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De espectador a actor Hacer el mal y abstenerse de hacerlo, en la vida real suelen ser inseparables. Bajo la categoría del espectador la ausencia de resistencia y oposición del mal; existe una afinidad entre hacer el mal y no resistirse al mal, la negación es lo que hace psicológica y sociológicamente posible tanto cometer un mal como abstenerse de reaccionar ante éste. Quienes hacen el mal, así como quienes ven el mal, lo escuchan, pero no hacen nada por detenerlo, la estructura de la negación descansa sobre la falta de conocimiento y la falta de oportunidad para actuar en base a ese conocimiento, todos los argumentos dejan ver uno u otro de estos motivos: "No sabía" o "No podía"; la excusa que queda como último recurso es "No podía hacer nada", o "No podía hacer más que lo que hice". En estos días, se está volviendo la excusa más popular de los espectadores, y quizás la única estrategia viable de negación que tienen a su disposición. Ser espectador en un mundo de dependencia global. La psicóloga Perrüska Clarkson ofrece una definición de espectador muy sencilla, casi de sentido común: "Espectador es el nombre con el que se designa a una persona que no se involucra activamente en una situación en la que otra persona necesita ayuda". Los espectadores "no son realmente" responsables por los horrores que presencian. Digresión: ¿qué se puede aprender de la historia de los ''derechos de los animales"? Jean-Jacques Rousseau argumentó hace más de dos siglos que los animales tenían derecho a recibir el mismo tratamiento moral que los humanos dado que compartían con éstos la capacidad de sentir dolor y de sufrir. Irnmanuel Kant negó que los animales tuvieran derecho a recibir un tratamiento humano, basándose en su falta de discernimiento. Los animales

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De espectador a actorHacer el mal y abstenerse de hacerlo, en la vida real suelen ser inseparables. Bajo la categoría del espectador la ausencia de resistencia y oposición del mal; existe una afinidad entre hacer el mal y no resistirse al mal, la negación es lo que hace psicológica y sociológicamente posible tanto cometer un mal como abstenerse de reaccionar ante éste. Quienes hacen el mal, así como quienes ven el mal, lo escuchan, pero no hacen nada por detenerlo, la estructura de la negación descansa sobre la falta de conocimiento y la falta de oportunidad para actuar en base a ese conocimiento, todos los argumentos dejan ver uno u otro de estos motivos: "No sabía" o "No podía"; la excusa que queda como último recurso es "No podía hacer nada", o "No podía hacer más que lo que hice". En estos días, se está volviendo la excusa más popular de los espectadores, y quizás la única estrategia viable de negación que tienen a su disposición.

Ser espectador en un mundo de dependencia global.

La psicóloga Perrüska Clarkson ofrece una definición de espectador muy sencilla, casi de sentido común: "Espectador es el nombre con el que se designa a una persona que no se involucra activamente en una situación en la que otra persona necesita ayuda". Los espectadores "no son realmente" responsables por los horrores que presencian.

Digresión: ¿qué se puede aprender de la historia de los ''derechos de los animales"?

Jean-Jacques Rousseau argumentó hace más de dos siglos que los animales tenían derecho a recibir el mismo tratamiento moral que los humanos dado que compartían con éstos la capacidad de sentir dolor y de sufrir. Irnmanuel Kant negó que los animales tuvieran derecho a recibir un tratamiento humano, basándose en su falta de discernimiento. Los animales son útiles para los seres humanos, y para serlo necesitan que se los cuide y se los atienda, y sobre todas las cosas, que se los proteja. Por lo tanto, tener en cuenta las necesidades de los animales es un deber de los seres humanos para consigo mismos. La cultura y la moral ya no son vistas como una propiedad exclusiva del homo sapiens y como la marca distintiva de la humanidad.

Acerca de la dificultad de convertirse en una persona que actúa

Es así que ahora somos todos espectadores: sabemos que hay cosas que es necesario hacer, pero también que hemos hecho menos de lo necesario y no necesariamente lo que era más necesario hacer; y que no estamos especialmente ansiosos por hacer más o mejor.

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Keith Testee pone en unas pocas palabras lo que rápidamente se está convirtiendo en el problema crucial, el más desconcertante, en nuestro mundo en proceso de globalización: "El mundo es, entre otras cosas, un productor de horrores y atrocidades, y al parecer no existen recursos que puedan ser la base para generar una respuesta moral a muchas de esas instancias de sufrimiento". Observar terribles imágenes de hambre, miseria y muerte a escala masiva se ha convertido hoy en día, dice Testee, en una nueva "tradición" de nuestra era mediocrática.

Una y otra vez queremos ayudar a las víctimas, a pesar de que rara vez vamos más allá de llamar al número telefónico para colaborar con la tarjeta de crédito, o enviar un cheque a la institución caritativa que aparece en pantalla. A veces, sumamos nuestras voces a la condena colectiva de los autores de las atrocidades (cuando se los nombra) y a la alabanza pública de quienes ayudaron a las víctimas (si los periodistas los señalan y los sacan de su buscado anonimato). Casi nunca el compromiso va lo suficiente- mente lejos como para atacar las mismas raíces del mal. Si acaso quisiéramos asumir ese compromiso, no sabríamos dónde empezar ni qué hacer.