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REVISTA EUROPEA. NÚM. 35 25 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . AÑO HISTORIA MOVIMIENTO OBRERO ENEUROPA Y AMÉRICA DURANTE EL SIGLO XIX. CAPÍTULO IX. * Progreso de la economía políticB Movimiento reformista de la escuela francesa.— Causas que motivaron la formación de la escuela eclécti- ca.—Periodo de transacion.—Economistas notables Puntos- de re- lación entre individualistas y socialistas modernos.—Cuestión impor- tante que aún sostiene la guerra entre el capital y el trabajo.— Sentido .revolucionario de la clase obrera eu lo polllico como en lo so- cial, por loa años 1862 y 1863.—Manifiestos electorales.—Considera- ciones.—-Explicaciones del autor acerca del plan de este libro. En los capítulo» primeros hemos dado á conocer li- geramente los orígenes de la economía política en Francia, los principios que sirvieron para su desarrollo y la influencia de los escritores del siglo XVIII en la marcha progresiva de esa rama de lu ciencia social. Réstanos mencionar en este último capítulo de la pri- mera parte do nuestra obra, de qué modo ó en qué forma ha venido desenvolviéndose la economía polí- tica hasta 'adoptar para la solución de sus problemas unas fórmulas masen armonía con la razón, la liber- tad y la justicia, y más en interés de los individuos y las naciones. A los principios que formaban la base científica de la escuela de Quesnay, los publicistas franceses de primeros de este siglo prefirieron las ideas dominan- tes en Inglaterra desde los tiempos de Smith, aunque separando de ellas lo que juzgaban equivocado ó in- justo. Se puso á la cabeza de este movimiento refor- mista J. B. Say, sin que al pronto pudiese evitar las discusiones acaloradas que entre sus mismos adeptos se entablaron acerca de la rica y feliz situación de los fabricantes, industriales, comerciantes y capitalistas ingleses, enfrente de la triste y mísera suerte de los obreros asalariados. Unos achacaban estas anomalías sociales á la concurrencia de los trabajadores, que mantenía la baja< en los salarios, ó á las prohibiciones, que dificultaban los negocios mercantiles; ó á las má- quinas, que disminuían gradualmente el número de brazos; ó á los bancos, que operaban casi siempre en exclusivo provecho ó beneficio del capital. Otros se las explicaban diciendo que el rápido crecimiento de la población hacia más costosos y difíciles los medios Véanse los números 19, 20, 22, 24, 26, 21, 29, 32, 33 y 34, paginas 17, 33, 97, 170, 233, 211, 336, 429, 451 y 496. TOMO II. dé existir las clases pobres; ó que todo el mal depen- día de no considerar á la tierra como única fuente de riqueza; ó que sólo el trabajo era signo positivo de valor; ó que debían alterarse ó cambiarse radical- mente las teorías sobre la renta, sobre la propiedad, sobre el capital, sobre el crédito, etc. Tampoco falta- ban quienes con un sentido más general hacían reca- yese toda responsabilidad del malestar social sobre la indiferencia de los gobiernos y la ignorancia de los pueblos. Entre todos estos economistas de la época á que nos referimos, primera del presente siglo, Sis- mondi, Villeneuve, Droz, Comte y Dunoyer fueron los que mejor pusieron á pública discusión las ideas que constituyen el verdadero progreso en la distribu- ción , consumo y. producción de la riqueza, con un cri- terio favorable casi siempre al bienestar del obrero, y con una plausible esperanza de tiempos más fecun-- dos en beneficios para propietarios y proletarios; pero sin presentar soluciones directas ó indirectas, sin creer en la eficacia de la asociación, ni en las ventajas de la co-participacíon, y 16 que era más grave para los economistas intransigentes de su tiempo, sin des- echar la intervención dei Estado como medio supremo y necesario en ciertos y determinados casos. De esta confusión de pareceres, de esta discordan- cia de opiniones entre los hombres que más enten- dían de las cuestiones económicas sociales,- nació más tarde, en la restauración, la escuela economista ecléc- tica con Ganilh y Laborde, deseosos de conciliar todos los principios que agitaban, sin resultado, problemas de tan grafltle ínteres particular y general, de inmensa importancia en el gobierno y la administración de tan país. Se les acusó desde un principio de haber pro- vocado el socialismo con su enérgica y decidida oposición á ciertas doctrinas hasta entonces conside^ radas como absolutas é indiscutibles, y por su tímida defensa de la cíenciaque veíase ya atacada por las nuevas ideas propagadas con pasmosa rapidez entre las clases inferiores de la sociedad. Desde luego los comunistas eclécticos querían la cooperación de los trabajadoras en la distribución de beneficios del tra- bajo y el concurso de todas las fuerzas para el mejo- ramiento de su clase; es decir, la asociación aplicable entre los mismos obreros para el crédito como para: la producción y el consumo. Si añadimos á esto que de paso estimulaban la acción del gobierno contra el principio absoluto Laissez-faire, Laissez-passer, se comprenderá fácilmente que la nueva escuela ecléc- tica, transigiendo entre la doctrina y la experiencia, 35

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REVISTA EUROPEA.NÚM. 35 2 5 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . AÑO

H I S T O R I A

MOVIMIENTO OBRERO EN EUROPA Y AMÉRICADURANTE EL SIGLO XIX.

CAPÍTULO IX. *Progreso de la economía políticB Movimiento reformista de la escuela

francesa.— Causas que motivaron la formación de la escuela eclécti-ca.—Periodo de transacion.—Economistas notables Puntos- de re-lación entre individualistas y socialistas modernos.—Cuestión impor-tante que aún sostiene la guerra entre el capital y el trabajo.—Sentido .revolucionario de la clase obrera eu lo polllico como en lo so-cial, por loa años 1862 y 1863.—Manifiestos electorales.—Considera-ciones.—-Explicaciones del autor acerca del plan de este libro.

En los capítulo» primeros hemos dado á conocer li-geramente los orígenes de la economía política enFrancia, los principios que sirvieron para su desarrolloy la influencia de los escritores del siglo XVIII en lamarcha progresiva de esa rama de lu ciencia social.Réstanos mencionar en este último capítulo de la pri-mera parte do nuestra obra, de qué modo ó en quéforma ha venido desenvolviéndose la economía polí-tica hasta 'adoptar para la solución de sus problemasunas fórmulas masen armonía con la razón, la liber-tad y la justicia, y más en interés de los individuos ylas naciones.

A los principios que formaban la base científica dela escuela de Quesnay, los publicistas franceses deprimeros de este siglo prefirieron las ideas dominan-tes en Inglaterra desde los tiempos de Smith, aunqueseparando de ellas lo que juzgaban equivocado ó in-justo. Se puso á la cabeza de este movimiento refor-mista J. B. Say, sin que al pronto pudiese evitar lasdiscusiones acaloradas que entre sus mismos adeptosse entablaron acerca de la rica y feliz situación de losfabricantes, industriales, comerciantes y capitalistasingleses, enfrente de la triste y mísera suerte de losobreros asalariados. Unos achacaban estas anomalíassociales á la concurrencia de los trabajadores, quemantenía la baja< en los salarios, ó á las prohibiciones,que dificultaban los negocios mercantiles; ó á las má-quinas, que disminuían gradualmente el número debrazos; ó á los bancos, que operaban casi siempre enexclusivo provecho ó beneficio del capital. Otros selas explicaban diciendo que el rápido crecimiento dela población hacia más costosos y difíciles los medios

• Véanse los números 19, 20, 22, 24, 26, 21, 29, 32, 33 y 34,paginas 17, 33, 97, 170, 233, 211, 336, 429, 451 y 496.

TOMO II.

dé existir las clases pobres; ó que todo el mal depen-día de no considerar á la tierra como única fuente deriqueza; ó que sólo el trabajo era signo positivo devalor; ó que debían alterarse ó cambiarse radical-mente las teorías sobre la renta, sobre la propiedad,sobre el capital, sobre el crédito, etc. Tampoco falta-ban quienes con un sentido más general hacían reca-yese toda responsabilidad del malestar social sobre laindiferencia de los gobiernos y la ignorancia de lospueblos. Entre todos estos economistas de la época áque nos referimos, primera del presente siglo, Sis-mondi, Villeneuve, Droz, Comte y Dunoyer fueronlos que mejor pusieron á pública discusión las ideasque constituyen el verdadero progreso en la distribu-ción , consumo y. producción de la riqueza, con un cri-terio favorable casi siempre al bienestar del obrero, ycon una plausible esperanza de tiempos más fecun--dos en beneficios para propietarios y proletarios; perosin presentar soluciones directas ó indirectas, sincreer en la eficacia de la asociación, ni en las ventajasde la co-participacíon, y 16 que era más grave paralos economistas intransigentes de su tiempo, sin des-echar la intervención dei Estado como medio supremoy necesario en ciertos y determinados casos.

De esta confusión de pareceres, de esta discordan-cia de opiniones entre los hombres que más enten-dían de las cuestiones económicas sociales,- nació mástarde, en la restauración, la escuela economista ecléc-tica con Ganilh y Laborde, deseosos de conciliar todoslos principios que agitaban, sin resultado, problemas detan grafltle ínteres particular y general, de inmensaimportancia en el gobierno y la administración de tanpaís. Se les acusó desde un principio de haber pro-vocado el socialismo con su enérgica y decididaoposición á ciertas doctrinas hasta entonces conside^radas como absolutas é indiscutibles, y por su tímidadefensa de la cíenciaque veíase ya atacada por lasnuevas ideas propagadas con pasmosa rapidez entrelas clases inferiores de la sociedad. Desde luego loscomunistas eclécticos querían la cooperación de lostrabajadoras en la distribución de beneficios del tra-bajo y el concurso de todas las fuerzas para el mejo-ramiento de su clase; es decir, la asociación aplicableentre los mismos obreros para el crédito como para:la producción y el consumo. Si añadimos á esto quede paso estimulaban la acción del gobierno contra elprincipio absoluto Laissez-faire, Laissez-passer, secomprenderá fácilmente que la nueva escuela ecléc-tica, transigiendo entre la doctrina y la experiencia,

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contribuyó no poco al gran movimiento de asociaciónobrera, la cual va ro'ali'zándose desde entonces en másjusta medida y más claro derecho. Aun el sabio Rossi,tan partidario como era de la escuela inglesa, nopudo menos de protestar también en sus escritos con-tra los exagerados y absolutos principios de la sectaintransigente.

Con este período de transacción de la economía po-lítica coincidió la doctrina de Saint-Simón y la utopiade Fourier, ambas con pretensiones de nueva orga-nización de la sociedad sobre mejores bases que lasactuales, y con una oposición sin tregua á las doctri-nas individualistas. Una y otra influyeron bastante entes modificaciones sucesivas de la ciencia social, yahondaron desde su aparición las distancias que se-paraban las ideas tradicionales sobre intereses particu-lares ó privados, y generales ó públicos de las ideasnuevas sobre los derechos de individuos y pueblos.Cabet y Luis Blanc, Proudhon, Leroux y otros escri-tores de monos fama y talento, pero con la misma fey semejante entusiasmo por la reforma social, eon-tinuaron, aunque por distinto lado y á veces paraopuestos- fines, la guerra á todo trance eontra ia es-cuela economista. Y mal hubiese parado ésta en lalucha sin el hombre ilustre cuya muerte prematuraaún llora la Francia, que con su inteligencia poderosa,método claro, estilo elegante y erudición profunda,defendió de todo ataque la libertad del hombre, laarmonía de los intereses sociales, la teoría de la pro-piedad, los derechos del capital y los derechos del tra-bajo, introduciendo á la vez en la doctrina exclusivay absoluta de los economistas antecesores suyos unprincipio de reforma progresiva en bien del mayornúmero y como satisfacción de las nuevas necesidadessociales: Creo que la invencible tendencia social esuna aproximación constante de los hombres haciaun común nivel físico, intelectual y moraL & la veaque una elevación progresiva é indefinida de estemismo nivel. Bastiat, que es el escritor á quien aludi-mos, ha legado al mundo científico ideas más exac-tas, aunque algunas contradictorias, de las cuales vie-nen apoderándose los representantes del pueblo paratrasformarlas en leyes, no sin luchar antes y después

• contra empíricas tradiciones y absurdas ó ridiculaspreocupaciones, contra todo lo que se opone al cum-plimiento del derecho humano, en lo que tiene de in-dividual y social, privado y público.

Este nuevo sentido progresivo y práctico de la es-cuela economista, depurado de algunos errores filosó-ficos que nacen de su criterio empírico, también es eladoptado luego por hombres de privilegiado entendi-miento comoPassy, Renouard, Chevalier, Reybaud,Faucher, Wolowski,Barrot, L. Say, Andral, Lavergne,Parieu, Garnier, Baudrillart, Simón, Duval, Block,Courtois, Mannequin, Hardy, Blanqui, Perier y tan-tos otros distinguidos publicistas, notables juriscon-

sultos é ilustrados profesores que Francia cuenta paradirigir la opinión en la enseñanza de las leyes natu-rales que rigen las manifestaciones de la actividadhumana y las condiciones de nuestra existencia en elorden político, económico y social. Entre ellos ioshay que ceden ya eu la feroz impasibilidad determi-nada por el fatalismo de la doctrina individualista, yque abandonan lo absoluto de*algunos principios atiteel malestar de las clases obreras y la miseria de otrasaún más desgraciadas, que, faltas de trabajo y de lo in-dispensable á su existencia, buscan y piden á la so-ciedad medios de vivir resistiendo contra su constanteinfelicidad. También, y como en justa ó convenientereciprocidad, muchos socialistas vienen manifestán-dose partidarios de una conciliación razonada, des-echando de una parte lo alarmante de sus reformas ylo implacable de su furia contra las clases superioresy medias, reconociendo de otra parte que la libertades condición necesaria de justicia, y que sin ella norealiza el hombre su destino en la tierra. Individualis-tas y socialistas, aparte los pocos que se conservanfieles á las intransigencias de sus sectas respecti-vas, dirigen con entusiasmo su voz al pueblo por me-dio de artículos en los periódicos, revistas, folletos ylibros, todos escritos con este sentido de armonía deideas y conciliación de soluciones, sin hacer caso delos díscolos ó fanáticos, ignorantes ó preocupados.Los mismos obreros franceses marchan acordes poreste nuevo camino que la ciencia ha señalado como elmejor y menos expuesto á turbulencias y desórdenes,hasta llegar en paz y con juicio á la obra justa de la'redención ó emancipación del proletariado; en paz ycon juicio, porque si es cierto que las revolucionespolíticas reclaman en multitud de circunstancias eluso de las armas, de la fuerza y la violencia para ase-gurar la libertad del pueblo y los derechos del ciu-dadano, también es verdad que las revoluciones so-ciales exigen el empleo de la razón, de la propaganda,del estudio y de la discusión, para que la convicciónsolamente afirme la necesidad de reformas económi-cas y sociales en las conciencias de todos.

Desde Febrero y Junio de 1848 la asociación es ellazo de unión entre individualistas y socialistas, apli-cable, lo mismo á los obreros entre sí, que á los obre-ros y empresarios, asalariados y capitalistas, de unmodo libre, voluntario, espontáneo. Ella debe consi-derarse, en efecto, como la organización económicade la sociedad que en estos momentos satisface todoslos intereses y menos lastima ningún derecho; comola fuerza que ahora puede hacer frente á las calamida-des públicas y privadas; como el remedio eficaz paracombatir el egoísmo y la tiranía de los que aún quierenconservar á toda costa sus privilegios antiguos ó recien-tes del nacimiento ó la riqueza, de la inteligencia óla fuerza. Y es tan prudente y pacífico y respetuoso álas leyes este desenvolvimiento del principio de aso-

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ciacion, que los mismos socialistas, procedan ó no dela clase obrera, entienden que la libertad es tan esen-cial al individuo como á la sociedad, y tan favorableal desenvolvimiento de todas las facultades del hom-bre como á la prosperidad moral y material de las na-ciones; que la responsabilidad individual es el funda-mento de la dignidad humana; que el trabajo es con-dición de todos los hombres sin distinción; que lapropiedad es consecuencia del trabajo y tiene un do-ble carácter individual y social; que el capital es eltrabajo acumulado, valor, riqueza, materia, medio óinstrumento de trabajo ó de producción; que el cam-bio, base fundamental del comercio, debe ajustarse álas condiciones de libertad y reciprocidad; que el va-lor, apareciendo únicamente por el cambio y comorelación entre dos servicios, jamás debe reglamentar-se, pero sí urge mucho para el bienestar social quese constituya de un modo justo y conveniente, á finde evitar y prevenir las terribles consecuencias delfraude, del monopolio, del agiotaje; que la libre con-currencia, una vez salvados sus inconvenientes parala clase obrera con la asociación, es la garantía mejordel derecho del trabajador y de la libertad del tra-bajo, como la libre industria y el libre comercio son,en sus justos límites, causas ocasionales del desenvol-vimiento de la riqueza pública, del progreso materialde las naciones, de la actividad permanente en todaslas esferas de la vida humana y en las relaciones par-ticulares y colectivas de unos pueblos con otros.

Hay, sin embargo, una cuestión importantísimaentre el capital y el trabajo, sobre la cual re ta unperfecto desacuerdo, y no es posible que en pocotiempo se alcance una solución capa» de armonizarlos encontrados intereses que representan y sostie-nen ambos elementos. Nos referimos al salario, quees el asunto más trascendental para el proletariadomoderno y el tema vital para los capitalistas y empre-sarios.

¿Qué es el salario? Para el obrero es una forma deremuneración del trabajo, dura, humillante, opresora,odiosa ó injusta. Para el capitalista es el valor del ser-vicio del obrero. Anteriormente hemos dicho, y denuevo lo afirmamos, que el salariado representa unprogreso en la organización económica de las socie-dades, como en sus tiempos respectivos eran tambiénun progreso la corporación, la servidumbre y la es-clavitud, como ahora también es un progreso la co-participación. Día llegará en que esta forma, muchomás justa y racional, sustituya de una voz al salariopero es necesario antes que los obreros tod,os se aso-cien para el cumplimiento de fines tan convenientesy dignos, no para soluciones buscadas por mediosbruscos y violentos que siempre imposibilitan ó cuan-do menos retardan la realización de la justicia social

Enhorabuena; los obreros quieren llegar por su tra-bajo al bienestar moral, á la comodidad material, sin

perjuicio de nadie, sin disminuir el bienestar ó F3comodidad de otros. Pero ven con dolor que el salarios condición que de todo punto se opone al cumpli-

miento de tan justo ideal, y es natural vayan prepa-rando poco á poco los materiales para la nueva obrade organización del trabajo. En Francia, desde losadeptos á la pura escuela católica y los individualistasmás caracterizados, hasta los afiliados á la escuelaracionalista y los más fervientes apóstoles del socia-ismo, es por todos apoyada y aplicada la asociaciónpara la clase obrera, en la seguridad de que bienpracticada, primero en una sociedad de sogorros mu-tuos de carácter distributivo, después en Otra produc-tiva, hará luego más fácil la cooperación, propiamentedicha, ó en la participación ó eo-participacion encon-trará el producto íntegro de su trabajo como auxiliarunas veces, otras como sustitución completa y radicaldel salario. Es do notar, que si después de las terriblesjornadas de Junio los conspiradores políticos y los par-tidarios de la república social cesaron por algunos añosen sus trabajos revolucionarios á fuerza de persecu-ciones gubernativas y sentencias judiciales, ya desde1862, y más claramente en 1863, eran muchos losque deseaban y querían dar á1 la asociación un sentidomás amplio en las cuestiones políticas, y de resultadosprácticos más inmediatos en las cuestiones económicasy sociales.

En aquellas fechas, las masas obreras comprendie-ron bien que solamente podian mejorar su situación perinstituciones* libres, y al efecto empezaron á organizarel partido político de los trabajadores, con el*propósitode concurrir compactos y unidos á las urnas electora-les para el triunfo de uno ó muchos candidatos de sumisma clase y condición, y con la intención de mani-festarse coaligados ó juntos los de un mismo oficio ólos de diversos oficios en unas mismas ó diferentesfábricas ó talleres, para conseguir de los empresa-rios "9 dueños la disminución de horas de trabajo,el aumento de jornales y otras mejoras en las con-diciones del trabajo. Dividiéronse, sin embargo, endos partidos, uno dirigido por cierto número deobreros, ochenta próximamente, afectos á la bour-geoisie, sin pensamiento revolucionario en sentidaradical, sin clara conciencia de su fuerza é idea comoclase, sin valor bastante para tremolar una banderasocialists, sin suficiente audacia para exigir la solu-ción de los problemas económicos á la vez que de lascuestiones políticas, partidarios de la tradición comu-nista ó del individualismo exagerado y fanático, de lasinstituciones políticas antes que de la reorganización deltrabajo y de la industria, de la conciliación para lucharen las elecciones á favor de candidatos propios y extra-ños á la clase jornalera; otro partido representado porsesenta obreros, casi todos fundadores dé la Asocia-ción Internacional de Trabajadores, cuyas ideas esta-ban claramante expresadas en un célebre manifiesto,

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del cual extractamos los siguientes párrafos: «El su-fragio universal nos ha considerado políticamentemayores de edad, pero aún resta que nos emancipe-mos socialmente. La libertad que la clase media supoconquistar con tanto valor, debe hacerse, extensivaen Francia á todos los ciudadanos. La igualdad de de-rechos políticos implica forzosamente la de derechossociales.» En el afán de luchar contra sus adversa-rios, y pidiendo como necesaria la abolición de losartículos del Código relativos á las coaliciones, ana-dian: «Desprovistos de capital y faltos de instrucción,no podemos resistir por la libertad y la solidaridad álas exigencias egoístas y opresoras, por consiguienteaún sufrimos fatalmente la dominación del capital yel influjo de la ignorancia. Y no se crea que con estareivindicación de la libertad tratamos de organizar laresistencia y la huelga: los que así piensan no cono- •cen á los obreros; éstos persiguen un objeto bien dis-tinto y más fecundo que el de agotar sus fuerzas enluchas diarias, de las cuales no resultaría en definitivamás que la miseria para unos y la ruina para otros.Se ha dicho: ¿Qué es el tercer estado? ¡Nada! ¿Qué debeser? ¡Todo! No diremos hoy ¿Qué es el obrero? ¡Nada!¿Qué debe ser? ¡Todo! Pero sí declaramos: La clasemedia, nuestra hermana primogénita en el camino dela emancipación, hubo en 1789 de absorber la noblezay destruir injustos privilegios. Trátase ahora paranosotros, no de destruir los derechos que gozan jus-tamente las clases medias, sino de conquistar la mis-ma libertad de acción... Que no se nos acuse de soñarcon leyes* agrarias, igualdad quimérica que pondríaá cada uno en el lecho de Procusto, ni con repartosde propiedad, máximun, impuesto forzoso, etc. No;es tiempo ya de concluir con esas calumnias propaga-das por nuestros enemigos y adoptadas por todos losignorantes. La'libertad del trabajo, el crédito, la soli-daridad, estos son nuestros sueños. El dia en que serealicen, para la gloria y prosperidad de un país quenos es tan querido, no habrá más clase media, ni pro-letarios, ni maestros, ni obreros jornaleros. Serántodos iguales en derechos.» Como la clase medía,aunque con más entereza y dignidad, los sesentapedian el sufragio universal, la libertad de imprenta,la libertad de reunión, la separación de la Iglesia ydel Estado, el equilibrio del presupuesto, las franqui-cias municipales, y, sobre todo, la instrucción prima-ria gratuita y obligatoria, y la libertad del trabajo.Respecto de la cuestión social concretaban sus aspi-raciones en los términos siguientes: «No estamos re-presentados, nosotros que nos negamos á creer que lamiseria sea de institución divina. La caridad, preceptocristiano, ha demostrado y reconocido radicalmentesu impotencia como institución social. En los tiemposde la soberanía del pueblo y del sufragio universal, nopuede ser ya más que una virtud privada. Nosotrosya no queremos ser, ni clientes, ni oprimidos, ni asis-

tidos; queremos ser iguales. Rechazamos la limosna;querérnosla justicia. Aleccionados por la experiencia,no aborrecemos á los hombres; queremos cambiar lascosas, mudar las instituciones.»

El buen sentido dice, á propósito de este manifiestode los sesenta, que cuando la razón y el derecho, nola fuerza y la arbitrariedad, tundan las reclamacionesde las clases jornaleras, una nueva era política y so-cial se inaugura siempre en la sociedad. Así, desde elmomento que en Francia se estableció el sufragio uni-versal, quedó asegurado el poder político del pueblo;y cuando la Cámara legislativa aprobó el proyecto deM. Emilio Olivier sobre autorización de las coalicio-nes, los obreros quedaron dueños, por consiguiente,de alirmar la libertad y practicar la solidaridad entretodos los interesados en una aspiración común yconstante, sin distinción de sexos ni edades, oficios óprofesiones, pueblos ó nacionalidades: sacudir la tutelade instituciones despóticas y el yugo de unos cuantosprivilegiados por la suerte.

No corresponde al plan de nuestra obra decir aquísi la clase obrera de Francia ha ejercitado bien ó maltales derechos, si respecto del sufragio universal loha practicado siempre con inteligencia y dignidad, sirespecto de las coaliciones hánse manifestado pacífi-camente y como última razón de una justa demanda.Cuando concluyamos la historia del movimiento obre-ro en las demás naciones de Europa y en los pueblosde América hasta la misma época en que hemos sus-pendido el de Francia, podremos dar testimonio ycumplimiento de la idea revolucionaria, tal como lasignificaban y manifestaban los obreros de esta na-ción desde 1863 á 1871. y lal como la han modificadorápidamente después de serias y profundas medita-ciones acerca de los terribles acontecimientos de lacommune de Paris, en los cuales tuvo una parte prin-cipalísima la Asociación Internacional de Trabaja-dores.

FIN DEIA PARTE PRIMERA.

JOAQUÍN MARTIN DE OLÍAS.

LA CUESTIÓN RELIGIOSA EN INGLATERRA.

EL RITUALISMO (1).De algunos meses á esta parte, y en particular

durante las últimas sesiones de la legislaturaparlamentaria, la palabra ritualismo se ha apode-rado de la opinión pública, adquiriendo indispu-

(1) Este articulo de Mr. Gladstone, que se publicó hace quince díasen una Revista inglesa, ha producido gran sensación en Inglaterra. Lareciente conversión de lord Ripon al catolicismo; la inclinación que seatribuía á Mr. Gladstone á ciertas prácticas católicas; la importancia delasunto, j el último Aet del Parlamento sobre el mismo, explican la aco-gida que en La Gran Bretafía ha tenido este estudio del eminente hom-bre de Estado.

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table importancia. No es fácil fijar el sentidoexacto de esta palabra. A primera vista parece sudefinición sencilla, parece que ritualismo quieredecir una mala propensión á hacer predominar lasformas exteriores del culto y á dar demasiada im-portancia al ritual. Sin embargo, el ritual estáfundado en un precepto apostólico «que todas lascosas sean hechas decentemente y con orden,»eüu2£ií)[j.óvü>c xat nata tá£tv, en una forma armonio-sa, conveniente y ordenaba de antemano (I Cor.,xiv, 40). La forma exterior del oñcio divino hasido, pues, terminantemente propuesta á la re-flexión y al examen del pueblo cristiano.

Sin embargo, la palabra ritualismo ha adqui-rido en los ánimos un sentido más específico ymás determinado; significa ahora para el públicouna disposición á modificar las formas y el cere-monial del culto seguido por la mayoría de lanación inglesa, con el' preconcebido intento deaproximarlas á las formas y al ceremonial propiosde la Iglesia romana, y de preparar la vuelta ála religión católica por el medio insidioso de unlento hábito de sus ritos y costumbres.

Esta interpretación es clarísima, y si tomamospor punto de partida tal concepción del ritualis-mo, nosotros los ingleses sabremos qué pensarde ello. ¿Pero no se podrá dar de esta palabra unadefinición más breve, más subjetiva, y en realidadmás práctica que cualquier otra? Cada cual llamade buen grado ritualismo lo que le desagrada, loque le choca, lo que le parece excesivo en su cultoó en el de su vecino.Empleada asila palabra, con-tiene, bajo su aparente unidad, puntos de vistatan múltiples, como las olas de un mar agitado,siendo universalmente acogida y atravesando lamultitud cual chispa eléctrica. Sin embargo, noteniendo en este caso un sentido exacto, los quela pronuncian toman sus sentimientos por argu-mentos. Enardecidos los ánimos rechazan la ló-gica fria, y todo el mundo disputa sobre un vanosonido.

Salgamos por un momento del campo de la po-lémica para entrar en el del pensamiento puro.Menos que nadie creo en la eficacia de la prohi-bición en materia de opiniones y de sentimientos,pero siempre es oportuno hacer tranquilamenteun llamamiento á la razón humana, á la reflexiónlibre. Veamos la cuestión en sí misma; bus-quemos el .verdadero sentido, el verdadero va-lor de la palabra ritual, y- procuremos llegar poreste camino á una noción clara del abuso ó delvicio del ritual que se designa vagamente con elnombre de ritualismo.

El ritual es sin disputa el vestido, la forma ex-terior, que naturaly necesariamentedan los hom-bres á la realización de los actos públicos de la

religión. Esto nombre sólo se aplica á los asuntosreligiosos, pero no sucede lo mismo con la cosaque significa, pues en todos los actos públicos ysolemnes existen formas y ceremonias que sontambién un ritual. Si el objeto es distinto, elprincipio es igual; este principio consiste en elempleo de cosas externas, para'expresar cosas in-ternas.

Diráse ¿por qué se recurre á este medio ; porqué no se deja cada cosa en su sitio; qué nece-sidad tiene el pensamiento de actos exteriorespara formularse, y por qué el rezo, que es un actointerior, se ha de revestir de formas materialesque pueden ahogarle? La naturaleza responde consus mil voces á estas preguntas. La alianza de lascosas materiales é inmateriales es el universo en-tero; ambas fuerzas, casadas con arte infinito,constituyen la vida y forman la armonía.

¿Acaso la enseñanza de Cristo y su mismavida son otra cosa que un conjunto de signos,conteniendo, como en extenso cuadro, nuestro ri-tual y nuestros sacramentos?• El fuego que nos calienta puede seguramentequemarnos; la luz que nos alumbra cegarnos,y las sustancias que nos alimentan convertirse enveneno; no por ello, sin embargo, el calor, la luzy el alimento dejan de ser indispensables; y nomenos obligatoria es la satisfacción del eterno yuniversal instinto de nuestra naturaleza, que nosimpulsa á dar cuerpo á nuestro pensamiento. Enel círculo de la vida civilizada este instinto hadado un ritual á la religión, un ceremonial á lacorte, togas á los jueces, uniformes á los solda-dos, blasón á la nobleza; y hasta galones á losguarda-bosques.

Pero si hay casamiento ordenado en la eterni-dad, abrazando toda la naturaleza entre las cosasintegres y las exteriores, es indispensable eneste matrimonio, como en los demás, que hayaacuerdo entre las partes. Esto es lo que, según hevisto en toda mi vida, no existe en la nación in-glesa. Es inútil decir, porque todo el mundo losabe, que en las cosas del pensamiento puro y dela imaginación estamos en el primer rango de lasnaciones civilizadas. En el órdende las cosas ma-teriales nuestra superioridad es igualmente in-contestable; el camino de hierro, el telégrafo, lamanufactura, la fundición, la mina; el Océanosurcado en todos sentidos; nuestro comercio, elmás importante que hay en el mundo, aunquenuestra población nos ponga en el quinto rango;nuestra marina mercante, igual á la de toda Eu-ropa reunida, lo dicen bien claramente. Pero hayun terreno en el cual somos batidos por las gran-des naciones europeas, y, en un punto, hasta poruna de las pequeñas. Me refiero al arte. Dejemos

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aparte el arte puro y hablemos tan sólo de la vas-ta región de la vida y de la actividad humana,en la que se procura lo útil unido á la expresiónde lo bello. Allí reside la vida artística de un pue-blo, y tan extensa es esta región, que todo, salvoel pensamiento puro, tiene lugar en ella. Lo mismoque en la lengua italiana no hay un sonido queno sea musical, debiera resultar una música parala vista, como dice Wordsworth, de todas lasobras humanas, pasajeras ó duraderas. Este re-sultado lo obtuvo en grado notable Italia durantela Edad Media; su modelo había sido Grecia,tierra clásica, donde el genio de lo bello corríacon tanta abundancia, que parecía penetrar en losmenores actos, en las obras más insignificantesdel hombre y llenar su vida, como llenó el reinode la naturaleza. Los elementos de la produccióny cuanto era capaz de tomar cuerpo bajo la manodel hombre, caian espontáneamente en el moldede lo bello. Lo que ha dado en nuestros dias tantoprecio á los productos manufacturados de Wedg-wood, y hará por largo tiempo, según creo, céle-bre su nombre, es el valeroso esfuerzo para laalianza natural de lo útil con lo bello. Los griegos,á lo menos los del Ática, eran un pueblo deWedgwoods; y mientras'nosotros abandonamos,tranquilamente y sin pensar en ello, la mayorparte de nuestras ebras al genio de lo feo, comolos bárbaros que arrojaban sus hijos al fuego, enholocausto de Moloch, en Atenas la creación deun objeto feo tanto admiraba por su extrañezacomo ofuscaba por su deformidad, y una viola-ción de las leyes del gusto hubiera sido consi-derada como violación de las leyes de la natu-raleza. Inútil es decir que el mismo principio seaplicaba á los objetos materiales que se producenuna vez para^siempre, y á las combinaciones tran-sitorias de diversos objetos que á voluntad pue-den separarse ó reunirse. La misma ley que regiapara el dibujo de una lámpara ó de una ánforadeterminaba el orden de un espectáculo, de unaprocesión ó de una ceremonia. No significaba estociertamente sacrificar el pensamiento á la forma.¡Tan bella idea quedaba reservada á nuestro si-glo! Tampoco era poner la forma en servidumbredel pensamiento; el griego no tenia necesidad deello. La naturaleza, según él, no exigía sacrifi-cio alguno; bastaba encontrar el punto de uniónpara expresar de una manera justa la armonía delas cosas interiores y exteriores. Precisamente enla percepción y observación de esta ley consiste lainferioridad de los ingleses y de todos los habitan-tes del Reino Unido respecto á las demás naciómes. Siendo así, debe hacérseles comprender estaimperfección, esta laguna que no puede ser resul-tado de una ineptitud constitucional y nativa

sino de la aplicación de todas sus facultades áotros objetos. Se nos acusa, acaso con funda-mento, de haber sustituido el culto de lo cómodoal culto de lo bello. ¿La comodidad y la bellezason incompatibles? ¿Está justificada esta acusa-ción?

Odioso oficio es el de acusar á su patria; es pre-ferible, sin duda, dejar á cada cual el cuidado deuzgarla; pero la verdad es que muy pocas perso-

nas se han tomado el trabajo de examinar y ob-servar el caso de que nos ocupamos. La reglageneral d; mal gusto entre nosotros tiene algu-nas excepciones. Ved, sino, nuestras casas decampo, prescindiendo de su arquitectura y de lasque son de excepcional riqueza, ved nuestrosjardines etí general. iNo sirve acaso el jardín in-glés de modelo? ¿No son inimitables los jardi-nillos de nuestras granjas? Cuando el humo, elhollín, el mal olor de las fábricas y de las minasno manchan la bendita faz> de nuestra natura-leza, el campesino inglés sabe arreglar un re-creo para sus ojos en el pequeño cercado llenode arbustos y de flores que rodea su casa; y hastacuando se encuentra privado violentamente de sucomunión secular con la naturaleza, cuando seve relegado á los terrenos mineros y á las grandesciudades, recurre, para consolarse, á las flores enmaceta y á las aves enjauladas. Este amor á lanaturaleza, madre de la gracia y de la belleza,¿no deberia dar á los ingleses lo que todavía lesfalta en el sentimiento de tales cosas?

Pasemos á otro objeto. La antigua arquitecturareligiosa de nuestro país demuestra un amor á lobello y un sentimiento de la conveniencia másextendido entre nosotros que en el resto de lacristiandad; no quiero decir que nuestras cate-drales sean las más bellas del mundo, sino quenuestros monumentos religiosos, tomados en con-junto, son superiores á los monumentos religiosos,tomados también en conjunto.de otras naciones.Personas competentes opinan que pueden soste-ner victoriosamente la comparación con las igle-sias parroquiales de toda Europa por el estilo ypor la riqueza.

Estos ejemplos, sin embargo, no destruyen nues-tra proposición, que es la siguiente: como naciónsomos poco instruidos y poco hábiles en el artede combinar lo útil y lo bello. ¿Se necesitan prue-bas? "Ved la incomparable fealdad de casi todasnuestras ciudades, ó bien, comprometamos á losingleses á formar una procesión, y les veréis mar-char en desorden y con descuido, y por fin, des-bandarse, en vez de avanzar acompasadamente alsonido de la música.

Otro ejemplo. Es triste hablar mal de la partemás bella de la humanidad; pero el adorno de las

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mujeres inglesas, aparte la educación especialque dan, en este punto como en los demás, elrango, la fortuna y las circunstancias, tiene famade ser el más desprovisto de estilo y de gusto.Volvamos un poco la vista atrás y lijémosla en elreinado de Jorge IV, que, para el arte, ha sido en-tre nosotros la edad de hierro, y veremos dóndehabia llegado el dibujo aplicado á la industria.Necesario fue que trascurriera mucho tiempopara que el arte industrial saliera de este abismoy adquiriera alguna perfección.

Debemos aún tropezar con otro escollo. Cuandoempezamos á comprender que lo bello y lo útilpueden muy bien concillarse, aplicamos esta no-ción justa de un modo que abre ancho campo ála critica; llevamos la ornamentación hasta la de-formidad y creemos encontrar así lo bello; toma-mos en cuenta la cantidad y no la calidad y exac-titud de las proporciones. La mujer inglesa, quees tan inteligente, construye sobre su cabeza unmonstruoso edificio de cabellos y arrastra tras síuna cola de vestido desproporcionada con su es-tatura. ¿Dónde habrá arquitectos que pongan,como los nuestros, tal cantidad de pretenciososadornos sobre las fachadas, para ocultar la faltade armonía en las dimensiones y la pobreza delas líneas?

Dirigiéndome á la nación entera, cuyo espírituy genio están concentrados en su Parlamento yen su gobierno, hablaré del incomparable sole-cismo cometido hace cuarenta años, y que no esúnico en su género. Queríamos construir el mayoredificio de arquitectura gótica que hubiese en elmundo; nuestro palacio de las Cámaras, que sellama Weslminter Palace. ¿A quién confiamos laobra"? A nuestro primer artista para la arquitec-tura italiana. Pues no era esto bastante: veinteaños después resolvimos construir un grupo deedificios públicos, de estilo italiano, para diversosservicios del Estado, lo que pudiera llamarse unpalacio administrativo, y encargamos la direc-ción de estos trabajos al mejor de nuestros arqui-tectos en el estilo gótico. ¿Puede admirar á nadieque tales monumentos sean producto del cálculoy no del genio, que la pompa reemplace en ellos ála belleza, y que, á la regla preciosa de que se debeconseguir el objeto con la mayor economía posiblede medios, sustituya la de que la profusión de'me-dios marca la riqueza y el poder? ¿Puede admirar ánadie, en fin; que el palacio del Parlamento,donde todo debía encaminarse á la expresión delmonumento, á la comodidad de los representan-tes y á una gran concentración, se desparramedisperso en el mayor espacio posible, y que nues-tro Foreign office (Ministerio de Asuntos exte-riores), que en realidad sólo es un edificio para

trabajar, tenga una escalera más ancha y majes-tuosa de la que se necesitaría en un palacio dereyes?

Si de las obras creadas pasamos á las ideaspuestas en acción, encontramos igual falta delsentimiento de las conveniencias y de la armonía.¿En qué país del mundo, fuera del nuestro, sehubiera imaginado nunca dar un baile parro-quial, á fin de procurar á la fábrica de la iglesiael dinero necesario para comprar un ataúd desti-nado á los difuntos pobres? Pues yo sé que estoha sucedido en Inglaterra. ,

Las observaciones hechas no forman una digre-sión extraña al objeto de este estudio. ¿Qué es elritualismo? Contesto que es una reacción violentay desarreglada contra la pobreza, contraía des-nudez, contra la frialdad; es también la sofoca- 'cion del fin por los medios; es la ausencia de me-dida y de armonía en la manera de revestir exte-riormente la sustancia interna de las cosas; es,en fin, la caricatura de lo bello, la sustitución dela apariencia á la realidad, de lo accesorio á loprincipal, y por la confusión, la ruina de ambos.Muchas de nuestras obras de arquitectura é in-dustria temo que sean hijas del ritualismo.

En lo que á la religión se refiere, encontramoslos mismos defectos, los mismos excesos, igualfalta de observación, igual olvido de las propor-ciones, igual predisposición á que desaparezcanlas grandes líneas, ocultas bajo la ornamen-tación.

Debe reconocerse que el estado de cosas-queha servido de punto de partida, histórico á estapredisposición, conocida con el nombre de ritua-lismo, era deshonroso para la humanidad y ver-gonzoso para la nación; vergonzoso, sobre todo,para ,gl sentimiento religioso tan elogiado de estepúblico inglés, que así lo quería, cerrando losoidos á toda reforma. La misma desnudez existiaen el culto hace cuarenta ó cincuenta años entrelos presbiterianos y los no conformistas, pero larecompensaba su celo y su fervor. En sus iglesiasse escuchaba al ministro con piadosa atención, ylos más nobles sonidos que pueden herir el oidohumano resonaban én el amplio crescendo y en lasolemne bajada de las-estrofas cantadas por laasamblea. Pero en las iglesias anglicanas de laciudad y de los campos no habia tales compen-saciones, aunque se guardara en ellas el inani-mado tesoro de Prayef-Book. Este libro era labrasa conservada entre ceniza para mejores días;era el molde en que más tarde debían vaciarselas más elevadas formas del sentimiento reli-gioso. Pero no es menos cierto que el estado delculto en las iglesias era deplorable. Al ver la mu-tilación de los edificios y la pobreza del servicio;

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al oir las bárbaras elucubraciones de los que pre-tendían de músicos, y los horrores de las llamadaspartes de música, cantadas por gritadores de al-dea; al observar, en fin, la frialdad é indiferenciade la asamblea soñolienta, podia asegurarse queel culto anglicano era el más bárbaro y descui-dado que hubiese en el mundo. Un sectario-deBrahma ó de Budha se hubiera admirado, y parasufrirlo era preciso que el sentimiento del gustoy el del acuerdo entre las cosas visibles y las invi-sibles estuviera tan muerto en nuestra patriacomo el espíritu de devoción. Habia excepciones,sin duda, cada dia más numerosas, pero recuerdoque esta era la situación general. Las antiguastradiciones de la Iglesia habían sobrevivido enalgunos puntos á la mortífera influencia de lasprimeras generaciones hannoverianas; en otros,algunos hombres, como el doctor Hook, mante-nían viva la fe en los pueblos. Conservábase to-davía en las catedrales, en medio de las ruinasdel antiguo ceremonial, un resto de dignidad, ylos miembros del clero llamado evangélico habianhecho mucho para infundir á sus comunidades elsentimiento religioso á nombre del cual estabanreunidas. Por ello y por otros servicios análogoseran objeto de prevención para personas de igualcarácter de los que hoy claman contra sus adver-sarios, apelando á iguales pretextos. Censurában-les no conformarse exactamente á las prescripcio-nes del Prayer-Book, inclinándose al espíritu depandillaje y teniendo demasiada confianza en símismos, lo cual les hacia sospechosos á la auto-ridad. Además, eran celosos, es decir, incómodos.A pesar de las diversas excepciones que acabo deseñalar, no titubeo en "repetir que el estado-delculto en las iglesias anglicanas podia escandalizaren.aquella época, no sólo á todo ferviente cris-tiano, sino á todo creyente sincero en un Creador,en un Señor del mundo á quien se debe adoración.Lo que deseo hacer comprender es que todo elmundo estaba satisfecho de este estado de cosas,el cual no ha cambiado per movimiento espon-táneo de los fieles, sino por los esfuerzos de losobispos y del clero reformador de la Iglesia en In-glaterra, esfuerzos innecesarios si el sentimientoartístico hubiese estado más generalizado.

Si el pueblo hubiese poseido, en una medida ra-zonable, ese sentido de la armonía de las cosasexternas é internas, cuya debilidad he deplorado,este sentimiento no hubiera sustituido ál fervor;pero el culto divino, símbolo público y prenda dela vida religiosa, jamás hubiese caido tan bajo.Creo también que la misma fa'ta de inteligenciaha causado todos los desacuerdos, todos los abor-tos, todos los descontentos, todas las perturba-ciones producidas durante el renacimiento reli-

gioso de los cuarenta últimos años. Hace treintaaños ocurría en Exester un gran tumulto, cuyacausa, muy sincera en los agitadores, era defen-der la pureza del culto contra la invasión de la so-brepelliz en el pulpito y contra la introducción depreces públicas por la Iglesia militante.

Grande era también la agitación en Londres;los obispos y el clero protestaban en vano de nohacer más que obedecer la ley. Esta razón, hoy'tanrespetada, de nada servia entonces, calificándosede papismo todos los cambios y suponiéndose queen todos ellos se ocultaban tendencias al catolicis-mo. Creia yo entonces que realizar estos cambioscontra el general deseo era impolítico; pero losjuzgaba y los juzgó más conformes al espíritudel protestantismo que al de la Iglesia católica;ésta nunca hubiera aprobado dar á los sacerdotesel mismo traje para la predicación que para cele-brar los misterios eucarísticos, y de todas laspreces del Prayer-Booh, ninguna era tan conformeal espíritu de la reforma como el rezo por la Igle-sia militante. Recuerdo un caso especial que daá conocer los sentimientos que entonces prevale-cieron. Un joven eclesiástico, instruido y lleno deabnegación, habia aceptado el cargo de una cir-cunscripción parroquial nuevamente creada enuna de nuestras grandes ciudades. Cortos eran•sus emolumentos y grande la cantidad de pobres,hasta entonces desatendidos; empezó á cuidar deellos con bastante éxito; su conducta era intacha-ble, pero al cabo de uno ó dos años le fue imposi-ble permanecer al frente de la parroquia á causade la agitación producida, no sólo en ella, sino entoda la ciudad; agitación que le obligó á abando-nar su beneficio y su iglesia por haber predicadocon sobrepelliz, leido el rezo por la Iglesia militan-te y abierto su templo para el oficio divino, no cuo-tidianamente, sino en los dias de fiesta. La mora-lidad que se deduce de este suceso no es halagüe-ña para nosotros; no es el [xeT? toi itaréptov ¡J¿Y'S[j.eívoveí EÜ 6[j.e9' etvai, sino una advertencia deque seamos circunspectos en estos graves asun-tos, desconfiando de nosotros mismos; porque siexaminamos las formas del servicio divino fami-liares á las iglesias ordinarias, á las que no per-tenecen á sectas y partidos, vemos que la igle-sia anglicana en general practica hoy, y qus elParlamento; expresión fiel del sentimiento pú-blico , está dispuesto á consagrar lo mismo quese denunciaba y á veces se combatía en las calleshace treinta años por considerarlo ritualismo.

La verdad es que esta palabra tiene más senti-do del que el pueblo cree. El movimiento actualen favor del ritualismo, no se limita sólo á losritualistas, ni á los eclesiásticos anglicanos, sinoque se extiende también á los presbiterianos y á

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los no conformistas; no porque tengan tantas ce-remonias, sino porque, careciendo en un principiode todas ellas, y habiendo previsto lo necesariopara que no las hubiera jamás, empiezan á tener-las. Las cruces en las fachadas de las iglesias, losórganos en el interior; la riqueza de la arquitec-tura, las pinturas murales (concesión flagrante alsimbolismo), los campanarios, los cristales de lasventanas; el canto verificado por cantores, y larecitación y la oración dominical (que es la puntaaguda del acero con que se graban fórmulas fijasde rezos), son otros tantos signos que deben re-lacionarse con una causa más profunda , másextensa en sus efectos que la imitación servil ála pasajera moda. Recordemos que,.por lo quehace a los órganos, muchas personas, que son lomás escogido del protestantismo, empiezan á in-troducir en sus capillas un instrumento que elPapa no oye en la del Vaticano ó en su sublimebasílica, y que toda la Iglesia de Oriente se hanegado siempre á emplear en el oficio divino.

Voy á ocuparme de un asunto familiar, queacaso haga sonreír: el traje eclesiástico.

Declaro, desde luego, estaT al lado de los par-tidarios del traje; es el uniforme para el clero,y se sabe que el uniforme en el ejército es po-derosa garantía de disciplina y de respeto á símismo. Novedad para la Iglesia fue el abandonodel traje eclesiástico, y hace cuarenta años el abu-so era general. Al vestir los ministros del culto eltraje de los legos, adoptaron como regla el uso ex-clusivo del color negro. La reacción empezó des-pués por el corte de la casaca, que los reaccionariosllevaban abotonada hasta la corbata. Consideróseen un principio la innovación tan impregnada depapismo, que se llamaba á estas casacas signosde la bestia; y sabido es que los sastres del barriooccidental de Londres designaban familiarmenteestas prendas con el nombre de casacas 'signos dela bestia, señalándolos con iniciales como artícu-los de comercio, casaca S. B.

Seguramente, la diferencia entre el ritual deloficio divino de los anglicanos y el de los presbi-terianos ó no conformistas, es tan grande ahoracomo anteriormente; pero esto consiste en queambos son arrastrados por el mismo movimientode avance, aunque la velocidad sea acaso algo des-igual. Citaré un hecho en apoyo de esta afirmación.¿Quién hubiera pensado hace treinta y cinco añosen poner sobrepellices a los coristas de una parro-quia? Cuando por primera vez se hizo, considerósegrande audacia de parte del alto clero, y la mayorprueba á que se habia sometido la paciencia delos legos. ¿Cuál es nuestra situación hoy dia eneste punto? El país de Gales es famoso por supuritanismo protestante, y de él tomaré el ejem-

plo. En un pueblo de esta provincia solicitarondel.ministro de la parroquia introducir el uso dela sobrepelliz en el coro. El ministro resolvió queeste cambio fuera objeto de un plebiscito, y pusohojas de papel en los asientos de todos los fieles,rogándoles que respondieran sí ó no. Unas dos-cientas cincuenta personas contestaron, resul-tando más de doscientos síes, lo cual indica que seva á escape en materia de ceremonias y ritual.Todo el mundo corre hacia el mismo punto, ymientras nadie quiere quedar retrasado, el objetoque se trata de alcanzar marcha también haciaadelante. '

Este es el hecho general, mucho más compren-sivo de lo que parece. ¿Debe ser objeto de alegríaó de aflicción t

Opino que la cuestión es difícil de resolver, yno me vanaglorio de poder darle solución com-pleta. Paréceme que el ritual es (no intento decirhasta qué punto) acompañamiento legítimo yelemento necesario de la vida religiosa; pero meinspira desconfianza toda tendencia, de cualquiermanera que se produzca, á sustituir el ritual á lavida religiosa. Deseo que se comprenda que elasunto es vasto, que no debe tratarse ligeramen-te, y que todas las aplicaciones del principio quecontiene son significativas y delicadas. Si no te-nemos la dicha de vivir en uno de los grandessiglos del pensamiento, vivimos, al menos, entiempo en que los materiales para el pensamientose acumulan, y al trasmitir á nuestros hijos nu-merosos problemas sin resolver, debemos desearque acierten con soluciones más prácticas de lasque nosotros hemos intentado.

Si pasamos revista al mundo cristiano, veremosque la forma del ritual no ha seguido siempre in-mediatamente las variaciones de la doctrina. Lacomunión luterana nos da el ejemplo más convin-cente. En todos los parajes donde el racionalismono ha arraigado, es uniforme y poderosamenteprotestante: pues bien, en Dinamarca, por ejem-plo, en Suecia, en Noruega, en las inhospitalariasriberas de Islandia se conserva el uso de altares,de trajes sacerdotales, de cirios (si no del incien-so); se llama al ministro Sacerdote, y el oficio dela comunión conserva el nombre de Misa. Sin em-bargo, ninguna diferencia existe en punto á doc-trina entre los luteranos alemanes y los de Sue-cia ó de Dinamarca, donde, lo mismo que enAlemania, se ha roto la cadena de la unión apos-tólica. Hasta hay eclesiásticos á quienes llamanbroadchurchmen (partidarios de la Iglesia toleran-te), y que profesan la indiferencia, si no el odio,al dogma, á quienes se ve favorecer la introduc-ción de la música casi profana, y en el culto laadición de ornamentos pueriles. Estos hechos de,-

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muestran que en la manera brusca con que losingleses han deducido últimamente la influenciadel ritual en la doctrina, entra por mucho la vio-lencia del carácter, y por algo la ignorancia delo que acontece en otros países. Repito que lacausa de esta equivocación es su poca aptitudpara comprender las relaciones artísticas entre laidea y la forma.

Existe una cuestión, objeto directo de este es-tudio, que quiero someter al examen de mis cor-religionarios, porque, en mi sentir, es más prác-tica y más importante para la nación y para laIglesia, que la de saber si una parte misma delclero sueña en el restablecimiento imposible dela religión romana en Inglaterra. En ningunaépoca de nuestra historia, desde el sangrientoreinado de María, se ha presentado esta eventuali-dad, y no es en el siglo XIX, cuando Roma acabade sustituir al orgulloso semper eadem con quese vanagloriaba, novedades en la doctrina; cuandobruñe las enmohecidas armas que sus sincerosamigos esperaban no volvería á emplear; cuandopide á sus hijos la inmolación de su libertadmoral y repudia á la vez la historia y el pensa •miento modernos; no es, repetimos, en tiempocomo el nuestro, cuando esta eventualidad puedepresentarse; no temo sus cruzadas en Inglaterra,aunque sé lo bien dotada que está del genio de lapropaganda. Lo que trato y lo que deseo ocupeá mis correligionarios, es una cuestión que tocamás de cerca á nuestra vida religiosa. La grancuestión es saber si el movimiento que hemosindicado en favor del ritual nos conviene; si nosayuda á adorar al Omnipotente con mayor reco-gimiento cuando vamos al templo, ó si, por elcontrario, nos distrae de las preces y de la ao-cion de gracias. Por lo pronto hay una cosa cier-ta, cual es, que cuanto más añadimos al ritual,más aumentamos nuestros deberes, multiplican-do, por decirlo así, nuestra profesión de fe. Lamagnificencias que acumulamos en la casa de Dios,son otras tantas voces que nos mandan amarley respetarle, y, no entendiéndolo así, se falta á lavoluntad del Señor. Si el aumento de ceremoniasy <de pompa no nos mejora, nos empeora. El des-arrollo del ritual, tal y como lo vemos producirseentre nosotros, si no va acompañado de un des -arrollo correspondiente de fervor, implica aumentode donativos y disminución de buena voluntad.Pero hay más; creeré de buen grado que el des-arrollo del ritual, lejos de suponer desarrollo defervor religioso, implica aminoramiento. Estodebe suceder siempre que los ojos y los oidosestén demasiado ocupados por las imágenes y lossonidos.

Nuestra atención en tal caso, en vez de con-

centrarse en una idea, se dispersa. La belleza deledificio, la riqueza de la ornamentación, la pompade las ceremonias, aunque destinadas á elevar elalma, sirven con más frecuencia para distraer elespíritu, y el ritual se convierte entonces, poroportuno que sea y bien arreglado que esté, enletra muerta. Conozco que muchas personas se-rian de mi opinión, hasta el punto de calificarsede vulgaridad esto que digo, pero no dejarán porello de hacer reservas mentales para su uso par-ticular, y sin embargo, aunque sean presbiteria-nos ó no conformistas, por horror que tengan alpapismo, aunque se hayan suscrito con liberali-dad para procesar al reverendo X... por causade ritualismo, en una palabra, aun cuando secrean completamente fuera del caso, no dejande ser tan ritualistas como los demás, porque elmínimum puede ser un velo que oculte á los ado-radores el objeto de su adoración, si el que ob-serva este ritual no se vigila á sí mismo y se pre-serva de ilusiones y celadas.

En el momento de hacer esta observación, veodesde aquí á los que me aprobaban pasar de losaplausos al escepticismo. Reconozco que á pri-mera vista hay algo paradógico en el asertó deque todo ritual, por pequeño que pueda ser, con-tiene un germen peligroso. Duro es combatir lasprácticas aprobadas por los más puros protes-tantes, pero conviene recordar que nadie es juezen su propia causa. Creo difícil fijar un límitemáximo al ritual, y no menos difícil determinarel límite níhimum, porque todo esto es relativo.Ningún ritual está sobrecargado si corresponde alfervor público, y todo ritual es excesivo si tras-pasa este grado de fervor.

Si hay algo paradógico en nuestro aserto, laexplicación es fácil y la encontraremos en unerror muy generalizado que queremos evitar.Admítese generalmente que con ir á la Iglesiase cumple el deber de adorar á Dios. A los ojosde los hombres, y mientras no haya prueba encontrario, cada cual debe, en efecto, estar con-vencido de ello por lo que concierne á su pró-jimo; pero en lo que toca- á la conciencia, no su-cede así. Quién se conozca á sí mismo encontrará(á menos de haber recibido dones excepcionales)que el acto de la adoración, lejos de seguir siem-pre y necesariamente la manifestación exterior,es una de las operaciones más arduas y difícilesdel espíritu humano. Raro es conocerse, y el co-nocimiento de sí mismo es la primera condiciónrequerida para colocarse ante el trono de Dios;se necesita en seguida que dichos efectos esténen relación con este conocimiento y con el queposeemos de los atributos del Ser supremo; espreciso, en fin, gran fuerza de atención para reali-

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zar él acto interno de la plegaria que convierte ensacerdote á todo cristiano que reza; es indispen-sable, por .decirlo así, llevarnos con nuestras pro-pias manos y ofrecernos convencidos de nuestraindignidad y en unión con la víctima perfectasobre el altar de nuestro corazón. Para ello todoslos sentidos deben callarse y esforzarnos por esta.rtan sólo con Dios y con nosotros mismos, comolo estaremos el dia en que, libres de la carne,veamos al Señor frente á frente. Sin embargo, sipensamos en lo que somos, en nuestra desaten-ción, en nuestra frialdad, en la diversidad, porno decir duplicidad de intenciones con que abor-damos la piadosa obra, comprenderemos fácil-mente cuánto enerva nuestra energía, y cómo nosdeslizamos sin pensarlo por la pendiente del for-malismo exterior; y cuando este formalismo serealiza con una pompa intachable, cuando vemosrepartidas en el templo nuestras riquezas y lasobras de nuestro genio, estas circunstancias favo-recen nuestra complacencia por nosotros mismosy el olvido de nuestras faltas. En otros término»,los objetos destinados á secundarnos en la adora-ción, se sustituyen á la adoración misma, con tantamayor facilidad, cuanto son más bellos y dignosde corresponderá, la idea de Dios; de modo que elritual, precisamente por tener valor, encierratambién peligro. Los hombres encuentran en élun acrecentamiento de responsabilidad, y sin em-bargo, el suprimirlo produciría mayores incon-venientes. Lo único que puede librarnos de estosescollos, es la observancia exacta del objeto delritual, que consiste en ayudarnos en nuestras pre-ces; y esto quiere decir que la justa medida delas ceremonias del ritual es la medida exacta delas necesidades de cada uno.

Así, pues, los cambios de ritual deben corres-ponder, de siglo en siglo, á las necesidades de losespíritus y á los progresos del fervor religioso.Sin embargo, cuando vemos el desarrollo que laúltima generación le ha dado entre nosotros, des-confiamos que el fervor público haya acudido enla misma proporción. Hay cierto grado de decen-cia exterior en el culto público que todos debe-mos realizar, porque el descuido en este punto esá la vez efecto y causa de irreligión; pero si setraspasa, ¿no convendría que, sino la ley, la con-ciencia pública vigilase para impedir que fuesemás allá el falso celo? En nuestra sociedad hayinfluencias que impulsan al ritual y al lujo, yque no son influencias religiosas. Los campesinosenriquecidos son, sin duda, menos pródigos parala casa de Dios que para su propia casa, y sinembargo, desean que su iglesia esté ricamenteadornada, hasta el punto de que la magnificenciacreciente de nuestro culto y de nuestros templos

pudiera muy bien deberse á lo que en estilo co-mercial se llamsf la demanda de artículos de lujo.En tal caso, esta magnificencia, lejos de represen-tar las tendencias espiritualistas de nuestro si-glo, personificaría el instinto materialista. Existetambién, preciso es confesarlo, mayor difusiónde gusto en las masas, hoy que no está más de-purada que en épocas anteriores. Es más. difícilsufrir objetos deformes, mezquinos y feos»

Hay además otra causa, más importante acasoque las citadas, para el progreso del ritual. El ni-vel de la cultura y de la piedad se ha elevado con-siderablemente desde hace algunos años ea el cle-ro, siendo superior al de los seglares, y no seriaextraño que, apreciando la necesidad de los fielespor sus propias necesidades, el clero se haya vistoimpulsado á dar al culto exterior una pompa yun desarrollo que nó exigía la inteligencia y lacapacidad moral del común de los creyentes.

¿No sucede lo mismo én nuestros teatros? ¿Elaparato escénico no hace desaparecer el dramapara la generalidad de l«s espectadores, y la de-coración, que es lo accesorio, no se convierte paraellos en lo principal? El peligro, sin embargo, esmuy distinto en la Iglesia. En el teatro el papeldel público es pasivo, mientras que en el tem-plo los fieles desempeñan un papel activo ensumo grado.

Cualquiera que sea el efecto favorable de la re-presión administrativa en materia de ritual, yno estoy dispuesto á exagerar su valor, nuncapodrá sustituir á la reserva que en este punto seimponen las conciencias vigilantes. Para unos estarepresión será demasiado dura, para otros seráinsuficiente. Vamos á los oficios, preciso es decir-lo, sobre todo en las ciudades y particularmenteén Loares, impulsados por la moda, por la cos-tumbre y por el placer. En esto, como en las de-mas cosas, tenemos preferencias de gusto, perosólo hay un principio que debe reconocerse porguía, preguntándose uno mismo: ¿Cuál es el gé-nero de pompa ó de ceremonia que me secundaeficazmente? ¿Cuál es el que me perturba ó memolesta en la obra para la cual los cristianos sereúnen en sus iglesias?

Si consideramos el culto en general, debemosestar prevenidos contra la introducción de nove-dades, porque, siendo invariables la naturalezade Dios y la del hombre, las relaciones de ambasdeben ser constantemente iguales; la moda que,por su esencia, es un cambio, y cambio capri-choso y fantástico, nada tiene que ver en esteasunto. La diversidad de formas que exigen lascircunstancias locales ó el temperamento indivi-dual, constituyen un hecho eterno, y siempre lesdejará espacio la misma naturaleza de las cosas,

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Pero si, en vez de permanecer en el dominiode las consideraciones generales descendemos álas particulares, encontramos que, en lo que tocaá nuestro país y á nuestro tiempo, nuestras pre-venciones contra las novedades en materia de ri-tual deben ser menos absolutas. Salimos, enefecto, de un período de nuestra historia, duranteel cual el culto público ha sido desgraciadamentedescuidado. La reforma era verdaderamente nece-saria; reforma que se ha realizado, pudiendotriunfar felizmente de los escollos y de las encres-padas olas. Vemos, pues, que .el cambio es buenoalgunas veces, pero, admitido el principio, es pre-ciso determinar sus aplicaciones. Para ello cadavez que se propone un cambio especial, pueden-hacerse las preguntas siguientes:

1 .* ¿Es obligatorio bajo el punto de vista de laley? Y en este caso se examinará si el desuso deuna costumbre no contiene en ciertos casos suabrogación virtual.

2." ¿Es por su naturaleza favorable á la ado-ración ferviente é inteligente de Dios en el san-tuario?

3.a ¿Aumentará ó disminuirá la participaciónactiva de los fieles al oficio?

4.a ¿Es conforme al espíritu del Prayer-Book?5.* Es agradable á la comunidad y deseado

por ella?6." ¿Se adapta al estado moral é intelectual de

sus miembros, de modo que les acerque en vez dealejarles de Dios, haciéndoles más atentos y nomás distraídos, enardeciendo sus corazones envez de enfriarlos?

Paréceme que deben examinarse con escrupu-losidad todas estas cuestiones antes de consentiren cualquier cambio del ritual, y que, aun cuandola ley civil no se oponga al proyectado cambio,basta la contestación negativa á cualquiera deellas par» que deba ser rechazado.

Exceptuando el caso, raro hoy, de que una igle-sia no alcance el grado de decencia exterior re-querido por el culto, no veo la razón de que seviolente el sentimiento de una comunidad, cam-biando cualquier cosa en el ritual. Si el ministrode la parroquia, cree que se perjudica algún prin-cipio, que se viola alguna regla, ¿por qué no sedirige á sus feligreses? Si sólo se trata de cuestiónde gusto, debe supeditar el suyo al de la comu-nidad, comprendiendo que la instabilidad en ma-teria religiosa es por sí misma- un mal, y que in-troducir un cambio en su iglesia, por puro capri-cho, es abrir la puerta á cambios sucesivos por<el capricho de los demás, siendo mucho menos(excusable si se expone á enfriar ó á dispersar álíos fieles por satisfacer su propia voluntad.

Es indudable que se puede perfeccionar el culto

como se perfeccionan todas las cosas; pero ¿qué7entajas resultarían de la perfección si con ellase ofendiese ó contristase á los miembros de lacomunidad, y acaso se les hiciera desertar de laiglesia? ¿Puede fijarse la mirada del Omnipotentecon complacencia en tal espectáculo? Además, ¿elcristianismo ha sido dado á los hombres con to-dos los desarrollos que debia tener algún día?¿No se ha presentado, al contrario, en el mundocomo pequeña luz adecuada á la debilidad denuestra vista, que debia engrandecerse á propor-ción que esta se fortificase? ¿No ha enseñado á lahumanidad gradualmente, poco á poco cada dia,por medio de la palabra y de la experiencia? Laspiedras preciosas que brillan en la trente del Bienamado en la Escritura son los cristianos en suiglesia, y por duro que tengan el entendimientolos hombres, siempre valen más que los bancosvacíos para rendir culto al Señor.

Si el ritual progresa entre nosotros, ¿no exigeque la predicaeion se eleve en proporción igual?Nada hay tan malo, en mi concepto,como la.pom-pa en el culto y ta mezquindad en la interpreta-ción de la ley; pero, admitiendo que esta inter-pretación sea lata y sana, es preciso apreciardignamente el poder de la elocuencia. El rito y lapalabra deben concurrir á estimular la devoción,.y si el predicador sabe enardecer el corazón ásu auditorio, interesarle y edificarle, conseguiráel medio de sacar buen partido de la pompa delritual, evitando sus peligros.

Pero si el clero ha sucumbido á veces á las ten-taciones de la propia voluntad imponiendo á losfieles ceremonias ó detalles de culto que repugna-ban, preciso es convenir que los legos están su-jetos á los mismos defectos sin tener iguales ex-cusas. No es extraño ver la obstinación con quenos atenemos á nuestros usos cuando nos encon-tramos en una iglesia donde se observan otros.Poco nos importa entonces dar escándalo, llamarla atención y distraer al público, cual si el pre-cepto del Apóstol no fuera que se haga todo paratodos. ¿Creemos acaso que la disciplina sólo con-viene al clero? Porque si nosotros los seglares pre-tendemos regentar nuestras iglesias, deberemosal menos tener presente que la libertad de losdemás limita la nuestra, y que se debe obedeceren las cosas indiferentes para la fe, á las costum-bres de la comunidad en que accidentalmente nosencontramos. Cuando el clero sea completamenterazonable, es probable que sufra, por la sinrazónde algunas voluntades individuales entre susfieles; pero si es digno de su alta misión entrelos hombres, comprenderá que no debe imponernada á nadie, por temor á que lo que ofrece comomedio de salud se convierta en piedra de discor-

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dia. Revistiendo la armadura de la paciencia,pronto conocerá su fuerza. Hay, finalmente, unrecurso que está sn sus manos, y del cual nadiele impedirá servirse: el ejemplo. Esta falta de in-teligencia en la expresión exterior de las cosas in-teriores, esta ausencia de la facultad plástica queheseñalado en la nación,se hace sentir en loshom-bres de la Iglesia como en los demás. Recuerdohaber oido á un ministro reprender á los niños decoro en la iglesia por su falta de formalidad, conexpresiones y ademanes propios de una taberna.

El primero y último artículo del ritual, el másesencial de todos, es el respeto y recogimiento porparte del mismo clero. Nada puede sustituir esterespeto, y él puede bastar á todo. Este respeto noes la afectación ni consiste en genuflexiones ó entérminos convenidos: Nequeo monstrare et sentiotantum. Este respeto es la parte más importantedel ritual, porque el ritual consiste ex vi terminien símbolos. Ahora bien; el respeto implica laidea de la cosa á que se tributa y expresa porsignos exteriores, por una actitud convenienteel convencimiento de la presencia de Dios. Elministro es necesariamente el centro, el cora-zón de la comunidad. La actitud de la grey seajusta á la suya, y los fieles siguen el impulsoque él les da. Si con su piedad y respeto, el mi-nistro da el tono á la asistencia, todos los deta-lles del ritual se adaptarán por sí mismos á esterespeto y á esta piedad. Esto es, por fortuna,cierto en todas las iglesias y en todas las comu-nidades. La actitud respetuosa y devota de lospastores y de los fieles, era, hace cuarenta años,privilegio exclusivo de la Margaret Chapel, dondehabia entonces ministros llamados evangelistas.Lo conservó con Mr. Oakeley (que desgraciada-mente hemos perdido) y con Mr. Upton Richards,que sabia dar el servicio más sencillo, en un edifi-cio cuya fealdad y pobreza llamarían hoy la aten-ción al menos exigente de la comunidad, verdaderagrandeza. La Iglesia católica posee hoy á misterOakeley, y aprovecha sus admirables dotes comomúsico, y el sentimiento tan justo déla armoníapropia al culto que le distingue. Anteriormen-te tenia á su alrededor la más piadosa, la másdevota y la más inteligente comunidad que se haencontrado jamás en todo el mundo cristiano.

Apelaré, para terminar, á una autoridad incon-trovertible. En el capítulo xiv de la primera epís-tola de San Pablo á los Corintios, encuentro lo quellamaré código del ritual, bajo la ley del NuevoTestamento. Las reglas fijadas por el Apóstolpara determinar el valor comparativo de los do-nes, entonces tan comunes en la primitiva Igle-sia, nos proporcionan los principios aplicables alreglamento de las cosas del culto.

Importa saber que el Apóstol las enuncia inme-diatamente después de esa admirable efusión so-bre los caracteres de la caridad, á que no puedecompararse toda la elocuencia ética de Grecia óde Roma. El objeto más elevado que propone(v. 5) es la edificación en, la Iglesia. La mejor pie-dra de toque para conocer lo que es bueno y loque es malo en materia de ritual, es el deseo delApóstol: «Que la Iglesia, dice, sea ejemplo de edi-ficación.» Esta regla vale más que la investiga-ción abstracta de una perfección imaginaria ó quela tradicional adhesión á mezquinas preocupa-ciones.

W. E. GLADSTOHEÍ

FISIOLOGÍA I INSTRUCCIÓN D I LOS SORDO-MUDOS.

Publicáronse no há mucho tiempo los pretendidosextraordinarios resultados que un músico italianohabia obtenido, aplicando determinado procedimientoal desarrollo eufónico del sonido de la voz en lossordo-mudos. Como sucede con frecuencia, la prensaha iáo acaso más allá de las intenciones del autor, yno puede dudarse que ha exagerado los resultadosobtenidos. Estas exageraciones no han sido desmenti-das, y creemos útil decir sobre el asunto algunas pala-bras, hijas del buen sentido y expresión de los últimosadelantos de la ciencia.

Vamos á examinar dos cuestiones:1." ¿Hasta qué punto puede perfeccionarse el so- -

nido de la voz en el sordo-mudo?2.* El sordo-mudo ¿puede aprender nuestra pa-

labra?

¿Hasta qué punto puede perfeccionarse el sonido dela voz en el sordo-mudo?

Para formarse justa idea del grado de perfecciónque el sonido de la voz puede adquirir en el sordo-mudo, es indispensable conocer las leyes fundamen-tales que presiden la ejecución de los diversos movi-mientos en la máquina animal. Reasumiremos estasleyes, que hemos dado á conocer en nuestra Fisiologíadel sistema nervioso.

En la ejecución de todo movimiento intervienen ne-cesariamente dos factores: 1.» Una excitación cual-quiera sensible ó insensible, y destinada á despertarlos centros nerviosos. 2.° La contracción muscularsensible ó insensible.

La parte que corresponde á cada uno de estos dosfactores, es variable según la naturaleza del movi-miento ejecutado, y por ello debemos examinarla enlos tres órdenes de movimiento qué encontramos enel cuerpo vivo.

1." Movimientos automáticos ó inconscientes. Enel primer orden de movimientos que designamos con

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el nombre de «movimientos automáticos ó incons-cientes», basta que una excitación recibida por unaparte del cuerpo, sea trasmitida á los centros nervio-sos para que se produzca un movimiento de reacción.

Estos movimientos están inscritos en la materia, yla coordinación admirable que preside á su ejecu-ción, orgánicamente preparada de antemano en loscentros nerviosos. El feto, en el seno de la madre,ejecuta movimientos de esta naturaleza, y el hombredormido, á quien se excita de algún modo, reaccionatambién de igual manera. Escogemos expresamentenuestros ejemplos en la inconsciencia del sueño y dela vida fetal, para que resalte el hecho de que el fe-nómeno que precede y provoca el movimiento, no esfenómeno de sensibilidad, sino de simple excitación.Sabemos que á esto se llama sensibilidad incons-ciente, pero nos repugna emplear una asociación depalabras tan disparatoda y contraria á la buena lógica.So siente, ó no se siente; si no se siente, no puede de-cirse que la sensibilidad interviene; hay sólo una sen-cilla excitación. En otra parte hemos designado estosfenómenos con el nombre de impreso-motores. Losmovimientos reflejos están comprendidos en el ordende los movimientos automáticos, pero se distinguende éstos últimos, en que pertenecen á la vida funcio-.nal de nutrición, mientras aquellos corresponden á lavida funcional de relación.

El sentimiento de contracción muscular, y el senti-miento en general, no existen en la ejecución de losmovimientos automáticos. La única medida de la con-tracción muscular, es el grado de excitación que laprovoca; fuerte ó débil, duradera ó pasajera, la con-tracción obedece á los diversos modos de la excita-ción, y el movimiento que resulta es un movimientoprevisto orgánicamente, agenciado en sus condicioneselementales.

2.° Movimientos instintivos. En el segundo or-den de movimientos, que designamos con el nombrede movimientos instintivos, encontramos los mismosfactores, excitación y contracción muscular. Peroestos factores preséntanse aquí bajo nueva forma: elanimal siente el grado de contracción muscular, ysiente también la excitación recibida. A estas dos con-diciones corresponde un perfeccionamiento conside-rable del ser vivo, considerado como fuerza motriz. Enefecto, desde el momento en que siente el estado dela contracción muscular, desde el momento en quesiente también la excitación y la fuente de donde pro-viene, el animal no es el esclavo que obedece á la ex-citación; modifica á su gusto el estado de Ja contrac-ción muscular y provoca por este medio movimientosapropiados ala naturaleza de la fuerza excitante; si laexcitación es dulce y buena se aproxima á ella conmovimientos que llamaremos atractivos; si es agre-siva ódolorosa, huye de ella, provocando, movimientoscontrarios, que designaremos con el nombre de re-

pulsivos; finalmente, sin huir ni aproximarse, puede,ejecutar movimientos en relación con la manera agra-dable ó penosa que le ha afectado, é indica así almundo exterior las variables modificaciones de la sen-sibilidad. Estos últimos movimientos los designaremoscon el nombre de movimientos expresivos.

Los movimientos atractivos, repulsivos y expresi-vos están orgánicamente previstos como los movi-mientos automáticos; la sensibilidad no dirige su eje-cución en un sentido especial; basta que los centrosnerviosos sean excitados de cierto modo, y su ejecu-ción coordinada suceda á esta excitación. El pato quesale del huevo se dirige espontáneamente al agua sinningún aprendizaje; el perro recien nacido encuentraigual modo la teta de la madre y mama; el niño queviene al mundo grita, sin haberse ejercitado nuncaen provocar los movimientos que producen un soni-do. Esta posibilidad de ejecutar movimientos de con-junto fuera de la acción directora de un sentido es-pecial, nos explica por qué el sordo-mudode naci-miento puede ejecutar movimientos que produzcansonidos bocales, aunque esté privado del sentido deloido, pues cuando se trata de movimientos instintivosno es necesario la intervención de un sentido director.La sensibilidad, sin embargo, no está ausente en larealización de los movimientos instintivos, y como yalo hemos dicho, se presenta bajo dos puntos de vistamuy distintos: 1." Por medio de los sentidos el ani-mal siente el objeto que ha de conseguir, y dirigelos movimientos del cuerpo hacia ese objeto. 2.° Pormedio del sentimiento de la contracción muscularmide el esfuerzo necesario para obtener los movi-mientos favorables á su propósito. Esta intervenciónindispensable de la sensibilidad en los movimientosinstintivos, distingue esencialmente á estos últimosde los movimientos automáticos.

3.° Movimientos inteligentes. Hay por fin un ter-cer orden de movimientos, que designaremos con elnombre de movimientos inteligentes, y en el cual en-contramos, como en los precedentes, la intervenciónnecesaria del sentimiento de la contracción muscu-lar y del sentimiento en general; pero se distinguen deellos en las condiciones que presiden á su ejecución.Según hemos dicho antes, los movimientos instinti-vos están orgánicamente previstos de antemano, y surealización depende inmediatamente de la excitaciónsensible que los provoca, sin que el cerebro intervengapara modificar con conocimiento las condiciones fun-damentales de su agrupación. Los movimientos inte-ligentes no están organizados de antemano, y sólo seposéela posibilidad de su ejecución. Cuando la inteli-gencia quiere provocar uno de estos movimientos, loconcibe de antemano (á menos que el profesor no leofrezca el modelo), traza mentalmente el diseño, y se-gún este modelo interior, acomoda los movimientosinstintivos al capricho de sus determinaciones. Ahora

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bien, para modificar un movimiento instintivo y adap-tarlo á las exigencias del modelo, es preciso que lainteligencia dirija su ejecución, es preciso que vea silo que ella hace es conforme á sus deseos; es preciso,en una palabra, que se vea en sus propios actos. Aeste efecto hace intervenir en todos ellos la accióndirectora y sensible de un sentido especial; si pro-voca movimientos que conducen á una imagen, áun gesto, á una actitud, hace intervenir al sentido dela vista, y si los movimientos conducen á un sonido,llama en su ayuda al sentido del oído; en estas cir-cunstancias los sentidos especiales sirven, no sólo paradirigir la ejecución del movimiento que se desea, sinopara conocer el resultado de este movimiento y pararetenerlo en la memoria como matriz fotográfica,pronta á favorecer en lo porvenir la reproducción delmismo movimiento. Si esta memoria no existiera, lamecánica de los movimientos inteligentes seria eternoaprendizaje.

Por motivos que en otro lugar hemos expuesto,los movimientos inteligentes son especiales del hom-bre, y están ejecutados por los mismos órganos querealizan los movimientos instintivos; pero se distin-guen de éstos últimos por los caracteres esencialesque acabamos de señalar; mientras que en la ejecuciónde los movimientos instintivos, la acción directora deun sentido especial, es insólita, en los movimientosinteligentes, por el contrario, esta acción es indispen-sable, y puede ser considerada como lo característicoexterior de los citados movimientos. Este carácteresencial obligatorio permite ya entrever algunas im-posibilidades respscto á la instrucción de los sordo-mudos de nacimiento. Pero no anticipemos las ideas.Después de haber reasumido las condiciones funda-mentales que presiden á la ejecución de todos los mo-vimientos, podemos contestar terminantemente á lapregunta ó proposición que antes hemos hecho.

El sordo-mudo puede hacer oir sonidos vocales ins-tintivos, para cuya ejecución no sea necesario el sen-tido del oido; basta para ello que se presente la exci-tación necesaria á estos movimientos. Pero los sonidosinstintivos sólo son materia primera, poco á propósitopara servir de instrumentos de relación; para ser útilesdeben estar perfeccionados, es decir, ser inteligentes, ydesde entonces la inteligencia ya interviene en su eje-cución con las exigencias que ánte3 hemos formulado.1." Es preciso que la inteligencia advierta los sonidosque provoca para modificarlos á su gusto, según elmodelo interior que se ha formado ó las indicacionesdel modelo que el profesor presente. 2.° Es precisoque reserve en la memoria del sentido del oido el re-sultado de sus operaciones. Privado del sentido deloido, el sorilo-mudo no tiene medio para reemplazarestas condiciones indispensables, y por ello nos cree-mos autorizados para declarar que es fisiológicamenteimposible que el sordo-mudo emita sonidos vocales

inteligentes. Un hombre que no oye, y que por conse-cuencia no puede apreciar la cualidad de los sonidos;un hombre que además no puede conservar el recuer-do del producto de sus actos, no sabía perfeccionarun fenómeno sonoro, y si llega á obtener una especiede perfección limitadísima, no es por la perfección delos sonidos de la voz, sino de otra cosa, según vamosá ver.

Se consigue, en efecto, reglamentar hasta ciertopunto la mecánica vocal de los sordo-niudos, y lafisiología nos da el secreto de esta posibilidad. Hemosvisto que en todo movimiento inteligente hay dos fac-tores, el sentimiento de la contracción muscular, y lasensación especial que advierte y dirige el movimien-to. Faltándole esta última sensación, el sordo-mudono sabe que produce, un sonido provocando ciertosmovimientos, pero sabe, por el sentido muscular, quecontrae de cierta manera los músculos fonadores. Estosentimiento es precioso recurso, porque, valiéndose deél, puede ejercitarse el sordo-mudo en producir sonidosmás ó menos fuertes, más ó menos débiles, y. de unatonalidad más ó menos elevada. Por este medio llevael sordo-mudo á su memoria, no los fenómenos sono-ros, como lo hacemos nosotros, sino los recuerdos delestado de contracción muscular; pero, si un fenó-meno sonoro se graba fácilmente en la memoria, nosucede lo mismo con el recuerdo del estado de la con-tracción muscular, cuando no va acompañado del re-cuerdo de una sensación especial. La naturaleza vaga,casi impalpable del objeto de la sensación, hace esterecuerdo dificilísimo, y la imposibilidad en que seencuentra el sordo-mudo de llamar en su ayuda elrecuerdo de la sensación especial que acompaña á lacontracción muscular, es decir, el recuerdo del so-nido, le impone límites excesivamente restringidos.Hágase, pues, lo que se quiera, la perfección apa-rente que se obtiene en los sonidos vocales del sordo-mudo,ves de escasa importancia, reduciéndose aalgunos sonidos fuertes ó débiles y diferentes porla tonalidad; pero en ningún caso desaparece porcompleto el carácter instintivo de estos sonidos, nipuede decirse que, en el verdadero sordo de naci-miento, revistan jamás todos los caracteres de sonidosinteligentes.

Estos resultados, obtenidos con gran trabajo, pare-cerán aún menos satisfactorios si so considera que soninútiles para el pobre inválido, tan pronto como cesala gimnástica diaria á que ha sido preciso someterle.Esto es regla general para las familias pobres, y alvolver á la casa paterna, el niño olvida pronto los so-nidos articulados que le han ensenado en el colegio.En las familias ricas se conservan, con ayuda de unprofesor, los resultados obtenidos, pero desde enton-ces la educación del sordo-mudo no acaba nunca.

A pesar de estas condiciones desfavorables, cuyarazón fisiológica hemos dado, opinamos que conviene

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ejercitar los sonidos de la voz del sordo-mudo, porquelos sonidos perfeccicnados son la primera materia dela palabra mímica; pero sólo debe esperarse de estagimnástica lo que es fisiológicamente posible, es decir,una voz menos ruda, más flexible, más pura y de cor-tísima variedad de tonos.

Los fenómenos extraordinarios de que ha habladoúltimamente la prensa, son én realidad sencillísimos.

Los niños que han recibido ya cierto desarrollo porla enseñanza de la articulación y de la escritura, pue-den obedecer á las excitaciones de un extraño y re-producir algunos monosílabos, algunas notas que se lehayan enseñado. Pero la cuestión de la enseñanza de lossordo-mudos no debe descansar en esta base, porquese obtienen los mismos resultados con el perro ó conel loro cuando se les educa para filo. Lo que nos in-teresa ante todo, es saber si estos fenómenos sonorosque se obtienen del sordo-mudo pueden ser repro-ducidos espontánea y fácilmente para utilizarlos comosignos de lenguaje. Esta es la cuestión, cuya impor-tancia puede apreciarse en virtud de lo dicho.

¿Puede aprender el sordo-mudo nuestra palabra?

Desde Fabricio d'Aquapendente, desde van Hel-mont, desde Periere se ha tenido siempre la preten-sión de hacer hablar á los sordo-mudos. Esta preten-sión encontraba su principal apoyo en lo mucho quehalagaba las preocupaciones íntimas de los padres deestos desgraciados. Las familias, en general, tienenprofundo horror al empleo de signos mímicos, queson expresión elocuentísima de la sordo-mudez de losniños, y reciben con agrado todos los falsos sistemasque prometen la adquisición de la palabra. No cen-suraremos esta manifestación natural de la solicitudpaterna, pero debemos ilustrarla.

A la pregunta de si se puede enseñar á los sordo-mudos la verdadera palabra, la lengua nacional, comodicen ciertos instructores, contestaremos del modomás categórico: «no; esto no es posible;» hay muchaslenguas, pero sólo hay una palabra, y ésta no puedeenseñarse á los sordo-mudos. Nuestra afirmación seapoya en el conocimiento de las leyes que presidenla formación de las lenguas. Toda lengua, en efecto,está compuesta de movimientos provocados y dirigi-dos en su ejecución por un sentido capaz de apreciar-los, el resultado de estos movimientos, sonido ó ima-gen está grabado en la memoria del sentido que dirigesu ejecución: do aquí que se impongan á quien quierahablar dos condiciones inevitables: 1." es preciso queoiga, para dirigir de un modo inteligente los movi-mientos que producen el sonido; 2." es preciso queoiga, para grabar la palabra en la memoria del sentidodel oido. No oyendo el sorcto-mudo, no puede dirigirlos movimientos sonoros de un modo inteligente, nigrabar el fenómeno sonoro en su memoria, por tantono habla ni puede hablar.

Diráse, sin embargo, que hay sordo-mudos que pro-nuncian á veces algunas frases. Es verdad, pero nodebe confundirse esta seudo-palabra con la verdaderapalabra. La seudo-palabra de los sordo-mudos es unlenguaje mímico acompañado de sonidos. El sordo-mudo lee en nuestros labios la representación mímicade nuestra palabra, y cuando intenta hablar, reproduceesos mismos signos mímicos, acompañándolos con so-nidos penosos de oir casi siempre, porque no puedeapreciar la cualidad por medio del sentido del oido.

La coexistencia de dos órdenes de signos, unosmímicos y otros sonoros, en la expresión de la pala-bra, deja entrever la posibilidad de enseñar á lossordo-mudos, si no la verdadera palabra, al menos lapalabra mímica. Poco importa, por lo demás, queel sordo-mudo se exprese según las leyes del lenguajemímico, ó las dol lenguaje hablado: desde el momentoen que se haga oir y comprender, consigue cuantopuede desearse. Debemos, pues, examinar hasta quépunto el sordo-mudo puede adquirir la mímica denuestra palabra, y determinar exactamente el valor deestá-traducción en el concepto del desarrollo de suinteligencia y en el de sus relaciones exteriores.

La enseñanza mímica de nuestra palabra en los sor-do-mudos ha dado hasta ahora resultados poco* satis-factorios, pues se limita á la pronunciación de algunasfrases insignificantes, empleándose en que las aprendatodo el tiempo consagrado á su educación. .

¿Puede reformarse ó perfeccionarse esta enseñanza?No, por desgracia, porque á ello se oponen fatalmentelas siguientes causas:

1.° Los movimientos de los labios y de las demáspartes de la boca no traducen exactamente á la vistatodos los signos elementales y los diversos timbrescontenidos en el signo sonoro. Algunos de estos sig-nos se ven fácilmente, pero el mayor número es in-visible, y de aquí la imposibilidad de grabar su ima-gen en lá memoria visual. Hacer abstracción de vues-tro oido, y probad á grabar en la memoria del sentidode la vista las partes cuya disposición ó movimientoacompañan la pronunciación de una g, de una m, ó deuna h; así veréis cuan ingrato es este procedimiento.

2.° El sordo-mudo, á quien sé enseña la palabramimicada, no debe solamente grabar en su memoriala imagen de las partes cuyo movimiento y disposiciónacompañan la pronunciación de las letras, sino tam-bién el recuerdo de los sonidos ó su equivalente. Eneste punto la dificultad es mayor; el sordo-mudo nopuede percibir la imagen de los invisibles movimien-tos laríngeos, y se ve reducido á recordar el estadode contracción muscular correspondiente á cada so-nido determinado. ¿Qué puede llegar á ser la modula-ción de la palabra inspirada únicamente por el recuer-do del estado de contracción muscular?

3.° El carácter especial del lenguaje mímico y ha-blado no es completamente igual, y la traducción del

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uno por el otro no conviene á las exigencias que acom-pañan á la evolución del pensamiento. La palabra sin-tetiza en un sonido, en un movimiento rápido comoel rayo multitud de signos elementales, que despier-tan en el sentido del oido muchas impresiones. Lamímica, por el contrario, analiza cada uno de estossignos elementales; puede decirse que los desgrana,y que sólo por esta operación despierta útilmente elsentido de la vista. De aquí se deduce que para pro-nunciar una palabra el sordo-mudo, se ve obligadoá silabearla, con la lentitud que todo el mundo sabe.Esta lentitud es incompatible con el ejercicio del pen-samiento. Según antes hemos demostrado, los movi-mientos cerebrales se producen por su naturaleza concierta rapidez, y cuando los instrumentos no respon-den á ella, la mecánica intelectual se realiza mal ó nose realiza.

De aquí que los sordo-mudos, inspirados por su ins-tinto y sometidos a las leyes naturales, hayan inven-lado un lenguaje mímico que sintetiza en un gesto,en una postura ó en una imagen, un pensamiento á ve-ces muy complejo, y que exigiría para ser interpre-tado por el lenguaje gran número de palabras; la ideade traducir mímicamente cada uno de los signos ele-mentales de la palabra, nunca la hubieran realizado.Esto sólo puede ocurrirle á hombres que, poseyendo yaun lenguaje, no comprenden bien las condiciones quedeben reunir los instrumentos del pensamiento. Escierto que un sordo-mudo emplea á veces el alfabetomanual para traducir literalmente cada letra de unapalabra; pero esto acontece cuando quiere precisar laidea que la palabra contiene, y la experiencia ha de-mostrado que no sabria pensar con estos signos alfa-béticos. Pues bien; los signos mímicos de la seudo-palabra con que se pretende dotar á los sordo-mudosson esos mismos signos alfabéticos, con la única di-ferencia de ser ejecutados con las partes de la bocaen vez de serlo con los dedos, y que, al mismo tiempo,van acompañados de un fenómeno sonoro. Esta dife-

, rencia, lejos de ser ventajosa al sordo-mudo, le es sindisputa perjudicial por la oscuridad de los signos quese ejecutan con la boca.

Las tres causas que acabamos de examinar, redu-cen á poquísima cosa las ventajas que el sordo-mudopuede alcanzar con la scudo-palabra. Estas ventajasse resumen en la posibilidad de pronunciar más 6menos bien algunas frases insignificantes que el sordo-mudo se ve obligado ú repetir con frecuencia, para queno desaparezcan de su vocabulario. En cuanto á pen-sar con la seudo-palabra, ya hemos dicho que era im-posible (1).

(1) Entiéndase que hablamos de los verdaderos sordos de naci-

miento, considerando como tales á los que se han visto privados del

sentido del oido en los dos ó tres primeros años de su vida. Los niños

que oyen algo pueden aprender la palabra, y se les debe enseñar; pero

este caso es raro en los colegios, y hay que estar prevenido, porque no

TOMO I I .

A pesar de los cortos resultados que da la enseñan-za de la seudo-palabra, creemos que no debe desde-ñarse. La pronunciación do una sola palabra justifica-ría por sí sola dicha enseñanza. Pero no queremos queesta adquisición absorba toda la vida intelectual delsordo-mudo, y que bajo el pretexto pueril de hacerleexpresar algunos fenómenos sonoros, se le condene áuna ignorancia deplorable. No debe perderse de vistaque la inteligencia no se desarrolla sino á condiciónde estar servida por un lenguaje fisiológico, por la ver-dadera mímica ó por la palabra, porq'ue sólo estos doslenguajes existen. Ahora bien, pretendiendo educar álos sordo-mudos con un lenguaje que no es ni la ver-dadera mímica, ni la verdadera palabra, y sometién-doles por fuerza á esta instrucción contra la natu-raleza, se choca con todos sus sentimientos, se com-primen todas sus tendencias expansivas, y se añade ásu incapacidad, ya tan grande, los tormentos de unaexistencia desocupada que no puede manifestarse ex-teriormente sino por algunos sonidos roncos y apenasarticulados.

Si los instructores y los padres comprendieran comonosotros cuan triste es una vida así comprimida, nolo sacriíicarian todoá la satisfacción de oir salir algu-nos sonidos de la boca de los pobres inválidos; y, le-jos de suprimir el verdadero lenguaje mímico, tan ex-presivo y tan fácil, se aplicarían por el contrario ápulirle, completarle y hacerle lo más apto posible parala mejor expresión del pensamiento. Obrando así,extendiéndolos conocimientos del sordo-mudo, en-sancharían la fuente de sus goces intelectuales y mo-rales, y le harian más apto para gozar de los placeresde la sociedad. Al mismo tiempo podrían ocuparsetambién en perfeccionar los sonidos de la voz, y llega-rían tanto más pronto á producir los signos del len-guaje, cuanto más desarrollada estuviese la inteligen-cia de\^ordo-mudo. En otros términos: desarrollarprimero la inteligencia del sordo-mudo por medio'desu instrumento natura!, es decir, por el lenguaje mí-mico, hacerle traducir este lenguaje en escritura, yejercitarle en pronunciar algunas frases, es la base enla que debe descansar la enseñanza fisiológica delsordo-mudo.

Las deducciones que acabamos de formular son laexpresión de hechos fisiológicos perfectamente esta-blecidos, y se puede decir muy alto, que la cuestión dela enseñanza de los sordo-mudos está científicamentejuzgada.

No parece, sin embargo, llegado el tiempo en quehaya decisión de utilizar tan preciosas nociones.Esto depende, por un lado, de las preocupaciones de

faltan instructores sinceros ó de mala fe que presentan á niños que oyenalgo como prueba de la posibilidad de la enseñanza de la verdadera pa-labra á los sordo-mudos. Este error ó esta superchería es tanto más cen-surable, cuanto que se encamina á sacrificar, en provecho de la satisfac-ción de algunos, los intereses del mayornúmero.

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la tradición, y de otro de las dificultades que rodeanel problema. Quizá la sección de fisiología de la Aca-demia de Medicina, por ser la única con autoridadpara hablar oficialmente de esle asunto, podría apre-surar la hora de la emancipación y llevar pronto álos veinte mil sordo-mudos de Francia los beneficiosde una educación verdadera, tan completa como fueraposible, atribuyéndose atí nuestro pafs por segundavez el mérito de haber alargado mano caritativa óinteligente á la clase más interesante de los inválidos.

EDUARDO FOURNIER.

LA MUJER PROPIA.L E Y E N D A D R A M Á T I C A D E L S I G L O X V I .

(Conclusión.) *

ESCENA XII.DOÑA JUANA jr PÉREZ.

DOÑA JUANA.¡Ah!... Dime, ¿qué pensamientotienes...

PÉREZ.

Negar cuantas vecesme interroguen. Si mis juecesme someten al tormento...

DOÑA JUANA.[Dios mió 1...

PÉREZ;

(Coaira.) Entonces . . .DOÑA JUANA.

Confiesa...PÉREZ.

Declararé al tribunalque existe una orden del Realpuño...

DOÑA JUANA.

Y ¿qué se manda en esaorden?

PÉREZ.

Matar.DOÑA JUANA.

¿A Juan?...PÉREZ.

Sí.DOÑA JUANA.

LuegO el Rey . . . (Con alegría.)PÉREZ.

Yo engañé al Rey...DOÑA JUANA.

( ¡ A l l í ) (Reprimiendo su dolor.)

* Véanse los número» 20, 21, 23, 24, 26, 27, 29, 31, 32, 33 y 34,páginas 54, 84,184, 187, 239, 287, 350, 414, 449, 476 y 514.

PÉREZ,

Y si á él no le guardé leydebo g-u arelármela á mí.La paz le he propuesto: piensavengarse: que se denigrepor su gusto. ¿Hiere al tigre?¡El tigre tiene defensa!

"DOÑA JUANA.

Eso... Sí... Tienes razón,A n t o n i o . . . (Vacilando.)

PÉREZ.

Razón y empeñode vivir...

DOÑA JUANA.

(Con decisión.) [ S í , v i v e !

PÉREZ.

Y sueñocon mi rehabilitación...A mis ojos... siempre fijos •en el norte que me guia...

(Contemplándola cariñosamente.)

y á los tuyos, Juana mia,y a los de mis pobres hijos.

DOÑA JUANA.

Dame el papel, que está aquíás S e g U r O . . . (Guardándolo en el pecho.)

y vé sin miedoante tus jueces; yo quedopidiendo á su Juez por tí!

(Pérez se va por la izquierda, después de apretar las manos áDoña Juana.)

PÉREZ.

Él hará lo que tú pidas,que eres un ángel 1

ESCENA XIII.DOÑA JUANA : LA PRINCESA y LEÓN LOBO

salen en seguida por el fondo.DOÑA JUANA.

Señor,oye el grito de dolorque me arrancan mis heridas.En tu alto poder confio...Ya que del bien dueño eres,haz el bien: ¿para qué quieressiñó tu poder, Dios mió?

PRINCESA.(A León Lobo, mirando recelosa en torno suyo.)

¿No está Pérez?LEÓN.

No. Pasad,y esperad á que yo vengaá avisaros . . . (Vase.)

DOÑA JUANA.

(viendo s Doña Ana.) jAh!—¡Que t engatanta audacia la maldad![Princesa!

N.° 35 CARLOS COELLO. -IX MUJER PROPIA. 547

PRINCESA.

[Juana!DOÑA JUANA.

|Esto pasade audacia ya! ¿Todavíaconspiráis, señora mia,contra la paz de mi casa?

PRINCESA.

¿ V u e s t r a Casa?. . . (Con estrañeza.)

DOÑA JUANA.

Me he mudadoaquí.

PRINCESA.¡Aquí?... (¿Qué desvarío

es éste?)DOÑA JUANA.

Y mi esposo es mió,porque yo me lo he ganado.Hasta hoy pudo ser quizásvuestro: mas ya el poderosoconcluyó; queda el esposo,y ese es mió nada más.Hoy con angustias mortalesoprimido, tiembla y llora.¿Pues cómo esperáis, señora,que yo consienta rivales?Princesa, os podéis marchar,y no volver á venir;aquí hay penas que partir,no venturas que robar I

PRINCESA,

Esa nueva humillaciónnecesitaba!...—Yo os ruegoque me oigáis.

DOÑA JUANA.

(Resistiéndose.) Señora...

PRINCESA.

Y luegoseguiréis la acusación,no ya contra la Princesaque un tiempo os pudo ofender;contra la pobre mujerá quien se prende y procesa.

HOÑA JUANA.

¿Qué estáis diciendo? (Sorprendida.)PRINCESA.

Al llegará mi casa, de ir en baldeá la vuestra, hallé un alcaldeen ella, y sin respetarfueros con que alzarme puedo,sin dar ni al sonrojo pausa...

DOÑA JUANA.

¿Venís...PRINCESA.

A entrar en la causa

de la muerte de Escobodol' DOÑA JUANA.

¿A prestar declaración?PRINCESA.

Insultadme ahora.DOÑA JUANA.

(Llora...)PRINCESA.

Insultadme ahora!DOÑA JUANA.

Ahora,Princesa, os pido perdón.

PRINCESA.

Perdón... ¿Perdón vos á mí.?¿Es burla? De vos no creo...

DOÑA JUANA.

Pues ¿qué he hacer cuando os veotan humillada ante mí?

PRINCESA.

Sois discreta y generosa,y sin hacer de ello gala,el bien vuestro pecho exhalacomo el perfume la rosa.Hoy el cielo, de raíz,todas mis grandezas trunca;yo no he sido mala nunca;yo he sido siempre infeliz.-Lo juro... Mal educada,víctima de un hado injusto,casi siempre he hecho mi gusto,y he vivido disgustada.Y he buscado la razón,y ya á mostrárseme empieza.El mal está en la cabeza...

DOÑA JUANA.

P e r o n ó e n el c o r a z ó n ! (Abrazándola.)

De ésas faltas tan livianasel llanto el peso mitiga.

PRINCESA.

Yo os traté como á enemiga

DOÑA JUANA.

El dolor nos hace hermanas.Y este cariño por puntosva á crecer.

PRINCESA.

¿Cómo pagar...DOÑA JUANA.

Porque es mucho más llorarjuntos...

PRINCESA.

Sí, que gozar juntos!Tarde lo llego á entender.

DOÑA JUANA.

Los humanos se equivocan.

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ESCENA XIV.DICHAS y LEÓN LOBO, que al ver abrazadas á laPrincesa y á Doña Juana se queda en la puerta lo

mismo que cuando salió en la escena xi.

LEÓN.

(Vayal hoy, por lo visto, tocaná darse abrazos... y á ver.)Señora Princesa...

PRINCESA.

(Volviéndose.) ¿ Y a ?

DOÑA JUANA.

¡Valor!PRINCESA.

Por vos, voy rehecha.7 t/

ESCENA XV.DOÑA JUANA; luego VÁZQUEZ, por la izquierda.

DOÑA JUANA.

Estoy triste... y satisfecha,y no doy con el por qué.L a S i t uac ión eS m u y g r a v e . (Después de un momento.)

Si hoy el Rey á Doña Anaprende y procesa, mañanallegará acaso... ¿Quién sabedónde llega su severorigor?—Si Antonio pudierahuir de aquí... Si consiguieraengañar al carcelero.Le podemos sobornarcon joyas...

(Sacando algunas del bolsillo y guardándolas en sftjjuido,)

[Qué tontería!Yo sueño... y me pasaríala vida entera en soñar.El cielo me ayudaráá S a l v a r l e . (Sale Vázquez.)

—¿Quién... (¡Ah! Calma:valor.)

VÁZQUEZ.

(Me decia el almaque estaba aquí... y aquí está.Bien claro al hablar conmigoune lo anunció el Rey.)

DOÑA JUANA.

(¿Qué hago?¿Irme ó...)

VÁZQUEZ.

(Y en él, el amagoes el eco del castigo.)

DOÑA JUANA.

P e r m i t i d . . . (Dando un paso hacia el foro.)

VÁZQUEZ.

Dejad, señora,quie os pagué males con bienesqiuien sufre vuestros desdenes,

quien despreciado os adora!DOÑA J M N A .

I j l l i . . . (Con altivez, retirándose.)

VÁZQUEZ.

Al miraros en caminode perder la honra ó la vida,al miraros confundidacon el traidor asesino...no penséis que á demandarosamor el amante viene.

DOÑA JUANA.

¿Pues...VÁZQUEZ.

Mi amor deberes tiene,y hoy tiene el de libertaros.

DOÑA JUANA.

(Me cree presa!)VÁZQUEZ.

Por cumplirese sagrado deber,poco es dejar el podery menos aún es morir.

DOÑA JUANA.

(A Ser pOSible . . . ) (Muy preocupada.)

VÁZQUEZ.

¿Calláis?...En vos el decoro pugnacon... La cárcel os repugna...de mi palabra dudáis...

DOÑA JUANA.

(]Salvarle quien le perdió!...—¿Cómo se engaña á un villano?)

VÁZQUEZ.

(Señalando el corazón.)

Vos no leéis aquí. Es en vanoque os presente el libro yo!¿Qué crimen á tan severosjuicios os lleva? Os vi un diay os amé... ¡El crimen seriano amaros después de veros!Con constante aplicaciónserví al Rey: cuando mi empeñocasi se juzgaba dueñode su justo galardón,un mozuelo que blasonade listo y que deja fama...me quitó el puesto ¡y la dama!¿Quién olvida! ¿Quién perdona!El cargo, yo se lo dejoya al que lo quiera:, el cariñoque os tengo... Si amor, de niño,es grande ¿qué será viejo?Mi amor, en su terquedadal menos, á otro no cede...

DOÑA JUANA.

(Ama... —Engañársele puede

N.° 35 CARLOS COELLO. LA MUJER PROPIA. 549

sin mucha dificultad.)VÁZQUEZ.

Pero... ese silencia auguraque... —Comprendo lo que pasapor vos. Estaréis en casadecente, honrada, segura...

DOÑA JUANA.

L a V U e s t r a f (Conironiaque no puede reprimir.)

VÁZQUEZ.

La de mi hermano,la de su esposa, que creoque se os parece... y ya veoporque está Rodrigo ufanode su esposa. Él es el juezde la causa que se sigueá Pérez, y si os persigue,el Rey en su insensatez,nunca os buscarán allí...La justicia os da su escudo:el amor.., —Dudáis?

(Viendo que elía hace un gesto de disgusto.)

DOÑA JUANA.

No dudo...VÁZQUEZ.

Y acep tá i s mi oferta? (Loco de felicidad.)

DOÑA JUANA'.

Sí!(Desechemos el temor:¿qué se pierde con probar?)

VÁZQUEZ.

¡Mi a m o r ! . . . (Confuego.) »

DOÑA JUANA.

No os debo escuchaíni una palabra de amor. (Con energía.)

VÁZQUEZ.

Bien... Como queráis... Después (Sumiso.)hallareis puerto seguroen Aragón.{Contentando á una mirada interrogativa de Doña Juana, qué no puede

creer tanta dicha.)

—Yo os lo juro.DOÑA JUANA.

¡Con mis hijos! (Vehemente.)VÁZQUEZ.

Sí... ¡eso esl(Con júbilo al ver su entusiasmo. J

DOÑA JUANA.

(¡No! ¡Si él es el engañadopor mí!...)

VÁZQUEZ.

Confianza!DOÑA JUANA.

¡En Dios!VÁZQUEZ.

Yo os acompañaré...DOÑA JUANA.

Vos...

VÁZQUEZ.

No más que como un criado...Por vuestra seguridad...Vuestro peligro destrozami alma... Y en Zaragoza,yo viviré... En la ciudad...Siempre fiel á los consejosde la prudencia, que escucho...Sí! Cerca de vos... No mucho...Lejos de vos... No muy lejos.Y allí os verán mis porfías •del mundo á la faz severa...Algunas veces... Siquiera...¡Siquiera todos los dias!Con veros, de mi favorme cobraré con usura,y... si hasta de esa venturajuzgáis indigno á mi amor,me moriré... ¿qué he de hacer?Vivo sin vos... No reposo...Morir por vos... [Ay qué hermosoy qué dulce debe ser!

DOÑA JUANA.

(Pues ¿no le tengo piedad?)VÁZQUEZ.

¡ C o n q u e . . . (Reponiéndose)

DOÑA JUANA.

(Corazón cobarde!...)VÁZQUEZ.

Mas tarde... puede ser tarde.Hagamos con brevedadlo necesario... ¡L*eon!(Asomándose á la puerta de la izquierda y acercándose en seguida ;

DoQa Juana, que permanece pensativa y confusa.)

El carcelero novicioya á tomar un nuevo oficio:desaiejar la'prisión... (con tono festivo.)

DOÑA JUANA.

(Es generosa mi ideay siento un rubor extraño...)

VÁZQUEZ.

¡ L e O n ! (Otra vez en la puerta.)

DOÑA JUANA.

(Preparo el engaño,y siento que él me lo crea!)Y... ¿cómo?...

VÁZQUEZ.

Con un disfraz...DOÑA JUANA.

¡Sí! (Yo á Antonio se lo cedo...¡Si le salvo!...)

VÁZQUEZ.

(Cariñosamente.) ¿Tenéis miedo? . . .

DOÑA JUANA.

¡Ya soy de todo capaz!

550 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE OCTÜBHE DE 1 8 7 4 . N.° 35

ESCENA XVI.DICHOS y LEÓN LOBO, que entra precipitada-mente por la, izquierda y se dirige á Vázquez. Mu-

cha rapidez en esta escena.

LEÓN.

¡Señor!-...VÁZQUEZ.

¡Calla y escúchame!DOÑA JUANA.

(iDios mió,favoreced mi intento!)

VÁZQUEZ.

Tu deseoes dejar este empleo...

LEÓN.

Sí... trocarle por otro...VÁZQUEZ.

Yo te fioque ha de ser el mejor: ¿ves esta piedra?

(Mostrándole una sortija que lleva puesta.)

LEÓN.

| Señor!... Apenas puedosufrir su luz.

VÁZQUEZ.

Dos mil ducados vale...Sí de aquí esta mujer contigo sale,entran dos mil ducados en tu dedo.(Sacándose la sortija y poniéndosela á León Lobo, que la contempla

como embobado.)

LEÓN.

lAh!...VÁZQUEZ.'

Esto es sólo el principio.LEÓN.

(Pues juro por mi fe no perder ripio.)Esta mujer... La cosanO es m u y d i f i c u l t o s a . . . (Dofla Juana, adelanta un paso )

(Está libre...)VÁZQUEZ.

(Codicia! ¡Cómo ciegas!...)Nadie ha de conocerla... Se la entregasá mi hermano...

LEÓN.

(Con malicia.) ¿Diciendo quién env ia

el presente...VÁZQUEZ.

¡Silencio!LEÓN.

Y ¿disfrazadaha de salir? Paréceme excusadaprevención.

VÁZQUEZ.

Obediencia y no consejonecesito de tí.

LEÓN.

Bien... La pasada

semana, cierto fraile dominicoacabó en su prisión (yo certificoque no de puro viejo,)y el hábito dejó con el pellejo.

VÁZQUEZ.

¡Pues vé por éllDOÑA JUANA.

¿ A h o r a ? . . . (Turbada.)LEÓN.

(Dando un paso, pegándose una palmada en la frente y volviendo.)

¡Ay qué cabeza!I Señor! Si yo he venido aquí á buscarospor mandato del Rey, que quiere hablaros.

DOÑA JUANA.

( | A h ! . . . ) (Con alegría.)

VÁZQUEZ.

" ¡A m í ? (Contrariado.)

LEÓN.

Y está aguardándoos en la piezapróxima, al Tribunal.

VÁZQUEZ.

Decid que luegoiré... que... ¡que no voy!

LEÓN.

(Asustado.) ¿Al Rey? iQué escucho!

DOÑA JUANA.

Id, por Dios!...VÁZQUEZ.

¿Vos queréis...DOÑA JUANA.

* ¡Sí!... yo 03 lo ruego...Ved que A los dos nos interesa mucho...

VÁZQUEZ.

A VOS... ¿OS i n t e r e s a ? (Con estrañeza.)

DOÑA JUANA.

Sin el favor que os da ¿tendré quien abrae s t a S p u e r t a s ? . . . (Vázquez baja la cabeza pensativo.)

No habléis de que estoy presacon el Rey...

VÁZQUEZ.

¡Descuidad! Ni una palabra. (ALeon.)Tú es preciso también que te disfraces.

LEÓN.

Yo... |No, señor!DOÑA JUANA.

( ] A y D Í O S ! ) (DesalenUda.)

VÁZQUEZ.

Tú callas y haceslo que te mande yo!

LEÓN.

Bien... bien... (Mi suerteestá en manos de un loco y es corduraseguirle la locura).

VÁZQUEZ.

No debe conocertenadie al salir.

N . 3 5 CARLOS COELLO.

LEÓN.

Muy bien.VÁZQUEZ.

¡Esta es precisaCOndÍCÍOn! (A Dofia Juana.)

Pronto vuelvo...DOÑA JUANA.

|No... no hay prisa!VÁZQUEZ.

|Sí! (Amorosamente.) Obedeced en todo . . .(A Lobo, señalándole a Doña Juana.)

DOÑA JUANA.

(A Vázquez.) El Rey espera . . .VÁZQUEZ.

A d i o S . . . ¡y g T a c i a s ! (Saliendo por la izquierda.)

ESCENA XVII.JUANA, LOBO, enseguida PÉREZ por el foro.

LEÓN,(Observando S Doña Juana que no levanta los ojoa del suelo.)

(Gracias?... Quién dijera?...)DOÑA JUANA.

(lOh!...)PÉREZ.

Juana.DOÑA JUANA.

Antonio! . . . (A Lobo.) (Idos:estemos prevenidos!...

LEÓN.{Al irse, mirando á Doña Juana y á Pérez.)

Deja al esposo y sigue... Cada ovejacon la pareja de... de otra pareja!)

ESCENA XVIII.JUANA y PÉREZ.

DOÑA JUANA.

|Ah!... ¡Estás libre!PÉREZ.

¿Libre!...DOÑA JUANA.

¡Sí!Yo he limado los cerrojosque te aprisionan aquí.¿Dudas?... (Dudas de tus ojos?...¡Deljúbilo que hay en mí!...

PÉREZ.Pero...

DOÑA JUANA.

A favor de un disfrazsaldrás con tu carcelero...

PÉREZ.

El oro ha sido capaz...¡Todo lo puede el dinero!

DOÑA JUANA.

(¡Quede con su error en pazl)Mira... Lobo va engañado.

LA MUJER PROPIA. 5 6 1

PÉREZ.

¿Por tí?DOÑA JUANA.

¡Sil Y es menesterque apenas hayas llegadoá la calle... el desdichadono te vuelva nunca á ver.Tú le avisas cuanto ganahuyendo, y sin dilación...

PÉREZ.

A casa de Gil...DONA JUANA.

Mañanamis hijos... y tú y tu Juana,todos juntos á Aragonl¿Qué hacemos con el papeld.el R e y ? (Sacándolo del pecho.)

PÉREZ.

Van á dar con élSÍ m e C O g e n . (Después de haberlo tomado.)

DOÑA JUANA.

¡Calla!... ¡No!(Desechando la ¡dea.)

Me quedaré con él yo . . . (Recobrándolo.)Pero... si... ¡Dudacruel!

PÉREZ.

Esconderlo...DOÑA JUANA.

¡Pueden darcon él!

PÉREZ.

Démoslo á guardará Gil: que á darlo se apreste...

DOÑA JUANA.

Depósitos como ésteno se pueden confiará nadie . . .—¡Que no consiga . . . (Meditando.)

-* PÉREZ.

Y esto es lo que al Rey obligaá que conmigo no seamuy duro... Teme...

DOÑA JUANA.

(De proto.) ¡Ah! qué idealescribe lo que te diga!(Yendo a la mesa, mojando una pluiwa y presentándosela. Pérez escribe

lo que efla !e dicta.)

«Si el Rey ganar considera»con perseguirme, se engaña;»esa es la mejor manera *«de que lea toda España»la orden que arrancarme espera.»

PÉREZ. ;

Y a e s t á . (Mostrando el pliego, que Juana arroja sobre la mesa.)

DOÑA JUANA.

La orden...(Sacándola del pecho y quemándola en la lámpara, mientras aquél se

levanta y se acerca á ella.)

552 REVISTA EITROPEA. 2 5 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N.° 35

PÉREZ.

(Yendo á Juana y arrancándola lo que queda de aquel documentoprecioso.)

¡Por Luzbelvivol... ¿Qué intentas... ¡Ay-, triste!

(Contemplando los restos.)

DOÑA JUANA.. (Hecupersndo la orden, mostrándola á au marido y aproximándola de

nuevo á la luz, á pesar de los esfuerzos de Pérez.)

Abrasado este papel...el Rey no dará con él,y siempre creerá que existe I

(Pérez abraza a Doña Juana con efusión.)

LEÓN.

¡Al p a t í o ! (Dentro, con voz fuerte.)DOÑA JUANA.

V e n ! . . . (Haciendo entrar á Pérez por la derecha.)

ESCENA XIX.

DOÑA JUANA y LEÓN LOBO, por el fondo. Ésteviene mirando hacia atrás, como si aún hablara con

alguien, y trae un hábito de fraile y dos pistoletes.

LEÓN.

Ya está todo corriente.(Volviéndose á Dofia Juana y dejando ver su rostro completamente

afeitado.)

DOÑA JUANA.(No pudiendo reprimir una sonrisa.)

¡Ahí Dadme...LEÓN.

También traigoestas armas...

DOÑA JUANA.

Ya caigoen la cuenta... Y... ¿cargadas?...

(Mirándolas con cierto recelo.)

LEÓN.

¡Buen avíohicieran sin cargar! ¡Já, já!

DOÑA JUANA.(Venciéndose y Tomando los pistoletes.)

(¡Dios mió!)¡Dádmelas!

LEÓN.

¿Vos?...DOÑA JUANA.

Al punto!LEÓN.

No me opongo.DOÑA JUANA.

(Tomando también el hábito, y entrando por la derecha.)

A¡guardad, que en un credo me le pongo!

ESCENA XX.LEÓN LOBO; en seguida PÉREZ; luego DOÑA

JUANA, en la puerta de la derecha.(León permanece pensativo un momento; después se lleva la mano á la

cara, como para acariciarse la barba.)

LEÓN.

Pues no me atuso?... Bárbaro! ¡Caprichocomo el de Don Mateo... Él me lo ha dichoy ¿qué hacer?... A servirle me dispongoporque el camino andado no desandey, convertido mi dinero en humo,huyan mis esperanzas como un sueño...

PÉREZ.(Sale vestido con el hábito de fraile, y se acerca á León, que está de es-

paldas á él; Doña Juana, asomada á la puerta, examina la escena.)

l (Dándole en el hombro.)' LEÓN.

(Contemplándole con sorpresa.)El miedo todo lo hace grande...

PÉREZ.

Pronto!LEÓN.

¡Qué voz! Pardiezl ¡Si ya presumoque aumenta hasta el sonido más pequeño!(Mirando en derredor de bí, y viendo á Doña Juana, que ahoga un grito ycierra la puerta. Pérez se vuelve at ruido, y el movimiento le hace caer

la capucha, descubriéndole la cabeza.)

lAy!DOÑA JUANA.

LEÓN.

¡Ah! Por Cristo en el sagrado leño!Es Pérez... y mi pecho es una fragua...Pero... Señor!...

PÉREZ.

¿Me dais un poco de agua!LEÓN.

Voy por ella al instante! (Queriendo desasirse.)Favor al Rey! (Gon voz déwi.)

PÉREZ.(Poniéndole los dos pistoletes junto a! pecho.)

Silencio... y adelante!LEÓN.

No!PÉREZ.

(Apuntándole y saliendo con él por el fondo. León Lobo, confuso y ater-rado, obedece ciegamente las indicaciones de Pérez.

Haced bien sin temor de que se pierda,que el ruin en los infiernos se chamusca,el bien se topa donde no se acuerda,y el mal se encuentra apenas se le buscal

ESCENA XXI.EL REY, VÁZQUEZ, LA PRINCESA, EL CAR-DENAL GRANVELA, IDIAQUEZ, UN JUEZ,UN ESCRIBANO, UN ALCALDE, INQUISIDO-RES, ALGUACILES Y CARCELEROS. Todos

por la izquierda y detrás del Rey.REY.

Ya que con obstinacióná confesar se ha negado

N.° 35 CARLOS COELLO.-¡—LA MUJER PROPIA. 853

quien fue un tiempo mi privado,la ley de la precisiónnos lleva al caso, señores,de recurrir al tormento;que el crimen saber intentocon todos sus pormenores,y mostrarlo claro yaante el mundo me conviene.(Y ahora veremos quién tienela orden, y quién la da!)El se apercibió por cuantasmaneras pudo á mi enojo;cómplices hay...

PRINCESA.(Saliendo del grupo en que está y echándose á las plañías del Uey, que

la levanta con visibles muestras de contrariedad.)

Yo me arrojo...REY.

¡Princesa!PRINCESA.

A las reales plantas.Yo pido al Rey, por...

REY.

¡Alzad!PRINCESA.

Por el cariño que un d ia . . . (Er. voz baja.)REY.

¿ Q u é OSaiS d e c i r ? (Lo mismo y con fría severidad.)

PRINCESA.

Me teniael hombre que...

REY.

¿Qué? ¡Acabad!PRINCESA .

El Rey...REY.

¡El Rey! ¡Vive Dios!¿Cariño á vos? Sus deberesno olvida el Rey por mujeres...por mujeres como vos.Y ya en desacato tocala mentira.

PRINCESA .Pues... Dios mió...

¡Yo estoy loca!REY.

Sí... yo os fioque lo acertáis: que estáis loea.

PRINCESA.

¡Señor!REY.

Y h a y Cie r tas loCUraS (Levantándola voi.)que pueden degeneraren incurables; causarespantosas desventuras...Y en ésta, claro y distinto

descubro un peligro serio.¿Preferís á un monasteriola fortaleza de Pinto?

PRINCESA.Se intenta humillar en baldela nobleza que me escuda.(Irguiéndoseentantoqueel Rey hace una seña al Alcalde, que se acerca.)

REY.

Elegid, pues.PRINCESA.

Pues ¿quién duda?¡Á la fortaleza, alcalde!

ESCENA XXII.DICHOS menos la PRINCESA y el ALCALDE; en

seguida DON A JUANA.REY.

Le espantaba la aspereza (Gonduuun.atodoa.)del claustro, aquella estrechez...

VÁZQUEZ.

Y esta es la primera vezque ha tenido fortaleza. (Todos m-n.)

REY.

Basta, y á Pérez l lamad. (Concólera.)VÁZQUEZ.

(Yendo hacia la derecha,)

(¡Ella mia!... ¡Él al tormento!...I Ahí... venganza, toma aliento!)¡ P é r e z ! (Llamando con energía y abriendo.)

DOÑA JUANA.(Saliendo con las manos en el pecho, respirando con fuerza y sin

ver á nadie.)

¡Ya está en libertad!VÁZQUEZ.

¡ E h ! . . . ¡VOS? (Retrocediendo espantado.)

DOÑA JUANA.

(Vrtudolivsobrecogida.) ¡ E l R e y ! . . .

REY.

¡ P e l ' O . . . (Adelantando».)

DOÑA JUANA.

(Consultando las miradas de todos.) (liNOl

¡No le han hallado!...)VÁZQUEZ.

¡Insensatode mí!

REY.V u e s t r o eSpOSO... (ADoña Juana.)

DOÑA JUANA.Há rato...

mucho rat® que partió.Camino de Aragón va.

REY.

¡Salgan tras él al instante!(Varios alguaciles salen por el foro.)

DOÑA JUANA.

(La justicia irá delante...

554 REVISTA EUROPEA. 25 DE OCTUBRE DE'4 874. N.° 35

—Así no le alcanzará.)VÁZQUEZ.

(Pero... ¿no es Dios más cruelque yo?...)

REY.

|Ni soñé en tal cosa!...(Huir!

DOÑA JUANA.

Aquí está su esposap a r a r e s p o n d e r p o r é l . (Con entereza y sencillez.)

REY.

Tenéis... muy poco egoísmo.VÁZQUEZ.

( ¡ U a t l a d l ) (Aparte y rápidamente á Doña Juana.)

REY.

El tormento espera.DOÑA JUANA.

Súfralo su compañera,si para el Rey es lo mismo.

REY.

¿Es una burla irrisoriaámí?... ¡Pues...

DOÑA JUANA.

No es tal mi intento;pero quien me dé el tormentono me quitará la gloria.

REY.

¿Quién le ha librado?...DOÑA JUANA.

Es un hombreque le guardaba lealtad...

(Sin mirar á Vázquez, que se estremece. Eí Rey hace un gesto de.impaciencia.)

Ruego á Vuestra Majestadque me permita su nombrereservar...

VÁZQUEZ.

(¡Ohl...)REY.

¿Quién insultami poder?...

DOÑA JUANA.

Es tan modesto,que hace el bien y... iBah! Yo apuestoque á sí mismo se lo oculta.

REY.

¡ H a b l á i s ? . . . (Colérico.)

DOÑA JUANA.

¿Delatarle? No: •no vengo, señor, de castade delatores.

VÁZQUEZ.(Levantando la cabeza y adelantándose con violencia.)

¡Ya basta!—¡Aquí el culpable soy yol

REY.

¡Vos?...DONA JUANA.

¡ A h ! . . . (Con sorpresa y dolor.)VÁZQUEZ.

|Sí! Yo he preparadosu fuga.

DOÑA JUANA.

Él y yo... |Losdos!VÁZQUEZ.

¡Yo solo! ¡Yo solo! Diosal corazón me ha tocadoy me ha obligado á enmendarhoy mi conducta rastrera...Conque... ya el tormento espera...¡No le hagamos esperar!

REY.

Vos lo demandáis?

Desdichado!

VÁZQUEZ.

Yo, sí.

DOÑA JUANA.

VÁZQUEZ.

Ese tormento(Rápidamente y hablando con Doña Juana mientras el Rey lo hace conGranvela é Idiaquez.)

será mayor que el que siento,señora, por vos?

DOÑA JUANA.

Por mí?Si en vos mi súplica influyeaún...

VÁZQUEZ.

Será más amargo?Ni siquiera será largo.No es largo lo que concluye!

REY.

(AnteS r e s p o n d e d m e . (Llevándole aparte.)

VÁZQUEZ.

¿Qué?...REY.

¿Tenéis la orden...VÁZQUEZ.

(Después de mirar fijamente al Hey.j 1 ÜiXCUSÍKlcl

pregunta!REY,

¡Pues...VÁZQUEZ.

Y por nadadel mundo la entregaré.¡La muerte!

REY.

(Con Maldad é intención.) N o ; h e c o m p r e n d i d o

que queréis morir; por esoestaréis no más que presomientras me dais lo que os pido.

N.° 35 J . M. ASENS10. SOL Y SOMBRAS. 555

VÁZQUEZ.

[Bien!)REY.

(A los alguaciles, que rodean y se llevan después á Vázquez.)

¡Llevadle sin tardanza!VÁZQUEZ.

(A Juana, sin rencor, con pena, con lástima de sí y de ella, que esquivasu mirada y llora.)

Adiós! Ya os vengasteis... [vos!¡De mi amor!

DOÑA JUANA.

Sí... y ved que Diosno sanciona la venga'nza.(Con más amargura que reproche. Vázquez entra por la derecha, con

los ojos siempre en Doña Juana.)

ESCENA XXIII.DICHOS, menos VÁZQUEZ.

REY.

(La ocasión es ocasiónde sufrimiento y cautela.Animo!) Idiaquez, Granvela,la nave os llama al timón.El mar está procelosoy la noche encapotada...Esta mujer, encerradahasta que vuelva su esposo!(Entrando por la izquierda con [ocios los (lemas personajes. Los carcele-

ros y alguaciles cierran las tres puertas déla habitación.)

ESCENA ÚLTIMA.

DOÑA JUANA.(Al oír la sentencia deí Rey queda anonadada ; en seguida se rehace yse lanza á la puerta por donde aquél ha desaparecido , golpeándola y

pugnando por abrirla.)

Encerrada... aquí!... Señor!Nol... ¡que mis hijos me esperan...¡que me llaman! ¡Ay! si oyeranesos hombres su clamor!...Pero . . . no sale de aqu í . . . (De su corazón.)y ¡es claro!... no lo oyen.—-;Ah!.\.¡Hijos! Vuestro bien estáen no verme más á mí!¡Luz... Aire... Espacio!... ¡Hasta alientome falta para mis quejas!...Esos muros... esas rejas...¡Sí!... ¡Si estoy en mi convento!

(Mirando y observando en derredor de sí.)

¿Qué más da?... Empiece á corrermi vida... con alegría!...¡Monja... y madre! ¡Ay!... Madre mía...¡nos volveremos á ver!...(Cíe desmayada, con los brazos extendidos hacia algo que ve sin duda

con los ojos del alma y quiere recoger en su delirio.)

FIN.

CARLOS COELLO.

SOL Y SOMBRAS.CARTAS

á los insignes cervantistas*, D. José de PalacioVitery y D. Mariano Pardo de Figueroa, sobreASUNTOS y ZARANDAJAS de crónica escandalosa

cervantina.I. Compromiso causa de este trabajo.—El libro del limo. Sr. Don

Adolfo de Castro.—¿Poseemos una obra autógrafa de Cervantes

en el Coloquio sobre la vida del campot—-Paréntesis sobre uti

romance atribuido á Calderón.— Entremeses.—Peregrinas ana-

logías entre Alarcon y Avellaneda.

II. Conliiwia la cuestión de Avellaneda.—Obsequio cervantino.—Comentadores.—Las 4.655 Notas.—Carta del alemán sobrelas mismas.—La Academia de Vitoria.—Sus presidentes, efectivoy honorario.—Un poquito de murmuración.—Mesa revuelta.—Fin sainetero, *•-

CARTA PRIMERA.

Sres, D. José de Palacio Vitery y ü. Mariano Pardo de fiperoa.Mis queridos amigos:

Empeñada una palabra, es preciso acudir aldesempeño con más fe y mayor eficacia que cuan-do entre las garras de un usurero se deja algunaprenda preciosa y estimada. Aquí el rescate esde interés; allí la cuestión es de honra; y dichose está adonde irá la preferencia entre españoles,aun cuando las pasiones vayan hoy por otra vía.

Todo este preámbulo, ni sé bien si impertinenteó necesario, viene á declarar el grave aprieto enque con VV. me han puesto algunas palabras,tal vez deslizadas en carta familiar, sin la debidameditación ni deliberado intento. Me preguntaronustedes, amigos queridos, con su genial bondad,el uno acerca del juicio que hubiera formado sobreel coloquio entre dilema y Selanio, y las demásobras^tribuidas á Cervantes en el último libropublicado por el limo. Sr. D. Adolfo de Castro;el otro mi opinión sobre las 1.633 notas puestaspor Hartzenbusch á la reproducción fototipográ-flea do las primitivas ediciones del Qiiioíoie, y ob-servaciones hechas por el doctor Thebussem áaquel trabajo, en artículo que publicó la REVISTAEUROPEA. (Madrid, 2 de Agosto, 1874.)

La verdad es, que no' ora cosa fácil responderdesde luego; callar ó eludir la contestación eraigualmente difícil. Dije, pues, que más despaciohablaríamos, y por necesidad ha llegado el mo-mento de hacerlo, comprobando la axiomáticaverdad del refrán que anuncia: no hay plazo queno se cumpla, ni deuda que no se pague.

Vamos, pues, por partes; que aun siendo largoel camino, dejando terreno atrás, llegaremos al findeseado.

Impreso estaba en gran parte el elegante volu-men que el dia 23 de Abril puso á la venta don

556 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N.° 35

Abelardo de Carlos, cuando por indicación denuestro común y querido amigo Aureliano, querecordaba haber visto impresas algunas de lasobras que en aquel libro se incluian como inédi-tas, estuvo á verme D. Adolfo, me habló de sutrabajo, y llevó su bondad hasta el extremo decomunicarme las pruebas de la imprenta, corre-gidas de puño y letra de Aureliano. Correspon-diendo á tal favor, le envié el número de La Amé-Tica (Julio ú Agosto de 1867) en que, bajo el títulode Dos cartas literarias de D. José María Asensioy D. Aureliano Fernandez Guerra, se habian in-cluido y publicado la Canción desesperada, confor-me al texto del códice colombino (AA.—141—4.),y la otra A la elección del Arzobispo de Toledo, quese encuentra en el mismo volumen, con parte dela discusión j amistosa polémica que acerca de suautor habiamos sostenido en cartas familiaresD. Juan Eugenio y yo. La tirada que por separa-do se hizo en la misma imprenta de La Américafue tan corta, que á mi poder solamente llegarondiez ó doce ejemplares que me regaló Aureliano.El doctor Thebussem debe conservar 'uno deellos.

De la segunda carta no hubo tirada especial; yesto me movió, cuando en el año de 1870 publi-qué las quintillas inéditas de Cervantes que secopian al libro de Francisco Jerónimo Collado(que lo fueron en carta á mi buen Pardo, sin dis-fraz), á pedir que de ambas me dieran 100 ejem-plares tirados por separado del folletín del perió-dico de Sevilla que las reprodujo. Uno de estosremití también al Sr. Castro que me agradeciócordialmente la noticia y se apresuró á consig-narlas en nota puesta en el índice de su libro,porque ya no era posible en otro lugar.

Bajemos, pues, al fondo. ¿Cuál es mi pareceracerca del autor de las obras publicadas por Cas-tro? ¿Es parto del ingenio de Cervantes el Coloquiosobre la vida del campot ¿Lo son los Entremesesde Los Mirones, de Doña Justina y Calahorra, ytambién el de Romances y el de Refranes''. Vamospor partes, amigos mios: y tengan vuesas mer-cedes paciencia p.ara hacerme la de leer mis ma-jaderías; que mucho debemos hablar sobre esteasunto.

¡Que si es obra de Cervantes el Coloquio entreCillenia y Selanio sobre la vida del campo! Paramí, santiguada que sí: obra indudable y preciosadel autor del Ingenioso hidalgo. Pruébalo, no so-lamente su estilo, no el que repita las frasesdiscreta Cillenia, discreta señora y otras, que¡cualquiera escritor pudo imitar, sino su corteparticular y singularísimo; el modo de desenvol-ver los pensamientos en general; la manera de¡guiar y sazonar el dialogo; la redondez y gracia

de los períodos... todo en suma. Pruébalo, ade-más, el manuscrito mismo: joya inapreciable,tesoro tan rico, como que, en mi sentir, es autó-grajo de Miguel de Cervantes.

Por eso no lo habia yo dado á la estampa mu-cho tiempo hace, y lo reservaba como alhajapreciadísima para mi trabajo sobre las Oáras des-conocidas del Príncipe de los ingenios. No queriadarlo impreso, sino en fotografía ó en autografía,para que todos se'convencieran de que en eltomo LXXXI de varios en folio de la Biblioteca Co-lombina, se conserva la.única obra literaria quehoy conocemos autógrafa de Cervantes. A lo me-nos, tal es mi convicción; esta es mi creencia. Notrato, ni por sueños, de imponerla á nadie. Enmi juicio es autógrafo el Coloquio, y con la par-ticularidad, que allí mismo se expresa, de estarsacado en limpio.

Son cuatro pliegos de papel escritos in folio,que forman ocho hojas, á renglón entero, sin pár-rafos ni separaciones, estando indicado el diálogocon las primeras letras del nombre de los interlo-cutores: termina en el resto de la hoja última,que sólo lleva siete renglones, y la palabra finis.Tiene evidente señal de haber estado doblado encuarto, ó sea por la mitad, y en el blanco exteriordice: Coloquio entre Cillenia y Selanio Sobre la vidadel campo, sacado en limpio. Este es el título; por-que al comenzar, no lleva encabezamiento algu-no, teniendo únicamente una f y debajo los nom-bres Selanio—Cillenia, en esta misma forma.

Grandísimo deseo tengo, ya que se ha impresola obra, de que examinen VV. el manuscrito paraescuchar su opinión tan ilustrada y competente.¿Podrá enorgullecerse la Colombina, si además desu preclaro origen, y sobre conservar autógrafosde Cristóbal Colon, presenta en igual forma unaobra literaria de Miguel de Cervantes?

Esta sola publicación del Coloquio basta paradar importancia al libro de Castro. Raro es queá tan entusiasta cervantista no llamara la aten-ción la letra del manuscrito; más raro, y másextraño todavía, que no se detuviera un momentopara noticiar á sus lectores las circunstancias deloriginal que imprimía por vez primera. En cuan-to á lo demás, su opinión me parece acertadísi-ma. El Coloquio debió estar destinado á formarparte de la segunda de Galatea, siempre ofreciday nunca tertninada.

Vienen luego los Entremeses, y nos vemos enterreno más falso y resbaladizo. Es materia muydelicada la de atribuir á un autor cierta clase detrabajos; la tarea de demostrar paternidades parahijos expósitos es dificilísima, muy ocasionada áerrores.

N.° 35 J . M. ASENSIO.— SOL Y SOMBRAS. 557

Permítanme VV. un paréntesis que, demos-trando la facilidad de equivocarse, no estará aquífuera de su lugar.

(Conocedor, como pocos, de la historia del artedramático, y entusiasta como el que más, de susglorias, siendo al propio tiempo gran hablista ygran poeta, nuestro amigo Hartzenbusch es laautoridad más competente para este género deinvestigaciones. Y, sin embargo, no es infalible.En un cuadernito de poesías castellanas, preciosocódice en 8.°, coleccionado á fines del siglo XVII,que perteneció al difunto presbítero D. JorgeDiez, y hoy para en mi librería, encontró con elnombre de D. Pedro Calderón de la Barca un pre-cioso Romance á una dama, que deseaba saber suestado, persona y vida, que comienza:

Curiosísima señora,tú, que mi estado preguntas,y de moribus et vitaexaminarme procuras, etc. (1)

D. Juan Eugenio examinó la composición, laencontró en el estilo del gran dramático autor deLa vida es sueño, y muy digna da su pluma, ycomo obra suya la publicó por Apéndice al tomoprimero de las obras de Lope de Vega en la Biblio-teca de autores españoles. Y sin embargo, el Ro-mance no es de Calderón. Fue escrito por D. Car-los Alberto de Cepeda y Guzman , lucido ingeniosevillano que floreció en la segunda mitad del si-glo XVII, y cuyas poesías se conservan en la Co-lombina en códice autógrafo y firmado repetidasveces por el autor (H. H. H.-332.-22.). Allí estáíntegro el Romance, con el final que falta en elmanuscrito que poseyó el presbítero Diez y en lapublicación de Hartzenbusch, y sin las altera-ciones que se hicieron para acomodarlo á la vidade Calderón. Cuando esto acontece á tal maestro,enseñanza debe de ser para todos los discípulos.Cierro el paréntesis.)

# *En las Adiciones al Catálogo bibliográfico y bio-

gráfico del teatro antiguo español por nuestrodocto amigo el difunto D. Cayetano A. de la Bar-rera, premiadas por la Biblioteca Nacional, se hade incluir el Entremés de los Mirones, pues le re-mití exactísima copia en el año 1866. El laureadoautor, y cuantas personas lo leyeron entonces,juzgaron cuadro de costumbres de mérito supe-rior; pero nadie sospechó, ni pudieron sospechar

(1) Si el sabio Hartzenbusch hubiera examinado el romance entero,

ciertamente no habria dicho que era obra de Calderón. En el final decae

visiblemente, no tanto en la entonación como en los conceptos.—El co-

lector del códice, para prohijarlo al gran dramático, tuvo que introducir

muchas variaciones enteramente arbitrarias. Donde dice Cepeda Nací en

Sevilla, se puso Nati en Madrid; donde dice El He Tapia me orden/,, se

dijo El de Troya, y asi en otros lugares.

que fuera obra de Cervantes, porque en verdad, ycon perdón sea dicho, nada hay en él que lo in-dique. La alocución es cansada; el lenguaje uni-forme: las narraciones se arrastran sin vigor, sinlozania, sin variedad; y nada, ni aun remota-mente, hace percibir la fragancia del flexible ypintoresco estilo cervantino.

Esta cuestión de los Entremeses pica ya en his-toria. Dejando á un lado el de Los Habladores,publicado quizá en vida de Cervantes, cuyas edi-ciones se repitieron en Sevilla y Cádiz en 1624 y1646, y que es pieza de tal colorido que no puedeconfundirse con otro alguno el autor que la es-cribió; se le han adjudicado luego por autorida-des muy competentes el de El hospital de los po-dridos y el de La cárcel de Sevilla, y ahora quere-mos colgarle el de Refranes y el de Romances , elde Doña Justina y Calahorra, Los Mirones... ysabe Dios cuántos más que se crea tienen relaciónó parentesco, siquiera sea muy lejano , con las.obras que escribió, si no acudimos con tiempo alremedio de este nuevo mal.

Bien sabe el doctor Thebussem que suspendími juicio cuando Aureliano dijo que pertenecíaná Cervantes el Entremés de la cárcel de Sevilla y elde El hospital de los podridos. Para tenerlo porautor del primero hay que caminar bajo el su-puesto de que escribió la Tercera parte de las co-sas de la cárcel de Sevilla, añadida á las que hizoCristóval de Chaves, pues la semejanza de argu-mento es lá principal,razón para fundar aquellasospecha; y esto es muy dudoso (1). En el segundosólo militan razones alambicadas y reminiscen-cias de estilo, débiles de suyo, y que fácilmentenos arrastran por caminos equivocados.

Guardaba nuestro docto Álava un cuadernomanuscrito de diferentes letras, todas, al parecer,del siglo XVII, que, entre otras piezas menores,contenia dos ó tres Entremeses. Uno disparatadose intitulaba El poeia; otro se llamaba Ginetilla,ladrón; y me lo mostró y leyó mil veces, porque,en su concepto, era obra descarnada y sin, el nom-bre de su dueño, perteneciente á Cervantes, en lacual se vislumbraba algo que quería parecerse alembrión del gobierno de Sancho en la ínsula Ba-rataria. Hace muchos años que vi el manuscrito,y solamente recuerdo que Qinetüla se flngia cor-regidor de un pueblo, y sus compañeros iban porfiscal, escribano y alguaciles, y daban algunasprovidencias, como podian esperarse de tal gente.El argumento capital de Pepe Álava, para sospe-char que se debiese á la pluma de Cervantes, es-taba (á más del nombre del protagonista, que le

(1) Recuerdo haber visto la noticia de que la Tercera porte citada

fue obra de un abogado de Sevilla, cuyo nombre se estampaba.

558 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N.° 35

recordaba á Pasamonte) en un cuento cuya es-tructura, lenguaje y versos encontraba iguales entodo á otro de La elección de los alcaldes de Da-ganzo.

Conservo copia, y amenizaré, con ambos estalarga epístola. Decía Ginetilla al boticario dellugar:

GIN. ¿Qué es lo que más sé usa en vuestro oficio?BOTIC. Señor, de la geringa el exercicio.GIN. Gran oficial seréis, que es peregrina

y general salud la melecina.Llegóse á mí una vez cierto harriero,que avia perdido el pobre cuatro mulospidiéndome remedio para hallarlos;y yo le aconsejé que al mismo ynstantese enflautase una buena melecina.Así lo hipo, y en saliendo al campo .. 'para hazer de su cuerpo purgatoriohalló los mulos, y esto es muy notorio.

El cuento de Cervantes en La elección de los al-caldes de Daganzo es este otro:

ALGAR. Por lo menosyo sé que Berrocal tiene el más lindodistinto...

ESCR. ¿Para qué?ALGAR. Para ser sacra

en esto de mojón y cata-vinos.En mi casa probó los dias pasadosuna tinaja, y dijo que sabiael claro vino á palo, cuero y hierro;acabó la tinaja su caminoy hallóse en el asiento della un palopequeño, y del pendia una correade cordovan, y una pequeña llave.

Álava encontraba que uno mismo debia ser elautor de ambos cuentecillos. Mi opinión era queasí como podrían esta y otras obrillas ser primeraidea ó comienzo de-otras mayores, también po-dian ser imitaciones, traslados", recuerdos másó menos fieles, copias mejor ó peor disfrazadas depensamientos de Cervantes. Esto digo del Entre-nes de Romances, cuj'a publicación es muy poste-rior á la de El Ingenioso Hidalgo. Esta duda measaltaba cuando en 1867 hice imprimir el de Re-franes, y por eso no me atreví á prohijarle deci-didamente á Cervantes. ¿Quién será capaz de ase-gurar que esas obrillas son bocetos, y no copiasde cuadros anteriores? ¿Dónde está el Cervantesfecit, que Gallardo no estimaba necesario en LaHa fingida? Prudente es, y aun necesario, andarsecon pies de plomo en estas adopciones y porflja-mientos.

** #

Al concluir con el libro de D. Adolfo tropeza-mos en el punto crudo. Nada hay que decir deLa última novela ejemplar, ni de La casa de Moni-podio; ni hemos de meternos tampoco con El ape-llido Toloso, ni con La batalla de Lepanto, obritasrecibidas con acogida desigual, porque algún tí-

tulo ofrece más de lo que en realidad cumple, ylos cervantistas son harto descontentadizos y untantico exigentes.

Pero las nuevas ilustraciones al Quiíoote, la opi-nión que en ellas se sostiene de que D. Juan Ruizde Alarcon y Mendoza fue el rival encubierto deCervantes, y que á la pluma del profundo dramá-tico que escribió

que en boca del embusteroes la verdad sospechosa;

y que trazaba como regla de conducta

á toda ley hablar bien,porque las paredes oyen,

se deba el libro llamado de Avellaneda , con suprólogo insultante, sus cuentos insulsos y obsce»ñas aventuras, cosa es tan extraña que no sé enverdad cómo hablar á VV. de ella.

Y como quiera que esta carta- se ha hecho mucho más luenga de lo que yo quisiera, y de lo quepodrá soportar la paciencia de VV., dejaremospara otra epístola cuestión tan peliaguda, y coneste respiro cobraremos fuerzas para tratarla, conlas demás á que VV. me han incitado.

Es de entrambos amigo afectísimo,JOSÉ MARÍA ASENSIO.

CARTA SEGUNDA.

Señores D. José de Palacio "Vitery y D. Mariano Pardo de Figueroa.Dejamos en ]a primera parte de esta historia,

pendiente una cuestión de gravedad, hasta ciertopunto. Mas como quiera que el telón se interpusoentre el actor y el espectador, en el entreactopueden pasar muchas cosas, y valiéndome de laciencia concedida al autor dramático, voy á su-poner que mis buenos amigos Palacio y Pardohan leido entre una carta y estotra todas las ra-zones buenas y malas, serias y bufas, dulces yagrias que pensaba escribir en contra de la pere-grina teoría que hoy ha echado á volar el ilustrí-simo Sr. D. Adolfo de Castro.

Puestas y levantadas en alto las susodichas ra-zones, me limitaré á decir, fundado en los versosque citaba al final de la anterior, que no era elcarácter de D. Juan Ruiz de Alarcon propio paraescribir libelos subrepticios; que tenia sobradanobleza y bondad bastante para acudir á quitarla ganancia al autor de un libro notable. La mo-ralidad más pura se descubre en todas sus obrasdramáticas. La ternura y limpieza de su lenguajeen nada se parecen á las frases de Avellaneda...Pero apartándonos de este camino vamos á echarpor otro que, viniendo á cruzarse con aquél encierto modo, nos demostrará por distinta vía la

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falsedad déla hipótesis de Castro, fundada en uncastillo más débil que si fuera de naipes.

He sostenido siempre, y no sé si lo he dicho enalguna parte, porque ya llevo escrito mucho ypensado más sobre el (¿uixote, que Cervantessabia el nombre y conocía la persona del su-puesto Alonso Fernandez de Avellaneda. El pró-logo de, la segunda parte de El ingenioso hidalgopublicado año y medio después de haber salido áluz el libro que se engendró en Tordesillas y na-ció en Tarragona, lo demuestra con mucha cla-ridad.

Dice en él Cervantes, que la aflicción del autordel Qwixote falso «sin duda es grande, pues no«osa parecer á campo abierto y al cielo claro, en-cubriendo su nombre, FINGIENDO SU PATRIA,«corno si hubiera hecho alguna traición de lesa«majestad.» Para asegurarlo tan resueltamente,preciso era que Cervantes conociera el nombre en-cubierto y la patria verdadera del autor, pues sineste dato no afirmaría que uno se ocultaba y laotra se fingía, que sabia muy bien el valor de cadapalabra.

Se desprende igualmente de toda la entonacióny por las reticencias mismas que contiene aquelprólogo, que la persona á quien se alude es elevadaó importante. «Paréceme que dices que ando»muy limitado, y que me contengo mucho en los«términos de mi modestia, sabiendo que no se ha»de añadir aflicción al afligido, y la que debe de«tener ESTE SEÑOR sin duda es grande, etc..»Y más adelante añade: «pero, en efecto, le agra-«dezco á ESTE SEÑOR AUTOR el decir que mis«novelas son más-satíricas que ejemplares.» Re-cuérdese que entonces no se prodigaban los iones,ni las señorías.

D. Gregorio Mayans sospechó desde luego queel encubierto fingido Avellaneda era hombre po-deroso, y el decir Cenantes repetidamente ESTESEÑOR, lo indica muy al descubierto. Alarconnunca fue constituido en altas dignidades, nadanos dice que tuviera grandes influencias... y veanustedes aquí el punto en que convergen estas ra-zones con las anteriormente deducidas del carác-ter del eminente autor dramático y del estilo desus escritos.

Y como al buen entendedor, pocas palabras...termino aquí bruscamente este punto delicado.Las frases de Alarcon por una parte, las de Cer-vantes por otra, alejan toda sospecha de que aquelpudiera escribir el Quiccote de alquimia (hoy di-riamos de doublé). El carácter del célebre meji-cano era noble, leal y tal como nos le representa ydescribe el sabio D. Luis Fernandez Guerra en supreciosa y admirable monografía.

En verdad que tanto ocuparnos de Cenantes jde su Quiícote, hace que se nos acuse de cierta es-pecie do monomanía. El cargo podrá ser cierto.Pero me ocurre preguntar, ¿es cargo? Y aun sién-dolo, ¿podrá imputársenos á nosotros solamente?¿No vemos á la gravedad'inglesa y á la formali-dad alemana perder los estribos en hablándosedel Ingenioso hidalgo y de sus aventuras, y lomismo de las desventuras de su inmortal y sim-pático autor?...

Estas reflexiones me recuerdan un hecho decrónica cervantina, que ocurrió antes de que na-ciéramos nosotros, y viene á absolvernos de esaculpa de que hoy nos acusan.

El dia 11 de Enero de 1813 entró en Sevilla elcélebre Sir Arturo Wellesley, duque de,Welling-ton, y se aposentó en casas principales de donMateo de Ureta, en lacalle de la Laguna, Deseosoel Ayuntamiento de tributarle un ohsequio deli-cado, le envió, sobre magnífica bandeja de plata,un ejemplar de la espléndida edición del Quixote,hecha por la Academia Española en 1780, lujo-samente encuadernado; y fue fineza que el egregioduque agradeció de todas veras, y con tales de-mostraciones que igualmente honraban al mag-nate y ala corporación.

Esta hermosa edición de la Academia, joyaapreciadísima por los bibliófilos, monumento dela tipografía española, y cada dia más raro, fuetambién el regalo que la difunta reina Amelia, es-posa de Luis Felipe I, llevó de Sevilla á Mr. Te-nant de Latouer, padre de nuestro querido amigo,el sabio hispanófilo D. Antonio, la primera vezque aquella inolvidable Señora visitó la España.«Je tiens d'une main auguste et chére le superbe Don«Quichotte de l'Academie espagnolew dice en sulibro ^EMOIIÍES D'UM BIBLIOPHIÍ.E (Paris.-Dentú.-1861.-"in 8.') álapág. 80.

Y hablando en verdad, ni aun el ímprobo tra-bajo de anotar y comentar el Quixote lo empren-dimos los españoles. Diónos la pauta el doctorJuaii Bowle, y á él somos deudores de un comen-tario tan rico, tan juicioso y erudito, que todavíaacuden á aquella mina cuantos tratan de la obrainimitable. Impusible parece tarea tan grave enun extranjero. Pellicer, Arrieta y Olemencin nodesdeñaron aprovecharse del trabajo del doctoringlés; el primero de éstos quizá con demasiadalibertad.

En honra de D. Juan Eugenio Hartzenbuschredundará el haber citado nombres que tan altafaina gozan en la república de las letras. Sus No-tas son fruto de un trabajo propio, de un estudiode muchos años, con afición incansable y erudi-ción que asombra. Llevan un sello especial, tie-nen pensamiento fijo, plan seguro y continuado,

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cual es el de restablecer el texto del libro en lapureza querlo escribió Cervantes, sin los errores queforzosamente debieron introducir en él los primi-tivos editores por no entender bien el manuscrito,de puño de un anciano enfermo y lisiado, falto devista, y qué escribía sití sosiego, en el vagar quele dejaban otras ocupaciones en que ganaba susubsistencia y la de su familia. En tal concepto,como depuración del texto, el trabajo de Hartzen-buch es mucho más apreciable que los de Bowle yClemencin, á pesar del indisputable mérito de éstos.

No habrá en esta ocasión ceñudo Aristarco, nimalicioso Zoilo, que censure el trabajo de nuestroamigo; ni hombre pensador que no admire yaprecie tan profundo estudio. En las ediciones deArgamasilla se le criticó con acritud inusitada elhab3r introducido las variantes en el texto. Sobrela exactitud de los juicios, perspicacia y agudezaen las interpretaciones, cuanto se censuró fue sinrazón ni justicia.

Las notas de hoy son oro purísimo; son, comodice el doctor Thebussem, un encanto para loscervantófilos. (La palabra, en mi sentir, es excu-sada y fea; basta con la voz cervantista... pero talvez me objetarán con lo de lo que abunda no daña).

Y eso dec'.a el doctor Thebussem en carta diri-gida al autor de Las 1.633 Notas, que insertó laREVISTA EUROPEA en su número 23.—Nuevo pa-réntesis. (No censuro, ni censuraré el uso de losseudónimos; ni por mientes me pasa el vituperarque haya literato español que con este ó el otrodisfraz emita su opinión y salga á plaza siempreque de Cervantes se trate. Fígaro y El estudiante,Abenamar y Larmig, lo mismo que Fernán Caba-llero, son célebres autores cuyos verdaderos nom-bres nadie ignora ni desconoce. Hicieron fortunaFray Gerundio y Tirabeque, ¿por qué razón se hade censurar que la hagan el doctor alemán y sucorresponsal M. Droap? Si alguno se llama á en-gaño porque en él se despiertan deseos de visitarla biblioteca cervantina y el museo quijotil quese guardan en Wurtbougr en el castillo de Thir-men, cúlpese á sí propio de torpeza, ó culpe á sumala suerte que no deparó un amigo que tanclaro enigma le descifrase. La familia del doctorThebussem es muy dilatada; sus individuos cono-cidos son por todas partes; la bellísima alemanaRitaNhem, su pariente, viajamucho por España.)

La carta es sabrosa, y está delicadamente es-crita como todas las que de tal pluma salen. Peroen el detalle encuentro una parte que me llamagrandemente la atención.

Bajo el epígrafe de: Respuesta confusa y sus tra-ducciones, se censuran en el párrafo 5." de la cartaurnas palabras intencionadas y punzantes que DonQuizóte contesta á Vivaldo en el cap. xm de la

primera parte. No agradó al caballero andanteque el discreto Vivaldo dixera que ponia la alcur-nia de Dulcinea sobre la suya, aunque era de losCachopines de Laredo; esto ya olia á pullas, ymás cuando aquél añadió: «puesto que para decir«verdad semejante apellido hasta ahora no ha llega-ndo á mis oídos.— Como eso no habrá llegado, repli-»có Don Quixote.ii—Y esta es la frase que el su-puesto alemán no entiende, sin duda porque noha querido colocarse para juzgarla en el mismoterreno que eligió para defender que al buen Alon-so Quij ano, armado caballero y puesto en cami-no «el gozo le rebentabapor las cinchas del caballo.»

Inútil era buscar en las traducciones. El sar-casmo con que Don Quijote devuelve la pulla escruel, y por eso Cervantes corta en aquel punto eldiálogo. Para continuar era preciso venir á lasmanos, cosa fácil, pero imprudente habiendo dehabérselas con un loco.

Pero es la frase tan elíptica, tan Concisa, tangráfica, que no puede traducirse en su mismosentido. Bien la entendieron, aunque trayéndolaá su significado recto, dos traductores, francés éinglés, de los que cita el Doctor, y que hacen de-cir á Don Quixote. ¿Es posible que desconozca us-ted cosa tan sabida?—Eso es lo que dice el Hidalgomanchego aunque con mayor dureza.—Llama ig-norante á Vivaldo; se burla de que nombres tannotables no hayan llegado á sus oidos,—Otrasmuchas cosas de tanta notoriedad como esasdebe V. ignorar según su traza; es lo que replicael caballero..La frase es originalísima, pero nodesusada en Andalucía; es inteligible y clara paraespañoles, y por eso, como apunta muy bien elDoctor en su misma carta, ningún comentador,Clemencin y Hartzenbusch inclusive, se ha dete-nido en explicarla.

Ciertamente el amigo Pardo, como andaluz, altropezar con un quidam que desconociese el nom-bre de Cervantes, el de Víctor Hugo ó el de Bis-mark, le diria muy socarronamente: ¡pues está us-ted adelantado de noticias! Ó bien, ¡pues sabe V. bas-tante! frases equivalentes á la que Don Quixotedijo á Vivaldo.

# *—No juyas, prenda adorada.—Sí juyo, adorada prenda.—Es V. un caballero cumplido.—Y V. un cum-

plido caballero... Estas y otras cosas me saltan ála vista, ó más bien á la memoria, al leer la Epís-tola cervántica de D. Fermín Herran, y la Mi-siva cervántica del citado y repetido doctor The-bussem (1).

(i) Ilustración Española y Americana. Números XXIX y XXXIV,correspondientes al 8 de Agosto y 15 de Setiembre de 1874.

N.°35 J. M. ASENSIO.^SOL Y SOMBRAS: 561

Que se ha inaugurado en Vitoria una Acade-mia consagrada á Cervantes.—Mil plácemes yenhorabuenas á los autores de tan buena insti-tución.—Que eligen Presidente honorario al doc-tor alemán (de Medina).—Elección acertadisima.—Que el Presidente ad honorem opina porque laAcademia debia establecerse en Madrid, y el Pre-sidente efectivo sostiene que Cenantes debe es-cribirse con b.—Pido la palabra en contra deambos.

En punto á lo primero, bueno y convenienteseria que la Academia de Cenantes radicase enMadrid, porque en el centro oficial á todo se damayor importancia. Pero puesto que allí no lohacen, ocupados en cosas de más bulto y bombo,toda vez que en el centro no la han creado, tri-butemos nuestros aplausos á los literatos de Vi-toria, y ayudémosles en esa obra meritoria quepatentiza su entusiasmo. ¡Ojalá tuvieran muchosimitadores!

En orden á lo segundo, si de ciervo viane cer-vato, y de aquí descienden cenanteño y Cervantes,ninguna razón existe para cambiar en b la v.—No censuremos á los que de una y de otra mane-ra, ó de ambas indistintamente, lo escribian en elsiglo XVII. Entonces la ortografía no era fija,sino arbitraria. Si hoy hemos de ajustaría á rigorlógico y reglas matemáticas, de ciervo sólo puedevenir Cervantes. Asimismo de Xpo/erens ó Cristovoledme, no debemos eiscribir Cristóbal, sino Cris-tóval, como hemos visto en algún colombisla.

Por arte del Diablo sale también á relucir mioscuro nombre en la Misiva de Thebussem á Her-ran. El catálogo que allí critica no tuvo másobjeto que poner al coronel López Fabra al tantodel grano con que podia contar en mi troje, uti-lizándolo en su gran laboratorio. Si tan buen de-seo merece.censura, ahí me las den todas: ni mearrepiento ni me enmiendo: como eso verá el doc-tor Thebussem.

*Habrán VV. notado en párrafos anteriores á

éste, que sin intención de mi parte, sin poderloremediar ni sentirlo, á sátira me voy mi paso ápaso. Culpa es de la pluma de acero que clava des-piadadamente en el papel y en los asuntos quetoca, sin duda cansada ya, como VV. lo estarántambién de tantas menudencias y zarandajas.Pero siendo la murmuración comidilla apetitosa,salsa en la conversación ó del comadreo, comadice nuestro ilustre Fernán Caballero, vamos álanzarnos aquí á ella, siquiera dos deditos, paravariar el colorido. A bien que cuanto aquí digaserá reservado para entre VV. dos.

Anuncian como probable la próxima apariciónde un número de la CRÓNICA DE LOS CERVANTISTAS,

TOMO n.

Ya es tiempo. En año y medio solamente hadado un suplemento incoloro... bien que disculpá-banla falta con aquello deque las ocupaciones deldirector en un periódico político habían retardadopor algún tiempo la publicación de la CRÓNICA.—Parece al leer esto que volvemos á la época enque para hablar de la dominación sarracena de-cia un escritor, la temporada de los moros en Es-paña...

Publicó LA RENAXENSA de Barcelona, en el nú-mero del 20 de Julio, un precioso artículo descrip-tivo de cierta casa de la ciudad co/idal, donde esposible quizá, que por ventura, pudiera vivir aca-so algunos dias el autor del Quixote. Ulposse nolo niegan los teólogos; pero... no es probable.

Sin salir de Barcelona tienen VV. encía MISCE-LÁNEA CIENTÍFICA Y LITERARIA (Núms.de23 de Abril

y 1." de Mayo-1874) un artículo que se titula: Cer-vantes considerado como poeta.—Sobre el mismotema escribió D. Adolfo de Castro otro que sepublicó en el SEMANARIO PINTORESCO (1851) y luegoestá incluso en los preliminares al tomo n dePoetas líricos de los siglos XVI y XVII de la B I -BLIOTECA DE AUTOIUÍS ESPAÑOLES.—Si han leidouste-

des el antiguo, no lean el de la MISCELÁNEA.Entre otras piezas que me han de permitir

llame de menor cuantía, ha insertado la REVISTADE ARCHIVOS, en el número 11 (15 de Junio-1874)un documento que se titula: Capitulaciones matri-moniales entre Doña Isabel de Cervantes Saavedrahija de Miguel de Cervantes, y D. Luis Molina. Sufecha, 28 de Agosto de 1608.—El texto de ese do-cumento ofrece notables particularidades. —Afines de Junio de 1605, en la causa seguida en Va-lladolid por muerte á D. Gaspar de Ezpeleta anteel licenciado Villarroel, la hija de Cervantes se lla-mabav*J>oña Isabel de Saavedra, y era soltera; á losdos años se llama Doña Isabel de Cervantes, esviuda de D. Diego Sauz, y se capitula para nuevomaridaje con un vecino de la ciudad de Cuenca.—En 1605 era hija natural (declaraciones de DoñaMagdalena, hermana de Cervantes y de Doña Isa-bel de Ayala), y no sabia firmar; en 1608 aparecehija legítima, y firma hasta con su Duna y todo.—Auténtico podrá ser el documento, pero la pru-dencia aconseja dejarlo en cuarentena; que, casode ser cierto, todavía descubrirá en él algún cu-rioso más de cuatro alteraciones é interpolacionesatrevidas.

La nota de piezas de teatro cuyos argumentosse han tomado de la vida y de las obras de CERVAN-TES, que acompañó al Discurso leido en la Aca-demia sevillana de Buenas Letras el dia 23 deAbrildel presente año (CERVANTES INVKNJ-OR),-puedeaumentarse mucho. Desde aquella fecha he ad-quirido las noticias y obras siguientes.

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562 REVISTA EURGBEA.-—25 DE OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N,° 35

Fernandez-Guerra (D. Aureliano). La Bija deCervantes; drama original, estrenado,en el tea-tro de Granada, el jueves 20 de Febrerode 1840, por los actores D. Julián Romea ydoña Matilde Diez, con inusitado éxito: y esco-gido para su beneficio en las primeras capita-les de Andalucía, en aquel año y en el siguiente,por los primeros actores D. José y doña JosefaValero, y D.José Tamayo y doña JoaquinaBaus.

Fernandez-Guerra, después del mismo Cer-vantes, ha sido el primero en sacarle á la esce-na; pero cuidando no poner en su boca ni pen-samiento ni frase que no se halle en algunaobra del inmortal autor del Quixote: tarea difi-cilísima y llevada á buen término en un poemade grande interés y movimiento dramático.

Esta noticia, tomada de un periódico de laépoca, es la única que tengo de ese drama,inédito hasta hoy.

Robreño (D. José). Don Quijote y Sancho Panzaen el castillo del Duque. Comedia en cuatro ac-tos y en verso.—Barcelona, 1835.

Avallí de Brignole (D. Antonio). La batalla deLepajito, drama histórico de gran espectáculo,en seis actos y en verso.—Madrid, 1861.

Es Cervantes uno de los personajes del dra-ma, aunque sólo figura en el acto V, en la ga-lera de D. Juan de Austria momentos antes dela batalla.

Torneo y Benedicto (D. Joaquín). El cautivo enArgel, drama en un acto y en verso, estrenadocon gran aplauso en el teatro principal de Za-ragoza.—Madrid, 1862.

Larra (D. Luis Mariano). La instila Barata-ría, zarzuela en tres actos y en verso.—Ma-drid, 1864.

García Cuevas (D. Francisco). Las bodas de Ca-macho, episodio de la inmortal novela de Cer-vantes Don Quijote de la Mancha, escrito parasolemnizar el natalicio del principe de los inge-nios españoles.—Madrid, 1866.

Horta (D. Jaime). Cervantes cautivo, drama enverso, en tres actos y un epílogo. —Barcelo-na, 1867.

Serra (D. Narciso). El bien tardío, segunda partede El loco de la guardilla, drama original en unacto y en verso.—^Madrid, 1867.

Mondejar y Mendoza (D. Ángel). El Manco deLepanto, episodio histórico en un acto y en ver-so... Estrenado con extraordinario éxito en elteatro del Circo la noche del 23 de Abrilde 1867.—Madrid, 1873.

Ossorio y Bernard (ü. Manuel). Rinconete yCortadillo, ópera cómica en dos actos, escritasobre el pensamiento de una de las novelas deCervantes.—Madrid, 1872.

Poinsinet (Mr. N.). Sancho Panpa dans son ísle,opera bouffon en un acte.—A Avignon, 1768.

Brazier (Mr. N.). La famüle de Don Quichotte,prologue de Don Quichotte, en vaudeville.—París, 1811.

Dieulafoi (Mr. Michel). Le portrait de Michel deCervantes, comedie en trois actes et en prose,representée pour le premiére fois le 21 Frueti-dor, an 10, sur le théátre Loubois.

Cuvelier et Franconi (Mrs.). Don Quichotte etSancho Vanea, folie en deux tableaux, á spec-tacle.—Paris, 1811.

Cogniard et Clairville (Mrs.). La liberté des tea-,tres, salmigondis melé de chant, en trois acteset quatorze tableaux.—Paris, Dentu, 1864.

Es sátira contra Viutorien Sardou y sus obras.El cuadro 4.° del acto I se titula: Don Quichot-te, tragedie herotque, y aparecen la Tobosa, laMolinera, Basilio y don Quijote y Sancho.Sumen W . estas quince piezas con las sesenta

y ocho comprendidas en la Nota del discurso ci-tado, y ascienden ya á ochenta y tres, sin contarlas del teatro holandés, de que dio cuenta el doc-tor Thebussem en la CRÓRICA DE LOS CERVANTISTAS.

De estas ochenta y tres piezas, he reunido hastaahora la mitad, y excuso decir á TV. que estáná su disposición, cuando muchas de ellas las deboá su amistad, generosa hasta el extremo.

Y ya que de teatro hablamos, permitan que mesalga de esta interminable carta dieiéndoles comodecían nuestros saínetes, perdonad sus muchasfaltas.

De TV. verdadero y afectuoso amigo,• JOSÉ MARÍA ASESSIO.

Sevilla, Octubre, 74.

DOS COMEDIAS.CIRCO.—EL ESTÓMAGO, porD. Enrique Gaspar.ESPAÑOL. — Et ÁRBOL sra RAÍCES , por D. Juan

José Herranz y D. José Fernandez Bremon.

Triste cosa es indudablemente ver desvanecidas,en pocaa horas, risueñas esperanzas acariciadasdurante muchos meses; contemplar perdido enuna sola noche el fruto de largas vigilias y de asi-duas tareas. Compréndese, por consiguiente, queel poeta dramático,que, por una aplicación equita-tiva de la ley de las compensaciones, es tan dignode envidia en sus triunfos, como digno de lástimaen sus derrotas, buscando para estas últimas ex-plicación que mitigúelo doloroso del suceso, an-tes halle errores ajenos que propias equivoca-ciones. • '

Ya es la desacertada ejecución, ya son las in-

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trigas de émulos ignorantes, ora la necedad de unpúblico poco ilustrado, ora lo que en la obra hayde no común y de atrevido, lo que ocasiona la sen-tencia desfavorable de los espectadores, que, pordesgracia, no tiene apelación; pues en vano diráel poeta, como en el epigrama de Moratin:

Cuando se imprima verán-que es buena.Porq ue

¿Y qué cristiano la ha de leer?

Algo de esto ha sucedido con la comedia nuevaEl Estómago, original de uno de nuestros escrito-res dramáticos más aplaudidos. El público queasistió á la primera representación de esta obra,aplaudió sin reserva, y hasta con, entusiasmo enocasiones, los muchos rasgos de ingenio en queabunda, las originales agudezas que la esmaltan,las bellezas de forma que sin interrupción se su-ceden en casi todas las escenas; pero ese mismopúblico no creyó conveniente continuar favore-ciendo con su asistencia las representaciones su-cesivas, y la comedia hubo de retirarse de la es-cena, después de siete dias de trabajosa existencia.

Las personas indiferentes é imparciales se expli-can esto de una manera sencilla y natural, atri-buyéndolo á que el poeta, sujeto á-error comohombre, se'ha equivocado por esta vez; pero talexplicación no satisface en manera alguna á lospartidarios apasionados del auíor, que no admi-ten, ni aun en hipótesis, la posibilidad de que sudefendido yerre ó se equivoque: de aquí la nece-sidad de apelar á otras causas, de aquí la preci-sión de acudir á la interminable y, en nuestroconcepto, estéril contienda sobre las diferentesescuelas literarias y sus excelencias respectivas., El Estómago, dicen, pertenece á la escuela rea-lista: nuestro público, poco preparado para co-medias de esa índole, no muy apto para aprove-char enseñanza á que no se halla "habituado, deescasa cultura, de muy poca instrucción, no hacomprendido la trascendencia de la obra, y bienque subyugado por la poderosa inteligencia *delescritor, ha recibido su comedia con esa extrañe-za, parecida al desvío, con que se acoge siemprelo que en cierto modo choca de frente con nues-tras costumbres y nuestros hábitos.

Aunque excesivamente sutil, la explicación noes, en realidad, absurda: examinemos pues si enella hay tanta exactitud como sutileza.

Para proceder con método, estableceremos deantemano dos puntos de discusión.

1.° ¿.Pertenece verdaderamente El Estómago ála escuela llamada realista?

2." Puesto caso que á ella pertenezca, ¿seriaesta circunstancia bastante para explicarlo efí-mero de su existencia?

Desde luego, y aunque sea trastornando el or-den lógico de las respuestas, podemos contestarnegativamente á lo segundo.

El público no rechaza una obra porque perte-nezca á esta ó á la otra escuela, asunto que, porlo demás, le interesa muy poco. Saborea y aplau-de las bellezas de El hombre de mundo; celebra losjuiciosos consejos de El sí de las niñas; escuchaextasiado y admira los grandiosos conceptos, lospensamientos sublimes de La vida es sueño; seentusiasma con las pinceladas vigorosas que dananimación y vida á El alcalde de Zalamea; lloracon Margarita Gautier; piensa con Hamlet, y nose cuida de averiguar, ni ciertamente lo há me-nester, si esta obra es realista, si aquella no loes, si una pertenece al género clásico y otra alromántico: para el público sólo hay dos génerosen el arte, el bueno y el malo; esto es vulgar, cierto,pero es exactísimo á más de ser natural y lógico.

Bel mismo género que El Estómago y con lasmismas tendencias, y con doctrinas idénticas, esLas circunstancias, del mismo autor, y halló ennuestro público excelente acogida.

Quede, pues, sentado que, al rechazar una obra,el público no rechaza su género, y que ese mismopúblico que abandona el teatro en que se repre-senta El Estomago, acudiría tal vez á las represen-taciones de Las ideas de Madama Aubry, de Bu-mas hijo.

No se presenta igualmente obvia la contesta-ción al primer punto: ¿pertenece El Estómago á laescuela realista? ""

Seria indispensable, para contestar de una ma-nera categórica á esta pregunta, que existiese unadefinición clara y precisa de esa llamada escuelarealista, que en realidad de verdad, no hemosllegado nunca á convenir todos en lo que sea.

Ha^, es cierto, mantenedores decididos, defen-sores intransigentes de El arte por el arte, que noadmiten en las obras de arte enseñanza, asegu-rando que el teatro no es escuela de las costum-bres, ni escuela de nada: que la comedia no resuel-ve otro problema que el de entretener agradable-mente á varias personas desocupadas; que juntoslos muchos dramas que se han escrito y los mu-chísimos que han de escribirse todavía, no lo-grarían hacer que la sociedad diera un solo pasoen el camino de su mejoramiento.

Existen asimismo quienes suponen, por elcontrario, que el teatro no es sino una forma es-pecial de predicación y de propaganda: que el finprincipal, ya que no el.exclusivo propósito, delescritor dramático debe ser instruir, y que lo de.deleitar es un simple accesorio, como es un ac-cesorio el dorado en la pildora, ó el azúcar enciertos medicamentos de tomar poeo agradable.

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No faltan, por último, los que, adoptando untérmino medio, verdaderos eclécticos en la con-troversia, entienden que el teatro no es la cátedra,que el arte no es la ciencia, y que por consiguien-te, cuando el artista ha dado forma á la belleza,cuando ha hecho sentir lo bello, la obra de arteestá realizada, pero que no por eso rechaza la en-señanza indirecta, el consejo, no adusto y preten-cioso, sino agradable, que casi insensiblemente sedesprenda de la contemplación de la obra misma.

Para los segundos no serian aceptables Los ban-didos , ni Intriga y amor, ni Wallenstein , deSchiller; en concepto de los primeros habrían deser anti-artístieas La verdad sospechosa, Tartuffe yLa bolsa; los que sin preocupaciones de escuela,sin pasión de género, pertenecen al tercer grupo,en que forma la inmensa mayoría del público,creen que el templo de la gloria es suficiente-mente espacioso para que quepan en él, sin mo-lestarse, desde el sublime Shakspeare hasta elcáustico Moratin, desde Calderón con sus gran-diosas concepciones, hasta Bretón de los Herre-ros con su gracejo inimitable.

Y en puridad, ¿constituye este distinto modode ver distintas ^escuelas ó géneros distintos?

Preciso es reconocer que si los constituyen, ladivisión no es nueva, y no hay para qué hablarde la escuela realista como de un progreso,cuando el realismo ha existido desde que el arteexiste.

Siempre, en todo tiempo, se ha pretendido, yáuñ en ocasiones se ha conseguido, unir lo útil álo agradable, la lección al pasatiempo, la distrac-ción al consejo, consagrándose más especialmenteá esta ocupación honesta, y si se quiere hastalaudable, los que, menos artistas ó más asimila-dos con el común de las gentes, no sentían la be-lleza, ó no encontraban medios para hacerla sen-tir, dándola forma y ofreciéndola á la admiraciónde los otros.

Moratin instruye más que Shakspeare, pero esmenos poeta; Álarcon enseña más que Calderón,pero es menos grande; Dumas, hijo, moralizamás que Schiller, pero no es tan artista. .

Cuando se trate de pedir consejos aplicables ála vida práctica, será conveniente preferir á losunos; pero cuando se quiera conocer el arte, esmás natural prefsrir álos otros: porque, es nece-sario no olvidarlo, para crear obras poéticas, lacondición esencial es ser poeta; bueno será que áesta condición esencialísima y principal se unanotras condiciones, pero supeditadas siempre á la

• primera.No habría sido malo, muy al contrario, que el

auitor de Hainlet hubiera sabido, ó hubiese recor-dado, que allá en los remotos tiempos en que

supone la acción de su drama, no había relojes,ni oañones; pero Hamlet será-siempre una obra ad*mirable que el más erudito historiador, el másprofundo conocedor de fechas y de sucesos nohubieran podido hacer, con toda su erudición ytodos sus conocimientos.

Bueno es que un pintor sepa de indumentaria;pero las vírgenes de Murillo no dejarían de ser jo-yas de los museos, aunque ostentasen prendas deépocas muy posteriores; más diremos: si cualquie-ra de nuestros buenos pintores tuviese la ocurren-cia de vestir personajes de Felipe IV, con trajes dela época de Enrique el Doliente, ese anacronismoseria sin duda un defecto en el cuadro; el censormás severo sólo podria decir, sin embargo, «esepintor ignora que tal traje no corresponde á taltiempo, pero es un gran pintor: conoce poco lahistoria, pero conoce la pintura: no es sabio,pero es artista.»

Será bien, sin embargo, tener presente, que sitales defectos podrían perdonarseá unMurilloeu lapintura y á un Calderón en el teatro, para los queno alcanzan esa altura, para los que se acercanmás á la talla ordinaria de los mortales, las exi-gencias en ese terreno son necesariamente mayo-res. A quien crea una figura como «Otello» debedispensársele de ese minucioso cuidado en los por-menores á que no podria ciertamente descender; áquien'se contentótcon producir un D. Frutos Ca-lamocha, es equitativo exigirle mayor cuidado enla foripa, más verosimilitud en los accidentes,más corrección en todo.

Quede, pues, sentado,que® Estómago no repre-senta, ni podia representar, entra nosotros la apa-rición de una escuela nueva: que esa comedia so-cial (como han dado en decir algunos), es sencilla-mente la comedia de siempre, porque en el tea-tro se ha reflejado siempre con la exactitud mismaque en un espejo la sociedad: que el realismo enel arte ha sido de todos los tiempos, y- allí dondese encuentran vestigios del arte, allí se encontra-rán pruebas evidentes de que con él nacieron si-multáneamente lo que ahora titulamos idealismoy realismo.

Llámese, pues, á El Estómago comedia realista,llámese comedia social, ni su aparición como gé-nero es novedad para nosotros, ni señala un pro-greso en la historia de la poesía dramática con-temporánea: hay más, El Estómago no perteneceal género realista.

¿Se pretende que el género realista consiste encopiar fiel, exacta, servilmente la realidad? Mez-quino seria en este caso el fin del arte, pobre elconcepto de la belleza; pero la comedia El Estó-mago no podria entonces ser considerada como obrarealista, porque ni los caracteres, ni los acontecí-

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mientos, ni las situaciones están en ella copiadasde la realidad; ni existen, ni suceden, ni se pre-sentan en la vida real, tales como en lá comediaaparecen.

¿Consideramos como realista la obra en que laenseñanza moral se antepone á todo? Sea en buenhora; entonces El Estómago tampoco es realista,porque el desenvolvimiento. trabajosa *y acciden-tado de su idea fundamental nada nos ensena. Yno sea esta afirmación nuestra causa de escán-dalo entre los apasionados más celosos que bienaconsejados, más entusiastas que discretos, delautor de El Estómago: hemos dicho que la acciónque el poeta desarrolla á la vista del espectadornada enseña, y vamos á probarlo.

Que El Estómago determine, regule y fije losprocedimientos del hombre, no es exacto: y comoló que no es exacto no puede demostrarse, claroes que él autor de la comedia no lo ha demostrado,ni lo demostrará nunca. Que, en el misterioso en-lace de los fenómenos fisiológicos y psicológicosexisten indudablemente mutuas influencias, delalma al cuerpo y vice-versa, de la materia al es-píritu, sí es exacto; pero nadie lo ignora; siendoen efecto una verdad tan recóndita como la deque cuando una dolencia nos aqueja tenazmente,suele agriarse el carácter más apacible.

Quede, pues, sentado, que la comedia El Estó-mago nada enseña, y que, puesto que algo ense-ñase, la enseñanza se hubiera dado fuera de sa-zón y sin visos de oportunidad. Preciso es, porconsiguiente, considerarla como una simple co-media, sin más trascendencia ni mayor importan-cia que otras muchas que ahora se estilan, y des-de luego no tan buena como otras comedias delmismo autor.

Novedad y atrevimiento en las ideas; origina-lidad en los pensamientos; corrección en el estilo;en algunas escenas sentimiento; en las peripe-cias interés, y en los chistes agudeza; condicionesson todas que justifican los aplausos que El Es-tómago ha conseguido.

Inverosimilitud en la aglomeración de los su-cesos; falsedad notoria y poca fijeza en la mayorparte de los caracteres; languidez excesiva en al-gunas escenas, son, por otra parte, defectos queexplican bien la indiferencia con que la opinióngeneral le ha recibido. Sus bellezas han hecho queviva siete dias; sus defectos han impedido que sesostenga más. La simple lectura dé la comediabastará para que las personas desapasionadas re-conozcan la exactitud de nuestro aserto.

Y no queremos añadir á ló dicho, temerosos deiniciar otro orden de consideraciones, que aunadmitido como los defensores de El Estómagoquieren, que, en dicha obra, se ha rechazado un

género y no una'comedia, todavía el público ten-dría de su parte la razón, y la sinrazón seria delpoeta. Escribir para el público, aceptarlo comojuez, admitir su fallo cuando nos es favorable yrechazarlo cuando nos es adverso, parécenos taninjustificado, y casi podríamos decir tan ridículo,como el proceder de quien pide consejos con elpropósito deliberado de no seguirlos si no estánen armonía«on su propia opinión, ó bien como laconducta de quien reclama pareceres, á la usanza'de aquel obispo á quien servia de amanuense QtilBlas de Santillana.

Hasta qué punto es exacto que el público nosiente predilección por determinado género deliteratura dramática, y que á la manera, comono ha muchos años aceptaba y aplaudia—cuandolograban Interesarle—lo mismo á los poeta-s ro-mánticos que á los clásicos, lo mismo La Torrede Nesle de Dumas (padre), que A Madrid mevuelvo de Bretón, aplaude hoy, y celebra á losrealistas, á los idealistas y á los eclécticos cuandole ofrecen obras como Nobleza obliga, El Tejado devidrio ó Un Drama nuevo; hasta qué punto esesto exacto, repetimos, pruébanlo el éxito obte-nido por la comedia El árbol sin raíces, obra muyestimable de los soñores Bremon y Herranz, y quevivirá con corta diferencia igual número de nochesque ha vivido El Estómago.

Nada hay, sin embargo, en El árbol dn raícesque recuerde esas profundas y severísimas leccio-nes que el vulgo díscolo no acepta, ajuicio delos partidarios del realismo, y hay en cambiomucho de esa moral anodina y casera, que, se-gún los mismos realistas, tan del agrado es delvulgo hipócrita, y á fuer de hipócrita, asusta-dizo.

Hai en El árbol sin raíces nobles pensamien-tos, consejos saludables, buenas situaciones, de-licadeza de sentimientos; revélase en su sencillatrama no común inteligencia y gran conocimientode los recursos escénicos; la versificación es fácil jel diálogo vivo y animado, correcto y propio .elestilo; falta en cambio oportunidad en algún epi-sodio decisivo, más detenimiento en la justifica-ción de eiertos incidentes, viveza en la acción, ytacto para apelar en el momento necesario, y nodespués, á determinados recursos.

La exposición, que llena todo el primer acto,está hecha con discreción y habilidad, cuando alcaer el telón oímos decir al protagonista:

Sí;solo, enteramente solo.

conocemos ya los acontecimientos que han pre-parado la acción, los personajes que han de in-tervenir en ella, las relaciones mutuas que les.

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unen, y hasta conocemos', y esto es sensible, eldesenlace de la comedia.

Cuando un solterón se aburre, se hastía de en-contrarse enteramente solo, cuando al llegar esaépoca de aburrimiento y no antes encuentra, comopor disposición providencial, á una virtuosa se-ñora, víctima suya en otro tiempo, y á la sazóncariñosa madre de. una niña buena y hermosa,triste fruto de la seducción, cuatido el amor pa-ternal y el arrepentimiento de anteriores faltasnacen simultáneamente en el corazón del cala-vera de antaño, no es necesario ser muy lincepara adivinar desde luego que el solterón aceptarála familia que ya de antiguo tenia preparada, yque le ahorra la molestia áe buscar otra nueva.

Lástima grande que para justificar este desen-lace, de antemano previsto, y, por otra parte,fácil de motivar, hayan creido los autores necesa-rio introducir á deshora un nuevo personaje, cuyaaparición en escena es inútil, sobre ser poco ve-rosímil.

Si del solterón viésemos en la escena algo másque el arrepentimiento; si un su pariente y afi-cionado discípulo no aguardase para hacer obrasde caridad á que la obra tocase á su término, niemplease para redimir mozos del servicio militardinero de su apreciable tío; si la que fue en otrotiempo víctima del solterón apareciese meaosaviejada, (con la que no tendría tanta consistenciael temor de que será desgraciada en el matrimo-nio), y además de esto y sobre esto se manifestasemenos opuesta á legitimar con un casamiento elfruto de su falta; si en fin, el criado fuese másgracioso ó menos entrometido, El árbol sin raícesseria tal vez una de las mejores comedias del re-pertorio contemporáneo: tal como sus autores lalian presentado, con las bellezas y los defectosque someramente hemos procurado apuntar, re-vela en dichos autores condiciones envidiables ydisposición felicísima para cultivar con resultadoeste género de literatura.

A. SÁNCHEZ PÉREZ.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Sociedad Española de Historia Natural.1 OCTUBRE.

Abierta la sesión por D. Ramón Llórente, conasistencia de 29 socios de Madrid y de D. ManuelPolo, de Teruel, fue leida y aprobada el acta dela anterior.

Dióse cuenta de las comunicaciones y publica-ciones recibidas; la Sociedad acordó dar las gra-cias á los donantes.

El Sr. Martínez y Saez presentó un ejemplar,propiedad del Museo de Madrid, del Moloch horri-

dus Gray, saurio de Australia, curioso por tenertodo el cuerpo cubierto de espinas parecidas á lasde la zarza.

El Sr. Vilanova mostró un ejemplar de hema-tites parda estalaetítica que le habia sido rega-lada por D. Gumersindo Azcárate;-lo describió yentró en algunas consideraciones sobre el origenhidro-termal de los óxidos de hierro naturales.Presentó asimismo algunos ejemplares de fosfo-rita de Belmez, notables por su aspecto de ópalo,por su estructura testácea y la sílice hidratadaque los penetra, habiendo algunos con núcleostérreos cavernosos, á cuyo alrededor parece sehan ido depositando las capas. Finalmente, anun-ció el arribo á Madrid de un magnífico'grupo es-talactítico de cristales trasparentes de espato ca-lizo de la cueva de Bellamar (isla de Cuba), re-galo hecho al ministro de Ultramar, Sr. RomeroOrtiz, en cuyo nombre invitó á ver el referidoejemplar á los socios que lo deseasen.

El Sr. Areitio leyó el resumen de los resulta-dos de los análisis de varias calizas de la provin-cia de Segovia, cuya hidraulicidad se sospecha-ba, resultando tres eminentemente hidráulicas,cinco hidráulicas, y las restantes analizadas me-dianamente hidráulicas, dando á estas denomi-naciones el valor que las da Vicat.

El señor secretario leyó en extracto un trabajodel Sr. Landerer, de Tortosa, titulado El 'piso te-nencio ó Urgo-áplico y su fauna, que pasó á la co-misión de publicación.. Se admitieron seis socios; se hicieron siete nue-vas propuestas, y se levantó la sesión á las nuevey media.—El vicesecretario.

Sociedad de estudios japoneses enParis.Nueva asociación.—Imaura Warau, letrado japonés.—Las cuerdas de

exclusión.—Las sepulturas japonesas.—M. Eugenio Bourseret.—La

escritura china y sus 214 claves.—La imprenta china..—¡42.000 eaje-

tinesl—Clichés foto-litográficos.

Conjo consecuencia del .Congreso internacionalde orientalistas, se ha formado en Paris estanueva asociación que en poco tiempo ha reunidogran número de miembros y los fondos necesariospara su sostenimiento.

—M. Imaura Warau, letrado japonés, ha pre-sentado ala sociedad un curioso artículo sóbrelassepulturas de los japoneses y sobre la antiguacostumbre del sime-nama, ó cuerdas de exclusiónque los indígenas colocan á las puertas de susmoradas para impedir la entrada de los espíritusdel mal. El sabio miembro ha establecido tres pe-ríodos en el modo de construcción de las tumbasdel Japón: el primero, durante el cual se sepulta-ban los muertos en colinas artificiales; el segundo,que tiene su origen en los budhistas de Corea, yque consiste en envolver los cadáveres en la mis-ma posición- que ocupan los fetos en el seno de lasmadres; el tercero, en fin, que se creia de inven-ción indígena y que se ha introducido con el Eva'n-gelio por los misioneros portugueses. La influen-cia de éstos ha sido muy notable en la civiliza-ción japonesa.

—M. Eugenio Bourseret da cuenta á la socie-dad de dos invenciones. La primera tiene porobjeto enseñar en algunas horas, con ayuda dejuegos ingeniosos, los elementos de la escrituratan compleja de los chinos .«SW cual constituye la

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base de la escritura de los japoneses y de los co-chinohinos. Jugando puede un niño aprender las214 claves y los signos compuestos más usualesen un dia sólo, y de manera que no pueda olvi-darlos.

La segunda invención de M, Bourseret tienepor objeto hacer fácula impresión tan complicadade los textos en lengua china. La imprenta na-cional, el único establecimiento de París quepuede componer chino, tiene para cada tipo unacaja,compuesta de 42.000 cajetines, y la fundiciónnecesaria para llenar estos cajetines cuesta unprecio exorbitante. M. Bourseret ha dibujado loscaracteres chinos usuales en pedacitos de maderaiguales, con los cuales compone los textos quedesea, y después, con ayuda de la foto-litografía,forma clichés que sirven para tirar en las má-quinas tipográficas ordinarias. Los resultadosobtenidos son notables bajo el punto de vista dela belleza caligráfica, y por la economía del pro-cedimiento.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

• Ha empezado á publicarse en Barcelona la Re-vista Taquigráfica, órgano mensual de la Acade-mia de taquigrafía de la capital del Principado.

- En su primer número publica dos láminas lito-gráficas, que representan algunos de los ejerciciosprácticos, que el fundador de la taquigrafía cas-tellana, D. Francisco de Paula Martí, consignóen la obra que dio á luz en 1803.

En Barcelona está muy extendido el estudio deun arte tan útil, y aunque partidarios nosotros •del sistema que se enseña en Madrid, del cual elcatalán se ha separado algo, no hemos de esca-sear nuestros elogios á los esfuerzos de taquígra-fos tan celosos é ilustrados, como los catalanesseñores Cornet y Mas, Vérges, Jover, Pérez, Gal-cerán, Delás, Vila, Escorióla y otros, que son,sin duda alguna, los que están al frente de la Re-vista y de la Academia de Barcelona.

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Se han descubierto nuevas primeras materiaspara la fabricación de papel. Un fabricante de-Bohemia aprovecha los tallos de las plantas delas patatas; otra casa alemana obtiene papel conlas ortigas; y otro fabricante alemán aplica engran escala, para el mismo uso, la corteza de lamorera, con la cual, según dice el Sr. Vicuña, enun artículo que publica en Los lunes, obtiene unapasta que produce un papel muy resistente.

# *Ha empezado á publicarse en Madrid, con el

título de La Crítica, un periódico semanal, queescriben los conocidos literatos D. Manuel de laRevilla y D. Antonio Peña y Goñi, cuyos nom-bres constituyen el mayor elogio que podemoshacer del nuevo colega,

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El célebre Dr. Anstie, una de las lumbreras dela medicina inglesa, ha fallecido á consecuenciade haber practicado una autopsia en un niño quefalleció repentinamente, y con circunstancies quehacían dudoso el diagnóstico. Inadvertidamenteel Dr. Anstie se 1 '••¿<<- una pequeña cortadura en

un dedo con el bisturí, y en seguida le sobrevinotal inflamación en el brazo,' que á las dos. horasmurió.

El ilustrado médico del Hospital Nacional, se-ñor Egea, ha inventado un ingenioso procedi-miento para la curación de las hernias inguinales.

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En eHeatro del Circo de Barcelona se ha estre-nado una ópera nueva titulada David Riño, delmaestro L. Canepa. No teníamos noticia algunade este nuevo compositor, pero La España musicaldice que tuvo lisonjera acogida y le felicitamosppr ello.

El municipio de Burdeos ha acordado subven-cionar con 110.000 francos el teatro1 de dicha ciu-dad. De esta manera bien se pueden sostenerbuenas compañías y hacer prosperar el arte.

*El retrato de Mozart, pintado en Roma por

Pompeyo Battoni, y que pertenecía al profesorElla de Londres, ha sido vendido por 200 librasesterlinas. Este retrato, de tamaño natural, datadel año 1770.

*La Congregación del índice ha prohibido la lec-

tura de tres obras tituladas: Tres casos de concien-cia respecto de las leyes de Mayo (Maguncia, 1873).—Respetuosa exposición y súplica al episcopadopriisia/io; palabras de conciliación, por VincentSincere, (Munich, 1874).—El Vaticano y los Arme-nios, (Roma, 1873).

Entre los manuscritos siriacos de la Bibliotecaambrosiana de Milán, se encuentra una copia de laversión Peschito del Antiguo Testamento, hechaen el siglo VI, la cual se va á reproducir por me-dio de la fotografía.

El conservador de la biblioteca pública de Bos-ton, va á publicar el catálogo de la biblioteca es-pañola d# Jorge Tieknor, autor de la Historia delajiterafrura española.

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La idea de crear una Universidad católica enInglaterra, de que nos hemos ocupado hace algúntiempo, se ha realizado ya por completo. En Ken-sington, á las puertas de Londres, se ha abiertoya el gran colegio de altos estudios, con internosy externos, entre, cuyos profesores se cuentan elcélebre lingüista Paley, el sabio físico y natura-lista Mivart, el hábil químico Barff, y otros muynotables, bajo la dirección inmediata del rectorCapel y la dirección superior de Monseñor Man-ning, arzobispo de Westminster. La enseñanzaestá distribuida por ahora en diez ramos: religión,filosofía, lenguas y literatura, historia y geogra-fía, filosofía de la historia, leyes, economía polí-tica, . matemáticas, ciencias y bellas artes. Losjóvenes católicos ingleses tienen ya una Univer-sidad donde recibir la instrucción que no puedenbuscan sin perjuicio para su fe, en las Universi-dades de Oxford y Cambridge.

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568 REVISTA EUROPKA'.-FT-S&'DB OCTUBRE DE 1 8 7 4 . N.° 35

A propósito de la exploración francesa en Bir-maniayun periódico científico de Paris refiere cu-riosos detalles sobre la fiebre de los bosques queha causado bastantes víctimas entre las personas,que forman parte de la expedición, incluso el ca-pitán Fau.La fiebre de los bosques no es otra co-aque el tifus, enfermedad que causa un terror in-decible entre los indígenas. El doctor Thorel,agregado como médico á la expedición francesa,describe esta enfermedad en sus notas, despuésde haberla estudiado en dos personas de la Comi-sión de que formaba parte. Uno de los enfermosse restableció por. medio de altas dosis de quini-na, ó sean 80 centigramos; el otro, á quien se ad-ministró una cuarta parte menos, 60 centigra-gramos, se agravó considerablemente, y el dia de-cimocuarto estaba en un estado desesperado.Creíase que moriría al dia siguiente lo más tarde,pero, burlando la vigilancia de sus compañeros,el enfermo se levantó de la cama y se metió en elrio, de donde le retiraron en seguida, aunque nosin que consiguiera su objeto de tomar un bañofrió. Este baño le produjo una mejoría tan rápida,que no tardó en quedar restablecido por comple-to. Este caso que consigna el doctor Thorel, notiene, sin embargo, nada de particular, porquesabido es que el tratamiento del agua fria y aunde la nieve se emplea en Europa con frecuencia enel tifus, propiamente dicho, y en las fiebres tifoi-deas.

BOLETÍN BIBLIOGRÁFICO.

Estudios sobre el Oriente. Los PUEBLOS IRANIOS *ZOROASTRO, porD. Francisco García Ayuso. Untomo casi folio, xtvin, 272. Madrid, 1874.

- La publicación de una obra extensa sobre cuestiones orientales enEspaRa, donde no .hay gran afición á estos estudios y las universidadesno admiten en su seno la enseñanza de los principales idiomas y litera-turas orientales, representa un esfuerzo titánico, un interés entusiasta,un a mor profundo á estos estudios, circunstancias que sólo viéndolasreunidas en el Sr. Ayuso, podemos creer que existan. Grandes serviciosle deben ya los hombres estudiosos, y más le han de deber todavía, puesse ocupa de !a traducción de los principales dramas de la literatura sans-krita. Sobre la base d« una indiferencia casi glacial, el Sr. Ayuso haido despertando la afición y el gusto á estos trabajo», y no es dudosoijue por este camino llegará á censoUdar la obra de la regeneración de losestudios orientales*en España.

A la obra que anunciamos precede, por vía de introducción, un estu-dio sobre la critica y literatura Irania, y después siguen los capítulosdedicados á Zoroastro; sus doctrinas sobre la divinidad; concepto primi-tivo del Ser Supremo; el país de Irán; Zendavesta; literatura tradicionalde ios Parcis; las doctrinas del Avesta, etc., etc.

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La Monnaie et le double etalon, par Th. Manne-quin, miembro de la Sociedad de Economía po-lítica de Paris. Un volumen en 8." francés, vi,64,-Parig. Librería Gillaumin, 1874.

Combatir la existencia de dos unidades ó tipos desiguales en la mone-da es el objeto primordial de esta obrita, esevita por una de las personalmás competentes de Francia para esta clase de estudios. Sabido es quehace mucho tiempo se viene discutiendo este asunto relacionado con lasteorías económicas modernas y con la existencia de una unidad interna-cional. Los partidarios de un solo tipo parecían llevar la ventaja en estadiscusión y aun en la práctica francesa, pero en la Memoria redactadapor la comisión encargada de examinar el proyecto de convención mo-netaria entre Francia, Bélgico, Italia y Suiza, se declara que et dobletipo es wn principio que acaba de salir triunfante de una pruehp',' yafirma una vez más su vitalidad; y a contestar & esta declaración .srencamina el estudio de M. Mannequin, al cual no seguiremosgumentos porque.no tenemos espacio para ello, pero si hailas brillantes cualidades de estilo, raciocinio y arraigadasque demuestra. El sumirlo dé esta obrita es el siguiente:etalon est absurde et malfaisant.—II. Fausses theofies111. Echange, Monnaie, Valeur, Richesse.—IV. Caractére

lonnaie.—V. L'or seul etalon monetaire possihle,—VI. Variations de lamonnaie, Remede, Uniformité monetaire.

•Tratado de Geometría elemental y Trigonometríarectilínea y esférica, por D. Luciano Navarro éIzquierdo.1—í.* PARTE: Geometría plana y Trigo-nometría rectilínea*. Un tomo en 4.°, Salaman-ca, 1874.

No hay más que echar una rápida oj'ada sobre un Tratado cual-quiera de Geometría para convencerse de que esta ciencia no se basta ási propia para el desarrollo de sus teorías, sino que necesita auxiliarsedel Algebra para conseguir este objeto. Asi pues, hay que servirse delcálculo en la exposición de Aquella, siempre que su uso facilite el estu-dio, y esto es lo que se ha propuesto al escribir el Tratado que anuncia -mos el distinguido catedrático del instituto de Salamanca, D. LucianoNavarro é Izquierdo, encargado de una asignatura de la facultad deCiencias en aquella universidad, y persona muy conocida y apreciada enel profesorado. Su obra, cuya Índole especial técnica nos impide anali-zarla teóricamente, e¿ de una gran utilidad para todos los que se dedicanal estudio de una ciencia cada vez más necesaria y extendida. .

El Sr. Navarro es también autor de un notable estudio leído en laapertura de la universidad de Salamanca, y que por referirse á uno delos temas científicos más importantes en la actualidad, como lo es laAntropología, y por su mérito relevante publicaremos en uno de los pró-ximos números de la REVISTA EUROPEA..

Propiedad literaria.Relación de las obras presentadas en el Ministerio

de Fomento en el mes de Setiembre de 1874.Alarcon (Pedro Antonio).—El sombrero de tres picos.—Medina y Na-

varro, editores, 1 t. 8.°Font.—Colección de máximas morales, 11. 8.°Vesteiro.—Galería de-gallegos ilustres, t. 2.° en 8.°Galdeano.—Observaciones al estudio de las matemáticas, 11. 8.°Capdepon y Coiarelo.—Manual del cabo y sargento, 1 t. 8.°Freixa.—Ayuntamientos y diputaciones, 1 t. 4.°REVISTA. EUROPEA.—Medina y Navarro, editores.—Números 19 al 28.

10 cuadernos en 4.° mayor.Chacel.—Galería de retratos lúgubres, 40 entregas en 4.° mayor.Sabando.—El dia de los diez y seis, í> números en 12.°Sevilla.—Historia de los eunucos, 1 t. 8.°

"Roda.—Los oradores griegos, 1 t. 8.°Fernandez Losada.—Museo anatómico, 1 t .8 . °Fernandez González.—Doña María Coronel, 1 t. 8.°Diccionario enciclopédico, Garnier hermanos, 2 t. 4.°REVISTA EUROPEA.—Medina y Navarro, editores.—Número 29. Un

cuaderno en -4.° mayor.Escriche.—Diccionario de legislación, 1 entrega.González.—Catón metódico de los niñUs, \ i. 8.°Golmayo.—Instituciones de derecho canónico, 2 t. 4.°Sílvela.—El derecho penal, 1 t. 4.° ' "REVISTA EUROPEA.—Medina y Navarro, editores.—Número 30. I3n

cuaderno en 4.° mayor.Salvador.—Prácticas de contabilidad mercantil, 1 t. 4.°Rodríguez Chaves.—Cuentos de dos siglos, 1 t. 8.°Piédrola.—Historia del porvenir, 11 8.°.O*.avide.—De la sarna y de su tratamiento, 1 t. 8.°Freixa.—Auxiliar de bufetes, \ t. 4.°Canalejas.—CuVso de literatura latina, 1 entrega.REVISTA ECROPEA.—Medina y Navarro, editores.—Número 31. Un

cuaderno en 4.° mayor.Obras drarntíltcas,—Bassols: La cruz roja, 5 a.—Larra: El bien per>

dido, 3 a.—Eguilaz: El patriarca del Turia, 3 a.—Amalfi : El barónde la Castaña, 1 á.—Eguilaz: La payesa de Sarria, 5 a.—Caballero:Para una modista, la.—-Pina: La casa de locos, 1 a.—Coll: jAy, ole!(Giroflé), 3 a.

Mamerl.—Dictionnaire telegraphique, 1 t. 12.°—Plon.Meniet.—Theorie et aplication de l'impot, 1 t. 8.°—id. «Lebrun.—Cien lecturas variadas, i t. 12.°—Hachette.Delafosse.—Nociones de historia natural, i t, 16.°—id.— Nociones de botánica, 11. 16.°—id.

Pape-Carpentier.—Cours d'education, t t, 16.°—id.Guillermin.—La lumiere et les couleurs, 1 t. 12.°—id.Jouveaux.—Histoíre de troix potiers célebres, 1 1.12.°—id.Mad. GuizotdeWit.-LapeütefilIe, i t. 12.°—id.Wurtz.—Dictionnaire de Chimie, 1 t. 8.°—id.Qprtarabert.—Pequeño atlas de geografía, 1 t. 4.°—id.•~ ~ il de la jeunesse, 9 núms.—id.

,dü monde, 12 núms.—id., , rWje France, 2 entregas.-—id.

t.—Cour«.fa¿]*mel de dessin, 2 t. f.°—id.,.—L\tATOeAlcPeutiriger, 4 t. f.°—id.

Juvre^*tfoiín'p1etes, 5 1.18.°—Viudo Scrlbe... i • v-*"•' i , . . .- •__

ioteca de Instrucción y Recreo, Rubio,28,