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Este fanzine es de libre circulación gratuita

CÍRCULO DE ANALFABETAS RADICADOS EN CHIAPAS

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A TODO ESCRITOR LO MATAN SUS PERSONAJESpor HERBERTH MORALES

En Los Ángeles ese día era una caldera y los nego-cios de comidas mexicana, salvadoreña, china y de otras latitudes, atiborrados de comensales, fueron testigos de las estridentes sirenas de las patrullas policíacas. La noticia de un asesinato ocurrido la madruga de este 15 de septiembre, al interior del pe-queño hotel Blue Royal, fue el motivo del despliegue policial inusual en la zona. El famoso escritor Hora-cio Castellanos Moya, que había tenido actividades promocionales de su último libro una noche antes, fue la víctima fatal.

Según los primeros reportes, basados en los testimo-nios de dos empleados del hotel que accedieron a pequeñas entrevistas con la condición del anonimato y de recibir una compensación monetaria, el ahora occiso Moya había entrado al hotel acompañado con dos mujeres en aparente estado de ebriedad, entre las diez u once de la noche del día anterior.

Una de las fuentes detalló que los ruidos de carácter sexual provenientes del cuarto asignado a Moya, le provocaron una erección que posteriormente mate-rializó en una prolongada masturbación esa noche. Luego escuchó que las dos mujeres se retiraron de la habitación y que, seguidamente, Moya dijo: ¡qué ricas

estas putas rubias!

El masturbador afirma que, antes de retirarse del cuarto continuo al de Moya, percibió

que éste subió el volumen a la música rock que sonaba, volviéndose

más clara la canción Whole Lotta love. Al cuestionar al libidinoso emplea-do del hotel si él

conocía quién era el fallecido, éste contes-tó que no tenía idea que fuera un escritor famoso, y menos sal-

vadoreño, y calificó el hecho de una

total insensatez que solo podía ser obra de mentes as-querosas.

Los testigos al detallar en qué estado encontraron el cuerpo de Moya a

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media mañana, no pudieron ser menos gráficos. Cuentan que el escritor estaba desnudo y con tres de sus libros, teñidos de sangre, sobre su cuerpo. Los libros fueron clavados en distintos puntos del cuerpo de Moya, utilizando unos cu-chillos empotrados con total violencia. Según el reporte policial, los cuchillos son propiedad del hotel. La única per-sona que tenía acceso a esos utensilios de cocina en el hotel era Jery, el jefe de cocina.

Jery es un salvadoreño que sobrepasa los cuarenta años, al cual apodan el Litle Profe, según el mismo reporte. Las pruebas preliminares indican que el sos-pecho principal es Jery el cocinero. Jery fue detenido esta misma mañana en su domicilio. La compañera de vida del sos-pechoso asegura que su pareja llegó en horas de la madrugada al domicilio de ambos en total estado de embriaguez.

Al cierre de la nota, los fiscales del caso no tienen claro cuál pudo haber sido el móvil del hecho. Lo único seguro hasta el momento, es que el intelectual salva-doreño terminó devorado por las mis-mas fauces de la violencia que retratan sus novelas.

OLOVIOT, MALESCRIBIENTE, O DE LA INCORRECCIÓN VERBALpor DANIEL MALDONADO

¿Pero existe acaso la incorrección verbal? Sí, existe. No, no existe. ¿Importa? No, sí, nada, mucho, poco y / o da igual. De lo que se trata, en todo caso, es de dar cuenta de la condición inoperante, no funcional, del lenguaje roto, rompido, podrido, podriditado, re-pulsivo, vulsivorrepu, marginal, germonel, diarreico, rediaico, violento, toviolo, violoto, oloviot. Oloviot creía que su prosa era pulcra refinada y bella. Oloviot era un pendejo, Oloviot escribía mal. Sus mayores lo despreciaban, sus mayores eran buenos escritores. Oloviot no lloró, decidió que lagrimear no valía la pena. La mierda, la escritura, el oficio, pensaba Olo-viot, era más que suficiente: suficiente era el oficio como lo entendía Oloviot. El oficio de Oloviot. Olo-viot siguió malescribiendo. Oloviot rompió su escritu-ra, Oloviot no dejó de vomitar. Oloviot decidió hacer de su escritura un mecanismo de regurgitación [¿una escritura realista?], de hermosa y nauseabunda ver-borrea. Oloviot es mi amigo, Oloviot es mi maestro.

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Oloviot quiso y supo limpiarse el ano con el lápiz y con sus papeles, Oloviot comenzó a escribir con sus nalgas. Oloviot aporreaba las teclas de la máquina, su máquina, con sus posaderas, con sus sentaderas: con furia, con ira, con sorna. Oloviot dejó de usar sus manos. Oloviot, ¡oh, Oloviot!, dejó de pensar en su escritura. Oloviot, las teclas de la máquina de Olo-viot manchaban los papeles, también de Oloviot, con excrecencias, con excrementicia, con olorosa y deli-ciosa mierda (según Oloviot). Oloviot supo y quiso embarrar la punta de su lápiz de mierda gris, café, verde, negra. ¡Oloviot, oh, bello Oloviot! Oloviot, un día Oloviot decidió, sólo porque sí, que resultaba fun-damental, vital, diríase, arrojarle, espetarle a la cara a los mayores, a los bienescribientes, todos sus papeles manchados, untados delicadamente de mierdatinta, tintamierda: de mierda misma, de pura y deliciosa mierda. Oloviot lo hizo, lo quiso hacer, pudo hacerlo, hacerlo quiso y pudo. Las bien escribientes lloraron. Los bienescribientes huyeron despavoridos, pavo-rosos y sudorosos corrieron –aprendieron a correr–. Oloviot lo trastocó todo. Oloviot subvirtió [subver-tió] el orden de las cosas, el orden del discurso [Cfr. / no cfr. Foucault]. Oloviot y las rabietas de Oloviot. Los pataleos de Oloviot. Los gritos, meros balbuceos inarticulados, de Oloviot. El siempre infante, incor-diándolo todo, Oloviot.

En Oloviot se encuentra la senda abierta y, además, trabajada. Oloviot abjuró de Tolstói y Dostoyevski, de Chéjov y Bulgákov. Oloviot, nuestro referente, Oloviot, nuestro guía, Oloviot, la luz turbia, Oloviot, lo negro malo puerco bello. Oloviot dixit:

“Todo se fue, se ha ido, a la mierda. Escribamos entonces.”

LISTADO DE OFRENDAS PARA EL DÍA DE LOS MUERTOSpor ANDRÉS FELIPE ESCOVAR

¿Como si fuera una carta al niño dios, el hombre vivo que se sabe alguna vez muerto, enumera sus ansiadas ofrendas. Respecto a la comida, solo pide que le lleven una taza café con leche y chemo con buqué de guayaba.

1-Mariachi: preferiblemente, colombiano. Alguno de los que se ubican sobre la avenida Caracas, entre la sesenta y cincuenta y siete, al costado de los cerros orientales. Ojalá que ofrezca algo de cocaína o pasti-llas. Quizá sea uno de esos que ve a los jipis new age que buscan dmt porque no encuentran ayahuasca y les diga que él es una suerte de chamán disfrazado de trompetista y que, cuando apoya sus labios sobre el metal dorado, empieza a acabarse el mundo o este continúa con su largo adiós.

2-Humano con focomelia: más que por gusto, por los sueños: solía despertar y tocarme los brazos. Envidia-

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ba a los gatos que se lamían las muñecas y, cuando mi esposa no se daba cuenta, yo también me las lamía. ¿Por qué enfatizaba en la presencia de mis extremidades? La psicoanalista me refi-rió condensaciones y ausencias y no hay nada más ausente que un humano con focomelia: es mi fantasma, mi oscuridad o la tiniebla que pin-taron viejos pintores, tan muertos como yo.

3-Marciano: lo raptarán los humanos. Habrá un mercado de abducidos que crece en Marte: una mano invisible, como la del que padece focome-lia, regulará las fluctuaciones mercantiles. Llegará el día que, así como Dios cobrará alguna presencia sensible y resistente al escepticismo, gracias a los trabajos tecnocientíficos de los teólogos positivistas, se fabricarán los extraterrestres que alguna vez nega-ron los propios científicos: los necesitamos a ambos. Sin dios ni extraterrestres no queda más alternativa que matarnos y morir es algo que no apetecemos (nos gusta destruirnos, pero no morir, quizá emerger de las cenizas: ¡oh, Fénix!, ¡mi ave Fénix!). Debe ser un gris, de los más malos, de los que clonan en Saturno y que conspiran, mediante telequinesis, con las máquinas terrestres para venir a la Tierra r y esclavizar aún más a los humanos. O embarazar a las humanas y que nazca una bestia que, por fin, pueda hablar con el dios que fabricó a los humanos que fabricaron a Dios y los marcianos.

4-El mejor joker de todos los jokers: Un tuxtleco que, después de ver Joker con su novia y de que ella se haya prendado de Joaquin Phoenix (¡oh Phoenix, mi Phoenix!), se enjokeree. Luego de esa vespertina vienen silencios mutuos y una decisión abrupta de ella: mudarse a San Cristóbal, el lugar de acopio de

rubios que quieren devenir revolucionarios, donde los jokers leen a Castaneda y buscan algún simulacro de la selva con guerrilla incluida. Ya en Sancris, como le dicen a la ciu-dad otrora Real y ahora tan ilusoria como la propia vida cuando uno ya está muerto, ella se enloquece con tantos semejantes a Phoenix que caminan por los andadores; él, cada vez menos novio, cada vez más lejano, cada vez más más tuxtleco, lo decide: “seré el ver-dadero joker, el que interpretó Thalía en María la del barrio”. Él, ya muy tuxtleco, muy exnovio, muy desliz de la inexpe-riencia de ella, que ahora es compañera de un francés que hará una ecoaldea muy cer-ca del parque temático

Lacandona, se quitará un par de costillas y, con sus movimientos

más que plásticos, iniciará un tour de force de asesi-natos a extranjeros en San Cristóbal: el mejor joker de todos los jokers.

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LA MUERTE DE IVÁN ILLICHpor MARCO MIRANDA

Comenzaba el mes de diciembre en la ciudad alema-na de Bremen y el invierno llegó acompañado de la muerte, que aprovechó una noche gélida de esta ciu-dad para raptar a Iván Illich. El profeta del colapso de la sociedad industrializada se fue de la misma ma-nera como otros personajes, para quienes la muerte nunca fue un motivo para renunciar a sus ideales.

Al igual que Sócrates, el pensador austriaco prefirió saborear la cicuta antes que pasar sus últimos días enchufado a una máquina. Iván Illich nunca tuvo que comparecer ante un juzgado por ser culpable de per-vertir a la juventud, sin embargo, el cáncer de paróti-da puso a prueba su resistencia hacía la prolongación de una vida enferma. Prefirió calmar su dolor por me-dio del opio, una solución que ha sido suplantada por las opciones de sanación de las farmacéuticas.

El ímpetu del profeta de Cuernavaca también hizo re-sonancia del determinismo de Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica, cuando ofrendó sus pies como leña para encender el delirio inquisidor de Cortés. Qui-

zás en el Mictlán, Illich y Cuauhtémoc están cho-

cando sus jícaras con pul-que mientras discuten sobre

cómo los mexicas imaginaban al mundo antes del triunfo del

logos. Pero relatar esas historias, se requería de un esfuerzo dan-tesco o quizás habría que espe-rar hasta que Disney agote sus ideas sobre el día de muertos y encuentre inspiración en los sueños lúgubres de los chairos. Para no morir como Macario, esperando comer el pavo de catrinas animadas que hablan en spanglish, habría que cen-trarse en narrar el encuentro de Illich con la era de los rea-lity shows y el twerking de Mi-

ley Cyrus. No hay nada mejor que noviembre para imaginar el

regreso del Mictlán de Iván Illich.

***

Las candelas para iluminar el camino de Iván Illich al mundo de los vivos están hechas con manteca de los aullidos de quienes murieron esperando herramien-tas convivenciales para resistir el colapso civilizato-rio. Después de caminar por el suelo cubierto cempa-súchil y juncia, Iván es recibido por un hombre que presume su elegancia de burócrata gubernamental, al mismo tiempo que trata de esconder el amarillo ce-

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gador de la playera que le recuerda sus glorias en la cancha y su habilidad para repartir codazos sin ser descubierto por el árbitro. Lleva el nombre del último tlatoani mexica y le ofrece a Iván una visita guiada por la ciudad que fue testigo de profecías. Pasan por las calles de Cuernavaca en medio de las luces noc-turnas que develan el desarrollo alcanzado por esta ciudad, pues zonas, que antes era milpa para que sus pobladores pudieran alimentarse por sus propios me-dios, ahora son ocupadas por plazas comerciales que engluten automóviles por montón mientras las perso-nas combaten para obtener las mejores ofertas de las ventas nocturnas.

Antes de que Iván vuelva al Mictlán, el anfitrión de su visita a Cuernavaca lo lleva a la casa donde Char-les Mingus pasó sus últimos días; aquel momento es un pretexto para que Illich explica la manera como el jazz partió de un esfuerzo colectivo para servirse de la música como una herramienta mantener los saberes que fueron oprimidos por la explotación esclavista. Esta explicación hizo eco en la mente de quien lleva el nombre del último tlatoani, pues de su infancia en Tepito recuerda el sentimiento de pertenencia mien-tras observaba como los vecinos colaboraban en las fiestas del barrio. Ahí no se bailaba jazz, sino cumbias acompañadas de voces distorsionadas de los dj’s que mandaban saludos al público o trataban de ordenar los eventos en la pista de baile. Tal vez, Cuauhtémoc tuvo un acceso inmediato a sus recuerdos cuando el aroma de tacos de tripa llego hasta su nariz y de esa manera corroboró la teoría proustiana que declara al olfato como el mejor vehículo del recuerdo.

Tal vez sean los tiempos de colapso civilizatorio o qui-zás sean la habilidad de Cuauhtémoc Sánchez para lograr el cantó del balón, mientras realiza sus tareas como gobernador. lo que hizo posible este encuentro.

La forma esférica del balón, quizás era el referente material ideal para acercarse hacía el concepto del crecimiento desproporcionado. Por fortuna el presi-dente que los recibió tenía suficientes testimonios que avivan la curiosidad del intelectual austriaco. del conocimiento Para el presidente la ciudad donde ahora domina expande su poder

Ivan Illich regresa de la muerte, se encuentra con un Cuernavaca muy diferente de aquella ciudad que abandonó en el año 1976, pero el eco de sus profecía sobre el infortunio que llevarían el crecimiento desbordado de la sociedad industrial.

Un siglo antes León Tolstoi creó una parodia de este suceso. La noticia de su muerte se anunció entre sus ami-gos: radicales intelectuales, guerrilleros y poetas, ellos tomaron el lugar de la aristocracia, que con sorpresa, recibió la noticia de la muerte de las aspiraciones políticas de la burgue-sía rusa con buenas intenciones.

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ANTEPASADOpor REBECA HERNÁNDEZ

De mi antepasado tengo ojos negros y blancos

la estupidez que no se logra vencer

una cabellera para untar las lágrimas de la soledad.

¿Y lo escarolado? ¿Sabes para qué sirve?

Me recuerda que no puedo caminar

que el inicio me regresará a él cada vez que

le plazca al movimiento.

De ese del que hablo hoy, tengo adicciones,

coraje y miedo

pero sobre todo mentira

mentira que me regalo la vida:

ausencia intacta.

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Textos:REBECA HERNÁNDEZMARCO MIRANDAANDRÉS FELIPE ESCOVARDANIEL MALDONADOHERBERTH MORALES

Diseño, diagramación e Ilustraciones:ANBILLI (Andrés Beltrán)