"Don Pedro Fabián Gonzales"
-
Upload
marlene-sewer -
Category
Education
-
view
386 -
download
3
description
Transcript of "Don Pedro Fabián Gonzales"
1
« Don Pedro Fabián Gonzales »
Por: Marlene Sewer
“Se dice que se ama lo que se conoce. Tuve la inmensa suerte de conocerle y amarle como sólo a un hijo se puede
amar. Después de Dios era a él a quien quería y luego cuando mi hijo nació él era después de mi hijo a quien
más amé. Él lo sabía, aunque no estuve en el último adiós. Mejor así, porque entre él y yo no existió ni existirá
jamás la palabra adiós…”
2
Él no podía abandonar a su niña en medio del camino, aunque así me pareció, al principio,
cuando se me reveló su partida, me pareció haberme quedado en medio del camino. Espero
ansiosa el día que retome mi mano y me conduzca allí donde se es eternamente feliz. Allí donde
nuevamente jugaré con él, como cuando era una niña y trepaba en sus rodillas y le daba muchos
besos y mis pequeños brazos rodeaban su cuello. Espero con júbilo ese día en el que me lleve
a contemplar a nuestro gran Juez y Amigo. Se fue y me quedé sola, como el reloj que deja de
marcar el tiempo, como la luna que se quedó sin el brillo de sus estrellas. Me quedé como la
niña que espera, en el colegio, el retorno de su padre.
3
Pedro era su nombre, el hombre de noble y dulce mirar. Su rostro inspiraba serenidad, confianza
y paz. Sus cabellos color plata hablaban de las muchas vivencias que habían hecho de él un
ser excepcional, fuerte, valiente y perseverante. El cansancio y la fatiga se rendían siempre
cuando él decidía avanzar. No había montaña ni desierto que le vencieran. Era un hombre de
voluntad remarcable y admirable. Era un ser increíble. Más tarde todos quienes le conocieron
le recordarían con mucho respeto, admiración y casi veneración.
Había nacido para luchar y mucho consiguió de la vida por el empeño que entregaba a todas
sus empresas.
4
El dolor de perder a su madre, doña Eduviges, a temprana edad marcó probablemente para
siempre en Pedro su espíritu tenaz y de resistencia frente a la adversidad. La pobre mujer había
fallecido como consecuencia de un parto difícil que había permitido el nacimiento de la pequeña
Epifanía.
5
Su padre, don Felipe, le enseñó que un hombre no debía llorar, decía que aquello no estaba
permitido en los niños como Pedro. Sólo aquellas noches, tan frías e inmensamente solitarias,
fueron mudas amigas de su soledad y del vacío inmenso que la partida prematura de doña
Eduviges le dejó.
6
En la hacienda, Manuel su hermanito menor, de seis años, acaparaba toda la atención de los
parientes, que acudieron al enterarse de tan desgraciada noticia. En cuanto a Samuel, el hermano
mayor de Pedro, entregose de lleno al cuidado del fundo. Había que ser cauteloso y prudente
en los negocios, después de todo estaban rodeados de personas que siempre habían codiciado
la fortuna familiar. No faltaría quienes tratarían de sacar provecho de la desgracia familiar.
Había que cuidar los terrenos y el ganado.
7
Los días transcurrían penosamente en la vida Pedro y su familia. La madre ausente le hacía
mucha falta. Se llevó consigo la alegría que siempre caracterizó a la familia. Por eso Pedro
decidió meterse de lleno en la lectura y el estudio. Sólo así daría tregua a su dolor. Desde ese
momento se hizo la promesa de ir adelante con la ayuda de sus libros. Estos serían sus
verdaderos amigos y los más fieles incondicionados que tuviera. Efectivamente, no dejó de
tener razón, pues aún antes de escuchar el llamado del Todopoderoso su vieja Biblia fue su
más grande consuelo y los Salmos su más dulce bálsamo de vida.
8
En cuanto a don Felipe, el desdichado viudo, habíase internado en una profunda depresión,
nadie logró sacarle de aquel pozo profundo y obscuro. Sus últimos días los dedicó a tocar su
viejo violín; que antaño ya hiciera la felicidad de aquella unida y alegre familia; pero hoy sus
notas sonaban como un llanto y ruego a la vez como para buscar a su amada y difunta Eduviges.
9
Ahora los cuatro huérfanos se encontraban más solos que nunca. Samuel y Pedro, los mayores,
tendrían que tomar decisiones importantes para sobrevivir en un mundo sediento de codicia.
Samuel se quedaría en la finca y velaría por su buen funcionamiento. Manuelito debería seguir
yendo a la escuela y la pequeña Epifanía tendría que ser criada por la hermana de doña
Eduviges. Así lo decidieron los mayores.
10
Nuestro Pedro, nuestro valiente muchachito, tomó la resolución de partir de casa y abrazar la
carrera militar. Tenía la necesidad de servir a una madre y vivir para ella. Tenía que haber una
que no muera ni se vaya. Solía decir que la madre patria nos protege, nos asiste, nos ama y
nuestro deber es protegerla hasta con la vida. Decía que si un ladrón intentara entrar en nuestra
casa y pretendiese hacer daño a nuestra madre lo lógico era defenderla hasta con nuestra vida.
Él era muy patriota y muy valiente. Así era nuestro Pedro.
11
Aquella tarde puso algunas ropas en el viejo bolso de lona y tomó consigo unos cuantos libros
para que le acompañaran en aquel viaje, que duraría largos días. Se despidió con fuertes abrazos
de Manuelito y Samuel. El primero le robó la promesa de regresar para que juntos fuesen por
la vida. Desgraciadamente eso no pudo ser pues Manuelito, que tenía una salud frágil, falleció
antes que Pedro regresara triunfante y por la promesa dada. Pedro sintió mucho su pérdida, el
corazón se le rompía a pedazos por la mala noticia. La vida le quitaba una vez más y sin cese
a los seres más amados, pero habría que seguir y recordar una vez más las palabras de su
padre don Felipe: “Un hombre no debe llorar”.
12
La carrera de militar le trajo las más grandes recompensas y satisfacciones. Claro que en aquella
época no era nada fácil ingresar a la armada ni mucho menos el acceso en aquel cuerpo era dado
a todo el mundo. Era una élite. Recuerdo que él decía que tuvo la dicha de tener compañeros
con los que siempre debía actuar en equipo, como una verdadera y gran familia.