Orígenes y lenguaje del abanico

4
Orígenes. www.todoabanicos.com El origen de este artefacto tan común y especial a la vez es incierto y se pierde en el tiempo. Se podría afirmar que se halla en épocas prehistóricas, cuando el hombre descubre el fuego y para avivar las brasas recurre a agitar el aire con cualquier objeto a modo de abanico. Suposiciones a parte, tenemos conocimiento de que los abanicos fueron empleados por egipcios, babilónicos, persas, griegos y romanos, gracias a la aparición de este instrumento en las representaciones artísticas de estos pueblos. De Egipto, la representación más antigua que se conoce está en la cabeza de una maza ceremonial que se encuentra en el Asmolean Museum de Oxford. Perteneció a Narmer, que en torno al año 3000 a.C. unificó por primera vez el Alto y Bajo Egipto, y representa un cortejo real en el que aparecen dos esclavos con abanicos. Los abanicos egipcios eran de gran tamaño, fijos, de forma semicircular, de plumas y de largos mangos. Su función era doble: por un lado servían para dar aire y, por otro, espantaban los insectos. Con el paso del tiempo el abanico se fue convirtiendo en un objeto ornamental indicativo de poder. Otras representaciones egipcias en las que aparecen abanicos las encontramos en las tumbas de Beni-Hasan, de la XII dinastía (1791-1796 a.C.), en los bajos relieves del Rameseo (dinastía XIX) y en los frescos de Medinet-Habu (dinastía XX). Griegos y romanos utilizaron abanicos, y prueba de ello son las citas literarias de diversos autores clásicos. Así, por ejemplo, Eurípides en su tragedia Helena habla de un eunuco que abanica a la mujer de Menelao mientras duerme, con el objeto de que los insectos no molesten su sueño; citando también este instrumento Menandro en su Eunuco, y Plauto, Marcial, Ovidio, Tibulo e Propercio en sus obras. Los griegos tenían abanicos de varias clases: el miosoba, el ripis y el psigma; constituyendo para las mujeres

Transcript of Orígenes y lenguaje del abanico

Page 1: Orígenes y lenguaje del abanico

Orígenes. www.todoabanicos.com

El origen de este artefacto tan común y especial a la vez es incierto y se pierde en el tiempo. Se podría afirmar que se halla en épocas prehistóricas, cuando el hombre descubre el fuego y para avivar las brasas recurre a agitar el aire con cualquier objeto a modo de abanico. Suposiciones a parte, tenemos conocimiento de que los abanicos fueron empleados por egipcios, babilónicos, persas, griegos y romanos, gracias a la aparición de este instrumento en las representaciones artísticas de estos pueblos. De Egipto, la representación más antigua que se conoce está en la cabeza de una maza ceremonial que se encuentra en el Asmolean Museum de Oxford. Perteneció a Narmer, que en torno al año 3000 a.C. unificó por primera vez el Alto y Bajo Egipto, y representa un cortejo real en el que aparecen dos esclavos con abanicos. Los abanicos egipcios eran de gran tamaño, fijos, de forma semicircular, de plumas y de largos mangos. Su función era doble: por un lado servían para dar aire y, por otro, espantaban los insectos. Con el paso del tiempo el abanico se fue convirtiendo en un objeto ornamental indicativo de poder. Otras representaciones egipcias en las que aparecen abanicos las encontramos en las tumbas de Beni-Hasan, de la XII dinastía (1791-1796 a.C.), en los bajos relieves del Rameseo (dinastía XIX) y en los frescos de Medinet-Habu (dinastía XX). Griegos y romanos utilizaron abanicos, y prueba de ello son las citas literarias de diversos autores clásicos. Así, por ejemplo, Eurípides en su tragedia Helena habla de un eunuco que abanica a la mujer de Menelao mientras duerme, con el objeto de que los insectos no molesten su sueño; citando también este instrumento Menandro en su Eunuco, y Plauto, Marcial, Ovidio, Tibulo e Propercio en sus obras. Los griegos tenían abanicos de varias clases: el miosoba, el ripis y el psigma; constituyendo para las mujeres

Page 2: Orígenes y lenguaje del abanico

atenienses el cetro de hermosura. Por su parte, los romanos lo denominaban flabelo, recibiendo el nombre de muscaria los que se utilizaban para espantar las moscas. En China la tradición del abanico es milenaria, remontándose a tiempos del emperador Hsien Yuan, alredor del año 2697 a. C. Una leyenda atribuye su invención a la hija del mandarín Kan-Si, quien durante un baile de máscaras y para mitigar el calor, agitó su antifaz muy cerca de la cara para darse aire, realizando esta operación con mucha rapidez para no dejar ver su rostro a los hombres presentes, gesto que fue imitado por otras mujeres que asistían al evento. Algunos autores afirman que la constancia arqueológica más temprana se remonta al siglo VIII antes de Cristo para el abanico fijo en China y al siglo IX (877 después de Cristo) para el abanico plegable en Japón." En Occidente, durante la Edad Media, el abanico o "flabelum" pasa a formar parte de la liturgia cristiana, empleándose en la consagración para proteger la Eucaristía de los insectos y refrescar al celebrante. Después del siglo.XIV el flabelo cae en desuso en la iglesia romana (reservándose solamente para misas solemnes y procesiones papales hasta su desaparición definitiva después del Concilio Vaticano II), pero se conservó en las iglesias griegas y armenias donde recibe el nombre de "rhipidion". El abanico era también conocido por incas y aztecas, pues entre los presentes de Moctezuma a Hernán Cortés figuraban seis abanicos de plumas. En España, las primeras referencias del abanico aparecen en la Crónica de Pedro IV de Aragón (siglo XIV), en la que se cita como oficio de los nobles que acompañaban al rey "el que lleva el abanico". Hay también referencia de este utensilio en los inventarios de bienes del pintor Bartolomé Abella (1429), en el del Príncipe de Viana y el de la Reina Dª Juana (Juana la Loca), este último realizado en 1565. Conviene decir que estos abanicos eran rígidos y de forma redondeada, empleándose generalmente

Page 3: Orígenes y lenguaje del abanico

como materiales la palma (en el caso de Abella), la paja, la seda y las plumas de pavón. Entre los presentes de Colón a Isabel la Católica al regreso de su primer viaje a América, figura un abanico de plumas, material en el que también estaban realizados los cinco encargados por Germana de Foix (segunda mujer de Fernando el Católico) en 1514.

El abanico, además de convertirse en un elemento indispensable en la indumentaria

de una época, se constituye en un instrumento de comunicación ideal en un momento

en el que la libertad de expresión de las mujeres estaba totalmente restringida.

Cuando las damas del siglo XIX y principios del XX iban a los bailes eran

acompañadas por su madre o por una señorita de compañía, con el fin de que éstas

velasen por su comportamiento. Las señoritas de compañía eran muy celosas en el

desempeño de la labor que se les encomendaba por lo que las jóvenes tuvieron que

inventarse un medio para poder comunicarse con sus pretendientes y pasar

desapercibidas.

Este objeto se convirtió en un auténtico parapeto de todo un repertorio que iba desde

las sonrisas ingenuas, hasta auténticas declaraciones de enamorados .

Existían diferentes lenguajes del abanico pero todos ellos utilizaban como regla común

la colocación del objeto en cuatro direcciones con cinco posiciones distintas en cada

una de las cuatro. Con ese sistema se iban representando las letras del alfabeto.

Pero además de esa regla general, había ciertos gestos con significado ya

conocido por todo el mundo, como pueden ser:

Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro: sígame. Sostenerlo con la mano izquierda delante del rostro: busco conocimiento. Mantenerlo en la oreja izquierda: quiero que me dejes en paz. Dejarlo deslizar sobre la frente: has cambiado. Moverlo con la mano izquierda: nos observan. Cambiarlo a la mano derecha: eres un osado. Arrojarlo con la mano: te odio.

Page 4: Orígenes y lenguaje del abanico

Moverlo con la mano derecha: quiero a otro. Dejarlo deslizar sobre la mejilla: te quiero. Presentarlo cerrado: ¿me quieres? Dejarlo deslizar sobre los ojos: vete, por favor. Tocar con el dedo el borde: quiero hablar contigo. Apoyarlo sobre la mejilla derecha: sí. Apoyarlo sobre la mejilla izquierda: no. Abrirlo y cerrarlo: eres cruel. Dejarlo colgando: seguiremos siendo amigos. Abanicarse despacio: estoy casada. Abanicarse deprisa: estoy prometida. Apoyar el abanico en los labios: bésame. Abrirlo despacio: espérame. Abrirlo con la mano izquierda: ven y habla conmigo. Golpearlo, cerrado, sobre la mano izquierda: escríbeme. Semicerrado en la derecha y sobre la izquierda: no puedo. Abierto, tapando la boca: estoy sola