Retrato Conceptual y Actualidad Del Republicanismo

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Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades ISSN: 1575-6823 [email protected] Universidad de Sevilla España Gallardo, Javier Retrato conceptual y actualidad del republicanismo Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, vol. 14, núm. 28, 2012, pp. 3- 18 Universidad de Sevilla Sevilla, España Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28224469001 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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  • Araucaria. Revista Iberoamericana deFilosofa, Poltica y HumanidadesISSN: [email protected] de SevillaEspaa

    Gallardo, JavierRetrato conceptual y actualidad del republicanismo

    Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofa, Poltica y Humanidades, vol. 14, nm. 28, 2012, pp. 3-18

    Universidad de SevillaSevilla, Espaa

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    Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofa, Poltica y Humanidades, ao 14, n 28. Segundo semestre de 2012. Pp. 318.

    Las ideas. su poLtica y su historia: los derechos humanos y sus prolemticas

    Retrato conceptual y actualidad del republicanismo

    Javier GallardoUniversidad de la Repblica (Uruguay)

    Resumen

    Este texto aborda una breve caracterizacin del pensamiento republicano, poniendo especial nfasis en su fuerte compromiso con la vida poltica, con el autogobierno colectivo y la poltica de la virtud. El texto discute tambin la ac-tual vigencia del republicanismo y sus eventuales aplicaciones en el contexto de las democracias contemporneas. A partir del tratamiento descriptivo de ciertos rasgos centrales del republicanismo se infieren algunos de sus lineamientos pol-ticos ms actuales, extrayndose, de sus premisas conceptuales y valorativas, una agenda republicana de profundizacin de las democracias, orientada hacia los temas de deliberacin pblica, educacin cvica y justicia.

    Palabras claves: republicanismo, democracia, ciudadana, deliberacin pblica.

    Summary

    This text deals with a brief characterization of republican thought, emphasizing its strong commitment with political life, collective self-government, and the politics of virtue. The text also discusses the present relevancy of republicanism and its eventual applications in the context of contemporary democracies. Thus, beginning with the descriptive treatment of certain key traits of republicanism, some of its most important characteristics for present times are deduced. From its conceptual and value premises, a republican agenda of deepening of democracies is inferred. This agenda would be oriented towards the topics of public deliberation, civic education and justice.

    Keywords: republicanism, democracy, citizenship, public deliberation.

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    Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofa, Poltica y Humanidades, ao 14, n 28. Segundo semestre de 2012. Pp. 318.

    Introduccin

    Qu puede aportar el republicanismo a la teora y la prctica de la de-mocracia? O mejor dicho, qu tan democrticas son las nuevas lecturas aca-dmicas del pensamiento republicano? El objeto de este artculo es dar una respuesta sumaria a estas preguntas, poniendo especial nfasis en la actualidad de las ideas republicanas en el contexto de las democracias pluralistas contem-porneas. Dicho objetivo implica, por un lado, distinguir lo que diferencia al republicanismo de otras familias de ideas polticas, y por otro, realizar algn aterrizaje poltico de las ideas republicanas en el mundo actual. Lo primero supone evitar algunos cortes o solapamientos conceptuales que dificulten una clara comprensin del republicanismo, y lo segundo exige un pacfico rescate de lo an vigente o fecundo en el viejo ideario de las repblicas. En consecuen-cia, para dar cuenta de ambos aspectos, en la primera seccin de este artculo presentamos una breve caracterizacin del pensamiento republicano, y en el segundo tramo abordamos, en trminos expeditivos, la cuestin de su eventual influencia en una agenda de profundizacin o de renovacin de las democracias contemporneas.

    Cabe precisar, in limine, que nuestra discusin conceptual del republican-ismo y la consideracin de su eventual vigencia en los contextos democrticos contemporneos, no supone ingresar en el plano de la validez de sus funda-mentos filosficos o de sus prescripciones normativas. No es nuestra intencin motivar una aceptabilidad racional de las bondades del republicanismo, a la luz de un contraste sistemtico con otras perspectivas rivales. Antes bien, nuestro propsito es trazar un inventario descriptivo de algunos rasgos centrales del republicanismo, con vistas a extraer, de su especial compromiso con la vida poltica y ciudadana, algunos lineamientos actuales del pensamiento republi-cano, internos, por as decirlo, a sus premisas conceptuales y a sus orientaciones prcticas fundamentales.

    Ciertamente, el republicanismo contiene un sustrato normativo, intrnseco a cualquier caracterizacin conceptual del mismo, del cual se desprenden un conjunto de prescripciones polticas, algunas de ellas constitutivas de una gen-uina poltica republicana y otras de carcter ms contingente o circunstancial. De hecho, en base a nuestra breve descripcin del ideario republicano, a lo largo del texto nos permitimos formular algunas conjeturas sobre su adaptacin al contexto pluralista de los sistemas polticos modernos y sobre sus posibles evoluciones futuras. No obstante, dejamos de lado la justificacin de su dese-abilidad o de su eventual superioridad frente a otras teoras polticas contem-porneas, cuestin que nos llevara a transitar por un terreno de contrastes y juicios normativos que escapan al propsito de este trabajo.

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    1. Breve bosquejo de la tradicin republicana

    Dada la variedad de notas distintivas que se han venido incorporando al viejo ideario republicano, en funcin, no pocas veces, de preocupaciones polti-cas inmediatas o de variados apremios ideolgicos, algunas de sus reconstruc-ciones conceptuales y narrativas parecen situarse en el mundo enigmtico de las ficciones tericas. Algo que no debera sorprendernos, ya que el pasaje por el republicanismo se ha constituido, en los ltimos tiempos, en una suerte de im-perativo terico para pensadores e investigadores de las ms diversas geografas polticas y acadmicas, algunos de ellos disconformes con las actuales realidades democrticas, otros desencantados con las corrientes centrales del pensamiento poltico contemporneo y otros preocupados, en fin, ante el hegemonismo liberal en los principales centros de reflexin poltica.1

    En todo caso, cualquier caracterizacin del republicanismo debe partir del hecho de su pluralidad constitutiva, pues, al igual que el liberalismo, no consti-tuye una doctrina poltica unificada, sino, ms bien, una familia de principios e ideas generales, de la que han ido surgiendo, en distintas pocas y circunstancias, diversas recreaciones histricas y variadas trayectorias institucionales. Basta dar una rpida ojeada a la tradicin de las repblicas para comprobar las diferencias existentes entre el republicanismo antiguo, clsico y moderno (Audier, 2004), entre una idea de repblica identificada con la armona y la concordia cvica, a la manera de Cicern o Harrington, y otra centrada en la fecundidad poltica de un conflicto sometido a la ley comn, al modo de Maquiavelo. Incluso, si nos situa-mos en el horizonte poltico de la modernidad, saltan a la vista las diferencias en-tre los modelos del republicanismo norteamericano y el francs (Arendt, 1965). Y tomados en conjunto, los relatos tradicionales del republicanismo invocan desde sensibilidades conservadoras o aristocrticas, hasta liberales y democrticas, pas-ando por un ancestral clivaje, transversal al conjunto del pensamiento poltico, entre un republicanismo educacional o perfeccionista y otro ms poltico o insti-tucionalista, por no mencionar otras diferencias no menos relevantes, como las existentes entre un constitucionalismo republicano monista, sujeto al principio de soberana popular, y otro pluralista o de divisin del poder.

    Con todo, dejando de lado la variedad de perfiles conceptuales e histricos de la aeja tradicin republicana, de ella es posible extraer un ncleo de ideas y lenguajes comunes, originariamente dirigido contra los regmenes monrquicos y

    1 La lista de trabajos comprometidos con la reactivacin terica del republicanismo es muy vasta. Entre ellos, puede consultarse: J. G. A. Pocock (1975), C. Nicolet (1982), F. Michelman (1986), C. Sunstein (1988), Q. Skinner (1990), A. Oldfield (1990), J.F. Spitz (1995), K. Haakonsen (1995), R. Dagger (1997), Ch. Taylor (1997), R. Tercheck (1997), Ph. Pettit (1999), B. Brugger (1999), Viroli (1999) y Audier (2004). En espaol puede acudirse a H. Bjar (2000), F. Ovejero Lucas (2001), S. Giner (2002), J. Rubio-Carracedo (2002), A. De Francisco (2007), y Mart J.L.-Pettit Ph. (2010). A lo cual debe sumarse la edicin de Res Publica N 9-10, del 2002, y la compilacin de textos a cargo de F. Ovejero-J. L. Mart-R. Gargarella (2004).

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    a la vez consustanciado con una politeia robusta, con una libertas dependiente del imperio de la ley, con la virt cvica y lesprit publique. Precisamente, la recuper-acin del compromiso de la tradicin republicana con la cosa comn o de todos, con la esfera pblica y el activismo ciudadano, ha motivado un giro republicano en la teora poltica y una singular renovacin de la filosofa poltica, en el marco de la crisis del marxismo y de un arborescente debate en torno al liberalismo de inspiracin rawlsiana.

    Y bien, a la hora de establecer un denominador comn de las diversas pers-pectivas republicanas, cabe mencionar, en primer lugar, su fuerte vocacin pro-poltica, esto es, su insistente reivindicacin superior, sin duda, a la de sus dems congneres de la vida comn y la integridad de la poltica para intervenir en los ms diversos dominios sociales, con independencia de un fundamento filosfico ltimo, epistmico o moral. Dejando de lado, en efecto, el polmico ideal aris-totlico de una vida buena basada en la existencia poltica de un ser verdadera-mente humano, el republicanismo no acude a un fundamento ltimo de un bien o saber supremos, sino a la idea de un bien comn a las partes diferenciadas de la sociedad. Se trata de un bien poltico, informado por una libertad exenta de servidumbres o dependencias arbitrarias, cuyo ejercicio exige un espacio cvico abierto a todos, en el que puedan determinarse pblicamente los cursos de accin comn. De ah que el republicanismo identifique el bien comn con el rgimen de la ley y con una distribucin justa o equilibrada de los recursos de autoridad po-ltica, reivindicando el involucramiento ciudadano con los asuntos gubernativos, de modo que estos ltimos no se vean expuestos a la corrupcin de un manejo entre pocos o en manos privadas. Y de ah tambin que el republicanismo insista en la importancia de ciertas cualidades o virtudes ciudadanas, deliberativas y de juicio, junto a las condiciones sociales de equidad o de justicia garantes de la in-tegridad procedimental y sustantiva de las actuaciones polticas. En suma, sin la intervencin ciudadana en los asuntos gubernativos en el marco de una legalidad comn, sin un ethos cvico o una disposicin actitudinal de los individuos hacia el bien pblico, y sin las condiciones socio-econmicas que aseguren una autntica y paritaria intervencin de los ciudadanos en la direccin de los asuntos comunes, las repblicas no seran tales o caeran en un grave dficit de legitimidad.

    Sobre esta base, el republicanismo reivindica la autoridad de la poltica para intervenir en los ms diversos mbitos de la vida social. De hecho, la tradicin de las repblicas contiene una amplia gama de esfuerzos polticos e institucio-nales tendientes a fortalecer la autoridad comn de los ciudadanos, con vistas a preservar las sociedades humanas de la cruda fuerza y la arbitrariedad. Gran parte, incluso, de los principales referentes republicanos vinieron a anteponer las prcticas de decidir en conjunto, entre muchos o entre todos, a las tutelas tradi-cionales o jerrquicas, a los saberes expertos, a las racionalidades burocrticas o a los intercambios naturales o espontneos de la economa y la sociedad civil.

    Es natural, entonces, que el ciudadano ocupe un lugar central en el imagi-nario poltico republicano, a quien se le reconoce, junto a su capacidad de ini-

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    ciativa para actuar entre y con otros, sus facultades para darse la ley a s mismo y decidir las normas rectoras de la sociedad. Incluso, a la hora de conjugar una ntegra relacin entre la libertad individual y el autogobierno colectivo, el pensa-miento republicano pondr especial nfasis en la autonoma de los ciudadanos para decidir en conjunto e interferirse mutuamente, sobre la base de genuinas prcticas deliberativas, de una formacin pblica, discursiva o argumental, de las voluntades polticas.

    Ante la pregunta, ms propia del mundo moderno que del antiguo, de inspi-racin contractualista, tambin podra decirse, sobre cmo cuidarnos de los abu-sos del poder gubernativo, de la corrupcin de los gobernantes o del uso de recur-sos estatales en beneficio propio y no del inters pblico, la respuesta republicana ira por el lado del imperio de la ley y de un contacto fluido de los individuos con la cosa pblica, resaltando la importancia de los incentivos pblicos a sus disposiciones cvicas para intervenir en los asuntos comunes. En consecuencia, a la hora de combatir la tirana del poder poltico o de las mayoras, desde el punto de vista republicano, no sera necesario construir barreras tradicionales, religiosas o jerrquicas, ni apelar tampoco a un muro infranqueable de derechos independi-entes del proceso poltico, colocados al margen de la deliberacin comn, superi-ores o intangibles a las decisiones colectivas. Dicho de otra manera, la obligacin poltica, en sentido republicano, contiene un fundamento asociativo y participati-vo ms que delegativo o jurdico-contractual, aunque este ltimo no deje de tener su lugar en la tradicin rousseauniana de las repblicas, pero como acto fundante de la sociedad, constitutivo de la vida civil o de las libertades fundamentales. En definitiva, a las repblicas no las unira ni un vnculo de origen, tnico o cultural, ni un contrato, hipottico o real, entre individuos independientes o pre-existentes a la sociedad, sino la ley o el pacto ciudadano, junto a los relatos de una legtima autoridad vinculante y a las promesas, siempre renovables, de un futuro comn.

    Llegados a este punto, es posible avanzar tres conclusiones bsicas. La prim-era es que el poder poltico y la ley no significan, para la tradicin republicana, instrumentos opresivos o invasores de la libertad individual, sino instancias de ejercicio de la libertad y la autoridad comunes, constitutivas de las libertades fundamentales de los individuos y de sus prcticas de autogobierno. La segunda conclusin es que la poltica republicana no se justifica por su valor instrumental o por sus resultados externos al proceso de decisin en conjunto, sean estos me-didos en base a criterios bienestaristas o en razn de algn otro patrn de correc-cin epistmica o moral. Antes bien, la poltica republicana constituye un bien in-trnsecamente valioso, no slo porque, dirn algunos, la actividad ciudadana est estrechamente ligada a los intereses fundamentales de los individuos, sino porque, dirn otros, contiene un valor realizativo o identitario, inherente al pleno disfrute de una felicidad comn. Y la tercera conclusin es que, tal como lo evidencian al-gunos de los principales referentes de la tradicin republicana, como Aristteles, Maquiavelo o Rousseau, el problema de la poltica no consiste en su amenaza a las libertades privadas, sino en cmo expandir una saludable politizacin de la

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    vida social, en cmo asegurar una genuina interferencia de la ley y de los poderes pblicos en situaciones de dominio o de dependencias arbitrarias, latentes o mani-fiestas, en los ms diversos mbitos de relacionamiento social. En otros trminos, las leyes republicanas no constituyen ni una amenaza para los individuos, ni una disrupcin arbitraria en la legalidad tica de las tradiciones, sino la condicin de posibilidad de las libertades individuales, del disfrute de los acervos tradicionales y las acumulaciones histricas, de la prctica de autodeterminacin de los ciu-dadanos y de su seguridad frente a la coaccin o la influencia arbitraria.

    Ahora bien, dejando de lado la lectura maquiaveliana del ramal romano de la tradicin, sensible al valor pblico del conflicto y a la fecundidad poltica del disenso, el republicanismo contiene, especialmente en su versin moderna o ilus-trada, desde Harrington a la variante girondina de Condorcet, pasando por Rous-seau y Kant, una mirada uniformizante de la ciudadana, esto es, una tendencia a asimilar la subjetividad del ciudadano a la de un sujeto cvico comprometido con los asuntos pblicos o colectivos, econmicamente independiente, desligado de los mundos concretos o particulares de la vida domstica o civil. Sea invocando la idea de una identidad poltica distante o escindida de los compromisos y valores fundamentales de los individuos, sea instaurando un corte radical entre lo pblico y lo privado, de suyo desdeoso de las actividades y los emprendimientos extra-polticos de los individuos, sea acudiendo, en fin, a una frmula educacionista o perfeccionista de los ciudadanos, el caso es que el republicanismo contiene un concepto homogneo y abstracto de la ciudadana, llamado a instituir una frontera discriminante o excluyente entre la virtud ciudadana y una otredad devaluada en su condicin cvico-moral. Gran parte del republicanismo moderno reivindi-car, de este modo, una ciudadana en ruptura o a distancia con los valores tradi-cionales o las prcticas de la sociedad civil, en nombre de una idea unificadora de la comunidad poltica o de una razn emancipatoria, sectaria o uniformizante, de la que no estar exento, por cierto, el liberalismo, la otra gran perspectiva ciudadana, junto a la democrtica, de la modernidad. As, ms all de las abstrac-ciones polticas del iluminismo y del linaje ilustrado de la poltica de la razn, en el republicanismo habita una amplia gama de herederos del combate rousseau-niano contra las sociedades parciales, dirigido a neutralizar los particularismos o a abolir las corporaciones, en nombre de la voluntad comn de los ciudadanos o del inters general (Audier, 2004).

    Sin embargo, la sensibilidad politizadora del republicanismo, su confianza en la autoridad de la poltica para resolver los asuntos fundamentales de la so-ciedad y su afinidad con el activismo legislativo, lo predisponen a intervenir en mltiples situaciones de dominacin social, ante variadas amenazas o violaciones a la libertad e igualdad de los ciudadanos, habilitndolo a asumir una perspectiva pluralista de la vida gubernativa y ciudadana, alentndolo a favorecer una ntegra relacin entre lo pblico y lo privado. Habida cuenta de su vocacional potencial de expansin de la res pblica, de la cosa comn o de todos a mltiples esferas de la vida social, el republicanismo podra activar su lado aperturista o pluralista,

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    sensible a la diversidad social, dando acogida poltica, en un plano isonmico o de igual habla pblica, a diversos intereses y valores pblicos, a diferentes reclamos de justicia y reconocimiento mutuo. Si esto es as, el republicanismo estara en condiciones de abandonar sus perfiles ms uniformizantes o neutralizantes de la diversidad poltica, renovando sus credenciales democrticas y pluralistas, multi-plicando sus aportes cvico-morales a la democracia del nmero o de negociacin.

    Sea como fuere, la idea republicana de la centralidad de la poltica remite a otros cuatro aspectos que diferencian al republicanismo de las restantes familias de ideas polticas. El primero es su fuerte adhesin al principio del autogobierno colectivo, entendido como el control pblico y ciudadano, normativo y experi-mental, del destino comn de los miembros de la comunidad poltica. El autogo-bierno republicano sin duda puede llegar bastante ms lejos de lo que admitira un principio de trato imparcial a las creencias o preferencias de los individuos, pues sus prioridades ciudadanas apuntan al cotejo pblico de las mismas y a la regla-mentacin de aquellas que afecten las condiciones de vida individual y colectiva, trascendiendo cualquier conformidad complaciente con los resultados contingen-tes de los diversos regmenes de coordinacin social. Dicho de otra manera, el ideal de autogobierno supone privilegiar, por encima de la independencia electiva de los individuos y de los resultados agregados o aleatorios de sus preferencias socialmente dadas, la autonoma de los ciudadanos para deliberar, para endoge-neizar, por as decirlo, las preferencias externas al proceso poltico, e interferir los intercambios sociales que afecten la justicia, la vida comn y el significado in-clusivo de los bienes y prcticas de mayor aprecio social. Por consiguiente, si las repblicas constituyen una fuente de individuacin moral, esto se debe, en ltima instancia, a la autoridad de los ciudadanos y de sus agentes para consagrar, me-diante la Constitucin y Ley, sus independencias e interdependencias legtimas.

    El segundo aspecto distintivo del republicanismo remite a su reivindicacin del pleno ejercicio de las libertades de participacin, de asociacin y comuni-cacin poltica. En contraposicin a las libertades negativas liberales, basadas en la no interferencia coercitiva en el dominio de las elecciones autnomas de los individuos, el republicanismo privilegia las libertades positivas, de accin comn y de autodeterminacin colectiva, reconociendo las facultades de interfer-encia mutua entre los ciudadanos en mltiples planos de la vida social y de la au-tonoma individual. De hecho, la tradicin de las repblicas, fiel a sus principios normativos, llev la ley y las actuaciones ciudadanas bastante ms lejos de lo que aconsejara un liberalismo contractualista o neutral ante la pluralidad de valores y preferencias de los individuos.

    En tercer lugar, el republicanismo pone especial nfasis en los requisitos le-gitimadores o autoritativos de la deliberacin pblica, entendida como una instan-cia de reflexin crtica, de cotejo y revisin comn de las preferencias y opiniones ciudadanas. Recordemos que toda deliberacin colectiva implica el intercambio de argumentos orientados a la resolucin de conflictos o diferencias de opinin, que las partes puedan contrastar, aceptar o rechazar, conforme a una reflexin

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    comn, en un marco de respeto recproco y de razones mutuamente referidas. Los intercambios deliberativos, a diferencia de las motivaciones estratgicas del habla disputativa o negociadora, requieren una disposicin de las partes a revisar las posiciones propias, a prescindir de razones autoafirmativas o maximizadoras del inters propio, debiendo defender razones comprensivas o atentas a todas las cir-cunstancias relevantes del caso. De ah que la deliberacin poltica opere, en las versiones antiguas y modernas del republicanismo, como la fuente de legitimidad del ejercicio del poder comn, acaso ms importante an que el conteo iguali-tario de las preferencias individuales o que el predominio del mayor agregado de opiniones.

    Advirtase que el modelo republicano de deliberacin no implica un ideal deliberativo etreo o desencarnado, librado a problemticas generalizaciones so-bre las estructuras comunicativas o de racionalidad moral de los individuos. Esto es as, porque, en primer lugar, la deliberacin republicana no exige erogaciones justificativas demasiado onerosas, tendientes a alcanzar acuerdos o unanimidades racionalmente motivadas, sino que apunta, ms bien, a formar mayoras que cuenten con suficientes bases pblicas de legitimacin electiva. Y en segundo lugar, porque el debate republicano tampoco demanda recortes excesivos al ejer-cicio de la razn pblica, de los temas y razones que puedan incluirse en la deliberacin poltica, al menos si nos atenemos a la sensibilidad del aristotelismo hacia la composicin plural del demos y a su defensa de la retrica como medio legtimo de persuasin poltica. Lo que el deliberacionismo republicano reclama, en todo caso, es que las asambleas polticas y los foros cvicos sigan reglas co-munes de un debate justificativo y argumental, cuyos temas abarquen los ms variados asuntos pblicos, contemplando no slo el lenguaje de los derechos y de una justicia no discriminatoria, sino tambin las valoraciones discordantes sobre la naturaleza y los significados de los bienes y prcticas de aprecio comn.

    Por ltimo, el cultivo de las virtudes cvicas conforma otro de los rasgos ms salientes de la tradicin de las repblicas, la cual se caracteriza por la impor-tancia que le asigna a la calidad moral de las motivaciones humanas, con inde-pendencia del valor prctico de los principios o reglas universales de conducta y del papel controlador o sancionador de las instituciones pblicas. As, a la hora de contrarrestar o neutralizar las inclinaciones egocntricas de los individuos, el pensamiento republicano pone especial nfasis en el carcter de las personas, en su disposicin a considerar la perspectiva de los otros y a cooperar en base a su ntegra identidad moral. Incluso, la tica de la virtud republicana desde Aris-tteles a Hannah Arendt destaca el valor de la independencia y la capacidad de juicio de los individuos ante las circunstancias cambiantes de la vida poltica y social. Y si bien algunas versiones republicanas tienden a hacer la economa de la virtud, confiando en la obtencin de resultados valiosos mediante arreglos institu-cionales compatibles con las motivaciones autorreferidas de los individuos, como en el caso del republicanismo madisoniano, en lneas generales, los republicanos insisten en la imposibilidad de desarrollar la vida gubernativa y ciudadana sin

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    contar con cierta clase de gente o, como dira, Maquiavelo, sin aunar las buenas leyes y las buenas costumbres. En suma, para el republicanismo, la integridad de la vida poltica no puede confiarse a principios morales universales, ni depender tampoco de la inteligencia de las instituciones controladoras o sancionadoras, pues requiere de la disposicin moral o identitaria de los ciudadanos o de sus agentes para hacer frente a las injusticias y desmanes de la vida corriente. De ah que la tradicin de las repblicas le asigne tanta importancia a la educacin y a los hbitos ciudadanos, adjudicndole singular relevancia a las conductas de servicio pblico y de ejemplaridad cvica, por encima del inters propio o de una morali-dad abstracta, como fuentes motivadoras del ejercicio de las funciones pblicas y de la cooperacin social.

    2. Republicanismo y democracia

    Cabe precisar, en primer lugar, que el ideal de repblica no siempre se llev bien con la democracia, entendida como la maximizacin de la participacin igual-itaria de los ciudadanos y el predominio de una regla mayoritaria. En rigor, la igual autoridad poltica de todos los miembros adultos de la sociedad y la primaca de las opiniones mayoritarias medidas en votos, fue negada ms de tres veces desde las ms diversas tiendas filosficas y polticas. Dejando de lado algunos casos ejemplares, habr que esperar hasta el ltimo tercio del siglo XX para que la democracia sea tratada, ante sucesivos fracasos de un pensamiento fundacional de ordenamientos transparentes y armoniosos, de inspiracin historicista, cientificista o moral, como un bien valioso en s mismo o como una regla de juego prudencial, cuyo respeto sera menos oneroso que cualquier intento por suprimirla.

    En segundo lugar, en trminos clsicos y modernos, democracia significa un rgimen de gobierno basado en el poder del demos o en una soberana voluntad popular. Sin embargo, bajo el paradigma dominante en la Ciencia Poltica con-tempornea, la democracia ha pasado a ser vista como un rgimen de competencia poltica, regido por un igual trato a las preferencias individuales, sean estas ex-genas o endgenas al proceso poltico, y por el predominio de los agregados may-oritarios de preferencias, medidas en votos. Puestas las cosas as, la bondad y la deseabilidad de la democracia dependen de sus libertades adversativas y del juego contingente de alternancias entre gobernantes y opositores, ms que del ejercicio de un autogobierno deliberativo, del escrutinio pblico y abierto de las mejores alternativas sometidas a la decisin colectiva. Por cierto que los principios y la prctica de la democracia competitiva o agregativa no slo han despertado crticas u objeciones entre las corrientes participacionistas o tendientes a complementar la democracia poltica con una democracia social, pues los cuestionamientos han surgido tambin de la escuela de la eleccin social. Encabezado por Kenneth Ar-row, dicho enfoque vino a llamar la atencin, a mediados del siglo XX, acerca de la imposibilidad de alcanzar, en contextos de pluralidad de alternativas y en condi-

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    ciones de transitividad de las preferencias individuales, un registro consistente y racional de las preferencias agregadas de los ciudadanos, objetando tambin la posibilidad de que dichos agregados reflejen alguna funcin de bienestar social. Este emplazamiento a la racionalidad de las mayoras democrticas, acaso exce-sivamente terico o contrafctico, vino a alentar diversas reacciones, algunas de ellas francamente enemistadas con el populismo de las democracias mayoritar-ias. As, del lado liberal, se puso nfasis, simplificando un poco las cosas, en los resguardos constitucionales de la democracia o en los derechos fundamentales de los individuos, sea para inscribirlos en un contrato constitucional, sea para librar-los a un garantismo judicial, priorizndose, en todo caso, las libertades bsicas de los individuos frente a las decisiones mayoritarias o a la maximizacin del bi-enestar general. En cambio, el reciente revival republicano, pese a sustentarse en encuadres constitucionalistas de la democracia, vino a jerarquizar la deliberacin pblica y la poltica de la virtud como pilares fundamentales del pleno ejercicio de las libertades democrticas y de la autoridad comn de los ciudadanos.2

    Recordemos que entre los institutos clsicos del republicanismo, tendientes a combatir la enajenacin poltica de la ciudadana, contrarios a la poltica entre pocos, a la profesionalizacin de los roles polticos y de la gestin estatal, figuran el voto obligatorio, las elecciones frecuentes, la rotacin en los cargos pblicos, las asambleas deliberantes, los plebiscitos, los jurados populares, las milicias ciu-dadanas o la guardia nacional. Incluso, en la exgesis arendtiana de la tradicin re-publicana, la divisin de poderes y la revisin judicial de las leyes forman parte de un repertorio institucional republicano tendiente a fortalecer, ms que a refrenar, el poder de la poltica y la democracia, activando prcticas discursivas o delibera-tivas cuya bondad residira en los vnculos cvicos y en los relatos favorecedores de juicios ciudadanos, ms que en la proteccin de derechos o en la satisfaccin de demandas bienestaristas. Y de acuerdo a un republicanismo de impronta mo-nista o rousseauniana, atento a los controles internos, ms que externos, de la formacin legtima de las voluntades polticas mayoritarias, las agencias estatales de control o de regulacin de ciertas prcticas econmicas o sociales no deberan independizarse del juego democrtico de las opiniones pblicas o de los cambios de opinin del demos.

    En cualquier caso, el fortalecimiento del lado deliberativo de la democracia constituye un aspecto central de una agenda republicana para las actuales democ-racias, siempre y cuando se trate de una deliberacin poltica abierta a todas las voces y a las ms diversas temticas pblicas, tendiente a exigir argumentos com-prensivos o generalizables, orientada a suministrar firmes bases pblicas de le-

    2 En este texto no nos detendremos en la consideracin de otros dos tpicos tpicamente republicanos. Uno de ellos relacionado con la influencia de los poderes econmicos o corporativos en las prcticas democrticas, en las campaas electorales y en la democracia representativa; y el otro vinculado a la asimetra de influencia poltica derivada de las diferentes competencias cognitivas de los ciudadanos, del rol decisivo de los expertos en decisiones polticas fundamentales. Ambos problemas acaso podran inscribirse en la ancestral categora republicana de corrupcin de la poltica.

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    gitimacin a los disensos pblicos y a las decisiones mayoritarias, sin costosas escisiones entre las identidades cvicas y sociales de los ciudadanos, sin cortes radicales entre la razn pblica y privada de los individuos. La deliberacin polti-ca sera, en suma, la instancia crtica de la repblica ante los deseos y demandas de la democracia competitiva, agregativa o confiada a la ley del nmero. Para cumplir estos preceptos, los arreglos institucionales de una repblica democrtica deberan optimizar los intercambios discursivos o argumentales, incentivando en los in-terlocutores polticos la disposicin a explicarse, a escucharse y a seguir reglas comunes de razonamiento pblico (de informacin, conocimiento e inferencias legtimas), promoviendo un careo adecuado de todas las voces pblicas, incen-tivando la racionalidad argumental ms que disputativa (la primera tendiente a esclarecer, a justificar o resolver diferencias de opinin, la segunda, centrada en ra-zones auto-afirmativas o pendiente de los resultados estratgicos de la discusin). Por consiguiente, el fortalecimiento y la difusin de las deliberaciones pblicas en sedes parlamentarias, partidarias y mediticas, junto a la consolidacin de las actuaciones vinculantes o no de las audiencias pblicas, de las experiencias de jurados ciudadanos y de los debates informales en la sociedad civil deberan formar parte de una empresa republicana de enriquecimiento deliberativo de la democracia.

    Otra de las preocupaciones centrales del republicanismo, inscripta en la lgica de sus compromisos normativos, remite a la cuestin de la educacin cvica. Ya los republicanos del siglo XVIII y XIX, como Rousseau, Jefferson y Condorcet, in-sistieron en la importancia de acompaar el establecimiento del sufragio universal con una educacin orientada a forjar ciudadanos activos, capaces de ejercer plena-mente sus derechos polticos y juzgar los asuntos pblicos sin prejuicios ni egos-mos particularistas. De hecho, la instruccin pblica ser vista como un pilar de la construccin de las repblicas decimonnicas, invocando, en parte, un principio de laicidad, de separacin de la iglesia del Estado, y en parte tambin, la necesidad de cimentar, mediante una educacin pblica comn, una unin ciudadana, superior a otros vnculos sociales o tradicionales (Audier, 2004).

    Lo cierto es que el republicanismo no puede desentenderse del impulso a una educacin destinada a transmitirles a los ciudadanos los fundamentos del orde-namiento institucional y los conocimientos necesarios para ejercer sus compe-tencias cvicas o sus derechos democrticos. Que las instituciones democrticas, como tales, contribuyan o no a la formacin poltica de los ciudadanos, es un problema emprico que requiere especficas verificaciones fcticas. Y que el buen diseo de las instituciones polticas alcance para obtener conductas virtuosas de los ciudadanos, con independencia de sus motivaciones internas, constituye un razonamiento liberal, no exento, por cierto, de controversias en el propio seno del liberalismo. De ah que el republicanismo insista en la necesidad de forjar hbitos y conocimientos que fortalezcan el compromiso ciudadano con las cosas polticas y su capacidad de juicio pblico.

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    De hecho, no son pocos los tericos republicanos coincidentes con sus pares democrticos en el diagnstico del alto costo motivacional, de informacin y conocimiento, que representa la poltica para el ciudadano comn. Algo difcil de revertir mediante la militancia de los partidos o de otros colectivos polticos. Par-tiendo de esta constatacin, desde diversas corrientes republicanas se han venido impulsando, en nombre de la integridad de la poltica y del bien comn, variados instrumentos educativos, tendientes a suministrar a los ciudadanos conocimien-tos necesarios para abordar las cuestiones polticas y desarrollar sus capacidades como usuarios activos de las instituciones polticas, dotndolos de disposicio-nes que les permitan ejercer sus derechos y cumplir con sus obligaciones cvi-cas. Desde luego, tales conocimientos y capacidades vendran inevitablemente acompaados de una transmisin crtica y reflexiva de valores demo-polticos (igualdad, libertad, civilidad), junto a otros estmulos a las motivaciones apropia-das para desempearse, con autonoma y responsabilidad, en la vida ciudadana. Difcilmente tales enseanzas puedan desligarse del fomento de actitudes y dis-posiciones de una conducta cvica robusta, requerida para el desempeo activo de libertades adversativas y deliberativas, a salvo de corrupciones privatistas o decisionistas. Algo que ira bastante ms all de la bsqueda de un proced-imiento neutral ante las valoraciones y preferencias inscriptas en el territorio de las libertades negativas de los individuos, o bien de una mera conformidad legalista de los ciudadanos a las reglas de juego vigentes.

    El tercer reto poltico del actual revival republicano se relaciona con la actu-alidad, terica o filosfica, de la justicia. Aunque el republicanismo clsico parece ms interesado en la justicia poltica que en la justicia social, siendo ms ambig-uas sus proposiciones de igualacin socio-econmica de los ciudadanos que sus definiciones respecto a la igualdad y libertad polticas, la agenda republicana para las actuales democracias no podra prescindir del lenguaje de la justicia. Contrari-amente a las doctrinas liberales del laissez faire, sujetas a la justicia del mrito o a un principio de responsabilidad individual ante las opciones propias, la idea republicana invoca la solidaridad o fraternidad como complemento a la libertad individual y a la igualdad ciudadana, al tiempo que advierte sobre la corrupcin poltica causada por la excesiva riqueza o el lujo de unos, y la indigencia o po-breza de otros.

    Puestas las cosas as, los deberes de la repblica no seran tanto negativos u orientados a preservar la libertad de los individuos ante las injerencias compul-sivas o arbitrarias de los cuerpos ciudadanos, cuanto positivos, vale decir, ten-dientes a promover la intervencin correctiva de los poderes pblicos en beneficio de la igualacin de recursos u oportunidades para que los ciudadanos desarrollen sus vidas, sin vulnerabilidades, opresiones o dependencias arbitrarias. En todo caso, se tratara de asegurar las condiciones materiales e intersubjetivas de una igual consideracin y respeto a todos los ciudadanos, como miembros plenos de la comunidad poltica o como usuarios de recursos acumulados por el conjunto del colectivo social. Si el mrito y la eficiencia de la iniciativa privada deben tener

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    un lugar en una repblica sensible a una pluralidad de motivaciones humanas y a mercados guiados por decisiones descentralizadas, la reparacin de desigualdades y la solidaridad tambin deben ocupar un lugar destacado en la accin de las in-stituciones republicanas, con vistas a neutralizar las interdependencias arbitrarias o asimtricas, de modo de fortalecer las capacidades necesarias para convertir las oportunidades y recursos sociales en efectivos desempeos realizativos de los individuos, atendiendo las necesidades de los ms vulnerables o dependientes, reglamentando, en fin, los ms opacos dominios arbitrarios de la vida privada.

    Ahora bien, dejando de lado la tradicin de las repblicas agrarias, el repub-licanismo no se basa en la identificacin pre-poltica o privilegiada de sujetos sociales portadores de progresos civilizatorios, de suyo acreedores a los deberes morales de justicia. Bien pueden ser los individuos, indiferenciados o abstractos, la unidad de medida de la distribucin de cargas y beneficios sociales, o bien pueden ser determinados grupos o categoras sociales los beneficiarios de legti-mas acciones afirmativas. Pero en cualquier caso, la agenda republicana para las actuales democracias vendra a proyectar el lenguaje abstracto del bien comn y la fraternidad en un universo de justicia, en el que cabran mltiples correcciones republicanas a las desigualdades o asimetras arbitrarias entre los ciudadanos. Incluso, el ideal ciudadano de independencia econmica, inscripto en la aeja tradicin de las repblicas de propietarios, conllevara, hoy por hoy, a una distri-bucin equitativa de los recursos productivos y monetarios, tendientes a asegurar iguales oportunidades de emprendimiento econmico y de bienestar bsico. Algo que ira bastante ms all de las batallas impositivas, socialdemcratas o del lib-eralismo igualitario, en territorios redistributivos.

    Conclusin

    La reactivacin del republicanismo refleja preocupaciones valorativas y polticas, de ayer y de hoy, distintas a las de otras familias de ideas polticas. Se trata de temas y problemas relacionados con el rescate de la vida poltica de ma-nos privadas o despticas, de reductos corporativos o de poder, de donde emanan diversas aspiraciones consustanciadas con la integridad de la poltica, centradas en el fortalecimiento del inters comn de las partes polticas, en el activismo deliberativo, en las virtudes ciudadanas y la justicia social.

    Por otra parte, la actual recuperacin de la tradicin republicana se relaciona con un lugar vacante dejado por dos de las principales teoras de la democracia: la teora agregativa, centrada en la sumatoria de preferencias individuales y en los saldos positivos de bienestar general, y la idea de un pueblo dotado de una voluntad unvoca o transparente, fusionado en torno a bien superior, u orientado a combatir un status quo dominado por minoras recalcitrantes. Entre estas teo-ras parciales de la democracia, hay lugar para una versin demo-pluralista de la repblica, fundada en la idea de diversos espacios de libertad comn, abiertos a la

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    accin de ciudadanos y agentes capaces de incidir en los cursos de la vida guber-nativa y realizar sus fines, sin costosas escisiones entre sus identidades pblicas y privadas.

    Un pacto renovado entre republicanismo y democracia, en sociedades plura-les, complejas y diferenciadas, cuando no fragmentadas o socialmente disgrega-das, no parece concebible en trminos de una ciudadana uniforme o abstracta, escindida de sus intereses o de sus valores fundamentales, desconocida en sus diversas identidades, en sus necesidades, vulnerabilidades o desventajas especfi-cas. De ah que el compromiso democrtico de los ciudadanos con la cosa pblica o de todos exija una repblica abierta a la sociedad, sensible a una ciudadana inclusiva y plural, compatible, en suma, con la democracia y el pluralismo. En tal caso, la integridad de la poltica, caro ideal republicano, vendra a nutrirse de un pluralismo robusto y equitativo, abonado por deliberaciones pblicas abiertas a todos los temas y razonamientos pblicos, donde se reflejen debidamente, junto a las ms genuinas divisorias polticas, las disposiciones cvicas y el espritu p-blico de los ciudadanos.

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