Siglo nuevo opinión Mujeres que piensan demasiado · Mujeres que piensan ... llaman ‘síndrome...

1
Sn 23 Siglo nuevo opinión Mujeres que piensan demasiado Adela Celorio “¡ Piénsale!” Me decían, porque no era costumbre de mis padres ayudarme a solucionar los problemas, sino obli- garme a encontrar por mí misma la solu- ción. De ahí mi hábito bien arraigado de repensar la vida y las cosas que pueden sucederme, de ahí lo de inventar historias terribles y contármelas a mí misma. Una discusión matutina con mi Que- rubín, y él simplemente da un portazo y se larga dejando el disgusto en casa para que yo me entretenga. Con todo el día por delante para cavilar le doy vueltas al a- sunto, lo estiro, lo encojo, lo pliego y me e- nojo cada vez más. Pero he aquí que mi Querubín, entre el verde del camino, el café de la oficina, las lindas y serviciales secretarias que nunca faltan en la vida de los hombres, y los asuntos siempre im- portantes que tiene que resolver (lo que ellos hacen siempre es importante), para cuando vuelve a casa por la noche ya ha olvidado el disgusto matutino y aparece chiflando; mientras yo, después de estar piense y piense, he llegado a la conclusión de que lo único que nos queda es el divor- cio. “¡¿Qué te pasa?! ¿De qué estas hablan- do?”, pregunta desconcertado cuando, mohína y ojerosa, se lo planteo. Padezco además lo que los franceses llaman ‘síndrome de la escalera’, que con- siste en que, al salir de una reunión, uno repasa obsesivamente: lo que yo le dije, lo que ella me dijo… ¡y lo que le tengo que contestar la próxima vez! Como pueden ver, el problema no es que piense, sino que mis pensamientos son tercos, repeti- tivos, circulares; y una vez atascados, pa- tinan hasta convertir un sencillo lunarci- to en un cáncer terminal. Hasta hace poco creía que eso era un problema sólo mío. Pero como el mal de muchos es consuelo de tontos, me ha ali- viado bastante enterarme de que la epide- mia de cavilación malsana ataca a muchas mujeres, tal vez por la mala costumbre que tenemos de estar siempre mirándonos el ombligo. Nos preocupa excesivamente el peso, las arrugas, la ropa, la imagen. Las mujeres podemos cavilar sobre casi todo: nuestra pareja, la familia, el trabajo, la salud. A veces da la sensación de que eso es un reflejo de nuestras dotes naturales para cuidar y educar. Aunque puede que haya al- go de verdad en eso, pensar demasiado es no- civo para las mujeres: afecta nuestra capaci- dad de encontrar soluciones a los problemas y a nuestra motivación para resolverlos, ahu- yenta a los amigos y familiares, puede sabo- tear todas las etapas de nuestras relaciones y arruinar nuestra salud emocional. La mujer tiene el doble de probabilidades que el hom- bre de caer en una depresión profunda o de sufrir ansiedad, y parece que la razón es pre- cisamente nuestra tendencia a pensar dema- siado, asegura la psicóloga Susan Nolen en su libro Mujeres que piensan demasiado (Editorial Paidós). Sin embargo, no tenemos por qué vi- vir atrapadas en pensamientos obsesivos. Hay que apagarlos cuanto antes como los incendios, aconseja la doctora, y propo- ne algunas soluciones que parecen inte- resantes, como por ejemplo: destinar una hora diaria para pensar demasiado. Ano- tar el problema o la idea que nos tiene a- trapadas y todo lo que se nos ocurra al respecto, ¡pero atención!, sólo durante la hora que corresponde. Después, ante la amenaza de cualquier pensamiento terco, aconseja salir a caminar (no hay mal que la calle no cure) escuchar música, leer o bailar (los sufistas se desahogan bailan- do). Las propuestas de la doctora Nolen no suenan nada mal. Pero, desde luego, hay que pensarlas muy bien. § Correo-e: [email protected]

Transcript of Siglo nuevo opinión Mujeres que piensan demasiado · Mujeres que piensan ... llaman ‘síndrome...

Sn • 23

Siglo nuevo

opinión

Mujeres que piensan demasiado

Adela Celorio

“¡Piénsale!” Me decían, porque no era costumbre de mis padres ayudarme a solucionar los problemas, sino obli-

garme a encontrar por mí misma la solu-ción. De ahí mi hábito bien arraigado de repensar la vida y las cosas que pueden sucederme, de ahí lo de inventar historias terribles y contármelas a mí misma.

Una discusión matutina con mi Que-rubín, y él simplemente da un portazo y se larga dejando el disgusto en casa para que yo me entretenga. Con todo el día por delante para cavilar le doy vueltas al a-sunto, lo estiro, lo encojo, lo pliego y me e- nojo cada vez más. Pero he aquí que mi Querubín, entre el verde del camino, el café de la ofi cina, las lindas y serviciales secretarias que nunca faltan en la vida de los hombres, y los asuntos siempre im-portantes que tiene que resolver (lo que ellos hacen siempre es importante), para cuando vuelve a casa por la noche ya ha olvidado el disgusto matutino y aparece chifl ando; mientras yo, después de estar piense y piense, he llegado a la conclusión de que lo único que nos queda es el divor-cio. “¡¿Qué te pasa?! ¿De qué estas hablan-do?”, pregunta desconcertado cuando, mohína y ojerosa, se lo planteo.

Padezco además lo que los franceses llaman ‘síndrome de la escalera’, que con-siste en que, al salir de una reunión, uno repasa obsesivamente: lo que yo le dije, lo que ella me dijo… ¡y lo que le tengo que contestar la próxima vez! Como pueden ver, el problema no es que piense, sino que mis pensamientos son tercos, repeti-tivos, circulares; y una vez atascados, pa-tinan hasta convertir un sencillo lunarci-to en un cáncer terminal.

Hasta hace poco creía que eso era un problema sólo mío. Pero como el mal de muchos es consuelo de tontos, me ha ali-viado bastante enterarme de que la epide-mia de cavilación malsana ataca a muchas mujeres, tal vez por la mala costumbre que tenemos de estar siempre mirándonos el ombligo. Nos preocupa excesivamente el peso, las arrugas, la ropa, la imagen.

Las mujeres podemos cavilar sobre casi todo: nuestra pareja, la familia, el trabajo, la salud. A veces da la sensación de que eso es un refl ejo de nuestras dotes naturales para cuidar y educar. Aunque puede que haya al-go de verdad en eso, pensar demasiado es no-civo para las mujeres: afecta nuestra capaci-dad de encontrar soluciones a los problemas y a nuestra motivación para resolverlos, ahu-

yenta a los amigos y familiares, puede sabo-tear todas las etapas de nuestras relaciones y arruinar nuestra salud emocional. La mujer tiene el doble de probabilidades que el hom-bre de caer en una depresión profunda o de sufrir ansiedad, y parece que la razón es pre-cisamente nuestra tendencia a pensar dema-siado, asegura la psicóloga Susan Nolen en su libro Mujeres que piensan demasiado(Editorial Paidós).

Sin embargo, no tenemos por qué vi-vir atrapadas en pensamientos obsesivos. Hay que apagarlos cuanto antes como los incendios, aconseja la doctora, y propo-ne algunas soluciones que parecen inte-resantes, como por ejemplo: destinar una hora diaria para pensar demasiado. Ano-tar el problema o la idea que nos tiene a-trapadas y todo lo que se nos ocurra al respecto, ¡pero atención!, sólo durante la hora que corresponde. Después, ante la amenaza de cualquier pensamiento terco, aconseja salir a caminar (no hay mal que la calle no cure) escuchar música, leer o bailar (los sufi stas se desahogan bailan-do). Las propuestas de la doctora Nolen no suenan nada mal. Pero, desde luego, hay que pensarlas muy bien. §Correo-e: [email protected]