Ansiedad examenes

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1 Ansiedad en los procesos de evaluación: herramientas para su manejo Fernando Miralles Muñoz [email protected] En nuestra sociedad, cualquier persona ha tenido o tiene que afrontar una prueba de evaluación: los exámenes durante el colegio, la selectividad, el carné de conducir, una oposición, etc., y desgraciadamente son pocos los que pueden decir que no se han puesto nerviosos. Desde hace unos 20 años en los que comenzamos a trabajar como Psicólogos Clínicos, hemos visto muchos pacientes que presentaban todo tipo de sintomatología relacionada con ansiedad ante los exámenes. También, nuestra actividad docente en la universidad, nos ha permitido vivir numerosas situaciones relacionadas con esta patología, y estas mismas situaciones nos llevaron a plantear la necesidad de realizar investigaciones para poder ayudar a estas personas. Antes de empezar a buscar las deseadas soluciones, dotaremos al problema de la ansiedad de un marco teórico, y podemos afirmar que la ansiedad es una reacción emocional que surge ante la presencia de una persona, objeto o situación que supone algún tipo de amenaza para nosotros. A lo largo de nuestra vida vamos a encontrar muchas situaciones que pondrán a prueba nuestro equilibrio físico y mental, y que pueden provocarnos un estado de ansiedad: enfermedades, muerte de familiares o amigos, procesos de selección, exámenes, etc. Si realizamos una revisión bibliográfica sobre el concepto de estrés desde el punto de vista en que lo importante para su estudio son las “respuestas fisiológicas y conductuales”, encontramos investigadores como la de Hans Selye (1936). Este

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Ansiedad en los procesos de evaluación: herramientas para su

manejo

Fernando Miralles Muñoz [email protected]

En nuestra sociedad, cualquier persona ha tenido o tiene que afrontar una prueba

de evaluación: los exámenes durante el colegio, la selectividad, el carné de conducir,

una oposición, etc., y desgraciadamente son pocos los que pueden decir que no se han

puesto nerviosos.

Desde hace unos 20 años en los que comenzamos a trabajar como Psicólogos

Clínicos, hemos visto muchos pacientes que presentaban todo tipo de sintomatología

relacionada con ansiedad ante los exámenes.

También, nuestra actividad docente en la universidad, nos ha permitido vivir

numerosas situaciones relacionadas con esta patología, y estas mismas situaciones nos

llevaron a plantear la necesidad de realizar investigaciones para poder ayudar a estas

personas.

Antes de empezar a buscar las deseadas soluciones, dotaremos al problema de la

ansiedad de un marco teórico, y podemos afirmar que la ansiedad es una reacción

emocional que surge ante la presencia de una persona, objeto o situación que supone

algún tipo de amenaza para nosotros.

A lo largo de nuestra vida vamos a encontrar muchas situaciones que pondrán a

prueba nuestro equilibrio físico y mental, y que pueden provocarnos un estado de

ansiedad: enfermedades, muerte de familiares o amigos, procesos de selección,

exámenes, etc.

Si realizamos una revisión bibliográfica sobre el concepto de estrés desde el

punto de vista en que lo importante para su estudio son las “respuestas fisiológicas y

conductuales”, encontramos investigadores como la de Hans Selye (1936). Este

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investigador elaboró un modelo de estrés múltiple que incluía las características de las

respuestas fisiológicas que sufre el organismo. También estudia las consecuencias

perjudiciales para la salud sufridas por estar expuestos a un estrés prolongado o

sumamente elevado (Acosta, 2002).

Selye expuso su teoría sobre le síndrome general de adaptación. En él había 3

fases que se sucedían en el tiempo: La reacción de alarma (primera fase), la de de

resistencia (segunda fase) y la última fase denominada de agotamiento (Sandi y Calés,

2000).

Esta teoría se centró en las respuestas fisiológicas, por lo que creemos que quedó

sin desarrollar en su totalidad.

Más tarde, Lazarus y Folkmn (1986) ampliaron esta teoría con la denominada

“teoría interactiva o transaccional del estrés” en la que además de las respuestas

fisiológicas estudiadas por Selye, estudiaban otras respuestas tan importantes como los

estímulos que producían estrés, reacciones somáticas y procesos que mediaban entre

ambas (Martín Monzón, 2007).

Hoy en día las palabras ansiedad y estrés están ligadas casi siempre a

significados negativos, aunque habría que decir, que existen dos tipos de estrés, el

positivo o eustrés, y el negativo o distrés.

Gracias al estrés positivo o “eustrés” la especie humana ha podido sobrevivir a

lo largo de los siglos, por ejemplo, nos permite reaccionar más rápidamente ante una

situación de peligro. Así, si una persona cruza la calle y ve venir un vehículo a gran

velocidad, el estrés positivo es el responsable de que se desencadene una serie de

reacciones físicas que le permitan salir corriendo y no ser atropellado. Cuando la

persona ha cruzado la calle y se encuentra a salvo, el estrés o activación psicosomática

va disminuyendo hasta llegar a niveles normales.

El otro tipo de estrés es el negativo o “distrés”, puede aparecer por un problema

puntual, ciertos estilos de vida, problemas en el trabajo, fallecimiento de personas

queridas, etc. Situaciones que van desgastando a las personas hasta que llega un

momento en que les es imposible hacer una vida normal. Algunas de estas personas

incluso tienen que pedir la baja médica o ir a una consulta de un psicólogo para que les

ayuden a superarlo y volver a su vida normal.

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Este estrés negativo, se traduce en una serie de síntomas físicos y psicológicos e

impide a la persona vivir de una manera normal.

Pero en condiciones normales, la ansiedad, siempre que se desarrolle dentro de

unos “niveles normales”, finaliza cuando la situación, persona u objeto que nos provoca

el malestar desaparecen. Por el contrario, si la ansiedad es muy alta, puede que este

malestar no desaparezca aunque ya no esté el objeto causante de la misma, y

necesitaremos realizar técnicas específicas para eliminarla.

Un dato muy significativo es que, entre el 15 y el 25% de los estudiantes,

presentan niveles elevados de ansiedad ante los exámenes, lo que significa que casi uno

de cada 4 alumnos sufre ansiedad a lo largo de unos 14 años de su vida (si es que sólo

hace los estudios obligatorios), y unos 20 años si se embarca en estudios universitarios.

Ante esta expectativa de sufrimiento continuo, el alumno puede llegar a

acumular tanta ansiedad que los resultados que obtenga del examen no correspondan al

esfuerzo que ha realizado, es decir:

Ansiedad = disminución del rendimiento.

Afirmación corroborada por investigaciones como la de María del Rocío et al.

(2008).

Estos niveles de ansiedad elevados, llevan a los alumnos a sufrir síntomas como:

dolores y molestias físicas, dificultades al hablar o tartamudeo, insomnio, irritabilidad,

agresividad, susceptibilidad o mal humor, apatía, nerviosismo, miedo a fallar, a quedar

paralizado o quedarse en blanco, aparición de pensamientos negativos, preocupación

por las consecuencias negativas del suspenso, e incluso malestar generalizado que no le

permite presentarse al examen.

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Para poder estudiar mejor la ansiedad, podemos clasificarla en tres apartados:

ansiedad fisiológica, motora y cognitiva, dependiendo de los síntomas que afecten a la

persona.

La ansiedad fisiológica es la que provoca dificultad para respirar, taquicardias,

mareos, nauseas o frecuentes micciones.

La ansiedad motora, se refleja en el temblor de voz, las repeticiones discontinuas

y los tics o movimientos involuntarios de los músculos.

Por último, la ansiedad cognitiva, se manifiesta con preocupaciones excesivas,

pensamientos negativos e imágenes negativas.

Pero a todos los estudiantes no les afecta de igual manera la ansiedad,

pudiéndose diferenciar cuatro grupos (Hernández, Pozo y Polo, 1994).

En el primer grupo, se encontrarían aquellos estudiantes que no manifiestan

respuestas de ansiedad ante los exámenes y que además superan las pruebas. Estos

alumnos no llegan a sufrir ansiedad excepto en algún momento puntual.

En el segundo grupo, están aquellos estudiantes que no presentan ansiedad ante

los exámenes, pero que no suelen superar las pruebas. Estas personas, aunque no tienen

ansiedad, al no aprobar los exámenes necesitarían que se evaluase su cociente

intelectual y, sobre todo, ayudarles a que utilicen unas correctas técnicas de estudio.

En tercer lugar, encontramos a los estudiantes que suelen aprobar sus exámenes

pero con respuestas de ansiedad. En éstos, si se redujesen los índices de ansiedad, sus

notas y eficacia en los exámenes serían superiores.

Por último en un cuarto grupo encontraríamos a los estudiantes que no superan

los exámenes y que presentan ansiedad. Estas personas, además de poder desarrollar

ciertos problemas de autoestima. Podrían tener animadversión hacia el mundo

académico y abandonarlo pese a que algunos de ellos pudiesen ser buenos alumnos.

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Esto es debido por una parte al sufrimiento que le genera la ansiedad, y por otra, a la

frustración que tienen por no poder superar los exámenes.

Asimismo se han investigado los factores personales y familiares que precipitan

al joven a tener ansiedad ante los exámenes, resultando entre las más importantes la

investigación de Rosário et al. (2008), concluyendo que las mujeres tienen una mayor

ansiedad ante procesos de evaluación y que esta ansiedad disminuye si los padres tienen

un mayor nivel de estudios. Otra conclusión importante en esta investigación, es la

correlación positiva que existe entre la ansiedad y la actitud de huida ante los exámenes.

Podemos comprobar cómo alumnos que no se han presentado al examen u oposición a

causa de una elevada ansiedad, aumenta todavía más su nivel de ansiedad y le es más

difícil presentarse en próximas ocasiones. Esta información se amplía con otras

investigaciones (Fernández-Castillo, 2009) que marcan cómo los estudiantes más

agresivos generan mayor ansiedad en época de exámenes.

Otras investigaciones advierten que las personas que tiene un sesgo atencional

hacia sí mismas, exageran la interpretación negativa de los síntomas que se auto-

observan (Gutiérrez, Avero y Jiménez, 1997)

Modelo explicativo de la ansiedad

Tomando como base los estudios e investigaciones como los de Hernández,

Pozo y Polo (1994) y De Prado e Iruarriazaga (2001), Miralles y Sanz (2011) han

propuesto un nuevo modelo integrador que explica el proceso que se repite en personas

que presentan elevada ansiedad ante los exámenes.

En este modelo (Miralles y Sanz, 2011) se hace una relación entre los diferentes

tipos de ansiedad (fisiológico-cognitivo y motor), las posibles consecuencias

psicofisiológicas para el estudiante (palpitaciones, mareos, nauseas, tics, temblores,

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pensamientos negativos, etc.) y las posibles actitudes ante los exámenes (enfrentarse al

examen- huir del examen). Asimismo explica los posibles caminos que sigue el alumno

que sufre ansiedad y que puede ir aumentado su malestar si toma caminos equivocados.

Para poder resolver este tipo específico de ansiedad, se han propuesto distintos

programas de tratamientos. Los cuatro grupos más importantes relacionándolos con la

efectividad son:

1.-El primer grupo estaría formado por los programas que sólo aplican técnicas de

estudio. Su efectividad es muy limitada sobre los niveles de ansiedad, aunque

pueden llegar a mejorar el rendimiento del alumno.

2.-El segundo grupo estaría formado por los programas basados en las teorías de

aprendizaje sobre el condicionamiento clásico. Su efectividad es elevada al

disminuir los niveles de ansiedad, sin embargo con estos programas no se mejora el

rendimiento académico del alumno.

3.-El tercer grupo sería la unión de las técnicas del primer grupo –técnicas de estudio- y

las técnicas del segundo grupo –condicionamiento clásico-. Su efectividad es

superior a los anteriores grupos, ya que la ansiedad del alumno disminuye y el

rendimiento escolar mejora.

4.- En el cuarto grupo, se encuentran las técnicas más efectivas explicadas en manuales

prácticos para reducir la ansiedad ante los exámenes. El publicado recientemente por

Miralles y Sanz (2011) viene siendo comprobado en varias investigaciones como las

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de Isabel Serrano y colaboradores en 2002. Este grupo es en la actualidad el que

consigue una efectividad más elevada, ya que aúna técnicas de estudio, técnicas de

condicionamiento clásico y técnicas cognitivas muy efectivas.

Así podemos comprobar cómo alumnos que no se han podido presentar a una

examen u oposición por problemas de ansiedad, llegan a aprobarlo al concentrar sus

fuerzas en el rendimiento académico y no en disminuir la ansiedad. Estos alumnos

simplemente han seguido el programa diseñado en el manual de Miralles y Sanz

titulado: “Cómo enfrentarse con éxito a exámenes y oposiciones: guía práctica para

superar la ansiedad, aumentar la motivación. Trucos para triunfar en exámenes y

oposiciones” de la editorial Pirámide.

También podríamos hablar de posible quinto grupo formado por investigaciones

realizadas en la universidad de Chicago de EEUU (Ramirez y Beilock, 2011). En ella

se asegura que si los alumnos estresados escriben 10 minutos antes del examen sobre

sus emociones negativas, el nivel de ansiedad disminuye significativamente. Debido a

que estos estudios fueron publicados por la revista Science en el mes de enero de 2011,

en la actualidad hay un grupo de investigación de la universidad CEU-San Pablo que

tiene como investigadores principales a Irene Hernández y Fernando Miralles, que

intenta medir la efectividad de este procedimiento respecto al cuarto grupo antes

descrito.

BIBLIOGRAFÍA

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