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135 JOSÉ LUIS SICRE LA SOLIDARIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO No deja de ser paradójico -incluso contradictorio- que la «fraternidad» se forjase en la Revolución francesa a golpe -como quien dice- de guillotina. No deja de sorprender que el concepto, la praxis e incluso el mismo vocabulario de «solidaridad», germinado en los albores del si- glo XIX, creciese a golpe -como quien dice- de la hoz y el martillo del «Manifiesto comunista» de Marx y Engels (1848). Por esto resulta tanto más importante mostrar, como hace el autor del presente artí- culo, que la solidaridad hunde sus raíces ya en el Antiguo Testamento. Un caso más -paradigmático- de cómo el ateísmo moderno se ha apropiado de la herencia cristiana, porque los cristianos, como antaño Esaú, la hemos trocado por un plato de lentejas. En este sentido, el artículo de Juan A. Estrada, que presentamos en este mismo número, da que pensar. Sin olvidar que hoy se hace necesario educar en la reivindicación de la solidaridad (ST n.º 150, 1999, 179-190). La solidaridad en el Antiguo Testamento, Proyección (1998) 273-284. Conviene salir al paso de dos equívocos respecto al tema de la solidaridad en la Biblia. El primero es un equívoco terminológico. Podríamos decir que lo esencial de la solidaridad no es el hecho de unirse para el bien, sino el sim- ple hecho de sentirse unidos en un mismo objetivo, aunque éste sea malo desde nuestro punto de vista. En el contexto bíblico, tan solidarios eran entre sí los israeli- tas en la conquista de la tierra prometida, como los asirios cuando devastaban los territo- rios conquistados. Este artículo se centrará en la solidaridad para el bien. El segundo equívoco sería concebir la Biblia como un gran canto a la solidaridad o fraterni- dad universal. La Biblia constata con un realismo cruel que la hu- manidad se divide desde el co- mienzo entre fuertes y débiles, asesinos y asesinados, Caín y Abel. Y en ningún momento in- tenta recomponer de forma pa- radisíaca esta ruptura de la familia humana, que es también la familia de Dios. Sin embargo, esta triste experiencia va acompañada de un esfuerzo por salvar la fraternidad o solidaridad. Dada la abundancia de material bíblico, me limitaré a exponer ciertos aspectos del mensaje contenido en el Penta- teuco, con unas palabras finales sobre profetas y sabios. El Génesis Quizá sea el libro más rico de la Biblia a propósito del tema que nos interesa. En él se expone la base inicial de la solidaridad, las cuatro rupturas posteriores, y el esfuerzo por recomponer esa fraternidad perdida.

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JOSÉ LUIS SICRE

LA SOLIDARIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

No deja de ser paradójico -incluso contradictorio- que la «fraternidad»se forjase en la Revolución francesa a golpe -como quien dice- deguillotina. No deja de sorprender que el concepto, la praxis e incluso elmismo vocabulario de «solidaridad», germinado en los albores del si-glo XIX, creciese a golpe -como quien dice- de la hoz y el martillo del«Manifiesto comunista» de Marx y Engels (1848). Por esto resultatanto más importante mostrar, como hace el autor del presente artí-culo, que la solidaridad hunde sus raíces ya en el Antiguo Testamento.Un caso más -paradigmático- de cómo el ateísmo moderno se haapropiado de la herencia cristiana, porque los cristianos, como antañoEsaú, la hemos trocado por un plato de lentejas. En este sentido, elartículo de Juan A. Estrada, que presentamos en este mismo número,da que pensar. Sin olvidar que hoy se hace necesario educar en lareivindicación de la solidaridad (ST n.º 150, 1999, 179-190).

La solidaridad en el Antiguo Testamento, Proyección (1998) 273-284.

Conviene salir al paso de dosequívocos respecto al tema de lasolidaridad en la Biblia. El primeroes un equívoco terminológico.Podríamos decir que lo esencialde la solidaridad no es el hechode unirse para el bien, sino el sim-ple hecho de sentirse unidos enun mismo objetivo, aunque éstesea malo desde nuestro punto devista. En el contexto bíblico, tansolidarios eran entre sí los israeli-tas en la conquista de la tierraprometida, como los asirioscuando devastaban los territo-rios conquistados. Este artículose centrará en la solidaridad parael bien.

El segundo equívoco seríaconcebir la Biblia como un grancanto a la solidaridad o fraterni-dad universal. La Biblia constatacon un realismo cruel que la hu-manidad se divide desde el co-mienzo entre fuertes y débiles,

asesinos y asesinados, Caín yAbel. Y en ningún momento in-tenta recomponer de forma pa-radisíaca esta ruptura de la familiahumana, que es también la familiade Dios. Sin embargo, esta tristeexperiencia va acompañada de unesfuerzo por salvar la fraternidado solidaridad. Dada la abundanciade material bíblico, me limitaré aexponer ciertos aspectos delmensaje contenido en el Penta-teuco, con unas palabras finalessobre profetas y sabios.

El Génesis

Quizá sea el libro más rico dela Biblia a propósito del tema quenos interesa. En él se expone labase inicial de la solidaridad, lascuatro rupturas posteriores, y elesfuerzo por recomponer esafraternidad perdida.

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1. La solidaridad inicial y las cua-tro rupturas posteriores. En el capí-tulo primero encontramos ma-gistralmente expuestas cuálesson las bases de la solidaridad so-bre las que se sustenta la crea-ción entera. La Biblia, tan acusadade antifeminismo, se abre con laafirmación más tajante de la soli-daridad entre los dos sexos. Alllegar el sexto día de la creación,después de haber realizado todassus obras en el cielo, en el mar ysobre la faz de la tierra, Dios de-cide: «Hagamos al ser humano anuestra imagen y semejanza; quedominen los peces del mar, lasaves del cielo, los animales do-mésticos y todos los reptiles. Ycreó Dios al ser humano a suimagen; a imagen de Dios lo creó;varón y hembra los creó» (Gn1,26s). Esa solidaridad no sóloexiste entre el hombre y la mujer,sino entre ambos y Dios, en lamedida en que están llamados acontinuar su obra creadora y aparticipar de su mismo proyectohistórico.

Sin embargo, la solidaridad ini-cial se rompe de inmediato. Adány Eva provocan una ruptura conDios al desobedecerle; una rup-tura que repercute también en sumisma relación como pareja. Seproduce un cruce de acusacionesmutuas y cada uno intenta sacu-dirse la responsabilidad cargán-dola sobre el otro. Adán culpa aEva e indirectamente a Dios: «lamujer que me diste por compa-ñera me alargó el fruto y comí»(3,12).

El que estos relatos no refle-jen la realizad histórica no signifi-ca que carezcan de profundo va-

lor. Los autores bíblicos intentandecirnos que, cuando empieza laexperiencia histórica de la huma-nidad, al salir del paraíso, la huma-nidad está ya dividida.

Después de la unión del hom-bre y la mujer en el matrimonio,la segunda experiencia funda-mental de unión es la que debeexistir entre hermanos. Y tam-bién ésta se rompe desde el co-mienzo con el asesinato de Caín.Surge espontáneamente una pre-gunta que parece no tener res-puesta: ¿Por qué mata un hombrea su hermano? El autor ha tenidola profunda sabiduría de no que-rer buscar explicaciones, porqueno las hay. Nos hallamos de nuevoante el misterio de la insolidari-dad humana. Si la base de la soli-daridad, de la fraternidad, consis-te en sentirse íntimamente uni-dos, como carne y sangre, el prin-cipio de la insolidaridad radica ensentirse distinto, individuos almargen de los otros, cada cualcon su propia historia y destino,marcando límites y estableciendobarreras: «¿Soy yo acaso el guar-dián de mi hermano?» (4,9).

Después del diluvio, la huma-nidad se recupera, aumenta y semuestra unida. Y surge un proyec-to común en el que todos semuestran solidarios: «Vamos aconstruir una ciudad y una torreque alcance el cielo para hacer-nos famosos y para no dispersa-nos por toda la tierra» (11,4). Esfrecuente ver aquí un nuevo pe-cado de orgullo, no ya de la pri-mera pareja, que pretende «sercomo dioses», sino de toda la hu-manidad, que intenta escalar elcielo. Sin duda, hay un matiz de

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orgullo en las palabras de la hu-manidad, pero no parece tanmarcado como se ha solido insis-tir al interpretar este episodio dela Torre de Babel. Lo que más lla-ma la atención son las palabrasde Dios, que ve amenazada su so-beranía y decide confundir laslenguas para que tengan que dis-persarse. Con esto, el primer yúnico proyecto solidario de lahumanidad se ve abocado al fra-caso.

Hemos visto, pues, que la soli-daridad inicial se ha visto rota atres niveles distintos: matrimo-nial, fraternal y universal. La soli-daridad aparece como un sueñoirrealizable. Pero, lo que es másgrave todavía, en los tres casosDios aparece como responsableparcial o absoluto de esta ruptu-ra. Nosotros tendemos a ver elfenómeno de la insolidaridadcomo un simple resultado decausas sociales, políticas y econó-micas, basadas a lo sumo en unegoísmo manifiesto a nivel perso-nal, nacional o internacional. LaBiblia desmonta en parte esta in-terpretación al presentar el he-cho de la in-solidaridad desde unpunto de vista teológico, comoun fenómeno inexplicable y mis-terioso, en el que también Dioses responsable.

Lo anterior deja una sensa-ción de malestar y rebeldía. Cu-riosamente el libro del Génesis,que ha comenzado con esta vi-sión tan pesimista, después dedestrozar todas las utopías, se vaa convertir en una gran exhorta-ción a la solidaridad, a la convi-vencia, a sentirse hermanos a ni-vel familiar e internacional.

2. La reconquista de la solidari-dad. Los protagonistas de esta re-conquista de la fraternidad seránlos patriarcas. Abrahán, Jacob yEsaú, nos enseñan en las circuns-tancias más diversas cómo re-componer ese mundo que se ha-bía derrumbado.

La primera solidaridad rotaera la que debía sentir el hombrecon el proyecto de Dios. El hom-bre Abrahán estará dispuesto acolaborar con un nuevo proyectode Dios, un proyecto de salvaciónpara una humanidad que se en-cuentra ya lejos del paraíso inicial.La exigencia de Dios a Abrahánes ahora mucho más radical quela de no comer del árbol que estáen el centro del jardín: «sal de tutierra y de tu casa paterna haciala tierra que yo te mostraré»(12,1). Abrahán debe abandonarun paisaje conocido para lanzarsea una aventura y recorrer un paísnuevo, en el que siempre se senti-rá peregrino. Y a diferencia deAdán, Abrahán obedece, se mues-tra solidario en el plan de Dios.Así comienza la historia de salva-ción. Poco a poco se van a darmuestras claras de cómo se pue-den recuperar las relaciones quese habían ido malogrando.

A nivel familiar, la tensión sur-gida entre Adán y Eva queda su-perada en las relaciones entreAbrahán y Sara, Jacob y sus dosmujeres (Raquel y Lía). Sara esestéril, a veces dominante yegoísta: Abrahán puede parecerun momento débil y cobarde, in-capaz de tomar la decisión ade-cuada. Sin embargo, a pesar de lasdificultades, los vemos envejecerjuntos, esperar juntos la promesa

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de descendencia, superar juntoslas crisis inevitables que provocala dilación de Dios.

Las relaciones entre Jacob ysus dos mujeres son más conflic-tivas todavía. A pesar de ello, lafamilia se mantiene unida, com-parte ilusiones y temores, partici-pa en la misma aventura.

En cuanto a las relaciones fra-ternales, Ismael e Isaac son her-manos, pero hijos de distinta ma-dre. Uno, hijo de la esclava; otro,hijo de la señora. La vida los sepa-rará, pero el amor de su padrevolverá a unirlos en el momentotrágico de la muerte de su padreAbrahán.

Ambiciones y engaños sepa-ran también a Esaú y Jacob. Perola vida enseña a perdonar y a res-taurar la fraternidad. Caín no te-nía motivos para matar a Abelhumanamente hablando, y pues-tos en la mentalidad de la épocaEsaú tiene motivos para matar aJacob ya que éste le había arreba-tado la primogenitura por mediode un engaño. Sin embargo, no lohace: «Esaú corrió a recibirlo, loabrazó, se le echó al cuello y lobesó llorando» (33,4). Junto almisterio de la venganza surge enla historia ese otro misterio delperdón.

Lo mismo ocurre con las tra-diciones de José. No sería exactala imagen que se suele presentarde José como un ser angelical,víctima de la envidia de sus her-manos. Nacido en la vejez de Ja-cob, José era objeto de la predi-lección de su padre, predilecciónque no dudaba en usar contra sushermanos: «un día trajo a su pa-dre malos informes acerca de sus

hermanos» (37,2). Esta predilec-ción, que nos recuerda la de Dioshacia Abel, provocará también elmalestar de los hermanos, que«le cogieron rencor y le negabanel saludo» (37,4). Finalmente, es-tallará el conflicto que desembo-cará en la iniciativa por parte delos hermanos de vender a Josécomo esclavo. La historia termi-nará, de nuevo, con el perdón.Igual que Esaú olvidó la injusticiacometida por Jacob, José olvida yperdona. Más aún, sabe ver entodo lo ocurrido un plan miste-rioso de Dios para sacar bienesmayores.

También el conflicto entreAbrahán y su sobrino Lot, provo-cado por sus pastores, se saldacon la reconciliación pacífica. An-tes de que las disputas territoria-les degeneren en ruptura,Abrahán prefiere salvar la frater-nidad a cualquier ventaja econó-mica, e invita a Lot a elegir la re-gión que prefiera y a separarsepacíficamente. No se trata de unaseparación motivada por el senti-do práctico que lleva al olvido delotro. Más tarde, cuando Lot se veen dificultad, Abrahán acude a li-bertarlo (14); posteriormente, in-tercede por él y lo salva de ladestrucción de Sodoma (19,29).

Los autores del Génesis con-ceden también gran atención a lasrelaciones entre los pueblos. Lasrelaciones entre los patriarcaspretenden ser el modelo de lasrelaciones entre los pueblos des-cendientes de ellos. La historiademuestra que estas relacionesse prestaron a tremendas cruel-dades, que duran hasta nuestrosdías. Incluso con otros pueblos,

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con los que no existe vínculo deparentesco, indica el Génesis quelos problemas se deben resolverde buena manera, acudiendo aldiálogo: así ocurre en el caso deEgipto (12), y en diversas tradi-ciones sobre los contactos de lospatriarcas con los Filisteos (20;21, 22-34). Incluso la perversaSodoma (18, 16-33) es digna de lapreocupación y defensa deAbrahán.

En resumen, el libro del Géne-sis, que describe las cuatro ruptu-ras iniciales de la humanidad, olvi-dando utopías e idealismos inge-nuos y partiendo de una realidadconflictiva, proclama que el hom-bre puede y debe restablecer lafraternidad. Para ello, unas vecestendrá que ceder, como Abraháncon Lot; otras, tendrá que dialo-gar, como ocurre con los Filis-teos; otras, perdonar, como en losejemplos de Esaú con Jacob y deJosé con sus hermanos. De estemodo, se obedece a Dios y serestaura también la ruptura inicialque se produjo con el plan divino.

El Éxodo

Si el libro del Génesis nos tra-za una rica perspectiva sobre lasolidaridad humana, el del Éxodoprofundiza el tema situándonosen circunstancias nuevas: la opre-sión de Egipto, padecida no porun individuo o una familia, sinopor todo el pueblo. En este con-texto, dos personajes (hablandoliteralmente) van a mostrar suprofunda solidaridad con las des-gracias de los israelitas: Moisés yDios.

1. Moisés. Moisés, educado enla corte, en un ambiente cómodoy agradable, no olvidaba sus orí-genes y «salió para ver a sus her-manos». Entonces descubrió que«estaban sometidos a trabajosforzados» (2,11). Si la políticaopresora empieza por descono-cer el prójimo («el faraón no co-nocía a José»); la liberación em-pieza por el conocimiento deldolor humano.

Ese conocimiento puede lle-var a la rabia y la violencia. Moisésasesina a un egipcio para defen-der a un israelita y huye a refu-giarse a Madián, donde el prota-gonista demuestra de nuevo sudeseo de ayudar a los más débi-les. Cuando los pastores quierenexpulsar del pozo a las hijas delsacerdote, Moisés las defiende (2,16-20).

Sin embargo, a pesar de estapreocupación por aliviar la opre-sión de los débiles, Moisés va aofrecer mucha resistencia a la mi-sión liberadora que Dios le pro-pone. Cinco son las objecionesque Moisés interpone para eludiresta misión (3-4). Usa argumen-tos muy distintos: lo descomunalde la tarea, su ignorancia teológi-ca, el temor de que no le hagancaso, su falta de cualidades, paraterminar presentando su dimi-sión. Es el relato más elaboradoen toda la Biblia sobre la resisten-cia del hombre a aceptar una mi-sión divina.

Vencida esta resistencia, Moi-sés regresa a Egipto e inicia el li-derazgo político que culminaráen la salida de Egipto. Dos deta-lles subrayan los textos bíblicos:la paciencia de Moisés, que siem-

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pre da una oportunidad nueva eintercede por el faraón, y la fir-meza de su postura que no hacelas menores concesiones en loesencial: es todo el pueblo, hom-bres, mujeres y niños, junto con elganado, los que tienen que salirde Egipto.

2. Dios. El protagonista princi-pal es el último en ocupar la esce-na. Es en el c.2, cuando los hijosde Israel claman desde su duraesclavitud, cuando se dice que«Dios escuchó sus quejas y seacordó de la alianza que había he-cho con Abrahán, Isaac y Jacob.Dios vio la situación de los hijosde Israel y la tuvo en cuenta»2,24-25).

El texto no deja ninguna dudasobre el interés de Dios por supueblo oprimido. «He visto muybien la miseria de mi pueblo queestá en Egipto. He oído su clamorcontra sus opresores y conozcosus sufrimientos (...) El clamor delos hijos de Israel llegó hasta mí yestoy viendo la opresión con quelos egipcios los atormentan»(3,7.9). Y Dios, a través de la cola-boración humana, pondrá enmarcha el proceso de liberación.

Pero, en el libro del Éxodo,Dios se manifiesta de forma nue-va. Si en los relatos patriarcalesaparecía como el Dios cercano,que dialoga bondadoso con loshombres, retoma ahora todo elesplendor de su tremendo poder.Dios libera a su pueblo «conmano poderosa y haciendo so-lemne justicia» (6,6). El faraóndará sobrada cuenta de ellos traslas plagas que tendrá que sufrir supueblo y tras la derrota sufrida

en el paso del Mar. Así, acabaráaceptando que «no hay nadiecomo Yahvé nuestro Dios» (8,6)y que «toda la tierra pertenece aYahvé» (9,29).

El esfuerzo por crear solida-ridad: los legisladores.

El Éxodo representa el esfuer-zo de Dios por formar un pueblode hombres y mujeres libres, uni-dos por la misma experiencia hu-mana y religiosa, con una ley co-mún y una tierra donde habitar.Algo esencial en la constituciónde este nuevo pueblo es la ley. Sinuna serie de normas que orien-ten la conducta de la comunidady de los individuos, la convivenciaresulta imposible. Además delDecálogo tenemos otros muchoscódigos legales con funciones pa-recidas en función de la época enque fueron promulgados. Los másrelevantes son el Dodecálogo si-quemita, el Código de la Alianza,el Código deuteronómico y laLey de santidad. En estos cuerposjurídicos notamos un aspecto deespecial relevancia para el temaque nos ocupa: la solidaridad conlos más débiles.

En el Dodecálogo siquemita(Dt 27, 15-26) encontramos estafrase: «Maldito quien defraude desus derechos al emigrante, alhuérfano o a la viuda» (v.19). Setrata de los tres grupos de perso-nas más débiles en el antiguo Is-rael. El emigrante porque residefuera de su tierra, lejos de la pro-tección natural de su familia.Huérfanos y viudas, porque enuna sociedad machista, la muertedel varón deja a la mujer y a los

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hijos en la situación más desespe-rada.

Situación idéntica hallamos enel Código de la Alianza. Lo prime-ro que exigen los legisladorescon respecto al emigrante es queno lo opriman (yanah), literalmen-te, que no lo carguen con un tra-bajo excesivo. En segundo lugarexige que no se le veje (lajas), queno sean objeto de trato injusto nien el trabajo ni en los tribunales.

Siglos más tarde, cuando seredacta el Código deuteronómi-co, la situación de los grupos másdébiles no ha mejorado, sinotodo lo contrario. Es cada vezmayor el número de personasque han perdido sus tierras y de-ben trabajar por cuenta ajena.Los legisladores intentan ayudar-les con esta nueva ley sobre elsalario: «No explotarás al jorna-lero, pobre y necesitado, sea her-mano tuyo o emigrante que viveen tu tierra, en tu ciudad; cadajornada le darás su jornal, antesque el sol se ponga, porque pasanecesidad y está pendiente delsalario» (Dt 24,14).

El Deuteronomio, profunda-mento humanitario, defiende aestos grupos más pobres. Permi-te que entren en la viña del próji-mo y coman hasta hartarse (sinmeter nada en la cesta) o que es-piguen en las mieses del prójimo(pero sin meter la hoz) (23, 25-26). Manda a los propietarios:«cuando siegues la mies de tucampo y olvides en el suelo unagavilla, no vuelvas a recogerla; dé-jasela al emigrante, al huérfano y ala viuda, y así bendecirá el señortodas tus tareas. Cuando vareestu olivar, no repases las ramas;

déjaselas al emigrante, al huérfa-no y a la viuda. Cuando vendimiestu viña, no rebusques los racimos;déjaselos al emigrante, al huérfa-no y a la viuda» (24, 19-21).

Dentro del mismo espírituencontramos otra disposición,inimaginable en el Código de laalianza, con su acendrada defensade la propiedad privada: «Si unesclavo se escapa y se refugia entu casa, no lo entregues a su amo;se quedará contigo, entre los tu-yos, en el lugar que elija en una detus ciudades, donde mejor le pa-rezca, y no lo explotes» (23,16).Supone, por parte del legislador,la conciencia de una injusticia debase, de una sociedad arbitraria,donde a veces sólo cabe el recur-so de escapar de ella; aunque seinfrinjan las normas en vigor, elDeuteronomio comprende esapostura y defiende al interesado.

Dos palabras sobre profetasy sabios

Los textos anteriores dejanesbozadas las ideas principales dela Biblia sobre la solidaridad. Loque encontramos en autores y li-bros posteriores, sobre todo enlos profetas, es una denuncia radi-cal de la insolidaridad en la que seha caído. El pueblo liberado deEgipto se encuentra en una nuevaesclavitud, no llevada a cabo porextranjeros, sino por ciertos sec-tores del mismo pueblo: los quetienen el poder político, econó-mico y religioso. Frente a esta in-solidaridad de los poderosos vol-vemos a descubrir al Dios delÉxodo, que se alinea con los débi-les, y que sólo en esta gente sufri-

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da y maltratada reconoce a supueblo (Mi 3, 1-4).

No podemos omitir una refe-rencia al famoso c.58 del libro deIsaías en el que habla del verdade-ro ayuno. Se dice, casi de pasada,que lo que Dios desea del israeli-ta es «no cerrarte a tu propia car-ne», que podríamos explicar: «note desentiendas del prójimo, quees algo tuyo». Un prójimo queabarca a todo hombre, aunque nosea israelita. Indirectamente, elautor pone el dedo en la llaga ydesvela una de las causas capita-les de la injusticia: la falta de iden-tificación con el que sufre, el nosentirnos afectados personal-mente por el hambre, la desnu-dez o la pobreza de los otros,considerando estos hechos datosfríos de una posible encuesta so-bre problemas sociales. Cuandoalguien pasa hambre, eres túquien pasa hambre. Cuando al-guien va desnudo, eres tú quienva desnudo. Cuando alguien emi-gra al extranjero, eres tú el queabandona la familia y la patria.

Cuando te desentiendes del pró-jimo, te cierras a ti mismo, porqueno es algo ajeno a ti, sino tu pro-pia carne.

Este texto vuelve a ponernosen contacto con el Génesis y lacreación de la humanidad. La rup-tura que entonces comenzó si-gue dando amargos frutos. Peroel creyente no puede aceptarlaresignado. Como los patriarcas,como Moisés, como los antiguoslegisladores y profetas, debe lu-char por recomponer esa solida-ridad primigenia. Sabe tambiénque esa tarea es imposible en ple-nitud, que nadie puede mostrarsesolidario con todos los hombrescuando algunos son los culpablesdirectos de las desgracias deotros. Pero, en ese conflicto inevi-table, sabe en quiénes debe vol-car su solidaridad. Su modelo de-finitivo es Dios, que se pone in-condicionalmente de parte de losdébiles, como dirá el autor del li-bro del Eclesiástico, ya en los al-bores de la era cristiana (Si 34,13-22).

Condensó: MARC VILARASAU

Es sacrificar un hijo delante de su padrequitar a los pobres para ofrecer sacrificio.

El pan de la limosna es vida del pobre,el que se lo niega es homicida.

Mata a su prójimo el que le quita el sustento,quien no paga el justo salario derrama sangre.

Sirácida (o Eclesiástico) 34, 20-22.