Travesuras de Guillermo

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libro para niños de 15 años, que cuenta las aventuras y travesuras de guillermo, especial para desarrollar la comprension lectora d los niños, de liviana lectura y entretenido

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Richmal Crompton Travesuras de Guillermo Guillermo va al cine La culpa de lo que vamos a contar la tuvo la ta deGuillermo. Estaba de buen humor aquella maana y regal alnio todo un cheln por haberse encargado de echarle unacarta al correo y de llevarle unos paquetes.Cmprate unos caramelos o vete al cine le dijo la ta aldarle el dinero. Guillermo baj por la calle mirando, pensativo, la moneda.Tras complicados clculos mentales, basados en el hecho deque un cheln equivale a dos monedas de seis peniques, llega la conclusin de que poda permitirse el lujo de hacer lasdos cosas que le haban propuesto.En cuestin de caramelos, Guillermo tena un criterio cerrado. El chico opinaba que la cantidad era de ms importancia siempre que la calidad.Por aadidura, tena catalogadas todas las confiteras de unalegua a la redonda.Saba cul de ellas era esplndida y no escatimaba caramelos,aunque excedieran un poco del peso debido, y tambin cul erala confitera que se atena exactamente a lo que se peda, deacuerdo con el fiel de la balanza. Era curioso de ver, en verdad, cmo contemplaba el chico laimportante operacin de pesar. Su rostro tornbase solemne,su mirada, vida. Y casi no cabe decir, despus de loexpuesto antes, cmo conoca y se alejaba de todo establecimiento rooso. Esta vez, con su cheln en el bolsillo, se detuvo ante elescaparate de su tienda favorita y permaneci cinco minutosabsorto en la contemplacin de las mil clases de caramelosque all haba expuestos.Los atractivos de unas bolas verdosas, a las que su rtulodaba el nombre de Bolas de grosella, se disputaban lasupremaca del corazn, estmago y bolsillo de Guillermo, conlos de otras bolas multicolores. El precio para nada afectaba el resultado ya que ambas clases se vendan a dos peniqueslos cien gramos, precio mximo que estaba dispuesto a pagarGuillermo por caramelo alguno.Sus compras habituales rara vez ascendan a ms de unpenique.Hola! exclam el tendero, con regocijada sorpresa.Tengo algo de dinero esta maana explic Guillermo, con lamisma expresin que hubiera podido asumir el multimillonarioRothschild. Observ, con silenciosa intensidad, cmo pesaban los caramelos verde esmeralda; vio, con satisfaccin, que echabanun caramelo ms despus de haber alcanzado el pesocorrespondiente; cogi luego el precioso paquete y,metindose un par de caramelos en la boca, sali del establecimiento. Chupando lentamente, dirigi sus pasos calle abajo, en direccin al cine. Guillermo no tena costumbre de frecuentar cines. No haba asistido a un espectculo de esta clase msque una vez en su vida.Pero el programa result emocionante. Primero se proyect lapelcula de unos criminales que, al salir de un edificio,miraban arriba y abajo de la calle, cautelosamente,encogidos, replegados en s mismos, como preparados paraatacar en todo momento. Luego, despus de tantas precauciones, avanzaban,deslizndose, por su camino, pero de una manera que hubiesellamado la atencin en todas partes a cualquier hora que ellofuese. La trama era complicada. Les persegua la polica; cogieronun tren en marcha y, a continuacin, sin motivo que lojustificase, saltaron a un automvil desde el que,finalmente, se tiraron al ro. Como veis, era emocionante y,claro, Guillermo se emocion.Sentado y completamente inmvil, miraba a la pantalla conojos muy abiertos, fascinado. Sin embargo, fuerza es decirque, a pesar de la emocin, sus mandbulas no dejaban demoverse triturando caramelos y, de vez en cuando, la mano delchico se deslizaba mecnicamente a la bolsita de papel quetena sobre las rodillas, para sacar y llevarse a la boca unanueva bola de grosella.La pelcula siguiente tena por tema la historia de amor deuna campesina, en la que figuraba una linda muchacha, a laque requera de amores el primognito de aquellas tierras, unseorito cuyos bigotes le delataban como traidor.Tras numerosas aventuras, la muchacha fue conquistada por unsimple obrero del campo, ataviado con rstico y pintorescotraje. Las emociones de ste se reflejaban en unos ademanes tan colosales, que requeran una destreza gimnsticainconcebible. Por ltimo, se vea al traidor en una celdade la crcel, mustio por completo; pero capaz an de todaclase de movimientos acrobticos con las cejas.Despus se obsequi al pblico con otra historia de amor.Esta vez, sin embargo, era la historia de dos personas denoble corazn, consumidas de amor; pero a las que una seriede malas interpretaciones y equvocos posibles slo en unapelcula tena distanciados. Contribuan a la separacin elorgullo virginal de la herona y la altivez varonil delhroe, cosas que les obligaban a ocultar sus ardores bajo ungesto altivo y fro.El hermano de la herona aleteaba por todo el argumento comoun ngel bueno.Se mostraba carioso y protector con su hermanita hurfana y,a ltima hora, fue l quien se encarg de revelar a cada unode los dos la pasin que anidaba en el pecho del otro.Resultaba tambin emocionante y conmovedor, y otra vez Guillermo se conmovi y se emocion.Sigui a esta pelcula otra de las llamadas cmicas. Empezpor un obrero solitario, que pintaba una puerta y acab enuna multitud de personas de todas clases, cubiertas depintura, que se caan escaleras abajo, unas encima de otras.Era divertida y Guillermo se divirti, pues, ruidosamente.Por ltimo, apareci en la pantalla la triste historia de lacada de un hombre en la ms denigrante embriaguez. Elborracho empez siendo un joven alocado, vestido de etiqueta,que ingera bebidas alcohlicas y jugaba a las cartas, paraacabar transformado en un viejo harapiento, que an beba yjugaba a los naipes.Tena entonces una hijita cuyo rostro era viva expresin delsufrimiento y que tena un aire de comprensiva superioridad.La pobrecita se pasaba el tiempo llorando y exhortndole aque llevase mejor vida hasta que, en un momento de exasperacin, el borracho tir a su hija una botella decerveza a la cabeza. Algo ms tarde, regaba con sus penitentes lgrimas la cama del hospital en que yaca suhija. Se arranc tambin los cabellos, alz los brazos alcielo, se golpe el chaleco y estrech a la nia contra supecho, de forma que no era de extraar que, despus de todoesto, la nia se pusiese peor y diciendo: Adis, padre; nopienses en lo que hiciste. Yo te perdono, se muriesetranquilamente.Guillermo respir profundamente al final, y, sin dejar dechupar, se puso en pie y sali de la sala de espectculos aligual que los dems espectadores. Una vez en la calle, mir cautelosamente a su alrededor, comoviera en el cine, y se desliz calle abajo, en direccin a sucasa. De pronto dio media vuelta y deshizo lo andado,corriendo por una callejuela. Esto lo haca para despistar asus imaginarios perseguidores. Sac luego un lpiz del bolsillo y, apuntando con l al aire, dispar dos veces. Dosde aquellos perseguidores suyos cayeron muertos; los restantes siguieron corriendo hacia l con ms energas quenunca. No haba tiempo que perder. Corriendo, a su vez, como elviento, baj por la calle siguiente, dejando tras de l a unseor de edad, acaricindose un pie y maldiciendo con maravillosa volubilidad, de resultas del pisotn que lepropin. Al acercarse a la puertecilla del jardn de su casa,Guillermo volvi a sacar el lpiz del bolsillo y, mirandohacia atrs y disparando al mismo tiempo, franque la puertacon gran rapidez.El padre de Guillermo se haba quedado aquel da en casaporque tena un fuerte dolor de cabeza y punzadas en elhgado. Como pudo, se levant del centro de la mata derododendros contra la que se haba visto precipitado y asi aGuillermo por el cuello.Grandsimo bandido! rugi.Qu mil diablos significa esto de que cargues contra m desemejante manera?Guillermo se desasi suavemente. Yo no daba cargas, pap contest, humildemente. No hacams que entrar por la puerta como la dems gente. Desdeluego, no miraba hacia aqu, pero no puedo mirar a todaspartes a un tiempo, porque...Cllate! rugi el pap de Guillermo.Como el resto de la familia, tema la elocuencia de Guillermo. Qu es eso que tienes en la lengua? A ver, mustramela...!Guillermo obedeci. El color de su lengua hubiera hechopalidecer de envidia a los colores ms frescos de la primavera.Cuntas veces tengo que decirte bram su padre que noquiero que te pases el da comiendo venenos?No es veneno rectific Guillermo. Son unos caramelos queme dio ta Susana porque tuve la bondad de ir a Correos allevarle una carta y...Cllate!. Tienes ms porqueras de esas?No son porqueras repuso el chico. Son muy buenos. Cmeteuno y vers. Son unos caramelos que me dio ta Susana porquetuve la bondad... Cllate!. Dnde estn? Lentamente, de muy mala gana, Guillermo sac la bolsa depapel con los caramelos. Su padre la cogi y la tir lejos,entre los matorrales. Durante los siguientes diez minutos el muchacho llev a caboun registro completo y sistemtico entre los matorrales hastadar con sus perdidas golosinas y, luego, lo que quedaba deda, se lo pas consumiendo bolas de grosella y tierra deljardn en cantidad bastante proporcionada.Cuando hubo recuperado sus caramelos, se dirigi al jardn dedetrs de la casa y se encaram a lo alto de la pared.Hola! le dijo la nia de los vecinos, alzando la cabeza.Algo de la cabeza y los rizos de la nia record a Guillermola sencilla muchacha de la pelcula. Bueno ser queadvirtamos que Guillermo tena algo de artista. En estaocasin se sinti, inmediatamente, sencillo obrero del campo.Hola, Juanita! dijo, con voz ronca y profunda, que, segncrea Guillermo, expresaba intenso cario.Me has echado de menos el rato que he estado fuera?No saba que hubieras estado ausente contest Juanita.Por qu hablas de esa forma tan rara?No hablo de forma rara manifest Guillermo, con la misma voz ronca. No puedo remediar el hablar as.Ests acatarrado. Eso es lo que tienes. Ya dijo mam que lopescaras cuando te vio chapotear en el barril de agua delluvia esta maana. Me dijo as mismo: La prxima noticiaque tendremos de Guillermo Brown, ser que est en cama conun catarro. No es un catarro repuso Guillermo, con misterio. Es que mesiento as. Qu ests comiendo?Bolas de grosella. Quieres una?Se sac la bolsita del bolsillo y se la entreg.Anda. Coge dos o tres dijo, con temeraria generosidad.Pero... si estn sucias!Anda... No es ms que barro ordinario. Adems, se deshace enseguida en la boca. Y los caramelos estn muy buenos.Derram unos cuantos sobre ella. Oye agreg, volviendo a su papel de simple hijo del campo.Decas que me habas echado de menos? Apostara cualquiercosa a que no has pensado t en m tanto como yo en ti.Apuesto a que no.A medida que hablaba, su voz se haba ido haciendo msprofunda, hasta apagarse casi por completo.Oye, Guillermo, te duele tanto la garganta que tienes quehablar as? Los azules ojos de la nia estaban llenos de ansiedad ysimpata.Guillermo se llev una mano a la garganta y frunci elentrecejo. Y si le doliera?Un poco contest, como quien no le da importancia a lacosa. Oh, Guillermo! dijo, ella, entrelazando las manos. Dueletodo el tiempo?La preocupacin de la muchacha halag a nuestro amigo.Por lo menos no hablo gran cosa del asunto, te das cuenta?repuso l, pavonendose.Juanita se puso en pie y le mir con los ojos azules muyabiertos. Oh, Guillermo...! A que...!A que son los pulmones! Yo tengo una ta que padece de lospulmones y tose sin parar...Guillermo tosi. ... Y le duelen mucho y la ponen la mar de mala. Oh,Guillermo! Dios quiera que no tengas t malos los pulmones!Su rostro carioso le contemplaba lleno de ansiedad.S, eso es; tengo malos los pulmones dijo el muchacho;pero no ando dndole importancia.Volvi a toser. Qu te ha dicho el mdico?Guillermo reflexion unos momentos. Dice que no hay duda de que tengo malos los pulmones manifest, por fin. Dice que tengo que andar con muchocuidado. Guillermo, te gustara mi caja de pinturas nueva?Me parece que no. Ahora no, desde luego. Pero gracias, detodos modos. Tengo tres pelotas y, una de ellas, est completamentenueva. No te gustara, Guillermo?No; gracias. Es que, comprendes? Es intil andar coleccionando muchas cosas. Cualquiera sabe lo que va aocurrir... teniendo malos los pulmones.No digas eso, Guillermo!Su angustia resultaba pattica.Naturalmente se apresur a decir entonces el chico, siando con cuidado, no pasar nada. No te preocupes por m.Juanita! se oy gritar en aquel momento, desde la casavecina. Es mam. Adis, querido Guillermo. Si pap me trae chocolate, te lo dar. De veras que s. Gracias por lasbolas de grosella. Adis. Adis... y no padezcas por m agreg, con valor, elsupuesto enfermo.Se meti otra bola de grosella en la boca y se puso a errarpor el primer punto que le pareci, hasta llegar a la puertaprincipal de su casa.All vio a su hermana mayor, Ethel, que se hallaba a lapuerta, estrechndole la mano a un joven.Har cuanto pueda por usted deca ella, con sinceridad.Sus manos seguan fuertemente asidas.Ya s que lo har respondi l con igual conviccin.Tanto la mirada como el acto de estrechar las manos fueron largos.Despus el joven se alej. Y Ethel permaneci en el umbral,siguindole con la vista, con una mirada abstrada en losojos. Guillermo sinti que su inters se despertaba.Era Juanito Morgan, verdad?dijo.S contest Ethel, distrada.Y se meti en casa. La mirada, el acto de estrechar las manos y las palabras,persistan en la memoria de Guillermo. Deban de quererse unabarbaridad, como los que son prometidos, pens. Pero sababien, por otra parte, que los dos jvenes no eran prometidos.Tal vez sigui pensando, fuesen demasiado orgullosos paradecirse cunto se queran, como aquella pareja de la pelcula.Indudablemente, Ethel necesitaba un hermano, como aquel delcine, que revelara sus sentimientos al hombre amado.De pronto, un rayo de luz ilumin la mente de Guillermo, quese sumi en profunda reflexin.Mientras tanto, ajena por completo a las cavilaciones de suhermano, Ethel hablaba con su madre, dentro de la casa.Va a pedir su mano el domingo que viene. Me lo ha dicho am, porque soy la mejor amiga de ella y quera preguntarme siyo supona que haba esperanzas para l. Le dije que s, quelo crea, y que iba a procurar prepararla a ella un poco ydecir algo en favor de l, si me era posible.Verdad que todo esto es la mar de emocionante?S, querida. A propsito, has visto a Guillermo por algnsitio? Espero que no andar haciendo travesuras.Estaba en el jardn de delante hace unos momentos. Pero noest ah ahora agreg la joven, luego de acercarse a laventana. Precisamente, en aquel momento, Guillermo acababa de llegar acasa del seor Morgan.La doncella le hizo pasar a la salita de espera. El seor Brown anunci. El joven se puso en pie para recibir a la visita, con unacortesa no exenta de aturdimiento. Apenas conoca al pequeoy no poda explicarse a qu haba ido a verle.Buenas tardes dijo Guillermo.Vengo de parte de Ethel.S?S. Guillermo se rebusc en el bolsillo y acab sacando uncapullo de rosa, algo aplastado por su prximo contacto conbola de grosella, un cortaplumas, un trompo y un trozo demasilla. Le enva a usted dijo, muy serio.El seor Morgan lo mir como quien ve visiones.S? Pues ha sido muy amable!Es una especie de recuerdo explic Guillermo.Ya, ya...! Y no te dio un mensaje?Claro que s. Quiere que vaya usted a verla esta noche.Ah...! S, claro... Acabo de verla. Pero tal vez se hayaacordado de algo que se olvid de decirme.Tal vez. Luego:Dijo a qu hora?No; pero supongo que ser a eso de las siete.Ah, s? Bueno.Los ojos del seor Morgan estaban clavados, como hipnotizados, en el capullo de rosa, marchito y bastantesucio. Y dices... que me manda esto?S. Y no dijo nada ms?No. Pues... bueno. Dile que ir con mucho gusto, quieres?S. Silencio. Y, un poco despus, dijo el chico:Ethel tiene muy buena opinin de usted.El seor Morgan se pas una mano por la frente.S? Es muy... muy amable...Vaya si lo es.Siempre habla de usted en sueos prosigui Guillermo,calentndose mientras desarrollaba su historia. Yo duermo en la habitacin de al lado y la oigo hablar deusted toda la noche. No hace ms que repetir su nombre enalta voz. Juanito Morgan, Juanito Morgan, Juanito Morgan....La voz de Guillermo se haba tornado ronca e intensa. As, en el mismo tono en que lo digo yo... no hace ms querepetirlo.Juanito Morgan, Juanito Morgan, Juanito Morgan.El pobre seor Morgan estaba mudo de asombro. Miraba, conexpresin de espanto, al muchacho.Ests... seguro? dijo, por fin. Tal vez fuese el nombrede otra persona.No respondi Guillermo, con firmeza; era el de usted.Juanito Morgan, Juanito Morgan, Juanito Morgan... as, enel tono en que se lo digo. Y ahora apenas come siquiera. Nohace ms que asomarse a las ventanas para verle a ustedpasar.Gruesas gotas de sudor baaban la frente del seor Morgan.Es algo horrible...! dijo, finalmente, con ronco susurro.Guillermo, en cambio, estaba encantado. El joven se habadado cuenta, por fin, de su crueldad con Ethel.Ahora bien, a Guillermo nunca le gustaba dejar las cosas amedio hacer. Permaneci sentado, tranquilo y silencioso, pensando en loque dira a continuacin. Mecnicamente, se llev una mano albolsillo y se meti una bola de grosella en la boca.El seor Morgan tambin guardaba silencio, con la vistaclavada en el espacio y una expresin de angustia en elsemblante. Tiene un retrato de usted invent Guillermo, por fin,metido en una de esas cositas redondas que se llevan alcuello, colgadas de una cadena.Es... ests... seguro? pregunt el seor Morgan, condesesperacin.Completamente seguro declar el chico, ponindose en pie.Bueno, ya es hora de que me vaya. No olvide que tiene muchoempeo en verle a usted a solas esta noche. Adis.Pero el seor Morgan no contest.Permaneci hundido en su asiento, con la vista clavada en elespacio mucho tiempo despus de haberse marchado Guillermo.Luego se humedeci los resecos labios.Y, finalmente, gimi:Cielo santo!Guillermo iba pensando en el cine cuando regresaba a su casa.Aquella pelcula del pintor era magnfica.Especialmente, cuando se llenaron todos de pintura...! Ytambin cuando se cayeron todos por la escalera...Guillermo ri ruidosamente al recordarlo. Pero, qu era lo que haba hecho el pintor al principio,antes de ponerse a pintar? Ah, s...! Haba quitado lapintura vieja con una especie de antorcha y un cuchillo, para luego aplicar la pintura nueva. Estuvo haciendo algo as comoderritiendo la pintura vieja y luego raspndola.Guillermo nunca lo haba visto hacer en la vida real; perosupona que aquello era lo que se haca para quitar lapintura vieja. Derretirla con una especie de fuego y luegorasparla.Desde luego, no estaba muy seguro de que fuese as; peropoda averiguarlo.Al entrar en su casa sac el cortaplumas del bolsillo, loabri, pensativo, y, finalmente, subi la escalera.El seor Brown regres a su domicilio a eso de la hora decenar. Cmo anda tu dolor de cabeza, pap? pregunt Ethel, coninters. Muy mal! respondi el seor Brown, dejndose caer en unabutaca. Tal vez la cena te siente bien dijo su esposa; ya debieraestar hecha. En aquel momento, la doncella entr en la habitacin.El seor Morgan, seora. Pregunta por la seorita Ethel. Lehe hecho pasar a la biblioteca.Precisamente ahora? el seor Brown estall. Qu mildia...? Por qu viene ese idiota a estas horas? Nada menos que alas siete de la noche! A qu hora cree l que cenamos? Qupretender yendo a visitar a la gente a la hora de cenar?Qu...?Ethel, hija interrumpi la seora Brown; ve a ver lo quequiere y qutatelo de encima lo antes posible.Ethel entr en la biblioteca, cerrando luego, cuidadosamente,para que no llegaran hasta all los sonidos estridentes delos comentarios de su padre.Observ que el rostro del seor Morgan tena una expresin deaplanamiento cuando ste se puso en pie para saludarla.Ejem...! Buenas noches, seorita Brown.Buenas noches, seor Morgan.Despus de este cordial saludo, se sentaron en silencio,aguardando ambos que el otro hablara. El silencio se hizoopresivo. El seor Morgan, con aire de agudo embarazo yangustia, se agit, inquieto, y tosi. Ethel ech una miradaal reloj.Finalmente... Llova cuando entr usted, seor Morgan?Llover? Pues... no... De ninguna manera.Silencio. Pues tena aspecto de querer llover esta tarde.S, lo pareca... Pero no ha llovido, no; de ninguna manera. Nuevo silencio. Hay que ver lo mal que se ponen las carreteras por aqu encuanto llueve...! Oh, s!El seor Morgan alz una mano, como para aflojarse el cuello.Desde luego, muy mal.Casi intransitables. Pero que completamente.Silencio otra vez. Y en la sala, el seor Brown empezaba a impacientarse.He de esperar la cena toda la noche por culpa de ese jovenimberbe? Las siete y cuarto! Demasiado sabes que lo que ms memolesta es que me fastidien las horas de las comidas.Es que ha de estropearme a m la digestin nada ms queporque a ese lechuguino se le ocurra hacer visitas a lassiete de la noche? Pues no tendremos ms remedio que invitarle a cenar,entonces propuso la seora Brown, tambin desesperada. Noveo otra solucin. Quia! Me he alejado un da del despacho por tener dolor decabeza y no para verme obligado a invitar a todos los jvenesimbciles de estos alrededores. Son el timbre del telfono. El seor Brown se llev las manos a la cabeza. Ay...!Yo contestar se apresur a decir su esposa.Regres con el entrecejo fruncido y aspecto de preocupacin.Era la seora Clive dijo.Asegura que Juanita se ha puesto muy mala debido a unoscaramelos horribles que le dio Guillermo y dice que lamentamucho lo de nuestro nio y que espera que se pondr mejorpronto. No lo comprend del todo; pero parece ser queGuillermo les ha contado que tuvo que ver al mdico por lospulmones y que ste le haba dicho que los tena muy dbilesy que debera andar con cuidado.El seor Brown peg un brinco en su asiento.Pero... por qu... mil... demo...?No lo s, querido respondi su esposa, aturdida y sindejarle acabar. No entiendo tampoco una palabra de todoesto. Est loco asegur el seor Brown, convencido.Loco! No cabe ms explicacin.En aquel momento se oy abrirse y cerrarse la puertaprincipal de la casa y a poco entr Ethel. Estaba muycolorada. Se ha ido dijo. Mam, ocurre algo horrible! No me explicmucho; pero parece ser que Guillermo fue a su casa y le dijoque yo quera verle a solas, esta noche a las siete. Y hoyapenas si le he dirigido la palabra a Guillermo! Por lotanto, es imposible que haya interpretado mal palabra algunama. Adems, es que incluso llev una flor... un capullo derosa horrible...! y ese hermano mo dijo que se la habamandado yo, yo!No supe ni qu decir ni hacia dnde mirar. Te digo, mam,que fue horrible!La seora Brown miraba a su hija, completamente anonadada.El seor Brown se puso en pie con la expresin de un hombreque ya no puede soportar ms.Dnde est Guillermo? pregunt brevemente.No s; pero me pareci orle subir la escalera hace rato.Efectivamente, Guillermo estaba arriba. Durante los ltimosveinte minutos haba estado ocupadsmo, feliz y silencioso,junto a la puerta de su cuarto. Empuaba una cerilla en unamano y el cortaplumas en la otra.Ya no caba la menor duda. Mediante un experimento feliz, elchico haba demostrado que as era cmo se quitaba la pinturavieja.Cuando el seor Brown le sorprendi, tena ya quitada toda lapintura de uno de los entrepaos. Una hora ms tarde, Guillermo se hallaba en el jardnposterior, sentado sobre una caja y chupando con ciertatestarudez retadora la ltima y ms sucia bola de grosellaque le quedaba.Tristemente pas revista al da.No haba sido un xito. Su generosidad con la nia de losvecinos haba sido interpretada como atentado contra su vida;sus esfuerzos por ayudar a su hermana en asuntos de amor, seinterpretaron mal, y, finalmente, porque, entre otras cosas,haba descubierto un mtodo completamente cientfico paraquitar pintura vieja, le haba atacado brutalmente un padreviolento y poco razonable.De pronto, Guillermo empez a preguntarse si no bebera supadre. En seguida, se vio a s mismo, emocionado, en el papeldel hijo de un borracho, como haba visto en el cine. Intentimaginarse a su padre, lacrimoso junto a un lecho delhospital, pidindole a l, a Guillermo, perdn. Era unmilagro que no se hallase ya en el hospital, dado lo que yasenta. Sus hombros cayeron y en actitud entera expres unintenso desaliento. Entretanto, en casa, su padre, arrellanado en un silln,hablaba con su madre; y el hijo era tpico de la conversacin. El hombre se oprima con una mano su dolorida frente; y movala otra. Tiene trastornado el juicio deca; est loco de atar.Debas llevarle a un mdico para que le examine el cerebro.Fjate en lo que ha hecho hoy. Empez por tirarme de unempujn encima de una mata de rododendros, sin que yo lehubiese provocado. Fjate bien, eh? Ni siquiera le habadirigido la palabra. Luego intent envenenar a esa nia tanmona, que vive al lado, con una porquera que yo cre haberlequitado y arrojado lejos. Despus anduvo por ah diciendo ala gente que est tuberculoso.Cmo si lo pareciera...! A continuacin va y lleva mensajesy recuerdos extraordinarios, de parte de Ethel, a jvenesdesconocidos y los hace venir aqu en el preciso momento enque vamos a ponernos a cenar. Y, por si eso no bastara, sepone a quemar y raspar las puertas. Dnde est el sentidocomn en todo eso? Son actos de un loco... De veras, debasllevarle a un especialista en enfermedades mentales.La seora Brown cort el hilo de zurcir y coloc a un lado elcalcetn que acababa de coser.Efectivamente, todo eso parece muy estpido, querido admiti; pero seguramente tendr su explicacin, aunquenosotros, no la conozcamos.Los nios son unos seres tan raros...!Consult el reloj y se acerc a la ventana.Guillermo! llam. Es hora de que te acuestes, hijo mo.Guillermo se puso tristemente en pie y entr, muy despacio,en la casa. Hasta maana, mam dijo.Luego mir, an ms tristemente y con reproche, a su padre.Hasta maana, pap dijo. No te entristezcas por lo que hashecho. Yo te per...Se interrumpi decidiendo, apresurada pero prudentemente,retirarse a toda velocidad. Guillermo es un entrometido Es distinta a todas las dems mujeres del mundo balbuciRoberto, entusiasmado. Es imposible describirla! No hayquien sea capaz de hacerle justicia! Su madre continu zurcindole los calcetines y no hizocomentario alguno.Slo Guillermo, su hermano menor, manifest inters.Cmo es que resulta distinta a las dems? pregunt. Esciega, coja, o algo as?Roberto se volvi hacia l, hecho una furia.Anda y ve a jugar a soldados!dijo. Una criatura como t no puede comprender estas cosas.Guillermo se retir con dignidad a la ventana. Pero desdeall escuch, sin perder detalle, el resto de la conversacin. Muy bien, querido; quin es?pregunt finalmente la madre. Y a propsito, Roberto, nopuedo comprender cmo te las arreglas para hacer estosagujeros en los talones.Roberto se pas la mano por el cabello.Ya te he dicho quin es, mam contest, haciendo caso omisode los calcetines. No he dejado de hablar de ella desde queentr en el aposento.S, ya lo s, querido; pero an no has pronunciado su nombreni has dicho cosa alguna acerca de quin es ella.Bueno se conform el joven, con aire de pacienciasobrehumana. Pues se trata de una tal seorita Cannon, queest pasando una temporada en casa de los Clive. La conocesta maana, pues me la encontr en la calle con la seoraClive y sta me present. Y es la muchacha ms hermosa queen mi vida he visto, y...!Ya s, ya s! se apresur a decir la seora Brown. Me hasdicho todo eso. Bueno... declar entonces Roberto, dndose importanciapues tenemos que invitarla a tomar el t con nosotros. Ya sque no me puedo casar con ella todava en tanto siga en laUniversidad... Pero poda empezar a conocerla ahora; no esque crea yo que me va a hacer caso. Sabes? Vale cien milveces ms que yo...! Cien mil veces ms que todo el mundo!Es la muchacha ms hermosa que he conocido! No te la puedesimaginar. No me creeras si te la describiera. Nadie seracapaz de describrtela! Es...La seora Brown le interrumpi precipitadamente.Le pedir a la seora Clive que la traiga una tarde. Debodecirte que no me queda ms lana azul, Roberto.Es lstima que te d por tener calcetines de tantos coloresdistintos. No tendr ms remedio que usar esta lana morada.El agujero est en el taln, y no se ver.Roberto solt una exclamacin de horror. No puedes hacer eso, mam! Cmo sabes t que no se ver? Y, aunque no se viese... conslo pensar en ello...! Ahora que he conocido a ella, meencuentro en el momento ms crtico de mi existencia. Nopuedo andar por ah con la sensacin de que de un momento aotro puedo hacer el ridculo!Oye pregunt Guillermo, que haba escuchado boquiabiertoests lelo por ella?Guillermo! No uses esas expresiones tan ordinarias dijo alpunto la seora Brown. Roberto slo siente por ella ciertointers amistoso. Verdad, Roberto?Cierto inters amistoso! gimi Roberto, desesperado.Nadie intenta comprender nunca lo que yo siento! Despusde todo lo que te he dicho de ella y que es la muchacha mshermosa que he visto en mi vida y que vale cien mil veces msque yo y que todo el mundo, crees que siento cierto intersamistoso! Pues no! Esa muchacha es... es la gran pasin demi vida! Es...!Bueno, bueno interrumpi serenamente la seora Brown.Llamar por telfono a la seora Clive y le preguntar sitiene algo que hacer maana por la tarde.El rostro trgico de Roberto se ilumin; luego qued pensativo un rato y en su semblante se reflej la ansiedad.Verdad que Elena puede plancharme los pantalones del trajecastao esta noche? Y t mam, podras conseguirmecalcetines y una corbata antes de maana? Azules, me parece... De un azul brillante, sabes? No demasiado brillante, pero no tan poco que no se note. Y otra cosa: yapoda ser la lavandera algo mejor... Un cuello debierarelucir cuando se lo pone uno. Esas lavanderas, sin embargo, no se preocupan de darles brillo nunca. Ms vale queme compre unos nuevos para maana. Es tan importante elaspecto de uno!Ella... y toda la gente suele juzgarle a uno por su aspecto.Se... La seora Brown dej a un lado su tarea.Ir a llamar a la seora Clive ahora mismo dijo, paraterminar de una vez. Cuando volvi, Guillermo se haba marchado y Roberto estabade pie junto a la ventana, con el rostro plido y fruncido elentrecejo, un poco a lo Napolen.La seora Clive no puede venir anunci la buena seora;pero, a pesar de todo, la seorita Cannon vendr sola. Pareceser que ha conocido a Ethel no s dnde. Conque no tienes porqu preocuparte ms, hijo mo.Roberto emiti una risa sardnica. Preocuparme! dijo. Todava quedan cosas de sobra parapreocuparme. Qu hago con GuillermQu pasa con l?No podra marcharse a algn sitio maana? Las cosas no irnbien estando Guillermo aqu. Demasiado lo sabes t.El pobre tendr que tomar el t con nosotros, querido. Estoysegura de que ser bueno. Ethel estar aqu, adems, yayudar. Le dir al nio que no te moleste. Estoy segura deque ser bueno. Guillermo haba recibido rdenes terminantes. No deba entrar en casa hasta que sonara el timbre anunciando la hora del ty haba de salir y jugar en el jardn otra vez inmediatamentedespus.En honor de Guillermo hemos de decir que estaba dispuesto aobedecer al pie de la letra. Roberto, en el papel de hroeenamorado, le emocionaba. Tomaba la situacin muy en serio.Se hallaba el chico en el jardn, cuando lo atraves lavisita, camino de la casa.Como se le haba dicho que no se presentara, Guillermo sedesliz silenciosamente y contempl la pasin de su hermanopor entre las matas de rododendros.Semejante proceder estaba, por aadidura, muy en consonanciacon el papel que el nio estaba desempeando de momento: elde un caudillo piel roja.La seorita Cannon era, verdaderamente, bonita. Tena cabellocastao, ojos pardos y unos hoyuelos encantadores en lassonrosadas mejillas. Adems, en aquella ocasin vesta deblanco y llevaba una sombrilla.Avanz por el paseo sin mirar a derecha ni izquierda, hastaque un leve movimiento entre los matorrales le llam laatencin. Entonces se volvi rpidamente hacia dicho punto yvio el rostro de un nio, tiznado evidentemente con corchoquemado, alrededor de cuya cabeza campeaban unas cuantasplumas de gallina sujetas con una cinta.Y al punto aparecieron los hoyuelos en sus mejillas.Salve, Gran Jefe! dijo.Guillermo la mir boquiabierto.Semejante muestra de inteligencia en una persona mayor, sesala de lo corriente. Soy el jefe Mano Roja explic poniendo una cara terrible.Ella le hizo entonces una profunda reverencia. En sus ojosbailaba la risa. Y qu muerte aguarda a la rostro plido indefensa que hacado en las manos del Gran Jefe? Ms vale que me siga a mi wigwan y lo ver repuso ManoRoja, sombro. La joven dirigi una mirada hacia el recodo del paseo, trasel cual se hallaba la casa, pero con contenida risa, siguial muchacho por entre los matorrales.Desde cierto punto, era visible la ventana de la sala, endonde se hallaba Roberto, plido de ansiedad, con sus pantalones recin planchados y bien subidos para exhibir loscalcetines azules nuevos con los ojos fijos en el recodo delpaseo por el que haba de aparecer su amada. De vez en cuandola inquieta mano del enamorado se alzaba para tocar sucorbata nueva, y brillante cuello que resultaba un poquitndemasiado alto y un mucho apretado para ser cmodo; pero que,segn el camisero, era la forma de ltima creacin y mselegante.Entretanto, la amada del enamorado haba llegado al refugioque Guillermo se haba construido con ramas cortadas de losrboles, y en el que haba pasado muchas horas felices conuno u otro de sus amigos.Aqu est el wigwan, rostro plido dijo con voz sepulcral.Qudate en l mientras decido con Rostro de Serpiente y otrosjefes cul ha de ser tu muerte. Ah estn Rostro de Serpientey los dems agreg, luego con su voz normal, sealando unpequeo grupo de arbustos.Seguidamente, el chico, acercndose a ellos, se puso a hablarferoz e ininteligiblemente durante unos minutos, volviendo sutiznado rostro de vez en cuando y sealando a la muchacha,como si estuviera describiendo su captura con toda clase dedetalles y feroces ademanes.Finalmente, volvi junto a ella.El idioma que hablaba era piel roja explic con voznatural. Luego, bajando de tono y asumiendo un gesto ms feroz quenunca, rugi:Rostro de Serpiente dice que la rostro plido ha de perderel cuero cabelludo y despus ser guisada y comida.Sac un cuchillito, abrindolo como si pensara efectuar laoperacin; luego continu:Pero yo y los otros hemos dicho que, si quieres ser squawy guisar para nosotros, te perdonaremos la vida.La seorita Cannon se dej caer de rodillas.Mi humilde y profundo agradecimiento, gran Mano Roja! manifest. Con mucho gusto ser vuestra squaw.Tengo un fuego por aqu dijo entonces Guillermo, conorgullo, conduciendo a su amiga al otro lado de su wigwan,donde un pequeo fuego de lea arda con mortecina llama, yaque quedaba ahogado por una enorme lata llena de un lquido. Eso, oh, squaw! hizo saber Mano Roja con dramticogesto es un rostro plido al que hicimos prisionero anoche.La squaw palmote de alegra.Qu bien! exclam. Se est guisando?Mano Roja afirm con la cabeza.Luego manifest, en tono decidido:Le buscar unas plumas. Usted tambin deba usar plumas.Se meti en el wigwan y pronto sali con un puado deplumas de gallina.Al punto la seorita Cannon se quit el sombrero y riendo secoloc las plumas entre su vaporoso cabello.Qu divertido! exclam. De verdad que me encantan lospieles rojas.Tengo tambin corcho para que se pueda pintar la cara hizosaber Guillermo en un arranque de generosidad.Se quema en seguida en la lumbre.Pero la joven dirigi una mirada hacia las chimeneas de lacasa, visibles por entre los rboles, y movi su lindacabecita negativamente, con aparente pesar.Me parece que ser mejor que no lo haga murmur tristemente. No importa se conform el chico. Ahora me ir yo de caza yusted remueva el guiso de rostro plido y nos lo comeremoscuando yo vuelva. Me voy. Fjese cmo sigo una pista.Abri su cuchillito con sanguinario ademn y, dirigiendosiniestras miradas a su alrededor, se arrastr por entre losmatorrales. Evolucion bien a la vista de la squaw, con elevidente objeto de impresionarla. Ella, mientras, revolvi lamezcla de la lata con una ramita, dirigiendo al muchacho, devez en cuando, las miradas de admiracin que tan evidentemente deseaba. Pronto regres el supuesto piel roja, llevando esta vez alhombro una esterilla que ech a los pies de su amiga.Un gamo, squaw! exclam como declamando. Guselo! Lahe tenido fuera de casa toda la maana agreg Guillermo envoz normal. An no la han echado de menos. Sac del wigwan dos latas pequeas y, quitando la grandeque estaba en el fuego, ech parte de su contenido en las dospequeas.Aqu tiene su parte de rostro plido, squaw.Oh! repuso ella, con evidente alegra. Estoy segura deque estar riqusimo; pero...No tenga usted miedo declar Guillermo, comprendiendo;est muy bueno.Cogi el envoltorio de un paquetito de sopa, que yaca trasun rbol, y agreg:No es ms que esto y agua y est muy rico! Qu bien! Te dejan...?No me dejan se apresur a interrumpir l; pero hay muchosen la despensa y no echan de menos uno de vez en cuando.Ande! agreg animador. No me importa que se lo tomeusted! De veras que no. No tardar en coger ms.Por complacerle, pero haciendo un esfuerzo, la muchacha sellev la lata a los labios y tom un sorbo.Exquisito! exclam al punto.Y cerrando los ojos, se lo bebi de un tirn.El rostro de Guillermo brillaba de orgullo y de felicidad.Pero se nubl al sonar un timbre en la casa. Caramba! El t!La seorita Cannon se sac entonces apresuradamente lasplumas del pelo y se puso el sombrero.No tendrs un espejo en tu wigwan, verdad? pregunt.No confes Guillermo; pero conseguir uno para cuandovuelva usted aqu. Lo sacar del cuarto de Ethel.No se enfadar?No se enterar asegur sencillamente el muchacho.La seorita Cannon se alis el vestido. Me he retrasado una enormidad. Qu pensarn de m? Hice una barbaridad en acompaarte. Yosiempre estoy haciendo barbaridades. Esto ha de quedar entrenosotros dos, sabes?Y al decir esto dirigi a Guillermo una sonrisa deslumbradora. Ahora, entremos y confesemos nuestra culpa.No puedo dijo el muchacho.Tengo que lavarme y presentarme limpio y arreglado. Promethacerlo. Hoy es un da especial. Por Roberto, comprende? Bueno, ya mecomprende usted. Es por Roberto.Alz la vista hacia el intrigado rostro de la muchacha ymovi la cabeza con aire de expresiva picarda. A todo esto, Roberto estaba frentico. Se haba pasado lamano por la cabeza tantas veces, que el cabello termin porponrsele de punta.No podemos empezar sin ella dijo nuevamente a su madre.Creer que somos la mar de groseros. Y eso la alejar de mpara siempre. No est acostumbrada a que la traten as.Es una de esas muchachas sin cuya presencia nadie se pone acomer. Es la mujer ms bonita que he conocido en la vida yt, mi propia madre, pretender tratarla as. Quizs estsechndome a perder toda la existencia. No tienes la menoridea de lo que esto significa para m. Si la hubieses visto, simpatizaras un poco ms conmigo. Me es completamenteimposible describirla... Yo...Dije a las cuatro, Roberto contest con determinacin laseora Brown y ya son ms de las cuatro y media. Ethel, dilea Emma que puede tocar el timbre y servir el t.La frente de Roberto se ba de sudor. Esto es el derrumbamiento de todas mis esperanzas declarroncamente. Por fortuna, unos cuantos minutos despus de haber sonado eltimbre, llamaron a la puerta de la casa.En el acto, Roberto se alis una vez ms su rebelde cabellocon agitados movimientos y contrajo la boca en dolorosasonrisa. Y la seorita Cannon apareci, encantadora, en el umbral.Verdad que soy una verdadera calamidad? pregunt riendo.En realidad, me encontr con el nio de ustedes en el jardny he pasado un rato en su compaa. Es encantador.Sus ojos pardos descansaron, un momento, sobre Roberto. stese humedeci los labios y forz una sonrisa; pero no fuecapaz de articular palabra.S, conozco a Ethel y me presentaron a su hijo... Fue ayer,verdad? Roberto pretendi confirmarlo y murmur algo ininteligible,llevndose una mano al cuello demasiado apretado.Por ltimo, atin a hacer una rendida inclinacin.A continuacin pasaron todos al comedor.Guillermo lleg unos momentos despus. Iba muy bien peinado,habindose quitado casi por completo las manchas de corchoquemado de la cara, as como las plumas del cabello.El peso de la conversacin lo llevaron la seorita Cannon yEthel. Roberto se devan los sesos para ver si se le ocurra algunaobservacin ingeniosa, algo que le hiciera merecer ms a losojos de la muchacha; pero no se le ocurri nada.Sin embargo, cada vez que los ojos de la beldad se posaban enl, forzaba la misma sonrisa atormetada de siempre, y sellevaba una mano al cuello. Se dio cuenta, con desesperacin, que los preciosos momentostranscurran sin que hubiese llegado a revelar l su pasin,salvo con las miradas, cuyo mensaje tema que ella no hubieraentendido. Cuando acabaron el t, Guillermo se volvi hacia su madre,preguntando con susurro sibilante, lleno de ansiedad:Tambin yo deba haberme puesto mi traje de fiesta?La risa bail en los ojos de la seorita Cannon y la miradaque el medroso Roberto dirigi a su hermano, hubiera aplastado a un espritu menos osado que el del traviesochico. ste haba olvidado por completo las rdenes que recibiera deretirarse inmediatamente despus del t. Todas las indirectasque se le dirigan caan en baldo.Sigui a la seorita Cannon al saln y se sent en el sofjunto a Roberto, que se haba colocado al lado de su amada.Le... gusta la lectura, seorita Cannon? empez a decirRoberto, haciendo un esfuerzo.Yo... escrib un cuento una vez se jact al momentoGuillermo, inclinndose por delante de Roberto antes de queella pudiera contestar.Y era la mar de bueno. Se lo ense a algunas personas.Tambin se lo ensear a usted si quiere. Empezaba con unpirata, en una balsa... Y roba unas joyas, y el rey a quienpertenecan las joyas le persegua en un vapor. Y, cuando lealcanzaba, el pirata se tir al agua y se llev las joyas conl, y un pez se las trag, y el rey lo pesc y...Se detuvo para respirar.Me encantara leerlo! afirm al punto la seorita Cannon.Roberto se puso de lado y, descansando un codo en la rodillapara tapar a Guillermo, dijo con voz ms ronca an:Cul es su flor favorita, seorita Cannon?La cabecita de Guillermo se asom junto al brazo de Roberto.Yo tengo un jardn. Tengo flores virginianas que crecen muyaprisa. Me gustan las cosas que crecen aprisa.A usted no? Se cansa uno de aguardar que crezcan las otrasclases, verdad que s?Roberto se puso en pie, desesperado.Le gustara ver el jardn y los invernaderos, seoritaCannon? pregunt.Realmente me gustara mucho asegur ella.Dirigiendo antes una mirada amenazadora a su hermano, Robertocondujo a la joven al jardn. Pero Guillermo, rebosante deinocente animacin, les sigui.Sabe usted atar nudos que nadie pueda desatar? pregunt.No contest ella. Ojal supiera!Pues yo s s. Pero no se preocupe: le ensear a hacerlos.Conseguir un cordel y le ensear ms tarde. Es fcil, perohay que tener prctica, sabe? Y tambin le ensear a haceraeroplanos de papel, que vuelan por el aire cuando haceviento. Eso s es muy fcil. Slo hay que tener cuidado dehacerlos del tamao justo. Yo s construirlos, y s tambinhacer muchas cosas de cajas de cerillas y cosas y...Roberto le interrumpi, enfurecido.stas son las rosas de mi padre.Se siente muy orgulloso de ellas. Son muy hermosas.Ya ver usted mis flores de Virginia! No le digo ms.Aguarde...!Acepta usted esta rosa de t, seorita Cannon? Robertotena en aquel momento el rostro congestionado. Le... le vaa usted bien. Usted... ejem...! las flores y usted...es decir... estoy seguro de que... a usted le gustan lasflores... Usted deba... tener... ejem...! flores siempre.Si yo...Y yo le coger esas encarnadas y esa blanca intercal el nomenos enamorado Guillermo, decidido a no dejarse aplastar porla voz de su hermano. Y le dar parte de mis floresvirginianas. Y no acostumbro a darle flores de Virginia anadie. Esto ltimo lo dijo con mucho nfasis.Cuando regresaron a la sala, la seorita Cannon llevaba unenorme ramo de flores de Virginia y de rosas blancas yencarnadas que ocultaban por completo la rosa de Roberto.Guillermo iba a su lado, charlando animadamente y con aplomo.En cambio, el pobre Roberto iba detrs, con la desesperacinreflejada en su rostro.Fue entonces cuando, correspondiendo a la mirada angustiadade ste, la seora Brown llam a Guillermo a su lado,mientras Roberto y la joven volvan a sentarse en el sof.Espero... espero dijo Roberto con gran emocin. Espero quesu estancia aqu sea muy larga.Bueno y por qu no he de hablarla yo?El susurro de Guillermo era alto e indignado.Calla, querido! pidi la seora Brown.Me gustara ensearle a usted algunos de los paseos de losalrededores prosigui Roberto, desesperado, procurando hacercaso omiso de las palabras odas, y dirigiendo una temerosamirada hacia el rincn en que Guillermo hablaba, lleno deindignacin, con su madre.Me concede usted ese...ejem...! placer... ejem...! honor?No haca ms que hablar con ella dej or otra vez la vozde Guillermo. No haca ningn da, verdad? Yoslo hablaba con ella! El silencio se hizo intenso. Roberto, congestionado, abri laboca para decir algo, cualquier cosa para ahogar aquellaterrible voz; pero no pudo modular nada. Era evidente que laseorita Cannon estaba escuchando a Guillermo con mucha atencin. No puede hablarle ninguna otra persona nunca? El susurrosibilante del nio alzado en indignada splica, llen el cuarto. Nada ms que porque Roberto se ha enamorado deella? (El recuerdo trgico de aquel momento fue la pesadilla deRoberto da y noche durante muchas semanas).La seora Brown tosi llena de apuro tambin y repentinamenteempez a describir, con innecesario lujo de detalles, losdestrozos causados por las orugas en el rosal favorito de sumarido. Finalmente Guillermo se retir con ofendida dignidad aljardn, un momento despus; pero entonces la seorita Cannonse levant del sof. Me temo que ya voy a tener que marcharme manifest con unasonrisa. Roberto, angustiado y abrumado, se puso tambin en pie,lentamente. Tiene usted que volver algn otro da pidi dbilmente,pero con la misma pasin de antes.S que vendr repuso ella.Tengo unas ganas enormes de volver a ver a Guillermo. Es unnio que me encanta! Procuraron consolar a Roberto y hacerle olvidar el mal ratopasado; pero fue Ethel quien propuso el plan que logr darlenuevos nimos. Combin una merienda para el jueves prximoque, por casualidad, era el da del cumpleaos de Roberto e,incidentalmente, el ltimo de la estancia de la seoritaCannon en casa de la seora Clive. El grupo haba de componerse de Roberto, Ethel, la seoraClive y la seorita Cannon y a Guillermo ni siquiera haba dedecrsele dnde se iba a celebrar la merienda. Se envi la invitacin aquella misma noche y Roberto se pas la semanasoando con meriendas y proponiendo bocadillos imposibles, delos que la cocinera nunca haba odo hablar siquiera. Ycuando sta amenaz con despedirse, Roberto consinti, demala gana, en dejar que se encargara ella de todo.Envi su pantaln blanco que estaba perfectamente limpio allavadero, con una nota insinuando que llevara a los propietarios a los tribunales si no se lo devolvan,inmaculado, para el jueves por la maana.En fin, iba de un sitio a otro con expresin fija dedeterminacin y el entrecejo fruncido. En cuanto a Guillermo,le prestaba la misma atencin como si no existiese. Y hastacompr un libro de poesas en una librera de viejo y locoloc en una mesita junto a su cama.A la seorita Cannon no se la vio en ese intervalo; pero eljueves amaneci despejado y con sol, y la ansiedad de Robertose desvaneci. Su padre le regal un reloj con su correspondiente cadena yla madre una bicicleta. Guillermo le obsequi a su vez conuna lata de caramelos, regalo que hemos de decir fue hechocon miras ulteriores. Con la seora Clive y la seorita Cannon se encontraron en laestacin, en donde sacaron billete para un pueblecillosituado a unas millas de distancia, desde donde pensabandirigirse, a pie, a un lugar sombreado, a orillas del ro.Por lo que a Guillermo respecta, se sinti algo herido en sudignidad al ser excluido del grupo de excursionistas; peropronto se resign a su suerte y se pas las primeras horas dela maana haciendo de jefe Mano Roja entre las matas derododendros. Haba agregado a su penacho una pluma de avestruz que encontr en el cuarto de Ethel y luego emplecasi un corcho entero en tiznarse la cara. Adems llevaba la estera que ya conocemos prendida al hombro con un alfiler.Pero despus de fundir unos caramelos, al fuego, en agua delluvia y beberse el lquido resultante, se cans del juego ysubi al cuarto de Roberto a inspeccionar los regalos.La lata de caramelos estaba en la mesa, cerca de la cama.Guillermo cogi dos o tres y empez a leer los poemasbuclicos que su hermano se haba comprado. Se horroriz,unos momentos despus, al darse cuenta de que haba vaciadola lata de caramelos que regalara; pero la tap con unsuspiro, preguntndose si adivinara Roberto quin se loshaba comido. Tema que s, que lo adivinara. De todas formas argumentpara tranquilizar su inquieta conciencia se los haba regalado l. Y, sea como fuere agreg, como definitivoargumento, no se haba dado cuenta de que se los estabacomiendo todos. Despus de esto se dirigi a la cmoda que haba en laestancia y se puso el reloj y la cadena que all encimaestaban, probndoselos en distintos ngulos y variadas posturas para ver cmo le estaban. Venci por fin la tentacin que senta de llevarlos puestos toda la maana yvolvi a depositarlos en la cmoda.A continuacin baj y fue al cobertizo, donde la bicicleta deRoberto campeaba en todo su esplendor. Estaba inmaculada ybrillante y Guillermo la mir con respetuosa admiracin.Acab por decirse que no poda hacerle dao alguno si lacoga y la paseaba, empujndola, alrededor de la casa.Animado despus por el pensamiento de que la seora Brownhaba salido de compras, dio varias vueltas en torno a lacasa con la bicicleta. Le diverta enormemente la sensacin de importancia y propiedad que aquello le proporcionaba y lesaba mal soltarla. Se pregunt si resultara muy difcil montar. Record quehaba intentado montar en bicicleta una vez, cuando pasabaunos das en casa de una ta... Y ya no necesit ms.Se subi a un banco del jardn, y con dificultad, logrsentarse en el silln de la bicicleta. Con gran sorpresa yencanto suyo, recorri unos metros antes de caerse. Intentotra vez y volvi a caerse. Volvi a montar y se meti decabeza en un acebo. Lo olvid todo en su determinacin de adiestrarse en aquelarte. Prob repetidas veces.Al cabo de un rato, la brillante pintura negra del cuadroestaba araada ya por varios sitios; el gua algo torcido ysin brillo. El propio Guillermo estaba magullado y lleno dearaazos, pero no se dejaba vencer!Por fin, logr sustraerse a la fatal atraccin del acebo, alque haba ido a parar repetidas veces, y recorri,serpenteando, el paseo del jardn, saliendo finalmente a lacalle. Justo es decir que no haba sido la intencin de Guillermosalir a la calle. Tanto es as, que segua con el penacho deplumas en la cabeza, el rostro tiznado y la estera prendidadel hombro. Pero slo al encontrarse en la calle fue cuando se dio cuenta de que era imposible la retirada y que no tena la menor ideade cmo deba apearse de la bicicleta.Lo que sigui despus fue para Guillermo una especie depesadilla.Repentinamente, vio un camin que se diriga hacia l y,lleno de pnico, torci para rehuirle por una bocacalle,pasando luego de aqulla a otra.La gente sala de su casa a verle pasar. Los nios lesilbaban o le daban vivas y corran tras l en grupos. YGuillermo segua adelante simplemente porque no saba cmoparar. Su aplomo habitual, que tan bien conocemos, habadesaparecido por completo. Ni siquiera tena suficiente serenidad para que se le ocurriera tirarse al suelo. Estabacompletamente extraviado.Haba dejado atrs la poblacin y no saba dnde iba. Pero,por doquiera que pasaba, era el centro de atraccin. Laextraa figura de rostro ennegrecido, con la estera ondeando,prendida a su hombro y el penacho de plumas del que sedesprenda alguna de ellas de vez en cuando, haca salir atodo el mundo a la puerta.Algunos decan que era un loco escapado del manicomio; otrosque anunciaba algo. Los nios se inclinaban a creer que erade una compaa de circo. El propio Guillermo haba llegado ya ms all de la desesperacin.Estaba plido y su rostro tena una expresin fija. Su pnicoinicial se haba convertido luego en certidumbre de queseguira corriendo para siempre. Y que jams sabra cmodetenerse. Supona que atravesara Inglaterra de cabo a rabo. Se preguntaba incluso si ya andara muy lejos del mar,contestndose, convencido, que no poda andar muy lejos.Volvera a ver a sus padres?Sus pies daban automticamente a los pedales. No los alcanzaba, por supuesto, cuando estaban en su punto ms bajo;los tena que tocar cuando suban y entonces empujarlas contodas sus fuerzas. Aquella tarea le fatigaba en grado sumo. Y ya empezaba apreguntarse si le dara lstima a la gente verle caer muerto.He dicho que Guillermo no saba dnde iba.Pero s lo saba el Destino. Los excursionistas bajaron desde la estacin hacia el ro.Haca una maana deliciosa. Roberto, con el corazn alegre y lleno de esperanza, caminabajunto a su diosa, gozando de su proximidad, aunque no se leocurra cosa alguna que decirle. En cambio, Ethel y la seoraClive charlaban animadamente. Hemos logrado esquivar a Guillermo dijo riendo, Ethel. Nisiquiera tiene la menor idea de dnde hemos venido!Lo siento manifest la seorita Cannon, sinceramente. Mehubiera encantado la compaa de ese nio.Usted no le conoce asegur Ethel, convencida.Qu maana tan hermosa! murmur en aquel momento Roberto,sintiendo que deba decir algo. Camino demasiado aprisapara usted, seorita Cannon?Oh, no!Me permite que le lleve la sombrilla? pregunt a continuacin, con humildad.No se moleste; muchas gracias.El joven propuso que se pasearan por el ro en una lanchadespus de comer y la joven asegur que quedara encantada.Sin embargo, Ethel y la seora Clive dijeron preferir quedarse en tierra.Aquello colm de alegra a Roberto. Tendra ocasin as deacordar con la seorita Cannon la iniciacin de una bella correspondencia y de insinuar las intenciones que le animaban. Le dira, naturalmente, que mientras estuviese enla Universidad, no se hallara en posicin de ofrecerle sucorazn y su mano; pero, si quera aguardar... En fin, queempez a preparar, mentalmente, grandes peroraciones. Llegaron, finalmente, a la orilla del ro y abrieron lascestas de la merienda. Libre de las trabas de Roberto, lacocinera haba hecho, en verdad, maravillas.Colocaron el mantel sobre la hierba y se sentaron a sualrededor, a la sombra de los rboles.Mas, en el preciso momento en que Roberto coga un plato deemparedados para ofrecrselos, con corts gesto, a la seorita Cannon, su mirada se pos en la larga y blancacarretera que conduca del pueblo en que dejaron el tren alro donde se hallaban y permaneci fija en ella,reflejndose, poco a poco, en el rostro del joven el msprofundo estupor, del que un sincero horror no estaba ausente. Finalmente, la mano que sostena el plato volvi acaer, sin fuerzas, sobre el mantel.Entonces la mirada de los dems sigui la suya.Una extraa figura avanzaba, en bicicleta, por la carretera:una figura de rostro tiznado, con unas cuantas plumas laciasen la cabeza y la estera ondeando al viento. Un grupo denios corra detrs, jalendole. Era una figura que lesresultaba, a todos, vagamente familiar.No puede ser! exclam, por fin, roncamente, el pobreRoberto, al tiempo que se pasaba una mano por la frente.Nadie habl. La figura se fue acercando. Era inconfundible.Guillermo! exclamaron cuatro voces asombradas.Y Guillermo lleg al final de la carretera. No torci aderecha ni izquierda, por la citada carretera que bordeaba elro. Ni siquiera reconoci a los que pronunciaron su nombre;ni los mir. Con el rostro plido, sigui hacia la orilla del ro ydirectamente hacia ellos. Huyeron todos ante su proximidad. Yas pas por encima del mantel y de los emparedados, del pan,de los pasteles y de la mantequilla y se precipit de cabezaen el ro. Fueron sacados del ro l y la bicicleta. Aun en eso lasuerte se le mostr poco propicia a Roberto. Fue un barquero,que acert a pasar en aquel momento, quien efectu elsalvamento. Guillermo sali calado hasta los huesos, completamenteagitado; pero sintindose vagamente heroico. No le sorprendini pizca el verles. Nada le hubiera sorprendido en aquelmomento. Y mientras Roberto se preocupaba ante todo de secary examinar la maltrecha bicicleta con impotente furia, laseorita Cannon, apoyando la cabeza de Guillermo en su brazo,le daba caf caliente y unos emparedados y le llamaba:Mi pobrecito y querido Mano Roja! Insisti en acompaarle hasta su casa y, durante todo elviaje, desempe el papel de su fiel squaw.Luego, despus de haber invitado a Ethel y a Roberto a tomarel t como despedida, se fue a preparar las maletas.Un poco ms tarde, cuando la seora Brown baj la escalera,procedente del cuarto de Guillermo, con una bandeja en la quereposaba un tazn medio lleno de sopas, se encontr conRoberto en el vestbulo. Roberto objet; no tienes por qu estar tan disgustado.El joven casi dio un brinco al orlo. Le dirigi una miradade furia y, finalmente, ri con risa hueca.Disgustado! repiti, zaherido por lo inadecuado de laexpresin maternal. Tambin lo estart si te hubiesendestrozado la vida! S, estaras disgustada y yo tengoderecho a estar disgustado.Se pas la mano por la cabeza, mesndose los cabellos.Vas a ir a tomar el t con ella le record su madre. S, con otra gente convino l, con amargura. Quin puedehablar habiendo otra gente delante? Nadie.En cambio, hubiese hablado con ella en el ro. Tena preparadas la mar de cosas para decirle. Y se presentaGuillermo y lo echa todo a perder...incluso mi bicicleta! Y es la muchacha ms bonita que heconocido en mi vida. Y tena ganas de poseer esa bicicletahace tiempo y ahora no est en condiciones de que se puedauno montar en ella. Pero no seas as! El pobre Guillermo ha cogido un resfriadomuy grande, querido, y no debieras de sentir animosidadalguna contra l. Desde luego tendr que pagar la reparacinde tu bicicleta. Se lo descontaremos del dinero que ledbamos para gastar.Cualquiera dira estall Roberto, sin prestar atencin yhaciendo un gesto de desesperacin en direccin a la mesa delvestbulo y orientando hacia ella sus comentarios, al parecer. Cualquiera dira que cuatro personas mayores, enuna casa, podran hacer guardar el orden a un nio de la edadde Guillermo, verdad? Se supondra que no se le permitiradestrozarles la vida a los dems... ni las bicicletas tampoco. Ah, pero, bueno! Esto no volver a ocurrir.La seora Brown sigui andando, camino de la cocina.Roberto advirti, sin embargo, volviendo la cabeza,supongo que dejars en paz a tu hermano ahora que estenfermo, verdad que s?Dejarle en paz? exclam el aludido.Y volvi hacia ella el rostro, como si creyera que le habanengaado sus odos.Que le deje en paz? repiti. Bueno, aguardar. Esperar a que est bien y ande otra vezpor casa; no empezar nada hasta entonces. Pero...dejarle en paz? No! Esto no es paz; es un armisticio. Guillermo se convierte en botones Guillermo se senta amargado. Estaba pasando por uno de susperodos bastante frecuentes de impopularidad. Y haballegado al punto culminante de esa impopularidad cuando unata tmida le haba regalado seis peniques, esperando granjearse as sus simpatas.Con los seis peniques en cuestin el nio se haba compradoun globo, adornado con las patas y cabeza de un pato, hechasde cartn. El globo aquel poda inflarse por completo ydejarse despus para que se desinflara solo. Durante estaltima operacin, emita un gemido muy largo y atiplado.Las ventajas de esto saltaban a la vista. Guillermo podainflarlo a escondidas y dejarlo desinflar en pblico, ocultobajo su chaqueta.Mientras esto ocurra, el muchacho miraba a su alrededor comoaturdido y lleno de asombro. Lo infl antes de bajar adesayunar. Luego lo sujet fuertemente, por debajo de lachaqueta, para conservarlo inflado hasta que se hallarasentado a la mesa. Entonces permiti que se desinflara.Su madre dej caer una taza de caf y su padre se cort conel cuchillo del pan. Y Ethel sufri un ataque de nervios.Guillermo sigui sentado en su silla con expresin de inocencia y sobresalto.Pero no haba cosa que enfureciera tanto a su familia como laexpresin de inocencia en la cara de Guillermo.Se le echaron encima y l se defendi lo mejor que pudo delas invectivas que le dirigieron.S; tena cogido un globo, debajo de la mesa. S; lo habahinchado haca rato. No poda tenerlo inflado eternamente.Tena que dejar escapar el aire tarde o temprano. No eraculpa suya que el globo hiciera ruido cuando se le sala elaire. Estaba hecho as. l no lo haba fabricado. Finalmente, sali para el colegio, con aire de inocenciaultrajada... y con el globo.Ya en la calle, habindose topado con un caballero de edadavanzada y cara de mal genio que iba delante de l, se metipor una bocacalle, infl el globo y lo sujet debajo de la chaqueta. Luego, al llegar junto al caballero en cuestin,dej libre el globo.El buen seor dio un salto y mir con ferocidad a sualrededor. Ech una mirada al pequeo colegial, de caraingenua, que, evidentemente, no tena en la boca ningninstrumento de tortura; luego, concentr su mirada preada defuria y desconfianza, en las ventanas del piso superior de lacasa vecina. Guillermo estaba en sus glorias; se apresur a encontrar otropeatn. Y el camino hasta el colegio le result agradabilsimo.Al principio, tuvo no menos xito en la escuela. Guillermoabri su pupitre, inflando rpidamente el globo, cerr denuevo y mir a su alrededor con su estudiada expresin deextraordinario asombro cuando el globo emiti su musiquilla.Exasper por completo al profesor de francs.Que salga el que hace este ruido! aull.Nadie sali, y el ruido continu oyndose a intervalos. Fueel profesor de matemticas quien descubri, por fin, el globoy lo confisc a su legtimo dueo.Espero dijo el seor Brown, a la hora de comer que tehabrn quitado esa mquina infernal que poseas.Guillermo respondi, tristemente, que s se la haban quitado. Agreg que alguna gente parece no creer queconstituya robo el quitarle las cosas a otras personas.As, pues, podremos tener un poco de paz esta noche? pregunt su padre, con satisfaccin. Y no es que me importea m, porque voy a comer fuera agreg el buen seor,dirigindose a su esposa. La nica cosa que compensa elaburrimiento de tener que comer invitado, es el hecho de que,durante un corto intervalo, se ve uno libre de Guillermo.El muchacho agradeci el cumplido con una mirada torva y elmisterioso comentario de que alguna gente siempre la tomabacon l. Por la tarde, durante la clase, ley un cuento que tuvo labondad de prestarle su vecino. Guillermo no estudiaba enclase no porque tuviese algo que hacer, sino como seal dedesafo al mundo entero. El cuento era, por aadidura,interesantsimo. Empezaba el relato describiendo a un nio al que nadiecomprenda y todos maltrataban. Luego el nio se escap decasa. Se hizo marinero y, en pocos aos, amas una cuantiosafortuna en las minas de oro. En el ltimo captulo regres yperdon a su familia, regalndola un palacio y barcos cargados de oro.Aquella historia caus gran impresin en Guillermo; todo,menos la ltima parte. Pens que preferira quedarse con el palacio l, hacer escasas visitas a su familia, durante lascuales escuchara sus humildes excusas y, tal vez, les dierauna pepita de oro o dos; pero no muchas, a Ethel por lomenos. No estaba muy seguro de si llegara algn da aperdonarlos. Y en su casa tendra la mar de cuartos llenos deglobos chillones y trompetas, y no faltaran orugas y ratasblancas en abundancia, cosas que parecan molestar tanto encasa de sus padres. Adems, siempre llevara las botassucias, y nunca se cepillara el pelo, ni se lavara.Finalmente, comprara docenas de automviles y nunca leprestara ninguno a Ethel.Le sac de su ensimismamiento y de su sueo de grandezas elmaestro, quitndole el libro, con gran ira de su legtimodueo. Con el fin de expresar adecuadamente su disgusto, este ltimodej caer por el cuello de Guillermo una bolita de papelsecante, empapada en tinta.ste, al intentar vengarse, fue descubierto y castigado aquedarse media hora ms en clase. El chico, entonces, dirigisu atencin al libro de historia que cogi al revs, yvolvi, sombro, a su concepto misantrpico de la vida. Secompar amargamente al hroe del cuento y decidi no perderun momento ms de su vida en un ambiente que tan pococongeniaba con l. Tom la determinacin de escaparse de casaen cuanto le dejaran salir del colegio. Ech a andar rpidamente por el camino que se alejaba de lapoblacin.El globo iba en su bolsillo. Haba hecho el feliz descubrimiento de que el profesor de matemticas se lo habadejado olvidado en su pupitre, y haba vuelto a apropirselo.Pens que tal vez llegara a la costa antes del anochecer yque estara en las minas de oro antes de que transcurriese lasemana. No supona que se tardara mucho en hacer fortunaall. Quizs estuviera de regreso antes de Navidad, y,mecachis! Ya se las pagara la gente!En primer lugar, no ira al colegio, y, luego, tendra muybuen cuidado de ver a quin daba pepitas de oro.Le dara unas cuantas al chico del carnicero y al cartero, yal que iba a casa a afinar el piano, y al deshollinador. Perono dara ninguna a persona alguna de su familia, como tampocoa ninguno de los maestros. Tratara a la gente como sta lehubiese tratado a l. Vaya si lo hara!El camino de la costa pareca bastante largo y se estabacansando. Anduvo por la cuneta para variar; luego se abripaso a travs de un seto y hasta cruz un sembrado paraatajar. Anocheca rpidamente y los nimos de Guillermo empezaron adecaer. Lo de hacer fortuna estaba muy bien; pero, entretanto, tenafro y hambre y estaba cansado. An no haba llegado a lacosta y mucho menos a las minas de oro. Haba que hacer algo.Record que el nio del cuento haba pedido limosna por elcamino, para llegar a la costa. Guillermo resolvi imitarle.Pero, de momento, no pareca haber por all persona alguna aquien pedrsela. Lo nico que tena a la vista era un seto deespino y un espantapjaros en el sembrado cercano.Sigui, pues, andando con desconsuelo y decidiendo empezar sucarrera de mendigo en cuanto viese lugar habitado.Por fin, descubri unas verjas de hierro y, entonces,asumiendo una expresin de sufrimiento resignado, capaz deconmover al corazn ms duro, se intern por el paseo quearrancaba de las verjas. Ante la puerta principal se alis elcabello haba perdido la gorra por el camino, se estir loscalcetines y, finalmente, puls el timbre.Despus de un intervalo, un seor obeso, vestido de mayordomo, abri la puerta y mir, con manifiesta ferocidad,a Guillermo, de pies a cabeza.Quiere hacerme el favor...? empez el muchacho, con vozquejumbrosa.El seor obeso le interrumpi.Si eres el nuevo botones dijo, majestuosamente, ve a lapuerta de atrs. Si no lo eres, lrgate de aqu.Y, seguidamente, le cerr la puerta en las narices. Guillermo, sin moverse del escaln, debati la cuestin unosmomentos. Era ya de noche y estaba muy oscuro. Y le aguardabamayor fro y mayor oscuridad. Decidi, sin vacilar lo msmnimo, ser el botones nuevo.Busc, pues, la puerta trasera y llam con firmeza. Abri unamujer ampulosa, con vestido de tela estampada y mandil.Qu quieres? pregunt, agresiva.Guillermo no se arredr, sino que asegur con firmeza:Dijo que me presentara aqu si era el botones nuevo.La mujer le mir con desaprobacin.Has llamado a la puerta principal? pregunt. Qu frescura! Su desaprobacin se convirti a poco en desconfianza.Dnde est tu maleta?Ya vendr replic Guillermo, sin vacilar.Estabas demasiado cansado para trartela t, eh? dijoella, con sarcasmo. Est bien. Entra.Guillermo obedeci, agradecido. Se encontr en una amplia,limpia y clida cocina. Una criada pequea de estatura pelabapatatas junto al artesn, y una doncella, vestida de negro, con toca blanca plisada y delantal tambin blanco, se empolvaba la nariz ante un espejo colgado de la pared.Las dos mujeres se volvieron para mirar a Guillermo.Aqu est el botones nuevo anunci la cocinera. Su ayudade cmara le traer las maletas ms tarde. La doncella le mir desde las enlodadas botas hasta el despeinado cabello y luego desde el despeinado cabello hastalas enlodadas botas. Tiene cara de chiquillo impertinente observ, con orgullo,reanudando su interrumpida tarea.Guillermo decidi, interiormente, que aquella muchacha noparticipara en las pepitas de oro que haba de encontrar.La criada pequeita ri y dirigi un guio a Guillermo conintenciones evidentemente amistosas. ste le prometi inmente, medio barco cargado de oro.Bueno, carasucia, basta de miradas insolentes advirti ladoncella, que, sin volver la cabeza, por el espejo notaba lasojeadas del recin llegado.Has tomado el t ya? le pregunt la cocinera al muchacho.ste cobr nuevos nimos. No contest, quejumbroso.Entonces, sintate a la mesa.Guillermo empez a verlo todo de color de rosa.Muy obediente, se sent a la mesa y la cocinera le pusodelante un gran plato de pan y mantequilla.Guillermo ech mano al pan en seguida. La doncella le mirentonces con mayor desdn.Ha aprendido a comer en el parque zoolgico dijo, conconmiseracin. La criadita volvi a rer y a guiarle el ojo a Guillermo.ste se haba entregado por completo al placer de tragar y nohizo maldito el caso a la una ni a la otra. En aquel momentoentr el mayordomo en la cocina.Someti al impvido Guillermo a otro largo examen.Cuando vuelvas a entrar en esta casa, muchacho dijo,finalmente, ten la bondad de recordar que la puertaprincipal est reservada para los seores y la de atrs paralos mocosos. Guillermo se limit a mirarle framente por encima de unarebanada de pan. Mentalmente, le elimin de la lista de losfavorecidos con sus pepitas de oro.El mayordomo mir, tristemente, en torno suyo.Todos son lo mismo se lament. No saben ms que comer, comer y comer. Comen todo el da ytoda la santa noche. An no lleva dos minutos en casa y ya haempezado. Comer, comer, comer! Har saltar todos los botonesde su uniforme en una semana, como le ocurri a su antecesor. Te gusta comer ms que trabajar, verdad? termin, mirandosarcsticamente a Guillermo. Ya lo creo que s respondi el chico, con profundoconvencimiento. La criadita volvi a rer y la doncella exhal un suspiro queexpresaba su desdn y su hasto, mientras se pintaba un trazomuy fino sobre las cejas.Bueno, pues, si Su Excelencia ha acabado ya dijo elmayordomo, con ponderada irona, le ensear su cuarto.Guillermo era insensible a aquellas finuras, pero, como notena ms gana, indic que, efectivamente, ya haba terminado. Se lo llevaron, pues, a un cuartito minsculo. Sobre elrespaldo de una silla estaba colgado un uniforme de botones.Ropa explic brevemente el mayordomo. Tu uniforme. Pntelolo ms aprisa que puedas; hay un invitado esta noche.Guillermo se lo puso.Eres ms pequeo que el anterior dijo el mayordomo,examinndole. Te cuelga un poco y te queda ancho. Pero esigual. Con una semana o dos de hartarte de comer, con todaseguridad lo reventars, conque ms vale que te est un pocogrande ahora. Anda, ven.Quin te va a traer tus cosas?Un... un amigo explic Guillermo.Me parece que, en efecto, es mucho pedir que cargues tcon tu propio equipaje en estos tiempos. Supongo que eresbolchevique, no?Guillermo condescendi hasta el punto de dar explicaciones.Soy buscador de oro dijo.Caramba! exclam el mayordomo.Guillermo baj de nuevo a la cocina.El mayordomo abri una puerta que daba a una pequeadespensa.Aqu es donde trabajas dijo, y luego, sealando la grancocina, agreg: Y aqu donde vives. No tienes entrada en lasala de la servidumbre. Esto ltimo lo dijo con gesto de soberbia.Ah! exclam Guillermo.Ms vale que te pongas a trabajar en seguida prosigui elmayordomo, hay que limpiar todos esos cuchillos.Aqu tienes un mandil, la tabla de limpiar cuchillos y elpolvo para darles brillo.Encerr al aturdido muchacho en la despensita aquella y sevolvi a la cocinera. Qu piensa usted de l? pregunt a sta.Tiene aspecto de ser uno de esos muchachos que dan muchoquehacer respondi la interpelada, sombra. No es de clase confirm la doncella, arreglndose elmandil plisado. Me sorprende cmo un chiquillo puede crecery convertirse en un hombre de experiencia, de sentido comn yliberal como usted, seor Biggs.El seor Biggs se enderez la corbata.Ver usted... Ejem! Es que cuando yo era nio, no era comose. En aquel momento se abri la puerta de la despensa y asom elrostro de Guillermo, adornado, liberalmente, de polvo delimpiar cuchillos.He limpiado algunos de los cuchillos dijo. Hago algunaotra cosa y acabo despus los dems?Cuntos has limpiado? pregunt, prudentemente, el seorBiggs.Uno o dos dijo Guillermo, con vaguedad; pero seguidamente,como queriendo hablar con exactitud, agreg: Bueno, dos.Pero ya estoy cansado de limpiar cuchillos.La criadita emiti un grito de encanto y la cocinera exhal,en cambio, un profundo suspiro.El mayordomo, por su parte, avanz lenta y majestuosamentehacia la despeinada cabeza del muchacho, que an asomaba a lapuerta.Acabars esos cuchillos, muchacho dijo, o...Guillermo estudi unos momentos el peso y el tamao del seorBiggs.Est bien manifest, pacficamente; acabar los cuchillos.Desapareci, cerrando la puerta de la despensa tras l.Va a ser una verdadera preocupacin anunci la cocinera.Ya lo vern. Preocupacin es poco dijo el seor Biggs.Tormento sugiri la doncella.Esa palabra me parece ms adecuada.En aquel momento volvi a asomar la cabeza de Guillermo.A qu hora es la cena? pregunt.Se retir precipitadamente al or la carcajada de la criada yel rugido de ira del mayordomo.Ms vale que vayas a pelar las patatas en la despensa sugiri la cocinera a la criada. As estaremos en paz aqu ypodrs encargarte de que el chico trabaje.La criada no se lo hizo repetir.Se retir, alegremente, a la despensa.Guillermo se hallaba sentado junto a la mesa, jugando con uncuchillo. Haba hecho experimentos con el polvo de limpiar los cuchillos, mezclndolo con agua, y los pequeos flanes quehaba obtenido como resultado, formaban una hilera sobre larepisa de la chimenea. Tambin haba paladeado el polvo en cuestin, como lo demostraba, elocuentemente, la oscura mancha que tenan sus labios. Tena todos los pelos de punta,como le ocurra siempre que la vida le resultaba difcil. linici la conversacin. Le sorprendera saber quin soy, en realidad dijo.La joven solt una risita.Caramba! Pues, quin eres?pregunt.Un buscador de oro repuso Guillermo. Tengo barcos y msbarcos llenos de oro. Es decir, los tendr muy pronto. A lno le voy a dar ni una seal hacia la puerta, como tampocodar nada a ninguno de los que estn ah fuera.Y a m? inquiri la criada, guindole un ojo al gato, queestaba cerca y era el nico ser viviente con quien podacompartir su deseo burlesco all dentro.Para usted respondi el muchacho, con generosidad, habrmuchas pepitas de oro. Mire...Con un gesto principesco, cogi el cuchillo y se cort tresbotones de la larga hilera que tena la chaqueta, y se losdio. Qudese usted con stos y servirn como una especie deprenda, sabe?Cuando regrese a mi casa rico, enseme los botones y as meacordar y le dar las pepitas, sabe? Y, tal vez, me casecon usted prometi, si no me he casado ya con otra.La criada, luego que hubo escuchado todo aquello, asom lacabeza a la puerta.Est chiflado asegur a los dems. Es un encanto orlehablar. Pero fue imposible hablar ms, porque en aquel momento sonel timbre de la puerta principal y lleg el invitado.El seor Biggs y la doncella se fueron a hacerle los honores.Por su parte, la criada corri a ayudar a la cocinera apreparar las fuentes, con lo que Guillermo se qued sentadoen la mesita de la despensa, haciendo dibujos en el polvo delimpiar cuchillos.Qu estaba haciendo ese mocoso?le pregunt la cocinera a la criada.Nada... slo hablar. Pero el nio se las trae. Si has acabado los cuchillos grit entonces la cocinera aGuillermo, busca por ah en el suelo y encontrars unasbotas y zapatos que limpiar. Los cepillos y el betn estn enel vasar. Guillermo se puso en pie apresuradamente. Parecindole quelas botas resultaran ms interesantes que los cuchillos,ocult cuidadosamente el montn de stos que an tena suciosdetrs de la caja donde se guardaban. En seguida empez con las botas.El mayordomo volvi a aparecer por la cocina.Est preparada la sopa? pregunt. El invitado entra, eneste momento, en el comedor. Es un amigo del seor. Parecebuena persona.Guillermo, all en la despensa, haba ya cubierto un cepillode betn y lo estaba aplicando, en gruesas capas, a las botasy a los zapatos.Gran parte se le adhera a las manos.Y entonces el mayordomo se asom a mirarle.Qu ha sido de tus botones?pregunt con severidad.Se han cado. Han saltado, querrs decir. Ya lo dije yo en cuanto te vi.Afirm que reventaras el traje de tanto comer en una semana.Bueno, pues lo has reventado a fuerza de comer en diezminutos. Comiendo y destrozndose la ropa coment, sombro, elhombre, volviendo a la cocina. Es lo nico que saben hacerlos chicos... Comer y destrozar la ropa.Se fue con la sopa y Guillermo se qued con las botas.Nuestro amigo se estaba ya cansando de ellas. Las habacubierto todas con una gruesa capa de betn y no saba quhacer despus de esto.Mas, de pronto, se acord del globo que tena en el bolsillode la chaqueta, arriba en el cuarto. Fuese, silenciosamente,a buscarlo y pronto regres con l a la despensa. Tal vezaquello aliviara la monotona de su existencia.No tardaron en regresar el seor Biggs y la doncella con losplatos sucios. Y entonces, inesperadamente, reson en lacocina un chillido atiplado que se fue apagando, aunque conpenetrante sonido.La doncella exhal un grito de terror.Cielos! exclam a su vez la cocinera. Alguien estatormentando al pobre gato! Ser ese endiablado muchacho.El mayordomo abri al punto la puerta de la despensa.Guillermo estaba en pie, con un globo inflado en la mano.El mayordomo se acerc a l.Y amenaz: Si vuelves a hacer sonar esa cosa, maldito cro, te...!Adelant, amenazador, el rostro hasta casi pegarlo al deGuillermo. Y el chico, obrando por brusco e irresistible impulso, cogiel cepillo lleno de betn y se lo plant en la cara al seorBiggs.Hubo un momento de silencio, en el que el mayordomo mir,horrorizado, al muchacho. Luego, se abalanz sobre l... En el comedor se hallaban sentados los seores de la casa ysu invitado. Lleg el botones nuevo? le pregunt el seor a la seora.S repuso ella.Es bueno?No parece haber creado una impresin muy favorable en Biggs.Pero ya sabes que eso ocurre siempre.El nio humano intervino entonces el invitado se nos enva como castigo. Yo tengo uno y aun cuando es mi propio hijo, mefaltan palabras para describir la atmsfera de paz y dealivio que hay en la casa cuando l se halla ausente.Sin embargo, me gustara conocer a su hijo pequeo dijo elanfitrin. Seguramente le conocer usted tarde o temprano dijo elinvitado, en tono sombro. Toda la vecindad le conoce mspronto o ms tarde. No se oculta. Yo, personalmente, prefieroa la gente que no le conoce. sa, por lo menos, no puedeformar juicios arbitrarios de m, fundndose en lo queconocen de l. En aquel momento entr el mayordomo con una carta.No hay contestacin dijo.Y se march. Con su permiso indic la seora, abrindola; es de mihermana. Espero ley, en voz alta, te habr causadodemasiadas molestias el que no se haya presentado el botonesque te busqu. Tiene un constipado bastante fuerte.... Pero,si ha venido aqu! agreg la buena seora, asombrada.Y, en aquel momento, se oy un grito de ira, seguido de unchillido lejano y, finalmente, un rumor de pasos que corran,acercndose... Ser una revolucin dijo el invitado, con hasto. Loscomunistas se nos echan encima. Como contestndole, se abri de golpe la puerta y entr en elcomedor un nio con un cepillo lleno de betn en una mano yun globo inflado en la otra. Estaba hecho un cromo. Lefaltaban tres botones del uniforme y tena el rostro embadurnado de betn y de polvo de limpiar cuchillos.Tras l corra el mayordomo obeso, con el rostro morado deira, bajo una enorme mancha de betn.El muchacho dio la vuelta a la mesa, corriendo, resbal en elsuelo encerado y, al ir a desplomarse, ech los brazos condesesperacin al cuello del invitado, con lo que hizo caer alsuelo a ste y a la silla.En el repentino silencio de paralizado asombro, invitado ynio permanecieron sentados en el suelo, mirndose. Luego, la mano izquierda del muchacho solt el globo, que haba logradosalir con bien de las vicisitudes de la huida, y un aullidoagudo rasg el silencio.Los seores de la casa miraban a su alrededor con aturdido asombro. Al mirar el invitado al nio, apareci en su rostro unaexpresin de asombro, luego de incredulidad y, por fin, defuror intenso. Y al contemplar el nio al invitado, surgi ensu rostro una expresin de asombro, luego de incredulidad y,por fin, de desaliento.Dios santo! exclam el invitado. Es Guillermo!Vaya! exclam el botones. Es pap! Enamorado! Guillermo estaba aburrido. Sentado ante su pupitre en lasoleada escuela, mir, desapasionadamente, a la hilera decifras que haba en la pizarra.Eso no tiene sentido murmur, desdeoso.La seorita Drew estaba aburrida tambin; pero, al contrariode Guillermo, procuraba ocultarlo.Si cien libras esterlinas producen un inters de cincolibras al ao... continu explicando, con hasto.Pero, de pronto, se interrumpi para gritar:Guillermo Brown! Haz el favor de sentarte bien y no poneresa cara tan estpida!El muchacho cambi de postura. Es decir, dej de estar mediotirado hacia un lado del pupitre para tirarse por el otro. Yluego empez a justificarse.Es que yo no entiendo ni una palabra. Es lo bastante parahacer que ponga cara estpida el que no entienda ni unapalabra. No comprendo por qu la gente da a la gente un pocode dinero por haberles dado mucho dinero y luego siguehaciendo eso continuamente. No tiene sentido. Cualquiera esun primo si le da a nadie cien libras nada ms que porquedice que le seguir pagando cinco libras..., pero se quedarcon las cien libras de uno. Cmo sabe l que lo har el otroas? Y, otra cosa, por qu no ha de dejar de darle las cincolibras cuando haya cogido las cien libras y as quedarse conesas cien libras para...La seorita Drew le contuvo alzando una mano. Guillermo dijo, con paciencia, haz el favor de escucharme.Supn, por ejemplo... Mir a su alrededor y, por fin, descans su mirada en unmuchacho pelirrojo.Supn repiti que Eric necesitara cien libras para algo yque t se las prestaras...No le dejar cien libras a Eric interrumpi Guillermo, confirmeza, porque no las tengo. Slo tengo tres peniques ymedio y no se los prestara a Eric, porque no soy tan primo,pues le dej mi armnica una vez y le arranc un gran cachode un mordisco, y...La seorita Drew le interrumpi con enfado. El dar clase enuna tarde de calor es algo molesto. Pero darla a un cabezncomo aqul era peor.Mejor ser que te quedes despus de la hora de clase decidi, y te lo explicar.Guillermo le dirigi una mirada torva, emiti su monoslabo,hum! que expresaba el ms profundo desdn y volvi aguardar un silencio sombro.Se reanim, sin embargo, al recordar una lagartija que habacogido camino de la escuela y se la sac del bolsillo.Pero la lagartija haba abandonado la desigual lucha por laexistencia entre piedras, una peonza, una navaja, trozos demasilla y otros pequeos objetos que ocupaban el bolsillo deGuillermo. El problema de la vivienda haba podido ms queella. Guillermo, disgustado, envolvi los restos mortales de lalagartija en un trozo de papel secante y la enterr en eltintero de su vecino. El vecino protest, y se arm unaanimada escaramuza. Por fin, dej caer la lagartija por el cuello de un inveterado enemigo de Guillermo, sentado en la fila delantera, al que le fue extrada tan slo con la ayuda deamigos y simpatizantes. Siguieron a esto amenazas de venganza, concebidas en trminos terribles y escritas enpapel secante.Entretanto, la seorita Drew explicaba inters simple a unpequeo pero sincero grupo de admiradores de la primera fila.Y Guillermo, en la fila de atrs, pasaba tranquilamente eltiempo, un tiempo por el que su padre pagaba a las autoridades encargadas de la enseanza una cantidad bastantegrande.Pero su turno haba de llegar.Acabada la clase, se fueron marchando, uno por uno, todos loscolegiales, quedndose solo Guillermo, que mascaba entoncestranquilamente una goma de borrar y miraba torvamente a laseorita Drew. Guillermo!La seorita Drew dio muestras de una paciencia enorme. Vers; si alguien le pide prestadas cien libras esterlinas aotra persona...Escribi las cifras en un pedazo de papel, inclinndose, paraello, sobre su mesa. El sol, que entraba a raudales por lasventanas, ilumin los minsculos rizos dorados que adornabansu nuca. Mir hacia Guillermo con ojos severos; pero azulescomo el cielo. Sus mejillas estaban levemente coloreadas.No comprendes, Guillermo?pregunt.Exhalaba un leve perfume y Guillermo, osado pirata y jefe debandidos, desdeador de todo lo que de femenino hubiese,experiment en aquel momento el primer flechazo del maliciosodiosecillo ciego.S; lo comprendo todo ahora asegur. Lo ha explicado ustedcon mucha claridad. No poda entenderlo antes. Es algotonto, de todas formas, no le parece?, ir prestando cienlibras, nada ms que porque alguien le diga a uno que le darcinco libras el ao que viene. Alguna gente es prima.Pero s que entiendo ahora. No lo entenda antes.Te hubiera resultado ms sencillo si no hubieses estado jugando con lagartijas muertas durante toda la clase dijoella, con hasto, cerrando los libros.Guillermo se qued boquiabierto.Ella se haba dado cuenta...!Regres a casa convertido en un devoto esclavo de la maestra.Record que ciertos colegiales acostumbraban depositar lindosramos de flores sobre el pupitre de la maestra, por lamaana. Guillermo decidi dejar chiquitos a los otros.A la maana siguiente, antes de marcharse a la escuela, semeti en el jardn con una cesta grande y una tijera.Dio la casualidad que no haba nadie por all. Fue, primero,al invernadero. Trabaj all con una concentracin digna demejor causa.Sali tambalendose bajo el peso de un cesto lleno de floresde invernadero. ste haba quedado completamente desnudo.Oyendo ruido en el jardn de atrs, decidi,precipitadamente, no detenerse y s emprender el camino de laescuela. La seorita Drew, al entrar en clase, por poco se desmaya alver, en lugar de la acostumbrada hilera de modestos ramos quefiguraban siempre en su pupitre, una masa de flores deinvernadero sobre su mesa y su silla.Lo malo era que algunas empezaban a marchitarse.Ya sabis que Guillermo era un chico que nunca haca lascosas a medias. Virgen Santa! exclam la maestra, consternada.Y el chico se ruboriz de placer. Aquella maana se traslad a un asiento de primera fila. Sepas toda la maana mirndola, soando que la salvaba demanos de bandidos y piratas cosa que resultaba un pocoincongruente con el papel favorito de capitn de bandidos ypiratas que siempre sola hacer y la llevaba a lugar seguro,medio desmayada, en sus musculosos brazos. Luego ella seabrazaba a l, enamorada y agradecida, y les casaban enseguida los arzobispos de Canterbury y de York.Guillermo no quera las cosas a medias, ya lo hemos dicho.Por eso, les casaran los arzobispos de Canterbury y York, oel Papa. No estaba muy seguro de si no preferira al Papa. lvestira su traje negro de pirata, con calavera y tibiascruzadas. Pero no; eso no resultara...Qu es lo que acabo de decir, Guillermo? preguntmalhumorada en aquel momento la seorita Drew.Guillermo tosi y la mir con pasin.Sobre prestar dinero? pregunt con esperanza.Guillermo! exclam ella con brusquedad. sta no es clasede matemticas. Intento ensearte go acerca de la ArmadaInvencible. Ah, eso! exclam Guillermo muy animado e insinuador.Ah, s!Dime algo acerca de la Armada.No s una palabra... an no...Te he estado hablando de ella. Ya podas escuchar exclam la maestra con cierta desesperacin.Guillermo guard silencio, perplejo, pero no acobardado.Cuando regres a casa aquella tarde, hall que el jardn erateatro de excitacin y bullicio.Un guardia meda los cristales de la puerta del invernadero yotro estaba de rodillas, examinando los vecinos cuadros deflores. Su hermana mayor Ethel estaba de pie junto a lapuerta principal.Alguien ha robado todas las flores del invernadero estamaana dijo la excitada joven a su hermano. Acaba de llegarla polica. Guillermo, viste t a alguien por aqu cuando tefuiste al colegio esta maana?El muchacho reflexion profundamente. Apareci en su rostrouna expresin de increble inocencia e ingenuidad.No dijo por fin. No, Ethel; no vi a nadie.Tosi y se retir discretamente.Aquella noche se sent en la mesa de la biblioteca, colocandosus libros en torno suyo, con un gesto de determinacin en elsemblante. Su padre se hallaba sentado en una butaca, junto a laventana, leyendo un peridico de la noche. Pap dijo Guillermo de pronto; suponte que te dijera queme dieses cien libras esterlinas y que yo te dara cincolibras el ao que viene y el otro y el otro..., me lasdaras? Ni pensarlo, hijo mo respondi firmemente el padre.Guillermo suspir.Ya saba yo que eso no poda ser coment.El seor Brown volvi a concentrar su atencin en el artculo de fondo; pero no por mucho tiempo.Pap, en qu fecha se present la Armada Invencible?Santo Dios! Cmo quieres que lo sepa yo? No estabapresente para saberlo!Guillermo suspir.Es que estoy intentando escribir sobre ella, y explicar porqu fracas, y... T sabes por qu fracas?El seor Brown solt un gemido, dobl el peridico y seretir al comedor. Casi haba acabado de leer el artculo de fondo cuando apareci Guillermo por all, con los brazos llenos de librosy se sent tranquilamente a la mesa.Pap dijo casi en seguida, cmo se dice en francs Mita se pasea en el jardn?Qu mil diablos ests haciendo?pregunt a su vez el seor Brown entre irritado y curioso.Estoy preparando la leccin de maana explic Guillermo,virtuosamente. Ahora me entero de que te dan trabajo para hacer en casa.Es que no acostumbro preocuparme mucho de eso confesGuillermo. Pero me voy a molestar ahora, porque la seorita Drew... seruboriz levemente y se detuvo. Porque la seorita Drew... se ruboriz an ms y se puso a tartamudear. Porque laseorita Drew... Pareca prximo a sufrir un ataque de apopleja.El seor Brown recogi silenciosamente su peridico y seretir a la galera, donde su mujer estaba sentada, cosiendo.Guillermo se ha vuelto loco de atar en el comedor explicplacenteramente al sentarse junto a ella. Su locura asume elaspecto de unas ansias enormes de saber y delira acerca deuna tal seorita Drawing, Drew o algo as. Ms vale dejarleen paz.La seora Brown se limit a sonrer. Su esposo haba acabado el artculo de fondo y empezaba otro,cuando apareci Guillermo de nuevo. Se qued en el umbral,con el entrecejo fruncido.Pap, cul es la capital de Holanda?Cielos! exclam su padre. Compradle una enciclopedia! Cualquier cosa... cualquiercosa... Qu se ha credo que soy? Qu...?Ser mejor que le destine un cuarto apartado para que hagasus ejercicios dijo la seora Brown, conciliadora, ahoraque empieza a tomarse tanto inters en sus lecciones.Un cuarto! exclam amargamente su padre. Qu va...!Necesit