Correo de las Culturas 88

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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist de las Culturas del Mundo CORREO Vol. IX, número 88, 1º de julio de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural En este número: • Carlos Monsiváis: la multitud de uno solo • Historias de una Ahlambra escondida • Jorge Semprún y la memoria del mal • Premio Pulitzer, indocumentado • La vida y la máquina • El lugar del hombre en el cosmos No hay nadie, nuevo libro de Graciela Iturbide

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• Carlos Monsiváis: la multitud de uno solo • Historias de una Ahlambra escondida • Jorge Semprún y la memoria del mal • Premio Pulitzer, indocumentado • La vida y la máquina • El lugar del hombre en el cosmos • No hay nadie, nuevo libro de Graciela Iturbide

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Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist

d e l a s C u l t u r a s d e l M u n d o

CO

RR

EO

Vol . IX, número 88, 1º de jul io de 2011 Centro de Estudios sobre la Diversidad Cultural

En este número:

• Carlos Monsiváis: la multitud de uno solo

• Historias de una Ahlambra escondida

• Jorge Semprún y la memoria del mal

• Premio Pulitzer, indocumentado

• La vida y la máquina

• El lugar del hombre en el cosmos

• No hay nadie, nuevo libro de Graciela Iturbide

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Correo de las Culturas del Mundo

DirectorLeonel Durán Solís

EditorMariano Flores Castro

[email protected]

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos

y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse

fraternalmente los unos con los otros”.

art.1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Celebridad en sí mismo y puntual cronista de su tiempo, el escritor nacido

en la colonia Portales desapareció físicamente hace un año

“AHORA SABEMOS CUÁNTOS AGUJEROS se necesitan para llenar el Albert Hall.”

Con estas palabras los Beatles lograron la más triste descripción de una

sala de conciertos vacía. La ausencia de Carlos Monsiváis abruma de un modo

similar: el omnipresente cronista de nuestros días dejó una inmensa colección

de huecos.

Monsiváis participaba en tantas cosas a la vez que ya se había convertido

en un fenómeno atmosférico. Su relajada manera de comentar la vida en su

conjunto permitió que lo diéramos por sentado.

Las muchas misiones que cumplió no tienen sustituto por la sencilla razón

de que él las inventó. Como Oscar Wilde, Woody Allen o André Malraux,

construyó una personalidad especialísima que formó parte de su obra.

Personas que no lo habían leído, pero conocían por foto o caricatura, se

detenían a saludarlo, atribuyéndole pasiones que no siempre tenía (“¡Arriba

los Pumas!”, le dijeron en una ocasión. “¿Son ecologistas?”, me preguntó).

Misántropo en la vida privada (“los espero en mi casa para una reunión

que comenzará a las 16 horas y acabará a las 16 horas”), era hipergregario

en la vida pública. Llegaba a todas partes con el pelo revuelto por un viento

Carlos Monsiváis: la multitud de uno solopor Juan Villoro

In memoriam

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mental y su infaltable chamarra de mezclilla. Era un testigo tan reconocible

que la realidad sólo actuaba al enterarse de su llegada.

Dialogaba con numerosos desconocidos, procurando que cada intercambio

fuera breve y tuviera un remate cercano a un aforismo.

Su itinerante oralidad —de una mesa redonda a otra—, lo llevó a una

curiosa forma del magisterio. Odiaba dar clases pero le fascinaba dar consejos.

Como buen exponente de la tradición satírica, era un moralista convencido de

tener razón.

Aunque se definía como “un lugar común de la Portales”, la gente lo

consultaba con un respeto digno del oráculo de Delfos (“o de un cajero

automático”, diría él). No trataba de convencer con extensos argumentos;

dictaba sentencia rápida e incontrovertible, al modo de un juez que sí legisla.

El mayor texto de jurisprudencia que conocía era la Biblia. Gracias a su

obsesiva relectura de la versión de Casiodoro de Reina (la “Biblia del Oso” del

siglo XVI), logró una recreación paródica —o una prolongación crítica— de la

leyenda cristiana en Nuevo Catecismo para Indios Remisos.

Esas parábolas ejemplares, escritas en un tono próximo al Monterroso de

La oveja negra y demás fábulas, actualizan la lucha entre el Bien y el Mal: un

santo carismático contrata a un asesor de imagen, el Diablo estudia relaciones

públicas, un iluminado da una conferencia de prensa y el agua bendita se

vende embotellada. Con narcisismo celestial, los portentos ocurren para que

alguien los narre: “Hubo una vez, en el espacio de reserva de las dádivas de

Dios, un Milagro obstinado y servicial con muchas ganas de ser tomado en

cuenta y de causar conmoción y aparecer en las hagiografías”.

No hay celebridades sin cronistas. El oficio de dar fe comienza con el

periodismo trascendente de los evangelistas y llega a la moderna sociedad

del espectáculo.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.Monsiváis se ocupó de ambos polos de ese espectro.

En sus parodias de la hagiografía cristiana se advierte que admira la fuerza

expresiva de lo que critica. En cambio, fue inclemente con la jerarquía

eclesiástica y sus abusos, y defendió con temple ilustrado la cultura laica (uno

de sus últimos libros es, precisamente, El Estado laico y sus malquerientes).

La ironía sólo funciona si también incluye a quien la ejerce. El autor de

Escenas de pudor y liviandad se burlaba gozosamente de sí mismo y solía

decir que el único reconocimiento que le interesaba era el doctorado “honoris

causas perdidas”.

Con Gabriel García Márquez en 2006

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Su enciclopedismo y su voluntad de intervención lo convirtieron en árbitro

del gusto, tanto de lo culto como de lo popular. Su impronta se multiplicó

en los más diversos foros. Fue un eficaz correctivo del dogmatismo de la

izquierda, erudito de todas las emociones que caben entre Tin-Tan y las

vanguardias poéticas, socorrido actor de reparto del cine nacional, asesor

telefónico de la sociedad civil, conferencista non-stop que llegaba con un

fólder donde las ponencias parecían reproducirse en forma más prolífica que

sus 13 o 15 o 17 gatos.

El rango de sus intereses se mide por el título de uno de sus artículos: “Del

rancho al Internet”. Monsiváis vivió como un cosmopolita que aceptaba sin

remilgos el estigma con que se señala a los provincianos: “Es un infeliz: se

sabe todos los estados de la república”.

El Museo Estanquillo custodia sus colecciones. Si, como sugiere Borges,

ordenar una biblioteca es una forma de ejercer la crítica, reunir objetos

significa comentar el mundo. Sólo una mirada movediza y capaz de leer vastas

cartografías pudo reunir los grabados, las fotos, las caricaturas, las artesanías

y los cachivaches que conforman esa Colección de colecciones, un panorama

alterno, popular, de la vida pública de México.

La avidez monsivaíta para atesorar sólo competía con su avidez para

criticar. En su columna “Por mi madre, bohemios” se propuso, al modo de

Karl Kraus, ahorcar a los infames con sus propias frases.

Toda cita es, por definición, una supresión del contexto. De ahí el absurdo

de que alguien, generalmente un político, se queje de ser “citado fuera de

contexto”. Monsiváis desestabilizó los discursos oficiales detectando pasajes

autoparódicos de las figuras públicas y aportando notas que fungían como

acotaciones para cómicos involuntarios.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

El oceanógrafo Carlos Duarte con el buque Hespérides al fondo. | ELMUNDO.es

Su mayor búsqueda formal ocurrió en el género de la crónica, donde

combinó el ensayo, el sketch teatral y el artículo de fondo con la llana narración

de hechos. Hay, al menos, dos tipos de cronistas: los que se concentran en

lo ocurrido para transformarlo en una historia y los que se concentran en las

opiniones sobre lo ocurrido. Monsiváis es un exponente radical del segundo

grupo. Su gran interlocutor es la Opinión Pública, deidad contemporánea

que sustituye al coro griego. Al escribir sobre Juan Gabriel, Salvador Novo, la

Manifestación del Silencio, Avándaro, Gloria Trevi, el terremoto de 1985 o la

Convención de Aguascalientes en Chiapas, discute y editorializa lo que ve, e

incluye declaraciones (de preferencia anónimas) para crear un relato coral.

En ocasiones, sus “informantes” operan como los heterónimos de Pessoa;

son desdoblamientos de una sola voz. Aunque su tono narrativo es inconfundible,

Monsiváis se sirve de múltiples testigos que suelen ser él mismo.

Los muchos acentos que imitaba al contestar el teléfono pueden ser vistos

como un entrenamiento para la dramaturgia

de sus crónicas, llenas de “voces sueltas”,

cooperativos declarantes salidos de su pluma.

La mayor parte de su obra aún no ha sido

recogida en libros. En sentido estricto, su legado es todavía futuro.

Muchas de las extrañas cosas ocurridas en los últimos meses parecían

buscar su presencia. Como el Milagro que quería ser narrado, los sucesos no

se resignan a su ausencia. En cierta forma, la realidad ocurre en vano.

Llevamos doce meses sin Carlos Monsiváis. Ahora sabemos cuántos agujeros

se necesitan para llenar el Zócalo.

Fuente: Revista Cultura y arte de México, número 12, junio de 2011.

“Cuando uno lee ya no está solo.

Leer es dialogar y cuando se dialoga

la soledad se declara abolida.” C.M.

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Perdido sin capacidad de respuesta entre los recovecos que van a dar a los

baños árabes del palacio de Comares, donde el sultán Yusuf I –seguro

que extraordinariamente acompañado– debía de dejarse llevar por los efluvios

del agua y de los vapores redentores del hammam, uno se hace preguntas.

Preguntas como: ¿no fueron estos sultanes nazaríes de Granada quienes

de verdad inventaron el Estado de bienestar? Otra: ¿en qué pensarían el tal

Yusuf, y luego Mohammed V, y más tarde Isma‘ il II, mientras sus ilustrísimos

cuerpos y almas de reyes al servicio de Alá iban desmayándose bajo los efectos

mareantes del bayt al-wastani, para entendernos, la versión spa del siglo XIV?

Esas sombras poblando desde hace 700 años las escaleras y los pasadizos,

esos misteriosos tragaluces en forma de estrella salpicando las bóvedas de

piedra y dejando entrar como lluvia de oro los haces de sol, y sobre todo

ese silencio de siglos incrustado entre los arrayanes y las acequias, van

conformando, a medida que avanzamos por las estancias y los patios de qalat

al-Hamra (el Castillo Rojo), la versión más embriagadora de la Alhambra.

También la menos convencional: aquella que permanece prohibida a la

mayoría de los millones de mortales (tres millones al año para ser exactos)

que ascienden la colina de la Sabika para contemplar el monumento más

visitado de España. Lugares misteriosos que yacen en el subsuelo de los

palacios nazaríes. Lugares vedados o muy restringidos debido a problemas

de conservación o de acceso que ahora, gracias a los mil y un milagros de las

nuevas tecnologías, que corren más que un galgo, podrán ser visitados por los

turistas de todo el mundo. Perdón, “visitados”.

Tecnología

Historias de una Alhambra escondida

por Borja Hermoso

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C. Las comillas se deben a que no se tratará de visitas digamos de carne y

hueso, perdón, de estuco y piedra: la nueva accesibilidad a las zonas prohibidas

de la Alhambra llegará más o menos dentro de un año en forma de un proyecto

que, bajo el título de La Alhambra oculta, permitirá entrar virtualmente en los

paraísos escondidos del monumento. Unas guías interactivas de ultimísima

generación (aún está por definir el modelo, pero es posible que se parezca a

un iPod que el visitante podrá llevar colgado del cuello) harán que el usuario,

previo pago de cinco o seis euros por su alquiler, pueda situarse delante de

las puertas o ventanas de esas estancias clausuradas al turismo y recrearlas

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de manera virtual. También de jugar con ellas: reconstruir, por ejemplo, los

colores de la policromía de los artesonados árabes borrada por el paso de los

siglos y modificarlos a su antojo, o cambiar las fascinantes formas geométricas

(verdaderos tratados de matemáticas al servicio de Dios) de los azulejos

ejecutados por los artesanos del sultán, o recolocar como a uno le venga

en gana esos auténticos laberintos de estalactitas de piedra y yeso en que

consiste la técnica del mozárabe.

El acuerdo entre el Patronato de la Alhambra y Generalife, la sociedad sin

ánimo de lucro World Monuments Fund y la Fundación American Express se

enmarca en un proyecto de turismo sostenible encaminado no solo a reforzar

y mejorar las posibilidades de visita del monumento, sino a descargar de

tensión el colapso provocado por cerca de 9.000 visitas diarias. Otras formas

de visitar, otras formas de ver y otras formas de entender la historia; y, sobre

todo, la ambición, como reconoce la directora del Patronato, María del Mar

Villafranca, “de captar públicos jóvenes con un proyecto novedoso que

permitirá disfrutar de zonas que actualmente no se visitan, haciéndolas más

accesibles a través de las nuevas tecnologías”. La Fundación American Express

colabora en La Alhambra oculta con 200.000 dólares, y la WMF, con sede en

Nueva York, aportará además otros 300.000 (cantidad que será igualada por

el propio Patronato de la Alhambra) para la restauracion de una de esas joyas

hasta ahora no visitables debido a su mal estado de conservación: el Oratorio

del Partal.

Pero volvamos a al-Hamra y sus misterios. Hoy, cuando el sol ha venido

a aplastar como una plancha de acero la colina donde se yergue el ancestral

castillo rojo de los monarcas nazaríes, se agradece el frescor de las umbrías

escondidas. Por ejemplo, las que encierran las paredes de la Torre de las

Damas, un prodigio erigido por los superdotados alarifes del siglo XIV en la

muralla del recinto de la Alhambra, y cerrado a las visitas.

Nada más atravesar el portón después de que un vigilante haya descorrido

la vieja cerradura, es fácil comprobar cómo el aire penetra por los cuatro

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Foto © Paloma Aguilar

“Es aquí donde se encuentran los únicos azulejos de color púrpura de toda

la Alhambra”, explica con orgullo María del Mar Villafranca, una mujer que

lleva las riendas del Patronato desde hace siete años y que ha sabido no solo

conservar en todo su esplendor el monumento Patrimonio de la Humanidad,

sino actualizarlo sin cesar y lograr que genere noticias: la complejísima

restauración del Patio de los Leones (los 12 leones de mármol blanco de

Macael volverán a su emplazamiento original a finales de año), el hallazgo

reciente de pinturas antropomorfas en el Mirador de Lindaraja, la nueva

puerta de acceso al recinto que construirá Álvaro Siza, la reciente y apoteósica

exposición Matisse y la Alhambra...

costados, y el calor sofocante se torna aire acondicionado de origen natural:

queda claro que, además de enamorados de la estética, los sultanes y sus

arquitectos eran el colmo del pragmatismo.

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Baños reales del palacio de Comares, Granada

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Una del mediodía. El vértigo invade al privilegiado visitante cuando se

asoma a la balconada del llamado Peinador de la Reina, donde el emperador

Carlos V quiso instalar su estudio privado y que acabó convertido en prisión

para nobles con espectaculares vistas al barrio del Albaicín. Es uno de los

enclaves más subyugantes de todo el recinto... y el que más impresionó a

Michelle Obama durante su visita a Granada el pasado verano. Sin embargo,

está cerrado al público debido a la estrechez de su acceso: es otro de esos

lugares prohibidos de la Alhambra escondida. Pasadizos, torres, aljibes, patios,

escaleras. Un mundo oculto que dejará de serlo gracias a la tecnología.

Fuente: El País

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Jorge Semprún y la memoria del mal

por José Emilio Pacheco

Letras

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JORGE SEMPRÚN MURIÓ EN PARÍS EL 7 DE JUNIO. Un año antes se despidió

del mundo y de la historia con el discurso leído en Buchenwald para

conmemorar los 65 años transcurridos desde que el campo de muerte fue

liberado por sus propios internos y por las tropas del general Patton.

“Ni resignado a morir ni angustiado por la muerte sino furioso,

extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré

aquí”, Semprún, quien en 1945 tenía 22 años, lamentó la desaparición

cronológica de los sobrevivientes que sufrieron en carne propia la experiencia

concentracionaria.

Sin embargo, confió en que la memoria del exterminio queda en manos

de los niños que, ya en plena derrota del nazismo, fueron llevados de

Polonia a Buchenwald ante el avance incontenible del ejército rojo. Dos de

esos niños, Eli Weisel e Imre Kertész, llegarían a obtener con sus testimonios

el Premio Nobel.

El dominio de la lengua

En 1988 Felipe González nombra a Semprún ministro de cultura. Le asignan

un apartamento que está en el barrio del Retiro en la calle Alfonso XI. Enfrente

aún se levanta la casa en que nació a fines de 1923. De ella salió en julio

de 1936 a pasar el verano en Lequeitio, en el país vasco. Allí le tocó vivir el

cuartelazo de Franco.

Su padre, José María de Semprún, fue ensayista, poeta, profesor de

jurisprudencia y católico republicano, fundador con José Bergamín de la revista

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Cruz y Raya. Diplomático, ministro de la república en el exilio, Semprún padre

se relacionó con los intelectuales franceses de la revista Esprit que ayudaron a

que él y sus hijos sobrevivieran en el destierro.

Su madre, Susana Maura, murió cuando Jorge Semprún tenía nueve años.

Era hija del gran político conservador Antonio Maura, varias veces jefe de

gobierno de Alfonso XIII. Parte de los privilegios familiares fue contar con

institutrices. Una de ellas, Anette, les enseñó alemán a los niños Semprún

Maura. Al poco tiempo se convirtió en su madrastra. En una vida llena de

paradojas Semprún debió a esta mujer, a quien detestaba, el dominio de una

lengua a la que en gran parte se puede atribuir su sobrevivencia en el campo

de exterminio. Cultura y barbarie: Buchenwald fue erigido frente a Weimar, la

capital de la admirable literatura alemana, la ciudad de Bach y Goethe. En los

campos que después fueron de muerte, Goethe conversó con Schiller y más

tarde con Eckermann, el inventor de la entrevista literaria.

En Adios, luz de veranos… (1998) Semprún describió el París de 1939

y su descubrimiento de la cultura francesa. Llegaba de dos años en Bélgica

donde había estudiado en una escuela neerlandesa. Para tener a cabalidad

la experiencia europea a Semprún le hacía falta saber qué se siente ser

refugiado. Era parte de los vencidos, de los rojos que entraban masivamente

en Francia y despertaban la xenofobia generalizada. Una panadera a la que

pide un croissant se burla de su acento. Semprún se vengará de ese desprecio,

esa crueldad gratuita, y se convertirá en uno de los grandes prosistas de

esa lengua. Descubre lo que se puede hacer con ella en los libros de André

Malraux y en Paludes, un texto hoy poco leído de André Gide.

El olor y el tormento

Estudiante de filosofía en la Sorbona, se inscribe en el Partido Comunista y es

miembro de la Resistencia. Capturado por la Gestapo es sometido a tortura.

Hay dos cosas que jamás podrá olvidar: el olor a carne quemada de los hornos

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crematorios y la sensación del tormento que los inquisidores llamaron “la

toca”. En México se designa como “el submarino” y se ha vuelto a practicar

en Guantánamo: la inmersión total en agua hasta que la víctima siente estallar

todo su sistema respiratorio.

Pasarán muchos años antes de que Semprún pueda enfrentarse a sus

memorias del horror. En 1963, a los casi 20 años de su salida de Buchenwald,

aparece su primera novela, El largo viaje, que describe la vivencia purgatorial (el

infierno viene después) del recorrido en tren hacia el campo. En él dos veces se

salva de la muerte. La primera cuando lo inscriben como “estucador”, en vez

de “estudiante”. Los SS, que regían la “Solución final”, mataban a su llegada

a todos los que consideraban intelectuales. La segunda, cuando la Gestapo

pide información sobre el prisionero matrícula 44.904 y los comunistas

infiltrados en la administración de Buchenwald ocultan al joven español tras

la identidad de otro preso muerto. Todo esto se encuentra narrado en Viviré

con su nombre, moriré con el mío (2001).

Buchenwald después

La organización clandestina antifascista del campo logró que Semprún

trabajara en labores administrativas. Se libró del exterminio y aun en sus

precarias condiciones de vida (alimentación casi inexistente, el compartir su

litera con otro joven interno, las espantosas condiciones higiénicas) la pasó

menos mal que la inmensa mayoría de los prisioneros.

El hecho de salir vivo de Buchenwald provocó una feroz corriente

difamatoria encabezada por su propio hermano. Semprún no pudo haber sido

colaboracionista sin que lo impugnaran los demás sobrevivientes del lager. No

se conciben discursos como el de 2010 o el de años atrás en el Teatro Nacional

de Weimar sin que las otras víctimas de Buchenwald se hubieran levantado a

increparlo. Imposible salvarse de la furia anticolaboracionista francesa ni de la

depuración antinazi alemana. Con todo, el odio de la derecha española llegó

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al grado de escribir en los titulares de los periódicos “un kapo nazi, ministro

de cultura español.”

No ha habido en la historia una derrota comparable a la catástrofe

hitleriana. Cuando los orgullosos ejércitos que en 1940 se habían adueñado de

Europa fueron deshechos por la doble ofensiva soviética y aliada, los jerarcas

nazis buscaron la paz por separado, abandonaron a Hitler casi moribundo

en su búnker y las ciudades alemanas quedaron destruidas por bombardeos

no menos salvajes que los de la Luftwaffe. Entonces los prisioneros de

Buchenwald se levantaron contra sus verdugos y los despojaron de su última

arma: el panzerfaust, es decir el cañón individual antitanque que en los demás

idiomas se llama bazuka. Uno de los que se sublevaron en Buchenwald y

avanzaron sobre Weimar armados de bazukas fue Jorge Semprún.

Para siempre el mañana

El principio de esperanza que rige nuestras vidas dicta que tras el infierno no

puede haber otro infierno. La victoria total sobre el nazismo era el alba de

un nuevo día, la promesa de un mundo en que aquellos horrores nunca iban

a repetirse y todo estaría bajo el dominio de las aspiraciones que sintetizó la

revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad.

Semprún se entregó en cuerpo y alma a la causa que incluía la veneración

sin límites al Padre de los Pueblos. Stalinista fervoroso, pasó por alto la tragedia

de que los sobrevivientes rusos de los campos fueran por ese hecho mismo

internados en el Gulag. El presente sombrío no bastaba a ocultar que la URSS

era el mañana radiante, la aurora de los pueblos. La creencia general de la época

la sintetizó más tarde un muy querido y admirado escritor hispanoamericano:

“Los países capitalistas cometen crímenes; los países socialistas sólo tienen

accidentes de viaje.” Ser de izquierda significaba callar en aras del mañana

ante todo lo que parecía y estaba mal. La consigna interiorizada resultaba:

“No se puede dar armas al enemigo.” La lucidez doliente de José Revueltas

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respondió tras padecer también su calvario stalinista: “Quien da armas al

enemigo es el que comete las atrocidades, no el que protesta contra ellas.”

Desde su base en París, llegó a ser un alto dirigente del Partido Comunista

español. Dolores Ibárruri, la Pasionaria, y Santiago Carrillo confiaron en él al

punto de encargarle la coordinación de la lucha antifranquista en España. Con

el seudónimo de Federico Sánchez y varios otros, Semprún vivió la zozobra de la

clandestinidad. Minuto a minuto estuvo en peligro de muerte como demuestra

el hecho de que Julián Grimau, quien lo sustituyó en esa responsabilidad, al

caer prisionero en 1963, fue de inmediato fusilado por Franco.

La crónica íntima y pública de estos años se explaya en la Autobiografía de

Federico Sánchez (1977), la novela sin ficción que encuentra su continuidad

en Federico Sánchez se despide de ustedes (1993) y en muchas otras obras,

incluso en novelas como La montaña blanca (1986) y Veinte años y un día

(1993) en que Semprún, en tanto Federico Sánchez, es una presencia espectral

que nunca llega a corporizarse.

Nunca más y ¡otra vez!

De esta inmensa obra memorialística y autobiográfica que recorre casi todo

el siglo XX, la pieza central es La escritura o la vida (1995). Semprún escribe

cuanto había olvidado o querido olvidar hasta aquel momento. Enseguida

se da cuenta de que ese día, 11 de abril es el aniversario de la liberación de

Buchenwald y, lo sabrá la mañana siguiente, la fecha en que Primo Levi se ha

suicidado, muchos años después de haber salido de Auschwitz.

Por las víctimas silenciadas, por Levi y por otros suicidas como Walter

Benjamin y Paul Celan, Semprún siente la obligación de escribir este libro sin

el cual no podremos entender lo que sucedió durante esos años en Europa y

en el mundo.

La vastedad e importancia de esta obra exige cuando menos una segunda

nota. No se trata de juzgar ni definir sino de atraer más lectores hacia los libros

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de Semprún. Él negó la idea según la cual es imposible escribir después del

Holocausto. Lo que perturba es la certeza de que lo que creímos iba a ser el

“nunca más” se ha convertido y sigue transformándose en el “¡otra vez!”.

Este año mismo la imagen de los niños gitanos deportados de Francia devuelve

a las fotos de los niños judíos que los nazis concentraron en el Velódromo de

Invierno en París y de allí embarcaron en trenes de ganado con destino a las

cámaras y los hornos de Auschwitz. Creímos por una parte que esos horrores

estaban en el pasado y, por otra, que su lejanía nunca iba a alcanzarnos. En

el México de las narcofosas, la fiesta de las balas y las decapitaciones parece

más necesario que nunca leer a Jorge Semprún.

Fuente: Revista Proceso

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Ganador de un premio Pulitzer se revela indocumentado en Estados Unidos

The Associated Press. Un prestigioso periodista que publicó artículos

en uno de los principales diarios de Estados Unidos y ganador de un

premio Pulitzer en 2008 reveló un gran secreto que tenía guardado durante

años: es un inmigrante indocumentado como tantos otros miles que viven

escondidos en el país.

José Antonio Vargas llegó a Estados Unidos en 1993 cuando tenía 12

años. Su madre lo envió a Mountain View, California, para romper el cerco

de la pobreza en su natal Filipinas, narra en un reportaje escrito por Vargas y

publicado en la página digital de The New York Times.

Ingresó a la escuela y comenzó, poco a poco, a insertarse en la sociedad

estadounidense. Pero nunca le dijeron que su estado migratorio era

indocumentado. Lo descubrió años más tarde, cuando cumplió los 18 y se

acercó a una oficina del Departamento de Vehículos y Motores (DMV) a

gestionar una licencia de manejo.

Según cuenta en su reportaje titulado “Mi vida como un inmigrante

indocumentado”, el empleado del DMV al ver la Tarjeta de Social Security le

dijo que era falsa y que no volviera a intentarlo.

Cuando regresó a casa encaró a su abuelo y éste le dijo la verdad, que era

un indocumentado. A partir de ahí empezó a vivir una vida llena de secretos,

limitaciones, renuncias, pero también de retos, esperanzas proezas.

Vargas comprendió que se hallaba en un limbo, como muchos otros, miles,

quizás millones de jóvenes que ingresaron siendo niños a Estados Unidos y

jamás imaginaron que eran extranjeros sin papeles.

Migrantes

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Continuó estudiando, alcanzando éxitos en la secundaria, uno tras otro.

Pero cuando quiso ir por primera vez a la universidad no pudo, porque era

indocumentado.

Contó que en los últimos 14 años “me gradué en la secundaria y la

universidad, y construí una carrera como periodista entrevistando a algunos

de los personajes más famosos del país”. Agregó que, de alguna manera y en

la superficie, logró vivir “el sueño americano”, pero con muchos sacrificios y

también renuncias.

Premio a los mejores

Vargas ganó el premio Pulitzer en 2008 por reportajes relacionados con la

política presidencial estadounidense y el tiroteo en el Tecnológico de Virginia,

ocurrido en 2007, cuando un alumno ingresó a salones de clases y mató a

sangre fría a varios de sus compañeros.

En una entrevista concedida a la cadena ABC, Vargas dijo que reveló su

identidad como indocumentado para sumarse a la campaña de presión al

Congreso para que debata y apruebe el proyecto de ley Dream Act, que daría

residencia permanente a miles de jóvenes como él y que han desarrollado una

carrera exitosa.

“Estoy cansado de huir”, escribió en el ensayo donde compartió su

increíble historia. “No quiero más esa vida”, agregó.

Entre otros logros alcanzados en su corta carrera periodística, Vargas logró

una exclusiva con el fundador de la red social Facebook, Mark Zuckerberg.

Luchador incansable

Ahora que reveló el mayor de sus secretos, Vargas se convierte en un lucha-

dor más del Dream Act. Lanzó una campaña en internet en la página www.

defineamerican.com para buscar que miles de estudiantes hispanos indocu-

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mentados se legalicen, que sueñen, que se

conviertan en ciudadanos prósperos.

En un dejo que revela profunda tristeza,

Vargas escribió que pese a los éxitos

alcanzados “sigo siendo un inmigrante

indocumentado” y apuntó que eso significa

“vivir un tipo de realidad distinta” a la que

viven el resto de los estadounidenses.

Añadió que los indocumentados

“apenas pueden confiar en la gente”,

incluso “en las personas más próximas”.

Algunos de sus mayores sacrificios han

sido renunciar a excelentes ofertas de

trabajo en los mejores periódicos porque

no tiene papeles. Pero resalta que si el

Congreso aprueba el Dream Act, abriría las

puertas de la ciudadanía a miles de jóvenes que, como él, ingresaron al país y

se convirtieron en indocumentados sin que lo supieran.

El Dream Act o Acta del Sueño se encuentra sobre la mesa de debates del

Congreso. Si se aprueba, daría residencia a unos 850 mil jóvenes talentosos

como Vargas.

Para ser aprobado, el proyecto necesita un mínimo de 60 votos en el

Senado (de 100) y 218 en la Cámara de Representantes (de 435). En diciembre

fue aprobado con lo justo por la Cámara y una semana más tarde el Senado

lo rechazó por falta de un acuerdo bipartidista previo.

Durante las votaciones de diciembre los demócratas controlaban ambas

cámaras del Congreso. Pero tras la elección de medio tiempo del año pasado

los republicanos reconquistaron el control de la Cámara de Representantes y

han advertido que no respaldarán ningún beneficio migratorio que otorgue

una “amnistía” a los indocumentados.

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Los republicanos conservadores insisten en que la legalización de

estudiantes indocumentados constituye una amnistía y otorgarles la residencia

podría causar un incremento de la inmigración indocumentada, argumento

que han venido barajando en los últimos dos años.

El Presidente Barack Obama, un firme defensor del Dream Act, dijo

recientemente en El Paso, Texas, que su administración ya cumplió con el

compromiso de asegurar las fronteras del país como lo habían pedido los

republicanos como condición previa a debatir la reforma migratoria. Y que ya

era hora de que el Congreso discutiera y aprobara la ansiada reforma a las

leyes de inmigración, que incluye el Dream Act.

La primera vez que el Congreso recibió el proyecto fue en 2001. Desde

entonces nunca ha contado con el respaldo bipartidista necesario para

convertirlo en ley. En 11 años, miles de jóvenes han sido deportados sin poder

alcanzar el esquivo sueño americano que les inculcaron sus padres.

Fuentes: AP/ © 2011 Univision Communications Inc./Editado por el Correo

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La vida y la máquinapor José Luis Pardo

Como enseñaba Claude Lévi-Strauss, técnica y cultura son las dos dimensio-

nes irreductibles de toda sociedad humana. Gracias a la primera, centrada en

la fabricación de instrumentos, los hombres ganan penosa y paulatinamente

terreno a la naturaleza, transformando un medio hostil en utilidad y adap-

tándose a él para poder habitarlo y sobrevivir a su inhospitalidad; gracias a

la segunda, cuyo núcleo es el lenguaje, erigen un mundo propio, un orden

simbólico de significaciones en el que emergen esas “inutilidades” específicas

que son los ritos funerarios, la moral o las obras de arte. Y seguramente forma

también parte de esta enseñanza el hecho de que no estamos en condiciones

de elegir una de esas dos dimensiones en detrimento de la otra. Se ha dicho

muchas veces que vivimos en una civilización dominada por la tecnología, y es

cierto que la tecnología es algo diferente de la técnica; lo es aún más cuando

toda una época histórica la convierte en su principio directivo, puesto que se

trata de una lógica que mira únicamente a la eficacia de los resultados, que

entiende sólo de medios y es ciega para los fines, y que al volverse hegemóni-

ca se independiza de la esfera discursiva de los asuntos humanos y se vuelve

cálculo contable, poniendo en marcha un proceso destructivo que esclaviza

y mecaniza a los hombres, convirtiéndolos en simples engranajes sometidos

a una racionalidad “superior”, cruel e incomprensible, autodefinida por las

necesidades inmanentes del sistema. Conocemos las encarnaciones de esta

Megamáquina (por decirlo con las palabras de Lewis Mumford), desde la

erección de pirámides y zigurats en los imperios despóticos arcaicos hasta los

refinamientos modernos y positivistas de la “racionalización burocrática” (Max

Ideas

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Weber), de la “sociedad disciplinaria” (Michel Foucault) o de la “administra-

ción total” (Adorno), ferozmente caricaturizadas por los doctores Mabuse y

Caligari, por el Hermano Mayor de Orwell, por el “control mental” del William

Burroughs y, rayando en lo genial, por los Tiempos modernos de Chaplin.

No estamos en condiciones de elegir una de esas dos

dimensiones, técnica y cultura, en detrimento de la otra

El ocaso de lo humano reviste la forma de la

desnaturalización por la invasión de microorganismos

colonizadores

Pero no es menos cierto que también sabemos hasta qué punto la defensa

romántica de lo “natural”, de lo “orgánico” y hasta de lo “humano” frente

a la máquina, y el enaltecimiento de la “cultura”, de la “identidad” o de

la “lengua”, lejos de servir de freno a las cadenas de la Megamáquina,

encajaron perfectamente en esos monumentos siniestros de la racionalidad

instrumental que fueron los totalitarismos del siglo XX, cuya sombra se

extendió sobre el “mundo libre” en la época de disuasión termonuclear

hasta tal punto que no siempre resultaba fácil distinguirlo de ellos. Y, como

nos muestran aún con una ingenuidad descarada las metáforas recurrentes

de Marinetti y sus contemporáneos, en las cuales las fronteras entre lo vivo

y lo mecánico se difuminan constantemente, el mundo nacido de aquellas

catástrofes parece caracterizarse más bien por una oscura y escurridiza

continuidad entre lo biológico y lo tecnológico, entre lo cultural y lo

técnico, que define algunos de los híbridos que mejor caracterizan nuestros

tiempos, como la biotecnología, la biopolítica o la bioética. Las mutaciones

contemporáneas de la técnica y la cultura han hecho que aquellas grandes

máquinas, que en otro tiempo constituyeron temibles y reales amenazas,

hayan llegado a ser para nosotros hoy casi un anacronismo, pues es como

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si tanto la gran pirámide burocrática como la cadena de montaje de Henry

Ford y la sala de montaje de su tocayo John, tanto el coro de bailarinas de

Broadway como los rascacielos de Manhattan, tanto la cadena de mandos

de los grandes ejércitos como la torre Eiffel, se hubieran desintegrado en una

red desjerarquizada, dispersa, deslocalizada y descentralizada –a la cual sirven

de soporte imaginario tanto Internet y sus redes sociales como Al Qaeda y su

fantasmal anti-organización– que ha fomentado la obsolescencia de aquellos

macroordenadores que llenaban las pantallas cinematográficas de las películas

de ciencia-ficción de la década de 1960 al mismo tiempo que la hipertrofia de

la nanotecnología, no solamente en la proliferación de dispositivos portátiles

o manuales de comunicación, sino también en la de microprocesadores

implantados en los organismos vivos que desafían los límites entre lo nacido y

lo prefabricado. De tal manera que el ocaso de lo humano ya no reviste para

nosotros la forma de la conversión de los cuerpos civiles en piezas de una

hiper-máquina gigantesca, sino la de su desnaturalización por la invasión de

esos microorganismos colonizadores que reorganizan localmente y desde el

interior sus funciones y redefinen su estructura de forma puntual y variable

según las circunstancias.

Hemos aprendido por tanto un nuevo miedo: el de la disolución de las

estructuras piramidales por efecto de la desregulación, la centrifugación

y la destrucción de todos aquellos seres titánicos que, como las Torres

Gemelas (que Mumford consideraba con razón como un vacuo “homenaje al

gigantismo”), han sido derribados por los nuevos amos del mundo dejando

una zona cero entregada a las “micromáquinas” de los salteadores de

caminos y en la que ya nadie se atreve a edificar. En las últimas páginas de

La ciudad en la historia, Mumford atisbaba la posibilidad de un “final de las

ciudades” como esos lugares de acogida para los extranjeros exiliados de su

cultura y de sus técnicas. Un final que no venía de la mano de una “gran

máquina” sino, al contrario, de lo que Patrick Geddes llamó la conurbación,

un “tejido urbano relativamente indiferenciado, sin relación alguna con un

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

núcleo interiormente coherente o con un límite exterior de cualquier clase”,

como un ejército derrotado y desorganizado, sin jefes, que huye en todas

direcciones al grito de “Sálvese quien pueda”. Y, si Geddes estaba en lo cierto

al suponer que existe una estrecha conexión entre la disposición espacial del

hábitat y los modos de vida de los habitantes, puede que el crecimiento de

esta periferia descualificada defina también unas circunstancias culturales y

técnicas inquietantes, no solamente para el porvenir de las ciudades, sino de la

ciudadanía que conformaba su razón de fondo. Pues así como la conurbación

no parece una alternativa a la polis (ese sitio en donde los hombres se reúnen,

no ya para sobrevivir, sino para intentar llevar una vida digna, libre y feliz),

tampoco la tecnocultura parece una alternativa creíble a la política.

Fuente: Babelia

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El lugar del hombre en el cosmos

El Lugar del Hombre en el cosmos; La Gran Historia

y el futuro de la humanidad –“Big History”–, un

término que propuso David Christian en Mapas del

tiempo, sitúa nuestro pasado en la evolución del

cosmos, con la finalidad de examinar los asuntos

humanos en una perspectiva más amplia, para

identificar procesos y pautas que nos permitan

dar sentido a la diversidad aparentemente

caótica de los acontecimientos que surgen de las

interacciones entre los seres humanos, tal como

lo necesitamos para comprender las complejas realidades sociales

de nuestro tiempo. Lo que Fred Spier aporta en este libro es, no sólo

una visión global del proceso, sino también una fundamentación

teórica, que nos propone basar la “Gran Historia” en el estudio

de la evolución de las diversas formas de complejidad que se han

ido sucediendo desde los orígenes del tiempo hasta las sociedades

humanas. R. I. Moore, profesor emérito de la Universidad de

Newcastle, asegura que “este es el método en que toda la historia

humana debiera investigarse, enseñarse y discutirse”.

Fred Spier, Empezó estudiando bioquímica y se interesó por

la ecologia, pero al no poder realizar estudios de su interés en

Holanda dio un giro a su carrera al estudiar antropología cultural. Es

profesor titular de Gran Historia en la Universiteit van Amsterdam y

en la Eindhoven University of Technology. Es autor de varios libros,

entre ellos Religious Regims in Peru (1994).

Fuente: www.redesparalaciencia.com/

Libros

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

El primer número de la nueva colección de

libros Álbum de La Fábrica Editorial, que

publicará dos volúmenes al año dedicados a

autores contemporáneos, está dedicado a la

obra de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide,

reconocida por muchos como la fotógrafa más

importante de América Latina.

La colección, que reúne trabajos cortos

y escogidos, álbumes de un momento que

funcionan como cuentos o novelas cortas de

destacados artistas internacionales, abre con su

primer título No hay nadie, compuesto por 25 fotografías de los diferentes

viajes que Iturbide ha realizado a India entre 1997 y 2010.

Las fotografías, en blanco y negro, han sido tomadas en ciudades como

Benarés, Bombay o Calcuta, y en ellas se ponen de manifiesto las constantes

artísticas de Iturbide, caracterizada por una excepcional fuerza y belleza visual,

así como por un estilo fotográfico basado en el interés por la cultura, los

rituales y la vida cotidiana.

En las fotografías de No hay nadie, en las que los individuos están siempre

ausentes, se aprecia el concepto de la fotografía documental de la artista,

en la que se hace visible la relación entre hombre y naturaleza, individuo y

cultura, lo real y lo psicológico. El libro contiene un texto inédito de Òscar

No hay nadie, nuevo libro de Graciela Iturbide

Fotografía

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Pujol, director del Instituto Cervantes de Nueva Delhi, titulado Las apariencias

engañan, en el que reflexiona acerca de la eternidad. Esta edición se limita a

una única tirada de 2000 ejemplares.

Mirada simbólica y poética

Nacida en Ciudad de México en 1942, Graciela Iturbide ingresa en 1969

en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad

Autónoma de México, donde tuvo como maestro de fotografía a Manuel

Álvarez Bravo, quien posteriormente la invitó a ser su asistente.

En 1979 empezó un trabajo sobre los indios zapotecas de Juchitán

por el que se le concedió el Premio Eugene Smith en 1987. Su obra, que

funde el interés por la cultura tradicional con una mirada absolutamente

contemporánea, simbólica y poética, le ha valido un enorme reconocimiento

tanto en su país como fuera de él.

Iturbide recibió la Beca Guggenheim en 1988, y con su trabajo ha obtenido,

entre otros, el Gran Premio Internacional de Hokkaido (Japón) en 1990, el

premio de Les Rencontres d´Arles de 1991, el Hasselblad en 2008, el Premio

Nacional de Ciencias y Artes de México en 2009 y el premio PHotoEspaña 2010.

En los mejores centros de arte

Además, ha expuesto en los centros de arte más importantes del mundo, como

el Pompidou de París en 1982, el Museo de Arte Moderno de San Francisco

en 1990 o el Museo de la Fotografía de Seattle en 1991. Su exposición más

reciente es Graciela Iturbide, Retrospectiva (1969-2008), organizada en 2009

por la Fundación Mapfre en Madrid, que ha viajado por diversas instituciones,

como el Centro José Guerrero de Granada (España), el Museo de Fotografía

de Winterthur (Suiza), la Pinacoteca de São Paulo (Brasil), el Museo de Arte

Moderno de la ciudad de México y Les Rencontres d´Arles 2011 (Francia).

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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.

Entre los libros de autor que

ha publicado destacan Juchitán

de las mujeres (Eds. Toledo,

1989), Images of the Spirit

(Aperture, 1997), Graciela

Iturbide (Phaidon, 2001),

Pájaros (Twin Palms Publishers,

2002), Torrijos: The Man and

The Myth (Umbrage Editions,

2007) y Asor (Steidl, 2009).

Otros datos sobre Graciela

Iturbide:

Graciela Iturbide y Chema

Conesa, Premios PHotoEspaña

2010.

• Tesoros de la fotografía latinoamericana en Foto Colectania

• Graciela Iturbide en Suiza

• Entrevista con Graciela Iturbide:”La pasión guía mis ojos”

• Graciela Iturbide, poética documental

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Visite nuestro sitio: http://correodelasculturas.wordpress.com

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Directorio

INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

DIRECTOR GENERALALFONSO DE MARIA Y CAMPOS CASTELLÓ

SECRETARIO TÉCNICOMIGUEL ÁNGEL ECHEGARAY

SECRETARIO ADMINISTRATIVOEUGENIO REZA SOSA

COORDINADORA NACIONAL DE MUSEOS Y EXPOSICIONESLOURDES HERRASTI

DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURASY DEL CORREO DE LAS CULTURAS DEL MUNDO

LEONEL DURÁN SOLÍS

EDITORMARIANO FLORES CASTRO

[email protected]

ÉSTA ES UNA PUBLICACIÓN DELCENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA DIVERSIDAD CULTURAL (CEDICULT)

DEL MUSEO NACIONAL DE LAS CULTURAS

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS POR LOS RESPECTIVOS AUTORES DE LOS ARTÍCULOS, NOTAS Y FOTOGRAFÍAS.

MÉXICO, D.F., 1º DE JULIO DE 2011.