Pedro Romero de Solís Revista de Estudios Taurinos...

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Revista de Estudios Taurinos N.º 11, Sevilla, 2000, págs. 47-68 LA T AUROMAQUIA. TEXTO DE LA CONFERENCIA PRONUNCIADA, POR EL MATADOR, EN LA UNIVERSIDAD COLUMBIA DE NUEVA YORK EN 1929 Ignacio Sánchez Mejías on ocasión de un coloquio sobre Sánchez Mejías organi- zado en la sede sevillana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en 1986, dirigido por Antonio García- Ramos, di a conocer, por primera vez, el texto de esta Conferencia pronunciada, en 1929, por el matador en la Universidad de Columbia. El texto original fue redactado en papel del Hotel Ausonia (Nueva York, EE. UU.) a vuela pluma, parte a máquina, parte a mano, con numerosas correcciones que requerían cierta inter- pretación. Sin duda alguna eran unas notas redactadas por el torero poco antes de dar la conferencia y, por tanto, sin intención de ser publicadas. Redacté mi versión que publiqué en 1987 en la revista valenciana Quites, págs. 13-20 y, poco después, en 1988, Antonio García-Ramos y Francisco Narbona editaron en Espasa-Calpe una muy documentada biografía de Ignacio Sánchez Mejías en la que incluyeron su propia versión de la misma conferencia. La que pro- pongo aquí, en la columna de la izquierda, es una adaptación que tiene en cuenta alguna de las aclaraciones de aquéllos autores donde incluyo, entre corchetes, lo que no aparece en Sánchez Mejías pero sirve a la ordenación y mejor comprensión del texto. En la columna de la derecha la versión de A. García-Ramos y F. Narbona en Igna- cio Sánchez Mejías, Madrid, Espasa-Calpe, 1988, Col. La Tauroma- quia, n.º 13, págs. 176-185.

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Revista de Estudios TaurinosN.º 11, Sevilla, 2000, págs. 47-68

LA TAUROMAQUIA. TEXTO DE LA CONFERENCIA PRONUNCIADA, POR EL MATADOR,

EN LA UNIVERSIDAD COLUMBIA DE NUEVA YORK EN 1929

Ignacio Sánchez Mejías

on ocasión de un coloquio sobre Sánchez Mejías organi-zado en la sede sevillana de la Universidad InternacionalMenéndez Pelayo en 1986, dirigido por Antonio García-Ramos, di a conocer, por primera vez, el texto de esta

Conferencia pronunciada, en 1929, por el matador en la Universidadde Columbia. El texto original fue redactado en papel del HotelAusonia (Nueva York, EE. UU.) a vuela pluma, parte a máquina,parte a mano, con numerosas correcciones que requerían cierta inter-pretación. Sin duda alguna eran unas notas redactadas por el toreropoco antes de dar la conferencia y, por tanto, sin intención de serpublicadas. Redacté mi versión que publiqué en 1987 en la revistavalenciana Quites, págs. 13-20 y, poco después, en 1988, AntonioGarcía-Ramos y Francisco Narbona editaron en Espasa-Calpe unamuy documentada biografía de Ignacio Sánchez Mejías en la queincluyeron su propia versión de la misma conferencia. La que pro-pongo aquí, en la columna de la izquierda, es una adaptación quetiene en cuenta alguna de las aclaraciones de aquéllos autores dondeincluyo, entre corchetes, lo que no aparece en Sánchez Mejías perosirve a la ordenación y mejor comprensión del texto. En la columnade la derecha la versión de A. García-Ramos y F. Narbona en Igna-cio Sánchez Mejías, Madrid, Espasa-Calpe, 1988, Col. La Tauroma-quia, n.º 13, págs. 176-185.

BIBLIOGRAFÍA

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Alcázar, F. M. (1999): Sánchez Mejías. El torero y elhombre, present. del Conde de Luna, intr. de P. Romero deSolís, pról. de G. Corrochano, Sevilla, Fundación de EstudiosTaurinos y Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

Amorós, A.: Ignacio Sánchez Mejías, Madrid, Alianza,1998. Col. «El Libro de bolsillo» n.º LP 7800.

Corrochano, G. (1993): La edad de plata del toreo, Intr.de A. Amorós, Madrid, Espasa-Calpe, Col. «La Tauromaquia».

Cossío, J. M.ª (1987): Los Toros, Madrid, Espasa-Calpe, 11 vols. y varias eds.; ver t. II págs. 875-881.

García-Ramos, A. y Narbona, F. (1988): Ignacio Sán-chez Mejías dentro y fuera del ruedo, Madrid, Espasa-Calpe,Col. «La Tauromaquia».

Martín Vicente, A. (1998): “Naturaleza de los toros bra-vos”, en Revista de Estudios Taurinos, n.º 8, págs. 111-134.

Ramos-Paúl, L. (1999): Sentir ecuestre, próls. de A.Dewewer, F. de Parias, M. Orta, A. Colestre, D. Fisher, J.Brillas, S. Bastida, M.ª Infante da Camara, M. Fondón, M.Muñoz, J. Murruaga, C. Frejeiro y M. Carvajal, Sevilla,Lettera, La Cultura del Caballo.

Romero de Solís, P. (1987): “Un torero en Nueva York.Sobre la conferencia de Ignacio Sánchez Mejías en la Uni-versidad de Columbia” en Quites, n.º 6, Valencia, DiputaciónProvincial, págs. 13-20.

Sánchez Mejías, I. (1987): “La Tauromaquia. Confe-rencia pronunciada en la Universidad Columbia de NuevaYork en 1929”, ed. de P. Romero de Solís, en Quites, n.º 6,Valencia, Diputación Provincial.

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mismos hocicos elabora su triunfo,conquista su gloria, accede a subienestar».

3.– EL CABALLO–. «El caballopacta con el hombre contra eltoro, pacta contra la muerte. Yopresencié un diálogo que voy areferir palabra por palabra, letrapor letra.

El hombre: “Necesito de tuligereza para herir a la muerte enel morrillo”.

El caballo: “Cuenta conmigo.Yo corro más que ella, pero espreciso que me guíes”.

H: “Yo te llevaré por la boca yte impulsaré por los ijares. Res-pondo con mi vida de la tuya”.

C: “Conforme”. H: “Conforme”.Después los hombres y los

caballos, “informales” en su trato,se engañaron los unos a los otrosde modo que unas veces moría elcaballo y otras el hombre. Sinembargo, un hombre y un caballo,si van de acuerdo, siempre triun-fan de la Muerte».

4.– EL CAPOTE.– «El capote es untrozo de seda de vivos colores

reglas, un arte para no morir; elque se enfrenta con el toro, con elpeligro, con la muerte, y, en suspropias narices, elabora su triunfo,conquista su gloria, su bienestar».

3.– EL CABALLO.– «El caballo–explica el conferenciante– pactacon el hombre contra el toro, con-tra la muerte». Naturalmente, Igna-cio se está refiriendo al jaco delpicador (no al equino del rejonea-dor) porque a renglón seguido acla-ra cómo el torero necesita la forta-leza suficiente de aquel caballo«para herir de muerte al toro»,cuando la puya cumple su cometi-do en el morrillo de la res. Haycomo una mutua conformidad delcaballo y de su jinete. Ocurre, sinembargo, que, «informales ambos»,unas veces muere uno, otras, otro.Para evitar el espectáculo repulsivode las tripas colgando bajo la panzadel noble animal, se estudiabaentonces «el peto», discutibleexpediente que transformó decisi-vamente, según algunos aficiona-dos, la suerte de varas.

4.– EL CAPOTE.– «Es –dice SánchezMejías– un trozo de seda de vivos

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)48

Versión de P. Romero de Solís

1.– PREÁMBULO.– «Vamos ahablar de Tauromaquia que es laciencia del toreo y del toreo quees la ciencia de la vida. Sabertorear es saber vivir. Cierto es queen Tauromaquia cada conceptoproduce un inmenso campo deconsecuencias. Pero antes deseguir adelante con ellas analice-mos el toreo español que se prac-tica en las llamadas plazas detoros y, para ello, comencemospor analizar, certera y detenida-mente, los elementos que lo com-ponen».

2.– EL TORO Y EL TORERO.– «El toroes el que embiste, el que acomete,el que quiere enganchar al toreropara herirlo o matarlo. El toro es elpeligro, la muerte, la muerte quenos rodea por todas partes, que nosbusca o que nos espera, que nosacecha o que nos viene al encuen-tro. El torero es el que sortea elpeligro, el que engaña a la muertetraficando con ella, el que creaunas reglas, un arte para no morir.El que se enfrenta con el toro, conel peligro, con la muerte y en sus

Versión de A. García-Ramos y F. Narbona

1.– TAUROMAQUIA.– «Es la cien-cia del toreo, y el toreo es la cien-cia de la vida.» Porque, dice eltorero conferenciante que «sabertorear es saber vivir». Ni más nimenos.

2.– EL TORO Y EL TORERO.– El toroes «el principal protagonista de laFiesta»: «el que embiste; el queacomete; el que quiere engancharal torero para herirle o para matar-le». «El toro es el peligro, la muer-te; la muerte que nos rodea portodas partes, que nos busca, quenos espera, que nos acecha o nossale al encuentro». En el otro polode ese duelo está el matador, «eltorero que sortea el peligro, queburla a la muerte, traficando conella, el hombre que crea unas

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mismos hocicos elabora su triunfo,conquista su gloria, accede a subienestar».

3.– EL CABALLO–. «El caballopacta con el hombre contra eltoro, pacta contra la muerte. Yopresencié un diálogo que voy areferir palabra por palabra, letrapor letra.

El hombre: “Necesito de tuligereza para herir a la muerte enel morrillo”.

El caballo: “Cuenta conmigo.Yo corro más que ella, pero espreciso que me guíes”.

H: “Yo te llevaré por la boca yte impulsaré por los ijares. Res-pondo con mi vida de la tuya”.

C: “Conforme”. H: “Conforme”.Después los hombres y los

caballos, “informales” en su trato,se engañaron los unos a los otrosde modo que unas veces moría elcaballo y otras el hombre. Sinembargo, un hombre y un caballo,si van de acuerdo, siempre triun-fan de la Muerte».

4.– EL CAPOTE.– «El capote es untrozo de seda de vivos colores

reglas, un arte para no morir; elque se enfrenta con el toro, con elpeligro, con la muerte, y, en suspropias narices, elabora su triunfo,conquista su gloria, su bienestar».

3.– EL CABALLO.– «El caballo–explica el conferenciante– pactacon el hombre contra el toro, con-tra la muerte». Naturalmente, Igna-cio se está refiriendo al jaco delpicador (no al equino del rejonea-dor) porque a renglón seguido acla-ra cómo el torero necesita la forta-leza suficiente de aquel caballo«para herir de muerte al toro»,cuando la puya cumple su cometi-do en el morrillo de la res. Haycomo una mutua conformidad delcaballo y de su jinete. Ocurre, sinembargo, que, «informales ambos»,unas veces muere uno, otras, otro.Para evitar el espectáculo repulsivode las tripas colgando bajo la panzadel noble animal, se estudiabaentonces «el peto», discutibleexpediente que transformó decisi-vamente, según algunos aficiona-dos, la suerte de varas.

4.– EL CAPOTE.– «Es –dice SánchezMejías– un trozo de seda de vivos

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)48

Versión de P. Romero de Solís

1.– PREÁMBULO.– «Vamos ahablar de Tauromaquia que es laciencia del toreo y del toreo quees la ciencia de la vida. Sabertorear es saber vivir. Cierto es queen Tauromaquia cada conceptoproduce un inmenso campo deconsecuencias. Pero antes deseguir adelante con ellas analice-mos el toreo español que se prac-tica en las llamadas plazas detoros y, para ello, comencemospor analizar, certera y detenida-mente, los elementos que lo com-ponen».

2.– EL TORO Y EL TORERO.– «El toroes el que embiste, el que acomete,el que quiere enganchar al toreropara herirlo o matarlo. El toro es elpeligro, la muerte, la muerte quenos rodea por todas partes, que nosbusca o que nos espera, que nosacecha o que nos viene al encuen-tro. El torero es el que sortea elpeligro, el que engaña a la muertetraficando con ella, el que creaunas reglas, un arte para no morir.El que se enfrenta con el toro, conel peligro, con la muerte y en sus

Versión de A. García-Ramos y F. Narbona

1.– TAUROMAQUIA.– «Es la cien-cia del toreo, y el toreo es la cien-cia de la vida.» Porque, dice eltorero conferenciante que «sabertorear es saber vivir». Ni más nimenos.

2.– EL TORO Y EL TORERO.– El toroes «el principal protagonista de laFiesta»: «el que embiste; el queacomete; el que quiere engancharal torero para herirle o para matar-le». «El toro es el peligro, la muer-te; la muerte que nos rodea portodas partes, que nos busca, quenos espera, que nos acecha o nossale al encuentro». En el otro polode ese duelo está el matador, «eltorero que sortea el peligro, queburla a la muerte, traficando conella, el hombre que crea unas

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que sirve para llamar la atencióndel toro, para atraerlo, para invi-tarlo al juego, a la lucha. Tam-bién sirve para trastearlo, paraadivinar sus intenciones, paraestablecer la categoría de su peli-gro. De la misma manera que eltoro abanto corretea, va y vienede un lado para otro, hasta que seencuentra con nuestro capote, asíla idea vagabunda un día sedetiene en nuestros pensamien-tos. El capote, en suma, es laimaginación del torero».

5.– LA PICA.– «La garrocha delpicador hiere suavemente al toroen el morrillo que es el sitio de sumuerte, mientras las astas tiransus cornadas mortales al aire. Laherida es como un carril, unavereda que se abre para que cami-ne nuestra seguridad, es como eltúnel que hace posible el recorri-do por debajo de la Muerte, pordebajo de la nada hacia la Vida,hacia el Ser. “Ser o no ser”: heaquí la disyuntiva de todo picadorque es la misma de todo aquel quetrafica con la muerte».

colores utilizado para llamar laatención del toro, para atraerlo,para invitarlo al juego, a la lucha».Continúa el torero: «También sirvepara trastearlo, para adivinar susintenciones, para establecer la cate-goría del peligro. El toro abantocorretea, va y viene de un lado aotro, hasta que encuentra nuestrocapote, como la idea vagabundaque un día se para en nuestros pen-samientos». Resume así el confe-renciante: «El capote es la imagi-nación del torero».

5.– LA PICA.– Es la garrocha delpicador; su misión es «herir suave-mente al toro en el morrillo, que esel sitio de la muerte (de la estoca-da), mientras los cuernos tiran cor-nadas al aire». La herida hecha enel cuello del cornúpeta es como uncarril, «una vereda que se abre paranuestro camino, para nuestra segu-ridad; es como un túnel que haceposible el recorrido por debajo dela muerte, por debajo de la nada,hacia la vida, hacia el ser». Ignacio,recordando la perplejidad de Ham-let, repite lo del «Ser o no ser». Ésaes la disyuntiva del picador, viene adecir, «de todo picador, del torero acaballo (rejoneador), de todo elque, en fin, trafica con la muerte».

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que sirve para llamar la atencióndel toro, para atraerlo, para invi-tarlo al juego, a la lucha. Tam-bién sirve para trastearlo, paraadivinar sus intenciones, paraestablecer la categoría de su peli-gro. De la misma manera que eltoro abanto corretea, va y vienede un lado para otro, hasta que seencuentra con nuestro capote, asíla idea vagabunda un día sedetiene en nuestros pensamien-tos. El capote, en suma, es laimaginación del torero».

5.– LA PICA.– «La garrocha delpicador hiere suavemente al toroen el morrillo que es el sitio de sumuerte, mientras las astas tiransus cornadas mortales al aire. Laherida es como un carril, unavereda que se abre para que cami-ne nuestra seguridad, es como eltúnel que hace posible el recorri-do por debajo de la Muerte, pordebajo de la nada hacia la Vida,hacia el Ser. “Ser o no ser”: heaquí la disyuntiva de todo picadorque es la misma de todo aquel quetrafica con la muerte».

colores utilizado para llamar laatención del toro, para atraerlo,para invitarlo al juego, a la lucha».Continúa el torero: «También sirvepara trastearlo, para adivinar susintenciones, para establecer la cate-goría del peligro. El toro abantocorretea, va y viene de un lado aotro, hasta que encuentra nuestrocapote, como la idea vagabundaque un día se para en nuestros pen-samientos». Resume así el confe-renciante: «El capote es la imagi-nación del torero».

5.– LA PICA.– Es la garrocha delpicador; su misión es «herir suave-mente al toro en el morrillo, que esel sitio de la muerte (de la estoca-da), mientras los cuernos tiran cor-nadas al aire». La herida hecha enel cuello del cornúpeta es como uncarril, «una vereda que se abre paranuestro camino, para nuestra segu-ridad; es como un túnel que haceposible el recorrido por debajo dela muerte, por debajo de la nada,hacia la vida, hacia el ser». Ignacio,recordando la perplejidad de Ham-let, repite lo del «Ser o no ser». Ésaes la disyuntiva del picador, viene adecir, «de todo picador, del torero acaballo (rejoneador), de todo elque, en fin, trafica con la muerte».

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7.– LA MULETA.– «Es la herra-mienta de los trabajadores delvalor. El que la domina, sabemanejarla y conoce sus secretoses el único que juega tranquilocon el peligro, con la muerte. Lamuleta es el pararrayos de las cor-nadas, la “maquinilla” donde seestrella la muerte».

8.– EL ESTOQUE.– «Es el rayo deplata y de sangre que alza, en lamano derecha, todo el que triunfasobre la muerte».

9.– LA PUNTILLA.– «Es el cuchillocarnicero que se clava en la nucadel toro rebelde, del enemigo«marrajo», del de la muerte mori-bunda, del que se empeña enestropear nuestro triunfo con lasmalas artes de la resistencia».

10.– EL PÚBLICO.– «Va al sol o ala sombra. El sol es la localidad

7.– LA MULETA.– Para SánchezMejías es «la herramienta en lostrabajadores del toreo». A conti-nuación especifica: «El que ladomina y sabe manejarla, y cono-ce sus secretos, juega tranquilocon el peligro, con la muerte». Osea, que un torero puede ser undiscreto capeador o lanceador, eincluso ignorar el vistoso juego delos rehiletes; si sabe manejar lafranela roja y aliviarse con el esto-que, puede salir del trance airosa-mente. «La muleta es el pararra-yos de las cornadas; la maquinilladonde la muerte se estrella».

8.– EL ESTOQUE.–Ignacio lo definepoéticamente con estas palabras:«Es el rayo de plata y de sangreque tiene en la mano derecha todoel que triunfa de la muerte.»

9.– LA PUNTILLA.– En cambio, lapuntilla es el cuchillo carnicero.«Se clava en la nuca del tororebelde, del enemigo marrajo, delde la muerte moribunda, que seempeña en estropear nuestrotriunfo con las malas artes de laresistencia».

10.– EL PÚBLICO.– Al espectador–consciente aficionado a los

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)52

6.– LAS BANDERILLAS.– «Son lasflores que el torero fácil, el torerodominador, el torero seguro, poneesquivando la muerte. La suerte debanderillas a cuerpo limpio es lamanifestación poética del lidiadorque la practica. No es comúnmenteni práctica ni útil, es sólo un derro-che de alegría infantil que se desca-ra inconsciente ante el peligro. Sison de fuego –cosa que se eligecuando el toro es manso– son unaprovocación para que surja la furia;un deseo perverso como el ritmoensordecedor que imprime el alco-hol a la cultura de los negros1».

6.– LAS BANDERILLAS.– SánchezMejías era un verdadero maestroen esta suerte; dejémosle en eluso de la palabra: «Las banderi-llas son las flores que el torerofácil, el torero dominador, eltorero seguro pone esquivando lamuerte. Es una suerte a cuerpolimpio; es la manifestación poé-tica del lidiador que la practica».No es, según él, ni común, niefectiva, ni útil, Es sólo underroche de alegría infantil, quese descara inconscientementecon el peligro». Puntualiza Igna-cio: «Si son de fuego (hoy no seusan; el castigo de los mansos esel arponcillo más incisivo: ban-derillas negras), son una provo-cación a la furia, un deseo per-verso, como el ritmo enloquece-dor que imprime el alcohol a lacultura de los negros». (El torerono olvida que está hablando enNueva York, donde existe unaconciencia especial, de peligro,hacia los no siempre tranquilosvecinos de Harlem).

1 No hay que olvidar que la conferencia laredacta cuando García Lorca compone su Poetaen Nueva York. Ambos se mantienen receptivos ala dramática segregación racial norteamericana.

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7.– LA MULETA.– «Es la herra-mienta de los trabajadores delvalor. El que la domina, sabemanejarla y conoce sus secretoses el único que juega tranquilocon el peligro, con la muerte. Lamuleta es el pararrayos de las cor-nadas, la “maquinilla” donde seestrella la muerte».

8.– EL ESTOQUE.– «Es el rayo deplata y de sangre que alza, en lamano derecha, todo el que triunfasobre la muerte».

9.– LA PUNTILLA.– «Es el cuchillocarnicero que se clava en la nucadel toro rebelde, del enemigo«marrajo», del de la muerte mori-bunda, del que se empeña enestropear nuestro triunfo con lasmalas artes de la resistencia».

10.– EL PÚBLICO.– «Va al sol o ala sombra. El sol es la localidad

7.– LA MULETA.– Para SánchezMejías es «la herramienta en lostrabajadores del toreo». A conti-nuación especifica: «El que ladomina y sabe manejarla, y cono-ce sus secretos, juega tranquilocon el peligro, con la muerte». Osea, que un torero puede ser undiscreto capeador o lanceador, eincluso ignorar el vistoso juego delos rehiletes; si sabe manejar lafranela roja y aliviarse con el esto-que, puede salir del trance airosa-mente. «La muleta es el pararra-yos de las cornadas; la maquinilladonde la muerte se estrella».

8.– EL ESTOQUE.–Ignacio lo definepoéticamente con estas palabras:«Es el rayo de plata y de sangreque tiene en la mano derecha todoel que triunfa de la muerte.»

9.– LA PUNTILLA.– En cambio, lapuntilla es el cuchillo carnicero.«Se clava en la nuca del tororebelde, del enemigo marrajo, delde la muerte moribunda, que seempeña en estropear nuestrotriunfo con las malas artes de laresistencia».

10.– EL PÚBLICO.– Al espectador–consciente aficionado a los

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6.– LAS BANDERILLAS.– «Son lasflores que el torero fácil, el torerodominador, el torero seguro, poneesquivando la muerte. La suerte debanderillas a cuerpo limpio es lamanifestación poética del lidiadorque la practica. No es comúnmenteni práctica ni útil, es sólo un derro-che de alegría infantil que se desca-ra inconsciente ante el peligro. Sison de fuego –cosa que se eligecuando el toro es manso– son unaprovocación para que surja la furia;un deseo perverso como el ritmoensordecedor que imprime el alco-hol a la cultura de los negros1».

6.– LAS BANDERILLAS.– SánchezMejías era un verdadero maestroen esta suerte; dejémosle en eluso de la palabra: «Las banderi-llas son las flores que el torerofácil, el torero dominador, eltorero seguro pone esquivando lamuerte. Es una suerte a cuerpolimpio; es la manifestación poé-tica del lidiador que la practica».No es, según él, ni común, niefectiva, ni útil, Es sólo underroche de alegría infantil, quese descara inconscientementecon el peligro». Puntualiza Igna-cio: «Si son de fuego (hoy no seusan; el castigo de los mansos esel arponcillo más incisivo: ban-derillas negras), son una provo-cación a la furia, un deseo per-verso, como el ritmo enloquece-dor que imprime el alcohol a lacultura de los negros». (El torerono olvida que está hablando enNueva York, donde existe unaconciencia especial, de peligro,hacia los no siempre tranquilosvecinos de Harlem).

1 No hay que olvidar que la conferencia laredacta cuando García Lorca compone su Poetaen Nueva York. Ambos se mantienen receptivos ala dramática segregación racial norteamericana.

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barata e incómoda que casi siem-pre está a la izquierda de la Pre-sidencia y la frecuenta el pueblo.La sombra es la localidad cara,confortable y presumida, a laderecha, y la frecuenta la aristo-cracia, los militares, el clero y lasmujeres. Las mujeres en todoslos espectáculos de la vida tien-den a acomodarse a la sombra,entre el clero y la aristocracia,frente al pueblo. Si alguna vez sesubleva contra la tradición salta,por encima de la barrera, al ruedoentregándose sola a la lidia».

«La Tauromaquia está pre-sente desde el pasado. Así, cuan-do la civilización romana agoni-zaba por falta de virilidad y sobrade sentimiento caritativo, porapego o egoísmo de la vida ymiedo a la muerte, sale de loschiqueros del centro de Europa eltoro negro de los bárbaros, eltoro sanguinario de los germa-nos. La lidia es el único arte queconoce reglas para la evolución ypara la revolución».

toros o turista incompetente–Sánchez Mejías lo ve ya sentadoen el graderío. «Va –resume– alsol o a la sombra». Recurriendo aun símil político, aclara: «El soles la entrada barata e incómoda;está casi siempre situada a laizquierda de la presidencia; lafrecuenta el pueblo. La sombraes la localidad cara, confortabley presumida, a la derecha de lapresidencia; la frecuentan la aris-tocracia, los militares, el clero ylas mujeres. Las mujeres entodos los espectáculos de la vidatienden a acomodarse a la som-bra, entre los clérigos y los aris-tócratas, frente al pueblo. Sialguna vez, olvidando la tradi-ción, saltan por encima de labarrera al ruedo, se entregansolas. Cuando una civilizaciónrompe sus moldes, una fábricacierra, cuando la civilizaciónromana agoniza, por ejemplo,por falta de virilidad, por sobrade sentimientos caritativos, poregoísmo de la vida, por miedo ala muerte, nada de particulartiene que salga por los chiquerosde Europa el toro negro de losbárbaros o el toro sanguinario delos germanos».

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).

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)54

barata e incómoda que casi siem-pre está a la izquierda de la Pre-sidencia y la frecuenta el pueblo.La sombra es la localidad cara,confortable y presumida, a laderecha, y la frecuenta la aristo-cracia, los militares, el clero y lasmujeres. Las mujeres en todoslos espectáculos de la vida tien-den a acomodarse a la sombra,entre el clero y la aristocracia,frente al pueblo. Si alguna vez sesubleva contra la tradición salta,por encima de la barrera, al ruedoentregándose sola a la lidia».

«La Tauromaquia está pre-sente desde el pasado. Así, cuan-do la civilización romana agoni-zaba por falta de virilidad y sobrade sentimiento caritativo, porapego o egoísmo de la vida ymiedo a la muerte, sale de loschiqueros del centro de Europa eltoro negro de los bárbaros, eltoro sanguinario de los germa-nos. La lidia es el único arte queconoce reglas para la evolución ypara la revolución».

toros o turista incompetente–Sánchez Mejías lo ve ya sentadoen el graderío. «Va –resume– alsol o a la sombra». Recurriendo aun símil político, aclara: «El soles la entrada barata e incómoda;está casi siempre situada a laizquierda de la presidencia; lafrecuenta el pueblo. La sombraes la localidad cara, confortabley presumida, a la derecha de lapresidencia; la frecuentan la aris-tocracia, los militares, el clero ylas mujeres. Las mujeres entodos los espectáculos de la vidatienden a acomodarse a la som-bra, entre los clérigos y los aris-tócratas, frente al pueblo. Sialguna vez, olvidando la tradi-ción, saltan por encima de labarrera al ruedo, se entregansolas. Cuando una civilizaciónrompe sus moldes, una fábricacierra, cuando la civilizaciónromana agoniza, por ejemplo,por falta de virilidad, por sobrade sentimientos caritativos, poregoísmo de la vida, por miedo ala muerte, nada de particulartiene que salga por los chiquerosde Europa el toro negro de losbárbaros o el toro sanguinario delos germanos».

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La Tauromaquia. Texto de la conferencia pronunciada, por el matador... 57

de los gritos de una civilizaciónindefensa. Una civilización desam-parada porque había olvidado laciencia de la Tauromaquia, la cien-cia de la lidia del toro que es laciencia de la Vida».

12.– LA CRUELDAD DE LAS CORRI-DAS.– «No tengo inconvenienteen que se clasifiquen a las corri-das de toros entre las crueldadesuniversales. Pero es necesario quesepa todo el mundo que el toro esuna fiera. El día que la curiosidadmundial descubra ese pequeñodetalle se hablará en otro tono denuestras corridas de toros, depor-te viril de una raza que hizo, deeste planeta que habitamos, unpaseo militar porque estaba acos-tumbrada, como observó Rousse-au, a jugar con la muerte entre loscuernos de los toros bravos. Eltoro bravo no sirve nada más quepara la emoción y la belleza de lacreación artística a que da lugar:la lidia. Existe un principio teoló-gico que afirma que el animal fuecreado por Dios para regalo delhombre y cada cual debe utilizar-lo a su gusto. Hay quien lo comey hay quien lo torea.

En verdad, en la realizaciónde las corridas de toros, la cruel-

fuera de Miura, pasea su furia porel mundo, en medio de los gritosde una civilización indefensa».

12.– LA CRUELDAD DE LA FIESTA.–Ignacio, comprendiendo que lascorridas de toros figuran entre «lascrueldades universales», explica asu auditorio, formado en granparte por estudiantes americanos oanglosajones: «Pero es necesarioque sepa todo el mundo que el toroes una fiera; el día que la curiosi-dad del mundo repare en estepequeño detalle se hablará en otrotono de nuestras corridas de toros,de ese deporte viril de una raza,que hizo de este planeta que habi-tamos un paseo, porque nos haacostumbrado a jugar con la muer-te, entre los cuernos de los torosbravos. En resumidas cuentas: eltoro bravo sólo sirve para la crea-ción artística a que da lugar, conuna lidia de tal emoción y bellezaque aunque el toro fuese una palo-mita tendría su justificación».

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)56

11.– LA BRAVURA.– «El toro bravotiene un sitio para nacer lo mismoque el petróleo tiene un lugar parabrotar. La fiereza al toro se la da la“yerba” que nace del suelo y estoes cierto hasta tal extremo quecuando una ganadería entera cam-bia de lugar, aun dentro de lamisma España, pocas generacionesdespués pierde en bravura lo quegana en mansedumbre. Sus toros, apoco, no embestirán ni acometeránpor nada ni por nadie: ya se lesencierre o se les deje en libertad, yase les obligue o se les consienta, yase les moleste o se les acaricie.Insisto en esto porque es de vitalimportancia. Lo sabemos nosotrospero la mayoría de los extranjeroslo ignoran. Al toro bravo se le cam-bia de pasto y a los veinte añosnace manso. Por el contrario, si altoro manso se le lleva a los terrenosdel toro bravo, a los veinte años esuna fiera que tiene instinto dematar. El toro bravo de Andalucíase lleva a los terrenos de Inglaterrao Norteamérica y a los veinte añosse deja acariciar por el hombre. Eltoro inglés o norteamericano selleva a Andalucía y en veinte gene-raciones embiste como si fuera unmiura y si retornara a su país deorigen pasearía su furia en medio

11.– LA BRAVURA DEL TORO.– Eltorero conferenciante sitúa al toroen su lógico hábitat. «Tiene unsitio –explica– donde nace; lomismo que el petróleo tiene unsitio donde brota. La fiereza deltoro la da la hierba que nace delsuelo, y a tal extremo es esto cier-to que, cuando una ganaderíaentera cambia de un lugar a otro,aun dentro de España, se hacemansa a la tercera generación. Lostoros no acometen y da lo mismoque se les encierre o se les deje enlibertad; se les obligue o no; se lesmoleste o se les acaricie». Insisteel conferenciante: «Es de vitalimportancia, para la ignoranciaextranjera, aclarar esto: al torobravo se le cambia de terreno y alos veinte años nace manso. Por elcontrario, al inofensivo se le llevaal terreno donde se cría el bravo ya los veinte años es una fiera,desarrolla su instinto de matar. Altoro bravo de Andalucía, de Casti-lla, de Navarra, se le lleva a Ingla-terra o a Norteamérica y acaba alos veinte años por dejarse acari-ciar por el hombre. Está civiliza-do. Y a la inversa, al astado ingléso norteamericano se le lleva a loscortijos andaluces y en variasgeneraciones embiste como si

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de los gritos de una civilizaciónindefensa. Una civilización desam-parada porque había olvidado laciencia de la Tauromaquia, la cien-cia de la lidia del toro que es laciencia de la Vida».

12.– LA CRUELDAD DE LAS CORRI-DAS.– «No tengo inconvenienteen que se clasifiquen a las corri-das de toros entre las crueldadesuniversales. Pero es necesario quesepa todo el mundo que el toro esuna fiera. El día que la curiosidadmundial descubra ese pequeñodetalle se hablará en otro tono denuestras corridas de toros, depor-te viril de una raza que hizo, deeste planeta que habitamos, unpaseo militar porque estaba acos-tumbrada, como observó Rousse-au, a jugar con la muerte entre loscuernos de los toros bravos. Eltoro bravo no sirve nada más quepara la emoción y la belleza de lacreación artística a que da lugar:la lidia. Existe un principio teoló-gico que afirma que el animal fuecreado por Dios para regalo delhombre y cada cual debe utilizar-lo a su gusto. Hay quien lo comey hay quien lo torea.

En verdad, en la realizaciónde las corridas de toros, la cruel-

fuera de Miura, pasea su furia porel mundo, en medio de los gritosde una civilización indefensa».

12.– LA CRUELDAD DE LA FIESTA.–Ignacio, comprendiendo que lascorridas de toros figuran entre «lascrueldades universales», explica asu auditorio, formado en granparte por estudiantes americanos oanglosajones: «Pero es necesarioque sepa todo el mundo que el toroes una fiera; el día que la curiosi-dad del mundo repare en estepequeño detalle se hablará en otrotono de nuestras corridas de toros,de ese deporte viril de una raza,que hizo de este planeta que habi-tamos un paseo, porque nos haacostumbrado a jugar con la muer-te, entre los cuernos de los torosbravos. En resumidas cuentas: eltoro bravo sólo sirve para la crea-ción artística a que da lugar, conuna lidia de tal emoción y bellezaque aunque el toro fuese una palo-mita tendría su justificación».

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11.– LA BRAVURA.– «El toro bravotiene un sitio para nacer lo mismoque el petróleo tiene un lugar parabrotar. La fiereza al toro se la da la“yerba” que nace del suelo y estoes cierto hasta tal extremo quecuando una ganadería entera cam-bia de lugar, aun dentro de lamisma España, pocas generacionesdespués pierde en bravura lo quegana en mansedumbre. Sus toros, apoco, no embestirán ni acometeránpor nada ni por nadie: ya se lesencierre o se les deje en libertad, yase les obligue o se les consienta, yase les moleste o se les acaricie.Insisto en esto porque es de vitalimportancia. Lo sabemos nosotrospero la mayoría de los extranjeroslo ignoran. Al toro bravo se le cam-bia de pasto y a los veinte añosnace manso. Por el contrario, si altoro manso se le lleva a los terrenosdel toro bravo, a los veinte años esuna fiera que tiene instinto dematar. El toro bravo de Andalucíase lleva a los terrenos de Inglaterrao Norteamérica y a los veinte añosse deja acariciar por el hombre. Eltoro inglés o norteamericano selleva a Andalucía y en veinte gene-raciones embiste como si fuera unmiura y si retornara a su país deorigen pasearía su furia en medio

11.– LA BRAVURA DEL TORO.– Eltorero conferenciante sitúa al toroen su lógico hábitat. «Tiene unsitio –explica– donde nace; lomismo que el petróleo tiene unsitio donde brota. La fiereza deltoro la da la hierba que nace delsuelo, y a tal extremo es esto cier-to que, cuando una ganaderíaentera cambia de un lugar a otro,aun dentro de España, se hacemansa a la tercera generación. Lostoros no acometen y da lo mismoque se les encierre o se les deje enlibertad; se les obligue o no; se lesmoleste o se les acaricie». Insisteel conferenciante: «Es de vitalimportancia, para la ignoranciaextranjera, aclarar esto: al torobravo se le cambia de terreno y alos veinte años nace manso. Por elcontrario, al inofensivo se le llevaal terreno donde se cría el bravo ya los veinte años es una fiera,desarrolla su instinto de matar. Altoro bravo de Andalucía, de Casti-lla, de Navarra, se le lleva a Ingla-terra o a Norteamérica y acaba alos veinte años por dejarse acari-ciar por el hombre. Está civiliza-do. Y a la inversa, al astado ingléso norteamericano se le lleva a loscortijos andaluces y en variasgeneraciones embiste como si

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quilamente del número de hom-bres que cada nación puede mataren un momento determinado,hablar de la crueldad de las corri-das de toros es ridículo. Dentrode las crueldades humanas no sepuede tomar nada, ni un pequeñodetalle de algo que compita enbelleza con la realización artísti-ca del toreo. Es verdad que muereel toro y que puede morir el tore-ro. Pero ¿cómo y por qué? El toromuere repleto de furia, de sober-bia, de rabia por matar. El torero,en cambio, vestido de seda y oro,sobre el amarillo del albero, bajolos rayos del sol, a cielo abierto,juega con la muerte que se leaproxima trazando círculos alre-dedor de su cintura. Matadores,toreros, hombres de los pueblosde España ¿por qué vais hacia lamuerte? ¡Hacia ella, hacia lamuerte por la gloria que es la ilu-sión que corre por la sangre, porel aplauso que es el premio de lalocura! Y, además, cuando todaslas posibilidades cierran al hom-bre del pueblo las puertas de lacelebridad, salta al ruedo a jugarsu aventura con la muerte ymuere, si es el caso, sonriendocontento, enseñando el arte de nomorir, el arte de la vida».

Fig. n.º 4.– Ignacio Sánchez Mejías,vestido de luces (García-Ramos yNarbona, 1988: 14).

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)58

dad es vista y no vista. La educa-ción artística de un individuo, deuna sociedad o de una nación nopuede improvisarse, es cuestiónde siglos. Por eso España, país deartistas, presencia las corridas detoros sin dar importancia a lasangre derramada porque, porencima de todo, están en juegovalores artísticos y vitales irre-nunciables. El torero se juega lavida a cara o cruz sin más venta-ja que su inteligencia. Todas lasventajas son del toro. El toro dis-pone de la muerte y tiene laintención de utilizarla. El toro esla bala que viene derecha amatarnos. La virtud del torero esno asustarse de la muerte. Laciencia de la tauromaquia consis-te en el arte de burlar la bala.

»Hablemos mucho más claro:antes de aceptar, sin más, lacrueldad de la corrida de toroshabrá que discutir sobre la gue-rra, sobre la caza, sobre el boxeoy otras muchas cosas que la cor-tesía me impide enumerar. Cuan-do la humanidad esté en un gradotal de civilización que no quedeninguna crueldad entonces seríacosa de hablar de suprimir lascorridas de toros. Pero mientraslos seres humanos hablen tran-

Fig. n.º 3.– Ignacio Sánchez Mejías,en su etapa de novillero (García-Ramos y Narbona, 1988: 57).

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quilamente del número de hom-bres que cada nación puede mataren un momento determinado,hablar de la crueldad de las corri-das de toros es ridículo. Dentrode las crueldades humanas no sepuede tomar nada, ni un pequeñodetalle de algo que compita enbelleza con la realización artísti-ca del toreo. Es verdad que muereel toro y que puede morir el tore-ro. Pero ¿cómo y por qué? El toromuere repleto de furia, de sober-bia, de rabia por matar. El torero,en cambio, vestido de seda y oro,sobre el amarillo del albero, bajolos rayos del sol, a cielo abierto,juega con la muerte que se leaproxima trazando círculos alre-dedor de su cintura. Matadores,toreros, hombres de los pueblosde España ¿por qué vais hacia lamuerte? ¡Hacia ella, hacia lamuerte por la gloria que es la ilu-sión que corre por la sangre, porel aplauso que es el premio de lalocura! Y, además, cuando todaslas posibilidades cierran al hom-bre del pueblo las puertas de lacelebridad, salta al ruedo a jugarsu aventura con la muerte ymuere, si es el caso, sonriendocontento, enseñando el arte de nomorir, el arte de la vida».

Fig. n.º 4.– Ignacio Sánchez Mejías,vestido de luces (García-Ramos yNarbona, 1988: 14).

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dad es vista y no vista. La educa-ción artística de un individuo, deuna sociedad o de una nación nopuede improvisarse, es cuestiónde siglos. Por eso España, país deartistas, presencia las corridas detoros sin dar importancia a lasangre derramada porque, porencima de todo, están en juegovalores artísticos y vitales irre-nunciables. El torero se juega lavida a cara o cruz sin más venta-ja que su inteligencia. Todas lasventajas son del toro. El toro dis-pone de la muerte y tiene laintención de utilizarla. El toro esla bala que viene derecha amatarnos. La virtud del torero esno asustarse de la muerte. Laciencia de la tauromaquia consis-te en el arte de burlar la bala.

»Hablemos mucho más claro:antes de aceptar, sin más, lacrueldad de la corrida de toroshabrá que discutir sobre la gue-rra, sobre la caza, sobre el boxeoy otras muchas cosas que la cor-tesía me impide enumerar. Cuan-do la humanidad esté en un gradotal de civilización que no quedeninguna crueldad entonces seríacosa de hablar de suprimir lascorridas de toros. Pero mientraslos seres humanos hablen tran-

Fig. n.º 3.– Ignacio Sánchez Mejías,en su etapa de novillero (García-Ramos y Narbona, 1988: 57).

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entonces, llega sanguinaria la cor-nada. A Don Quijote lo cogieronalgunos toros y entre ellos hubouno que estuvo a punto de matar-lo: el terrible toro del Norte. PeroDon Quijote no se deja matarfácilmente. Para eso tiene su arte,su Tauromaquia. Él sabe que cuan-do los toros son fuertes, son pode-rosos, lo mejor es cambiarlos deterreno. Cambiar los terrenos en eltoreo, llevar el toro de un sitio aotro, es renovar la lidia, abrir nue-vos horizontes a la vida que es elarte de torear. En el argot taurinoun tercio no es un tercio, sino unmedio. Cuando se dice cambiar eltoro de un tercio a otro, lo que sequiere en realidad decir es cam-biarlo de un medio al otro medio.Hablamos de una circunferenciaque es el ruedo de la plaza detoros. Don Quijote fue el primeroen descubrir que el mundo tenía laforma del ruedo, que el mundo eraredondo por los cuatro costados. Ycomo sabía torear, cuando vio queel toro le comía el terreno lo cam-bió de tercio o medio, más clara-mente, lo pasó de la mitad viejadel mundo a la otra mitad: lo trajoal Nuevo Mundo. Y eso sólo lopuede hacer quien sea capaz detorear a todos los toros en todos

te. Para evitarlo tiene su arte, sutauromaquia. Él sabe que cuandolos toros son fuertes, poderosos,lo mejor es cambiarlos de terre-no, llevarles de un sitio a otro,abriendo nuevos horizontes a lavida. Ése es el arte de torear. DonAlonso Quijano descubrió que elmundo tiene forma de ruedo; quees redondo por los cuatro costa-dos. Y como sabía torear, cuandovio que el toro le comía el terre-no, lo cambió de tercio; de lamitad vieja del mundo a la otramitad; a la mitad nueva delmundo. Y eso lo puede hacersolamente el que está acostum-brado a torear todos los toros entodos los terrenos. Así lo hizo él,aunque al precio de derramar susangre. Don Quijote ha regadomás de medio mundo con su san-gre, enseñando su arte, su arte deser siempre, de ser y de estar,eternamente, por los siglos de lossiglos, dormido y despierto. Atoda hora y en todo lugar».

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)60

13.– DON QUIJOTE Y SANCHO.–Don Quijote de la Mancha cuandosalta el toro a la arena le echa enci-ma a su amigo Rocinante, el caba-llo de los toros. ¡Don Quijote,todos los toreros rezan por ti paraque Dios te libre de una cornada!Nadie teme por Rocinante. DonQuijote sabe lidiar y librar el caba-llo, que es lo mismo que nadar yguardar la ropa. Ni para guardar laropa le sirve Sancho. SanchoPanza no cuida de la ropa, ni de lasuya ni de la de Don Quijote, por-que la ropa no se come y a él sólole interesa la comida. Sancho, másque motivo de la perturbación deDon Quijote, es su propio asesino.Sí, eso es lo que quiere sin darsecuenta: matarlo, suprimirlo. Alprimero que tiene que lidiar DonQuijote es a Sancho: su rémora, suancla. Sancho es la amargura deltriunfo de Don Quijote, el hachaque poda todas sus alegrías, todassus ilusiones. Don Quijote tiene elcuerpo lleno de heridas, de corna-das que le han dado los toros. Lostoros, no lo olvidemos, dan corna-das, hieren y matan. El toro es laMuerte. Por mucho que se sepa detoreo hay momentos en que no sepuede evitar la cogida, falla laregla o se equivoca el lidiador y,

13.– DON QUIJOTE Y LOS TOROS.–La segunda parte de su conferen-cia la dedicó Ignacio SánchezMejías a situar a don Quijote, elhéroe español por antonomasia, ya su antagonista y escudero, San-cho Panza, en el planeta de lostoros. Demostró, por supuesto,que había estudiado el tema afondo, empujando a los dos per-sonajes de ficción creados porCervantes en la arriesgada oca-sión de enfrentarse al toro bravo.Esboza el torero-conferencianteuna tesis interesante: afirma queel caballero manchego «sabelidiar y librar a su caballo de lacornada». «Sabe nadar y guardarla ropa, para lo que no sirve, encambio, su fiel criado, quien sólose preocupa de la comida. Es laperturbación de su amo. Su rémo-ra, su ancla. Es la amargura deltriunfo de su señor. El hacha quepoda todas sus alegrías, todas susilusiones. Don Quijote tiene sucuerpo lleno de heridas, de corna-das propinadas por los toros. Por-que el toro hiere y mata. Es lamuerte. Al hidalgo castellano lecogieron algunos toros y hubouno, el terrible toro del norte, quea punto estuvo de matarlo. Peroél no se dejaba atrapar fácilmen-

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entonces, llega sanguinaria la cor-nada. A Don Quijote lo cogieronalgunos toros y entre ellos hubouno que estuvo a punto de matar-lo: el terrible toro del Norte. PeroDon Quijote no se deja matarfácilmente. Para eso tiene su arte,su Tauromaquia. Él sabe que cuan-do los toros son fuertes, son pode-rosos, lo mejor es cambiarlos deterreno. Cambiar los terrenos en eltoreo, llevar el toro de un sitio aotro, es renovar la lidia, abrir nue-vos horizontes a la vida que es elarte de torear. En el argot taurinoun tercio no es un tercio, sino unmedio. Cuando se dice cambiar eltoro de un tercio a otro, lo que sequiere en realidad decir es cam-biarlo de un medio al otro medio.Hablamos de una circunferenciaque es el ruedo de la plaza detoros. Don Quijote fue el primeroen descubrir que el mundo tenía laforma del ruedo, que el mundo eraredondo por los cuatro costados. Ycomo sabía torear, cuando vio queel toro le comía el terreno lo cam-bió de tercio o medio, más clara-mente, lo pasó de la mitad viejadel mundo a la otra mitad: lo trajoal Nuevo Mundo. Y eso sólo lopuede hacer quien sea capaz detorear a todos los toros en todos

te. Para evitarlo tiene su arte, sutauromaquia. Él sabe que cuandolos toros son fuertes, poderosos,lo mejor es cambiarlos de terre-no, llevarles de un sitio a otro,abriendo nuevos horizontes a lavida. Ése es el arte de torear. DonAlonso Quijano descubrió que elmundo tiene forma de ruedo; quees redondo por los cuatro costa-dos. Y como sabía torear, cuandovio que el toro le comía el terre-no, lo cambió de tercio; de lamitad vieja del mundo a la otramitad; a la mitad nueva delmundo. Y eso lo puede hacersolamente el que está acostum-brado a torear todos los toros entodos los terrenos. Así lo hizo él,aunque al precio de derramar susangre. Don Quijote ha regadomás de medio mundo con su san-gre, enseñando su arte, su arte deser siempre, de ser y de estar,eternamente, por los siglos de lossiglos, dormido y despierto. Atoda hora y en todo lugar».

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13.– DON QUIJOTE Y SANCHO.–Don Quijote de la Mancha cuandosalta el toro a la arena le echa enci-ma a su amigo Rocinante, el caba-llo de los toros. ¡Don Quijote,todos los toreros rezan por ti paraque Dios te libre de una cornada!Nadie teme por Rocinante. DonQuijote sabe lidiar y librar el caba-llo, que es lo mismo que nadar yguardar la ropa. Ni para guardar laropa le sirve Sancho. SanchoPanza no cuida de la ropa, ni de lasuya ni de la de Don Quijote, por-que la ropa no se come y a él sólole interesa la comida. Sancho, másque motivo de la perturbación deDon Quijote, es su propio asesino.Sí, eso es lo que quiere sin darsecuenta: matarlo, suprimirlo. Alprimero que tiene que lidiar DonQuijote es a Sancho: su rémora, suancla. Sancho es la amargura deltriunfo de Don Quijote, el hachaque poda todas sus alegrías, todassus ilusiones. Don Quijote tiene elcuerpo lleno de heridas, de corna-das que le han dado los toros. Lostoros, no lo olvidemos, dan corna-das, hieren y matan. El toro es laMuerte. Por mucho que se sepa detoreo hay momentos en que no sepuede evitar la cogida, falla laregla o se equivoca el lidiador y,

13.– DON QUIJOTE Y LOS TOROS.–La segunda parte de su conferen-cia la dedicó Ignacio SánchezMejías a situar a don Quijote, elhéroe español por antonomasia, ya su antagonista y escudero, San-cho Panza, en el planeta de lostoros. Demostró, por supuesto,que había estudiado el tema afondo, empujando a los dos per-sonajes de ficción creados porCervantes en la arriesgada oca-sión de enfrentarse al toro bravo.Esboza el torero-conferencianteuna tesis interesante: afirma queel caballero manchego «sabelidiar y librar a su caballo de lacornada». «Sabe nadar y guardarla ropa, para lo que no sirve, encambio, su fiel criado, quien sólose preocupa de la comida. Es laperturbación de su amo. Su rémo-ra, su ancla. Es la amargura deltriunfo de su señor. El hacha quepoda todas sus alegrías, todas susilusiones. Don Quijote tiene sucuerpo lleno de heridas, de corna-das propinadas por los toros. Por-que el toro hiere y mata. Es lamuerte. Al hidalgo castellano lecogieron algunos toros y hubouno, el terrible toro del norte, quea punto estuvo de matarlo. Peroél no se dejaba atrapar fácilmen-

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Gallo, viejo torero y suegro mío,decía, explicando el movimientode la muleta a la hora de matar,que el que no hace la cruz se lolleva el Diablo, porque el toro esel mismo Demonio».

14.– LOS TOROS Y SANTA TERESA.–«Cuenta el Marqués de San Juande Piedras Albas, en su recientelibro sobre Santa Teresa y lostoros, que encontrándose la monjaen Medina del Campo ocupada enlos preparativos de una de sus fun-daciones, se le ocurrió poner encultivo un huerto propiedad de lafundación. En su pobreza demedios no sabía con qué labrar latierra y se le ocurrió pedir, a unhacendado rico del pueblo, un parde bueyes para el trabajo de la tie-rra. El hacendado, hombre incré-dulo y de mala condición, atendiócon hipocresía el deseo de SantaTeresa, diciéndole que estaba con-forme en regalarle dos bueyes conla única condición de ser ellamisma quien fuera a recogerlos yquien los unciera al yugo delarado. Teresa de Jesús no pusoinconveniente en aceptar y fue a lahacienda acompañada de un servi-dor del hacendado al que su jefehabía advertido que le diera un

14.– ¿UN MILAGRO?.– SánchezMejías habló a continuación de lostoros que no quieren que se lestoree; que embisten a la Fiesta. «Loque se dice poner una pica en Flan-des», resumió. Recordó la embesti-da incompresiva de algunos pontífi-ces de Roma contra la Fiesta enépoca de Felipe II, y cómo fueronfray Luis de León y los teólogossalmantinos quienes salieron endefensa de los toros. “Sabían quelas reglas o normas clásicas del bientorear las dan los ángeles; las deembestir, el demonio”. PuntualizóIgnacio: “Fernando el Gallo, elviejo torero, suegro mío, decíaexplicando la suerte de matar, queal que no hace en ese instante lacruz, se lo lleva el diablo porque eltoro es el Demonio”. Refirió tam-bién el incidente relatado por elerudito abulense Marqués de SanJuan de Piedras Albas en su libroSanta Teresa y los toros. Andaba lareformadora de Carmelo por Medi-na del Campo, cuando necesitó,

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)62

los terrenos. Don Quijote lo hizo yen el esfuerzo se abrieron sus heri-das y se derramó casi toda su san-gre. La sangre de Don Quijoteregando a más de medio mundo hahecho brotar su arte, su arte de ser,de ser siempre, de ser y estar, deestar eternamente por los siglos delos siglos, dormido y despierto, sinvacilaciones, dormido y despierto,a toda hora y en todo lugar.

»Hay toros que no quierenlidiar, que no quieren que se lestoree y embisten a la fiesta. Entrela muchedumbre humana, en unsentido figurado, es lo que se dicepicar alto o también poner unapica en Flandes. Una embestidafuriosa y malintencionada a lafiesta, fue la de Roma en tiemposde Felipe II. El Papa, no sé si unPío V o un Sixto V, tiró un “hacha-zo” al toreo y fue Fray Luis deLeón y los teólogos salmantinosquienes salieron en defensa denuestra tauromaquia. Ellos sabíanque las normas de torear las danlos ángeles y las de embestir lasdicta el demonio. Cuando alguientorea a la perfección se dice quetorea como los ángeles y cuandoun toro embiste con mala inten-ción se dice que es de la mismapiel del demonio. Fernando, el

Fig. n.º 5.– Ignacio Sánchez Mejías(García-Ramos y Narbona, 1988:192).

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Gallo, viejo torero y suegro mío,decía, explicando el movimientode la muleta a la hora de matar,que el que no hace la cruz se lolleva el Diablo, porque el toro esel mismo Demonio».

14.– LOS TOROS Y SANTA TERESA.–«Cuenta el Marqués de San Juande Piedras Albas, en su recientelibro sobre Santa Teresa y lostoros, que encontrándose la monjaen Medina del Campo ocupada enlos preparativos de una de sus fun-daciones, se le ocurrió poner encultivo un huerto propiedad de lafundación. En su pobreza demedios no sabía con qué labrar latierra y se le ocurrió pedir, a unhacendado rico del pueblo, un parde bueyes para el trabajo de la tie-rra. El hacendado, hombre incré-dulo y de mala condición, atendiócon hipocresía el deseo de SantaTeresa, diciéndole que estaba con-forme en regalarle dos bueyes conla única condición de ser ellamisma quien fuera a recogerlos yquien los unciera al yugo delarado. Teresa de Jesús no pusoinconveniente en aceptar y fue a lahacienda acompañada de un servi-dor del hacendado al que su jefehabía advertido que le diera un

14.– ¿UN MILAGRO?.– SánchezMejías habló a continuación de lostoros que no quieren que se lestoree; que embisten a la Fiesta. «Loque se dice poner una pica en Flan-des», resumió. Recordó la embesti-da incompresiva de algunos pontífi-ces de Roma contra la Fiesta enépoca de Felipe II, y cómo fueronfray Luis de León y los teólogossalmantinos quienes salieron endefensa de los toros. “Sabían quelas reglas o normas clásicas del bientorear las dan los ángeles; las deembestir, el demonio”. PuntualizóIgnacio: “Fernando el Gallo, elviejo torero, suegro mío, decíaexplicando la suerte de matar, queal que no hace en ese instante lacruz, se lo lleva el diablo porque eltoro es el Demonio”. Refirió tam-bién el incidente relatado por elerudito abulense Marqués de SanJuan de Piedras Albas en su libroSanta Teresa y los toros. Andaba lareformadora de Carmelo por Medi-na del Campo, cuando necesitó,

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los terrenos. Don Quijote lo hizo yen el esfuerzo se abrieron sus heri-das y se derramó casi toda su san-gre. La sangre de Don Quijoteregando a más de medio mundo hahecho brotar su arte, su arte de ser,de ser siempre, de ser y estar, deestar eternamente por los siglos delos siglos, dormido y despierto, sinvacilaciones, dormido y despierto,a toda hora y en todo lugar.

»Hay toros que no quierenlidiar, que no quieren que se lestoree y embisten a la fiesta. Entrela muchedumbre humana, en unsentido figurado, es lo que se dicepicar alto o también poner unapica en Flandes. Una embestidafuriosa y malintencionada a lafiesta, fue la de Roma en tiemposde Felipe II. El Papa, no sé si unPío V o un Sixto V, tiró un “hacha-zo” al toreo y fue Fray Luis deLeón y los teólogos salmantinosquienes salieron en defensa denuestra tauromaquia. Ellos sabíanque las normas de torear las danlos ángeles y las de embestir lasdicta el demonio. Cuando alguientorea a la perfección se dice quetorea como los ángeles y cuandoun toro embiste con mala inten-ción se dice que es de la mismapiel del demonio. Fernando, el

Fig. n.º 5.– Ignacio Sánchez Mejías(García-Ramos y Narbona, 1988:192).

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león y el tigre, a quienes, por otraparte, acomete y vence cuando aellos se enfrenta. El toro de castadel sur de España ha vencido enmuchas peleas públicas al león yal tigre. No sirve para el trabajoporque acomete y mata al hombre,embiste por naturaleza, lleva lafuria en la sangre, en la sangre ela-borada como ya se dijo, por lahierba de las marismas del Gua-dalquivir y, más allá, de las dehe-sas salmantinas o de las vertientesdel Guadarrama».

16.– EL TRIUNFO DEL PUEBLO TORE-RO.– Rechazada esta compasivapreocupación, digámoslo, de unavez por todas, el toreo no es unacrueldad sino un milagro. Es larepresentación dramática deltriunfo de la Vida sobre la Muertey aunque algunas veces, tal comoen la tragedia griega, mueran eltoro, el hombre y el caballo, elcontenido artístico de la lidia bri-lla sobre el instante y perdura porlos siglos. Es el pueblo el quequiere ser torero porque quierevivir, es el que quiere torear por-que quiere hacer milagros. Sonsucesos que suelen registrar lospoetas. Así a la muerte de Joselitoel Gallo le cantó Rafael Alberti:

gran belleza y emoción; un espec-táculo sin igual. Hay un principioteológico que mantiene cómo elanimal fue creado por Dios pararegalo del hombre, y cada cual loutiliza a su gusto. Hay quien se locome; hay quien lo torea».

Todavía, antes de poner puntofinal a su disertación, Ignacio vol-vió sobre el tema de la crueldad dela Fiesta. El público le había segui-do con suma atención, y no queríaperderse sus últimas consideracio-nes. «España, país de artistas –dijoel torero – de cuya sensibilidad nopuede dudarse, presencia las corri-das de toros sin darle importancia ala sangre, porque hay otros valoresimplicados en la Fiesta. España,Roma, Grecia, van a la plaza, alcirco, al Olimpo, y enseñan, en lapuerta, su certificado o credencialde educación artística. El torero sejuega la vida a cara o cruz, sin másventaja que su inteligencia. Lasuperioridad física es del toro, quedispone de la muerte, y tiene laintención de utilizarla. El toro es labala segura que viene derecha amatarnos. La virtud del torero estáen no asustarse de la muerte.

A la hora de hacer un recuentode «las crueldades universales» eltorero-conferenciante habló de la

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toro bravo que se hallaba entre losbueyes mansos. La Santa llamó altoro por su nombre Berrendo, ypuso su mano sobre el testuz de lafiera. Ante el asombro de todos loscriados presentes, lo unció dulce-mente al yugo como si se tratara deun corderillo. En este milagro, ver-dadero milagro atestiguado, SantaTeresa de Jesús no hizo más quedar un buen pase de muleta. Unpase de muleta no al toro queembiste sino al dueño del toro, alDemonio. Porque el toro es el ver-dadero Demonio y para librarse deél hace falta hacer la cruz con lamuleta y el estoque, obligándolo ahumillar la cabeza y hundirle laespada en el morrillo, matarlo.Matar al toro es matar a la Muertey al Demonio».

15.– LA FIEREZA DE LOS TOROS

BRAVOS.–«Hay toros bravos ytoros mansos. Eso lo sabemosnosotros pero la mayoría de losextranjeros lo ignoran. Se cree queal toro se le obliga a embestir con-tra su voluntad, otros piensan quees un toro que robamos a la agri-cultura porque su gusto sería tra-bajar y no embestir. Esto es falso yhay que acabar con este prejuicio.El toro bravo es una fiera como el

para poner en cultivo un huerto, unbuey que tirase del arado. Se lopidió a un rico hacendado, malin-tencionado, quien decidió dar unsusto a la monja, regalándole untoro bravo. Pero cuando la futurasanta se presentó y llamó al animalpor su nombre –Berrendo se llama-ba– el cornúpeta acudió mansa-mente y humilló la cabeza para queTeresa lo unciera en el yugo. «Fueun milagro. Un pase de muleta no altoro, sino al que hasta ese momentohabía sido su dueño: el Demonio».El torero y conferenciante volvió asu inicial cantinela, para disiparequívocos. «Se cree que el toroembiste contra su voluntad; que esun animal arrebatado a la agricultu-ra; porque su gusto sería trabajar yno embestir. Y esto es falso, y hayque destruir tal aserto. El torobravo es una fiera, como el león yel tigre. No sirve para el trabajoporque acomete y mata. Embistepor naturaleza; lleva la furia en lasangre, elaborada por la hierba, enlas marismas del Guadalquivir, enlas dehesas salmantinas o en lasvertientes del Guadarrama».

Sánchez Mejías insistía: «Eltoro bravo no sirve más que para lascreaciones artísticas a que da lugarcon su lidia, que son, por cierto, de

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león y el tigre, a quienes, por otraparte, acomete y vence cuando aellos se enfrenta. El toro de castadel sur de España ha vencido enmuchas peleas públicas al león yal tigre. No sirve para el trabajoporque acomete y mata al hombre,embiste por naturaleza, lleva lafuria en la sangre, en la sangre ela-borada como ya se dijo, por lahierba de las marismas del Gua-dalquivir y, más allá, de las dehe-sas salmantinas o de las vertientesdel Guadarrama».

16.– EL TRIUNFO DEL PUEBLO TORE-RO.– Rechazada esta compasivapreocupación, digámoslo, de unavez por todas, el toreo no es unacrueldad sino un milagro. Es larepresentación dramática deltriunfo de la Vida sobre la Muertey aunque algunas veces, tal comoen la tragedia griega, mueran eltoro, el hombre y el caballo, elcontenido artístico de la lidia bri-lla sobre el instante y perdura porlos siglos. Es el pueblo el quequiere ser torero porque quierevivir, es el que quiere torear por-que quiere hacer milagros. Sonsucesos que suelen registrar lospoetas. Así a la muerte de Joselitoel Gallo le cantó Rafael Alberti:

gran belleza y emoción; un espec-táculo sin igual. Hay un principioteológico que mantiene cómo elanimal fue creado por Dios pararegalo del hombre, y cada cual loutiliza a su gusto. Hay quien se locome; hay quien lo torea».

Todavía, antes de poner puntofinal a su disertación, Ignacio vol-vió sobre el tema de la crueldad dela Fiesta. El público le había segui-do con suma atención, y no queríaperderse sus últimas consideracio-nes. «España, país de artistas –dijoel torero – de cuya sensibilidad nopuede dudarse, presencia las corri-das de toros sin darle importancia ala sangre, porque hay otros valoresimplicados en la Fiesta. España,Roma, Grecia, van a la plaza, alcirco, al Olimpo, y enseñan, en lapuerta, su certificado o credencialde educación artística. El torero sejuega la vida a cara o cruz, sin másventaja que su inteligencia. Lasuperioridad física es del toro, quedispone de la muerte, y tiene laintención de utilizarla. El toro es labala segura que viene derecha amatarnos. La virtud del torero estáen no asustarse de la muerte.

A la hora de hacer un recuentode «las crueldades universales» eltorero-conferenciante habló de la

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toro bravo que se hallaba entre losbueyes mansos. La Santa llamó altoro por su nombre Berrendo, ypuso su mano sobre el testuz de lafiera. Ante el asombro de todos loscriados presentes, lo unció dulce-mente al yugo como si se tratara deun corderillo. En este milagro, ver-dadero milagro atestiguado, SantaTeresa de Jesús no hizo más quedar un buen pase de muleta. Unpase de muleta no al toro queembiste sino al dueño del toro, alDemonio. Porque el toro es el ver-dadero Demonio y para librarse deél hace falta hacer la cruz con lamuleta y el estoque, obligándolo ahumillar la cabeza y hundirle laespada en el morrillo, matarlo.Matar al toro es matar a la Muertey al Demonio».

15.– LA FIEREZA DE LOS TOROS

BRAVOS.–«Hay toros bravos ytoros mansos. Eso lo sabemosnosotros pero la mayoría de losextranjeros lo ignoran. Se cree queal toro se le obliga a embestir con-tra su voluntad, otros piensan quees un toro que robamos a la agri-cultura porque su gusto sería tra-bajar y no embestir. Esto es falso yhay que acabar con este prejuicio.El toro bravo es una fiera como el

para poner en cultivo un huerto, unbuey que tirase del arado. Se lopidió a un rico hacendado, malin-tencionado, quien decidió dar unsusto a la monja, regalándole untoro bravo. Pero cuando la futurasanta se presentó y llamó al animalpor su nombre –Berrendo se llama-ba– el cornúpeta acudió mansa-mente y humilló la cabeza para queTeresa lo unciera en el yugo. «Fueun milagro. Un pase de muleta no altoro, sino al que hasta ese momentohabía sido su dueño: el Demonio».El torero y conferenciante volvió asu inicial cantinela, para disiparequívocos. «Se cree que el toroembiste contra su voluntad; que esun animal arrebatado a la agricultu-ra; porque su gusto sería trabajar yno embestir. Y esto es falso, y hayque destruir tal aserto. El torobravo es una fiera, como el león yel tigre. No sirve para el trabajoporque acomete y mata. Embistepor naturaleza; lleva la furia en lasangre, elaborada por la hierba, enlas marismas del Guadalquivir, enlas dehesas salmantinas o en lasvertientes del Guadarrama».

Sánchez Mejías insistía: «Eltoro bravo no sirve más que para lascreaciones artísticas a que da lugarcon su lidia, que son, por cierto, de

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ñoles. Toda su fortuna la ganó conlos toros, la hizo toreando, lidian-do al peligro, a la muerte, a laNada. Triunfa Don Quijote de lostoros aun a costa de Sancho, suenemigo. Sancho Panza es elmayor enemigo de la Tauroma-quia porque en ella es el estóma-go lo que más peligra. Las corna-das en el vientre son mortales denecesidad. Y Sancho no quieremorir nunca. Don Quijote toreacon la izquierda y con la derecha,pica y banderillea, lidia y mata. Aesta lucha eterna se llama lidiar otorear un cuerno que quiere cla-varnos la punta de su muerte».

* * *

las puertas de la celebridad, el hom-bre del pueblo salta al ruedo a jugarsu aventura con la muerte, y mueresonriendo contento, señalando elarte de no morir; el arte de la vida».

Ignacio recordó, de nuevo,antes de terminar, que el toreo no esuna crueldad, «sino un milagro».«En todo milagro –añadió– inter-viene el pueblo. Y cuando el toreromuere en la plaza, el pueblo se echaal redondel a recoger su cadáver ylo guarda hasta el día de su resu-rrección, hasta el día en que Dios loreclama a su lado, en la Gloria. Esun suceso registrado por los poetas.A la muerte de Joselito el Gallodedicó Rafael Alberti estos versos:

«Cuatro arcángeles bajaban y abriendo surcos de flores, al rey de los matadores en hombros se lo llevaban.

Virgen de la Macarena,mírame tu cómo vengo, tan sin sangre que ya tengo blanca mi color morena.»

Era el poema escrito por elpoeta gaditano, leído por élmismo, en el Teatro Cervantes, deSevilla, dos años antes.

* * *

García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)66

«Cuatro arcángeles bajaban y abriendo surcos de flores, al rey de los matadores en hombros se lo llevaban.

»Virgen de la Macarena, mírame tú como vengo, tan sin sangre, que ya tengo blanca mi color morena».

17.– LA PLAZA DEL MUNDO.– «Elmundo entero es una enormeplaza de toros donde el que notorea, embiste. Esto es todo. Dosinmensos bandos: manadas detoros y muchedumbres de hom-bres, y en consecuencia, es lalucha por nuestra propia vida laque nos obliga a torear. Nuncapuede decirse que el público noactúa pues siempre tiene su turno.Al público lo forman todos cuan-tos están de vacaciones, pero cadaindividuo que lo constituye tienesu turno para bajar al ruedo delmundo. Hay que exceptuar, natu-ralmente, a Sancho Panza. SanchoPanza no es el actor sino el espec-tador eterno, estático y sin rostro.Sancho Panza es público puro, esel estómago del arte de torear.Don Quijote por el contrario es laperfección suma de la Tauroma-quia, el mejor de los toreros espa-

guerra, la caza, el boxeo «y de otrasmuchas cosas que la cortesía –dijo–me impide enumerar». «Cuando lahumanidad –añadió– esté en ungrado tal de civilización que noquede rastro de ninguna crueldad,entonces sería cosa de hablar de lasupresión de las corridas de toros.Pero mientras los hombres señalentranquilamente el número de sereshumanos que cada nación puedematar en un momento determinado,hablar de acabar con las corridas detoros es ridículo.

»No se puede hallar un detalle(se refiere Ignacio a otras cruelda-des humanas) que compita en belle-za con la realización artística deltoreo. Es verdad que muere el toro ypuede morir el torero. Pero, ¿cómo?¿Y, por qué? El toro muere repletode furia, de soberbia, de odio pormatar. El torero, vestido de seda yoro, sobre el amarillo albero, bajolos rayos del sol a cielo abierto,lucha jugando con la muerte, quetraza círculos negros alrededor desu cintura.» Los hombres de lospueblos de España, afirmaba Sán-chez Mejías, van a morir «por lagloria que es la ilusión que corre porsu sangre; por el aplauso que es elpremio a su locura». Porque «cuan-do todas las posibilidades cierran

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ñoles. Toda su fortuna la ganó conlos toros, la hizo toreando, lidian-do al peligro, a la muerte, a laNada. Triunfa Don Quijote de lostoros aun a costa de Sancho, suenemigo. Sancho Panza es elmayor enemigo de la Tauroma-quia porque en ella es el estóma-go lo que más peligra. Las corna-das en el vientre son mortales denecesidad. Y Sancho no quieremorir nunca. Don Quijote toreacon la izquierda y con la derecha,pica y banderillea, lidia y mata. Aesta lucha eterna se llama lidiar otorear un cuerno que quiere cla-varnos la punta de su muerte».

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las puertas de la celebridad, el hom-bre del pueblo salta al ruedo a jugarsu aventura con la muerte, y mueresonriendo contento, señalando elarte de no morir; el arte de la vida».

Ignacio recordó, de nuevo,antes de terminar, que el toreo no esuna crueldad, «sino un milagro».«En todo milagro –añadió– inter-viene el pueblo. Y cuando el toreromuere en la plaza, el pueblo se echaal redondel a recoger su cadáver ylo guarda hasta el día de su resu-rrección, hasta el día en que Dios loreclama a su lado, en la Gloria. Esun suceso registrado por los poetas.A la muerte de Joselito el Gallodedicó Rafael Alberti estos versos:

«Cuatro arcángeles bajaban y abriendo surcos de flores, al rey de los matadores en hombros se lo llevaban.

Virgen de la Macarena,mírame tu cómo vengo, tan sin sangre que ya tengo blanca mi color morena.»

Era el poema escrito por elpoeta gaditano, leído por élmismo, en el Teatro Cervantes, deSevilla, dos años antes.

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García Ramos y Narbona (derch.) y Pedro Romero de Solís (izqd.)66

«Cuatro arcángeles bajaban y abriendo surcos de flores, al rey de los matadores en hombros se lo llevaban.

»Virgen de la Macarena, mírame tú como vengo, tan sin sangre, que ya tengo blanca mi color morena».

17.– LA PLAZA DEL MUNDO.– «Elmundo entero es una enormeplaza de toros donde el que notorea, embiste. Esto es todo. Dosinmensos bandos: manadas detoros y muchedumbres de hom-bres, y en consecuencia, es lalucha por nuestra propia vida laque nos obliga a torear. Nuncapuede decirse que el público noactúa pues siempre tiene su turno.Al público lo forman todos cuan-tos están de vacaciones, pero cadaindividuo que lo constituye tienesu turno para bajar al ruedo delmundo. Hay que exceptuar, natu-ralmente, a Sancho Panza. SanchoPanza no es el actor sino el espec-tador eterno, estático y sin rostro.Sancho Panza es público puro, esel estómago del arte de torear.Don Quijote por el contrario es laperfección suma de la Tauroma-quia, el mejor de los toreros espa-

guerra, la caza, el boxeo «y de otrasmuchas cosas que la cortesía –dijo–me impide enumerar». «Cuando lahumanidad –añadió– esté en ungrado tal de civilización que noquede rastro de ninguna crueldad,entonces sería cosa de hablar de lasupresión de las corridas de toros.Pero mientras los hombres señalentranquilamente el número de sereshumanos que cada nación puedematar en un momento determinado,hablar de acabar con las corridas detoros es ridículo.

»No se puede hallar un detalle(se refiere Ignacio a otras cruelda-des humanas) que compita en belle-za con la realización artística deltoreo. Es verdad que muere el toro ypuede morir el torero. Pero, ¿cómo?¿Y, por qué? El toro muere repletode furia, de soberbia, de odio pormatar. El torero, vestido de seda yoro, sobre el amarillo albero, bajolos rayos del sol a cielo abierto,lucha jugando con la muerte, quetraza círculos negros alrededor desu cintura.» Los hombres de lospueblos de España, afirmaba Sán-chez Mejías, van a morir «por lagloria que es la ilusión que corre porsu sangre; por el aplauso que es elpremio a su locura». Porque «cuan-do todas las posibilidades cierran