Pastoral Popular Nº322

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Comunidades Eclesiales de Base (C Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) EBs): Crear comunidades nuevas Crear comunidades nuevas Hacer Pueblo Hacer Pueblo José Comblín, un teólogo profeta de la esperanza Leer a Gonzalo Rojas Cristianismo Beta en un Mundo Beta Junio / Agosto 2011 -Año 60 - Nº 322 - $1.200 IVA incl.

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Revista Ecuménica Comunidades Base

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Comunidades Eclesiales de Base (CComunidades Eclesiales de Base (CEBs)EBs):

Crear comunidades nuevasCrear comunidades nuevasHacer PuebloHacer Pueblo

● José Comblín, un teólogo profeta de la esperanza

● Leer a Gonzalo Rojas● Cristianismo Beta en un Mundo Beta

Junio / Agosto 2011 -Año 60 - Nº 322 - $1.200 IVA incl.

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ra r a r

Pastoral Popular es propiedad de la Corporación de Estudios Teológicos Centro Ecuménico Diego de Medellín.

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S U M A R I O

EditorialCrear comunidades Nuevas. Hacer Pueblo .................................. 3

"Comunidades Eclesiales de Base (CEBs):Fuente de Agua Viva y Compromiso Social" .............................4Pamela Suárez

Crear comunidades Nuevas. Hacer Pueblo ...................................9José Comblín. Traducido por Ronaldo Muñoz

José Comblín, un teólogo profeta de la esperanza ......................12Raúl Rosales

Con “Los Ultimos”. Pascua en la aldea La Tosca, Curanilahue...................................14María Angeles Martínez

Crisis civilizacional y alternativa creyente ..................................17Diego Irarrazabal

Leer a Gonzalo Rojas, La materia es mi madre ...........................21Manuel Ossa

REFLEXIÓN

Cristianismo beta en un mundo beta ...........................................25Luis Marco Tapia

Apedrear a Karadima ....................................................................26Pablo Fontaine ss.cc.

Movimiento por una nueva Constitución Política para Chile .........27

Jornadas Teológicas .......................................................................28

Pastoral PopularISBN 0716-4769, Santiago de ChileAño 60, Nº 322Junio / Agosto 2011

Director y Representante legalRaúl Rosales

Consejo EditorialJosé Aldunate s.j., Manuel Ossa, Adriana Palacios, Adriana Palacios, Alvaro Ramis, Juan Sepúlveda, Ute Seibert , Arianne Van Andel, Pedro Zavala.

Consejo RedacciónLoreto Fernández, Doris Muñoz, Manuel Ossa, Raúl Rosales, Luis M. Tapia. Diseño y diagramaciónAna Muga Sá[email protected]

ColaboradoresGloria Tobar (Secretaria)Mª Cristina Valencia (Administración) Impresión digitalGráfi ca Funny S.A.Fono: 544 0351 - 5440358Fax: 551 6841Email: [email protected] - [email protected]. Santa Graciela 166Santiago de Chile.

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E

Editorial

Este número de PP subraya las pequeñas pero significativas señales -para la mirada creyente de nuestra realidad- que indican el nuevo impulso que empiezan a tener las otrora importantes comunidades eclesiales de base. Efectivamente, este redescubrimiento de las CEBs constatado de alguna manera en diversos espacios eclesiales que les vuelven a reco-nocer su plena carta de ciudadanía, toma mayor importancia debido a la profunda crisis por la que atraviesa la institucionalidad jerárquica católica. Hoy todo el mundo pone la vista en el laicado dentro de las comunidades de fe cuando se constata la tremenda necesidad de re-novación en el pueblo de Dios. Son miles los y las cristianas que por años de lectura de los textos bíblicos en comunidades de fe hoy vuelven a inquietarse y a preguntarse ¿qué tiene que ver todo lo que pasa con el seguimiento de Jesús de Nazaret? Pero lo interesante es que no es sólo por la lectura de los textos bíblicos que se inquieta el laicado sino que también porque se atreven a leer su propia realidad. Así esta lectura bíblica es interpelada por la realidad, por los desafíos históricos y viceversa. Cuando las comunidades de fe se abren a considerar los desafíos que viven cotidianamente en sus diversos contextos surge el compro-miso y la acción liberadora y transformadora. Es una forma de empezar a salir de las crisis.

Empezar o recomenzar a escuchar lo que pasa en medio nuestro es el primer paso para retomar el camino que seguimos los/as cristianos/as. Una señal la podemos seguir a través del reportaje que presenta este número de PP acerca del Encuentro Continental del CEBs realizado en Santiago. Otra la encontramos en el masivo acto que hace pocos días organi-zó la FEUC acerca de los 50 años del Concilio Ecuménico Vaticano II con Mariano Puga y José Aldunate. Ahí, junto a cristianos y cristianas genuinamente interesados en dejarse cuestionar por lo que pasa y celebrar los dones recibidos, percibimos la madurez de un compromiso laical dispuesto a continuar su seguimiento de Jesús en comunidades de fe servidoras del mundo. Una laica dio testimonio de su vida de comunidad doméstica -pues se reúnen en sus casas- y llamó a no interrumpir esta práctica por muy adversa que sea la situación parroquial y el individualismo ambiental. Otro laico dio testimonio de su compro-miso de fe en la práctica política tan interesadamente desacreditada por el autoritarismos imperante. Desde su perspectiva de fe, la militancia política es plenamente necesaria y urgente. También ahí conocimos una Carta abierta de Laicos y Laicas de la Iglesia firmada por muchas personas con una serie de planteamientos sobre los desafíos del país y la iglesia (ver: iglesiaentretodos.blogspot.com).

En este sentido, nos resuena un texto del Documento de Aparecida (2007) donde la Igle-sias Católica del continente reafirmó y dio un nuevo impulso a la vida y misión profética y santificadora de las CEBs en el seguimiento misionero de Jesús: “Arraigadas en el corazón del mundo, son espacios privilegiados para la vivencia comunitaria de la fe, manantiales de fraternidad y de solidaridad, alternativa a la sociedad actual fundada en el egoísmo y en la competencia despiadada”(n.178).

Otra significativa señal y de cara a nuestra realidad como país es la multitudinaria mani-festación de rechazo por parte de la ciudadanía no sólo chilena al megaproyecto HidroAy-sén de Endesa y Colbún. En esto algunos obispos católicos verdes han hecho ya su contribu-ción al movimiento Patagonia sin represas, en especial el obispo de Aysén Luis Infanti de la Mora que luego de años de lucha recibe el respaldo del Comité permanente del episcopado católico con su declaración “Cuidar los dones de la creación”. En este documento los obis-pos se cuestionan sobre el tipo de desarrollo que queremos como país y sobre el economi-cismo que hoy en Chile se torna éticamente deplorable e inaceptable.

Pensamos que esta vuelta a las comunidades nos hace más sensibles a los desafíos de las mayorías incluida la madre tierra y nos permite renovar nuestras comunidades de fe para su misión liberadora.

CREAR COMUNIDADES NUEVAS HACER PUEBLO

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D(Después de las dictaduras de Seguridad Nacional)1 la “vuelta a la democracia” ha provocado una des-movilización general. En la Iglesia muchos creyeron que su tarea (so-cial)1 estaba terminada y que ahora podían volver a las sacristías, para cuidar de nuevo de la salvación de las almas. Los cuerpos ya estaban en buenas manos. La democracia resolvería los problemas sociales, también los de la pobreza.

Hoy ya sabemos que la demo-cratización fue un engaño desti-nado a despistar al pueblo. Por ese camino nunca el pueblo de los pobres podrá cambiar la sociedad. Los cristianos no pueden quedarse tranquilos, pensando que la acción política dentro de la llamada demo-cracia va a establecer en adelante la justicia sin que la Iglesia tenga que involucrarse: ¡como si votando cada uno según su conciencia, todo quedara en orden! Eso es ilusión.

Lo que pasa es que, con los me-dios masivos, la manipulación de las masas se hace inevitable, y las autoridades elegidas no tienen mu-cho espacio para cambiar las cosas, ya que son controladas por los que manejan los medios. Nadie puede ya decir la verdad. Los gobiernos, aun elegidos de manera llamada democrática, no pueden nada si no reciben presiones populares fuertes, de alta visibilidad. Nunca tomarán medidas favorables al pueblo, si no es por presión de las fuerzas popu-lares. Por los medios, las elites diri-gentes impiden que se tomen medi-das que les sean desfavorables.

Ante tal situación ¿qué hacer? La humanidad no para nunca, y tam-bién ahora da muestras de creativi-dad. Hoy, para actuar, no necesita esperar el consenso de la mayoría. No es por la vía de las elecciones y de las asambleas representativas que se puede actuar, y menos por la elección del presidente de la re-pública. No es indispensable que se mueva la mayoría. Hoy lo que vale son las minorías activas. Y en la ac-tualidad, la expresión más común de esas minorías son las ONGs...

Hoy día las ONGs constituyen un poder alternativo en condicio-nes de ejercer presión en las instan-cias que gobiernan el mundo, tanto nacional como internacionalmente. Es difícil medir actualmente su efi -cacia. Pero parecen más capaces de conducir las transformaciones sociales que los partidos políticos, ligados al inmediatismo de la con-quista del poder formal... ¿Cuál será el destino de las ONGs después de Seattle (1999), de Porto Alegre (2001) y de otras iniciativas de ese tipo? Es difícil preverlo. Pero todo indica que podrán conseguir resul-tados. Desde luego, conseguirán desestabilizar las grandes organi-zaciones del capitalismo mundial. Conseguirán despertar la sospecha generalizada sobre la efi ciencia del neoliberalismo (para otras metas que no sean la concentración inde-fi nida de la riqueza y el poder en el planeta).

…Al lado de la ONGs surgirán

crecientes manifestaciones popu-

Crear Comunidades NuevasHacer Pueblo

Texto de J. COMBLINextractado de su libro

“O Povo de Deus “, S. Paulo 2002.Traducción de Ronaldo Muñoz*

lares contra ciertas decisiones del gobierno y ciertos casos de corrup-ción, apareciendo como medios de presión bastante efi caces. Los representantes del pueblo sólo se mueven ante el clamor de la ciuda-danía. El pueblo puede y debe re-cuperar la ciudadanía por la acción directa.

…En ese sentido, ¿qué será propio

de un cristiano en esa acción colec-tiva? ¿Qué será específi co de la ac-ción del pueblo de Dios? Podemos presumir que lo más específi ca-mente cristiano es la autenticidad: actuar por amor al pueblo sin bus-car el interés propio... Un cristiano busca la liberación de los pobres en sí misma y por sí misma, no por las ventajas que pueda sacar para él mismo o para su Iglesia. El cristia-no no se dejará corromper por el di-nero. En la actualidad la corrupción se ha hecho tan generalizada, que solamente algunos no la practican. Ella penetra fácilmente en todas las organizaciones, desde el momento en que entra el dinero. ...

En esa perspectiva, nunca se podrá subestimar la importancia de actos proféticos, sobre todo reali-zados por personas públicas como son en la Iglesia los obispos, y con menos fuerza los sacerdotes o reli-giosos/as.

Otro modo de actuar es la for-mación de comunidades alternati-vas. Puede tratarse de comunidades de inspiración claramente religiosa. Pueden ser de cualquier religión. Pero pueden también no tener nin-

Documento

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guna inspiración religiosa explí-cita, aunque es difícil que puedan funcionar sin inspiración religiosa implícita en sus bases. Son comuni-dades que cuestionan el modelo de sociedad y de vida que actualmente se imponen con tanta fuerza.

Puede tratarse de comunidades populares, en el campo o las ciuda-des. Comunidades de producción como asentamientos o asociaciones de producción, asociaciones de ar-tesanía o pequeñas industrias en las ciudades. Por la vida comunitaria, dan prioridad a los valores colecti-vos por sobre el interés individual que es el alma del capitalismo.

Hoy las Comunidades Religio-sas (especialmente de hermanos curas) han perdido su signifi ca-ción social. Las casas religiosas son residencias de religiosos, pero no tienen más sentido comunita-rio, porque la llamada comunidad, como tal, no tiene ninguna acción en la sociedad, salvo excepciones de algunas comunidades contem-plativas. De esa manera, no ofre-cen modelos alternativos de vida social. Todo se da como si los re-ligiosos se hubieran amoldado a la sociedad ambiente y hubieran adoptado los valores, los modos de actuar y las referencias de la nue-va sociedad capitalista. Cada uno actúa por cuenta propia. El desafío

sería defi nir metas (comunes) más concretas. Las comunidades reli-giosas no tienen ahora más metas (de proyección social, como comu-nidades cristianas). No se sabe por qué hacen tantas reuniones y tantos capítulos, ya que no tienen más me-tas comunes. Se condenan a repetir indefi nidamente las mismas gene-ralidades. Claro que las institucio-nes existentes difícilmente podrán defi nir metas nuevas, si no reúnen un número sufi ciente de personas con capacidad para trabajar juntas.

¿Cuál es la meta del pueblo de Dios en este momento de la his-toria? No es convertir individuos, pues eso sería multiplicar conver-tidos que, en poco tiempo, abando-narían la Iglesia por no encontrar en ella lo que buscaban. Antes que nada es necesario saber lo que se quiere y lo que se ofrece a los hom-bres y mujeres de nuestro tiempo. Eso no puede defi nirse de modo arbitrario o a partir de los deseos personales. La meta de la Iglesia aparece por los signos del tiempo.

Los signos del tiempo son cla-ros. En primer lugar, demográfi -camente el mundo occidental esta condenado a desaparecer dentro de pocos siglos. Ya ahora más del 80% de la población mundial habi-ta en el (llamado) Tercer Mundo, y la proporción tiende a aumentar. El signo es que el futuro del pueblo de Dios está en el Tercer Mundo. To-dos están conscientes de eso, pero no se sacan las consecuencias.

En segundo lugar, las pobla-ciones del Tercer Mundo viven en un caos. Algunas elites consiguen importar el modo de vivir de Oc-cidente, pero la inmensa mayoría de la población sobrevive sin saber adónde va. Tienen inmensas aspira-ciones, muchas esperanzas, pero no tienen rumbo. El mensaje cristiano es que está llamada a formar pue-blos, según la imagen del pueblo de Dios: pueblo es colaboración y alianza entre personas libres, igua-les y fraternas. Esa es la meta.

Todos los pueblos tendrán que conquistar la realidad de pueblo por sí mismos. El pueblo de Dios puede mostrar el camino y el modo

de caminar, si es que se interesa. Si no se interesa, se quedará dentro del templo cantando las alabanzas a Dios, mientras la humanidad si-gue vagando sin rumbo.

En medio del individualismo triunfante, que hace el poder de Occidente pero está destruyendo la integración tradicional del resto de la humanidad, formar pueblos será un camino largo. Y es claro que todo lo que pueda mostrar modelos de vida comunitaria será de ayuda. Las antiguas formas comunitarias son obsoletas: no podrán seguir funcionando dentro del modelo so-cial impuesto ahora por el modo de ser occidental... Entonces, es nece-sario imaginar y crear nuevas ma-neras comunitarias de vivir.

En la sociedad civil, hay diver-sas formas de comunidades... Esas comunidades no suponen necesa-riamente la vida común en todo. Lo que importa no es comer juntos o dormir bajo un mismo techo, sino trabajar juntos... Las comunidades científi cas, empresariales, artísti-cas y otras, subsisten porque tie-nen proyectos y metas. Lo que las une son las metas. Lo que falta en la Iglesia actual son las metas. Los movimientos de tipo puramente carismático no tienen metas, y por eso, no pueden crear verdadera co-munidad; responden más bien a la necesidad subjetiva de encuentros interpersonales creada por el capi-talismo individualista extremo. En tanto, el desafi o del pueblo de Dios va más allá del tema del aislamiento y la soledad. El tema es la construc-ción del pueblo, tarea que requiere la colaboración de miles y millones de comunidades con metas.

* Esta traducción fue entregada por su autor al director de la revista antes de morir.

Nota1 Las palabras o frases entre paréntesis

son añadidas por el traductor.

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11) Característica de la crisisEn cada lugar e instante hay si-

gnos de una crisis mayúscula. Desde todos los rincones del mundo nos llegan grandes campanazos, que rompen la rutina eclesial. A cada persona le cabe sopesar lo que nos envuelve. Por mi parte no intento comentar todo lo que ocurre. Sólo voy a delinear algunos factores.

En la coyuntura mundial ¿qué es lo que resalta y nos conmueve? Es cierto que abundan las sorpresas y también muchos logros tecnológi-cos; pero no sólo hay compleji-dad y progreso. La verdad es que transitamos por cambios veloces y monumentales (que algunos lla-man “axiales”). Están cambiando los ejes que mueven el mundo. De-bido en buena parte a milagros de productividad y de comunicación, uno ya no pertenece a un lugar, ni es capaz de medir el transcurso del tiempo. Por otra parte, muchísima gente no participa en instituciones y rituales que durante años y años fueron considerados imprescindi-

bles (por ejemplo, trabajo estable, afiliación a una religión, casarse le-galmente, ceremonias en torno a la muerte, etc.). Lo sagrado inmutable ha sido substituido por emociones flexibles, sincréticas, descartables. En medio de este universo confuso y con comunicación instantánea, la mayoría de la gente sufre soledad e incertidumbre.

Por otra parte a escala planetaria hay iniciativas de cuidar el medio ambiente, de forjar pequeñas aso-ciaciones, de humanizar la estruc-tura social. En los inicios del 2011 resaltan los movimientos de pueblos árabes, que destronan a dictadores y que gestionan nuevos horizontes. Desde hace tiempo sobresalen las propuestas ecológicas, la autolimi-tación a lo necesario, y el no dejarse abrumar por lo superfluo. También hay debates sobre la irracionalidad del progreso primer mundista, ya que los recursos son escasos. En diversos ambientes resuena un clamor: “otro mundo es posible” ¡y deseable!

En medio de estas realidades, es muy iluminador el proverbio árabe: “muchos son los caminos que no conducen al corazón”. La expoliación del medio ambiente, el

armamentismo sofisticado y ocul-tado, los descalabros modernos que conllevan frialdad emocional, las vías hedonistas, son algunas de las grandes señales de peligro plane-tario. Uno queda anonadado, y en silencio. Aunque muchas rutas están bloqueadas, o bien llevan al abismo, también existen caminos viables y cordiales. A partir del silencio, y de la protesta lúcida, es posible reini-ciar la marcha que humaniza.

Ojala que cada persona y cada asociación humana con lucidez pueda encarar la crisis axial, el cambio de paradigma, la mutación civilizacional. También con ojos y oídos atentos a las razones del corazón uno va replanteando las vivencias cristianas y las estructuras religiosas.

Brotan muchas inquietudes y preguntas: ¿cuáles son los caminos que sí conducen al corazón? ¿A qué rutas cotidianas y a qué proyectos históricos nos sumamos? ¿Cuáles son hoy los modos de llevar a cabo el Evangelio?

Es evidente que desde hace tiempo existe una muy honda crisis institucional. Lo que a veces no es tomado en cuenta es que los desca-

Crisis civilizacionaly alternativa creyente

Diego Irarrazaval

Hoy nos envuelven y traspasan muchas señales de un cambio de época que trastoca el cristianismo. Repasaré la crisis actual (con sus recias sacudidas), y luego anotaré lineamientos creyentes. Es muy saludable dejarse sacudir (aunque ello incomode y desinstale); porque así cae tanto lo que nos abruma y perjudica; y porque así uno se dispone a oír el llamado evangélico a la conversión.

Análisis

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labros y dramas ad intra de la iglesia (por un lado) se correlacionan con la polifacética crisis civilizacional (por otro lado). Debido al predominio de la individuación, se esta desmoro-nando lo comunitario intraeclesial. Me parece que también el desencanto con la modernidad también influye en rasgos específicos de desencanto en ámbitos cristianos. Vale pues re-pasar la complejidad de la crisis, y no olvidar cuestiones contextuales.

2) Reflexión contextualLa crisis es ciertamente devas-

tadora, y el cambio de paradigmas nos afecta hasta la médula de los huesos. Pero existen oportunidades de carácter mundial, y hay rutas que conducen al corazón! Esto uno lo siente intensamente en eventos como el reciente Foro Social Mun-dial en Africa1. Lo presentado en esa magnífica vivencia, lo resumo ahora para ustedes.

Una cuestión de arranque: ¿desde dónde y cómo apreciar la crisis? Los expertos y los administradores del status quo tienen su pedestal. Ojalá ésa no sea nuestra ubicación. Ojalá que la comprensión de parte de la comunidad cristiana tenga su fun-damento en la visión y praxis del pobre. Desde el empobrecimiento y

desde utopías concretas, es posible entender mejor los rasgos de la cri-sis civilizacional. Apostemos pues por una lectura cordial, desde la sen-sibilidad de multitudes en parte frus-tradas, y en parte tenaces y esperan-zadas. Con ellas es encarada tanto la incertidumbre como la oportunidad que hoy se nos brinda. Ante el male-star civilizacional, vale una vez más la exigente opción por el pobre. Es una opción retrabajada y repensada en las circunstancias actuales.

Luego puede preguntarse qué grandes monumentos están en cri-sis. Lo que se ha resquebrajado y comienza a caerse a pedazos en todo el planeta es una actitud hegemónica que exalta lo pragmático y tecnológi-co. Además es cuestionada la desas-trosa primacía del individuo, que de modo hedonista vive a costa de los demás, y a quien hay que satisfacer-le deseos ilimitados que conllevan descalabros medioambientales.

Además hay que sopesar los complejos procesos coloniales y las asimetrías modernas. En diversas maneras en Africa, Asia y Améri-ca continúan la colonialidad y las entidades neo-coloniales. A esto se suma el desequilibrio moderno. Tan-to el colonialismo como la asimetría moderna se reproducen al interior de

nuestra Iglesia y también al interior de institutos de vida religiosa. Por lo tanto, cabe -¡entre nosotros/as!- descolonizarnos y también confron-tar las asimetrías modernas.

A fin de cuentas, lo que más in-teresa es que el paradigma hegem-ónico sea cambiado por las alterna-tivas que durante décadas han ido surgiendo desde abajo. Su fuerza es palpable en tanta iniciativa pequeña, en toda clase de asociaciones, que se manifiestan a través de muchas re-des, y también en eventos como el Foro Social Mundial.

Todo esto es forjado no sólo hoy; tiene un transfondo de milenios en que pueblos de Asia, Africa y Ameri-ca han buscado buenos horizontes. Diversas culturas en el mundo ofre-cen bases sólidas: el caminar del Tao (representado por figuras del pie y la cabeza), Shakti (energía en el hin-duismo de la multitud que admira el universo), la interacción entre Yin (oscuridad) y Yang (luz) que se com-plementan y contraponen, los cinco pilares islámicos: Sajada (creer), Hajj (peregrinar), Zacat (limosna, justicia), Salat (oración), Saum (ayu-nar, venerar la creación), la extin-ción del dolor y deseo en Nirvana, y la vivencia budista del Yoga, con su moralidad, meditación, sabiduría2.

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Se trata de fundamentos plurales y milenarios, que confluyen pero no se amalgaman. Cada caminar tiene una simbología específica, y el conjunto de las rutas humanas permite soñar un porvenir polifacético.

Ahora bien, un cambio de época suscita alarmas e inquietudes creyen-tes. De modo especial la comunidad recupera y afianza las dimensiones escatológicas de la fe cristiana. Con Sofonías hoy la comunidad clama: “busquen la justicia, busquen la humildad” (Sof 2:3), y con Jesús de Nazaret nos conmociona el “busquen primero el Reino (del Pa-dre) y su justicia…” (Mt 6:33). Con estas convicciones puede ser bien encarada la crisis civilizacional.

3) Cuestiones controversialesUn buen número de científicos ha

estado confrontando el capita-lismo global, no con posturas mo-ralistas ni con dogmas revolucionarios, sino que discerniendo la complejísima problemática mundial. Además han delineado alternativas. Aquí sobre-salen los intelectuales altermundis-tas, como B. de Sousa Santos, L. Tomassini, E. Touissant, L. Boff, y otros 3. A estos avances científi-cos se han sumado unos aportes de carácter creyente y eclesial. De este modo se manifiestan eventos y redes que aprecian las pautas evangélicas, reconfiguran el escenario teológico, y suscitan debates sobre tareas ur-gentes4. Vale decir, gracias a densos insumos científicos, y gracias a la refrescante reflexión de fe, la temáti-ca de la crisis civilizacional deja de ser una especulación, y más bien nos convoca a saludables controversias, y también incentiva la articulación entre teorías y prácticas.

Un drama gigantesco que está siendo encarado es el medio am-biental. Desde hace décadas crece la indignación por la sistemática expoliación de la tierra y el agua. Se está desarrollando una amplia perspectiva eco-humana-espirit-ual. No es pues sólo un asunto de reconectar seres humanos y cosas naturales. Más bien estamos recono-ciendo la pluridimensional ecología de la Vida. Algunos proponen un

paradigma eco-zoico; algunos es-tán dedicándose a la eco-teología 5.

¿Cómo ser discípulos/as en medio de un pueblo sacerdotal y profético? El acontecer eclesial está siendo sacudido hasta el fondo, en buena parte debido a la creatividad local y regional, y también debido a controversias, y a dinámicas de restauración y de olvido del espíritu del Concilio Vaticano II. A veces la reflexión eclesial es tímida e incon-secuente. A veces es audaz y cons-tructiva. Por ejemplo resaltan los escritos de Felix Wilfred, que llama a no absolutizar cualquier obra hu-mana; más bien se nos recuerda que el Evangelio de Jesús está orientado al Reino de Dios, lo cual conlleva que todo es relativo (=en relación) a la primacía de la relacionalidad 6. Es un modo de reivindicar lo proviso-rio y relacional, que se contrapone a actitudes rígidas y lejanas del Evan-gelio.

Todo esto ilumina la actividad testimonial y misionera en el mundo de hoy. Hay que ser fieles al mensaje de Jesucristo, que no ha trabajado a favor de sí mismo sino en relación a Dios y la salvación que regala a la humanidad. Eso sin duda no conlle-va un relativismo, en que cualquier cosa vale igual que la otra (y de ese modo es mantenido el status quo). Más bien se trata de reconocer y vi-

vir, como Iglesia, el ser pueblo de Dios (de acuerdo con el espíritu y la letra del Vaticano II). Personas lai-cas vuelven a asumir sus formas de discipulado y su carisma escatológi-co. En este gran marco es redescu-bierta la sacramentalidad de la vida religiosa. Ésta es “relativa” al Evan-gelio y “relativa” al pueblo de Dios. En este sentido la vida religiosa está al servicio de la liberación humana y la integridad de la creación (que hoy son dimensiones bien cultivadas por algunos sectores, y son dimensiones distorsionadas y hasta calumniadas en otros sectores).

Me parece un gran reto involu-crarse con humildad y lucidez en debates que a menudo desconciertan y desestabilizan. Hay mucho debate sobre lo eclesial y sobre nuevos ministerios, sobre cuestiones de género, sobre modos de atender la problemática social, sobre espiritua-lidades, sobre ejercicios (y también abusos) del poder sagrado.

Estas controversias suelen abrir-nos más al Espíritu, renovador del universo e interpelados de la Iglesia. Al Espíritu le corresponde sacudir fuertemente la inercia eclesiástica. Ojalá los temores y las descalifica-ciones queden atrás. También ojala sea superada la cosificación de con-ceptos. Los debates no son para que triunfe una idea sobre otra, ni para

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que un grupo humano humille a otro. Si hay sensibilidad espiritual, si hay humildad intelectual, entonces hay avances sólidos y fecundos.

Un buen andar ocurre, en medio de la crisis civilizatoria, estando atentos a los signos de los tiempos, y dialogando con comunidades lai-cales. Así es celebrada la vida, o como dice Sofía Chipana, la comu-nidad así “danza una música dife-rente que nace de las entrañas gene-radoras de vida”7.

Las personas católicas reconoce-mos señales dentro la tradición com-partida que proviene del Espíritu de Cristo. Esto conlleva desentrañar señales del milenario caminar de la humanidad; ella -en medio del dolor y la frustración- aspira a la paz que merece todo ser humano y toda enti-dad viviente. Esto también significa apreciar maneras como las espiritu-alidades del mundo encaran la ado-lorida condición humana, y como ellas apuntan hacia la Vida en pleni-tud.

¡Algunos caminos que sí llegan al corazón! (como lo intuye el pro-verbio árabe). Esto conlleva despo-jarse de la arrogancia (supuesta-mente cristiana) que se adueña de la verdad; y de modo positivo, eso significa colaborar con personas de diversas religiones y espirituali-dades, porque cada una y todas ellas están -en mayor o menor medida- a favor de una vida cordial.

En nuestras regiones andi-nas interactuamos con religiones originarias y mestizas. Se trata de un intercambio no volcado hacia los propios intereses. Más bien, la cuestión de fondo es asumir la cri-sis civilizacional, y dar pequeños y grandes aportes a fin de que haya el parto de la nueva creación.

Para ello nuestra fuente de alegría y esperanza es la Buena Nueva con su amplitud histórica-cósmica (ver Lc 12:54-56, Mt 16:1-4). Existen signos de los tiempos en el color del firmamento, el comportamiento del medio ambiente, y el acontecer-presencia de Jesucristo en la historia humana. No olvidemos que la Buena Nueva proviene del carpintero de Nazaret, y que la comunidad apos-

tólica ha reconocido que en Jesús Resucitado “todo ha sido creado por él y para él” (Col 1:16). Por eso, en medio de la crisis civilizacional y el cambio de paradigmas, la comunidad cristiana esta llamada a reafirmar su confianza en el Cristo presente en la historia y en el cosmos.

Esto es llevado a cabo sin inge-nuidad, ni uno cierra los ojos a tanta oscuridad que nos envuelve. En todas partes sobresale la violencia del dinero, el armamentismo, la dis-criminación social. Este escenario espeluznante tiene (como bien sabe-mos) sus resquicios y sus sorpresas. En solemnes rocas, y en muros de cemento, brotan musgos, hierbas, y hasta flores. Es contagiosa la belleza del medio ambiente y de las perso-nas. Esto no es por casualidad; más bien corresponde a la imprevisible bondad de Dios. Tanta crisis (en el mundo que nos envuelve, y en las instancias cristianas donde uno par-ticipa) va de modos sorprendentes encaminada hacia la paz. No lo dice una norma; más bien sí lo asegura el Espíritu de Amor.

Como lo reflexionaba el año-rado Raimon Pannikar: “la paz no se puede conquistar por uno mismo ni imponer a los demás; es tanto reci-bida (descubierta) como creada; es un don (del Espíritu)”8. Lo que más apasiona es Vivir en armonía y con esperanza. Uno reza para que así ocurra mientras caminamos en con-textos de crisis total y cambio de paradigmas. Ojalá haya más ojos cálidos -y más oídos afinados- a las sorpresas del Espíritu.

Anhelamos una vida armoniosa entre personas y entre instituciones diferentes. Esto es forjado en cada iniciativa de derechos humanos y de derechos de la Tierra. También es una apertura a la Luz, por parte de las diversas espiritualidades del mundo, que atesoran luces al en-carar fuerzas oscuras. Entre la tinie-bla y la claridad se mueve la comu-nidad que celebra la Pascua. El mis-terioso acontecer cristiano es pues simbólicamente sufrido y gozado en comunidad.

Notas

1 En los párrafos siguientes replanteo pun-tos que he presentado junto con Beatrice Faye y Exequiel Silva en el Atelier “Crise Civilisationelle, alternatives, experience religieuse” durante el FSM en Senegal (8/2/2011), como parte de las actividades del Foro Mundial de Teologia y Liberación.

2 Al respecto: Antonio Bentué, Dios y Dio-ses, historia religiosa del hombre, Santiago: PUC, 2004; A.M. Abraham Ayrookuzhiel, The sacred in popular hinduism, Madras: Christian Literature Society, 1983, 23; Jean Delumeau (dir.), Le fait religieux, Paris: Fayard, 1993.

3 Ver Boaventura de Sousa Santos, Para descolonizar occidente. Más allá del pensa-miento abismal, Buenos Aires: FLACSO, 2010. El debate incluye la problemática de la colonialidad, en lo que cualquier persona puede ser cómplice; Luciano Tomassini, Rompiendo códigos. El cambio cultural de nuestro tiempo, Santiago: FLACSO, 2010, que impugna -entre otras cosas- la metafí-sica occidental; Eric Touissant “O desafío de uma alternativa global para o FSM de Dakar” en www.alainet.org 2011; Francois Houtart, Samir Amin, Globalización de las Resistencias, Barcelona: Icaria, 2005..

4 Véase José Comblin, Cristaos rumo ao seculo XXI, nova caminhada de libertacao, Sao Paulo: Paulus, 1996; Juan José Tamayo, Nuevo Paradigma Teológico, Madrid: Tro-tta, 2003; Luís Carlos Susin (org.), Teolo-gia para outro mundo possivel, Sao Paulo: Paulinas, 2006.

5 Entre la fecunda producción, véase Mark Hathaway, Leonardo Boff, The Tao of Liberation: exploring ecology as transfor-mation, Maryknoll: Orbis, 2010; L.C. Susin y J.M.G. Dos Santos (org.), Nosso Planeta, nossa vida, Sao Paulo: Paulinas, 2011 (ponencias del Foro Teologia y Liberación en la Amazonía).

6 Felix Wilfred, “In praise of Christian rela-tivism”, en Margins, Site of Asian Theolo-gies, Delhi: ISPCK, 2008: 345-354. The Christian message is not centered on itself nor an “absolute”; it is rather “relative” to God. This does not imply “relativism” that belongs to the status quo of an unjust world order.

7 Sofía Chipana, en VV.AA., La vida reli-giosa ¿pasión o desencanto?, Cochabamba: Ilamis, 2009, 141.

8 Raimon Pannikar, Paz e interculturalidad, Barcelona: Herder, 2006, 154.

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1 La mano del demonio2 me hace hablar, me acaricia, me estrangula,3 me arranca la comida de la boca, me obliga,4 se aprovecha de mí. Me pasea en su palma5 como en un trono errante por un libre desierto.

6 Ay, mi alma poseída 7 en las afueras del paisaje llora,8 como virgen violada que se traga su lengua.

9 Ahogado en el clamor de su estridencia muda,10 con el trastorno de la sed y el hambre11 —ya sin color ni sabor mis sentidos—12 subo a pedir aire a gritos a las cumbres.

13 Ay, cuando estoy a punto de volarme y perderme,14 la mano de mi madre15 me sostiene, me sacia, me oprime, me perdona,16 me redime, me saca las espinas. Me mece17 en su regazo, porque yo soy el hijo ciego18 que pone en pie su sangre.

19 Yo sé por dónde nace, de qué grietas exhala su destello.20 Como empieza a romperse. Con qué dulzura anúnciase su gracia.21 Cuánto es el gran latido de su prudencia. Qué congoja22 la estremece al tocarme por adentro.

23 A ese golpe, ya nada es imposible. Las piedras se levantan.24 Descorren sus visiones las cortinas terrestres.25 Del sepulcro, la cara de mi alma se incorpora.26 De todos los objetos mana un éter distinto,27 como si en esa atmósfera mi madre me pariera28 desde el sol de su entraña, donde roe un cangrejo;29 oh gran cáncer que pudres30 la vertiente y el vino de mis actos.

31 Yo me como a mi madre en el pan y en el vino.32 Oh materia materna.

Leer a Gonzalo Rojas, La materia es mi madreen La Miseria del Hombre, Valparaiso 19481

Manuel Ossa

COMENTARIO

En ochenta y siete versos el poema dice lo que dice y se guarda lo que quiere esconder. Se lo guarda, pero diciéndolo, apuntándolo de alguna manera. Lo muestra para ocultarlo. Doble juego que es parte de su encanto.

¿Es posible tratar de entender el hechizo del poe-ma, sin desencantarlo? ¿Tiene sentido hurgar en la experiencia singular del poeta para desentrañar lo que tuviéramos con él en común, tú y yo y tal vez otros?

Ensayémoslo en varias vueltas o etapas. Primero en un bosquejo panorámico.

A lo largo de cinco estancias, el poeta nos describe lo que es pasar de una indecible angustia al encuentro consigo mismo en el seno de la totalidad universal.

La primera estancia (versos 1-12) habla alguien

Mirada Global

que se siente poseído por otro, literalmente

enajenado, hecho ajeno de sí mismo.

En la segunda estancia (versos 13-30), es tal su ahogo y desesperación, que saca fuerzas de fla-queza para empren-

der el vuelo hacia lo alto de unas

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33 Tú estás escrita en todas las letras de los árboles.34 Tu memoria está escrita en la corteza. 35 Labrada en roca hermética, en la arena y la playa.36 En la ciudad está tu viudez y tu brío.37 Tu mano está conmigo en todas partes.38 De la abundancia de tu corazón39 habla mi boca.

40 Ahora eres mi hija41 ya vuelta inspiración como una nube.

42 Tú trabajas en mí. Riegas mis árboles. Atiendes43 tu labor sin fatiga, ordenándolo todo.44 Callada, pero múltiple, preparando mi viaje.45 Siempre despierta en un insomnio fúlgido.46 Segadora del trigo que sembraste llorando.47 Ahora libre en toda tu riqueza.

48 Mirando el tiempo mío en un día sin tiempo,49 tu bebes en mi copa. -

50 La mano del demonio51 me llama desde el árbol de la ciencia.52 Me llama por mi número.53 Me regala su reino54 por un verso de orgullo contra el polvo55 del que nací, y al cual retornaré56 como mi madre.

57 Ella está en mí. Yo, en ella. Ambos estamos58 dentro de un mismo vientre, reunidos59 adentro de las cosas que existen y se mueren60 de su existencia, adentro de los árboles,61 donde despunta el sol en sus raíces.

cumbres hacia donde clama, pidiendo que le ayuden a respirar. Comienza así el rescate del yo en el descu-brimiento de una “madre”.

En la tercera (versos 31-49), la respuesta a su grito no es una voz, sino una mano de madre que, al darlo a luz, le sana las heridas de su estadio anterior. El yo se vuelve uno con la “madre”, la cual se desdobla en la figura de la “hija”.

En la cuarta (versos 50-68), la unidad de madre e hijo se reafirma en la confrontación con la angustia inicial y su superación.

En la quinta y última (versos 69-87), se define la identidad múltiple del yo recuperado en la relación con un universo en continua muerte y regeneración.

Revisemos ahora analíticamente cada una de es-tas estancias, cambiando a veces a la primera perso-na, para adentrarnos así en la experiencia misma del poeta.

1. “Mi alma poseída, en las afueras del paisaje llora” (versos 1 -12)

Inicialmente, el poeta se siente poseído y, por tanto, manipulado y torturado por una fuerza ajena, a la que designa con el nombre de “demonio”, símbolo de una potencia cuasi divina del mal. Es una potencia ambi-gua - “me acaricia, me estrangula”. Manejado por la “mano” de ese extraño, no reconoce ni sus propias palabras como suyas, pues es el otro quien le “hace hablar”. Lo eleva con mano poderosa que parece un “trono errante”. Nada de lo que ve desde esa altura vertiginosa pertenece a un mundo habitable, sino tie-ne la apariencia de un desierto. Desde una exteriori-dad ajena, se ve a sí mismo llorando: su “alma poseída llora, como virgen violada que se traga su lengua”.

En un clamor inarticulado y anónimo, atragantado en el redondel de una boca y unos ojos desorbitados, como en el cartón El grito de Edvard Munch, “ahoga-do en el clamor de su estridencia muda”1, sube y vuela del fondo de un abismo “a pedir aire a gritos a las cumbres”. Es el de profundis - desde lo más profundo clamé, del Salmo 130, aunque sin el “a ti” a quien se dirige el salmista.

2. La “mano de mi madre” (versos 13 - 30)La respuesta a su grito no es una voz, sino la

“mano de mi madre” que, al darlo a luz, le sana las heridas, lo sostiene, lo cobija y le abre el mundo ante sus ojos hasta ahora ciegos, como los de todo recién nacido. Lo “mece en su regazo”, sanado, perdonado, redimido de una existencia enajenada. ¿De qué se le perdona? ¿Dónde, en qué existencia le fueron clava-das sus espinas?

Esa madre nace al hacerme nacer desde su vientre, pues “empieza a romperse” al darme a luz. Ella es sabia, pero está conmovida con mi misma angustia - “una congoja la estremece al tocarme por adentro”.

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62 Porque si soy el día, ella es la aurora,63 ella es la identidad, y yo su idea fija.64 Ambos desembocamos en el vientre65 de la madre común, estremecida66 en su virginidad preñada por el fuego. 67 Estoy creado en fósforo. La luz está conmigo.68 La materia es mi madre.

69 Soy el pájaro ardiente de negra mordedura70 que hace su nido en el pezón de la virgen,71 por donde sale la materia72 como una vía láctea,73 a iluminarme el movimiento de la obscura74 mancha solar del solo pensamiento.

75 A esas ubres estériles, hoy vive amamantando76 lo ilusorio de mi naturaleza,77 que busca en el carbón la veta de su sangre,78 que pide a la tiniebla su ciega dinamita79 en el proceso del alumbramiento80 de la palabra.

81 De ese musgo gastado de apariencia difunta,82 me nutro como un puerco.

83 De esos pechos jugados, como naipes marcados,84 y vueltos a jugar hasta el delirio85 me alimento, me harto, y en ellos me conozco86 cómo era antes de ser, cómo era mi agonía87 antes de perecer en el diluvio.

¿Es ésta una experiencia de nuevo nacimiento, como obra divina de sanación y redención? Naci-miento es pasar de la muerte a la vida, “del sepulcro, la cara de mi alma se incorpora” - con ojos deslum-brados con lo que descubren a su alrededor: el vien-tre materno es el sol, pero trae escondido un regreso, como el del cangrejo, donde la fuente de las aguas se agota y la embriaguez de la acción se amortigua: “pudres la vertiente y el vino de mis actos”

3. “yo me como a mi madre en el pan y en el vino” (versos 31 - 49)

Esa madre es la materia universal y originaria. El poeta se siente su hijo y, como tal, hace vivir a su ma-dre en sí; se siente acompañado por ella y referido a ella como al sentido de su vida.

Misterio de comunión: “Yo me como a mi madre en el pan y en el vino” - un ritual, como el del tomen y coman, éste es mi cuerpo, en que la mutua perte-nencia de la madre naturaleza y del yo se vuelve real - “tu mano está conmigo en todas partes”. “Materia materna” que igual está en la corteza de los árboles que en el ritmo acelerado de la ciudad, donde “está tu viudez y tu brío”. Lo que ahora sale de la boca viene del corazón de la madre-materia: “de la abundancia de tu corazón habla mi boca”. El corazón es aquí el de la materia, diosa y madre, de cuya abundancia habla el yo, pero no ya más por sí mismo solamente, sino en representación de una memoria milenaria. En el ver-bo producido por el poeta, la madre-materia se vuelve hija suya. Así participa él en la generación del univer-so, pues crea pensamiento al formular ahora palabras que brotan del corazón de su madre que es también el suyo.

“Segadora del trigo que sembraste llorando”... como en el salmo 126, donde los que siembran pade-cen el trabajo como esclavitud, pero al cosechar vuel-ven riendo , “ahora libre en toda tu riqueza”.

La tercera estancia termina como había comenza-do, en un banquete: “tú bebes en mi copa”. Eternidad y comunión - “en un día sin tiempo”. La copa es mi destino, a veces feliz, a veces aciago, primer compás de una fiesta (copas de oro llenas de perfume, Apoc. 5,8), o amargura mortal (pase de mí esta copa... (Lc. 22, 42) y ruina apocalíptica (cáliz de desolación y amargura, Ezeq. 25, 33; cf. Apoc. 16, 3-8).

4. Del árbol de la ciencia a la materia, mi madre (versos 50 - 68)

La evocación de la copa en su ambigüedad sim-bólica trae nuevamente el recuerdo y la presencia, ahora desde afuera, de la potencia extraña y temible en cuyo poder estaba en un comienzo. “La mano del demonio me llama desde el árbol de la ciencia”, como la serpiente del Génesis (3,1-7). La ciencia aleja de la experiencia inmediata, el “árbol de la ciencia” es conciencia de sí, pero al mismo tiempo, pérdida del

62 Porque si soy el día, ella es la aurora,63 ella es la identidad, y yo su idea fija.64 Ambos desembocamos en el vientre65 de la madre común, estremecida66 en su virginidad preñada por el fuego. 67 Estoy creado en fósforo. La luz está conmigo.68 La materia es mi madre.

69 Soy el pájaro ardiente de negra mordedura70 que hace su nido en el pezón de la virgen,71 por donde sale la materia72 como una vía láctea,73 a iluminarme el movimiento de la obscura74 mancha solar del solo pensamiento.

75 A esas ubres estériles, hoy vive amamantando76 lo ilusorio de mi naturaleza,77 que busca en el carbón la veta de su sangre,78 que pide a la tiniebla su ciega dinamita79 en el proceso del alumbramiento80 de la palabra.

81 De ese musgo gastado de apariencia difunta,82 me nutro como un puerco.

83 De esos pechos jugados, como naipes marcados,84 y vueltos a jugar hasta el delirio85 me alimento, me harto, y en ellos me conozco86 cómo era antes de ser, cómo era mi agonía87 antes de perecer en el diluvio.

Mirada Global

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instinto nativo, y extravío en la multiplicidad de lo posible, caída (¡que no subida!) del instinto a lo racio-nal, pero sin brújula.

La tentación se personifica en el “demonio”, quien, como otrora a Jesús, “me regala su reino, por un verso de orgullo contra el polvo”. El verso recuerda al de Horacio, quien se asegura de “no morir completamen-te” gracias a la eternidad escultural del verso (“levan-té un monumento más durable que el bronce...”, Ho-racio, Carmina, III, 30), orgullo y sublevación “contra el polvo del que nací y al cual retornaré, como mi ma-dre”, eco del polvo eres y en polvo te convertirás del Miércoles de Cenizas.

Pero esta nueva confrontación con el demonio no angustia como en la primera estancia, porque es sólo tentación externa. Lo íntimo y perdurable es la vin-culación de la materia, madre universal, con el yo: “ella está en mí, yo, en ella. Ambos estamos dentro de un mismo vientre, reunidos... ...La materia es mi madre”. Morimos, ella y yo, para volver a nacer. Ella es virgen, porque el fuego que la preña no le viene de afuera, sino de ella misma: “ella es la aurora, ella es la identidad...”

5. “en el carbón la veta de su sangre” - identi-dad recuperada (versos 69 - fin)

“...soy el pájaro ardiente...”: representa un vuelco en la experiencia del vuelo. Volar no es como antes (verso 13) “perderme” sino ahora “anidar” “en el pe-zón de la virgen”, vinculando así la creación poética con el origen de la materia, donde el pensamiento es el movimiento de una “obscura mancha solar” ilumi-nada por la vía láctea de la materia toda.

Esterilidad y alumbramiento, ilusión del sí mismo, pero búsqueda pertinaz de su origen en “la veta de su sangre”, en el carbón de Lebu donde el poeta naciera. La imagen del “pezón de la virgen” en contraste con las “ubres estériles” se degrada en el triste recuerdo de una noche de juerga, la de los “pechos jugados, como naipes marcados y vueltos a jugar hasta el delirio”, imagen de una diosa-madre y a la vez conviviente del ser humano en su historia milenaria: este ser que una vez agonizara y pereciera “en el diluvio” extermina-dor que se reitera en la historia universal y personal. Sin embargo, este pobre ser renace para seguir “alum-brando la palabra” en un eterno retorno dado a luz por la diosa-madre-materia.

Experiencia humana - experiencia religiosa

No sabemos, con nuestra razón, de dónde venimos ni a dónde vamos ni a qué grande entidad pertenece-mos. El poeta intuye en medio de su angustia que el destino humano está ligado a la materia, madre uni-versal de toda vida, al fuego y a la luz de los que todo procede. Ciertamente también al agua y a la tierra.

Y al aire que, tras el ahogo de nuestras ciudades, se busca en las alturas, en los bosques y junto al mar. Fraternidad universal, creación y re-creación, instin-tiva y responsable a la vez, de lo que reiterativamente muere.

Más de sesenta años han pasado desde que Gon-zalo Rojas publicara este poema. Hoy se vuelve ac-tual como nunca ante las amenazas de HidroAysén, Pascua-Lama, Ventanas y muchas otras que se ciernen sobre nuestras cabezas por la mera voluntad de lucro de los grandes consorcios.

La experiencia humana de Gonzalo Rojas se ex-presa en términos religiosos. Aquí se han señalado algunas reminiscencias de textos bíblicos o litúrgicos. Pues la religión, antes de dejarse capturar por la ins-titución social con la que se la suele identificar, es fundamentalmente símbolo de lo que pasa en las pro-fundidades del alma individual y universal. El lengua-je del poeta es más alusivo y menos claro que el de algunas doctrinas o teologías que pretenden saberlo todo. Pero ese lenguaje, con algún eco del de Jesús en sus parábolas, nos deja, mejor que aquellas doctrinas, al borde del misterio al que por falta de otro mejor le hemos dado el nombre de Dios. Y a ese misterio hay que respetarlo en la materia que es nuestra madre, si no deseamos que un día a nuestros hijos e hijas los paseen, como títeres y por mano ajena, “en un trono errante por un libre desierto”.

Pirque, noviembre 2010 - mayo 201

Notas1 La numeración de los versos no está en el original, sino ha

sido agregada editorialmente para facilitar la lectura del comentario que sigue.

2 En la expresión “estridencia muda” se combinan dos palabras de signifi cado opuesto en una misma estructura (fi gura llamada oxímoron), lo que remite a un signifi cado distinto que puede ser buscado en el ámbito de la representación visual del “grito” en el mencionado cuadro de Munch. En la edición crítica de Marcelo Pellegrini, UCV, y Marcelo Coddou, UPLA, p. LXIX y ss. se establece un vínculo entre el expresionismo de Munch y el lenguaje expresionista de Rojas. La ilustración de la portada, obra de Carlos Pedraza, está inspirada en El Grito de Munch.

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CCuando los programadores informáticos lanzan al mercado un producto nuevo o una versión nueva de un producto anterior, sea un programa computacional o una aplicación para la Web, hacen un lanzamiento Beta, esto es, ofrecen el programa o la aplicación señalando explíci-tamente que el producto no está acabado o terminado, sino que se entrega, generalmente en forma gratuita, para que los usuarios trabajen con él, evalúen su funcionamiento, y lo informen a los diseñadores. En el pasado esto se hacia en forma reservada, es decir, era sólo para ciertos usua-rios escogidos, quienes probaban el producto, daban sus comentarios, y luego los diseñadores hacían los arreglos pertinentes, para entregar finalmente la versión acabada. El lanzamiento Beta era una prueba o ensayo para luego entregar el producto terminado de óptimas condiciones. En la actualidad, el lanzamiento beta ya no es un ensayo o una muestra de prueba, sino que reemplaza totalmen-te al lanzamiento “oficial” del producto. Esto porque el avance en la informática es tan rápido, que un producto sale al mercado un día y al día siguiente ya está obsole-to. Incluso algunas compañías como Google lanzan sus productos a la Web esperando que los usuarios no sólo prueben el producto, sino que lo manejen y le hagan sus propias modificaciones y arreglos. Es lo que se conoce como open-source software (programa de fuente o código abierto) donde el programa nunca está terminado comple-tamente sino que, gracias a los usuarios, está en constante cambio y evolución.

Este concepto de lo Beta se puede ampliar más allá del mundo de la computación. Podemos considerarlo como una nueva manera de vivir, de pensar y de crear, y pode-mos usarlo para imaginar otro mundo y otro cristianismo. Lo Beta es por naturaleza lo no completo, lo no termina-do, lo que espera cambiar y evolucionar. Antes de Beta, un error, un fallo, o un accidente, eran vistos como defectos, como algo negativo, pero ahora podemos considerar que lo inacabado e imperfecto no es necesariamente algo malo en sí. Desde el concepto Beta podemos liberar a nuestro mundo y a nuestro cristianismo del mito de la perfección.

En el libro del Génesis se nos dice que el mundo crea-do es bueno, lo que no significa necesariamente que es un mundo acabado, completo, perfecto. Al considerar el mundo como un producto Beta podemos entender la crea-ción como comienzo, como aliciente para la creatividad y autonomía del ser humano, de la tierra y de la realidad en general. El problema del ser humano ya no estaría en una caída desde la perfección, a la que se ve arrastrada irremediablemente toda la creación, sino que estaría en la construcción de un proyecto diferente al proyecto de Dios.

El proyecto de Dios está encausado hacia la vida plena de toda la creación, el proyecto que el ser humano comenzó a construir se alejó de dicho enfoque y comenzó a caminar hacia la violencia y la muerte. Desde el concepto Beta po-demos comprender que ese proyecto divino de vida plena no es algo impuesto y determinado completamente desde el cielo, sino que toma en cuenta la libertad y creatividad de los seres humanos, las distintas situaciones vitales y los contextos culturales y sociales específicos. Dios nos invita a ser nosotros los protagonistas, buscar, con los pies en la tierra y la mirada hacia delante, la vida plena.

Desde el concepto Beta, al mirar el mundo como algo inacabado, podemos entender que el orden de mundo, tan-to natural como moral, no es algo fijo y absoluto, sino que es una realidad en constante cambio. Por tanto, nadie puede tener la pretensión de decir que sabe como debe ser el mundo. No hay una política fija, absoluta, divina; tam-poco una orientación sexual “normal” ni una concepción de género “natural”; no hay normas morales únicas que nos lleven a un buen vivir; no hay un modelo económico último, perfecto, acabado; no hay una raza “superior”. El mundo ya no se nos impone desde arriba, sino que es un open-source software que Dios nos regaló, que programa-mos todos juntos, desde abajo, con los pies en la tierra, en el polvo, lejos de un mundo de ideas e ideales.

El concepto Beta también nos ayuda a ver que el cris-tianismo, tal como el mundo, no es algo acabado y com-pleto. El cristianismo es beta, es decir, no es una doctrina ni un dogma absoluto, tampoco es una moral fija, univer-sal, y eterna. El cristianismo es, concretamente, la vida

Cristianismo Beta en un Mundo Beta1

Luis Marcos Tapia2

Refl exión

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Apedrear a KaradimaPablo Fontaine ss. cc.

El sacerdote Mariano Puga ha visitado al padre Ka-radima en su lugar de reclusión. No lo ha hecho por tener mayor amistad con él. Ha ido simplemente por acompañar a otro sacerdote que ha incurrido en delitos gravísimos y es hoy objeto del desprecio y la indigna-ción general.

“Esto nos viene de Jesús”, ha dicho. “Tenemos que ser hermanos unos con otros, con las víctimas y con los que producen dolor en otros”. Preguntado qué le había dicho sobre su accionar. Contesta: “Eso no lo puedo de-cir a nadie; eso queda entre nosotros. Yo soy su herma-no, no soy su juez”

El mismo Mariano que estuvo siempre al lado de los pobres, por amor; que pintó, paredes por amor a los trabajadores de nuestro país; el que acompañó a las fa-milias de los desaparecidos y denunció, por amor, a los torturadores de la dictadura; se acerca ahora a la perso-na más rechazada y condenada por la opinión pública.

Es el gesto que levanta al caído. Es llevar la palabra y la mirada de Jesús a la mujer adúltera: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. “Mujer, ¿nadie te ha condenado? Yo tampoco te condeno” (Juan 8).

El Cristo resucitado no estará con nosotros sólo des-pués de nuestra muerte.

Vive ahora aquí con nosotros. Y le prestamos nues-tros ojos, nuestros labios, nuestro corazón, para que a través de nosotros, él le dé Vida a la gente.

Signos como éste que comentamos son los que ha-cen revivir y los que se espera de los seguidores de Je-sús.

Si cada día esta Presencia de “Aquél que vive” se hace más real en nuestro corazón, si nos es dado irra-diar el perdón, la paz y la alegría, serán muchos los que podrán recibir de nosotros el gesto que levanta y dig-nifica, la palabra que perdona y echa a andar, la que ayuda a recomenzar y a sanar heridas, la que puede convertir los corazones y hasta lograr la devolución de las ganancias injustas.

También produce la actitud del que comprende y apoya a las víctimas de abusos.

Para nada sirven las piedras y las balas. Tampoco la condenación orgullosa del que se siente puro y superior a los otros.

Este poder resucitante, que actúa desde la pobreza y la humildad, este reproducir el gesto del Cristo viviente que llevamos dentro, es el germen necesario para hacer un mundo mejor, para detener las guerras, para acabar con el terrorismo, para devolver los bienes que se les ha arrebatado a los pobres, para restituir la dignidad al que ha sido atropellado y maltratado, para lograr la paz basada en la justicia.

de personas y comunidades que, animados por la con-fianza en Dios y en Jesús, intentan poner el amor en el centro de sus relaciones. Por lo mismo, el cristianismo no es una idea absoluta que debe realizarse e impo-nerse, sino que es una invitación a la búsqueda de una vida distinta, la invitación a soñar que, desde la fe, otro mundo es posible.

El cristianismo se da sólo en comunidades de fe y seguimiento concreto, en iglesias y personas que son imperfectas e inestables. Ya no debemos crear y tra-tar de sostener falsas expectativas, ya no es necesario que defendamos una santa, inmutable, perfecta y única Iglesia. La Iglesia sólo es real en comunidades de fe locales y diversas, con personas de carne y hueso, con luchas y problemas reales. Esto, al contrario de ser ne-gativo, es algo positivo. Ahora las iglesias se pueden ver a sí mismas como lo que realmente son, la prueba y el ensayo del Reino. No son un fin, no son la pleni-tud y perfección, no son el Reino, nunca lo serán. Por lo mismo, tampoco es necesario que sigamos conside-rando que la Biblia es la revelación última, inerrable y perfecta, sino que podemos abrirnos a considerarla como lo que realmente fue, el testimonio de cómo las primeras comunidades cristianas vivieron y construye-ron un cristianismo Beta que apuntaba siempre hacia el Reino. La Biblia se dejó como registro de un proceso Beta con el fin de ayudar a los futuros intentos. No es absoluta, nunca tuvo la pretensión de serlo.

Lógicamente las iglesias institucionales, de fun-cionarios, dogmas y moralinas, no están dispuestas a considerarse como una realidad Beta. Ellas son, y, por lo mismo, buscan imponerse. La realidad es que todas las instituciones, los dogmas y las teologías son Beta, es decir, siempre habrá una versión nueva, que funcio-ne mejor, que las reemplace. Jesús mismo denunció la realidad Beta de la religión judía que se imponía como perfecta y definitiva y que, obviamente, estaba llena de bugs3. Jesús expone a todas las religiones y a todos los dioses como realidades Beta. La experiencia de Dios y su voluntad no se puede absolutizar. Como el mismo Jesús lo aprendió gracias a la mujer sirofenicia.

En un cristianismo Beta, en un mundo Beta, deja-mos de lado las certezas y caminamos en la confian-za. Abrazamos la paradoja de la fe y el misterio de la realidad respirando tranquilos, somos cristianos Beta y seres humanos Beta, sólo estamos aprendiendo. Somos libres para crear, no importando si el resultado no es perfecto. Somos libres para volver a soñar y creer en otro cristianismo y otro mundo.

NOTAS1 Este pequeño escrito se debe a la invitación hecha por Phi-

lip Clayton a pensar en una teología y una iglesia después de Google.

2 Pastor Bautista, Profesor de Filosofía e Investigador del Centro Ecuménico Diego de Medellín.

3 “Bug” es el término inglés que se utiliza para hacer refe-rencia a un fallo o deficiencia de un programa de computa-dor (software).