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Un díaen la joya oculta de CachapoalCada habitación fue concebida como una instalación artística. Obras de Roberto Matta, Anselm Kiefer y Mario Toral decoran las paredes. Su dueño, Alexander Vik, aspira a que el restaurante se convierta en uno de los mejores del mundo. Todo esto se vive en uno de los hoteles de lujo más desconocidos (hasta ahora) de Chile. Por Eduardo Moraga. Fotos: Sergio López. Dirección de arte: Manuel Godoy.

El hotel cuenta con una biblioteca especiali-

zada en vinos y artes visuales. Algunos de

los ejemplares están fir-mados por sus autores.

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Osvaldo Cerda lanza un tiro. Le muestra a Leonardo, su hijo, cómo tomar el taco y echar las bolas en las buchacas. El padre estira la estadía hasta el último segundo.

Suena jazz en el lobby del Hotel Vik. La mesa de pool está en el centro. Sillones de diseño, mesas de centro ídem. Se podría organizar un cóctel para medio centenar de perso-nas y no habría aglomeracio-nes. Sin embargo, escasean los huéspedes. Por decisión de

los dueños, eso sí. Son solo 22 habitaciones. Rara vez hay más de cinco personas en el lobby. El hotel está sobre un

cerro en el sector de Millahue y permite una panorámica del valle de Cacha-poal gracias al ventanal que da al oeste. Cerros, huertos frutales y viñedos hasta perder la vista compiten por atención con dos cuadros de Roberto Matta que cuelgan de la pared norte, y con el inabarcable “La vida secreta de las plantas” de Anselm Kiefer, uno de los mayores pintores vivos del mun-do, que ocupa casi toda la pared sur.

Al otro lado de la ventana, Valentina Espinoza, la esposa de Osvaldo Cerda, se despide de los experience managers del hotel. Ellos son los encargados de velar por la visita de los huéspedes: desde tomar nota de sus requerimientos alimentarios o conseguir un televisor para su pieza, hasta organizar una cabalgata o una visita para recolectar frambuesas, como hicieron los Cerda-Espinoza. La familia se ha vuelto adicta al hotel Vik. Lo descubrieron en el verano de este año y en julio cumplieron su quinta visita, aunque se trata de uno de los más caros de Chile.

La lección de pool se interrumpe. El personal del hotel ya dejó las maletas en el auto. La familia parte.

Alexander Vik es un animal de Wall Street. De padre noruego y madre uruguaya, se crió en Tenerife, islas Canarias. Millonario de nacimiento −su familia es activa en el mundo hotelero−, llevó la fortuna de los Vik un par de peldaños más arriba. Luego de egresar de la Universidad de

El arquitecto Marcelo Daglio diseñó el hotel privilegiando la conexión con el paisaje de Millahue. La estética de las habitaciones fue decidida por Alexander y Carrie Vik.

La pieza Chile se encuenta en el ala norte del hotel y mira a los viñedos y el bosque nativo que rodea el edificio. Se usa-ron cuadros del emergente artista Felipe Cusicanqui.

Vicky Money es la habita-ción dedicada a la artista uruguaya Vicky Aguirre. Cada uno de los baños tiene un diseño único.

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Harvard trabajó en la fenecida Lehman Brothers, donde adquirió experiencia para independizarse y formar su propia corredora de acciones, empresa de seguros y bienes raíces. En los 90 adquirió visibilidad al fundar Xcelera, un fondo de inversiones que ayudó a gatillar el boom de las empresas punto-com en esa década. Junto con tener una fama de jugador rudo en el mundo de las finanzas, amasó una fortuna que, según la revista Forbes, llega a los mil millones de dólares.

Aunque se mueve entre sus residencias de Connecticut, en Estados Unidos, y Mónaco, en Europa, viene a Chile entre cuatro a cinco veces por año. Se aloja en la habitación Vik del hotel Vik. Está en la esquina sur-este del hotel, mirando al embalse que está en medio del campo que compró en Cachapoal.

El hotel es una caja de concreto y vidrio con un sinuoso techo metálico. Tiene habitaciones en las alas norte y sur. En la del oeste está el lobby, al medio hay un jardín oriental y en la del este un restaurante. Fue diseñado por el arquitecto uruguayo Marcelo Daglio, que trabaja con Vik hace años. El empresario tiene tres exclusivos hoteles en Uruguay. Sin embargo, funcionan durante la temporada estival. El de Chile es su proyecto más ambicioso: funciona 11 meses al año. Junio es ocupado para hacer las mantenciones.

Cada una de las habitaciones es un objeto único. De hecho, tienen nombres, no números. La de la esquina noroeste es la Shogun. Su piso es un tatami y hay que sacarse los zapatos al ingresar. Al artista visual japonés Takeo Hanazawa le tomó casi dos meses de trabajo in situ, usando polvo de lapislázuli, crear las parras que cubren una de las paredes. Su inspiración fueron las uvas pintadas por Jakuchu Ito, un pintor del período Edo. Hana-zawa guarda recuerdos de su paso por Millahue.

—Es imposible de explicar en palabras sencillas. Mirar los cielos estrella-dos me hacía pensar lo lejos que estaba de casa. Recuerdo los viñedos que rodean el hotel. Todos los días corría o montaba una bicicleta para conocer el lugar. El primer día casi me perdí, ya que no sabía lo vasto que es. Todas las hojas que he pintado reflejan las uvas de Vik. Sabía vagamente que el mismo tipo de uvas pueden generar diferentes gustos dependiendo de la at-mósfera que las rodea, fue realmente emocionante experimentar de verdad la diferencia —recuerda Hanazawa desde Japón.

H es el nombre de la pieza de la esquina noreste. Está dedicada a Hermès, con objetos únicos de esa firma. El baño ocupa una pared con fotografías de modelos de alta costura, mientras que un ventanal que va del piso al techo permite tomar un baño de tina mirando el embalse y los viñedos que rodean el hotel.

—Lo visual es muy importante para la experiencia del huésped. Crea algo único y diferente, un must que hay que conocer. Las artes visuales empiezan con el techo, que es una escultura es sí mismo, el jardín zen en el patio y la transparencia del hotel, que van creando vistas a la naturaleza tan bella y impresionante. Tenemos alrededor de 40 artistas representados en los espacios del hotel. Cada uno lo hemos creado nosotros mismos con una temática y con uno o más artistas que han trabajado en sus espacios. Cada habitación es una instalación de arte —explica por correo electrónico Alexander Vik.

A punto de cumplir tres años, y a pesar de tener una baja exposición pública, el hotel Vik se convirtió en imán para los viajeros conocedores. David Rockefeller arrendó siete piezas durante dos semanas en el verano de 2016. El tenista Rafael Nadal también fue huésped, así como el actor Keanu Reeves.

Cristián Vallejo se acomoda en el asiento. La mesa de la sala de catas tiene diez copas de vino tinto por persona. Fueron servidas por un sommelier momentos antes de entrar a la habitación. No solo el tiempo es preciso, también lo es la temperatura.

La cata es la meta de un recorrido que partió una hora antes. Vallejo fue el guía de un recorrido por las 330 hectáreas de viñedos que rodean el hotel. Y fue, también, el encargado de supervisar la plantación de las parras, que partió en 2007.

Alexander Vik llegó a Chile debido a su interés por hacer su propio vino. No uno cualquiera. Uno de sus lugares de vacaciones favorito es Burdeos, en Francia. Su objetivo explícito es rivalizar, si no superar, a los mejores vinos de allá. Luego de una década de darle vueltas al proyecto y de búsquedas por todo el mundo, llegó a Millahue. La fama del vecino valle de Apalta, que está detrás de los cerros que demarcan la propie-

Smilan Radic es el arquitecto responsa-ble de la bodega de Viñedos Vik. El agua que fluye a la entrada también aporta a la refrigeración de las instalaciones.

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dad, lo decidió a comprar el campo que, a mediados de la década del 2000, tenía algunos huertos frutales.

La primera vendimia llegaría en 2009. Vallejo pasaría de ser solo el encar-gado de las parras a asumir también como responsable de la vinificación, en la actualidad. Eso sí, con la asesoría de Patrick Valette, el enólogo fundador.

Los primeros años fueron silenciosos y modestos. No solo no existía el hotel, sino que el vino se hacía y guardaba en un simple galpón industrial. A partir de 2013, los vinos comenzaron a ser elaborados en la bodega diseñada por Smiljan Radic. Oculta a simple vista, las paredes de la entrada resguardan uno de los ingresos más espectaculares a una instalación viñate-ra que pueda conocer un mortal: pasillos que obligan a avanzar en diagonal sobre una película de agua que fluye constantemente. De paso, ayuda a en-friar las instalaciones y ahorrar energía. Una vez que se ingresa a la bodega de concreto, que podría ser el escenario de una película de James Bond, se camina derecho hacia la sala de catas.

El proyecto viñatero partió con la idea de enfocarse en un vino ícono: el Vik. Con el paso de los años se agregaron Milla Cala, que es una especie de “mini Vik”, con los vinos que no pudieron llegar al estándar del primer vino, y La Piu Belle, enfocada en lo que Vallejo denomina “estilo del Nuevo Mundo”.

En la mesa de cata nos espera el Milla Cala 2012, el Vik 2012 y La Piu Belle 2012. Además, hay muestras de tres cuarteles de la vendi-mia 2016, cabernet sauvignon, uno de cabernet franc, merlot, syrah y carmenere. El Vik 2012 tiene más de un tercio de carmenere, un resabio de su nacimiento influido por el vecino valle de Apalta, cuna de la mayoría de los grandes carmenere de Chile.

Vallejo explica que las últimas versiones del Vik se enfocan en el cabernet sauvignon y el cabernet franc. La sorpresa es la segunda cepa, que tiene una expresión elegante y mineral, casi salina. Mis fichas están puestas en la vendimia 2016 de Vik. Eso sí, habrá que esperar hasta 2021 para que se lance al mercado.

La cabaña está a casi cien metros del hotel. Inicialmen-te era donde Alexander Vik y Carrie, su esposa, alojaban cuando iban a la

viña. Ahora sirve para que Rodrigo Acuña, el chef del hotel, dé clases de cocina a los huéspedes que lo solicitan.

En nuestra visita toca el turno de hacer una crema de papas y puerros. El pelador de papas parece trabajar por sí solo y hace avanzar al huésped con la velocidad de un profesional. Picamos y lanzamos el contenido dentro de una cacerola Le Creuset.

Mientras los vegetales comienzan a deshacerse por el calor. Acuña cuen-ta su historia. Luego de formarse como cocinero en Santiago y montar una pequeña empresa de catering, partió en 2007 a perfeccionarse a Canadá. Lo que era una estadía de un año, sin embargo, se extendió a siete. Acuña hizo carrera en el segmento de Relais & Châteaux, el nicho que reúne a los pequeños hoteles y restaurantes de lujo del mundo. Cuando supo de la apertura del hotel Vik, postuló al cargo.

—Soy un afortunado de estar en un entorno muy rico en productos —lanza Acuña.

Enumera a la sal de Cahuil, los jabalíes de un criadero cercano, la quínoa que le entrega un vecino. Explica que son una cincuentena de proveedores locales los que ha detectado. Cuando Acuña describe los sabores que se encuentran en Cachapoal parece que estuviéramos en el medio de la Tosca-na o en la Provenza.

Dentro del campo, tienen un huerto con hortalizas, cítricos y gallinas. Cada mañana, por un grupo en WhatsApp, los encargados le avisan qué verduras están listas. Con esa oferta, Acuña define cuál será el menú del al-muerzo y la cena. Si el visitante lo desea, puede ayudar a recoger las frutas, verduras y huevos.

—Queremos ser uno de los mejores hoteles del mundo. Una experien-cia única, variada e inolvidable. El restaurante tiene el objetivo de producir buenísima comida, muy sana, natural y fresca, produciendo lo mejor que podemos en nuestro huerto y con buenos proveedores locales —explica Vik.

El entorno rural, eso sí, no significa que Acuña viva tranquilo. Los Vik le pusieron sobre sus hombros la tarea de colocarse en la mediática lista 50 Best Restaurants. Una vez que lo logre, Acuña sabe que tendrá que luchar por lo siguiente: una estrella Michelin..

Cada una de las habitacio-nes fue concebida como

una instalación artística. A la izquierda la habitación H,

decorada con productos Hermès; a la derecha Louis Louis, dedicada a Francia.