Las tendencias seculares: la caída de la tasa de la ganancia
Las teorías clásicas de la caída de la tasa de la ganancia constituían, en realidad,
teorías de la caída de la tasa de la plusvalía aunque los clásicos no conociesen la
plusvalía como tal sino su manifestación inmediata: la ganancia. Puesto que Marx
sostuvo una tendencia ascendente de la tasa de la plusvalía, no podía desde luego
aceptar las teorías clásicas al respecto. Pero hay más consideraciones por las cuales
tenía que criticarlas en profundidad, cosa que hizo.
En efecto, el análisis del trabajo materializado en las mercancías en su doble
carácter y en su doble función había permitido a Marx distinguir radicalmente el valor
creado en cierto tiempo de trabajo del valor del producto resultante, que involucra,
además, el valor de los medios de producción que es necesario consumir para obtenerlo.
Esta dos magnitudes se confundían entre sì frecuentemente en las teorías clásicas. Y le
había permitido a la vez considera claramente en cuanto a diversos problemas, entre
ellos el de la caída de la tasa de ganancia, el papel de una y otra forma del capital: el
capital variable, que se desembolsa en la compra de la fuerza de trabajo; y el capital
constante, que se desembolsa en la compra de los medios de producción.
Había descubierto así la base de la declinación de la tasa de ganancia en el
crecimiento de la relación que guarda del segundo con el primero. Esta relación, la
composición orgánica del capital, varía en la fundamental con la productividad del
trabajo, expresando la marcha de ésta. Contrariamente a la concepción de Ricardo,
quien había atribuido la declinación de la tasa de la ganancia a la productividad agraria,
Marx hizo de la tendencia a la baja de la tasa de la ganancia una expresión del ascenso
de la productividad del trabajo.
La declinación secular de la tasa de ganancia es un fenómeno reconocido y
tratado por los economistas desde los tiempos de los clásicos hasta nuestros días, pues
ella ha sido también explicada a su manera por el marginalismo y ha sido postulada
igualmente por Keynes como declinación secular de la “eficiencia marginal del capital”.
Por consiguiente, quienes emprenden el intento de refutar la veracidad, o la
permanencia, del fenómeno proclamando la intención de refutar a Marx o de demostrar
que su tesis ya no tiene vigencia intentan, en realidad, refutar no solo a él, ni mucho
menos.
La especificidad del tratamiento de la cuestión por Marx, además de los aspectos
ya señalados, reside por lo contrario en el carácter tendencial que él descubrió en la ley,
dilucidando una serie de causas contrarrestantes de su efecto.
“Cuando se toma en consideración el enorme desarrollo
experimentado por las fuerzas productivas del trabajo social,
aun limitándose los últimos treinta años, en comparación con
todos los periodos anteriores; cuando se considera, sobre todo,
la enorme masa de capital fijo que se emplea en el conjunto del
proceso social de producción, a parte de la maquinaria
propiamente dicha, entonces la dificultad de la que se han
ocupado hasta ahora los economistas, a saber la de explicar la
caída de la tasa de la ganancia, es reemplazada por la dificultad
inversa, a saber la de explicar por qué esta caída no es mayor, o
más rápida. Tiene que estar en juego ciertas influencias
contrarrestantes que obstaculicen y anulen el efecto de la ley
general otorgándoles solo el carácter de una tendencia, razón
por la cual hemos especificado la caída de la tasa general de la
ganancia como una caída tendencial.”6
Varías de estas causas contrarestantes se resumen, precisamente, en la tendencia
ascendente de la tasa de la plusvalía, cuyo supuesto descenso constituía el sentido de las
explicaciones clásicas del fenómeno de la caída de la tasa de la ganancia. Marx puso en
claro que las contradicciones entre las cuales se mueve esta tasa tienen que resolverse,
en última instancia, en su caída, a la vez que indagó ampliamente las razones por las
que su movimiento no es lineal sino oscilante y la caída que resulta, no tan veloz como
permitían suponerlo las teorías preexistentes y también algunas de las posteriores.
Por consiguiente, aun demostrando que la tasa general de la ganancia se hubiese
mantenido aproximadamente constante durante un periodo, no quedaría refutado con
ello Marx, sino más bien los economistas que teorizaron este proceso como de
naturaleza lineal. Por otra parte los intentos que se han hacho en tal sentido adolecen de
limitaciones tales que, si algo demuestran, demuestran algo distinto de lo que pretenden
demostrar. Por ejemplo, basándose en estadísticas de los Estados Unidos, o sea en datos
captados en un país y no en el conjunto del mercado mundial, y en términos de precio
de este mercado, se a aseverado que la tasa de ganancia se había estabilizado durante
varias décadas de este siglo, a partir de la primera posguerra. Lo que esto parece
significar es que el imperialismo estadounidense, durante el período de su predominio,
obtuvo superbeneficios capaces de compensar para él la caída experimentada para la
tasa de la ganancia. Es más, puesto que la existencia de tales superbeneficios, en ese
período sobretodo, apenas puede ponerse en duda, el hecho de que tales cálculos
arrojen una estabilización aparente de la tasa de la ganancia allí demuestra, más bien,
que la tasa de la ganancia declinó en el ámbito de la producción y en términos de valor-
y para tal ámbito y en tales términos está definida primordialmente la ley-; y pone de
manifiesto en buena parte el juego de las causas contrarestantes analizadas por Marx al
considerar la cuestión desde el ángulo de un país especialmente avanzado en el
mercado mundial: se trata de la causa contrarestante que él trató bajo el subtítulo “El
comercio exterior”.
La esencia de su teoría
Así como carece de todo fundamento identificar la tesis de la caída de la tasa de
la ganancia de tipo lineal con la teoría de Marx al respecto, así también ocurre con la
idea de que Marx hubiese “descubierto” la lucha de clases. Esta idea, además des r
falsa, carece de sensatez, pues la historia presentaba ya una sucesión de revoluciones
sociales cuyos protagonistas no habrían podido hacerlo sino hubiesen conocido la lucha
de clases; y la propia obra de los clásicos giraba en buena parte en torno de ella y
Ricardo así lo declaraba explícitamente.
El propio Marx tuvo oportunidad de señalar lo disparatado que era atribuirle
semejante “descubrimiento”, a propósito de uno de los comentarios que suscitó la
aparición del libro I de El Capital. En ese contexto especificó que lo ensila de su teoría
consistía, además del carácter de motor fundamental del movimiento histórico que
atribuía a la lucha de clases, en la tesis de que este movimiento desembocaría
necesariamente en la formación de una
6 C.Marx, El Capital, libro III, cap14, primer párrafo.
sociedad sin clases ni estado, sin propiedad privada de los medios de producción, ni
producción mercantil ni dinero, y que el tránsito a esa sociedad futura se operaria
necesariamente a través de un período histórico de dictadura de la clase obrera cuya
tarea sería centralmente la extinción de sí misma como forma última del estado. Este
último aspecto trazó nítidamente La línea divisoria que separó al marxismo de la
corriente en desarrollo del anarquismo. Este, al subestimar groseramente los
fundamentos históricos de la existencia del estado, que han hecho de él una necesidad,
en diversas formas, durante milenios, imagina como posible su abolición directa en vez
de un complejo y nada armónico proceso de extinción.
Aun descartado el anarquismo, que se ha ido extinguiendo él mismo, la
subestimación de las dificultades de la tarea histórica de la extinción del estado ha dado
lugar a una concepción de la dictadura de la clase obrera como una situación en la que la
lucha de clases habría desaparecido en vez de agudizarse, como ocurre efectivamente.
Esta noción, que los hechos demuestran errónea, contribuyó a facilitar el auge de la teoría
según la cual el socialismo sería un modo de producción, teoría que niega el carácter
político del socialismo como dictadura del proletariado encargada de asegurar el tránsito
de la sociedad basada en el modo de producción capitalista a la sociedad sin clases ni
estado que tiene por base, ella sí, indudablemente, un modo de producción específico.
La teoría del “modo de producción socialista” es una teoría de tipo economicista y
mecánico y cuyo carácter es apologético puesto que su cometido es cubrir con un manto
teórico la degeneración del socialismo y, por último, el tránsito contrarrevolucionario de
éste al capitalismo monopólico e imperialismo disfrazado de socialismo.
Los límites de la producción capitalista y el “catastrofismo”
También menudearon las interpretaciones mecánicas y economicistas
en lo tocante al cómo y al porqué del agotamiento de la producción capitalista
que daría lugar al socialismo. Éstas interpretaciones se basaron, en unos casos,
en supuestos límites absolutos de mercado, postulándose la necesidad de un
ámbito precapitalista que terminaría por estrecharse a tal punto que no podría
ya cumplir la función que se le atribuía, con lo que el “derrumbe” o
“desmoronamiento” del capitalismo se tornaría inevitable. Otra corriente de
las teorías del “derrumbe” o de la “catástrofe” del capitalismo se basaba en
una visión lineal de la caída de la tasa de la ganancia: cuando ésta se anulase
finalmente, la valorización del capital sería imposible y la modificación de las
relaciones sociales un requisito absoluto de la continuación de la producción
material.
El movimiento de la tasa general de ganancia se salda en una
declinación de ella en definitiva. Esto, desde luego, significa que la
producción capitalista es históricamente transitoria, pero en modo alguno
significa que llegue a su término por anulación definitiva de la tasa general de
ganancia. En todo caso, tal idea guarda más parentesco con la visión lineal del
clasicismo, con la perspectiva del “estado de estancamiento” ricardiano, que
con el replanteo total hecho por Marx. Merced a este replanteo se hizo posible
comprender el movimiento no lineal, sino oscilante de la tasa general de
ganancias y a lo largo del tiempo. Y, puesto que la tasa general de ganancia
mide la valorización del capital total de la sociedad, y esta valorización es el
objetivo de la producción específicamente capitalista, los ciclos que describe
el movimiento de la tasa general de ganancia son también los ciclos de la
producción capitalista en su conjunto. Es ésta una frase cuyos acentos son las
crisis de superproducción general.
La tendencia secular se expresa, entonces, en el carácter cada vez más
grave, más profundo de esta crisis, por más que sean administradas en nuestra
época por el estado de los monopolios, limando sus aristas más filosas al
diluirlas en periodos más largos de “recesión”, y al descargar los estados
imperialistas parte de su peso sobre las naciones oprimidas merced al control
que ejercen sobre un mercado mundial oligopólico.
Nada de esto entraña un límite absoluto ni determina una inevitable
”catástrofe” dada, sin más, en el nivel de la economía. Sí significa, en cambio,
que las transformaciones sociales, desde ya posibles, constituyen cada vez en
mayor medida la condición del progreso económico y social.
La época actual
Hay un trozo muy mentado de la Contribución a la crítica de la
economía política de Marx del que muchas veces se ha deducido falsamente
que las contradicciones económicas determinan por sí mismas las
revoluciones sociales y también, implícitamente, que éstas son irreversibles en
todas circunstancias. El concepto desarrollado allí por Marx es muy diferente.
Consiste en que, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad
entra en contradicción con el carácter de las relaciones sociales de producción,
se abre una época de revolución social; y, a continuación, Marx atribuye a la
clase social que es el agente histórico de la revolución que se ha tornado
posible un papel similar al de la partera en un alumbramiento, ya que el modo
en que ese agente histórico sea capaz de encarar su tarea depende, en gran
medida, que el proceso abierto culmine relativamente rápido y con poco
sufrimiento en la inauguración de una nueva etapa de progreso o, por lo
contrario, se estanque en prolongados sufrimientos.
Aquí, lejos de afirmarse la determinación económica directa y simple
de todo el movimiento de la sociedad, aparece en su plenitud la complejidad
de este movimiento y se advierte como el nivel de la realidad social que
asume el papel decisivo depende de las circunstancias dadas, si perjuicio de
que el conjunto de la sociedad esté basado en ciertas condiciones económicas
propias de una época, que marcan los límites de lo posible.
En la historia del capitalismo, el desarrollo de las fuerzas productivas
de la sociedad entró en contradicción con el carácter de las relaciones sociales
vigentes al culminar la etapa de la “libre competencia” con la formación de
los monopolios modernos. Así como no fue posible delinear en la teoría, con
alguna precisión, cómo se desenvolverían una revolución acaudillada por la
clase obrera y un estado popular encabezado por ella, antes que los obreros y
el pueblo de París hubieran realizado una y otro por primera vez en la Comuna
de 1871, así tampoco podría haber analizado Marx la época de los
monopolios, que estaba apenas iniciándose cuando el murió hace cien años.
Este paso teórico, que constituye el más importante desarrollo aportado al
marxismo con posterioridad, fue dado por Lenin en la más significativa de
todas sus obras: El imperialismo, etapa superior del capitalismo.
Tampoco puede perfeccionarse la comprensión de las contradicciones
propias de la dictadura del proletariado antes que la degeneración de ella en la
Unión Soviética culminase en contrarrevolución y, de socialista que era, la
Unión Soviética se viese transformada en la potencia imperialista más
agresiva de la actualidad. Nada más ilustrativo de la plena vigencia que
conserva la obra mencionada de Lenin que el comprobar cómo su texto
describe, aunque haya sido escrito hace cerca de setenta años, acabadamente
el comportamiento actual del gran capital monopólico y del estado de los
monopolios, principalmente en ambas superpotencias que se disputan la
hegemonía mundial en detrimento del Tercer Mundo y aun de potencia
imperialistas menores, subvirtiéndolo todo en su camino hacia una nueva
guerra mundial, de cuya perspectiva habló Mao Tse Tung, continuador de
ambos dirigentes a al luz de la experiencia de la Revolución China, y la
situación internacional.
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