BNP Ecos de Huarochiri Programa 17 06 2015

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    LA PROTESTA MEDITICA COMO ESPEJODEL RESURGIMIENTO CIUDADANO EN LATRANSICIN DEMOCRTICA ESPAOLA

    THE MEDIA PROTEST AS A MIRROR OF THECIVIL REAPPEARANCE, IN THE DEMOCRATICTRANSITION OF SPAIN

    Sandra Mndez MurosUniversidad de Sevilla

    [email protected]

    Resumen:

    El artculo comienza por una revisinexhaustiva de las investigaciones exis-tentes sobre el rol de la sociedad civilen la transicin democrtica de Espaa.

    Aportan visiones confrontadas entre ladesmovilizacin y el resurgimiento de lasociedad civil como agente de presin enlas decisiones polticas.

    Asimismo, este trabajo aporta investiga-cin indita sobre el tema utilizando unametodologa de anlisis de contenido paracuanticar las distintas formas de protestasocial reejadas en la prensa de Sevilla,entre 1975 y 1977. El anlisis diferenciaentre obreros, estudiantes, vecinos, ar-tistas y ciudadanos. Tambin cuanticael ujo de noticias y los formatos de pro-testa (huelga- manifestacin o nivel alto; y

    discurso-asociacin o nivel bajo).Los resultados conrman el protago-nismo de la sociedad civil en impulsarel cambio democrtico en Espaa, de-tallando la evolucin de la protesta porsectores, ujos y formatos. Y se discuteel papel de los medios de comunicacinen estos procesos de cambio social.

    Palabras clave: protesta meditica,resurgimiento ciudadano, transicin

    democrtica espaola, anlisis conteni-

    do prensa, sociedad civil, movilizacinsocial.

    Abstract:

    This paper begins with an exhaustive re-view of existing investigations on the roleof the civil society in the democratic tran-sition of Spain. They contribute visionsconfronted between demobilization andthe reappearance of civil society as anagent of pressure in political decisions.

    Additionally, this work presents informa-tion from unpublished investigations onthis topic using a content analysis meth-odology to quantify the different forms ofsocial protest reected in the press of Se-ville between 1975 and 1977. The analy-sis identies differences among workers,students, neighbors, artists and citizens.

    Also, it quanties the ow of news andthe formats of protest (strike - demon-stration or high level; and speech - as-

    sociation or low level).The results conrm the importance of civilsociety in stimulating democratic changein Spain, detailing the evolution of protestby sectors, ows and formats. And, therole of mass media in these processes ofsocial change is discussed.

    Key words: media protest, citizen reap-pearance, democratic transition of Spain,press content analysis, civil society, so-

    cial mobilization.

    Recibido: 7/10/2013 Aceptado: 18/12/2013 Anduli N 12 - 2013 67-90 ISSN 16960270

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    1. Resurgimiento ciudadano versus desmovilizacin social

    Factores como el crecimiento econmico y la modernizacin, la naturaleza polticadel franquismo, el aumento de la educacin, el desarrollo de los medios de comu -nicacin, el contexto internacional y la presin de una Europa democratizada hansido considerados sucientes por historiadores y socilogos para explicar el cambiodemocrtico producido durante la transicin espaola1, desatendiendo en parte laaccin de los actores no polticos que intervinieron en ella. En el plano de los prota -gonismos, se seala que el cambio es posible por una extraa conuencia de prag-matismo poltico y madurez ciudadana, pero no existe consenso sobre el grado deresponsabilidad de cada uno en el proceso.

    En los estudios histricos y sociolgicos sobre la transicin se contemplan esen-cialmente dos visiones2. Frente al papel de la sociedad espaola aceptadora de laspropuestas de la clase poltica en una denominada transicin democrtica desdearriba (Garca San Miguel, 1981: 89 y 103)3, en la que se reconoce a lo sumo lalucidez poltica del pueblo espaol, se halla la teora sobre el disenso social en la que

    se presenta a la sociedad civil como un nuevo agente sociopoltico y econmico enel que se sintetiza la capacidad de transformacin que se puede emprender desdeabajo (Kaldor, 2005: 20-29).

    Ms all de entender el simplismo maniqueo (Attili Card Amone, 2004: 146) de quelos ciudadanos son el agente socializador de la democracia (los buenos) frente a lainstitucin poltica gubernamental y/o partidista (los malos), hallamos que el debateperdura hasta nuestros das sobre dos ejes que explican el xito de la transicin: ladesmovilizacin o el resurgimiento de la sociedad civil. Los basamentos de ambasposturas defendidas por socilogos e historiadores son la existencia o ausencia deuna cultura democrtica entre los espaoles y la inuencia de las protestas sociales

    sobre las medidas tomadas por los polticos.La ausencia de una cultura democrtica entre los espaoles explica las posicionesdesmovilizadoras de los primeros aos de la transicin. El socilogo Lpez Pintor(1982: 53-80) concibe que los ciudadanos, a los que denomina la mayora indife-rente o la mayora ausente, advierten pasivos los principales catalizadores del pro-ceso democrtico: la muerte de Franco y el papel del rey Juan Carlos. El desintersdirecto en la poltica, que hace que la poblacin no est dispuesta a verse en situa-ciones arriesgadas; la escasa porcin de puntos de vista radicales y conservadoresy la indenicin de ideas polticas, basada en la desinformacin sistemtica y el fcilrecurso a la reaccin autoritaria y defensiva son las principales razones argidas(Lpez Pintor y Buceta, 1975: 106). Desde la perspectiva histrica, autores como

    Palacio Atard (1989: 48-49) niegan que la movilizacin ciudadana tenga una fuerzadestacable frente al rey y los polticos reformistas, pues no ocasionaron grandesquebraderos de cabeza a los gobernantes.

    Un sondeo realizado a mitad de los aos ochenta entre los espaoles sobre los or-genes de la transicin revela, no obstante, que un 55% de los entrevistados sostieneque la transicin no habra tenido lugar sin la presin popular (Prez Ledesma, 2006:

    1 Vanse las obras de Juan J. Linz y Alfred Stepan (1996), Josep M. Colomer (1998), Carlos H.Waisman y Raanan Rein (2011), Diego Muro y Gregorio Alonso (2011).

    2 Algunos autores como Weingast (2000) preeren hablar de pacto entre los distintos actores so-

    ciales de acuerdo a incentivos.3 La tesis de Christopher Hill (2005) concibe que son personas polticas claves (el rey, Surez,

    Fernndez Miranda) las que hacen posible la transicin.

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    126). La nocin de creciente politizacin de la vida espaola es compartida en losmismos aos por historiadores que se apoyan en la existencia de una cultura demo-crtica, mediante la cual el peso de algunos sectores formados polticamente es vital,puesto que el peso de los obreros, estudiantes y la oposicin fuerzan a considerar elcambio democrtico como la alternativa ms factible (Preston, 1986: 96).

    Durante la ltima dcada del siglo XX, la idea regeneradora convive con la de ladesmovilizacin. Mientras que Linz (1992: 435-436) mantiene la concepcin de queno existe una profunda crisis en la dictadura a la muerte de Franco que, incluso,goza de cierta estabilidad y, en cualquier caso, son las acciones de los gobernan-tes y no las condiciones estructurales e histricas las que determinan el futuro deuna naciente democracia, algunas tesis sociolgicas deenden el papel activo dela ciudadana durante el proceso de transicin, sustentndose en la idea de que eldesmoronamiento interno y la crisis del rgimen no habran llevado por s solas a lademocratizacin (Khler, 1995: 80). Ms contundente es la nocin del resurgimientode la sociedad civil que expone la obra de Prez Daz (1987), producido gracias ala invencin de la nueva cultura poltica desarrollada desde los aos cincuenta,

    consistente en reivindicar temas ticos, morales, sociales, econmicos y culturales,hasta el momento de exclusiva competencia poltica, a travs de formas no institucio-nales de actuacin (la protesta, la manifestacin, el boicot, etc.).

    Como contrapartida, se desarrolla la creencia de que es precisamente la desmovi-lizacin ciudadana la que favorece el cambio democrtico. Para el socilogo CayoSastre (1997: 65), la sociedad espaola no se moviliza ni por la democracia ni por elmantenimiento del rgimen y deja exclusivamente en manos de los polticos la reso-lucin del problema que se plantea Espaa en el ao 1975. Aade que la desmovi-lizacin es un elemento que favorece la estrategia de cambio diseada por las litespolticas espaolas: el proceso de redemocratizacin espaol se sustenta en un

    pacto entre lites que gozaron de un amplio margen para la negociacin, favorecidopor la existencia de una sociedad civil polticamente desmovilizada (Sastre Garca,1997: 43). La prueba es que tras la muerte de Franco no pasa nada, bien por como-didad (el orden como statu quo, el cambio como riesgo), bien por miedo a la vuelta auna guerra civil o a la represin, dado el control ejercido por la capa poltica herederadel franquismo (Dorado y Varela, 1989: 251-274). Algunos autores admiten comocausa histrica la indiferencia poltica ante la incorporacin ciudadana de acuerdoa la consolidada debilidad de la asuncin de comportamientos democrticos: dbilaliacin, escaso asociacionismo, menor implicacin (Lemus Lpez, 1998: 498).

    Simultneamente, son numerosos los historiadores que apoyan la existencia deuna cultura poltica dirigida hacia la democracia y no hacia el autoritarismo de esa

    consistente minora que prefera liderazgos fuertes y que se apoyaba a la coalicinvencedora de la guerra civil (Juli y Mainer, 2000: 36-37). Se difunde la idea de queesta cultura descansa en el desarrollo socioeconmico que rompe la contribucindel analfabetismo a la docilidad poltica, provocando el acceso a la formacin y libreexpresin (Seco Serrano, 1991: 252); favorece la difusin del conocimiento sobre loque ocurre en el entorno europeo y el deseo de libertad y promueve corrientes deoposicin en los sectores ms instruidos (obreros, universitarios, profesionales, etc.)(Arstegui, 2000: 22).

    Estudios histricos ms recientes recogen que el desgaste de la dictadura por pre-siones obreras y estudiantiles politizadas, a las que se suman otras demandas de

    asociaciones de vecinos o colegios ociales, hacen que la supervivencia de la dic-tadura sea puesta en entredicho a la altura de noviembre de 1975 (Carrillo-Linares,

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    2006: 169) y que la verdadera habilidad de los reformistas del franquismo no es tantopilotar los acontecimientos como interpretar las seales procedentes desde abajo,desde una sociedad civil crecientemente movilizada y demandante de nuevas y ma-yores libertades polticas (Martn Garca, 2010: 140-144).

    2. La expresin social de la protesta

    En democracia, la sociedad civil debe ser apreciada como el mbito donde los pode-res sociales se formen y entren en conicto para institucionalizarse4(Attili Card Amo-ne, 2004: 145). Lpez Cantos (2006) sostiene el concepto de democracia al amparode una teora del conicto entre intereses grupales enfrentados. La accin colectiva5es, por tanto, el principal indicador para el estudio de la sociedad civil y toma forma atravs del conicto que presupone la confrontacin y la organizacin de un colectivosocial. El conicto se materializa en diversas formas de protesta y sta en el principalinstrumento de expresin de la ciudadana. Desde este enfoque, las tesis que deen-den la desmovilizacin o el resurgimiento ciudadano divergen en la inuencia de lacontestacin social en la agenda poltica a lo largo del proceso democratizador, tantoen trminos de deslegitimacin del poder poltico instaurado y la incapacidad de susgobernantes como en la presin de reformas democratizadoras.

    Entre los motivos que explican la exigua inuencia de la expresividad reprobatoriaciudadana y llevan a hablar de despolitizacin de la sociedad, se halla la represinque impide la formacin de un gran movimiento social (Saz Campos, 2010: 78-79).El Tribunal de Orden Pblico (TOP) 6castiga los delitos que subvierten los principiosbsicos del Estado, que alteran el orden pblico o agitan la conciencia nacional. Lasmanifestaciones son vistas con sospecha y desconanza, puesto que trastornan lasrelaciones armoniosas entre el Estado y la sociedad (Jaime-Jimnez y Reinares,

    1998: 166-187).Los argumentos a favor de la efectividad de la protesta giran en torno a su aparicinal margen del rgimen, su creciente duracin a partir de 1976, la facilidad por crearincertidumbre en el rgimen y el aumento de la crisis de legitimidad (Soto, 1998:151), sin olvidar la imagen internacional de la conictividad que recogen los infor-mes diplomticos (Martn Garca, 2010: 139) y su conguracin como elemento depresin en las negociaciones que estn llevando los partidos polticos (Tusell y Soto,1996: 378), generando una tensin sociopoltica cada vez ms aguda.

    Esta presin se genera en diversos sectores sociales (obreros, estudiantes, naciona-listas, etc.) (Conversi, 2002), pero es la lucha obrera, por cuestiones cuantitativas y

    cualitativas, la que contribuye al desgaste y la falta de credibilidad del rgimen con laconsecuente fragmentacin de las familias polticas que integran el franquismo (CaroCancela, 2000: 346). Es palpable la politizacin del movimiento obrero (Molinero eYss, 1992: 273), que en principio acta por reivindicaciones laborales en un marco

    4 Son las instituciones democrticas las que canalizan las discrepancias dentro de los mecanis-mos institucionales establecidos por la Constitucin (Buil-Merce, 2000).

    5 El socilogo Rod Aya (1995: 107) matiza estos conceptos: cualquier accin que la gente em-prende para alcanzar metas comunes es accin colectiva. Cualquier accin colectiva que se em-prende en contra de otra gente es confrontacin. Y cualquier accin colectiva de confrontacinque se emprende para remediar injusticias es protesta.

    6 rgano creado el 2 de diciembre de 1963 con la misin de juzgar las conductas consideradaspor entonces como delitos polticos, principalmente, los delitos contra la seguridad interior delEstado.

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    legal que prohbe dos instrumentos bsicos de la accin reivindicativa para defendersus intereses: la huelga y la libre asociacin.

    3. La representacin social en la realidad meditica

    El ujo comunicativo de la sociedad civil es necesario para que el sistema polticoadquiera legitimidad, teniendo en cuenta que la opinin pblica est dominada porlos medios de comunicacin de masas (Habermas, 1998: 432). La idea del crculohermenutico o dinmica circular de ida y vuelta como sustituto del proceso dedecisiones en una sola direccin est en la base de la formacin democrtica de lavoluntad comn y de la opinin pblica que legitima las decisiones colectivas (DeZan, 2006).

    Si bien es verdad que la poltica comunicativa durante el franquismo sumerge a lasociedad espaola en la pasividad y los despoja de alicientes para la movilizacinpoltica, el progresivo relajamiento de la censura a raz de la promulgacin de la Ley

    de Prensa e Imprenta de 1966 provoca una actitud periodsticamente ms activa.Desde los ltimos aos del rgimen, los medios muestran, por un lado, las accionesde los actores sociales en un proceso de transformaciones y la ruptura de la imagende un pas sin problemas de orden pblico (Barrera, 1995: 19) y, por otro, se mani-estan como un agente mediador del proceso, poniendo en relacin las demandasdel ambiente social y las corrientes de decisiones del sistema poltico (Gomis, 1987:308-310). Es en este proceso de mediacin de la prensa donde se desarrolla la pro-testa meditica, entendida como la expresin del conicto en el que est inmersa lasociedad civil y como acontecimiento noticiable que se crea en la calle, pero que, porsu dimensin y efectividad, se recongura en los medios de comunicacin. Desdeesta ptica, la contestacin ciudadana en la escena pblica no slo est conforma-

    da por la realidad de la calle, sino tambin por lo que de ella aparece en la realidadmeditica.

    Esta realidad meditica, concebida como una construccin humana y no como unespejo-reejo de la realidad (Tuchman, 1972; Van Dijk, 2005) o como una reproduc-cin de la realidad, como se acostumbra a interpretar desde los propios medios decomunicacin (Aparici, 2010: 14-15), no impide que el lector pueda verse reejadoen lo que en ella acontece a travs del concepto de otredad como como el conjuntode creencias que nos identica o nos separa de los otros (Rodrigo Alsina y Medi-na Bravo, 2009: 29-30). En el proceso de socializacin, la prensa acta insertandoal ciudadano en la sociedad mediante el reconocimiento en el otro, poniendo en

    comn cdigos, actitudes, valores, ideas dominantes, visiones, expectativas, objeti-

    vos, etc. para facilitar la convivencia y la integracin social. Como observa Ferrs IPrats (2003: 56-59), la personalidad es construida a partir de una serie sucesiva deidenticaciones a partir de modelos que se viven como graticantes y que permitenconstruir el imaginario colectivo en el que los medios cumplen la funcin doble de serreejo y moduladores.

    4. Metodologa

    Como hemos observado, el papel de la sociedad civil durante la transicin democrti-

    ca ha sido ampliamente tratado por historiadores y socilogos, no as por historiado-

    res de la comunicacin. La funcin poltica ms relevante atribuida a los medios decomunicacin en relacin a los ciudadanos durante el proceso democrtico ha sido

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    la de resocializar a la ciudadana para que reconociera la legitimidad del rgimendemocrtico y asumiera las nuevas formas de comportamiento, en la creencia de quela prensa a grandes rasgos contribuye mucho ms que la mayor parte de los grupospolticos a la difusin del ideario democrtico (Tusell, 1989: 203).

    En nuestra investigacin, entendemos que los posicionamientos sobre el resurgi-

    miento o la desmovilizacin de la sociedad civil deben contemplar que la protestasocial encuentra en los medios de comunicacin una plataforma que ampla la es -cena pblica de la calle y que la prensa sevillana de libre empresa y distinto signoideolgico hace una apuesta clara por el cambio democrtico con la inclusin delconicto social como valor/noticia. De acuerdo a ello, buscamos exponer que existeun resurgimiento ciudadano meditico a travs del estudio del repertorio de la pro -testa y la comprobacin de que la sociedad civil7ejerce una inuencia y/o presin enlas decisiones de la clase poltica dirigente. Tambin pretendemos demostrar que elpapel resocializador de la prensa es ms amplio en la medida en la que congura laactitud de la sociedad espaola en el proceso democrtico.

    Hemos llevado a cabo un anlisis micro social tomando como muestra a los ciu-

    dadanos de Sevilla por varias razones: 1) es una de las capitales espaolas msactivas en la demanda de libertades democrticas y la ciudad ms politizada del surde Espaa por las acciones de oposicin poltica y de lucha obrera (Vilar, 1976: 323);2) la embajada britnica la considera la ciudad espaola que avista el crecimientoindustrial ms rpido en los ltimos aos a la vez que es presa de la endmicaconictividad laboral (Martn Garca, 2010: 138-139) y 3) en ella los sindicatos conmayor capacidad de movilizacin consiguen llevar a cabo grandes manifestacionesentre 1976 y 1977. Adems, su eleccin resulta til atendiendo a la idea de Gonzlezde Molina y Gmez Oliver (2000: 468) sobre que el proceso poltico de la transicinen Andaluca no diere en absoluto de lo acontecido en el resto del estado espaol.

    Del espectro periodstico del momento hemos seleccionado dos medios8pertene-cientes al sector privado de la prensa local, Abcde Sevilla (1929) y El Correo de

    Andaluca (1899), que, al contrario de la prensa pblica y ocial, practica la crtica yreclama ms altos niveles de libertad y desarrollo poltico (Sinova, 1989: 262), pesea que sus antecedentes durante el tardofranquismo nos llevan a discurrir dos modosdistintos de entender la desobediencia civil. El Correo de Andaluca acoge temasy actores de conictos pertenecientes a los sectores sociales que no son odos enotros medios de comunicacin de la ciudad (universitarios, obreros, sacerdotes, exi-liados y presos polticos o sindicalistas), mientras queAbcde Sevilla es un peridicoque considera que los elementos sociales deben estar al lado de la ley sin perturbarel orden pblico.

    Tomando en consideracin que la prensa supone un segundo nivel de expresin(el primero es la realidad, la calle) con el resultante proceso de seleccin y jerarqui-zacin mediante criterios informativos, hemos realizado el anlisis de contenido deuna muestra total de 983 textos (Abc, 363; El Correo de Andaluca,620) que versan

    7 Para De Villiers (1999), aunque estas medidas son implementadas unilateralmente por AdolfoSurez, responden a las peticiones de la oposicin, por lo tanto, estas demandas desde abajo

    mantienen el proceso de transformacin interna del rgimen autoritario en el futuro.8 Entre 1976 y 1977 la difusin de ambos peridicos es de ms de 85.500 lectores:Abcde Sevilla

    (54.259 lectores) y El Correo de Andaluca(31.249 lectores).

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    sobre la contestacin ciudadana9con un margen de error del 5% en la bsqueda yseleccin del material. El perodo de investigacin comprende diez bimestres entrenoviembre de 1975 (muerte de Franco) y junio de 1977 (primeras elecciones gene-rales) en clara sintona con las tres fases que sealan ODonnell y Schmitter (1986:46)10a la hora de describir el ciclo de protestas. Tambin nos resulta til seguir el

    trabajo de Schuster (2005: 65) que, dentro de una amplia perspectiva metodolgicasobre la accin colectiva, identica dos ejes para el estudio emprico llevado a cabo:el acontecimiento y la accin.

    En nuestro caso, nos centramos, por un lado, en la matriz identitaria de los prota-gonistas, para lo cual fraccionamos a la sociedad civil sevillana en cinco categoraso sectores sociales, cuyo n no es estrictamente hacer poltica: obrero (conjunto detrabajadores que no son propietarios de los medios de produccin), estudiantil (inte-grantes del mbito formativo y acadmico de todos los niveles educativos), vecinal(comunidad de personas que viven en un mismo barrio), cultural/artstico (represen-tantes del mundo de la cultura y del espectculo) y ciudadano (habitantes espaolescon derechos y deberes). Y, por otra parte, estudiamos el ciclo exclamatorio, esto

    es, el ujo noticioso y formatos del repertorio de accin colectiva o conguracionesestructurales. El ujo de la contestacin es medido desde parmetros cuantitativos(porcentaje de textos) univariables (ujo por sectores y bimestres) y bivariables (evo-lucin diacrnica y sincrnica del ujo por sectores sociales y bimestres).

    Para comprender la protesta, algunos socilogos histricos se basan en las reivindi-caciones que la motivan. De esta forma, las manifestaciones pueden ser catalogadascomo estudiantiles, gremiales, polticas y culturales. Otros hablan de caractersticasparticulares de los denominados repertorios de accin colectiva o conjuntos facti-bles de rutinas ensayadas y compartidas, esto es, cada grupo social cuenta con supropio repertorio cultural, el cual vara dependiendo del contexto11(Auyero, 2002:

    188),En este ltimo caso, encontramos las clasicaciones de Charles Tilly (1978) y de Sid-ney Tarrow (2004). Para el primero, existen esencialmente dos tipos de repertoriosde accin. Uno ms antiguo que contiene formas violentas, rgidas, locales y directas(motines religiosos, destruccin de maquinaria, quema de cosechas, etc.) y otro msactualizado que se compone de movilizaciones ms paccas, exibles, nacionales eindirectas (mtines, manifestaciones, huelgas, etc.), cuyos resultados son ms efec-tivos en la llamada de atencin y en la negociacin. Tarrow, por su parte, distingueentre enfrentamientos violentos, alteracin creativa del orden y manifestacin pblicaconvencional, que aglutina las expresiones ms tradicionales y reconocidas de losmovimientos organizados. Estas ltimas permanecen normalizadas en el tiempo, sin

    9 Las demandas de los sectores analizados, excepto el sector ciudadano, no son exclusivamen-te polticas (amnista para los represaliados polticos y sindicales y libertades democrticas),sino que aparecen unidas a reivindicaciones estipuladas en el sector obrero (mejoras salariales,de las condiciones de trabajo, readmisiones de despedidos), estudiantil (escolarizacin total ygratuita, renovacin de estructuras universitarias, sindicatos democrticos, readmisin de estu-diantes y profesores, solidaridad con obreros, rechazo del control policial universitario), cultural/artstico (libertad de pensamiento, expresin y cultura) y vecinal (viviendas, servicios pblicos).

    10 En forma de U invertida: una ascendente en la que el inters por lo poltico renace y cada vezms ciudadanos se suman a las protestas; la segunda fase en donde se alcanza la cima de laola y la tercera fase, donde se inicia descenso que supone la desmovilizacin y la reduccin del

    nmero de protestas.11 La consolidacin democrtica se ve favorecida si los conictos y las demandas sociales se ma-

    nejan mediante procedimientos previsibles y aceptados ampliamente (Valenzuela, 1990).

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    olvidar que los repertorios suelen evolucionar lentamente de acuerdo a las expec-tativas de los dems. Si aunamos ambos criterios, las caractersticas del conictocondicionan el modo en que los repertorios funcionan, entablndose una estrecharelacin entre el tipo de conicto y el tipo de protesta. Por ejemplo, los obreros vanmayoritariamente a la huelga o los estudiantes hacen manifestaciones.

    Los formatos del repertorio de protesta han sido divididos en nuestro caso en: huel-ga, manifestacin, discurso y asociacin, junto a los principales trminos sinnimosbajo los que aparecen publicados en la prensa de la poca (vase cuadro 1), dis -puestos en dos niveles de conictividad: nivel 1 o alto (manifestaciones y huelgas)y nivel 2 o bajo (discursos y asociaciones), de acuerdo a los problemas de ordenpblico generados entre actores contestatarios y fuerzas de orden pblico, con laconsecuente imagen violenta de los hechos. Estos formatos son estudiados desde elanlisis cualitativo univariable (formatos por sectores, evolucin diacrnica y sincr-nica de formatos por bimestres y evolucin de niveles de conictividad) y bivariable(evolucin diacrnica y sincrnica de formatos por sectores sociales y bimestres).Los resultados expuestos en tablas de contingencia son interpretados en el contexto

    histrico en el que se producen las polticas reformadoras para comprobar si existeuna modulacin meditica de la contestacin social.

    Cuadro 1. Tipologa de formatos del repertorio de protesta de la sociedad civilen la prensa durante la transicin democrtica espaola

    Fuente: Elaboracin propia

    5. Anlisis de la inuencia de la protesta social meditica enlas medidas polticas democratizadoras

    5.1. De la prudencia a la contestacin en la calle por la amnista

    Tras la muerte de Franco y la subida al trono de Juan Carlos I en noviembre de 1975,la ciudadana que se est desarrollando desde los ltimos aos del franquismo espe-

    ra el cambio democrtico. En el proceso de denicin de este cambio, en la prensase reeja una demanda social todava minoritaria con una protesta de impacto calle-

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    jero del 6,1% y un talante prudente que se debate en el empleo de formatos de nivel1 (53,33%) y de nivel 2 (46,66%).

    No todos los sectores se hacen eco de la misma forma de la aprobacin del primerindulto del reinado, del que se benecian tres dirigentes sevillanos de ComisionesObreras (CCOO) enjuiciados por el Proceso 1.001. El sector obrero, que protagoniza

    la accin reprobatoria del bimestre noviembre-diciembre de 1975 (53,33%), es elque reacciona recurriendo en mayor proporcin a formatos de nivel 1, especialmentemanifestaciones (56,25%), donde se suceden peticiones de amnista y reivindicacio-nes laborales en medio de las negociaciones de convenios colectivos y los primerosintentos de unidad sindical.

    Los discursos, adems de ser los segundos formatos ms aplicados por los obreros(28,12%), se imponen en el sector estudiantil (64,7%) por encima de las manifesta-ciones (29,41%) para pedir la amnista de profesores represaliados y mostrarse encontra de la prohibicin de reuniones. Mientras los sectores vecinal y cultural/artsticono despiertan con fuerza an, el sector ciudadano, cuya presencia periodstica es del

    13,33%, se debate al 50% entre formatos de nivel 1 y de nivel 2 para demostrar sudescontento por la continuidad del rgimen franquista que supone el nombramientode Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno y ante la insatisfaccin quecausa el indulto, demostrada en la jornada pro-amnista del 12 de diciembre que or-ganiza la Junta Democrtica y la Plataforma de Convergencia Democrtica.

    En los meses de enero-febrero de 1976 se publica el mayor nmero y diversicacinde textos que canalizan respuestas de descontento, pudindose hablar de la primeraoleada contestataria de la transicin, donde la cobertura periodstica es del 26,34%(obsrvese la gura 1) y el nivel 1 de conictividad asciende al 71,42%. En general,todos los formatos registran sus datos mximos del perodo de anlisis, siendo lashuelgas (38,99%) las que se imponen en el bimestre sobre el resto. El estallido es

    particularmente apreciable en los sectores obrero y estudiantil, que alcanzan los por-centajes ms elevados de ujo informativo en el ciclo global estudiado (vase tabla3) y ocupan ms del 85% de las noticias sobre protesta, en su mayor parte dirigida ala peticin de amnista y libertades democrticas.

    Figura 1. Evolucin diacrnica de piezas informativas sobre protestas en la prensa de Sevilla

    Fuente: Elaboracin propia

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    En el sector obrero abundan las manifestaciones (33,75%), aunque en la lucha seimpone las huelgas (53,5%) en el campo del metal y la construccin, en un momentoen el que los primeros contactos entre los sindicatos CCOO, UGT (Unin Generalde Trabajadores), USO (Unin Sindical Obrera) y CNT (Confederacin Nacional delTrabajo) para formar una Coordinadora Sindical no ofrecen resultados. El mbito

    estudiantil se vale esencialmente de las manifestaciones (36,92%) en su bsquedade la renovacin de la estructura educativa y universitaria y como testimonio de soli-daridad con los obreros. Es destacable que los valores logrados en este bimestre porlas huelgas (42,42%) y manifestaciones (39,84%) obreras y por todos los formatosdel sector estudiantil ostentan los valores supremos de toda la muestra temporalinvestigada.

    La prohibicin de conciertos y recitales es uno de los motivos que hace que el sectorcultural/artstico alcance su mayor apunte en el transcurso completo considerado(32,3%) en cuanto a ujo informativo, fundamentalmente a travs de manifestacio-nes (9,52%), dato excepcional cuando suele expresarse a travs del dilogo. Laexposicin de la protesta del resto de sectores es mucho ms limitada y se decanta

    por formatos dialcticos y, en menor medida, asociativos. Estos ltimos aparecen porvez primera en el sector ciudadano (11,11%), que opera sobre todo con los discursos(55,55%) en unas circunstancias en las que el programa reformista de Arias Navarrono convence, la oposicin poltica est dando sus primeros pasos para organizarse yse perpeta un gobierno local no elegido por cauces democrticos.

    Tabla 1. Evolucin de los formatos de protesta en la prensa de Sevilla (1975-1977)

    Fuente: Elaboracin propia

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    Las jornadas de conictividad se agudizan en los meses de marzo y abril, sin em-bargo, el porcentaje de desacuerdo en prensa se reduce a la mitad con respectoal bimestre anterior (13,32%) a la vez que tiene lugar el distanciamiento ms acu-sado entre formatos de nivel 1 y 2 con una preponderancia de los primeros en un75,56%; sustancialmente, las huelgas son las protagonistas con un 42,74% de co-

    bertura informativa sobre el resto de formatos, como recoge la tabla 1. Esto es msrelevante en el sector obrero sevillano, que encabeza la protesta (48,85%), dondemedio centenar de cargos sindicales convocan la jornada pro-amnista a travs deun documento pblico en el que rechazan abiertamente el carcter antiobrero y reac-cionario de la violencia desatada contra los trabajadores en accin y llaman a lasfuerzas democrticas legales e ilegales por la descongelacin salarial y la amnis-ta. Los formatos de nivel 1 continan logrando los apuntes ms cruciales, esto es,manifestaciones (23,43%) y, sobre todo, huelgas (62,5%), mientras las direccionescentrales de CCOO y USO hacen pblico su respaldo a todos los cargos sindicalesdemocrticos.

    Tambin en el sector estudiantil se incrementan las huelgas y manifestaciones, re-

    sultando un 80% de la contestacin, y progresa el ujo informativo cinco puntos conrespecto al bimestre anterior (30,53%) en detrimento del sector obrero, ayudado porla duplicacin del porcentaje de aparicin meditica del sector ciudadano (13,74%).Comienza entonces su escalada mediante las manifestaciones (55,55%) como veh-culo de inconformismo por encima de los discursos (44,44%), revelando un carctercombativo que se mantiene hasta nales del verano. En estos momentos, el movi-miento asociativo nicamente tiene fuerza en el sector vecinal, donde las asociacio-nes se desarrollan progresivamente y son administradas en la misma cantidad quelas manifestaciones (40%).

    5.2. Legalizacin del repertorio: dilogo ciudadano versus protesta obrera y

    estudiantil en la calleEn los meses de mayo y junio de 1976, cuando la contestacin disminuye nueva-mente a la mitad (7,01%) en relacin al bimestre anterior y slo adquiere un puntoms desde el inicio de la transicin, se promueve una ecuanimidad en la prensacon la disposicin de formatos de nivel 1 (49,26%) y nivel 2 (50,72%). Se atenanlas huelgas y las manifestaciones y los discursos (33,33%) se van imponiendo deforma paulatina, a la vez que se origina un avance considerable de las asociaciones(17,39%).

    Esto es especialmente evidente en el sector obrero, que hasta el nal del perodo cul-tiva un ujo informativo no superior al 9%, si bien en el bimestre representa el 52,1%

    de la protesta. Los moderados logros de la Ley 16/1976, de 8 de abril, de RelacionesLaborales y los objetivos del 1 de Mayo (libertad sindical, amnista, descongelacinsalarial, derecho de huelga, sindicato obrero y rechazo a la represin patronal) sonreivindicados con formatos de protesta de nivel 2 (52,77%) por encima de los de nivel1 (47,21%) -las manifestaciones cosechan su segundo dato mnimo del intervalo detiempo absoluto analizado (3,75%)- y, aunque las huelgas (33,33%), entre las que seencuentra la del 23 de junio que afecta a unos diecisis mil obreros, se imponen alresto de formatos, representan la mitad del valor del bimestre anterior y las asociacio-nes experimentan (25%) un llamativo auge, que asume la mayor proporcin del totalde espacio temporal examinado (18%).

    La accin estudiantil contina en segunda posicin respecto a otros sectores, perose comprime periodsticamente al 21,73%. Aunque las huelgas ocupan el 26,66%,se conrma una tendencia dialctica (53,33%). Cabe pensar que la Ley 17/1976, de

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    29 de mayo, reguladora del derecho de reunin satisface de alguna manera a estossectores y frena el impacto de la protesta en la calle. Pero, el descenso de los forma-tos de nivel 1 en la prensa, tambin coincide con el apoyo internacional a las polticasejecutadas en Espaa12y el papel del rey en el extranjero13.

    Tabla 2. Flujo informativo de protesta segn sectores y bimestres en la prensa de Sevilla

    (1975-1977)

    Fuente: Elaboracin propia

    Las suspicacias se dirigen hacia el gobierno de Arias Navarro, que en estos mesesacuerda enviar a las Cortes el Proyecto de Ley de Sucesin de la Corona, de laReforma de la Ley Constitutiva de las Cortes y de la Ley Orgnica del Estado. LaLey 21/1976, de 14 de junio, sobre el Derecho de Asociacin Poltica y la creacinde un Registro de Asociaciones Polticas no compensa a una oposicin que anhelala formacin de partidos polticos e, incluso, es denunciada por Coordinacin Demo-

    crtica por otorgada y antidemocrtica. Los viejos e incipientes partidos polticosencuentran trabas legales para su legalizacin, pues se da la paradoja de que hansido aprobados por la Ley de Asociaciones, pero se encuentran prohibidos por elCdigo Penal.

    Es el sector ciudadano, que prosigue la lnea de expansin informativa (18,84%) enrelacin al resto de sectores, el que desvela su malestar social y demanda derechos,en su mayora con formatos de impacto callejero, fundamentalmente manifestacio-

    12 El Parlamento Europeo en Estrasburgo aprueba por unanimidad una resolucin sobre la situa-cin espaola, pidiendo el restablecimiento de las libertades individuales, polticas y sindicales,as como la legalizacin de los partidos polticos, la amnista para los presos polticos y el retorno

    de los exiliados.13 En su discurso durante su primer viaje ocial al extranjero ante el Congreso de los Estados Uni-

    dos, el rey Juan Carlos promete implantar en Espaa una monarqua democrtica.

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    nes (76,92%). Por su parte, el sector vecinal, que cuenta con una aparicin tmidaen la prensa (4,34%) y que contina manifestndose en la calle, comprende quemediante la unin le es ms fcil presionar, como lo prueba el amplio uso de asocia-ciones (66,66%). A estas alturas, estos dos sectores demuestran que han perdido elmiedo a expresar sus demandas pblicamente a travs de formatos de nivel 1, como

    previamente lo han hecho el sector obrero y estudiantil, observable en la tabla 2.La dimisin de Arias Navarro y el nombramiento de Adolfo Surez como presidentedel Gobierno marcan el comportamiento de la protesta del bimestre julio-agosto, queaumenta en general unas dcimas (7,32%), acentundose un distanciamiento entrelos formatos de nivel 1 (54,15%) y de nivel 2 (45,82%) que se mantiene hasta el naldel ao (vase gura 2). La simultnea subida general de manifestaciones (40,27%)y discursos (38,88%) sobre el resto de formatos descubre un equilibrio entre el receloy la conanza ante las medidas del nuevo gabinete.

    Mientras se produce el dilogo entre el ministro de Relaciones Sindicales y algunossindicatos y se constituye la Coordinadora de Organizaciones Sindicales (COS), in-

    tegrada por CCOO, UGT y USO, el Boletn Ocial del Estado (BOE) publica la apli-

    cacin de la amnista al mbito sindical mediante el Acuerdo del 3 de agosto, peroesto no compensa al sector obrero, cuya representacin periodstica sigue siendomuy notoria (52,77%) y, en medio de una sequa de convenios, opta por emplear for-matos de nivel 1 (60%), primordialmente, manifestaciones (34,21%) para reivindicarasuntos propios del sector. La discordancia vecinal y cultural/artstica, que continasiendo leve, rondando el 4%, se sostiene solamente mediante la va discursiva.

    El sector ciudadano consigue el dato culmen de presencia meditica (19,67%) y ma-neja el porcentaje mximo de manifestaciones a lo largo del ciclo general observado(29,09%). Entre ellas se encuentra la primera manifestacin autorizada a favor de laamnista convocada por la Coordinacin Democrtica de Andaluca (CDA) celebrada

    el 11 de julio. Cuatro das despus, las cortes franquistas aprueban la modicacinde los artculos del Cdigo Penal concernientes a los delitos de reunin, manifesta-cin, propaganda y asociacin, entrando en vigor el da 21, con lo cual se legalizanlos formatos de protesta, prohibidos hasta la fecha. Sin embargo, el Real Decreto-Ley 10/1976, de 30 de julio, slo reconoce una amnista parcial que incluye en exclu-siva los delitos polticos y sociales que no afectan a la vida e integridad corporal. Enagosto, la Coordinacin Democrtica expone en un documento la intencin de lograrun gobierno provisional de amplio consenso democrtico.

    Figura 2. Evolucin de los niveles de conictividad de la protesta en la prensa de Sevilla

    Fuente: Elaboracin propia

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    En un comps de espera donde el gobierno de Surez lucha por sacar adelante elProyecto de Ley de Reforma Poltica y donde la oposicin poltica se organiza deforma independiente o asistiendo a la cumbre de la Plataforma de OrganizacionesDemocrticas para esbozar una sntesis de programa de ruptura democrtica, elujo de protesta general crece un punto (8,54%) y se extiende la utilizacin de for-

    matos de nivel 1 (58,32%) -especialmente se prolonga la cota de manifestaciones(44,04%) respecto al resto de formatos- sobre los de nivel 2 (41,66%), lo que indicaque el impacto producido en la calle se intensica en la prensa en los meses deseptiembre y octubre en detrimento del formato dialctico. Esto es perceptible entodos los sectores, excepto en el cultural/artstico, donde no se recoge ningn tipo decontestacin, y en el sector ciudadano, que ve contrada su cobertura periodstica ala mitad (14,28%) del bimestre anterior con respecto a otros sectores, pero se sirvecon mayor rotundidad de formatos de nivel 2: discursos (41,66%) y asociaciones(25%), las cuales alcanzan el valor ms lgido del perodo ntegro de anlisis (30%).

    El rechazo a la anunciada promulgacin por decreto de la reforma sindical, la reclama-cin de amnista laboral con la readmisin de los trabajadores despedidos y el regreso

    de los exiliados endurecen parcialmente la accin combativa del sector obrero conformatos de nivel 1 (70%), puesto que su presencia (35,71%) en prensa es por primeravez superada por otro sector, el estudiantil (40,47%). La recuperacin de las huelgas(40%) se dirige a la lucha por obtener nuevos convenios colectivos. Tambin regresanlas manifestaciones estudiantiles con la vuelta a las aulas (52,94%) y son ampliamenteusadas por el sector vecinal (75%), que restringe los discursos a la cuarta parte delbimestre anterior (25%) en unos de los momentos en los que cuenta con una coberturaperiodstica ms amplia (15,68%) del tiempo completo tomado en consideracin.

    El ndice de ujo de la protesta se perpeta en los peridicos e incluso sube unas d-cimas (8,64%) en el ltimo bimestre del ao, con un carcter ms callejero al elevarse

    an ms la puesta en prctica de formatos de nivel 1 (59,99%) -las huelgas (34,11%)toman el relevo de las manifestaciones-, respecto a los de nivel 2 (39,99%). La espe-cializacin de la lucha estudiantil y obrera, cuya representacin meditica se sita enel 72,93%, persiste en la calle. Son noticia principalmente las huelgas estudiantiles(57,14%) y obreras (41,46%) como la huelga general de 24 horas que tiene lugar el 12de noviembre contra las medidas de ajuste laboral y econmico del Gobierno no salidode las urnas y en demanda de la amnista y las libertades democrticas.

    El sector vecinal experimenta un cambio y dirige su protesta a travs de un 60% dediscursos para reivindicar viviendas y servicios pblicos. Esta forma de expresines exclusivamente recurrida por el sector cultural/artstico, que vuelve a la escenameditica (7,05%), y con notoriedad por el sector ciudadano (58,33%) que mantiene

    su espacio informativo (14,11%), cuando es testigo del primer juego democrtico quesupone los posicionamientos del Gobierno a favor de la Ley de Reforma Poltica y lacampaa abstencionista de la oposicin poltica, previa reunin de la Plataforma deOrganizaciones Democrticas. El respaldo ciudadano al Gobierno en las urnas el 15de diciembre se salda en Sevilla con una participacin del 77,89% y est en lnea conlas nuevas formas democrticas ejemplarizantes practicadas por el presidente Su-rez como la del recibimiento de miembros de la comisin negociadora de la oposicinque abren el dilogo entre sta y el Gobierno.

    5.3. Dosicacin de la protesta callejera en el juego democrtico

    En el primer bimestre de 1977 se suscita la segunda oleada de protestas ms sig-nicativa en cuanto a cobertura informativa (12,2%), como se puede apreciar en lagura 1. Estamos ante una auencia de menor intensidad y con un cariz diferente a

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    la de enero-febrero de 1976, prolongada en marzo-abril del mismo ao. Asistimos aun cambio de rumbo en la estrategia de expresin de la protesta que en la prensase exhibe claramente mediante la publicacin de formatos de nivel 2 (57,49%) porencima de los de nivel 1 (42,49%). En general, los discursos se acaban imponiendohasta el nal de la etapa estudiada sobre el resto de sectores, cuyo valor oscila entre

    el 45-49%.Una de las causas atribuibles es que el sector ms reivindicativo hasta el momento,el obrero, recibe unos de los porcentajes inferiores de representacin en prensa(5,26%) en toda la muestra de tiempo analizada y el ms exiguo en comparacin conotros sectores (20,83%), con la consecuente aminoracin de las huelgas y las mani-festaciones, tradicionalmente unidas al sector (vase gura 3). Igualmente, el nivel 1de conictividad general es el menos relevante del perodo total investigado (3,52%),mientras que los discursos y las asociaciones acaparan el 76% de la contestacinbimestral con un considerable incremento de las ltimas (28%), demostrando menosbeligerancia en sus demandas y ms conanza en un escenario en el que los sindi-catos pasan a un segundo plano de protagonismos, tras la aprobacin de la Ley para

    la Reforma Poltica y la inminente legalizacin de todos los partidos polticos.

    Figura 3. Formatos de protesta por sectores en la prensa de Sevilla

    Fuente: Elaboracin propia

    La docilidad de la protesta coincide con medidas democratizadoras simblicas: la

    supresin del TOP como smbolo de nuevos tiempos y el n de la represin, lasentrevistas de Surez con miembros de la Comisin de los Nueve que le planteanla necesidad de una amnista total de todos los delitos de intencionalidad polticasin exclusiones y la promulgacin del Decreto-Ley de 8 de febrero de 1977 sobre elderecho de asociacin poltica, que, posteriormente, permitir la legalizacin de lospartidos, previo paso de apertura de la ventanilla del Ministerio de Gobernacin parasu inscripcin.

    El sector ciudadano es el que acusa ms claramente este cambio de tendencia. Noacta apenas con los formatos de protesta de nivel 1 -las manifestaciones ocupanel 10%- para reaccionar por el asesinato de cinco personas en el asalto de un grupo

    terrorista de ultraderecha a un despacho de abogados laboralistas en la calle Atochade Madrid y la resultante aprobacin del Decreto-ley, por el que se suspenden los ar-tculos 15 y 18 del Fuero de los Espaoles, garantes de la inviolabilidad del domicilio

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    y las detenciones, o porque se sigan prohibiendo conferencias y mesas redondas. Sibien, el aanzamiento de su carcter dialctico (80%) -los discursos logran su mejordato del intervalo global de anlisis (14,03%)- y el retroceso de las manifestacionesen ms de 20 puntos porcentuales en comparacin con los dos bimestres inmediata-mente anteriores tiene menores implicaciones, dado que su cobertura en prensa es

    mucho ms limitada (8,33%).Con mayor asiduidad emplean formatos de nivel 1 el sector estudiantil, vecinal ycultural/artstico. Para reivindicar la democratizacin de la gestin educativa, la esco-larizacin en zonas deprimidas y la renovacin de estatutos universitarios, el sectorestudiantil emprende una lucha con manifestaciones y huelgas -stas adquieren sumejor apunte del ciclo ntegramente observado (24%)- que superan el 65%. Esto lepermite liderar la protesta del bimestre (45,83%), desplazando por primera vez alsector obrero al segundo lugar, y registrar la segunda cifra ms alta en su propia evo-lucin como sector (20,37%), consiguiendo una notoriedad similar a la del bimestreenero-febrero de 1976.

    La objecin del sector vecinal, que logra su mayor porcentaje en la etapa total inves-

    tigada (19,6%), se produce a travs de manifestaciones (70%), aunque las asocia-ciones (30%) recuperan fuerza. En la accin discordante del sector cultural/artstico,que es la segunda ms elevada del perodo absoluto (30,76%) y la tercera con res-pecto a otros sectores del bimestre (16,66%), entran en juego las manifestaciones(5%) como uso excepcional, teniendo en cuenta su proclividad a operar con discur-sos (vase gura 3), los cuales igualan el dato ms destacado como en la oleada deenero-febrero de 1976.

    Conforme se divisa que el pas se dirige rmemente hacia la democracia en los me-ses de marzo y abril, se hacen ms innegables dos caractersticas de la protesta enla prensa: la bajada del ujo contestatario, que decrece a la mitad del total del bimes-

    tre anterior (6,2%), y la acentuacin de la dialctica y del asociacionismo en el re-pertorio, donde la recurrencia a formatos de nivel 2 (65,57%) aventaja notoriamentea la de nivel 1 (34,42%). Las huelgas (2,93%) asumen uno de sus mnimos desde elinicio del estudio. El sector ciudadano, que se sita en tercera posicin en aparicinmeditica (18,03%) con diez puntos ms sobre el bimestre anterior, es el mximoexponente de este comportamiento. En un 90% se expresa con formatos discursivosy asociativos (27,27%), los cuales avanzan en detrimento de los primeros (63,63%)y alcanzan por segunda vez la cima del anlisis global (30%).

    A ello puede contribuir el clima que genera la promulgacin de varios reales-decre-tos14que avanzan en la celebracin de las elecciones generales, la derogacin del

    artculo 2 de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966 y la desaparicin de la SecretaraGeneral del Movimiento. Estas medidas, sin embargo, resultan insucientes parala oposicin poltica que expone al Gobierno que, para que exista democracia, senecesita cumplir dos grandes leyes de reconciliacin nacional: la amnista paratodos sin exclusiones y la legalizacin de todas las asociaciones polticas y sindi -cales que respalden la convivencia pacca. La primera de ellas no es aceptadapor Surez, quien slo concede un indulto por el que 74 presos vascos salen de lacrcel, a travs de la aprobacin del Real Decreto-ley388/1977, de 14 de marzo,

    14 Real Decreto-ley 20/1977, de 18 de marzo, sobre Normas Electorales. Real Decreto-ley 24/1977,

    de 1 de abril, sobre libertad de expresin. Real Decreto-ley 23/1977, de 1 de abril, sobre rees -tructuracin de los rganos dependientes del Consejo Nacional y nuevo rgimen jurdico de las

    Asociaciones, funcionarios y patrimonio del Movimiento.

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    sobre indulto general; la segunda la cumple al legalizar el Partido Comunista deEspaa (PCE) el 9 de abril.

    Los formatos de nivel 1 son recurridos por el sector estudiantil en su mayor parte(53,83%), cuya guracin en prensa respecto a otros sectores se ve mermada a lamitad de la obtenida en el anterior bimestre (21,31%), volviendo a ocupar el segun-

    do lugar, y por el sector vecinal que no renuncia a las manifestaciones (25%). Sinembargo, la proporcin de asociaciones (15,38%) en el mbito estudiantil quintuplicael del bimestre anterior, sobrepasando los valores del inicio del curso acadmico; elsector vecinal apuesta ms claramente por los discursos (75%).

    El protagonismo de la protesta estudiantil es relevado por el sector obrero, que re -cupera presencia periodstica (49,18%) sobre los otros sectores, pero contina per-diendo impacto en la calle con una aplicacin de formatos de nivel 1 que no llega al40%, mientras que los discursos (43,33%) y las asociaciones (16,66%) conservansus datos con ligeras depreciaciones. La clara atenuacin de las huelgas obreras(13,33%) -reciben una de las menores cifras del perodo (2,02%)- en la prensa a

    niveles de noviembre-diciembre de 1975 se realiza en el contexto de numerososlogros sindicales.

    A comienzos del bimestre marzo-abril se aprueba el Real Decreto-ley 17/1977, de4 de marzo, sobre Relaciones de Trabajo, Huelga, Conicto colectivo y ConveniosColectivos, y un mes ms tarde, la Ley 19/1977, de 1 de abril, sobre regulacin delDerecho de Asociacin Sindical, supone el paso previo para la legalizacin de lascentrales sindicales. El Gobierno procede a mediados de abril a la raticacin de losConvenios 87 (proclama el derecho de trabajadores y empresarios a constituir libre-mente sus organizaciones y la aliacin a las mismas) y 98 (proteccin de libertadsindical) de la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT). Pero, nuevos problemasasoman con fuerza y hacen que se extiendan ms las manifestaciones (26,66%): el

    aumento de expedientes de crisis en pequeas y medianas empresas y el grave as-censo del paro. El 15 de abril los sindicatos CCOO y USO llaman a la accin generalbajo el argumento del empeoramiento de la situacin social, la caresta de la vida ylas medidas econmicas del Gobierno que hacen crecer la inacin de los precios sinresolver a fondo ningn problema.

    La protesta se adjudica su mnima cobertura en prensa (4,27%) a nales del inter-valo total examinado. Se percibe entonces una menor diversicacin en el manejode formatos por los distintos sectores, pues ninguno se sirve de todos los formatosy los habitualmente ms mediticos (obrero, estudiantil y ciudadano) apuntan losporcentajes ms bajos de la muestra analizada en contraposicin al sector vecinal,

    que anota una eximia trascendencia informativa tras alzarse con uno de los mayoresvalores observados en su recorrido (11,76%).

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    Tabla 3. Evolucin diacrnica de formatos de protestas segn sectores socialesy bimestres en la prensa de Sevilla

    Fuente: Elaboracin propia

    Aunque se estabilizan los formatos de nivel 2 (59,51%) frente a los de nivel 1(40,47%) - sobre todo huelgas, pues las manifestaciones obtienen su peor dato enel tiempo global investigado (0,98%)- se acortan las distancias entre los niveles deconictividad. Este esquema se aplica con distinta gradacin segn los sectores.Los formatos de nivel 2 se mantienen muy activos en el sector cultural/artstico, es-pecialmente los discursos, que suponen el 100% de la protesta del bimestre; en elsector vecinal stos albergan el 83,32% -alcanzan su principal porcentaje de todo elciclo (21,05%)- frente al 16,66% de manifestaciones, mientras que en el estudiantilse debate con las huelgas al 50%. El sector obrero procede con formatos de ambosniveles en la misma proporcin, apreciable en la tabla 4.

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    Tabla 4. Evolucin sincrnica de formatos de protestas segn sectores socialesy bimestres en la prensa de Sevilla

    Fuente: Elaboracin propia

    Este ltimo sector disminuye su presencia meditica hasta su mnimo apunte en eltranscurso observado en su totalidad (4,63%), aunque su protagonismo en la pro-testa del bimestre respecto a otros sectores se cifra en un 52,38%. Las huelgasque ocupan el 50% de la contestacin giran sobre el grave desempleo extendido en

    Andaluca y la paradjica prohibicin de actos sindicales para el 1 de Mayo cuandoacaban de legalizarse las centrales sindicales y est a punto de desaparecer la sindi-cacin obligatoria al Vertical mediante el Real Decreto-Ley de 12 de junio.

    Los acontecimientos se precipitan en el mes de mayo: Surez hace pblica su de-cisin de presentarse a las elecciones liderando la recin constituida coalicin UCD

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    (Unin de Centro Democrtico), don Juan de Borbn renuncia a sus derechos hist-ricos a la Corona, el Rey nombra a cuarenta y un senadores, como establece la Leypara la Reforma Poltica, y los partidos polticos dan a conocer a sus lderes y progra-mas ante las inminentes elecciones generales del 15 de junio. La protesta ciudadanaque vuelve a decaer en la prensa (11,90%) en el bimestre, obteniendo la ms baja en

    el tiempo (4,09%), se dirime entre los discursos (60%) y las manifestaciones (40%)para expresar la expectativa de amnista total que el Gobierno no ha satisfecho y queno se consigue hasta la promulgacin de la Ley 46/1977 de 15 de octubre.

    6. Conclusiones

    El concepto meditico aade a las posturas histricas y sociolgicas sobre la des-movilizacin y el resurgimiento ciudadano la interpretacin de que existe un resurgi-miento ciudadano meditico, en tanto que la sociedad civil es sujeto activo de textossobre la protesta y protagoniza acciones de presin y consecucin de objetivos en laprensa. Se observan tres caractersticas que denen la naturaleza de la protesta me-ditica: 1) la canalizacin de la protesta hacia el dilogo y el asociacionismo, pese aque los formatos de nivel 1 de conictividad son los ms interesantes desde el puntode vista del valor/noticia; 2) la especializacin sectorial como representacin social,donde los sectores obrero y estudiantil marcan el ritmo de presiones ms que ningnotro, y 3) la normalizacin de la imagen de la protesta en unas condiciones donde loslmites de la legalidad/ilegalidad y legitimidad/ilegitimidad estn difusos, lo que llevaaparejada la institucionalizacin del conicto y la legalizacin del repertorio contes-tatario que acaba integrndose en el juego democrtico para defensa de interesesconcretos como el caso del sector obrero al nal del perodo estudiado.

    La protesta meditica presenta, adems, una modulacin del empleo del reperto-

    rio por niveles de conictividad, siguiendo un esquema comunicativo constante deestmulo-respuesta entre la accin poltica y ciudadana, como reeja la gura 4, quese maniesta con distinto cariz en tres perodos: a) desde la prudencia despus dela muerte de Franco a marzo-abril de 1976 cuando se exterioriza el auge de desa -probacin ms elevado con formatos de nivel 1 como incitacin a los polticos desdela ciudadana; b) desde mayo-junio a noviembre-diciembre de 1976 cuando tienelugar un aumento de formatos de nivel 1 como motor de presin y de nivel 2 comorespuesta dialctica a los estmulos que suponen la puesta en escena de una oposi-cin poltica unicada, las primeras medidas reformadoras del gobierno de Surez yla legalizacin del repertorio, y c) durante los primeros seis meses de 1977 cuandose produce una clara imposicin del dilogo y del asociacionismo y se dosica la

    protesta callejera como vehculo negociador.

    Figura 4. Esquema comunicativo de la sociedad civil y la clase poltica en la prensa de Sevilladurante la transicin democrtica

    Fuente: Elaboracin propia

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    Este resurgimiento ciudadano meditico, que protagonizan unos sectores socialesconcretos, alcanza a la sociedad en su conjunto, establecindose dos acciones: elefecto de contestacin recompensada y la accin metonmica. Segn el esquemacomunicativo observado en la prensa, la protesta meditica recompensada con me-didas polticas satisfactorias descubre que la sociedad civil reconduce el malestar

    social general y es diseadora activa de su propio destino en un logro comn, loque, sin duda, ayuda a la clase poltica a no contar con ningn obstculo a la horade dirigir el cambio. Asimismo, en el imaginario comn plasmado por las teorashistricas y sociolgicas del resurgimiento ciudadano, se toma la lucha democrticacomo ejercicio de todos los ciudadanos espaoles. No obstante, el estudio de laprotesta meditica indica que, por una accin metonmica, el conjunto de la sociedadespaola se reconoce solidariamente en la sociedad civil que aparece en la prensa,asume su accin reprobatoria como propia y, por ende, hace extensibles los logrosconseguidos por unos sectores concretos, idea que viene a engrosar la teora de ladesmovilizacin ciudadana que deende que la participacin de los espaoles esms de pensamiento que de accin misma.

    En sntesis, partiendo del argumento de la inuencia de la protesta social en las me-didas polticas democratizadoras sobre la que se sustentan los dos ejes que explicanel xito de la transicin democrtica, el resurgimiento y la desmovilizacin de la so-ciedad civil -el otro argumento es la existencia de una cultura democrtica-, el estudiorealizado sobre la accin colectiva a travs del repertorio de protesta social en laprensa, situado en el contexto de los acontecimientos, nos ha permitido comprobarque la sociedad civil ejerce cierta inuencia en las decisiones de la clase polticadirigente y exponer, por tanto, que existe un resurgimiento ciudadano meditico. Sibien este resurgimiento meditico se toma como accin generalizada de la sociedadpor efecto espejo, dando la razn a las tesis que apunta a una desmovilizacin real.Con todo ello, la prensa ampla su papel resocializador a la hora de congurar la ac-

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