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Ritual de trazo Laura Mojica ©

Trabajo de grado, Artes VisualesPontificia Universidad Javeriana 2018

El centro de un poemaes otro poemaEl centro del centro es la ausencia En el centro de la ausenciami sombra es el centro del centro del poema

Alejandra Pizarnik.Impreso en Bogotá, Colombia.

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R I T U A L D E T R A Z O

C a r t o g r a f í a I n t e r i o r

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C O N T E N I D O Capítulo I De la Enfermedad al Sol Negro Capítulo IIEstetización Melancólica

Capítulo IIIEl Poder del Sol NegroIII. I La semiología catártica de las cartas de Tarot.

Capítulo IVRitual de trazo

Capítulo VLa Ciudad Interior

11

25

37

39

53

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C A P I T U L O

De la enfermedad al Sol NegroI

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Un inexplicable sentimiento, indescifrable y sin sentido aparente, apareció en mi cuerpo. Un agujero profundo y desconcertante se posó en mi estómago y parecía que llegaba desde el interior para absorberme. Hundida en él vi mis manos alejarse de mí, mis piernas estirarse y mi abdomen curvarse hacia adentro. El espacio también se distorsionó, aquel momento, aquella explosión extraña había desestabilizado mi propia estructura. Mi reflejo había cambiado, lo encontré incómodo y distante. El espejo producía sonidos ensordecedores y el eco de mi propio reflejo me perseguía como queriendo tragarme. Es con esa imagen, como recuerdo sentir el vacío y la angustia de no llenar los estándares, de no merecer un asiento en la mesa familiar y social del mundo que me rodeaba. El desconocimiento propio y el deshabitado espacio que existía en mí, comenzaban a acumularse para ser convertidos en un hambre poderosa y constante. Mi cuerpo se convertía en una insaciable figura que trataba de llenar el agujero para poderse sentir completo.

Mi primer acercamiento al vacío fue entonces a través del hambre misma y de la comida como medio para saciar el vacío y dejar de sentirlo. Muchas veces para evitar el agujero, llené mi estómago y desocupé la alacena, pero el hambre no era solo física, existía una incompletitud interior que no lograba comprender del todo, entonces, decidí vaciar el estómago para sentir el vacío de una manera más real, yo tenía ansias de controlarlo; lo cual trajo consigo la aparición de los trastornos alimenticios, un caos enorme, sí, pero también, una

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12 13

4 Peter Toohey, Melan-

choly, love and time:

Boundaries of the self

in ancient literature

(Michigan: The University

of Michigan press, 2004),

27 - 28.

puerta que me permitió ver que el hambre va más allá del estómago, existe un deseo de saciedad que jamás se alcanza del todo en cada ser humano y en la sociedad, la cual tiene un apetito voraz que transmite a cada individuo.

El hambre fue el detonante que me permitió ver cómo, los seres humanos, imploramos que el vacío desaparezca, traemos elementos externos al interior, para tratar de llenar los espacios solitarios. El hambre y el deseo de saciedad son tan voraces, que somos incapaces de dejarnos llevar por el caos propio, porque nos enseñaron que el vacío es una debilidad, que donde no existe nada, es necesario colocar algo1.¿Pero cómo seremos capaces de definir el vacío, si ni siquiera tenemos la voluntad de ingresar en él? Al tratar de entender el vacío, me encontré sumida en un vapor negro que no me dejaba avanzar, una sensación que habitaba en ese vacío y se convertía en el vacío mismo, allí encontré la melancolía.

La melancolía, en la antigüedad, era conside-rada una condición médica que se producia por el exceso de bilis negra2; ésta afectaba en gran medida el cerebro, pero también podía localizarse en la sangre o en el estómago. Dicha enfermedad generaba una profunda tristeza, con episodios de mal humor y euforia, ocasionados por los cambios de temperatura que el cuerpo experimentaba. Se creía que la melancolía era producto de los cambios extremos de temperatura interna del cuerpo3; si el

calor aumentaba, la bilis que contiene el cuerpo comenzaba a hervir hasta quemarse, por lo que al enfriarse, el interior quedaba impregnado de un hollín negro proveniente de la bilis. Esta reacción física era la que generaba un malestar incómodo en la persona, enfriando su cuerpo y angustiando su existencia, sin razón externa aparente.4

Físicamente, el melancólico tenía unas características particulares para los pensadores de la Antigüedad; debido al hollín producido por la quema de la bilis, la tez del melancólico tendía a oscurecerse, además solían ser personas muy delgadas, con venas gruesas y abundante cabello. Anímicamente, si la bilis se encontraba caliente, se solían presentar estadíos violentos o eufóricos, muchas veces con pérdida de control, la cual se asoció directamente con episodios de epilepsia; a este periodo, se le denominó: fase maniaca. Mientras que en el momento más frío de la melancolía, la persona podía experimentar un miedo profundo, desilusión, duda y pocos deseos de vivir, a este momento se le denominó: fase depresiva5. Se consideraba además, que la complexión del paciente que se encontraba propenso a la melancolía, se veía afectada por la falta de sueño, una dieta pobre o una exposición constante a la preocupación y al dolor; conjuntamente, cuando las personas tenían episodios de vómito, era muy probable que se desencadenara una reacción melancólica, ya que después del vómito, la bilis amarilla del estómago, produce dolores de cabeza, los cuales hacen que la persona sienta miedo y produzca ideas imaginarias

2 (s. xv) del latín melan-

cholia y este del griego

melankholía ‘bilis negra’,

compuesto de mélas

‘negro’ y kholé ‘bilis’

1 Amélie Nothomb, Bio-

grafía del hambre (París:

Éditions Albin Michel,

2004), 20 - 24.

3 Jennifer Radden, The

nature of melancholy.

From Aristotle to

Kristeva. (New York:

Oxford University Press,

2000), 62 - 66.

*Según la teoría de

los cuatros humores,

propuesta por

Hipócrates y retomada

a lo largo de la historia

por otros pensadores. - Hippocrates, The

nature of man (Loeb

Classical Library, 1931)

5 Peter Toohey, Melan-

choly, love and time:

Boundaries of the self

in ancient literature

(Michigan: The University

of Michigan press, 2004),

29 - 30.

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y excéntricas de sí mismo, esto ocasiona la imposibilidad para entablar relación con otros6. Si bien, no todos los melancólicos son iguales, en un plano general, los síntomas se parecen; lo que en realidad varía, son los momentos y los desenlaces de cada fase, produciendo en distintos momentos e intensidades miedos y abatimientos que se registran dentro de cada experiencia individual; esa es la manera como la medicina, desde el siglo II, piensa la experiencia melancólica.

Una vez me abastecí de textos y teorías acerca de la melancolía, comencé a examinar mi propia expe-riencia, llevándome la sorpresa, de que el detonante de mi melancolía, hacía parte de las características que afectaban la complexión del paciente, según la patología que occidente ha tejido en torno a esta condición desde la Antigüedad. Mi dieta pobre, causada por un trastorno de alimentación, me con-dujo a la melancolía. Mi cuerpo comenzó a cambiar, tenía episodios de vómito, no dormía con facilidad, presentaba estadíos eufóricos y de muy mal humor, y episodios depresivos, en los cuales perdía el inte-rés por la vida. Lo que me recuerda una parte de la teoría de Sigmund Freud, en su texto duelo y melancolía, citado por Jennifer Raden: “…Esta imagen de desilusión y menosprecio, es comple-tada por el insomnio y la negación al alimento”7

Mientras yo me encontraba en un estado de enajenación con el mundo, quienes me rodeaban, vieron con temor los cambios de ánimo. Fue entonces cuando comenzaron los innumerables

tratamientos, los cuales explicaban que ese desinterés por la vida se debía a una depresión clínica, momento en el cual asocié mi estado melancólico por primera vez con la categoría: enfermedad. ¿Será que de manera inconsciente, los imaginarios de la cultura occidental influyeron en la manera como me pienso a mí misma?

Al melancólico se le observa con recelo y se asume que en él existe una anomalía que debe ser tra-tada, pues esta le impide alcanzar la felicidad, poniéndolo en riesgo de muerte. Por lo tanto, es necesario intervenirlo; esto ha sucedido desde que se empezó a estudiar la melancolía. Muchos trata-mientos han sido utilizados para curarla; la flebo-tomía, que consistía en hacer una incisión en una vena para evacuar cierta cantidad de sangre que se encontraba contaminada con bilis negra. La fabricación de brebajes con la flor del eléboro, que ayudaba a purgar el cuerpo de fluidos dañinos rete-nidos en él, el tratamiento estándar por excelencia en la Antigüedad. O en el mundo contemporáneo, asociado con la depresión, se le trata con medica-mentos que inhiben las sensaciones de angustia y miedo. A través de idearios e imaginarios que naturalizamos, toda la carga narrativa del mundo occidental, termina siendo transmitida y por ende, asociamos este estado con la patología, por lo que al sentirnos de esa manera, nos autodenominamos enfermos. Pero entonces me pregunto ¿con el tra-tamiento médico habremos curado la melancolía? O ¿simplemente encubrimos los síntomas y nos auto engañamos?

7 Jennifer Radden, The

nature of melancholy.

From Aristotle to Kris-

teva. (New York: Oxford

University Press, 2000),

281-296.

6 Jennifer Radden, The

nature of melancholy.

From Aristotle to Kris-

teva (New York: Oxford

University Press, 2000),

61-68.

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La categorización de la melancolía como una patología, tiene gran peso a la hora de enfrentarnos a ella. Aunque cada persona llegue a un estado melancólico a través de un detonante distinto y su experiencia sea individual, el miedo propio y social que genera estar allí, nos impide hacernos cargo de nuestra emocionalidad, entregándola a un tercero que se supone curará los síntomas. La manera como hoy en día nos acercamos a los estados emocionales más difíciles de llevar en nuestras vidas, está claramente influenciada por la carga médica que ha acompañado a la melancolía occidental; lo cual me llevó a pensar que algo faltaba, ¿Cómo hacernos cargo de la melancolía como una experiencia performativa íntima que también nos defina como sujetos?

Se ha representado al melancólico con la cabeza apoyada en el puño cerrado y la mirada lejana, como observando lo invisible8, se le ve afligido, pero a su vez, aquella mirada ausente en la realidad, parece que observara lo desconocido, aquello que en un estado distinto evitamos ver, porque nos agobia demasiado o nos asusta mirar. La melancolía pareciera develar lo oculto, como si en aquel estado fueramos capaces de cuestionar aquellas cosas que damos por sentadas, de preguntarnos por los propósitos propios, de ver a través de la oscuridad misma. Resulta ser una especie de lugar caótico y oscuro, al cual debemos ingresar para ver desde la parte más honesta de cada uno, lo que aún no hemos descubierto y siempre ha estado guardado.

8 Jacky Bowring, A field

Guide to Melancholy

(Great Britain: Oldcastle

books, 2008), 51-90.

Melancolía I. Alberto Durero. Grabado. 1514

Saturno como melancolía.

Zacharias Dolendo. Grabado.

1595

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Melancolía. Edvard Much. Óleo sobre lienzo. 1981

Jeune fumeur de pipe délaissant l’étude; La

mélancolie. Pieter Codde. Óleo sobre madera.

1630 - 35

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Aparece etonces un sol negro, una paradoja visual y conceptual de la melancolía, que parece posarse en el interior de la persona; es un astro oscuro, pero que a pesar de su oscuridad profunda, es capaz de iluminar y develar el camino. Para mí, el sol negro es la esencia real de la melancolía, el causante del caos interior, y también el guía que guarda dentro un secreto, un acertijo o simplemente una pista que permitirá acercarnos al objeto pérdido, el cual puede ser nuestro propio reflejo, o algo que aún desconocemos y buscamos desesperadamente. Así indagamos para desglosarnos a nosotros mis-mos, tratamos de escribirnos, dibujarnos, pintarnos o esculpirnos para tratar de entender esa búsqueda indefinida que la melancolía ha traido consigo, de realizar actividades que permitan generar catarsis del malestar.

Yo soy el tenebroso, —el viudo, —el inconsolado,El Príncipe de Aquitania de la torre abolida,Mi única estrella ha muerto, — y mi laúd consteladoLleva el Sol negro de la Melancolía.

Gerard Nerval, El Desdichado. (París, 1854)

La imágen del sol negro aparece en la obra de Gérard Nerval, describiendo la pérdida y el duelo. Se define como un astro perteneciente al espacio celeste, el cual habita las tinieblas, pero que por su cualidad de sol, no deja de ser una fuente de claridad. El momento introspectivo del poeta, propone entonces un instante decisivo, en el cual a través de la experiencia melancólica, evidencia lo invisible9. Esta referencia se convierte en una fuente importante del valor del sol negro como una oportunidad única en la cual se develan acertijos propios. El sol negro es la invitación a un viaje profundo, difícil, pero enriquecedor, en el cual puede ser posible reconciliarse con el reflejo y encontrar aquel objeto faltante que por más que buscamos en el exterior, no somos capaces de reconocer; la melancolía que viene con ese sol negro, debe ser explorada, para poder hacernos cargo de ella. Es un deber, ver a través del sol negro para develar el misterio que este contiene en sí.

9 Julia Kristeva, Sol

negro, depresión y

melancolía. (Venezuela:

Monte Ávila Editores

Latinoamericana, 1987),

128-130.

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C A P I T U L O

I I Estetización Melancólica

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La melancolía es un ciclo de los seres humanos que tiene tiempo propio. Un estado vetado la mayoría de las veces o enaltecido socialmente. Esta nece-sita tener un lugar en el mundo, en el cual pueda ser reconocida como necesaria y enriquecedora y no como fatalista y suicida. Mi interés radica, en darle un lugar a la melancolía, mostrarla como el viaje oculto que socialemente hemos decidido obviar, para crear una cultura que nos exige cons-tantemente ser felices encajando en un estereotipo.

Al mundo contemporáneo le fascinan las contradicciones; por un lado, el melancólico es un depresivo a tratar, un ser humano que no produce de la manera ágil que se necesita, considerándolo como un sobrante; y, por otro lado, se crea una estética de la tristeza que resulta supremamente artificial y deshonesta. Una estética que desarrolla un gusto por figuras sombrías, caracterizadas por la delgadez extrema y una palidez excesiva, figuras como la de la “heroin chic”10 retratada a partir de los años 90 por medio de campañas publicitarias que mostraban modelos supremamente delgadas y ojerosas como si se encontraran en un filo cercano a la muerte, las cuales desplegaron un esquema físico y estético de la melancolía, volviéndola un ideal difícil pero normalizante, aceptado socialmente.

Dichos patrones estéticos estandarizados, tienen tal impacto visual en las personas que parecen suspender en ellas la búsqueda de una respuesta emocional sincera, generando negación al proceso

10 Jacky Bowring, A field

Guide to Melancholy

(Great Britain: Oldcastle

books, 2008), 48-49

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único e individual que la vivencia emocional transmite, para luego reemplazarla por un aspecto estético superficial que anula tal posibilidad.

Se realiza un culto a una estética determinada, incluso para la melancolía. En este habitar contemporáneo, se evidencia un deseo por ser de cierta manera; aquellas figuras escuálidas, con desequilibrios mentales y emocionales, pero que a pesar de ellos siguen resaltando por sus atributos físicos, han volcado la experiencia propia en una falsa emocionalidad, que además de impedir tener una experiencia honesta, encasilla los altibajos emocionales en una suerte de privilegio de belleza, creando admiración por esos cuerpos frágiles que parecen estar físicamente al borde de la muerte. Esta concepción de belleza melancólica ha venido reforzándose y adaptándose al paso del tiempo desde el Romanticismo11, periodo en el cual se ve a la melancolía con gran apasionamiento, admirando en ella una belleza única que anhelaban alcanzar los hombres nobles de aquella época. En el campo de la poesía durante el Romanticismo, la melancolía fue la fuente que impulsó a escritores como John Keats, Lord Byron o William Blake, a escribir acerca de la melancolía, como un generador del impulso artístico, viéndola con una contemplación pasional que la cargaba del don de la belleza trascendental.

“Con la Belleza habita, Belleza que es mortal.También con la alegría, cuya mano en sus labiossiempre esboza un adiós; y con el placer dolienteque en tanto la abeja liba se torna veneno.Pues en el mismo templo del Placer, con su velotiene su soberano numen Melancolía,aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosaboca muerde la uva fatal de la alegría.Esa alma probará su tristísimo podery entre sus neblinosos trofeos será expuesta.”

John Keats, Oda a la Melancolía, fragmento. 1819

11 Jacky Bowring, A field

Guide to Melancholy

(Great Britain: Oldcastle

books, 2008), 23-54.

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28 29

Para las mujeres, la historia era diferente, pues si sufrían de melancolía, se trataba de una pérdida completa y eran definidas como enfermas nerviosas. La historia ha ido cambiando, pero ese culto a un estándar melancólico sigue permeando hasta el presente. Hoy percibimos una idea de mujer melancólica, aún asociada a la enfermedad nerviosa, y que refuerza relatos como el de El amante de las tuberculosas, una narración de Jean Lorrain, que expone la cualidad de ver en un cuerpo femenino extremadamente delgado, ojeroso y con un aspecto cercano a la muerte como un acierto: “…Esta mujercita sufre de sofocaciones y probablemente escupe sangre a raudales; debe ser brava de media noche, a las dos de la mañana cuando le invaden los accesos de fiebre. Hermosísima por otra parte…“ “…Ha sabido introducir la muerte en las operaciones amorosas de su vida…” 12 El relato alude a la utilidad de apreciar dicha belleza, solo a través de la dejadez del otro; se realizan procesos conscientes, a través de la fragilidad de la mujer de la que se narra. El sujeto se vuelve consciente de la muerte, como si necesitara ver en otra persona aquellos atributos y de alguna manera obviar su sentir real de aquella experiencia de fragilidad. Para mí, este tipo de referencias detonan de nuevo la cuestión de evitarse la experiencia real de la fragilidad a través de la melancolía, de tener miedo a la emocionalidad propia y real hasta dejarla de lado y vivir a través de la experiencia ajena.

12 Jean Lorrain, El aman-

te de las tuberculosas,

Selección, traducción

y prólogo por Claudio

Iglesias, Perversión,

Neurastenia y Anarquía

en Francia (Buenos Ai-

res: Caja Negra Editora,

2007), 43-47

La melancolía. Edgar Degas. Óleo sobre lienzo. 1860

Mujer con brazos cruzados. Pablo

Picasso, Óleo sobre lienzo. 1901 - 1902

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Con el tiempo aquella imagen ha adquirido un esquema de representación y belleza estereo-tipada, que hoy en día se encuentra lejos de mostrar la fragilidad de la vida y busca, más bien enaltecer vagamente las cualidades físi-cas de una mujer en estado melancólico y así dar paso a un mundo de marketing que vende a través de una experiencia visual artificial. Yo misma me vi influenciada por aquella estética que alaba la delgadez extrema, la palidez y las oje-ras, como si siguiendo aquel patrón físico la melan-colía en la que me encontraba sería más fácil de introducir en la sociedad. Me topé con personajes que representaban esos cuerpos y que lejos de ver su estado como punto de fragilidad consciente de la vida, abrían un gran agujero, la muerte se volvía en ellas una situación estética, no vi a una mujer mayor en estado de melancolía y cercana a la muerte, puesta como un modelo generacional.

Hago especial énfasis en el arquetipo estetizante de la Femme melancólica, porque fue ésta la que alimentó mi experiencia con fuerza, y la que hoy en día me hace cuestionarme a mí misma y a la manera como al final un gran número de personas acogen este tipo de imágenes para asimilarlas en su propia vida. Esa experiencia estética que parece generar placer visual, no es más que un medio distractor que nos aleja de la aceptación propia, direccionándonos constantemente al auto aborrecimiento culposo.

“Heroin Chic”. Mario Sorrenti. Fotografía.1990

Fotograma de la serie Skins. Jamie Brittain y Bryan Elsley, Dir. 2007 - 2013

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Nos asusta vernos y enfrentarnos de manera individual al mundo emocional, porque está condicionado por estándares históricos y sociales tan fuertes y extremos, que incluso guía nuestra propia experiencia hacia un placer simplemente estético o hacia la catalogación patológica excluyente. El papel del hombre por ejemplo en la experiencia melancólica contemporánea, es difuso para mí y termino creyendo que se sigue viendo la experiencia melancólica como la de un genio y gran artista, el solitario y misterioso que posee un intelecto prestigioso y se encuentra incomprendido a veces por el mundo. Esto es terrible, porque a lo largo de la historia, esa separación de género que está visible hasta en la experiencia emocional, refuerza una representación polarizada e injusta con ambos lados, cargando a los individuos con pesos enormes que no hacen más que alimentar falsos egos.

Tal como lo propongo al inicio de este capítulo, la melancolía es un ciclo de los seres humanos, con tiempo propio y único para cada individuo, por lo tanto es innecesario asignarle una forma física o intelectual, de hecho es violento hacerle otras asignaciones. Poseemos un fuerte contenido histórico de lo que representa la melancolía en occidente, como se vive y como se trata, esto agobia al alma en algún punto, porque ella misma vuelve a perderse dentro de ese laberinto de imágenes y representaciones. Vivimos acelerados por un mundo insostenible que impide darle tiempo a la emocionalidad caótica que está presente en cada

ser humano, por esto para mí, resulta fundamental deshacerse de la representación tiránica de la melancolía, porque ésta pone límites al sol negro y a la apuesta que cada individuo pueda hacer para navegarlo. No existen manuales para la melancolía, no es moda ser o estar melancólico, no es de genios, ni de artistas excepcionales, es de seres humanos sentir, experimentar el vacío y la necesidad de encontrarse a sí mismos, es un ejercicio de voluntad comenzar a dialogar con uno mismo y así iniciar un trazado de rutas que permitan explorar los estados de melancolía que ha traído el sol negro al posarse en el cuerpo.

¿Cómo descifrar el interior del sol negro de manera que no sea fatal su desenlace? ¿Cómo encontrar aquello que se ha perdido y se desconoce?No hay certezas ni verdades absolutas en cuanto a la manera de ingresar en los ciclos turbulentos que cada uno experimenta, no existen métodos implacables para navegar la melancolía. Hay apro-ximaciones y tentativas, de las cuales cada quien se apropia para intentar entablar un diálogo interno, pero nada resulta calcado para ser desarrollado por todos los individuos de la misma manera. Es por esto, que en mi obra propongo, una apuesta basada en mi experiencia con aquel malestar, y que posiblemente pueda darle a los espectadores una idea de la multiplicidad de rutas que pueden surgir a través de la construcción de una cartografía per-formativa y personal de la melancolía.

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C A P I T U L O

I I I El Poder del Sol Negro

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Caminar a través de la melancolía es un reto que se asume desde la voluntad y con la determinación de trazar un nuevo panorama que permita comprender el estado emocional que habita el interior del sol negro, para luego concebir que es a partir del encuentro con las diversas capas de la experiencia melancólica, que derrumbamos y construimos una y otra vez; logrando modificar nuestros cimientos, fortalecerlos o reconstruirlos a partir de otro principio. El alma, al igual que cualquier elemento de la naturaleza, posee ciclos, los cuales aparecen en momentos determinados y con finalidades necesarias para el crecimiento y el desarrollo de los individuos. El sol negro, se hace notar en el alma, porque busca que ésta tenga encuentros consigo misma, y la llama a ingresar a los turbulentos espacios que se contienen en él; espacios que en realidad no son ajenos, sino que orbitan en el interior del sol negro, y hacen parte de trazados proyectivos propios que orbitan constantemente en él, estos trazados son proyecciones propias que han ido cambiando y girando constantemente, a medida que los recorremos y los reescribimos en el acto de caminar repetidas veces sobre uno mismo.

Previamente de empezar a trazar una cartografía de la ruta melancólica como experiencia personal, es necesario entender que aquel mapa proyectivo del interior no se recorre pensando en una finalidad específica, ni en una dirección que proponga una salida del sol negro. Es por el contrario la manera de auto navegarse y enfrentarse honestamente a la experiencia melancólica como un ciclo performativo

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de movimiento constante que permite el diálogo propio. ¿Cómo generar un trazado consciente de esa experiencia, y que esta resulte en una apuesta enriquecedora de ella?

Como he mencionado anteriormente, la visibilidad de la melancolía como un estado emocional más, que hace parte del ser humano para darle un lugar de existencia en el mundo, es el primer brote conciente que se debe hacer. Esto nos dará la opción de pensarnos desde un punto de vista menos tiránico, en el cual no nos vemos atados a cumplir con expectativas ni reglas emocionales o físicas. Para navegar el sol negro, nos navegamos a nosotros mismos, y para ello, es necesario hacer un ejercicio de memoria, un trazo que vaya hacia atrás y nos ayude a ver por donde hemos andado y que vestigios se han quedado pegados al alma.

I I I . I

La semiología catártica de las cartas del tarot Entre lo gráfico y la experiencia personal.

Antes de ingresar de manera más profunda al plan-teamiento de la cartografía interior, me detendré a hablar de una de las herramientas más importan-tes en mi proceso creativo, con el fin de generar una conexión mucho más clara entre los conceptos que desarrollaré más adelante y la apuesta plástica y gráfica de la obra.

Una vez renuncié a los tratamientos convencionales y los medicamentos que inhibían mi capacidad emocional, comencé a indagar otro tipo de soluciones. Llegué a una terapia holística, que tenía como finalidad abordar la raíz de los malestares y no menguar los síntomas, sino aprender a llevarlos y a utilizarlos en pro de la construcción propia. El Tarot, que en este caso, en vez de ser un método de adivinación asociado muchas veces con la charlatanería y la brujería, se vuelve el polo a tierra entre el alma y el cuerpo del consultante, y se utiliza como una herramienta proyectiva del ser13, que le permite a la persona acercarse a su mundo interior, para hacer un ejercicio de auto interpretación. El tarot es como un cofre en donde se ha guardado un tesoro espiritual, que al abrirlo, se presenta una revelación, en la que se van dando fragmentos del

13 Inna Semetsky, “Inte-

grating Tarot Readings

into counseling and psy-

chotherapy”. Spirituality

and health international

Volumen, 6 (2005): 81-93,

https://doi.org/10.1002/

shi.52

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propio reflejo, para así, ir descubriendo la razón por la que los distintos malestares aparecen en cada individuo14.

El Tarot es una travesía, a la que muchas veces se le ha nombrado: el viaje del héroe, en el cual los arcanos mayores (las primeras 22 cartas de la baraja) van trazando y detallando un recorrido que a modo de espejo le muestra a las personas un mundo interior que a veces cuesta explorar. Por medio de él se generan aprendizajes y se destapan emociones olvidadas en episodios inconclusos.

El recorrido de los Arcanos mayores, de manera narrativa muestra como con la aparición de momentos difíciles y oscuros, es posible llegar des-pués a un momento de tranquilidad, al cual arriba-mos tras un fuerte caos que nos hizo un poco más sabios. El potencial de significados de los arcanos mayores, evidencian su fuerza a través de la ima-gen, logrando que la persona que las consulte sea capaz de encontrar en ellas un detonante de dimensiones semánticas que se relacionan con su propia experiencia. La exploración de la imagen de las cartas fue un medio supremamente útil para paulatinamente decantar los lenguajes y simbolo-gías con los que había trabajado hasta el momento, guiando así la exploración de una apuesta visual que diera cuenta de los descubrimientos teóricos que comenzaba a encontrar y a enlazar entre sí.

El trayecto de los arcanos mayores permite comprender que siempre que llega un momento

14 Alejandro Jodorowsky

y Marianne Costa, La vía

del tarot (España: Edicio-

nes Siruela, 2009), 40-41.

difícil, oscuro y caótico, como el de la melancolía, después llega un descubrimiento, un respiro maravilloso, lleno de aprendizajes nuevos. Nos enseña que con la llegada de la oscuridad es posible encontrar la luz más honesta y que solo en un ejercicio de auto observación seremos capaces de encontrarnos con nuestro propio reflejo.

De hecho, el sol negro, puede ser recorrido como si se tratara de una lectura de Tarot, colocando cierto número de cartas y disponiéndolas de cierta manera para dibujar un trazado que guiará tanto al tarotista como al consultante por un viaje que develará el malestar y la raíz de este15. Por lo tanto, el sol negro de la melancolía también puede ser recorrido a través de trazados proyectivos propios que generen rutas de ingreso a este, las cuales comienzan a existir desde el momento en el cual se hace la primera mirada interna, que ligada al ejercicio de memoria acerca de nuestra propia experiencia melancólica, va dándonos pautas de cómo se puede empezar a materializar a través del trazo y generar un recorrido performativo del sol negro. Este fue el punto de partida para pensar la experiencia melancólica desde una perspectiva de auto navegación que puede permitir que la persona aprenda a habitar su propio caos.

En un primer momento pude reconocer la esencia melancólica en la carta número 9, El Ermitaño, un personaje o una energía de aislamiento. Un ser que se esconde en sí mismo, se encierra y se cubre con su propia oscuridad. Siente gran malestar, tristeza

15 Inna Smetsky, “Tarot as

a Projective Technique”.

Spirituality and health

international Volumen, 7

(2006): 189-192, https://

doi.org/10.1002/shi.252

Esquema de tiraje circular para

lectura del Tarot.

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e incomodidad, como si todo estuviese perdido, pero en realidad, la carta nos muestra que aquella oscuridad no es el final; el Ermitaño carga con un faro de luz que alumbra su camino y a pesar de sentirse solo, aislado y perdido, en el fondo sabe que la luz está allí, para guiarlo, por lo que debe entregarse a esa crisis para llegar a un cambio profundo que tiene que enfrentar para caminar hacia la siguiente carta, la rueda de la fortuna, que nos comunica que después de aquella soledad existe un impulso energético que nos lleva a una fuerza interior más grande, a un descubrimiento y a un futuro incierto al que debemos ceder.

Sin embargo, si bien asumí que la carta del Ermitaño era la melancolía en sí misma, descubrí que no era posible reducirla a una sola carta, ya que a lo largo de la vida experimentamos este humor de maneras distintas y en grados diferentes; es un estado transitorio y en vez de definir a alguien como un ser melancólico, es más acertado decir que se encuentra en un periodo de melancolía. Lo mismo sucede con las cartas, nos encontramos en alguna de las energías en distintos momentos de la vida, pero no habitamos para siempre en una sola carta.

Dos Arcanos que marcaron en mí un fuerte entendimiento de la melancolía como un momento de búsqueda, autoconocimiento y como suceso necesario en la vida, además del Ermitaño: fueron La Torre y La Luna.

El Ermitaño. Tarot de Marsella

La Torre. Tarot de Marsella

La Luna. Tarot de Marsella

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La Torre hace referencia a un momento caótico que transforma la estructura establecida, de ella emerge lo que ha estado encerrado, se destapa lo que permaneció contenido en el interior y surge una revelación. Es como si un sismo sacudiera el interior de la torre para develar en un estallido de luz lo que por voluntad inconsciente se encerró allí. La Luna narra un momento de máxima oscuridad, en la cual nos sentimos perdidos y abandonados y debido a esto podemos adquirir diversas formas internas (es por esto que los personajes adquieren un físico animal. Ambos perros representan el alma que se encuentra), ya que lo que en realidad ocurre es una transformación profunda que nace a través de una inmensa melancolía. Es un estado de melancolía intensa y profunda, en el cual no vemos nada, parece que todo está perdido. Pero una vez ingresamos allí, el trabajo interno es poderoso, la única posibilidad en tan negro panorama es encontrar una luz. Cuando menos lo esperamos, la luz que nos guiará, sale de nosotros mismos, aquí ocurre entonces una revelación que se encontraba recluida en el interior. La energía de la Luna posee la virtud de ver más allá, de encontrar lo oculto, es capaz de adentrarse en el misterio, bañarse en él, para volver a la superficie sin ahogarse al final, porque al otro lado de ese río oscuro se encuentra el sol.

Al haber visto y entendido como las cartas narran un desenlace favorable de situaciones caóticas, comprendí que es posible, mediante un ejercicio de voluntad y disciplina, aprender a navegar la melancolía, llegando a controlarla y conocerla,

para reencontrarnos con nuestro reflejo, y así entender el mundo desde otro punto de vista por medio del conocimiento de la mística escondida en cada persona. La melancolía debe ser vista como un viaje, que puede tomar cualquier forma para entender y descubrir lo que cada espacio depara. Entonces me pregunté, ¿de qué manera es posible, desarrollar un universo visual que contenga el viaje del sol negro, de la manera como lo hace la experiencia con el Tarot? Aunque los arcanos mayores, tienen en sí una carga simbólica y de significado universal, en las lecturas, poseen la cualidad de volcar el significado en la persona que este consultando, por lo que de la universalidad pueden pasar fácilmente a la individualidad. Esa parecía ser la clave para el desarrollo visual de la obra: la creación de un universo significante que diera cuenta del recorrido múltiple y totalmente abierto que el sol negro alumbra.

Por medio de la apropiación de las cartas, comencé a explorar una manera de ir decantando símbolos que en ellas existen y de esta manera llevarlos a un lenguaje propio, que me permitiera estable-cer una apuesta gráfica de ese sol negro como un ente existente en el universo de cada persona y que estuviera menos cargado de simbologías, para que el recorrido fuera más abierto, pues como lo he dicho anteriormente, la manera de navegar la melancolía depende de la voluntad de los indivi-duos y de su manera de apropiarse del espacio que se abre con el sol negro.

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“El valor del Tarot es el que nosotros le damos.Cada símbolo no tiene una explicación estancada, no se trata de que encontremos su definición secreta, se trata de darle la definición más sublime que podamos”

Jodorowsky y Costa,

La Vía del Tarot, 139

Apropiación gráfica de la carta IX,

El Ermitaño.

Apropiación gráfica de la carta XVI,

La Torre.

Apropiación gráfica de la carta XVIII,

La Luna.

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Fue a partir de la representación de las cartas a modo apropiatorio, que comencé a desatar los símbolos y a darme cuenta de una serie de repeticiones al momento de representar las cartas en mi lenguaje ilustrativo: patrones, formas y oscilaciones que aparecían constantemente, para llevarme a pensar que lo que estaba buscando era el conjunto del aprendizaje visual del Tarot, un aprendizaje que apropié pensando en el sol negro, y más tarde entendiendo que es este, el contenedor de cada una de las experiencias retratadas en las apropiaciones de las cartas. Cada carta se contenía la una en la otra y así sucesivamente, hasta formar un ciclo circular infinito.

El Ermitaño se encontraba contenido en el inte-rior de la Torre, los perros de la Luna, tomaban el impulso para lanzarse a la circularidad del sol negro, o al interior de la misma torre y así, en esa superposición comencé a ver y a deducir que la Torre contenía el mundo melancólico, toda bús-queda parecía llevarme a la Torre, a recorrerla, y a través de su circularidad navegar en el ciclo del sol negro. La torre resultó ser la alegoría del cuerpo mismo: al que había que ingresar para encontrar el reflejo. De esta manera, descarté la imagen narra-tiva, como solución gráfica, para darle paso a un universo simbólico más simple que fuera capaz de albergar el poderoso contenido de la melancolía como un viaje al interior del cuerpo, visto esta vez como una edificación con múltiples rutas: La Torre.

Unión de las tres cartas , buscando la resignificación de las

cartas de acuerdo a la experiencia emocional particular.

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C A P I T U L O

I V Ritual de trazo

“El alma debe dibujar sobre sí misma desde cosas externas a internas; como desde la circunferencia hasta el centro”

Marsilio Ficino

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¿Cómo empezar a recorrernos si desconocemos el camino? Se trata de trazar, de auto dibujarnos. El dibujo es la huella del peso del cuerpo sobre la materialidad, es una de las maneras de traducir el interior en gestos que comienzan a existir en el plano objetual. Permite además pensarse constantemente, es un ejercicio, no tanto de habilidad, sino de pensamiento, de auto bocetación continua, que da cuenta de las inquietudes que rondan en el interior. El trazo permite desglosar las ideas, convirtiéndolas en la proyección y el reflejo mismo del alma.

De manera constante cambiamos, no parmencemos en el mismo sitio, giramos con la tierra misma y vamos cambiando sin siquiera darnos cuenta. En ese movimiento circular giran las emociones, también variables y sorprendentes. Por lo tanto, uno de los primeros impulsos infantiles es el de dibujar, realizar trazos para comprender el mundo que se está comenzando a descubrir y a través de símbolos propios comprender el entorno. Al volvernos adultos olvidamos que el dibujo es una herramienta de pensamiento y que a diario estamos dibujando sobre nosotros mismos, agregando y borrando, dando sombras o luces, modificando así nuestra manera de pensar y de sentir.

El reto está entonces, en aprender a escuchar el mundo interior para comenzar con un ritual de trazo, un ejercicio que por su valor simbólico, debe ser realizado de manera habitual, con una rutina propia en la cual le demos espacio al vacío.

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Conscientemente el ritual de trazo permite hacer existente un lugar invisible, una construcción a partir de las vivencias y de aquello que permanece en la oscuridad muy dentro de cada persona.

En el ritual de trazo del sol negro, el ser comienza a pensarse de afuera hacia dentro, de la teoría, los síntomas, la carga histórica y social, hacia la memoria, el sentir, el alma y los secretos más ocultos. A través de la construcción de un mapa interior es posible observar de frente y tal vez por primera vez, a consciencia, el caos. La cartografía es la herramienta que me interesa utilizar para apostar por un posible desarrollo visual que decante la experiencia melancólica hacia un plano objetual y de re significación.

Desde la antigüedad, los mapas son para los seres humanos, una herramienta cargada de significado, ya que surgen de la necesidad de mostrar y contar a otros acerca de los lugares y espacios que han experimentado16, actuando así como mediadores entre el mundo mental interior y el exterior físico, permitiendo encontrar un sentido del universo en el que se habita mediante escalas distintas . Poseen el atributo de atrapar el ojo con rapidez y de él, se percibe un conocimiento codificado de otras maneras, permitiendo que el espectador sienta veracidad en la imagen que observa e indicándole que aquel sitio retratado cartográficamente es un lugar posible en existencia y por lo tanto recorrible.

Existen además distintas formas, tamaños y estilos de mapas, con intenciones y finalidades que varian entre ellos; son incluso, los artefactos perfectos para desarrollar espacios inmateriales en formas físicas.

“Hay mapas especificos y generales, mapas para la historia, para la meteorología, para la sociología y así sucesivamente sin límites. Todo lo que pueda ser espacialmente concebido puede ser mapeado – y probablemente lo ha sido. Los mapas tienen un rango de tamaño amplio, desde formatos enormes, proyecciones en pantalla a estampillas y pueden ser monocromos o multicolores, simples o complejos. No necesitan ser planos – un globo es un mapa; no necesitan ser de la Tierra – hay mapas de Marte y de la Luna. O para el caso, no necesitan ser de ningún lugar real – han habido mapas de “lugares” imaginarios, como la Utopia e incluso del territorio del amor” 17

¿Cómo lo inmaterial puede ser mapeado? Muchas veces asumimos, que la forma del mundo general es la única, pero realmente el mundo puede ser mapeado de diversas maneras; la cualidad del mapa de mostrar un lugar que parece existir, independientemente si estamos observando dicho lugar o no18 me permitió pensar la melancolía como un territorio a través de la cartografía, generando un puente entre mi experiencia personal y la de otros, de modo que ésta pueda ser reconocida como un espacio recorrible, que se construye mediante el desglose de momentos caóticos

17 Robinson and Petche-

nik, Nature of Maps, 15

(Nota 4) en:

History of cartography,

Volume one: Carto-

graphy in Prehistoric,

Ancient and Medieval

Europe and the Medi-

terranean, ed./comp.

J.B. Harley y David

Woodward(Chicago: The

Universuty of Chicago

Press, 1987), 4.

18 Estephen Boyd Davis,

Mapping the unseen:

making sense of the

subjective image, edita-

do por Christian Nold.

(Creative Commons,

2009), 40 - 41.

16 History of cartography,

Volume one: Carto-

graphy in Prehistoric,

Ancient and Medieval

Europe and the Medi-

terranean, ed./comp.

J.B. Harley y David

Woodward(Chicago: The

Universuty of Chicago

Press, 1987), 1 - 2.

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que se convirtierten en espacios en los cuales es posible entrar repetidas veces, pero por miedo, estos espacios terminan creciendo por su cuenta, para convertirse en lugares desconocidos.

Se trata de plantear una cartografía interna, en la cual poco a poco se van agregando lugares, cada una construida de manera diferente y pensando una y otra vez las formas que habitan allí. Estos dibujos son variables y semejantes a la vez, porque comparten la misma alma, pero poseen variaciones, ya que esa alma no está estática y su mundo emocional gira en direcciones distintas con el tiempo, para así mostrar las diferentes trayectorias que las rutas de la navegación espacial permiten. Cada uno de esos espacios, se convierte en una morada propia, haciendo alusión a que ese mundo interno es la edificación de nuestro propio cuerpo, el cual es la construcción cambiante de nuestra vida y todo lo que la compone.

La Torre es la alegoría del cuerpo, en donde existen las cartografías de la melancolía y en la cual habitan los distintos estallidos melancólicos por los que se revela el sol negro. En el ritual de trazo, se construye el cuerpo a partir de rutas de navegación que proyecta la memoria y la mirada introspectiva y reflexiva. Esta materialización en un elemento, nos permite comprender que somos un espacio, un microcosmos que habita dentro de un gran cosmos19.

El viaje se realiza hacia el interior de la Torre, a donde debemos dirigirnos para desenredar la experiencia melancólica y hacernos cargo de ella.La imagen de una estructura arquitectónica a manera de metáfora, ha sido también un punto de referencia en otros autores. En la alegoría del castillo interior20 de la que habla Teresa de Ávila, la monja fundadora de las Carmelitas descalzas en el siglo XVI, a pesar de tener un fuerte contenido religioso, me proporcionó una reflexión muy valiosa, respecto a la apuesta del sol negro como un viaje interior. Teresa de Ávila, habla acerca del cuerpo como un castillo, que en su interior posee distintas capas y moradas, las cuales se deben recorrer para ir descubriendo distintos niveles de espiritualidad que tienen como finalidad llegar a Dios21. Entonces, con la llegada del sol negro, y el deseo de conocer la melancolía desde un punto de vista auto exploratorio, surge la necesidad de construir, de levantar un cuerpo que poco a poco se va construyendo y explorando, que constantemente se va dibujando en un ritual de trazo que corresponde a las cartografías interiores que han permanecido en nuestra mente y que pocas veces traemos a la realidad. Este ritual de trazo es en cierta medida lo que para Teresa de Ávila es el castillo interior, solo que el viaje que propone el sol negro no tiene una finalidad específica ni alcanza una conquista. Es un viaje infinito de autoconocimiento, un vacío luminoso perpetuo que va girando, un viaje circular cambiante, pues una vez ingresamos a una morada

Representación del Castillo

Interior, realizada por Fr. Juan

de Rojas y Ausa. 1679.

19 Harvie Ferguson,

Melancholy and the

Critique of Modernity:

Soren Kierkegaard’s reli-

gious psychology (New

York: Routledge, Taylor

and Francis Group,1995),

2-27

20 Teresa de Ávila,.Las

Moradas. (Barcelona:

Red ediciones S.L, 2017),

12-16, https://books.

google.com.co/books/

about/Las_moradas.

21 Jennifer Radden, The

nature of melancholy.

From Aristotle to Kris-

teva (New York: Oxford

University Press, 2000),

107-117

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y regresamos a ella más tarde, la experiencia es distinta, percibimos el espacio de otra manera y es así como evidenciamos que nada puede permanecer de la misma manera como lo dejamos una vez.

Comencé a dibujar en el papel, a traducir la interioridad que nos devela la melancolía, por medio de un ejercicio de memoria y de auto pensamiento que en primer momento se tradujo en escritos diarios, con los que fue posible establecer un diálogo propio con todas la fases de la melancolía, aquellos documentos escritos a base de registro emocional fueron el punto de partida para establecer de a pocos un lenguaje gráfico y plástico que pudiera dialogar armónicamente con la idea del viaje circular.

Cuando hice el recuento de lo que sucedía en cada momento y en cada estancia melancólica, encontré repeticiones, idas y vueltas constantes, un circulo infinito para caminar (como la narración visual que había surgido de la apropiación de las cartas), pero todo se reducía a escribir acerca de la sintomatología emocional de lo que sucedía en mí, quedándose en un desahogo un tanto incómodo y a veces forzoso.

Fragmentos de diario personal. 2017.

Imágen perteneciente al mismo diario, tomada a partir de un

ejercicio de recolección de huellas propias.

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Los mapas interiores resultantes daban cuenta de un recorrido sin conquista, de un ir y venir, que permite volver a pasar sobre los pasos ya dados, pero siempre pensando que ese paso nunca será igual al anterior. Darle forma y un camino visible al sol negro, permite ver la melancolía desde un lado positivo, desde la construcción a partir del caos y de cómo es posible levantar un nuevo cimiento a partir de la experiencia melancólica.

“El esquema circular corresponde a una visión del mundo consistente en representar la

toalidad no como un rectángulo sino como un círculo, un universo en constante expansión

nacido de un punto central”

Jodorowsky y Costa,

La Vía del Tarot, 123

Cartografía interior, pensada en el recorrido de los 22

Arcanos Mayores del Tarot

Por lo que a raíz de ese ejercicio confesional, comencé a dibujar una experiencia, teniendo en cuenta los puntos en común, las cosas que afectaban y empeoraban el vacío, donde se encontraban los picos calientes y fríos de la melancolía, para luego comenzar a pensarme de afuera hacia adentro como una circunferencia. Es decir, desde los detonantes externos y los síntomas físicos, hasta el pensamiento y la emoción más profunda, con sus recuerdos e imágenes pasadas. Es un trazo en espiral que viaja de la exterioridad a la interioridad y que por su imagen infinita, permite ir y volver cuantas veces se desee.

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Primeros acercamientos a la cartografía interior.

Para realizar el ritual de trazo de las cartografías interiores, pensé siempre como si estuviera marcando las habitaciones que contenía la Torre. La circularidad es la esencia de cada una de ellas, ya que además de dar cuenta del sentido de infinidad de recorrido, demarca la idea de ciclo, permitiendo ir de afuera hacia adentro y viceversa, en un recorrido en el cual se mira espacio por espacio, imposibilitando obviar alguno. Como si fuera el esquema de lectura circular del Tarot, los mapas iban apareciendo, porque a medida que exploraba en mi interior y develaba alguna sensación, recuerdo o imagen, entendía hacia donde continuar.

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Cartografías interiores. Mapas / Diagramas proyectivos de la experiencia del Sol Negro.

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El ritual de trazo, si bien, en un primer momento conserva una naturaleza bidimensional, luego se traslada al plano tridimensional con el fin de darle un espacio corpóreo en el mundo a la melancolía como un trayecto cambiante y recorrible, ya que de esta manera se llega a hacer un ejercicio de consciencia, para entender que la melancolía está presente y no es dañina si nos hacemos cargo de ella, por el contrario, es desde ella que podemos construir un mundo propio.

A través del desarrollo de varias piezas cerámicas, las cartografías interiores, se transladan a la tridimensionalidad. La arcilla como materia, permite la cimentación de los mapas en estructuras que dan cuenta tanto del trazo de las manos de quien las construye, como del alma y la emocionalidad de la persona. Aunque es un material favorable en cuanto a la construcción de las piezas y sus capacidades figurativas; el barro posee cualidades que son difíciles de gobernar. En él, suceden cambios innevitables e incontrolables, durante el secado pueden aparecer grietas y rupturas innesperadas o al momento de la quema, las piezas pueden romperse.

Pensando en los inconvenientes técnicos que sugería trabajar con arcilla, decidí tratar de replantear el material de desarrollo tridimensional, pero mediante una serie de cuestionamientos sobre el porque de la escogencia de los materiales, volví una y otra vez a colocar la arcilla como opción; fue entonces cuando leí acerca de Pablo

de Egina, un famoso médico bizantino, quien agrega a la sintomatología de la melancolía, la presencia de espejismos o ilusiones, en los que las personas creen que son animales o incluso vasijas de barro22, asociando dicho elemento con la naturaleza terrosa y fría de la melancolía y que cuando se calienta cambia. Además, en su teoría, hace alusión a la escritura arábiga, en donde se dice que el ser humano, proviene de la arcilla, lo que genera miedo y ansiedad a romperse. Aquella coincidencia y conexión histórica entre el material y la melancolía, despertaron un interés profundo en mí; así que comencé a trabajar en arcilla, sabiendo que en ese proceso habrían dificultades que no estarían del todo en mis manos.

Durante el proceso de construcción de cada una de las piezas, reconocí las difiultades y los quiebres que inevitablemente surgían, con frustración, repondí a las dificultades, hasta que entendí, que aquellos disgustos y conflictos hacían parte del ritual de trazo, el material me hablaba de ese caos que el recorrido por el estado de la melancolía traía, el miedo a ver aparecer una grieta innesperada y la incertidumbre de hornear sin saber con exactitud que pasará tras la elevada temperatura. Levantar cada una de las piezas, se convertía en un nuevo ritual de trazo, una nueva posibilidad de navegación, un recorrido tan propio que la repetida acción de elevar las piezas y colocar los recorridos, se volvían un maravilloso hábito; Las grietas y los accidentes, comenzaban a hacer parte de esos descubrimientos, si aparecen, los acepto, los miro, los reconozco, porque son parte de esa búsqueda...

22 Jacky Bowring, A field

Guide to Melancholy

(Great Britain: Oldcastle

books, 2008), 25.

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... Al igual que si la melancolía aparece, la reconozco y la acepto, porque también es parte de los procesos emocionales...

Construcción de distintas

piezas en barro / proceso.

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Diagramas pertenecientes a la obra: Utriusque Cosmi. Robert Fludd. 1617

La posibilidad de concebir un universo visual a través de la experiencia emocional y el constante pensamiento personal, son la escencia del ritual de trazo; con esto quiero traer a colación el término propuesto por Giuseppe Mazzotta y el cual define mi ritual de trazo en cierta medida: Cosmopoiesis23, o también denominado “world making / hacedor de mundos”; empleado por el autor para trazar una idea que fuera capaz de envolver la manera como los pensadores medievales y renacentistas inventaron sus propios mundos a través de utopías, ciencia, teatro, magia, arte, etc. Por lo que cada una de esas maneras resolutivas, eran en realidad formas diversas de llevar el pensamiento a un mundo externo, era la manera como se acercaban a traducir sus inquietudes, en planos materiales que les permitieran dar forma concreta a sus pensamientos.

Las inquietudes intelectuales podían ser puestas en la realidad en distintos medios; Robert Fludd por ejemplo, realizó un ejercicio de cosmopoiesis a través del dibujo, con el cual planteó diversos diagramas que tenían la intención de desarrollar de manera completa y más clara, sus inquietudes respecto al mundo que lo rodeaba. Es a través del dibujo de diagramas y formas, que Fludd explica y da cuenta de su mirada del mundo y de la manera como se relaciona con él.

23 Giuseppe Mazzotta,

Cosmopoiesis: The

Renaissance Experiment

(Toronto: University of

Toronto press, 2001),

xii-xvi

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Durante el estado de la melancolía, reconocemos nuestra existencia como parte de un gran cosmos, convirtiendo el cuerpo y el alma en un microcosmos que habita dentro del universo. Al ser el ritual de trazo una extensión del pensamiento del microcosmos, este se convierte en una micro cosmopoiesis, una reflexión de la existencia y del habitar cíclico del sol negro. Es un ejercicio de construcción, que le da espacio a la existencia del mundo emocional melancólico. Los diagramas que surgen del ritual de trazo, construyen en sí mismos un mundo significante propio, el cual es la micro cosmopoiesis de la Torre, que todo el tiempo está siendo construida y reformada por el caminar interior del ritual. La navegación misma, los pasos andados y por andar, son y serán el ritual de trazo, y todos juntos coexisten el uno reflejado en el otro, pues orbitan en el interior del mismo espacio; el del Sol Negro y su experiencia melancólica.

En el relato de Cristina de Pizan, La Ciudad de las Damas24, la idea central es construir una ciudad, una especie de mundo ideal para las mujeres que están en desacuerdo con la manera terrible como socialmente se les ve, pues su sentir verdadero es el de seres humanos complejos y completos, con maravillas intelectuales y emocionales por ofrecer al mundo. Es esa creación de un espacio adecuado para la manera como se asume al mundo, y el deseo de edificar desde dicha experiencia, la que mueve el impulso de ingresar en la Torre y así mismo apropiarla. En el Tarot, la Torre contiene un mundo de experiencias, sensaciones y revelaciones

24 Cristina de Pizan, La

Ciudad de las Damas

(España: Ediciones

Siruela, 2001), 26 - 30

que por más que se hermeticen deben salir, ésta estalla y puede que se derrumben las partes sueltas, aquellas que ya cumplieron su ciclo. La Torre como alegoría del cuerpo o el microcosmos, por más que se derrumbe, éste se vuelve a levantar sobre cimientos nuevos, aquellos que la misma edificación mostró con su caos interior.

En el periodo de la melancolía, los individuos somos capaces de construir desde el caos. El viaje interno nos llama a ingresar en cada uno de los lugares, recorrerlos, conocerlos, caminar dentro de ellos para comenzar así a sentirlos nuestros, para adueñarnos de ellos y tratar de habitarlos. A diluir el fatalismo y direccionar las emociones a través de la voluntad, para que el día que creamos ser el vacío mismo, seamos un vacío luminoso, capaz de proyectar desde la morada en la que nos encontremos y desde la carta que habitemos. De esta manera aceptamos nuestra melancolía como un periodo transitorio de grandes develaciones intrínsecas, aceptando que todo el tiempo, estamos orbitando en el sistema del sol negro y que cada uno de los mapas trazados a lo largo de la vida orbitan alrededor de él y se convierten en posibilidades navegativas. Reconocemos a través de este ejercicio, que no somos el centro del mundo ni del universo, que habitamos un gran cosmos y que cada individuo es un microcosmos en el cual orbitan las emociones; el sol negro es entonces, solo un microcosmos que nos habita y que creemos es enorme porque esta en constante expansión y contracción.

Miniatura de la Ciudad de las

Damas. Cristina de Pizan. 1405

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El ritual de trazo, es infinito, todo el tiempo estamos construyendo la edificación propia, caminamos constantemente allí, entramos y salimos del estado melancólico, detonado siempre de maneras distintas. Ese círculo imaginario, es el ritual de trazo, la bocetación constante e incansable de cómo vamos cambiando, de cómo el circulo gira en el cosmos y nuestro sol en el microcosmos.

Diagrama del Sol Negro

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“La memoria es redundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir”

Italo Calvino. Las ciudades invisibles.

C A P I T U L O

V La ciudad interior

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De la multiplicidad de mapas es posible establecer un nuevo territorio que los integre de manera conjunta. Es precisamente, a partir del encuentro de las distintas cartografías, que se genera un espacio existente entre el ritual de trazo de mi cartografía interior, con el plano objetual, en el cual otros sujetos, tienen la posibilidad de instaurar un diálogo a través del trazo de su propio recorrido y la exploración de la obra.

La ciudad interior, es la instancia a la que llega este ritual de trazo hasta el momento, es una puesta en escena, que da cuenta de la construcción constante de la melancolía como un microcosmos. Es el ritual puesto en el mundo tangible, a través del encuentro de las piezas resultantes; cada una de ellas, las cuales fueron levantadas mediante un ritual de trazo que reitera signos particulares y que estos, al asociarse uno junto a otro, construyen por sí mismos, un nuevo trazado, una especie de mapa proyectivo de la ciudad interior que he venido edificando mediante el ritual de trazo, en un deseo continuo por desglosar y entender mi experiencia con la melancolía.

Esa ciudad, llena de torres con caminos diversos, es entonces el reflejo de la memoria del alma y de la infinita tarea de recorrerla. Es mi manera de darle espacio en el mundo al Sol Negro, reconociéndolo así, como un lugar al que se puede ingresar sin pánico a quedarse atrapado en la oscuridad. Dentro de la ciudad interior de la melancolía, alumbra ese astro negro, dispuesto a develar lo ignorado, pues las sombras no desaparecen solo por ignorarlas25.

25 Pico Iyer, El Arte de

la Quietud, la aventura

de no ir a ninguna parte

(España: TED books,

2014), 51.

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El recorrido circular que demarca el montaje para que los espectadores naveguen en él, vuelve a construir un círculo, un nuevo ritual de trazo ...

... Y aunque nadie se percate, cada uno ya ha configurado en sí, un ritual de trazo único.

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R I T U A L D E T R A Z O

C a r t o g r a f í a I n t e r i o r

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Este proyecto, lleno de encuentros maravillosos ha sido posible gracias al acompañamiento de mi asesor, Juan Carlos Montero Vallejo.

A las dos mujeres fundamentales en mis procesos y quienes siempre me acompañan, mi Madre y mi tía Martha.

A mi papá, que siempre atento a mí, me da fuerzas.

A Magui, por sus enseñanzas.

A Moisés y Martha, por la gran acogida en el taller.

Y a los acontecimientos buenos y malos que me trajeron hasta esta página.