Temario Fiestas Patronales · 2.- Encuentro de Jesús con San Juan Bautista. 3.- Encuentro de...

Diócesis de San Juan de Los Lagos

Año del Encuentro con Cristoy su proyecto redentor

Fiestas Patronalesde2018 - 2019

Temario

SUMARIO

Centro Diocesano de Pastoral

Morelos 28 A. P. 21Tel. (395) 785-0020 Correo- E: [email protected] [email protected] San Juan de los Lagos, Jal.

Responsable:

Vicaría Diocesana de PastoralPastoral Profética Diócesis de San Juan de los Lagos

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1.- Justificación.

2.- Encuentro de Jesús con San Juan Bautista.

3.- Encuentro de Jesús con Nicodemo.

4.- Encuentro de Jesús con la Samaritana.

5.- Encuentro de Jesús con la familia de Lázaro, Marta y María.

6.- Encuentro de Jesús con los niños.

7.- Encuentro de Jesús con el joven rico.

8.- Encuentro de Jesús con Zaqueo.

9.- Encuentro de Jesús con Pilato.

10.- Encuentro de Jesús con los pobres.

11.- Encuentro de Jesús con los diez leprosos.

12.- María el parentesco de la obediencia.

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TEMARIO FIESTAS PATRONALES

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JUSTIFICACIÓN

1. Importancia del encuentro con Jesucristo

Ya nos recordaba el Papa Benedicto XVI en la introducción de la encíclica Deus Caritas est: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da nuevo horizonte a la vida y, con ello una orientación decisiva” (DC1).

Este encuentro nos une a la vida de los primeros cristianos: “Quienes se sintieron atraídos por la sabiduría de las palabras de Jesucristo, por la bondad de su trato y por el poder de sus milagros, por el asombro inusitado que despertaba su

persona, acogieron el don de la fe y llegaron a ser discípulos de Jesús… Vivieron la historia de su pueblo y de su tiempo, pasaron por los caminos del Imperio Romano, sin olvidar nunca el encuentro más importante y decisivo de su vida que los había llenado de luz, de fuerza y de esperanza: el encuentro con Jesús, su roca, su paz, su vida” (DA 21).

El encuentro con Jesús y el amor por Él desata en nosotros un dinamismo de escucha, asombro y contemplación de su persona; despliega en nuestro interior el deseo de unirnos con actitudes, convicciones y sentimientos enraizados en el

Reino que es su proyecto; pero también desata el dinamismo transformador de conversión que nos da los pensamiento y sentimientos de Cristo, como asimismo el dinamismo de la comunión en la Iglesia y de la solidaridad, que es amistad, gratuidad, servicio y adhesión no solo a su persona, sino también a quienes Él ama.

Por ello es importante subrayar la necesidad de visualizar nuestra acción pastoral desde una sana y profunda Cristología, es decir, una reflexión que da sustento a la acción salvífica de la Iglesia centrada en

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la persona de Jesús, en sus palabras, sus ideales, sus opciones y sus actitudes. Pues de la misma manera que se cree en Jesús, de esa misma manera se actúa a favor de la comunidad. Por ello la pastoral es más sólida y convincente cundo acentúa la centralidad del misterio de Cristo.

El Ministerio Pastoral de Jesús se convierte en la columna vertebral, modelo y regla suprema de todo pastor, agente de pastoral o comunidad evangelizadora, afirma el Presbítero Francisco Merlos. Es un signo de autenticidad. Estamos llamados a confrontarnos continuamente con Él para no caer en deformaciones.

2. Centralidad del Reino de Dios

Seguir pastoralmente a Cristo significa asumir los valores fundamentales de Jesús que están centrados en el proyecto del Reino de Dios. Esta centralidad no es algo opcional, sino algo imperativo y consustancial al ser del agente de pastoral y de toda acción evangelizadora.

En la predicación de Jesús se manifiesta claramente la centralidad del Reino. Por ello el principal cometido de la acción pastoral es edificar el Reino de Dios. Pues el Reino todo lo abarca y todo lo toca: personas, comunidades, sociedades, culturas. Por ello Evangelii Nuntiandi afirma que “evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformarla desde dentro, renovar la misma humanidad” (EN 18).

Con esta convicción pastoral, afirmamos que todo debe ser alcanzado por la Buena Nueva del Reino de Dios, pues “para la Iglesia no se trata solamente de predicar el Evangelio en zonas geográficas cada vez más vastas o poblaciones cada vez más numerosas, sino de alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con

la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN 19).

Nuestra Diócesis se encuentra en un momento privilegiado, donde nos queremos dejar guiar por el Espíritu presente en nuestra historia, en nuestra

realidad y en nuestro esfuerzo de reflexión y discernimiento. Queremos

fascinarnos en el llamado – encuentro con Jesucristo y mediante la conversión generar un proyecto esperanzador de Iglesia, que llamaremos VI Plan Diocesano de Pastoral. Queremos que la mística del proyecto de Jesucristo, el Reino de Dios, dé solidez, calidad, profundidad, amplitud, impacto y rumbo a nuestra Iglesia Diocesana mediante el Plan.

Sin olvidar que la acción pastoral está marcada profundamente por las paradojas del Reino y de la vida cristiana. Se hace pastoral desde esas paradojas, por ejemplo: el agente de pastoral (sacerdote, laico, consagrado) es el hombre pecador, limitado y pobre, cuya paradoja mayor reside en haber sido elegido para ser signo de santidad, de trascendencia y de la gratuidad de Dios. El ministerio pastoral está lleno de paradojas como ésta. En este momento histórico, con estas convicciones y llenos de esperanza, nos lanzamos al año pastoral “del encuentro con Cristo y su Proyecto Redentor”.

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TEMARIO FIESTAS PATRONALESTEMARIO FIESTAS PATRONALES

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El boletín trata de ilustrar con 12 temas el encuentro de Jesús con diferentes personajes bíblicos que representan a distintos sectores humanos y lo que ocurrió después de este encuentro con el Señor. Estos personajes son modelos para todos nosotros, sea cual sea nuestra condición. Ellos son un vivo recuerdo de nuestro llamado original, que brotó seguramente de un fuerte encuentro con Jesucristo Redentor.

Su finalidad es que puedan ayudar en el Anuncio y Celebración gozosa de la fe de nuestras Fiestas parroquiales con el “leitmotiv” de este Encuentro con Cristo y su Proyecto Redentor.

Esperamos que sea de gran utilidad en la mística de nuestro Año Pastoral.

1. SAN JUAN BAUTISTA: EL GRAN PROFETA QUE SIEMPRE SE ENCONTRÓ CON JESUCRISTO Y COLABORÓ

ENORMEMENTE PARA SU PROYECTO REDENTOR

La realidadSiempre hay que ver la realidad y no estar a destiempo de lo que pasa. En nuestra pasada XXI Asamblea de Pastoral guiados por el Espíritu Santo, llevamos desde nuestras parroquias y decanatos la realidad de nuestras comunidades, para discernirla en comunión y a partir de ella, definir líneas de acción pastoral. Recordemos algunos de los puntos más sobresalientes, que también coincidieron con el Proyecto Global de la CEM 2031-2033.

Vivimos una crisis de humanidad, es decir, no estamos valorando, ni respetando, ni promoviendo la grandeza del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, el ser humano, hecho hijo de Dios en el

Hijo Eterno de Dios, Jesucristo. A nuestras comunidades y en ellas a sus personas, laicos y pastores, nos envuelven la existencia de fenómenos globales que nos afectan, entre otros: relativismo, hedonismo, individualismo, falta de sentido, migración, desigualdad social, destrucción de nuestro hábitat, falta de respeto por la vida, situaciones de crisis en la familia, descomposición del tejido social, violencia, pobreza, descontento y falta de confianza en las instituciones, corrupción. Es una realidad que tiene que dolernos. Aunada también a nuestra realidad eclesial, el hecho de que como católicos no sabemos orientar, ayudar, el ¿cómo evangelizar hoy?,

tenemos gran analfabetismo religioso, falta de evangelización integral, de compromiso y proyección de la vid de la fe.

Ante esta realidad podríamos parodiar con el salmo 73, nuestra realidad con la realidad del pueblo de Israel: ¡No tenemos profeta!

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Iluminación

Si al menos tuviéramos un jefe, un líder religioso como Juan Bautista, que estuviera más en contacto con Dios, que nos comunicara su voluntad, que nos interpretara esta situación en que estamos y que nos parece absurda, que diera un sentido a nuestros sufrimientos y señalara con autoridad divina una dirección de esperanza…; si al menos hubiera un profeta como Juan Bautista entre nosotros que nos revelara nuestros fallos y guiase nuestras vidas en el proyecto redentor del Señor, podríamos encontrar resignación en nuestras penas, luz en nuestras dudas y fuerza para caminar. Tu pueblo está hoy sin profetas, Señor. Ese es nuestro dolor y nuestra pena. Es verdad que no faltan operarios de buena voluntad entre nosotros: en lo social tenemos políticos, servidores públicos, profesionistas, empresarios. En lo familiar tenemos padres de familia. En lo eclesial tenemos obispos, sacerdotes, religiosos (as), catequistas… Entre todos ellos hay organizadores, administradores y oficiales y encargados, y todos ellos hacen su trabajo con interés y competencia; y los necesitamos y los apreciamos; y todo eso funciona bien, y así es como debe ser, y estamos agradecidos por todo. Pero no hay profeta. Nos falta la voz del desierto, el pensador valiente, el abridor de caminos. Echamos

de menos a Juan Bautista. Nosotros mismos hacemos lo que tenemos que hacer con fidelidad y constancia, sí, pero sin espíritu, sin valentía, sin ilusión. Seguimos la rutina diaria y cumplimos con nuestro deber; pero nuestra mirada se arrastra por los surcos del camino, en vez de levantarse al resplandor de las estrellas. Es triste un mundo sin profetas.

San Juan Bautista nos enseña cómo hacer la diferencia

Encontrarse con Dios, vivir en Dios, realizar la obra de Dios, colaborar en su proyecto redentor. San Juan Bautista fue y siempre será un hombre muy amado por Dios que siempre supo corresponder a Dios gracias a

su constante encuentro él, que lo llevó a ser en fidelidad, el precursor del Mesías y el bautista que con fuerza invitó a las personas a la conversión.

San Juan Bautista, el último profeta de la antigua alianza. Vivía en el desierto, vestía una piel de pelo de camello atada con

una correa de cuero, y comía saltamontes y miel silvestre (cfr. Mc 1, 6). Era un profeta

itinerante que proclamaba la salvación de Dios, movía a la conversión y predicaba el bautismo para el perdón de los pecados. Motivaba tan fuertemente la conversión de los fariseos y los

saduceos, que fue perseguido por la radicalidad de su doctrina y asesinado de manera violenta (cfr. Mt 14, 1-12). Fue el último profeta del Antiguo Testamento, e Isaías lo presenta como “una voz que grita: Preparen en el desierto el camino del Señor (Is. 40, 3). Juan predicó que él bautizaba con agua, y que vendría otra persona que bautizaría con “Espíritu Santo y fuego” (Mt 3, 11). Jesús da testimonio de Juan el Bautista: “Les aseguro que no hay entre los hombres nadie mayor que Juan” (Lc 7, 28).

Compromiso

El mundo necesita la presencia del Señor a través de hombres y mujeres que como Juan el Bautista, hablen en nombre de Dios y actúen con su santidad. Nuestros jóvenes están en la espera de nuevos modelos de santidad; nuestros corazones anhelan nuevas aventuras

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de acción evangélica. Como Iglesia, y ante tantos escándalos, queremos tener un puesto en el mundo, no ya como una asociación respetable, sino como levadura dinámica en una sociedad inerte. Queremos cumplir realmente con la vocación que Jesucristo nos dejó: ser sal y luz de la tierra (cfr. Mt 5, 13-16)

Petición a Dios

Actúa, Señor, actúa a través de tus escogidos. Envía profetas a tu pueblo, envíale mensajeros, envíale santos. Que su voz nos sacuda y nos despierte y nos haga ver las indigencias espirituales de nuestro mundo y la manera de remediarlas con nuestra presencia cristiana. Tus profetas salieron siempre del pueblo, de entre las filas de los campos y los pastoreos, de la fe profunda de humildes creyentes, de la eterna anonimidad de las canteras de la esperanza. Haz sonar tu llamada, Señor, y convoca a tus emisarios. Y luego danos a nosotros ojos para reconocerlos y corazón para seguirlos. Que tus profetas revitalicen una vez más a tu pueblo, Señor. Tú obras a través de tus profetas, Señor. Gracias por los profetas de antes. Envíanos profetas como Juan Bautista ahora.

Propuesta de oración de los fieles

Queridos hermanos y hermanas, oremos confiados al Señor, que eligió a Juan Bautista para anunciar a los hombres el Reino de Cristo; confiemos a Él nuestras necesidades diciendo: Oh Señor, escucha y ten piedad.

1. Por la Iglesia. Para que, como Juan Bautista, ponga todas sus energías en indicar a los hombres el camino que lleva a Jesús y el camino por donde viene Jesús. Roguemos al Señor.

2. Por nuestro Obispo Jorge Alberto, sacerdotes y diáconos, fortalécelos para que puedan seguir siempre a tu Hijo con la misma fidelidad con que Juan lo precedió. Roguemos al Señor.

3. Por los que gobiernan las naciones de todo el mundo; para que, escuchando la voz de Juan Bautista y de todos los profetas, lleguen a reconocer en Jesús al Mesías esperado. Roguemos al Señor.

4. Por los que son perseguidos a causa de su fe o a causa de su lucha por la justicia: que sientan siempre en ellos la fuerza de Dios que los acompaña. Roguemos al Señor.

5. Por nuestra Patria, para que todos los que la habitamos, convirtamos nuestro corazón, nos unamos por sobre las diferencias que nos separan y seamos verdaderos constructores de una Patria de hermanos. Roguemos al Señor

6. Por todos los que estamos aquí reunidos celebrando esta Eucaristía y por nuestros familiares y amigos: que haya entre nosotros paz, generosidad y espíritu de hermanos. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, nuestras peticiones, que te presentamos, confiados en tu infinita bondad y derrama tu amor sobre el mundo entero. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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La encuesta aplicada para conocer la imagen que se tiene de los representantes y la Iglesia, así como el involucramiento que los laicos católicos tienen hacia la fe que profesan (2018) indicó que:

9 de cada 10 entrevistados tienen pensamientos positivos de la Iglesia Católica y el 82% considera que es la mejor. La mitad de los entrevistados dijo tener una preparación media de su fe y menos de la mitad afirma tener una preparación para adultos.

Hay gran nivel de confianza en el Papa (73% Total confianza, 19% confianza normal), los obispos (46% total confianza, 38% confianza normal) y los sacerdotes (42% total confianza, 42% confianza normal).

7 de cada 10 de los católicos de nuestra Diócesis no participa en ningún apostolado o grupo de Iglesia porque no tiene tiempo, no le gusta, le da flojera o porque ni siquiera lo ha pensado. En tanto que solo 1 de cada 10 participa en asociaciones no religiosas de solidaridad o altruismo.

Lo anterior nos lleva a decir que en nuestra Diócesis los católicos creemos que nuestra religión es la mejor, confiamos en el papa, los obispos y sacerdotes; nuestra formación en la fe es media pero esto no ha abierto un nuevo horizonte en nuestras vidas.

Según los resultados de la XXI Asamblea Diocesana en su primera fase parroquial (ficha 2) en nuestra Diócesis hay aumento en los niveles de frustración, odio y violencia; crece la pobreza multidimensional y la inseguridad; se implantan los rasgos de la narco cultura y el crimen organizado; hay pérdida de valores y una desestructuración del tejido social; atravesamos por una crisis antropológica que incluye la ideología de género, la despersonalización y el sincretismo religioso.

Lamentablemente hay poca participación activa en la vida social, política y eclesial; el individualismo y el modelo neoliberal están minando profundamente los valores cívicos y religiosos dejándonos

ante una sociedad enferma.

La identidad católica, la familia, los jóvenes, las TICs, la pobreza, la salud integral, la ecología son los escenarios de nuestro encuentro con Cristo ¿Cómo lograrlo?

Iluminación

Nicodemo aparece tres veces en el evangelio de San Juan: cuando visita a Jesús de noche (cfr. Jn 3, 1ss), cuando defiende a Jesús delante de sus colegas (cfr. Jn 7,50) y en la sepultura de Jesús (Jn 19, 39).

Nicodemo era un hombre inteligente, instruido, fariseo (Jn 3,1), maestro de Israel (Jn 3,10), miembro del sanedrín (cfr. Jn 7,50) y como tal un líder entre

2 EL ENCUENTRO DE JESÚS Y NICODEMO Jn 3, 1-8

Realidad

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redentor que Cristo tiene para cada uno.

El amor a la verdad ha de marcar la búsqueda de nuestras vidas y el itinerario personal de nuestra fe debe estar marcado por el deseo ardiente de encontrarnos con Jesús y dejar que Él, camino, verdad y vida, con su proyecto redentor sacie nuestros más profundos anhelos.

El papa Benedicto XVI nos recuerda en su encíclica Deus Caritas Est que: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DC 1). En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna” (cfr. Jn 3, 16).

1. ¿Qué aspectos de la vida y obra de Cristo me fascinan o me atraen sobremanera?

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los judíos. Además, según la narración de Jn 19, 39 debió haber sido una persona de posición económica acomodada.

Nicodemo quedó impresionado por las palabras y los signos que realizó Jesús, reconoció que tenía que haber venido de Dios (cfr. Jn 3,2) y fue a buscarlo. Una noche, Nicodemo fue a encontrarse con Jesús, parece ser que quería ocultarse, que tenía miedo que los demás le vieran.

Jesús recalca el simbolismo negativo de la oscuridad “La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Y es que sus acciones eran malas” (Jn 3, 19). Sin embargo la búsqueda de Nicodemo pone de relieve su deseo de obrar conforme a la verdad: busca a la Luz, se acerca a Jesús (cfr. Jn 3,21) y aunque su saludo aparece como una proclamación de fe “nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él” (Jn 3, 2), no es suficiente para Jesús, porque ese saludo se basa solo en las señales que no han sido interiorizadas.

Jesús le invita a nacer de nuevo “Te aseguro que, si uno no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar

en el reino de Dios” (Jn 3,5). Nicodemo queda confundido y pregunta “¿Cómo puede

suceder esto?” (Jn 3,9) y a partir de allí guarda

silencio, solamente escucha a Jesús, no hace gala de su saber; esto podría ser signo

de una escucha atenta y con

empatía.

En muchas ocasiones la historia de Nicodemo puede ser la nuestra: estamos económicamente bien, ocupamos un lugar aceptable en la sociedad, contamos con un nivel académico aceptable y Jesús y su doctrina aparecen como un buen ideal a seguir, que motiva pero que no lleva al compromiso.

Además, dado nuestro estatus, podríamos ser objeto de burlas si públicamente confesamos a Jesús, es mejor permanecer así, con un bajo perfil, de noche…

Compromiso

Este año pastoral, que lleva por nombre “Año del encuentro con Cristo y su proyecto redentor” debe ser una motivación para, como Nicodemo, buscar a Jesús y dejarnos interpelar por él, escucharlo atenta y empáticamente, hacer a un lado la soberbia y la pereza, dejar que la luz ilumine nuestro camino de vida y renacer de lo alto aceptando el proyecto

Es necesario hacer a un lado nuestros miedos y buscar el encuentro con Cristo para que sea Él, con su proyecto redentor, quien dé un nuevo horizonte a nuestras vidas.

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2. ¿Hay algún miedo que esté impidiendo mi encuentro personal con Cristo?

3. Nicodemo no negó su miedo pero tampoco apagó su anhelo y buscó el momento para encontrarse con Jesús ¿Cuál o cómo sería ese momento o lugar para que tú te encuentres con Jesús? ¿Estás dispuesto a provocar ese encuentro con Cristo? ¿Cómo?


Roguemos a Dios Padre Todopoderoso quien nos has hecho sus hijos adoptivos, para que se digne llenarnos con sus bienes.

Respondemos: Señor, todo lo esperamos de ti.

1. Por la Santa Iglesia de Dios esparcida por todo el mundo para que anuncie con gran ardor el Evangelio y volvamos a nacer todos a una vida de justicia, de libertad, de amor y de paz. Roguemos al Señor.

2. Por el Papa Francisco y nuestro Obispo Jorge Alberto para que Dios les dé prudencia y acierto en la constante tarea de renovación de la Iglesia. Roguemos al Señor.

3. Por todos los miembros de la familia: para que por medio de su amor y generosidad con los demás, promuevan las vocaciones al sacerdocio, la vida consagrada y el ministerio laical. Roguemos al Señor.

4. Por los que gobiernan las naciones, que se dejen guiar por Dios en las decisiones que toman y en las leyes que promueven para conducir la vida de los pueblos. Roguemos al Señor.

5. Por la paz en el mundo, que la buena convivencia entre los pueblos haga progresar en todas partes una nueva cultura de la solidaridad. Roguemos al Señor.

6. Por los que trabajan en la industria del entretenimiento: para que el Espíritu Santo los guíe a rechazar los proyectos que atacan el designio de Dios para la vida y el amor. Roguemos al Señor.

7. Para que el alimento de la Eucaristía fortalezca nuestra comunión con Cristo y nos anime a dar un claro testimonio de vida cristiana. Roguemos al Señor.

Dios y Padre nuestro, escucha complacido la voz de tu Iglesia suplicante y concédele la firmeza de mantener constantemente las manos levantadas hacia por la salvación de todos los hombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Realidad

Ningún país puede aspirar a ser una sociedad plenamente democrática mientras persistan la desigualdad, la discriminación, y la violencia contra las mujeres. Lamentablemente, en México la igualdad de género sigue siendo una asignatura pendiente que lastima no sólo el tejido social sino también la dignidad de las mujeres que además, numéricamente, constituyen más de la mitad del país.

No puede desconocerse que se han registrado grandes avances en esta materia y que mucho es lo que se ha logrado conseguir para configurar un mundo en el que la equidad de género esté más allá de los discursos y donde se destierren las prácticas y tradiciones sociales que afectan a las mujeres. Los avances son evidentes: La creciente participación de las mujeres en la vida social, económica, política y cultural de nuestro país es un hecho que enaltece. Su presencia en el mercado de trabajo en las últimas décadas deja atrás las viejas ideas sobre el papel tradicional de la mujer en la sociedad. Su desempeño en el ámbito educativo revela una eficiencia terminal mayor y menores índices de reprobación que los varones. Su paulatino empoderamiento político ha fortalecido nuestra democracia.

Sin embargo, no puede negarse que estamos muy lejos como sociedad de alcanzar una verdadera igualdad de género. La inequidad, la falta de oportunidades, la violencia, la ignorancia, la pobreza y las muertes evitables, las situaciones de violencia y maltrato inaceptables en todos los ámbitos sociales, especialmente en su propio hogar. Incluso hay retrocesos en algunos temas relevantes como el de la atención a la salud de la mujer, cuando se legisla en contra del respeto a las

decisiones en torno a su cuerpo. La plena vigencia de los derechos de las mujeres es todavía una aspiración que no logra concretarse plenamente.

o ¿Esta realidad existe en nuestra comunidad?o ¿Será justificable la desigualdad que existe

con las mujeres?o ¿Dónde se nos ha

enseñado a vivir en equidad o desigualdad en el trato con el otro?

Iluminación

La mujer en tiempo de Jesús no tenía participación alguna en la vida pública. Y esto se manifestaba en una serie de costumbres, que resultaban en extremo duras y humillantes.

Por ejemplo, cuando la mujer de Jerusalén salía a la calle, tenía que llevar la cara tapada, cubierta con dos velos, de forma que no se pudiera distinguir su rostro.

3 ENCUENTRO DE JESÚS CON LA SAMARITANA (Jn 4,1-42)

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Esta costumbre se observaba con tal severidad que, si una mujer salía a la calle sin cubrirse la cara y la cabeza, el marido tenía el derecho, y hasta el deber, de echarla de su casa y divorciarse, sin pagarle nada.

Se prohibía mirar a una mujer casada e incluso saludarla y más aún encontrarse con ella a solas en la calle. Una mujer que conversara con todo el mundo de la calle, o que se pusiera a coser en la puerta de su casa, podía ser repudiada por el marido y, además, sin recibir el pago acordado en el contrato matrimonial. Por eso, cuenta Filón, un autor de aquel tiempo, que la vida pública estaba hecha sólo para los hombres, mientras que las mujeres honradas tenían como límite la puerta de su casa. En el caso de las jóvenes el límite era el de sus aposentos o habitaciones, pues se quería que no salieran a donde estaba la gente.

Pero más importante que todo lo anterior era el poder que, de hecho, ejercía el padre, y sólo el padre, sobre sus hijas. Si éstas eran menores de doce años, él tenía un poder absoluto sobre ellas, hasta

el punto de que podía incluso venderlas como esclavas. Además, el padre tenía el derecho exclusivo de aceptar o rechazar una petición de matrimonio para una hija suya y, hasta la edad de doce años y

medio, la chica no podía rechazar un matrimonio concertado por el padre. Cuando una mujer se casaba, pasaba del poder del padre al del marido.

También era costumbre en aquel tiempo que las mujeres no aprendieran a leer ni escribir: sólo se les enseñaba a cumplir con sus obligaciones domésticas, porque ése era el papel que se les asignaba en la sociedad y en la familia. Las escuelas eran exclusivamente para los chicos y no para las jóvenes. Ni siquiera se acostumbraba a enseñarles la Torá, o sea, la Ley del Señor. El rabino Eliezer solía decir: “Quien enseña la Torá a su hija le enseña el libertinaje, porque

hará mal uso de lo que ha aprendido”. Hasta ese punto llegaba el menosprecio que los hombres sentían por la mujer en aquel tiempo.

Con esta perspectiva histórica, el comportamiento

de Jesús resalta de una manera maravillosa. Jesús se relaciona con la mujer con una atención afectuosa y la ennoblece haciéndola, en alguna forma, protagonista de sus enseñanzas de salvación. En primer lugar, los evangelios

dicen con claridad que en el grupo de discípulos que acompañaban a Jesús había mujeres: “Y también algunas mujeres que había expulsado de malos espíritus y enfermedades: María Magdalena, de la que había echado siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, Susana, y otras muchas que lo ayudaban con su bienes” (Lc 8, 2-3).

Jesús, en función de su proyecto liberador, quebranta los tabúes de la época relativos a la mujer. Mantiene una profunda amistad con Marta y María (cfr. Lc 10,38). Defiende a la adúltera contra la legislación explícita vigente, discriminatoria para la mujer (cfr. Jn 8,1-11). Se

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al manantial (cfr. Jn 4, 6), esperando a la samaritana, pues siempre es Jesús el que salía al encuentro de los pecadores y sedientos. Antes me muero de sed que pedirle un vaso de agua, se dice en algunos lugares. Sin embargo Jesús se adelanta y pide a una samaritana, de otra cultura enemiga: “Dame de beber” (Jn 4, 7). Jesús se hace el encontradizo con aquella mujer. Él es el agua viva, esa que apaga la sed para siempre.

En el diálogo con la samaritana, Jesús la va llevando del agua material al agua del Espíritu. Jesús habla a la samaritana de adorar al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad (cfr. Jn, 4, 21-24).

Después del encuentro con Cristo, la samaritana se transforma, deja su cántaro y corre entusiasmada al pueblo y va diciendo a todos: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿Será el Mesías?” (Jn 4, 29) Muchos de los samaritanos fueron y creyeron en Él por la palabra de la mujer, que daba testimonio. Y los samaritanos confesaron su fe: “Ya no creemos en Él por lo que tú nos dijiste, sino porque nosotros mismos le hemos oído y estamos convencidos de que Él es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4,42).

Lo sucedido con la samaritana se repite en nuestra vida. San Agustín también conocía la sed, hastiado al fin de tanta aventura tras el placer, la sabiduría y la belleza dijo: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Porque tanto la sed de la samaritana como la de Agustín eran, inconscientemente, sed de Dios.

También nosotros tenemos sed, sed de felicidad, de verdad, de amor, de plenitud, de vida. Y sólo en Jesús se encuentra el agua viva.

Todo esto nos viene a indicar que Jesús salta por encima de los convencionalismos sociales de su tiempo. En ningún caso acepta los planteamientos discriminatorios de la

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deja tocar y ungir los pies por una conocida prostituta (cfr. Lc 7,36-50). Conversa públicamente y a solas con la samaritana, conocida por su mala vida, de forma que sorprende incluso a los discípulos (cfr. Jn 4,27).

Cuando los discípulos de regreso de buscar alimentos en la aldea vecina, encuentran a Jesús sentado en el pozo hablando con una mujer de Samaria: “y se sorprendieron de que Jesús estuviera hablando con una mujer” (Jn 4, 27).

San Juan 4,5-42) nos relata el encuentro de la samaritana con el Señor. Llegó una mujer samaritana a sacar agua del pozo de Jacob. Esta mujer se sentía sin horizonte, sola, angustiada, sin saber por qué vivía, sufría, buscaba felicidad y no la encontraba. Acudía cada día al pozo para saciar su sed y la de los suyos. Bebían, pero volvían a tener sed. La sed de la samaritana es búsqueda e insatisfacción. La samaritana andaba sedienta de paz, de felicidad, de vida. Había buscado, pero no había encontrado; había perdido sus raíces, no sabía de dónde venía ni a dónde iba. No se resignaba a seguir bebiendo del agua turbia.

Y allá estaba, Jesús, cansado del camino, sentado junto

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mujer. Para Jesús, la mujer tiene la misma dignidad y categoría que el hombre. Por eso, él rechaza toda ley y costumbre discriminatorias de la mujer, forma una comunidad mixta en la que hombres y mujeres viven y viajan juntos, mantiene amistad con mujeres, defiende a la mujer cuando es injustamente censurada.

Jesús se puso decididamente de parte de los marginados. Y ya hemos visto hasta qué punto la mujer se veía marginada y maltratada en la organización y en la convivencia social de entonces. También en este punto el mensaje de Jesús es proclamación de la igualdad, la dignidad, la fraternidad y la solidaridad entre toda clase de personas. Su mensaje, también para las mujeres, era una verdadera Buena Noticia.

Compromiso

La realidad confirma que las estructuras de discriminación y exclusión que históricamente han acompañado la vida de las mujeres no son fáciles de erradicar. Estas prácticas dificultan e impiden el reconocimiento y ejercicio pleno de los derechos de las mujeres.

La inequidad de género lastima a toda la sociedad; es el obstáculo más importante para un desarrollo social más completo. Urge erradicarla en todos los rincones de nuestro país y en todos los estratos sociales.

Jesús asume la difícil tarea de iniciar un mundo nuevo, superador de muchos males, como la injusticia, el odio, la violencia, la guerra, la desigualdad, la intolerancia, el abuso del grande contra el pobre, la discriminación tanto para mujeres como para hombres.

Jesús asume este compromiso con los hechos y las palabras de su vida.

o ¿Qué haremos los cristianos para favorecer la dignidad no sólo de las mujeres sino de todos los seres humanos?


Oremos en espíritu y en verdad a Dios nuestro Padre, fuente de toda vida, y digámosle: Señor de vida, escucha nuestra oración.

1. Para que el Papa, los presbíteros, los diáconos, los

laicos, hagan efectivo el mensaje de amor del Hijo de Dios y que su fuerza lleve la salud, la paz y la alegría a todos. Roguemos al Señor.

2. Para que como Iglesia, lleguemos a ser fuente de agua viva para todos los sedientos con cualquier clase de sed.Roguemos al Señor.

3. Por los políticos y gobernantes para que el único poder que les anime sea el apoyo a las necesidades de los pueblos y la defensa de los derechos humanos, especialmente los derechos de las personas más vulnerables. Roguemos al Señor.4. Para que, cuando encontremos a alguien con serios problemas, sepamos sentarnos humildemente a su lado y escuchar con paciencia y comprensión. Roguemos al Señor.

5. Por los jóvenes que sienten dentro la llamada de la vocación para ser luz para los demás, para que sean valientes en seguir esa llamada. Roguemos al Señor.

6. Para que, cuando nos reunamos en la eucaristía en torno a la mesa del Señor, su Palabra sea para nosotros agua viva que calme nuestra sed. Roguemos al Señor.

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7. Por los sedientos de nuestro mundo, y por todos los que buscan al margen de Jesús saciar su sed, para que sientan pronto, como la Samaritana, que Cristo puede darles el agua de la salvación. Roguemos al Señor.

8. Para que junto a Cristo, atendamos a los pobres, a los enfermos, a los que sufren dolor de cuerpo y alma, a los alejados, a los solitarios. Y que ellos, una vez consolados, hagan presente la Buena Nueva en otros que sufren de dolor, de soledad, de desencanto. Roguemos al Señor.

Padre amoroso, todo lo bueno procede de tu mano bondadosa. Muéstranos nuevos caminos hacia ti y hacia los hermanos y que sepamos encontrarnos fraternalmente unos a otros como tú te encuentras con nosotros en Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Jesús tiene gran amistad con una familia formada por tres hermanos: Marta, María y Lázaro. En Betania, muy cerca de Jerusalén, al este, en su gran casa Él y los Doce pueden descansar, comer, dormir y conversar. Marta es la mayor (cfr. Lc 10, 38), María es la segunda, y Lázaro es el menor.

Marta es activa, diligente, hacendosa, ama de casa, organizada, puntual, responsable, busca aprobación y obediencia a sus reglas. María es apasionada, sensible, sabe querer, flexible, independiente, abierta, sociable.

4 ENCUENTRO DE JESÚS CON LA FAMILIA DE LÁZARO, MARTA Y MARÍA

Lc 10, 38-42

Realidad

El nombre de Betania (anya beth) significa la casa de los frutos (higos, dátiles), o de los pobres (por un hospicio para enfermos e indigentes). Jesús experimentó frutos de calidez, amistad y hospitalidad, con sencillez, sobre todo los últimos días antes de Pasión.

Iluminación

San Lucas (10, 38-42) nos narra que Jesús y los Doce, tras una

gran actividad, subiendo el empinado camino de Jericó por terreno desértico, llegan cansados a esa casa-Iglesia. En esta Iglesia doméstica se le recibe con gozo y encuentra reposo.

María se sentó a los pies de Jesús y “escuchaba su palabra” (Lc 10, 39). La evangelización (eu=bien; angelion=mensaje) tiene dos elementos inseparables: el anuncio o proclamación activa de un contenido; y su acogida o recepción por parte de quien cree, confiesa su señorío, le da su lugar y se convierte a su causa. Los creyentes “perseveraban en la enseñanza de los apóstoles” (Hch 2, 42). No

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se trata de escuchar y marcharse, sino aplicar el corazón a la práctica de la verdad.

El corazón del Señor encontró satisfacción en lo que María le ofrece. En la higuera del camino Jerusalén-Betania, símbolo del pueblo y de su templo, Jesús no halló frutos y dijo: “Nunca jamás nazca de ti fruto” (Mt 21, 19). Pero en Betania, la casa de los higos, halla la satisfacción que ni el templo ni Jerusalén le dan. No es el frío y formal sistema religioso, sino la atmósfera viva, cálida y palpitante de una Iglesia doméstica donde se le escucha.

Marta está en los detalles, ocupada en algo tan necesario como dar de comer y beber, y la preocupación por el descanso, donde todo esté en su sitio. Sube y baja, manda, se deshace en febril actividad, disimulando su inquietud interior: siente que la dejan sola, que es víctima de la indiferencia de los demás, sobrecargada de trabajo. De una mirada furtiva a su hermana, fue pasando a mayor malestar, hasta terminar juzgándola con severidad creciente.

Claro que al Señor le simpatiza que Marta prepare la comida. Pero ese afán doméstico, para ella trabajoso y agobiante, se salió de proporción: lo temporal y pasajero, como la comida, se puso por encima de lo espiritual hasta eclipsarlo. Es cuestión de proporción: dónde poner el mayor énfasis. Si permitimos que las cosas de

esta vida nos absorban, llenándonos de ansiedad, no podrán tener su oportunidad las cosas mayores.

En la Iglesia doméstica, por sobre todos nuestros asuntos y problemas, lo único que importa es conocer al Señor, y darle oportunidad de darse a conocer. Que las actividades no excluyan la voz del Señor ni lo dejen fuera; que Él tenga ocasión para hablar.

Jesús responde: “Marta, Marta” (Lc 10, 41) con cariño, repitiendo su nombre como en el llamado a los profetas. Le recuerda su carácter y la hace reflexionar. “andas inquieta y preocupada por muchas cosas” (Lc 10,41), perdiendo el eje en torno al cual gira todo; te estresas porque tus planes de ser el centro de todo se ponen en riesgo y el tiempo no te alcanza, y no sólo te preocupas y te inquietas, sino te angustias por muchas cosas. Hay muchas cosas importantes en la vida; tú

haces una de ellas: servir alimento y descanso. Pero conviene seguir el orden de los valores: “una sola es necesaria” (Lc 10, 42). Lo necesario siempre será lo más importante: amar a Dios sobre todas las cosas; al lado de lo necesario, todo lo que llamamos importante pasa a un segundo lugar. No está mal la actividad de Marta, pero debe trabajar con una paz respaldada en la oración. Lo mejor no es lo contrario de lo malo, sino de algo menos bueno, “María ha escogido la mejor parte” (Lc 10, 42).

Esa familia común, con tensiones y alegrías, era feliz por haber encontrado a Cristo y disfrutar de su amistad. Pero ahora que Jesús está lejos, ocurre la desgracia: Lázaro enferma. Le envían un aviso para que venga. El Señor dice a sus discípulos: Nuestro amigo Lázaro duerme” (Jn 11, 11): nuestro amigo, eso es comunión. Amaba Jesús a Marta, y su hermana y a Lázaro: eso es amor.

Jesús deja pasar el tiempo: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el

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Hijo de Dios sea glorificado” (Jn 11, 4). Mientras en Betania llega el momento triste de la agonía, y Lázaro muere. Jesús se queda dos días más sabiéndolo (cfr. Jn 11,6). “Entonces Jesús les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean. Pero vayamos donde él” (Jn 11, 15).

“A su llegada Jesús, se encontró con que hacía ya cuatro días que Lázaro había sido sepultado . Betania está muy cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros y medio, y muchos judíos habían ido a Betania para consolar a Marta y María por la muerte de su hermano” (Jn 11, 17-20). Por fin Jesús llega; a los ojos humanos, demasiado tarde. La gente viene y va para consolar a la familia del difunto. La piedra cubre la sepultura, y las hermanas lloran, en casa, sin comprender. La prueba de la fe deja heridas muy profundas.

Marta sale corriendo a recibir al Señor y no puede c o n t e n e r la queja de su corazón. Con dolor y lágrimas, desde lo profundo de un corazón

necesitado, recibe el don de una fe más fuerte y profunda. No es fácil volver a decir sí cuando la piedra ha cerrado las alegrías de la vida, sin una fe purificada. Ahora cree más en Cristo, su salvación y su amor. Después llega María: la misma queja, la misma pena, y la misma sinceridad. Tanto Marta como María le dicen a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Jn 11, 21.32). Jesús, consciente de todo esto, lo hace a propósito.

Jesús no enseña nada; va a actuar con los ojos puestos en su Padre. El milagro será la respuesta a la fe limpia y amorosa de dos mujeres que lloran la muerte de su hermano. “Jesús lloró” (Jn 11,35). Es el más corto versículo en toda la Biblia. ¿Lloró porque los del pueblo no creen que Él es la resurrección y la vida? (Cfr. Jn 11, 25)

“Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía

puesta encima una piedra. Dice Jesús: ‘Quiten la piedra’.

Le responde Marta, la hermana del muerto: ‘Señor, ya huele; es el cuarto día’. Le dice Jesús: ‘¿No te he dicho que, si

crees, verás la gloria de Dios? …Quitaron, pues, la piedra… Entonces Jesús gritó con fuerte

voz: ¡Lázaro, sal fuera! Y salió el muerto, atado de

pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario” (Jn 11,14-17.19-40.43-44).

Los hombres pueden hacer muchas cosas mientras hay vida, pero cuando no hay vida, sólo Dios puede hacer algo. Él permite a su Iglesia en todos los tiempos vivir situaciones que están más allá de la ayuda humana, para manifestarse, y que nadie pueda gloriarse. “Nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef 2, 5). El objeto de nuestra existencia como su Cuerpo es que Él pueda desplegar en nosotros el poder de su Resurrección y su vida.

Nosotros no podremos resucitarnos a nosotros mismos, como tampoco podemos auto-crucificarnos. A veces el Señor permite que las cosas lleguen más allá de lo que podamos remediar o evitar, cuando ningún poder del universo es capaz de hacer algo para salvar la situación. Ante la muerte y la desintegración, sólo queda el poder de su resurrección.

Jesús dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que

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el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Cuando las cosas llegan a una situación desesperada, nos ofuscamos y pensamos que todo ha salido mal. Y Dios manifiesta “la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándolo de los muertos” (Ef 1,19-20). Betania es testimonio del poder de su Resurrección.

Jesús ora al Padre y después, con voz muy potente, ordena: “¡Lázaro, sal fuera” (Jn 11,43) y Lázaro sale de la muerte resucitado delante de todos. Le desatan sus manos, le quitan las vendas en sus pies y el sudario en su cara. Jesús se manifiesta como dueño de la vida y de la muerte y Señor de la historia. De un modo íntimo, a sus amigos, a los que lo tocan en la oración profunda y sincera, se manifiesta como el Amigo fiel. Jesús es capaz de resucitar a un muerto, de dar la vista a un ciego, de perdonar los pecados.

También nosotros podemos tocar su corazón. Nos llama a la alegría inmensa de escuchar: Tus pecados están perdonados, o salir del sepulcro de la mediocridad ante su orden, llena de amor y fuerza: ¡Sal fuera! No curó a su amigo antes de morir, ni evitó el dolor en la familia de sus amigos. Aceptó el plan de Dios, aunque tuviera que llorar. Las lágrimas se convertirán en gozo (cfr. Jn 16, 20). No nacimos para el sepulcro, sino para la vida. No estamos llamados a la tristeza, sino a la alegría de la Pascua.

Lázaro, Marta y María saben de modo muy íntimo y familiar que Dios nos ama. Marta y María son dedicadas discípulas de Jesús; Lázaro se convierte en celebridad cuando Jesús lo resucita.

Aunque Jesús parezca callar o no llegue, está con nosotros hasta el fin. En el silencio de la oración en familia, y sobre todo en la Eucaristía de la comunidad, podemos escucharle, amarle, sentirle como Amigo, Padre y Hermano. Nos ama y nos llama a una vida nueva. Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, y nuestra fe es luz en la noche, antorcha en la oscuridad, grano de mostaza que va creciendo y beneficia a tantos, fuerza e instrumento de todas las victorias ante el mundo, fe que alegra nuestra juventud e imprime a nuestra vida un rumbo noble y ambicioso, una polarización hacia lo absoluto, que nos permite rescatar hasta la más insignificante migaja de nuestra pobre vida para la eternidad.

Compromiso

La Eucaristía es servicio, adoración, ofrenda y Pascua. Descansar en la casa de Betania junto a Jesús, es saborear ese momento privilegiado que inunda de paz lo íntimo del corazón. Jesús descansa en nosotros por la Comunión, y nos encontramos con Él en sus diferentes presencias. Seamos como Marta, María y Lázaro, buenos amigos y anfitriones. Prodiguemos nuestro cariño a Jesús y a cuantos, en su nombre, se acercan a nosotros.

Es lo que el Señor quiere hoy en la vida de los suyos. Que nos ejercitemos es estos aspectos de Betania; individualmente, en familia, en comunión en las comunidades de nuestra parroquia, y a las que estamos vinculados, como expresión aldeana de la gran ciudad de Dios, la Jerusalén celestial.

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Pidamos ahora a Dios nuestro Padre que nos conceda reconocerlo, recibirlo, servirlo, valorarlo y unirnos a su Pascua, para continuar la obra de su Redención en nuestra

sociedad. Respondemos a cada petición: Que encuentres en nosotros, Señor, frutos de salvación.

1. Para que la Iglesia encuentre el centro de su vida y la expresión de su comunión en la celebración diaria de la Eucaristía, y todos los cristianos seamos siempre portadores de amor y de esperanza. Roguemos al Señor.

2. Por las familias y grupos cristianos; para que en las exigencias de su vida de fe sientan el desafío de Jesús a seguirlo más de cerca, y los jóvenes comprendan que la firmeza en la causa del Evangelio es un camino de felicidad, y se consagren a Él, con generosidad para seguirle y decisión para anunciarle. Roguemos al Señor.

3. Para que el Espíritu del Señor conceda a los gobernantes de los pueblos mejorar la calidad de vida de los países más pobres, se atienda con justicia y caridad a los ancianos y niños abandonados, y los esfuerzos de quienes trabajan al servicio de la justicia y la igualdad den fruto para el bien de todos. Roguemos al Señor.

4. Por las personas que por la hospitalidad y la oración superan su soledad y se santifican, y las mujeres que contemplan la belleza del rostro de Cristo, para que en la Iglesia muestren al mundo el misterio de su caridad. Roguemos al Señor.

5. Para que la fe nos impulse a promover el desarrollo de nuestra sociedad, a fin de que

a nadie le falte el pan de cada día, se transformen sus costumbres morales y se promocione la familia y sus derechos. Roguemos al Señor.

6. Para que perseveren como discípulos de Jesús quienes son perseguidos por su liderazgo religioso y encuentren en Jesús la verdad y el amor de curación, especialmente a los alejados de la Iglesia, sobre todo cuando experimentan persecución por la justicia. Roguemos al Señor.

7. Por todos los miembros de nuestra parroquia; para que trabajemos para fortalecer entre nosotros los lazos de unión mutua y nos ayudemos a ser fieles al camino que Jesús nos enseña. Roguemos al Señor.

8. Para que el Señor nos ayude a los que celebramos nuestra fe en Jesucristo y nos alimentamos de su Pan y su Palabra, a fin de que nuestra voluntad sea siempre el querer de Dios y nuestro anhelo servirlo con sencillez y confianza. Roguemos al Señor.

Padre bueno, que en Jesucristo nos llamas a trabajar por tu Reino y nos prometes gozar eternamente de tu gloria; atiende las oraciones que te hemos presentado y concédenos vivir con alegría nuestra fe y nuestra esperanza. Por Jesucristo nuestro Señor.

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Comenzaré haciendo alusión a una de las frases que el Papa Francisco en su audiencia del 18 de marzo del 2015: “Los niños son en sí mismos una riqueza para la humanidad y también para la Iglesia, porque nos llaman constantemente a la condición necesaria para entrar en el Reino de Dios: aquella de no considerarnos autosuficientes sino necesitados de ayuda, de amor…”.

o ¿Qué podemos decir al respecto? La realidad que vivimos dista mucho de esta afirmación del Papa Francisco.

o ¿De cuántas formas hoy no sólo se desprecia y se descuida a los niños, sino también se les expone al peligro físico, mental, emocional y moral?

Entre otros problemas, sin querer ser amarillistas, sino realistas enlistaremos algunos: Pobreza, enfermedad, abandono, maltrato, desnutrición, analfabetismo, prostitución, tráfico de órganos y explotación laboral.

La situación de la niñez en el mundo es un tema preocupante. Hasta hace algunos años las políticas de los países apuntalaban con seriedad y responsabilidad a la seguridad de los pequeños; hoy en día son otros los temas que ocupan la atención de las autoridades encargadas de velar por los derechos de los niños.

Las instituciones tradicionales como la escuela y la familia que antes se ocupaban de una manera sólida de proteger y educar a los niños, hoy son las mismas instituciones que de una manera deficiente y confusa los acompañan, pero sin que de ellos reciban los valores que deberían construir su futuro.

La Iglesia es otra de las importantes instituciones que ha velado desde hace muchos siglos el caminar y el desarrollo de los niños. Fundamentada en el mismo actuar de Jesús que en diversos momentos y en los Evangelios, nos habla de

l o s niños y

nos pone en sus ejemplos a los pequeños como paradigma de auténticos discípulos, quiere de alguna manera continuar dando una palabra a favor de éstos, para que no olvidemos que ellos siguen siendo el presente y el futuro esperanzador de la humanidad.

Iluminación

El encuentro de Jesús con los niños nos deja una enseñanza muy grande que pasa a través de los discípulos de Jesús y de los fariseos. Veamos:

Recordemos cómo en una ocasión Jesús, respondiendo a la pregunta de sus discípulos de quién era el más importante en el reino de los cielos, les dijo: “Les aseguro que si no cambian y se hacen como los niños no entrarán en el reino de los cielos. El que se haga

5 EL ENCUENTRO DE JESÚS CON LOS NIÑOSMt 19, 13-15

Realidad

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pequeño como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe” (Mt 18, 3-5).

Un niño tiene las manos pequeñas. Todo le queda grande, todo le sobrepasa, en todas las sillas sus pies quedan colgando. Pero es feliz aunque no tenga el control de todo. Más aún: su felicidad consiste en que no quiere controlarlo todo. El niño vive para recibir, para descubrir, para s o r p re n d e r s e . La grandeza de un niño no está en su poder sobre cosas y personas; más bien él es libre de este deseo de gobernar su mundo. Y así como él encuentra su seguridad en papá y mamá, cada uno de nosotros cuenta con un Padre maravilloso, quien de verdad lo gobierna todo para nuestro bien. Cuando sentimos que nuestras manos son pequeñas, que no podemos agarrarlo todo y dirigir las circunstancias…ésta es la oportunidad para ser niños de nuevo, poniendo nuestra confianza en Dios.

En otra ocasión, le trajeron unos niños a Jesús para que

los tocara, pero los discípulos los reprendieron (cfr. Mt 19, 13-15) Era costumbre bendecir los niños por los jefes de la sinagoga, los judíos tenían por costumbre presentar sus hijos a los rabinos, de ellos los niños recibían la bendición con imposición de las manos. Lo mismo que los hijos y discípulos se hacían bendecir por sus padres y maestros. Así fue, como la gente trajo sus hijos para que Jesús les impusiera las manos, pues veían en Jesús la facultad de realizar milagros o actos extraordinarios. En

ese momento Jesús estaba enseñando, y los apóstoles no miraron con buenos ojos este proceder de los padres y los niños,

entonces ellos reprendieron a los muchachos, quizás pensaron que molestarían al Maestro, también los niños deben haber actuado como son hasta hoy, donde ellos ven cariño, se acercan con mucha confianza.

Cuando Jesús dijo: “Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños; porque les digo que sus ángeles en el cielo contemplan sin cesar el rostro de mi Padre del cielo.” (Mt 18, 10), podemos reconocer cómo observaba las características de los niños y se daba cuenta

que un niño es un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca puestos privilegiados, no tiene nada que decir en la avidez de los adultos, el niño tiene conocimiento de su pequeñez y su debilidad.

Jesús no sólo quiere demostrarnos su gran amor por los niños, sino que los pone a la altura de ser el modelo a alcanzar, por la sencillez de corazón, la limpieza y la humildad.

El niño tiene el alma sincera, es de corazón inmaculado, y permanece en la sencillez de sus pensamientos, él no ambiciona los honores, ni conoce las prerrogativas, entendiéndose esto por el privilegio concedido por una dignidad o un cargo, tampoco teme ser poco considerado, ni se ocupa de las cosas con gran interés. A estos niños ama y abraza el Señor; se digna tenerlos cerca de sí, pues lo imitan.

Por otra parte, sabemos que los fariseos, se creían con derecho al Reino; pero este privilegio se da como don gratuito de Dios. Esta es la lección, y se ha de recibir como los niños, no tanto por sus condiciones morales, sino por su inocencia y simplicidad. Entonces Jesús nos enseña que hay que recibir el Reino como don gratuito de Dios.

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Hay también, de parte de Jesús una advertencia bastante fuerte para quien sea ocasión de pecado para estos pequeños (cfr. Mt 18, 6-7)

Compromiso

• Promover una cultura que ame a los niños; que los reciba, proteja, defienda y alimente en todos los sentidos de la palabra.

• Que en cada familia se les preste atención, se les tenga paciencia, se les respete y se puedan experimentar muy amados.

• Conservar la sencillez y la humildad de los niños que nos enseñan a vivir confiados siempre de la mano de nuestro Padre Dios.

• Fomentar en nosotros las virtudes de los infantes: inocencia, sencillez de corazón, sinceridad, credibilidad, confianza, docilidad, perdón y buena disposición.

• Suprimir del corazón la ambición y la envidia que tanto daño nos hace a todos.

• Defender a la niñez contra todo proyecto de muerte y exclusión.

• Esforzarnos por lograr que los niños ocupen el lugar que les corresponde en todos los sectores de la sociedad: familia, escuela, Iglesia, en los pueblos y en los gobiernos. (Mientras más frágiles e indefensas sean las personas, más deberían ocupar la atención de aquellos a quienes les son encomendados).


Elevemos hoy nuestras intenciones comunitarias pidiendo especialmente por los niños y digamos:

Jesús, amigo de los niños, escucha nuestra oración.

1. Por el Papa, los obispos y los sacerdotes para que como fieles seguidores de Jesús, anuncien la dignidad de los niños con su palabra y su vida. Oremos:

2. Por los que gobiernan las naciones, para que movidos por el Espíritu Santo promuevan las condiciones necesarias para alcanzar el desarrollo de los niños. Oremos:

3. Por las familias, para que en ellas se cultiven los valores humanos y cristianos que favorezcan en los niños su crecimiento integral y armonioso. Oremos:

4. Por los agentes de pastoral de nuestra comunidad parroquial, especialmente por los catequistas de niños, para que juntos trabajemos por su integración y crecimiento de la fe. Oremos:

5. Por todos los niños del mundo, para que en cualquier lugar y condición donde se encuentren, llegue a ellos el mensaje de salvación y los frutos de la acción salvadora de Cristo. Oremos:

Padre, tenemos ya la semilla de tu Amor en el corazón, cuida de ella y hazla crecer para que un día lleguemos a contemplar el Amor total que es estar en tu presencia. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Hoy día estamos e x p e r i m e n t a n d o profundas y aceleradas transformaciones, las cuales están afectando todos los campos de nuestra vida. Traen consigo cambios que no alcanzamos a comprender y, sin embargo, nos exigen una respuesta adecuada, profunda y pronta. Para los jóvenes es algo normal y natural pero del mismo modo, han dañado en su integridad (cfr. PGP 23).

Estas grandes transformaciones nos ponen en estado de alerta, para descubrir el paso del Señor en ellas. Esta nueva época exige acompañar a cada persona y renovar con valentía nuestro profetismo evangélico, anunciando con fuerza el valor inestimable de la persona, denunciando todo lo que se opone a su plena realización y discerniendo a la luz del Evangelio, para encarnar la experiencia de la misericordia, de la comunión y la solidaridad (cfr. PGP 24).

El Papa Francisco en su venida a nuestro país (16 de febrero de 2016) nos recordó

la gran riqueza que tenemos en nuestros jóvenes; México tiene un rostro joven, esto señala la vitalidad, la alegría, la esperanza, la fortaleza y la energía de un pueblo. Esa riqueza hay que transformarla en esperanza, como hacen los mineros cuando van sacando los minerales. Los jóvenes son riqueza que hay que transformar en esperanza. “Todos podemos vivir, pero no podemos vivir sin esperanza”. Es necesario valorarse, lograr sentir que tu vida, tus manos, tu historia, vale la pena. “Con mis manos, con mi corazón y con mi mente puedo construir

esperanza” ( P a p a Fra n c i s c o. Discurso en el Encuentro con jóvenes de México, 16 de febrero de 2016).

Para los jóvenes, son muchos los desafíos y las trampas que se tienden a su paso, las cuales les impiden que esta gran riqueza se transforme en

una verdadera esperanza. Las condiciones que son necesarias para el desarrollo de los adolescentes y jóvenes, han ido quedando atrás y deben ser fortalecidas, tales como: el acompañamiento de sus pastores, de sus familias integradas, de una educación que pueda hacerlos crecer y madurar como personas; propiciar trabajos dignos y suficientemente retribuidos que quiten la angustia del mañana; espacios de esparcimiento y creatividad que fortalezcan su espíritu juvenil.

6 EL ENCUENTRO DE JESÚS CON EL JOVEN RICO

(Mc 10,17-22)Realidad

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Clamamos profundamente la desaparición y muerte de miles de jóvenes y los feminicidios. Muchos de ellos envueltos en la violencia, el narcotráfico, la trata de personas, la falta de oportunidades, el desempleo, la migración y el descarte. Un país sin adolescentes y jóvenes sanos, humana y socialmente, es un país sin futuro (cfr. PGP 51).

Sin embargo, contemplamos un importante número de jóvenes que se han ido incorporando y van despertando en su participación ciudadana, utilizando de manera creativa las nuevas tecnologías en este campo.

Nos reconocemos como una Iglesia que presenta dificultades para responder adecuadamente a muchas situaciones humanas actuales, especialmente en el ámbito de los adolescentes y jóvenes; no los hemos sabido incluir por diversos motivos. No hemos sido capaces de presentarles esa figura fascinante y vigorosa de Jesús. Nos sentimos deudores del Evangelio con estas nuevas generaciones Nos sentimos deudores del Evangelio con estas nuevas generaciones (Cfr. PGP 77).

Muchos de los jóvenes se han alejado de las prácticas religiosas, de los valores cristianos, que ya no son un referente para la toma de decisiones. Los adolescentes y los jóvenes de hoy exigen testigos, que vivan y los guíen con los valores que predican, que expresen sus convicciones y la fuerza en los embates de los engaños de nuestra época; pero sobre todo, que sepan presentar el rostro misericordioso y humano de Dios en sus vidas (Cfr. PGP 77).

Pero, en medio de todo esto, encontramos el testimonio creíble y comprometido de los jóvenes de nuestras parroquias, plenos de alegría cristiana en la vivencia del kerigma vocacional y los procesos de acompañamiento, en una estrecha colaboración entre pastoral familiar, juvenil y de adolescentes (cfr. PGP 74).

Iluminación

Hoy hemos escuchado el relato del joven rico (Mc 10,17-22), el cual nos hace pensar en la generosidad y la grandeza de la llamada del Señor. Sin embargo, hoy podemos preguntarle a Jesús: ¿qué fue lo que pasó después con ese joven?

Quizás todo volvió a la normalidad, en medio de la administración de sus

bienes. Pero, ¿realmente se puede regresar a la normalidad después de encontrarse con Jesús? En su corazón habría una marca imborrable. Pasó el tiempo, y probablemente supiera de la muerte de Jesús en la cruz. En ese momento, tal vez, se alegró de no haber vendido todo, por uno que terminó muriendo en una cruz. Pero, ¿verdaderamente terminó?

Después los apóstoles predicaron la resurrección de Jesús en su poblado, cuando

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aquel joven de antaño era ya un hombre maduro y posiblemente estable. Quizás sintió de nuevo arder ese llamado en su corazón gracias a la predicación, y esta vez tuvo el valor de abandonar todo y de predicar la buena nueva o quizás, como antaño, volvió a quedarse triste, por no tener el valor de abandonar sus posesiones, las cuales, si esto último sucedió, pasaron irremediablemente a ensanchar las arcas de los romanos durante la destrucción de Jerusalén, quitándole por la fuerza lo que Él no quiso darle a Jesús por amor.

El joven se queda triste cuando Jesús le pide que venda sus riquezas. De golpe, su alegría y su esperanza desaparecen, porque no quiere renunciar a ellas.

El apego a las riquezas está en el inicio de todo tipo de corrupción: corrupción personal, en los negocios, en la política, en la educación y también en el pequeño comercio, esa que quita 50 gramos al peso exacto… Y ¿por qué? Porque los que viven apegados a los poderes, a sus riquezas, se creen en el paraíso. Están cerrados, su horizonte es estrecho pierden la esperanza. Y, al final tendrán que dejar todo (cfr. Homilía de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2015, en Santa Marta).

La esperanza renace cuando se experimenta que no todo está perdido. Para eso es necesario el ejercicio de empezar por casa, por sí mismo. No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho (cfr. Francisco. Discurso en el Encuentro con jóvenes de México, 16 de febrero de 2016).

Las riquezas tienen la capacidad de seducir y de hacernos creer que estamos en un paraíso terrenal. Pero ese paraíso es un lugar sin horizonte; vivir sin horizonte es una vida estéril, vivir sin esperanza es una vida triste. El apego a las riquezas nos entristece y nos hace estériles. Dios nos pide administrar bien las riquezas, porque las riquezas son para el bien común, para todos. Si el Señor lo da a una persona es para que lo multiplique para el bien de todos, no para

sí mismo, sino, se hace corrupto y triste (cfr. Homilía de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2015, en Santa Marta).

La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan.

Discursos que te hacen sentir ni siquiera de segunda, sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es cuando sientes que no le importas a nadie o que estás dejado de lado (cfr. Francisco. Discurso en el Encuentro con jóvenes de México, 16 de febrero de 2016).

Jesús nos ha instruido sobre lo que destruye y roba la felicidad pero también lo que lo acrecienta y la hace plena: Cumple la ley. Si queremos que nuestra vida tenga las características del Reino, que se desarrolle en la alegría y la paz de Dios, debemos vivir los mandamientos, caminos de vida. Pudiéramos pensar ¿cómo estoy viviendo esta enseñanza de Jesús? ¿Busco vivir los mandamientos?

El joven del evangelio había decidido romper con el pecado; seguramente tendría amigos refugiados en el egoísmo, los placeres, la violencia, la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Pero él quería llegar a la vida eterna, y por eso se acercó a Jesús.

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¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Huir de ella o aprovecharla? ¿Alguna vez te has hecho esa pregunta? ¿Cuál ha sido la respuesta? ¿Ha sido una respuesta de amor? Porque este joven, aunque estaba bien dispuesto, no supo estar a la altura, se fue triste y, ¡Qué contradicción! Poseía muchos bienes, y en lugar de estar alegre, se marchó con un rostro marcado por la tristeza y el desengaño. Sabiendo que todo lo que tenía no le daría la plena felicidad, optó por seguirse a sí mismo, confió en sus riquezas y no en Cristo. Rehuyó su mirada amorosa. Olvidó quién era Dios y prefirió seguir los impulsos de su razón y de sus pasiones.

Seguir a Jesús exige esfuerzo, desprenderse de lo que uno más ama. Implica sacrificio, pero da alegría y realización humana. No hay que tener miedo a lo que nos exija la vivencia auténtica de nuestro cristianismo, porque no estamos solos. ¿Acaso Cristo nos va a abandonar? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (cfr. Rom 8, 35). Nos acompaña en sus sacramentos, nos consuela en la oración. Seguir a Cristo es el camino para aprovechar bien la vida.

Compromiso

Nuestra vida y esperanza es Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo encima, abracemos la cruz de Cristo, abracémonos a Él y nunca nos soltemos de su mano, y si caemos dejémonos levantar por Él.

Jesús, nunca nos invitaría a ser sicarios, sino a ser sus discípulos, nos llama amigos. Jesús no nos manda a la muerte, sino que todo en Él es vida (cfr. Francisco. Discurso en el Encuentro

con jóvenes de México, 16 de febrero de 2016).Hoy podemos decir: Señor, me acerco a Ti como ese joven que se creía muy bueno. Quiero confirmar qué he de hacer para alcanzar la vida eterna, qué tengo que cambiar… Dame la gracia de saber escucharte y tener el valor de desprenderme de los bienes materiales, pero sobre todo, de mí mismo, para poder entregarme a tu amor y vivir la caridad. Jesús, no permitas nunca que me convierta en otro triste joven

rico.


En los adolescentes y jóvenes, encontramos el motivo y la fuerza para trabajar con, y por ellos, por una sociedad llena de esperanza, alegría y una vida que los lleve a su realización plena. Elevemos al Señor nuestra oración expresando nuestro compromiso de cercanía, confianza y diálogo mutuo. Con

confianza oremos diciendo: Por Jesús, míranos Padre con amor y

escúchanos.

1. Ayúdanos, Padre, a orar por el papa Francisco, como él nos lo ha suplicado; por nuestro obispo Jorge Alberto; por los sacerdotes de nuestras parroquias y comunidades, que animan y motivan la evangelización de los jóvenes y adolescentes. Oremos.

2. Ayúdanos, Padre, a promover iniciativas de educación y desarrollo humano integral para los adolescentes y jóvenes en nuestras parroquias, que sean espacios donde se sientan atendidos y acompañados, con el esfuerzo y la participación de los mismos jóvenes y de las familias. Oremos.

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3. Ayúdanos, Padre, a instrumentar iniciativas pastorales para acercarnos a los adolescentes y jóvenes en sus diversas realidades y ambientes: campesino, indígena, estudiantil, obrero, migrante, urbano y como jóvenes adultos, con una disposición a la escucha y al diálogo, ayudando a fortalecer su proyecto de vida. Oremos.

4. Ayúdanos, Padre, a acompañar y promover encuentros Contigo Vivo, desde un proyecto de pastoral de adolescentes y jóvenes con sentido kerigmático, acorde a los lenguajes, signos y ritmos de nuestro tiempo, que desemboque en una cultura vocacional. Oremos.

5. Ayúdanos, Padre, a favorecer iniciativas de evangelización y trabajo misionero de los jóvenes hacia los mismos jóvenes, utilizando las nuevas tecnologías y su original creatividad para generar redes en el anuncio del Evangelio y descubrir el sentido de su vida y su misión en la sociedad y la Iglesia. Oremos.

6. Ayúdanos, Padre, a realizar proyectos pastorales encaminados a acompañar y ayudar a los jóvenes en riesgo de: violencia, narcotráfico, prostitución, trata de personas, etc., con ambientes más sanos que les ayude a desarrollar su espíritu juvenil. Oremos.

7. Ayúdanos, Padre, a reconocer a los adolescentes y jóvenes como protagonistas de una transformación social y sujetos de una nueva etapa en la evangelización en nuestras comunidades juveniles, desde un proyecto de vida, orientado hacia su propia santidad. Oremos.

Ayúdanos, Padre, y danos un corazón sensato, para saber escucharte, y crea en nosotros un espíritu nuevo para dejarnos corregir y saber conducir a nuestros hermanos hacía ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Realidad

Lucas 19, 1-10 nos presenta a Jesús camino a Jerusalén, que empezó en el capítulo 9, 51. Ahora Jesús llega a Jericó, a la ciudad de las palmeras, en el valle del Jordán. Última parada de los peregrinos, antes de subir para Jerusalén. Allí en Jericó terminó la larga caminada del éxodo, 40 años por el desierto. También el éxodo de Jesús está terminando. Al acercarse a Jericó, Jesús encuentra a un ciego que quería verle (cfr. Lc 18, 35-43). Ahora, al entrar a la ciudad, encuentra a Zaqueo, un publicano, que también quiere verle. Un ciego y un publicano. Los dos eran excluidos. Los dos molestaban a la gente: el ciego con sus gritos, el publicano con sus impuestos. Los dos son acogidos por Jesús, cada cual a su manera.

El encuentro de Jesús con Zaqueo (y con el ciego) nos invita a mirar a todos aquellos que por diversas razones son excluidos por la Iglesia y la sociedad, son muchos los motivos y muy diversos

por los que los excluimos o descuidamos en nuestras preocupaciones pastorales:

• El Papa Francisco invita a cuidar a los más débiles: los sin techo, los toxico dependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados y los migrantes, por los que exhorta a los países a una generosa apertura. Habla de las víctimas de la trata de personas y de nuevas formas de esclavitud: En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda (cfr. EG 210.211).

• “Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia” (EG 212). “Entre

esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección" están “los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana” (EG 213).

• Marginados o descartados también son: los que viven en nuestras periferias, los que viven en nuestras calles, los que viven en las colonias pobres, etc.

• Podríamos pensar también en los servidores públicos, los diversos profesionistas, artistas, los gestores de cultura…que no atendemos pastoralmente.

• Pobres en general: los que carecen de los servicios básicos, casa, vestido y sustento, los que no tienen acceso a la salud integral, a la educación en escuela o universidad, esto es lo que se encuentran en pobreza extrema o miseria.

7 ENCUENTRO DE JESÚS CON ZAQUEO

Lc 19, 1-10

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Iluminación

Lucas 19,1-2: La situación. Jesús entra en Jericó y atraviesa la ciudad. “Había un hombre llamado Zaqueo, muy rico, jefe de los publicanos”. Publicano era la persona que cobraba el impuesto público sobre la circulación de la mercancía. Zaqueo era el jefe de los publicanos de la ciudad. Sujeto rico y muy ligado al sistema de dominación de los romanos.

Lucas 19,3-4: La actitud de Zaqueo. Zaqueo quiere encontrarse, ver a Jesús. Siendo pequeño, corre hacia delante, sube a un árbol, y espera para ver a Jesús que pasa. ¡Tiene enormes ganas de ver a Jesús! Aquí aparece el caso de un rico que no se encierra en su riqueza. Zaqueo quiere algo más. Cuando un adulto, persona de peso en la ciudad, sube a un árbol es porque no está de acuerdo con la opinión de los demás. Algo más importante lo mueve por dentro.

Lucas 19,5-7: La actitud de Jesús, reacción del pueblo y de Zaqueo. Al llegar cerca y viendo a Zaqueo sobre un árbol, Jesús no pregunta ni exige

nada. Apenas responde al deseo del hombre y dice: “Zaqueo, ¡baja pronto! Porque conviene que hoy me quede yo en tu casa”. Zaqueo baja y recibe a Jesús en su casa, con mucha alegría. Todos murmuraban: “¡Ha ido a hospedarse en casa de un hombre pecador!” ¡Lucas dice que todos murmuraban! Esto significa que Jesús estaba quedándose solo en su actitud de acoger a los excluidos, sobre

todo a los colaboradores del sistema. Pero a Jesús no le importan las críticas. Va a casa de Zaqueo y lo defiende contra las críticas. En vez de pecador, le llama “hijo de Abrahán” (Lc 19, 9).

Lucas 19,8: Decisión de Zaqueo. “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más”. Esta es

la conversión en Zaqueo por la acogida de parte de Jesús. Devolver cuatro veces lo que la ley mandaba en algunos casos (cfr. Ex 21, 37; 22, 3). Dar la mitad de los bienes a los pobres era la novedad que producía el contacto con Jesús. Era el compartir que tenía lugar de hecho.

Lucas 19, 9-10: Palabra final de Jesús. “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán”. La interpretación de la Ley por la Tradición antigua excluía a los publicanos de la raza de Abrahán. Jesús dice que vino a buscar y a salvar a lo que estaba perdido. El Reino es para todos. Nadie podía ser excluido. La opción de Jesús es clara, su llamada también: no es posible ser amigo de Jesús y seguir apoyando el sistema que margina y excluye a tanta gente. Al denunciar las divisiones injustas, Jesús abre el espacio para una nueva convivencia, regida por los nuevos valores de verdad, justicia y amor.

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Hijo de Abrahán: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán!” A través de la descendencia de Abrahán, todas las naciones de la tierra serán bendecidas (cfr. Gn 12,3; 22,18). Para las comunidades de Lucas, formadas por los cristianos de origen judaica como de origen pagana, la afirmación de Jesús llamando a Zaqueo hijo de Abrahán era muy importante. En ella encontraban la confirmación de que, en Jesús, Dios estaba cumpliendo las promesas hechas a Abrahán, dirigidas a todas las naciones, tanto a los judíos como a los gentiles. Estos son también hijos de Abrahán y herederos de las promesas. Jesús acoge a los que no eran acogidos. Ofrece un sitio a los que no lo tienen. Recibe como hermano y hermana a las personas que la religión y el gobierno excluían y etiquetaban como los que ya señalamos antes. Compromiso

1) Ser consciente, conocer los problemas (la realidad) de las personas de mi comunidad y estar dispuesto a prestar atención, como lo hizo Jesús.

2) Acoger y promover a las personas despreciadas, señaladas o marginadas

3) Hacer presente la ternura acogedora de Jesús en nuestra comunidad

4) E igualmente, hacer presente la ternura acogedora de Jesús en los miembros de mi familia.

5) ¿Qué actitudes de acogida, ternura, o cercanía me muestra Jesús para vivir yo en el servicio que presto en mi comunidad?


Hermanos, acudamos con toda confianza a Dios Padre, que nos salva y siempre quiere lo mejor para nosotros. A cada petición respondemos: Escúchanos Padre.

1. Por el papa Francisco, por nuestro obispo y todos los que tienen responsabilidades pastorales en la Iglesia; para que el Señor les ilumine y les ayude a encontrar la manera y el lenguaje apropiados para evangelizar de nuevo al hombre de nuestro tiempo. Roguemos al Señor.

2. Para que la Iglesia mantenga íntegra su fe y su esperanza en Dios que, con su amor, la renueva día tras día. Roguemos al Señor.

3. Por nuestros gobernantes para que establezcan y promulguen leyes que protejan los derechos de todos, especialmente los más vulnerables de nuestro país.

4. Por quienes proporcionan trabajo, para que elijan siempre la dignidad y la valía de las personas sobre las ganancias y el poder. Roguemos al Señor.

5. Para que ningún pueblo, ni grupo humano, se sienta excluido del anuncio del Evangelio y de la llamada de Dios a la salvación. Roguemos al Señor.

6. Para que Dios tenga misericordia de nosotros, nos cure de la lepra del pecado y fortalezca nuestra fe para que podamos vivir en plenitud nuestra vida

cristiana. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro, que nos sacas del abismo, escucha la oración de los que te suplican, y concede a tu pueblo la

conversión del corazón, y ya que por medio de tu Hijo nos has devuelto a la vida, haz que crezca constantemente en nosotros la fe en tu palabra. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Realidad

Historia sobre el mejor rey

Había una vez un poderoso rey que tenía tres hijos. Dudando sobre quién debía sucederlo en el trono, envió a cada uno de ellos a gobernar un territorio durante cinco años, al término de los cuales deberían volver junto a su padre para mostrarle sus logros.

Así marcharon los tres, cada uno a su lugar, alegres por poder ejercer como reyes. Pero al llegar descubrieron decepcionados que tan sólo se trataba de pequeñas villas con un puñado de aldeanos, en las que ni siquiera había un castillo

o Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores, pero demostraré a mi padre que puedo ser un gran rey - se dijo el mayor. Y juntando a los pocos habitantes de su villa, les enseñó las artes de la guerra para formar un pequeño

ejército con el que conquistar las villas vecinas. Así, su pequeño reino creció en fuerza y poder, y al cabo de los cinco años había multiplicado cien veces su extensión. Orgulloso, el joven príncipe reunió a aquellos primeros aldeanos, y viajó junto a su padre.

o Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores; sin duda mi padre quiere probar si puedo ser un gran rey - pensó el mediano. Y desde aquel momento inició con sus aldeanos la construcción del mayor de los palacios. Y tras cinco años de duro trabajo, un magnífico palacio presidía la pequeña aldea. Satisfecho, el joven príncipe viajó junto a su padre en compañía de sus fieles aldeanos.

o Seguro que a mis hermanos se les han dado reinos mayores, así que la gente de esta aldea debe de ser importante para mi padre - pensó el pequeño. Y resolvió cuidar de ellos y preocuparse para que nada les faltara. Durante sus cinco años de reinado, la aldea no cambió mucho; era un lugar humilde

y alegre, con pequeñas mejoras aquí y allá, aunque sus aldeanos parecían muy satisfechos por la labor del príncipe, y lo acompañaron gustosos junto al rey.

Los tres hermanos fueron recibidos con alegría por el pueblo, con todo preparado para la gran fiesta de coronación. Pero cuando llegaron ante su padre y cada uno quiso contar las hazañas que debían hacerle merecedor del trono, el rey no los dejó hablar. En su lugar, pidió a los aldeanos que contaran cómo habían sido sus vidas.

Así, los súbditos del hijo mayor mostraron las cicatrices ganadas en sus batallas, y narraron todo el esfuerzo y sufrimiento que les había supuesto extender

8 EL ENCUENTRO DE JESÚS CON PILATO JESÚS FRENTE AL PODER

“Quien ambiciona excesivamente el poder es el menos indicado para ejercerlo” Bien decía San Gregorio Magno, papa y alcalde de Roma: “Usa sabiamente el poder quien sabe gestionarlo y al

mismo tiempo sabe resistírsele” (Jn 18,28-40. Jn 19,1-16)

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A lo largo de la historia del hombre ha habido versiones o enfoques del poder. 1

Algunos piensan que “el poder es en sí mismo malo” no importa quién lo ejerza. (Jacob Burkhardt). Así se habla de un poder que daña a

todos. De esta concepción se desprende la vieja idea de que el poder corrompe a sus poseedores y el poder absoluto corrompe absolutamente.

Suetonio, en su obra los doce césares, tratando del emperador Calígula, cuando éste asumió el poder, escribe: “hasta aquí he hablado de un príncipe; ahora hablaré de un monstruo”.

Valerio Máximo escribía: “nadie está exento, pues no hay humildad tan grande que no sea afectada por las dulzuras del poder y la gloria”.

a) ¿Qué les parece la historia que acabamos de escuchar? ¿Qué opinan de esta historia?

b) ¿Recuerdan a lo largo de la historia hombres o mujeres poderosos?

c) ¿Podrían mencionar 2 nombres de hombres o mujeres poderosos? (Por ejemplo: Nerón, Alejandro Magno, Genghis Kan, Napoleón Bonaparte, Hitler, Bill Gates, Carlos Slim, Jesús?

d) ¿Han hecho cosas buenas o malas?

e) ¿De qué depende que una persona con poder haga el bien o el mal?

su reino. El hermano mayor sería un rey temible, fuerte y poderoso, y se sentían orgullosos de él.

Los súbditos del mediano contaron cómo, bajo el liderazgo del príncipe, habían trabajado en la obra para construir tan magnífico palacio. Sin duda sería un gran rey capaz de los mayores logros, y se sentían orgullosos de él.

Finalmente, los súbditos del pequeño, medio avergonzados, contaron lo felices que habían sido junto a aquel rey humilde y práctico, que había mejorado sus vidas en tantas pequeñas cosas. Como probablemente no era el gran rey que todos esperaban, y ellos le tenían gran afecto, pidieron al rey que al menos siguiera gobernando su villa.

¿Cuál de los príncipes estaría mejor preparado para ejercer tanto poder? Entonces el rey llamó uno por uno a todos sus súbditos y les hizo una sola pregunta:

Si hubieras tenido que vivir estos cinco años en una de esas tres villas, ¿cuál hubieras elegido?

Todos, absolutamente todos, prefirieron la vida tranquila y feliz de la tercera villa, por muy impresionados que estuvieran por las hazañas de los dos hermanos mayores.

Y así, el más pequeño de los príncipes fue coronado aquel día como el más grande de los reyes, pues la grandeza de los gobernantes se mide por el amor a sus pueblos, y no por el tamaño de sus castillos y riquezas.

1 OLMOS, L. Carlos, Teología del Poder, conferencia dictada el 29 de enero de 2018, México D.F.

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Autores como Maquiavelo y Hobbes, hablaron de soberanos personajes como el Leviatán y el Príncipe, dándoles el poder supremo, bajo el argumento de que dios es soberano único y también bajo la premisa de una antropología negativa: el hombre es naturalmente perverso, “el hombre es un lobo para el hombre”. Y para someter a un hombre perverso, se necesita un Estado con poder perverso.

En los textos evangélicos se nos va a mostrar cómo es el poder de Jesús; su poder quiere el bien y hace las cosas a su modo, no al modo del hombre. El posee ontológicamente el poder divino, que es creador.

Iluminación

a) El poder de Jesús de Nazaret

Los evangelios presentan la condición divina de Jesús.

Junto con su humanidad, “el Hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo, a quien se le concederá poder, gloria y reino, su poder es eterno y nunca pasará, y su reino jamás será destruido” (Dn 7,13-14; cfr. Mc 13,26)

Cristo es el Kairós de Dios (cfr. Lc 19,44); es la presencia liberadora de Dios, Poder de salvación (cfr. Lc 1,69). Dice

san Pablo: “Cristo es poder y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 24). Así en los escritos del nuevo Testamento, Jesús tiene un Poder-para…

En efecto, Cristo posee una autoridad nueva, distinta a la de los demás (cfr. Mc 1,22; Mt 7,29). Su poder abarca la naturaleza, los espíritus que perturban la paz de la gente (cfr. Mc 1,24). Emana de Él un poder salutífero y reconfortante (Lc 6,19; 8,45).

Ese poder de Dios en Jesús, no es un Poder neutro o simple afirmación de su superioridad; es un Poder que hace signos y prodigios; que tiene un propósito de bien, de salvación.

Hay en Jesús una preocupación manifiesta por cuidar la integridad del sentido bueno del ejercicio de su Poder.

Los destinatarios del poder de Jesús son los mismos que los de Yahvé en el antiguo testamento: los anawim, los pobres y desvalidos. Un poder con misericordia que privilegia a los excluidos y a los más necesitados.

b) El encuentro de Jesús con Pilato

(Jn 18, 28-19,16)

Pero aunque el poder de Jesús tenía una opción preferencial, su encuentro con los que detentan el poder, nos sirve de

modelo para nuestro actuar en la sociedad y en la misma Iglesia.

Jesús es llevado ante Pilato, procurador romano en Judea y símbolo del poder del imperio romano. Este encuentro es paradigmático.

Pilato, según los historiadores, mostraba una crueldad insoportable. Él representaba al imperio y según los romanos, el imperio estaba respaldado por Dios: Dios está del lado romano, pues es imposible que sin la ayuda y el poder de Dios un imperio tan grande se conserve. Un autor que sufrió el poder del imperio decía: “saquear, masacrar, robar, a eso llaman imperium los romanos. Dejan desolación y a eso llaman pax romana” (Cálgaco). Esto es el llamado Poder-sobre.

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Antes de presentarse ante Pilato, Jesús ya había criticado esos poderes de Herodes y Pilato en Lc 22, 25 cuando dice a sus discípulos: “ustedes saben que los que figuran como jefes de las naciones, gobiernan tiránicamente y sus dirigentes los oprimen y se llaman a sí mismos bienhechores”.

Jesús ante la pregunta de Pilato, ¿entonces, tú eres rey?, acepta su realeza, aunque su reino no es de este mundo. Desacredita a Pilato, el procurador romano, como quien ejerce un poder al margen del derecho mismo, como quien cede a presiones para condenar a un inocente, como quien hace mal su oficio.

Le dice Jesús: “tú no tendrías ningún poder sobre mí, si no se te hubiera dado de arriba” (Jn 19,11). No tiene poder sobre Jesús, porque su poder no tiene nada que ver con la Verdad (racional) sino con la violencia y la falsedad (cfr. Jn 18,28-19,26). Si por encima del César está Dios, eso supone un límite en su autoridad y poder.

Pilato reconoce que el acusado Jesús es inocente cuando dice: “no veo ninguna razón para declarar culpable a este hombre” (Jn 18,38; 19,4.6). Pilato se vuelve incapaz de hacer justicia al no poner a Jesús en libertad después de haber declarado su inocencia, y al contrario, librar a aquel que realmente era culpable (Barrabás)

c) Conclusiones

o Todo poder debe estar sujeto a un control, que es un ordenamiento legal, con vistas al bien común.

o Debe venir por delegación de la voluntad popular

o Debe haber rotación en los puestos de poder para evitar el nepotismo

o El poder debe aceptar la crítica externa y someterse al rendimiento de cuentas

o El poder debe basarse en la verdad. Y debe ser magnánimo con quien fue derrotado.

o El poder es para servir y nunca para estar sobre los demás

“no veo ninguna razón para declarar

culpable a este hombre” (Jn 18,38;

19,4.6).

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Compromiso

Reconocer que Dios es todopoderoso. Creemos que su omnipotencia es universal, porque Dios, que ha creado todo, rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cfr. Mt 6, 9); es misteriosa, porque solo la fe puede descubrirla cuando se manifiesta en la debilidad (cfr. 1Cor 1,18; 2Cor 12,9. CatIC 268).

o Usar el poder que se nos ha dado para buscar el bien común y evitar toda arbitrariedad.


Suba nuestra oración a Dios, Padre todopoderoso, que quiere iluminar y salvar a todos los hombres con la luz de Jesucristo. Digamos a cada petición: Muéstranos tus caminos, Señor.

1. Señor, te pedimos por el Papa, los obispos, sacerdotes y todos los que has llamado a trabajar de forma especial en tu viña, para que a pesar de los avatares del mundo continúen fielmente su labor de anunciar la Buena Noticia. Oremos.

2. Señor, te pedimos por los políticos, los gobernantes, los jueces, los legisladores, los que tienen en sus manos el poder económico, para

que trabajen por el bien común y así prosperen todos los pueblos de la tierra. Oremos.

3. Señor, te pedimos por la paz de todo el mundo, para que cesen las ambiciones, desaparezcan las injusticias y enemistades y brote por todas partes el amor y la paz. Oremos.

4. Por los organismos internacionales, para que favorezcan la paz entre los pueblos y no hagan de los progresos técnicos instrumentos de guerra. Oremos.

5. Señor, te pedimos por las familias cristianas para que aumentes el amor entre los esposos, los hijos crezcan en sabiduría y respeto a sus padres, y acrecientes la santidad en el hogar. Oremos.

6. Por los pobres y por los marginados, para que les sean reconocidos sus derechos y valores, y sean tratados como hijos de Dios y hermanos nuestros. Oremos.

7. Por nosotros, para que no seamos indiferentes al dolor, a la muerte y a la injusticia; para que seamos artífices, con palabras y con obras, de la paz y la justicia en nuestra sociedad y en el mundo entero. Oremos.

8. Por todos los que han muerto a causa de la violencia en nuestro país, para que sean recibidos en la región de la luz y de la paz. Oremos.

Señor, Tú que eres bondadoso y justo concédenos esto que hoy te pedimos con la confianza de que todo ello nos ayude a vivir más plenamente unidos a Ti. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro

Señor. Amen.

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Realidad El tema de los pobres es un tema que atraviesa toda la historia de la salvación, y no sólo ésta; los pobres son una presencia en todas las culturas y en todas las épocas. Pobreza y riqueza son dos realidades que acompañan al ser humano de todos los tiempos. Y tenemos que decirlo, será una realidad mientras el corazón del ser humano no se convierta al Señor. Porque la pobreza no es creación de Dios, es la consecuencia del egoísmo del hombre que busca sólo su bien propio, olvidándose de sus semejantes.

Los pobres en México no son sólo estadísticas, números que ponen a temblar y a confeccionar programas para mitigar el hambre de muchos. Los pobres tienen un nombre, un rostro y una historia concreta.

En los últimos ocho años, 3.9 millones de mexicanos se sumaron a las filas de la pobreza; esto es y debe ser un golpe que resuene en el corazón de todos nosotros compatriotas, pero sobre todo a los que nos decimos seguidores de Cristo, quien en ningún momento aplaudió la pobreza material, sino sólo aquella espiritual, que nos libera precisamente, de las cadenas del tener y del poder.

Los encuentros de Jesús con los pobres son incontables en los textos evangélicos; los tenemos de todos los colores y sabores (con los enfermos, endemoniados, las

mujeres, los niños, los publicanos, los extranjeros, etc.), porque a final de cuentas, pobres son todos aquellos que carecen de algo, y no sólo nos referimos a lo material. Ese algo puede ser la compañía, la familia, la salud, la dignidad, la solidaridad, la inclusión, el amor, la amistad, la comunidad, etc.

Los pobres ocupan un lugar privilegiado en el corazón de Cristo. Los evangelios revelan la innegable verdad de que Jesús se conmovía ante las necesidades humanas y respondía

9 EL ENCUENTRO DE JESÚS CON LOS POBRES

Lc 21,1-4

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mediante actos de misericordia. A menudo, llamó la atención a las necesidades y preocupaciones de los pobres y despreciados; tenía un interés específico en relacionarse con ellos y darles las buenas nuevas de salvación. Sin embargo, a menudo, antes de atender sus necesidades espirituales, también respondía a sus necesidades físicas. Desafiaba a los pudientes a responder a las necesidades de los pobres como su deber. De los pobres decía que ellos nos proveen una oportunidad para hacer el bien y constituyen un examen de nuestra aptitud para participar del Reino celestial (cfr. Mt 25, 31- 46).

Iluminación

Sólo por poner un texto evangélico que ilumina de forma fabulosa el encuentro de Jesús con los pobres. El de la viuda que da lo único que tiene (cfr. Lc 21,1-4). Y aunque más de alguno podrá objetar, que en realidad Jesús nunca se encontró personalmente con esta mujer, sin embargo, podemos contemplar que el encuentro se dio porque aquella mujer llegó con su actuar hasta el corazón de Cristo, que no dejó de observar y valorar el gesto generoso y genuino que le arrancó aquella expresión que lo llevó a ponerla como un gran ejemplo para todos aquellos que quieren ser cumplidores de

la ley.

Jesús no condena las grandes ofrendas de los ricos, pero dice que la ofrenda de esta mujer es aún más grande. Lo calcula, no basado

en lo que ella da, sino en lo que le queda. Sabe lo fácil que sería para ella

pensar, esta pequeña cantidad no importa, así les dejaré a los ricos que llenen los receptáculos. Sabe lo fácil que sería para ella dar una moneda en vez de dos.Las ofrendas de los ricos, seguramente ofrendas calculadas, guiadas por la ley

de diezmar y una larga tradición de cómo debía ser figurada, contrastan dramáticamente con la ofrenda de la viuda que ciertamente no era rica: podía haberse quedado con una de las dos monedas pero no lo hizo.

Su ofrenda nos recuerda a la viuda de Sarepta, que dio lo que le quedaba de comida al profeta Elías, y que fue recompensada por Dios con una tinaja de grano que nunca escasearía y una botella de aceite que nunca disminuiría (cfr. 1Re 17, 8 -16). Para Jesús, el valor de una ofrenda no es la cantidad que se da, sino el valor que tiene para quien lo da. En capítulo 22 de San Lucas, los discípulos discutieron entre ellos sobre cuál era el más grande (cfr. Lc 22, 24-

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30). En el capítulo 10 del Evangelio de San Marcos, Santiago y Juan pidieron un lugar de honor en el reino de Jesús (cfr. Mc 10, 35-45). Ahora, en este capítulo, Jesús les demuestra el verdadero significado de la grandeza.

Mientras que Jesús no dice que la gente siempre recordará a esta viuda, su historia aún se oye hoy. Sus dos pequeñas monedas demuestran que todavía los más humildes y pobres, pueden hacer una ofrenda valiosa a Dios. Su ejemplo nos bendecirá hasta el fin del mundo. También a nosotros nos demuestra el sentido de grandeza, el saber dar lo que uno tiene para el más necesitado y vulnerable en la sociedad, pero con un sentido de humildad.

“El Evangelio nos invita a reconocer la verdad de nuestro corazón, para ver dónde colocamos la seguridad de nuestra vida. Normalmente el rico se siente seguro con sus riquezas, y cree que cuando están en riesgo, todo el sentido de su vida en la tierra se desmorona. Jesús mismo nos lo dijo en la parábola del rico insensato, de ese hombre seguro que, como necio, no pensaba que podría morir ese mismo día (cf. Lc 12,16-21)” (GetE 67).

“Las riquezas no te aseguran nada. Es más: cuando el corazón se siente rico, está tan satisfecho de sí mismo

que no tiene espacio para la Palabra de Dios, para amar a los hermanos ni para gozar de las cosas más grandes de la vida. Así se priva de los mayores bienes.

Por eso Jesús llama felices a los pobres de espíritu, que tienen el corazón pobre, donde puede entrar el Señor con su constante novedad” (GetE 68).

Es interesante observar cómo el evangelio de san Lucas no habla

de una pobreza de espíritu sino de ser pobres a secas (cfr. Lc 6,20), y así nos invita también a una existencia austera y despojada, que nos permita vivir libremente, sin obsesiones ni preocupación por acumular y vivir cuidando de lo acumulado. De ese modo, nos convoca a compartir la vida de los más necesitados, la vida que llevaron los Apóstoles, y en definitiva a configurarnos con Jesús, que “siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para enriquecerlos con su pobreza” (2Cor 8, 9). En pocas palabras, “ser pobre en el corazón, esto es santidad” (GetE 70).

Ante esta reflexión, sería bueno preguntarnos:

o Entonces, ¿para estar del lado de Dios hay que ser pobre?

o ¿De qué pobreza se habla?

o ¿Dios ama más a los pobres que a los ricos?

No se trata de todo esto. De muchas formas el Magisterio de la Iglesia, que también es Palabra de Dios nos recuerda que la pobreza desdice el proyecto de Dios.

“Las formas de injusticia que debilitan y violentan nuestra convivencia social y que se manifiestan especialmente en la extrema

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pobreza, en el atropello a la dignidad de la persona y en las violaciones de los derechos humanos, ponen de manifiesto que la fe no ha alcanzado aún entre nosotros su plena madurez” (DP 1300).

Compromiso

“Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse” (Novo millennio Ineunte, 49).

El compromiso cristiano y humano debe tender hoy y siempre a combatir toda forma de pobreza. Porque el Evangelio será sólo una buena noticia cuando impregne el corazón de todo hombre que ha sido llamado a vivir en plenitud (y esta plenitud abarca una vida digna para todos, que incluye cubrir las necesidades básicas de educación, salud, alimento, vivienda, libertad, paz, justicia y bienestar). No ofrecer lo que me sobra, tomar ejemplo de la viuda que da todo lo que tenía para vivir, y así se da a sí misma. Dar mi tiempo al escuchar con atención, acompañar, ayudar, agradecer, servir a los demás.


Oremos a Dios, Comunión de Amor que es nuestro Padre, por medio de su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo que hemos recibido. A cada petición decimos: Escúchanos Padre misericordioso.

1. Para que seamos una Iglesia en salida misionera, una Iglesia samaritana que muestre con sus obras a Jesús, al mundo sediento de misericordia. Roguemos al Señor.

2. Por nuestros gobernantes, para que tomen sus decisiones pensando en el bien común y no en intereses egoístas. Roguemos al Señor.

3. Por nuestro mundo, marcado por el sufrimiento en sus distintas formas, para que el Padre lo transforme y ponga en su corazón la misericordia y el perdón de su Hijo Jesús. Roguemos al Señor.

4. Por los padres de familia; para que desempeñen con entusiasmo su tarea educadora y logren que reine en el hogar el amor y la comprensión. Roguemos al Señor.

5. Por las viudas que viven en soledad, por los matrimonios separados, por las familias que sufren, por los que viven atribulados por las dificultades de esta vida; para que experimenten la protección de Dios. Roguemos al Señor.

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Realidad

El panorama de la marginación que se vive en el país y en nuestro mismo territorio, es impresionante. Así vemos que en nuestra sociedad se multiplican las formas de discriminación: emigrantes que son vistos no sólo como forasteros sino como verdaderos delincuentes; los enfermos de sida, los indígenas, las víctimas de la droga, las mujeres, los que son de otra organización, los que no tienen trabajo, los que piensan diferente a nosotros, los que son de otros partidos, etc. ¡como si no fuéramos todos hijos de Dios!

Por desgracia las fronteras territoriales, de partidos o de pensamiento, vienen a destruir y a cuestionar la fraternidad

humana. Y, después, también se dan los casos de los ciudadanos que están clasificados como en especie de categorías, de primera, segunda, tercera

10 ENCUENTRO DE JESÚS CON LOS DIEZ LEPROSOS

Lc 17, 11-19

6. Por todos los que viven alejados de la Iglesia, para que encuentren en nosotros esas personas que los lleven a Cristo. Roguemos al Señor.

Escucha, Padre, nuestra oración y danos un corazón compasivo como el de María, para que nos mostremos siempre más atentos a las necesidades de nuestros hermanos que sufren y nos comprometamos, sin miedo, a acompañarles. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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y hay quien no alcanza ya a entrar en ninguna de estas categorías, no es considerado ciudadano y no se le reconoce ningún derecho.

Iluminación

La misión de Jesús más que una misión religiosa es una misión de dignificación, de humanización, de curación.

San Lucas nos narra uno de tantos encuentros que tuvo Jesús con los enfermos, en esta ocasión, nos dice específicamente que “eran diez leprosos” (17, 11-12).

La escena nos sirve para hacer visible esta espiritualidad de Jesús que rompe barreras y prejuicios.

La lepra en Israel era una enfermedad que marginaba y desintegraba a la persona. La enfermedad en sí misma ya trae pena y dolor. Además el leproso era excluido del pueblo para que no contaminara a la comunidad y se le prohibía la relación con los demás. La soledad y el rechazo, al ser marcado como amenaza para la vida del pueblo, acentuaban

su sufrimiento. Era considerado como un impuro, contaminado y se formaba una barrera entre él y la comunidad. Para colmo, él mismo tenía que ir proclamando su impureza y su separación. Tocar a un leproso implicaba quedar impuro uno mismo y separarse de la comunidad. Igual que en nuestra sociedad, con muchos nuevos leprosos, se prefería tenerlos aislados y en el olvido. Nos escandalizan estas actitudes del aquel tiempo y tenemos actitudes muy parecidas o peores

Podemos entonces imaginar, que la situación de aquellos leprosos, era tan profunda y desesperante que comenzaron a gritar a Jesús: “Ten piedad de nosotros” (Lc 17,13) Seguramente, anhelaban vivir con libertad en medio de una familia, entre amigos y compañeros. Gozando de

un trabajo y de bienestar. Pero aquella enfermedad tan cruel les había robado todo, hasta su propia dignidad e identidad.

Vamos a destacar algunos elementos que nos hagan descubrir toda la hondura que lleva y supone este encuentro de Jesús con aquellos marginados.

Es el evangelista Lucas el que nos ofrece este relato. Y curiosamente, es el único que lo hace. Destacamos dos detalles: 1. El primero, hacer notar que Jesús es alguien muy

sensible a toda situación de marginación. Consciente como es de ser el portador del don de la vida de parte de Dios, Jesús acude rápidamente ante el drama que viven aquellas personas, y actúa ofreciendo la vida que desean.

2. El otro detalle, son los pobres y los marginados quienes mejor entienden y acogen el don de Dios que se da en Jesús. Mientras los grandes y poderosos ven en él motivos de sospecha. Estos marginados son capaces de abrir su ser más profundo y gritar una plegaria que nace en sus

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mismas entrañas: Jesús, ten compasión de nosotrosEsta súplica hace que la fuerza sanadora de Jesús alcance a todos. Ellos gritan a Jesús y éste acepta su deseo y acoge, también, su súplica.

Ante aquel grito desesperado, Jesús los mira y su respuesta no tardó en venir, “Vayan y preséntense a los sacerdotes” (Lc 17, 14). El sacerdote se convertía en al agente de inclusión o exclusión para los leprosos. Era su trabajo diagnosticar la lepra y excluir a las personas de sus familias y de la vida social. Ellos cumplían las regulaciones prescritas por la Ley de Moisés (cfr. Nm 5, 2-3; Lv 13-14). Una vez que Jesús les manda qué hacer, los leprosos actúan con fe, creyendo lo que Él les manda. Inmediatamente salen a buscar al sacerdote para que los declare limpios para integrarse nuevamente a la comunidad y a la vida social. Es así que sucede lo inesperado. Se dan cuenta que están completamente limpios, pues la lepra había desaparecido. Creyeron y fueron sanados. El ser limpios otra vez significaba la restauración de todas

las cosas. Tomarían su vida de regreso; mirarían y abrazarían a sus hijos otra vez. Regresarían nuevamente a la Iglesia a alabar a Dios en comunidad.

Y yendo de camino, uno de ellos al verse sano, regresó glorificando a Dios y dando gracias a Jesús (cfr. Lc 15-16). Éste, canta con gozo la grandeza de Dios, para Él comienza una vida nueva. San Ireneo de Lion nos dice que: “La gloria de Dios consiste en que el hombre viva”.

El leproso, reconoce al Dios de la vida, de quien procede todo bien y bondad. Y al mismo tiempo agradece a Jesús aquel que le ha devuelto la libertad, la paz, la alegría. Lo ha salvado de su propia incapacidad para salir de sí mismo. Jesucristo nos cura de la lepra de la

muerte y del pecado, muriendo en la cruz y dándonos así la vida.

En el rostro doliente y glorioso de Jesucristo, muerto y resucitado, maltratado por nuestros pecados y glorificado por el Padre, podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestros pueblos y, al mismo tiempo, su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos (cfr. DA 32). La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes.

“La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a

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todos cuantos yacen al borde del camino pidiendo limosna y compasión” (DA 29).

COMPROMISO

No hay lepra o pecado del que Jesucristo no nos pueda liberar. El odio, la venganza, la vanidad, el rencor, la infidelidad, la pereza, etc. todos ellos han sido destruidos por Cristo en la cruz, “Él ha venido para darnos vida y vida en abundancia” (Jn 10, 10) Todo esto lo ha hecho porque nos ama y desea nuestra felicidad. “¡Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida!” (DA 246).

o Como Iglesia sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación: ¿Qué nos pide al Señor a cada uno de los que estamos presentes?

o Los invito y me invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe; al Señor que está en la

cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso – de cuerpo o de alma -, que está discriminado. No descubrimos al Señor, si no acogemos auténticamente al marginado. Recordemos siempre la imagen de san Francisco que no ha tenido miedo de abrazar al leproso y de acoger aquellos que sufren cualquier tipo de marginación.

Propuesta para la oración de los fieles

Oremos al Padre, a través de Jesucristo, de quien procede todo bien y quien está siempre a la escucha de todas nuestras plegarias y miserias; para que con su mano poderosa y brazo fuerte, nos libere de toda lepra del pecado y podamos así gozar de la auténtica libertad. Respondemos a cada petición: Sana Señor nuestro corazón

y danos tu paz.

1. Por el Papa Francisco; para que el Señor lo sostenga firme en la fe, la esperanza y una caridad incansable. Oremos.

2. Padre bueno, que en tu Hijo nos has revelado la abundancia de tu amor, mueve nuestro corazón hacia Ti, para que nuestra conversión sea un auténtico camino de libertad y de paz. Oremos.

3. Padre santo, que has creado al ser humano de manera maravillosa, haz que cada uno de

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tus hijos, reconozca y valore la dignidad que le has dado para que cada día te glorifique a través de sus buenas obras. Oremos

4. Padre y Señor de la vida, que en tu proyecto salvador has pensado que el hombre creciera en comunión con los demás, renueva en su corazón el deseo de amarte para que amándote, sea capaz de amarse a sí mismo y de amar a los demás. Oremos.

5. Padre lleno de amor, sana el corazón de aquellos que provocan sufrimiento y muerte para que descubriéndose muy amados por ti, se conviertan a tu amor. Oremos.

6. Padre todopoderoso, que enviaste a tu Hijo al mundo para que nos trajera vida y vida en abundancia, compadécete de aquellos hijos tuyos que han sido maltratados y pisoteados en su dignidad de personas, para que en el encuentro con Jesucristo, renueven el gozo y la alegría de pertenecerte. Oremos.

7. Padre de bondad, haz que todos los cristianos sepamos glorificarte día con día y que te busquemos incansablemente en la Eucaristía, alimento que renueva nuestras fuerzas y nos impulsa a vivir la solidaridad. Oremos.

Danos, Señor mirada compasiva para poder decir al abatido una palabra de aliento. Danos un corazón sensible para luchar por la justicia y la paz. Que no olvidemos que cuanto hagamos con nuestros hermanos, contigo lo hacemos. Por Jesucristo nuestro Señor.

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Realidad

Durante los siglos XIX y XX se puso de moda la independencia de las naciones, movimientos inicialmente alentados por Inglaterra para abrir mercado a su poderosa revolución industrial; a lo largo de varios decenios Europa testificó el desmoronamiento de los imperios napoleónico, austro-húngaro y turco; y América rompió con España, y Medio Oriente, Asia y Oceanía también hicieron lo propio con las metrópolis europeas. Simultáneamente se consolidaba la convicción de origen cristiano de que cada individuo posee una dignidad y una serie de derechos que nadie debe tocar. Así, pese a las reacciones colectivistas, como el comunismo, el fascismo y el nacionalismo, llegó a imponerse una visión individualista de la persona.

En consecuencia, actualmente hay poco

lugar para la comunidad, la obediencia o la solidaridad. Lo que importa a nuestros contemporáneos no es el bien común, sino el beneficio propio; no resulta atractiva la disciplina y el orden, sino el liderazgo y la espontaneidad; no les acomoda estar con los más pobres, sino vivir como ricos. Esto tiene un efecto directo en el campo de la fe, pues la actitud creyente es una mezcla de obediencia, confianza y reverencia.

Además, la sensibilidad contemporánea se muestra inclinada a los derechos (de los niños, de las mujeres, de las minorías, de los discapacitados, de los trabajadores, etc.), y considera correcta su aversión a las obligaciones de cualquier tipo. Y ha visto la democracia como el único modo de armonizar el parecer de los individuos. Esto, sin duda, posee un cúmulo de valores, pero también puede cerrarnos el acceso a otros que aparecen en el Evangelio y en general al mensaje cristiano.

Sabemos que, mientras no haya un encuentro personal con Cristo vivo, el único que nos puede dar en abundancia la vida de hijos muy amados por Dios, nos

11 MARÍA: EL PARENTESCO DE LA OBEDIENCIA

Mt 12,46-50

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será imposible vivir sujetos a su voluntad. Lo vemos muy claro en muchos bautizados, que no viven ni gozan la experiencia del amor incondicional de Dios, y su relación con Él no es la de hijos. Viven en el temor y en el cumplimiento. Otros viven en la lejanía de cualquier manifestación de fe.

Iluminación

Una de las formulaciones del mensaje cristiano es la de Nueva Alianza, pacto entre Dios y el hombre, que implica el compromiso recíproco de ambas partes. En el Antiguo Testamento se concentraba en el Decálogo; en el Nuevo Testamento, en la comunión de vida con Jesús, hacernos un cuerpo con él, hacernos amigos suyos, familia suya, pueblo de su propiedad.

Cierto que nuestra familia es importante, tanto que san Pablo enseña que el que no cuida de los suyos ha renegado de su fe y es peor que un no creyente (cfr. 1Tm 5, 8), pero lo que nos hace hermanos entre nosotros es la fe, no la sangre. Dice Jesús que su madre y sus hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican (cfr. Lc 8, 19-21); se trata

de una obediencia nacida de la confianza en Dios y de la certeza de que nos manda algo porque nos ama.

Así que la obediencia a la voluntad de Dios es la sangre de los discípulos de Cristo, que se ha encarnado para hacer la voluntad del Padre (cfr. Hb 10, 7), consciente de que la

obediencia es mejor que cualquier sacrificio (cfr. 1s 15, 22). Por eso, en el Huerto de los Olivos suplica: “Abbá –Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mc 14, 36); y al expirar, exclama: “Todo se ha cumplido” (Jn 19, 30). Si Adán con su rebeldía nos trajo la muerte, Cristo, con su obediencia nos dio vida eterna (cfr. Rm 5, 15); con esa obediencia ha hecho nuevas todas las cosas: nos ha redimido.

En ese mismo sentido se manifestó la Virgen María

desde la anunciación, dispuesta a los planes del Señor, obediente como su humilde esclava (cfr. Lc 1, 38). Esta docilidad la mantuvo a lo largo de su vida, meditando para comprender la voluntad de su Señor (cfr. Lc 2, 19.51), la expresó al pie de la cruz (cfr. Jn 19, 25-27) y también orando con los discípulos después de la resurrección (cfr. Hch 1, 14).

¡Qué grande es María! Y curiosamente es grande porque es pequeña, pues deja espacio en su corazón para Dios. No vive llena de sí misma; no sabemos qué proyectos tenía, fuera de su matrimonio con José y de su propósito de virginidad; el Evangelio no nos dice cuáles eran

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sus habilidades, ni su experiencia en el trabajo, ni sus áreas de interés, nada… Todo lo que María era hasta entonces se convirtió en una ofrenda a Dios. Se lo dio todo, y tomó lo que el Señor le pedía: ser la Madre de Dios.

Tras el momento de la Anunciación, María comenzó un camino de fe. Sabía que sería madre, y que su Hijo sería grande. Los detalles, sin embargo, estaban todavía ocultos: ¿Cómo evitar un malentendido con su esposo? ¿Acaso viviría como madre soltera? ¿Quién se encargaría entonces de dar sustento al niño? ¿Cómo lograría su Hijo llegar a ser de importancia en Israel, viniendo de un hogar tan lejano y pobre? ¿Era posible que alguien reinara en ese rincón dominado por los romanos? Y aun así, María confía. Todo estaba en las manos de Dios, Él se encargaría de que las cosas fueran saliendo, paso a paso.

Podemos decir que el Espíritu Santo comenzó y llevó a su plenitud la obra de la redención en María, que durante toda su vida y en diversas circunstancias, dio su Sí consciente y libremente, lo vivió en apertura y docilidad dejándose moldear por Él. Se abrió “a la Palabra dejándose penetrar por su dinamismo” (DP 296) de modo que fue pasando de Madre, a Discípula de su Hijo y Madre de los hermanos de su Hijo (cfr. LG 62).

El recorrido de la fe de María, es lo que entendemos por docilidad a la acción del Espíritu Santo. Cuando

obedecemos, le tendemos la mano a Dios, que desea redimirnos.

Así que el Proyecto Redentor de Cristo es renunciar a la rebeldía y pasar a la obediencia de la fe; tener la osadía de confiar en la propuesta del Señor, sabiendo que nos ama, que sólo Él tiene palabras de vida eterna y, más aún, que Él es el camino, la verdad y la vida. Podríamos alegar cualquier credencial como argumento para demostrar nuestra comunión de vida con Jesús, pero lo único que nos pone en comunión con Él, es la obediencia; así se constata en María, y así en la vida de los santos.

En la fe, María acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que “nada es imposible para Dios” (Lc 1, 37)

Ella es la perfecta discípula que se abre a la Palabra y se deja penetrar por su dinamismo. “Cuando no la comprende y queda sorprendida, no la rechaza o la relega; la medita y la guarda. Y cuando suena dura a sus oídos, persiste

"Ella es la perfecta discípula que se abre a la Palabra"

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confiadamente en el diálogo de la fe con el Dios que le habla” (DP 296).

Compromiso

La obediencia es un reto de todos los días; no es sólo de los niños y adolescentes para con sus padres o profesores, de los trabajadores para con sus patrones, o de los religiosos o militares para con sus superiores. La obediencia a la ley de Dios es para toda la vida; la actitud de obediencia a la Palabra de Dios ha de ser algo cotidiano. En el fondo, no podríamos tener vida común sin obediencia a las leyes civiles, a las normas sociales y familiares. Si queremos vida social, requerimos obediencia.

Igualmente, el cumplimiento de la Voluntad de Dios es fundamental para la salvación. No podemos decir que seguimos a Cristo y que somos sus amigos, si no cumplimos sus mandatos. María, la más grande entre las mujeres, la Madre del Señor, nos ha dado un ejemplo muy especial; ella se auto designa como la esclava del Señor, la sierva del Señor, y así traza el camino de los que deseamos ser sus hijos espirituales.

Ya decíamos hace un momento que la obediencia nace de la confianza en Dios y de la certeza de que nos manda algo porque nos ama.

Ahora respondamos desde nuestro interior a las siguientes preguntas:

1. ¿En qué se basa mi relación con Dios?, ¿en el dar para que me dé, en la exigencia, o en la confianza, libertad y docilidad que nacen del amor?

2. ¿Me experimento amado por Dios, confiado plenamente en que su voluntad siempre busca mi bien?

3. ¿Soy agradecido con Dios porque su amor supera mis deseos, o soy un hijo malagradecido al que con nada se siente contento?

4. ¿En qué acciones y actitudes manifiesto esa confianza en Dios, que se traduce en obediencia incondicional?

5. ¿Cómo me puedo dejar alcanzar por el amor de Dios?

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¿Qué voy a hacer para manifestarle que estoy disponible a empezar una nueva relación con Él?

Termino esta homilía compartiendo un mensaje del Papa Francisco.

En el sí de María está el sí de toda la historia de la salvación y ahí comienza el último sí del hombre y de Dios: ahí Dios recrea, como en el principio con un sí hizo el mundo y el hombre, esa hermosa creación: con este sí, yo vengo para hacer tu voluntad, y de una manera más maravillosa recrea el mundo, nos recrea a todos nosotros. Es el sí de Dios que nos santifica, que nos hacer ir hacia adelante en Jesucristo. Por eso, hoy es el día justo para dar gracias al Señor y preguntarnos: ¿soy hombre o mujer del sí o soy hombre o mujer del no? O ¿soy hombre o mujer que miro un poco hacia otro lado, para no responder? Que el Señor nos dé la gracia de entrar en este camino de hombres y mujeres que han sido capaces de decir el sí. (Homilía de S.S. Francisco, 8 de abril de 2016, en santa Marta).


Dios, Padre de los pobres y de los humildes, ha elegido a María para templo de su gloria. A él dirigimos nuestra confiada oración. A cada invocación respondemos: Por intercesión de María, escúchanos Señor.

1. Te pedimos por el Papa para que creciendo en la comunión junto a María sea luz para el mundo que necesita la buena nueva del Evangelio. Oremos.

2. Por todos los pueblos, que tienen a María como referente, para que a través de su mediación prosperen en paz y concordia. Oremos.

3. Por los que gobiernan las naciones y los pueblos, para que se dejen conducir por el deseo sincero de mejores condiciones de vida para todos. Oremos.

4. Por las personas que más sufren en nuestra sociedad por la injusticia, la opresión y la exclusión, para que encuentren en nuestra caridad, remedio a sus necesidades. Oremos.

5. Por los distintos grupos, asociaciones y ministerios de nuestra Iglesia diocesana, para que fieles al testimonio de María nuestra Madre, vivan en apertura a la acción del Espíritu Santo. Oremos.

6. Por todos los niños y jóvenes, para que como Cristo se dejen guiar y educar por María, madre de todos los hombres. Oremos.

7. Por cada uno de nosotros, que participamos en esta Eucaristía, para que, como María que estuvo atenta a la escucha de la voluntad de Dios, sepamos ponerla en nuestros planes y acciones. Oremos.

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Padre misericordioso, tú que conoces nuestro corazón, ven en ayuda de la debilidad humana y, por intercesión de María, virgen orante, escucha nuestras súplicas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

El "SI" de una

adolescente,salvó a la humanidad


NOTAS

TODO ESTÁ PRESENTE A LOS OJOS DE DIOS

Salmo 138 1-18. 23-24

I Señor, tú me sondeas y me conoces;me conoces cuando me siento o me levanto,de lejos penetras mis pensamientos;distingues mi camino y mi descanso,todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,y ya, Señor, te la sabes toda.Me envuelves por doquier,me cubres con tu mano.Tanto saber me sobrepasa,es sublime, y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,adónde escaparé de tu mirada?Si escalo el cielo, allí estás tú;si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,si emigro hasta el confín del mar,allí me alcanzará tu izquierda,tu diestra llegará hasta mí.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,que la luz se haga noche en torno a mí»,ni la tiniebla es oscura para ti,la noche es clara como el día.

II Tú has creado mis entrañas,me has tejido en el seno materno.Te doy gracias,porque me has formado portentosamente,porque son admirables tus obras;conocías hasta el fondo de mi alma,no desconocías mis huesos.

Cuando, en lo oculto, me iba formando,y entretejiendo en lo profundo de la tierra,tus ojos veían mis acciones,se escribían todas en tu libro,calculados estaban mis díasantes que llegase el primero.

¡Qué incomparables encuentro tus designios,Dios mío, qué inmenso es su conjunto!Si me pongo a contarlos, son más que arena;si los doy por terminados, aún me quedas tú.

Señor, sondéame y conoce mi corazón,ponme a prueba y conoce mis sentimientos,mira si mi camino se desvía,guíame por el camino eterno.

Temario Fiestas Patronales · 2.- Encuentro de Jesús con San Juan Bautista. 3.- Encuentro de...

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