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Unidad Didáctica 2. Curso “IGUALDAD DE OPORTUNIDADES: APLICACIÓN PRÁCTICA EN LA EMPRESA Y LOS

RECURSOS HUMANOS”.

UNIDAD DIDÁCTICA 2: RADIOGRAFÍA DE LA IGUALDAD DE

OPORTUNIDADES EN EL MERCADO LABORAL ESPAÑOL:

REFLEXIONES SOBRE EL ORIGEN DE LAS DESIGUALDADES EN EL

ÁMBITO DE LA EMPRESA Y AVANCES EN MATERIA DE IGUALDAD

ÍNDICE1. EVOLUCIÓN DE LAS MUJERES EN EL PROCESO DE INCORPORACIÓN Y

DESARROLLO PROFESIONAL EN EL MERCADO DE TRABAJO.

2. SITUACIÓN ACTUAL DE LAS MUJERES Y HOMBRES EN EL MERCADO

LABORAL ESPAÑOL. ANÁLISIS DE LAS NECESIDADES DE ACCIONES

POSITIVAS.

2.1. Acceso al empleo y contratación.

2.2. Perfiles académicos y su correlación con el acceso al empleo y la

promoción laboral. Desarrollo profesional y promoción.

2.3. Categorías profesionales y retribución salarial.

2.4. Acceso de mujeres y hombres a puestos de responsabilidad.

2.5. Abandonos del mercado de trabajo. Corresponsabilidad. Usos del

tiempo.

2.6. Acoso sexual, moral y discriminatorio.

3. AVANCES DE MUJERES Y HOMBRES EN MATERIA DE IGUALDAD EN EL

ÁMBITO EMPRESARIAL. BREVE RECORRIDO HISTÓRICO.

3.1. Ámbito institucional europeo.

3.2. Ámbito institucional estatal.

3.3. Iniciativa desde el ámbito empresarial.ESCUELA VIRTUAL DE IGUALDAD. INSTITUTO DE LA MUJER. SECRETARÍA GENERAL DE POLÍTICAS DE

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Para reflexionar...

“La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus

facultades a la mitad del género humano”.

Concepción Arenal. (1820-1893). Escritora y socióloga.ESCUELA VIRTUAL DE IGUALDAD. INSTITUTO DE LA MUJER. SECRETARÍA GENERAL DE POLÍTICAS DE

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1. EVOLUCIÓN DE LAS MUJERES EN EL PROCESO DE INCORPORACIÓN Y

DESARROLLO PROFESIONAL EN EL MERCADO DE TRABAJO

Para poner en práctica...

Las mujeres desde el inicio de los tiempos han trabajado dentro

y fuera del hogar aunque esta haya sido una realidad

invisibilizada.

Las dos Guerras Mundiales obligan a las mujeres a incorporarse

a la actividad laboral con jornadas de trabajo de hasta 12 horas

diarias.

La liberalización de la economía en España en los años 60 tuvo

como consecuencia la necesidad de contar con el trabajo de las

mujeres lo que llevó a aprobar en 1961 la Ley sobre Derechos

Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer.

Según la Encuesta de Empleo del Tiempo (2002-2003), del

Instituto Nacional de Estadística, además del tiempo remunerado,

las mujeres asumen las actividades relacionadas con el

mantenimiento del hogar y la familia.

Haciendo un pequeño paseo por la historia y remontándonos a la Edad Media

(S.V al XV) podemos contemplar la evolución del trabajo de las mujeres. El saber

oficial en esta época estaba en manos masculinas ya que las mujeres no tenían

acceso a los espacios donde éste se transmitía. En Europa surgen las primeras

universidades (en nuestro país las primeras universidades datan del s. XIII). Las

expertas en medicina, literatura, y otras artes ejercían sin la aprobación de las

autoridades académicas. Las mujeres realizaban trabajos muy distintos: como

comadronas, sanadoras, enseñanza en los conventos, alquimistas, pero todo sin

ningún reconocimiento.ESCUELA VIRTUAL DE IGUALDAD. INSTITUTO DE LA MUJER. SECRETARÍA GENERAL DE POLÍTICAS DE

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La aparición de los gremios en el siglo XII, donde se asociaban artesanos y

comerciantes, permitió que las mujeres se incorporaran a alguno de ellos, como

en el caso del gremio de tejedores permitiéndoseles incluso tener talleres con

trabajadoras, si bien es verdad que el contrato de las aprendizas incluía la

obligatoriedad de desempeñar las labores domésticas, situación que no sucedía

con los hombres, lo que nos hace reflexionar sobre cómo, una vez más, el hecho

de tener un sexo determinado, en este caso el femenino, era en aquella época

una justificación para la “adjudicación” de otro tipo de tareas.

En las ciudades, las mujeres trabajaban en múltiples actividades como: criadas,

amas de llaves, nodrizas, lavanderas, médicas, comadronas, etc. En el sector del

comercio como azabacheras, especieras, hospederas (con gran presencia en el

Camino de Santiago); en el metal y la construcción como caldereras, cuchilleras,

fabricantes de tijeras, etc.

También, y debido a su condición de mujeres, como prostitutas (mujeres

deshonestas) con derecho a ejercer libremente su sexualidad, excepto en

Semana Santa y concubinas de clérigos (barraganas) con contratos legales que

condicionaban y, en algunos casos, aseguraban su situación de vida.

Aunque el trabajo femenino más común era el de criada y en la mayoría de los

casos era un trabajo retribuido en especie mediante casa, ropa y comida. En

algunas ocasiones se hacían contratos con las menores, hasta con una duración

de hasta 10 años lo que provocaba que el dinero lo percibiera el tutor o padre y

nunca la mujer, que era la que realizaba el trabajo.

En el campo, donde vivía la mayor parte de la población, las mujeres se

dedicaban a las tareas agrícolas, ganaderas y al pastoreo, pero en todos los

casos el añadido de los trabajos domésticos eran de su exclusiva competencia.

A partir del siglo XVI disminuyó la participación de las mujeres en los oficios que

habían venido desempeñando durante la Edad Media, aunque a finales del siglo

XVIII retomaron algunos oficios. La crisis económica que se produjo en el siglo

XVII agudizó más la situación precaria del trabajo de las mujeres y, por ello, su

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presencia se vio reducida a los hogares y a los conventos, y aunque se estableció

un fuerte debate intelectual sobre la necesidad o no de la educación para las

mujeres hubo escritoras como Sor Juana Inés de la Cruz, que reivindicaron el

derecho de las mujeres a la instrucción.

En esta época las pocas mujeres que estudiaban lo hacían en sus casas o en los

conventos, formando parte de algunos círculos literarios y filosóficos.

La inclusión de los estudios de medicina en las Universidades a las que las

mujeres no tenían acceso provocó que tuvieran que dejar de ejercer como

médicas y, solamente, pudieran actuar como comadronas o curanderas. En el

campo las mujeres continuaron con la actividad agrícola y ganadera existiendo

incluso una normativa en la que se reconocían como labores de las mujeres la

recogida de aceitunas, la escarda o la vendimia.

Por otra parte, en este período se produce una gran expansión del comercio con

las Indias, hecho en el que las mujeres participan veladamente, aunque sin

poder de decisión en los negocios reservado a sus maridos.

La Ilustración, un movimiento basado en el racionalismo, que defendía los

derechos de libertad e igualdad de los hombres y que emprendió una dura critica

contra el orden establecido, surgió en Francia a principios del Siglo XVIII, aunque

pronto se expande por toda Europa. Las ideas de las sociedades democráticas de

Rousseau y la importancia de la instrucción van calando en algunos sectores

minoritarios, llevando a algunos escritores a reivindicar la igualdad de capacidad

entre mujeres y hombres. Sin embargo, no podemos olvidar que a pesar del

debate de la necesidad de instrucción y formación para las mujeres, y el gran

hito que representó la Revolución Francesa, la educación para las mujeres nunca

se propone en las mismas condiciones y contenidos que los hombres. En la

misma Revolución Francesa fue guillotinada Olimpia de Gouges por proclamar

la “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana” acusada de

“haber olvidado las virtudes propias de su sexo”. El mismo Rousseau había

escrito en su obra maestra el “Emilio” como debía ser la educación para las

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mujeres haciendo una clara y marcada diferencia entre los sexos. Vemos puesESCUELA VIRTUAL DE IGUALDAD. INSTITUTO DE LA MUJER. SECRETARÍA GENERAL DE POLÍTICAS DE

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como hasta en los momentos más “revolucionarios” de la historia se mantiene

esa “socialización diferencial” para mujeres y hombres.

Es a partir del siglo XVIII con la Industrialización y las condiciones creadas por

la Revolución Industrial (demanda de mano de obra barata, el excedente

demográfico femenino de comienzos de siglo o la aparición de las máquinas y el

ferrocarril), lo que permite el traslado de las personas del campo a la ciudad y da

lugar al gran cambio laboral que, mas adelante, se consolida, innegablemente,

con las repercusiones económicas internas de la I Guerra Mundial.

En España, la industrialización es más tardía y la sociedad continúa siendo

mayoritariamente agraria. Cuando las mujeres acceden a las fábricas se

encuentran con la oposición mayoritaria de los obreros, quienes estaban en

contra de que las mujeres casadas trabajaran fuera del hogar. Habitualmente,

las mujeres accedían al trabajo entre los 9 y 14 años y, además, la remuneración

percibida por su trabajo era, en la mayoría de los casos, la mitad de lo percibido

por la mano de obra masculina. Su salida del mercado laboral la marcaba el

matrimonio o el nacimiento del primer hijo o hija.

La mano de obra femenina se destinaba, en un porcentaje importante, a las

fábricas reales con mujeres procedentes de las escuelas de bordadoras,

tejedoras y encajeras. El trabajo en las fábricas de tabaco y en la manufacturas

de seda y de lana, en el que se realizaban jornadas de hasta doce horas con

salarios inferiores a los de los hombres, y compatibilizado con el trabajo en casa,

conformaban la vida diaria de las mujeres de los siglos XVIII y XIX.

A mediados del siglo XIX, junto con el trabajo en las fábricas, las mujeres se

ocupaban en el servicio doméstico como nodrizas, camareras o criadas,

trabajaban como maestras por un salario inferior a los maestros y solamente

podían ser parteras las mujeres viudas o casadas con autorización de sus

maridos.ESCUELA VIRTUAL DE IGUALDAD. INSTITUTO DE LA MUJER. SECRETARÍA GENERAL DE POLÍTICAS DE

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A finales del siglo XIX las oficinas de correos, la Administración Pública, el

comercio y la enseñanza comienzan a preferir mano de obra femenina

considerando que así se las preserva de la dureza de las fábricas. Pero, es a

finales del siglo XIX y principios del siglo XX cuando comienzan a reivindicar, en

igualdad con los hombres, derechos como la incorporación al trabajo remunerado

o el derecho al sufragio.

La I y la II Guerra Mundial marcan un punto de inflexión en la historia de las

mujeres, ya que estas contiendas obligan a las mujeres europeas y

norteamericanas a incorporarse a la actividad laboral con jornadas de hasta 12

horas, reemplazando a los hombres en todo tipo de actividades: fábricas,

astilleros, conducción de autobuses, camiones y ambulancias, industria

maderera... llegando a pilotar en algún país aviones de carga. Sin embargo, aún

desempeñando los mismos trabajos, durante la II Guerra Mundial, al igual que

ocurrió durante la I Guerra, el salario de las mujeres era inferior al percibido por

los hombres.

Además, en el momento en que finalizaron ambos conflictos, se obligó a las

mujeres a abandonar sus puestos de trabajo en favor de los hombres que

regresaban del frente. Sin embargo, de estas dos contiendas, las mujeres salen

fortalecidas, ya que, en casi todos los países ya ejercían su derecho al voto

apareciendo una mujer más activa y liberada en sus costumbres y manera de

vivir.ESCUELA VIRTUAL DE IGUALDAD. INSTITUTO DE LA MUJER. SECRETARÍA GENERAL DE POLÍTICAS DE

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En España, la II República mejora las condiciones de la población trabajadora

en general, en cuanto a limitación de la duración de la jornada a ocho horas, el

reconocimiento de los derechos de sindicación y asociación, aun cuando seguía

existiendo discriminación salarial hacia las mujeres. También, es el momento en

que las mujeres conquistan el derecho al voto y se produce un hecho importante:

la generalización de la educación primaria y la entrada paulatina, aunque en

ningún caso generalizada, de las mujeres a la universidad. Este aumento en el

nivel de instrucción de las mujeres les permite ir accediendo a trabajos más

cualificados.

“Mujer y educación en el Siglo XIX”

La primera noticia del interés de la mujer por los estudios superiores es del 2 de

septiembre de 1871, cuando María Elena Masseras consigue un permiso

especial del Rey Amadeo de Saboya para realizar estudios de segunda enseñanza

y poder continuar en la Universidad después. María Dolores Aleu Riera es la

primera mujer que realiza el examen de grado para obtener una Licenciatura, en

Medicina, el 20 de mayo de 1882, seguida en el mismo año por Martina Castells

Ballespi y Ma Elena Masseras Ribera, todas por la Universidad de Barcelona. En

1886 obtiene la Licenciatura en dicha Universidad Dolores Llorent Casanovas (26

de junio de 1886) y dos días después la quinta mujer licenciada en Medicina, Ma

Luisa Domingo García natural de Palencia, la obtiene en la Universidad de

Valladolid.

No podemos pensar que, rápidamente, el acceso al bachiller superior y a la

Universidad se convirtió en una rutina. En 1882 y durante un período de casi un

año, el director general de Instrucción Pública ordenó que no se admitiera a

matrícula de segunda enseñanza a las mujeres, pero sí a la de Universidad a las

que estuvieran en posesión del grado de bachiller. Cuando el 25 de septiembre

de 1883 se autorizó de nuevo la matrícula de segunda enseñanza, se añadió la

salvedad de que "sin derecho a cursar después los de Facultad".ESCUELA VIRTUAL DE IGUALDAD. INSTITUTO DE LA MUJER. SECRETARÍA GENERAL DE POLÍTICAS DE

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Es en 1888 cuando, tras la solicitud de tres mujeres, se permitió de nuevo a las

mujeres matricularse en la Universidad, en principio sólo para exámenes y

posteriormente, a instancia de Matilde Padrós en la enseñanza oficial. La

presencia de mujeres en la Universidad española durante el siglo XIX es, por

tanto, prácticamente anecdótica y, además, parte de las alumnas consignadas en

ellas, no acabaron la carrera.

Fuente: “Mujer y educación en el Siglo XIX

http://personal.us.es/alporu/historia/mujer_educacion.htm

Matilde Padrós fue una de las primeras mujeres que ingresaron en la

Universidad española. En 1888 fue alumna libre y al año siguiente consiguió

matrícula oficial. En la clase se sentaba en una silla al lado de la tarima en la que

se encontraba el profesor. Un bedel la acompañaba diariamente a la clase desde

la sala de profesores y la devolvía a la misma sala cuando las clases terminaban

hasta que un familiar la recogía.

Uno de sus profesores, José Ortega y Gasset, dijo de ella “es la mujer más

inteligente que he conocido, pero lo más interesante de ella es que no sabe que

lo es”.

A la vez que estudiaba realizaba las tareas de contabilidad en el negocio familiar.

Se licenció en 1890 en Filosofía y Letras. Se doctoró en 1893 con una tesis

titulada 'El testamento de Jacob'. En el año 1911 se trasladó a Londres con su

marido y tres años más tarde trabajaba para la Enciclopedia Británica y daba

clases de español en el King’s College de Londres.

Fuente:

http://aula2.el-mundo.es/aula/noticia.php/2005/01/26/aula1106675716.html

Entre las circunstancias a las que tuvieron que enfrentarse estas mujeres se

encontraba la oposición de muchos hombres, que consideraban que las mujeres

no eran aptas para desarrollar ningún trabajo intelectual.

Así por ejemplo el Dr. Marañón aseguraba que la estructura nerviosa y endocrina

de la mujer la hacía apta para los estímulos sensitivos y emocionales de la

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maternidad, mientras que los del hombre lo hacían más apto para la creación

mental.

Laboralmente hablando, fue a partir de la Constitución de 1931 (Art. 46) cuando

el Régimen Republicano inició un nuevo marco legal de relaciones laborales, así

como la suresión de toda la reglamentación contraria al principio de igualdad

entre los sexos. Más adelante, durante la Guerra Civil se produjo una

incorporación masiva de las mujeres al ámbito laboral, realizando actividades

agrícolas, trabajando en las fábricas de municiones, en fábricas textiles, en el

cuidado de los heridos en batalla, etc.

Finalizada la guerra civil, las mujeres quedan recluidas principalmente al ámbito

doméstico. Las que mantuvieron su trabajo se vieron sometidas a la prohibición

del trabajo nocturno, la regulación del trabajo a domicilio y la excedencia forzosa

al casarse. Su incorporación al mercado laboral se produce en los años previos al

matrimonio en los sectores de comercio, oficinas, servicio doméstico y enseñanza

principalmente.

Además, se restableció el Código Civil de 1889 y, con ello, toda la legislación se

dirigió a la vuelta de las mujeres a la vida doméstica. La mujer casada no podía

trabajar sin el consentimiento de su marido, ni disponer de los ingresos fruto de

su trabajo, tampoco podía administrar sus propios bienes, abrir una cuenta en un

banco, obtener un pasaporte o ser cabeza de familia. La mujer casada se dedica

a las labores del hogar y sus expectativas sociales y laborales quedaban

supeditadas a las decisiones del marido.

La liberalización de la economía de los años 60, tuvo como consecuencia la

necesidad de contar con la mano de obra de las mujeres, lo que llevó a aprobar

la Ley sobre Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer,

de fecha 24 de julio de 1961. En esta ley se reconoció a las mujeres los

mismos derechos que a los hombres para el ejercicio de actividades

profesionales y políticas, sin descuidar su marco “natural” de trabajo: el hogar y

la familia. Se exceptuaban el ingreso en el Ejército, la Marina Mercante, el acceso

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