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A la escucha de la Palabra

Porque todas las promesas de Dios en él son Sí (2Cor. 1,20)

Evocar

Decir “Sí” significa responder afirmativamente, manifestando la volun-tad de adherirse por completo a la realidad que está frente a mí. Nuestra vida está llena de “sí” y de “no”. Son los dos monosílabos que de niños aprendemos a repetir. A medida que se va creciendo el “sí” y el “no” adquieren más compro-miso en la vida de cada persona. En particular, hay algunos “Sí” que estamos llamados a decir con consecuencias significativas y que determinan el proyecto de vida y el futuro.

El primer “Sí” es aquel que indica pertenencia respecto a la relación con nuestros padres y nuestra familia. Respondemos a la llamada de nuestro nom-bre y aprendemos a reconocernos. El Segundo “Sí” nos pone en relación con la historia de nuestro ambiente; hecha de rostros, situaciones, emociones, descu-brimientos y memorias. Las primeras experiencias de amistad, el compartir en la escuela, la realidad religiosa, sus figuras, sus pensamientos, sus lugares. Es en este segundo “Sí” que se imprime en nuestro corazón la memoria de nuestra pertenencia a una tierra y a un tiempo extraordinario que determina nuestra infancia.

El tercer “Sí” lo repetimos en las elecciones que se presentan a lo largo del crecimiento: la profesión, las relaciones afectivas, la elección de una pareja. A medida que crecemos requiere más atención el “Sí”. Llamados a tomar pose-sión de la propia existencia, realizamos nuestro “Sí” construyendo el itinerario de nuestra existencia entre “sentimientos y laberintos”. El cuarto “Sí” es de na-turaleza vocacional. La plenitud profesional lleva al hombre y a la mujer a pro-nunciar un “Sí” sintiendo en su propio corazón la necesidad de una estabilidad afectiva y proyectual. Obviamente, este “Sí” está preparado por todo el camino existencial que nos ha precedido. Afectos, valores, sufrimientos, experiencias de vida y opciones de fe entran a formar parte de este “Sí”, que se traduce en una decisión estable y que se manifiesta en el don de la propia vida al servicio de los demás.

Desde una óptica de fe, se puede afirmar que la identidad de un cre-yente se construye a través del “Sí” a Dios y al hombre. Observando el mundo juvenil y sus esperanzas, podemos constatar cómo es de compleja y articulada la respuesta de los jóvenes a la llamada de la vida cristiana. De los testimonios

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contenidos en la revelación bíblica podemos extraer algunos mensajes que nos ayudan a re-descubrir la dimensión del “Sí” en vista de la búsqueda de sentido en la vida.

NarracióN

No es difícil constatar trazos en la Biblia de este importante monosílabo (cerca de 56 veces en el AT y 33 en el NT). Sinónimo del “Sí” puede ser tam-bién la expresión “Amén”, pero para esta meditación solamente reflexionare-mos en algunos apartados en los que una persona, un grupo o una comunidad reunida manifiestan la verdad de lo que viven en sí mismos.

El “Sí” en el Antiguo Testamento”

El primer “Sí” que se encuentra en la historia bíblica se contextualiza en el acto de la creación. El Creador contempla aquello que ha hecho y lo juzga como “bueno” (Gen 1, 18.31). Dios repite su “Sí” amando la creación y pro-moviendo al hombre y a la mujer en vista de un proyecto de felicidad. A este proyecto de amor se opone el primer “no” de la pareja, expresado en la des-obediencia al mandato de Dios (Gen. 3,12-19). En esta línea, Dios busca mos-trarle al hombre el camino de la verdad: a la mujer de Abrahán los tres ángeles revelan el futuro nacimiento de Isaac (Gen 18,15); al mismo tiempo la historia de los patriarcas Dios revela su “Sí” a través de la bendición y la prosperidad, extendida sobre cuantos realizan su voluntad.

En las vicisitudes del Éxodo encontramos un ulterior “Sí” que Dios repite a Moisés y a su pueblo. Jhwh se revela como el liberador de la esclavi-tud, abriendo el camino en el desierto. Muy elocuente resulta la narración del pacto de la Alianza en Ex 24. Después de haber recibido de Dios la ley, Moisés manifiesta al pueblo todas las palabras del Señor a lo que el pueblo responde afirmativamente: Cuanto el Señor ha ordenado, lo haremos y lo seguiremos (Ex 24,7). Sin embargo, el “Sí” a la Alianza no garantiza la fidelidad que el pueblo promete a Jhwh: a lo largo del difícil camino del desierto, Israel repite varias veces su “no” al Señor (cfr. Ex 17,17).

En modo particular encontramos el “Sí” en el contexto de oración y de invocación personal y comunitaria. Elevando su oración a Dios, el orante reconoce ser su siervo, hijo de su sierva (Sal 115,16). Él confía en el Señor, sa-

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biendo que los hijos de Adán son un “soplo” (Sal 61,10) y que Dios aplastará la cabeza de aquellos que recorren la vía del delito (Sal 67,22), mientras los justos alabarán al Señor (Sal 139,14). En las diversas formas de plegaria, el orante manifiesta el encuentro profundo entre Dios y el hombre: en esta relación el corazón del hombre se abre a la providencia del Altísimo para pedir ayuda y protección. Podemos afirmar que la oración se convierte en encuentro de dos “Sí”, el de Dios y el del hombre que se abre a su voluntad.

En la predicación profética encontramos constantemente el “Sí” a Jhwh: el pueblo confirma su fidelidad al Dios esposo (Is 62,5) y el deseo de seguir al Señor (Is 26,8), canta la alegría mesiánica del cumplimiento de las promesas (Is 35,2), recibe la certeza de una alianza eterna en la que el nombre de Israel nunca desaparecerá (Is 66,22). El “Sí” manifiesta también toda la verdad que el profeta está llamado a anunciar a su gente (cf. Jr 37,17; Ez 36,5). Jhwh perma-nece fiel a su pacto y lo renueva, ya no a través de una ley externa, sino median-te el don de una alianza nueva escrita en lo íntimo del corazón (Jr. 31,33). El “Sí” a Dios por parte del pueblo se realizará con la transformación del “corazón de piedra” en un corazón de carne y la inhabitación del Espíritu (Ez 36,26-27) que da vida a todo el pueblo (Ez 37,1-14).

El “Sí” en el Nuevo Testamento”

En primer lugar, encontramos el “Sí” propio de las enseñanzas de Jesús, en las que invita a superar la vieja lógica del juramento y a vivir las relaciones con sinceridad; este es el nuevo modo de vivir de los creyentes: sea vuestro hablar: sí, sí; no, no; (Mt 5,37). Éstos deben rechazar toda actitud farisaica, producto de las estériles fórmulas legales y acoger, en la lógica de las bienaven-turanzas, un nuevo estilo de relaciones, según el ejemplo de Jesús.

En la parábola de los dos hijos, el Señor evidencia cómo el “Sí” del primer hijo enmascara su desobediente doblez, que se encuentra en los com-portamientos de cuantos viven solo de apariencia y mistifican la autenticidad de la fe. Igualmente, la falta de disposición del segundo se traduce al final en un arrepentimiento que lleva a la obediencia (Mt 21, 28-31).

El “Sí” de la fe aparece en diversos personajes del Evangelio: en el mi-lagro de los dos ciegos (Mt 9,28); en la súplica de la mujer cananea a favor de su hija (Mc 7,28); en la conmovedora experiencia del ciego curado en Jerusalén (Jn 9,38); en la respuesta de fe de Marta a Jesús antes de la resurrección de su

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hermano Lázaro (Jn 11,27). Subrayamos, sobre todo, cómo el “Sí” de Jesús revela la plena adhesión a la voluntad del Padre, manifestada en el Bautismo (Mt 3,13-17) y confirmada en todo el ministerio público, hasta culminar en el sufrimiento del Getsemaní (Mc 4,36), delante de Pilato (Jn 18,37) y hasta la muerte en la cruz (Jn 19,30).

Escribiendo a la comunidad de Corinto, marcada por divisiones y con-trastes, Pablo reitera la unidad de Cristo y el cumplimiento de todas las pro-mesas en su persona: Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él; porque todas las promesas de Dios en él son Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios (2Cor 1,19-20). Es éste el texto más profundo y significativo en el que se manifiesta el cumplimiento cristológico del proyecto de la Salvación. Sobre la base de esta respuesta, Pablo elije ser fiel al Señor en el ministerio al que ha sido llamado a desarrollar entre los corintios.

Finalmente, retomando las enseñanzas de las bienaventuranzas, Santia-go recomienda a su comunidad ser siempre auténtica en el hablar: sí, sí; no, no para no caer en condenación (St 5,12). Así mismo; en el Apocalipsis el “Sí” se manifiesta unido al Amén y confirma la adhesión a la fe de los creyentes en el proyecto de Dios (Ap 1,7;14,14;16,7;22,20). En definitiva, en los escritos neo testamentarios, el “Sí” indica la relación de fe y de amor que el hombre mani-fiesta en relación a Dios y a su proyecto de salvación.

ProvocacióN

Reflexionamos ahora en dos breves textos en los cuales se desarrolla el “Sí” en toda su riqueza expresiva. El primero está tomado del Cantar de los Cantares, donde los dos protagonistas buscan, descubren y realizan el amor de sus vidas.

El “Sí” al amor (Ct 1,2-4;8,6-7)Ah, si me besaras con los besos de tu boca…

¡grato en verdad es tu amor, más que el vino!Grata es también, de tus perfumes, la fragancia;

tú mismo eres bálsamo fragante. ¡Con razón te aman las doncellas!

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¡Hazme del todo tuya! ¡Date prisa! ¡Llévame, oh rey, a tu alcoba!

(…) Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo.

Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro.

Como llama divina es el fuego ardiente del amor.

Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo.

Si alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor,

solo conseguiría el desprecio.

En este famoso libro poético, el amor entre dos novios se interpreta y se vive en toda su humanidad y espiritualidad. La humanidad está simbolizada por los besos, la ternura y fragancia del vino, que alude a la alegría. La esposa se siente impulsada por el esposo a emprender la búsqueda del amor. Inicia aquí el primer “Sí” del amor, la experiencia de la atracción y de la implicación de sí mismo hacia el otro.

Después de haber iniciado con el “Sí” al amor, los dos novios viven en búsqueda el uno del otro, que simboliza la necesidad de conocerse, de confron-tarse y de acogerse recíprocamente. En los capítulos 3-7 esta búsqueda conoce diversas experiencias y fases de crisis y de conquistas. El punto de llegada de esta búsqueda se encuentra en el capítulo 8: este segundo pasaje se refiere al “Sí” definitivo del amor, simbolizado por el “sello”, por la pasión intensa como una llama de fuego y por el océano inmenso.

• El “Sí” al amor es una de las experiencias más grandes que el hombre y la mujer viven. ¿De qué modo esta página de la Biblia, interpela tus aspira-ciones, tus sentimientos, tu realización afectiva?

• El “Sí” inicia con la atracción mutua, después conoce diversas etapas que implican la búsqueda, la relación, la crisis, la verificación. ¿Cómo vives hoy tu camino de “sí” al amor?

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¡Sí, sí ; no, no! (Mt 5,33-36)También han oído que se dijo a sus antepasados: “No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor”. Pero yo les digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y, cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno.

El segundo pasaje está tomado del discurso de la montaña, según la versión del evangelio de Mateo, en el que Jesús presenta a los discípulos y al pueblo siete antítesis para mostrar la novedad de la justicia cristiana. La supe-ración del formalismo farisaico implica asumir un nuevo estilo de vida y de relaciones: equilibrio en el juicio, capacidad de reconciliación, pureza y fideli-dad matrimonial, búsqueda de la autenticidad evitando juramentos, acogida y respeto por los demás, repudio a cualquier forma de venganza y de violencia, amor por los amigos y por los enemigos (Mt 5,20-48).

La enseñanza de Jesús contiene una clara finalidad anti-farisaica: la rea-lización de un nuevo modo de comunicar pide al creyente superar el formalis-mo legal del juramento antiguo (cf. Las indicaciones a cerca del voto en Nm. 30,3; Dt 23,2) y de hacer resplandecer la autenticidad de nuestro ser delante de los demás, con la misma transparencia del “sí, sí, no, no”.

• ¿Cómo nos interpela el “Sí” que Jesús propone a sus discípulos y cómo es posible crecer en los valores de la autenticidad y la verdad en las relaciones personales?

• ¿Cómo hacer de todo esto un discernimiento para sostener un verdadero camino de crecimiento?

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iNvocacióN

Nuestra invocación retoma el tema del último diálogo del Apocalipsis. De hecho, se subraya cómo en los últimos versículos, con los que termina el libro sagrado se resume el “Sí” de la comunidad en espera de la venida del Se-ñor; junto al “Sí” de la promesa con la cual Dios confirma su regreso. El texto es Ap. 22,17-21:

El Espíritu y la esposa dicen: «¡Ven!»; y el que escuche diga: «¡Ven!» El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.

A todo el que escuche las palabras del mensaje profético de este libro le advierto esto: Si alguno le añade algo, Dios le añadirá a él las plagas descritas en este libro. 19 Y, si alguno quita palabras de este libro de pro-fecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa, descritos en este libro.

El que da testimonio de estas cosas, dice: «Sí, vengo pronto».

Amén. ¡Ven, Señor Jesús!

Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.

La comunidad cristiana vive en un momento de sufrimiento y de espera, sostenida por la fuerza del Espíritu. Recibe las palabras proféticas y es llamada a acogerlas íntegramente y guardarlas auténticamente. La respuesta de Dios es el “Sí” de Cristo glorioso que vendrá pronto y no permitirá que su “esposa” (la comunidad) sufra posteriormente. Por eso, la comunidad espera confiada su regreso y repite con decisión su “Amén”.