RodolFo Puiggros Historia Partidos Politicos

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Rodolfo Puiggrs

HISTORIA CRITICA DE LOS PARTIDOS POLITICOSParte I y IILa Historia crtica de los partidos polticos argentinos, uno de los trabajos centrales en la vasta obra del intelectual orgnico que fue Rodolfo Puiggrs, fue publicado por primera vez en 1956. Una dcada ms tarde su autor la reelabor en profundidad, convirtindola en una verdadera historia poltica y social del pas. Desde entonces su derrotero editorial ha estado sometido a los vaivenes de la traumtica vida poltica argentina. Obra maldita para las fuerzas sociales reaccionarias, la Historia crtica oper durante los trgicos 60 y 70 como una lectura de los flujos y reflujos del proceso de emancipacin nacional; fue libro de reflexin para un pblico comprometido con el devenir histrico del pas, y lleg a erigirse en un influyente marco interpretativo para la accin militante. Con una perspectiva materialista dialctica, Puiggrs relaciona el contexto econmico internacional con las peculiaridades locales para as rastrear las causas que impulsaron u obturaron el desarrollo de las fuerzas sociales y productivas de la Argentina. El anlisis del autor es minucioso y erudito; su prosa, incisiva, irnica y apasionada. En Las izquierdas y el problema nacional, dedicado al estudio de la tradicin ideolgica de los partidos Socialista y Comunista, Rodolfo Puiggrs retrata el pensamiento y los principios polticos de Juan B. Justo y sus discpulos, para luego centrar el anlisis en el comunismo argentino, rgida y acrticamente adherido en su etapa inicial a las consignas de la Tercera Internacional. Con un tono desafiante y autocrtico, el autor intenta comprender la incapacidad de las agrupaciones de izquierda para entroncar con los grandes movimientos populares de la Argentina. "La Historia crtica de los partidos polticos argentinos aspira a proporcionar al lector las premisas de un programa nacional de cambios sociales, dictado por las contradicciones del proceso concreto, programa que tiene que inspirarse (para no caer en la mezquindad de lo inmediato) en la ambicin del hombre que conquista los espacios, arranca a la naturaleza sus ntimos secretos y descubre las leyes objetivas rectoras de la comunidad en que vive." Rodolfo Puiggrs

Rodolfo Jos PuiggrsNaci en Buenos Aires el 19 de noviembre de 1906 y muri en La Habana, Cuba, el 12 de noviembre de 1980. Sus restos fueron inhumados en Mxico y trasladados a la Argentina en 1987. Fue educado como pupilo de los colegios catlicos Marn y Lasalle, donde fue compaero de estudios del historiador Jos Mara Rosa. Terminados sus estudios secundarios, Puiggrs tom una posicin crtica de la burguesa, infludo por cierto anarquismo, que reflej en una novela indita y comenz estudios en la Facultad de Ciencias Econmicas de la UBA. En 1926 visit la URSS con su padre y luego de permanecer dos aos en Europa, regres en 1928 y se afili al Partido Comunista. Particip entonces como conferencista y docente en la Asociacin de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE), fundada en 1935 y dirigida por Anbal Ponce, junto a intelectuales como Alberto Gerchunoff, Ral Gonzlez Mun, Emilio Troise, Crdoba Iturburu y Gregorio Bermann. Fue fundador del peridico Brjula, de la revista Argumentos y del peridico El Norte, de Jujuy. En la misma poca ejerci la docencia en el Colegio Libre de Estudios Superiores. En 1947 fue expulsado del PC por su posicin de apoyo crtico al peronismo. Fund entonces del Movimiento Obrero Comunista, que se orient hacia el nacionalismo popular y se vincul fuertemente al peronismo, y se disolvi en 1955, perseguido por la Revolucin Libertadora. Puiggrs dirigi la publicacin de aquel movimiento, el peridico Clase Obrera, que sali desde 1947 hasta 1955. Desde 1955 hasta 1977 fue un intelectual de la izquierda peronista, pero que mantena contactos permanentes con el propio Pern y con diversos sectores del Movimiento. En 1977 ingres como Secretario de la rama de intelectuales, profesionales y artistas al Movimiento Peronista Montonero. Puiggrs fue periodista, historiador y poltico. Adems de las publicaciones sealadas, trabaj como redactor desde 1935 hasta 1955 en el diario Crtica, y en 1962 fue cofundador del peridico El Da, manteniendo una columna permanente hasta 1977. Su obra comprendi numerosos libros y artculos sobre historia argentina y latinoamericana y sobre historia de la filosofa. Amigo y consultor de Juan Domingo Pern, ste ltimo escribi el nico prlogo que existe de sus libros, para El peronismo y sus causas, tomo que forma parte de su obra Historia Crtica de los Partidos Polticos Argentinos. En 1973, cuando el peronismo retorn al poder, Puiggrs fue nombrado Rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Puiggrs fue fundador y columnista de varios peridicos nacionales y latinoamericanos, entre los cuales se destacan la revista Argumentos, el peridico Clase Obrera y el diario El Da de Mxico. Desde 1962 hasta 1955 fue periodista del diario Crtica. En 1961 se fue a Mxico, donde trabaj en El Da y como profesor de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico hasta 1968, lugares adonde retorn en 1974 cuando se exili en Mxico. Durante la dictadura militar desarroll una intensa actividad en derechos humanos y a favor de Amrica Latina.

Fue docente y conferencista en las universidades de La Plata, Buenos Aires, el salvador, Crdoba, Cuyo y tucumn, en la Argentina y en la Sorbona (Francia), San Javier (Bolivia), San Marcos (Per) y especialmente en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico, donde form numerosos discpulos y sus libros son actualmente bibliografa obligatoria en varias facultades.

Fuente: www.rodolfopuiggros.com.ar

Nota: El documento adolece de algunos errores de escaneo, se dispone en formato doc y fuentes normales para que los lectores (con inters y entusiasmo) puedan corregirlos en Word, si as lo desean.

PARTE I: "PUEBLO Y OLIGARQUIA" CAPTULO 1 DE LA SOBERANA POLTICA SIN ORGANIZACIN NACIONAL La Espaa que conquist el Nuevo Mundo no estaba en condiciones de crear una comunidad en desarrollo entre ella y sus colonias, ni entre sus colonias mismas. Para conservar sus dominios transocenicos emple desde el principio, a falta de intereses econmicos profundos y slidos, la violencia de su aparato burocratico militar, cuya invalidez se prob cuando al iniciarse el siglo pasado las colonias, aisladas entre s, se esforzaron en establecer por separado distintas comunidades de intereses con los grandes centros de maduracin de la revolucin tcnico industrial capitalista. Despus de su nacimiento como partes del imperio espaol, las colonias no volvieron a encontrarse y coincidir hasta el estallido de su lucha por independizarse de la estancada metrpoli. Pero si de all no pas la coincidencia externa mientras fueron colonias y, ya naciones, prosiguieron actuando durante decenas de aos como si poco o nada tuviesen de comn, no puede decirse lo mismo de sus cambios internos, a pesar de las diferencias de desarrollo entre ellas, notables en muchos casos: una ley general proveniente de su propio origen las mantuvo a la zaga de la humanidad, a nivel de los pases dependientes de las ms avanzadas potencias capitalistas, y una ley general las une por primera vez y las impele a quebrar esta dependencia, a superar las deficiencias originarias y a ir ms all del sistema social al que estn actualmente subordinadas. La primera contradiccin global (la contradiccin entre la dependencia administrativa de las colonias con Espaa y sus necesarias vinculaciones vitales con el mercado capitalista mundial en formacin fuera de Espaa) hizo crisis en violento antagonismo al comenzar el siglo XIX, cuando la pennsula fue invadida por Napolen, se eclips por un tiempo la monarqua borbnica y desaparecieron las razones histrico-jurdicas de sometimiento de las colonias al viejo imperio desquiciado. Ese antagonismo se resolvi, en la Argentina, en dos etapas: a) Con la destruccin del monopolio mercantil espaol (Mariano Moreno dio en la Representacin de los Hacendados los fundamentos economicopolticos de la muerte de un monopolio que ya no poda sostenerse ante la irrupcin del comercio britnico y el progreso alcanzado por las fuerzas productivas de la ganadera en las regiones adyacentes al Ro de la Plata), a la par que con el desconocimiento de los derechos de Espaa a gobernar al Nuevo Mundo (Juan Jos Castelli dio en el Cabildo del 22 de mayo de 1810 los fundamentos jurdicos del gobierno propio, al afirmar que, de acuerdo a la doctrina sustentada por los revolucionarios espaoles de aquella poca, la caducidad de la monarqua borbnica y la ocupacin de la pennsula por el ejrcito francs, promovan de hecho el traspaso de la soberana de las colonias al pueblo, como origen de toda autoridad). b) Con la guerra de la Independencia, empresa continental que decidi en los campos de batalla el destino de Amrica hispana. Si la mayor gloria del General San Martn fue perfeccionar y llevar a la prctica el plan concebido por los patriotas de 1810 hasta culminar la lucha por la independencia poltica, las acciones locales de los caudillos, a

la cabeza de los levantamientos espontneos de las masas, hicieron fracasar los intentos de restauracin monrquica y de retorno del poder espaol. Bajo la influencia de las revoluciones burguesas de Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, y en nombre de la soberana popular en abstracto, se desencaden la lucha por la independencia poltica hispanoamericana. Tuvo por mvil predominante organizar naciones independientes, en las condiciones del ascenso del capitalismo en escala mundial, para transformarlas en un sentido capitalista. Los patriotas no buscaron modelos en Inglaterra, los Estados Unidos y Francia por mero prurito de imitar o por un menguado sentimiento de inferioridad, sino porque esas naciones representaban entonces las tendencias generales y las etapas obligadas del desarrollo histrico de la humanidad, tendencias y etapas que no podan ser soslayadas ni combatidas sin mantener a nuestros pases a la zaga del desarrollo histrico, sin eternizar su atraso, su miseria y su ignorancia. La expansin del mercado mundial capitalista, a travs del comercio y la navegacin, destrua los aejos modos precapitalistas de produccin e intercambio de la sociedad argentina, pero su reemplazo por otros, ms avanzados, no dependa de la causa externa, sino que deba ser el resultado del desarrollo de las causas internas. Inglaterra tuvo una doble influencia externa en los cambios economicosociales de la primera mitad del siglo pasado en nuestro pas: por una parte, sus mercaderas baratas, abundantes y de superior calidad desalojaron las antiguas producciones domsticas y artesanales, y, por la otra, su demanda de alimentos y materias primas estimul las actividades ganaderas en la zona bonaerense. El comercio ingls fue resistido por las clases sociales representativas de los antiguos modos precapitalistas de produccin y apoyado por los ganaderos y comerciantes que se enriquecan con l. Como causa externa actu a travs del sector social que se atribua la soberana poltica y la conduccin intelectual del pas. El resto de la sociedad era hostil a la causa externa (el capital ingls) y a su base interna (los ganaderos y comerciantes bonaerenses). He ah la razn de las guerras civiles, del antagonismo entre las provincias y Buenos Aires, del conflicto entre unitarios federales, de la desorganizacin nacional. Durante los veinte aos posteriores a la Revolucin de Mayo, la intelectualidad se esforz intilmente en encajar la causa externa, la causa del capitalismo progresista, en la causa interna, el autodesarrollo nacional. Rivadavia y los caudillos fueron los dos polos del antagonismo. Rivadavia no consigui con el emprstito ingls, con la ley de enfiteusis, con sus constituciones e instituciones y con sus grandes proyectos, conectar su poltica con la poltica de los caudillos provinciales que vivan y representaban el grado de desarrollo socioeconmico de aquel entonces. Fue derrotado por Juan Manuel de Rosas, expresin del autodesarrollo de la parte del pas (la provincia de Buenos Aires) directamente conectada a los intereses econmicos de Gran Bretaa: la ganadera en funcin del comercio exterior. Rosas concibi la soberana poltica en la preponderancia de los intereses de la nica provincia (la de Buenos Aires) y de la nica clase social (los terratenientes bonaerenses) que podan conectarse con los intereses expansionistas del taller del mundo y

de la duea de los mares. El resto de las provincias y el resto de las clases sociales fueron tratadas como menores de edad, en cuyo nombre el gobernador bonaerense ejerca la representacin de todo el pas ante las naciones extranjeras y, de hecho, el poder administrativo en el orden interno. Rosas cre las condiciones internas de su propia negacin, al promover el desarrollo de los intereses localistas de una sola provincia y de un solo puerto, en perjuicio de toda la nacin y de la expansin del capital extranjero por el conjunto del pas. La causa externa (el capital extranjero al iniciar su metamorfosis en imperialista) pretenda como presa una Argentina integrada y organizada. Los conflictos con Francia e Inglaterra (tras los cuales se dirima tambin el conflicto entre los comerciantes ingleses adictos y asociados a Rosas y los comerciantes ingleses y franceses que exigan libre comercio y libre navegabilidad de los ros interiores) fueron los prolegmenos de Caseros y de la organizacin nacional sobre bases de dependencia econmica. El desenlace victorioso de la guerra por la independencia poltica (1810-1823) no haba resuelto en la Argentina, ni en el resto de Hispanoamrica, el problema de la organizacin nacional; por el contrario, lo complic al sacar de quicio a los elementos que componan la sociedad colonial. La formacin de Estados polticamente (o jurdicamente) independientes, como resultado del des'membramiento del imperio espaol, se verific sin que las bases socioeconmicas internas estuviesen maduras para consolidar la unidad nacional efectiva de una o varias comunidades. La divisin social del trabajo, las comunicaciones, las acumulaciones de capital y la tcnica eran a tal grado incipientes que no lograban unir a las diversas regiones argentinas en un todo slido y armonioso. La separacin econmica y el aislamiento poltico entre pases que tenan origen comn, hablaban el mismo idioma, ocupaban territorios contiguos y posean similar psicologa, obedecan al carcter precapitalista dominante de las formas de produccin e intercambio heredados del coloniaje. La falta de intereses econmicos comunes explica la divisin de Amrica espaola en diversas naciones y tambin las guerras civiles que precedieron a la organizacin separada de cada nacin. A diferencia de Europa Occidental, donde las naciones se organizaron como Estados independientes al pasar del feudalismo al capitalismo; de Europa Oriental, donde en el mismo perodo y con el predominio todava del feuda'lismo se crearon Estados multinacionales (los imperios ruso y austro-hngaro); y de los Estados Unidos, que nacieron a la vida independiente a la vez que se organizaban como nacin en el proceso ascencional del capitalismo, la aparicin de Estados polticamente independientes en Iberoamrica no coincidi con la organizacin nacional, ni cont con bases para el autodesarrollo capitalista. Desde la independencia poltica hasta la organizacin nacional se extendi un agitado perodo de luchas civiles, dividindose los argentinos en unitarios y federales. Cada uno propona la organizacin del pas a su manera. Los unitarios representaban a la burguesa comercial de la ciudad de Buenos Aires, con su red de agentes y comerciantes minoristas del interior, y tenan el apoyo de los jefes de los ejrcitos de lnea que quedaron despus de la guerra de la Independencia y se deshicieron despus de la guerra con el Brasil, en lucha infructuosa contra las montoneras. Adheran a los federales los caudillos de provincia, dueos de vidas y haciendas, defensores de los intereses de los ganaderos, agricultores y artesanos, jefes naturales

de las masas en la guerra de montoneras contra las pretensiones hegemnicas y monopolistas de los comerciantes de Buenos Aires y su puerto nico. Con excepcin del Paraguay (que se introvirti y aisl en un orgulloso intento de autodesarrollo absoluto) y de la Banda Oriental (cuya salida propia por su amplia costa al vasto ocano la independizaba del puerto argentino), las provincias no podan subsistir abandonadas a sus propias fuerzas y necesitaban como del oxgeno del comercio que solamente podan realizar a travs de Buenos Aires, pero a la vez la dictadura econmica del puerto nico las condenaba a la deformacin y a la miseria, por ms que se la sirvieran adornada de constituciones unitarias, instrumentos de una minora oligrquica que aspiraba a gobernar por el pueblo, sin el pueblo y a pesar del pueblo, segn palabras de Esteban Echeverra (Dogma Socialista, Universidad de La Plata, 1940, pg. 94). Los caudillos, al frente de las masas, resistieron en las provincias los planes hegemnicos de la burguesa comercial portea. Hasta hoy los idelogos del liberalismo burgus no se lo perdonan. Por su complicidad con los intervencionistas anglo-franceses, por su aristocrtico desprecio de la chusma, por su desamor a lo nacional, los unitarios de 1850 se desprestigiaron. El sistema rosista, que en nombre del federalismo suplant al inoperante gobierno unitario, violaba los pactos federales y defraudaba las aspiraciones federalistas de las provincias. El sistema rosista lleg a ser incompatible con la necesidad imperiosa de las provincias de participar en la distribucin de las rentas aduaneras, de establecer entre s vnculos econmicos y de unirse solidariamente en una organizacin nacional.

CAPTULO 2 DE LA ORGANIZACIN NACIONAL SIN INDEPENDENCIA ECONMICA Por fuertes que fueran las resistencias de todo tipo a quebrar los moldes sociales y el gnero de vida impuestos por la colonizacin hispnica, nada poda detener la tendencia de los ganaderos, comerciantes e intelectuales liberales bonaerenses a buscar en las relaciones con los ingleses la conquista de un nivel ms elevado de existencia material y cultural. En nuestro pas, la trabazn del capitalismo ingls con las fuerzas sociales internas no se efectu de golpe, ni por el uso de la fuerza. Recordemos que los argentinos rechazamos, en el curso de la primera mitad del siglo pasado, dos agresiones inglesas, una francesa y una anglofrancesa. Para que la causa externa pudiera actuar por intermedio de la causa interna era menester que una y otra llegaran a un punto de coincidencia. Ni el capitalismo ingls era el mismo en 1860 que en 1810, ni la sociedad argentina se haba conservado inmvil durante ese tiempo. A la evolucin del primero hacia nuevos mtodos de penetracin economicofinanciera (sociedades annimas, ferrocarriles, bancos, concentracin del comercio exterior) acompa la evolucin de la segunda hacia un tipo de organizacin nacional que posibilitaba las inversiones inglesas.

Sin el derrumbe del sistema rosista, un ao antes, hubiera sido imposible proyectar y llevar a la prctica un ordenamiento jurdico que abriera las puertas del pas al trabajo y al capital extranjeros. La batalla de Caseros no fue ms que el hecho culminante y circunstancial de un proceso impulsado por la presin del expansionista capitalismo europeo, por la necesidad de ampliar el mercado exterior sentida por las fuerzas productivas litorales y por la lucha de una intelectualidad progresista, ubicada por encima de unitarios y federales que comprendi que sin contar con los caudillos y las masas como autntica realidad social no avanzara el pas. Con la cada de Rosas quedaron restablecidos de hecho los pactos federales entre las provincias. En Caseros triunf el federalismo, no el unitarismo. La Constitucin de 1853 reconoci en su prembulo que aquellos viejos pactos eran su antecedente natural; a nadie se le hubiera ocurrido la torpeza de invocar las desdichadas constituciones que los unitarios tradujeron del ingls. Pero en Buenos Aires no tardaron en levantar cabeza tradicionales intereses localistas que no aceptaban la menor renuncia a las pretensiones hegemnicas de la oligarqua mercantil del puerto nico. Los unitarios (enemigos a ultranza de Rosas) volvieron del exilio dispuestos a defender el monopolio oligrquico del puerto, de las rentas y del gobierno, ni ms ni menos como lo haba hecho durante un cuarto de siglo el gobernante depuesto, en su condicin de terrateniente ganadero. Esos polticos minoritarios, que llegaban con el estigma de su desprecio a las masas nativas y con la imborrable tara de su alianza con los intervencionistas anglofranceses, de inmediato trataron de evitar la consolidacin de los pactos federales sellados entre las provincias en largos aos de lucha, pactos cuya vigencia anulaba los privilegios de Buenos Aires. Lograron expulsar de la capital al general Urquiza, jefe de las fuerzas federales que vencieron a Rosas, y provocar la divisin de la Argentina en dos Estados (Buenos Aires y la Confederacin) para que las provincias no participaran en el manejo de las rentas, de la moneda y de las relaciones exteriores. A la vez que legalizaba una realidad tan genuina de la historia, de las costumbres y de las aspiraciones de la sociedad argentina, como lo era el federalismo -en realidad que no pudo ser destruida ni por los gobiernos unitarios ni por el sistema rosista-, la Constitucin de 1853 ofreca un programa de inmediata realizacin al asegurar las premisas jurdicas y polticas del desarrollo capitalista del pas, de su incorporacin al mercado mundial y de su elevacin al grado de progreso conquistado por el rgimen de la burguesa. Alberdi comprendi que su lema gobernar es poblar necesitaba el contrapeso del federalismo de los caudillos para no caer en un imposible europesmo a ultranza, o sea en las torpes imitaciones y exclusiones practicadas por los unitarios. Defendi esa idea con energa e inteligencia extraordinarias en sus polmicas con Sarmiento y Mitre. Dos concepciones politicosociales se disputaban, en consecuencia, la orientacin futura del pas. Una de ellas propona el exterminio sin contemplaciones de los caudillos. Quera una Argentina totalmente nueva, una Argentina anglosajona. Sus sostenes se avergonzaban de su origen espaol, mestizo o mulato. Se adelantaban a quienes, ms tarde, oficiaran de abogados mercenarios, polticos mercenarios y tcnicos mercenarios de Inglaterra o Estados Unidos. La otra concepcin parta del reconocimiento de la realidad social argentina, como base de cualquier cambio progresista mediante la introduccin de inmigrantes y el aporte del capital extranjero.

La Constitucin de 1853 dej sin resolver la cuestin de la capital de la Repblica. Fue evidente que los representantes de las provincias no se atrevieron a designar una capital distinta de Buenos Aires ni se decidieron a entregar de nuevo a Buenos Aires los destinos de todo el pas. Durante los ocho aos siguientes, las dos partes de la Argentina (Buenos Aires y la Confederacin) no pelearon en los campos de batalla para mantenerse separadas, sino para imponer cada una distinta frmula de unidad nacional. Pero causas geogrficas, histricas y sociales seguan haciendo de la ex capital del virreinato la llave econmica y poltica del pas, y el gobierno confederal de ParanRosario fue finalmente vencido ms que por la suerte variable de las armas (Cepeda y Pavn), por la asfixia econmica y la anarqua poltica. Al desaparecer el gobierno confederal, los dirigentes bonaerenses aceptaron y juraron la Constitucin de 1853, previa reforma del pacto federal con el objeto de preservar todava los privilegios del puerto nico. La organizacin poltico-constitucional del pas (1862 a 1880) coincidi con el creciente inters de Inglaterra y Francia por las comarcas platenses, inters estimulado por: a) las garantas que la Constitucin de 1853 y el gobierno nacional daban a las inversiones del capital extranjero; y b) los primeros pasos del capitalismo hacia su etapa imperialista con el desarrollo del capital financiero y de los monopolios. La causa externa comenzaba a tener bases internas para actuar sobre el conjunto de la sociedad argentina, pero para introducirse plenamente deba no slo vencer la resistencia de las formas socioeconmicas precapitalistas, sino tambin paralizar o desviar las tendencias hacia el autodesarrollo capitalista que se concretaban en ferrocarriles, manufacturas y otras empresas de origen argentino. En consecuencia, la penetracin del capital extranjero presionaba en dos sentidos: a travs del exterminio (en ocasiones fisico) de los caudillos que no se dejaban someter o corromper, y llevando a la quiebra o adquiriendo las empresas criollas competitivas de aquella penetracin. Dentro de la estrategia en el Plata del imperialismo naciente, elaborada en Londres con fra premeditacin, no poda escapar la necesidad de extirpar el foco de autonomismo, enclavado entre Argentina y Brasil, incitante permanente a la rebelda de los caudillos contra los poderes centrales, que haba crecido en el Paraguay desde los tiempos coloniales. La guerra de la Triple Alianza (1865-1868) fue una de las primeras manifestaciones en el rea mundial de la poltica agresiva del imperialismo capitalista, que puso a prueba el sometimiento de tres gobiernos al obligarlos a aniquilar a un cuarto rebelde John Bull abati la Patria de los Lpez por manos ajenas. Sera equivocado suponer que la estructura socioeconmica de la Argentina se adapt pasivamente a la penetracin del capital imperialista extranjero. Desde hace muchos aos, el infantilismo izquierdista difunde la idea de que nuestro pas perdi entonces su personalidad y se transform en colonia o factora de Gran Bretaa, y lo mismo opinan los rosistas sobre la Argentina posterior a Caseros. Un planteamiento tan mecnico hace desaparecer la permanente contradiccin entre la causa interna y la causa externa, entre el autodesarrollo nacional y la penetracin imperialista. Oculta

que siempre la causa externa debi actuar por intermedio de la causa interna, y que al acentuarse la penetracin y la deformacin de la estructura socioeconmica por la accin del imperialismo, tambin se acenta la respuesta nacionalista, las tendencias al autodesarrollo. Oculta que la opresin imperialista provoca, como anttesis, la lucha por la liberacin nacional. La epopeya de la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires de 1806-1807 se repite en el pas en nuevas condiciones y a ms alto nivel. El imperialismo cre en la Argentina sus sepultureros y se niega a si mismo cuanto ms se afirma. Insistimos en sealar tal contradiccin objetiva para no incurrir en el error de la izquierda seudomarxista y de la derecha seudonacionalista que desconocen la existencia real fuera de cualquier secta, de una conciencia social de los intereses nacionales y de la necesidad de luchar por emanciparlos del imperialismo. Pues si para los seudo-marxistas lo nacional (la causa interna) no es ms que el reflejo de lo internacional (la causa externa) y esperan que los cambios dentro del pas sean las consecuencias de los cambios en el mundo, los seudonacionalistas asimilan lo nacional a lo reaccionario y as se divorcian del desarrollo social argentino hasta entrar en un callejn sin salida y claudicar ante el imperialismo, como en el caso ya clsico de Chiang Kai-Shek en China. Solamente cuando el marxismo y el nacionalismo coinciden (cuando el primero hace de la causa interna la base de los cambios sociales y el segundo comprende que la causa mundial de la liberacin nacional de los pueblos y de la emancipacin social del proletariado es la condicin de nuestro propio desarrollo nacional), la victoria es inevitable.

CAPTULO 3 DE LA INDEPENDENCIA ECONMICA SIN JUSTICIA SOCIAL Al desaparecer Espaa como su causa externa, el desa rrollo social argentino tendi a dar vida a una nacin soberana, independiente y democrtica dentro de los marcos del sistema capitalista, tendencia que de hecho la subordinaba a la nacin rectora, Inglaterra, convertida en nueva causa externa. Tal contradiccin entre la independencia nacional y la dependencia de Inglaterra aparece en el pensamiento poltico de los hombres ms representativos (Belgrano y Moreno en la primera etapa; Echeverra, Alberdi, Sarmiento y otros posteriormente) y se expresa tambin en la accin de los principales jefes militares de la guerra de la Independencia. El capitalismo se inici en la Argentina estrechamente condicionado por una causa externa: el capitalismo ingls. No es casual que mientras en Inglaterra los veinte aos transcurridos entre 1846 y 1866 hayan sido los de mxima aceleracin de las acumulaciones capitalistas internas y de mximas tendencias expansivas del capital hacia el exterior, en la Argentina se produjeran durante el mismo perodo la descomposicin del sistema rosista, la batalla de Caseros, la Constitucin de 1853 y los comienzos de la organizacin nacional. En momentos en que los obreros ingleses se moran de hambre y fro con mujeres e hijos, segn denunciaba Gladstone en la Cmara de los Comunes, millones de libras

esterlinas, fruto del trabajo ingls, se invertan en emprstitos, ferrocarriles y obras pblicas en Rusia, Espaa, Italia, Asia y Amrica. Que los obreros ingleses sufrieran privaciones para que los burgueses ingleses pudieran exportar capitales careca de importancia a los ojos de quienes aspiraban a organizar a la Argentina como nacin capitalista moderna. Era menester idealizar a Inglaterra y ocultar cuidadosamente sus miserias domsticas con el objeto de idealizar tambin el porvenir que se le ofreca a la Argentina. El derrumbe del sistema rosista demostr que el tipo pastoril y comercial del capitalismo naciente en la Argentina no poda avanzar ms all de ciertos lmites. El desarrollo de las fuerzas productivas se torn incompatible con la estructura sociopoltica existente. El gran impulso que introdujo de lleno a la Argentina en el orden capitalista provino de la colonizacin capitalista, esto es de la introduccin de brazos y capitales en vasta escala, de la apropiacin del suelo por una clase de terratenientes y de la aparicin de la clase de los capitalistas nacionales y de su opuesta, la clase de los asalariados o proletarios. La colonizacin capitalista comenz despus de 1860. El capital extranjero (el ingls y, en menor escala, el francs y el alemn) irrumpi en el pas a tal ritmo que antes de terminar el siglo puso en movimiento poderosas fuerzas productivas (ganadera, agricultura e industria liviana), provoc notables desviaciones del autodesarrollo naciconal y marc las dos lneas del futuro argentino: a) la lnea que lo aprisiona dentro de la esfera de dependencia de causas externas (el imperialismo) por intermedio de causas internas (las clases que viven del imperialismo y representan modos de produccin cada da ms parasitarios); y b) la lnea que lo conduce al autodesarrollo de causas internas (las clases sociales que se afirman y progresan con la expansin del capitalismo nacional: la burguesa y el proletariado) en oposicin a los monopolios extranjeros y sin excluir la influencia de causas externas (inversiones del capital extranjero, intercambio comercial, etc.), condicionadas a aquel autodesarrollo. Durante la primera mitad del siglo pasado, mientras el capitalismo segua en su etapa inicial de libre concurrencia, los comerciantes e industriales ingleses importaron por Buenos Aires millones de libras esterlinas en tejidos y ferreteras, cuya competencia arruin a las provincias argentinas y quit fuentes de recursos a los artesanos y a las unidades familiares productoras. Despus de 1860, al entrar el capitalismo en su etapa imperialista, la penetracin inglesa cambi de aspecto: sociedades annimas, convertidas pronto en trusts y monopolios con muchas ramificaciones, esto es el capital financiero en marcha, construyeron en la Argentina ferrocarriles, fbricas y talleres, fundaron centros industriales y comerciales e implantaron la tcnica ms avanzada de la poca, promoviendo el fortalecimiento de los elementos antitticos que habran de enfrentar y vencer a la opresin imperialista: la clase de los proletarios, la conciencia de los intereses nacionales, el movimiento de liberacin. La causa externa modific las bases internas, pero las fuerzas sociales que desencaden se volvieron contra ella y determinaron, a un nivel superior, el surgimiento de un proceso objetivo de autodeterminacin econmica y poltica nacional.

Los empresarios ingleses extendieron su red ferroviaria por el mundo entero y atraparon con ella a la Argentina, aduendose del primer, ferrocarril construido anteriormente por un grupo de comerciantes de Buenos Aires. Los ferrocarriles eran prolongaciones terrestres de la flota mercante inglesa, la cual actuaba como apndice de la gran industria mecanizada, cuyos productos distribua por el mundo, a la vez que como medio de transporte a las Islas Britnicas de materias primas y alimentos de los cinco continentes. Cuando al terminar el siglo los ingleses instalaron sus frigorficos (apropindose del primer establecimiento de esta naturaleza, tambin de origen argentino), se cerr el proceso que colocaba a nuestro pas dentro de la rbita imperial. A los frigorficos precedi el mestizaje del ganado criollo y el refinamiento de las razas bovinas, ovinas y porcinas, iniciado con ejemplares de una larga seleccin y productores de la carne que exiga el consumidor ingls. La relacin entre la causa externa representada por el imperialismo ingls y las bases internas se afirm con el enriquecimiento de un grupo de familias latifundistas, poseedoras de estancias en el litoral argentino, que se hicieron econmica y polticamente poderosas gracias al ferrocarril ingls, al frigorfico ingls y al industrial ingls, copartcipes con ellas de la explotacin del trabajo nacional. Tal grupo de familias form la oligarqua argentina del presente siglo. En los extensos alfalfares bonaerenses los grandes invernadores se dedicaron a engordar novillos que compraban a los criadores de ganado en campos ms alejados y vendan a las empresas anglo-yanquis industrializadoras. Las bases internas sufrieron una aguda deformacin y se acentu el desequilibrio entre las regiones y los sectores sociales, mientras dominaba el cuadro poltico la combinacin de intereses entre el imperialismo ingls y la oligarqua vacuna. La burguesa importadora, dependiente de la industria inglesa, defenda la continuidad de tal estado de cosas y hallaba eco en el persistente librecambismo de La Prensa y La Nacin, y en la propaganda de polticos conservadores, radicales y socialistas. Una cfila de abogados y funcionarios mercenarios (introducidos en las esferas oficiales, desde la Casa Rosada hasta la Suprema Corte de Justicia) siempre tena a mano argumentos legales para justificar el acogotamiento de la Argentina por el imperialismo ingls.

El ferrocarril y la mecanizacin estimularon el rpido progreso de dos industrias regionales: la azucarera en Tucumn y la vitivincola en Mendoza y San Juan. No tardaron en formarse oligarquas regionales que monopolizaron la produccin y el comercio de azcar y del vino, asociadas al capital imperialista a travs de inversiones financieras y prstamos bancarios. Tales oligarquas subvencionaban a los partidos locales y, junto con la oligarqua vacuna, dependan de la banca y de las empresas britnicas. El federalismo (latente en las tradiciones, en las costumbres y en los particularismos socioeconmicos provinciales) no era ms que letra muerta de la Constitucin de 1853; los presidentes y los partidos oficiales impusieron de hecho el unitarismo. Los idelogos y polticos liberales solamente conceban una Argentina

agropecuaria, subordinada a los monopolios extranjeros en mateyia de transportes, comercio exterior, emprstitos, bancos, energa y gran industria. La segunda poltica surgi como reaccin de las causas internas, en busca de caminos independientes, frente a la influencia deformadora del imperialismo. Al construir ferrocarriles, instalar frigorficos, introducir mquinas, trasplantar la tcnica europea y financiar empresas, el capital extranjero tena que movilizar fuerzas productivas nacionales, es decir poner en marcha una contradiccin irreductible que con el tiempo se hara antagnica y creara condiciones objetivas revolucionarias. El aspecto fundamental de tal contradiccin se dio en la medida que el capital extranjero para obtener superganancias de la explotacin del trabajo nacional arranc de la vida pastoril o de la pequea produccin artesanal y casera a los hijos del pas para metamorfosearlos en proletarios, o emple directamente la fuerza de trabajo del obrero inmigrante. Pues la gran corriente inmigratoria que afluy al pas a fines del siglo pasado y comienzos del presente no vio cumplirse en todos los casos la ambicin de bienestar y riqueza que la anim a dejar el Viejo Mundo. Unos inmigrantes colonizaron la zona agrcola, radicndose como arrendatarios o pequeos y medianos propietarios, de los cuales no faltaron los que escalaron posiciones hasta integrar las filas de la oligarqua terrateniente. Otros inmigrantes se quedaron en las principales ciudades, como obreros o artesanos, pero solamente una minora se aburgues al dedicarse al comercio o participar en la creacin de la industria nacional. No est de ms insistir en la existencia de una contradiccin entre el capital nacional y el capital extranjero. Entre el capital nacional y el capital extranjero siempre hubo relaciones mutuas de accin y reaccin, coincidencia y oposicin, cuyas alternativas se reflejan en la poltica. Por ignorarlas o negarlas, los izquierdistas y seudo-marxistas son incapaces de orientarse en el maremgnum de los acontecimientos y manifiestan una consecuencia ya crnica en viejos errores. Dentro de los marcos del sistema capitalista en su etapa imperialista de descomposicin, tanto la conquista de la independencia econmica cuanto el autodesarrollo de las naciones dependientes y coloniales son absolutamente imposibles. El anlisis de las contradicciones del proceso social argentino lo demuestra. Completaremos la independencia econmica nacional y desencadenaremos un autodesarrollo sin frenos ni deformaciones al avanzar ms all del capitalismo, con la clase obrera en el poder; pero la lnea que conduce a esa meta no es la de una poltica exclusivamente obrera u obrerista, aunque la clase obrera sea la dirigente. Es una lnea que compromete a todos los sectores sociales (clase obrera, pequea burguesa, burguesa nacional) para los cuales emancipar al pas del imperialismo se convierte en cuestin de vida o muerte. Es una lnea que combina la lucha antimperialista concreta (o sea la construccin de una economa nacional independiente) con la lucha por el socialismo. No es un postulado terico ni un recurso poltico, sino que obedece a las ineludibles causas objetivas internas del desarrollo histrico argentino.

CAPTULO 4

DEL ESTADO EN LA ORGANIZACIN NACIONAL El Estado aparece en la historia al alcanzar la sociedad determinado grado de desarrollo y ser insolubles, por si mismas, sus contradicciones internas. Es, por lo tanto, un producto de la sociedad que se vuelve hacia ella, como aparente mediador entre las clases antagnicas, pero que en los hechos sirve a los poseedores de los medios de produccin para conservar y aumentar su poder sobre las masas trabajadoras. Esta teora del Estado, descubierta por el marxismo y expuesta principalmente por Engels y Lenin, destruy las teoras idealistas, destinadas a ocultar el carcter coercitivo de la organizadn estatal y a presentar solamente una abstraccin jurdica o ente extrao a las contradicciones internas de la sociedad. La contradiccin entre las formas del poder estatal civilizador (introducidas con el propsito de transformar a nuestros pases dentro de los mdulos capitalistas) y las sociedades latinoamericanas que las padecieron (por no haberlas engendrado, sino recibido de fuera), se prolonga hasta hoy como una de las causas de las crisis polticas crnicas. La Carta de 1853 era, por consiguiente, la meta que los legisladores y estadistas de la organizacin nacional sealaron que en 1862 se consolidaba al trmino de medio siglo de guerras civiles. Tena el Estado de 1862 el carcter representativo que le asignaba la Carta de 1853? El Estado argentino de 1862 era representativo, aunque su representatividad genuina se redujera a los crculos oligrquicos que dominaban la Repblica en nombre de una abstracta soberana popular. Tena el Estado de 1862 el carcter federal que tambin le asignaba la Carta de 1853? El Estado de 1962 trat de imponer el unitarismo, mediante la persuasin, la corrupcin y la violencia. Para civilizar al pas ahog a los brbaros caudillos provinciales o los conquist con prebendas burocrticas y negociados. Como no poda destruir al federalismo, lo sumergi bajo la ola de riquezas que derramaba desde Buenos Aires el cuerno de la abundancia o lo posterg al someter a las provincias a su control financiero e impositivo. El Estado de 1862 se dio por norma ofrecer las mayores facilidades a las inversiones del capital extranjero, aun sacrificando el progreso de la industria nacional, cuyo fomento consideraba superfluo. Tanto el capital extranjero como la desvalida industria nacional promovieron el crecimiento cuantitaIivo de la clase obrera. Desde el comienzo esos obreros sintieron la necesidad de organizarse para enfrentar a una explotacin absolutamente libre de trabas legales. Aparecieron las primeras sociedades de resistencia y estallaron las primeras huelgas. Las rebeldas de los obreros no se inmortalizaron en poemas como las de los viejos gauchos; buscaron en la vida el camino de la liberacin. La caudalosa corriente inmigratoria trajo a la Argentina las ideas marxistas. Fueron sus portadores los militantes de la Asociacin de Trabajadores que entre 1876 y 1872

fundaron una sesin en nuestro pas, de acuerdo a las directivas del Consejo de Londres presidido por Carlos Marx. La seccin se dividi en tres sectores (francs, italiano y espaol), bajo la direccin de un Comit Federal de dos delegados por sector. Tres aos ms tarde, coincidiendo con la constitucin del Club Industrial (convertido posteriormente en la Unin Industrial Argentina) como rgano patronal, el gobierno detena y acusaba de asociacin ilcita a los dirigentes de la Seccin Argentina de la Asociacin Internacional de Trabajadores. Presida los destinos de la Repblica el doctor Nicols Avellaneda. No obstante sus limitaciones tericas, los anarquistas y marxistas de los albores del movimiento obrero argentino pusieron los cimientos de la organizacin y dirigieron los primeros combates. Su influenci no trascenda de los crculos de inmigrantes a las masas de sufridos proletarios y empobrecidos campesinos criollos. En los aos de la organizacin nacional aparecen dos problemas que se han agravado con el tiempo. Uno es el divorcio entre la poltica estatal y las necesidades reales de la sociedad, pues hasta hoy predominan en el gobierno las ideas de ese liberalismo finisecular que se da por meta la ms absoluta libre concurrencia empresaria y la inversin anrquica de las acumulaciones de capital en busca de la mayor ganancia individual. Otro es el divorcio entre la intelectualidad (incluidos los dirigentes polticos) y las masas trabajadoras.

CAPTULO 5 DE LAS CAUSAS INTERNAS DE LA REVOLUCIN DEL 90 Una avasalladora prosperidad (promovida durante treinta aos por la incorporacin de centenares de miles de inmgrantes al trabajo nacional, las inversicnes del capital extranjero, la valorizacin de las tierras y la vinculacin del pas al mercado mundial) dominaba el panorama argentino en 1890. El ingreso de la Argentina al sistema capitalista mundial, por los caminos confluentes de las inversiones extranjeras y de las rpidas transformaciones internas, fue favorecido por la inexistencia en las llanuras del litoral de estructuras socioeconmicas precapitalistas importantes que le opusieran slida resistencia. Mientras la colonizacin capitalista se dilataba en la Argentina, igual que en los Estados Unidos, desde el litoral hacia el interior sin tropezar con mayores obstculos sociales, en Mxico y en otras partes de Amrica Latina la frenaban las culturas antiqusimas y las formaciones socioeconmicas de autoabastecimiento cristalizadas durante el coloniaje. En el caso de la Argentina, la libertad con que en ella se aplic la colonizacin capitalista hizo ocioso el enfoque de una reforma agraria burguesa y cre las premisas de la socializacin de la tierra. Nadie que conozca algo de nuestra historia se atrevera a negar que en 1890 exista ya en lo fundamental del litoral argentuno (estancias y chacras) el rgimen capitalista: tierra produca renta (absolut a y relativa) y haba adquirido valor mercantil especulativo y gran movilidad, al traspasarse corrientememente de mano en mano. La

precocidad que su desarrollo en funcin del mercado exterior comprador dio a la economa agropecuaria marc con su sello al conjnto de la economa nacional. Exportar los productos y adquirir en el extranjero todo lo dems, sacrificar las posibilidades de industrializacin (siempre calificada de improvisada, prematura e irrealizable) para mantener los elevados rendimientos de la agricultura y de la ganadera y gastarlos improductivamente o reinvertirlos en el ciclo agropecuario, indentificar el bienestar y el progreso del pas con la creciente demanda y los altos precios de carnes y granos, han sido desde entonces el norte sagrado de la poltica de los economistas utilitaristas, de los socilogos positivistas y de los estadistas presentistas. Una Argentina especializada en alimentar al mundo, opulenta y prdiga cliente de las fbricas europeas, era el ideal de los grandes estancieros asociados de antiguo a los importadores e inversores britnicos. La relacin dialctica (identidad y oposicin) de la burguesa nacional con el imperialismo extranjero explica los altibajos ms destacados de nuestra historia poltica del presente siglo y corresponde a un proceso real tan oscurecido por el izquierdismo que no ve ms que identidad entre ambos opuestos como por el oportunismo que no ve ms que oposicin entre ambos idnticos. A las contradicciones inherentes al sistema capitalista que trajo ste al florecer en la Argentina (entre la produccin social y la apropiacin individual, entre la burguesa y el protetariado, entre los industriales y los terratenientes, entre los terratenientes y los arrendatarios, entre los explotadores agropecuarios [estancieros y chacareros] y los peones asalariados) se agregaba, pues, la contradiccin principal, desde el punto de vista de la nacin y la dependencia creada por las inversiones imperialistas en emprstitos, transportes, bancos, comercio exterior y obras pblicas. Con la crisis econmica de 1890 salieron a luz esas contradicciones de la sociedad argentina e imprimieron a aqulla el carcter peculiar que tuvo dentro de la crisis cclica que ese mismo ao sacudi a todo el sistema capitalista. Como en todas las crisis del capitalismo tambin en sa el Estado y las clases dominantes se empearon, al presentarse los primeros sntomas, en cargar sus consecuencias sobre las masas trabajadoras, traspasndoles la totalidad de los sacrificios. Pronto, continuas emisiones de papel moneda provocaron la desvalorizacin del dinero circulante y la cada del poder adquisitivo de los salarios y sueldos. En 1888, los ferroviarios de los talleres de Sola, en las inmediaciones de la Estacin Constitucin (Buenos Aires), se declararon en huelga para obtener el pago de los salarios en oro, y aunque el movimiento fracas, despus de disolver los bomberos a balazos un mitin de la Plaza Herrera (con el saldo de decenas de heridos y ciento sesenta presos), al ao siguiente volvieron a la carga y la empresa del Ferrocarril del Sud accedi a la mencionada reivindicacin. Algo nuevo naca en la Argentina como resultado de los cambios en sus bases internas. Los movimientos reivindicatorios de la clase obrera se sucedieron y ampliaron. El chovinismo fariseo del patriciado, tan unido a los inversores extranjeros, culpaba al alud inmigratorio de los conflictos sociales y de la difusin de ideas extremistas, vieja triquiuela destinada a ocultar la explotacin del obrero y transferiri

al mbito platnico de las ideas el origen, por cierto bien material, del descontento de las masas trabajadoras. Al mismo tiempo que las huelgas obreras, aunque desconectados de ellas, se iniciaron los movimientos de los colonos de la zona agrcola desde Esperanza (Santa Fe), llamada madre de colonias. Los agricultores reclamaban el pago de los cereales con oro y queran estar representados en la administracin de los municipios y en la justicia de paz comunal. Eran extranjeros y se organizaron en clubes por nacionalidad de origen, pero aspiraban a integrarse en la sociedad argentina, como lo prueba la naturaleza de sus reivindicaciones. Deban defenderse de los antiguos terratenientes, cuyas propiedades adquiran de golpe precios fabulosos gracias a la colonizacin y al ferrocarril, de la voracidad de las empresas colonizadoras y de los especuladores que en Buenos Aires se enriqeucan a su costa con la compraventa de millares de hectreas. El colono se senta identificado para siempre con la tierra de adopcin. Haba quemado sus naves despus de cruzar el ocano. Haba desbrozado la tierra y sembrado alfalfa y cereales. Haba malvendido su cosecha al especulador. Haba sufrido los aos de sequas y vacas flacas. Haba enriquecido al almacenero de ramos generales, gringo como l, pero ms vivo que l. Haba engendrado hijos argentinos. Razn tena en reclamar la parte en la vida poltica que al otro gringo, al que traa capital y no trabajo, se le conceda generosamente. Las distintas causas mencionadas de descontento encontraron su denominador comn cuando el vertiginoso encarecimiento de la vida desemboc en una crisis econmica que afect al conjunto de la sociedad. La incipiente burguesa .manufacturera, los colonos, la clase obrera, la pequea burguesa urbana, la peonada que comenzaba a emanciparse de la fascinacin de_los caudillos-terratenientes e incluso sectores de terratenientes no comprometidos con los crculos oligrquico-imperialistas, se vieron representados por el movimiento revolucionario de 1890, al que azuzaron el clera y los dirigentes catlicos (tanto ultramontanos como liberales) por enemistad con el gobierno del ateo y masn Jurez Celman, responsable de la ley del matrimonio civil (12 de noviembre de 1889) que sigui a la de la enseanza laica (18 de julio de 1883) dictada por el gobierno de su pariente y antecesor, el general Julio A. Roca.

CAPTULO 6 TAMBIN LOS PARTIDOS NACEN, VIVEN Y MUEREN Todava se divulgan desde la ctedra, la prensa y el libro distintos mitos acerca del origen de los partidos polticos, y aunque nadie se atrevera a atribuirlo a los dioses, se suele sustituir a stos por personalidades idealizadas con poder tan sobrenatural como el que los antiguos descubran en Teseo, Rmulo y dems fundadores de ciudades. De esta manera se oculta el proceso social previo que produjo al partido y se niega la constante interaccin objetiva-subjetiva del partido con la sociedad.

As como Hegel vea en el Estado la realizacin final de la idea absoluta en la historia, los pensadores polticos de las diversas corrientes liberales solamente conciben a la democracia absoluta (en su encuentro final consigo misma y en su plena realizacin) dentro de un rgimen multipartidario, y el desarrollo lgico de ese razonamiento abstracto concluye y se enquista al arribar a la ltima e insuperahle meta: la representacin proporcional que atomiza el poder y da libre acceso a l a un nmero ilimitado de agrupaciones formalmente representativas o simplemente autorrepresentativas. Los partidos caractersticos del orden capitalista aparecieron en la Argentina despus de la Revolucin del 90. En su creacin intervino el complejo de causas internas y externas a que ya nos hemos referido. Nacieron unos bajo la presin de las nuevas clases sociales que queran incorporarse a la vida poltica y conquistar el poder (o, por lo menos, participar del poder); nacieron otros como autodefensa de las viejas clases sociales para reprimir o canalizar las luchas de las, masas populares y conservar un dominio que no podan ms sostener por los antiguos mtodos de sujecin directa. Pero unos y otros buscaron modelos y antecedentes en las democracias burguesas occidentales o en el movimiento socialista internacional" para darse una ideologa, un programa y un tipo de orgnizacin. Esta combinacin de tendencias propias al autodesarrollo nacional con la autoridad del pensamiento y de las formas polticas extranjeras corresponda a la condicion semicolonial del pas, a cuya influencia no se sustrajo ninguno de los partidos polticos. No faltaban antecedentes de agrupamientos polticos en el pasado argentino, pero esos antecedentes se diluyeron con los grandes cambios sociles que en el 90, con prescindencia del resultado inmediato de la revolucin, promovieron un salto cualitativo en la poltica nacional. Sin embargo; el anlisis de tales antecedentes se hace necesario para explicar el origen histrico de las fuerzas que intervinieron en el conflicto de aquel ao. 1. Las dos concepciones de la organizacin nacional que dividieron a los miembros del primer gobierno patrio entre saavedristas y morenistas reflejaban antiguas tendencias latentes en la Colonia que al manifestarse y generalizarse, despus de 1810, adquirieron las formas del conflicto entre dos campos antagnicos: unitarios y federales. La hegemona comercial de Buenos Aires se elev a monopolio poltico-econmico con la fundacin en 1776 del virreinato del Ro de la Plata. Desde entonces las regiones del interior se vieron obligadas a asumir una actitud defensiva frente a la absorbente poltica de la ciudad capital, actitud que se extendi y fortaleci cuando la libertad de comercio (Representacin de los Hacendados, decreto de Cisneros, leyes de los gobiernos patrios) y el centralismo poltico (proyecto de coronacin de Saavedra, planes monrquicos, presidencialismo de Rivadavia) las co1ocaron en situacin de inferioridad, de dependencia y de anarqua econmica. La oposicin de las provincias del extinguido virreinato al despotismo ilustrado y mercantil de Buenos Aires (iniciada por el Paraguay y la Banda Oriental y extendida a todo el interior) resulta desfigurada si se la examina a travs de las tesis superficiales e interesadas de los idelogos liberal-burgueses que la reducen a la mera resistencia de las muchedumbres brbaras a ser civilizadas por las minoras selectas. Esas tesis son

utilizadas hasta hoy por los polticos de izquierda, centro y derecha agrupados, por encima de sus discrepancias circunstanciales, en la imposicin del estilo y de las formas de las democracias burguesas anglosajonas. Los anlisis histricos de los codovillistas se inspiran en la tesis de Tocqueville y no en el marxismo al tomar partido del lado de los unitarios y en contra de los montoneros. El centralismo de los unitarios conclua en una frmula abstracta, sin contenido social. El particularismo de los federales se traduca en una frmula concreta, con contenido social. Pero ni los primeros ni los segundos abran, por separado, una perspectiva de desarrollo acorde al desarrollo mundial. La nacin deba superar la contradiccin para no quedar atascada. 2. Los unitarios fueron poltica y militarmente vencidos por los caudillos federales, pero el unitarismo resucit bajo nuevas formas con la poltica del federal Juan Manuel de Rosas. Este no super la contradiccin principal de nuestra historia: la prolong sobre otras bases. Rosas conquist el gobierno y lo conserv durante un cuarto de siglo porque combin: a) el poder central unificado con la posicin dominante del sector de las fuerzas productivas internas orientado al abastecimiento del mercado internacional (la ganadera bonaerense) y en condiciones de sustentar un orden socioeconmico (la estancia); y b) la apariencia de un Estado nacional con una poltica de activa y prctica intervencin en los conflictos entre los caudillos provinciales, azuzando a unos contra otros y evitando que el proyecto de una organizacin federal cristalizara a travs de un Congreso General Constituyente. Pero ni an as super una contradiccin que estaba en la objetividad del proceso social y en la desigualdad de desarrollo entre la Argentina y los pases capitalistas avanzados. Por el contrario, la contradiccin se agudiz al extremo, se hizo antagnica: los caudillos volvieron sus tacuaras contra Rosas y una nueva generacin de intelectuales abandon las ilusiones de los prceres unitarios y se asoci a las masas y las lanzas. 3. Despus de la batalla de Caseros, el sistema rosista fue reemplazado provisoriamente por la confederacin de gobernadores, y los representantes de stos, respaldados por el caudillo entrerriano Urquiza, elaboraron y sancionaron la Carta de 1853 con la abstencin de Buenos Aires que no envi delegados al Congreso Constituyente de Santa Fe. Una antigua aspiracin de los caudillos (estampada en el Pacto Litoral, el Tratado Cuadriltero y otros convenios interprovinciales) quedaba consagrada con la aprobacin del nuevo orden constitucional. Esta ruptura tajante de la unidad, este planteo de la divisin sin velos ni contemplaciones, esta mxima separacin de las dos partes de la totalidad, cre las condiciones del establecimiento de una unidad ms alta y slida, de una unidad permanente en base a la aplicacin de una poltica de acelerados cambios socioeconmicos. 4. Los liberales no podan avanzar hacia la unidad nacional sin abandonar la gastada bandera intransigente de los unitarios. Su ala moderada, con Bartolom Mitre a la cabeza, se rebautiz con el nombre de nacionalista (los cocidos) y se esforz en hallar

frmulas de transaccin con los gobernadores provinciales, al cabo de aos de guerra infructuosa entre Buenos Aires y la Confederacin; pero el ala extremista, acaudillada por Adolfo Alsina, predicaba el exterminio de los caudillos federales y se encastillaba en una posicin de intransigencia absoluta frente a las provincias, rebautizndose con el nombre de autonomista (los crudos). Esta divisin de los liberales tuvo por causa la nueva situacin creada en 1862, al unirse los dos Estados y ceder provisoriamente la provincia de Buenos Aires a la nacin la ciudad de Buenos Aires como capital federal. La dialctica interna del proceso social, tal como venimos siguindolo, hizo que las lneas polticas de nacionalistas y autonomistas se cruzaran y se dirigiera finalmente cada una hacia el objetivo que en un comienzo se haba asignado la otra. Mitre, el antes enemigo de la Constituyente santafesina, se convirti en abanderado de la Carta de 1853 con las reformas de 1860; su presidencia tuvo por norte unir al pas de acuerdo al ideal rivadaviano: conservar los privilegios de la burguesa comercial portea y abrir las puertas de la Repblica al capital extranjero. Alsina, el que pidiera la horca para los caudillos, se ali a los caudillos para impedir la federalizacin de la ciudad de Buenos Aires. 5. Las presidencias de Sarmiento (1868-1874) y Avellaneda (1874-1880) fueron el resultado de la conciliacin de nacionalistas y autonomistas, conciliacin basada en acuerdos de emergencia del gobierno nacional con el gobierno bonaerense acerca del puerto nico y de la sede del gobierno central. Pronto se disearon en sus filas dos tendencias marcadas: la de Alsina, a volver a su origen, esto es a la conciliacin y al gobierno en comn con los nacionalistas (Club Libertad); la intransigente, a no transar con los nacionalistas y reclamar la pureza del sufragio, la autonoma de los munnipios, la abolicin del servicio de frontera y el reparto de tierras entre los pobres para evitar su acaparamiento por los latifundistas (Club 25 de Mayo). Una parte de los afiliados a la segunda tendencia fundaron en 1872 el Club Electoral con el programa que acabamos de enunciar, y en las elecciones de marzo y diciembre de 1877 se presentaron con el rtulo de Partido Republicano; Sarmiento los apoy por preferir a Del Valle que es libro y no a Cambaceres que es saladero. Ganaron las de marzo a senadores provinciales, pero los conciliadores les birlaron las de diciembre a la gobernacin bonaerense. Entre una y otra fecha, la conciliacin se haba adueado de la poltica de la Repblica. Alsina quera ser presidente.

El 7 de octubre, autonomistas y nacionalistas manifestaron juntos por las calles de Buenos Aires, y, como prenda de amistad, Alsina felicit a Mitre por el xito de su poltica y le devolvi, frente a la estatua de Belgrano, los despachos de general que le quitaran en 1875, despus de ser vencido en La Verde, desterrado (el tribunal militar pidi la pena de muerte) e indultado por el presidente Avellaneda. 6. Leandro Alem repudi la conciliacin y se separ de Alsina. La muerte de ste, el 29 de diciembre, modific de inmediato el panorama poltico y extingui el acuerdo entre los dos partidos. Quedaba abierto el camino para un nuevo tipo de intransigencia de la que Alem sera su abanderado.

Sarmiento no era conciliador ni por conviccin ni por temperamento. Con Del Valle y Alem intent organizar una fuerza nacional que lo ungiera por segunda vez presidente de la Repblica. Su llamado no tuvo eco en los caudillos que tan duramente castigara con la palabra, la pluma y la accin. En vano el presidente Avellaneda le entreg la gran palanca del ministerio del Interior. En vano Del Valle lo propuso como candidato de transaccin. En vano Alem fund el Club de la Paz. Haba pasado la poca de Sarmiento. Era la hora de la Liga de Gobernadores que el autor de Facundo denunciara acremente en el Senado, la Liga de Gobernadores que liquid los restos de los viejos partidos, nivel la poltica nacional y dio libertad al general Roca para aplicar sin compromisos el programa de los grandes terratenientes y del capital extranjero. 7. Descartado Sarmiento y asegurado el apoyo de la Liga de Gobernadores, a Roca solamente le restaba dar el golpe de gracia tanto a los nacionalistas mitristas como a los autonomistas bonaerenses regrupados por el gobernador Carlos Tejedor. En la lucha entre estas dos fuerzas se prolongaba el antiguo conflicto de la Nacin (encaranada, a la manera unitaria, en la ciudad capital) y la provincia de Bs. As., en torno de la posecin de la Gran Aldea. Pero cuando en 1880 el presidente Avellaneda, de acuerdo con Roca, federaliz la capital, dicha lucha perdi sentido. La ciudad de Bs. As. dejaba de ser de la provincia del mismo nombre y de s misma, y se traspasaba a todas las provincias erigidas por primera vez en pilares de la Nacin. Quedaba resuelta la contradiccin principal que la sociedad argentina vena arrastrando desde antes de 1810, y al separarla, al dejarla atrs en lahistoria, se elevaron al primer plano otras contradicciones que Leandro Alem percibi. Roca triunf y con la capital en su poder, concili y se uni en un haz a los grandes terratenientes bonaerenses y a los caudillos del interior. La liga (oligrquica, liberal, formalmente legalista) ampli y consolid la alianza con el capital extranjero, iniciada durante la presidencia de Mitre. Sus dirigentes crean, como Nicols Avellaneda, que el capital extranjero, y no el trabajo nacional, es el propulsor de nuestro progreso. Las dos fuerzas que polarizaban la superada contradiccin (nacionalistas de Mitre y autonomistas de Tejedor) se descompusieron ante el empuje del partido nico dirigido por Roca desde la Casa de Gobierno. Era el partido de los gobernadores hbilmente manejados como piezas de ajedrez por el jefe de Estado. 8. Alberdi, el ms agudo investigador de la sociedad en que naci, tuvo ante el capitalismo una actitud apologtica, apenas nublada por algunas dudas en sus ltimos aos. Descubri las contradicciones internas de su pas y, al idealizar a Estados Unidos, Inglaterra y Francia, no poda descubrir las contradicciones internas de las naciones capitalistas que propuso de modelos. Crey que la Repblica Argentina consolidada en 1880 entraba definitivamente por los caminos generales de desarrollo de las sociedades que estaban entonces a la vanguardia de la humanidad. Con el arco de triunfo de 1880 se agot su extraordinaria capacidad creadora, pues le fue vedado prever que la expansin capitalista, al pasar de la libre concurrencia a los monopolios, adquira en las zonas atrasadas del planeta formas imperialistas y fijara lmites a las infinitas posibilidades de progreso que en sus hiptesis liberalburguesas deseaba con tanta pasin para la Argentina. Vio el estmulo, no el freno. Vio en el capitalismo la

realizacin final y los nicos cauces de avance de la humanidad civilizada, no los antagonismos insuperables, que socavaban el sistema. La nueva situacin estaba en efecto, cabalmente representada por Roca, cuyo ascenso a la presidencia era el resultado de la repblica consolidada con la federalizacin de la ciudad de Buenos Aires, pero la nueva situacin no cancelaba las contradicciones internas de la sociedad argentina: originaba otras en reemplazo de las desaparecidas. Al escaprsele el contenido contradictorio de la nueva situacin, el Alberdi reformista de 1853 se convirti en el Alberdi conservador de 1880. 9. La absorcin del poder por la oligarqula que vendr a dirigirlo todo, prevista por Alem, satisfaca la exigencia de paz y administracin de los comerciantes extranjeros. Por primera vez gobernaba al pas una oligarqua no meramente portea (como la unitaria), ni meramente bonaerense (como la rosista), sino nacional (en el sentido geogrfico de la palabra). Tal concentracin del poder en manos de una nueva oligarqua cre un tipo de Estado centralizado con aspectos generales semejantes al mexicano de los tiempos del porfirato (1876 a 1911). A travs del uno y del otro gobernaban los grandes terratenientes (estancieros argentinos, hacendados mexicanos), aliados a los inversores extranjeros, si bien el argentino posea una base de sustentacin ms amplia (ms democrtica) pues dependa tambin de sectores no terratenientes que haban madurado polticamente en las luchas de aos anteriores. 10. Para detener los avances del poder ejecutivo nacional hacia el absolutismo (unicato) y alentados por la proximidad de la renovacin presidencial aparecieron en las postrimeras del gobierno de Roca los primeros brotes opositores. En el Frente de Partidos Unidos se agruparon el antiguo Partido Nacionalista de Mitre, la Asociacin Catlica y las dos fracciones desprendidas del Partido Autonomista Nacional, la de Dardo Rocha y la de Bernardo de Irigoyen, descontentas por la digitacin oficial de la candidatura de Jurez Celman. La presencia de Alem, Hiplito Yrigoyen y Aristbulo Del Valle daba a ese frente la base popular de que carecan el gobierno y los otros dirigentes polticos. Es inexacto que el liberalismo haya sido la caracterstica diferencial de la oligarqua roqui-juarista. De la sancin de las leyes de enseanza laica y matrimonio civil, de su conflicto con la Iglesia y de la preponderancia entre sus dirigentes de elementos masones se infiere con evidencia su liberalismo, pero no que tuviese la exclusividad de l o que le diese una fisonoma distinta a la de sus tambin liberales opositores. No la separaban de stos sus ideas liberales en religin, filosofa, poltica y economa, pues dichas ideas dominaban en todas las mentes, con raras excepciones. Los catlicos ms destacados profesaban el liberalismo; uno de ellos, Jos Manuel Estrada, bisnieto de virreyes y campen de rancias tradiciones argentinas, declaraba ser demcrata liberal. 11. El aparato montado por Roca impuso a Jurez Celman por medio de comicios en los que no se ahorraron ninguna de las formas del fraude y de la violencia. El nuevo presidente tuvo el mrito histrico de llevar hasta las ltimas consecuencias la poltica iniciada por su concuado.

El unicato juarista (el uicato lo llamaba el pueblo) resolvi en perjuicio del autodesarrollo nacional el dilema que se perfilaba en el proceso social argentino. Los funcionarios, abogados y estancieros del crculo ulico se enriquecan con los millones de pesos que los ingeleses entregaban a cambio de los transportes y servicios pblicos. El proceso interno que conduca al juarismo al unicato, como ltimo refugio de su impopular poltica, careca de ambiente y respaldo para culminar en una dictadura abierta. Era inevitable, por consiguiente, que de los crculos opositores que se ensanchaban por momentos surgieran partidos y dirigentes orientados a canalizar el general descontento.

CAPTULO 7 DE COMO LA OLIGARQUA SE ADAPTA A LAS CIRCUNSTANCIAS Entre 1860 y 1890 se constituy en la Argentina una oligarqua que hemos calificado geogrficamente de nacional para dejar establecido que la componan no solamente los terratenientes ganaderos de la provincia de Buenos Aires, sino tambin los grupos clasistas dominantes en las dems provincias. Una de las caractersticas sobresalientes de la oligarqua argentina ha sido su flexibilidad poltica, su capacidad para adaptarse a las circunstancias adversas a la espera de mejores oportunidades. Prefiri siempre la legalidad formal y la democracia artificial a la dictadura abierta, lo mismo que sus amigos y socios, los inversionistas ingleses. En las filas raleadas del viejo Partido Nacionalista, en los sectores polticos del catolicismo y dentro del partido nico que regenteaba Jurez Celman tom cuerpo una oposicin agresiva que interpretaba el descontento general del pueblo por el desbarajuste administrativo, los grandes negociados y la venta de los ferrocarriles y obras pblicas. En el llano, interpretando la indign la indignacin en ascenso de las masas, se irgui la figura romntica de Leandro N. Alem para reunir, en un solo haz, a las gentes que se mantenan fieles a la ensea no arriada del autonomismo popular con las nuevas fuerzas que surgan del desarrollo capitalista. G. A. Lallemant es quien, desde El Obrero difundi poltica marxista. En su primer nmero, el notable documento, con que naci el marxismo en la Argentina, reconoca: a) el materialismo histrico, como filosofa del marxismo; b) la plusvala o supervala, como eje y explicacin del rgimen capitalista y de la explotacin del proletariado por la burguesa; y c) el desarrollo del capitalismo en la Argentina a travs de una etapa democrticoburguesa, como paso histrico necesario al desenvolvimiento del proletariado en sus luchas por el socialismo.

El editorialista consideraba : El capital (extranjero) se ha sabido valer de la oligarqua del caudillaje para sentar sus reales en el pas, e inter este ltimo bien remunerado se port obediente y dcilmente, ambos marcharon de acuerdo. Pero result que la oligarqua caudillera, abusando ms y ms del poder del Estado para garantir a sus propios miembros de las consecuencias de la ley sobre libre concurrencia que determina las relaciones de los capitales individuales entre s, infringi arbitrariamente las leyes capitalistas, o sea, de la sociedad democrtico-burguesa, convirtindose el unicato incondicional en un absolutismo insufrible y absurdo. Entonces el capital internacional le ech el guante al caudillaje y estall la guerra.

El capital extranj~ro~hel ~nte}desafi, atac) al unicato juarista y no a la o~a~ qu~a q~sigui siendo su aijada y su base intern~d~ penetracin, y la oligarqua tambin ech el guante al gobiernq que ella misma haba engendrado. Despus de traspasar al capital extranjero los ferrocarriles, los puertos y casi todos los servicios pblicos, Ju rez Celman se dispona a entregarle 24000 leguas de tierra en la Patagonia y las obras de salubridad, cuando se desencaden la tormenta revolucionaria. He aqu sus ~ palabras justificativas:

"La Patagonia es la gran reserva argentina. Hay que poblara! Hay que argntinizarla! El podero de la Argentina hay que fundarlo en la Patagonia. Dicen que dilapido la tierra pblica, que la doy al dominio de capitalistas extranjeros: sirvo al pas en la medida de mis capacidades [...] A mi me disputayi en la prensa las concesiones de tierras que autorizo. Pellegrini n~isr~o acaba de escribirme desde Pars que la venta de 24000 leguas sera instaurar una nueva Irlanda en la Argentina. Pero no es mejor que esas tierras las explote el enrgico I~' sajn y no sigan bajo la incuria del tehuelche?"

Su intencin era, pues, desargentinizar argentznzzarla con irlandeses.

la

Patagonia

de

tehuelches

para

No solamente el vicepresidente Pellegrini, sino hasta el padrino poltico de Jurez Celman, el general Roca, se alarm del giro que tomaban las concesiones al capital ~xtrantero apoyadas por l mismo hasta la vspera. Por intermedio de Roca y Pellegrini la oligarqua repudiaba al hijo prdigo que no haba sabido conservar el j'u sto medio y nada lo detena ya en su insensata carrera al precipicio; ~n Jurez Celman la oligarqua encontr la vctima propiciatoria que la saly de la ir~ de todQ el~as.

los conductores de la oligarqula comprendieron que ms les convena tratar de y la de Leandro N. Alem (esperanza de la juventud burguesa y pequeo burguesa en una transformacin demcrtica que le diera acceso a las funciones pblicas). Como no se le escapaba que el sufragio libre abra las puertas de los municipios1 4e los gQbier.nos proyinciales y hasta del gobierno nacional a la segu~da tendencia, la oligarqua complet su maniobra tctica al reunir sus cuadrosdispers95 por ambiciones personales y formar un frente al margen de la Unin Cvica. Mitre, Campos y 9tros dirigentes del ala oligrquica de la Unin Cvica dispuestos a impedir la victoria de Alem, se entendieron con Roca y Pellegrini interesados en lo mismo, pues aspiraban a sacar del gobierno a la oveja descarriada y retener ellos el poder. La renuncia de Jurez Celman pudo haber sido el triunfo del pueblo, pero fue el triunfo de la oligarqula. Hubo solucin constitucional y no revolucionaria. Era la lucha de clases entre la vieja oligarqua y la nueva burguesa en trminos de dominio del Estado. El acuerdo Roca-Mitre tena por objeto conservar el poder para la oligarqula e impedir que cQnqulstaran. e~l gobierno las fuerzas polticas nacientes.

CAPITULO 8 LAS DOS TACTICAS DE LA POLTICA NACIONAL

El acuerdo o compromiso fue la tctica elegida por la oligarqula al comprobar que nuevas fuerzas sociales emergan y aspiraban a la conquista del poder. No las atac de fren~ ~alvo cuando se vio obligada a responder a la violencia con la violencia. Prefiri emplear maniobras de envolvimiento. desgastar y descomponer al enemigo, sedicir coii ilonores y prebendas a los opositores inteligentes, desacreditar a los i~orantes que se le resistan. Esa oposicin, promotora del levantamiento de 1890, respondi a la tctica del acuerdo o compromiso (y a la poltica de la seduccin, de !a captacin y de la fagocitacin) con la tctica de la intransigencia. Aspectos esenciales de las usas de las divisiones y uniones de partidos de los ltimos setenta_aos se hacen, comprensibles si. penetramos en'la intencin psicolgica de esta tctica de ongen aut9defensivo frente a la de la oligarqua. Ya no era la Unin Cvica la que se diriga al pueblo. Era la Unin Cvica Radical, cuyo nuevo atributo la diferenciaba de la Unin Cvica Nacional, integrada por los partidarios del acuerdo con la oligarqula. Sin tal deslinde de posiciones principistas y tcticas, el movimiento popular orientado por Alem no poda darse por objetivo cambiar el rgimen imperante. Las experiencias de la Revolucin del 90 y de la tortuosa maniobra del general Mitre destinada a llevar agua al molino del enemigo, no dejaban la menor duda acerca de la necesidad de adoptar una tctica intransigente. La oligarqula se encontr ante el siguiente dilema: intentar un nuevo acuerdo a travs de otros hombres o imponer su continuismo mediante el fraudc electoral. El modernista Roque Senz Pea llenaba las condiciones para atraer por lo menos al sector culto de los radicales; su personalidad 'independiente se destacaba por su pensamiento favorable al sufragio efectivo. El presidente Pellegrini, los alsinistas o autonomistas y los juaristas levantaron su nombre para la primera magistratura. Roca comprendi que el triunfo de Roque Senz Pea traera su desplazamiento de la poltica nacional, y con su astucia de zorro convenci a Pellegrini y a Mitre que 'p? opiciaran, como candidato de transaccin para evitar la divisin del oficialismo, a una persona ante la cual, aqul se vera obligado a renun,dar a la lucha: su padre, el doctor Luis Senz Pea. En el mismo sentido, no sabemos si alentado por Roca o' coincidiendo con l, los dirigentes de la Unin Catlica se entrevistaron con algunos promlnentes catlicos de la Unin Cvica Radical y del autonomismo para oponer a la candidatura brillante y peligrosa del hijo la,candidalura medi,cr'e, tranquia~y conservado-ya del p~d,,re. Comenzaban a despuntar los primeros brotes de un nacionalismo popular, antioligrquico, incompatible con el liberalismo positivistay, por lo tanto, con las caducas formas de un nacionalismo verbal y congruente con la penetracin del ca, pital imperiaista extranjero. Ese nacionalismo popular era 'intransigente y al cerrrsele los caminos legales, no encontraba otra ~uta a la conquista del poder que la revolu~~naria.

Las tendencias al acuerdo reaparecan en ambos contrincantes antes de cada eleccin y despus de cada frau~e, pero se malograban por la presin creciente de las masas pop'ul'r' 'es. El 1.0' de julio de ~1896.. ~sin fuerzas para vencer- a la m"o~t'aL'il y perdida la fe en el porvenir de la causa, Alem se'~' suicidaba. S,igui a su ,mu,erte una nueva divisin del radicalismo debida a las mismas causas que motivaron las anteriores y motivaran las posteriores. Los ac~erdistas o bernard, istas (de Bernardo ~e Irig9yen) se separaron 4e los intransigentes. "Ese mal gusto, tantas veces imputado a Yrigoyen en las tribunas y tertulias del esnobismo poltico, es el modo de ser de las muchedumbres argentinas contempldas desde el pinculo de las soberbias metrpolis imperiales. Es su expresin en el arte y la poltica espontneos del pueblo. Es el genio nacional que despierta en la plebe. Es una nueva cultura en germen comparada con culturas en decadencia. Es el yrigoyenismo, el peronismo y otros brotes transitorios de la. conciencia poltica de las masas en permanen~te autodesarrollo. Los supercivilizados izqu'ierdistas, derechistas o centristas (supercivilizados no por profundidad de cultura, sino por naturaleza refleja formada mediante el roce con la mediocridad de los medios imperialistas) piensan y se emocionan como.metecos, y sienten repulsa por el poder popular autntico. Por eso no acertaron a comprender el contenido histrico y las races populares de la causa yrigoyenista y se unieron para defenderse de ella como de una calamidad nacional. Carecan de la educacin imprescindible (pues se educaron en el desprecio de la barbarie nativa y en la enajenacin a la civilizacin importada) pard' interpretar con un mnimo de objetividad la tendencia innata de las multitudes argentinas a integrarse en formas polticas que las 4irepresent~~ tl como son y a erigirse en fundamentos de ~y> Estado nacional y popular. En torno de Yrigoyen se congreg, a partir del trnsito de un siglo a otro, la juventud burguesa y pequeo burguesa que aspiraba a ocupar un lugar en la poltica y en la funcin publica, y agitaba el programa de la Unin Cvica Radical: moral administrativa, sufragio libre, autonoma provincial, rgimen municipal, defensa nacional. Ese contenido de clase, que orient la poltica radical en su marcha hacia el poder, tena el respaldo de una ancha base de niasas en el proletariado urbano y rural, que prefera seguir al caudillo con sus promesas de reivindicaciones sociales abstractas y no aceptaba la disciplina de partidos inspirados en una concepcin racionalista y liberal de la poltica, cuya misin pedaggica tropezaba con obstculos similares, si bien en otro nivel, a los que inhi~ bieron tres cuartos de siglo antes a los unitarios para cumplir su programa de incorporar in globo la poblacin ~gentina a la cultura europea.

HISTORIA DE LOS PARTIDOS POLITICOS

PARTE II: "EL YRIGOYENISMO"

CAPITULO 9 LMITES DE LA TCTICA INSURRECCIONAL YRIGOYENISTA El radicalismo argentino naci de la Revolucin del 90, como expresin poltica de la democracia burguesa en una sociedad dominada por una oligarqua terratenientemercantil asociada al capital extranjero, que tuvo las debilidades y vacilaciones de la burguesa de un pas oprimido por el imperialismo y mostr desde el gobierno su contenido de clase al reprimir con puo de hierro las luchas del proletariado. En el radicalismo confluyeron y se superaron dentro de una nueva unidad las tendencias polticas democrticoburguesas anteriores al 90, mientras la oligarqua se enquistaba en el Estado y sus adeptos reciban el nombre de conservadores. Al iniciar la Unin Cvica Radical en febrero de 1904 una nueva etapa, con la reunin de su Comit Nacional y la ya notable influencia orientadora de Hiplito Yrigoyen, concret sus objetivos tcticos en la conquista del poder mediante la intransigencia frente a la oligarqua y la abstencin en las contiendas electorales. La abstencin era la aplicacin prctica de la intransigencia, pues concurrir a comicios fraudulentos y decididos de antemano equivala a legalizar la autoridad ilegal de la oligarqua o claudicar ante las maniobras tan comunes del oficialismo de abrir sus listas de candidatos a los radicales para dividirlos y separarlos de su tronco fundamental. Pero esa tctica (o programa negativo, segn la definicin de Ferri) supona, anunciaba y preparaba la insurreccin armada (o programa positivo, en los trminos del socialista italiano), y el levantamiento del 4 de febrero de 1905 la someti a la prueba de los hechos. Quedaba en pie otro hecho real ineludible: el fracaso de las conspiraciones radicales. El radicalismo no triunf por accin violenta, pero sin largos aos de intransigencia y sin el empleo de una tctica insurreccional que desbarataba los planes de evolucin pacifica de la oligarqua, tampoco hubiera triunfado por el comicio. El pas habra tenido en tal caso un radicalismo tan minoritario como el socialismo, compeliendo a las masas populares a buscar otros conductores. La insurreccin obedeca a una necesidad real y legitima de los sectores sociales que aspiraban a la democratizacin del Estado, sin postergarla para las calendas griegas a la espera de la madurez de la conciencia poltica de las masas populares. De no ser as, ni la oligarqua la hubiese temido ni Yrigoyen la hubiese instrumentado. Derechos que se niegan son derechos que se reclaman. La represin nunca se aplica a un pueblo inerte. Pero la oposicin dinmica al Estado oligrquico no se manifestaba espontneamente por s misma o de una manera arbitraria. Requera una direccin encauzadora y orientadora. Si el pas estaba colocado en los cauces de la democracia burguesa (y lo estaba verdaderamente, a pesar de la sobrevivencia de algunas formas socioeconmicas precapitalistas), la anttesis radicalismo-oligarqua (causa-rgimen) no planteaba la ruptura revolucionaria entre dos etapas histricas, sino simplemente la eliminacin de los obstculos que impedan el avance dentro de la etapa democraticoburguesa.

Yrigoyen llam el rgimen al complejo de intereses econmico-polticos y le opuso la causa. Seal as la contradiccin entre la minora gobernante y la mayora popular, contradiccin que no afectaba los principios de la democracia burguesa, sino su aplicacin efectiva y su expansin, y, por lo tanto, poda superarse dentro del orden establecido, al ampliarse la base popular del Estado y ocupar el gobierno el radicalismo. Su actividad insurreccional se encaminaba a modificar la relacin entre la oligarqua y el pueblo en funcin del poder poltico; nada se descubre en ella que autorice a suponer la intencin de reformar la estructura socioeconmica existente. La intranquilidad social, unida a las simpatas que ganaba la causa en los medios militares y en las esferas de la administracin pblica, aislaba a los crculos oligrquicos. Estos y el capital extranjero deseaban la continuidad de la legalidad iniciada en 1862. Su lema segua siendo Paz y Administracin en su propio beneficio. El radicalismo no les amenazaba sus intereses fundamentales. Al contrario: la participacin se tornaba indispensable para asegurar la paz y la administracin. Tan maduras estaban las condiciones objetivas y subjetivas para ese cambio en las bases polticas del Estado, que un movimiento vencido tantas veces cuantas empu las armas obtuvo de su enemigo tradicional las garantas legales para suplantarlo en el poder.

CAPTULO 10 LA DECADENCIA DEL LIBERALISMO OLIGRQUICO El cnclave intelectual que gobern a partir de la federalizacin de la ciudad de Buenos Aires, sin duda la elite del pensamiento de la Repblica, se inspir en la variante utilitaria del liberalismo. No hubo dos oligarquas: una sola minora posea la tierra, administraba el Estado y dictaba, la cultura. Pero si la oligarqua profesaba el liberalismo, no todo el liberalismo se depositaba en la oligarqua. No era la ideologa de ella exclusivamente; la sobrepasaba y le otorgaba una gran fuerza inhibitoria en la lucha contra sus adversarios polticos y contra las nuevas clases sociales, tambin liberales y, por lo tanto, coincidentes en lo sustancial de la concepcin del Estado y de la sociedad. El liberalismo siempre pretendi ser sinnimo de democracia Benedetto Croce lo llam la religin de la libertad, pero reconoce (aunque no delimita el alcance de la libertad liberal y la postula absoluta, perfecta o, al menos, el ideal de la humanidad) su anttesis con la democracia. Del anlisis histrico del autor italiano se infiere (implcito entre sus reticencias) que el liberalismo naci para reprimir, aplacar y encauzar la ola plebeya que se levant furiosa y ciegamente con las revoluciones antifeudales de la burguesa, y luego, para subsistir en el siglo XX enfrenta a la nueva ola, ya no ciega, del proletariado en lucha por la democracia integral.

La anttesis liberalismo-democracia resulta palpable del anlisis del proceso social argentino, pues si el liberalismo fue el triunfo de la civilizacin sobre la barbarie y dio las formas estructurales, las normas jurdicas y la filosofa poltica de la organizacin nacional, tambin cav trincheras y construy murallas para obstruir el avance de la libertad y de la democracia de las clases sociales explotadas que se desarrollaban con la expansin capitalista. Pero, se argir, esa doble tarea (civilizadora y represiva) del liberalismo fue cumplida en la Argentina posterior a Caseros por la oligarqua (minora gobernante, terrateniente, cipaya y culta) y solamente en escala secundaria por la dbil burguesa nacional: por lo tanto, si el liberalismo es la religin de la libertad de la burguesa, la oligarqua era una burguesa y cualquier discriminacin entre ellas resulta artificial o formal. A la objecin respondemos: la unidad ideolgica (el liberalismo) contena en s, sin superarla, la contradiccin oligarqua-burguesa, y ni aun cuando sta se agrav en la lucha del rgimen con la causa aqulla se quebr, lo que explica, si tenemos en cuenta el contenido de clase del liberalismo, los xitos de la poltica del acuerdo y el ascenso del radicalismo al poder por va pacifica y legal, as como sus vacilaciones y claudicaciones una vez en el gobierno hasta ser derrocado por una conspiracin oligrquica; la oligarqua argentina, cuyo acm fijamos en el 80 y cuya decadencia se prolonga hasta hoy, nunca fue feudal, falsa adjetivacin que durante muchos aos oscureci la interpretacin de nuestra historia y contribuy a desorientar a los movimientos de liberacin nacional y a las luchas de la clase obrera; y si la oligarqua argentina se compona de terratenientes capitalistas y agentes del capital extranjero estrechamente entrelazados en la aplicacin de una poltica de desarrollo capitalista del pas como apndice del imperialismo en general, y del Imperio Britnico en particular, es evidente que deba ser necesariamente liberal (entre otras razones, porque la expansin imperialista anglosajona y francesa se hizo bajo el signo del liberalismo) y, al mismo tiempo, entrar en contradiccin con la burguesa nacional (industrialista, proteccionista, interesada principalmente en la expansin del mercado interno), no en la esfera ideolgica, sino en la lucha por el poder y por la conduccin econmica de la Repblica. Los oligarcas se recriminaban entre s el haber hecho de la doctrina de Alberdi su programa de enriquecimiento personal. Pellegrini estaba en el apogeo de su influencia poltica, cuando Roca (1901), que le deba el segundo ascenso a la presidencia (1898), le encomend gestionar en Europa la unificacin a largo plazo de la deuda pblica argentina. La operacin fue el mayor triunfo y la mayor derrota de la gran mueca. Triunf al conseguir la aceptacin de la propuesta por la banca europea, pero sufri un tremendo descalabro politico al desencadenar una violenta oposicin popular a una medida cuyo resultado seria la entrega de las aduanas y de las rentas a los capitalistas europeos.

Si en el 90 el presidente Jurez Celman vio sumarse a la oposicin a Roca, Pellegrini, Mitre y a otros personajes de su misma poltica entreguista, en 1901 Pellegrini pag las culpas de la oligarqua, y sus amigos lo abandonaban, mientras una multitud enfurecida apedreaba su casa. Mitre repudi la unificacin de la deuda y el presidente Roca retir del Congreso su malhadado proyecto. El partido oficialista se dividi: una parte sigui a Roca (en buenas relaciones con Mitre) y el resto acompa a Pellegrini, quien, en busca de las aguas del Jordn, tendi un puente a sus mximos acusadores, los radicales. La tctica del acuerdo obedeca a algo ms que la intencin de la oligarqua de quebrar al radicalismo; responda tambin a su tendencia a integrar en una gran fuerza poltica, bajo su comando, a los grandes terratenientes, la burguesa intermediaria, la burguesa agropecuaria y la burguesa industrial. Esta tctica haba sido conducida hasta sus ltima