Restos de un incendio - Roly Arias

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Catálogo de la Muestra: Restos de un incendio - Dibujos de Roly Arias

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PRÓLOGO

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El Museo de Arte Contemporáneo de Salta tiene el agrado de presentar la muestra del artista, Roly Arias: Restos de un incendio, conformada por un numeroso cuerpo de obras inéditas.

Esta es la primera de una serie de muestras que el MAC presenta, con el objetivo de difundir y re-conocer la sostenida labor de destacados artistas salteños desde una nueva perspectiva.

Bajo esta premisa se decidió acompañar esta importante y cuidada selección de obras, con un registro de la misma, que se ve reflejado en este ca-tálogo, punto de partida de una colección de publicaciones, con los nombres que conforman el panorama artístico actual, un testimonio de su evolución y producción.

Con esta propuesta, acompañamos el fortalecimiento y revalorización de la producción artística local, colaborando con la promoción y el crecimien-to del arte de Salta tanto a nivel regional como nacional.

Tenemos hoy, el orgullo de presentar el proyecto “Salteños en el MAC”, con esta muestra de Roly Arias, Primer Premio XXXII Salón Pro-vincial de Artes Plásticas especialidad dibujo, Salta, 2012, reconocido artista salteño que nos acerca parte de su prolífico trabajo.

Arq. Claudia LamasDirectora del Museo de Arte Contemporáneo de Salta

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Si seguimos a Borges podemos pensar en el artista como un soñador de otras realidades, lo que nos lleva a considerar el espacio de la muestra de Arias casi como el recinto circular al que el forastero del cuento se acerca para soñar, y las obras como ‘atareados espejos que multiplican’ la sombra que somos, y por eso forman parte del círculo infinito.

En su trabajo, Arias sueña a sus personajes, los persigue y espía en su intimidad, expone sus aspectos privados, devela sus miedos y deseos, a la vez que pone al descubierto sus propias obsesiones. Cada serie explora un aspecto secreto de estos seres cargados de ternura y también de algún ho-rror que habitan el espacio continuo de la muestra como obra única, y que dan vida al mundo del artista.

En su obra, numerosas historias se acumulan a lo largo de un amplio marco espacial, obligando al espectador a un ejercicio más activo de lo habi-tual para asimilar la imagen combinada con la palabra escrita. Porque, como los hombres, estos seres están hechos de líneas y de palabras y terminan de completarse en la mirada del otro, de ese espectador que se vuelve protago-nista a través de la mirada que lo hace cómplice tanto del placer como del miedo, la vergüenza y el orgullo.

Arias dibuja y sueña, y crea el universo.

RESTOS DE UN INCENDIO: LAS RUINAS CIRCULARES DE ROLY ARIAS

MARIELA ALONSO

“En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.”Jorge Luis Borges, Las ruinas circulares.

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ROLY ARIAS: TODAS LAS OBSESIONES, TODOS LOS DIBUJOS

HERNAN ULM

La voz de los dibujos

Ha habido una obsesión que recorre la obra de Roly Arias: “Al comienzo pensaba que poniéndole ese título yo me corría del centro y eso me daba un poco de temor en el sentido de que perdía fuerza, pero después pensé que era un giro importante y que podía disparar para cosas más interesantes, y que al no ser ya ‘la expresión interior de un tal Roly Arias’ se me abren otras posibilidades. “Me cuesta horrores escribir”. La queja se repite en cada con-

“Tímido, como el recién llegado a una conversación, y escucha cosas que ya se vienen charlando de antes y no se anima del todo a hablar, sólo puedo por ahora, sumar algunos recuerdos dormidos que esta ‘conversación’ avivó. Uno es la poe-sía “El tercer hombre” de Borges: “Casi lo han engendrado estas palabras; nunca sabré su nombre” (…) “he establecido un vínculo”. Y al final: “Me pregunto qué sombras no arrojarán estas ociosas líneas”. El recuerdo no es casual. Está la palabra-voz (“estas palabras”) y la palabra-escritura (“estas ociosas líneas”) y está sobre todo el “qué sombras no arrojarán” que nos parte la cabeza. Distintas densidades de sombras entre Borges y Schulz.El otro recuerdo borgeano es el ensayo “El falso problema de Ugolino”: “… los personajes de un libro son sartas de palabras”.Espero al menos haber actuado de fogonero y que la inclusión de estos “re-cuerdos” contribuya a seguir avanzado en tanto voy tomando confianza para sumarme a la charla”.

Roly Arias, correspondencia con Hernán Ulm

Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013. (Detalle)Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.105x500 cm.

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versación, en cada intercambio de correspondencias: “me cuesta horrores escribir”. Hay un horror de la escritura que atraviesa los dibujos de Roly Arias. Un horror que tanto atrae como rechaza. No poder “escribir bien” se transforma en las palabras que recorren sus dibujos, en las palabras que se dibujan en sus cuadros, en las palabras que se mezclan y se pierden en sus cuadros. En las palabras que se arrastran en los cuadros, en las palabras que arrastran sus cuadros. La pasión del dibujo es verse arrastrado por eso que él no es. Es verse arrastrado hacia lo otro del dibujo. Pero no se trata de cual-quier palabra, nunca se trata de cualquier frase. Meticuloso, se hunde en la literatura: qué otra cosa puede hacer alguien que tan fascinado se siente por la escritura. Qué otra cosa puede hacer alguien a quien le cuesta horrores escri-bir bien sino buscar la escritura allí donde ella parece mejor y más fácilmente encontrarse: en Borges, en Dante, en Schulz, en Bolaños, en Lamborguini, en Lemebel… Pero, entonces, surge rápidamente un desvío. Rápidamente Roly Arias se dirige, desde la escritura que tanto horror le genera, hacia aquello que tanto horror le genera a la escritura. La pasión de la escritura es verse arrastrada hacia lo que ella no es, hacia lo otro de la escritura. Hay pues un hacerse escritura del dibujo y un hacerse dibujo de la escritura. Una tensión que va de la una a la otra sin que una termine de convertirse en la otra. Algo de una se pierde en la otra. Eso que el dibujo y la escritura pierden para poder escribir y para poder dibujar: la voz, la voz como tono de la vida, la voz como lo que nos atraviesa en el silencio de lo que apenas se nos da a ver ¿Será la voz la obsesión común de las palabras y los dibujos? ¿Será la captura visible de la voz aquel límite imposible en el que se separan las palabras y los dibujos? Bruno Schulz: “Consideramos normalmente la palabra como una sombra de la realidad, su reflejo. Más justa sería la tesis contraria: “la realidad es la sombra de las palabras”. Dibujar la voz a través de la sombra que las palabras dejan cuando pasan por el lienzo. ¿Será que los dibujos deben ser tanto vistos como oídos? ¿Que delante de los dibujos hay que aprender a oír con los ojos? En todo caso, el leve rumor de una sombra que pasa y se inscribe sobra la superficie. El leve rozar del pincel sobre el papel. Eso que parte la cabeza y abre una herida. ¿El dibujo será una forma de suturar esa herida? ¿O no será más bien el lugar donde la herida se hace cada vez más amplia? ¿Serán los

Roly Arias. De la serie Las palabras y las sombras (Acrílico) 2007

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dibujos un modo de inscribir una herida en la superficie blanca? ¿No será todo dibujo una herida que se inscribe en la superficie y que la abre, indefini-damente? ¿Será todo dibujo, serán todos los dibujos, el largo ejercicio de una herida? ¿Será ese el destino de todos los dibujos? ¿Será por ello que a veces se dibuja ante el público, mientras los músicos tocan, haciendo la performance festiva de ese fracaso por el que la voz no se deja apresar en sus dibujos y por el que se le arranca una herida a la superficie? ¿Y no será que, al fin y al cabo, lo que se descubre en la herida es que nada hay más allá de los dibujos que la inscriben? ¿Y que todos estos dibujos, que todos estos personajes, no son sino apenas una sarta de líneas que ocupan y hieren la superficie?

Devolver la palabra al ojo

Sarta de líneas: trazos, marcas, huellas para los ojos. Rastros de un cuerpo que ha pasado. Una voz. Un dibujo. Todos los dibujos. Las palabras no son otra cosa que una materia que se imprime sobre una superficie. Dibujamos lo que escribimos (ese rastro corporal, ese resto del cuerpo es el que los soportes digitales anulan, ese rastro, ese resto, es lo que resulta insoportable para los medios digitales, ese rastro, ese resto que distingue, que hace marca, que deja las sombras de su pasaje por el mundo). Dibujar esmeradamente las palabras, dibujar esmeradamente las letras para que ellas recuperen su aspec-to más visual, su aspecto más sensible, su aspecto de pura materia. Hace ya mucho tiempo Roly Arias trabaja ese límite en que la palabra vuelve a ser un objeto para los ojos. Hace mucho tiempo que trabaja para impugnar el lugar en que la palabra deja de ser eso a lo que la reducen los lingüistas para pasar a ser objeto de una plástica, es decir de una fuerza (si los dibujos no se dejan analizar como un lenguaje es porque la palabra tampoco es, primero y ante todo, un lenguaje...). Hace bastante que el trabajo de Roly Arias indaga con meticuloso entusiasmo el lugar común del que salen las palabras y los dibujos. A veces las palabras son las sombras de los dibujos. A veces sucede al revés y los dibujos son las sombras de las palabras. Hay un vínculo secreto entre la escritura y el dibujo, un vínculo que se recorre en la historia del pensamien-

GRR!!!En vivo, junto a Gace y Romina Granata

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to occidental y que, de Platón a Schulz, vuelve una y otra vez a presentarse con la persistencia de aquello que no se puede olvidar. Si Platón reprobaba a las imágenes es porque ellas, como la escritura, condenaban al hombre al olvido. ¿Pero no señalaba así Platón el carácter común, plástico, tanto de las imágenes como de la escritura? ¿No mostraba, excomulgándolas, el gesto común que hace de las palabras un dibujo y del dibujo una escritura? Y del otro lado: “El habla es el órgano metafísico del hombre” dice (¿lo dice o más bien lo escribe?) Schulz. Pero Roly Arias sostiene: el dibujo es el órgano (pero el dibujo es escritura). Si Shulz quiere todavía que el habla sea anterior a la imagen, Arias escribe (¿dibuja?) que toda palabra es ya la inscripción de una imagen. El dibujo es el órgano metafísico del hombre: es allí donde el mundo se hace al fin visible, y donde la sarta de líneas que nos llegan y nos punzan el ojo se componen como una forma: es en el dibujo donde el mundo se hace. Por eso se escribe con un pincel. Con la punta de un pincel, con lo que nos apunta en el pincel y nos hiere en el filo de su punta: “¡Oh tú, que estás a la otra parte del sagrado río!, empezó de nuevo a decir, continuando sin demo-ra, y dirigiéndome de punta sus palabras, que aún de filo me habían sido tan acerbas…”. De esta manera comienza el Canto XXXI de La Divina Come-dia, con Dante escuchando las palabras que Beatriz le dirigía “de punta”. La palabra escrita reúne de golpe todos los secretos de su arte: se hace dibujo.

Dibujar en secreto. Dibujar el secreto

El dibujo es lo que se secreta, es decir, lo que se debe reservar, lo que se debe esconder y darse disimuladamente. (En este sentido, es lo que se debe revelar ocultándose, lo que se da a ver incompleto, lo que se resguarda. Como dice Godard, en el inicio de sus Histoire(s) du cinema: “No muestres to-dos los aspectos de las cosas. Reserva para ti un margen de indefinición”). Pero el dibujo es lo que se secreta; es decir, el resultado de una secreción. Lo que expone (y se expone) como un humor, como lo que el cuerpo expulsa. Secretar es tanto guardar un secreto como destilar un humor, exponer las secreciones de un cuerpo. Los dibujos secretan. Eso era, tal vez, lo que un

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tiempo atrás Roly Arias nos ofrecías mediante su “Vida secreta de los di-bujos”. El dibujo es un secreto, una secreción, un misterio y su exposición, el lugar en que la vida que se secreta. Dibujar es secretar la vida: mostrarla disimuladamente en los humores que la exponen. Hay que exponer un mis-terio sin traicionarlo. Hay que hacer visible un secreto sin revelar su clave, hay que revelar el cuerpo como la forma sagrada de lo que deja sus marcas. “En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohi-bida? Reflexioné un momento y repuse: la palabra ajedrez”, suele decir Roly (citando a uno de sus autores favoritos, de esos que “escriben tan bien”) cuando se le pregunta sobre sus dibujos. Los secretos de los dibujos, los se-cretos que los dibujos secretan, no se dejan entonces dibujar; son, tal vez, lo único que no se puede dibujar y al mismo tiempo lo único que exige dibujar-se. Aquello que no deja de perseguirse en los dibujos, la vida secretándose, aquello que no se puede olvidar. ¿Y qué es eso que no se puede olvidar, qué es eso que vuelve una y otra vez pese a nuestros esfuerzos por evitarlo sino

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una obsesión? “¿Será que la realidad es, en esencia, obsesiva? Dado que no-sotros construimos nuestros mundos por asociación de fenómenos, no me sorprendería que en el principio de los tiempos haya habido una asociación gratuita y repetida que fijara una dirección dentro del caos, instaurando or-den. Hay algo en la conciencia que se convierte en trampa de sí misma”1

Pintar las obsesiones del mundo. Pintar la obsesión del mundo

La obsesión es la experiencia colectiva de la mirada organizada. Por ello, qué otra cosa hacer sino dibujar infinitamente, dibujar sin fin, dibujar para hacer visibles todas las obsesiones que vuelven, todas las obsesiones que nos vuel-ven en cada rasgo, en cada trazo, en cada color que asalta la superficie, en esa sarta de líneas que es el mundo organizado. Todas las obsesiones que se hacen mundo y que asaltan los cuadros no pertenecen a la vida del artista. Son parte del mundo que hemos organizado. Son partes del mundo que hemos repeti-do. Esas obsesiones son fuerzas que pasan a través de él. Se dibuja a la fuerza, se dibuja para que pasen fuerzas, se dibuja porque los dibujos son el lugar en el que las fuerzas pasan. De la misma forma me repite, citando a Bolaños: “La memoria siempre es apócrifa”. Los recuerdos que tenemos son siempre aje-nos: le pertenecen a alguien que no somos nosotros (al menos le pertenecen a alguien que ya no somos nosotros) y se hacen cuadro: lo que organiza los recuerdos es un cuadro, como un bloque. Cada cuadro, cada serie, organiza un bloque de obsesiones, un bloque de recuerdos que se repiten. Los cuadros son, pues, apócrifos: no se pueden atribuir los dibujos a un autor cierto; los di-bujos se van haciendo en el umbral de lo consciente y lo inconsciente, entre lo voluntario y lo involuntario, entre lo personal y lo colectivo, en un trabajo por el que el individuo Arias se transforma en el personaje Roly Arias. Su trabajo consiste, en todo caso, en darles lugar a esas obsesiones, en hacer perceptibles las fuerzas, en producir un afecto con los recuerdos. Pero apócrifo tiene tam-bién otro sentido: apócrifo es algo fabuloso (al menos eso me informa el dic-

1 Gombrowicz, W.; Cosmos; Fragmentos de mi diario en los que se habla de Cosmos; Barcelona; Seix Barral; 2002 pág. 9.

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cionario). La memoria es apócrifa porque tiene algo de fabulosa, de increíble. Los dibujos son apócrifos, entonces, también porque van produciendo una fábula. Los dibujos son fabulosos porque se inventan un mundo de fábulas, un lugar en el que sólo pueden existir ellos, una existencia de dibujos. Porque inventan un mundo reorganizando de otro modo las obsesiones. La fábula de un mundo que sólo existe allí donde la mano del artista va dejando su sombra.

Dibujar el tumulto, dibujar tumultuosamente

Multitud de personajes invaden, entonces, la superficie. Las palabras se hacen dibujos, los dibujos abren heridas, las cosas hacen su sombra. Una mujer se desviste delante de un futbolista, mientras unos pingüinos cruzan la calle y unos náufragos emergen del asfalto, y algunos animales corren entre autos que se pierden entre las selvas de edificios. Pero también los personajes mi-gran y se exilian: ahora la mujer se desviste ante los pingüinos, los animales huyen de un futbolista, los edificios irrumpen de un océano… Emerge de todos los dibujos un aspecto tumultuoso. El tumulto de una vida en movi-miento, el tumulto que exige una vida de exilios. El artista trabaja el tumulto. Trabaja en el tumulto. En la confusión que produce la multitud. Los persona-jes pueblan la superficie. La ocupan. La fragmentan haciéndola estallar. Y la designan como propia. El cuadro se fragmenta en cuadros que se fragmentan en cuadros… Las figuras-personajes destituyen el espacio homogéneo para restituir el valor del lugar e impiden así toda unidad narrativa. Cada figura realiza su propio lugar y presenta su propia escena. La memoria se ha con-vertido en un territorio donde la continuidad del tiempo ha explotado. En conjunto o individualmente, aquí o allá, las figuras establecen un territorio que existe sólo como suyo y que no se conecta con otros lugares sino por aquello que las separa; por el blanco que emerge, entonces, como otro per-sonaje entre las figuras, como un lugar que ha también invadido el cuadro y sirve para mantener a distancia los personajes. El blanco que impide toda relación directa, el blanco que impide todo posible diálogo en una multitud que grita. El blanco como la no-relación que pasa entre los lugares (por ello,

Roly Arias. En la vidriera del MAC Salta, 2011

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las palabras dibujadas no explican nada de los personajes, ni los personajes ilustran las palabras dibujadas: entre ellos el blanco ha abierto el lugar de su desconexión). Cada dibujo pertenece a una serie en el movimiento por el que se separa. A veces los colores (también repetidos, también ellos vueltos meros personajes, también ellos obsesivos) emergen en la superficie circuns-cribiendo lugares, haciendo habitables las superficies, constituyendo regiones de color, desplegando en torno suyo las figuras que se dispersan. A veces los colores se hacen simplemente dibujo: calavera, pez que salta, incrustando su presencia entre el blanco del que huyen y el negro del que se separa haciéndo-se parte del tumulto que se nos da a ver. Los cuadros organizan así un sistema de dispersión. Los personajes se presentan cada vez en un sistema dispersivo y su movimiento, de cuadro en cuadro, de serie en serie, organiza lo que interrumpen las continuidades del tiempo y hace visible un tiempo que no narra la historia. En todo caso, lo que hace visible el cuadro es la distribución de la dispersión, la distribución de la multitud, la distribución de la confu-sión que reina en nuestras obsesiones. El espectáculo que hace imposible la narración. El tumulto que puebla el mundo. La dispersión que lo organiza.

¿Hay otra cosa que ese tumulto cuando sacamos la vista de los cua-dros y nos sumergimos en esa otra obsesión, nuestro mundo? Acaso el trabajo de Roly Arias es la exploración de un nuevo realismo; el realismo del tumulto como experiencia radical de la vida en el mundo contemporáneo, mundo que ha debido organizar obsesivamente la confusión, la confusión que vuelve y se repite y donde, absolutamente todos, hemos perdido nuestro territorio, hemos perdido nuestro espacio y nos arrastramos aquí y allá, inventándonos nuestros lugares. Esos lugares que deberemos pronto abandonar, exiliados en la ciudad, exiliados en el tiempo, no pudiéndonos reconocer en ninguna per-tenencia y eternamente vigilados por la cara de la muerte dispuesta siempre a asaltarnos en cada recorrido que nos pierde. Desconectados, inconexos, inte-rrumpidos. Un realismo del tumulto. Un realismo de las fuerzas confusas que dejan su sombra en el blanco, las fuerzas que nos han distanciado, que nos han dispersado, las fuerzas que nos hacen gritar en el ruido ensordecedor de la multitud, haciéndose dibujo, deshaciéndose en el dibujo y pasando de dibujo a dibujo. Ese tumulto, esos dibujos. Todas las obsesiones. Todos los dibujos.

Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013. (Detalles)Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.105x500 cm.

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UNA VIDA PARA NESTOR GUANTAY

MARCELA LOPEZ SASTRE

Néstor Guantay, el invencible: hombre de pocas palabras y de muchas anéc-dotas. Leyenda de la lucha libre de los Valles Calchaquíes. Nació en Anima-ná. Ocultó su identidad después de un crimen en el que se vio involucrado. Huyó de incógnito y decidió, entonces, llevar una máscara para no mostrar nunca su verdadero rostro. Este inconveniente lo dio conciencia sobre una de sus dos grandes habilidades: la pelea. La segunda, será el desenlace de los entretiempos entre golpe y golpe: las mujeres. En el medio, las noches, las borracheras y la soledad acompañada.

Terminó en la ciudad, invencible, enmascarado, puro coraje en la lucha libre de Tucumán (que históricamente se ha destacado por la fiereza de sus luchadores). Luego, rescatado por un visionario del deporte, cruzó la cordillera para expandirse en el Pacífico. O, al menos, ese era el plan.

Hay quienes dicen que un problema de polleras terminó en una feroz golpiza y que, dado por muerto, fue abandonado. El desierto de Ata-cama lo cubrió como una sábana. Hay quienes dicen que el Invencible se levantó, luego de tres días, y que sigue vivo con una identidad oculta tras un rostro sin máscara.

La verdadera historia de Néstor Guantay está escrita en las arenas del Valle, en la oscuridad sin luna de la noche cerrada en la que poniendo las

“De ande es lindo, de ahí soy yo”

Roly Arias. De la serie: Néstor Guantay, 2012. (Detalle)Tinta y acrílico sobre papel.110x370 cm.

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manos frente a nuestros propios ojos no logramos verlas. Ese es el guión de nuestro héroe macho, valiente peleador, puro coraje y pasión: ese es Néstor Guantay, leyenda de Animaná.

Pura literatura, para aquellos que tengan la sutileza de percibir una historia verdadera, donde la narrativa es tan amplia como las posibilidades mismas; y la memoria es un músculo flexible que construye el pasado a su antojo.

Néstor Guantay supo leer las estrellas antes que las palabras. Fue una gran ventaja a la hora de mezclar la baraja y de saber que estaba entre-gado al destino, que era a todo o nada. Su máscara ayudó a forjar al perso-naje que, desde su anonimato, vengaba la sangre y el olvido. La gloria del éxito, esa fugaz estela de luz que nos hace inmortales por un instante.

Roly Arias, un escritor que devino dibujante y pintor. Nacido en una época en la que le fue más simple comunicarse desde la imagen, cons-truyó sus personajes a través de líneas, puntos y planos. Néstor Guantay, un gran artista que se expresó enmascarado. La historia de los hombres, la literatura, se escribe a partir de un relato de amor brutalmente honesto donde el sujeto se vuelve transparente.

Algunas muestras son una ceremonia, el artista lo comprende per-fectamente, un acto público y formal tras el cual no somos los mismos. Arias escritor y Néstor Guantay luchador saben reconocer la ceremonia: sus tiempos, sus esfuerzos, sus derrotas y sus fugaces momentos de gloria. El escritor y el artista, pintor o luchador, saben de ceremonias y saben de caminar a oscuras en la negritud más profunda para salir de allí transfor-mados.

Pareciera que las historias de Néstor Guantay solo pueden ser disfru-tadas por aquellos que hemos encontrado al artista entusiasmado en el relato, y seguimos en los dibujos cada uno de los riquísimos detalles de la anécdota. Esta belleza de la oralidad, de la transmisión boca a boca --origen de la historia del hombre-- esta característica imposible de fijar es su mayor poder de seduc-ción y es, a la vez, su gran debilidad. Desde este punto la historia oral ha sido construida y recreada por cada uno de los que se atrevió a repetirla, con sus propios destellos de amor, de olvido, de pereza o de resentimiento.

Roly Arias. De la serie: Néstor Guantay, 2012. Acuarela intervenida digitalmente.

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El artista y el luchador son, de alguna manera, originarios de Ani-maná. Este no es un detalle menor. Allí, en ese lugar de tierra, la literatura aún se embellece con la oralidad y la historia tiene, en cada relato, una nueva posibilidad para la construcción de la leyenda, del mito enmascarado.

Entre la literatura, el dibujo y la historieta, los personajes van to-mando cuerpo hasta hacernos parte de su historia. Allí hay poesía para quien pueda verla. Hay oralidad. Hay belleza. Hay proeza. Hay coraje para adentrarnos en un relato sin saber cómo seremos transformados.

Parte de la serie Néstor Guantay en la muestra ¡Lucha libre! Miradas al fabuloso mundo de la lucha libre mexicana. Palacio Nacional de las Artes, Palais de Glace. Buenos Aires, 2012.

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OBRAS

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta y acuarela sobre papel.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2013.Tinta, acuarela, acrílico y lápiz sobre papel.50x70 cm.

Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2013.Tinta y acuarela sobre papel.50x70 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.105x500 cm.

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Roly Arias. De la serie Siameses, 2013.Tinta y acuarela sobre papel.50x70 cm.

Roly Arias. De la serie Siameses, 2013.Tinta y acuarela sobre papel.50x70 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie: La vida secreta de los dibujos, 2010-2011.Tinta sobre papel.35x100 cm. (cada uno)

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Roly Arias. De la serie La vida secreta de los dibujos, 2010.Tinta y acrílico sobre papel.70x300 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta y acuarela.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie Siameses, 2013.Tinta sobre papel.50x70 cm.

Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2012.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.50x70 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta, acuarela, acrílico y lápiz sobre papel.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2013.Tinta y acuarela sobre papel.50x70 cm.

Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2013.Tinta, acuarela, acrílico y lápiz sobre papel.50x70 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.50x70 cm.

Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.50x70 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie Imposible pensar en otra cosa, 2013.Tinta, acuarela y acrílico sobre papel.50x70 cm.

Roly Arias. De la serie Siameses, 2013.Tinta y acuarela sobre papel.50x70 cm.

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Roly Arias. De la serie: Restos de un incendio, 2013.Tinta, acuarela, acrílico y lápiz sobre papel.105x150 cm.

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Roly Arias. De la serie: Néstor Guantay, 2012.Tinta y acrílico sobre papel.110x370 cm.

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LOS AUTORES

Hernán Ulm es Magister en Filosofía por la Unsa y Doctorando en Literatura por la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro. Es profesor adjunto de Estética e Historia del Arte en la Uni-versidad Nacional de Salta. Ha escrito diversos artículos en torno a las relaciones entre arte y política en el pensamiento contemporáneo y ha publicado los libros “Historia, ética y actualidad en la obra de Michel Foucault” (EDUNSA 2006) y “Cuestión de imagen” (Ediciones de la Galería Fedro 2010).

Rodrigo González Gomeza es Comunicador Visual, diseñador gráfico y fotógrafo vinculado desde hace veinticinco años con el ámbito de la comunicación. De formación universitaria y autodidacta, desempeñó su labor en distintos medios de comunicación y agencias de publicidad tanto de Italia (pais en el que trabajó durante ocho años) como de Argentina.

Marcela López Sastre es Licenciada de Ciencias de la Información por la UNC-Universidad Nacional de Salta, realizó su tesis de grado sobre “La fotografía como obra de arte en relación a las teorías posmodernas”. Realizó un Posgrado en la UAB - Universidad Autónoma de Barcelona de FotografíaFue Coordinadora del Centro Cultural América y de la Unidad de Gestión de Museos.Desde julio del 2008 hasta la actualidad es curadora del MAC - Museo de Arte Contemporáneo de Salta. Argentina.

Mariela Alonso es Profesora en Letras (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP) y Profesora en Historia de las Artes Visuales (Facultad de Bellas Artes, UNLP). Actualmente se en-cuentra realizando el Doctorado en Arte Latinoamericano de la FBA, UNLP. Es Titular de la cátedra Producción de Textos, materia obligatoria de la FBA, UNLP, Adjunta de la cátedra de Historia de de las Artes Visuales 3 y JTP en Epistemología de las Artes de la misma unidad académica. Es Titular de las cátedras de Historia Sociocultural del Arte y Comunicación y Semiótica para la Licenciatura en Artes Audiovisuales del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA). Es Coordinadora de Artes Visuales del ECuNHi, el Espacio Cultural Nuestros Hijos de las Madres de Plaza de Mayo, que funciona en la Ex ESMA y que está dedicado a la construcción de la memoria y la identidad a través de la formación y capacitación de la comunidad, y a la promoción y difusión de la obra y el trabajo de nuestros artistas y referentes culturales. Organiza y produce exposiciones de artes plásticas a nivel nacional. Se especializa en producción de textos, en particular críticas de arte y proyectos culturales. Desarrolla su labor de investigación en el campo de la gestión y producción cultural.

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