Revista Pastoral Popular Nº323

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El Remezón de los Estudiantes Septiembre - Noviembre 2011 -Año 60 - Nº 323 - $1.200 IVA incl. Demostraciones ciudadanas Demostraciones ciudadanas ¿MASAS O SOBERANÍA? ¿MASAS O SOBERANÍA? Obispo Luis Infanti y el movimiento social: Obispo Luis Infanti y el movimiento social: “Es el sentir del alma “Es el sentir del alma de un pueblo que quiere de un pueblo que quiere mayor dignidad” mayor dignidad” Ecumenismo y lenguaje común Ecumenismo y lenguaje común A propósito de las Jornadas A propósito de las Jornadas Teológicas del Cono Sur Teológicas del Cono Sur

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Revista Ecuménica

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El Remezón de los Estudiantes

Septiembre - Noviembre 2011 -Año 60 - Nº 323 - $1.200 IVA incl.

● ● Demostraciones ciudadanasDemostraciones ciudadanas

¿MASAS O SOBERANÍA?¿MASAS O SOBERANÍA?●● Obispo Luis Infanti y el movimiento social:Obispo Luis Infanti y el movimiento social:

“Es el sentir del alma “Es el sentir del alma de un pueblo que quiere de un pueblo que quiere mayor dignidad” mayor dignidad”●● Ecumenismo y lenguaje comúnEcumenismo y lenguaje común●● A propósito de las Jornadas A propósito de las Jornadas Teológicas del Cono Sur Teológicas del Cono Sur

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ra r a r

Pastoral Popular es propiedad de la Corporación de Estudios Teológicos Centro Ecuménico Diego de Medellín.

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Pastoral PopularISBN 0716-4769, Santiago de ChileAño 60, Nº 323Septiembre / Noviembre 2011

Director y Representante legalRaúl Rosales

Consejo EditorialJosé Aldunate s.j., Manuel Ossa, Adriana Palacios, Alvaro Ramis, Juan Sepúlveda, Ute Seibert, Arianne Van Andel,Pedro Zavala.

Consejo RedacciónLoreto Fernández, Doris Muñoz, Manuel Ossa, María Palma, Raúl Rosales, Luis M. Tapia. Diseño y diagramaciónAna Muga Sá[email protected]

Foto PortadaJorge Zúñiga

ColaboradoresGloria Tobar (Secretaria)Mª Cristina Valencia (Administración) Impresión digitalGráfi ca Funny S.A.Fono: 544 0351 - 5440358Fax: 551 6841Email:[email protected] - [email protected]. Santa Graciela 166Santiago de Chile.

S U M A R I OEditorial“Que vivan los estudiantes” ........................................................... 3

¿Hacia una crisis constitucional? ................................................4Alvaro Ramis

Demostraciones ciudadanas:¿Masas o soberanía? ........................................................................6Gabriel Salazar V.

Lecciones del Movimiento de Defensa de la Educación Pública ......12Gonzalo Ojeda U.

Obispo Luis Infanti y la movilización social:“Es sentir del alma de un pueblo que quiere mayor dignidad” ......14Francisco Lazo

Ecumenismo y lenguaje común.....................................................16Aberlardo Ahumada Varas

La sabiduría de vivir........................................................................19María Angeles Martínez, odn.

A propósito de las Jornadas Teológicas del Cono Sur ................21Loreto Fernández

Las preguntas contemporáneas sobre Dios .................................22Rosa Ramos

Dos muertes que remecen nuestra indiferencia ..........................24René Cabezón Yáñez, ss.cc.

Riqueza indiferente, pobreza invisible .........................................27Pablo Fontaine, ss.cc.

Invitaciones del CEDM..................................................................28

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¡Que vivan los estudiantes,jardín de las alegrías!Son aves que no se asustande animal ni policía,y no le asustan las balasni el ladrar de la jauría.Caramba y zamba la cosa,¡que viva la astronomía!

¡Que vivan los estudiantesque rugen como los vientoscuando les meten al oídosotanas o regimientos.Pajarillos libertarios,igual que los elementos.Caramba y zamba la cosa¡vivan los experimentos!

Me gustan los estudiantesporque son la levaduradel pan que saldrá del hornocon toda su sabrosura,para la boca del pobreque come con amargura.Caramba y zamba la cosa¡viva la literatura!

Me gustan los estudiantesporque levantan el pechocuando le dicen harinasabiéndose que es afrecho,y no hacen el sordomudocuando se presenta el hecho.Caramba y zamba la cosa¡el código del derecho!

Me gustan los estudiantesque marchan sobre la ruina.Con las banderas en altova toda la estudiantina:son químicos y doctores,cirujanos y dentistas.Caramba y zamba la cosa¡vivan los especialistas!

Me gustan los estudiantesque van al laboratorio,descubren lo que se escondeadentro del confesorio.Ya tienen un gran carritoque llegó hasta el PurgatorioCaramba y zamba la cosa¡los libros explicatorios!

Me gustan los estudiantesque con muy clara elocuenciaa la bolsa negra sacrale bajó las indulgencias.Porque, ¿hasta cuándo nos duraseñores, la penitencia?Caramba y zamba la cosa¡Qué viva toda la ciencia!

“Que vivan los estudiantes…” (Violeta Parra)

Editorial

EEste número de Pastoral Popular quiere llamar a sus lectores y lectoras a construir múltiples espacios de conversación sobre el momento histórico que vivimos como país. Ponemos en sus manos algunos insumos para provocar esta discusión tan necesaria y ur-gente sin otro ánimo que disponernos a escucharnos entre nosotros y juntos tratar de escuchar lo que nos quiere decir el movimiento estudiantil. Como señala María Ángeles Martínez citando al poeta, se trata de “no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades”. Las lecturas que hagamos de lo que acontece siempre estarán condicio-nadas por nuestras búsquedas e intereses personales pero este es un momento privilegiado para compartirlas con las personas que nos rodean cotidianamente e integrar ahí otras miradas del país que cier-tamente nos enriquecerán la propia. El proceso de auto-educación en el que han estado los sectores populares –indicado por Gabriel Salazar - nos invita ahora a participar más activamente en esta nue-va política ciudadana desde abajo que se abre en el Chile actual al calor de una América Latina en movimiento. Para superar el lastre histórico de las múltiples derrotas y traiciones la ciudadanía no debe dejar de caminar lúcida y esperanzadamente. Acercarse a la memoria histórica de nuestro pueblo, en este momento, es clave; como tam-bién es clave acercarse a los sueños expresados por los jóvenes de que otra educación es posible.

Hay una frase que ha sido reiterativa y que resume bien el estado de ánimo, la disposición o actitud con que debemos enfrentar el momento que nos toca vivir como país: “escuchemos al movimiento estudiantil”. Escuchar signifi ca, en primer lugar, relativizar nuestro adulto-centrismo tan enraizado y radicalizado por el autoritarismo pinochetista. Signifi ca comprender que los y las estudiantes son sujetos plenos con un aporte específi co que desenvolver en el todo de nuestra sociedad. Deben participar en igualdad de condiciones que los adultos. No son menores de edad que requieren tutelajes vari os. Son sujetos históricos que reclaman derechos básicos: quieren participar en las decisiones que los involucran. Escuchar signifi ca comprender que los/las estudiantes traen una nueva forma de hacer política, nos guste o no. Por lo menos, se trata de un quehacer político más auténtico, participativo, masivo y cercano a las y los excluidos. Que supera la política como mera administración del Estado indicada por la Constitución pinochetista para volver a entender la política como transformación de nuestra realidad social.

Es muy difícil escuchar de verdad. Pero Chile después de estas movilizaciones ya puede empezar a nombrar este profundo malestar que nos tenía adormecidos y desesperanzados como pueblo. Los jóvenes le han puesto nombre y han empezado a esbozar propuestas osadas y liberadoras: fi n al lucro, educación pública, gratuita y de calidad. Nos alegramos y felicitamos. Han terminado con nuestra fragmentación y segregación de nuestro espacio público. Volvemos a caminar por las anchas Alamedas. Ha empezado a cambiar el país. Sigamos dando pasos sabios y alegrémonos con Violeta:

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¿¿Qué es lo que pasa en Chile? El año 2011 parece no dar tregua. Se ha desatado una ola de permanentes y continuas manifestaciones que a juicio del senador Eduardo Frei es-tarían llevando al país “al borde de la ingobernabilidad”. El alza del gas en Magallanes, la huelga de hambre de los presos políticos mapuches, la aprobación de represas y centrales eléctricas en Aysén y en otros lugares ambientalmente sen-sibles, los escándalos de corrupción empresarial y guberna-mental, y los intentos de destruir los restos de la esquilmada educación pública son algunos de los motivos que explican este ciclo de inusitada movilización social. A simple vista se trataría de conflictos distintos, con antecedentes diferentes y que implicarían una resolución particular. Sin embargo, creo que salvando sus especificidades, detrás de toda esta efer-vescencia no hay más que una sola gran causa: ha estallado una crisis constitucional de gran envergadura.

Cuando se habla de crisis constitucional se suele hacer referencia a conflictos políticos, especialmente entre distin-tos poderes del Estado. El ejecutivo y el parlamento recla-mando competencias simultáneas. O gobiernos nacionales en disputa con gobiernos regionales o locales. Otras veces se hace referencia en momentos de vacancia, golpes de Es-tado o disputas por la legítima sucesión en un cargo. Pero pocas veces se habla de crisis constitucional cuando se pro-duce una situación de profunda deslegitimación del sistema político vigente.

Y eso es lo que está pasando. Los datos de la reciente encuesta CEP de agosto muestran que tanto el gobierno como la oposición son objeto de un masivo e intenso re-chazo por parte de la ciudadanía. Si miramos al actual go-bierno, no cabe mejor análisis de su frágil situación que la

propone Maquiavelo respecto a los que sólo por la suerte se convierten en príncipes: “Poco esfuerzo necesitan para llegar a serlo, pero no se mantienen, sino con muchísimo. Las dificultades no surgen en su camino, porque tales hom-bres vuelan, pero se presentan una vez instalados. Me refiero a los que compran un Estado o a los que lo obtienen como regalo. Estos príncipes no se sostienen sino por la voluntad y la fortuna - cosas ambas mudables e inseguras - de quienes los elevaron; y no saben ni pueden conservar, aquella digni-dad. No saben, porque no son hombres de talento y virtudes superiores, no es presumible que conozcan el arte del man-do, ya que han vivido siempre como simples ciudadanos; y no pueden porque carecen de fuerzas que puedan serles adictas y fieles”1

Pero no se trata sólo de una crisis de representatividad, que se podría solucionar si los partidos y dirigentes políticos vuelven a ganar la confianza de la ciudadanía. Es algo mucho más profundo y difícil de resolver. Se trata de un conflicto de legitimidades: la legitimidad de las autoridades que ejercen el poder como representantes del pueblo, y el pueblo que como legítimo soberano ha delegado en esos funcionarios el ejercicio de tareas específicas, en su nombre y a su servicio. Este es el pacto que se ha agotado y que ya no es posible de reparar así no más. No es un problema de cambiar a unos políticos por otros, a un partido por otro. Simplemente el contrato fundante que permite la convivencia política se ha diluido y reclama una urgente reconstitución. Una nueva Constitución.

Es cierto que la carta de 1980 nunca gozó de legitimi-dad democrática, por su origen espúreo y dictatorial. Sin embargo la ciudadanía la aceptó como un hecho, un dato de

¿Hacia una crisis constitucional?Álvaro Ramis

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realidad, dado que no había ni capacidad ni voluntad de pro-longar un conflicto que el pinochetismo se encargó de llevar al campo de la más ciega violencia. En ese escenario Chile entró a regañadientes a una transición pactada que al menos aseguraba el regreso a mínimas condiciones de seguridad y resguardo a los derechos civiles y políticos. El problema es que una Constitución no sólo es un texto jurídico para ador-nar las bibliotecas o para resolver problemas de la adminis-tración pública. Se trata de un acuerdo sobre los criterios de justicia distributiva que van a regir en una sociedad.

El filósofo norteamericano Michael Walzer ha reflexio-nado acerca de este punto y ha hecho ver que toda sociedad llega a acuerdos, públicos o implícitos, acerca del modo de distribuir sus bienes comunes. Debe concordar como repartir la riqueza o las carencias, el poder o la obediencia, el trabajo y el tiempo de ocio, los cargos y honores, las sanciones y castigos, los premios y reconocimientos, la pertenencia o ex-clusión de la comunidad, la gracia divina, la educación, etc. Se trata de bienes sociales que pueden ser distribuidos justa o injustamente, de acuerdo a la deliberación y acción política de cada sociedad. Ese proceso distributivo se ve reflejado fi-nalmente en las constituciones, que como expresión jurídica de estos criterios de convivencia, refleja el grado de justicia o injusticia distributiva de una nación.

A la vez, en cada sociedad hay un bien que tiende a ser dominante. En la Edad Media quién poseía el monopolio de la gracia divina podía decidir en esferas ajenas a la religión. En una sociedad tecnocrática el conocimiento técnico se transforma en una llave para dominar esferas distintas a las propias del conocimiento especializado. En los países del antiguo “socialismo real” el poder del Estado aspiraba a de-cidir en la esfera privada e incluso pretendía reemplazar al mercado. Y a su vez, en nuestra sociedad, el mercado pre-tende anular al poder político y decidir en todos los órdenes de la realidad. Si bien lo específico del capitalismo es que el dinero es el criterio distributivo dominante, no siempre es el único. En sociedades capitalistas democráticas se res-guardan algunos ámbitos ajenos a la esfera del capital y por lo tanto la Universidad puede regirse por criterios aca-démicos, los cargos públicos no están a la venta, la religión no es un producto que se compra o se vende y los jueces pueden decidir castigar o absolver sin importar el bolsillo del acusado. En Noruega o en Suecia el capital puede ser

el criterio dominante, pero no es el bien hegemónico. Este es el mínimo equilibrio que se ha roto en nuestro país. El Chile neoliberal se olvidó de respetar cualquier otra esfera que no sea la propia del capital. Y a ello se le puede llamar tiranía, en el sentido en que Blaise Pascal lo definió: “La tiranía consiste en querer conseguir por un camino lo que no se puede conseguir sino por otro... La tiranía consiste en un deseo de dominación universal y fuera de su orden”2. En la tiranía del mercado no hay esfera que no sea invadida por el criterio del capital, y ya no hay espacio que no parezca entrar en la subasta.

Hablar en este contexto de democracia o es una hipocre-sía o derechamente una mala broma. Como sostiene Walzer: “Los recursos económicos pueden convertirse en cierta me-dida en recursos políticos. Si los ciudadanos son desiguales en relación con los recursos económicos, también tenderán a serlo en relación con los recursos políticos y será imposible alcanzar la igualdad política. En el caso extremo, una minoría de ricos poseerá unos recursos políticos tan superiores a los de los demás ciudadanos que controlará el Estado, dominará la mayoría de los ciudadanos y vaciará de todo contenido a la democracia”3. Chile parece haber llegado a ese extremo. Durante los gobiernos de la Concertación la hegemonía del mercado parecía débilmente mitigada por controles y con-trapoderes políticos que al menos intentaban, sin mucho resultado, contrarrestar su dominio. La llegada al poder de la derecha ha disuelto esas apariencias y la hegemonía del dinero como criterio distributivo único y omnipresente se ha hecho totalmente transparente. Es lo que ocurre cuando Carlos Larraín, presidente de RN, afirma que “el lucro, en cualquier esfera de la actividad humana es legítimo porque la vida tiene una base material”4, o cuando el presidente Pi-ñera sostiene que “la educación es un bien de consumo”5. No hacen más que sincerar sus criterios distributivos, que son los mismos que rigen en esta sociedad.

Por eso cambiar la Constitución supone construir fron-teras y límites interiores al poder del capital que permitan un mínimo de justicia distributiva, que impida el predominio del mercado fuera de su esfera específica. Una nueva Con-stitución no va a eliminar per-se las desigualdades, pero sí puede evitar que sean multiplicadas exponencialmente de-bido al proceso de conversión del dinero en poder, mérito, privilegios o reconocimientos. Frente a ello cabe reforzar una relación profunda entre libertad, Estado y derechos constitucionales, que impida que los derechos humanos, los cargos políticos, la justicia, la libertad de expresión, religión y reunión, sean parte de una dinámica de compraventa. La gran oportunidad radica en que la ciudadanía ya ha reac-cionado. Y la presentación de un proyecto de ley, patroci-nado por 10 diputados, que promueve la convocatoria a una asamblea constituyente es un signo en ese camino. Es un momento propicio.

Notas:1 Nicolás Maquiavelo. El Príncipe. Cap. VII. pag. 19.2 Blaise Pascal, Pensamientos, trad. Eugenio D’Ors, México, Porrúa, 1989 (1ª ed. en francés 1669), pp. 315-6.3 Michael Walzer. La democracia económica. Una aproximación, trad. Mireia Bofil, Barcelona, Hacer, 2002 (1ª ed. en inglés 1985), p. 63.4 Declaraciones del 7 de julio de 2011.5 Declaraciones del 19 de julio de 2011.

Análisis