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Introducción En este curso intentaremos abordar tanto los conceptos básicos del guión, como las particularidades de un trabajo que requiere soluciones prácticas. De nada sirve una teoría anclada en la retórica. El guionista es un escritor que no hace literatura, sino que describe con palabras imágenes concretas, diálogos precisos, lugares, conflictos, circunstancias... que fabrica escenas, situaciones, personajes. El guión es una herramienta indispensable en el proceso de elaboración de un relato audiovisual: en él se describe, básicamente, todo lo que debe verse y todo lo que debe escucharse en el desarrollo dramático, de tal manera que es la estructura enmascarada de todo relato audiovisual. Es algo así como la guía de referencia que sirve para fabricar un producto. Podríamos decir, la hipótesis de un sueño. Pero el guión no sólo constituye un método de trabajo para crear la historia, sino que es también su concrección pragmática: es la base del proyecto aun antes de que la película exista y, posteriormente, durante todo el proceso de producción, es la herramienta común a todo el equipo, que se utiliza para elaborar el presupuesto, hacer el reparto, los ensayos, las localizaciones, diseñar el vestuario, componer las músicas, realizar la planificación, la puesta en escena, etc... Esto es, el guión permite unificar tareas y sirve de nexo para un trabajo colectivo. Por tanto, hay diferentes aspectos a valorar en un guión: - A partir de una idea. El guión es la materialización del propio proceso creativo: sirve para inventar o describir el relato y definir el proyecto con toda precisión. Este es el territorio específico del trabajo del guionista. - Como proyecto . El guión (generalmente en sus fases de desarrollo primitivas: el pre-guión, sinopsis argumental, tratamiento, etc..) es parte esencial en la que se define el proyecto de una película. Es decir, la descripción literaria que se utiliza para materializar una idea, buscar financiación, medios técnicos, materiales y humanos, y, por tanto, procurar viabilidad al proyecto. En este sentido, la responsabilidad de la gestión va más allá del guionista, recayendo normalmente en el productor ejecutivo. - Como guía de trabajo. Una vez creado y fijados sus contendos, convertido en herramienta de trabajo común a todo el equipo de profesionales que intervienen durante el proceso de producción, el guión sirve indispensablemente para unificar criterios, tareas y fijar escenas. En este sentido, el guión es sólo un texto y como tal está limitado por las necesidades de concretar la puesta en escena, siendo imprescindible la interpretación que cada profesional hace de cada uno de sus elementos: desde el director del rodaje a los actores, el jefe de producción, el director de fotografía, el diseñador de vestuario, etc, todos los profesionales que intervienen en la producción realizan tareas

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Introducción

En este curso intentaremos abordar tanto los conceptos básicos del guión, como las particularidades de un trabajo que requiere soluciones prácticas. De nada sirve una teoría anclada en la retórica. El guionista es un escritor que no hace literatura, sino que describe con palabras imágenes concretas, diálogos precisos, lugares, conflictos, circunstancias... que fabrica escenas, situaciones, personajes.

El guión es una herramienta indispensable en el proceso de elaboración de un relato audiovisual: en él se describe, básicamente, todo lo que debe verse y todo lo que debe escucharse en el desarrollo dramático, de tal manera que es la estructura enmascarada de todo relato audiovisual. Es algo así como la guía de referencia que sirve para fabricar un producto. Podríamos decir, la hipótesis de un sueño.

Pero el guión no sólo constituye un método de trabajo para crear la historia, sino que es también su concrección pragmática: es la base del proyecto aun antes de que la película exista y, posteriormente, durante todo el proceso de producción, es la herramienta común a todo el equipo, que se utiliza para elaborar el presupuesto, hacer el reparto, los ensayos, las localizaciones, diseñar el vestuario, componer las músicas, realizar la planificación, la puesta en escena, etc...

Esto es, el guión permite unificar tareas y sirve de nexo para un trabajo colectivo. Por tanto, hay diferentes aspectos a valorar en un guión:

- A partir de una idea. El guión es la materialización del propio proceso creativo: sirve para inventar o describir el relato y definir el proyecto con toda precisión. Este es el territorio específico del trabajo del guionista.

- Como proyecto. El guión (generalmente en sus fases de desarrollo primitivas: el pre-guión, sinopsis argumental, tratamiento, etc..) es parte esencial en la que se define el proyecto de una película. Es decir, la descripción literaria que se utiliza para materializar una idea, buscar financiación, medios técnicos, materiales y humanos, y, por tanto, procurar viabilidad al proyecto. En este sentido, la responsabilidad de la gestión va más allá del guionista, recayendo normalmente en el productor ejecutivo.

- Como guía de trabajo. Una vez creado y fijados sus contendos, convertido en herramienta de trabajo común a todo el equipo de profesionales que intervienen durante el proceso de producción, el guión sirve indispensablemente para unificar criterios, tareas y fijar escenas. En este sentido, el guión es sólo un texto y como tal está limitado por las necesidades de concretar la puesta en escena, siendo imprescindible la interpretación que cada profesional hace de cada uno de sus elementos: desde el director del rodaje a los actores, el jefe de producción, el director de fotografía, el diseñador de vestuario, etc, todos los profesionales que intervienen en la producción realizan tareas necesariamente complementarias para desarrollar, en la práctica, las directrices del guión. En esta fase del trabajo, el guión es una herramienta de un trabajo colectivo, es el momento de compartir todas las ideas. Conviene tener en cuenta que un guión nunca contiene al cien por cien toda la información de la escena, sino solamente aquellos que tienen un valor dramático. Pero la cámara no siempre acepta eludir elementos que forman parte del escenario, del vestuario o de la ambientación y que, imprescindiblemente, deberán estar en la escena aun cuando no aparezcan descritos en el guión.

- Como herramienta de adaptación. Normalmente las necesidades del rodaje obligan a una cierta flexibilidad en la interpretación del guión, que se convierte en el contenedor de todas las modificaciones que van surgiendo en la génesis de la producción, como resultado de la adaptación al reparto, los ensayos, las localizaciones, la planificación, el rodaje, el presupuesto, etc... Obviamente, el trabajo creativo en un relato audiovisual no finaliza en el guión, sino muy al contrario, comienza a partir del guión. Aunque esto no todo el mundo pueda entenderlo así, pues hay directores o productores que prefieren trabajar con “guiones de hierro”, en mi opinión la flexibilización de todas las propuestas del guión puede ser un recurso muy enriquecedor, siempre y cuando se realicen con un criterio y una dirección que contribuya a potenciar o hacer más eficaces las intenciones de la narración. Normalmente esta fase del trabajo precisa de un director que sepa lo que quiere en cada momento y de un productor plenamente identificado con el trabajo del director.

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En resumen, son diferentes aspectos de una misma tarea, que hacen del guión una herramienta de trabajo necesariamente flexible, pero referencial, y del guionista una figura básica durante todo el proceso de elaboración de la película, desde la idea inicial y la gestación del proyecto hasta la fase de edición final.

Un caso muy específico puede ser el de algunos realizadores que prefieren prescindir del uso convencional del guión durante el rodaje. Incluso que mantienen un cierto secretismo, o que hacen de la improvisación de los actores una estrategia para elaborar diálogos o situaciones, recurso que a veces puede abarcar todo un proyecto o simplemente una determinada secuencia. Es una técnica de trabajo interesante para un trabajo colectivo y experimental, pero su uso resulta realmente excepcional. Obviamente, el trabajo sin guión queda fuera de los planteamientos convencionales, aun cuando puedan acreditarse resultados interesantes que sin embargo no han servido para generalizar esta técnica de trabajo. Mucho se ha mitificado sobre la forma de trabajar sin guión en determinados momentos de cineastas como Win Wenders (El cielo sobre Berlín, 1987), David Lynch (“Inland Empire”, 2006), Michael Winterbottom ("Nine songs", 2004) o Mike Leigh (“Secretos y mentiras” 1996), experiencias que en general buscan enriquecer el resultado con la espontaneidad o la improvisación de los actores. Entre los directores españoles que han experimentado esta forma de trabajar sin las exigencias preestablecidas de un guión, podrían mencionarse cineastas como Iván Zulueta (“Arrebato, 1979) o Gonzalo Suárez (“Aoom”, 1970). No obstante, en un curso sobre guión nos corresponde más centrarnos en su uso como herramienta de un trabajo colectivo.

El del guionista es un trabajo complejo. Exije creatividad, imaginación y capacidad para encontrar soluciones prácticas a problemas de diversa índole. Es un soñador de oficio al que se exige no levantar los pies de la tierra. A la vez que dios menor de tantas pequeñas cosas, el guionista es el mayor esclavo de esa realidad que significa adaptarse a las singularidades de un proceso de producción de un producto destinado al mercado. Es el arquitecto proyectista del relato, pero nunca tienen nada en las manos. Se podría decir así: el guión es un bien intangible.

El guionista es la primera persona que “ve” la película plano a plano, pero no sólo crea la historia en toda su génesis, sino también en todas las alternativas que se desechan, en las que se valoran todas las posibilidades, se crean, se ajustan, se miden los diálogos, las situaciones, los personajes, las circunstancias... Pero su oficio le exige soñar despierto: el guionista es también la persona encargada de someter el trabajo de creación a todas las servidumbres que hacen viable el paso de una idea a una realidad filmada, que permiten que una historia no sea simplemente un sueño, sino que se transforme en una realidad creada por todo un equipo de profesionales que aportan un trabajo a veces tan valioso e imprescindible como el del propio guión.

Muchos años de oficio, muchos años de cine y televisión, han llevado a la definición de algunos conceptos básicos que definen los elementos del guión. La estructura dramática, la escena, la situación, la secuencia, los plot-points, el climax, el anti-climax, el protagonista y el antagonista... son conceptos que utilizamos habitualmente para definir los elementos, las categorias, estrategias y recursos del guión. Pero nada más. Dífícilmente haremos del guión una ciencia, puesto que nada en él responde a axiomas o principios universales. Entender el trabajo del guión supone entender que cada película, cada historia como cada película, cada persona como cada personaje, es diferente a los demás. Esa diferencia es siempre una clave del trabajo original, aspiración común de toda tarea que tiene un componente artístico.

El oficio de soñar despiertos

En cierto modo, hacer un guión es anticipar una película con la imaginación y anotarla sobre el papel, para que otros puedan realizarla. Necesitas imaginar los planos, los personajes, las palabras, los lugares, la música.., aun siendo consciente de que tu trabajo ponen sólo los cimientos de un trabajo colectivo, que necesariamente reinterpretará todos los elementos anotados en el guión.

Las películas se parecen a los sueños: se proyectan en una sala oscura, las personas se desconectan del mundo real para “sumergirse” en la ficción, los mensajes en el cine no se racionalizan a través de las palabras (como la literatura) sino que nos llegan directamente a los sentidos: las historias del cine no sólo se comprenden sino que se presencian. El espectador participa como observador y como lector del film, aportando al mismo una cierta complicidad: se intriga, se impacienta, ríe, llora, se conmueve, etc...

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El mundo de los sueños hace salir a la imaginación esos mundos reprimidos, porque la mente respira a través de los sueños. El cine en cierto modo participa de este carácter onírico. Este entorno perceptivo, íntimo, subjetivo y personal, es el verdaderon escenario del relato audiovisual.

La fabulación: una constante histórica

Una pregunta que cabe plantearnos: ¿por qué los hombres de todas las culturas y de todas las épocas han sentido la necesidad de fabular?

La mitología, los cuentos, las leyendas, la literatura, el teatro, la narraciones de tradición oral, los cuentos que se cuentan a los niños... han existido siempre, en todas las culturas, desde las épocas más remotas. No puede ser una casualidad. ¿Responde a una necesidad?

En esta tradición fabuladora encontramos las fuentes literarias, dramáticas e iconológicas del relato cinematográfico. Entre ellas:

- El teatro desde el mundo griego

- La Biblia y los textos antiguos de carácter religioso

- La Mitología y las tradiciones paganas

- La lírica tradicional desde el medievo

- La narrativa en el mundo del Renacimiento

- La pintura o la escultura, que nacen también de esa necesidad de “representar”

- La fotografía, que constituye el lenguaje básico del relato audiovisual.

- La música, que también ofrece un buen repertorio de significados asociados a las imágenes y a las escenas y costumbres de la vida real.

El cine nace de esa tradición. De esa necesidad de fabular y es heredero de los lenguajes utilizados... pero también de los temas, los personajes, los arquetipos, los símbolos culturales, etcétera...

La no-ciencia del guión y el oficio de escribir guiones.

El guión, por más que lo estudiemos en las universidades, tiene mucho más que ver con la artesanía, con el oficio de escribir, que con las leyes científicas. Seguramente por las mismas razones que el mundo de los sueños, de lo onírico, del arte, de la creación, o simplemente de la cultura del ocio, tiene más que ver con lo intangible que con lo mensurable, con lo imprevisible que con lo previsible, con lo subjetivo que con lo objetivo.

El guión no es una ciencia:

- No tiene axiomas, teoremas, ni leyes que se demuestren en un laboratorio.

- No tiene reglas en sentido científico.

- No tiene fórmulas de funcionamiento exacto o preciso.

- El guión, el relato audiovisual, como el arte en general, exije siempre innovación, creación, búsqueda de lo nuevo.

Preferimos decir que el guión es un oficio:

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- Aprendemos de la experiencia: se inscribe en un proceso histórico...

- Estudiamos lo que existe para analizar técnicas, recursos, herramientas...

- Como los oficios, exije “habilidades” innatas, pero también aprendizaje...

- Como los oficios, el resultado es subjetivo: gusta o no, en función del consumidor.

La pregunta, por tanto, pueder ser:

¿Qué es un buen guión? / ¿qué es un mal guión..?

Será dificil ponerse de acuerdo en esto, pero podemos señalar algunas ideas para alimentar la polémica:

Se supone que un buen guión tiene un tema que nos interesa, es inteligible, crea expectativas, renueva sus expectativas, tiene desenlace, tiene elementos que nos sorprenden, nos cuentan cosas nuevas o de una forma diferente, nos hace pensar o reflexionar, nos aporta puntos de vista nuevos, nos hace reír, nos divierte, nos emociona, despierta nuestra curiodidad por un tema, nos hace querer a los personajes, nos hace odiar a los personajes... en resumen, reproduce la realidad y nos sumerge en ella. Un buen guión cuenta una historia interesante y la cuenta bien, captando, manteniendo y no defraudando la atención del espectador.

En un mal guión, por regla general, apreciamos excesívamente el artificio utilizado para recrear las situaciones. A veces los temas o los conflictos carecen de la necesaria originalidad y todo se hace demasiado previsible. Otras veces los desarrollos narrativos no están bien medidos: las cosas se reiteran, o se alargan, o se recrean escenas que aportan poco al desarrollo fundamental de la trama. Es realmente complicado hacer un buen guión cuando los temas no nos interesan, las situaciones nos aburren, o los personajes resultan poco creíbles o poco atractivos. Un mal guión abre expectativas que luego no trabaja, alarga excresivamente los temas sin renovar novedades, presenta personajes de cartón-piedra, arquetipos en los que no se ha trabajado la singularidad que los hace diferentes, los diálogos chirrían porque son artificiales o porque son excesívamente literarios... Un mal guión fracasa en sus intentos (no hace reír cuando lo pretende, no emociona cuando lo pretende, no nos contagia afinidades o simpatías cuando lo pretende; difícilmente nos hará pensar o nos divertirá si no ha conseguido captar nuestro interés...etc...)

Naturalmente, son afirmaciones para ser debatidas, como todo lo que concierne a un proceso abierto y a un trabajo de naturaleza creativa.

Según los objetivos que se persiguen, el guión funciona o no, pero el problema es que el guión aparece siempre enmascarado en la pelicula. Podríamos decir que no vemos el guión, vemos la película. La puesta en escena, la interpretación, la visualización, la fotografía, la música, el ritmo, la escenografía, el vestuario, etc... no forman parte del guión, y son parte esencial de la película.

El guión como problema dialéctico en torno a una hipótesis de realidad

La cuestión es que la valoración del guión es siempre un problema dialéctico, esto es, la confrontación de diferentes puntos de vista. El propio preceso creativo que conduce a la elaboración del guión puede ser entendido como un proceso dialéctico. La elaboración del conflicto en un relato audiovisual exige también un cierto juego de confrontación.

LECTURAS RECOMENDADAS:

GAUDREAULT, André y JOST, François. “El relato cinematográfico. Ciencia y narratología” Paidós, Barcelona, 1995. Págs. 17-86

LAVANDIER, Yves. "La dramaturgia. Los mecanismos del relato: cine, teatro, ópera, radio, televisión, cómic" Ed. Internacionales Universitarias, Madrid, 2003.