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113 ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 3 Nº 5. Diciembre 2009 / 113-128 BRICALL Y LA REFORMA UNIVERSITARIA 1 “Si la universidad no se reforma, la empresa lo va hacer, lo va hacer el mercado” J. Bricall La brisa helada casi me petrifica a la salida de la estación del metro en Palau Reial, ubicada en las inmediaciones de la Universitat de Barcelona. “Estás de suerte”, me diría después uno de mis anfitriones por estos días en la ciudad, el Dr. Carlos Grau, jefe del Departamento de Economía y Organización de Empresas: “La semana pasada la temperatura andaba por los cuatro grados; hoy, si se quiere, las cosas van un poco mejor”. Caminé con cierta prisa hacia los edificios de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, pendiente como estaba de atender con puntualidad a la cita pautada. Joseph Bricall, había tenido la gentileza de concederme una entrevista, en una cita casi marcada a contra reloj. “Puedo atenderlo, digamos que entre las diez de la mañana y las once y quince minutos, ¿le parece?”, me había informado por la Internet apenas tres días antes. Apuré el paso y me desplacé prácticamente inadvertido entre la gran cantidad de estudiantes desenfadados que por estos días se toman algunos minutos para fumarse un cigarrillo en los espacios exteriores del campus (estaba vigente desde el 1º de enero de ese año un plan Recibido: 08/10/2008 Aceptado: 28/02/2009 Gabriel Parra

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BRICALL Y LA REFORMA UNIVERSITARIA1

“Si la universidad no se reforma,la empresa lo va hacer,lo va hacer el mercado”

J. Bricall

La brisa helada casi me petrifi ca a la salida de la estación del metro en Palau Reial, ubicada en las inmediaciones de la Universitat de Barcelona. “Estás de suerte”, me diría después uno de mis anfi triones por estos días en la ciudad, el Dr. Carlos Grau, jefe del Departamento de Economía y Organización de Empresas: “La semana pasada la temperatura andaba por los cuatro grados; hoy, si se quiere, las cosas van un poco mejor”. Caminé con cierta prisa hacia los edifi cios de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, pendiente como estaba de atender con puntualidad a la cita pautada. Joseph Bricall, había tenido la gentileza de concederme una entrevista, en una cita casi marcada a contra reloj. “Puedo atenderlo, digamos que entre las diez de la mañana y las once y quince minutos, ¿le parece?”, me había informado por la Internet apenas tres días antes. Apuré el paso y me desplacé prácticamente inadvertido entre la gran cantidad de estudiantes desenfadados que por estos días se toman algunos minutos para fumarse un cigarrillo en los espacios exteriores del campus (estaba vigente desde el 1º de enero de ese año un plan

Recibido: 08/10/2008 Aceptado: 28/02/2009

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antitabáquico que prohibía y prohíbe en la actualidad, fumar dentro de las instalaciones) mientras estacionan sus motos, se acomodan los cascos protectores o simplemente conversan y se intercambian apuntes de trabajo.

Dar con la oficina de Bricall fue prácticamente fácil. La recepcionista de información pulsó apenas unas teclas en el ordenador e inmediatamente aparecieron todos sus datos. Sin perder la solemnidad, nos indicó la ruta precisa. Carlos Grau parecía disfrutar a sus anchas aquella demostración de eficiencia, a juzgar por el rostro de satisfacción que mostraba, mientras me conducía con estirpe militar a lo largo de los extensos pasillos. Pasamos cerca de una amplia biblioteca iluminada como en una maqueta de cristal y nos dirigimos a un ascensor que funcionaba perfectamente, lucía reluciente y oloroso a limpio y por añadidura, no parecía conocer el hacinamiento. Los pocos usuarios que nos acompañaron hasta los pisos superiores parecían felices y nos saludaron sobriamente en catalán. Las cosas hasta aquí parecen ir muy bien –me dije– no sin disimular mi nerviosismo ante el sinnúmero de recomendaciones y advertencias que algunos colegas me habían hecho llegar en lo que respecta al estilo que debía imprimir a la entrevista. La cultura catalana, como se sabe, tiene sus propias reglas.

Cuando por fin llegamos al área académico-administrativa indicada, uno de los profesores nos salió al encuentro y dijo algo que sólo entendió mi acompañante. “Dice que el Dr. Bricall está en la Secretaría y que regresa de inmediato. Pidió que por favor, lo esperásemos un momento”. Al fin el distinguido personaje apareció trajeado en azul, todo sonreído, en medio de un dispendio de estrechadas de mano. Grau se excusó de no permanecer allí con nosotros porque debía participar en una reunión de trabajo en su Departamento. Entonces me quedé como quien entra por primera vez a la jaula de un león con intenciones de domarlo. me quedé algo así como el niño que asiste por primera vez al colegio, y su hermano mayor lo despide en la entrada principal dándole una palmadita en el hombro. Ya en su oficina, me impactó sobremanera la sobriedad y la elegancia de los pequeños detalles, a diferencia de lo que ocurre entre nosotros: lo normal es ver cómo nuestras autoridades universitarias –activas o jubiladas; con sus excepciones, se entiende– se desviven en medio de una cierta autonomía opulenta y dispendiosa.

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Pero la vida –como bien lo recuerda aquella famosa canción de Rubén Blades– siempre nos da sorpresas. Bricall no sólo me permitió grabar el conversatorio, sino que aceptó de muy buen talante que le tomara algunas fotografías. “No se preocupe, son para mi colección personal”, alcancé a decirle en son de excusa disimulada. Sus ojos, vivaces y expresivos, se tornaron más brillantes aún cuando le hice llegar el saludo de Orlando Albornoz. “Lo vi ahora en Bolonia –me dijo– en septiembre, estaba aquí en Europa...” Al compararlos, no pude evadir la tentación de recordar el símil de las dos gotas de agua y la leyenda de Tomás El Dídimo, el presunto hermano gemelo de Jesús de Nazaret. A partir de allí, los acontecimientos tomaron su propio ritmo. De entrada, hizo gala de su buen humor en torno a los alcances de su Informe: “Bien, digamos que nadie lo leyó. Yo lo he escrito, no lo he leído. Usted quizás lo ha leído... nadie más”. En seguida, tomó un segundo aire para autoevaluarse: “Soy pesimista... pero cuando nací no lo era, ¿eh?”. Sonrió disimuladamente, al tiempo que pareció sorprenderse un poco cuando me escuchó disentir de su argumento más concluyente, en lo que entiende como un intento fallido de los propósitos de su propuesta de reforma. “A los rectores les dije: ¿saben qué pienso? Que este informe va a quedar en un cajón. Y seré feliz si alguien lo abre. Lo abre para leerlo, pero nada más. La gente se puso a reír. Y ha sido así”. Le expresé muy cortésmente que no compartía esa opinión, por cuanto una propuesta de políticas públicas no puede evaluarse sólo por sus niveles de implementación, sino por sus alcances en lo que respecta a abrir nuevas miradas prospectivas en el contexto de la sociedad. El informe –le dije– ha contribuido a reflexionar a campo abierto acerca del impacto que ejerce la sociedad informacional en los modelos tecnoformativos universitarios –los de los países que conforman la CEE, principalmente– y rastrear los diversos rostros de Jano –a principios de siglo– a fin de pulsar un marco configurativo de comprensión en torno al rol que juegan dichas instituciones en el modelo de acumulación del nuevo capitalismo. Mi comentario pareció fortalecer su ánimo.

Más adelante, no pudo disimular su satisfacción cuando le recordé una de sus declaraciones más contundentes: “... si la universidad no es capaz de reformarse a sí misma, entonces lo hará el mercado”. Ese es el principal dilema, me dijo. “Ese es mi punto de vista... esa tendencia existe... los servicios se

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están industrializando y la enseñanza se está industrializando”. Pero agregó: “Yo no tengo ganas, no me gusta ni me interesa, además no me parece adecuado, organizar en forma privada las universidades hacia el beneficio [económico] porque la universidad tiene una función social que es difícil de cuantificar... se debe al conjunto de la sociedad”. Sin embargo, acotó: “hay que organizar la universidad hacia cierta eficacia”.

Entre los aspectos considerados, hay cuatro áreas temáticas que destacan y merecen una mención especial: en primer lugar, pasamos revista a lo relacionado con la voluntad política y la transformación universitaria; en segundo término, y vinculado con el asunto anterior, se hizo una amplia referencia al papel de las élites en ese proceso; de otra parte, indagamos en torno al desmontaje de los modelos redistributivos en la sociedad del conocimiento; y finalmente, como parte de una iniciativa suya, se consideró la importancia de la opinión pública como factor clave en la conformación de un contrapeso entre las desviaciones del mercado y las estratagemas de la política. Todos estos asuntos centraron la agenda, al tiempo que aproveché la oportunidad para hurgar en sus impresiones personales, de cara al significado de su experiencia como imagen pública y visible del Informe:

GP: En sentido general, ¿Cree usted que el modelo educativo de la modernidad se ha agotado?

JB: Cuando usted se refiere a la educación, ¿habla de todas las formas escolares?

GP: Me refiero a la educación desde una perspectiva general...

JB: De la educación en general le puedo hablar muy poco. Si se refiere a la educación en general en España, menos. ha cambiado ya tantas veces obteniendo resultados tan malos, que no me interesa... ya no me interesa conocerla, esa es la verdad. Como dice un amigo: “me ocupo de lo que me interese, no me interesa que me interese”. Pero sobre la educación universitaria si pudiera decir algo, ya que me ha tocado vivir en ella. Es un modelo agotado. Creo que la universidad no se da cuenta que estamos viviendo un momento en el que no ha actuado como es debido; o sea, no ha asumido una posición cónsona con

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el momento. En otras palabras, valga decir que no sé si está agotado o no, pero no funciona.

GP: ¿Cree usted que eso guarda relación con el hecho de que el modelo de la universidad era el centro de la reflexión y el pensamiento y que estuvo muy marcado institucionalmente por la idea de la razón teológica, la verdad revelada y eso en principio no tenía nada que ver con el homo faber en su agitación terrena, el hombre que tiene que ver con el trabajo y que debe necesariamente insertarse en los sistemas de producción para poder subsistir?

JB: Si me lo permite, yo no lo pienso así. No sólo en Europa sino en las universidades latinoamericanas que han sido estructuradas a imagen y semejanza de las europeas, ha habido muchos cambios en este sentido. Desde el renacimiento, el humanismo renacentista irrumpe con un fuerte vínculo con el pensamiento de Roma y Grecia. Nace fundamentalmente como consecuencia de las mejoras de la educación, de la lectura y la escritura; es decir, se trata de entender mejor el latín y el griego y en consecuencia, el pensamiento clásico. A partir de aquí creo que en Europa –y sobre todo, luego de la revolución industrial que es asumida en gran parte por las universidades alemanas, en especial la de humboldt– surge el experimento como fuente primigenia de los saberes y la universidad va cambiando desde un centro educativo arraigado en la producción del comentario teórico hacia la experimentación, la razón, etcétera. Yo pienso que en Europa existen –sobre todo en los países de mayor tradición Europea, es decir, países consolidados como Alemania, Inglaterra y Francia– niveles de educación universitaria muy interesantes; aquí en España no. Aquí el sistema universitario es un desastre, tal vez porque España ha vivido bajo dictaduras militares durante largo tiempo; hasta la de Franco, que acabó de completarla. Creo que en España, de alguna forma, la manera de insertarse en la relación Europea se consigue y se logra hacia los años 1983-1984, cuando nos encontrábamos en un proceso de madurez política desde el socialismo y era otra la vida universitaria. Pero no dura todo el período socialista, porque como consecuencia de las restricciones presupuestarias, en los años 1990-1991, la universidad entra en un marasmo en el que todavía nos encontramos. Por tanto

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yo creo eso es producto de un gobierno que no sabe qué hacer con la universidad, ya que considera y ve a la universidad como algo ajeno y diferente a ellos y que no tiene una función específica más que formar Licenciados en Derecho, Medicina o Ingenieros. El caso es que esos profesionales u otros tendrán que buscar trabajo en la sociedad actual, asistir al mercado de trabajo, y esto es otra historia. Creo que la enseñanza superior y toda la gente que va a la universidad piensan exactamente lo mismo que hace cuarenta o cincuenta años. Total yo creo que esto es otra cosa. En este país, la universidad tiene muchas dificultades para auto-reformarse. Existe un cierto equilibrio endogámico, debido a que los gobiernos no son capaces de reformarla por temor a perder el tiempo, ya que los estudiantes propician alteraciones del orden público con protestas; y porque simplemente, ni la universidad ni los profesores están dispuestos a reformarse. No creo que la universidad transmite en la actualidad un conocimiento ajeno al conocimiento que viene de abajo, del quehacer cotidiano de la sociedad. Lo que sí está claro, es que ese conocimiento está en crisis porque ya no satisface las expectativas de la nueva sociedad.

GP: Orlando Albornoz es un investigador venezolano que coordinó la Comisión para la Reforma del Estado en el sector de la educación, en Venezuela, hace ya algunos años. Él argumenta que la reforma educativa no se concreta ni se produce, porque la élite está satisfecha con la educación que tiene. En consecuencia, juega a la privatización de la educación, a una especie de “reforma silenciosa”. ¿Qué opina usted al respecto?

JB: Le conozco muy bien; hace poco coincidimos en Bolonia. A ver: ¿A qué élite se refiere él?

GP: A la élite tradicional de la sociedad que controla los espacios políticos...

JB: Cada país es un mundo. Aquí no lo creo. aquí la élite política, social y económica no está satisfecha con la enseñanza que se imparte en las universidades y le doy una prueba implícita: la formación de gestores de empresas se ofrece en esta universidad [Universidad de Barcelona] pero las dos Escuelas más prestigiosas que hay en Barcelona no están en esta

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Universidad. Una está en la universidad privada de los jesuitas y la otra en la del Opus Dei. Esos dos centros educativos están cotizados en el ranking de los institutos especialistas de mayor excelencia en la formación para negocios. Y estas responden a la iniciativa privada. La Universidad de los Jesuitas es autónoma de las directrices de la Iglesia. Y la del Opus Dei, que está en Navarra, sigue la doctrina aferrada a la Iglesia. hace algunos años un grupo de industriales crearon un instituto que se llamaba Instituto Químico del Desarrollo, que formaba a los estudiantes en química industrial, porque en las universidades esta carrera no funcionaba. En estos momentos, ese Instituto funciona peor que la universidad y eso motivado a lo difícil y costoso de la dotación del equipamiento técnico necesario para su funcionamiento. Otro detalle: por ejemplo, el gobierno de Cataluña crea instituciones que hacen falta como la Escuela de Iniciación Pública o la Escuela de Comercio Exterior, pero no aporta nada a la Universidad. ¿Por qué? Esto es sintomático. La élite no acaba de estar convencida del tipo de educación superior que hace falta aquí en España. En general, pienso que ha sido por falta de coraje para cambiar, porque todo político piensa en las próximas elecciones y es evidente que una manifestación de estudiantes altera bastante las cosas. Yo recuerdo siempre una cosa que me dijeron en Francia: Mitterrand nombró un primer Ministro que le dijo: “seré Primer Ministro, pero quiero trabajar con la Educación”; y Mitterrand le dijo: “no quiero cambiar al Primer Ministro dentro de dos meses”. Quiere decir que la proximidad de unas elecciones presidenciales les aterra y que la participación de los estudiantes pone en riesgo los cargos; y nadie quiere perder sus puestos. Yo pienso que esto es un error. Cuando yo era Rector tomé algunas decisiones y los estudiantes hicieron algunas manifestaciones. Bien, pero ya sabemos que las manifestaciones en la universidad nunca duran tres meses...

GP: ¿La educación no juega a la inversión privada en estas circunstancias?

JB: No, a menos que llegara a gobernar de nuevo la derecha, que espero que no sea así. Pues yo creo que no. Sin embargo, es evidente que los servicios se están industrializando y la enseñanza se está industrializando. Algo sí debe estar claro: yo

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no tengo ganas, no me gusta ni me interesa, además no me parece adecuado organizar en forma privada las universidades hacia el beneficio [económico] porque la universidad tiene una función social que es difícil de cuantificar... se debe al conjunto de la sociedad. Pero una cosa si le digo: hay que organizar la universidad hacia cierta eficacia.

GP: Creo que el problema, en el caso de América Latina, es que la educación forma parte de un modelo redistributivo. La tensión política ocurre en la medida en que el modelo redistributivo deba desmontarse. ¿Para qué? Para atender el enlace con las necesidades de excelencia y de productividad, etcétera. Entra en juego entonces el problema de la acción política que está detrás de la reforma como propósito del interés general. En otras palabras, no se puede desmontar el aparato redistributivo porque se juega al consenso político como prioridad. Allí tiene pertinencia lo que usted planteaba en una oportunidad: “Si la universidad no se reforma, la empresa lo va hacer, lo va hacer el mercado”. Lo preferible en todo caso, lo ideal, es que la universidad asuma su propia reforma.

JB: Ese es mi punto de vista. Por otra parte, esa tendencia existe. En los Estados Unidos muchas empresas financian el funcionamiento de algunas universidades y en consecuencia, estas forman a los estudiantes según los requerimientos de las empresas que las asisten económicamente. Esto se asume como un fenómeno general. Es decir, Marx que conocía la economía, dice algo que para mí es exacto: “La revolución industrial está convirtiendo a todo en productos que se comercializan en el mercado”. Y hacer esto significa dar un paso, ir a la destrucción de toda actividad artesanal para convertirlo en una actividad seriada. Esto en los tiempos actuales resulta algo muy curioso, porque la revolución industrial ha industrializado todo. La agricultura está industrializada. Yo como fresas en cualquier lugar, porque las cultivan y transportan gracias al acto comercializador que implicó la industrialización de esa fruta. Se han alterado las condiciones climatológicas para que tengamos fresas todo el año; por ello, la producción y cultivo de productos agrícolas depende cada vez menos de la naturaleza. hasta los servicios cada vez más se asumen como un producto industrializado.

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Fíjese, los abogados antes recibían a los clientes y atendían sus solicitudes de manera directa y personal. hoy existen las oficinas de asesoría y consulta legal, donde se integra una red de especialistas para atender diferencialmente según el caso y no es la persona lo que interesa. Así vemos que los servicios se están industrializando y en consecuencia, la enseñanza también. Los sistemas de comunicación como la Internet constituyen el mejor reflejo de ello. De esta manera, la universidad se está convirtiendo en un terreno en el cual se consolida lo que acabamos de referir.

GP: Esto origina la competencia entre los modelos educativos según la demanda del mercado. Y esto define por supuesto, cada vez más, el ranking universitario.

JB: Aunque no sea entre universidades privadas. Algo importante: si la competencia no es clara es por la existencia de ciertas rigideces que ocurren. Primero, en muchos sitios los estudiantes no deciden cuál es el centro universitario al que desean asistir; los sistemas de selección y pago restringen el ingreso discreto de estudiantes. Segundo, la asignación presupuestaria que reciben las universidades no se otorga por lo que hacen, sino por lo que tienen como estructura. Así surgen lo que se ha dado por llamar las malas universidades y permanecen en esa condición eternamente. En consecuencia, la competencia entre las universidades es desigual. Como decía un profesor italiano: “las universidades compiten con los pies”. Durante el año 1965 me expulsaron de esta Universidad. Por ello durante dos o tres años, di clases en la universidad de los jesuitas. A partir de allí, he hecho una reflexión: ¿Es que la escuela de los jesuitas tenía mejores profesores que esta universidad? No. Los mejores están aquí, pero allá los estudiantes y yo como profesor, nos encontrábamos muy bien. Allá estábamos gobernados por una cierta disciplina organizacional. Cuando algo no funcionaba lo cortaban de raíz. Eso le falta a la universidad pública. Pero nos ocurre igual que en la política: los rectores y los profesores temen exponer sus cargos. Yo creo que las universidades deben observar con detenimiento la realidad donde se encuentran y entonces adecuarse y ajustarse a esa realidad.

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GP: Lo que ocurre es que desde el punto de vista del Estado Benefactor, se interpreta que la racionalidad del mercado no puede privar en el desarrollo y el funcionamiento de la universidad. Creo que vale discutir si la universidad puede desentenderse de esto o si debe dar cuentas al resto de la sociedad, de lo que hace.

JB: Ese es el punto. Ahora otra cosa: si advertimos que el ochenta por ciento de la población pasa algún momento de su vida en la universidad, es evidente que no hay un presupuesto público que aguante esto. Eso es posible y tolerable en la Educación Primaria y la Secundaria, porque la demanda del presupuesto se ajusta. Pero en el sector universitario la dotación de equipos es costosa, muy costosa. La diversidad de las Carreras, lo específico de los conocimientos, los materiales necesarios para el desarrollo de las actividades académicas y las demandas propias del profesorado, indican lo complicado de sostener esta erogación presupuestaria. Cuando yo llegué a la Universidad como Rector, se creó la carrera de Odontología en forma independiente; antes era una especialidad de la Carrera de Medicina. Pero en la Unión Europea debía desarrollarse como Carrera independiente. Cuando la organizamos de esta manera nos percatamos de que eran pocos los egresados y la carrera es costosa. Se solicitó entonces a los estudiantes que pagaran ya que al egresar ganarán tanto dinero que repondrán la inversión. Esto lo proponía en el Informe universidad 20002 y nadie lo entendió.

GP: ¿Cómo sincronizar la necesidad de la formación de los recursos humanos en una perspectiva de formación por competencias, con la conformación de una nueva ciudadanía en un contexto marcado por la globalización de la tecnología y la sociedad del conocimiento? ¿Cómo integrar a esto la solidaridad como un valor fundamental? ¿Cómo pensar una reforma universitaria que impida que las aguas no se vayan por un solo cauce? Es evidente que no se trata sólo de formar Netocrats, sino de afianzar valores como la solidaridad y el respeto mutuo como elementos clave para la formación cívica en la sociedad del conocimiento. ¿Cómo hacerlo?

JB: Yo pienso que una gran parte de esta responsabilidad no es asunto exclusivo de la universidad, sino un problema conjunto

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de la sociedad. Pienso también que es importante que un país disponga de una opinión pública fuerte y dura; es decir, que sea capaz de resistir los embates del mercado desde todos los ámbitos, incluyendo el de los medios de comunicación. Sobre esto soy muy pesimista. La opinión pública estaba formada anteriormente por la élite de la sociedad, reducida si se quiere, pero me atrevería a decir que casi siempre era una élite conservadora. A medida que de alguna manera la sociedad ha democratizado la formación, podríamos pensar que esto permitiría que en el futuro ocurriera con más éxito. En algunos casos no ha ocurrido así, porque la aparición de medios de comunicación más variados ha robustecido la opinión pública. En este momento la opinión pública resiste en ciertos países como en Gran Bretaña, Francia, Alemania, etcétera. No así en España, donde en algún momento la opinión pública puede ser cambiable, donde tú encuentras diversos periódicos que reseñan como noticias cosas que son mentiras. Por tanto yo soy pesimista sobre eso que usted refiere. Me atrevo a decir que en estos momentos la opinión pública está experimentando unos cambios muy preocupantes. hace un par de años la Revista opina publicó un artículo sobre el mercenario y decía algo como esto: “cuando un americano tenía mucho dinero daba su dinero a fundaciones públicas y de esta manera se justificaba. En estos momentos ya no hace falta hacerlo. Por consiguiente, generar dinero es bien visto”. Esto es el mercado, el capitalismo. No puedes decir que el capitalismo es inocente y no es culpable de esto. Como todos los procesos sociales, cuenta con sus amigos y enemigos; es obvio que tiene sus desviaciones. Atender estos asuntos es tarea de la opinión pública. Lo que ocurre es que la universidad tiende a la formación técnica porque es más fácil, a la rutina porque es más fácil.

GP: Uno piensa –y ya lo ha destacado bastante Castells– en un capitalismo cuya subjetividad tiene nuevos rostros. Tanto él como Drucker se refieren a una nueva racionalidad de la acumulación que no responde ya a la fuerza músculo del hombre asalariado, sino a la aplicación del conocimiento al conocimiento mismo, a través de redes de información cada vez más sofisticadas. Eso crea nuevos planos éticos y estético-sensoriales que cambian la noción del tiempo y la significación de la vida misma. ¿Cómo afecta ello a la vida universitaria?

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¿Cómo verlo más allá del tecnocrat, el hombre-ciudadano pensado desde la red electrónica? ¿Cómo afecta eso pensar la universidad hoy? La investigación que acabo de finalizar, arroja algunos elementos curiosos. Por ejemplo, allí señalo que la ética del antiguo testamento siempre está relacionada con la bendición de Dios como base de la riqueza material. Nunca es posible pensar que alguien tiene la bendición de Dios y se encuentre en las peores condiciones sociales y económicas, o estuviera muy enfermo. Yo digo que el esquema de esta ética –sobre la cual parece posicionarse el nuevo capitalismo– está ligado a la ética calvinista.

JB: Interesante. No lo había pensado de esa manera. El calvinismo tuvo reyes en Cataluña. La ética desde esta perspectiva cuenta con una visión un tanto paternalista, donde la protección priva el desarrollo individual. Pero en cuanto a superar esto yo soy pesimista, porque es muy difícil. Antes de ser Rector era común decir en mis discursos: “hay que adaptar la universidad a las realidades de nuestro tiempo”. Para los especialistas en Química, Biología, Física esto no representaba ninguna dificultad. ¿Por qué? Porque el mercado los adapta a los nuevos tiempos y ello ocurre con la empresa petrolera, la farmacéutica, la química, porque si no están actualizados quedan fuera. El éxito lo logran a través de la investigación aplicada. No parece ser el caso de las otras disciplinas. Es evidente que esta ética individual constituye un asunto que debe tomarse en cuenta si de cambios se trata...

GP: Después de algunos años de la publicación del Informe universidad 2000 y luego de los intensos debates que ha suscitado en los ambientes académicos y políticos, ¿Cuál es el balance que usted hace?

JB: Bien, digamos que nadie lo leyó. Yo lo he escrito, no lo he leído. Usted quizás lo ha leído... nadie más. A los rectores les dije: ¿Saben qué pienso? Que este informe va a quedar en un cajón. Y seré feliz si alguien lo abre. Lo abre para leerlo, pero nada más. La gente se puso a reír. Y ha sido así.

GP: En todo el mundo el Informe generó una amplia expectativa, fundamentalmente porque representa un intento desde el

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liderazgo universitario europeo por responder a la nueva configuración que se produce en el marco de la integración de la Comunidad Económica Europea (CEE) El Informe ha contribuido a reflexionar a campo abierto acerca del impacto de la sociedad informacional en los modelos tecnoformativos universitarios –los de los países que conforman la CEE, principalmente– y volver la mirada –a principios de siglo– en torno al rol que juegan dichas instituciones en el modelo de acumulación del nuevo capitalismo. En todo caso, vale la pregunta: ¿Cuáles son sus expectativas actuales en torno a la reforma educativa?

JB: Soy pesimista [cuando nací no lo era, ¿eh?] Vale decir que no espero mucho en ese sentido. Ello es así, dado que es evidente que falta voluntad política para producir una profunda transformación en las universidades y no creo que ellas desde adentro ni la clase política se atrevan a asumir su responsabilidad.

Amplió su comentario destacando la expansión de las universidades privadas y el rango de excelencia que ellas exhiben. hizo una amplia referencia al caso de Cataluña, donde los jesuitas y el Opus Dei han fundado universidades cuyo prestigio es magnificado en los rankings internacionales publicados por el Financial times y el Washington post. En todo ello, destacó el impulso de las corporaciones privadas en la formación de los recursos humanos de alto nivel. La diferencia con las universidades públicas –en su criterio– responde fundamentalmente a nudos críticos como el de la gobernabilidad y el control de gestión. “Allá funciona, ¿por qué aquí no?”

Bricall cree que hay asuntos como el de la formación de valores sociales que no son competencia exclusiva de la universidad, pero que no pueden pasar desapercibidas por éstas. En este punto nos detuvimos bastante, fundamentalmente porque hicimos un repaso extenso por la cualidad que impone la ética calvinista en el nuevo capitalismo. Pareció agradarle –y tal vez sorprenderle– mi tesis acerca de que en el capitalismo informacional la ética que marca el paso de la nueva propuesta civilizatoria es la misma del Antiguo Testamento judeo-cristiano: el enlace bendición divina-riqueza material. “No me había fijado en este aspecto... tiene razón.

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Yo había pensado [sólo] en el calvinismo”. El otro eslabón es el del discurso redistributivo-rentista ligado al Estado Benefactor, que va muy bien con el evangelio de Jesús de Nazaret: gracia divina-recompensa: aquella del “No os preocupéis por lo que habéis de comer o de vestir... vuestro Padre sabe de qué tenéis necesidad...” (Evangelio según San Mateo, Capítulo 6, versículos 31-33) “Ese es el punto” –dijo entonces. Se trata de lograr esa sincronicidad que permita la formación de un individuo competitivo, pero solidario, que tenga clara una responsabilidad ciudadana basada en la justicia social. Allí, indudablemente, juega duro la función social de la educación y de la universidad, en forma particular.

Bricall apuesta por la necesidad de una opinión pública fuerte, que coadyuve a la formación de los más trascendentales valores cívicos, que trascienda el papel deplorable que cumplen los actuales medios de comunicación y que sirva de contrapeso a los excesos y las desviaciones del mercado y los intereses de la política. No es optimista al respecto. Piensa que habría que partir de cero y resguardar todo proceso de las apetencias de una derecha que en España –según dice– es radicalmente franquista. La reforma universitaria tendría necesariamente que jugarse esa carta.

Al despedirme, me hizo partícipe de una confidencia casi personal: muy pronto se jubilará de la Universitat. Tuve la sensación de estar –en todo momento– frente al tipo de hombre que no se detiene nunca. Proyecta la imagen de un jinete de rodeo que intenta, casi en vano, controlar sus pasiones. Ese aplomo que irradia desde el verbo no parece ser el mismo de cuando fue expulsado de la universidad a mediados de los sesenta, cuando debió dar con sus escotillas de naufragio –en calidad de prófugo o exilado– en una universidad jesuita. De seguro, eso sí, es el mismo temple que le permitió encarar exitosamente el desafío de las manifestaciones de protesta estudiantiles en casi todos los campus de las universidades españolas, a partir de la discusión pública del informe universidad 2000. Como en el caso del malabarista reseñado por nuestro historiador herrera Luque (1970, Los Viajeros de indias): “hay hombres que parecen caminar siempre en la cuerda floja; de allí que no puedan detenerse porque se caen”. Su sino es avanzar con la sonrisa siempre franca y con el impulso que provee el sueño utópico: aquel que se debate a campo abierto en el eje de las transformaciones.

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Salí de su despacho henchido de una euforia similar a la de un fanático del Barsa –el club estandarte del fútbol catalán– que recién ha visto ganar cómodamente a su equipo en su propio patio, gracias a los pases magistrales de alguno de sus jugadores estrellas. No obstante, me quedé con la sensación de haber dejado de lado demasiadas preguntas, que parecían reclamarme desde alguna parte de mi memoria (¿y lo del multiculturalismo?... ¿y lo de la tolerancia religiosa que supone la integración del pensamiento islámico?...) Era como entrar en la controversia de unos serenateros, cuando piensan –ya de regreso y con sus guitarras cabizbajas– que se les olvidó cantar el mejor bolero. La reforma –pensé, mientras regresaba por un extenso pasillo– se parece mucho al guión de una película de hitchcock: es puro suspenso.

Dos estudiantes jóvenes me sonrieron con discreción cuando crucé la avenida en dirección a la estación del Metro. Tenían faldas largas que parecían sacadas de alguna que otra pasarela en Milán y lucían botas tubulares de cuero pulido. Sus ojos azules, profundos y esquivos, eran escoltados por cabelleras ocres sostenidas entre amplias bufandas de colores sobrios. No pude resistir la tentación de seguir con la vista aquella estela perfumada con etiqueta y marcaje de la moda de Nueva York. A pesar de que la mañana exhalaba todo el furor de su textura húmeda y fría, volví a sentir entonces el calor atropellante del trópico.

NOTAS:1 Entrevista realizada por Gabriel Parra (GP) al Dr. Josep Bricall (JB) en el

Departamento de Economía Política y hacienda Pública, Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Barcelona, España, en el mes de enero de 2006. El Dr. Bricall es catedrático de la Universidad de Barcelona y ex-Rector de esa prestigiosa institución de educación superior. Fue presidente de la Asociación de Rectores de las Universidades Españolas y en el año 1999 fue designado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) coordinador del informe universidad 2000, donde se proponen algunos ejes reflexivos acerca de la reforma de las universidades de ese país, en atención a los desafíos que implicaba –en términos de la formación de recursos humanos calificados– el ingreso de España a la Comunidad Económica Europea (CEE). Si bien hay una distancia considerable entre las razones que motivan el debate en torno a la reforma de las universidades en Europa y

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Gabriel Parra

ARJÉ Revista de Postgrado FACE-UC. Vol. 3 Nº 5. Junio-Diciembre 2009 / 113-128

las condiciones histórico-culturales, políticas y sociales en América latina, es evidente que el asunto de fondo sigue siendo el mismo: cómo lograr que la educación –y con más urgencia la educación superior– se constituya en un bien cultural accesible a todos los sectores de la sociedad y que pueda responder a dos grandes retos: de un lado, a la necesidad de formar sujetos-agentes de altos niveles de calidad y excelencia, promotores de los cambios y las transformaciones que exige la actual sociedad marcada por los signos de la globalización cultural y económica y que puedan responder a las necesidades que exige la competitividad del mundo del trabajo; y de otro, a la formación de una nueva ciudadanía activa centrada en los valores de la solidaridad, la inclusión, el respeto mutuo, la democracia participativa y la justicia social; en fin, convertirse en soportes para una ciudadanía radical. El Informe universidad 2000 avizora los principales nudos críticos y los alcances político-sociales de la reforma en ese contexto de complejidades de todo orden. Se trata de un debate inconcluso que tiene plena vigencia.

2 Una versión digitalizada del Informe está disponible en la página de la Biblioteca Digital de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI): http://www.oei.es/oeivirt/bricall.htm [Consulta: 31 de enero, 2011]

Gabriel Parra: Universidad Simón Rodríguez. Sociólogo (UCV, 1975); Doctor en Ciencias Sociales

(UCV, 1995); Certificado de Estudios Postdoctorales (CIPOST-UCV, 2002) [email protected]