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psicoperspectivas de una reflexión

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Resiliencia

psicoperspectivas de una reflexión

©Marlyn Martínez - 2016.

ISBN: 978-980-7723-23-7Deposito Legal: ZU2016000194

Editor: Víctor InciarteE-mail: [email protected]: +584124191740Maracaibo – Venezuela

Editorial INVER-E-GROUP VENEZUELA C.A.Maracaibo – Venezuela.

TODOS LOS DERECHOS RESERVADO.

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DedicatoriaHoy Dios te dedico a ti este sueño,

Te doy gracias por tu sabiduría infinita,

Por enseñarme que cada día de vida que me das tiene un sentido y horizonte,

Por la pasión que has puesto en mi co-razón para ser lo que hoy soy.

A mi hija, a mi madre, a mi hermano,

A mi tío Alberth Manotas por todo su ca-riño dado cuando estuvo con nosotros,

A mis docentes que cada uno con su enseñanza han dado en mi frutos de gran conocimiento y labor.

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AgradecimientosA mi madre Merle Manotas Ariza, por su apoyo in-

condicional para el cumplimiento de mis sueños profesio-nales, que día tras día ha fomentado en nosotros sus hijos el plantearnos grandes logros como principio de vida.

A mi hija Jaira Dayana Medina Martínez por ser la hija comprensiva en los tiempos y espacios en la construc-ción de este sueño.

A mi hermano Eduardo Luis Martínez Manotas por sus ideas y opiniones de fortaleza para seguir en la vida con la construcción de este sueño.

A mi abuela Carmen Ariza de Manotas por su apoyo ante las dificultades en la construcción de este sueño.

Al Doctor Carlos Arturo Robles Julio por brindarme un espacio que me ha permitido aprender de la vida y de la labor de un buen profesional, que siempre debe tener una visión del mundo sin fronteras y con la firme convic-ción de que se puede aportar al mundo grandes ideas.

A mis compañeras de trabajo Belkis Vanegas y Ledis Campo por enseñarme sus experiencias y conocimientos sin límite alguno, el apoyo y el cariño que surgió en un viaje a buenos aires argentina y hoy somos un equipo de trabajo.

Y a Dios por darme salud para escribir lo que me ha permitido ver y conocer de todos y cada uno de ustedes.

Marlyn Dayana Martínez Manotas

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Indice

Dedicatoria 7Agradecimientos 9Introducción 19

Capítulo - 1 - La Resiliencia

una perspectiva teórica ante situaciones adversas

1. Evolución de la Resiliencia, definiciones 31

2. Desarrollo histórico del proceso 36

3. Fundamentos psicológicos de la Resiliencia 43

4. Factores de la personalidad a la Resiliencia 45

5. Temperamento y Resiliencia 46

6. Aplicación de la Resiliencia 49

7. Métodos de medición 54

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7.1. Medición de adversidad 56 a) Medición de riesgo a través de múltiples factores. 56 b) Situaciones de vida específica. 56 c) Constelación de múltiples riesgos. 577.2. Medición de adaptación positiva 57 a) Adaptación Según Factores Múltiples 57 b) Ausencia de Desajuste 58 c) Constelación de Adaptación 587.3. Medición del procesode Resiliencia 58 a) Modelos basados en variables 58 b) Modelo basado en individuos 59

8. Resiliencia Individual y Resiliencia Familiar 598.1. Factores que promueven la Resiliencia 608.2. Enfoques de la Resiliencia Familiar 61

9. Resiliencia en la intervención social 649.1. La intervención social en la Resiliencia Familiar 65 1. Aportaciones para los cambios en la orientación y metodologías de estudio en Resiliencia Familiar 66 2. Aportaciones para favorecer las estrategias de colaboración 67 3. Aportaciones para incorporar las redes de apoyos y procesos de autoayuda 679.2. Directrices de la intervención social en

la Resiliencia Familiar 68Capítulo - 2 -

La Resilienciadesde la perspectiva de la resolución

de conflictos

1. Atributos de la Resiliencia 801.1. Instropección 841.2. Independencia 841.3. Capacidad para relacionarse 851.4. Iniciativa 861.5. Humor 871.6. Creatividad 881.7. Moralidad 90

2. Factopres de la Resiliencia 912.1. Control 932.2. Propiedad 952.3. Aalcance 972.4. Duración 98

3. Componentes de la Resiliencia 1003.1. Desafío Cognitivo 1003.1.1. Cogniciones variables 1023.1.2. Cogniciones estables 1023.2. Desafío Estratégico 103

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4. Los problemas como desafío 1044.1. Creatividad aplicada a los problemas recurrentes 1064.2. Problemas recurrentes versus posibilidad 1084.2.1. Puntos fuertes del individuo 110

Capítulo - 3 -La Resiliencia

desde la perspectiva de la neurociencia

1. Sistema Nervioso Central, Resiliencia y Estres: El cerebro como órgano central en la respuesta al estres. 1181.1. Principales sistemas mediadores del estres 1191.2. Efecto del estres y de los glucocorticoides sobre el sistema nervioso central: Cambios hipocampales inducidos 120

2. Mecanismos Neurobiológicos involucrados en la Resiliencia en el Sistema Nervioso Central: Cambios estructurales en el tejido nervioso 1242.1. Mediadores Neuroquímicos de la plasticidad adaptativa: Resiliencia y Vulnerabilidad del Sistema Nervioso Central 1252.1.1. Neurotransmisores 1252.1.2. Hormonas 126

2.1.3. Neuropétidos 1272.2. Opioides Endógenos: Dinorfina 1292.2.1. Orexina o Hipocretina 1292.2.2. Vasopresina, Hormona Antidiurética 130

3. Factores genéticos y ambientales involucrados en la Resiliencia 1303.1. Factores genéticos 1313.2. Favtores Ambientales 131

4. Depresión, Resiliencia y Cognición 1324.1. Sesgos Cognitivos en la depresión 1344.3. Mecanismos cognitivos de la Resiliencia: Proceso de regulación emocional 139

5. Implicaciones terapéuticas de la Resiliencia 1425.1. Catecolaminas y Endolaminas 1445.2. Neurotrnasmisores Excitatorios 1455.3. Mediadores Intracelulares 1465.4. Hormonas 1475.5. Neurotofinas y Péptidos modulares 149

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Capítulo - 4 -La Resiliencia y la Vulnerabilidad

desde la perspectiva de la regulación emocional y psicopatológica

1. Regulación emocional 1551.1. Consecuencias de la Supresión y Reevaluación 156

2. Regulación emocional y Psicopatológica 157

3. Neurociencia afectiva y Regulación emocional 1593.1. Estilo afectivo 160

4. Regulación emocional y Estilo afectivo 162

5. Patrones de vulnerabilidad 163

Capítulo - 5 -Desarrollo Resiliente

Desde la perspectiva psicoanalítica

1. Resiliencia y Desarrollo Resiliente 175

2. Metapsicología del desarrollo resiliente 1812.1. Adversidad 182

2.2. Dimensión, Funcionamiento del Yo y mecanismos de defensa 1852.3. Funcionamiento psiquico global 1872.4. Dimensión vincular 188

3. Desarrollo Resiliente y Vicisitudes Subjetivas 191

4. Construcción de un modelo de Resiliencia 1974.1. Aplicación del modelo de Resiliencia 1994.2. Fortalecimiento del Sistema 201

Referencias Bibliográficas 205

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Introducción

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Marlyn Dayana Martiínez Manotas

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Desde hace mucho tiempo, la humanidad ha ob-servado con detenimiento que los seres humanos, lo-gran superar condiciones severamente adveras, per-mitiendo transformarlas en ventaja o estímulo para su desarrollo bio-psicosocial; a su vez, en las distin-tas esferas de las ciencias humanas, la tendencia fue a dar un mayor énfasis a los estados patológicos. Por este motivo, las investigaciones se fueron centrando en la descripción completa y exhaustiva de las enfer-medades, intentando describir o descubrir tanto las causas como los factores que pudiesen explicar los resultados negativos, no deseados y en tanto en lo que tuviese repercusión en lo biológico como lo men-tal.

Sin embargo, a pesar de los distintos esfuerzos realizados con este método, surgieron interrogantes sin respuestas; a menudo, las predicciones de resul-tados negativos que se realizaron en función a facto-res de riesgos que indicaban una alta probabilidad de daño, no se cumplían, es decir, la mayoría de los mo-delos teóricos resultaron insuficientes para explicar los fenómenos de la supervivencia humana, así como el desarrollo psicosocial del hombre.

Asimismo, la aplicación del enfoque de riesgo, ampliamente difundido en los programas de salud y en distintas investigaciones basadas en dicho mode-lo, mostraron la existencia de numerosos casos que se desarrollaban en forma normal, a pesar de cons-telaciones de factores que, en otros individuos, deter-minaban patología severas.

En este sentido, en 1992, la investigadora Emy Werner, quién estudio a un grupo de personas desde el nacimiento hasta los 40 años, notó que algunos niños con una aparente condena a padecer de proble-mas en el futuro, de considerarse todos los factores de riesgos que representaban, llegaron a ser exitosos,

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Con respecto a lo planteado, se presenta el Ca-pítulo 1, el cual se centra en la resiliencia desde una perspectiva teórica a situaciones adversas, en el cual se hace una revisión analítica sobre las teorías sur-gidas en las últimas tres décadas alrededor de la ca-pacidad que poseen los niños, niñas y adolescentes para afrontar situaciones adversas; a su vez, se hace un recorrido por las diferentes definiciones del con-cepto, clasificándolas según la relación que hacen los distintos autores. Se identifican dos momentos en la evolución teórica del enfoque y se analiza los funda-mentos psicológicos, los factores de personalidad y el temperamento, como categorías asociadas al concep-to de Resiliencia.

Asimismo, se recoge las implicaciones prácticas al programa que promueve la construcción de la re-siliencia, basados en el reconocimiento de la impor-tancia del entorno, comprendido por la familia, la comunidad y el Estado, en interacción continua con el ser; finalmente se presentan elementos comunes a los programas que se han desarrollado en los países Perú, Argentina y Brasil.

Por su parte, el Capítulo 2 identifica la Resilien-cia desde la perspectiva de la resolución de conflictos, el cual presenta los términos de atributos, factores y componentes de la resiliencia, así como de proveer una fuente de conocimiento y prácticas para tanto entender cómo enfrentar ciertos procesos o eventos particulares de la vida cotidiana, particularmente en la resolución de conflictos.

Visto así, la aplicación de los atributos de la re-siliencia como lo constituyen, la introspección, in-dependencia, capacidad para relacionarse, iniciativa, humor, creatividad, moralidad; así como sus factores cítese el control, propiedad, alcance, duración, po-drían traducirse en un incremento en la capacidad,

con familias estables, así como a contribuir de mane-ra positiva a la sociedad; algunos de ellos procedían de bajos estratos, de madres solteras adolescentes y de grupos étnicos postergados, además de tener ante-cedentes de bajo peso al nacer.

En efecto, la observación de los diferentes casos condujo a la investigadora en una primera etapa, al concepto de niños invulnerables, entendiéndose este como el desarrollo de personas sanas en circunstan-cias ambientales insanas; posteriormente, se vio que el concepto era un tanto extremo, en el cual, se po-dían cargar connotaciones biologicistas, con énfasis en el genético; se buscó entonces, una definición me-nos rígida y más global, que reflejase la posibilidad de enfrentar efectivamente, eventos estresantes severos y acumulativos, cambiándose a capacidad de afron-tar.

Por su parte, desde el decenio de los años ochen-ta, ha existido interés creciente por manejar informa-ción sobre aquellas personas que desarrollan com-petencias a pesar de estar involucrada a condiciones adversas o en circunstancias que aumenten las pro-babilidades de presentar patologías mentales o socia-les; se concluyó que el adjetivo resiliente, expresaba las características mencionadas anteriormente y que el sustantivo involucraba tal condición.

En relación a lo anterior, se presenta el presente libro, el cual recopila de manera clara en 5 capítu-los, la perspectiva de la resiliencia, que va desde una observación teórica, hasta el desarrollo de una resi-liencia, donde se muestra el crecimiento de las per-sonas que han presentado en diferentes ocasiones, situaciones adversas, el cual han sobrellevado cada situación.

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con bases biológicas y genéticas más fuertes como la esquizofrenia y los trastornos neurológicos, son ana-lizados en este fascículo, con el detalle, criterio y ca-pacidad que sus autores evidencian con profesionali-dad, competencia y autoridad.

Por otro lado, se presenta el Capítulo 4, enfoca-do a la resiliencia y la vulnerabilidad desde la pers-pectiva de la regulación emocional y psicopatológica, dónde se expresa que la regulación emocional es un elemento clave de la conducta emocional; más aun, los estudios de la neurociencia afectiva y la psicología del desarrollo han develado que la habilidad de regu-lación emocional es una fuente importante de psico-patología.

Sin embargo, se hace necesaria una aproxima-ción integradora entre aquellos programa de inves-tigación. Apoyados en los datos experimentales rele-vantes se presentan los fundamentos de un modelo acerca de la psicopatología. Considerando variables psicobiológicas (asimetrías cerebrales tónicas) y con-ductuales (habilidades de mentalización) proponemos un modelo de la vulnerabilidad/resiliencia; a su vez, se identifican los patrones de vulnerabilidad del mo-delo.

No obstante, se presenta el Capítulo 5, enfocado al desarrollo resiliente desde una perspectiva psicoa-nalítica, donde se presenta una perspectiva psicoana-lítica sobre el desarrollo resiliente, como un proceso de transformación subjetiva. Se describe la relación entre adversidad, vulnerabilidad y potencial transfor-mador activado por vínculos significativos.

Asimismo, este potencial es estudiado a partir de la noción metapsicológica de proceso terciario que es un dinamismo que articula lo inconsciente escindido con lo inconsciente reprimido, dentro de un modelo

productividad e innovación de los empleados en un contexto organizacional determinado.

Igualmente, se presenta el manejo de los compo-nentes de la resiliencia conformados por los Desafíos Cognitivos, específicamente cogniciones variables y cogniciones estables; Desafíos Estratégicos pertinente a la capacidad de reconstrucción continua, podrían favorecer o no a la persona o grupo de personas para adaptarse a la crisis y enfrentar efectivamente a la adversidad, tomando en cuenta los puntos fuertes del individuo dentro de las sociedades que se manejan.

En este caso, se expone el Capítulo 3, centrado en la resiliencia desde la perspectiva de la Neurocien-cia, en el cual, se analizan equilibradamente los me-canismos de resiliencia, desde sus niveles inferiores, moleculares, fisiológicos y bioquímicos, hasta los más altos, la resiliencia conductual en sus aspectos cogni-tivos y emocionales, pasando por las etapas interme-dias: el procesamiento de la información que ejerce el Sistema Nervioso Central (SNC) en sus redes y en los sectores anatómicos que lo conforman.

A su vez, la Resiliencia y vulnerabilidad resultan pues, de cambios plásticos, las huellas que va dejan-do la vida en el cerebro, la mente y el cuerpo, en una integración biopsicosocial que también incluye aspec-tos culturales de la compleja vida social de los seres humanos, que le confieren aspectos particulares y también generan los procesos patológicos del cerebro y la mente que le son propios. El fenotipo resultante nos conforma en un “yo” irrepetible, ontológico y úni-co: la persona humana.

De igual forma, se expone el rol de la ansiedad, el estrés y sus consecuencias a largo plazo como la depresión o el trastorno por estrés post-traumático, así como el agravamiento de enfermedades mentales

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la construcción de un modelo personal resiliente para el paciente y el terapeuta.

Ante ello y dada la relevancia social que tiene la resiliencia en el nuevo milenio, el presente libro bus-ca brindar una visión panorámica sobre la medición y evaluación de este constructo; en este sentido, los objetivos generales son en primer lugar describir los principales métodos de medición de la resiliencia, en segundo lugar, señalar los principales instrumentos psicológicos que se han desarrollado y en tercero, dar a conocer un instrumento construido en la realidad propia nacional, acorde a las características psicoso-ciales de la población.

En efecto, esto cambia paradigmáticamente la perspectiva en salud mental pues no se trata sólo de disminuir patología sino de promover salud y trans-formación psíquica, algo así como activar potenciales universales. Por otra parte es importante diferenciar actitudes y comportamientos sobreadaptados que pueden impresionar como formas exitosas de afron-tar la adversidad, pero que no implican transforma-ción alguna.

Esta es la condición que implica conformismo social y que suele ser funcional a sistemas políticos y sociales que la promueven, del mismo modo que cier-tas prácticas religiosas que estimulan la resignación. Dentro de la misma tendencia no debe confundirse resiliencia con una actitud individualista y algo om-nipotente. El término “resistencia” o “robustez” (har-diness) presenta características conceptuales afines a esa actitud. Aquí el funcionamiento psíquico, que puede incluir una vivencia de “invulnerabilidad”, es en realidad un funcionamiento de riesgo que se ca-racteriza como subjetivo.

de la mente que consideramos como una tercera tópi-ca. Desde el punto de vista psicoanalítico se define la resiliencia como una metamorfosis subjetiva produc-to de la activación de un potencial que implica funcio-nar con la plasticidad necesaria para la creación de condiciones psíquicas nueva (proceso terciario) que capturen y transformen el efecto traumático permi-tiendo desarrollar recursos nuevos, con la imprescin-dible existencia de vínculos intersubjetivos.

De manera general, se expone la importancia del concepto de resiliencia para los profesionales de la intervención social, presentando una aproximación a la conceptualización y críticas actuales al concepto y analizando las tres etapas de investigación en re-siliencia. También se describen las diferencias entre resiliencia individual y familiar y los distintos enfo-ques en resiliencia familiar. Finalmente se aportan directrices para las aplicaciones del concepto en la intervención social y familiar.

En relación a ello, las fronteras en terapia cog-nitiva, se han extendido hacia el aprendizaje y desa-rrollo de cualidades humanas positivas; esta nueva perspectiva requiere de algún modo, métodos tera-péuticos que no sean sólo los de repara déficit y pro-blemas. Fundamentalmente, construir cualidades implica que el terapeuta adopte una lente y filosofía diferente; este abordaje integra las investigaciones más recientes sobre psicología positiva y resiliencia, los métodos de la terapia cognitiva tradicional y los enfoques constructivistas.

En este sentido, las personas resilientes persis-ten frente a los obstáculos y cuando es necesario, aceptan las circunstancias que les presentan los de-safíos cotidianos. Los modelos resilientes, permiten adquirir una práctica sistematizada en la búsqueda de fortalezas encubiertas y que sirve como base para

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La Resiliencia

una perspectiva teórica ante situaciones adversas

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1. EVOLUCIÓN DE LA RESILIENCIA, DEFINICIONES

En este apartado, se hace una revisión analítica acerca de las teorías surgidas en las últimas tres dé-cadas alrededor de la capacidad que poseen los niños y niñas para afrontar situaciones adversas. Se realiza un recorrido por las distintas definiciones, clasificán-dolas según la relación con los conceptos de adapta-bilidad, capacidad, competencia o proceso.

Se identifican dos momentos en la evolución teó-rica: un primer momento en el cual se analizan los factores individuales protectores que se relacionan con las capacidades resilientes para afrontar distin-tas adversidades como la pobreza. En una segunda etapa, se reconocen los ambientes donde las personas se desenvuelven, como factores de protección que al interactuar con los individuos modulan los efectos de un trauma. Es decir, se pasa de una reflexión desde lo personal hacia lo relacional, configurando así una teoría ecológica de la Resiliencia, expresión utilizada por Baldwin quien retoma el planteamiento de la teo-ría ecológica de Bronfenbrenner (1981).

Además se analiza los fundamentos psicológi-cos, los factores de personalidad, y el temperamento, como categorías asociadas a la Resiliencia, que per-miten consolidar un cuerpo teórico en el que se ar-ticulan aspectos psicológicos con el fenómeno de la resistencia y la capacidad de sobreponerse que existe en los seres humanos. Finalmente, se muestran al-gunas experiencias de aplicación del concepto, al tra-bajo que hacen los sujetos profesionales dedicados al trabajo con la infancia y con las familias que viven en condiciones de vulnerabilidad social.

Luego del análisis teórico que se propicia a lo largo del capítulo, entre las principales conclusiones que se presenta está la de que el concepto de Resi-

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niños y niñas, los sujetos adolescentes y las personas adultas son capaces de sobrevivir y superar adversi-dades a pesar de vivir en condiciones de pobreza, vio-lencia intrafamiliar, o a pesar de las consecuencias de una catástrofe natural, como lo reseña Luthar y otros (2000). En el área de intervención psicosocial, la Re-siliencia intenta promover procesos que involucren al individuo y su ambiente social, ayudándolo a superar riesgos y a tener una mejor calidad de vida.

Las definiciones que sobre Resiliencia se han construido se clasifican en cuatro:

1- Aquellas que relacionan el fenómeno con el componente de adaptabilidad.

2- Las que incluyen el concepto de capacidad o habilidad.

3- Las que enfatizan en la conjunción de factores internos y externos.

4. Las que definen Resiliencia como adaptación y también como proceso.

Para la primera clasificación, se han incluido a los siguientes autores y autoras con sus conceptuali-zaciones: La Resiliencia se considera una historia de adaptaciones exitosas en el individuo que se ha visto expuesto a factores biológicos de riesgo; además, im-plica la expectativa de continuar con una baja sus-ceptibilidad frente a futuros estresores, como lo esta-blecen Werner (2001), Luthar y Zingler (2006) citando a Masten y Smith (1982).

Igualmente se define como una adaptación efec-tiva ante eventos de la vida severamente estresantes y acumulativos, según Löesel, Blieneser y Köferl, en Brambing et al., (1989). Milgran y Palti (1993) definen

liencia plantea interrogantes sobre el temperamento, sobre los factores de personalidad, sobre el ambiente y sobre los recursos de las personas; la comprensión de todos ellos será de interés para las posibilidades de aplicación en la práctica.

Es decisivo el papel de la familia, de la comuni-dad, de la sociedad en general y de los sujetos profe-sionales, como promotores de los recursos que tiene cada persona para lograr la autogestión del desarrollo personal y social. Aunque identificar los factores pro-tectores y de riesgo puede considerarse tarea difícil ya que estos varían según la naturaleza del trauma, la personalidad, la situación y el momento concreto, las diferencias en las formas de afrontar las adversidades se pueden considerar una riqueza y una oportunidad para aprender y para entender los mecanismos de riesgo y de Resiliencia. Ella es posible pero varía se-gún el contexto y según las personas, su experiencia y su temperamento.

Por su parte, el enfoque de la Resiliencia surge a partir de los esfuerzos por entender las causas de la Psicopatología; estos estudios demostraron que exis-tía un grupo de infantes que no desarrollaban proble-mas psicológicos a pesar de las predicciones de los in-vestigadores e investigadoras, según Masten (2001) y Grotberg (1999). El primer paso fue asumir que estos niños y niñas se adaptaban positivamente debido a que eran invulnerables, como lo señalan Koupernik, en Rutter (1991); es decir, podían resistir la adversi-dad.

El segundo paso fue proponer el concepto de Re-siliencia en vez de invulnerabilidad, debido a que la Resiliencia puede ser promovida, mientras que la in-vulnerabilidad es considerada un rasgo intrínseco del individuo, como lo establece Rutter (1991). Para In-fante (2005), la Resiliencia intenta entender cómo los

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Para Vanistendael (1994), la Resiliencia distin-gue dos componentes: la resistencia frente a la des-trucción, esto es, la capacidad de proteger la propia integridad bajo presión; por otra parte, más allá de la resistencia, la capacidad para construir un con-ductismo vital positivo pese a circunstancias difíciles. Según este autor, el concepto incluye la capacidad de una persona o sistema social de enfrentar adecua-damente las dificultades de una forma socialmente aceptable.

En cuanto a la Resiliencia como proceso, se des-taca Rutter (1992), quien argumenta que la Resilien-cia se ha caracterizado como un conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan tener una vida sana, viviendo en un medio insano. Estos proce-sos tendrían lugar a través del tiempo, dando afortu-nadas combinaciones entre atributos del niño o niña y su ambiente familiar y social; así, la Resiliencia no puede ser pensada como un atributo con el que los niños y niñas nacen, sino que está en desarrollo y en permanente interacción entre las características de la persona menor y su ambiente.

En el mismo sentido, Suárez (1995) considera que la Resiliencia habla de una combinación de fac-tores que permiten a un ser humano afrontar y su-perar los problemas de la vida. Las definiciones que incluyen tanto la dimensión de adaptación como la de procesos, son las siguientes:

Para Osborn (1993), la Resiliencia es un concep-to genérico que se refiere a una amplia gama de facto-res de riesgo y a los resultados de competencia. Pue-de ser producto de una conjunción entre los factores ambientales, el temperamento y un tipo de habilidad cognitiva que tienen los niños y niñas a temprana edad.

a los niños y niñas resilientes como aquellos y aque-llas que se enfrentan bien a los estresores ambienta-les a los que se ven sometidos en los años formativos de su vida.

Aunque los autores incluyen en sus definiciones el componente de la adaptación positiva como sinóni-mo de Resiliencia, se considera que la diferencia entre estos dos fenómenos estriba en que, para que este último se desarrolle, deben existir las dos condicio-nes de riesgo y protección. También se reconoce que el sujeto que se comporta Resiliente está en búsque-da de sobrepasar la adversidad e ir más adelante de donde estaba al momento del percance. Por su parte, la adaptación no implica los requerimientos anterio-res y se refiere básicamente al afrontamiento de una situación en particular, sin prever las implicaciones para el futuro.

El siguiente es un vistazo por las definiciones de Resiliencia en donde aparece el componente de capa-cidad:

Para Grotberg (1995) la define como la capacidad humana universal para hacer frente a las adversida-des de la vida, superarlas o incluso ser transformado por ellas. La Resiliencia es parte del proceso evolutivo y debe ser promovido desde la niñez. Esta autora re-salta el componente ambiental, en contraste con las definiciones que destacan que se requiere la conjun-ción de factores biológicos y ambientales para su de-sarrollo.

Estos desacuerdos en las definiciones llevan a concluir que el fenómeno es complejo y que no tiene una sola explicación causal, sino que tiene que ser concebido como un proceso multifactorial en el que convergen las distintas dimensiones del ser humano.

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niñas que viven en condiciones de adversidad, según Kaplan (1999).

Este grupo se formulaba la pregunta: ¿Entre los niños que viven en riesgo social, qué diferencia a aquellos que se adaptan positivamente de aquellos que no se adaptan a la sociedad?, esta interrogante se sustenta por las aseveraciones de Luthar (1993), en Kaplan (1999). Un hito en esta primera genera-ción fue el estudio de Werner (1992) con 500 niños de Hawai, encontrando que una tercera parte de ellos, a pesar de vivir con padres alcohólicos y estar some-tidos a distintas situaciones de estrés, lograron salir adelante y se construyeron como personas la posibi-lidad de un futuro.

A partir de este primer estudio, surgen una se-rie de investigaciones que evidencian la existencia de factores protectores en infantes a pesar de la pobre-za, considerada una de las situaciones generadoras de estrés y que bien puede traer como consecuencia mayor fragilidad emocional, menor desempeño inte-lectual y peor ejecución académica. Sin embargo, el daño potencial ocasionado por las situaciones que se vinculan con la pobreza no es inevitable ni irreversi-ble. Existen factores protectores que amortiguan el impacto de las diferentes clases de deprivación a las que están expuestos estos niños y niñas.

Llama la atención que a pesar de vivir en situa-ciones difíciles, las diferencias individuales muestran que unos niños o niñas que comparten las mismas situaciones sociales de base que el resto del grupo, conservan sus niveles de aspiración, sus expectativas y su motivación; no son como las del resto, y por el contrario sobresalen, según lo señalan Kotliarenco, Caceres y Fontecilla (1997).

Luthar y Cushing (1999, p. 543) definen la Re-siliencia como “un proceso dinámico que tiene como resultado la adaptación positiva en contextos de gran adversidad”. Esta definición distingue tres compo-nentes esenciales que deben estar presentes en el concepto de Resiliencia:

- La noción de adversidad

- amenaza al desarrollo humano,

- La adaptación positiva de la adversidad,

- El proceso que considera la dinámica entre me-canismos emocionales, cognitivos y sociocultu-rales,

En resumen, las distintas definiciones de Resi-liencia enfatizan en características de los sujetos tales como: habilidad, adaptabilidad, baja susceptibilidad, enfrentamiento efectivo, capacidad, competencia, re-sistencia a la destrucción, conductas vitales positi-vas, temperamento especial y habilidades cognitivas, toda desplegada frente a situaciones estresantes que les permiten superarlas. También se destaca que la Resiliencia se desarrolla en función de procesos so-ciales e intra-psíquicos; está en función de los proce-sos interaccionales entre las personas y estos, a su vez, aportan a la construcción del sistema intrapsí-quico del ser humano.

2. DESARROLLO HISTÓRICO DEL CONCEPTO

Alrededor del concepto de Resiliencia surgió una primera generación de investigadores e investigado-ras a principios de los setenta, cuyo interés fue des-cubrir aquellos factores protectores que están en la base de esta llamada adaptación positiva en niños y

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la interacción dinámica entre factores de riesgo y de Resiliencia, y la búsqueda de modelos para promo-ver Resiliencia en forma efectiva a nivel de programas sociales. En esta segunda generación se desplaza el foco de interés desde las cualidades personales hacia un mayor interés en los factores externos. La gran mayoría de los investigadores e investigadoras de esta generación podrían adscribirse al modelo triádico de Resiliencia, que consiste en organizar los factores re-silientes en tres niveles: individuales, familiares, y los ambientes en los que los individuos están inmersos.

Dos investigadores pioneros en la noción diná-mica de la Resiliencia fueron Michael Rutter (1991), quien propuso el término de mecanismos protectores en vez de factores protectores y quien concibe la Resi-liencia como una respuesta global en la que se ponen en juego los mecanismos de protección, entendiendo no la valencia contraria a los factores de riesgo, sino aquella dinámica que permite al individuo salir for-talecido de la adversidad, en cada situación y respe-tando las características personales (Rutter, 1991, en Infante, 1997, p. 10).

Por su parte, Grotberg define la Resiliencia como la interacción de factores resilientes provenientes de tres niveles diferentes: soporte social (yo tengo), ha-bilidades (yo puedo) y fortaleza interna (yo soy y yo estoy). Autores más recientes de esta segunda gene-ración son Luthar y Cushing (1999), Masten (2001), Kaplan (1999) y Bernard (1999), quienes entienden la Resiliencia como un proceso dinámico donde las influencias del ambiente y del individuo interactúan en una relación recíproca que le permite a la persona adaptarse a pesar de la adversidad.

La gran mayoría de los investigadores e inves-tigadoras de esta generación podrían adscribirse al modelo ecológico-transaccional. La perspectiva que

Por lo tanto, la Resiliencia viene asociada a la presencia de factores protectores que amortiguan los efectos adversos de golpes físicos y/o emocionales, y estos factores se definen como aquellos recursos que pertenecen al niño o niña, a su entorno, o a la inte-racción entre ambos, y que amortiguan el impacto de los estresores, alterando o incluso revirtiendo la pre-dicción de resultados negativos, como lo establecen Garmezy (1991)

En la Resiliencia intervienen algunos “factores protectores” que operarían protegiendo al sujeto de la hostilidad encontrada en su entorno. Dichos facto-res se agruparían en factores personales, tales como tendencia al acercamiento social, humor positivo y ritmo biológico estable. También participan factores cognitivos y afectivos, a saber: un mayor C.I. verbal y matemático, empatía, mayor autoestima, motivación al logro, sentimiento de autosuficiencia, baja deses-peranza, autonomía en las acciones emprendidas y orientación a la resolución de problemas.

Existen otros factores tales como las emociones positivas que pueden contrarrestar e incluso prevenir los efectos nocivos que acarrean las vivencias deri-vadas de la pobreza (Oros, 2009). Oros (2009) plan-tea cuatro argumentos acerca de la importancia y utilidad que podría tener la promoción de emociones positivas; las mismas pueden optimizar el funciona-miento de los niños y niñas pobres, porque favorecen una apreciación más saludable de las dificultades, un afrontamiento más funcional de las mismas; incre-mentan aspectos cognitivos involucrados en la pre-vención del fracaso académico y fomentan actitudes tolerantes ante las frustraciones.

En un segundo momento, los investigadores e investigadoras ampliaron el tema de la Resiliencia en dos aspectos: la noción de proceso, que implica

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sobre todo en la interacción entre los factores genéti-cos y el ambiente.

Por su parte, Guedeney (1998) se centra en aquellos factores protectores de la vida relacional que favorecen los comportamientos resilientes, tales como una actitud parental competente, una buena relación con el padre o la madre, el apoyo del entorno, una buena red de relaciones sociales informales, la educa-ción, y el compromiso religioso bajo la forma de parti-cipación en un grupo.

En resumen, para la construcción de un esque-ma conceptual de la Resiliencia surgen de manera articulada características individuales relacionadas con la identidad, las creencias y la visión que se tie-ne de uno mismo, en su interacción permanente con el entorno social, características que potencian una respuesta activa por parte del sujeto que le permite superar la adversidad y construir a partir de ella.

Del mismo modo existen elementos de relación con el medio y con los otros, que harán que los su-jetos dimensionen el problema y organicen una res-puesta activa, caracterizada por involucrar a los otros sujetos en una formulación de metas a corto plazo y con objetivos prácticos. En suma, el modelo de la Resiliencia planteado por los investigadores e investi-gadoras de la segunda generación, implicaría una se-rie de retroalimentaciones que configuran un sistema complejo, integral y cíclico de la Resiliencia.

Podemos concluir de este desarrollo teórico del concepto que, si bien tanto el término factores de protección con factores de Resiliencia, ha sido trata-do indistintamente entre los expertos y expertas, un análisis comparativo de estos aspectos nucleares per-mite señalar que la combinación de los factores de protección está asociada a un estado de Resiliencia

guía este modelo de la Resiliencia es que el indivi-duo está inmerso en una ecología determinada por diferentes niveles que interactúan entre sí, ejerciendo una influencia directa en su desarrollo humano.

Los niveles que conforman el marco ecológico son: el individual, el familiar, y el comunitario vincula-do a los servicios sociales. La Psicopatología Evolutiva es un paradigma dominante en la conceptualización de los trastornos mentales, cuyo objetivo es integrar el conocimiento de las vicisitudes del desarrollo nor-mal y patológico y de los factores y procesos que lo influyen, a través de una perspectiva temporal, se-gún Rutter y Sroufe (2000). Desde este paradigma, la Resiliencia se define como un proceso dinámico pero de carácter evolutivo que implica una adaptación del individuo mejor que la que cabría esperar, dadas las circunstancias adversas, tal como lo señala Luthar (2006). Esta adaptación personal y social suele re-sultar de cierta capacidad para utilizar los recursos internos y externos que le van a permitir a la persona enfrentarse con éxito a la adversidad. La interacción de ambos recursos hace parte de un modelo transac-cional y bidireccional de las influencias, en el que se da un peso importante no solo al entorno, sino tam-bién a las características del sujeto menor.

Para los pensadores y pensadoras del enfoque relacional es pertinente integrar los conceptos de temperamento y apego en un modelo transaccional de desarrollo humano. Los mecanismos de riesgo y de la Resiliencia no se dan en un equilibrio de fuerzas - factores de riesgo contra factores de protección, en el que el niño o niña tendría un papel pasivo. Antes bien, parece que lo esencial pasa en interacciones ac-tivas entre el niño y su entorno. Así pues, la dialéctica de lo innato o de lo adquirido está superada. El reto no es ya identificar nuevos factores de riesgo o de pro-tección, sino elucidar los procesos que intervienen,

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creatividad, iniciativa, humor, capacidad para asimi-lar nuevas experiencias y para ayudar a resolver pro-blemas sin suplantar al sujeto.

3. FUNDAMENTOS PSICOLÓGICOS DE LA RESI-LIENCIA

Para el análisis de los fundamentos psicológicos de la Resiliencia, es necesario explicitar el funciona-miento de la mente, la cual, en los últimos tiempos, se ha conceptualizado de manera convergente por parte de las corrientes cognitivistas y de las Neurociencias. Es decir, la mente en sus aspectos sustanciales está en relación con el cuerpo y con el mundo en el que actúa. El niño o niña inicia su vida antes de nacer en el espacio psíquico de la madre; cuando esta lo acepta y lo nombra, la protección y la adversidad se vuelven previas al nacimiento, de acuerdo con la clase de re-lación primaria entre la madre y el padre.

Para Maturana y Varela (1984), los humanos, son seres que viven en el acto de conversar; el es-pacio relacional consiste en redes de conversaciones que constituyen la cultura en que nos desarrollamos. Como plantea Clark (1999) desde una perspectiva cognitivista, los seres humanos construimos “entor-nos de diseño”, en los que la razón humana es capaz de sobrepasar el cerebro biológico en tanto interactúa con un mundo complejo, tanto de estructuras físicas como sociales.

Estas relaciones con el entorno pueden limitar pero también potencian las actividades de resolu-ción de problemas, manejo del estrés, capacidades de afrontamiento de las situaciones críticas, entre otras. Vygotsky (1978) propuso en los años treinta la idea de que el empleo del lenguaje público tiene profundos efectos en el desarrollo cognitivo. Postuló un fuerte

en una persona, grupo o comunidades. La segunda generación de pensadores y pensadoras de la Resi-liencia ha generado un cambio en el lenguaje, y hoy se plantea que la Resiliencia es diferente a Factores de Protección, en tanto los factores de Resiliencia en-frentan al riesgo mientras los factores de protección protegen del riesgo.

Este cambio denota que el enfoque de la Resi-liencia está más comprometido con el modelo de la promoción, con la noción de maximizar el potencial entre los individuos en riesgo y no solo con la evasión o prevención de las enfermedades, más relacionado esto último con el modelo epidemiológico de la salud. Este modelo de la promoción es consistente con la construcción de factores de Resiliencia y con obtener resultados positivos. En este sentido, Grotberg (1999) plantea que un factor de Resiliencia sería contar con un ser querido que brinde amor incondicional, lo cual no actúa directamente en contra de ningún factor de riesgo pero sí desarrolla una fortaleza intrapsíquica.

En consonancia con la idea planteada ante-riormente, la relación con una persona en cualquier momento de la vida, que no focaliza la atención en conductas problemáticas sino que busca satisfacer las necesidades de reconocimiento y autonomía que requieren las personas, se convierte en un “tutor de Resiliencia”, definido por Cyrulnik (2001) como al-guien que puede ser una persona, un lugar, un acon-tecimiento, una obra de arte, todo aquello que pueda provocar un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Es decir, que a través de ese otro significati-vo, podrá ponerse en marcha el proceso de construc-ción de Resiliencia.

Las Características propias del “Tutor de Resi-liencia” son: presencia junto al sujeto; amor incondi-cional, estímulo y gratificación afectiva a los logros,

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El bebé requiere ser reconfortado, contactado por un cuerpo cálido, y estos registros corporales son la base de la constitución del yo sujeto. De lo positivo de la relación con el ambiente depende el desarrollo de la autoestima, y cuando este proceso no transcurre así, aparecerá un déficit primario que puede agravarse si los padres y madres no aportan una imagen valoriza-da de sí con la cual los niños y niñas puedan identi-ficarse, y por esto se afirma que la autoestima del su-jeto se construye en el vínculo con otro significativo.

A pesar de estas carencias relacionales, la lite-ratura sobre la Resiliencia está impregnada de ca-sos que evidencian que la aparición de una persona afectuosa y cuidadora en cualquier momento, puede despertar en los niños y niñas esa fuerza interior que permite sobrepasar obstáculos.

4. FACTORES DE PERSONALIDAD ASOCIADOS A LA RESILIENCIA

Los primeros planteamientos teóricos sobre la Resiliencia desarrollados por Rutter (1985, 1987), Werner (1989), Werner y Smith (1982) y Garmezy (1991), enfatizaron en los factores de personalidad que distinguen a los niños o niñas que superan la adversidad, de quienes se agobian por los factores de riesgo, tales como: el acercamiento activo, evoca-dor hacia el problema a resolver, permitiéndoles que negocien una serie de experiencias emocionalmente arriesgadas; la habilidad en la infancia para ganar la atención positiva en los otros; la visión optimista de sus experiencias; la habilidad de mantener una vi-sión positiva de una vida significativa; la habilidad de estar alerta y con autonomía; la tendencia a buscar nuevas experiencias; y la perspectiva proactiva.

vínculo entre el discurso, la experiencia social y el aprendizaje, y planteó la noción de “zona de desarro-llo proximal” para designar la necesidad que tiene el niño o niña de la orientación y la ayuda proporciona-da por otro ser humano para tener éxito en las tareas que su desarrollo vital le impone.

Sólo si ha tenido suficiente apoyo en la etapa del desarrollo puede, en ausencia del sujeto adulto, cum-plir la tarea de que se trate: el diálogo instructivo que antes tenía con el ser adulto ahora lo tiene consigo mismo y logra orientar su conducta, enfocar su aten-ción y evitar errores. No siempre los padres y madres ejercen un rol protector y beneficioso; cuando el suje-to progenitor es maltratador o abusador, se convierte en factor de riesgo y por lo tanto no aporta a la cons-trucción de la Resiliencia.

Desde el enfoque de la Resiliencia se alude al su-jeto adulto que estimula y ayuda al niño o niña a salir adelante. El más competente ayuda al sujeto joven o niño a alcanzar una posición desde la cual podrá reflexionar sobre lo que acontece y al mismo tiempo poseerá mayor conciencia y control de sus actos.

En esta dirección, Bruner (1996) llega a la con-clusión de que cualquier mecanismo de adquisi-ción del lenguaje, no tiene posibilidad de lograrse si no existe un sistema de apoyo proporcionado por el mundo social, que se combine con la capacidad de adquisición. Enfatiza en la necesaria presencia del otro para adquirir el lenguaje, lo que equivale a decir que el individuo requiere de otra persona que le apoye para ingresar en la cultura humana.

Como resultado de la interacción con una figura significativa, emerge la Resiliencia, y por lo tanto es importante el rol que desempeña la relación con el otro en el desarrollo del sistema psíquico humano.

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una cohorte de infantes durante más de veinte años, para identificar las características de su temperamen-to, a partir de las cuales identificaron tres perfiles de temperamento:

a. Niños o niñas fáciles, es decir, manejables, que afrontan con placer las situaciones y los ob-jetos nuevos.

b. Niños o niñas lentos para animarse, que reac-cionan ante la novedad con evitación y malestar emocional.

c. Niños o niñas difíciles, es decir, inestables, irritables y poco adaptables.

La distinción, simplista pero eficaz, entre niño o niña difícil y niño o niña fácil, se ha hecho clásica en Estados Unidos debido a los resultados del estudio en mención. Entre los elementos asociados a la Resi-liencia, hay factores personales como el temperamen-to; proporcionalmente, los sujetos infantes resilientes muestran más rasgos de carácter como la autonomía, la autoestima alta y la orientación social positiva. Se han realizado estudios de niños y niñas en situación de riesgo, como el divorcio de los padres, y pese a los dolores y retos que hay que superar, se ha comproba-do que los niños y niñas evolucionan positivamente, según Bouvier (2003).

El niño o niña resiliente, independiente de su sexo, suele tener un temperamento fácil, activo y mi-moso, mientras que un temperamento difícil se asocia a problemas de adecuación emocional. De otro lado, los estudios sobre el temperamento y la Resiliencia aclaran el concepto de apego, y los trabajos de Bowlby (1998) abrieron camino a las investigaciones sobre riesgo y Resiliencia. El concepto de apego se ha po-dido ampliar al papel de los hermanos y hermanas,

Por otra parte, investigaciones más recientes do-cumentadas en el trabajo de Coutu (2002, citado por Ángel, 2003) evidencian que la Resiliencia tiene tres cualidades fundamentales que son igualmente vá-lidas en los casos de enfermedades terminales o de crisis vitales. Dichas cualidades medulares son: una comprensión y aceptación de la realidad, una profun-da creencia en que la vida sí tiene significado, y una habilidad para ingeniarse alternativas de solución. Se trata de cierto tipo de creatividad aparentemente ilógica, que permite improvisar soluciones sin contar con las herramientas y recursos apropiados.

Desde el enfoque de la psicopatología evolutiva, para Luthar (2006) se han descrito algunas de las ca-racterísticas de la Resiliencia relacionadas, tanto con dimensiones de la personalidad como con un buen desarrollo competencial: buena inteligencia, tempe-ramento fácil, tener control sobre lo que ocurre, alta autoestima y autoeficacia, búsqueda de apoyo social, humor y optimismo vital, afrontamiento adecuado de los problemas, buena gestión de la autonomía perso-nal como tener iniciativas, tomar decisiones y tener un proyecto de vida, lo que requiere, a su vez, una planificación efectiva, capacidad de entusiasmo, mo-tivación e interés por las cosas.

5. TEMPERAMENTO Y RESILIENCIA

En estudios recientes ha vuelto a aparecer el interés por el temperamento como un componente relacional en la definición de Resiliencia. El tempe-ramento se considera como el conjunto de elemen-tos biológicos que junto con los factores psicológicos forman la personalidad, según Lemay (2009, citado por Bouvier, 2003). Los trabajos de Chess y Thomas (1990) aportan bases conceptuales que han permitido desarrollar investigaciones; estos autores estudiaron

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aporta cierta esperanza y nos muestra a la vez que lo esencial no es lo constitucional ni lo ambiental, sino una interacción activa entre ambos.

6. APLICACIÓN DE LA RESILIENCIA

Aunque la hipótesis que plantea que la Resilien-cia es una realidad humana que ha existido siempre, y durante mucho tiempo se ha alimentado de casos excepcionales como el de la vida de Ana Frank, existe suficiente evidencia para relacionarla también con si-tuaciones de la vida diaria.

Aparte de situaciones extremas que visibilizan la Resiliencia, hay también comportamientos resilientes presentes en la gran mayoría de las personas, menos visibles y menos documentados; para Vanistendael (2003), las personas que deben enfrentarse a situa-ciones difíciles pueden superarlas sin intervención profesional, y la mayoría de ellas no son superdota-das ni excepcionales.

Una de las situaciones difíciles de enfrentar es la Farmacodependencia, y en Colombia, Puerta (2006) aplicó una Experiencia de Activación de la Resilien-cia en familias codependientes, en la que definió las familias codependientes como aquellas que se carac-terizan por mantener relaciones de codependencia que implican un sistema habitual de pensar, sentir y comportarse en relación consigo mismo y con los demás, que genera conflicto y dolor.

El objetivo de la experiencia fue entrenar a los miembros de las familias en el empleo de principios de interacción emocional y mediación cognitiva, para activar la Resiliencia que los llevara al fortalecimiento de vínculos afectivos sanos. Esta experiencia demos-tró la utilidad de la aplicación de la Resiliencia para

de los pares y otras personas, del colegio y la comu-nidad. Poco a poco se ha reconocido el papel activo del niño o niña en su desarrollo, y la influencia que el mismo ejerce en su entorno.

En los trabajos de Ainsworth (1978), los estudios del modo de apego permitieron describir varios gru-pos de niños y niñas. Junto a quienes mostraban un apego seguro a la madre (grupo B), otros mostraban manifestaciones de ansiedad y evitación (grupo A) o de ansiedad y resistencia (grupo C). Estas últimas ca-tegorías coinciden en parte con las del temperamento inhibido de Kagan (2000, 1995). Para Seifer y cols. (1996), el temperamento del niño o niña tendrá un papel predominante en el desarrollo de esos tipos de apego.

Los estudios sobre Resiliencia confirman que hay que ampliar el concepto de apego, limitado mu-cho tiempo a la relación madre-hijo. En su estudio, Werner y Smith observan que un vínculo intenso con una persona que cuide al niño o niña en su primer año de vida, es un elemento importante de la Resilien-cia. Aunque la madre trabajase periodos prolongados, el niño o niña resiliente recibía el apoyo de otras per-sonas a las que se apegaba, como su abuela o las hermanas mayores. En cambio, en el niño o niña con dificultades, a menudo faltaban esos lazos intensos.

Esa falta de apego era especialmente destructi-va en el niño o niña poco activo, dado a retraerse y a ser pasivo. En conclusión, si bien los estudios del temperamento han tenido una larga historia, también han pasado por fases de extinción y vuelven con da-tos científicos a partir de los estudios de Chess y Tho-mas (1990), y de Kagan (2000), quienes aportan bases conceptuales y metodológicas que permiten seguir desarrollando investigaciones en este campo. Contra el fatalismo del determinismo biológico, la Resiliencia

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citado por Vanistendael (2003).

Así mismo, al hacer una revisión de distintos programas de promoción de la Resiliencia de autores como Santacruz (1999); Lascano (1995); Rios (2000) y Matos (1996), se pudo notar que existen elemen-tos comunes en cuanto a sus objetivos, estrategias de intervención, resultados alcanzados, impacto en po-lítica y ámbitos de trabajo: Los programas descritos arriba, tienen un interés común por el trabajo con la Primera y la Segunda Infancia, buscando aumen-tar en los niños y niñas los factores de protección y minimizar los de riesgo, en medio de la pobreza o la exclusión social.

La Lúdica, la participación de todos los miem-bros de un sistema determinado, y un enfoque inte-gral para las estrategias de intervención, se convierten en las preferencias de estos programas al momento de emprender acciones para lograr sus propósitos. En los resultados alcanzados, son una constante los cambios positivos notados en las actitudes de los ni-ños y de las familias, y el fortalecimiento de la gestión comunitaria, así como en la perspectiva de apreciar de manera favorable las situaciones difíciles.

La preocupación por generar impactos en las po-líticas del Estado, es notoria, lo cual demuestra una vez más que las pretensiones de estos programas son ampliar sus proyecciones hacia la esfera del poder que toma decisiones en cuanto al cumplimiento de Derechos y al logro del bienestar de una población.

El concepto de Resiliencia plantea interrogantes sobre el temperamento, los factores de personalidad, el ambiente y los recursos de las personas; la com-prensión de todos ellos será de interés para sus po-sibilidades de aplicación. Es decisivo el papel de la familia, la comunidad, la sociedad, como promotores

apoyar la solución de problemáticas como la Farma-codependencia, que generan malestar y afectaciones desfavorables en la calidad de vida.

Vale la pena tener en cuenta al aplicar la Resi-liencia en la solución de problemas sociales, que ella es un fenómeno humano y una experiencia de vida difícilmente replicable, que acontece en un momento y contexto específico, y por tanto no se puede gene-ralizar, en otros contextos, los resultados de una ex-periencia, dadas las particularidades de cada caso. Así mismo, cada cultura desarrolla sus propias es-trategias para enfrentar los problemas y la visión que tiene de ellos; considerando así, que no siempre una misma situación desencadena fatalmente un resulta-do negativo, sin desconocer que una condición difícil aumenta el riesgo de que surja un problema deter-minado. Esta lógica de la Resiliencia es vital para la esperanza realista que puede suscitar, en tanto con-lleva consecuencias constructivas, como resultado de una mirada esperanzadora en medio de un aconteci-miento doloroso.

Lo anterior tiene implicaciones prácticas para los programas que promueven la Resiliencia basados en el reconocimiento de los entornos: familia, comu-nidad, Estado, en interacción continua con el indivi-duo, que a su vez se visiona como alguien competente socialmente, con capacidad para resolver problemas y orientado hacia un futuro mejor y prometedor.

Partiendo de una revisión de la literatura cien-tífica, los investigadores e investigadoras concretan tres grupos de factores que ayudan a la promoción de la Resiliencia, especialmente en las primeras etapas del desarrollo: la atención y el cuidado al sujeto infan-te, grandes expectativas para ellos, y el fomentar su participación activa en la vida familiar, del colegio y de la comunidad, según señala Collin-Simard (1996)

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ción para contrarestar los efectos del riesgo. Así, un infante puede aumentar su capacidad de defensa si ha contado con un apoyo sólido por parte de alguna persona cercana.

Estos lineamientos de la Resiliencia invitan a los profesionales de la infancia y de la familia a centrar las intervenciones en las posibilidades de las perso-nas, pasando del concepto de víctima al de capaci-dad, para comprender que un trauma no predice el futuro y más bien puede darle fuerza al individuo que lo padece; en tanto, no es posible volver a la situación anterior o reparar lo irreparable; más bien es posible abrir una nueva etapa en la vida que integre los do-lores del pasado en una experiencia de aprendizaje.

Según Vanistendael y Lecomte (2002): “este en-tramado del sufrimiento pasado y la Resiliencia pre-sente, lleva a muchas personas resilientes a mostrar una extraña mezcla de fuerza y fragilidad. La Fragili-dad proviene de la prueba vivida, la fuerza de la prue-ba superada” (p. 157).

De igual forma, afrontar las intervenciones pro-fesionales desde la perspectiva de la Resiliencia, con-lleva a que la atención no solo se centre en el trata-miento de los síntomas, sino en abordar de manera integral a la persona, reconociendo las dimensiones en las que puede desplegar sus potencialidades para ser capaz de responder de manera activa y autoges-tionaria a los desafíos de la vida diaria.

Paralelamente este enfoque conlleva la necesi-dad del apoyo en las redes sociales que permite una respuesta resiliente ante la adversidad. El apoyo pue-de proceder del entorno familiar y del grupo social más amplio cuando las personas se pueden ayudar mutuamente, se aceptan, se reconocen y obtienen el beneficio de una mejora significativa en la autoesti-

de que surjan los recursos que tiene cada persona, y así posibilitar la autogestión del desarrollo personal y social. En este sentido, el desarrollo de la Resiliencia permite sobrepasar situaciones adversas que paradó-jicamente revelan los recursos de cada quien.

Una serie de estudios da cuenta de los diversos factores protectores que se observan comúnmente en los niños y niñas que estando expuestos a situacio-nes adversas, se comportan en forma resiliente. Se distinguen 3 aspectos que se repiten en forma recu-rrente cuando se identifican los factores protectores de la Resiliencia: Características del temperamento, Relaciones familiares y Fuentes de apoyo externo.

Sin embargo, es concluyente decir que ningún factor por sí solo promueve la Resiliencia; tienen que estar involucrados varios factores y cuando actúan combinadamente son capaces de promover un desa-rrollo sano. Los factores protectores no son indepen-dientes entre sí, sino que actúan relacionados entre ellos de forma tal que los de tipo personal pueden disparar los recursos sociales y viceversa.

Más que establecer una distinción sistemática entre factores de riesgo y de protección, parece pre-ferible discernir en cada situación lo que es riesgo y lo que es protección, utilizando criterios adaptados al contexto y a las personas implicadas. Es pertinente no formar juicios a priori; mejor es comprender las estrategias de supervivencia adaptadas a cada situa-ción de riesgo, a la lógica de las personas y su si-tuación, cuando se trata de enfrentarse a enormes dificultades.

En el contexto de la Resiliencia, riesgo y protec-ción permanecen en constante movimiento, es decir, por ser el riesgo inherente a la vida, si hay un contex-to de seguridad que pone límites aparece la protec-

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puedan tomar decisiones, establecer metas y creer en un futuro mejor, satisfacer sus necesidades básicas de afecto, relación, respeto, metas, poder y significa-do, constituyéndose en personas productivas, felices y saludables.

Según el paradigma contemporáneo la activa-ción de la Resiliencia congrega varios saberes en una prospectiva multi/interdisciplinaria: áreas de la sa-lud (Enfermería, odontología, medicina, bacteriología, terapistas ocupacionales, tecnólogos-promotores). Economía: Cuando se plantea como estrategia contra la pobreza y en la búsqueda de mejorar o mantener adecuados niveles de vida. Antropología: Recoge las tradiciones ancestrales de las comunidades latinas y preserva lo autóctono de las costumbres comunita-rias, étnicas y regionales. Biología: Propugna por las relaciones ecosistémicas, la armonía entre el hombre y la naturaleza para enfrentar la adversidad. Sociolo-gía: Asume las estructuras y funciones sociales, que generan o coadyuvan en las disfunciones. Derecho: Reconoce la legislación que vela por la protección y divulgación de los Derechos Humanos de primer y segundo orden. Trabajo Social: En su vocación tra-dicional de abordar los sectores más desprotegidos y vulnerables de la sociedad, según Quintero (2000).

Sin embargo, es en la Psicología donde más ha sido estudiada la resiliencia, cambiando radicalmente la focalización en conductas de riesgo, desventajas, carencias y déficits, por una óptica de recursos, for-talezas, potencialidades para enfrentar la adversidad y construir a partir de ella una postura positiva frente al dolor y al sufrimiento.

ma y en la salud en general. En concordancia con lo anterior, Silva (1999) expresa que la Resiliencia no depende solamente del individuo, sino también de las características específicas de la familia y del grupo, que tienen evidentemente una repercusión sobre el individuo. Se puede hablar aquí de la interacción en-tre la Resiliencia individual y la Resiliencia comuni-taria, definida esta última por Suárez (2005, p. 41) como las condiciones colectivas de los grupos huma-nos o sociedades para enfrentar las adversidades y buscar en conjunto, el logro de su bienestar. Para la comunidad una tragedia puede significar el desafío para movilizar las capacidades solidarias de la pobla-ción y emprender procesos de renovación, de recons-trucción social.

Aunque identificar los factores protectores y de riesgo puede considerarse tarea difícil, ya que varían, según la naturaleza del trauma la personalidad afec-tada, la situación y el momento, las diferencias en las formas de afrontar las adversidades se pueden consi-derar una riqueza y una oportunidad para aprender y entender los mecanismos de riesgo y de Resiliencia, según Manxiaux (2003). Esta no es uniforme, no hay un solo modo de superar el estrés o la adversidad; enfrentar el sufrimiento es un camino que se constru-ye en el día a día. Entonces, la Resiliencia es posible pero varía según el contexto y según las personas, su experiencia y su temperamento. La Resiliencia invi-ta a buscar salidas más allá del determinismo para abrirse camino a la creatividad y a la libertad.

7. MÉTODOS DE MEDICIÓN

En la actualidad, la deducción más importante que se desprende de las investigaciones sobre resi-liencia es la formación de personas socialmente com-petentes que tengan conciencia de su identidad, que

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llos factores que tienen directa relación con el ries-go (facto res proximales) versus aquellos factores que pueden estar mediando entre el riesgo y el resultado esperado (factores distales).

c) Constelación de múltiples riesgos

Refleja las complejidades del mundo real ya que considera la interacción entre los factores provenien-tes de los niveles: Social, comunitario, familiar e in-dividual simultáneamente y cómo esta interacción influencia el desarrollo humano y la superación de la adversidad. La constelación de múltiples riesgos es un mapeo de las fuentes de adversidad a las cuales se les asigna un puntaje determinado.

7.2. MEDICIÓN DE ADAPTACIÓN POSITIVA

En este tipo de medición, las estrategias son si-milares a las utilizadas para medir la adversidad, lo que cambia es la forma en que se operacionaliza el constructo.

a) Adaptación Según Factores Múltiples

Este método mide la adaptación en base al logro de metas de acuerdo a la etapa del desarrollo de la persona. Se dice que son factores múltiples ya que se les pregunta a los profesores, padres y amigos, además de un test específico para medir la conducta que va a determinar la adaptación positiva. En cada comunidad el foco de lo que se definirá como adap-tación positiva varía, pero lo importante es que está relacionado con la definición de riesgo.

7.1. MEDICIÓN DE ADVERSIDAD

Resulta prioritario identificar las posibles formas de medición y evaluación de este constructo, con la finalidad de medir el impacto y la eficacia de los pro-gramas de intervención. En tal sentido, en la actuali-dad, disponemos de varios métodos para lograrlo. Al respecto Luthar y Cushing (1999) han realizado una descripción de ellos (Citado por Infante, 2002), los mismos que a continuación pasaremos a detallar:

A través de este tipo de medición es posible dis-tinguir tres formas diferentes de medir la adversidad o el riesgo:

a) Medición de riesgo a través de múltiples factores:

Este tipo de medición se caracteriza por medir diferentes factores en un solo instrumento. General-mente el instrumento es una escala de eventos de vida negativos donde el individuo debe especificar aquellos eventos que han estado presentes, como por ejemplo: Separación de los padres, enfermedad mental de los padres, experiencia de guerra, entre otros.

b) Situaciones de vida específica:

La naturaleza del riesgo está determinada por aquello que la sociedad, los individuos o los inves-tigadores han considerado una situación de vida es-tresante. Por ejemplo, la experiencia de un desastre natural o la muerte de un familiar. Ambas situacio-nes han demostrado afectar al individuo haciéndole más vulnerable al estrés, por lo tanto más vulnera-ble a otros factores de riesgo. La dificultad de consi-derar situaciones de vida como eventos estresantes para medir resiliencia, consiste en discriminar aque-

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conexiones entre variables de riesgo o adversidad, re-sultados esperados y factores protectores que pueden compensar o proteger los efectos de riesgo. Este mo-delo permite replicar aquellos patrones o interaccio-nes que demostraron ser exitosos en la adaptación resiliente.

b) Modelo basado en individuos:

Esta forma de medición compara individuos a lo largo del tiempo. Se pregunta que diferencia a niños resilientes de niños no resilientes a lo largo de su vida o en alguna área en particular. Este enfoque pretende capturar interacciones entre factores que ocurren en forma natural y plantear hipótesis respecto a qué fue lo que causó la diferencia en el resultado de la adap-tación.

Después de haber examinado los diferentes mé-todos para medir la resiliencia, es necesario que re-visemos algunos de los instrumentos disponibles que existen en la comunidad científica.

8. RESILIENCIA INDIVIDUAL Y RESILIENCIA FAMI-LIAR

El énfasis en la resiliencia individual llevó a los clínicos a tratar de salvar a los sobrevivientes en for-ma individual sin analizar las potencialidades de su familia, o incluso a expensas de dar por perdida a ésta o considerarla impotente. Sin embargo el concepto de resiliencia familiar reafirma la capacidad de auto re-paración de la propia familia y ayuda a identificar y fomentar ciertos procesos que permiten a éstas hacer frente con más eficacia a las crisis o estados persis-tentes de estrés, sean internos o externos, y emerger fortalecidas de ellos.

b) Ausencia de Desajuste

Este tipo de medición se utiliza en investigacio-nes de resiliencia en personas con serios riesgos de psicopatología. Los instrumentos utilizados son gene-ralmente cuestionarios clínicos para identificar desór-denes psiquiátricos. Aún cuando generalmente la re-siliencia es asociada con la presencia de competencia a pesar de la adversidad, en este caso, el énfasis está en la superación de la adversidad y el no presentar sintomatología. Esta forma de medición es restringida a aquellos casos de extremo riesgo y generalmente en el área clínica.

c) Constelación de Adaptación

Es otra metodología de medición de la adaptación positiva que está basada en diferentes conductas o ti-pos de adaptación. Los índices elegidos tienen directa relación con el modelo teórico, que generalmente se basan en teorías del desarrollo. Este método incorpo-ra puntajes de pruebas y escalas, más opiniones de otras personas. Por ejemplo, una adaptación positiva en la escuela se mide en función de la obtención de buenas calificaciones y adecuada disciplina en la cla-se, además de entrevistas a compañeros y padres.

7.3. MEDICIÓN DEL PROCESO DE RESILIENCIA

En este caso se refiere a la unión crítica entre adversidad y adaptación positiva. Los dos modelos que intentan evaluar el proceso son:

a) Modelos basados en variables:

Parte de un análisis estadístico que indaga las

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3. El género: se considera al género masculino como una variable con mayor vulnerabilidad al riesgo, debido a que en situación de quiebra fa-miliar, los niños tienen más probabilidad que las niñas de ser reubicados en alguna institución, a diferencia de las niñas y de reaccionar a tra-vés de conductas oposicionistas, lo cual, a su vez, genera respuestas negativas de sus padres. En general, las personas tienden a interpretar de modo distinto las conductas agresivas de los niños que las de las niñas y, a su vez, castigar más severamente estos comportamientos en los varones;

4. El desarrollo de intereses y vínculos afectivos: la presencia de intereses y personas significati-vas fuera de la familia favorecen la manifesta-ción de comportamientos resilientes en circuns-tancias familiares adversas;

5. La relación con pares: los niños resilientes se caracterizan por tener una relación de muy bue-na calidad con sus pares;

6. El haber vivido experiencias de autoeficacia, autoconfianza y contar con una autoimagen po-sitiva.

8.2. ENFOQUES DE LA RESILIENCIA FAMILIAR

Desde el enfoque sistémico Dallos (1996), plantea que, en las dos últimas décadas, un cuerpo creciente de investigaciones sistémicas ha mostrado que para evaluar el funcionamiento individual y familiar sano importan más los procesos que la forma de la fami-lia. Incluyen como elementos básicos de la resiliencia los procesos de cohesión, flexibilidad, comunicación franca, resolución de problemas y reafirmación del

En primer lugar, la resiliencia familiar relacio-na el proceso de la familia con los desafíos que se le plantea, evaluando el funcionamiento familiar en su contexto social y su grado de ajuste a éste según las diversas exigencias. En segundo lugar, incorpora una visión evolutiva, y no transversal, de los desafíos que enfrenta la familia y sus reacciones a lo largo del tiempo, examinando las variaciones de la resiliencia relacional en las distintas fases de adaptación y eta-pas del ciclo vital.

El marco de la resiliencia familiar es útil para evaluar el funcionamiento de la familia tomando en cuenta su estructura, sus demandas psicosociales, sus recursos y limitaciones. Walsh (1996) entiende que la familia es un foco de resiliencia pese a situa-ciones de alta disfuncionalidad y que al consolidar la resiliencia familiar, robustecemos a la familia como unidad funcional y posibilitamos que inculque esa capacidad en todos sus miembros.

8.1. FACTORES QUE PROMUEVEN LA RESILIENCIA

Entre los factores que promueven la resiliencia familiar la autora apunta, aparte de las personales que ya hemos destacado:

1. La naturaleza de la familia, sobre todo, la co-hesión, la ternura y la preocupación por los ni-ños dentro de la familia. La relación emocional estable con al menos uno de los padres u otra persona significativa, aunque no necesariamen-te en todo momento, protege o mitiga los efectos nocivos de vivir en un medio adverso;

2. La disponibilidad de fuentes de apoyo externo, clima educacional abierto, y con límites claros;

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otorga una gran importancia a los procesos y situa-ciones de riesgo y de protección que experimentan las familias y cómo estas protecciones aumentan la resiliencia familiar en términos de capacitar a las fa-milias para afrontar las situaciones estresantes que atraviesen. Desde esta perspectiva se considera tam-bién muy importante la conciencia subjetiva familiar de sus fuentes de estrés y de sus habilidades para manejarlas.

También por otro lado se plantea la importancia de dar sentido a las situaciones críticas familiares y de los recursos comunitarios Las creencias comunes conforman y refuerzan las pautas de interacción, de-terminando el modo en que la familia enfoca una nue-va situación y responde a ésta. Un suceso o momento de transición crítico y disociador puede catalizar un gran cambio en el sistema de creencias de la familia, con repercusiones en su reorganización inmediata y su adaptación a largo plazo.

Es importante la existencia de recursos comu-nitarios y el hecho de que la familia se disponga a utilizarlos, ya que a través de ellos puede obtener se-guridad económica, asistencia práctica, apoyo social y un sentimiento básico de conexión con las redes de parentesco y amistad. Los desafíos que enfrentan las familias pobres no se relacionan únicamente con la comida o los recursos básicos sino también con lo es-piritual, la construcción de un sentimiento de digni-dad y de futuro en grupos familiares que, debido a su desesperación, han renunciado a su sentido de la vida y a su autovaloración. En estos casos, el optimismo y la esperanza (factores claves de la resiliencia) exigen sensibilidad social para poder mejorar la situación y las perspectivas de la familia (Aponte, 1995).

sistema de creencias. También estos elementos han sido importantes para el examen de los procesos de transición ante cualquier situación de crisis. El enfo-que sistémico de las pérdidas desarrollado por Wal-sh y McGoldrick (1998) desplazó el interés del duelo individual a los procesos de adaptación de la familia tendentes a la recuperación y la resiliencia.

Desde el enfoque ecológico multidimensional, Falicov (1988) aboga por una concepción ecológica multidimensional, admitiendo que en cada familia se combinan y superponen rasgos derivados de múlti-ples contextos culturales, basados en la singular con-figuración que han tenido en la vida de sus miembros muchas variables, como la etnicidad, la posición so-cioeconómica, la religión, la estructura de su familia de origen, los roles asociados al género, la tendencia sexual y la etapa del ciclo vital que están atravesando.

El conflicto y el cambio forman parte de la vida familiar no menos que la tradición y la continuidad, como se aprecia en los retos planteados por el proce-so migratorio, con su profunda disociación ecológica y el inevitable desarraigo. De acuerdo con este enfo-que una evaluación holística ha de incluir todos los contextos en que la familia habita simultáneamente, con el fin de comprender los desafíos, recursos y limi-taciones de esa posición. Este enfoque evalúa a cada familia según sus recursos y desafíos, así procesos familiares que pueden ser muy eficaces para abordar una serie de desafíos tal vez deban modificarse para abordar otros. Toda familia tiene la capacidad poten-cial de actuar con resiliencia y hay muchas maneras de hacerlo.

Desde las teorías del estrés Patterson (2002) par-te de la base que los resultados de funcionamiento familiar son un prerrequisito para valorar la compe-tencia familiar y por tanto su resiliencia. La autora

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El enfoque de resiliencia en intervención social está estrechamente relacionado con los constructos de riesgo y protección y ofrecen un lenguaje común para investigadores y profesionales, que sin embargo, no pueden obviar, tal como sugiere la investigación, que los factores de riesgo son más potentes que los factores de protección. En un nivel alto de riesgo los factores de protección o no existen o son muy débiles para proteger la adversidad extrema. Es por esto que se ha de tener mucha precaución con las intervencio-nes sólo basadas en la perspectiva de las fortalezas, los factores de protección y la resiliencia, según Fra-ser, Richman y Galinsky (1999).

A pesar de esto la orientación basada en protec-ción y resiliencia es sumamente importante. Para ni-ños, adolescentes, adultos y familias en alto riesgo los factores de protección y las cualidades de resiliencia en los distintos niveles ofrecen pistas de cómo afron-tar los riesgos.

Parece probable que la protección opera más efectivamente en un nivel de medio riesgo donde la ad-versidad no es una amenaza vital y los riesgos no son tan potentes como para cambiar el curso de la vida. En la planificación de provisión de servicios, reducir riesgos, aumentar protecciones y activar resiliencias se contempla como uno de los aspectos más impor-tante a tener en cuenta. Es a la luz de la creciente investigación sobre estos temas que los profesionales de la intervención social deben confiar cada vez más en esta perspectiva de protección y resiliencia.

9.1. LA INTERVENCIÓN SOCIAL EN LA RESILIEN-CIA FAMILIAR

Aparte de las aplicaciones que se han señalado, se ha propuesto para la intervención social más foca-

9. RESILIENCIA EN LA INTERVENCIÓN SOCIAL

Como se ha señalado las prácticas profesionales en la intervención social están requiriendo progresi-vamente la incorporación de nuevos enfoques teóricos que permitan a los equipos basarse en las capacida-des de los clientes para hacer frente a los obstáculos. Saleebey (1996: 297) ha llamado a esto una práctica basada en las ideas de resiliencia, de recuperación, de posibilidades y de transformación. Begun (1993) también afirmó que el futuro va a requerir el uso de referencias teóricas avanzadas sobre la conducta hu-mana y social que mejor se orienten a las complejida-des de la vida.

Se necesita comprender cómo las personas res-ponden positivamente a situaciones adversas y cómo usar este conocimiento para optar por una posición de potenciar las fortalezas, la adaptación positiva, la competencia y la autoeficacia de usuarios y clientes.

La información proveniente de la teoría y la in-vestigación sobre resiliencia son tan amplias que se puede conceptualizar como un enfoque teórico para la práctica social, enfoque que algunos autores lla-man de conducta humana basada en resiliencia.

Este movimiento conceptual, como afirman Greene y Conrad (2002) resulta de perspectivas teóri-cas renovadas, de la experiencia de los supervivientes y de la sabiduría de los profesionales expertos. Ger-main (1990), desde perspectivas ecológicas sugirió que el estudio de desarrollo humano debería dirigirse hacia la comprensión de emociones, espiritualidad, resiliencia, relaciones, cuidados, autoestima y auto-concepto, autoeficacia, competencia, autodirección, capacidad para atribuir sentido a la experiencia de la vida, autoayuda y ayuda mutua.

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superación. Los métodos etnográficos y las descrip-ciones narrativas de las experiencias estresantes y su significado tienen especial valor para comprender la continuidad y el cambio en la evolución de la familia y sobre todo en los grupos familiares que han sopor-tado diversas crisis.

2. Aportaciones para favorecer las estrategias de co-laboración:

Se estimula la colaboración entre los miembros de la familia, permitiéndose crear nuevas o renovadas competencias, apoyo mutuo y la común confianza en que son capaces de soportar los malos momentos. Desde el enfoque de resiliencia familiar se debe po-tenciar a cada uno de los miembros, reforzando la idea de que si obran en conjunto los miembros de la familia pueden allanar obstáculos en apariencia in-superables y ellos asumirán que el éxito es en gran medida un producto de sus esfuerzos, recursos y ha-bilidades. Las experiencias de éxito aumentan la con-fianza y la eficacia de la familia, permitiéndole, a su vez, enfrentar con mayor eficacia aún las adaptacio-nes subsiguientes.

El enfoque de resiliencia ofrece un marco prag-mático positivo, que orienta las intervenciones a for-talecer a las familias a través de la resolución de sus problemas actuales, según Walsh (1998).

3. Aportaciones para incorporar las redes de apoyos y procesos de autoayuda:

Con el fin de hacer que las familias manejen me-jor las situaciones estresantes, conviene que los es-fuerzos a favor del cambio no sólo incluyan a la fami-lia sino además a las redes de apoyo y a sistemas más

lizada en familias las siguientes aportaciones deriva-das del estudio del concepto de resiliencia familiar.

1. Aportaciones para los cambios en la orientación y metodologías de estudio en resiliencia familiar:

Más que nuevas técnicas, lo que se precisa para orientar las intervenciones son herramientas concep-tuales que apunten a examinar la fortaleza. El con-cepto de resiliencia familiar brinda una herramienta de esa índole, y pone el foco en superar la crisis y el desafío.

En primer lugar, en relación a la resiliencia fa-miliar se debería producir un cambio tanto en la in-tervención como en la investigación en el sentido de poner más atención en las familias que funcionan adecuadamente, a fin de identificar lo que las capaci-ta para el éxito y las formas en que pueden colaborar con los profesionales.

En segundo lugar deberían orientarse a una me-jor comprensión de las capacidades y recursos de la familia en medio de la crisis o de un sufrimiento pro-longado y en los esfuerzos que apoyen y estimulen las respuestas más saludables para el sistema familiar en estos procesos, incluidos grandes pérdidas y eta-pas de transición, como la muerte, la separación, el divorcio y el nuevo matrimonio.

Mucho es lo que habría que aprender de las fami-lias dotadas de resiliencia para las intervenciones en grupos familiares que atraviesan situaciones de ries-go. Las metodologías de estudios pueden ser diversas, así, el uso de métodos cualitativos en las investiga-ciones sobre los procesos familiares, ofrecen posibi-lidades para explorar los sistemas de creencias de la familia y los procesos narrativos en su adaptación y

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ción de programas y servicios;

5. Supervisar equipos y proyectos basados en re-siliencia;

6. Plantear investigaciones con enfoque de re-siliencia relacionadas con prevención de con-ductas violentas, de consumo de sustancias, de maltrato y también en acogimientos familiares, adopciones, acogimientos residenciales, etc.

En base a las etapas descritas anteriormente se aportan algunas aplicaciones a la intervención social del concepto, a modo de estrategias ecológicas de re-siliencia, que ponen la mirada en los recursos y capa-cidades. La primera etapa nos sugiere la necesidad de más Prevención, la segunda etapa está más orientada a la Conceptualización e Investigación, y la tercera nos aporta más elementos para la Promoción.

Asumir e integrar estos paradigmas de resilien-cia ayuda a los profesionales a proponer distintos niveles de trabajo en colaboración con usuarios y clientes que van desde la terapia hasta los grupos y programas comunitarios basados en el reconocimien-to y fortalecimiento de las características resilientes y los procesos motivacionales de las personas, sus familias y entornos.

Para activar intervenciones de este tipo es im-portante que los profesionales crean en los recursos naturales de éstos y se esfuercen por analizar, descu-brir y activar los factores facilitadores de resiliencia tanto en las personas, grupos y situaciones con las que trabajan como en ellos mismos. Los objetivos de las intervenciones basadas en resiliencia deben en-caminarse a la prevención de situaciones de riesgo psicosociales, el fortalecimiento ante los mismos y la promoción y potenciación de estas cualidades.

amplios, con el objeto de estimular vínculos comuni-tarios que la mayoría de las familias han perdido.

Son particularmente adecuados los grupos de autoayuda Las familias reaccionan positivamen-te cuando se despatologiza su angustia en grupo de iguales. El enfoque de resiliencia va más allá de la resolución de los problemas, ocupándose de su pre-vención, no sólo mediante la reparación actual sino también preparando a los individuos y familias para retos futuros.

Se ayuda a anticiparse a las dificultades futuras, aprender de lo vivido y planear estrategias de supera-ción más eficaces. Se promueve la resiliencia norma-lizando y contextualizando las tensiones y ofreciendo una orientación útil para la adaptación y superación basada en principios psicopedagógicos.

9.2. DIRECTRICES DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL EN LA RESILIENCIA FAMILIAR

Siguiendo a Fraser y Galinsky (1997) y Howard y Jenson (1999) los conceptos de riesgo, protección y resiliencia ofrecen un esquema conceptual en Inter-vención Social para:

1. Comprender cada una de las situaciones so-cio-familiares en la práctica profesional;

2. Desarrollar planes de acción;

3. Diseñar servicios específicos dirigidos a niños, adolescentes, adultos y familias basados en la identificación, fortalecimiento y potenciación de los recursos y fortalezas;

4. Construir modelos e instrumentos de evalua-

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- 2 -

La Resiliencia

desde la perspectiva de la resolución de conflictos

Las sugerencias más comunes para las aplica-ciones de la resiliencia se fundamentan dentro del ámbito de infancia y familia, en las intervenciones educativas y familiares con las expectativas de que educadores, padres, miembros de las redes de apoyo y profesionales se podrán adaptar a estos paradig-mas.

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El término resiliencia procede de la física refi-riéndose a la capacidad que tiene un material de re-cobrar su forma original luego de estar sometido a altas presiones. La Real Academia Española define la resiliencia, bajo dos óptica: 1. Psicología: capaci-dad humana de asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ella. 2. Medicina: capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación. Se trata, entonces de que en la práctica la resiliencia tiene varios aseveraciones o significados según el contexto.

De ese modo, Rosales (2008), reseña que la Resi-Iiencia, como fenómeno de estudio, tiene su origen en los Estados Unidos de Norte América, con las inves-tigaciones de las psicólogas americanas Emmy Wer-ner y Ruth Smith (1989), en la isla de Kauai (Hawai), quienes observaron el crecimiento durante treinta y dos (32) años, de 505 individuos con familia disfun-cionales, desde su nacimiento ocurrido en 1955,

Si bien es cierto, el término de resiliencia ha tratado de ser entendido y aplicado por diferentes disciplinas del saber: filosofía, ingeniería, biología, economía, derecho, sociología, ciencias gerenciales, antropología, trabajo social, entre otras no es me-nos cierto que el concepto se introduce y cobra fuerza en el campo científico recién en los finales del siglo XX, específicamente en los años 70. Afirman algunos autores que se implanta con una visión distinta, re-novadora, propia de un nuevo paradigma emergente, contrario al paradigma basado en el modelo del daño.

Posteriormente, en los años 90, investigadores como Luthar y Cushing; Kaplan, Masten; y Bernard; entre otros, fundamentan el modelo ecológico/tran-saccional de resiliencia, al considerar que las perso-nas se encuentran insertas en una ecología compues-ta por distintos niveles, y que al interactuar influyen

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las y se reconoce el bienestar y el mejoramiento de la calidad de vida. De allí que, entre las metas más re-saltante de la resiliencia está contribuir con la salud mental y emocional de las personas.

Al respecto, D’ Alessio (2010), considera la re-siliencia como una función o propiedad compleja de los sistemas biológicos, que opera en los diferentes niveles o sistemas de organización de los seres vivos (desde el nivel molecular y celular hasta el nivel social y de adaptación ambiental). Además, permite al or-ganismo adaptarse a las situaciones y a los cambios permanentes; por un lado, mantiene la homeostasis de las funciones biológicas principales, y por el otro, posibilita que el sistema regrese a un estado previo de funcionamiento fisiológico y adaptativo, cuando un factor estresante provoca daño o alteración.

Tabla 1Factores Resilientes

Fuente: Melillo, A y Suarez Ojeda, E.(2003) ¨Resiliencia¨, citado por Kalbermatter, Goyeneche y Heredia (2009),

De esa manera, alega el autor, que la resilien-cia permite una adaptación positiva, capaz de lograr un funcionamiento competente frente a un trauma, estrés severo o prolongado, de allí que se le consi-dere un proceso dinámico de desarrollo. Igualmente, argumenta el autor, que desde el punto de vista de

directamente sobre el desarrollo humano. Este mo-delo de resiliencia establece conceptos fundamenta-les como: adversidad; procesos; adaptación positiva. Igualmente, estas investigaciones centran su objetivo en la búsqueda de métodos de investigación eficaces, que den cuenta del proceso resiliente.

Dentro de esa perspectiva, Kalbermatter, Goye-neche y Heredia (2009:11), argumentan que la resi-liencia es considerada actualmente como un compo-nente de la salud mental. Su función es desarrollar la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y ser fortalecido y transformado por las experiencias de adversidad.

En efecto, las autoras consideran que los prin-cipios de resiliencia, que originan actitudes favora-bles al desarrollo de habilidades, permiten enfrentar las situaciones de adversidad, brindando a la vez la posibilidad a los sujetos de salir fortalecidos, residen en tres conjunto de factores: (a) la disponibilidad de sistemas de apoyo externos; que alimenten y refuer-cen los intentos de adaptación de los sujetos; (b) el medio familiar y social; y (c) las características de la personalidad. Al respecto, Henderson Gotberg; citada por Kalbermatter, Goyeneche y Heredia (2009), afir-ma que los factores resilientes podrían organizarse en cuatro categorías: yo tengo; yo soy; yo estoy; y yo puedo; que se describen en la Tabla 1

En efecto, Kalbermatter, Goyeneche y Heredia (2009), subrayan que la resiliencia es un proceso que implica la promoción de todos esos factores y que re-quiere un compromiso con el comportamiento resi-liente. Este proceso se inicia en primer lugar con un ¨darse cuenta¨ o ïnsight¨ de la adversidad, seguida-mente se selecciona la respuesta apropiada, se alcan-za aprender de la experiencia, se valora el impacto que se tenga sobre otras personas para no perjudicar-

Yo tengo (apoyo) Yo soy Yo estoy Yo puedoDe personas significativas que me quieren y cuyas conductas son modelos a seguir.- Adultos que me ponen límites.- Personas que me ayudan ante la enfermedad o el peligro.- Un Dios de amor, siempre disponible para ayudarme.

Una persona por las que otros sienten aprecio y cariño.- Feliz cuando hago algo bueno por los demás y les demuestro mí afecto.- Respetuoso de mí mismo y del prójimo.

Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.- Seguro de que todo saldrá bien.

- Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.- Buscar la manera resolver los problemas.- Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso.- Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.- Encontrar alguien que me ayude cuando lo necesito.

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familiares, socio-culturales, entre otros factores.

Todo ello, asevera la autora, hace de la resiliencia un fenómeno inestable, nada absoluto, ni definitivo, por lo que se podría describir como un concepto diná-mico, de acción; que no puede ser considerada como un atributo innato, pero que posee estrecha vincula-ción con el desarrollo evolutivo, y debe ser fomentada desde el nacimiento.

En atención a lo anteriormente expuesto, resulta interesante resaltar la similitud de los planteamien-tos de Rosales (2008), Kalbermatter, Goyeneche y Heredia (2009), D’ Alessio (2010) y Sambrano (2010), en considerar la resiliencia como la capacidad para la transformación positiva de las adversidades, con-vergiendo para ello una serie de atributos, factores y componentes que la promueven permitiendo, asimis-mo, el fortalecimiento del ser humano en un marco ecológico mejorando de manera integral la calidad de vida del individuo.

Evidentemente, basado en los postulados antes expuestos, se infiere, la relevancia de la resiliencia como una innovadora herramienta de la psicología aplicada, radica en la acción dinámica y holística que se le atribuye, considerándosele un eficaz correctivo contra el estrés, la ansiedad, la irritabilidad, la de-presión, y permitiendo que el individuo al interactuar disfrute el sentido creativo de la vida.

Es por eso, que plantea la investigadora, en Co-lombia, es necesario profundizar el conocimiento de los atributos, factores y componentes que conforman la resiliencia, construyendo entre todos un ambiente que los promueva, desde las mismas personas hasta los distintos actores activos de la sociedad, trátese de familia, instituciones educativas, empresa, iglesia, clubes, entre otros, y así estar preparados para afron-

la biología y la neurociencia, el cerebro es el órga-no ejecutor central del sistema biológico responsable de la resiIiencia y el encargado de regular los meca-nismos neurobiológicos, cognitivos y psicológicos del individuo vinculados con la respuesta al estrés y la resiliencia.

De igual forma, Sambrano (2010), alega que la resiliencia se halla en la corriente de la psicología po-sitiva que dinamiza y potencia la salud mental ópti-ma. Aunque los estudiosos de las orientaciones tradi-cionales de la psicología consideraban los aspectos de resiliencia como poco usuales e incluso patológicos, actualmente, en virtud de teorías científicas, se ha demostrado de manera categórica que la resiliencia es una manera habitual de responder a las situaciones con las que las personas se enfrentan en la vida, lo cual contribuye a mejores adaptaciones y aceptación de las adversidades, como una forma sana de seguir adelante y, de ser necesario, volver a empezar.

De allí que, anota Sambrano (2010), la resilien-cia es una manera de ver los comportamientos hu-manos desde una perspectiva multidisciplinaria que tiene como objetivo mejorar los procesos y resultados de los grupos humanos frente a la crisis, por su con-cepción holística que tiene su máxima posibilidad en los valores y cultura de la sociedad.

En el mismo orden de ideas, Rosales (2008), aclara que la resiliencia conforma una capacidad uni-versal, pues se encuentra en potencia en todos los seres humanos. No obstante, esta capacidad no siem-pre se activa, o bien cuando se activa no siempre es garantía para generar una solución positiva; esto es, una persona resiliente va depender de la incidencia de múltiples factores que afectan directa e indirecta-mente en la vida del individuo, por ejemplo, la edad, la situación que está atravesando, las circunstancias

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percibir pérdidas o desequilibrios, que crean espacios para el surgimiento de diferencias y conflictos, y que se presentan cuando una de las partes considera que no está recibiendo lo esperado, pues no existe una asimetría, una figura equilibrada o un manejo ade-cuado a sus deseos o intereses. De allí, que cuando se instituyen relaciones con rasgos de asimetría o des-igualdad, existe un alto riesgo de conflicto.

Otra consideración a cerca de la gestión de con-flicto es la formulada por Casillas, Díaz y Vázquez (2005), quienes argumentan que la génesis del con-flicto descansa en las percepciones y expectativas por parte de las personas o grupos que componen una sociedad. Las expectativas dependen de cómo se per-ciben los hechos, así, un mismo suceso es, siempre, percibido de forma muy diferente por distintos indivi-duos. Consideran los autores, que una expectativa se podría considerar como la extrapolación hacia el fu-turo de las propias percepciones del pasado, a su vez, las personas, por lo general, no se mueven en función de su realidad sino en función de cómo la percibe.

Apunta Casillas, Díaz y Vázquez (2005), que con el tiempo estas diferencias en las percepciones indu-cen a que los individuos y los grupos desarrollen ex-pectativas diferentes acerca de los acontecimientos que se producirán en el futuro. Estas diferencias en las percepciones se deben a las discrepancias exis-tentes en los modelos cognitivos de las personas, lo cual depende tanto de factores personales y genéti-cos, como de la propia experiencia acumulada a lo largo de su vida, dentro y fuera del contexto en re-ferencia. En consecuencias, estas diferencias en el proceso de percepción provocarán desacuerdos en las expectativas generadas, pudiendo, en un determina-do momento, desatar un conflicto.

tar la dificultad que en algún momento se presente y superarla con éxito.

Visto así, las familias, se constituyen en una organización socialmente compleja, donde la multi-plicidad de agentes, la interacción de roles en cons-tante avance, la hacen un escenario propicio para las dificultades o generación de conflictos en su gestión. Cabe señalar, que teóricamente se afirma que en esta sociedad, el conflicto no es en sí mismo señal nega-tivo; es algo inevitable, que forma parte de la vida cotidiana, como entes sociales que son, contribuyen-do en muchas oportunidades a su desarrollo y a su proceso natural de perfeccionamiento.

En efecto, los conflictos si se reconocen y se ges-tionan eficazmente, pueden convertirse en una fuerza motivadora al momento de lograr el éxito, pues son considerados el resultado natural del entorno compe-titivo en que opera el hombre. Pero si por el contrario, se ocultan o lo que es peor se ignoran y no se solucio-nan, puede resultar una fuerza destructiva tanto en la esfera empresarial como en la social.

Por su parte, Barrera (2004:17), considera que el conflicto es inherente al ser humano, se presen-ta durante toda su vida, conservando una propiedad, arraigada a cada persona mantiene condiciones y for-mas muy propias de la persona que lo vive, hace par-te de su estructura de pensamiento de los modelos mentales o marcos referenciales, los que se manifies-tan a través de actitudes y procedimientos que cons-tituyen la individualidad manifiesta del ser humano y por ende del conflicto.

En este sentido, según el autor enunciado en el párrafo anterior, que las personas de acuerdo a la valoración y análisis que haga de sus relaciones con los demás, sean estas formales o informales, pueden

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Con relación a estos atributos, considerados también como factores o atributos de la resiliencia, es oportuno apuntar lo establecido por Urdaneta (2009), quien refiere que para entender mejor el pro-ceso de resiliencia es necesario concebir que el indi-viduo está inmerso en un marco ecológico, por ende, debe tomarse en cuenta el ambiente, la cultura del individuo, al igual que las tareas específica, y donde convergen una serie de atributos que promueven la resiliencia, considerando el desarrollo humano den-tro de un contexto específico.

Al respecto, Wolin y Wolin (1993), producto de las observaciones y estudios de la resiliencia, han creado una especie de mandala o esquema basado en las etapas del ciclo vital (infancia, adolescencia y adultez), que comprende las manifestaciones que se exponen como siete atributos que les posibilita una futura adultez en resiliencia. Estas manifestacio-nes o atributos de la resiliencia son: Introspección; Independencia; Capacidad para relacionarse o Inte-racción; Iniciativa; Creatividad; Ideología personal; y Sentido del humor. Estas son representadas gráfica-mente así:

Fuente: Puerta de Klinkert (2002), citada por Rosales (2008).

A titulo ilustrativo, un ejemplo del proceso de generación de conflicto, basado las percepciones y expectativas de los individuos o grupos sociales, Ca-sillas, Díaz y Vázquez (2005: 85), lo narran así: en una empresa familiar en tercera o cuarta generación, en la que, hasta este momento, la sucesión ha recaído siempre en el primogénito, pero que se plantea la ne-cesidad de establecer condiciones para las generacio-nes siguientes (determinada formación y experiencia, capacidad de liderazgo, entre otras).

Probablemente a lo largo de su niñez, tanto el líder actual como su hijo mayor hayan ido generan-do la expectativa de que la sucesión se desarrollase, en un determinado sentido. Sin embargo, es probable que otros hijos del mismo padre y otros primos estén trabajando duro para adquirir las competencias ade-cuadas para convertirse en el próximo líder para la empresa familiar, con la expectativa de que así se le reconocerán y, por ende, le conducirá a ser el suce-sor. Llegado el momento, ambas expectativas entra-rán en conflicto.

1. ATRIBUTOS DE LA RESILIENCIA

La Resiliencia, como herramienta en la gestión de conflictos, es una tarea ardua e implica la necesi-dad de profundizar en el conocimiento de un conjun-to de atributos, a fin de construir un ambiente que los promueva, que abarca desde la persona (individual o en grupo) hasta los distintos actores (familia, uni-dades educativas, iglesias, clubes, empresas, entre otros) que interactúan dentro y fuera del contexto en que operan las organizaciones. En esta investigación, en particular, se estudiará la ResiIiencia desde los atributos: introspección; independencia; capacidad de relacionarse; iniciativa; humor; creatividad; y mo-ralidad.

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En atención a lo anteriormente expuesto, es im-portante resaltar lo concordante de los postulados de Urdaneta (2009); Wolin y Wolin (1993); Rosales (2008); y Atehortúa (2002), con relación a los atribu-tos de la resiliencia, considerándolos como insumos importantes que proveen una fuente de conocimientos y prácticas para entender, enfrentando ciertos proce-sos o eventos particulares de la vida empresarial, ha-ciéndolos menos traumáticos, más productivos, sobre todo para lograr respuestas y comportamientos que potencien y enriquezcan esos procesos, de tal forma que concluyan fortaleciendo tanto a la empresa como al grupo social donde ella opera.

Sobre la base de las ideas expuestas, se infiere que la resiliencia, entendida como la capacidad que surge producto de un proceso dinámico y evolutivo, significa una combinación de atributos que permite a un ser humano enfrentar y superar los problemas y adversidades de la vida, haciéndolo capaz de cimen-tar sobre ellos. Así se tiene que, la introspección; in-dependencia; capacidad para relacionarse; iniciativa; humor; creatividad; y moralidad, son atributos que deben ser estudiados al analizar la resiliencia, con-cibiéndose está como una herramienta clave para afrontar cualquier conflicto o divergencia que pudiera surgir en el ámbito operativo.

Es habitual que en la sociedad, se trate de llegar acuerdos entre el grupo de personas que allí conver-gen, con la finalidad de aprovechar lo mejor de cada una de ellas, su fortaleza, conocimiento, experien-cia, y que de manera conjunta puedan desarrollar las actividades, tareas u operaciones en general de la empresa, de tal forma que los beneficie a todos, pero no siempre se logra. De allí que, los atributos de la resiliencia se enfocarían desde la dinámica de los procesos que abordan los individuos o grupos huma-nos para enfrentar la crisis, problemas, conflictos y

Se percibe que, el primer círculo de la resiliencia se centra en la infancia o niñez, ensanchándose has-ta llegar al segundo que constituye la adolescencia y finalmente al tercero, que representa la adultez. El progresivo ensanchamiento, explica una de las pro-piedades de la resiliencia la cual consiste en madu-rar y fortalecerse, paulatinamente siguiendo el creci-miento del ser humano, mientras que alcanza etapas de mayor desarrollo evolutivo.

Agrega Rosales (2008), que estos atributos de-ben ser analizados partiendo de las perspectivas de las peculiaridades de cada persona, las diferencias de género, de edad, de cultura, entre otros; es decir, la construcción de la resiliencia y su promoción re-quiere que estos atributos sean considerados desde la cotidianidad, así como desde el modo de vida de los grupos sociales, su cultura, idiosincrasia, tradi-ciones, dificultades y prototipos imperantes en cada sociedad.

Afirma la autora, antes citada, que el interés de los factores o atributos resilientes tiende a mejorar las condiciones de vida del individuo, pues estos se relacionan con acciones de prevención y promoción de la salud, de actividades e intervenciones que posi-biliten la prevención de daños específicos o que con-trarresten o minimicen los factores dañinos.

De forma similar, Atehortúa (2002) considera, la resiliencia como la capacidad de los seres huma-nos para sobreponerse a las crisis y construir posi-tivamente sobre ella, la cual está basada en unos atributos o factores que al operar integradamente conforman un sistema de protección que fortalece el análisis y la toma de decisiones, en el sentir, pensar y actuar, estableciendo una plataforma o un mapa para enfrentar efectivamente la crisis o adversidad.

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es definida por Sambrano (2010:81), como ̈ capacidad para ver objetivamente los problemas y situaciones, establecer límites sin dejarse apasionar o influenciar por sus propios mapas. A su vez, Kalbermatter, Goye-neche y Heredia ( 2009:85), la precisa como ¨la capa-cidad de establecer límites entre uno mismo y los vín-culos emocionales conflictivos, manteniéndose física y emocionalmente distantes de ellos¨.

Por su parte, plantea Bou Bauze (2005:64) que la independencia como atributo es considerada como la “capacidad para mantener distancia física y emo-cional con respecto a los problemas sin caer en el aislamiento¨. Asimismo, añade Urdaneta (2009), que este atributo puede ser considerado una aptitud que implica saber fijar límites entre uno mismo y el me-dio o ambiente que presenta problemas, manteniendo una distancia física y emocional sin caer en el aisla-miento.

Al respecto, infiere la investigadora, que se debe favorecer el desenvolvimiento independiente frente a posibles conflictos familiares o sociales, desarrollan-do la importancia de tener la capacidad para estable-cer límites entre uno mismo y la situación conflictiva, guardando la distancia necesaria tanto física como emocional, sin llegar al aislamiento.

1.3. CAPACIDAD PARA RELACIONARSE

La capacidad para relacionarse es considerada por los autores como la base sobre la que se articulan los sistemas abiertos. En este entendido, las organi-zaciones, como sistemas sociales abiertos que son, interactúan en entornos cambiantes, debiendo modi-ficarse internamente para garantizar su continuidad. De allí pues, que, la capacidad para relacionarse es concebida por Sambrano (2010: 81), como la ̈ capaci-

superar dichas dificultades

1.1. INTROSPECCIÓN

La introspección como uno de los atributos que caracterizan la resiliencia es definida por Sambrano (2010: 81), como la ¨capacidad de autocritica, obser-varse a sí mismo y al entorno, hacer cuestionamientos profundos y dar respuestas honestas¨. Similar plan-teamiento es el formulado por Urdaneta (2009:171), quien entiende la introspección ¨como el arte de pre-guntarse a sí mismo y darse una respuesta honesta antes circunstancias previstas o imprevistas¨.

Reseña Urdaneta, por una parte, que la Orga-nización Nacional de la Salud enuncia que la intros-pección representa una función mental, que permite crear el conocimiento y la comprensión de uno mismo, al igual que las conductas coherentes. Por la otra, cita a Wolin y Wolin, quienes relacionan la introspección con la capacidad de autodefinirse respecto a una ac-ción con la cual se compromete para un cambio so-cializado que exigen respuestas tanto individual como del grupo social, y que va mas allá de los hallazgos cuantificables encontrados.

Infiere la investigadora que la coincidencia de todas estas teorías pone de manifiesto que la intros-pección concebida como esa capacidad de conocerse así mismo, implica mostrar una conducta coherente y dar respuestas honestas antes situaciones previa-mente conocidas o que por el contrario presentadas de improvisto.

1.2. INDEPENDENCIA

La independencia como atributo de la resiliencia

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pesar de que el ambiente no promocione nuevos mo-dos de enfrentar la realidad¨.

De igual manera, Urdaneta (2009: 173), expresa que la iniciativa ¨se presenta como el gusto de exigir-se y ponerse a prueba en tareas progresivamente más complejas. Toman medidas en el presente para crear oportunidades o prevenir problemas en el futuro, ini-cian acciones con visión a largo plazo. Cita el autor, lo argumentado por Rutter (2000), en cuanto a que la iniciativa se refiere a la capacidad para asumir tareas complejas que requieren no solo celeridad sino com-petencias para aprovechar las oportunidades.

Partiendo de los planteamientos precedentes, in-fiere la investigadora que bien pudiese entenderse la iniciativa como la capacidad de decisión y persisten-cia en llevar adelante una acción, por muy compleja que ella sea, e incluso a pesar de la resistencia de los demás en hacerla. También, la decisión de enfrentar los desafíos de la vida diaria, tomándose como una oportunidad, determinados por las circunstancias de su ambiente familiar o social.

1.5. HUMOR

Afirman los expertos, que un individuo con hu-mor participa en actividades con agrado, siendo ca-paz de amigarse luego de una riña o altercado, permi-tiéndole mantener una buena relación con las demás personas. En efecto, Sambrano (2010:81) considera que el humor ¨es la capacidad de afrontar situacio-nes en forma lúdica y divertida, encontrando en la crisis una fuente de inspiración¨.

dad para brindar, sostener y establecer relaciones de confianza y solidaridad fuertes y de largo plazo con otras personas¨.

Es también, referencial, la fundamentación de Urdaneta (2009: 172), al alegar que la capacidad para relacionarse ¨es la habilidad para establecer lazos e intimidad con otra gente, para equilibrar la propia necesidad de afecto con la actitud de brindarse a los otros. Igualmente, el autor, reafirmando lo indicado en el párrafo anterior cita a Bou Bauze (2005), quien refiere que el mecanismo básico que regula el cambio en los sistema sociales es la retroalimentación. Es en-tonces, como a través de este mecanismo, la organi-zación recibe la información acerca de su incidencia en el entorno, permitiendo su adaptación a los conti-nuos cambios.

Desde estos planteamientos, la investigadora in-fiere que la capacidad para relacionarse pudiera re-ferirse a la habilidad que tiene el individuo de conec-tarse, sentirse querido, atraer y lograr un punto de apoyo social, lo cual resulta vital cuando se tiene que enfrentar situaciones de adversidad. Esto implicaría, ser accesible, dar una acogida espontánea y estable-cer una sintonía vital con las demás personas

1.4. INICIATIVA

La iniciativa de manera general podría consi-derarse como la capacidad que tiene el individuo de emprender acciones. Desde esta apreciación la ini-ciativa es definida por Sambrano (2010:81), como ¨la capacidad para autoexigirse, apersonarse de su responsabilidad, de sus decisiones y consecuencias¨. Asimismo, Kalbermatter, Goyeneche y Heredia (2009: 14), plantean que ¨ la iniciativa posibilita el logro de la decisión personal frente a la presión del grupo o a

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(2010:81) asevera que la creatividad ¨es la capacidad de establecer y crear orden y nuevos modelos a partir de la confusión. Al respecto agrega Kalbermatter, Go-yeneche y Heredia (2009: 16), que la creatividad ¨es la fluidez, flexibilidad y originalidad de pensamientos que posibilita poner orden, belleza y propósito al caos de las experiencias y problemas¨.

En este mismo contexto, expresa Urdaneta (2009:174), que la creatividad ¨es la capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y el desorden¨. Asimismo, Thurstone (2000: 93), citado por el autor, refiere que la creatividad es un proceso para formar ideas o hipótesis, verificarlas y comuni-car los resultados, suponiendo que el producto creado es algo nuevo¨. Es decir, una persona creativa genera respuestas nuevas, que no se habían abordado con anterioridad y que resuelve de una manera distinta.

En ese sentido, Rosales (2008:86), afirma que la creatividad ¨es el camino de crear, de recrear es vol-ver a definir, volver a estructurar para lograr la pro-ducción de algo nuevo o diferente como realización de sí mismo en una integración de recursos cogniti-vos, imaginativos, afectivos, sensoriales, motóricos¨. Igualmente Rogers (1981: 302), citado por la autora, describe que toda esta situación como la ¨aparición de un producto original de una relación que surge por una parte, de la necesidad del individuo y, por otra, de los materiales, acontecimientos, personas o circunstancias de la vida¨.

En efecto, partiendo de la fundamentación de estos postulados, infiere la investigadora, que la per-sona creativa pudiera, al manejarse entre lo posible, lo desconocido, lo caótico, lo real, o lo inconsciente, generar repuestas que la conlleven hacia una nueva oportunidad, o hacia una nueva forma de encontrar-se con la realidad, actuando frente a las adversida-

De este modo, Urdaneta (2009), refiere en pri-mer lugar a lo planteado por Berubé (1999 ), quien expresa que el humor puede ser alegre, triste, opti-mista, abatido, irritable, colorido, melancólico; que hace referencia al sentimiento interno o subjetivo, al temperamento, lo cual se traduce en una expresión efectiva. En segundo lugar, lo enunciado por Melli-do (2001), quien considera que desde la perspectiva resiliente el humor trata de encontrar lo cómico en la propia tragedia, permite ahorrarse sentimientos negativos aunque estos sean transitorios y soportar situaciones adversas, esto es, poder superar la crisis y recobrar la fortaleza.

Por otra parte, Rodríguez (2001), citado también por Urdaneta 2009:174), reseña que ̈ el humor es una actitud ante la vida, cuando se afronta los aconteci-mientos cotidianos de una manera positiva, se pone del lado del mejor humor. En cambio, cuando su ta-lento se utiliza tan sólo como instrumento de mofa y burla, el humor deja de tener el valor que se le su-pone¨. Un humor de este tipo difícilmente será una herramienta que fomente solidaridad, la empatía o la justicia social.

En atención a la concordancia de estos plantea-mientos, la investigadora infiere que el humor como atributo de la resiliencia podría ser considerada una actitud positiva para afrontar y superar una crisis o adversidad, recobrando la fortaleza, siendo capaz de seguir riendo y gozar de emociones positivas mos-trando optimismo y sentido del humor.

1.6. CREATIVIDAD

Los autores sostienen que a través de la crea-tividad se trata de dar solución con innovación a los problemas, asignaciones o procesos. Sambrano

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Los planteamientos anteriormente expuestos, permiten a la investigadora inferir, que la moralidad se plantea como un valor humano, de gran beneficio para la humanidad, que implica trabajar para el mu-tuo beneficio de todos, cuyo modelaje se encuentra en patrones de vida que contribuyen a perfilar el signi-ficado de lo malo, lo bueno, lo deseado e indeseable, asumiendo la responsabilidad de estimular de ma-nera activa la reflexión sobre los valores y principios morales que idealiza el hombre.

2. FACTORES DE LA RESILIENCIA

El interés de los factores resilientes se relaciona al desarrollo de acciones de prevención y promoción de la salud, de participaciones en actividades que fa-ciliten la prevención de daños y por ende, tiendan a mejorar las condiciones de vida de las personas ve-lando por el bienestar colectivo. Al respecto, es preci-so el estudio de los factores de riesgo desde la preven-ción: prevención primaria (detenerlos antes de que se produzcan); prevención secundaria (reducir los efectos nocivos de su influencia una vez producidos). Con respecto a los factores de protección, es vital su promoción, manteniendo las capacidades personales y las fuentes de apoyo.

Evidentemente, en relación a los factores resi-lientes, los factores de riesgo y protectores, es nece-sario analizarlos desde los aspectos particulares de cada persona, las diferencias de género, de edad y de cultura, es decir desde las tradiciones, índole, proble-mas y pautas preponderantes en cada sociedad. Al respecto Rosales (2008), señala que el proceso de ResiIiencia implica la interacción activa de dichos factores, para lo cual se hace necesario: primero: es-pecificar cuál es la adversidad y la raíz de su origen; y segundo: seleccionar el nivel y la respuesta más

des de otra manera, siendo capaz de transformarse y transformar a otros, favoreciendo así las conductas resiliente.

1.7. MORALIDAD

La moralidad, expone Sambrano (2010:81), es ¨dar sentido trascendente a las actuaciones, desear a otros el bien propio¨. Al respecto, añade Urdaneta (2009: 175), la moralidad ¨ indica la necesidad de unos valores y creencias claros, un sentido de finali-dad y de principios morales, un compromiso de ac-ceso y ayuda para todos, y una elevada autoestima.

En este mismo orden de ideas, plantea Bou Bau-se (2005), citado por Urdaneta (2009:175), ¨que para extender el deseo personal de bienestar a toda la humanidad es necesario comprometerse con valores morales. Por tanto, los fines morales están inmersos en la visión y misión de los centros de trabajo. Al mismo tiempo, Kalbermatter, Goyeneche y Heredia (2009: 17), expresan que los valores morales y espi-rituales, se observan en conductas relacionadas con valores como la compasión, la justicia, la lealtad y el amor, al respecto indican que:

¨En realidad, todos los valores crecen en el suelo fértil del amor. Si nos remitimos, por ejemplo, a los cánones sagrados, encontramos una porción bíblica, en la 1º carta a los Corintios, en el, capítulo 13 que se refiere al ¨ágape¨, tipo de amor que proviene de Dios, que implantado en la mente humana, trae como resultado el crecimiento de un manojo de virtudes fundamentales que hacen moralmente buena a una persona. En otras culturas no cristianas, también ob-servamos que el exponente máximo de los valores es el amor, hacia las personas y hacia la naturaleza¨.

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les identificados como: control, propiedad, alcance y duración.

2.1. CONTROL

Entre las investigaciones más resaltantes reali-zadas sobre el Control como factor de la ResiIiencia cabe destacar los hallazgos de Stolz (2003), citado por Ruesga (2012), quien lo precisa como la manera que tiene un individuo de reaccionar ante una situación adversa. Argumenta el autor, que el control muestra, por una parte, hasta qué punto el individuo es capaz de influir positivamente en una situación y, por la otra, cómo se pueden controlar las reacciones. Al respecto, Stolz, en el estudio del control, jerarquiza las respuestas y define básicamente dos posibles ti-pos de reacción identificadas como: respuesta de con-trol retardada y respuesta de control espontáneo.

En este sentido, Stolz (2003), plantea la jerar-quización de los elementos de respuesta de control, ilustrada a través de una pirámide, en cuyas bases se halla, como primer nivel, el instinto natural de respuesta¨, expresada como una respuesta ¨violen-ta¨. Seguido se encuentra un nivel menos espontáneo de respuesta ¨emocional¨, no alejándose de una res-puesta ancestral.

En cuanto a los tipos de reacción, la llamada ¨respuesta de control retarda¨, es la reacción más común, caracterizada por un lenguaje corporal de respuesta, como rotación de los ojos, enojo o exas-peración y una respuesta constructiva, también cor-poral. Esta respuesta suele manifestarse comúnmen-te con comportamientos como el enfado, la fatiga, el enojo, entre otros. El segundo tipo de reacción cono-cida como ¨respuesta de control espontanea¨, se re-fiere a la respuesta espontanea del sistema operativo

apropiada para enfrentar la adversidad, según la persona, el momento y las circunstancias.

Con respecto a la segunda acción las respuestas podrían ser: (a) Inmediatas: exigida por la urgencia de la situación presentada, por ejemplo ante situación de catástrofes naturales; (b) planificadas: cuando se cuenta con el tiempo necesario para planificar accio-nes de enfrentamiento; y (c) practicada: ello involucra dos acciones: hablar sobre el problema, de las posi-bles acciones a seguir para su resolución, o constituir acciones que preparen para afrontarlo.

Similar planteamiento es el formulado por las autoras Kalbermatter, Goyeneche y Heredia (2009), quienes sostienen que la adversidad puede estar pre-sente en las distintas clases sociales, siendo deter-minante la presencia de los factores de riesgos tales como: familias disfuncionales; modelos de conducta desviados y aceptados por el entorno; fracaso escolar y deserción; ausencia de grupos de amigos saluda-bles; tiempo libre gastado de forma no creativa; au-sencia de diálogo con otros adultos significativos aje-nos a la familia; y personalidad muy influenciada.

Ante estos factores de riesgo, afirman las auto-ras, se requiere promover actitudes favorables que permitan enfrentar la situación de adversidad para lo cual se hace necesario la conjugación de factores de protección como: la disponibilidad de sistemas de apoyo externos (que alimenten y refuercen los inten-tos de adaptación de los sujetos); el medio familiar y social; y las características de la personalidad.

Dentro de este contexto, infiere la investigadora que, la Resiliencia, como herramienta en la gestión de conflicto, variable de estudio de la presente inves-tigación, será analizada y desarrollada sobre la base de cuatro (4) factores de la ResiIiencia fundamenta-

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cambios presentados a su alrededor, en lugar de asu-mir una posición pasiva ante ellos. Afirma el autor que, en este caso, se estable un proceso de toma de decisiones, determinando el individuo cuáles aspec-tos pueden realmente ser cambiados y cuales están fuera de su control.

Por su parte, Deutschman (2008), plantea la te-sis de que existen tres claves decisivas para ayudar a las personas a hacer cambios positivos en su vida: relacionarse, repetir y reencuadrar. Asienta el autor, respecto a la primera clave del cambio, ¨relacionarse¨ el individuo establece una relación nueva y emocional con una persona o comunidad que inspire y que pres-te soporte a la esperanza. La segunda clave ¨repetir¨ refiere que la nueva relación le sirve para aprender, practicar y dominar los nuevos hábitos y destreza que va a necesitar; como tercera y última clave ¨reencua-drar¨ le sirve para aprender nuevas maneras de pen-sar acerca de la situación y de su vida.

De todos estos argumentos planteados, la inves-tigadora infiere que el control puede ser considerado una actitud que permite a las personas trasformar las situaciones adversas, tomando las acciones nece-sarias e influenciar positivamente en los resultados, encontrando soluciones adecuadas, sin fallecer ante el problema o dejarse llevar por la pasividad

2.2. PROPIEDAD

La propiedad como factor de resiliencia evalúa, según Stolz (2003), el grado en el cual el individuo asume la responsabilidad en mejorar la situación presente. Al respecto afirma, Sambrano (2010), que la responsabilidad es un valor que proporciona es-tructura, orden y límites, que requiere además un esfuerzo personal, establecer prioridades y dedicarse

del individuo ante las adversidades y ante las nuevas demandas del sistema nervioso central.

Plantea Stolz (2003), que la respuesta de control espontánea se esquematiza como el quinto nivel o la cúspide de la pirámide, y se asume como la última forma de control. Este tipo de reacción es conside-rada el estado ideal de respuesta no emocionales, e interindividuales, apreciadas en un líder. Afirma, además, que las personas con control espontáneo son capaces de tomar decisiones, pensar y aun optimizar su reacción ante la adversidad. Es esta reacción la dimensión imperante ante circunstancias excepcio-nales ya que, el individuo con su expresión permite la conexión con otros individuos, la formación de equi-pos de trabajo llegando a establecer la fuerza vibran-te de las organizaciones.

Al respecto, D´Alessio (2010), reporta que la cien-cia contemporánea tiene como desafío el desarrollo de nuevas moléculas capaces de mejorar las funcio-nes vinculadas con la resiliencia del sistema nervioso central, permitiendo una mejor adaptación y recupe-ración del organismo frente a los efectos nefastos del estrés o cualquier otra situación de adversidad.

Similar planteamiento es formulado por Quinte-ro y Bracho (2009), quienes utilizan, desde la mis-ma dimensión de control, el término de autocontrol, considerándolo como el grado en el cual el individuo siente que puede influenciar sobre las situaciones di-fíciles o adversas, asumiendo su propia responsabi-lidad, al sentirse capaz de cambiar el curso de los acontecimientos en la dirección de sus propias metas y valores.

Igualmente, Maddi y Khoshaba (2005), refieren que el control es una actitud en la cual el individuo trata de influir positivamente en los resultados de los

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consecuencias de sus propias acciones

2.3. ALCANCE

El alcance es una cualidad presente en los indi-viduos que, según Stolz (2003), citado por Quintero y Bracho (2009), determina el grado en el cual éstos permiten que la adversidad en un área cualquiera de su vida trascienda en otras. El alcance es la dimen-sión que determina cómo se encara la adversidad y la magnitud de la predicción de la autorrealización individual; por ende, para Stolz el alcance determina el nivel de patrimonio emocional comprometido dis-minuido o dañado por una adversidad.

Por otra parte, señala Stolz (2003), que el alcan-ce como factor resiliente está relacionado con la ma-nera de percibir los problemas; mientras más grandes se perciban las dificultades, mayor será su potencial para producir miedo, impotencia, apatía e inacción. Esta dimensión define que tanto un evento adverso afecta otras aéreas del individuo, es decir, como pue-de por ejemplo influir una adversidad presente en el área laboral sobre su entorno familiar o en su salud, o viceversa.

Asegura Stolz (2003), el alcance es, de la misma manera, un indicador pronosticador del nivel de mie-do y la preocupación ante situaciones de adversidad. Tanto el miedo como la preocupación parten de su-posiciones negativas acerca de los eventos o sucesos que las personas deben enfrentar en un momento y contexto particular. A su vez Quintero y Bracho (2009), señalan que este factor, llamados por estos autores en el modelo A.B.A.T.I.R., ¨nivel alcance¨, se refiere a cómo puede influir en los diferentes niveles de la organización la presencia de desajustes relevan-tes en área determinada.

de manera disciplinada a alguna tarea. Por ende, la propiedad involucra que la persona debe tomar parte en la recuperación de cualquier situación con resul-tado desfavorable, sin detenerse a buscar culpables o a conocer sus causas.

Por otra parte, afirma Stolz (2003), citado por Ruesga (2012), que entre las características resaltan-tes de la propiedad como factor resiliente se mencio-nan el aprendizaje y la confianza. Según el autor, la propiedad es el catalizador del compromiso, las solu-ciones, la innovación así como el éxito a largo plazo. Ello implica que, la propiedad establece el compro-miso de acción sobre la adversidad, en tanto que el control como factor resiliente es un preconizador de la serenidad.

Para Sambrano (2012), la confianza que genera la responsabilidad fortalece los nexos amistosos y es-timula la tolerancia a la diversidad de opiniones. Ase-vera la autora, que en situación de crisis, una persona resiliente, que se siente responsable de sus propias acciones, es capaz de iniciar un cambio y propiciar el cambio de otros, apoyando situaciones que impli-can riesgos calculados; logrando así, tanto el éxito como la confianza en sí mismo. Agrega Gruhl (2009), citado por Ruesga (2012), cuando las personas asu-men el papel de víctima, estas no toman consciencia de hasta qué punto podrían contribuir a superar la crisis o adversidad, otorgando a otros el poder de su propio destino.

Partiendo de la congruencia de lo establecido an-teriormente por los autores, podría inferirse que la propiedad como factor de la resiliencia implica que cuando una persona siente haber cumplido con su deber, genera en otra confianza y lealtad. Asimismo, gracias a la responsabilidad se puede convivir equi-tativamente en sociedad, asumiendo las personas las

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el cual permite percibir una relación entre cuánto du-rará la adversidad y cuánto se puede resistir. Esta-blecen que los individuos resiliente consideran que la situación adversa dura poco, tienen la esperanza de salir adelante en menos tiempo, son personas opti-mistas cuyas creencias les permite ver la adversidad como algo momentáneo.

En este mismo sentido, Seligman (2006), cita-do por Ruesga (2012), quien denomina a este factor ¨permanencia¨, argumenta que cuando las personas se rinden fácilmente, atribuyen un carácter de per-manencia a las causas de los eventos negativos, es-tando ahí siempre para afectar sus vidas. Por otro lado, plantea que ante el fracaso, todos los individuos se sienten, por lo menos momentáneamente, indefen-sos. Resulta esto una disyuntiva, ya que en algu-nas personas las heridas sanan casi inmediatamente, mientras que en otras podrían durar años e incluso nunca recuperarse.

Otro planteamiento interesante es el formulado por Gruhi (2009), citado por Ruesga (2012), quien es-grime que las personas con altos niveles de resiliencia no se quedan atrapadas indefinidamente en senti-mientos de decepción, mal humor, enfado o desáni-mo. También, ante acontecimientos abrumadores o circunstancias desfavorables que escapan de su con-trol, estos individuos no se anclan interminablemente en el problema; pasado el tiempo, recobran sus ener-gías para cambiar todos aquellos aspectos en los cua-les pueden influir.

Ante estos planteamientos, infiere la investiga-dora, que partiendo de la base de la duración como factor resiliente las personas no deben perder la pers-pectiva ante las circunstancias adversas o de conflic-to. Al efecto, deben tomarse como situaciones tem-porales y que finalizan con el tiempo, visualizando el

En este orden de ideas, Seligman (2006), citado por Ruesga (2012), denomina este factor ¨ubicuidad¨, y se relaciona con la determinación sobre si la in-defensión afecta a muchas situaciones o se limita a un ámbito específico. Agrega además, que cuando las personas dan explicaciones universales a sus fraca-sos se rinden cuando no tienen éxito en un ámbito o aspecto determinado, por el contrario, cuando dan explicaciones específicas, las personas tal vez sientan indefensión en ese ámbito o aspecto de su vida, pero progresaran en los demás.

Asimismo, Carlson (2003), citado por Ruesga (2012), plantea que la actitud positiva que tenga el individuo permite ver las cosas buenas vividas por éstos y que, para ser resiliente, al tiempo que se afrontan las dificultad, los individuos deben tomarse el tiempo para identificarlas y apreciarlas.

2.4. DURACIÓN

De manera precisa Stolz (2003), citado por Quin-tero y Bracho (2009), establece que la duración se re-fiere a la percepción del individuo sobre el tiempo que dura la adversidad. Este factor afecta la esperanza, agilidad, optimismo y la solución de los problema; es pues, bien conocido que las personas no se mueven en función de su realidad sino en función de cómo la perciben. Al respecto, establece Casillas, Díaz y Vásquez (2005: 84), los hechos vividos influyen en la mente del individuo, pero a su vez, el propio individuo transforma los hechos a través del filtro que supone su modo específico de percibirlos.

Por su parte, Quintero y Bracho (2009), en su modelo propuesto A.B.A.T.I.R., denominan este factor como nivel ¨ Temporalidad¨, y lo definen como el sis-tema de creencias de los individuos u organizaciones,

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a pesar del abatimiento, pesadumbre o la experiencia de sucesos desestabilizadores, y de condiciones am-bientales adversas.

Respecto a este desafío, Schneider (2006), lo ca-taloga como ¨reto del conocimiento¨, y expone que toda organización que busque la Resiliencia debe en-frentar con éxito este reto, según el cual las empresas tienen que ser consciente de lo que está cambiando e imaginar permanentemente qué variable de ese cam-bio puede afectar la posición futura de las mismas.

Por su parte, Melillo Suarez y Rodríguez (2006); citado por Gómez y Leal (2010), expresa que el desafío cognitivo se corresponde con la capacidad del indivi-duo para expresar y actuar, en relación con el pen-samiento resiliente que tenga. Afirma el autor, que este desafío involucra la manera como el individuo resiliente concibe al mundo, ve las cosas de manera diferente desde la óptica de la Resiliencia, buscando nuevas experiencias, descubriendo nuevas formas y maneras de seguir adelante, a través de una actividad puramente cognitiva, hasta llegar a convertir las ha-bilidades que pueda tener en virtudes.

Expone además, Melillo Suarez y Rodríguez (2006); que en este desafío cognitivo la capacidad de relacionarse y las representaciones que se puedan te-ner los individuos constituyen aspectos fundamenta-les que influyen de manera particular sobre la acción humana. Esto es, todo lo hecho por el individuo es dependiente del proceso cognitivo, sea o no aceptado por la conciencia. De allí que, plantean los autores, las cogniciones del individuo pueden ser: cogniciones variables y cogniciones estables.

futuro con optimismo

3. COMPONENTES DE LA RESILIENCIA

Los componentes de la resilencia han sido abor-dados por diferentes autores, se ha planteado que la resiliencia estratégica no se trata de reaccionar ante una crisis, o de recuperarse de un revés. En las em-presas familiares, propiamente dicho, se trata de an-ticiparse y adaptarse continuamente a las tendencias profundas y de largo plazo que puedan interferir con la capacidad de generar utilidades de un negocio. Se relaciona con la capacidad de cambiar ante que las necesidades de hacerlo lleguen a ser considerable-mente obvia. Entre otros autores, plantea Hamel y Välikangas (2003), toda organización que quiera ser resiliente tendrá que enfrentar el desafío cognitivo y el estratégico; coincidiendo este planteamiento con la conformación de la dimensión Componentes de la ResiIiencia.

3.1. DESAFÍO COGNITIVO

En cuanto al Desafío Cognitivo, Hamel y Väli-kangas (2003), anotan que las organizaciones deben librarse totalmente de la negación, la nostalgia y la arrogancia. Estas deben estar conscientes de lo que está cambiando y estar siempre dispuestas a con-siderar cómo estos cambios podrían afectar el éxito presente o el esperado en el futuro inmediato.

Para Grobeth (2004), citado por Gómez y Leal (2010), este desafío destaca lo importante que es para una persona resiliente el pensamiento positivo, lo cual está relacionado con la psicología positiva, par-tiendo ésta de la capacidad que tiene la persona de avanzar de manera positiva; teniendo éxito en la vida,

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Estas ideas o estereotipo dificultan los cambios en los procesos de interacción social, ya que el indi-viduo tan solo capta lo que coincide con su represen-tación. Por otra parte, las creencias y valores del in-dividuo son también aspectos cognitivos relacionados con la estabilidad, que tienden a crear en el individuo una posición o calificación sobre los hechos, eventos o sucesos ocurridos.

Por su parte, Melillo Suarez y Rodríguez (2006); citado por Gómez y Leal (2010), plantean similar ar-gumento al aseverar que, el individuo cuenta con una estructura cognitiva formada de manera previa por las experiencias que le ha tocado vivir. Esto im-plica que el individuo piense en situaciones que ha estereotipado, repitiéndose las cogniciones dentro de su conducta pudiendo promover con ello conductas resilientes y convertir los momentos negativos de esos hechos, eventos o sucesos. en oportunidades de crecimiento para el futuro.

3.2. DESAFÍO ESTRATÉGICO

En el contexto del Desafío Estratégico, Hamel y Välikangas (2003), plantea que la ResiIiencia deman-da no solo de alternativas sino de conciencia. Por ello, requiere de los individuos en las organizaciones la capacidad para crear una amplia gama de opciones nuevas, que representen alternativas atractivas ante las estrategias acabadas o moribundas. Asimismo, Schneider (2006), denomina este desafío ¨reto estra-tégico¨ refiriéndose a la habilidad de crear una escala de nuevas opciones como alternativas, sacando de es-cena aquellas opciones que ya no sean validas.

Planteamiento similar es el formulado por Meli-llo Suarez y Rodríguez (2006); citado por Gómez y Leal (2010), quienes estiman que el desafío estratégico se

3.1.1. COGNICIONES VARIABLES

En cuanto a las cogniciones variables, Drucker (2004), citado por Gómez y Leal (2010), refiere que las representaciones variables es el resultado de las situaciones afrontadas por el individuo en las organi-zación. En todo caso, afirma el autor, los individuos, en particular los trabajadores en una organización, tienen la capacidad de integrar distintos elementos informativos según el contexto, logrando manifestar multiplicidad de cogniciones variables ante un deter-minado evento o acontecimiento. Es por ello que, la afectación de un individuo es producto de un proceso cognitivo, dependiendo íntimamente del desarrollo de representaciones o de su reactivación.

Para Melillo Suarez y Rodríguez (2006); citado también por Gómez y Leal (2010), las cogniciones variables representan el conjunto de pensamientos asociados o no a la resiliencia, y que su presencia depende de experiencia derivadas de diver-sas situaciones vividas por el individuo. Aclaran los autores que, estos pensamientos de manera parti-cular pueden derivar de un contexto de adversidad, razón por la cual el individuo puede presentar tanto cogniciones negativas como positivas de ese hecho.

3.1.2. COGNICIONES ESTABLES

Respecto a las cogniciones estables, Drucker (2004), citado por Gómez y Leal (2010), expone que durante el proceso de desarrollo, el individuo puede crearse ideas permanentes sobre determinados he-chos, eventos o sucesos. Señala el autor, que estas ideas pueden constituir obstáculos para los cambios tanto en las personas como en las organizaciones, al convertirse en ideas preconcebidas o estereoti-pos.

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trales profundas, antes que en los pensamientos y en las emociones más que en las conductas.

Cuando estos pacientes llegan en busca de ayu-da profesional, generalmente han invertido gran parte de su tiempo, energía emocional y esfuerzo físico en tratar de cambiar la manera de experimentar la vida. Llegan convencidos de que el cambio no es posible o, aun peor, que no les queda más que aceptar que son inherentemente “inadecuados”. Creencias muy po-derosas conforman el propio self -resultado de tanto tiempo sin éxito en lograr resultados efectivos y dura-deros- (“soy así”, “yo no voy a poder”) se manifiestan desde el comienzo en el tratamiento.

Tradicionalmente, la Terapia Cognitiva ha con-siderado la psicopatología como una consecuencia de procesamiento de información disfuncional, desadap-tativos, con pensamientos y creencias irracionales e imperativas. Sin embargo, la Terapia Cognitivo-Con-ductual ha ido evolucionando con el correr de los años y la perspectiva ha cambiado. Este enfoque implica una transformación notable en la conceptualización del cambio y la metodología terapéutica con respecto a la perspectiva racionalista imperante.

Los comportamientos y pensamientos disfuncio-nales son conceptualizados como modalidades idio-sincrásicas del individuo de preservar y establecer límites al cambio personal. Desde esta perspectiva, los síntomas y la resistencia al cambio son tratados desde un paradigma completamente diferente, según Neimeyer y Mahoney (1995).

Todo cambio implica riesgo e incertidumbre. Para algunos individuos el modo de manejar ese ries-go e incertidumbre es mediante la creación de barre-ras que impidan dicho cambio y el auto observación. La conceptualización cognitiva de estas barreras o

atribuye a las condiciones que circundan a las or-ganizaciones, pudiendo ser estas aceptadas o no por los individuos que las integran. De ser así, las em-presas resilientes son aquellas capaces de abordar no solamente los cambios sino las rupturas, tanto a ni-vel interno como externo, sin afectar su rentabilidad; logrando, además, desarrollar una flexibilidad que les permita, mediante procesos de rápida adaptación, obtener beneficios extras monetarios o intangibles, derivados de circunstancias imprevistas o adversas.

Para Drucker (2004), desde el desafío estratégi-co la organización se concibe como un todo integrado, enfocado en el largo plazo, siendo importante conocer la perspectiva de los individuos acerca de la misión, visión, objetivos así como tácticas empresariales. Agrega el autor, que por ser estos elementos de direc-ción estratégica pueden crear obstáculos en la diná-mica empresarial, ya que el personal debe guiarse por éstos para el cumplimiento de las actividades, y por ende, mostrar una conducta consistente con los valo-res de la empresa pudiendo con ello generar cambios

4. LOS PROBLEMAS COMO DESAFÍO

Los problemas recurrentes y persistentes de los pacientes son un desafío para los terapeutas. Múlti-ples episodios de ansiedad, depresión, repetidos pro-blemas interpersonales, y otras dificultades crónicas como el TDAH (Trastorno por déficit de atención con hiperactividad) que generan fricción o escaso progre-so durante el proceso terapéutico.

Dificultades con la autorregulación de los impul-sos, stress persistente debido a cuestiones laborales, o dificultades recurrentes de timidez y socialización, requieren un abordaje multimodal y una mirada clí-nica que se focalice en los esquemas o premisas cen-

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do, aparece duda y ambigüedad. La ambigüedad y la duda pueden activar ansiedad tanto en el paciente como en el terapeuta. Con los problemas recurrentes, los pacientes tienen la certeza de lo que va a suceder si aplican lo mismo conocido una y otra vez. Saben cómo se van a sentir, qué van a pensar y cómo los otros van a reaccionar. Probablemente no les agra-da este sistema, pero lo conocen y comprenden muy bien.

El mundo les resulta predecible. En la medida en que le vamos pidiendo al paciente que se represente la creación de algo nuevo, debe abandonar las certezas y claridad de su manera de ser y aprender a tolerar la confusión que comienza a emerger. En vez de repre-sentarnos miedo y dificultad o peligro, reformulamos estas sensaciones y emociones displacenteras como señales de cambio.

Es en esa incertidumbre y ambivalencia donde comenzamos a pararnos en el territorio de creación de las nuevas posibilidades. Algunos terapeutas cog-nitivos no se sienten cómodos utilizando un lengua-je y métodos que mantengan abiertas posibilidades desconocidas y la emergencia de nuevas respuestas. Optan muchas veces por métodos de certeza y un len-guaje de lo predecible y manejable, limitando así, el potencial de cambio de los problemas recurrentes, es-pecialmente si este cambio va ligado a la aparición de emociones intensas.

Asimismo, Epstein (1994) describe la existencia de dos sistemas de conocimiento: un sistema expe-riencial (intuitivo y emocional) y un sistema racional (lógico y basado en evidencias). Cuando hay conflicto entre estos dos sistemas de conocimiento, las perso-nas tienden a responder más con la mente experien-cial–emocional, según lo asevera el autor. Cuando la gente esta emocionalmente activada tiene preferencia

resistencias al cambio será abordada, como dijimos anteriormente, considerando que es el paciente quien verdaderamente conoce en profundidad el significado de dichos “impedimentos”. Esta reformulación posi-tiva del síntoma o problema (“buenas razones”; “con-notación positiva”) refleja este cambio de paradigma.

El terapeuta podrá guiarlo en la construcción de una nueva visión de sí mismo. Para ello, este modelo utiliza uno de los recursos más poderosos en toda psicoterapia, el potencial creativo, tanto del cliente como del terapeuta.

4.1. CREATIVIDAD APLICADA A LOS PROBLEMAS RECURRENTES

En este caso, “Crear” (del latín, creatus, creare) significa en su acepción artística: “producir algo a través de la propia imaginación”. La terapia cognitiva a través de la lente de la creatividad promueve en el paciente la oportunidad de apelar a sus deseos, espe-ranzas, sueños, y a la imaginación de cómo podría ser su vida. Lo ayuda a definir y crear esa nueva visión de sí mismo.

Este proceso creativo explora posibilidades más que probabilidades. Se le pide al paciente que explo-re nuevos modos de construcción de un nuevo siste-ma de pensamientos y actitudes mediante ejercicios guiados (ver apéndice. En este sentido, el terapeuta guía al paciente a focalizarse hacia adelante, desarro-llando e implementando este nuevo sistema, más que a detenerse en las viejas ideas y actitudes del pasa-do. Los métodos utilizados facilitan la construcción de este nuevo sistema y opera a modo de un cambio de paradigma en el sentido kuhniano.

En el proceso de crear algo nuevo y desconoci-

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de posibilidades, (B) aparece un pequeño destello de esperanza, se incrementa la motivación y el deseo de tener una vida más parecida a esta última. La crea-ción de la lista B implícitamente sugiere que el cam-bio es posible. Sin embargo, estamos preparados, y lo anticipamos al paciente, del hecho de que ambas sen-saciones contradictorias van a coexistir - esperanza y motivación vs. desesperanza y frustración- y que es-tos últimos tenderán a incrementarse llegando a ser muy intensos durante el proceso de cambio hasta ir progresivamente perdiendo fuerza mediante la iden-tificación de los esquemas limitantes, a través de los experimentos conductuales (tareas) que se realizan y que ayudan a que pierda intensidad la carga afectiva.

Tabla 2. Lista de Problemas y Listade Posibilidades de Diana

Fuente: Elaboración Propia (2016)

Después de revisar la lista, Diana elige “una vida organizada” como la meta deseada. Ella cree que mu-chos de los problemas de su lista A se resolverían si simplemente se pudiera organizar en el día a día. Esta posibilidad de comenzar a organizarse la alivia, le da esperanza y, al mismo tiempo, el no haber alcanzado este objetivo por años, le genera desesperanza.

por el conocimiento experiencial, que va más ligado a la fantasía, la narrativa, las metáforas y las imágenes, que por los argumentos lógicos y específicos, que ca-racteriza el pensamiento racional.

El lenguaje de las probabilidades le habla a la mente analítica. Los terapeutas que aprenden a dife-renciar estos dos niveles de organización de la expe-riencia humana, como lo reseña Guidano (1998), la experiencia reside en la percepción inmediata, irre-futable; y la explicación en el reordenamiento racio-nal-cognitivo- comprenden y toleran mejor la ambi-güedad, la incertidumbre y, utilizando el lenguaje de las posibilidades, le hablan a la mente experiencial de sus pacientes, así entonces logran ubicarse más cer-ca de su corazón. Los cambios profundos y sustan-ciales frente a problemas recurrentes requieren que se involucre tanto la mente como las emociones.

4.2. PROBLEMAS RECURRENTES VERSUS POSIBI-LIDAD

Cuando el paciente llega a la consulta suele ha-cerlo sumergido en sus problemas. La primer tarea con el paciente, es básicamente decidir por dónde co-menzar. Para ayudar a realizar este proceso, se pre-para una lista de problemas y se definen las metas re-lacionadas a los mismos. Las metas al comienzo son muy imprecisas pero ofrecen la posibilidad de cómo le gustaría que fuese su vida. Imaginemos la diferencia entre una “lista problema” y una “lista posibilidad” para el paciente.

Hipotéticamente, para darle sentido a este pun-to, se creó un paciente y se procedió a evaluar sus problemas: cuando se centra en la lista de proble-mas, (A) Diana se siente desesperanzada, sobrecar-gada, abrumada. Cuando observamos juntas la lista

A- Problemas B- PosibilidadesEstado de ánimo deprimido Una vida organizada

Demasiadas responsabilidades Tiempo de relaxSiempre detrás de los pagos Sentirme bien

Problemas con la alimentación Disfrutar salidas con JuanPensamientos intrusivos Encontrarme con amigas

Deseo de morirse Hacer clases de baileJuan me ignora Aceptar los cambios

No puedo con mi vida

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ámbito de la vida de la persona puede indicar el ca-mino para encontrar sus puntos fuertes. Se utilizan la visualización creativa y kinestésica (sensaciones, colores, imágenes, metáforas, etc.) asociadas al esta-do posible.

Por ejemplo, Diana (el paciente ficticio creado en el punto anterior) quería comprar una notebook para organizar su trabajo. Pero la desanimaban pensa-mientos de tipo “no tengo idea de toda la nueva tecno-logía, sólo pensar en leer un manual me desespera“; “en casa no puedo pedirle nada a nadie”. Estos pen-samientos bloqueaban cualquier intento de cambio. Esta imagen de sí misma era oscura, grande, muy cercana y nítida.

Al focalizarse en posibilidades y capacidades re-cordó que bailar la ponía de buen humor y siempre había querido retomar sus clases. Luego acotaba, de-jando aparecer el humor que la caracterizaba, “…vos crees que bailando voy a conseguirla?”. Esta imagen de posibilidad era clara, llena de color, lejana y pe-queña aún, pero llena de movimiento, “vital”.

Lo característico de este modelo es el “descubri-miento guiado de las fortalezas“. Con la adaptación de la escala de capital psíquico (CAPPSI) de las carac-terísticas de resiliencia de los individuos, que tene-mos en mente a modo de guía, orientamos al cliente en el descubrimiento de sus puntos fuertes:

1- Capacidades cognitivas para adquirir y usar formas de conocimiento: Creatividad, Curiosi-dad, Motivación para aprender, Sabiduría.

2- Capacidades emocionales para desarrollar proyectos, superando obstáculos: Honestidad, Autoestima, Persistencia, Resiliencia

4.2.1. PUNTOS FUERTES DEL INDIVIDUO

En esta primera fase se identifican los proble-mas recurrentes y las premisas que los mantienen. Mediante conceptualización cognitiva, para Beck J (2000) empática y positiva, se identifican las premi-sas, emociones y conductas negativas ligados al pro-blema, que conforman la visión que el paciente tiene de sí mismo del los otros y del mundo o sistema viejo, del paciente. Desde el comienzo se trabaja hacia la construcción de nuevas posibilidades y alternativas: Se identifican las nuevas premisas que darían lugar a poder sostenerlas.

La búsqueda de los puntos fuertes se ajusta muy bien a la Psicología Positiva (PP). Para comprender este paso es necesario estar bien familiarizado con Martín Seligman y los conceptos de capital psíquico de Martina Casullo (2006). Mediante la técnica del cuestionario socrático, el cliente va explorando sus propias palabras (imágenes, sensaciones, recuerdos), observando aquellos puntos fuertes que provienen de su historia y él conoce plenamente lo que para él sig-nifican.

Se trabaja de modo personalizado, no mediante un mero relevamiento de ítems, de manera de ir des-cubriendo junto al paciente sus puntos fuertes. La clave reside en ayudar a las personas a contar sus historias, encontrar un ejemplo de algo que les gusta hacer, aquello para lo que se sienten competentes.

Esto puede incluir actividades cotidianas, las que, aun a pesar de los problemas y obstáculos con que tropiezan en la vida, el individuo es todavía ca-paz de llevar a cabo y persisten en: hobbies, talentos, música, personas con las que nos gusta pasar tiem-po, equipos deportivos, pequeñas y grandes cosas en la vida que se derivan del placer. Iluminar cualquier

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- 3 -

La Resiliencia

desde la perspectiva de la neurociencia

3- Habilidades cívicas para lograr mejor partici-pación ciudadana: Liderazgo, Lealtad, Compro-miso, Prudencia.

4- Capacidades para establecer vínculos inter-personales: Inteligencia emocional, Amor, Senti-do del humor, Empatía y Altruismo.

5- Sistema de valores como metas que orientan los comportamientos. Sentido de justicia, Capa-cidad para perdonar, Gratitud, Espiritualidad.

Se utiliza la escala CAPPSI de un modo simpli-ficado. De las 5 categorías (20 características) des-criptas por la autora, se va recorriendo aquellas que resultan más familiares y significativas al paciente. En una escala de 10 puntos, donde 1 =”yo no poseo nada de esta característica” a 10 =“yo poseo este re-curso completamente”. No es necesario el registro de la escala completa.

Puede ocurrir que el paciente no encuentre re-curso positivo alguno. En ese caso se le podría pedir que piense en alguien a quien considere resiliente o poseedor de determinadas características y, a la vez, en alguien para nada resiliente. Se pregunta acerca de ello: ¿Qué reflexión tiene al respecto?, ¿Qué des-cubre observando a estas dos personas? Se trata de replantear y reenfocar. Es decir, en lugar de concen-trarse en lo que ha sido difícil, lo que el individuo no logra, centrarse en los puntos fuertes que ha sabido demostrar, con el fin de sobrevivir y llegar atravesar dificultades.

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El término resiliencia tiene su origen en el idioma latín, en el vocablo resilio, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. La incorporación de este concepto a las ciencias sociales y de la salud es relativamente reciente. Inicialmente, la resiliencia fue definida como la habilidad para desarrollar una adaptación exitosa en un individuo expuesto a facto-res biológicos de riesgo o eventos de vida estresantes. En forma adicional, la resiliencia implica también la habilidad de continuar con una baja susceptibilidad a futuros estresores.

Las ciencias sociales utilizaron el concepto de re-siliencia para caracterizar a aquellas personas que a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanas y exitosas. Poste-riormente, la resiliencia fue definida como la habilidad para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida significativa y productiva. En la literatura contemporánea, se denomina resiliencia a la habilidad individual para prosperar ante el desafío de una experiencia estresante y/o traumática.

Las ciencias de la salud han incorporado el tér-mino para referirse a la contrapartida biológica y psi-copatológica de la resiliencia, y para describir una serie de procesos complejos que intervienen en la puesta en funcionamiento de los mecanismos bioló-gicos responsables de la resiliencia de un individuo.

En el área de la salud mental, la psicopatología define como resiliencia emocional al conjunto de los rasgos de la personalidad y de los mecanismos cogni-tivos desarrollados por un individuo que le confieren protección ante situaciones adversas, impidiendo el desarrollo de un trastorno mental. De esta manera, la resiliencia se considera un proceso dinámico de desa-rrollo que permite una adaptación positiva, para lo-grar un funcionamiento competente frente a un trau-

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Esta propiedad del cerebro y del SNC (Sistema Nervioso Central), que ha sido estudiada en profun-didad durante los últimos quince años, se conoce como plasticidad o neuroplasticidad. Los cambios plásticos incluyen mecanismos estructurales (sinap-togénesis, arborización dendrítica y neurogénesis) y neuroquímicos (mediadores celulares de las respues-tas fisiológicas). Para ello, un importante número de neurotransmisores, neuropéptidos, neurotrofinas, ci-toquinas y hormonas se pone en juego con el propósi-to de mediar las respuestas biológicas inducidas por el estrés. Estos mediadores, que serán estudiados a lo largo de este fascículo sobre mecanismos neurobio-lógicos de la resiliencia, se caracterizan por cumplir tanto funciones biológicas y metabólicas (p. ej., aporte de energía a la célula) como funciones más complejas de condicionamiento conductual, por ejemplo recom-pensa, condicionamiento al miedo y conducta social.

En resumen, la evidencia empírica sugiere que los determinantes de la resiliencia son complejos e in-cluyen factores sociales, psicológicos y biológicos (ge-néticos y epigenéticos). En los individuos resilientes, las variables constitucionales, biológicas y genéticas interactúan con las variables ambientales y las con-ductas aprendidas para resolver determinadas situa-ciones adversas, evitando o previniendo un trastorno psiquiátrico.

Se puede entonces considerar a la resiliencia como una función o propiedad compleja de los sis-temas biológicos, que opera en los diferentes niveles o sistemas de organización de los seres vivos (desde el nivel molecular y celular hasta el nivel social y de adaptación ambiental). La resiliencia permite al or-ganismo adaptarse a las situaciones y a los cambios permanentes; por un lado, mantiene la homeostasis de las funciones biológicas principales, y por el otro, hace posible que el sistema regrese a un estado previo

ma y/o estrés severo y prolongado.

Desde el punto de vista de la biología y de la neu-rociencia, el cerebro es el órgano ejecutor central del sistema biológico responsable de la resiliencia y el en-cargado de regular los mecanismos neurobiológicos, cognitivos y psicológicos del individuo vinculados con la respuesta al estrés y la resiliencia. En este contex-to, el estrés podría definirse como el conjunto de res-puestas de un organismo frente a los cambios y estí-mulos que atentan contra la homeostasis (equilibrio dinámico). Si bien en un principio el estrés constituye un mecanismo fisiológico necesario, especialmente durante la etapa aguda (estrés agudo), el estrés cró-nico induce alteraciones en el cerebro y en el funcio-namiento de todo el organismo.

En íntima relación con el concepto de estrés, aparece el término alostasis, introducido por Sterling y Eyer en 1988 para referirse al proceso activo me-diante el cual el organismo responde a los cambios diarios, manteniendo la homeostasis o equilibrio di-námico. Cuando la magnitud de los cambios supera la capacidad adaptativa del sistema (aumento de la carga alostática), el cerebro y el cuerpo pueden sufrir consecuencias deletéreas a nivel de las funciones fi-siológicas, psicológicas y conductuales.

Para comprender los mecanismos mediante los cuales el organismo en su totalidad y el cerebro como órgano principal actúan frente al estrés, es pertinen-te diferenciar entre la respuesta aguda y la respues-ta crónica al estrés. Asimismo, el cerebro deberá ser considerado como un sistema altamente dinámico que tiene la capacidad de modificar permanentemen-te su estructura y función según las necesidades per-cibidas.

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es decir, ante situaciones de sobrecarga alostática, en individuos susceptibles se produciría una disregu-lación de las respuestas centrales, favoreciendo una hiperactivación de los mediadores del estrés, con re-percusiones neurobiológicas, neuroplásticas, cogniti-vas y conductuales.

La forma en que un individuo responde al estrés está condicionada por las experiencias tempranas in-fantiles y estaría determinada por factores genéticos, constitucionales y ambientales (epigenéticos). Los modelos experimentales desarrollados en animales de laboratorio han demostrado que las experiencias vitales de las primeras etapas del desarrollo postna-tal son condicionantes positivos significativos en la regulación de respuestas conductuales, emocionales, biológicas y hormonales al estrés. Se ha observado, por ejemplo, que las situaciones de alto cuidado ma-terno favorecen el desarrollo de un mayor umbral de excitabilidad en la respuesta al estrés en el animal adulto, con menores niveles de hormonas de estrés (cortisol y adrenalina) potencialmente dañinas para el organismo.

1.1. PRINCIPALES SISTEMAS MEDIADORES DEL ESTRÉS

El organismo está expuesto diariamente a un sin número de estresores que atentan contra la ho-meostasis, por lo que se encuentra permanentemente entre dos situaciones fisiológicas opuestas: potencia-lidad de daño versus protección y remoción del daño.

La regulación hormonal del estrés está a cargo de la glándula adrenal, que libera glucocorticoides y adrenalina en respuesta al estrés. El principal estí-mulo para la secreción de glucocorticoides es la ACTH hipofisaria (adrenocorticotrofina), que a su vez es re-

de funcionamiento fisiológico y adaptativo, cuando un factor estresante provoca daño o alteración.

En este apartado, se centra principalmente a los mecanismos neurobiológicos involucrados en la resi-liencia. Su estudio detallado permitirá, en el futuro, fortalecer estas funciones en el individuo mediante maniobras terapéuticas que influyan sobre dichos mecanismos, mejorando la resiliencia del sistema.

1. SISTEMA NERVIOSO CENTRAL, RESILIENCIA Y ESTRÉS: EL CEREBRO COMO ÓRGANO CENTRAL EN LA RESPUESTA AL ESTRÉS

El cerebro es el órgano central en la elaboración y la ejecución de la respuesta al estrés, y por lo tanto, el responsable de la puesta en marcha y del control regulatorio de los mecanismos de resiliencia. Dichos mecanismos, que describiremos en detalle en el próxi-mo capítulo, se disparan en respuesta a los cambios inducidos por el estrés.

El cerebro permite al organismo percibir un con-junto de estímulos intero y exteroceptivos y respon-der a posteriori a los distintos tipos de estímulos es-tresantes (ambientales y biológicos), determinando tanto respuestas fisiológicas como conductas comple-jas propias del ser humano. El cerebro se encarga de implementar todas las funciones vitales (cardiovascu-lares, hormonales, metabólicas, inmunológicas) y se autorregula al inducir, por su propio funcionamiento, cambios en la plasticidad cerebral (mecanismo neu-robiológico del aprendizaje).

Todas estas respuestas comandadas por el cere-bro (alostasis) tienen la función adaptativa de man-tener el equilibrio dinámico. Sin embargo, ante la ex-posición crónica y frecuente a diferentes estresores,

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Los hipocampos se localizan en ambos lóbulos temporales, y están constituidos por una corteza tri-laminar (arquicortex), que recibe desde de la corte-za entorrinal la información aferente del SNC. Desde el punto de vista histológico se distinguen diferentes áreas: el giro dentado (formado por células granulo-sas) y las áreas de neuronas piramidales CA4, CA3, CA2 y CA1. Por fuera del hipocampo se encuentra la corteza entorrinal.

El circuito principal del hipocampo se origina en la corteza entorrinal, que proyecta a través de la vía perforante al giro dentado. Desde allí, los axones de las células granulosas contactan con las neuronas pi-ramidales de CA3, y éstas a su vez con las de CA1, finalizando el circuito en la corteza entorrinal.

Este circuito, mediado fundamentalmente por el glutamato (principal neurotransmisor excitatorio), estaría regulando funciones cognitivas y emociona-les (conexión hipocampo-amígdala). El hipocampo es esencial en el procesamiento de la secuenciación tem-poral de la memoria; en el procesamiento de la me-moria episódica, declarativa, espacial y contextual; en el control de las emociones (memoria emocional), las memorias emocionales aversivas y las memorias vinculadas a la adicción y la conducta de búsqueda de droga (hipocampo-amígdala) y en el procesamiento nociceptivo (dolor). Dicho circuito se encuentra afec-tado en las epilepsias temporales (hiperexcitabilidad) y deteriorado en la enfermedad de Alzheimer.

El hipocampo es una estructura altamente sen-sible a la acción deletérea de diferentes noxas (vascu-lares, traumáticas, degenerativ) y también a las con-secuencias nocivas del estrés prolongado. Su elevada susceptibilidad está en relación directa con su alta capacidad plástica; “el hipocampo es el tejido cerebral que ha demostrado poseer mayor plasticidad”. Los fe-

gulada por el CRF (factor liberador de corticotrofina) hipotalámico, un mediador central que se libera en situaciones de estrés (Eje Hipotálamo-Hipófiso-Adre-nal, EHHA).

Si bien el EHHA es el sistema central en la me-diación de respuestas biológicas al estrés, no actúa solo, ya que también hay otros sistemas que parti-cipan en este proceso, como por ejemplo el sistema simpático (sistema adrenérgico), la liberación de cate-colaminas centrales y neurotransmisores excitatorios (SNC) y la producción de citoquinas proinflamatorias.

Como contrapartida, el sistema nervioso para-simpático contrarresta la acción del sistema nervioso simpático, disminuyendo la liberación de citoquinas proinflamatorias. En forma similar, la dehidroepian-drosterona (DHEA) se opone a los efectos del cortisol.

De esta manera, cada función tiene su función opuesta, en un intento del sistema de mantener la ho-meostasis. Todos estos sistemas interactúan siguien-do modelos no lineales y complejos. El desequilibrio de esta red de funciones podría tener repercusiones en las principales funciones orgánicas (cardiovascu-lar, cerebral, metabólica e inmunológica).

1.2. EFECTOS DEL ESTRÉS Y DE LOS GLUCOCORTI-COIDES SOBRE EL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL: CAMBIOS HIPOCAMPALES INDUCIDOS

La hiperactividad del sistema HHA y la hiperacti-vidad del sistema excitatorio glutamatérgico, propias de las situaciones prolongadas de estrés, se caracte-rizan por ejercer efectos potencialmente nocivos so-bre el cerebro. La estructura cerebral más afectada, y también la más estudiada, es el hipocampo.

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se ha comprobado experimentalmente, la exposición prolongada a mediadores del estrés (GLUC) reduce el número de células proliferativas en el giro dentado del hipocampo.

Se postula que los cambios descriptos en la re-organización dendrítica tendrían por objetivo proteger del daño potencial inducido tanto por el estrés agudo como crónico. Sin embargo, la exacerbación de dichos cambios durante el estrés prolongado, tendría impli-cancias clínicas (conductuales y cognitivas).

En modelos experimentales, la administración de corticosterona además de provocar las modificacio-nes estructurales mencionadas, induce alteraciones clínicas (cognitivas y conductuales). Las alteraciones cognitivas encontradas estuvieron vinculadas con las funciones hipocampales, según los tests de memoria.

Es importante mencionar que los tests cogniti-vos utilizados se vieron afectados significativamente en los casos en los que se administraron dosis al-tas y prolongadas de corticosterona. Los efectos del estrés y de los glucocorticoides han sido observados también en otras áreas del cerebro. El estrés repeti-do y prolongado afecta también otras áreas corticales involucradas en el procesamiento de funciones com-plejas. Las más importantes son la corteza prefrontal (corteza ejecutiva) y la amígdala (núcleo vinculado al procesamiento del miedo y de las emociones más pri-mitivas).

nómenos plásticos incluyen la potenciación a largo plazo (LTP), la remodelación dendrítica, el recambio sináptico y la neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas).

Los glucocorticoides (GLUC) actúan sobre las cé-lulas del hipocampo modificando la plasticidad neu-ronal a través de dos subtipos principales de recep-tores: MC (tipo I, receptor para mineralocorticoides) y GC (tipo II, receptor para glucocorticoides). Dichos receptores median una respuesta bifásica a los este-roides adrenales; la proporción de ocupación de am-bos determina el tipo de respuesta.

Durante el estrés prolongado, los glucocorticoi-des adrenales junto con los aminoácidos excitatorios inducen fenómenos reversibles en la remodelación dendrítica en CA3, que afectan selectivamente a los procesos apicales, observándose retracción y sim-plificación de las dendritas apicales de las neuronas piramidales (debranching). Además de la retracción dendrítica, la administración crónica de corticoste-rona provoca una disminución del volumen del neu-ropilo, posiblemente debido a una reducción del vo-lumen glial. Es importante mencionar que no se ha encontrado una merma en el número de neuronas hipocampales y que estos cambios estructurales in-ducidos por el estrés parecerían ser reversibles.

El efecto de los GLUC sobre el giro dentado es-taría mediado por el glutamato y por los receptores NMDA, ya que el bloqueo farmacológico de estos re-ceptores previene los cambios en la neurogénesis in-ducidos por los GLUC, y el uso de fenitoína (antiepi-léptico bloqueante de los canales de Na+ y antagonista NMDA) evita estas modificaciones.

El estrés induce alteraciones en la plasticidad del hipocampo, disminuye la neurogénesis y, como

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2.1. MEDIADORES NEUROQUÍMICOS DE LA PLASTICI-DAD ADAPTATIVA; RESILIENCIA Y VULNERABILIDAD DEL SISTEMA NERVIOSO CENTRAL

Un número considerable de distintos neuro-transmisores, hormonas y neuropéptidos han sido reconocidos por formar parte de la respuesta neuro-química al estrés extremo. Mientras que algunos de estos mediadores están involucrados en funciones de plasticidad adaptativa y por lo tanto están relaciona-dos con la resiliencia, otros podrían aumentar el ries-go de daño (vulnerabilidad). Muchos de estos media-dores químicos han sido vinculados con situaciones clínicas tales como depresión, ansiedad y trastornos cognitivos

2.1.1. NEUROTRANSMISORES

La noradrenalina, la serotonina y la dopamina ejercen, a través de las vías de proyección, efectos moduladores sobre la neurotransmisión central. La noradrenalina (NA) es liberada por el locus coeruleus (LC) y está directamente relacionada con las funciones que mantienen el estado de alerta. Como neurotrans-misor principal del sistema nervioso simpático, la NA regula las funciones neurovegetativas simpáticas. La hiperactividad del LC ha sido vinculada a una mayor susceptibilidad al estrés, facilitando los estados de hipervigilancia, los estados de ansiedad crónica y la depresión. Las funciones relacionadas con la resilien-cia serían entonces aquellas que reducen la actividad del LC y, por lo tanto, la actividad adrenérgica.

La serotonina es una indolamina que regula di-versas funciones corticales vinculadas a la adaptación al estrés. Actúa a través de los receptores 5-HT1A me-diando efectos ansiolíticos y sobre los 5-HT2, median-do efectos ansiogénicos. Una baja actividad 5-HT1A

2. MECANISMOS NEUROBIOLÓGICOS INVOLUCRA-DOS EN LA RESILIENCIA EN EL SISTEMA NERVIO-SO CENTRAL: CAMBIOS ESTRUCTURALES EN EL TEJIDO NERVIOSO

Los cambios plásticos estructurales y funciona-les propios del cerebro sano permiten la adaptación frente al estrés, posibilitando la recuperación de las funciones afectadas, lo que implica resiliencia (plasti-cidad adaptativa). La recuperación de la neurogénesis en el giro dentado junto con la remodelación dendrí-tica hipocampal constituyen los principales cambios estructurales que han sido vinculados a funciones de resiliencia. A su vez, estos cambios estructurales se ven alterados durante el estrés prolongado, lo que afectaría negativamente la resiliencia neuronal.

El descubrimiento de la neurogénesis en el giro dentado del hipocampo ha provocado un cambio de paradigma en la concepción del funcionamiento del cerebro, a la vez que ha abierto un campo promisorio en el estudio de las células madre pluripotenciales y en la medicina regenerativa.

Diversas situaciones clínicas, ambientales y neurobiológicas aumentan la neurogénesis, como por ejemplo el ejercicio físico, los estrógenos y el ambiente enriquecido. El aumento de la neurogénesis hipocam-pal ha sido propuesto como parte del mecanismo de acción de los antidepresivos. Como contrapartida, la disminución de la neurogénesis se asocia a depresión clínica y a trastornos cognitivos, que son también ca-racterísticos de la depresión mayor. La neurogénesis y la plasticidad cerebral en general, son reguladas por un complejo sistema de mediadores neuroquímicos que incluye diferentes tipos de neurotransmisores, hormonas y péptidos (neurotrofinas, opiáceos), los cuales se ven afectados en el estrés severo

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la insulina, osteoporosis e hipertensión, entre otros trastornos.

La DHEA (dehidroepiandrosterona) es una hor-mona muy interesante a la hora de hablar de resi-liencia, ya que ejerce una acción antiglucocorticoidea y contrarresta los efectos del cortisol, incluidos los deletéreos. Los sujetos con baja respuesta de DHEA al estrés tendrían una mayor predisposición a la de-presión y al PTSD. La DHEA es una hormona espe-cialmente vinculada con la resiliencia, y se ha demos-trado que altos niveles en la relación DHEA/Cortisol pueden prevenir el PTSD. Los estrógenos disminuyen la actividad del eje hipotálamo-hipófisoadrenal.

Sin embargo, la exposición a largo plazo podría reducir el binding de 5-HT1A y aumentar el riesgo de depresión y ansiedad (efecto dual de los estrógenos). Por otra parte, los efectos agudos atenúan la respues-ta al estrés. Se ha demostrado que los estrógenos inducen la expresión de BDNF (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) y NPY (neuropéptido Y), media-dores clave en la neuroplasticidad (ver más adelante), por lo que se comportarían como neuroprotectores y favorecedores de las funciones vinculadas a la resi-liencia.

2.1.3. NEUROPÉPTIDOS

El BDNF es una neurotrofina que induce, entre otras acciones, la expresión del NPY y que ejerce efec-tos positivos sobre la neurogénesis, el aprendizaje y la memoria. El BDNF forma parte de la familia de las neurotrofinas, moléculas que intervienen en el trofis-mo neuronal. El primer representante de las neuro-trofinas descripto fue el factor de crecimiento derivado del nervio (FCN), descubierto por Rita Levi-Montalcini en 1951.

podría predisponer a la ansiedad y a la depresión, según diferentes investigaciones. Se ha demostra-do que la hipercortisolemia disminuye el binding del 5-HT1A, y que una alta actividad del 5-HT1A facilita la recuperación. Los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina) y otros antidepresivos actuarían a este nivel, contrarrestando los efectos de los glucocorticoides.

La dopamina actúa directamente sobre la con-ducta y la respuesta al estrés, ya que regula funciones de recompensa y de motivación. El hallazgo de bajos niveles de dopamina en la corteza prefrontal y en el núcleo acumbens ha sido asociado a déficits cogniti-vos, ansiedad y miedo. A nivel cortical y subcortical, la dopamina está involucrada en la supresión de las crisis epilépticas, pudiendo ejercer funciones vincula-das con la resiliencia frente a este tipo de estrés.

2.1.2. HORMONAS

El CRF (factor hipotalámico liberador de cortico-trofina) es clave en la mediación de la conducta de mie-do. Además de iniciar la señal del eje hipotálamo-hi-pofisario para la liberación de ACTH y de cortisol, el CRF per se aumenta el estado de alerta a partir de la inhibición neurovegetativa. Se ha comprobado que el aumento persistente del CRF predispone a condicio-nes como el TEPT (Trastorno de Estrés Post-Traumá-tico), depresión, ansiedad, anhedonia y miedo.

El cortisol, como se comentó en el capítulo an-terior, es el principal mediador de la respuesta al estrés y se encarga de movilizar la energía celular, mantener el estado de alerta y focalizar la atención. Se ha demostrado ampliamente que la hipercortiso-lemia crónica se asocia a depresión y PTSD, y que desde el punto de vista clínico provoca resistencia a

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2.2. OPIOIDES ENDÓGENOS: DINORFINA

La dinorfina es un péptido derivado de la proo-piomelanocortina, que contiene una leu-encefalina amino terminal y constituye un ligando endógeno para los receptores opiáceos K. La dinorfina ejerce diversas funciones homeostáticas en el organismo, como la regulación del dolor, la actividad motora, la función cardiovascular, la temperatura, la conducta alimentaria y la respuesta al estrés.

Se postula que la dinorfina mediaría los estados emocionales negativos ante el estrés (componente disfórico del estrés). De esta manera, la dinorfina po-dría ser considerada un mediador neurobiológico que afectaría en forma negativa a la resiliencia emocional

2.2.1. OREXINA O HIPOCRETINA

La orexina, también denominada hipocretina, deriva exclusivamente del hipotálamo lateral, desde donde es proyectada hacia todo el cerebro, distribu-yéndose ampliamente en áreas vinculadas al estado de alerta, la motivación y el estrés. La orexina inte-ractúa con sitios receptores de membrana acoplados a proteína G y ejerce funciones mediadoras de la acti-vación de la respuesta al estrés y del estado de alerta, y del aumento de la memoria durante el período agu-do. La orexina y el CRF tienen acciones recíprocas, siendo ambos mediadores neurobiológicos de la res-puesta al estrés. Su activación excesiva, al igual que ocurre con el CRF, estaría asociada a una merma en la resiliencia del sistema.

Este hallazgo dio comienzo a una nueva etapa en el conocimiento de la neurobiología, al demostrar que las neuronas son las constructoras de sus propias re-des y que para ello utilizan mecanismos dinámicos al-tamente complejos. Los niveles de neurotrofinas son clave a la hora de hablar de resiliencia. Se postula que las concentraciones de neurotrofinas en sangre y en el tejido cerebral se correlacionan con el estado global de vulnerabilidad a padecer enfermedades psi-quiátricas, existiendo un rango de variabilidad nor-mal por fuera del cual, ya sea por exceso o por déficit, la vulnerabilidad individual aumenta.

El BDNF se encuentra ampliamente distribuido en el cerebro y ha sido involucrado en la fisiopato-genia de diferentes enfermedades neuropsiquiátricas como la epilepsia del lóbulo temporal y la enfermedad de Alzheimer y en otras enfermedades neurodegene-rativas como la enfermedad de Parkinson y la enfer-medad de Huntington. También se encuentra altera-do en el síndrome de Rett y en la depresión.

El NPY es un péptido que se libera como cotrans-misor y tiene la propiedad de inhibir la transmisión de las mossy fibers o liberación presináptica de glu-tamato. De esta manera, el NPY ejerce efectos anti-convulsivantes y neuroprotectores en el hipocampo, relacionados con una mayor resiliencia del sistema. El NPY ha sido vinculado a la fisiopatogenia de la de-presión y se cree que parte del mecanismo de acción de los antidepresivos estaría relacionado con la capa-cidad de estos fármacos para provocar un aumento de la transcripción del BDNF y de NPY, mediante la activación de factores de transcripción específicos. El BDNF y el NPY actúan en forma asociada ya que el BDNF induce la producción y liberación de NPY.

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3.1. FACTORES GENÉTICOS

No se han determinado aún con exactitud los factores genéticos involucrados en la resiliencia al es-trés. Sin embargo, algunos sistemas como el seroto-ninérgico han sido especialmente estudiados por su relación con las funciones de resiliencia del SNC. Con relación al sistema serotoninérgico, el polimorfismo del gen que codifica para la proteína recaptadora de serotonina (SERT o serotonin transporter) ha sido considerado un marcador de resiliencia. La variante alélica corta (short, S) se asocia a una menor eficien-cia en la función recaptadora del neurotransmisor, con implicancias negativas para las respuestas de an-siedad y depresión frente al estrés.

La situación contraria se ha observado con la variante alélica larga (long, L), que se asocia a una mejor respuesta al estrés, un menor riesgo de ansie-dad y depresión y una mayor resiliencia del sistema. Los sujetos LL (portadores de dos alelos L) serían los más resilientes, mientras que los portadores de dos variantes S (SS) serían los menos resilientes, quedan-do en un situación intermedia los LS. Otros factores genéticos que han sido relacionados con la resiliencia son aquellos que afectan a la transcripción de los re-ceptores para mineralocorticoides y glucocorticoides y la relación MG/GC existente entre ambos.

3.2. FACTORES AMBIENTALES

El genotipo requiere, para su correcta expresión, una influencia adecuada del medio ambiente. Los fac-tores epigenéticos son todos aquellos cambios mole-culares que afectan al ADN sin modificar el código genético (secuencia del ADN que determina el geno-ma), pero que alteran el grado de expresión de un gen determinado.

2.2.2. VASOPRESINA, HORMONA ANTIDIURÉTICA

La ADH, clásicamente conocida por sus propie-dades sistémicas antidiuréticas, ejerce acciones es-pecíficas en el sistema nervioso central, actuando principalmente sobre los núcleos supraquiasmático y supraóptico del hipotálamo, el locus coeruleus y la amígdala. Los efectos sobre la amígdala estarían vin-culados a los estados de estrés y de ansiedad asocia-dos a la abstinencia de drogas como la heroína y el etanol. Los antagonistas del receptor para vasopresi-na V1 tienen efectos ansiolíticos y protectores, favore-ciendo las funciones de resiliencia emocional.

3. FACTORES GENÉTICOS Y AMBIENTALES INVO-LUCRADOS EN LA RESILIENCIA

La forma en la cual las hormonas y los diferentes mediadores biológicos pueden actuar sobre las fun-ciones cerebrales es a través de la modulación de las funciones de plasticidad neuronal. Como se comentó anteriormente, el tejido cerebral tiene la habilidad de modificar permanentemente su estructura y función, lo que se conoce como neuroplasticidad. El estrés ha demostrado afectar la plasticidad del hipocampo, pro-vocando cambios cerebrales que han sido vinculados con funciones de protección del daño por un lado, y con afectación del aprendizaje y las emociones, por el otro. Sin embargo, no todos los sujetos tienen el mismo riesgo de desarrollar una determinada patolo-gía ante el estrés prolongado, y algunos se muestran naturalmente más resilientes que otros frente a las mismas adversidades del medio. Tanto los factores genéticos (genoma) como los epigenéticos (epigenoma) serían los responsables de generar estas diferencias.

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errores sistemáticos de pensamiento llamados dis-torsiones cognitivas que refuerzan la validez de los conceptos negativos, aún cuando exista evidencia contraria. Si bien esta descripción del pensamiento depresivo resulta hoy en día mayormente acertada, la investigación empírica neurocognitiva más reciente ha permitido refinar, a través de estudios neuropsico-lógicos y de neuroimágenes, la propia comprensión de los mecanismos cognitivos de la depresión y de sus bases neurales, y en ese mismo andar, nos ha facilitado el entendimiento de otra faceta del compor-tamiento humano saludable: nuestra capacidad para lidiar con el estrés y la adversidad.

En efecto, las personas muestran un alto grado de variabilidad en lo que respecta a sus reacciones frente al estrés. Así, aunque en determinados casos el estrés puede jugar un papel de índole causal en la depresión, generalmente interactúa con otros facto-res para asegurar tal desenlace, teniendo en cuenta que como factor etiológico aislado, los eventos vitales estresantes sólo confieren un riesgo moderado de de-sarrollar depresión (u otros desórdenes emocionales). Esto quiere decir que frente al estrés, ciertas perso-nas –por factores genéticos o adquiridos– se muestran más vulnerables, mientras que otras se manifiestan mejor preparadas o más resilientes.

En esta línea, los estudios cognitivos de la depre-sión nos han mostrado, como una especie de negativo fotográfico, el reverso del accionar mental que las per-sonas ponen en práctica para procesar la realidad a veces adversa y volverla tolerable. En lo que sigue de este capítulo, desarrollaremos algunos ejemplos pa-radigmáticos de las alteraciones cognitivas que sobre-vienen en la depresión, y luego discutiremos sus im-plicancias relativas a la capacidad humana de regular cognitivamente nuestras reacciones frente al estrés

El primer mecanismo epigenético descripto fue la metilación del ADN (agregado de un grupo metilo al nucleótido de citosina). También se ha descripto la modificación covalente de las histonas, como la me-tilación de los residuos lisina y la fosforilación de los residuos serina.

Dichos cambios afectan la estructura de la cro-matina, provocando el silenciamiento o la activación de genes específicos que regulan la expresión genéti-ca. El conocimiento de los mecanismos epigenéticos aplicado a la resiliencia nos aportará una herramien-ta muy útil a la hora de prevenir enfermedades de diferente índole, incluso los trastornos neuropsiquiá-tricos. Queda mucho por estudiar en este campo, ya que es poco lo que se sabe acerca del epigenoma en comparación al conocimiento detallado que tenemos del genoma.

4. DEPRESIÓN, RESILIENCIA Y COGNICIÓN

Desde sus orígenes, las teorías cognitivas de la depresión han enfatizado el peculiar procesamiento de la información que presentan las personas que su-fren de este desorden. Aaron Beck describió esa mira-da característica de la realidad como la tríada cogniti-va de la depresión, compuesta por tres elementos: la visión negativa de sí mismo, de sus experiencias y del futuro. Para este autor, la interpretación de la realidad en la depresión está organizada en esquemas, esto es, patrones cognitivos estables que fuerzan los datos de la experiencia actual para hacerlos congruentes con las expectativas, fundamentalmente negativas, deter-minadas por el humor depresivo dominante y por los aprendizajes disfuncionales previos.

La acción de estos esquemas idiosincrásicos y prepotentes en la depresión se apoya, a su vez, en

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moria dentro de los síntomas del episodio.

De manera más específica, los estudios neurop-sicológicos han mostrado que los pacientes deprimi-dos evidencian déficit tanto en tareas de memoria como en las funciones ejecutivas, esto es, tareas que implican habilidades cognitivas complejas (autoorga-nización, planificación, estrategia), y por lo tanto, ma-yor esfuerzo cognitivo deliberado.

En general, estas alteraciones mejoran con la evolución de los síntomas afectivos y con el trata-miento, aunque en algunos casos las dificultades cog-nitivas pueden extenderse a la fase de remisión. Este patrón cognitivo más bien difuso con predominio de alteraciones ejecutivas, compatibles con un compro-miso de los lóbulos frontales, constituye un hallaz-go sólido en diversos estudios neuropsicológicos en pacientes deprimidos; sin embargo, no es un rasgo distintivo de la depresión con respecto a otros desór-denes psiquiátricos.

La cognición afectiva, que incluye en sus tareas estímulos con valencia emocional en cambio, pare-ciera mostrar ciertas características más esenciales del funcionamiento mental depresivo. Diversos es-tudios han caracterizado el llamado procesamiento congruente con el humor en la depresión, entendien-do por tal la facilitación de la performance cognitiva cuando se responde a estímulos con un tono emocio-nal negativo.

En esta línea, los estudios de memoria explíci-ta muestran consistentemente sesgos en el proce-samiento de estímulos emocionales negativos en la depresión. En estas pruebas se presentan a las per-sonas deprimidas y no deprimidas listas de palabras que combinan ítems de valencia emocional positiva (por ejemplo, alegría), ítems de valencia emocional ne-

4.1. SESGO COGNITIVOS EN LA DEPRESIÓN

Si bien resulta evidente que en la depresión el pensamiento presenta alteraciones, no es tarea sen-cilla precisar en qué aspectos de su forma y conteni-do se producen tales desviaciones. Ciertamente, un experimento clásico publicado en 1979 por Laureen Alloy y Lynn Abramson, alertaba sobre el riesgo de simplificar en exceso esta cuestión.

En dicho estudio, las autoras utilizaron una ta-rea de contingencia, en la que los participantes debían presionar un botón que resultaba en el encendido de una luz verde en un porcentaje de veces predetermi-nado por el experimentador. A su turno, cada parti-cipante debía juzgar el grado de contingencia entre la acción ejecutada y el efecto esperado, es decir, el porcentaje de intentos en los cuales al presionar el botón, se encendía la luz, o lo que es lo mismo, el gra-do de control percibido sobre el resultado.

Notablemente, las personas deprimidas se reve-laron más precisas y realistas en la formulación de esta clase de juicios que las personas no deprimidas. Estas últimas se mostraron presas de una “ilusión de control” por la cual sobrestimaron consistentemente el grado de contingencia entre su acción y el resulta-do.

Ahora bien, en términos generales, se pueden dividir las alteraciones cognitivas de la depresión en dos grupos: aquellas que involucran la cognición fría (procesamiento de información neutra) y aquellas re-lacionadas con la cognición afectiva (procesamiento de información con carga emocional). Las primeras forman parte de la caracterización clínica de la depre-sión mayor en el DSM-IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorder, 4th ed.), que refiere la pérdida de la concentración y las dificultades de me-

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con la de una de las fotos presentadas previamente. Los participantes debían, entonces, tocar lo más rá-pidamente posible uno de los dos botones disponibles (derecho o izquierdo) coincidiendo con la localización del punto. La velocidad de localización del punto se consideró un indicador de la atención selectiva hacia el estímulo presentado previamente.

Esto es, cuando la localización del punto coinci-de con la emoción de interés (en este caso, la triste-za), se espera una reacción de detección más rápida. Cuando la localización no coincide, por el contrario, se prevé un efecto de interferencia, y por lo tanto un tiempo de reacción más lento. En este estudio se en-contró que las personas deprimidas mostraban un sesgo atencional selectivo específico hacia los rostros tristes, en comparación con controles sanos y con controles ansiosos.

Otra prueba compleja, que involucra diferentes funciones cognitivas y en la cual se observa este ses-go congruente con el humor, es el “Go/No Go Afec-tivo”. En esta tarea, a la vez de atención y control inhibitorio, se presentan a los participantes palabras negativas, positivas y neutras. En un primer bloque de la tarea, la persona debe responder a una clase de palabras, y no a la otra; por ejemplo, debe presionar una tecla cada vez que aparece una palabra negativa (estímulo “target”) y evitar responder cuando aparece una palabra positiva (distractor).

En el siguiente bloque, la consigna cambia tanto el estímulo “target” como el distractor; por ejemplo, se indica a los participantes que respondan a las pala-bras positivas e ignoren las negativas. En bloques su-cesivos, se alternan las parejas de valencias emocio-nales. Rebecca Elliot y colaboradores emplearon este paradigma experimental en un estudio con pacientes deprimidos, en el que emplearon resonancia magné-

gativa (fracaso) e ítems neutros (mesa).

Después de un intervalo de tiempo, los sujetos deprimidos recuerdan significativamente más ítems negativos que positivos, mientras que los sujetos no deprimidos muestran un patrón exactamente opues-to. Resultados similares se obtienen cuando los estí-mulos presentados son caras con expresiones tristes, alegres o neutras, en lugar de palabras. Recientemen-te, mediante el uso de imágenes de resonancia mag-nética funcional se han podido identificar las áreas neurales comprometidas en los sesgos de memoria.

En dichos trabajos se pudo observar mayor acti-vidad en la amígdala y mayor conectividad con áreas relacionadas con los procesos de memoria, como el hipocampo, durante la fase de codificación de los es-tímulos negativos posteriormente recordados por los participantes deprimidos.

Tal como ocurre con la memoria explícita verbal y visual, se han reconocido sesgos congruentes con el humor asociados a otras funciones cognitivas. Así, los estudios de atención selectiva muestran también sesgos hacia la información negativa, aunque los re-sultados son menos consistentes que los obtenidos en pruebas de memoria. Por ejemplo, Gotlib y colabo-radores utilizaron un paradigma de atención selectiva denominado “dot-probe task” para medir este sesgo. En dicho paradigma, los autores presentaron a un grupo de pacientes deprimidos una serie de estímu-los consistentes en dos fotos de rostros, apareadas una al lado de la otra, una de ellas expresando una emoción específica (tristeza, alegría o enojo) y la otra mostrando una expresión neutra.

Luego de una exposición muy breve a dicho estí-mulo, se presentaba en la pantalla un pequeño punto gris cuya localización (derecha o izquierda) coincidía

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constituyen el objetivo terapéutico de uno de los tra-tamientos psicoterapéuticos eficaces en la depresión –la terapia cognitivoconductual. Del mismo modo, se han constatado efectos correctivos sobre el procesa-miento emocional a través del empleo de medicación antidepresiva, tal como lo han demostrado los estu-dios de Catherine Harmer

4.3. MECANISMOS COGNITIVOS DE LA RESILIEN-CIA: PROCESOS DE REGULACIÓN EMOCIONAL

Los estudios sobre el funcionamiento cogniti-vo en la depresión, además de constatar la existen-cia de los sesgos congruentes con el humor negativo, nos muestran que el funcionamiento cognitivo sano de personas no deprimidas dista de ser un sistema objetivo y “realista”, tal como lo evidencia el citado experimento de Alloy y Abramson. En las distintas pruebas mencionadas, las personas sanas también muestran un sesgo, que a diferencia de lo observado en las personas deprimidas, favorece el procesamien-to de la información de tono emocional positivo. ¿Qué significado tiene entonces este sesgo optimista?

Probablemente, la respuesta a este interrogante provenga de la comprensión de los mecanismos de re-gulación emocional. Este concepto se refiere al proce-so por el cual las personas influimos sobre diferentes aspectos de nuestras emociones, como por ejemplo, qué emociones tenemos, cuándo las tenemos o cómo las experimentamos y expresamos. Las emociones pueden ser más bien automáticas y fijas en su patrón de disparo o pueden resultar de un proceso cogniti-vo más elaborado. En ambos casos, sin embargo, las personas somos capaces de “operar” sobre nuestras emociones, aunque más no sea sobre sus productos finales. En muchas ocasiones no podemos evitar que se disparen, pero sí podemos intentar torcer su cur-

tica funcional.

En dicho estudio se pudo observar el mismo ses-go congruente con el humor, hacia estímulos negati-vos en pacientes deprimidos y hacia estímulos posi-tivos en los controles. Las áreas neurales implicadas en este sesgo correspondieron a la región prefrontal medial, que se extiende desde el cíngulo rostral hasta el cortex prefrontal medial anterior, incluyendo el ló-bulo temporal anterior derecho. Esta región evidenció una mayor actividad frente a estímulos positivos en los controles, y frente a estímulos negativos en los pacientes deprimidos.

Asimismo, en este trabajo se encontró una res-puesta diferencial en las personas deprimidas frente a los estímulos distractores. Los participantes depri-midos, pero no los controles, mostraron mayor acti-vidad en la región frontal orbital ante a distractores negativos. Esta zona neural está relacionada con el control inhibitorio, lo que sugiere un mayor esfuerzo o demanda en este grupo clínico para evitar la res-puesta sesgada o prepotente hacia los estímulos cog-nitivamente favorecidos.

En conjunto, estos hallazgos en la depresión nos revelan un sistema cognitivo que se vuelve más deficiente en su funcionamiento global, pero que en contraste se “especializa” en el procesamiento de un tipo particular de información: aquella con valencia emocional negativa. Este funcionamiento cognitivo sesgado se vuelve un refuerzo permanente del humor en curso, se torna “congruente con el humor” y lo realimenta. De esta manera, estos mecanismos jue-gan un rol importante en el mantenimiento del estado depresivo.

Finalmente, es interesante remarcar que los ses-gos en el procesamiento de estímulos emocionales

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emociones.

En primer lugar, se observó la activación de dife-rentes áreas de la corteza prefrontal, a saber, la corte-za prefrontal dorsolateral (relacionada con la memo-ria de trabajo, el mantenimiento de una estrategia y el control cognitivo), la corteza prefrontal ventrolateral (relacionada probablemente con el control de inter-ferencias y con la inhibición conductual) y la corteza prefrontal dorsomedial (relacionada con la conciencia de las emociones, la realización de inferencias sobre las emociones propias y las de otras personas y el procesamiento relacionado con el propio self).

Por otra parte, la re-evaluación del contenido emocional involucraría la modulación de dos estruc-turas cerebrales involucradas en la evaluación de un estímulo como afectivamente significativo: en primer lugar, la amígdala, relacionada con la detección y el reconocimiento de estímulos afectivamente importan-tes, con el aprendizaje y la generación de respuestas fisiológicas y conductuales frente a dichos estímulos y la modulación de su consolidación como memoria declarativa; y en segundo lugar, la corteza orbitofron-tal medial, que representa el valor afectivo placentero o displacentero de un estímulo en un formato sensi-ble a los contextos sociales y motivacionales. Por úl-timo, se observó la participación del cortex cingulado anterior como centro de monitoreo de conflictos entre diferentes flujos de procesamiento (“arriba-abajo” y “abajoarriba” o entre el contenido reestructurado y la respuesta emocional original).

En este estudio se pudo observar, por lo tanto, la interacción de las diferentes estructuras que confor-man el cerebro emocional en un proceso modulatorio concertado. Las estructuras prefrontales cognitivas tendrían un rol modulador de las estructuras emocio-nales (amígdala y corteza orbitofrontal), y la corteza

so, puesto que las emociones constituyen un proceso dinámico en el tiempo.

Asimismo, en el aspecto conductual, en la mayo-ría de los casos las emociones no nos obligan a actuar de un modo específico, sino que vuelven más probable un tipo de respuesta. Dentro del marco de estos pro-cesos, la regulación cognitiva de las emociones tiene un papel fundamental en la especie humana. La ca-pacidad de transformación cognitiva de la experiencia emocional se denomina re-evaluación y consiste bási-camente en la selección, entre las múltiples opciones posibles, de un sentido o significado funcional para la situación que gatilla la emoción en cuestión. Es “cambiar la manera en que sentimos, cambiando la manera en que pensamos”.

En un estudio de laboratorio sobre la regulación cognitiva, Ochsner y sus colaboradores (2002) pre-sentaron a los sujetos fotos con contenidos aversi-vos (emocionalmente negativos). Ante cada presen-tación los sujetos deben o bien atender a la foto, o bien re-evaluar la foto. En la condición de atender, los participantes debían mantenerse conscientes de su reacción emocional sin tratar de alterarla. En la condición de re-evaluar, los participantes debían in-terpretar la foto de manera de no continuar sintiendo las emociones negativas despertadas por la misma, es decir, debían generar una interpretación alternativa o una historia para cada fotografía que explicara los eventos negativos de un modo aparentemente menos negativo.

Los autores pudieron observar que efectivamen-te los sujetos eran capaces de modificar la valencia negativa de las fotos presentadas en la condición de re-evaluar, y que esa capacidad se asociaba a la acti-vación de ciertas regiones cerebrales específicas por ende comprometidas en la regulación cognitiva de las

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res neurobiológicos específicos que median funciones celulares y moleculares, vinculadas con la resiliencia e intervienen directa o indirectamente en los meca-nismos biológicos del estrés.

Los efectos deletéreos del estrés se asocian a trastornos cognitivos y psiquiátricos (depresión), tal como se describió en el cuarto capítulo. Los factores biológicos relacionados con las funciones de resilien-cia actuarían antagonizando y/o modulando dichos efectos. Existen evidencias de que la depresión y los trastornos cognitivos asociados mejoran con diferen-tes maniobras farmacológicas y no farmacológicas, como el tratamiento con antidepresivos y el ejercicio, que aumentan la neuroplasticidad (neurogénesis y sinaptogénesis) del hipocampo. Los fármacos antide-presivos y la actividad física actuarían modificando distintas neurotrofinas como el BDNF a nivel hipo-campal, aumentando la neurogénesis en el giro den-tado.

Estos hallazgos hacen suponer que un incremen-to de la resiliencia celular y molecular a nivel del sis-tema nervioso central podría traducirse en una mejor timia y un mejor funcionamiento cognitivo. De este modo, el conocimiento detallado de los diferentes me-canismos neurobiológicos involucrados en la plasti-cidad y en la resiliencia celular, permitiría identificar blancos terapéuticos para el desarrollo futuro de fár-macos que permitan actuar en la prevención y el tra-tamiento de distintas enfermedades. A continuación resumiremos los principales sistemas mediadores del estrés y los fármacos específicos que, actuando a di-ferentes niveles, podrían ejercer acciones farmacoló-gicas para modificar la plasticidad cerebral a favor de la resiliencia

cingulada cumpliría una tarea reguladora de inter-mediación y gestión en ambos sentidos, arriba-abajo y abajo-arriba.

Este tipo de estudio nos muestra que el sistema cognitivo humano desempeña un papel regulador fun-damental en nuestras reacciones emocionales frente a las experiencias, y en particular ante las experien-cias adversas. Mecanismos como el de la regulación cognitiva permiten al ser humano atenuar el impacto de situaciones estresantes y preservar la capacidad de respuesta frente a las mismas.

El mencionado sesgo optimista evidencia el es-fuerzo humano por mantener una visión controlable de su entorno, y en este sentido, forma parte de su equipo “resiliente”, que precisamente falla en desór-denes como la depresión. En estos estados perturba-dos, los mecanismos cerebrales que mantienen regu-lado nuestro estado emocional se vuelven en contra del sistema en su conjunto, y en lugar de actuar como un filtro o “buffer” de nuestra experiencia, se vuelven un testigo cruel y despiadado de las inclemencias ex-ternas y de nuestras limitaciones para enfrentarlas

5. IMPLICACIONES TERAPÉUTICAS DE LA RESI-LIENCIA

Como se ha descrito, los factores determinantes que hacen que un sujeto se comporte como resiliente frente a una situación determinada, son complejos e incluyen factores sociales, ambientales, psicológicos y biológicos (genéticos y epigenéticos). Entre los fac-tores biológicos, el cerebro es el órgano central en la elaboración y en la ejecución de la respuesta al es-trés, y por lo tanto, el responsable de la puesta en marcha del control regulatorio de los mecanismos de resiliencia del organismo. De esta manera, hay facto-

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la neurogénesis hipocampal y de la plasticidad neu-ronal. Estos cambios en la plasticidad cerebral se co-rrelacionan con una mejoría del estado de ánimo del paciente y una recuperación de las alteraciones cog-nitivas asociadas a la depresión.

5.2. NEUROTRANSMISORES EXCITATORIOS

Como se describió con anterioridad, el glutama-to (GLU) liberado por acción de los glucocorticoides durante el estrés agudo actúa mediante receptores NMDA y ejerce efectos negativos sobre la neurogéne-sis y la plasticidad neuronal. Por lo tanto, las estra-tegias farmacológicas que reducen la actividad GLU, podrían ejercer efectos neuroprotectores, al prevenir las acciones agudas del estrés sobre la neurogénesis hipocampal. Algunos de estos fármacos han sido pro-puestos como alternativa terapéutica para las enfer-medades neurodegenerativas (demencias), dado que se ha demostrado en modelos experimentales que la reducción de la neurotransmisión GLU disminuye el daño por excitotoxicidad. Sin embargo, la evidencia en humanos es escasa y es importante mencionar que el GLU media funciones primordiales en el SNC, como el aprendizaje y la memoria.

Drogas como la lamotrigina, el riluzol y la me-mantina reducen el tono GLU. La lamotrigina, útil en el tratamiento de la epilepsia y del trastorno bipolar, posee diferentes mecanismos de acción y entre otros efectos reduce la liberación excesiva de GLU. El ri-luzol es un agente neuroprotector con propiedades anticonvulsivantes actualmente aprobado por la FDA para el tratamiento de la esclerosis lateral amiotrófi-ca. El riluzol actúa inhibiendo la liberación de GLU mediante la inhibición de canales de Na+ voltaje de-pendientes; sus efectos neuroprotectores han sido demostrados en diferentes modelos experimentales

5.1. CATECOLAMINAS E INDOLAMINAS

Dentro de los neurotransmisores, la serotonina, la noradrenalina, y la dopamina constituyen impor-tantes mediadores de la respuesta fisiológica al es-trés. Como se ha descrito, la serotonina aumenta en condiciones fisiológicas de estrés agudo a nivel de la corteza prefrontal, núcleo acumbens, amígdala e hi-potálamo lateral, ejerciendo efectos ansiolíticos por medio de los receptores 5-HT1A.

Los fármacos antidepresivos que inhiben selecti-vamente la recaptación de serotonina (ISRS), como la fluoxetina, aumentan los niveles de este neurotrans-misor en la biofase, lo cual tiene efectos a mediano y a largo plazo. Los efectos a mediano plazo se vinculan con las acciones sobre los receptores de membrana (downregulation de 5-HT2, disminución del firing a nivel presináptico), mientras que las acciones tardías estarían relacionadas con los efectos intracelulares observados con la administración crónica de antide-presivos.

Estos efectos incluyen la activación de factores de transcripción como el CREB (elemento de respues-ta al AMPc) que regulan la transcripción del ADN, ac-tivando la síntesis de mediadores involucrados en el trofismo y la plasticidad neuronal, como el BDNF y su receptor principal, la TrkB (tirosina quinasa B). En forma similar, la noradrenalina, actuando a través del AMP cíclico y la proteína quinasa A, aumenta los niveles del CREB y modula la transcripción de BDNF y Bcl-2 (Proteína involucrada en la inhibición de la apoptosis y de la muerte celular por necrosis).

En la actualidad se postula que el efecto tera-péutico de los antidepresivos estaría relacionado con la regulación de la expresión genética del BDNF y su receptor TrkB, ambos relacionados con el aumento de

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dad bipolar.

Ambos fármacos ejercen su acción farmacológi-ca a partir de diferentes mecanismos neurobiológicos, pero su acción neuroprotectora estaría relacionada principalmente con dos funciones intracelulares, a saber:

a- la inhibición de la GSK3B o glucógeno sintasa quinasa 3B (proteína involucrada en diversos proce-sos celulares como el metabolismo, la proliferación celular y la apoptosis).

b- el aumento de la expresión de la proteína Bcl-2. Estos mecanismos se asocian a las funciones neu-roprotectoras propuestas para tales fármacos y se han vinculado también a la capacidad de los mismos de aumentar la neurogénesis en el giro dentado del hipocampo.

5.4. HORMONAS

En relación a este punto, las hormonas adre-nales tienen un rol primordial en el desarrollo de la respuesta biológica al estrés, siendo el CRF y el cor-tisol los principales mediadores responsables de los efectos nocivos del estrés crónico. Por otro lado, la DHEA (dehidroepiandrosterona), liberada durante el estrés en forma sincrónica con el cortisol, presenta actividad antiglucocorticodea y antiglutamatérgica en diferentes tejidos. De este modo, la DHEA tiene pro-piedades neuroprotectoras y también ha demostrado efectos positivos sobre la cognición y la conducta.

Se postula que la DHEA promueve la resiliencia psicofísica ante un trauma, ya que se ha reportado una correlación negativa entre la reactividad de la DHEA ante el estímulo adrenal y la severidad del tras-

(Parkinson, neurotoxicidad por hipofunción NMDA, isquemia e injuria traumática cerebral).

El riluzol tiene además la propiedad de inducir el aumento de la expresión del BDNF en poblaciones de astrocitos y ha sido postulado recientemente para el tratamiento de la depresión resistente. La memantina posee efectos anticonvulsivantes y neuroprotectores en modelos experimentales, y reduce el deterioro clí-nico en la enfermedad de Alzheimer y en la demencia vascular, según ensayos clínicos controlados.

Su mecanismo de acción principal es el bloqueo de los receptores NMDA ionotrópicos. Diferentes es-tudios determinaron que los antagonistas NMDA como la memantina y la ketamina (anestésico con propiedades anti-NMDA) y los mo duladores alosté-ricos del receptor AMPA (receptor ionotrópico para el GLU) como el Aniracetam y las AMPA quinasas, tie-nen efectos antidepresivos en modelos animales. Se postula que estos fármacos regularían el estado de ánimo al modular el tono GLU, mejorando la plastici-dad y la neurogénesis. Sin embargo, los hallazgos en modelos animales no han sido corroborados aún por ensayos clínicos.

5.3. MEDIADORES INTRACELULARES

Como se ha planteado, los diferentes neurotrans-misores ejercen sus efectos mediante la activación de cascadas de señalización intracelular, que son final-mente las responsables de actuar sobre la plasticidad neuronal. Algunos fármacos empleados en el trata-miento de enfermedades psiquiátricas actúan princi-palmente afectando mediadores intracelulares, y de esta manera ejercen parte de su acción farmacólogica y neuroprotectora. Tal es el caso del litio y el ácido valproico, utilizados en el tratamiento de la enferme-

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modelos experimentales como en humanos, ya que los mecanismos involucrados son complejos e inclu-yen efectos duales, de protección por un lado y de daño por el otro.

5.5. NEUROTROFINAS Y PÉPTIDOS MODULARES

Los niveles de neurotrofinas, en particular del BDNF, son clave a la hora de hablar de resiliencia. En la depresión se describe un déficit de ARNm para BDNF y menores niveles de BDNF en la corteza tem-poral y frontal, según datos obtenidos de modelos ex-perimentales. Paralelamente, en pacientes depresivos se observaron menores niveles plasmáticos de BDNF.

Los antidepresivos han demostrado que pueden prevenir la downregulation de BDNF en modelos expe-rimentales. De acuerdo con estos hallazgos, se postu-la que la depresión se asocia a niveles bajos de BDNF y que los antidepresivos requieren de su acción para ejercer su efecto antidepresivo. Sin embargo, aún no hay evidencias de que la disminución del BDNF cau-se depresión en forma directa, y el mecanismo por el cual la depresión y los antidepresivos afectan al BDNF todavía son poco claros y están siendo estudia-dos intensivamente. Las líneas de investigación más aceptadas indican que la importancia del BDNF en la depresión estaría vinculada a la función que ejerce el BDNF sobre la regulación de los cambios neuroplás-ticos hipocampales, mediante la producción de NPY.

Se ha encontrado que una baja relación BDNF/NPY disminuye la neurogénesis y se asocia a depre-sión. Además, una respuesta baja del NPY al estrés se asocia a una mayor vulnerabilidad al trastorno de estrés post-traumático y a la depresión. En forma adicional, se encontró una disminución del NPY en el LCR (líquido cefalorraquídeo) de pacientes depresivos

torno de estrés posttraumático; esto sugiere que el aumento en la liberación de DHEA durante el estrés prolongado podría ser protector en sujetos con TEPT. Paralelamente, se ha reportado una asociación entre los niveles plasmáticos de DHEA y la mejoría de los síntomas depresivos, por lo que se postula que esta hormona tiene propiedades antidepresivas. La DHEA posee un efecto agonista del sistema gabaérgico en el SNC, que ha sido propuesto como mecanismo relacio-nado con los efectos de la DHEA sobre la resiliencia.

Recientemente, Pinnock y colaboradores encon-traron que la DHEA y la fluoxetina tienen efectos si-nérgicos sobre la proliferación de las células progeni-toras del hipocampo. Estos trabajos fueron realizados en modelos experimentales; se deberá continuar con los estudios para determinar el beneficio potencial para la resiliencia.

Otro grupo de hormonas con potencial efecto protector son los esteroides gonadales, principalmen-te los estrógenos. Los estrógenos presentan un efecto dual sobre el eje HHA (hipotálamohipófiso- adrenal): a concentraciones bajas y fisiológicas y durante un período corto, inhiben el eje, mientras que a mayo-res concentraciones y durante períodos prolongados, exacerban las respuestas HHA al estrés.

Se postula que los estrógenos modulan los nive-les de las catecolaminas, contribuyendo de esta forma a la regulación del estado de ánimo. Los niveles altos y prolongados de estrógenos aumentarían la suscep-tibilidad al estrés y a la depresión al afectar la neu-rotransmisión serotoninérgica; se ha demostrado en estudios experimentales que los estrógenos reducen la expresión del ARNm y el binding para el receptor 5-HT1A, tanto a nivel presináptico como postsináp-tico. Queda aún mucho por estudiar acerca de los efectos de las hormonas sobre la resiliencia, tanto en

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adaptación y recuperación del organismo frente a los efectos deletéreos del estrés.

y se cree que algunos fármacos con propiedades anti-depresivas podrían tener un efecto sobre el NPY.

La administración parenteral de NPY en ratas provoca efectos antidepresivos, que son antagoniza-dos por drogas bloqueantes de los receptores para NPY, NPY-Y1. Drogas como el litio, la fluoxetina y al-gunos antiepilépticos como el topiramato, aumentan los niveles hipocampales de NPY en animales de ex-perimentación y en el LCR de pacientes. Se postula como hipótesis que la desregulación del sistema del NPY podría constituir uno de los sustratos biológicos de la depresión. Por lo tanto, la generación de nuevos fármacos con mecanismos de acción que involucren la modulación de los receptores para el NPY, podría tener efectos clínicos benéficos tanto en el tratamien-to como en la prevención de la depresión en sujetos expuestos a factores estresantes.

La neurociencia plantea actualmente diferentes niveles de análisis y de complejidad, que van desde el nivel molecular y celular, al conductual y cognitivo. En forma similar, la resiliencia puede ser analizada según diferentes niveles de procesamiento y de com-plejidad. Siguiendo este modelo multisistémico, las modificaciones en el nivel molecular y celular afecta-rían el nivel superior (cognitivo–conductual), a la vez que las modificaciones en la resiliencia a nivel con-ductual y cognitivos, podrían mejorar la resiliencia celular.

Siguiendo al Prof. Luis María Zieher, la psico-farmacología puede incidir en el nivel molecular y ge-nerar respuestas en el nivel cognitivo y conductual, mientras que la psicoterapia actuaría en el modo in-verso. El desafío de la ciencia contemporánea radi-ca en el desarrollo de nuevas moléculas capaces de mejorar las funciones vinculadas con la resiliencia del sistema nervioso central, permitiendo una mejor

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La Resiliencia y la Vulnerabilidad

desde la perspectiva de la regulación emocional y

psicopatológica

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El estudio científico del comportamiento emocio-nal humano ha experimentado enormes avances en la última década. El concierto neurocientífico no ha sido ajeno a este desarrollo, gestándose en su interior una subdisciplina: la neurociencia afectiva. Su obje-tivo principal es dilucidar los sustratos cerebrales de la respuesta emocional, valiéndose de métodos y téc-nicas provenientes de diversas áreas científicas afines (neurobiología, neurociencia cognitiva, psicobiología, psicología)

Existen diversos componentes de la emoción que pueden ser abordados científicamente. Uno de ellos es la regulación emocional, la cual ha sido estudiada extensamente desde el punto de vista conductual y recientemente también lo han sido sus concomitan-tes biológicos. En este capítulo se revisan las estra-tegias de regulación emocional que han recibido más atención, las consecuencias que suponen para los in-dividuos que las utilizan, los mecanismos cerebrales que sustentan dichos comportamientos y un modelo de la vulnerabilidad/resiliencia derivado de dichas concepciones.

1. REGULACIÓN EMOCIONAL

La regulación emocional puede definirse como toda estrategia dirigida a mantener, aumentar o supri-mir un estado afectivo en curso. A partir de estudios que manipulan la respuesta emocional induciendo estados de ánimo negativo (por ejemplo, desagrado), Gross et al (2002) han utilizado diversos paráme-tros para la evaluación y medición de las distintas formas de regulación, incluyendo reportes autoapli-cados, medidas fisiológicas e índices conductuales. En términos generales, la atención se ha centrado en el momento de ocurrencia de las distintas formas de regulación a lo largo del proceso emocional. En este

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piel. Al contrario, las personas que reevalúan mues-tran una actividad fisiológica bastante más reducida en los mismos índices cardíacos y de conductancia. Por otro lado, la supresión involucra un alto esfuer-zo cognitivo durante el proceso emocional, producto principalmente del automonitoreo y de la autocorrec-ción.

Este esfuerzo reduciría los recursos cognitivos disponibles del sujeto dificultando la retención de su-cesos. La reevaluación, como estrategia de aparición temprana, no incluiría un esfuerzo de autorregula-ción y, por lo tanto, recursos cognitivos como la me-moria estarían disponibles.

De hecho, las personas que utilizan frecuente-mente la reevaluación tienen un mejor desempeño en pruebas objetivas de memoria. Finalmente, desde el punto de vista interpersonal, las personas que supri-men sus afectos, al disminuir notoriamente su expre-sividad emocional, generan afectos negativos en los otros y resultan menos “alentadores” en situación de adversidad, según Gross et al (2002).

En su conjunto, los estudios antes discutidos demuestran que la regulación afectiva no es trivial para el individuo, ni para su fisiología ni para su ex-periencia personal (incluyendo el efecto que produce en otros). Por ello, no resulta extraño que la evidencia reciente vincule los procesos de regulación emocional con la psicopatología.

2. REGULACIÓN EMOCIONAL Y PSICOPATOLOGÍA

Un número considerable de programas de inves-tigación convergen en establecer que la psicopatolo-gía surge en parte debido a “un proceso de regulación deficiente”, ya sea por el tipo de estrategia utilizada

contexto se diferencian:

a) estrategias de aparición temprana (focaliza-das en los antecedentes), por ejemplo, aquellas que versan sobre el contexto, situación y significado atri-buido a la fuente de activación, entre otras; y b) es-trategias de aparición más tardía (focalizadas en la respuesta), por ejemplo, sobre los cambios somáticos experimentados una vez que la emoción se inició com-pletamente, según reseña Gross et al (2002). Aunque se reconoce la existencia de variadas formas de es-trategias de regulación, dos han sido estudiadas más ampliamente: la reevaluación (asignar un significado “no emocional” a un evento) y la supresión (controlar la respuesta somática de una emoción)(4).

1.1. CONSECUENCIAS DE LA SUPRESIÓN Y REE-VALUACIÓN

Los hallazgos más significativos de esta línea de investigación han sido el descubrimiento de conse-cuencias diferentes de los distintos modos de regula-ción en la expresión facial de emociones, la experien-cia afectiva, la fisiología, la memoria y los procesos interpersonales, como lo establecen Gross et al (2002). Los datos indican que la reevaluación cognitiva dis-minuye significativamente la experiencia subjetiva de desagrado frente a estímulos aversivos visuales, mientras que la supresión falla en lograrlo.

Así mismo, la supresión emocional disminuye considerablemente la expresividad afectiva, en todo su rango (positivo y negativo), generando una dismi-nución de la comunicación de los estados internos del individuo. Desde el punto de vista fisiológico, los suje-tos que utilizan la supresión muestran una actividad del sistema simpático intensificada, tanto en índices cardíacos como en medidas de conductancia de la

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ferenciación emocional tiene un efecto significativo pero inespecífico en la psicopatología debido a su in-fluencia en la regulación emocional.

Por lo tanto, conocer el modo de manipular la re-gulación emocional (por ejemplo, entrenar cierto tipo de estrategia), y su sustrato cerebral, son tareas su-mamente relevantes dentro de las ciencias del com-portamiento, según Bradley (200). En este sentido, en la última década la neurociencia, y en especial la neurociencia afectiva, ha hecho grandes avances, se-gún Davidson (2003).

3. NEUROCIENCIA AFECTIVA Y REGULACIÓN EMO-CIONAL

El estudio neurocientífico de las emociones estu-vo por largos años estancado en la idea que el sistema límbico era el “núcleo” o “centro” cerebral de las emo-ciones. Esta interpretación no sólo detuvo el desa-rrollo de nuevos conceptos respecto de la afectividad, sino que también mermó en gran medida la investiga-ción en el área, como lo señala Davidson (2004).

Sin embargo, a fines de la década de los ochenta y comienzo de la de los noventa un pequeño grupo de investigadores concentró su atención en los aspectos corticales del procesamiento emocional. Fundamen-talmente, a partir de estudios en ratas, y en un mo-delo lesional en humanos, poco a poco se comenzó a develar la participación de la corteza cerebral en las emociones, sobre todo de la corteza prefrontal en varias de sus porciones (orbitofrontal, dorsolateral y ventromedial). La evidencia proveniente del análisis de pacientes con daño frontal sugería que la corteza prefrontal tendría un rol asimétrico en la participa-ción en los procesos afectivos, según observaciones de Dagleish (2004).

o como producto de una diferenciación afectiva poco desarrollada, como lo establece Goldsmith (2004). Junto con la multiplicidad de consecuencias para el individuo antes revisadas, también existe un efecto general en la salud mental relacionado con la regula-ción de los afectos.

Tal como vimos, los estudios de Gross et al (2002), han enfatizado que la supresión y la reeva-luación difieren tanto en su efectividad en la adminis-tración de la experiencia afectiva, como en el “costo” psicofisiológico para el individuo. De esto modo, en el largo plazo, las personas que tienen como “estilo” de regulación la supresión son más propensas, por ejemplo, a padecer de alteraciones relativas a los pa-rámetros antes discutidos, en especial por la dismi-nución de su expresividad afectiva.

Por otro lado, evidencias recientes han mostrado que la regulación emocional como proceso depende de un grado de diferenciación emocional previo, se-gún Goldsmith (2004). En otras palabras, la habilidad para controlar la experiencia afectiva depende funda-mentalmente de la capacidad para distinguir estados internos y diferenciarlos unos de otros. Así, en la me-dida que las personas delimitan más detalladamente su experiencia, pueden manipular con mayor preci-sión sus estados afectivos. Cuando la diferenciación emocional es deficiente los niveles de psicopatología son más altos, independientemente de la constela-ción diagnóstica a que se refiere el síntoma, incluyen-do síntomas somatomorfos, como lo señala Gross et al (2002).

De hecho, se produce un efecto de acentuación de la esfera somática del estado afectivo en la con-ciencia del individuo que dificulta aun más sus es-fuerzos autorreguladores (hipótesis de acentuación somática). Por todo lo anterior, se sostiene que la di-

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se concibe que la corteza prefrontal derecha estaría directamente implicada en el sistema de inhibición, mientras que la izquierda lo estaría en el sistema de aproximación.

Congruente con esta formulación, las diferencias en la actividad tónica de esas estructuras, así como su relación funcional, representan el sustrato biológi-co del estilo afectivo. Específicamente, los sujetos con asimetría derecha de la activación tónica de la cor-teza prefrontal tienen una tendencia a experimentar mayor intensidad de afecto negativo, en comparación con su contraparte izquierda. Así mismo, los indivi-duos con la corteza prefrontal derecha tónicamente más activa están predispuestos a ser más sensitivos a los estímulos amenazantes, inhibiendo su conducta y experimentando más afecto negativo.

Davidson (2004) ha sido enfático en subrayar que las asimetrías cerebrales funcionales deben ser entendidas dentro de un modelo de diátesis, esto es, que la asimetría frontal no es suficiente para causar estados emocionales específicos, sino que predispo-nen a responder bajo condiciones apropiadas de un modo u otro.

Por otra parte, existen datos convergentes res-pecto de las consecuencias que tienen sobre la afecti-vidad los diferentes patrones de asimetrías cerebrales. En adultos, Davidson et al (2004) encontraron que los fóbicos sociales presentan una actividad de fase de mayor magnitud en zonas corticales derechas cuan-do se inducía ansiedad de anticipación. Henríquez y Davidson (2001) reportaron que personas depresivas tienen una hipoactivación tónica de la corteza fron-tal izquierda, implicando una hipofuncionalidad del sistema de activación. Más aún, este patrón de acti-vidad cerebral no tendría que ver exclusivamente con los períodos en que la persona presenta los síntomas

Posteriormente, Davidson et al (2004), llevaron a cabo estudios que confirmaron los datos hallados en sujetos con lesiones, expandiendo este principio a la población normal. En dicho esfuerzo se ha formula-do un modelo general de la motivación y la emoción humana, se han develado importantes implicancias para el entendimiento de las diferencias individuales en diversos parámetros de la afectividad, surgió el concepto “estilo afectivo” y se han desarrollado para-digmas para su estudio, según Davidson (2004).

3.1. ESTILO AFECTIVO

El estilo afectivo corresponde al rango de dife-rencias individuales en los múltiples componentes de las disposiciones anímicas y la reactividad afectiva, según lo señala Davidson (2000). Varios fenómenos se incluyen en este término: el nivel emocional tónico, el umbral de reactividad y el tiempo de recuperación, entre otros. Diversas estructuras cerebrales se rela-cionan con el estilo afectivo, siendo categorizadas, en base a estudios de laboratorio, en dos sistemas que sustentan la motivación y la emoción: el sistema de aproximación y el sistema de inhibición.

El sistema de aproximación se ha descrito como favorecedor de conductas apetitivas y como genera-dor de afectos positivos relacionados con el logro de metas. El sistema de inhibición facilita al organismo el distanciarse de una fuente aversiva de estimula-ción y organiza las respuestas apropiadas cuando es confrontado con estímulos amenazantes, tal como lo establece Davidson (1999).

Tal como se menciona, se ha encontrado que la lateralización según el sistema emocional sólo existe para alguno de los componentes de estos circuitos, en particular la activación de la corteza prefrontal. Así,

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afectivo, siendo la corteza prefrontal y la amígdala las principales estructuras reclutadas.

En otra línea de desarrollo, se han identifica-do diferentes consecuencias en la “efectividad” de la regulación, dependientes de los niveles de actividad tónica de la corteza prefrontal. Específicamente, los sujetos con activación tónica frontal asimétrica de-recha presentan dificultades para regular emociones negativas, en comparación con su contraparte asimé-trica izquierda. En otras palabras, el tiempo que toma en recuperarse de un afecto negativo está asociado a las diferencias en las asimetrías prefrontales, se-gún lo señala Jackson et al (2000), donde los sujetos con asimetrías derechas tienen mayor dificultad en terminar con una emoción negativa una vez que ha comenzado.

Así, establece Larson y Davidson (1998) tanto la activación de fase como la tónica de la corteza pre-frontal tienen relación con elementos de la regulación afectiva. La activación de fase se relaciona con el pro-ceso regulador en curso, produciendo una modula-ción en la amígdala, mientras que la activación tónica es un marcador predictivo de la eficacia del proceso regulador en general.

5. PATRONES DE VULNERABILIDAD

Lo anteriormente revisado se ha conceptualizado dentro de un contexto explicativo más amplio e inte-grador. En efecto, paralelamente a los programas de investigación descritos anteriormente existe un fuerte desarrollo de conceptos provenientes de la psicología evolutiva que ha mostrado una importante relación con los mismos fenómenos aludidos anteriormente, de regulación emocional y psicopatología: la función reflexiva(29). La mentalización o función reflexiva es

depresivos.

Tal como lo predice el modelo de diátesis, es una condición que predispone a dicha patología pero que no la determina. Finalmente, se reporta que personas que hacen dieta crónicamente, y que se sobrealimen-tan en situaciones de ansiedad, presentan una asi-metría tónica derecha de la corteza prefrontal.

En infantes, la actividad cerebral en respuesta a estímulos positivos (figura de la madre) y negativos (alejamiento materno) parece seguir los mismos prin-cipios que en adultos. La actividad frontal derecha está asociada con respuestas y expresiones frente a estímulos negativos, mientras que la corteza frontal izquierda a los positivos. Recientemente, Buss et al (2003)) expandieron dichos resultados al mostrar que los infantes de 6 meses con asimetría tónica derecha tienen niveles de cortisol más elevados y presentan más comportamientos evitadores.

4. REGULACIÓN EMOCIONAL Y ESTILO AFECTIVO

Existen evidencias que muestran los procesos que ocurren durante la regulación de emociones ne-gativas. Estudios de laboratorio han develado que la regulación emocional toma lugar al mismo tiempo que la corteza prefrontal controla la activación de la amígdala. Específicamente, la disminución voluntaria de las emociones negativas se relaciona con cambios en la actividad neuronal en la amígdala. Más aún, Ochsner et al (2002), estudiando la actividad cerebral durante la reevaluación, encontraron que la activa-ción de ciertas zonas de la corteza prefrontal izquier-da modula la amígdala y la corteza orbitofrontal me-dial izquierda durante dicha estrategia de regulación emocional. Así, la actividad cortical cumpliría un rol modulador del componente subcortical del circuito

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involucran una reactividad emocional dada y, ade-más, una habilidad dada para diferenciar/ regular emociones; y b) las capacidades de mentalización, de-sarrolladas en los vínculos tempranos, que permiten desarrollar disposiciones emocionales dependientes de la experiencia, junto con estrategias de diferencia-ción emocional.

Por otro lado, la interacción de estas variables resulta en cuatro formas o patrones de vulnerabili-dad/ resiliencia identificables. El entendimiento de la regulación emocional debería ser conceptualizado en el contexto de esta formulación más amplia.

un concepto de innegable heurística y con un cuerpo empírico bastante desarrollado.

Técnicamente, la mentalización corresponde a un mecanismo que nos permite inferir o hipotetizar sobre los posibles estados mentales de los otros y de uno mismo. Esta habilidad permitiría comprender, predecir, anticipar (y muchas veces controlar) nues-tra conducta y la de los demás. Además, existe una importante relación entre los niveles de función re-flexiva que un individuo posee y el grado de psicopa-tología que éste padece.

Desde el punto de vista de nuestro equipo de in-vestigación la búsqueda de puntos de encuentro en-tre diferentes modelos de la salud mental, así como su estudio formal, es el camino que la ciencia del comportamiento debe adoptar para generar modelos más explicativos y con mayor potencial para su apli-cación. Si bien conocemos una serie de variables que se relacionan con la conducta normal y patológica, hay pocos intentos que tienen como objeto integrar visiones disponibles para la elaboración de aproxima-ciones más abarcadoras y generales.

Es por ello que recientemente hemos integrado en un modelo de este tipo los programas de investiga-ción de la neurociencia afectiva con los de la función reflexiva para el desarrollo de un modelo de la psico-patología. Explícitamente sostenemos que la parte de los trastornos psicopatológicos posibles surge debido a dos fenómenos relacionados entre sí: por un lado, una “reactividad emocional exacerbada” y, en segun-do lugar, un “proceso de regulación deficiente” (am-pliamente discutido anteriormente).

¿Cuáles serían las variables a considerar como determinantes de estos dos fenómenos? Por un lado, a) las disposiciones anímicas temperamentales, que

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Desarrollo Resiliente

Desde la perspectiva psicoanalítica

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¿Es posible que lo traumático sea percibido y es-tudiado por el psicoanálisis actual desde una perspec-tiva diferente a la de la repetición patogénica? ¿Puede ser que los psicoanalistas mirando repetidamente ha-cia arriba no veamos el cielo tal como escribe Dylan? El descubrimiento freudiano de la existencia de meca-nismos inconscientes que regulan el comportamien-to humano constituyó una conocida revolución en la concepción del hombre y un aporte capital para el tratamiento de sus distintas condiciones patológicas. Freud y los grandes desarrollos postfreudianos han explicado exhaustivamente cómo y por qué se enfer-ma y también por qué se mantiene la enfermedad. Las distintas teorías clínicas han dado cuenta de este hecho y también desde Freud el papel de los vínculos ha sido relevante para explicar la patología ya sea por carencia o exceso tal cual es expresado en el clásico Malestar en la Cultura

(Freud, 1930/1973): El sufrimiento nos amena-za por tres lados: desde el propio cuerpo condenado a la decadencia y a la aniquilación del mundo exterior capaz de encarnizarse con fuerzas destructoras im-placables de las relaciones con otros seres humanos. El sufrimiento que emana de esta fuente quizás nos sea más doloroso que cualquier otro, (p.3025).

Sin embargo, como es sabido, numerosos desa-rrollos postfreudianos y distintos avances en investi-gación en psicoterapia, han puesto en evidencia que “esas relaciones con otros seres humanos” son a su vez la fuente de reparaciones y evoluciones saluda-bles. Y a la vez la teoría psicoanalítica y su concepción de la ambivalencia ha evitado caer en ingenuidades clínicas o teóricas. Por otra parte existen investigacio-nes que sostienen la existencia de motivaciones in-conscientes primarias para resolver problemas y que el vínculo analítico permitiría desarrollarlas (Weiss, 1998). También son importantes las consideraciones

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feld, 1992, 1993, 2009; Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 1999, 2001).

En la historia del psicoanálisis hubieron nu-merosas terminologías asociadas a lo que llamamos inconsciente escindido y sus producciones. Ya en Freud, se encuentra esbozado el problema en el “nú-cleo actual” de las psiconeurosis y en la obsesión de repetición que reproduce sucesos del pasado que no entran en la zona de los impulsos eróticos reprimidos. Posteriormente modelos no freudianos del funciona-miento psíquico como el de Bion (1963) que describe los elementos y pantalla beta como aglomeración no integrada, el de Winnicott (1951) con su terror al de-rrumbe como signo-huella que no pudo simbolizarse y lo Real en Lacan (1975) como fuera del lenguaje e inadmisible a la simbolización.

Es importante el desarrollo de Aulagnier (1975) de una tópica de tres espacios que añade a los pro-cesos primarios y secundarios freudianos el proceso originario y el pictograma. Entendemos que también guardan relación con lo que definimos como lo incons-ciente escindido, el teatro de lo imposible y la histeria arcaica (Mc Dougall, 1991), los dinamismos paralelos (Marty, 1990), lo no representable (Missenard, 1989) lo ignoto e incognoscible (Rosolato, 1991), lo arcaico y la negatividad radical (Kaës, 1989), el inconsciente anterepresión (Rousillon, 1991), la idea de lo “prepsí-quico”, el trabajo de lo negativo y los desarrollos sobre la escisión (Green, 1998).

Esta lista no pretende ser exhaustiva ni inten-ta simplificar nociones que deben ser estudiadas en sus contextos referenciales, pero alude a las diversas consideraciones en la literatura psicoanalítica acerca de lo que está funcionando en un orden que no es el de la representación de palabra, y que convive con las clásicas formaciones representacionales del incons-

sobre la “virtualidad sana” (García Badaracco, 2006) que existiría aún en los pacientes más graves, pues esto implicaría la existencia de potenciales incons-cientes salutogénicos, coexistiendo con las tradicio-nales resistencias inconscientes, que podrían ser ac-tivados en determinada condición relacional.

Pero una cuestión particular se plantea cuando se trata de la clínica de lo traumático. En especial el problema de los eventos disruptivos de origen social de definida eficacia patogénica, constituye un campo donde se juegan el valor de los dispositivos de asis-tencia psicosocial, las capacidades de los damnifica-dos y su potencial evolutivo. En realidad es conocido que la eficacia traumática de un evento no depende solo de su magnitud sino más bien de su forma de ser vivenciado (Freud, 1926/1973; Baranger, M., Baran-ger W., Mom J. (1987); Benyakar, 2003). La vivencia traumática suele generar y/o estar asociada a una condición vulnerable1 que implica un modo de fun-cionamiento psíquico donde predominan las respues-tas somáticas y/o comportamentales independiente-mente de la clasificación nosológica que se realice. Esto significa que tradicionalmente se asocie trauma con vulnerabilidad y que esta condición, que se ex-presa clínicamente en distintas manifestaciones, im-plica un funcionamiento psíquico con dificultades de procesamiento y recursos de afrontamiento variables.

Es sabido también que esto no excluye que se pongan en juego mecanismos de defensa que dan lu-gar a resoluciones neuróticas en función de la historia singular previa al evento disruptivo. Esto implica un modelo del funcionamiento psíquico donde coexisten las clásicas expresiones de las psiconeurosis propias de lo que se entiende como lo inconsciente reprimi-do, con otras manifestaciones que han sido agrupa-das como pertenecientes a lo irrepresentable y que consideramos como lo inconsciente escindido (Zuker-

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cepción de neuroplasticidad y con la idea de que nuevos vínculos construyen nuevas subjetivida-des.

En forma sintética planteamos que lo que lla-mamos inconsciente escindido –es decir lo apartado estructuralmente de la trama representacional or-denada por la represión– puede ser caracterizado de distintas maneras de acuerdo a distintas teorías psi-coanalíticas, investigaciones de las neurociencias, de la psicología cognitiva y de las disciplinas de la sub-jetividad.

Dentro del psicoanálisis, para las teorías pulsio-nalistas lo escindido se corresponde con el campo de la descarga, de lo tanático o de lo negativo; para las teorías del narcisismo con el lugar del teatro de lo Imposible (Mc Dougall, 1991) y la sede del Yo Ideal o del doble inmortal (Aragonés, 1999); para las teorías de la identificación con las identificaciones primarias pasivas (Marucco, 1999) y con las identificaciones pa-tológicas (Bleichmar, 2001). Para las disciplinas de la subjetividad lo escindido correspondería en general a lo irrepresentable y a lo transubjetivo. Para la psicolo-gía cognitiva sería el inconsciente cognitivo y el espa-cio de los procesos subsimbólicos, y en general para las neurociencias el lugar de las memorias implícitas (procedimentales, emocionales y priming) con sus di-ferentes redes neuronales (Le Doux, 1996).

Lo inconsciente escindido es el “núcleo duro” de lo que entendemos como tercera tópica, noción tam-bién planteada desde distintas perspectivas por Green (1990), Dejours (1986), Marucco (1988-1999), Raggio (1989) y Merea (1994). La tercera tópica es la repre-sentación gráfica metafórica de la heterogeneidad y coexistencia de funcionamientos psíquicos incons-cientes de estructura representacional y no represen-tacional que constituye la perspectiva metapsicológi-

ciente.

Es aquí necesario entonces sintetizar cuáles son los puntos de partida teóricos para formular un mo-delo de aparato y funcionamiento psíquico que de cuenta de lo hasta ahora planteado. Estas nociones son cuatro y provienen de las articulaciones y corres-pondencias no reduccionistas entre psicoanálisis, disciplinas de la subjetividad y neurociencias:

a) la noción de heterogeneidad del inconscien-te: existen varios funcionamientos u operatorias con características diferentes de modo que no es posible hablar de un inconsciente homogéneo. Los desarrollos de Bleichmar (1999) y su modelo modular-transformacional en psicoanálisis son un ejemplo de esta noción.

b) la noción de coexistencia: los distintos fun-cionamientos se dan simultáneamente y las pro-ducciones finales incluyen siempre aspectos va-riables de los mismos, de modo que cualquier manifestación clínica es siempre mixta. Esta no-ción lleva implícita la de predominio y gradiente y por lo tanto implica un cuestionamiento de la idea de estructura psicopatológica.

c) la noción de complejidad: los funcionamientos tienen recursividad por lo que no existen deter-minismos lineales causa-efecto. Todos los meca-nismos que se describen por ejemplo desde la perspectiva psiconeuroinmunoendocrina tienen esta característica.

d) la noción de vincularidad reestructurante: a las clásicas perspectivas sobre el valor estruc-turante del vínculo primario se agrega el poten-cial reestructurante de los vínculos secundarios. Esta noción está asociada con la moderna con-

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recen ser aislados en el plano conceptual como pro-cesos de relación [de modo que] […] [el pensamiento] consagrado al ejercicio de los procesos secundarios, sigue abierto a unos procesos primarios que asegu-ran la irrupción de la intuición creativa en el momen-to mismo de ejercerse la más rigurosa racionalidad [La cursiva es nuestra] (pp.185-187).

En nuestra concepción pensamos que además de la relación entre procesos primarios y secundarios, que generan la riqueza creativa preconsciente, los procesos terciarios otorgan un sentido a lo escindido irrepresentable gracias a un vínculo intersubjetivo, siendo el mecanismo de la creación de lo nuevo. Es este mecanismo el que constituye el fundamento de nuestra concepción de la resiliencia, o como veremos más adelante de lo que preferimos llamar desarrollo resiliente.

1. RESILIENCIA Y DESARROLLO RESILIENTE

En las últimas décadas se ha desarrollado con-siderablemente la noción de resiliencia definida clá-sicamente como la capacidad humana de enfrentar, sobreponerse y ser transformado por experiencias de adversidad (Grotberg, 2001). Existen otras definicio-nes pero por lo general el problema crítico se plantea cuando se la asocia con las historias de los self made men, o cierta valoración superficial de actitudes “po-sitivas”. De allí que nuestra perspectiva psicoanalítica enfatiza la idea de ‘transformación’ que se produciría a partir de la condición adversa para definir estricta-mente la resiliencia. En realidad este constructo pa-rece ser una evolución de la vulnerabilidad, es decir de la posibilidad de que lo traumático –a partir de un encuentro vincular significativo– active potenciales subjetivos transformadores. En general para hablar de desarrollo resiliente las condiciones comunes a las

ca de sistemas de memorias múltiples que funcionan simultáneamente.

La caracterizamos como un modelo del aparato psíquico, entendido como la construcción del psiquis-mo entre soma y otro, definido por la introducción en la segunda tópica freudiana de la escisión como mecanismo estructurante que permite la coexistencia universal de dos grandes modos de funcionamiento: el del inconsciente reprimido-represor sede de las re-presentaciones de cosa y de palabra freudianas, y el del inconsciente escindido sede de huellas activables pero no evocables.

La escisión es representada tópicamente como barra vertical perpendicular a la barra horizontal que desde la segunda tópica representa a la represión y junto con ella ordena el encuentro entre dos exigen-cias de trabajo, una de carácter somático (pulsión) y otra de orden intersubjetivo. Esto jerarquiza la idea irreductible de que no hay psiquismo tanto si no hay sustrato biológico como si no hay vínculo intersubje-tivo y su articulación imprescindible.

Desde el punto de vista dinámico el modelo de la tercera tópica incluye el clásico dinamismo de la represión, el del vaivén de la escisión que determi-na predominios de lo reprimido o lo escindido y el dinamismo de los procesos terciarios que vincula los sistemas representacionales preconscientes con lo escindido, es decir articula las tramitaciones con las activaciones (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 2002). Estos procesos fueron descriptos por Green (1996) como:

[…] aquellos procesos que ponen en relación los procesos primarios y secundarios de tal manera que los primarios limitan la saturación de los secundarios y los secundarios la de los primarios [y que] […] me-

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Por otra parte este autor jerarquiza el valor fun-damental de los vínculos a tal punto que desarrolla la noción de tutor de resiliencia definido como “[…] alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte que provoca un renacer del desa-rrollo psicológico tras el trauma. […] un encuentro significativo puede ser suficiente” (p.86).

Se trata de otro que brinda amor incondicio-nal y de hecho corrige un desarrollo a través de una interacción que se construye como un tejido, como una trama productora de nueva subjetividad. Aquí es donde se define con claridad el desarrollo resiliente a través del papel fundamental que posee la calidad de la narrativa y su construcción con otro. Este ‘otro’ es el que en la historia sirvió para configurar un apego seguro asociado a la mentalización (Marty, 1990; Fo-nagy, 1999)3 y que se describe en la base de la resi-liencia.

La importancia del otro y del apego adquieren valor si se tiene en cuenta también la afirmación de Bowlby que relata Marrone ( 2001):

Para simplificar: una persona de cualquier edad que siente confianza en que una figura de apego va estar disponible y receptiva en caso de necesidad, probablemente se sienta relajada y tenga recursos para que le vaya bien en la vida. En cambio, es pro-bable que una persona que esté preocupada por sus vínculos de apego no funcione de una manera óptima [La cursiva es nuestra] (p.85).

La confianza en otro incrementa la autoconfian-za, condición que Dryzun (2006) define como posi-ción subjetiva propia de la clásica noción de desafío. Pero además esta última idea de Bowlby, jerarquiza en realidad los desarrollos de las corrientes psicoso-ciales que se ocupan del valor de las redes sociales

distintas posturas teóricas son:

a) la existencia de adversidad que corresponde definir en su eficacia traumática y sin la cual no correspondería el uso del concepto. De allí que ciertas circunstancias estresantes (las “pruebas” de Cyrulnik, 2001) no alcanzan para definir un desarrollo resiliente. Diversas experiencias (due-los, conflictos laborales, afectivos, sociales, etc.) pueden ser elaborados exitosamente sin que ello implique un desarrollo resiliente.

b) una evolución contraintuitiva con caracterís-ticas de transformación, que implica un funcio-namiento psíquico que se manifiesta en compor-tamientos determinados que brindan bienestar subjetivo y presencia de cambio objetivo. Esto implica que cuando se esperan las manifestacio-nes clínicas de la vulnerabilidad éstas no se pro-ducen o lo hacen parcialmente.

Por otra parte y desde una perspectiva psicoana-lítica, es importante diferenciar actitudes y compor-tamientos sobreadaptados (Liberman et al, 1982) que pueden impresionar como formas exitosas de afrontar la adversidad, pero que no implican transformación alguna. Es decir que el funcionamiento psíquico –que suele caracterizarse como omnipotente y con viven-cia de “invulnerabilidad”– es un funcionamiento de riesgo que caracterizamos como “subjetividad aquilei-ca”2.Y aquí es donde adquiere particular relevancia el papel de los vínculos pues esta última condición psíquica por lo general desmiente necesitarlos o los subestima de modo que semeja al “superman” que menciona Cyrulnik (2001), mientras que la subjetivi-dad resiliente es más cercana al “poeta” que narra y crea.

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torno familiar y social los convierte en relatos perma-nentes [La cursiva es nuestra] (p.92)”.

Y por otra parte en el 2004 señala que: [...] la resiliencia del niño se construye en la relación con el otro, mediante la “labor de punto” que teje el vínculo. La comunicación intrauterina, la seguridad afectiva desde los primeros meses de la vida y, más tarde la interpretación [Las cursivas son nuestras] que da el niño a los acontecimientos son otros tantos elemen-tos que favorecen el desarrollo resiliente (p.17).

Es claro entonces también el valor decisivo del relato y del vínculo, que además se conecta íntima-mente con otros tres conceptos de Cyrulnik de gran valor para una perspectiva psicoanalítica de la resi-liencia: el ya citado de tutor, el de oxímoron, y el de metamorfosis.

El oxímoron es una figura retórica que consis-te en reunir dos términos antinómicos como “negra nieve” o “maravilla del dolor” y permite expresar una antítesis o coexistencia que no es ambivalencia. Reve-la “el contraste de aquél que al recibir un gran golpe se adapta dividiéndose” (p.21). Este concepto alude a la noción de escisión formulada por Freud y estudia-da con diversos matices por el psicoanálisis y por la psiquiatría. Creemos que la riqueza de esta figura re-tórica está dada porque es un recurso habitual de la poesía y alude a una condición humana más estruc-tural que es como nosotros consideramos la escisión: no sólo un mecanismo de defensa sino también una condición de ser humano.

El concepto de metamorfosis tomado metafórica-mente de la biología es muy importante para la defi-nición psicoanalítica del desarrollo resiliente tenien-do en cuenta que: “Para metamorfosear el horror hay que crear lugares donde se exprese la emoción [...]

y del apoyo social. Lo importante es que más allá de su existencia, el apoyo debe ser percibido y asimismo –como señala la teoría psicoanalítica– es importante recordar que siempre en cualquier vínculo coexiste la corriente amorosa con la corriente hostil. Es aquí donde planteamos la percepción subjetiva de sostén como un concepto que constituye un balance incons-ciente de la ambivalencia universal entre lo que se percibe como apoyo del otro y lo que se percibe como hostilidad, indiferencia o rechazo del otro. Por este motivo es importante comprender el papel de las re-des vinculares que entendemos como entramados de objetos internos y personas tangibles de las cuales el sujeto obtiene apoyos y rechazos que resultan en grados de sostén variables, asociados también a dis-tintos modelos y enunciados identificatorios.

Así es entonces que el marco teórico de este tra-bajo supone que el desarrollo resiliente frente a la adversidad consiste en una metamorfosis subjetiva, producto de la activación de un potencial que sirve para la creación de condiciones psíquicas nuevas, que transforman el efecto traumático con la impres-cindible existencia de vínculos intersubjetivos. Este desarrollo puede o no darse y creemos que solo puede definirse como tal cuando ha pasado ya un tiempo del evento disruptivo y se puede percibir cambio psíquico con transformaciones que lo diferencian de las reso-luciones neuróticas y de aquellas que denominamos “aquileicas”. Para ello es necesario estudiar los datos clínicos diferenciando el desarrollo de recursos yoicos de los cambios en el funcionamiento psíquico global y en especial el valor de la vincularidad.

Cyrulnik (2001) escribe que todas las penas son soportables si las convertimos en un relato y también que : “A quienes dicen ‘trastornos precoces, efectos durables’ se les responde que trastornos precoces provocan efectos precoces, que pueden durar si el en-

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2. METAPSICOLOGÍA DEL DESARROLLO RESI-LIENTE

Nuestra utilización del concepto de “desarrollo resiliente” se fundamenta en que se trata de una vi-cisitud posible frente a la adversidad y las vivencias traumáticas, de modo que es preferible usar el térmi-no ‘resiliente’ como adjetivo más que como sustantivo donde corre el riesgo de adquirir un sesgo estructural. De allí que desde una perspectiva psicoanalítica ana-lizaremos en principio cierto consenso sobre lo que no es resiliencia tanto para autores psicoanalíticos como no psicoanalíticos.

Parece claro que resiliencia no es mera resisten-cia ni vuelta a un estado anterior al efecto de lo dis-ruptivo lo que implica ser cuidadoso con el sentido de su definición original tomada de la ingeniería de los metales. No es tampoco un rasgo de personalidad que –innato o adquirido– se sostenga permanente-mente y garantice respuestas resilientes a cualquier tipo de adversidad. No es necesariamente ausencia de sintomatología ni condiciones maravillosas ni ge-niales de existencia. No es resignación o conformismo social y tampoco necesariamente reivindicación o be-ligerancia permanente. No puede ser reducida a las nociones psicoanalíticas de negación, sublimación o reparación, aunque como veremos más adelante es-tos mecanismos pueden describirse en sujetos que desarrollan resiliencia.

El desarrollo resiliente en realidad cuestiona el sesgo determinista de la noción clásica de “disposi-ción” y es por ello que –como veremos más adelan-te– proponemos reemplazarla por la de potenciales inconscientes, el que llamamos descifrador– herme-néutico descubierto por Freud y el creador– heurístico de valor decisivo para cualquier acción transforma-dora. Una perspectiva psicoanalítica de la resilien-

la transformación se hace sin dificultad apenas se la puede esbozar, poner en escena, convertir en relato o en reivindicación militante” (Cyrulnik, 2001, p.16).

Por otra parte la noción de metamorfosis o trans-formación también puede ser pensada en relación a la fluidez de los procesos psíquicos, en contraposición con las cristalizaciones patológicas, noción que es correlativa a las modernas concepciones neurocien-tíficas de plasticidad neuronal, que a nivel metapsi-cológico se corresponde con la noción de procesos ter-ciarios y en otro nivel con la de mentalización.

Rodríguez (2001) plantea que la resiliencia impli-ca “respuestas nuevas para situaciones que parecen no tener salida y este elemento de novedad da cuen-ta de la ligazón entre la resiliencia y el sentido del humor” (p.190). Este autor y también Vanistendael (2004) desarrollan exhaustivamente el tema del hu-mor que es un componente central de los desarrollos resilientes4. De Tychey (2001) señala también el valor del sentido del humor, jerarquiza la noción de men-talización de Marty y coincide con otros autores como Fonagy en que un pre-requisito de la mentalización es la construcción de la base de un apego seguro, aso-ciado al desarrollo de competencias parentales.

En este último sentido revaloriza la capacidad de ensoñación materna bioniana, pero remarca que “los padres no son el único modelo posible para el niño ya que (citando a Bergeret) los distintos círculos sociales y educativos que rodean a la familia tienen también su papel sobre todo en las situaciones de riesgo en que la interacción no estimula lo suficiente el deseo de ternura y de amor entre los seres humanos”(p.197).

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realidad.

Esta secuencia lógica encuentro-organiza-ción-transformación, se altera por la adversidad de la carencia y/o el exceso y puede necesitar un segundo tiempo de suplencia, es decir de un nuevo encuentro para que se produzca una nueva organización, y nue-vamente se puedan realizar acciones transformado-ras. Existen de hecho potenciales autoorganizantes pero es axiomático –en determinados niveles traumá-ticos– la necesidad del encuentro para que éstos se activen.

Otro aspecto importante con respecto a la ad-versidad es su relación con la noción de “adaptación” que genera las mayores controversias entre distintas corrientes. Estas controversias surgen porque en las definiciones de resiliencia a veces no queda claro su sentido. Creemos que el problema principal es el des-lizamiento de un concepto que tiene un sentido defi-nido en la biología y en la ecología (v.g. adaptación del corazón al esfuerzo, adaptación de una especie animal al medio) frente al que tiene en las disciplinas psico-sociales con su fuerte carga ideológica (adaptación de un individuo a un sistema económico-político-social). En este último caso el término suele ser utilizado como sinónimo de resignación o posición pasiva y se lo enfrenta al de rebeldía o lucha. El otro problema gira alrededor de la diferenciación entre realidad psí-quica y realidad exterior que implica cómo se ubica la noción de adaptación de acuerdo a la percepción de las diferencias entre la experiencia subjetiva y la presencia del otro.

Es en base a estos dos aspectos que conviene definir psicoanalíticamente qué entendemos como adaptación o comportamiento adaptativo. Definimos entonces por adaptación a la capacidad del aparato psíquico para tener en cuenta: a) su propia realidad

cia implica estudiar el problema de la adversidad y la adaptación, la dimensión del Yo y sus defensas, la dimensión de los funcionamientos psíquicos globales y la dimensión vincular, para comprender la noción de transformación subjetiva.

2.1. ADVERSIDAD

En un sentido etimológico este término se refiere a aquello que se presenta como contrario a alguien o a un determinado devenir. Es decir se trata de una oposición o como se dice coloquialmente, una contra-riedad, palabra que explicita el sentido de lo antagó-nico o de lo disruptivo (Benyakar, 2003). Usamos este término en forma genérica abarcando los dos aspec-tos de valor teórico y clínico: los eventos o contextos que generarían una vivencia de estrés y aquellos que producirían una vivencia traumática que suelen ser los que definen a la resiliencia.

El uso ahora del erlebnis alude en el último caso a una subjetividad injuriada donde el funcionamiento psíquico –de acuerdo al modelo de la tercera tópica– implica una dinámica de la escisión universal y es-tructural, caracterizada por un predominio y cristali-zación de la descarga y de la angustia automática. Sin embargo estas manifestaciones de lo escindido coe-xisten siempre con cierta actividad representacional y la dinámica pro-pia de la represión.

Este predominio de lo escindido es justamen-te lo que define a la vulnerabilidad y veremos más adelante como en un segundo momento sus manifes-taciones pueden ser captadas y transformadas. En realidad este argumento se incluye en la noción más amplia acerca de que el aparato psíquico nace de un encuentro que activa y sostiene su organización que es lo que permite desarrollar transformaciones de la

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Es importante precisar dos cuestiones: este tipo de desafío conlleva manipulación, dependencia del objeto, y la constitución de neorrealidades no llega a conformar un delirio aunque exista déficit en el jui-cio de realidad. Suele ser el estilo adaptativo propio del campo de las adicciones, los estados fronterizos, las “locuras privadas”, etc., donde predominan la des-mentida y la confusión. En síntesis, de acuerdo con el modelo de la tercera tópica, las variaciones adaptati-vas de un sujeto atravesado por las demandas de su cuerpo y del campo intersubjetivo pueden ser cuatro: adaptarse (transformar activamente), desadaptarse (síntomas), sobreadaptarse (adecuarse formalmente) y paradaptarse (desafiar confusamente).

2.2. DIMENSIÓN, FUNCIONAMIENTO DEL YO Y LOS MECANISMOS DE DEFENSA

Anteriormente tomamos la descripción freudia-na de las tres fuentes del sufrimiento humano, cuyos procesamientos en el marco de una historia subjetiva, se manifiestan en el conflicto psíquico y en las formas de enfrentamiento con la realidad. Las operaciones psíquicas que el psicoanálisis define como defensas –y que afloran a partir de la señal de angustia– son parte del conflicto neurótico y en términos generales su disminución es correlativa al develamiento de la fuente de angustia que las hizo necesarias. Esto pone en evidencia que la operación básica del psiquismo fue la represión que incluye todas las formas de reso-lución neurótica del conflicto.

Pero un proceso distinto se produce cuando esta angustia tiene como origen genérico la adversidad. Se trata de aquello que proviene de la realidad externa entendida como disrupciones (Benyakar, 2003) o im-posiciones (Berenstein, 2001) con eficacia traumáti-ca que suelen evolucionar hacia el par desvalimien-

interna y la existencia de una realidad ajena al pro-pio funcionamiento mental, ya sea corporal y/o inter-subjetivo y b) la posibilidad de realizar acciones para transformar en algún sentido aquellas realidades.

Se puede observar entonces, como esta noción tiene que ver con la de salud mental y como, en ge-neral, la idea de desadaptación es propia de modos neuróticos de funcionamiento psíquico e implica dis-tintos niveles de dificultad en (a) o en (b) o en (a) y (b). Adaptación significa un funcionamiento psíquico con actividad fantasmática, investiduras y desinvestidu-ras, conflictos, duelos y también síntomas, pero con posibilidad de transformación.

Por otra parte existe una dialéctica permanen-te entre adaptación-desadaptación de modo que esta última siempre está incluída en mayor o menor gra-do en el comportamiento adaptativo. Muy distinta es la noción de sobreadaptación de Liberman (1982) y colaboradores, a la que definen como una “adecua-ción exagerada” y “adicción a la realidad externa en detrimento de la realidad psíquica”. Es sinónimo de conformismo social y es conocida su vinculación con la patología somática y con las llamadas “normopa-tías” (Mc Dougall, 1982), en las que aparece asociada a la ausencia de sufrimiento psíquico. Es a esta no-ción a la que se refieren todos los críticos del térmi-no “adaptación” en las definiciones de resiliencia. Por otra parte no debe confundirse con ciertos esfuerzos adaptativos frente a realidades muy hostiles.

Por último lo que llamamos “paradaptación” (Zukerfeld & Zonis Zukerfeld, 1999) se trata del resul-tado inestable de un aparato psíquico que por deter-minadas carencias o por excesos traumáticos tiende a la descarga, no reconoce diferencia entre realidad interna y externa y desafía a esta última creando neo-rrealidades.

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dirigidos a la emoción que se siente o a la situación que la produce y si la misma es vivenciada como ame-naza o como desafío. Distintos investigadores en este campo han planteado que no existen a priori mejores o peores recursos de afrontamiento.

Asimismo diferentes autores (v.g. Varela, Grulke y Bernardi, 2001) se han ocupado de las interrela-ciones entre mecanismos de defensa y estrategias de afrontamiento planteando en principio las diferencias clásicas (las defensas serían inconscientes, en rela-ción a “lo interno” y muchas veces disfuncionales, mientras que el afrontamiento sería más consciente, en relación a “lo externo” y generalmente funcional), pero insistiendo en su articulación permanente de modo las defensas sirven al afrontamiento y el afron-tamiento sirve a su vez a las defensas.

2.3. FUNCIONAMIENTO PSÍQUICO GLOBAL

Creemos que el funcionamiento psíquico global –o si se quiere las vicisitudes de la subjetividad– des-de una condición que definimos como vulnerabilidad y su evolución hacia al desarrollo resiliente, requiere de una perspectiva metapsicológica. Mayhew, K y Ma-yhew, M. (2003) describen el modelo de resiliencia de-sarrollado por Kumpfer en el cual plantea las distin-tas posibilidades de reintegración social que tiene un individuo luego de haber vivido un episodio con efec-tos traumáticos. Diferencian así una “reintegración homeostática”, sin sintomatología, de otra “disfuncio-nal” con sintomatología, pero proponen lo que llaman “reintegración resiliente” que claramente presenta un plus con respecto a la reintegración homeostática.

¿Qué significa esto? Pensamos que de distintos modos y con diferentes énfasis los clínicos y los in-vestigadores están describiendo un funcionamiento

to-desesperanza con su ansiedad difusa permanente. Así es que la reactivación de vivencias de desamparo adquieren una eficacia patogénica independiente y coexistente con la operación represiva.

El problema de los mecanismos de defensa des-criptos por el psicoanálisis se complejiza a propósito de la noción de resiliencia. En principio lo que Freud llama defensas en distintos momentos de su obra ofrece diferencias con la canónica producción de su hija, con los desarrollos de la escuela inglesa y con los de la escuela francesa lacaniana y postlacaniana. Un ejemplo bastante claro de ello son los múltiples sen-tidos que puede adquirir el término “negación” y las controversias acerca de lo que se entiende por “subli-mación”, que por ejemplo sería un destino libidinal y no una defensa.

Algo más sencillo es el concepto de reparación si se lo entiende como lo hace Maryce Vaillant (2004) cuando escribe que “reparar es asumir los viejos do-lores y elaborarlos para no volver a empezar. No es olvidar ni conmemorar, es evolucionar. Es crear. Es hacer algo nuevo con lo viejo” (p.191). En este senti-do conviene tener en cuenta que no se habla aquí de defensas frente a la pulsión sexual sino frente a lo disruptivo y de allí que el término “recursos de afron-tamiento” (coping) sea probablemente más adecuado. La definición más clásica de afrontamiento alude a “[...] esfuerzos cognitivos y conductuales, constante-mente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes [las cursivas son nuestras] de los recursos del sujeto” (La-zarus, 1986, p.64).

Se han descrito distintos tipos de afrontamiento dependiendo si en el eje del mecanismo predominan procesos cognitivos o comportamentales, si están más

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subjetivo5 es decisivo para el desarrollo del proceso resiliente. Creemos que para comprender y ubicar los distintos aportes teóricos, clínicos y de investiga-ción sobre la dimensión vincular conviene subdividir arbitrariamente esta cuestión en tres aspectos6 : a) los derivados de la posición freudiana del otro como auxiliar que incluye la concepción de apego y la per-cepción subjetiva de sostén, b) los derivados de la posición freudiana del otro como modelo que incluye toda la problemática identificatoria y de relación con el ideal, c) los derivados de la posición freudiana del otro como objeto y como rival, que incluye el valor sustancial del testimonio tanto en su versión activa como pasiva.

a) Desde Bowlby y Ainsworth y como producto de diversas investigaciones posteriores el apego seguro se describe en la base del desarrollo resi-liente. Esto es coherente con lo que describe Ma-rrone (2001) citándolo a Sandler cuando afirma que “el concepto de seguridad en el apego no solo se refiere a la confianza básica en otros sino que también se refiere a la percepción que el indivi-duo tiene acerca de sus propios recursos y de su propia efectividad” (p.84).

De allí es que planteamos anteriormente la per-cepción subjetiva de sostén como un concepto que constituye un balance inconsciente de la ambivalencia universal, entre lo que se percibe como apoyo que brinda el otro y lo que se perci-be como estrés que genera el otro. Pero no hay dudas de que la reintegración se produce en fun-ción del otro auxiliar que ampare y/o facilite. En estas condiciones la intervención psicoanalítica tiene características diferentes que han gene-rado diversas controversias clínicas y teóricas: ¿el sostén es un recurso que solamente –lo que no es poco– repara carencias históricas o es que

psíquico donde lo traumático es procesable dando lu-gar a transformaciones que no pueden reducirse ni a “procesos primarios” ni a “procesos secundarios” en el sentido freudiano clásico. Anteriormente plantea-mos el valor metapsicológico de retomar y reformular la noción de “procesos terciarios” introducida por An-dré Green en la década del 70.

Es esta noción la que alude a la implicación de procesos primarios y secundarios como lo que subya-ce a lo que nosotros llamamos potencial inconsciente hermenéutico base de la creatividad. La creatividad –que puede entenderse como individual– es propia de la riqueza fantasmática que permite representar, ex-presar, soñar, hacer transferencias y síntomas. Es el requisito de la posibilidad de creación y a su vez solo es posible si existió un vínculo con el objeto.

Pero la creación es el producto de la activación de un segundo potencial inconsciente que denomina-mos heurístico que solo puede activarse en el vínculo con la presencia del otro. La creación de lo nuevo –de acuerdo al matiz diferencial que planteamos– es en realidad una construcción colectiva en el sentido de otro a quien decir, con quién construir un relato y /o realizar una acción transformadora. Esto consti-tuye desde un punto de vista metapsicológico la po-sibilidad de un desarrollo resiliente. Todos activamos potenciales inconscientes hermenéuticos en nuestra cotidianeidad comunicacional y en nuestra introspec-ción, pero cuando quedamos inmersos en lo inefable necesitamos activar el potencial heurístico universal a través del vínculo intersubjetivo.

2.4. DIMENSIÓN VINCULAR

Es sabido desde las investigaciones sobre resi-liencia de la primera generación que el vínculo inter-

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la masa artificial.

c) El valor del testimonio dicho y escuchado es también fundamental en la producción o no de desarrollos resilientes. Aquí se trata de un vín-culo con otro a quien se le cuenta o se le grita, se le sonríe o se le llora, se lo agrede o se lo con-suela, se le queja o se le ostenta. Los efectos tes-timoniales son variados, quedan incluidos en los micro y macro relatos y suelen tener una enor-me potencia identificatoria, de construcción de la realidad y de percepción de sí.

Es claro que para la generación de desarrollos resilientes una cuestión fundamental del testimonio es la generación de esperanza. Hemos sostenido en publicaciones anteriores el valor decisivo de la se-cuencia de las tres “anzas”, es decir el sentir la seme-janza con el padecimiento del otro, el desarrollar así confianza en su palabra y de allí el generar esperan-za en el propio desarrollo. De alguna u otra manera los dispositivos autogestivos poseen un intenso poder testimonial donde el altruismo y la solidaridad facili-tan la posibilidad de desarrollos resilientes como ha sucedido en diversas condiciones sociales.

3. DESARROLLO RESILIENTE Y VICISITUDES SUB-JETIVAS

En base a todo lo planteado en el apartado an-terior creemos que es posible plantear una definición psicoanalítica de la resiliencia y caracterizar las dis-tintas modificaciones subjetivas que van desde un funcionamiento psíquico vulnerable a un desarrollo resiliente. Desde el punto de vista psicoanalítico de-finimos la resiliencia como una metamorfosis sub-jetiva producto de la activación de un potencial que implica funcionar en proceso terciario, es decir con la

también permite el desarrollo de recursos para tramitar la angustia y enfrentar la realidad? No cabe duda de que tanto las ideas de Winnicott como las de Kohut y Bowlby fundamentan soli-damente una respuesta positiva a esta pregunta.

b) Un hecho fundamental del desarrollo resiliente es la modificación identitaria y la reconstrucción de la autoestima. Esto es posible en la medida de la semejanza en la adversidad con otros con los que se producen en un primer tiempo identi-ficaciones primarias y en un segundo tiempo de-positaciones de sus ideales en un ideal común. Pero esta secuencia puede ser inversa al modo que Freud (1921/1973) la plantea en Psicología de las Masas donde lo primero es la depositación del ideal en un líder que se oferta como remedio a la carencia, (masa artificial) realizándose las identificaciones en un segundo tiempo.

Es en este sentido que hemos descrito lo que lla-mamos ideales culturales dominantes (ICD) que son las ofertas que realiza una microcultura de-terminada, a través de las redes vinculares, con la finalidad de regular la autoestima de sus inte-grantes. Aquí inclusive puede suceder que si la carencia narcisista es muy grande y la satisfac-ción objetal escasa, toda la autoestima y la iden-tidad se juegue en el ideal7. Así se construyen distintos tipos de identidades de acuerdo a cómo se tejen los vínculos que van desde liderazgos so-ciales a procesos discretos e íntimos de logro de bienestar personal. Los mecanismos identifica-torios son parte de lo que hemos llamado “prin-cipio de semejanza” que está en la base de los dispositivos grupales de autogestión, fuentes ha-bituales de desarrollos resilientes y que constan-temente conviene diferenciar de las sectas que siguen el principio freudiano de constitución de

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anteriormente y en otras publicaciones.

Frente a esta vicisitud de la subjetividad que in-cluye desde los neonarcisismos de Lipovetzky hasta las locuras privadas de Green, desde las normopatías de McDougall hasta las neurosis de comportamiento de Marty, y todas las teorizaciones sobre el vacío y lo negativo, surge lo que entendemos como posición subjetiva resiliente (PSR) .

La PSR la definimos como la condición subjetiva que implica vulnerabilidad transformada por acción y efecto de vínculos que activan competencia y aptitu-des y que pueden desafiar a los ideales culturales do-minantes. Se trata entonces de tejidos de solidaridad y creación frente a la adversidad guiados por un ideal del yo que le da realismo a la esperanza de cambio. Su modo de enfrentamiento de la realidad oscila entre lo que definimos como adaptación con sus momentos conflictivos o desadaptativos.

En la figura 1 puede observarse una síntesis de algunas de las conceptualizaciones desarrolladas. La adversidad es procesada por el grado y calidad del sostén recibido del que depende que se produzca una vivencia de estrés o una vivencia traumática. En el primer caso –buen sostén– (1) se produce la angus-tia señal (AS), se desarrollan mecanismos de afronta-miento que permiten la recuperación de la homeos-tasis y también mecanismos de defensa en relación a la resignificación del evento disruptivo pudiendo culminar en la posición subjetiva neurótica (PSN). Es habitual que la vivencia de estrés constituya las “pruebas” que plantea la vida como señala Cyrulnik, pero si es repetida o permanente puede devenir en vivencia traumática correlacionada con la noción de carga alostática de Mc Ewen (1998).

fluidez libidinal necesaria para la creación de condi-ciones psíquicas nuevas que capturen y transformen el efecto traumático permitiendo desarrollar recursos nuevos, con la imprescindible existencia de vínculos intersubjetivos .

Esta definición intenta ser fiel al origen y al valor de la noción de resiliencia que proviene en definitiva de una vulnerabilidad sorprendentemente fracasada y que no se debe confundir con “resistencia” o “invul-nerabilidad”. De allí que es necesario aclarar la con-fusión que a veces puede darse entre dos posiciones subjetivas que en realidad son antagónicas.

Una historia de vulnerabilidad –es decir el fun-cionamiento psíquico que suele ser el resultado del éxito traumático– puede devenir directamente en patología. Pero la existencia de sobreadaptaciones y paraadaptaciones que mencionamos anterioremente plantearon la necesidad de considerar en la teoría y en la clínica lo que denominamos posición subjetiva aquileica (PSA) cuyo nombre se debe al estudio psi-coanalítico que hicimos sobre la leyenda de Aquiles, el vulnerable que se siente invunerable, el desvalido que necesita de la gloria que le impone el deseo de su madre, la diosa contrariada Tetis, como señalamos en anteriormente.

La PSA la definimos como la condición subjetiva que implica vulnerabilidad equilibrada o compensada por la obediencia a ideales culturales dominantes. Se trata en la actualidad de armaduras de eficientismo e inmediatez frente a la adversidad dominados por un yo ideal donde no existe posibilidad de transforma-ción alguna. Estas armaduras intentan cubrirlo todo menos brindar el amparo necesario o el modelo de cambio a intentar frente a la adversidad. Su modo de enfrentamiento de la realidad suele ser sobreadap-tado o paradaptado de acuerdo a lo que planteamos

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¿Es posible entonces para un psicoanalista pen-sar lo traumático teniendo en cuenta las posibilidades transformadoras, es decir lo que entendemos como desarrollos resilientes? Creemos que sí. Y en especial porque estos desarrollos en realidad corroboran mu-chos planteos teóricos y clínicos sobre el papel de los vínculos intersubjetivos, más allá de las diferencias entre las diferentes corrientes que lo sustentan. Este trabajo fue planteado como una perspectiva psicoa-nalítica de la resiliencia pero se habrá observado que en el mismo se plantea una revisión metapsicológica que introduce la noción de inconsciente escindido y la de proceso terciario dentro de un modelo de la mente que denominamos tercera tópica. Este modelo –que en principio es un desarrollo del modelo freudiano– funciona como articulador interdisciplinario acorde con los avances de las neurociencias.

Un ejemplo de ello es la frase de Pommier (2004) que cita Cyrulnik (2007): “ Una huella sensorial pro-vocada por un acontecimiento exterior puede abrir una impronta sin recuerdo (inconsciente cognitivo) del mismo modo que un recuerdo puede permane-cer inconsciente no cuando se lo olvida, sino cuando el sujeto no logra medir su dimensión (inconsciente psicoanalítico”, (p.101). De acuerdo a lo que plantea-mos anteriormente se trata en realidad de dos gran-des modos de funcionamiento psíquico, universales y coexistente: el inconsciente reprimido-represor y sus representaciones y el inconsciente escindido y sus huellas activables y no evocables correspondientes a memorias implícitas.

Por otra parte existen nociones y constructos de distintas fuentes teóricas –como mentalización/proceso terciario/plasticidad neuronal– que hoy en día presentan una sinergia conceptual fundamental no solo para comprender el desarrollo resiliente sino para trazar puentes entre el psicoanálisis y otras dis-

En el caso de la vivencia traumática –escaso sos-tén– (2) se puede generar angustia automática (AA) y se dan las condiciones que consideramos de vulne-rabilidad que puede derivar en patología comporta-mental y/o somática, o de acuerdo al peso subjetivo de ciertos ideales culturales dominantes (ICD) cons-truir una subjetividad que entendemos como posición subjetiva aquileica (PSA). Esta a su vez puede des-compensarse en manifestaciones patológicas. Pero desde la condición de funcionamiento psíquico global que llamamos vulnerabilidad puede haber una rein-tegración homeostática, una reintegración disfuncio-nal que deriva también en patología comportamental o somática, y finalmente –en función de una nueva oferta de sostén (3)– una reintegración resiliente que entendemos como posición subjetiva resiliente (PSR).

A su vez la patología ya instalada también pue-de tener un desarrollo resiliente dependiendo de las nuevas ofertas vinculares (3) de distintos dispositivos terapéuticos. Es también importante señalar que en la figura la subjetividad resiliente suele incluir aspec-tos neuróticos y homeostáticos.

Por otro lado, desde lo particular El desarrollo resiliente cuestiona los determinismos lineales y pro-duce una fuerte transformación de la subjetividad que logra convertir el daño en fortaleza y evitar que la herida devenga minusvalía a través de una capacidad universal propia de la condición humana: recrear e inventar. Esto implica que las heridas existen y no pueden negarse a través de sobreadaptaciones con sesgo de optimismos superficiales u omnipotentes o ingenuas ideas de invulnerabilidad. Pero por otra parte la experiencia clínica muestra que aún en con-diciones muy adversas es posible que haya cambios significativos confiando en los potenciales salutogé-nicos.

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4. CONSTRUCCIÓN DE UN MODELO DE RESILIEN-CIA

En esencia la construcción del modelo perso-nal de resiliencia MPR es crear una matriz de posi-bilidades de lo que para el paciente sería su estado deseado. Un nuevo sistema que a modo de modelo explicativo-comprensivo refleje los comportamientos, estrategias de afrontamiento, emociones, pensamien-tos automáticos, creencias, historias, y los símbolos o metáforas que lo producen. Para una mejor compren-sión de las intervenciones remito al lector a las Estra-tegias de cambio en la terapia centrada en esquemas (Gluhoski & Young, 1997).

“Cuando bailo, me siento libre, más fuerte, más liviana”. Diana se anotó en una clase de dos veces por semana. Aunque no tardaron en aparecer los pensa-mientos de su viejo esquema. “No creo poder man-tener estos horarios”, “siempre me aburro muy fácil de las cosas”. Es muy importante identificar en este punto la activación y coexistencia de estas premisas y emociones e indagar acerca de la intención positiva de las mismas.

Una vez identificados los esquemas y creencias ligados al problema recurrente, interpersonal, etc., sugerimos, desde el inicio, enfatizar la construcción de nuevas premisas, esquemas y creencias, más que el trabajo sobre el desmantelamiento del viejo siste-ma.

Previo a construir el desarrollo del nuevo, in-dagamos las buenas razones de haber mantenido durante tanto tiempo los esquemas o creencias que sostuvieron la situación problema. Por ejemplo, para Diana estos pensamientos la llevaban a reafirmar una y otra vez que necesitaba cambiar la actividad para “no caer en aburrimiento”. La intención positiva

ciplinas afines. Pero lo fundamental en lo que insis-timos es que la heterogeneidad de los procesos in-conscientes y su coexistencia, conllevan potenciales de creación de lo nuevo además de la clásica caracte-rización del funcionamiento repetitivo. Y esos poten-ciales son pasibles de ser activados en un vínculo tan significativo como el vínculo transferencial donde se co-construyen relatos que transforman el posiciona-miento subjetivo.

De allí que clínicamente el papel del sostén ad-quiera mayor relevancia por su eficacia transfor-madora que incluye la siempre presente actividad fantasmática. Por otra parte creemos que solo un psicoanalista entrenado puede diferenciar las sobrea-daptaciones y los desafíos omnipotentes de lo que lla-mamos “subjetividades aquileicas”, de las verdaderas transformaciones y cambios subjetivos. Además la convicción acerca del valor de los vínculos en las his-torias traumáticas permite una integración natural con otros recursos formales e informales como los di-positivos familiares, grupales y comunitarios. Se trata de comprender que no está todo ya escrito en el vín-culo primario, que la suerte no está ya echada y que lo importante se revela en lo que Sartre señala como “lo que haremos con nosotros”, es decir nuestros po-tenciales evolutivos y nuestra capacidad de acción.

El psicoanálisis moderno tiene mucho que decir al respecto y por eso finalmente creemos que la acti-tud investigadora del analista con actitud interdisci-plinaria es la que permitiría –como escribe Bob Dylan en la introducción de este trabajo– ver no solo el in-fierno del trauma sino el cielo del potencial creativo humano y así comprender las respuestas que están blowing in the wind.

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contenido de la historia no es lo más importante, sino aquello que se dicen a sí mismos, lo que hacen, cómo se sienten, ya que frente a los obstáculos persisten y abren un camino a través de ellos.

La lista de posibles pensamientos, creencias, sentimientos, estrategias de afrontamiento es inter-minable. Las principales se escriben en el MPR utili-zando sus palabras, chequeando permanentemente si son adecuadas y correctas las palabras del cliente, y si encajan para la situación. Se recomienda el re-gistro por escrito en una posición “codo a codo” con el paciente. Se puede utilizar una grilla de registro (Apéndice B y C) del viejo y el nuevo sistema, y lo va-mos confeccionando junto al paciente.

4.1. APLICACIÓN DEL MODELO DE RESILIENCIA

Consiste en la aplicación de este conjunto de pensamientos, creencias, reglas, etc., al problema que enfrentan mediante tareas o experimentos con-ductuales. Visualizamos claramente el objetivo pro-blema. Este último, deberá ser identificado a partir de un problema interpersonal. Por ejemplo, para Diana, como vimos, era importante comprar una notebook para comenzar a tener una mejor organización de su actividad desde su casa. Hacía mucho que venía pos-tergando la compra - aunque reunía el dinero para hacerlo- (el pensamiento automático “Juan debiera ayudarme con esto” la empujaba a postergar indefi-nidamente la conducta de salir a comprar ; “cada vez que espero algo de él… me siento frustrada porque no obtengo lo que necesito” ; “si no me ayuda ….enton-ces… me voy a separar”; emoción : angustia; “….esto es lo que hice siempre hice con mi vida”; “me quedo sola”; activación del esquema: “Estoy sola en la vida”; “Yo soy así”; “Así es la vida”, etc. Ayudamos a crear las llamadas reglas de protección frente a la reapari-

o buenas razones consistían en “necesito aprovechar todas la oportunidades”. Esta premisa subyacente, más profunda, tenía mucha carga emocional para Diana. Indagando acerca de ella, surge una emoción muy intensa ligada al recuerdo de su modelo mater-no. Su madre ahora postrada, había sufrido depre-sión y abuso de alcohol. Diana creció viendo cómo su madre perdía tantas oportunidades en su vida has-ta quedar totalmente desvalida y dependiente. En el nivel más conductual, permanecer y profundizar en cualquier actividad le creaban ansiedad, y en ocasio-nes se deprimía al enfrentarse a las dificultades de organización.

El nuevo sistema es diferente, aunque no necesa-riamente implica lo opuesto, sino aquello más desea-ble en sus propias palabras/imágenes. De este modo, los cambios ocurren más rápido si nos focalizamos en crear lo positivo, más que en testear lo negativo.

Este enfoque cuenta con algunas ventajas. En primer lugar, tanto paciente y terapeuta se centran en un proceso creativo más que revisionista, desde el comienzo. Segundo, al guiar al paciente hacia la visualización creativa de nuevas posibilidades (nue-vas creencias y premisas) aumenta la motivación y el interés. Tercero, mayores cambios se obtienen al con-siderar todas las posibilidades más que la visión aco-tada de reparar lo que no esta bien (Padesky, 1994). Diana no lograba mantener una agenda, ni una lista de actividades relacionadas a su trabajo, por ejemplo, llamados telefónicos a clientes.

Es muy importante usar el marco de la relación terapéutica comprensiva y empática para promover la imaginación en el cliente mediante la utilización de lenguaje creativo, identificar nuevas posibilidades y premisas a través de la narración que el cliente reali-za de cómo se han ido superando las dificultades. El

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siendo manipulado.

En nuestra experiencia, determinados pacientes se benefician con la realización de pequeños cambios conductuales (ruptura de patrones conductuales), aumentando así la experiencia del logro personal y, por ende, la motivación. Típicamente, pacientes que exhiben patrones de conducta crónicos de autore-chazo (Young, 1997) como: elección inapropiada de compañeros, abuso de sustancias, ser demasiado agresivo por sentirse criticado, y no implicarse a los nuevos desafíos por miedo al fracaso. Por ejemplo, en pacientes que presentan dificultades de autorregula-ción de los impulsos, TDAH y trastornos crónicos de ansiedad, distimia, marcado desinterés, se le asignan una lista jerárquica de tareas para cambiar sus viejos patrones.

El caso de una paciente con un esquema de de-pendencia/incompetencia que se apoya en su marido para tomar todas las decisiones, gradualmente puede asumir más responsabilidades. Podría comenzar por hacer planes sociales, realizar algunas tareas de la administración del dinero, para luego realizar algún trabajo de tiempo parcial. Cuando el terapeuta revisa sesión a sesión la realización o no de la tarea acorda-da surge también la oportunidad de traer a la super-ficie el obstáculo emocional y su correlato cognitivo subyacente. El objetivo es cambiar los patrones de conducta que perpetúan el esquema. Esta interacción pensamiento-emoción-conducta produce un efecto de retroalimentación positiva y aumenta la motivación para el próximo paso.

4.2. FORTALECIMIENTO DEL SISTEMA

La etapa de construcción del MPR se realiza desde el primer momento. La aplicación y práctica

ción del “viejo sistema”. Por ejemplo, “esto no podrá conmigo”, por “no importa qué, voy a intentarlo”, “sea lo que sea voy a seguir y recuperar mis sueños”, “sé que en este momento vale que luche por eso que quie-ro”, etc.

Diana consiguió establecer una regla de protec-ción “soy así algunas veces, pero puedo cambiar”; “no deseo estar sola en este momento”. Luego, como tarea entre sesiones (averiguar los precios de tres mode-los de computadoras que estuvieran a su alcance), se comprueba empíricamente si las reglas de protección (“puedo averiguar esto por mi propia cuenta”) funcio-nan y así se va acercando al logro de su objetivo de estar más organizada.

Introdujimos dificultades y revisamos los recur-sos, premisas, etc. y verificamos si es necesario rea-lizar cambios. Este proceso puede llevar varias sesio-nes y es el punto fundamental de intervención.

Es muy importante que el terapeuta guíe el pro-ceso creativo del paciente (sostén, dirección del es-fuerzo, aliento, etc.) y resistir la tentación de realizar esta

parte por el cliente o dirigirlo hacia donde -según las creencias del terapeuta- el paciente debiera ir.

En esta etapa vamos generando un listado de premisas ligadas a pequeñas experiencias y con-ductas cotidianas que encajan en el nuevo sistema (MPR). Muchos terapeutas cognitivos trabajan con el nivel cognitivo- emocional sin promover activamente el traslado o reflejo de dicho cambio en las conductas, con la convicción de que el paciente -a su tiempo- trasladará y producirá el cambio conductual una vez que lo cognitivo-emocional se modifique. Pueden lle-gar a considerar que, de lo contrario, el paciente esta

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Son pensamientos, emociones, creencias y conductas que se pueden aprender y desarrollar en cada uno.

de algunos de los experimentos comportamentales (tareas) en colaboración con el cliente, el uso de las ideas generadas (nuevas reglas) ayudan a superar los obstáculos como los que se enfrentan en la realidad y en los diferentes contextos donde el problema ocu-rre. En este punto, la habilidad del terapeuta facilita-rá al cliente la identificación de las situaciones más manejables, y empezará a experimentar con las más resistentes a lo largo del tiempo, para crear más si-tuaciones difíciles, una vez que el MPR ha sido con-tinuamente mejorado y refinado. Es clave aquí el uso de lenguaje constructivo, hacer que el cliente logre desarrollar y fortalecer sus propios recursos median-te los sucesivos experimentos conductuales.

La psicoterapia cognitiva tiene un rol central en la conducción de objetivos desde: “el riesgo y el défi-cit”, hacia los “derechos y las capacidades”. Este tra-bajo intenta dar cuenta de un método de construc-ción de posibilidades para desarrollar un sentido de resiliencia y competencia en pacientes con trastornos emocionales. Esto no significa no reconocer los diag-nósticos o considerar los trastornos como dones espe-ciales. Más bien, se sugiere la importancia de investi-gar las conductas, talento, capital psíquico en forma complementaria con, las disfunciones y dificultades. Más no simplemente como un mero ejercicio intelec-tual sino de compromiso afectivo, durante el trabajo terapéutico. Trabajar en la dirección de identificar las áreas de competencia permite crear un estado de es-peranza, de posibilidad y empatía que aumenta sensi-blemente la motivación del cliente y ayuda a manejar los tiempos de impasse en la terapia.

El uso del humor; el resaltar aspectos positivos (intuitivos, creativos, etc.), enfatiza la autoprotección y permite afrontar nuevos esquemas de aprendizaje, más que el destacar la perspectiva patológica. La re-siliencia no es un rasgo que la gente tiene o no tiene.

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Psicologa, especialista en Psicología Clínica, Maestría en Psicología, docente e investigadora en las ciencias sociales en la Universidad de La Guajira en Riohacha - Colombia.

Ha desarrollado su línea de investigación en la intervención social, basando su profundización en los mecanismos y métodos de recuperación de las victimas de violencia no solo desde la familia, tambien en el ambito social, local, incluso global.

Con este producto científico, muestra uno de los temas más importantes en el área y que denota tendencia en la psicología moderna, frente a la salud hombre-sociedad.