico-religioso, en la medida que los

individuos esperan soluciones de líderes carismáticos movidos por un

aura mesiánica. El agotamiento de la política y de la democracia se

evidencia desde el momento en que los partidos políticos, y con ellos sus

cuadros y clase política, no vislumbran el malestar presente en el

funcionamiento de la democracia.

En tal sentido, la crisis del modelo democrático en muchos países de

Latinoamérica se expresa en el declive de sus actores y

consecuentemente, lo que es peor, en la ausencia de propuestas y

alternativas institucionales que permitan la recuperación de la salud,

credibilidad y funcionabilidad de los actores y del sistema en su conjunto.

Así también, corresponde entre otras cosas intentar analizar los distintos

comportamientos y orientaciones por parte del ciudadano hacia la política.

De acuerdo con Vilas (2009), se observa que entre la democracia y

el neoliberalismo desarrollado en la gran mayoría de los países

latinoamericanos se tendrían las condiciones para el surgimiento de

líderes políticos con discursos emocionales, muy críticos con las

instituciones políticas tradicionales, y que movilizan porciones altas del

sufragio, al mismo tiempo que promueven programas de gobierno de tipo

liberal.

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Es decir, tendríamos en los llamados nuevos liderazgos la

encarnación de los “caudillos electorales de la posmodernidad”.

Ciertamente, el desfase entre los “nuevos” actores sociales y los “viejos”

actores políticos favorece en los primeros la práctica de una política de la

anti-política. Se tendría así una política caracterizada por la desconfianza

hacia la clase política (es decir, los políticos, los partidos políticos, las

burocracias, los dirigentes partidarios y sindicales) a la que acusan de

corrupción, compromiso con el sistema y traición al mandato popular.

2.1.1.2. Supremacía de la nación

Esta supremacía de la nación no se ha visualizado en el caso de

Colombia, de acuerdo a lo que se infiere del criterio de Lozano (2015)

quien afirma que en Colombia los partidos tradicionales han transitado de

un sistema de partidos dominados por fracciones internas de orden

nacional a un sistema de partidos totalmente atomizado en facciones

personalistas.En esta transición se han desdibujado las principales

funciones de los partidos que se han debido concretar a lo siguiente:

a) Formular programas con el objeto de agregar, articular y

representar intereses existentes en la nación y la sociedad;

b) organizar las campañas electorales;

c) reclutar los líderes políticos llamados a ocupar los principales

cargos públicos de manera ética; y

d) participar en la formulación e implementación de políticas públicas

o ejercer desde la oposición el rol de alternativa, coadyuvando en tal

sentido con la nación en sus fines más elementales.

Es así como, el multipartidismo nunca se dio, por el contrario, se

presentó una división de las organizaciones, trayendo como resultado

unas organizaciones desmembradas de los partidos políticos tradiciones,

lo que es entre otras cosas, una situación que Colombia ha padecido

desde los inicios de su independencia como por ejemplo con la facción de

los independentistas. Por consiguiente, no es el partido el que elige al

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candidato sino al revés, lo que trajo consigo la proliferación de listas y de

avales, a lo que contribuyó la no prohibición de la doble militancia.

De allí que resulta fundamental el replanteamiento del sistema de

partidos en Colombia, para que se garantice la defensa del sistema

democrático y el bienestar de los administrados, creando conductos de

opiniones efectivos para defender necesidades y valores de la sociedad, y

lo más importante, permitir una interacción institucional y competitiva para

lograr una sana vida política, de esa forma se ofrecerán mejores

programas al país. Así entonces, es muy probable que la crisis de la

democracia y el desprestigio de los partidos políticos se deba a lo

anteriormente expuesto, y adicionalmente por unos factores que de

acuerdo a Giraldo y Muñóz (2014, p. 21) y a través de encuestas

realizadas en los últimos 10 años, tendientes a demostrar cómo la

población no cree en los partidos ni en los políticos se centran en lo

siguiente:

• La desaparición del debate y la confrontación de las ideas y su

obvia consecuencia de desconocimiento de las manifestaciones propias

de los cambios de la sociedad.

• Generalización y presencia masiva de los modernos medios de

comunicación.

• Dominio y sometimiento del factor dinero sobre la política.

• Desproporción entre las ofertas de los aspirantes y las

realizaciones de los elegidos.

• Ineficiencia e ineficacia del trabajo de las leyes parlamentarias y

por ende de las leyes expedidas.

• Dominio de los parlamentarios en la vida institucional del partido.

De lo planteado se infiere que los partidos políticos han

desviado sus propósitos, sus fines, lo que ha implicado la falta de

credibilidad de los electores, del pueblo todo, generando en tal sentido

críticas destructivas hacia una figura política que debió crearse e

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implementarse para dar cumplimiento a unas tareas propias de la nación

y sus ideales proteccionistas a favor del pueblo.

Asimismo, considera Rivas (2012) que en los países, por el

bien de las naciones, deben darse procesos de democratización (cuando

el régimen anterior incluía elementos democráticos); de consolidación

democrática (cuando se da un proceso de instalación del núcleo básico

de instituciones y autoridades democráticas); y de transición (cuando se

da el paso de regímenes militares formales a regímenes democráticos),

con la finalidad de que los partidos políticos y sus líderes cumplan con sus

fines y roles.

2.1.1.3. Revolución social

En la actualidad, se ha venido sucediendo una suerte de

personalización de la política con rasgos antipolíticos y de tipo

neopopulista, de acuerdo a Rivas (2012) que constituye el principal reto y

enemigo de los regímenes democráticos y la mayor amenaza contra las

perspectivas de la democracia representativa. La anti-política y los

outsiders representan el mesianismo, el neo-populismo, la democracia

plebiscitaria, el autoritarismo e incluso la anarquía al prescindir de

organizaciones estables, fuertes y disciplinadas, así como también no

contar con programas políticos, sociales y económicos.

Por consiguiente, y como necesidad actual, contrario a lo que viene

sucediendo, la alternativa viable para las democracias, frente al avance

de la anti-política y otras tendencias, es precisamente el imperante

“reforzamiento de la sociedad política” a través de los partidos políticos;

dicha tarea implica su reinserción y redimensión como actores centrales

de la lucha democrática. Pero en algunos países latinos donde se ha

hablado de “revolución”, persisten una serie de deficiencias y de

problemas, a la que hay que sumar los problemas de gobernabilidad

democrática y el inicio del deterioro de la legitimidad obtenida de origen

(elecciones) a causa del desgaste del ejercicio gubernamental.

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Sobre este tópico, considera Valdez (2011) que un partido

revolucionario es la piedra angular del triunfo de una revolución, pero es

también el Talón de Aquiles para la caída de la misma; esto es aún más

palmario cuando el partido toma el poder político asumiendo el gobierno

de un Estado. Cuando esto ocurre: cuando el gobierno es del partido, el

partido debe controlar al gobierno y ser su guía, ya que a nadie más que

al partido le interesa que el gobierno cumpla con los fines de proporcionar

las condiciones necesarias para el bienestar social.

En este sentido, el partido debe ser el contralor natural del gobierno

revolucionario en todas sus instancias de poder. Para cumplir este rol, el

partido, diseminado por todo el Estado revolucionario, debe ser receptor

de denuncias y seguidor del resultado de las mismas. Debe tener la

capacidad de proponer la salida del gobierno de cualquiera de sus

funcionarios a quienes las respectivas instancias del partido les hayan

probado su ineficacia o corrupción en el ejercicio de sus funciones.

Incluso las máximas autoridades del gobierno deben rendirle cuenta al

partido. Cómo alguien denuncia en el partido la mala actuación de un

ministro, gobernador, alcalde, o cualquier otro funcionario público, si éstos

son quienes dirigen el partido.

Asimismo, el partido revolucionario, como organización vinculada

permanentemente al pueblo debe ser quien guíe al gobierno

revolucionario hacia el rumbo que el pueblo aspira. En este orden de

ideas, el partido debe recibir del gobierno revolucionario en todos sus

niveles, los planes de gobierno, para vigilar su cumplimiento, luego de

haber hecho su aporte en la formulación de éstos. El triunfo político que

lleva a un partido revolucionario a ser gobierno, se debe a su vinculación

con el pueblo y debido a esa vinculación, el partido puede interpretar y

asumir las luchas populares como propias. Este vínculo pueblo-partido

revolucionario es el que garantiza la permanencia en el poder de un

gobierno revolucionario; pero este vínculo se puede perder.

Ello, porque cuando un partido revolucionario se lanza a la toma del

poder político, su dirigencia y militancia mantienen una unión monolítica

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con el pueblo en virtud de que el partido revolucionario es pueblo

organizado. Cuando el partido revolucionario triunfa en su lucha y asume

la conducción de un Estado, tiende a cometer un error mortal y es que la

dirigencia del partido asume las funciones del gobierno revolucionario sin

soltar la dirigencia del partido; eso lleva indefectiblemente a la anulación

del partido, en virtud de que las dos funciones principales del partido

(control del gobierno revolucionario y guía de la gestión gubernamental)

desaparecen, ya que quienes deben ser controlados por el partido son los

mismos que controlan el partido.

De acuerdo con lo planteado, el ejercicio del poder político para

crear un estado revolucionario es muy duro y complejo, lo que requiere

mucha atención y esfuerzo de quienes asumen esa dura labor, en

consecuencia, en el mejor de los casos, esos cuadros que ejercen

funciones de gobierno no tienen tiempo para asumir funciones de

dirección dentro del partido y eso lleva a que el partido quede acéfalo y a

la deriva.

En esas condiciones, el partido deja de ser cada día un instrumento

del pueblo y la militancia cae frecuentemente en frustraciones. Ese

proceso de deterioro del partido puede durar años, pero es fatal si no se

corrige la causa. Al deteriorarse el partido, los días del gobierno están

contados. En este sentido, debe evitarse que quienes ejercen funciones

de gobierno dirijan el partido, para que este cumpla con sus roles

principales y se fortalezca la ecuación pueblo-partido revolucionario-

gobierno revolucionario. La única manera de mantener el gobierno

revolucionario es tener un partido fuerte; y un partido fuerte es el mejor

instrumento del pueblo para guiar y controlar al gobierno.

Por otro lado, considera Dávila (2011) que el sentido del discurso

que subyace a la revolución democrática moderna debe ser interpretar el

sentir de las mayorías, permitiéndoles manejar su propio destino,

presupuesta la convicción de que tales mayorías disponen de tal

capacidad, debiendo coexistir una fe en el poder de éstas para modelar el

orden político, las formas de gobierno y el estilo de los gobernantes.

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2.1.2. Efectos sociales

La Dimensión Sociológica de los partidos políticos enuncia los

efectos sociales que pueden derivar de los actos, de las acciones, de la

gestión de los partidos políticos. Al efecto, considera Malamud (2013) que

en esta dimensión se debe atender a la crisis de los pueblos y los

desafíos que le toca enfrentar a los partidos de gobierno. Considera el

mencionado autor que los problemas de gobernabilidad que aquejan a las

sociedades contemporáneas, particularmente a las democracias, no han

dejado indemnes a quienes son sus principales agentes de gestión.

Así es que la crisis fiscal del estado de bienestar y la sobrecarga de

demandas que agobia a los gobiernos han transmitido sus efectos de

deslegitimación de los partidos, que han visto reducirse progresivamente

sus bases de identificación social y sus márgenes de autonomía

institucional respecto de, fundamentalmente, la prensa independiente, las

asociaciones de interés y los grandes grupos económicos.

Este fenómeno ha sido genéricamente calificado como crisis de

representatividad, haciéndose especial hincapié en el hecho de que los

partidos ya no responderían a las exigencias de los ciudadanos

(revalorizados en su individualidad, en oposición a la categoría de masas

con que anteriormente se los definía) sino a sus propios intereses y los de

sus dirigentes, alejándose del sujeto al que decían responder.

Asimismo, se menciona que del acatamiento a la disciplina del

partido depende la estabilidad del gobierno. Sin embargo, la progresiva

dilución de las identificaciones partidarias, el crecimiento lento pero

constante de la apatía electoral y la desmesura de las expectativas

sociales en relación con la gestión pública de los partidos abren un signo

de interrogación sobre las formas futuras de la intermediación partidaria.

Cabe destacar lo planteado por Dávila (2011) quien asevera que los

países lo que buscan es crear un orden y unos principios de gobierno

para su acción. No cabría duda que en un escenario democrático se

deben concretar los ejes fundamentales para enfrentar el reto de fundar

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las bases de un nuevo orden político nacional y, en consecuencia, de un

nuevo tipo de relaciones sociales.

A tal fin servirían de instrumento los partidos políticos de masas, los

existentes y aquellos por venir, de manera de ocupar aquellos espacios

que ostentan un vacío socio-político, sobre todo cuando son débilmente

representados por otras instituciones de corte castrense, nefasta herencia

de regímenes derrocados. Partidos y grupos sociales de vocación

democrática tendrían que acostumbrarse a nuevas prácticas, debiendo

atemperar la discordia ideológica, porque las zanjas que ella abre cuando

se exacerba crean el clima propicio a la recurrencia dictatorial. Sólo una

dimensión instituyente con estas cualidades incitaría a un pensamiento, a

una proyección ideológico-política, permanente, dirigida al largo plazo. Se

trata de elaborar algo más fundamental.

Esto supone desde la ciencia política una labor de ingeniería política

acompañada de un necesario diseño y rediseño institucional, en el marco

de las principales organizaciones e instituciones, principalmente de los

partidos, después de los sindicatos, el parlamento, el ejecutivo, pasando

por la cultura política existente hasta el abordaje y estudio de las

consecuencias y efectos de los sistemas electorales (ingeniería electoral)

sobre los sistemas de partidos y sobre la propia representatividad del

electorado.

2.1.2.1. Gobernabilidad

Al respecto de la Gobernabilidad, señalan expertos del Ministerio del

Interior de la Presidencia de la Nación de Argentina (2007) que esta se

plantea como una cuestión compleja, debiendo ser aparejada a la forma

de gobierno del país del cual se trate, en el mayor de los casos a la

Democracia, la cual debe entonces producir los resultados aspirados por

la ciudadanía, en atención a los derechos y las garantías que les han sido

otorgados.

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De igual manera, aluden con relación a la gobernabilidad, la posible

generación de una crisis de gobierno y crisis de Estado, lo cual puede

darse desde la óptica jurídica, política, económica, social, cultural,

educativa, con base en las dificultades y adversidades que se planteen en

el manejo de la administración pública por parte de los partidos de

gobierno. Asimismo, expresan lo relativo a la crisis de representatividad,

en razón de que los gobernantes no son idóneos, no están debidamente

capacitados para el cargo que ocupan, pudiendo producirse en este

sentido la inseguridad y la ausencia del Estado; sobre todo en aquellos

casos en los cuales se produce un comportamiento oligárquico de las

dirigencias políticas y la autoridad pública.

En esa misma medida, pudiera producirse la incapacidad para

descubrir y expresar las demandas provenientes de la sociedad civil,

generando con ello la pérdida de credibilidad en los partidos políticos, por

la implementación de Políticas públicas ineficaces, o la ejecución de

acciones donde se develen altos niveles de corrupción. Ante todo ello,

sugieren la necesidad de canales institucionales que permitan satisfacer

demandas de los ciudadanos, debiendo en tal sentido conformar los

requisitos necesarios a un modelo de gobernabilidad en democracia.

De la misma manera señala Zambrano (2010) que el ejercicio del

gobierno es un proceso difícil, complejo, cargado de incertidumbre y

conflictos entre actores diversos. Representa una gestión que demanda

un gran esfuerzo, que muchas veces es desilusionante, frustrante, por no

lograr resultados concretos. La gestión pública, en el ejercicio de la

gobernabilidad, no apunta al blanco de los problemas. Gobernar y hacer

política implica enfrentar problemas, resolver e intercambiar problemas.

Para ello el gobierno requiere de capacidad y de método, que sólo

es posible de adquirir en la capacitación en ciencias y técnicas de

gobierno. Esta gestión pública posee recursos extremadamente limitados

frente a un creciente número de necesidades y demandas. Es importante

tener presente que el objetivo central de la gestión es el ciudadano, es la

gente. Lo que la gente le exige al gobierno es que enfrente y dé

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respuestas a los problemas. Esta gobernabilidad debe dirigirse de la

siguiente manera:

1. Visión estratégica de largo plazo del desarrollo del estado o

municipio y el plan de gestión del gobierno. Es importante establecerle

direccionalidad al gobierno en el inicio de la gestión. Cuando el gobierno

no sabe focalizar su atención en lo fundamental, se dispersa, se hace

ineficaz e ineficiente, y su balance de gestión de gobierno tiende a

hacerse negativo. En tal sentido, el ejercicio del gobierno conlleva a

asumir una gran responsabilidad social, el cual está condicionado por las

circunstancias, por un lado, y la capacidad real que el dirigente tenga para

gobernar esas circunstancias, determinando la eficacia y eficiencia del

gobierno y su éxito como gobernante.

Enfrentar las circunstancias hace imperativo el uso de la

planificación. Planear es el cálculo que el dirigente hace para gobernar el

futuro; intentar que la razón humana se imponga sobre las circunstancias.

Para ello el gobernante tiene que prepararse, formarse él y su equipo

para diseñar y hacer gobierno, para construirle viabilidad a lo que no es

viable en la situación inicial. La realidad y el futuro es demasiado incierto,

complejo y cargado de sorpresas para dejarlo sólo a la suerte del nivel de

intuición política del dirigente y a la improvisación.

2. En segundo término, el gobernante necesita de una organización

en el gobierno que sea ágil y eficaz, con un equipo joven y experimentado

de alto vuelo. Esa organización debe estar en función de la visión

estratégica de la región y del plan de gestión del gobierno; es decir, la

organización en función de la estrategia. Esto implica reformas efectivas

que apalanquen la gestión si se quiere tener éxito.

3. En tercer término, se debe hacer gestión financiera, logrando la

descentralización fiscal del poder central a los gobiernos estadales y

municipales. Es insostenible en el futuro que las gobernaciones atiendan

las crecientes demandas de la población sin que se produzca una real

transferencia de capacidades para generar ingresos propios.

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4. En cuarto término, debe atenderse a que los gobernadores y

alcaldes requieren hacer alianzas hacia arriba con el poder central, hacia

abajo con las comunidades organizadas, hacia los lados con la sociedad

civil, en especial con el empresariado, universidades, iglesias, entre otros.

Para establecer con éxito estas alianzas la capacidad de negociación del

gobierno se convierte en un factor determinante. En política, y más en

democracia, la negociación se hace imprescindible.

5. Finalmente, se debe diseñar y organizar la oficina del gobernador

o del alcalde. Dotarla de sistemas gerenciales sencillos pero potentes,

que ayuden a dirigir al gobierno a pedir y rendir cuentas. Estos sistemas

pueden ser: la agenda del gobernador; análisis tecno-político; sistema de

planificación-presupuesto-finanzas; sistema gobernante la determinan los

sistemas de dirección y la demanda por planificación.

Plantea el mencionado teórico que el gobernante debe hacerse

acompañar por un equipo innovador. El ingenio, la constancia y el ser

visionario, son los elementos que determinarán la diferencia entre una

gobernación con un balance de gestión sin cambios importantes y la otra

gobernación con un balance de gestión, que, además de positivo,

implante una nueva forma de diseñar y hacer gobierno en Colombia.

Asimismo, se señala que gobernar es un asunto serio y complejo

que no puede dejarse en manos de improvisados, miopes e iletrados. Un

país para desarrollarse, entre otros factores, requiere de gobiernos con

elevada capacidad para realizar una gestión eficaz, eficiente y efectiva.

Para ello se necesita preparar a gobernantes y políticos. Este es el reto

de las universidades y las escuelas de gobierno en Colombia y América

Latina.

Considera Rivas (2012) que los escenarios de gobernabilidad

democrática se colocan cada vez más cuesta arriba y como algo difícil de

alcanzar, cuando existe la evidencia y necesidad de recuperar la

institucionalidad de los países, como es el caso venezolano en la

actualidad, y por encima de todo revalorizar a las instituciones políticas

frente a las tendencias personalistas y anti-políticas representadas tanto

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35

por los líderes políticos como por las organizaciones que le respaldan. En

este sentido, los sistemas políticos, imbuidos en este tipo de liderazgo

igualmente político, se muestran sometidos a una serie de presiones,

tanto de orden externo como interno, que es necesario solventar.

2.1.2.2. Legitimación

La legitimidad de los partidos políticos viene dada por una praxis de

honestidad y cumplimiento de sus fines reales. Es así como Alcántara-

Sáez (2012) señala que para recuperar dosis de legitimidad perdidas, se

requiere la incorporación de una determinada política de cuotas que

impulse la participación femenina en las candidaturas, los partidos pueden

incitar decisivamente a la mujer a hacer efectiva su entrada en la política

rompiendo las barreras actualmente existentes. La responsabilidad de

hacer real el empoderamiento de la mujer es, sin duda, uno de los

enormes débitos que tienen hoy en día los partidos.

De igual manera, señala el mencionado autor que la sociedad,

mediante los periódicos procesos electorales, articula verticalmente la

rendición de cuentas, mientras que lo hace horizontalmente a través de

diferentes mecanismos de control, bien sea de origen parlamentario,

jurisdiccional o societal, por medio de instancias de revocación de

mandato; los medios de comunicación también desarrollan funciones de

control, así como otras instancias de la sociedad civil como think tanks,

organismos de investigación e instancias evaluadoras de la actividad

política.

Finalmente, la opinión pública ejerce una acción escrutadora

sancionando, en términos de control social y de popularidad, la actuación

de los políticos. Este sistema amplio de rendición de cuentas pone el

acento en cuestiones muy diversas que, en la mayoría de los casos, se

centran en la deshonestidad, la mentira, la incompetencia, la capacidad

de comunicación y la falta de transparencia, así como, en algunas

sociedades, aquella conducta personal que se aleja de los cánones

mayoritarios existentes.

Page 19: MOMENTO II TEORIZACIÓN

36

No obstante, hay otros aspectos que tienen una extremada

importancia para entender la evaluación que la sociedad pueda realizar

sobre los políticos y que se refieren al propio rendimiento de la política a

la hora de satisfacer demandas esenciales, que la ciudadanía exige como

prioritarias. La paz y la seguridad, el crecimiento económico y cierta

mitigación de la desigualdad, la cobertura mínima de necesidades

sociales irrenunciables en el terreno de la salud, la educación, la vivienda

y el trabajo constituyen ejes de actuación para la élite política sobre cuyos

resultados es permanentemente evaluada, siendo en épocas de crisis su

valoración.

En términos actuales, asumiendo el principio de legitimidad

democrática donde el soberano es el pueblo, el buen político, el político

de calidad, debería contar con ideales (valores), honradez y un profundo

sentido de la igualdad. No es muy diferente la visión que los propios

políticos tienen de las cualidades que deben tener sus pares para

alcanzar el máximo grado de calidad, si bien éstas terminan generando un

gran listado de aspectos.

Desde quedar reducidas exclusivamente a la moralidad

profunda, hasta quienes las centran en una larga serie como sería la

buena cabeza, la capacidad de comunicación, la sintonía con los tiempos

que corren y el buen criterio, según lo describe Oppenheimer (2010); o la

inteligencia, la rapidez, el atractivo y la accesibilidad; o haber aprendido y

ejercido un oficio, haber interiorizado los pilares del régimen político,

conocer la historia del país y de los países vecinos, especializarse en al

menos un ámbito concreto y una cierta comprensión básica de la

economía, según lo refiere Schmidt (2009). Un listado, a veces

contradictorio, que los medios de comunicación no hacen sino

exacerbar contribuyendo a cierta confusión sobre el tema y, a lo que

puede ser peor, a incrementar el clima de desconfianza.

2.1.2.3. Autonomía

Los problemas de gobernabilidad que aquejan a las sociedades

contemporáneas, particularmente a las democracias, no han dejado

Page 20: MOMENTO II TEORIZACIÓN

37

indemnes a quienes son sus principales agentes de gestión. Sostiene en

este mismo sentido Malamud (2013) que la crisis fiscal del estado de

bienestar y la sobrecarga de demandas que agobia a los gobiernos han

transmitido sus efectos deslegitimadores sobre los partidos, han visto

reducirse progresivamente sus bases de identificación social y sus

márgenes de autonomía institucional respecto de, fundamentalmente, la

prensa independiente, las asociaciones de interés y los grandes grupos

económicos.

Autonomía está definida como la independencia política de un

partido, la libertad en sus decisiones, la soberanía de su constitución y

ejecución de planes, la potestad de ejecutar sus programas de manera

libre y decidida en el seno del propio partido entre todos sus integrantes,

lo que garantiza la eficacia de sus finalidades y el real cumplimiento de los

objetivos con los cuales se fundó. Este fenómeno, a la vez, ha sido

genéricamente calificado como crisis de representatividad, haciéndose

especial hincapié en el hecho de que los partidos ya no responderían a

las exigencias de los ciudadanos (revalorizados en su individualidad, en

oposición a la categoría de masas con que anteriormente se los definía)

sino a sus propios intereses.

Plantea Dávila (2011) que los países deben buscar la autonomía de

su destino histórico. Nada más adecuado que solicitar el respaldo del

“poderoso aliento popular”, convocándole a la causa de la libertad civil,

construyéndole la paz y la estabilidad para vivir en común y la unión para

juntos enfrentar y resolver sus problemas. De esta manera se le estaría

dando, a sus fuerzas nacionales, causa suficiente para consolidar una

gesta revolucionaria, como un nuevo orden político que se prolongue en

el tiempo.

Más aún, en los países, actualmente, tal como se infiere de lo

planteado por Suárez (2006), se requiere afirmar la autonomía de

conducta y la lealtad a una política de indesviable nacionalismo

económico. Con el mismo sentido autónomo de actuación en lo que se

Page 21: MOMENTO II TEORIZACIÓN

38

refiere al manejo y defensa de sus riquezas en todos los órdenes con que

ha procedido el gobierno en cada período.

2.1.2.4. Representatividad

En el seno de sistemas políticos democráticos representativos, los

partidos políticos cumplen una gestión o actividad de representación, de

carácter ejecutivo, tal como se infiere de lo planteado por Alcántara-Sáez

(2012), vale decir, de trabajo en el seno del partido o entidad similar y de

asesoría comprometida. Sostiene asimismo que un partido político

continúa teniendo plenamente vigencia en cuanto a su capacidad de

desarrollar funciones básicas de la democracia representativa, entre las

que se considera la de la selección, formación, promoción y apertura de

espacio para la rendición de cuentas de quienes optan por la política

como profesión.

Los partidos políticos están presentes en la vida política

latinoamericana llevando a cabo diferentes funciones, de entre la que

destaca el reclutamiento de la élite política, también hay evidencias

notorias de la valoración negativa que reciben de la sociedad, como lo

señala el autor mencionado. De entre los aspectos relativos a la necesaria

profesionalización de calidad de la clase política, se sostiene que el

desarrollo de la misma sería más efectiva en el seno de un partido, y de

ahí su imponderable revalorización y la adaptación de la vieja función del

reclutamiento hacia una vía de profesionalización de la política.

En efecto, el partido es el instrumento idóneo para impulsar el

proceso de selección de candidatos, de acuerdo a Freidenberg y

Alcántara (2009), bajo ciertos criterios de alguna manera meritocráticos y

para ejecutar —al brindar un escenario dónde llevar a cabo una carrera

profesional— la rendición de cuentas que el electorado demanda de sus

representantes en la medida en que se hace responsable subsidiario del

quehacer de aquél a quien postuló para un puesto.

Page 22: MOMENTO II TEORIZACIÓN

39

En tal virtud, el electorado puede castigar no sólo a quien en su

función representativa les defraudó sino al partido que estaba detrás, que

lo eligió mal y que no ejerció ningún control sobre su tarea. Por otra parte,

si la financiación de la política se encauza a través del partido, el control

del gasto es más fácil de gestionar y desarrollar responsabilidades

individuales y colectivas. Es en esta coyuntura es donde la figura del

profesional de la política cobra especial relevancia, mientras que este

término es bien recibido cuando acompaña a otras tareas de la actividad

humana, referirse a alguien como político profesional para la

representatividad de un pueblo, despierta rechazo entre la mayoría de la

gente.

De hecho es el paso de alguien apreciado porque tiene una vocación

y porque está desinteresadamente dispuesto a aceptar un puesto de

representación de la comunidad a convertirse en una persona egoísta que

vive de la política, lo cual genera un cambio de consecuencias no

previstas para entender el repudio que en un breve plazo se produce. Sin

embargo, la profesionalización de la política democrática hoy resulta casi

inevitable y, dentro de ciertos límites, deseable, según Linz (2007); para el

caso de América Latina, ésta es una posición especialmente interesante

por el relativo vacío de estudios existente.

2.1.3. Gestión de los partidos de gobierno

La Dimensión Sistémica de los partidos políticos deriva de la gestión

de gobierno que ejecuten. En este sentido, considera Arce (2013) que en

la actualidad no es posible concebir un sistema democrático sin la

existencia de partidos políticos que igualmente sean adeptos al régimen

de gobierno como tal. Esto es así, porque sería posible la participación en

la integración de los órganos de representación y gobierno, y en las

funciones de intermediación entre el Estado y la sociedad civil.

Plantea igualmente el mencionado autor que en las democracias

modernas los partidos políticos se han vuelto indispensables, siempre y

cuando sus actuaciones sean colaborativas con los procesos de

Page 23: MOMENTO II TEORIZACIÓN

40

transición a la democracia, además de aplicar acciones que permitan la

profundización y consolidación de la misma. De la misma manera, se

establece la necesidad de que los partidos políticos sean entes de

articulación de los intereses ciudadanos y su debida presentación a los

poderes del Estado. Hasta ahora, con todo y su descrédito, los partidos

políticos se constituyen en el mejor instrumento en el sistema democrático

para satisfacer las necesidades y aspiraciones de la sociedad.

En este sentido se debe crear modelos de cambios continuos tanto

en el gobierno como en los poderes del Estado, para cumplir con las

expectativas comunitarias. Se ha de resaltar en este trabajo doctoral que

para la efectividad en la gestión de los partidos políticos en Colombia, la

Corte Constitucional (1994), a modo de ilustración determina algunas

funciones que son inherentes a los partidos políticos, mencionó las

siguientes:

1. Movilizar a los ciudadanos con miras a su integración en el

proceso político y a la reducción de la abstención electoral de modo que

el sistema en su conjunto pueda aspirar a conservar su legitimidad y

respetar el primado del principio mayoritario.

2. Convertir las orientaciones, actitudes y demandas de la población,

expresas o latentes, en programas permanentes o coyunturales de acción

política que se presentan como alternativas para ser incorporadas

formalmente por las instancias públicas o que se destinan a alimentar la

oposición frente al poder establecido.

3. Contribuir a la formación de una cultura política y al ejercicio

responsable del sufragio, mediante la información al público relativa a los

asuntos que revisten mayor trascendencia social.

4. Ofrecer a los electores las listas de personas entre las que

pueden elegir a las personas llamadas a integrar y renovar los órganos

estatales.

Asimismo, sobre tal gestión de los partidos políticos en Colombia,

afirma Lozano (2015) que gracias a los efectos potenciales de las

Page 24: MOMENTO II TEORIZACIÓN

41

recientes transformaciones institucionales y reformas al sistema electoral,

estos partidos políticos están encaminados a convertirse en partidos

programáticos, más coherentes, concretos y mejor definidos en su

naturaleza organizacional, programática y en su estrategia electoral. Por

otro lado, se debe caracterizar la presencia de nuevos movimientos

partidistas que se alejan del bipartidismo histórico y que han venido

permeando la arena política colombiana, especialmente a partir de la

Constitución de 1991.

Considera en este sentido Dávila (2011) la debida gestión de un

partido de gobierno, la implementación de un modelo político y de

desarrollo económico como ejercicio para conducir la administración

pública. No se trata de convertir la presidencia en una máquina de hacer

apresurados decretos, sino partir del inventario sereno de las necesidades

más apremiantes del país, así como de una evaluación de las

posibilidades para afrontarlas.

Esta sería la tónica de la gestión política y administrativa,

discutiendo los partidos políticos, en un ambiente de franqueza y de

cordialidad en torno a los problemas del país y a la forma más idónea de

abordar su solución, porque un denominador común debe unirlos, al

margen de cualquier divergencia de carácter ideológico o doctrinario, y

esta debe ser la preocupación por servirle con lealtad a su país.

Sobre esta base se establece el principio de gestión Gobernar es

dialogar. En un gobierno pluripartidista, se trata de rebajar el tono

personalista e individualista. Cuando se habla, se actúa en nombre del

gobierno y de las fuerzas en él representadas; cuando se habla se busca

el consenso, el entendimiento entre sectores. Esta es, grosso modo, la

dinámica del discurso del poder. Evitando las fricciones a que conllevan

fórmulas extremas. Se trata de forjar una patria, sobre todo cuando se

tienen las condiciones y las capacidades para hacerlo.

2.1.3.1. Participación en la integración Partido-Gobierno

Uno de los principios fundamentales en la gestión de los partidos

políticos debe ser la participación, en la búsqueda de la integración

Page 25: MOMENTO II TEORIZACIÓN

42

partido-gobierno. Cuando existen problemas políticos en los países, vale

decir, en ausencia de una unidad substancial, la sociedad debe crear su

unidad real a través de sus instituciones, cuyos órganos inmediatos son el

discurso del poder y las instancias simbólicas tales como creencias,

entusiasmos, representaciones y tradiciones; unidad que será siempre

frágil, perecedera, renovable y contingente.

Así lo asevera Dávila (2011) quien igualmente afirma que poco

importa que sus dirigentes proclamen incesante y retóricamente su

vocación a defender el interés general o nacional, su voluntad de unión,

de emancipación popular, el antagonismo siempre estará presente y, en

consecuencia, también lo estará la tendencia a la división social, por lo

cual debe buscarse la integración de los miembros de los partidos y el

personal de gobierno de turno.

Al respecto, señala Cárdenas (2016) que dentro de las tareas de los

partidos políticos en la democracia están las funciones institucionales.

Sobre esto, aclara la necesidad del reclutamiento y selección de élites, la

organización de las elecciones y la formación y composición de los

principales órganos del Estado, las cuales son funciones institucionales

de los partidos que atienden más a la organización política que a la social.

Son funciones indispensables para la integración de los órganos del

Estado.

La primera de las funciones institucionales, el reclutamiento y la

selección de gobernantes, obedece a la necesidad que tiene cualquier

sociedad de contar con un grupo dirigente que se encargue de la cosa

pública, es decir, de la administración de los asuntos comunes.

Antiguamente, las corporaciones, los sindicatos y las asociaciones de

profesionales eran las principales vías para reclutar al personal

gobernante. En la actualidad, son los partidos los que escogen a los

miembros de ese personal e impulsan sus carreras políticas.

Sin embargo, una de las consecuencias más nefastas que trae

consigo esta función, cuando no se realiza utilizando métodos y

procedimientos democráticos internos, es la tendencia al funcionamiento

Page 26: MOMENTO II TEORIZACIÓN

43

oligárquico de los partidos. Tal riesgo, advertido según Michels (2013),

sigue siendo el desafío más grande que enfrentan los partidos. La

organización formal que requiere el partido para desarrollarse lleva en

ocasiones a que los dirigentes adopten decisiones por encima de los

intereses y deseos de la base. No obstante este lado oscuro, el

reclutamiento de gobernantes, tiene efectos positivos en el sistema en su

conjunto: contribuye a darle estabilidad, a profesionalizar la política y a

alentar liderazgos que suelen ser determinantes en la vida de los Estados.

Por otra parte, la segunda función institucional es la de organizar

elecciones. Implica la influencia de los partidos en la elaboración de la

legislación electoral, su papel en todas las etapas o procesos electorales

y el hecho de ser los principales beneficiarios del resultado electoral. La

preponderancia de los partidos sobre las candidaturas independientes,

cuando ésta. La tercera de las funciones institucionales de los partidos es

su papel en la organización y composición de los poderes públicos,

principalmente del poder legislativo.

En cuanto a las funciones institucionales de los partidos en este tipo

de regímenes, es claro que los aparatos del Estado se integran,

estructuran y componen no a través de una pluralidad de partidos, pues

no la hay, sino por medio del partido único, es decir, el partido monopoliza

la organización del Estado y se confunde con él. Aquí el partido no está

situado en el plano de la sociedad civil ni en un plano intermedio entre lo

público y lo privado, sino totalmente incrustado en la esfera de lo estatal,

es decir, no goza de autonomía frente a los órganos del Estado, pues las

instituciones estatales y el partido son una sola cosa.

2.1.3.2. Intermediación entre Estado y sociedad civil

En materia política se evidencia una pérdida y debilitamiento

apreciable del partido político como actor principal del juego democrático

y máximo interlocutor entre la sociedad civil y el Estado. Así lo señala

Rivas (2000), y se afirma que el aumento considerable de los índices y

Page 27: MOMENTO II TEORIZACIÓN

44

niveles de abstención electoral expresa el descontento y cuestionamiento

de las organizaciones partidistas, no tanto de la organización en sí como

de la forma de hacer política los miembros de los partidos. Ahora bien,

ello no implica necesariamente plantear un declive generalizado de la

forma partido, pero sí un debilitamiento importante. Un ejemplo de esto lo

constituyen los casos de Perú, Brasil y concretamente Venezuela entre

los más cercanos y representativos de la región latinoamericana.

De igual forma, señala Cárdenas (2016) que los partidos políticos

son actores quizás irremplazables del escenario político. En las

democracias desempeñan importantísimas tareas, y en los Estados no

democráticos tienen también ciertas finalidades. Se ha dicho, no sin

razón, que el Estado moderno es un Estado de partidos por el lugar

central que ocupan no sólo en la integración de los órganos de

representación y de gobierno, sino también por sus funciones de

intermediación entre el Estado y la sociedad civil.

En este sentido, por su importancia, los partidos son organizaciones

que crean y sustentan muchas de las instituciones del Estado.

Desempeñan funciones sociales y políticas imprescindibles en una

democracia, al grado de que no hay en este momento entidades capaces

de sustituirlos. Sin embargo, cuando no existen los suficientes controles

democráticos, algunos partidos pueden apoderarse de las instituciones y

constituirse en medios perversos y degenerativos.

Así, a este vicio consistente en la desviación de las actividades

normales y ordinarias de los partidos en una democracia se le llama

partidocracia; esto ocurre cuando los partidos fomentan prácticas

clientelares, destinan los recursos de los ciudadanos que reciben del

erario a finalidades distintas de las previstas y pueden, en casos

extremos, llegar a aliarse con sectores contrarios a los principios

democráticos y encabezar la construcción de regímenes violatorios de los

derechos humanos.

Page 28: MOMENTO II TEORIZACIÓN

45

Pero en lo fundamental, los partidos son los constructores de los

regímenes democráticos. Son actores distinguidos en los procesos de

transición a la democracia y pueden ser los principales garantes de la

profundización y consolidación de la misma. En las democracias

modernas son indispensables, aun cuando en fechas recientes se plantee

el tema de su actualización ante problemáticas y desafíos tecnológicos,

sociales y económicos anteriormente desconocidos. Sin la mediación de

organización de los partidos sería imposible la formación de la opinión y la

voluntad colectivas.

Al respecto, refiere González (2007) que la crisis actual del Estado

de partidos democráticos se manifiesta como un complejo sistema de

transformaciones funcionales y orgánicas que afectan sobre todo a los

actores públicos esenciales del sistema, es decir, a los partidos políticos y

su clase política. Es así como la crisis y el agotamiento de las formas y

actores tradicionales no es en lo más mínimo un hecho aislado, sino que

tiene su impacto en los ciudadanos, en la cultura política de cada país y el

propio funcionamiento de la democracia

Desde este marco se observa en algunos casos el surgimiento de

nuevas formas de acción colectiva que se articulan con el fin de subsanar

los problemas de representatividad y canalización de ciertos intereses y

demandas de un colectivo insatisfecho que ha comenzado a cuestionar la

política tradicional, es decir, aquella política desarrollada únicamente por

medio y a través de la forma partido como tipo de mediación y

organización, y no a través de la intermediación entre el estado y la

sociedad civil a la cual representa.

2.1.3.3. Agente de cambio social

En la actualidad, se ha sostenido el criterio del proceso de formación

en los miembros activos de un partido político de gobierno; ello refleja la

necesidad urgente de transformaciones en la concepción del Estado y la

Administración Pública, lo cual a su vez supone una concientización sobre

las limitaciones que puede generar para el desarrollo y bienestar de los

Page 29: MOMENTO II TEORIZACIÓN

46

pueblos mantener los esquemas tradicionales de gobierno. Así lo plantea

Cardozo (2006) quien a la vez afirma que de cara a un verdadero cambio,

un primer paso consiste en reconocer que la generación que actualmente

detenta el Poder tiene entre sus principales misiones dar paso y capacitar

a las nuevas generaciones de líderes y estimularlos a asumir su

responsabilidad de contribuir a la construcción de un nuevo país.

De la misma manera, plantea Alcántara-Sáez (2012) que la política

latinoamericana no se libra de transformaciones sucesivas, de cambios

estructurales, de fenómenos asentados en las democracias avanzadas

industriales que se afianzan aún más gracias al presidencialismo. La

americanización de las campañas electorales con periodos muy largos,

recursos fundamentalmente televisivos, reducción del discurso a meros

mensajes de duración extremadamente corta y centralidad en el

candidato limita mucho la capacidad de actuación tradicional del partido.

Éste se adapta entonces a los cambios, observados como

modificaciones sucedidas en el seno de los partidos políticos, y en los

políticos mismos, los cuales deben reinventar su propia axiología de

gestión, apegándose al nuevo panorama, donde debe reducir gran parte

de su fuerza humana y transforma su maquinaria para estar listo en el

momento electoral con candidaturas y, eventualmente, personal de

apoyo, por si se produjera el triunfo y hubiera que ocupar diferentes

posiciones de poder.

Pero ello no es óbice para que el funcionamiento constante del

Legislativo no haya dejado de generar una situación de lento, pero

continuado, cambio de las élites políticas en clase política. El eje

conductor de ese cambio gira en torno a la profesionalización de los

políticos; algo que, sin duda, ha sido guiado por el propio quehacer

partidista. Cabe enfatizar en este punto que se ha venido suscitando una

clasificación de los partidos políticos, de acuerdo a Támez y otros (2015)

que les convierte en agentes de cambio social o no, dependiendo de la

ideología dentro de la cual se hayan creado, y las transformaciones

suscitadas en el entorno social una vez implementados.

Page 30: MOMENTO II TEORIZACIÓN

47

Al respecto se clasifican de la siguiente manera: Como Extrema

Izquierda se ubica al Partido Comunista, como Izquierda al Partido

Socialista, en el centro se ubican los Partidos Social-demócratas,

mencionando los Partidos Demócrata y Social-cristiano; en la derecho se

ubican los Partidos Liberales y en la extrema derecha el Nazismo, el

Fascismo. Sin embargo, refieren los mencionados autores que la

evolución de los partidos hoy en día hace que en un ambiente de

competencia libre y democrática, los partidos se muevan hacia el centro,

para atraer más electores, o simplemente la ideología pasa a segundo

término y lo más importante es ganar votos y convertirse en gobierno.

2.1.4. Funciones de los partidos políticos en posición de gobierno

Las funciones de los partidos políticos aluden a su Dimensión

Teleológica, indicando en tal sentido los fines, los ideales, los propósitos

de estos, para los cuales fueron creados. Al respecto, consideran Roskin

y otros (2006) que los partidos políticos cumplen las siguientes funciones:

1. Son puente entre los ciudadanos y el gobierno. Los partidos políticos

son las instituciones por excelencia para hacer llegar las demandas de los

ciudadanos al gobierno. Son los intermediarios.

Asimismo deben cumplir las siguientes funciones: 2. Aglutinar los

diferentes intereses de la sociedad. Si cada grupo de interés se

convirtiera en un partido político, la sociedad sería un caos, por tanto los

diferentes grupos con intereses aines se ven obligados a coaligarse y

cooperar. 3. Integrar a los diferentes grupos dentro del Sistema Político.

Los partidos políticos aglutinan diferentes grupos de interés dándoles la

oportunidad de participar en la conformación de la plataforma política del

partido. Los integrantes del partido se sienten representados y desarrollan

un sentido de lealtad y respeto a las reglas del sistema político.

Por otra parte, las funciones están referidas también a 4.

Socialización Política. En la medida que integran a diferentes grupos,

Page 31: MOMENTO II TEORIZACIÓN

48

deben enseñar las reglas del juego político. Preparar a los candidatos,

enseñarles cómo hablar en público, como manejarse en los mítines.

Ayudar por tanto a la creación de políticos más competentes y

comprometidos con el sistema. 5. Movilización del Electorado. En las

campañas políticas los partidos políticos deben movilizar a sus electores

en la búsqueda del voto. 6. Organización del Gobierno. El partido político

que obtiene el poder, obtiene también puestos del gobierno, y debe tratar

de establecer las políticas públicas de acuerdo a su ideología.

Así entonces, entre las funciones de los partidos políticos es posible

encontrar también, en el criterio de Feo La Cruz (2011) la función de

intermediación entre ciudadano y Estado, labor que desarrolla a partir de

la articulación y agregación de intereses; otra función que considera de

gran importancia es la referente a la socialización política y transmisión de

la Cultura Política; y por último, el reclutamiento, formación y renovación

de las élites.

De la misma manera, señala Rivas (2012) que algunos autores

dedicados al estudio del fenómeno partidista en las democracias

latinoamericanas, son partidarios de abordar la discusión alrededor de la

llamada crisis de los partidos, partiendo del estudio de sus funciones. Sin

embargo, algunos de estos análisis tienden a ser criticados por no tomar

en cuenta o dejar de lado otros factores influyentes en el fenómeno como

las transformaciones de las estructuras sociales, nuevos conflictos y los

propios cambios que asume la cultura política.

En tal sentido, insiste que el agotamiento y declive de la forma

partido se produce desde el momento en que en el interior de dichas

organizaciones se origina un deterioro, por no decir abandono, de la

función pedagógica, dándose así una desconexión entre los partidos, la

sociedad y la propia opinión pública, lo cual entre otras cosas altera lo

concerniente a los procesos de socialización política.

De manera que los partidos han terminado en severas crisis de

transformación por los efectos de crisis de la misma democracia.

Continua, González (2007), señalando, que los cambios originados al

Page 32: MOMENTO II TEORIZACIÓN

49

interior de los partidos, son un proceso de transformación orgánica y

funcional por efecto perverso y degenerativo de la democracia,

caracterizado por los siguientes aspectos:

1.- Los partidos han dejado de ser la comunidad de comunidades

donde la solidaridad ha sido desplazada por los intereses; es decir, los

partidos dejaron de ser portadores de solidaridad para convertirse en

portadores de intereses.

2.- Los partidos han sido desplazados del lugar que habían ocupado

en cuanto a la formación de la opinión, junto a la creciente

desideologización de la política, lo cual incide en el debate y la discusión.

3.- Se observa igualmente una baja pronunciada en las tasas de

afiliación y de adhesión partidista. Se observa así un debilitamiento de los

vínculos entre los ciudadanos electores y las organizaciones partidistas,

producto del descenso en la variable “identificación partidista”.

4.- Los partidos políticos han sido afectados por las

transformaciones sociales y económicas que han producido un cambio

por lo menos en cuanto a la composición de los diversos sectores

sociales.

Todas estas situaciones han conducido a que los partidos políticos

pierdan credibilidad frente a los electores, frente a sus mismos miembros,

frente a las entidades de gobierno, las cuales deberían estar marcadas

por índices y niveles de eticidad y de gestión de buen gobierno, en pro de

los beneficios sociales.

2.1.4.1. Articulación de intereses

Una de las principales funciones de los partidos políticos es servir de

intermediadores entre la sociedad civil y el Estado, canalizando las

exigencias e intereses emanados de la sociedad civil, según Feo La Cruz

(2011). En este sentido, a los partidos les corresponde tratar de armonizar

entre la diversidad de tales intereses sociales, para extraer de allí

alternativas válidas de políticas públicas.

Page 33: MOMENTO II TEORIZACIÓN

50

Es decir, el partido cumple la importante misión de transformar lo

particular en general, cuestión que establece un deslinde preciso entre su

rol y el que le corresponde a los grupos de presión. Si algo justifica la

existencia de los partidos políticos es justamente esta función

intermediadora. Para ello, evidentemente, el partido debe mantenerse en

relación permanente con la sociedad civil y ello sólo puede alcanzarlo, si

logra una plena comunicación con su base social que es la que puede

proporcionarle la más fresca información, veraz y cierta.

Es así como, un partido oligarquizado difícilmente podrá lograr esta

comunicación interna con su base social, y mucho menos con la sociedad

civil, lo que traerá una disminución de la competencia política de los

ciudadanos al sentirse impotentes para modificar el entorno y percibirán al

sistema político demasiado lejano de sus expectativas.

Al efecto, Benedicto y Reinares (2004) sostienen precisamente que

el perceptible alejamiento del ciudadano medio respecto a la política

institucional tiene, así mismo, mucho que ver con las crecientes

dificultades de los partidos políticos para seguir siendo canales eficaces

de transmisión de las demandas e intereses actuales de los diferentes

grupos sociales; de la misma manera, el panorama de apatía y erosión de

los pilares de acción política institucional constituye sólo una de las

perspectivas.

Del mismo modo, Garretón (2015) sostiene que el creciente

desinterés por la política, reflejado en el distanciamiento de la política y la

gente, se presenta como un signo peligroso que puede conducir a la

apatía, abstencionismo electoral e incluso reemergencias de

autoritarismos, mesianismos y populismos, que de alguna manera rompan

el desencanto y vuelvan a darle así un sentido heroico a la política.

2.1.4.2. Socialización

Otra función de los partidos políticos de gran relevancia, aunque no

le corresponda con exclusividad es la relativa a la socialización política.

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51

Se dice según Feo La Cruz (2011) que no es exclusiva de los partidos,

por cuanto ella puede ser desarrollada por diferentes agentes, según Cot

y Mounier (2008) tales como la familia, la escuela, la actividad laboral, los

grupos de presión, los partidos, entre otros, señalando al efecto lo

siguiente:

En la perspectiva de un sistema establecido, la función de la socialización política consiste en garantizar la continuidad del sistema político a través de las generaciones. Por intermedio de la socialización, el sistema inculca a las nuevas generaciones los valores y el comportamiento político de las generaciones precedentes a fin de garantizar la reproducción permanente.(Pág.67) En este sentido, la socialización tiene un rol fundamental en la

estabilización del sistema político, ya que en la medida en que esta

función se realice eficazmente se pueden conquistar las ambiciosas

metas de la armonía y la paz social. Estas ideas aparentemente

aceptables en una primera lectura, han generado numerosas críticas,

entre las cuales se considera que el fenómeno de la socialización no es

ni conservador ni revolucionario, y no siempre una generación desea

reproducir sus valores y costumbres transmitiéndolos a sus hijos.

Además es importante mencionar que un funcionalismo que apela a

la teoría de la estabilidad es muy limitado, ya que propugna un sistema

social conservador, en el cual se genera muy pocas transformaciones.

Pero tal esquema no se ajusta a la realidad de sistemas que están

sometidos a numerosas tensiones, en las cuales pretender la inmovilidad

podría producir resultados adversos. Sobre el particular, Cot y otro (2008)

señalan:

En esta perspectiva la cuestión principal qué debe predominar en toda investigación es la siguiente: en qué medida la socialización política contribuye al mantenimiento del sistema frente al stress a que éste está expuesto. Con más detalle se propone estudiar la socialización como sostén del sistema y de sus autoridades (Pág.76).

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En este contexto, la socialización política persigue el mantenimiento

del sistema político a través de la generación de los denominados

"apoyos difusos" (Sentimientos de lealtad al sistema, patriotismo, respeto

a los símbolos patrios). En este marco el análisis sistémico se conecta

con la tradición psico-sociológica, de cuya relación surge la reflexión

acerca de la transmisión de las orientaciones políticas en las diferentes

etapas de la vida, subrayando la importancia del período preadulto del

desarrollo individual. Partiendo de los elementos del sistema (comunidad,

régimen y autoridad) se concibe la función de la socialización política

como generadora de sentimientos a favor del sistema.

En tal sentido, el aprendizaje de los símbolos patrióticos de un

estado refuerza el ligamen con la comunidad. Asimismo, la iniciación

cívica, al inculcar los principios del régimen político, desarrolla las

cualidades del ciudadano común y, en consecuencia, su fidelidad a

determinadas reglas del juego, vale decir, a sus políticas y acciones.

Finalmente, el sistema no carece de medios para reforzar el ligamen a las

autoridades por medio de la personalización del poder, la transmisión de

líneas de diferencias políticas, entre otros aspectos específicos.

Es así que, si en un Sistema Político no funciona adecuadamente la

actividad socializadora, se corren grandes riesgos de desestabilización y

de situaciones anímicas y de crisis de legitimidad de los diferentes

elementos del sistema. Cabe resaltar en este apartado que la sociedad es

un entramado de vínculos que permite a las personas organizarse para

vivir juntas, convivir o llevar una vida en común, y realizar, a través de

este entramado o tejido, una serie de aspectos significativos de la vida

para todos aquellos que los comparten.

Así se define la socialización según D´Elia (2012) quien además

señala que estos vínculos no son espontáneos como los que se heredan

de la familia o de la etnia, tampoco son los que se derivan o establecen

por la pertenencia a un país, estado, municipio o localidad donde se vive.

Refiere igualmente que son vínculos que se construyen a partir de una

acción deliberada, tienen ciertas características, están orientados hacia

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53

ciertos objetivos y producen o tienen unos determinados resultados a lo

largo de la vida.

Así, al conjunto de estos aspectos (existencia, inserción, posición,

trato y participación) los llamaremos necesidades sociales. En éstas, no

solamente se incluye la necesidad de vivir o de vivir más tiempo, sino el

vivir de una determinada manera, lo cual puede expresarse en una

“buena vida”. Pero también incluye la necesidad de ocupar un lugar en la

sociedad que permita alcanzar la clase de vida que queremos. Un lugar

que nos permita ser “sujetos” o personas dueñas de esa buena vida y, al

mismo tiempo, ser “actores”.

2.1.4.3. Cultura política

Se debe enfatizar en principio que la socialización política es el

proceso a través del cual se internaliza la cultura política. De esta manera

se hace la vinculación entre ambas nociones. Este concepto forma parte

de los aportes de la escuela funcionalista aplicada a los fenómenos

políticos, según Feo La Cruz (2011). Asimismo, esta cultura política puede

entenderse de acuerdo a Hernández (2004, p. 55) de la siguiente manera:

“Maduración de las pautas de comportamiento que encuentran un sentido

del orden que se fundamenta en la interiorización de valores y conductas

y del acatamiento de roles y reglas que dan coherencia a las instituciones

y organizaciones que componen un sistema político”

Como afirmara Feo La Cruz (2011), si el proceso socializador se

cumple y se produce la internalización de los valores políticos, se obtiene

como resultado un sustento sólido para fundar una relación estable entre

gobernantes y gobernados. La existencia de una cultura política se

convierte en un sustento de legitimación del sistema que le permitiría

soportar la disminución de los apoyos en épocas críticas, en las que el

Sistema Político no puede responder a la sobrecarga de demandas de

parte del medio social.

Sobre esta misma cultura política Peschard (2016) afirma que su

noción es tan antigua como la reflexión misma sobre la vida política de

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54

una comunidad. Para referirse a lo que hoy se llama cultura política, se ha

hablado de personalidad, temperamento, costumbres, carácter nacional o

conciencia colectiva, abarcando siempre las dimensiones subjetivas de

los fenómenos sociales y políticos.

Dicho de otra manera, desde los orígenes de la civilización

occidental ha existido una preocupación por comprender de qué forma la

población organiza y procesa sus creencias, imágenes y percepciones

sobre su entorno político y de qué manera éstas influyen tanto en la

construcción de las instituciones y organizaciones políticas de una

sociedad como en el mantenimiento de las mismas y los procesos de

cambio.

En este sentido, la cultura política de una nación es la distribución

particular de patrones de orientación sicológica hacia un conjunto

específico de objetos sociales los propiamente políticos entre los

miembros de dicha nación. Es el sistema político internalizado en

creencias, concepciones, sentimientos y evaluaciones por una población,

o por la mayoría de ella.

En última instancia, el referente central de la cultura política es el

conjunto de relaciones de dominación y de sujeción, esto es, las

relaciones de poder y de autoridad que son los ejes alrededor de los

cuales se estructura la vida política. Es el imaginario colectivo construido

en torno a los asuntos del poder, la influencia, la autoridad, y su

contraparte, la sujeción, el sometimiento, la obediencia y, por supuesto, la

resistencia y la rebelión.

Al discutir sobre la cultura política democrática y su relación con las

instituciones políticas, es indispensable preguntarse qué tanto la primera

determina a las segundas, o qué tanto éstas son el cimiento sobre el cual

aquélla se configura y asienta. El debate, entonces, continúa en torno a si

la cultura es causa o consecuencia de la forma de gobierno. Esta misma

cultura política da sustento a un conjunto de objetos y acciones políticas

observables, es decir, a instituciones políticas, al igual que a aspectos

políticos de las estructuras sociales.

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Todo sistema político está compuesto por unidades interactuantes e

interrelacionadas, cuyo rasgo distintivo es su incidencia sobre el proceso

político. Mientras las estructuras políticas dictan la acción política, la

cultura política es el sistema de creencias empíricas, símbolos expresos y

valores que definen la situación donde la acción política se lleva a cabo.

En otros términos, la cultura política afecta, a la vez que es afectada por,

la forma como operan las estructuras políticas. De tal manera, sólo la

vinculación entre ambos aspectos puede integrar al conjunto de las

funciones políticas, es decir, dar cuenta del sistema político en su

totalidad.

Es casi un lugar común entre los estudiosos de la cultura política

afirmar que hay un círculo cerrado de relaciones entre cultura y estructura

políticas, de suerte que si bien las experiencias de los individuos acerca

de los procesos e instituciones políticas ayudan a configurar cierta cultura,

ésta define a su vez la dirección de aquéllos. No obstante, sus esquemas

de análisis revelan la primacía que otorgan a los factores culturales sobre

los estructurales, justamente porque lo cultural tiene un mayor grado de

penetración y de persistencia.

No cabe duda que los distintos componentes de la realidad social

son interdependientes y que la estructura política impacta a la vez que es

impactada por las creencias, actitudes y expectativas de los ciudadanos;

sin embargo, si se conviene en que la cultura política es la forma en que

los miembros de una sociedad procesan sus propias estructuras o

instituciones políticas, o sea, sus experiencias con el gobierno, los

partidos políticos, la burocracia, los parlamentarios, etc.,

Es posible entender que la interrogante pertinente no puede ser:

¿cuáles son los patrones culturales que dan soporte a una democracia

estable?, como lo quiere el enfoque conductista de la cultura política, sino:

¿de qué manera se edifica el entramado cultural sobre el que descansan

y se recrean ciertas instituciones políticas?, en este caso las propiamente

democráticas.

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Sobre este mismo concepto de cultura política, sostienen Almond y

Verba (2011) que hoy se habla de una cultura política mundial que

aparece dominada por el impulso de la participación, no se sabe cuál será

el modo de dicha participación. Las naciones nuevas se enfrentan a dos

modelos diferentes de Estado moderno de participación: el democrático y

el totalitario. El primero ofrece al hombre medio la oportunidad de

participar en el proceso de las decisiones políticas en calidad de

ciudadano influyente; el segundo le brinda el papel de «súbdito

participante.

Ambos modelos tienen sus atractivos para las naciones jóvenes, y

no puede decirse cuál vencerá; si es que no surge una nueva

combinación de los dos. Si el modelo democrático del Estado de

participación ha de desarrollarse en estas naciones, se requerirá algo más

que las instituciones formales de una democracia: el sufragio universal,

los partidos políticos, la legislatura electiva. Éstas, de hecho, se incluyen

también en el modelo totalitario de participación, en un sentido formal ya

que no funcional. Una forma democrática del sistema político de

participación requiere igualmente una cultura política coordinada con ella.