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Gestión de Residuos
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TEMA 12: GESTIÓN DE RESIDUOS
1. Introducción
La continua aparición de reglamentaciones sobre residuos y medio ambiente
constituye un buen reflejo de la creciente preocupación social por el efecto
que los residuos generados por las actividades humanas tienen sobre
nuestro entorno. Desgraciadamente, es un hecho suficientemente
constatado la actuación deficitaria de algunas explotaciones ganaderas en
materia de gestión de residuos.
Las causas habría que buscarlas en una cierta falta de acceso a la
información en este tema o, posiblemente, en una dificultad de
interpretación; hecho éste que puede ser corregido ayudando a comprender
el ámbito de aplicación de estas leyes en relación con las “explotaciones
ganaderas” y “traduciendo” cada una de ellas a casos reales.
Pretendemos, pues, realizar una primera aproximación de lo que puede ser
un plan integral para la gestión de los residuos que se producen en una
granja, centrándonos, sobre todo, en aquellos que más incidencia pueden
tener en la diseminación de patologías.
Esta información básica debería constituir una primera toma de contacto, ya
que el tema de los residuos en explotaciones entraña no poca complejidad
debido, entre otras cosas, a la cantidad y variedad de residuos diferentes
que se pueden generar.
2. Objetivos del Plan de Gestión de Residuos
Cuando se desarrolla un Plan de Gestión es imprescindible establecer unos
objetivos, pues dependiendo de ellos, el enfoque del tema puede ser muy
diferente.
Inicialmente, los objetivos de un plan integral de getión deberían ser muy
amplios, para luego ir concretándolos en detalle, a fin de establecer, por
último, las acciones específicas que es necesario emprender para llevarlos a
cabo.
Estos objetivos generales pueden ser:
� Cumplimiento de la legislación vigente
� Preservación del medio ambiente
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� Aprovechamiento de los residuos (o parte de ellos): reutilización y
reciclaje.
3. Tipos de Residuos
Estarían divididos en los siguientes grupos:
1. Residuos orgánicos reciclables
2. Residuos orgánicos no reciclables
3. Residuos inorgánicos no reciclables
4. Residuos sólidos asimilables a residuos urbanos
Residuos orgánicos reciclables
En esta categoría se incluyen los residuos que en mayor cantidad, y con
gran diferencia, se producen en una explotación, que es el estiércol o
gallinaza, de mayor o menor fluidez según el tipo de producción que se
trate.
Por su propia naturaleza, la gallinaza debe considerarse una fuente
valorizable y, como tal, el sistema tradicional de valoración del estiércol
como abono orgánico-mineral de los cultivos debe ser considerado una
práctica recomendable. Sin embargo, todas las normativas vigentes alertan
sobre la necesidad de considerar los riesgos asociados que limitan su uso,
fundamentalmente su riesgo sanitario y ambiental. Comentaremos sólo los
primeros.
Desde el punto de vista sanitario, se sabe que la inmovilización de
deyecciones y el mantenimiento de distancias de seguridad juegan un papel
importante en el control de epizootías. Asimismo, se ha visto que existen
microorganismos capaces de sobrevivir en el estiércol durante años. Por
ello, cuando el estado sanitario de una explotación es dudoso, el empleo de
este material de desecho para abonado de terrenos no hace sino extender
una enfermedad fuera del lugar donde se ha producido.
Otros restos orgánicos aparentemente reciclables son los restos de piensos
de una nave que queda vacía, material que tiende a ser empleado en otra
nave si el pienso es apropiado para la edad de las aves alojadas. En
principio, esta práctica no debería entrañar mayores riesgos, a no ser que
este pienso provenga de una nave donde se ha detectado una enfermedad
infecciosa, en cuyo caso debe ser desechado como residuo biosanitario, lo
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que conlleva su retirada en envases apropiados por una empresa
autorizada.
Sin embargo, es conveniente no asumir riesgos innecesarios. Lo más
adecuado es gestionar adecuadamente los pedidos de pienso para que la
cantidad residual en el silo al final del ciclo productivo sea mínima y
eliminarla de la forma adecuada.
Residuos orgánicos no reciclables
Aquí están incluidos los cadáveres de animales, tanto los muertos por
causas naturales como los sacrificados o muertos como consecuencia de
una enfermedad infecciosa. La contaminación a que puede dar lugar, no
sólo del terreno, sino también de acuíferos, es u tema muy serio y muy a
tener en cuenta. Tanto es así que la última normativa europea ha prohibido
el enterramiento de cadáveres en las propias explotaciones.
Volveremos sobre este importante tema en un punto posterior.
Residuos inorgánicos no reciclables
Podemos aplicar este término a materiales muy diversos como jeringuillas,
medicamentos y productos de desinfección caducados, envases vacíos que
han contenido los anteriormente citados, así como a los efluentes que se
han producido como consecuencia de la desinfección de una nave.
La legislación vigente es muy exigente en algunas de estas materias, como
es el caso de los residuos biosanitarios. Todo aquel material que haya sido
utilizado en tratamientos profilácticos o terapéuticos debe recogerse en
envases homologados (de fácil disponibilidad) y retirados por una empresa
autorizada.
Dentro de este tipo de residuo también hay que considerar otros como son
guantes, calzas, monos desechables, etc., sobre todo si han estado en
contacto con animales enfermos.
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En cuanto a los restos de medicamentos
o desinfectantes o sus envases vacíos o
caducados (pero no vacíos), la
legislación los contempla como residuos
tóxicos y peligrosos, por lo que deben
ser retirados también por una empresa
autorizada. Depositarlos en cualquier
contenedor no es lo correcto.
Por lo que se refiere a los líquidos producidos como consecuencia de la
desinfección de una explotación, tendrían que ser considerados como
tóxicos y peligrosos, por lo que no podrían ser evacuados por las mismas
vías que la gallinaza. El cómo implementar en la práctica esta norma es lo
más difícil de abordar, si bien sería una práctica recomendable realizar una
recogida selectiva siempre que se pueda.
Residuos sólidos asimilables a urbanos
Este apartado comprendería cualquier otro residuo generado en una
explotación, tal como hierro, madera, escombros, chatarra, mobiliario,
papel, etc. Aunque aparentemente inerte desde el punto de vista sanitario,
la gestión inadecuada de estos residuos puede, no solo dar una mala
imagen de la explotación, sino facilitar la nidación de insectos y roedores,
peligrosos vectores de peligrosas patologías, tal y como se comentó en la
Lección del Tema 2.
4. GESTIÓN DE ANIMALES MUERTOS
Los animales muertos o nacidos muertos (incubadora) deben eliminarse con
rapidez e inocuidad, ya que en caso contrario resulta amenazada la salud de
los efectivos animales remanentes y de las personas. En caso de
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demorarse, no tener lugar o eliminarse los cadáveres de forma incorrecta,
los olores procedentes de los cuerpos rápidamente putrefactos contaminan
el entorno. A esto se añade que los cadáveres putrefactos atraen plagas de
animales indeseables como las ratas, a la vez que se acumulan enjambres
de moscas, con la molestia que suponen para personas y animales, y se
posibilitan diseminaciones de gérmenes infecciosos por insectos hasta los
alimentos humanos.
El principal peligro estriba, sin embargo, en la posibilidad de difusión de
microorganismos infecciosos, en especial de gérmenes zoonósicos, que son
transmisibles al hombre.
De acuerdo con la normativa actual (Reglamento CE 1069/2009) (Real
Decreto 1528/2012) los principales objetivos que se persiguen en este
campo de la actividad pecuaria son los siguientes:
� Que los subproductos de las categorías 1 y 2 no entren en la cadena
alimentaria destinada a las personas
� Que no se incluya, en los alimentos destinados a los animales de
producción (animales útiles), harinas de carne de las categorías 1 y
2.
� Que quede prohibido el enterramiento de las bajas acaecidas en las
explotaciones pecuarias en fosas, en la propia explotación.
� Que quede garantizada la trazabilidad de los animales fallecidos en
las granjas, desde éstas hasta la planta de transformación.
De acuerdo con la mencionada normativa, los sistemas autorizados para la
gestión de los animales muertos en las explotaciones ganaderas son los
siguientes:
� El enterramiento, que sólo está permitido en circunstancias
excepcionales y siempre con la autorización de la autoridad
competente.
� Se permite la incineración in situ, siempre que se cumpla toda la
normativa medioambiental. En la práctica, esto significa una
complejidad y unos costes que el avicultor, habitualmente, no puede
asumir.
� Recogida de cadáveres a través de una empresa oficialmente
autorizada.
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4.1. Recogida de cadávers
Como se ha mencionado anteriormente, la recogida de cadáveres siempre
se ha considerado un riesgo sanitario, por lo que a transmisión de
enfermedades entre explotaciones se refiere. No obstante, este riesgo se
minimiza cuando se siguen las siguientes recomendaciones:
� En el caso de explotaciones avícolas, se deberá usar un contenedor.
� Las aves muertas se introducirán en sacos o bolsas de plástico y
cerrarlos. Estos sacos se depositarán en el interior del contenedor.
� El contenedor debe estar homologado
� Debe ubicarse en la denominada
zona sucia de la granja. Pero, en
nuestra opinión, debe estar
dentro de los límites delimitados
por el vallado perimetral,
aunque “pegado” a éste. En
realidad, la zona de ubicación
del contenedor o contenedores
debería contar con su propio
vallado.
� Ser accesible desde la que
consideramos zona limpia de la
granja
� El avicultor debe responsabilizarse de la limpieza y desinfección del
propio contenedor, así como de las zonas limítrofes donde se ha
ubicado.
� La superficie donde se asienta el contenedor debe estar
pavimentada; no puede ser ni de tierra ni de madera (con el fin de
poder limpiarla y desinfectarla)
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Durante el proceso de recogida es preceptivo que la estanqueidad del
camión debe estar garantizada. Dado que los insectos pueden vehicular
enfermedades, cada camión debe estar provisto de un desinsectador y un
pulverizador.
El riesgo de transmisión de enfermedades se minimiza si el camión de
recogida no entra en las granjas. De ahí la importancia que el contenedor se
ubique en un lugar accesible desde el exterior para dicho camión.
El riesgo todavía sería menor si la frecuencia de las visitas de los camiones
de recogida se redujese. Para ello, la única solución es proceder a refrigerar
los cadáveres en origen. Para ello, se puede introducir el contenedor en un
espacio cerrado o en un bunker, enterrado, que está refrigerado (a través
de un sistema de enfriamiento externo), a una temperatura comprendida
entre 8 y 12 ºC.
El sistema de refrigeración, según las zonas, sólo necesitaría funcionar unos
cuantos meses al año. Durante buena parte de éste, la temperatura en el
búnker se mantendría sin problemas entre los límites señalados.
Esta refrigeración en origen, además de disminuir el número de visitas del
camión de recogida, también reduce la mayoría de los olores en granja y
durante el transporte.
Tras la descarga del camión en la planta de tratamiento, debe ser lavado
desinfectado y secado para iniciar la siguiente ruta.
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4.2. Sistemas alternativos
Algunos expertos han mostrado su rechazo al actual sistema de gestión de
cadáveres mediante su recogida periódica por un camión que va recorriendo
diversas granjas. En su opinión, el remedio ha sido peor que la enfermedad,
generándose un problema más grave del que originariamente podía haber.
Se hace imprescindible y urgente, por tanto, encontrar un marco en el que
se permita la eliminación conveniente de residuos cárnicos y cadáveres de
animales, sin agresiones ambientales ni molestias para las personas,
cumpliendo la normativa vigente y SIN CONSECUENCIAS NEGATIVAS
SOBRE LA BIOSEGURIDAD en las explotaciones ganaderas y, a su vez,
asumibles económicamente por el ganadero.
Por ello, se están desarrollando sistemas de eliminación de cadáveres que
eviten el sistema de recogida explicado.
La incineración adolece, en general, de que:
� las combustiones no son perfectas en el tiempo,
� se originan productos altamente contaminantes y cancerígenos,
� la inversión necesaria y el coste energético son muy elevados y,
� se produce, invariablemente, un ataque al medio ambiente y
molestias a las personas.
Uno de los sistemas que se está desarrollando es el de la hidrolización,
mediante la inducción de la autólisis de forma controlada. Esta hidrolización
consiste en provocar una fermentación anaerobia en fase líquida, con
incorporación de un activador (Gel 60® DL) destructor de restos orgánicos y
la acción de bacterias y enzimas degradantes, en un depósito estanco,
provisto de medios de implementación térmica interior y de bocas
estancables para incorporación de residuos y/o cadáveres, colectores para
la recuperación de gases, efluentes líquidos y muestras de procesos (figura
3.5.1)
La hidrolización se justifica por el elevado contenido de agua de todos los
seres vivos, por la muy limitada presencia de emisiones de agentes
agresivos de las aguas y del aire, y por el reducido número de operaciones
de manejo de los materiales a eliminar y que podrían ocasionar molestias a
los operarios.
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Figura 3.5.1. Esquema del proceso de hidrolización de restos orgánicos