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Historia del
Mundo Anglico ...
Historia del mundo anglico, crnica de la creacin de los tronos
y potestades, narracin de la prueba y cada
de los serafines y querubines.
J.A
Fortea
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Editorial Dos Latidos
Benasque (Espaa),
publicacin en formato electrnico, mayo 2012
Copyright Jos Antonio Fortea Cucurull
www.fortea.ws
versin 1
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Historia del
Mundo Anglico ..
Historia del mundo anglico, crnica detallada de la creacin de los tronos y potestades,
explanacin de la prueba y cada de los serafines y querubines.
J.A
Fortea
Despus de diecisis aos dedicados al campo teolgico de los demonios, por fin, ha llegado el momento de
hablar de los ngeles. Despus de tanto tiempo meditando cmo emprender esta tarea, he decidido hacerlo no
con un ensayo, sino volcando la teologa en un cauce narrativo. La narracin me permite infundir vida a lo
que, de otro modo, hubieran sido fros conceptos y matizadas hiptesis. Puedo asegurar que hay teologa tras
este relato de la creacin del mundo anglico. Alguien que no haya ledo mis otros libros sobre el tema,
podr albergar la tentacin de pensar que en este texto me dedico a inventar si ms. Pero puedo asegurar que
toda esta ficcin, no es otra cosa que angeologa expresada de un modo literario. Todo tiene una razn de ser
en la ficcin que propongo. Cuyas lneas, sin duda, deben ms a la metafsica que a la Sagrada Escritura.
La Biblia es muy lacnica al hablar de la creacin de los ngeles. La Metafsica, iluminada por la Escritura,
puede desarrollarse, expandirse, dando luz al modo razonable en que todo pudo suceder. Eso y no otra cosa
es esta obra: un esfuerzo por exponer de un modo razonable, cmo pudo ser la protohistoria de los ngeles.
Yo no digo cmo sucedieron las cosas, porque no he tenido una revelacin privada sobre el tema.
nicamente expongo cmo pudieron suceder las cosas. Un modo razonable, entre muchos posibles, de llenar
los vacos de la Escritura sobre tema.
Esta obra no est basada en revelaciones, ni mas ni de otros, sino en la metafsica, como ya he dicho. Slo
tomo el objeto de la prueba de los ngeles de una venerable tradicin. Sea cual sea la prueba que tuvieron al
ser creados los ngeles, lo seguro es que pasaron por una prueba. Aqu se ofrece cul pudo ser. Tantas veces
en esta historia elucubro cmo pudo ser todo, pero slo Dios conoce el modo en que todo realmente ocurri.
Por supuesto que si alguien no est de acuerdo en algn punto de mi historia, tiene todo el derecho a ello. Es
ms, los ngeles y yo le damos todo el permiso del mundo para disentir. Alguien tambin podr sentirse
incmodo de que utilice trminos tan visuales al hablar de un mundo etreo, pero este escrito es un gran
fresco, un extenso tmpano catedralicio. O redactaba un tratado, o eriga este auto sacramental. Definir este
escrito como un auto sacramental del siglo XXI, me complace.
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En el presente prlogo explico cmo se gest esta obra: como un ejercicio narrativo-teolgico que trata de
explicar cmo pudieron ser las cosas expresndolas con una esttica visual y usando modos antropomrficos.
Aun as, en el eplogo he dejado constancia de una ficticia versin alternativa del origen de esta obra. Puestos
a crear, se me ocurri lo literariamente interesante que resultaba la creacin no slo de una historia de los
ngeles, sino tambin la creacin de un ficticio origen redaccional de esa historia. Al final, no slo ofrezco la
Historia de los ngeles, sino tambin la falsa historia de cmo surgi esa Historia. Perdneseme ese acto
literario en una obra esttica.
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HISTORIA DEL MUNDO ANGLICO ...
I Parte
Antes de los faraones, antes de los constructores de los
zigurats, antes de que en el desierto reposase la arena, antes
de que la primera gota de agua cayese en el primer mar, fue
nuestra historia. Antes de que el sol brillase por primera vez,
antes de que Dios dijese: Hgase la luz.
Antes de la historia de cualquier criatura, vino nuestra
historia, que es la ms antigua. De hecho, sta historia tuvo
lugar antes del Tiempo. Antes de nuestra historia no hay
historia alguna. Puesto que el nico que estaba antes de
nosotros, no tiene historia. Dios no tiene historia.
Yo, un ngel os la voy a contar a vosotros, humanos, aunque
no podis entender muchas cosas, aunque tenga que recurrir a
comparaciones humanas para que podis comprender lo
incomprensible. Doy comienzo a mi crnica.
seccin 1 En el principio estaba el Ser, el Ser Infinito, la Trinidad Sublime. Imaginaos a Dios como una
inmensa esfera de luz blanqusima. De nuevo os recuerdo que debo recurrir a trminos limitados, a
comparaciones, para expresar lo que es incomparable. Dios no es una esfera, Dios no tiene forma geomtrica
alguna. Pero os pido que os imaginis mi historia de un modo visual. Imaginaos al Gran Dios como una
esfera de luz de proporciones infinitas.
Esa Esfera de Luz estaba en medio de la Nada. Una Esfera resplandeciente en mitad de la oscuridad ms
absoluta, la oscuridad perfecta. Al principio nicamente exista esa Esfera. Nadie la contemplaba, nadie la
poda ver, porque no haba nadie. Esa Esfera de Vida Trina era Luz, y era grande como millares de ocanos
de luz. Era colosal como millares de millares de universos.
Nunca os imaginaris, mientras vivis, lo difcil que es para m expresaros de un modo alegrico lo que
nosotros percibamos de Dios. Permitidme usar la imagen de una esfera para hablar de Dios, la imagen de,
una esfera grandiosa. Porque en su Ser reinaba una perfeccin, como slo se expresa en la geometra. Pero al
mismo tiempo era ilimitado como un mar. El mar es estable, pero tiene movimiento en s. Dios, asimismo, se
nos mostraba lleno de vida. Lo que nosotros veamos era como una esfera infinita llena de mares de vida.
Pero eso lo percibamos a travs de los rayos que atravesaban sus velos. La imagen del sol cuya luz sale
arrolladora y lmpida tras las nubes de una tormenta que escampa, es la escena ms aproximada para que
entendis qu era lo que nosotros veamos. Reunid todos estos conceptos tan pobres, y os haris una idea
aproximada.
La Vida Trina lata en su interior, flua en el seno de esa Esfera. De pronto, ocurri algo. Era la primera vez
que ocurra algo hacia fuera de la Esfera. No podemos decir que eso ocurri tras millones de millones de
siglos, porque en realidad no haba Tiempo. Pero entre ese antes y ese despus hubo mil eternidades, y
despus eternidad tras eternidad. Antes del primer AHORA, hubo una serie incontable de siglos de no-
tiempo.
Y as, en el momento previsto, en el instante exacto, antes del cual no hubo un instante, una voz poderosa
reson en el interior de la Esfera y dijo: Hgase! Y de la Esfera surgi una luz. Aquel acto se parece
lejanamente a una flor que extendiera sus ptalos blancos. Ese instante semejaba como una corola de la que
surgiesen hacia fuera sus ptalos. Aquello pareca como una explosin de luz a cmara lenta.
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Si uno se aproximaba a esa luz, vea que cada haz de luz estaba formado por millones de millones de seres
anglicos. Cada naturaleza anglica era como una pequea estrella. Las haba de todos los tamaos. Cada ser
anglico resplandeca con su propio tono de luz, cada uno emita una msica particular. Cada uno, si se me
permite la expresin, mostraba un rostro atnito, felizmente atnito, ante el espectculo del acto creador.
Los ngeles ms grandiosos se hallaban suspendidos como tocando a la Esfera. Cada ngel superior tena
otros menores alrededor de l, como planetas que rodean a un astro. Cada uno de los satlites tena a su vez
otros espritus anglicos que eran como satlites de los planetas. Y as podamos ver que haba centenares de
jerarquas anglicas. Cada ngel dependa de otro ngel superior. Los ngeles superiores, menores e
intermedios formaban innumerables niveles, complejsimas rotaciones, innumerables jerarquas, complicadas
series de niveles, de escalones, como si de una zoologa infinita se tratara.
A qu compararemos la visin de ese acto creador? Era como si la Gran Esfera estuviera rodeada por
brumas. Esas brumas eran como Va Lcteas. Cada una de estas Va Lcteas estaba formada por millones de
millones de seres anglicos. Toda la Esfera estaba cubierta de estas nebulosas. Partes de la superficie de la
Esfera estaban ms densamente cubiertas. En otras partes, esas nubes era como si se deshilachasen hacia
fuera. Y seguan surgiendo ms y ms de estas nebulosas del interior de la Esfera. Era como si del seno del
Ser Infinito fluyeran ros grandiosos de luz. Universos y universos de ngeles salan de la Esfera
Incomparable.
Aquellos ros parecan no agotarse. Unos surgan con fuerza hacia fuera, se doblaban como atrados por la
fuerza de atraccin de la Esfera de la que surgan, y retornaban hacia la Esfera recorriendo su superficie
inacabable. Otros ros salan expelidos con vigor y se adentraban en la nada exterior, formando espirales,
mezclndose a su vez con otras espirales anglicas, combinndose en ms y ms increbles volutas de luz
que se arremolinaban, que giraban alrededor de s mismas, formando centros y ms centros anglicos.
Cmo un rgano catedralicio al que con dos manos se le presionan diez notas a la vez con todos sus registros
en una magnfica armona, con todos sus tubos a pleno pulmn, y que tras alcanzar el clmax, el sonido se
difumina perdindose en las bvedas, as tambin los ros de luz que surgan de la Esfera, fueron
debilitndose en una especie de eco que se extingue lleno de majestad. Ese eco sinfnico se fue
desvaneciendo, hasta que el ltimo brazo de luz se despeg del Ocano de Luz de la Esfera: la Creacin de
los ngeles haba acabado. El ltimo ngel haba sido creado.
El nmero de los ngeles era incalculable, pero hubo un ltimo ngel en aparecer. Decir que eran trillones de
trillones era poco. Dios haba sido extraordinariamente generoso al crear. Dios haba querido comunicar el
gozo del ser de un modo esplndido, feliz de que fueran muchos los que pudieran existir. Aquellos ngeles
nada ms ser creados reciban el nombre de glorias, porque ellos eran la gloria de su Creador.
Todos los espritus estaban sorprendidos. Haban sido lanzados a la existencia. Haban pasado de la nada a
existir de golpe. Aquello era como millones de seres que hubiesen acabado de despertar. Pero no slo no
estaban somnolientos, sino que por el contrario se mostraban llenos de vida. Las nebulosas bullan de vigor
alrededor de la Esfera de Vida. La vida se agitaba en ellos por la felicidad de existir.
Los espritus se miraban a s mismos, se conocan, volvan a mirarse entre s sorprendidos. Como las glorias
se hallaban girando alrededor de glorias ms grandes, admiraban al gran ngel alrededor del cual cada
espritu se mova. Divisaban la magnitud de los gigantescos astros anglicos. Aunque las vean de lejos, se
hallaban sorprendidos de que pudiera haber glorias tan descomunalmente grandes. Y en el centro de todo: el
Divino Ocano Infinito de Luz del que haban salido. Era como estar junto a los mrgenes de un gran mar.
Podramos decir que estaban suspendidos, flotando en el aire, levitando sobre un ocano. Pero en ese caso no
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tena sentido afirmar que se estaba encima o en un flanco de ese Mar. En un universo sin referencias
espaciales, no haba arriba, ni abajo. nicamente un gran centro. Un gran centro que era esa Esfera que
pareca ilimitada.
Las glorias contemplaban la Gran Esfera, saban que era una forma esfrica. Pero era tan grande que ellos la
vean como un ocano, cuyos lmites escapaban a su visin. Ese Ocano Divino estaba en silencio, todos lo
contemplaban admirados: constitua en s mismo un espectculo. Porque esa Luz era amor, sabidura,
belleza, perfeccin, equilibrio, plenitud. De pronto, la Esfera habl. Era la primera vez que resonaba su voz
fuera de su seno. Su voz result el hecho ms impresionante que uno pueda imaginarse. La voz de Dios
dirigindose a millones de millones de espritus anglicos.
Todos oyeron una voz potente, grave, llena de poder. Se trataba de una voz que poda doblar el hierro,
tronchar los cedros. Aun no exista el hierro, aun no haban crecido los cedros, pero si hubiera sido creado un
orbe, los pilares de la tierra no hubieran resistido el poder de la primera slaba de la primera palabra. Ante la
aparicin de su voz, todos los ngeles dieron un paso hacia atrs, como el que recibe la embestida del viento.
Decir que era una voz poderosa, no es hacerle justicia. Sus voz estaba dotada de la mayor intensidad que uno
pudiera imaginarse. Y al mismo tiempo, sus palabras transmitan ternura y cario. Eran las palabras de un
padre. Nada en ellas haba de amenazador. Pero sin ser amenazadora, su voz era tal que dejaba claro que no
admita rplica.
Dios nos habl. Nos explic quin era l. Nos expuso quines ramos, para qu nos haba creado, qu
esperaba de nosotros, lo que debamos y lo que no debamos hacer. Dios nos hizo de Maestro, le escuchamos
con la boca abierta. Su voz nos manifestaba cules eran los abismos del ser, los caminos del Bien y del Mal.
La estructura lgica de lo que haba creado y de lo que poda crear. Sus palabras eran ciencia pura sin error.
Pero no hablaba todo el tiempo. En su discurso, en su explicacin del Ser y del ser, en su explicacin de
todo, haba, como si de una sinfona se tratase, momentos de silencio. Y nos preguntaba. Nosotros le
respondamos, le preguntbamos, individual y colectivamente. Dialogbamos con l como unos hijos con un
padre. Verdaderamente era un padre. ramos como polluelos alrededor de una gallina. Nos sentamos
calientes bajo sus alas. Nos sentamos protegidos. No tenamos cuerpo, pero sentamos el calor de su
presencia. La imagen de los pollitos acurrucados en el seno de su madre es lo que ms idea puede dar de
aquel tiempo feliz. No era slo estar bajo sus alas, era estar en su seno. Como unos polluelos completamente
envueltos en un lecho de plumas.
De qu nos podamos sentir protegidos? Cmo podamos conocer la sensacin de temor? Nos sentamos
seguros frente al vaco de la Nada, frente a la inseguridad de no saber. l nos daba certeza frente a la duda.
l nos ofreca el firme fundamento de saber de dnde venamos, quines ramos, adnde bamos, cul era el
sentido de todo. Sin l hubiramos sido nufragos en medio del vaco. Sin l nos hubiramos sentido
abandonados en mitad de esas soledades. Mirando hacia atrs, all estaban esas soledades vacas y oscuras.
Daba casi miedo mirar al no-ser de donde habamos salido, de donde perfectamente podramos no haber
salido nunca. Haba bastado una palabra suya, para sacarnos de la nada. Pero con l no temamos a la nada:
l lo llenaba todo.
Y nuestro Maestro segua paciente y amorosamente respondiendo a sus hijos. Poda responder a millones de
seres a la vez. ramos tantos, y, no obstante, cada uno escuchaba distintamente su voz. Nosotros las glorias
podamos escuchar las palabras de muchos ngeles dirigindose a Dios, y simultneamente podamos hacerle
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preguntas. Nosotros podamos atender sin problema en medio de aquel tapiz de voces. Cada uno poda
percibir ms o menos de esos dilogos, segn el poder de su inteligencia.
En medio de aquella sinfona, formulbamos a coro una cuestin a Dios. Pero en medio de esa coral, un
pequeo espritu poda hacerle una pequea pregunta a Dios. Haba conversaciones colectivas, se daban
conversaciones individuales. Otras conversaciones eran, porque as lo queran algunas glorias, privadas,
personales. Y no slo preguntbamos, tambin le dbamos gracias, gracias por todo. Y tambin nos
comunicbamos entre nosotros.
Los ngeles ms inteligentes comprendan mejor lo que deca la Esfera, y nos lo explicaban a los ngeles
intermedios. Nosotros a nuestra vez explicbamos detalles a los ngeles inferiores. Haba miles de escalas en
aquella jerarqua celeste. Todos entendan el discurso de Dios, pero los ngeles superiores nos hacan ver que
habamos captado slo una parte de la profundidad de su discurso.
Entre nosotros nos ensebamos, y en conjunto profundizbamos con nuestros intelectos en ese Ocano
Infinito de Luz que tenamos delante. bamos viendo ms claro quin era el Hacedor, la Fuente, el Sol de
Santidad. Casi sin darnos cuenta, bamos erigiendo construcciones intelectuales. ramos seres intelectuales y
disfrutbamos sumergindonos con nuestras mentes en esa Esfera sin fin. Podamos sumergirnos en l slo
con nuestra inteligencia, slo con nuestro conocimiento. Pues l, digmoslo as, estaba all y nosotros aqu.
La increble frontera de la trascendencia era impenetrable. Impenetrabilidad de Dios que no era percibida
como un muro, sino ms bien como una montaa que se necesitaran siglos para ascenderla. La Esfera, en
ese sentido, estaba tan cerca y tan lejos. La Esfera estaba como rodeada de un muro alto como una montaa.
Quiz tras siglos de ascender sus laderas, comprenderamos que slo habamos comenzado nuestro viaje. S,
la Esfera tan slo era el velo de la trascendencia.
Aun conscientes de nuestra poquedad, cuanto ms conocamos, ms queramos conocer. Y con nuestra
inteligencia s que podamos recorrer ese objeto de nuestro conocimiento. ramos como exploradores de lo
que tenamos delante. Nuestras construcciones lgicas, metafsicas, teolgicas acerca de la Divinidad nos
dejaban pasmados. Cada vez estbamos ms admirados del Ser Infinito.
Algunos de nosotros, abrumados ante tanta belleza, comenzaron a organizarse para darle culto de un modo
colectivo. As comenz la liturgia celeste, como respuesta ante semejante espectculo de la Divinidad.
seccin 2
Frente a la Esfera, alrededor de la Esfera, todo aquel mundo anglico se llen de actividad. Unos enseaban a
otros. Otros levantaban construcciones del intelecto. Haba quienes se dedicaban ms a la oracin. Otros se
afanaban en ir de un lugar a otro a ayudar a aquellos que tenan alguna dificultad en entender algo. Comenz
incluso a haber ascetas. Pues hubo quienes comenzaron a sacrificarse en el uso de sus potencias intelectuales,
centrndose, ante todo, en buscar la esencia de Dios a travs de la adoracin. Habr entre vosotros, humanos,
que me entendern muy bien cuando afirmo lo grande que puede ser el sacrificio que supone sacrificar las
operaciones del intelecto que nos producen placer. Cuando se habla del placer, muchos piensan en la comida,
la bebida y dems satisfacciones del cuerpo. Pero tambin vosotros conocis gozos del intelecto como
escuchar una sinfona, jugar una partida de ajedrez, leer un libro o escuchar una conferencia. Tambin a
vosotros os cuesta sacrificar las operaciones del intelecto que os gustan. Tambin, a veces, mantener la
presencia de Dios o dedicarse a la oracin, es un sacrificio cuando uno quiere pensar y hacer otras cosas.
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Y as algunos de nosotros descubrieron este modo de hacer la voluntad Dios. Y quisieron desnudarse de todo
lo que no fuera Dios mismo. Ellos deseaban, ante todo y sobre todo, arder de amor a Dios. Y dejaron todo lo
dems. Renunciaron incluso a lo bueno, para dedicarse a lo mejor. Algunos de estos ngeles ascetas se
recluyeron en s mismos para dedicarse exclusivamente a la adoracin de la Trinidad. Esta reclusin
voluntaria de algunos fue tan estricta que, a los ojos de muchos, fue como si muriesen en vida, como si se
enterrasen en s mismos. Todo lo sacrificaron algunos para que en la oscuridad de su interior, pudiera
comenzar a brillar una luz ms espiritual.
A vosotros, estos sacrificios os parecern pequeos sacrificios. Pero os aseguro que algunos de nosotros
hicieron sacrificios slo comparables a aquellos humanos que renuncian a todos los placeres del mundo para
irse a un desierto a dedicarse a la oracin. Otros espritus se centraron ms en las obras de caridad, ayudando
a las necesidades de otros espritus: instruyendo, aconsejando, no dejando solos, siempre deseosos de que
todos comprendieran mejor a la Fuente. Otros se dedicaron ms al conocimiento, emplendose en indagar las
profundidades de la Ciencia del Ser Infinito. Indagaban por s mismos, preguntaban a otros, recorran las
jerarquas anglicas en busca de ciencia, en busca de fragmentos de saber. Estos recolectores de materiales
levantaron magnficas construcciones intelectuales. Algunas mentes estaban dotadas de tal fuerza que fueron
capaces de levantar impresionantes fundamentos sobre los que otros erigieron altas moles de ciencia. La
ciencia acerca de Dios mismo y la ciencia acerca de lo que saba. No slo era Dios, era tambin lo que Dios
poda crear. Y no slo eso, tambin estaba lo que era fruto de la lgica. Por ejemplo, las matemticas existan
por s mismas. No haban sido creadas por el Creador. Como este ejemplo os podra poner otros, cada vez
ms complicados, vosotros slo habis esbozado la metafsica. Pero el mundo del conocimiento, antes de la
creacin del cosmos material, ya era rico, variado y digno de dedicar toda una vida a l. La ciencia era
fascinante y nos sentamos atrados a ella de un modo natural, ramos inteligencias.
Pero no todo era conocimiento. El amor ya haba aparecido, de forma natural, casi sin darnos cuenta.
Ambamos. Cada uno en un grado, cada uno de un modo diferente y personal. Cada espritu tena su
personalidad, su psicologa. Cada uno amaba con una intensidad propia, cada uno posea un amor nico. No
slo ambamos agradecidamente a Dios, tambin nos queramos entre nosotros. Queramos a todo ese
mundo en el que estbamos insertos.
Yo comenc a admirar a algn Intelecto Superior. Su penetracin en las ms recnditas cuestiones de la
Filosofa me pareca la obra de arte ms increble. Adems, desde mi posicin, poda proponerle nuevas
cuestiones. Poda contrastar sus respuestas con otros altos intelectos. Entre nosotros los ngeles surgieron
amistades. Pues no slo conversbamos de cosas altas y sublimes, tambin nos conocamos entre nosotros.
Charlbamos de nuestras ilusiones, acerca de nuestras distintas formas de ver las cosas, incluso de nuestras
ancdotas en nuestra sociedad, en nuestros grupos. Otros eran exploradores, se dedicaban a recorrer las
regiones del mundo anglico. Las jerarquas, de por s, se haban convertido en objeto de ciencia.
En nuestras conversaciones, os parecer extrao, pero haba sentido del humor a veces. Algunos bromeaban
incluso. El sentido del humor es privilegio de los seres racionales. Hubo tambin espritus que fueron ms
all de la admiracin, ms all de la amistad: se enamoraron. En su amor no haba nada fsico, no tenemos
cuerpo, no tenemos rostro propiamente hablando. Pero el sentimiento que apareci entre algunos espritus,
insisto, era algo que iba ms all de un mero estar bien con el otro. Era verdadero amor. A veces era la forma
de ser del otro, a veces admiracin por su intelecto. Lo cierto es que algunos espritus iban ms all de la
amistad y deseaban con recta pasin estar junto a otro espritu.
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seccin 3
Otros espritus se unieron para formar actos de adoracin colectivos hacia el Creador. Esos actos de
adoracin fueron aadiendo ms y ms ngeles. Comenzaron de forma espontnea liturgias de alabanza a
Dios. Nadie nos lo mand. Surgieron. Surgieron como un impulso natural. Al final, todos formamos parte de
la gran liturgia de todos los ngeles unidos en una sola adoracin tributada al Eterno.
Nuestro incienso de alabanza no cesaba ni de noche ni de da, en el caso de que hubiera habido da y noche.
Pero vivamos en un inacabable da, en una sempiterna luz. Nos rodeaba la noche, la oscuridad, el vaco, el
no-ser. Pero nosotros emanbamos luz alrededor de la Luz. ramos como constelaciones de luz,
constelaciones de dicha. ramos gloria alrededor de la Esfera Infinita.
Nuestra vida no era slo liturgia, ni profundizaciones intelectuales. No todo eran grandes temas en nuestras
conversaciones. Tambin jugbamos. Nuestros juegos seran completamente incomprensibles para vosotros.
Renuncio a explicroslos. Pero para que podis, al menos, vislumbrar nuestros juegos, os pedir que
recordis que dos mentes humanas tambin pueden jugar entre s, de un modo enteramente intelectual. Es el
caso, por ejemplo, de dos mentes humanas enfrentadas en un juego de ajedrez. As tambin jugbamos entre
nosotros en gran variedad de modos. Aunque nuestros juegos eran muy complicados para vosotros. Para que
vislumbris de qu estoy imaginando. Por seguir el mismo ejemplo, si nosotros hubiramos jugado al
ajedrez, cosa que no hacamos, tratad de visualizar no un tablero de ajedrez de 64 casillas como los vuestros,
sino un tablero de 100.000 casillas. Imaginaos que sobre ese tablero no hay 32 fichas como en vuestros
ajedreces, sino 900 fichas con muchas ms variedades que vuestros peones, torres, alfiles y el resto de
figuras. Imaginaos que ese tablero no se extiende en dos dimensiones, sino en tres dimensiones. Que las
casillas corren en todas las direcciones. Pensad en un juego, en realidad, que no es el ajedrez sino uno mucho
ms enrevesado. Y que en ese juego podemos intervenir no slo dos jugadores, sino tres docenas. Si os
podis imaginar eso, podis atisbar cmo nosotros los espritus podemos jugar entre nosotros.
Nuestro mundo, a pesar de lo que os pueda parecer estas comparaciones, era muy distinto del vuestro. Os
puede dar la sensacin de semejanza, el hecho de que debo buscar elementos que sean ligeramente comunes
entre nuestros mundos. Pero se trata de mundos sustancialmente diferentes. Adems, no haba campos, no
haba bosques, no haba ciudades, no haba edificios. Slo estaba Dios, nosotros y el vaco exterior. Era un
mundo sin un solo elemento material, sin un solo instrumento. Era un mundo de presencias. Pero un mundo
que nada tena que envidiar vuestro planeta de ros, selvas, islas, peces, montaas y arcos iris. Os lo repito,
nuestro mundo nada tena de aburrido.
seccin 4
No pasaban los das, no haba sol, ni pasaban los meses, ni los aos, estaba transcurriendo una especie de
tiempo, el evo. Un tiempo sutil, casi diramos espiritual. Pues realizbamos operaciones espirituales, y por lo
tanto haba un antes y un despus.
Ms que decir que nosotros estbamos en ese tiempo, podramos decir que cada uno de nosotros tenamos un
tiempo. Cada ngel posea un tiempo inserto en el interior de su esfera individual. Si bien exista una suma
de antes y despus entre todos nuestros tiempos. Y ese mosaico de tiempos individuales, conformaban el
mosaico de nuestra Historia, la Historia de las Glorias. Una Historia a la vera del Mar de Eternidad que era el
Inmutable.
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Nuestro Hacedor nos haba enseado que aquel mundo (el mundo anglico que habamos conocido hasta
entonces) era slo una etapa previa, una fase, una prueba. Inmersos cada uno en el evo, estbamos
madurando, nos desarrollbamos. Pero el Seor no quera que slo nos desarrollramos intelectualmente, no
slo deseaba que nos hiciramos amigos, no slo deseaba que constituyramos una sociedad y que
gozsemos del ser. Sino que, ante todo, era su voluntad que desarrollramos nuestra bondad, nuestras
virtudes, nuestro amor.
Nuestros intelectos eran una gran cosa, pero muchsimo ms grande era la parte ms interior de nuestro
espritu. Esa parte era, digmoslo as, el espritu de nuestro espritu. La parte ms profunda, la ms noble.
Aquella que se desarrollaba tan slo a travs del amor. Los ngeles ramos luz, pero haba una luz ms pura
dentro de nuestra luz. Una luz de amor dentro de nuestra luz intelectual. Una luz ms bella dentro de la
belleza de nuestra luz.
A travs de la oracin, de los actos de caridad, del sacrificio, del trabajo hecho en honor de Dios (pues
trabajbamos), podamos llegar a ser inhabitados por el mismo Creador. Podamos desarrollar esa capacidad
de acoger la gracia de Dios.
El agradecimiento, la glorificacin de Dios, el amor ya lo habamos conocido. Ahora bamos descubriendo
paulatinamente la posibilidad de santificarnos. Todos nos afanamos en este deseo divino. Era su voluntad.
Una voluntad que no se impona, que nos invitaba. Todos desebamos ser buenos hijos de Dios. El tiempo
(el evo) avanzaba y nos bamos haciendo mejores. Todos nos hacamos mejores, sin excepcin.
seccin 5
Cuando con nuestros ojos, mirbamos hacia Dios, veamos ese Mar de Luz que es Dios. Pero, en realidad, si
nos acercbamos (no fsicamente, sino con nuestros intelectos) a ese Mar, descubramos sorprendidos que
ese Mar que creamos que era Dios era en realidad el velo que cubra a Dios.
La Trinidad Santsima estaba oculta bajo velos de luz. Los velos eran tan inenarrables que durante un tiempo,
creamos que ese Mar era Dios. Ahora veamos ni si quiera aquello era el Seor de los Cielos. Era slo su
manifestacin. Era Dios slo en el sentido de que Dios estaba detrs. Moiss que tanto tiempo despus vera
el Fuego de la Zarza Ardiente, escuch cmo aquella manifestacin le dijo: Yo soy el que soy. Y se postr
ante ese Fuego Sagrado desde donde le hablaba la Voz. Pero, en realidad, ni siquiera ese Fuego era Dios.
As tambin ese Mar de Luz, esa Esfera Grandiosa, era la manifestacin de Dios, pero Dios estaba detrs.
Por qu? Por qu no te nos muestras?, le preguntbamos llenos de ansia por contemplar su esencia. Pero
l nos repiti afectuosamente que ste era nuestro tiempo de prueba, que ni los ms sabios de entre nosotros
entendamos todos sus designios. Todo lo que hago tiene una razn, aunque no lo comprendis ahora.
Algunos de nosotros nos preguntamos si es que le habamos ofendido, si es que ramos radicalmente
indignos. Algunos sentan tanto afn por verle, que se interrogaban si algn da lo veran. Quiz sta sea la
mxima cercana a la que nunca podremos aproximarnos a l, discurran. Es demasiada la diferencia entre
nosotros y la Fuente. Pero aquel Padre nos segua enseando como el Maestro Supremo que era.
Llegar un da, nos dijo, que desearis poder volver a este tiempo, al tiempo en que no veais mi Rostro,
para poderme manifestar vuestro amor, para poderme manifestar que aun sin verme os fiabais de m. Ahora
es cuando podis desarrollar vuestro amor en la oscuridad, en la confianza a mi palabra. Despus, ya no
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tendr mrito. Aprovechad el ahora que os parece tan largo. Habr un da en que este tiempo os parecer
tan breve. Yo todo lo hago bien, y os doy un ahora que ya nunca ms volver. Aprovechadlo.
Lo cierto es que aunque con nuestras inteligencias, lo entendamos, a nuestros corazones les costaba aceptar
esa espera. Por qu a Dios le gusta hacernos esperar? Sin duda se trataba de un misterio que concerna al
tiempo. El Gran Eterno nos daba un poco de tiempo, antes de un tiempo sin fin. Por qu? Todo se
descubrira. Pero an no.
He puesto antes la imagen de un muro suave como una montaa, pero alto como ella, para dar a entender el
lmite entre nuestro mundo y la Trascendencia. Otra imagen es la del mar, de forma que si tratbamos de
sumergirnos en ese Mar de Luz, llegaba un momento en que las nubes (nubes de luz) eran gradualmente tan
densas que no podamos avanzar. Llegaba un momento que el Velo de Luz era tan cegador que no veamos
nada, ni podamos avanzar. El Fuego de la presencia de la Divinidad se haca tan intenso, aun sin quemar,
que era como si perdiramos la consciencia y lentamente una marea suave nos devolva hacia fuera, donde
recobrbamos nuestros sentidos. Los que ms penetraron de ese velo, dijeron que se oa como el clamor de
cientos de rganos en una armona que iba ms all de lo comprensible por de nuestras mentes, y ya os he
dicho cun grandes eran las mentes de algunos de los nuestros.
Estas imgenes visuales les parecern a algunos de vuestros telogos humanos una antropomorfizacin
excesiva. Y tienen razn. Nosotros visualmente no veamos nada con nuestros espritus sin ojos. Nosotros
recibamos especies inteligibles. Es decir, recibamos de otros espritus pensamiento puro sin el intermedio
de palabras. Veamos y comprendamos lo que nos rodeaba sin el discurso de conceptos gramaticales, sino
de un modo ms intelectualmente directo. Pero lo que nosotros percibamos al modo anglico, debo
traducirlo a palabras, a conceptos, a imgenes que podis entenderlo. Solo os puedo explicar lo que nos
rodeaba usando el recurso a parbolas. Pero mis palabras, aunque imperfectas, no son erradas. Pues aunque
lo que mi boca anglica os cuenta os parezca muy material, recordad que vuestros msticos recurren a este
tipo de imgenes materiales para expresar lo espiritual.
Un sistema solar es como una parbola de Dios y nosotros. El problema en esta comparacin es que el sol es
tan limitado en tantos aspectos. Pero recordad que nosotros veamos la manifestacin de Dios, la cual
tambin era finita. As como la manifestacin de Dios que vio Moiss, tambin era finita. Slo que la
teofana que apareca ante nosotros, era una manifestacin ms grandiosa que cualquiera de las que han
aparecido en la historia humana. Eso era necesario, porque nosotros mismos ramos grandiosos, ramos
espritus hechos a imagen y semejanza de Dios.
seccin 6
La leccin de Dios nos qued clara. S, todo era una prueba. Debamos esforzarnos, porque acabado el
tiempo de prueba, seramos admitidos a su presencia. Y cada uno recibira segn el amor que hubiera
acumulado en esta fase. Nuestro mundo pasara, en el sentido de que todos penetraramos ante la inmediata
presencia de Dios. Ya estbamos en su presencia, pero en presencia de su manifestacin. La cual era una
mera sombra, un mero reflejo de su substancia. Algn da, entraramos a la presencia de su Rostro,
estaramos frente a la visin de su Esencia. Seramos admitidos a contemplar el Misterio de los Misterios: la
permanencia, generacin y expiracin de las Tres Personas de la Santsima Trinidad.
Estbamos excitados ante la esperanza de las cosas prometidas por Aqul que nunca miente. Estbamos en el
Cielo, pero seramos admitidos en el Cielo del Cielo. Estbamos ante el Fuego, la Tiniebla, la Nube que vela
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la Divinidad, pero seramos admitidos a travs de todos esos velos hasta llegar ante l. Ser admitidos a gozar
de la Trinidad, sa era toda nuestra ilusin. El Padre, la Palabra, el Hlito. Todo resultaba misterioso. Dios
que generaba una Palabra de su boca. Una Palabra que era Dios mismo. Dios y su misma Palabra se amaban,
y de ese amor emanaba un Viento Santo. Un Viento Santo que era de la misma esencia de Dios. Un Viento
Sagrado que recorra con su amor la misma esencia del Padre y del Hijo. Todo era misterioso. Pero era claro
que ese Dios Inamovible cuya manifestacin contemplbamos, en su seno era recorrido por ros de
conocimiento y amor.
Dios nos haba creado, pero no poda crear el amor. Si quera que existiera el amor fuera de l, tena que
crear seres libres. Si quera que existieran seres libres, tena que dotarles de inteligencia y voluntad. El amor
deba ser nuestra respuesta. Dios no quera esclavos. Aunque hubiera tenido esclavos a su alrededor, el amor
hubiera seguido siendo una respuesta libre. El amor requera de libertad. Y as el Creador quiso que hubiera
individuos libres, que le amaran como un hijo ama a un Padre. Y no quera simplemente amor, deseaba que
ese amor se desarrollara. Deseaba que nos santificramos.
Para nuestra santificacin se precisaba de la libertad. Era necesario que no viramos su Rostro. Pues una vez
que lo contemplramos, su visin sera una fuerza tan arrolladora que ya no podramos hacer otra cosa que
amarlo. La santificacin libre llena de generosidad, de entrega, de esfuerzo, slo era posible ahora. Despus
ya slo quedara recoger los frutos. Dios no nos poda mostrar su rostro, a no ser que quisiera destruir este
tiempo nico e irrepetible que se nos conceda.
seccin 7
Y as, los ngeles se aplicaban a hacer cada uno sus tareas de la mejor manera posible. Pues cada uno senta
una vocacin. Desde nuestro interior sentamos las mociones de la gracia. Adems, cada uno tena unas
aptitudes, cada uno haba recibido unas tareas dentro del inmenso entramado social que conformbamos.
Pero no todo era perfecto. El amor se haba desarrollado, pero a su flanco aparecan algunos defectos.
Algunos ngeles perdan el tiempo en meras conversaciones. Algunos, adems, despreciaban la inteligencia
inferior de otros. Algunos comenzaron a criticar. Hubo quienes se vanagloriaron de sus propios logros.
Nada de todo esto era grave. Pero ya comenzaba a percibirse lo que despus sabramos que eran pecados
veniales. Haba quienes estaban como cansados de tanto alabar a Dios, de tanto conocer a Dios. Era como si
quisieran distraerse. En todos estos pecadillos no haba maldad. Casi todo eran, ms bien imperfecciones,
ms que pecados. Aun as resultaba evidente que algunos, dentro del amor a Dios, comenzaron a desviarse.
Para algunos ngeles, el mundo anglico fue convirtindose ms y ms en el centro de sus intereses. Para
algunos, el conocimiento se convirti no en un medio que llevaba a Dios, sino en un fin en s mismo. Esto en
s mismo no era una ofensa a Dios. Pero de la perfeccin algunos pasaron a la mera bondad. Unos pocos
cayeron en la lujuria del conocimiento.
El amor se desarroll en todas las jerarquas. Pero, asimismo, los defectos hicieron su aparicin en todos los
niveles. La libertad comenzaba a producir frutos variados. El libre albedro se ramificaba en un sinfn de
posibilidades entre el bien y el mal. Aparecieron verdaderos santos. Pero tambin algunos espritus se haban
mundanizado bastante. Haba muchas cosas que les distraan totalmente del propsito de ese tiempo de
prueba. Tambin entre nosotros apareci la crtica, la ira, la envidia. La inteligencia no nos preservaba de los
malos sentimientos.
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Cmo pudisteis pecar estando, como estabais, delante de Dios?, os preguntis. No seis duros con nosotros.
Tambin vosotros estis frente a la Naturaleza, y no veis a Dios en ella. Tambin vosotros estis ante la
continua predicacin del Universo, y no la escuchis. Y sea dicho de paso, el Cosmos entero es una buena
parbola de Dios, y pronunciada no con palabras sino con una realidad incontestablemente material. Una
parbola gigantesca. S, no seis duros con nosotros.
A veces un pequeo ngel inferior demostraba un amor ardiente. En ocasiones te encontrabas con un
poderoso Prncipe que se haba retrasado bastante en el camino de la virtud. La celeste liturgia nos animaba a
todos a recobrar el nimo, a retornar al camino. Algunos ngeles se convirtieron en verdaderos predicadores.
Otros, ofrecan en sus manos el incienso de la oracin de miles de ngeles. Algunos ngeles-sacerdotes
recogan el oro del amor, el incienso de la oracin y la mirra del ascetismo de multitudes de espritus, y los
presentaban en medio de esas ceremonias serficas ante la Divinidad. As como haba una jerarqua de
ngeles, dentro de los ngeles-sacerdotes tambin exista una jerarqua propia.
Estos ngeles-sacerdote no dispensaban sacramentos, no usaban instrumentos, ni vestiduras. En nombre de
todos, presentaban ofrendas espirituales (sacrificios concretos, alabanzas, plegarias) ante Dios. Ellos ponan
voz a nuestra alabanza, le ofrecan el sacrificio espiritual de nuestra adoracin multitudinaria. El incienso de
alabanza era formidable. Ese sacrificio inmaterial formaba como una gran columna de humo que ascenda
delante de la Esfera, y recorra la superficie del Mar de Luz, como el incienso que resbala por las formas y
relieves de mrmol de un retablo gtico. Literalmente hablando esa columna de humo no ascenda, porque
nuestro mundo no tena ni arriba ni abajo. Esa columna de humo era, en definitiva, gloria. Y os puedo
asegurar que trillones de naturalezas anglicas pueden dar una gran gloria al Omnipotente.
Todo eso en medio de cnticos, de corales como jams podis imaginar. Aunque no est de ms recordar que
carecemos de voz humana. Pero nuestros cnticos se ofrecan en medio del danzar de los espritus. Vosotros
tenis una liturgia de la Palabra, es algo parecido. Tambin vosotros habis tenido sacerdotes de una religin
natural como Melquisedec. Pero difcilmente podris imaginar la grandiosidad de la magnificente alabanza
de los cielos anglicos. Y eso que an no habamos entrado en el Cielo del Cielo. Pero ya eso pareca el
Cielo. Y era el Cielo. Nos sentamos como vosotros os hubierais sentido de no haber sido expulsados del
Jardn del Edn. Estbamos en torno a un inmaterial rbol de la Vida. Y comamos sus frutos espirituales. Y
en nuestro paraso todava no pululaba serpiente alguna.
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HISTORIA DEL MUNDO ANGLICO ...
II Parte
seccin 8 En la cspide de esta pirmide anglica, en el vrtice de esta jerarqua, estaba el ms admirable
espritu anglico: Lucifer. La obra maestra de Dios. El vrtice de la Creacin. El ms poderoso. El ms
inteligente era tambin el del ms alto rango sacerdotal. l era el que oficiaba justo delante de la Esfera.
Oficiaba revestido no con las telas materiales de vestiduras sacerdotales, sino con dones admirables de
naturaleza espiritual. Se presentaba ante la Sabidura revestido de verdaderas gemas del intelecto. No voy a
decir que Lucifer luca una corona, porque en realidad l mismo era la corona de la Creacin. l mismo era
corona, y l mismo estaba coronado con gemas tanto intelectuales como espirituales. S, tambin espirituales,
pues era bueno, muy bueno. Aunque no era l el ms santo entre todas las glorias. Pues la santidad no tiene
que ver con la naturaleza. Y as, otros ngeles ms pequeos haban sido ms generosos en el amor. No ama
necesariamente ms el ms inteligente. Aun as, Lucifer era muy bueno, y sin vanagloriarse luca preciosos
tesoros de naturaleza espiritual sobre su cabeza. Impresionante era la comprensin de la naturaleza de Dios
que l tena. Lucifer sondeaba los abismos del conocimiento de Dios como ningn otro ngel poda soar
hacer. Esto es importante, para entender lo que despus sucedi.
No nos cansaremos en insistir acerca de lo descomunal que era Lucifer. Encumbrado como una montaa
sobre las montaas. Alto como el sol ms grande, en un mundo de soles.
Lucifer haba sido el primognito de los creados. La primera obra que el Hacedor model con sus manos, la
primera obra en absoluto. Y se deleit en hacer de l su obra maestra. Lo embelleci ms y ms. Lo hizo ms
y ms grande. Le otorg poder como no otorg a ningn otro ngel. l posea la inteligencia ms grande
despus de Dios. Por encima de l, slo el Nombre sobre todo nombre.
Cuando despus contemplamos a ese Prncipe de los Prncipes, nos dio la sensacin de que era como si el
Arquitecto se hubiera entusiasmado con l al crearlo. Como si Dios se hubiera dejado llevar de una especie
de frenes, que le hubiera llevado a decir: ms grande, todava ms grande.
Dios no se puede dejar llevar del entusiasmo, Dios no se puede dejar llevar del frenes. Pero ciertamente
Lucifer era, insisto, su obra maestra. Vosotros no os podis hacer idea de cmo era l cuando sali de las
manos de Dios. Vosotros no podis entender cmo despus muchos pudieron alejarse de Dios por seguir a
una mera criatura. Mirad, lo mismo que por muy grande que sea el Sol, cuando uno se pone detrs de la
Luna, sta la puede eclipsar totalmente, as tambin si uno se pona detrs de Lucifer, daba la sensacin de
que l era el centro de todo.
Lucifer daba la sensacin de que l solo vala ms que todo el resto de las jerarquas anglicas. No era as,
pero daba esa impresin. Si uno se pona detrs de l, como os he explicado con la Luna, uno a veces tena la
idea fugaz de que l pareca Dios. S que os puede sonar blasfemo. Pero si no atisbis esto, difcilmente
entenderis cmo tantos se alinearon en sus filas. Nosotros no ramos tontos. No ramos nios a los que se
puede engaar con un discurso de tres al cuarto. Os lo repito, si os ponais justo detrs de l en una
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determinada posicin: l pareca Dios. Slo cuando te movas y lo veas en comparacin a Dios, entonces
pensabas: ni siquiera l es Dios.
seccin 9
l fue el primero en surgir de Dios hacia la oscuridad de la noche, por eso se le llam Estrella de la Maana.
Pues la Estrella de la Maana es tambin la primera en aparecer en la oscuridad de la noche. Y sta fue la
primera estrella que brill en la noche de la Creacin. Despus aparecieron todos los dems ngeles en el
firmamento.
Lucifer significa tambin el que trae la luz. Y verdaderamente l nos traa la luz, porque nos explicaba tan
bien cmo era El-que-es. Era placentero escucharle, porque Lucifer era bueno, amaba a Dios, tena buenos
sentimientos y nos los comparta, slo deseaba hacer el bien a los dems. Vosotros habis odo hablar de l
slo de cuando ya era malo. Pero no fue siempre as. Tambin l tuvo su historia. Una historia con muchos
captulos de la que slo sabis su final.
Verdaderamente, fue lo mejor de entre nosotros, l, lo que se corrompi. Su bondad, su autoridad, su
ascendiente eran completamente merecidos. Su boca habl de Dios, como nadie lo haba hecho nunca. Cierto
que los ngeles ms santos nos explicaban a Dios de un modo ms mstico. Cierto que ellos nos revelaban
misterios de Dios que slo se pueden conocer por la connaturalidad que produce la santificacin. Pero nadie
explic a Dios desde la mera inteligencia, como Lucifer lo hizo. Theologus Maximus, el telogo mximo, se
era su sobrenombre. Su voz era una sinfona. Su mirada penetraba hasta increbles profundidades de las
simas de Dios.
Algunos entre nosotros eran Tronos, algunos eran Prncipes. Lucifer era Trono de los Tronos, y Prncipe de
los Prncipes. Si comprendierais cmo era esta obra maestra de Dios, entenderais por qu Dios mismo elogia
su propia obra en el Libro de Job al hablar del Leviatn. Y es que ni siquiera su pecado ha destruido la obra
del Creador. Incluso en su pecado, permaneci con su fuerza. Incluso en su pecado siguen brillando las joyas
que Dios engarz sobre la superficie de su corona.
Como ya he mencionado, entre los ngeles-sacerdotes haba jerarquas. Lucifer era de la ms alta jerarqua
de los que ofrecan el sacrificio de alabanza. l era el Sumo Sacerdote. l presentaba fielmente nuestras
oraciones ante Dios, nuestra alabanza. Su voz profunda y poderosa se elevaba por encima de nuestros coros
para honrar el Nombre Sacratsimo. Antes he dicho que a l le llevaban nuestras alabanzas y oraciones para
que se las presentara a Dios, es correcto, pero sera tambin adecuado afirmar que ese ngel sin igual era el
altar donde se depositaba ese incienso.
Lucifer era telogo y sacerdote, Corona de la Creacin, sabio, s, sabidura unida a la fuerza, Trono de los
Tronos, Prncipe de los Prncipes. Hay una afirmacin que lo resume todo: inferior slo a Dios. Por supuesto
que la distancia entre el Absoluto y l era infinita. Pero recordad tambin que Lucifer estaba ms prximo a
nosotros. Os parece imposible que algunos de nosotros cayeran, teniendo enfrente a Dios. Pero recordad que
era ms fcil comprender a una criatura, que no a la Trascendencia. El Fundamento Absoluto estaba velado
por las nubes de la trascendencia. Mientras que la criatura se nos mostraba como un objeto ms comprensible
a nuestros entendimientos.
Por todo lo cual, algunos ngeles se excedan en su admiracin por l. Algunos espritus iban ms all de lo
razonable, de lo justo, de lo adecuado. Pero eso no le afect. Lucifer era recto y honrado. Todas las glorias
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no slo le respetbamos, sino que le queramos. Era el espejo de Dios. La omnipotencia de Dios se reflejaba
en l. Ciertamente que un reflejo no es igual a la realidad. Pero Dios Creador se reconoca a s mismo en la
criatura. Lucifer haba sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Tambin el resto de las miradas celestes,
pero las criaturas somos muy dadas a idolatrar lo que es finito.
seccin 10
Le admirbamos. Pero haba algo que no sabamos. Nosotros no lo sabamos, pero Dios le hablaba, a
menudo, a solas. Las palabras paternales del Fundamento Supremo le advertan que se dejaba llevar por
pensamientos mundanos. No es que pensara cosas malas, no. Pero Lucifer se dispersaba en asuntos que
enfriaban su corazn. Sus propios proyectos intelectuales le quitaban tiempo de estar con Dios. La
comunicacin con otros ngeles fue ocupando ms y ms tiempo del que debera haber ocupado en la
conversacin con su Padre. De forma casi imperceptible, su amor se fue enfriando.
No os equivoquis: l no haba cometido ni siquiera un pecado venial. Pero sin darse cuenta su psicologa fue
cambiando. Se trat de un cambio que estuvo muy oculto dentro de s. Pero aunque nosotros no nos
apercibimos, Dios s que le hablaba con frecuencia; y le adverta.
Resulta difcil resumir en un par de prrafos una historia que fue muy larga, en la que hubo muchas fases, y
regresos y vueltas a empezar. En Lucifer hubo propsitos y recadas en la tibieza. Momentos en los que se
dijo con todas sus fuerzas: debo amar ms al que todo me lo ha dado. Seguidos de cada vez ms largos
periodos, en los que consideraba que sus proyectos eran tan importantes, que tena que sacrificar (muy a su
pesar) esos propsitos. Es que todo gravita sobre m, se quejaba. Queja falsa, pues deseaba que todo
gravitase en l. Pues buscaba que todo se sustentase en l. Por supuesto que de vida asctica nada. Los
pequeos propsitos de mortificacin, quedaban muy lejos. Los tiempos de reclusin en s mismo, de retiro,
para examinarse, no eran posibles para l. Yo, a diferencia de otros, debo sacrificarme. Pero lo hago por el
bien de ellos. Lucifer no se aperciba, pero el bien de otros y su propio honor cada vez se identificaban ms,
cada vez eran una sola y misma cosa. Lucifer se haba transformado en un ser volcado en lo externo.
Dios nos lo cont todo mucho despus. Pero a travs de todas estas etapas, resultaba cada vez ms evidente
que hubo un acrecentamiento de la propia consideracin que Lucifer tena de s mismo. Pero todava no hubo
ningn pecado. Aun as, Dios le habl tantas veces al corazn completamente a solas, porque saba que se
acercaba el momento de la Revelacin que iba a realizar al mundo anglico. Y que Lucifer, lejos de
prepararse mejor, haba evolucionado de forma que podan darse fracturas en su voluntad firme de servir a su
Creador.
De hecho, aunque nadie lo supo, el momento de la Revelacin se retras para que Lucifer creciera en
humildad. Dios despus nos lo dijo. Varias veces retras ese momento. Varias veces le dijo que la
Revelacin iba a suponer una gran prueba para l y que tena que prepararse. Hijo mo, el viento y las
tensiones van a ser muy fuertes: tienes que prepararte. Lucifer, entonces, haca una profunda y solemne
postracin ante la Divinidad.
Sea cual sea la prueba, deseo ser obediente a tus mandatos, contestaba. Ni siquiera te digo que te ser
perfectamente fiel. Tan solo te digo, que deseo ser fiel. Y protestaba esto con todo su corazn, con
sinceridad. Lucifer, entonces, no pensaba en un pecado mortal. Slo pensaba que, como mucho, poda caer
en el pecado venial. El que todo lo sabe, le miraba. Le miraba y callaba. Ya le haba dicho, una y otra vez,
todo lo que tena que decirle. Dios, finalmente, se encontr con dos posibilidades: o seguir adelante con la
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prueba (a pesar de las ocultas debilidades internas de Lucifer, que podan provocar fracturas en voluntad) o
quitarle el poder que tena (con lo cual s que considerara que tena una razn para rebelarse, pues no le
haba sido infiel). La debilidad espiritual de su hijo no le dejaba ms que esas dos opciones. La decisin de
Dios opt por seguir adelante. Era lo ms sabio.
Lucifer era libre y, aunque le costase, poda superar sus propias tentaciones y ser fiel. Y aunque cayera,
poda finalmente salir airoso de la prueba slo con manchas veniales. Si Lucifer se sobrepona, saldra de la
prueba ms obediente, ms humilde. Aun as, su Padre volvi a retrasar el momento de la prueba. Volvera a
aconsejarle, volvera a ofrecerle ms tiempo.
Pero lleg un momento en que hubo que pensar en todos los ngeles y no slo en la historia personal de uno
de ellos, y lleg el momento de la Revelacin. Se hizo el silencio en los Cielos, el firmamento call, y Dios
habl de un modo solemne.
Nos revel que un da creara un universo material. Vimos la vida florecer en l. Nos dijo que creara a la
Humanidad. Aquello nos llen de alegra. El plan de Dios era algo que jams se nos hubiera ocurrido:
materia! Nos sorprendi, hasta entonces slo haban existido entidades espirituales. No dijimos: para qu?
Simplemente, nos sorprendi.
Y entonces aadi que hasta ahora le habamos adorado a l como Dios, pero que ahora nos peda algo ms
difcil: que le adorramos hecho hombre. Dios se iba a hacer hombre, le debamos adorar como Dios hecho
hombre. Jesucristo ser su nombre. La Segunda Persona de la Santsima Trinidad, la cual para nosotros era
un misterio, se revelara a los humanos. Con una ciencia infusa supimos, al momento, cmo sera la
existencia de los humanos sobre un mundo material que creara para ellos. Se nos revel qu implicaba ser
humano en sus lneas generales y en sus detalles.
Eso nos dej a todos petrificados. Dios hecho hombre iba a comer, a beber, a dormir, iba a ser picado por los
mosquitos, a tropezar y caer en el suelo, a ser amamantado como una cra de mamfero, si su pie pisaba algo
cortante, sangrara. Aquella Esfera que contena infinitos mares de luz, iba a reducirse al tamao de una
hormiga. Aquella Trascendente Pureza Inmaculada iba a convertirse en algo que comera como un perro o un
gato. Dios se nos mostr bajo el Misterio de la Encarnacin, y nos dijo: adoradme bajo esta apariencia,
adoradme bajo estos ropajes humanos.
Pero aquello era mucho ms que una apariencia o que un ropaje. Si se me permite una expresin, digamos,
brutal, podramos afirmar que la Luz de Luz se hizo carne.
No nos lo podamos creer. Dios haba cesado de hablar y el silencio del Cielo continu. Estbamos atnitos.
Lo ms grande reducido a lo ms pequeo. Lo ms sublime, la Luz ms pura, reducida a una masa de carne
sanguinolenta, luchando por respirar, cubierta de esputos, atormentada.
seccin 11
Con vehemencia, con toda la fuerza de su corazn, algunos de nosotros hicimos genuflexin ante la imagen
futura del Crucificado. Ms y ms les siguieron, arrodillndose, haciendo el acto de adoracin ms intenso
que nunca hubiramos visto nunca. En ese momento muchas inteligencias se humillaron ante los planes de
Dios. Cremos en Dios. Hicimos un acto de fe en Aqul que no puede errar. Si la Trinidad decida ese
exceso, ese acto de amor ms all de toda medida, nosotros lo aceptbamos aunque no lo entendiramos.
Tuvimos que esforzarnos, tuvimos que confiar. Debamos aceptar nuestros lmites para entender un amor que
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era mucho mayor que el nuestro. Ese acto de doblegar nuestros entendimientos, nos cost, pero nos
ennobleci. Por primera vez apareci en muchos ngeles una virtud que no haba existido en ellos: la fe.
Digo en muchos ngeles, porque los ngeles ascetas s que haban muerto a s mismos, y ellos ya haban
crecido mucho en la fe. Ellos haban sido nuestros precursores en la fe. As como tambin vosotros tuvisteis
vuestros precursores, tambin nosotros. Ellos no haban conocido an al Hijo del Hombre, y ya haban
muerto a s mismos. No hace falta decir que los ngeles ascetas fueron los primeros en doblar su rodilla ante
la imagen de la Sabidura Encarnada.
Los ngeles iban adorando paulatinamente. Conforme sus inteligencias se rendan y sus voluntades
abrazaban las decisiones de Dios, aun sin comprenderlas. No todos adoraron en un solo momento. A unos les
cost ms entender, a otros les cost ms doblar su rodilla. Pero Dios no nos prob por probarnos. En la
prueba, haba aparecido la fe. ramos seres gloriosos, pero debamos entender que ante l ramos nios.
Debamos aprender a confiar y mostrar con obras que confibamos. La belleza de la fe apareci en el seno de
los ngeles. En algunos apareci la mancha de haberse resistido a la fe. La quinta parte de los ngeles ya
haban doblado su rodilla e inclinado su cabeza.
Lucifer estaba con la boca abierta. No poda creer lo que vea. Estaba atnito. De pronto, un sentimiento le
llen de amargura: no haba sido l el elegido para recibir la unin hiposttica.
l era mucho ms noble y perfecto que un vulgar mamfero como el ser humano que andaba sobre dos patas,
cubierto parcialmente de pelo, acabadas uas en los extremos de sus miembros. Si en alguien hubiera debido
encarnarse Dios, se era l. Por qu tomar una naturaleza humana, cuando poda haber tomado una
naturaleza anglica? Por qu?
El gran telogo que era Lucifer evalu las posibilidades por las que tal unin hiposttica hubiera podido
haberse llevado a cabo en l mismo, Lucifer, sin perder su propio yo. l, Lucifer, hubiera sido el vaso ms
perfecto para contener a la Divinidad hecha criatura sin dejar de ser Dios. Por qu Dios escoga lo ms
imperfecto? Por qu Dios no haca lo ms adecuado?, pens. Por qu Dios me humilla?
Muchos ngeles se volvieron a Lucifer. Su mirada era una pregunta llena de ansiedad. Por qu no te
arrodillas? El silencio y la mirada fija del Prncipe hicieron que surgiera la inquietud en muchos. Ms y ms
ngeles sorprendidos se volvieron hacia nuestro Sumo Sacerdote. Est inmvil, l no se ha arrodillado,
decamos. Una quinta parte de las glorias haba adorado a Cristo Crucificado como Rey. El resto se hallaban
an asimilando la dura idea, aunque ms y ms iban cayendo con humildad, gradualmente, sobre sus rodillas.
La inmovilidad de Lucifer era enigmtica como un pozo sin fondo. En vano escrutaban su gesto hiertico,
sus labios clausurados por el silencio, sus facciones ptreas como una montaa que no se mueve. El Prncipe
les mostraba un rostro carente de gesto alguno, era una esfinge seria que entrecerraba los ojos llenos de
majestad, de dignidad, de respeto hacia s mismo. Lentamente abri los labios y exclam carente de emocin
alguna: NO.
Pronunci esta palabra de forma seria y rotunda, sin ningn enfado. Fue como el NO de la dignidad. Lo
pronunci como un rey desde su trono. Si l hubiera tenido pulso, ste no se habra acelerado lo ms mnimo.
Miradas de ngeles no podan creer lo que haban escuchado. No podan haber escuchado bien. Algo haba
pasado, tena que haber alguna explicacin: no poda ser aquello.
Lucifer, el Telogo, el Sabio, volvi su rostro hacia los ngeles. No os dais cuenta de que esto no puede ser.
De que Dios no nos puede pedir un sinsentido. No sois vosotros los que os tenis que violentar para aceptar
lo inaceptable. Es Dios quien ha hecho algo incorrecto.
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Y nuestro gran telogo nos habl con un discurso de una insuperable sutileza. Sus argumentos estaban
dotados de la capacidad de hechizar. Pero no porque hubiera magia en ellos, no. La nica magia presente era
la de una formidable inteligencia.
Ante el discurso rebelde de Satans, la masa de oyentes haba quedado atnita, y por tanto silenciosa. Y,
entonces, en mitad del estupor que embarg todo el Cielo ante ese primer discurso Lucifer, se escuch su
rotunda afirmacin: Quin como Dios!
Su afirmacin fue como un puetazo en mitad de la mesa. Y la repiti por segunda vez con tal gallarda, que
sus palabras valieron por un discurso. Fue como un grito que despert a todos. Su exclamacin para muchos
fue ms convincente que todas las razones del Rebelde.
Y as, l, el pequeo Miguel, se plant justo ante Lucifer y le dijo a la cara: eres un soberbio! En un primer
momento, cuando Lucifer todava era respetado, cuando estaba en la cima de su honor, nadie se hubiera
atrevido a hacer eso. Pero l era impvido y las palabras de Miguel posean tal conviccin, que hirieron
profundamente a Lucifer. Para l fue tan doloroso, que tuvo que volver sus espaldas ante Miguel y retirarse.
Lucifer llor de rabia, pero no lo pudo resistir.
Hubo exclamaciones en todo el mundo anglico. Unas de incredulidad, otras airadas. En el tiempo personal
de cada ngel, Lucifer debi llorar durante horas. Pero en nuestro tiempo general, regres Lucifer pronto.
Lucifer se haba rehecho, el combate comenzaba. Algunos le miraron con admiracin en cuanto volvi a
aparecer. La admiracin hacia el caudillo haba surgido. Y aunque voces sueltas se pusieron frente a Lucifer,
l sigui su razonamiento. Hablaba como un maestro, haba seguridad en su voz, daba razones. Detrs lo que
haba era resentimiento. Pero no mostr ni un pice de esa secreta amargura. Ni l mismo era consciente de
que reaccionaba bajo la embriaguez del orgullo herido.
Muchos entre los ngeles siguieron doblegndose ante la imagen del Crucificado. De inmediato multitudes
rehusaron seguir escuchando al Rebelde, volvieron la espalda a Lucifer y miraron la revelacin de Jesucristo
reconocindolo como futuro Rey; mientras las palabras malditas de la rebelin seguan resonando como un
eco en los corazones de todos los ngeles. Un eco que haca dao a unos, un eco que deseaban borrar otros.
Pero un eco que ya no desapareca.
seccin 12
As estaban las cosas ante la profeca proferida por la boca de Dios. Daba la sensacin de que se haba cado
en un cierto estatismo. Seguan arrodillndose ms ngeles, pero a un ritmo mucho menor. Eran tantos
trillones de espritus que a ese ritmo tardaran siglos en arrodillarse todos. Pero era como si ese eco luciferino
hubiera hecho que todos se pensasen ms las cosas. Se haba cado en una especie de impasse. Muchos no
saban qu hacer. No eran malos, pero estaban perplejos.
Fue entonces cuando Dios habl. Y nos dijo a todos lo que habamos hecho bien y lo que habamos hecho
mal. Nos habl, ante todo, de eso: del Bien y del Mal. Pero tambin de la justicia, de la verdad, de lo noble,
de lo santo. De lo correcto y lo incorrecto. De lo recto y lo desviado. De lo que es perfecto y de lo que no lo
es. De la lnea que separa lo lcito y lo ilcito, de la esperanza de los gozos del Cielo, de la felicidad de seguir
el camino que lleva a la vida. Nos explic que era la vida de los espritus, pero tambin se explay en que
entendiramos cmo era la muerte interior de los espritus, aunque estos fueran mantenidos en el ser. Era
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autnticamente un Padre que hable a sus hijos. Aun as, los inicuos se mantuvieron en sus posiciones. El Ser
Infinito habl como un Maestro. Tambin habl como Rey.
Daba la sensacin de que iba a iniciarse una larga discusin entre los ms sabios de las glorias, con todo el
mundo anglico de espectador. Daba esa sensacin, pero Dios iba a pedir ms. Aquello era una prueba, y el
Santificador deba pedir ms a los ngeles, para forjar sus espritus en el fuego de la prueba.
El Misterio de la Encarnacin no era todo. Se nos revel la historia de iniquidad que corrompera a los
hombres. Esos seres finitos, ingratos, encima iban a rebelarse. No slo no le iban a estar eternamente
agradecidos y cantar sus alabanzas con todas las fuerzas de sus almas, sino que iban a rebelarse y le iban a
matar. Increble. Poda ser semejante absurdo? Por lo menos pareca absurdo. Que te den la mxima prueba
de amor, y t respondas con un odio desenfrenado. Aquello no eran seres humanos, eran fieras. De pronto,
el mundo de la lgica se haban hundido?
Se supona que tenamos que adorar a un Dios Crucificado? Nosotros, seres gloriosos, debamos
arrodillarnos ante aquel cuerpo llagado, ensangrentado, cubierto de heridas, sufriente, doliente hasta el
lmite? El Altsimo as nos lo peda. Dios nos mostraba esa imagen y nos deca: estoy detrs de este
anonadamiento. La Omnipotencia, la Majestad ms grande que podis imaginar, vosotros que an no me
habis visto, est detrs de lo que se ve pendiendo en la Cruz.
Jams podris haceros de una idea de nuestros sentimientos al ver que ese Dios que es Luz, que esa Segunda
Persona que es Luz de Luz, iba a ser crucificada! Ya era un exceso la Encarnacin. Pero la visin de la
crucifixin fue algo apabullante.
Ms y ms ngeles se dijeron: Tiene razn Lucifer. Dios no puede pedirnos algo contrario a la lgica. La
duda apareci. Hay que tener en cuenta que los ngeles todava no vean a Dios. Tenan que tener fe. Deban
fiarse. Slo veamos esa Esfera Infinita. S, tan distinta de todos los ngeles. Habamos nacido a la existencia
por un designio suyo. Hasta all de acuerdo. Pero y si, al final, Dios no era Dios? Y si Dios nicamente era
un ngel muy poderoso? Y si slo era un Lucifer ms grande? Y si Dios era un espritu finito de otra
especie, cualitativamente superior, pero finito al fin y al cabo?
En cualquier caso, el pual haba sido clavado en muchas mentes: si Dios nos pide algo incorrecto, entonces
ya no es Dios. La duda era difcil de expulsar de nuestros corazones. Las razones de Lucifer se clavaron
como puales en nuestras mentes. Otros razonaban que Dios era Dios, pero que tal vez caban errores en l.
Ms ngeles salieron en defensa de la obediencia a Dios: debemos tener fe en l. l nos ha creado. Pero el
discurso luciferino era duro como el hierro, afilado como una espada. Conforme sus razonamientos
avanzaban, algunos se dieron cuenta de lo venenosas que eran sus palabras y protestaron con toda la energa
de su propia dignidad.
Algunos comenzaron a hacer coro con Lucifer. Por qu ser humildes? Por qu hay que ser obedientes?
Por qu someternos? Por qu no podemos ser libres? Satn no quiere hacer dao a nadie, repetan, no
quiere hacer de menos a nadie, slo quiere la libertad, el imperio de la razn. Haba comenzado la guerra.
Pero las razones se hicieron cada vez ms hirientes, cada vez ms personales. Se destilaron venenos ms y
ms ponzoosos. Se falt el respeto a Dios. Dios ya no era ms que un opresor. Si hasta entonces entre las
jerarquas haba habido conmocin, ahora comenz a darse una verdadera lucha. Aquello ya no era un mero
coloquio entre seres inteligentes. Lo que antes eran meras palabras entre seres que buscaban la verdad, ahora
esas palabras se haban tornado cada vez ms afiladas. Las palabras ya no eran simplemente portadoras de
verdad, sino instrumentos cargados deliberadamente de agresividad. As aparecieron discursos
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verdaderamente txicos, frente a otros dulces y acariciadores que hechizaban al alma. Haba comenzado un
verdadero combate. Un combate por la conquista de los muchos espritus indecisos. El nmero de los que se
arrodillaban continuaba creciendo. Pero tambin el nmero de los que no vean claro y se ponan, sin
conviccin, bajo la sombra de Lucifer. Sin conviccin, pero con el deseo de no ser arrastrados de momento
hacia posturas definitivas. Los luciferinos hablaban entre ellos, mejoraban sus razones. Los indecisos
trataban de averiguar la verdad, pero al mismo tiempo reconocan lo embriagante que resultaba la idea de la
completa independencia, de ser ellos los artfices de un nuevo orden de cosas. El futuro era de ellos, decan
los indecisos sealando al bando de la rebelin antes de unirse a sus filas.
Por qu tener que someterse a un Dios que impona normas contrarias a la dignidad de los ngeles? Bajo
Dios haba mandamientos, haba prohibiciones. Dios enseaba un camino de renuncia, de sacrificio, de
ascetismo intelectual. La satisfaccin que sintieron algunas glorias al ser seguidas por las multitudes de
ngeles, tena un sabor especial que nunca antes haban probado. Tambin un ngel poda romper las reglas.
Aquello era embriagante. S, por qu no ser autnomos? Libertad fue la palabra que ms repitieron.
Tenamos cadenas y no nos habamos dado cuenta. Tenamos un yugo invisible sobre nuestros espritus, y
ahora nos hemos liberado de l.
Lucifer y sus seguidores se alejaron de ese Mar de Luz. Un poco ms lejos de esa atraccin espiritual de la
Esfera estaba su propio destino. Podran ser ellos, ser uno mismo, decidir por su cuenta. Dios lo que no
quera era que se convirtieran en pequeos dioses. Quera reservarse para s el carcter divino. Por qu no
podan tratarse de igual a igual? Lentamente, se fueron distanciando de esa Esfera cuyo peso cada vez se les
haca ms insoportable.
El bando de los obedientes a Dios luchaba con denuedo. Los espritus donde reinaba la fidelidad, no slo
ofrecan razones, algunos ofrecan tambin sacrificios espirituales, otros se dedicaban ms a la oracin para
que la verdad volviera a prevalecer, otros investigaban la Teologa, la Filosofa, la Lgica, para poder oponer
razones nuevas y mejores. Fue una lucha con armas intelectuales y las espirituales de la oracin y el
sacrificio, no haba otro tipo de armas, no tenan cuerpos.
seccin 13
El nmero de los que no se arrodillaron en un primer momento lleg a ser de un tercio de todos los ngeles.
Pero despus, gracias a la lucha, al denodado esfuerzo de algunos, uno a uno se fueron humillando ante
Dios. El nmero de los rebeldes se fue reduciendo. Por eso Lucifer se alz con un furor inaudito y utiliz
todo el poder de su persuasin, moviliz a todos los que le apoyaban, y comenz a organizar una ofensiva en
toda en regla: no quera quedarse solo. Aquello ya no era simplemente pertinacia y soberbia, su tono se
volvi agrio. La acritud se fue avinagrando de un modo cada vez ms intenso.
Y no era Lucifer el ms radical. No era el ms grande espritu el ms extremista. Le rodeaban grupsculos de
seres sin importancia que quisieron hacerse un nombre. El Rebelde no slo no les detuvo, sino que les
apacent. Pero a la vez, durante un tiempo, Lucifer quiso aparecer como el trmino medio entre dos
extremos: el de la sumisin absoluta y el de la rebelin ms furiosa. La propia visin que ofreci de s mismo
no enga a muchos, pero s a algunos. Cada engao de Lucifer, siempre araaba a un cierto nmero entre
las filas de los que dudaban. Como eran tantos, cada pequeo porcentaje significaba millones de glorias que,
cuando menos, se aproximaban a sus posiciones.
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La rebelin de Lucifer haba sido una insubordinacin fra, cerebral y, al menos externamente, carente de
emociones. Pero, imperceptiblemente, se fue deslizando por la colina de su ego. l mismo not que se fue
llenando de odio. Sus razones, al final, cada vez iban ms cargadas de blasfemia. Un nuevo fuego fue
prendiendo en l y entre los cados. Con la amargura de ver, que cada vez ms le abandonaban. Los que le
dejaban no es que le hubieran seguido, pero haban sido atrapados en las redes de la duda. Haban cado en
un terreno intermedio entre el Diablo y el Hacedor. Pero ms y ms contemplaban horrorizados la
metamorfosis.
Muchos ngeles extendieron su brazo y le sealaron gritando con voz dura como el mrmol: t, Lucifer, te
has convertido en Belceb. Otros le gritaron: Satans! Las altas jerarquas exclamaron a coro: eres el
Diablo. Para otros era Luzbel. As recibi muchos nombres. Nombres que han permanecido hasta hoy.
Apelativos que recuerdan los convulsos das de la rebelin. Unos admirativos, otros tratando de advertir lo
que se esconda tras ese calificativo. Los nombres admirativos continan siendo usados, aunque con el gusto
evidente de ser una irona, casi una parodia. Una cosa quedaba patente, el que antes haba sido Lucifer, ahora
se haba convertido en Satn. Haba habido un cambio de nombre, porque realmente era ya otro.
Luzbel mir a lo lejos, como un prncipe que mira desde su trono con la glacial mirada del que mantiene la
sangre fra ante cualquier evento. Los rebeldes fueron reducidos a una quinta parte de los ngeles.
seccin 14
Despus el Seor aadi: Pero no os lo he revelado todo, para evitar que fueran ms lo que desobedecieran
en ese primer momento y en el segundo momento. Pero es necesario que sepis una cosa ms. Algo que os
voy a manifestar, para consumaros en la esperanza de mis promesas, para forjaros ms profundamente en
la fe, para que vuestro amor sea perfecto. El silencio en el Cielo era total. Qu dira el Omnisciente ahora?
Y la Esfera habl y dijo: Dios hecho hombre nacer de una mujer. A esa mujer la ornar con gracia sobre
toda gracia. Sus virtudes y amor, su herosmo en mi servicio sern tales que a ella la har Reina de los
ngeles. Ella ser vuestra Reina: Reina de los ngeles.
Si las glorias fieles haban admirado el plan de amor que supona la Encarnacin, quedaron todava ms
embelesados ante la santidad que les mostr en Mara. Antes de la rebelin, Lucifer haba sido bueno, pero
no haba sido santo. Lucifer haba sido grandioso por su naturaleza, esa mujer lo iba a ser en lo sobrenatural.
De ella iba a nacer la Segunda Persona de la Santsima Trinidad cuando se encarnase. Ella sera la Puerta.
La Puerta!, exclamaron todos. El plan era de tal naturaleza que jams podra haberlo pensado nadie entre las
Jerarquas. Qu inteligencia en estas disposiciones. Qu santidad la de Dios que llegaba a estos extremos de
sabidura en sus designios. Qu humildad y sencillez la de Dios, que pona en la cumbre de todo lo creado a
una mujer humilde. Coronaba su obra magnfica con la gema de la humildad. Muchos ngeles sin dudar se
postraron ante los designios de Dios, y acto seguido veneraron a la Virgen Mara Madre de Dios y Reina de
los ngeles. La veneraron ya entonces, antes de que naciera. No haba nacido ni un solo hombre todava, no
haba ni un tomo todava en el universo, y ellos ya se postraron ante ella: la Madre de la Palabra hecha
carne!
Pero otros ngeles dijeron: Ya lo que nos faltaba. Si Dios nos pidi antes un despropsito, ahora colma la
medida. Qu ser lo siguiente que nos exigir? Hoy nos pide esto. Maana puede pedir que adoremos a una
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vaca. Pasado maana puede exigirnos que veneremos como reina nuestra a una abeja o a un matorral. Esto
no puede seguir as.
Y los rebeldes se reunieron en un gran concilio. De all sali la decisin definitiva de separarse. Encontraron
culpable a Dios. El Creador si haba sido Dios, haba dejado de serlo. Aquel concilio de insumisos tuvo el
carcter tambin de juicio: juzguemos a Dios. Sus posturas se dividieron entre los que con serias y graves
razones defendieron que Dios nunca haba sido Dios, y los que postulaban no la negacin de la existencia de
Dios, pero que Dios ya no era Dios. Dios haba existido, pero era evidente decan-, que ya no. Por qu el
Infalible dej de serlo, ser objeto de nuestro estudio durante, quizs, milenios. Puede que se sea el gran
misterio del universo anglico.
La decisin era definitiva, exclamaron. Se aprestaron para la guerra. Es decir, intentaran convencer a ms
glorias para que se unieran a la sedicin. Y lo lograron. Hubo muchos espritus que cayeron en las trampas
del intelecto. Hubo tronos y principados que no fueron fieles. La desarmona se extendi por todas las
jerarquas. El poder del error no poda ser subestimado. Aun as, tambin fueron numerosas las bajas entre
los rebeldes. Muchos ngeles pidieron perdn, se arrepintieron de corazn.
seccin 15
Entre los ngeles fieles a Dios, en medio de todas esas luchas, uno hubo que se destac. No se trataba de un
ngel superior, pero su amor s que lo era. Fue l el que mantuvo ms viva la llama de la fidelidad en los
peores momentos de la batalla, cuando todo se vio ms negro, cuanto pareci que la mitad de los ngeles
iban a rebelarse. Y pudo transmitir esa llama. Se destac en el bien, y su fe alumbr a muchos. Fue l el que
en el momento ms oscuro, en la hora ms terrible en que las multitudes comenzaron a dudar, haba gritado
en medio del inicial silencio general: Quin como Dios!
Y as qued su nombre: Mika-El, Miguel. El luchador infatigable e invencible. Miguel se segua destacando
como guerrero. La luz de su vehemente amor ilumin a muchos confundidos. Su amor arrebatador derrib a
no pocos de los que luchaban a favor del error. Incluso los que combatan con Lucifer reconocan que ningn
dardo envenenado con sus razones, poda penetrar la coraza de su fe inquebrantable. En medio de la duda, l
fue imbatible.
Se le representa con coraza, pero no portaba ninguna coraza material. Se trataba de una coraza espiritual
impenetrable a las seducciones que le lanzaban los inicuos. Su nica arma era la espada de la verdad, de la
verdad sobre Dios. Miguel conoca mejor a Dios que los inteligentes, porque l amaba ms. Por eso los que
le salieron a su encuentro, tuvieron que retroceder.
seccin 16
Muy triste fue el legado de oscuridad que los soberbios trajeron. Si antes nos sentamos protegidos, ahora la
vacilacin haba sido sembrada. La duda, una vez insertada, era difcil de extraer. Para tener paz,
necesitamos de la fe, de todas las fuerzas de nuestra voluntad. Si antes nos sentamos como polluelos bajo las
alas de una gallina, ahora planeaba la sospecha de que las cosas no fueran como habamos pensado. Quiz
habamos sido muy cndidos. La fe... Qu era lo cierto? Qu era lo falso? Estbamos necesitados de la fe.
Sin ella, nos hubiera devorado el abismo de oscuridad que rodeaba el mundo anglico. Nada hubiera tenido
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sentido, todo hubiera sido una gran mentira. Y si, en el fondo, hubiramos estado creyendo cuentos,
fbulas? Claro que si la confianza en l estaba desprovista de fundamento, entonces, en realidad, no
hubiramos sabido ni de dnde venamos, ni adnde bamos. Estrictamente hablando, no sabamos de dnde
venamos, porque de pronto habamos despertado al ser. De pronto, habamos comenzado a existir.
Despus estaban las incontables versiones mitigadas del mensaje de los rebeldes. Versiones no tan radicales,
versiones con grandes dosis de verdad. El supuesto realismo frente a la ingenuidad con que habamos tomado
por cierta la versin original. Exista un concepto al que debamos aferrarnos con todas nuestras fuerzas:
ortodoxia.
No era slo la rebelin de Lucifer, eran los miles de arroyos de conocimiento torcido que comenzaron a
recorrer las mentes del mundo anglico.
Os recuerdo que no veamos el rostro de Dios. Si hubiramos visto su esencia, hubiera sido imposible no ver
la verdad de las cosas en todo su esplendor. Pero el Forjador de los espritus permiti la zozobra. Muy duro
deba ser el acero, un acero que iba a permanecer toda la eternidad, para que el horno tuviera que ser elevado
a tales temperaturas. Los golpes que nos batan parecan inmisericordes. Lo ltimo que pensbamos era que
todo aquello siguiera un designio. Por el contrario, pareca el triunfo del Caos. Dios permiti que pudiramos
ser heroicos en la esperanza. No se trataba de una mera cuestin intelectual. Haca mucho que los
argumentos venan acompaados de cada vez ms tristes elementos morales.
Cunto sufrimiento provocaron los sembradores de la mentira. Se deleitaban los inicuos en hacernos sufrir.
En volcar sobre nosotros toda su baba. Ya no eran slo razones, eran risas burlonas, su mofa, el escarnio de
millones de espritus rebeldes.
Nos insultaron. Pasamos por inocentes crdulos a los que haba que despertar. Y nos queran despertar a
golpes. No a golpes fsicos, no hubieran podido. Pero s con golpes en el espritu, cunto dao, cuntas
heridas provocaron. Nos hicieron creer que ramos nios. Ellos eran los adultos. Ellos haban probado el
licor de la libertad. Ellos haban probado el sabor de lo ilcito que tan prohibido habamos tenido siempre.
Posean el doble conocimiento del Bien y del Mal. Nosotros custodibamos la ortodoxia con toda la fuerza
de nuestros brazos. Aferrbamos con nuestros dedos (no tenamos dedos) ese tesoro, para que nadie nos lo
robara. Pero ellos tenan el doble conocimiento. Muchas veces nos entraba la duda de si no estaramos en
inferioridad de condiciones. Nosotros nicamente conocamos a la Vida que se haba hecho vida en nosotros.
Podramos resistir los conocedores del Bien, frente a la fuerza indmita de la que parecan estar dotados los
conocedores del Bien y del Mal?
El doble conocimiento pareca tener un sabor deleitoso. Aunque visto desde nuestro bando, pareca que ese
sabor les volva como locos. El pecado llamaba al pecado. Se estaba formando un abismo de iniquidad.
Aunque entre ellos no todos eran exaltados. Lo que haca ms creble su movimiento de independencia era
cuntos individuos razonables les apoyaron.
Esta guerra fue larga, como fue larga la historia que hubo antes de la guerra. Conocis muy poco por el
Apocalipsis de nuestras crnicas. Lo que conocis de esta protohistoria antes de vuestra historia, es como si
resumisemos el tiempo que va desde Abraham a Jesucristo en un par de prrafos. Pero nuestro destino
eterno no se decidi en un momento: fue una verdadera guerra con una larga historia. Larga segn nuestros
parmetros. Tampoco os haris mucha idea de cunto tiempo dur en una era en la que no exista el tiempo.
Cada espritu tena su propio tiempo interno. Ningn reloj hubiera marcado ni un solo minuto. A veces, un
tiempo se nos haca extremadamente largo e inacabable. Otras veces el tiempo se nos haca breve. Cunto
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tiempo dur esta guerra? Sin duda, para unos espritus fue ms larga que para otros. Cada uno la vivi con su
propia duracin interna y subjetiva.
seccin 17
Durante esa guerra, imperceptiblemente, sin percatarse de ello, algunos de los antiguos ngeles se fueron
transformando de seres bellsimos llenos de luz en monstruos repletos de resentimiento. El odio, el veneno
que sala de sus bocas, la oscuridad de sus pensamientos, su soberbia, su deseo de hacer el mal, fue
transformando a esos espritus en seres deformes, feroces, horribles. Al final, daba miedo verlos.
No tienen cuerpo, pero si vierais sus espritus comprenderais que hacis bien en representarlos con garras,
colmillos, colas, pezuas y todos los atributos de los animales malignos de la tierra. Tambin fue impactante
la transmutacin en Lucifer. Esos ojos clarsimos haban comenzado por destilar agresividad. se fue el
primer cambio. Pero, poco a poco, en su boca fue como si crecieran dientes afilados y colmillos sedientos de
sangre. Luzbel hubiera querido tener mil garras para araarnos, agarrarnos y despedazarnos. Hubiera
deseado aplastarnos con pesadas patas de monstruo antediluviano. El Beemoth hubiera deseado triturarnos
bajo el peso de su odio. Eso es lo que queris transmitir cuando lo representis con pobres iluminaciones en
pergaminos o lo pintis sobre un fresco en vuestras iglesias. No tiene cuerpo, pero es peor que esos sencillos
colores y lneas con que plasmis lo que conocis por la fe. Por una fe transmitida, transmitida de lo alto, que
os viene de los Cielos.
Una Tradicin que se os comunic, a vosotros los hombres, acerca del principio y que mantuvisteis de
generacin en generacin, pero que provena de una era anterior al Tiempo. Las tribus congregadas alrededor
del fuego escuchaban esta historia resumida, sintetizada a sus lneas ms esenciales, cada siglo algo ms
deformada. Pero, aun as, durante muchas generaciones mantenida sustancialmente ntegra. Desconocais
hasta qu punto esta historia que contaban vuestros bardos, vuestros patriarcas, vuestros conservadores de las
tradiciones orales, era una historia antigua. Aun as quedaron ecos de esa guerra primigenia.
Podis imaginaros a un Jacob contando esta historia a sus doce hijos a la entrada de su tienda bajo una noche
estrellada. Y, a pesar del tiempo transcurrido, Jacob no desconoca que Satn era la malignidad concentrada.
No conocais la historia de esta guerra en sus detalles, ni haca falta. Pero, creedme, el Mal en Luzbel se
haba vuelto ardiente. El Santificador Divino, durante todo este proceso, le haba hablado en su corazn,
suplicndole que diera marcha atrs. S, todo las tres Personas de la Santsima Trinidad le suplicaban. Le
suplicaban no por debilidad, sino precisamente porque conocan cun duro e impenetrable sera el muro de
su Justicia si Lucifer quedaba atrapado tras l. Por eso le habl como un padre habla a su hijo. Por eso le
habl con una humildad cmo slo el Rey de Reyes puede tener. Ante todo deba evitar que Satans quedara
atrapado detrs del muro de una decisin irrevocable.
Pero el Diablo rechazaba gracia tras gracia que tantos ngeles ganaban con sus oraciones y sacrificios,
desatendidas las cada vez ms escasas invitaciones a cambiar que le llegaban de lo alto, los deseos de
arrepentimiento que surgan de su corazn (enviados por Dios ) eran despreciados. El Creador ya no era
escuchado en el corazn de Luzbel. Cul fue la sorpresa de ste cuando le lleg un enviado de Dios. Desde el
Trono Divino haba sido enviado un arcngel llamado Gabriel. Ante todo por curiosidad, escuch a este
enviado. Gabriel, entre otras cosas, le dijo con serenidad:
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-No estamos hablando de la justicia, de una justicia, sino de la Justicia, le explic a Lucifer un
arcngel llamado Gabriel. Mira que no confundas la paciencia de Dios con debilidad. l te concede tiempo,
pero su fallo no admite recurso.
Belceb mir con curiosidad a ese enviado. Despus concluy:
-Yo tambin soy un dios.
Gabriel le mir compasivamente. Y tras un instante de reflexin, suspir y concluy:
-Muy bien, veremos todos, entonces, qu prevalece si la fuerza de un dios o la de Dios.
Dicho esto, Gabriel se retir sin esperar respuesta.
Pero el Maligno haba acorazado su corazn, haba echado siete cerrojos en cada puerta de su voluntad.
Haba cubierto de hierro cualquier apertura a su conciencia