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Más allá del Laboratorio. La Antropología del Conocimiento Científico como apuesta metodológica Miguel A. V. Ferreira Dos premisas epistemológicas y tres presupuestos metodológicos L a Sociología del Conocimiento Cien- tífico (SCC) surge en el mundo anglo- sajón a lo largo de los años setenta, con la pretensión de apropiarse como objeto de estudio de la Ciencia. Tras una relativa consolidación académica e institucional, sur- girán estudios de corte empírico que pretende- rán validar sobre el terreno los presupuestos de la disciplina; estos estudios, predominante- mente, constituirán una especie de antropolo- gía del laboratorio científico, es decir, utili- zando los métodos de la antropología clásica, los autores de este campo se dedicarán al estu- dio sobre el terreno de las prácticas de los científicos en los laboratorios. En el presente trabajo, pretendemos criticar argumentada- mente esta forma de proceder, y abogar enton- ces por una Antropología del Conocimiento Científico (ACC) que no oriente su mirada hacia el laboratorio, que se salga de él y abor- de, preliminarmente, una, a nuestro modo de ver, tarea que supone un prerrequisito necesa- rio para poder, ulteriormente, regresar al labo- ratorio en condiciones de subsanar las lagunas que padecen los estudios de campo emprendi- dos hasta la fecha. Dicha ACC habrá de fundamentarse en dos premisas epistemológicas y tres presu- puestos metodológicos, cuya necesidad tra- taremos de justificar a continuación. Avan- cemos, no obstante, dichos presupuestos y premisas: 1. a premisa epistemológica: El objeto antropológico llamado Ciencia, en abstracto, no existe. La ciencia es una práctica concreta, localizada en un espacio, en un tiempo y en una cultura(/sociedad) determinados, y sólo la localización in situ puede permitir una observación válida: esta localización, ade- más, ha de iniciarse con el aprendizaje con el que el propio científico comienza a aprender a serlo. 2. a premisa epistemológica: El objeto antropológico llamado Ciencia es un discur - so: en realidad, es el discurso por excelen- cia, dado que no sólo nos dice cómo la rea- 105 Título del artículo Miguel A. V. Ferreira. Universidad Complutense de Madrid. Política y Sociedad, 37 (2001), Madrid (pp. 105-126)

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Más allá delLaboratorio. LaAntropología delConocimientoCientífico comoapuestametodológica

Miguel A. V. Ferreira

Dos premisas epistemológicasy tres presupuestos

metodológicos

L a Sociología del Conocimiento Cien-tífico (SCC) surge en el mundo anglo-sajón a lo largo de los años setenta,

c o n la pretensión de apropiarse como objetode estudio de la Ciencia. Tras una relativaconsolidación académica e institucional, sur-girán estudios de corte empírico que pretende-rán validar sobre el terreno los presupuestosde la disciplina; estos estudios, predominante-mente, constituirán una especie de antropolo-gía del laboratorio científico, es decir, utili-zando los métodos de la antropología clásica,los autores de este campo se dedicarán al estu-dio sobre el terreno de las prácticas de loscientíficos en los laboratorios. En el presentetrabajo, pretendemos criticar arg u m e n t a d a-mente esta forma de proceder, y abogar enton-ces por una Antropología del ConocimientoCientífico (ACC) que no oriente su miradahacia el laboratorio, que se salga de él y abor-de, preliminarmente, una, a nuestro modo dev e r, tarea que supone un prerrequisito necesa-rio para poder, ulteriormente, regresar al labo-ratorio en condiciones de subsanar las lagunasque padecen los estudios de campo emprendi-dos hasta la fecha.

Dicha ACC habrá de fundamentarse endos premisas epistemológicas y tres presu-puestos metodológicos, cuya necesidad tra-taremos de justificar a continuación. Av a n-cemos, no obstante, dichos presupuestos yp r e m i s a s :

1 .a p remisa epistemológica: El objetoantropológico llamado Ciencia, en abstracto,no existe. La ciencia es una práctica concreta,localizada en un espacio, en un tiempo y enuna cultura(/sociedad) determinados, y sólola localización i n s i t u puede permitir unaobservación válida: esta localización, ade-más, ha de iniciarse con el aprendizaje con elque el propio científico comienza a aprendera serlo.

2 .a p remisa epistemológica: El objetoantropológico llamado Ciencia es un d i s c u r -s o: en realidad, es el discurso por excelen-cia, dado que no sólo nos dice cómo la rea-

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Miguel A. V. Ferreira. Universidad Complutense de Madrid.Política y Sociedad, 37 (2001), Madrid (pp. 105-126)

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lidad es, sino que, además, se autodefine a símismo como el único discurso válido acercade esa realidad. La ACC, enfrentada a laproducción discursiva de la Ciencia, estáatrapada entre la afirmación y la crítica den-tro de dicho discurso, por su propia preten-sión de cientificidad, de manera que dichatarea ha de afrontarse desde una perspectivar e f l e x i v a .

1 .e r p resupuesto metodológico: La apro-ximación empírica a la actividad científicaha de asumir su naturaleza p r á c t i c a; aceptan-do el hecho de que los miembros de unacomunidad emplean los mismos medios parallevar a cabo sus prácticas cotidianas y paradar cuenta del significado de las mismas; lalógica de la práctica sólo se puede adquiriren la práctica. A diferencia de la mayoría de«nativos», los científicos «aprenden» a serlo,y el antropólogo está en disposición de acce-der a dicho proceso de aprendizaje.

2.o p resupuesto metodológico: La textua-lidad de la Ciencia es tanto la vía de accesoa la misma para sus practicantes futuros,como el modo en que sus resultados sonreproducidos por sus practicantes actuales;sólo la competencia lingüística permitirá unacceso adecuado a la forma en que estosconstruyen la Realidad. Es necesario un tra-tamiento de los textos, considerados encuanto constructores de hechos científicos, yno sólo en cuanto instrumentos de persua-s i ó n .

3 .e r p resupuesto metodológico: El labora-torio será el último lugar visitado por elantropólogo; en él se hace ciencia, pero en eldesempeño cotidiano de tal actividad, al sermovilizado todo un conjunto de elementosculturales locales, la propia práctica estáimpregnada en su ejecución de significadosrestringidos y de hábitos, disposiciones yesquemas conceptuales que sólo mediante lacompetencia lingüística pueden ser aprehen-didos. (¿Acaso el antropólogo no ha defendi-do siempre la necesidad de conocer la lenguanativa como paso previo para la interpreta-ción de la cultura de la tribu?).

En lo que sigue argumentaremos en favorde la necesidad de una línea de investigaciónantropológica de la ciencia, una ACC, ancla-da en estos presupuestos que se han anti-c i p a d o .

La Ciencia como objetosociológico: de la «zona de

exclusión» a la búsqueda deun paradigma

transdisciplinar

E n Teoría de la Ciencia, la visión here-dada proviene del campo de la Filoso-fía Analítica: en esta disciplina se

diseñaron los parámetros de lo que habría deser la visión ortodoxa del conocimiento cientí-fico: como forma de conocimiento por exce-lencia, la ciencia debía ser concebida de modoque su fundamentación obedeciese a criteriosde formalidad férreos y bien establecidos.Según la Filosofía Analítica, la ciencia seconstruye mediante procedimientos deducti-vos, encadenando proposiciones lógicas que sesiguen unas a otras de forma necesaria y sobrelas cuales se construye el armazón de la teoríacientífica, abstracta, impersonal, rigurosa yprecisa. Sin embargo, esta visión de la ciencia,la visión «heredada» será la que un conjuntode autores, en el campo de la sociología pon-drían en cuestión a partir de los años setenta.El proyecto se originó en la Universidad deEdimburgo, y sus fundadores lo denominaronel Programa Fuerte (PF) en Sociología delConocimiento.

El detonante en este giro en la concepciónde la ciencia fue, sin lugar a dudas, Thomas S.Kuhn, quien en su obra La estructura de lasrevoluciones científicas presentó una visiónhistórica de la ciencia que chocaba frontal-mente con aquella que propugnaba la visiónheredada 1. Kuhn articuló su concepción de laevolución del conocimiento científico a lolargo de la historia en torno al concepto decomunidad científica, el conjunto humanoaglutinado en la tarea de avanzar en un campodeterminado de la ciencia; cada comunidadcientífica sería seguidora de un paradigma, unconjunto articulado de concepciones heurísti-cas, metodológicas y de procedimiento queguiaría la actividad cotidiana de la comunidad.Además, según Kuhn, la dinámica histórica dela ciencia no sería evolutiva, resultado de unprogreso continuo y sin rupturas –algo quetambién propugnaba la visión heredada: elprogreso científico sería acumulativo–, sino

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que lo que se dan son cambios revolucionariosde paradigmas, situaciones en las que lascomunidades científicas entran en crisis por-que el paradigma al que están adscritas no con-sigue dar solución a los problemas que vansurgiendo, se generan lo que Kuhn denominaanomalías, que hacen entrar en crisis al para-digma y sólo son resueltas cuando un paradig-ma alternativo consigue la explicación desea-da: la transición entre un paradigma y susucesor no puede darse, según Kuhn, sin unarevolución en el conocimiento de la comuni-dad que sufre esa transición. La obra de Kuhnmarcó el inicio de un debate acerca de la natu-raleza efectiva del conocimiento científico, desu dinámica y evolución.

Ahora bien, en el campo de la sociología losprecedentes propiamente dichos hay quesituarlos, por un lado, en Mannheim 2, con susociología de la ideología quien, en el afán dedeterminar las bases existenciales del conoci-miento, definió una «zona de exclusión» en lacual el conocimiento científico quedaba almargen del análisis sociológico debido a quesu naturaleza sería tal que no incidirían en suelaboración factores de tipo social. Y por otrolado estaría Robert K. Merton 3, quien sí acep-taría a la ciencia como objeto de estudio socio-lógico, pero delimitando muy precisamente elámbito de competencia de la sociología demodo que no se inmiscuyera en cuestiones deíndole epistemológica. Según Merton, la cien-cia sería una máquina de comunicación per-fecta regida por unos imperativos morales, unethos científico 4. Merton afirmaba, además,que la base existencial de la estructura organi-zacional de la institución científica sería lagarante de su excelencia como conocimiento,y sobre esta base desarrolló una concepciónnormativa, institucional y funcionalista de laciencia.

A este programa de investigación se le opu-sieron una serie de críticas 5, fruto de las cua-les pronto muchos autores estuvieron de acuer-do en el hecho de que la regulación normativade la conducta y la prescripción de la acciónmediante reglas técnicas es algo que cambia enel tiempo, y que ese cambio tiene lugar por ydesde contextos sociales, afectando a la propiasubstancia del conocimiento producido por lossujetos implicados en la actividad científica.De este modo, sociología y epistemología,lejos de ser interpretaciones distintas del hecho

científico, tenderían, más bien, a asimilarse.La tarea sería, entonces: «Discutir, no lo quedebe contar como conocimiento científico,sino lo que realmente se tiende a tomar comotal» 6.

Se inauguraba así la que denominaremos«primera generación» en los estudios socialesde la ciencia. Los problemas que habían susci-tado tanto la interpretación mertoniana comolas corrientes tradicionales en filosofía e histo-ria de la ciencia posibilitarían el giro que se ibaa operar en el campo de la sociología en lo quese refiere a la interpretación del «objeto cien-cia». En 1964 se funda la Science Studies Uniten la Facultad de Ciencias de la Universidadde Edimburgo. En ella, Barry Barnes y DavidBloor constituirán el PF: tomando elementosdiversos de la filosofía de Wittgenstein, de lasociología de Mannheim y Durkheim, de laantropología de Douglas, propugnan el estudiosustantivo del conocimiento científico desdeuna perspectiva sociológica. Afirmarán que laciencia es una práctica local, convencional ycontingente, históricamente situada y social-mente configurada, practicada por actoresguiados por intereses particulares. La produc-ción de conocimiento está sujeta a negociacióny el sentido de lo que se dice y lo que se hacesurge de la práctica cotidiana y no de patronesabstractos normativos que dicten el modo deactuar 7.

No obstante, había un déficit que el PF pro-piamente dicho no fue capaz de subsanar: superspectiva teórica y su orientación metodoló-gica demandaba imperiosamente la prosecu-ción de trabajos empíricos que observasensobre el terreno cómo, efectivamente, sus prin-cipios explicativos tenían una sólida basea rgumental. Fueron otros autores los queemprendieron este camino. Sin duda, el traba-jo al que se le atribuyó la inauguración de estalínea de investigación empírica fue LaboratoyLife, la obra de Bruno Latour y Steve Woolgar.Metodológicamente, este trabajo supuso laincorporación de la «tribu» de los científicos ala corriente más genuinamente antropológicade estudios sobre el terreno; la SCC afrontaba,como la Antropología, la necesaria recogidade datos mediante la observación directa y eltrabajo de campo.

La obra de Woolgar y Latour inaugura laque denominaremos «segunda generación» delos estudios sociales de la Ciencia, que se ha

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extendido y proliferado a lo largo de esta últi-ma década, una nueva perspectiva en el análi-sis sociológico del fenómeno científico. Laprimera generación, surgida del PF, con Bloory Barnes, supuso una ruptura fundamental enla orientación que la escuela mertoniana habíaimprimido al tratamiento sociológico de laCiencia. Se trató ante todo de vencer un tabúque contribuía a la mitificación de los conteni-dos cognitivos del saber científico, tabú here-dado de la Sociología del Conocimiento clási-ca según el cual el conocimiento científicoconstituía un área privilegiada fuera del alcan-ce del análisis sociológico. Una vez realizadala apertura de esta primera generación, el desa-rrollo de las investigaciones al amparo de estanueva perspectiva acabó por suscitar un pro-blema: poner en cuentión a la Ciencia comoparadigma del saber era, al mismo tiempo,implícitamente, una puesta en cuestión de talesestudios de la Ciencia, puesto que ellos mis-mos se reclamaban como científicos. De estaforma, la crítica al estatuto privilegiado delconocimiento científico se convertía, a su vez,en una auto-crítica al estatuto de los estudiosque realizaban dicha crítica. La que hemosdenominado segunda generación en los estu-dios sociales de la Ciencia tratará de encontrarvías de salida a esta aparente contradicción y apartir de ella, surgirán paradigmas interpretati-vos que tratarán de encuadrar el estudio socio-lógico de la ciencia en un marco más amplioque el que podía proporcionar la tradiciónsociológica, tratando de incorporar conceptosy herramientas heurísticas de otras disciplinas,abriendo el campo a una perspectiva transdis-ciplinar 8. Ahondemos ahora en la señaladacontradicción 9.

El antropólogo no-inocente

Sabemos (...) que para un extranjero noes suficiente haber sido precedido por otro,por dos o por cientos, si estos predecesoreshan desaparecido sin dejar r a s t r o, hanregresado con historias oscuras o no handivulgado sus conocimientos, porque, en lostres casos, el nuevo navegante no habráobtenido nada de los viajes de sus predece -sores; para él todo ocurrirá por primeravez. No, únicamente obtendrá algo si los

otros navegantes han encontrado la formade llevar las tierras de vuelta consigo, de talmanera que él vea por primera vez la isla deSakhalin, en un rato libre en su casa o en laoficina del almirantazgo, mientras fuma supipa... 10

E ncontramos representada metafórica-mente, en este párrafo, lo que podríaser la posición de «extranjería» desde

la cual parece estar destinado a ver y hablartodo etnógrafo en tanto que investigadorsocial. El etnógrafo/extranjero está en posicióndesventajosa frente al nativo: no conoce. Sinembargo, su pretensión es la de alguien queterminará no sólo por conocer lo que el nativoconoce, sino más aún: acabará conociendocómo el nativo conoce lo que conoce, por quélo conoce cómo lo conoce y para qué lo cono-ce. Cobrará la ventaja de la que inicialmentecarecía, o decía carecer, pasando de la igno-rancia a un saber superior en relación con elnativo.

¿Cómo sucederá esto? Gracias al rastreo delos datos relevantes, mediante un proceso deselección y de perspicacia; observando, con-templando lo desconocido: transportando, lle-vando desde su lugar de origen esa culturaextraña hasta su propio mundo. Es decir: elextranjero es un viajero, un cazador y unobservador (¿un mirón peligroso?). Esta posi-ción, que podríamos denominar «tradicional»,es la que aquí tomaremos como objeto de crí-tica, para el caso de un peculiar etnógrafo:aquél dedicado al estudio de La Ciencia. LaACC por la que aquí se apuesta habrá de aban-donar la tradicional «inocencia» del antropólo-go clásico, puesto que esta nueva tribu, la delos científicos, va a condicionar fundamental-mente tanto la metodología como las argu-mentaciones que él esté en disposición de asu-mir. Este antropólogo no-inocente tendrá quebuscar parapeto y legitimación, enfrentándosea su tribu, para poder desarrollar su trabajo.

El problema de una perspectiva antropológi-ca de corte clásico radica en los presupuestosepistemológicos desde los que se funda, en suconcepción objetivista. Desde esta perspectivaobjetivista tradicional, se postula una netaseparación entre sujeto y objeto; al afrontar unestudio de corte antropológico, dicha separa-ción se pliega sobre el objeto, que es definido

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como un «Otro». En esta relación Yo/Otro, ladistancia simbolizada por la barra delimita lacapacidad, autoridad, fiabilidad y veracidad delos enunciados propuestos por la investiga-ción: el «objeto» etnográfico, el Otro, es recla-mado desde una distancia analítica que loencapsula en una representación académica–un Texto–, cuya factualidad o artefactualidadestá en dependencia directa de la demostrabili-dad de que dicho objeto es aprehendido entanto tal, esto es: su objetivación es una prue-ba fidedigna de su esencia o naturaleza «real».El objeto, el otro, ha sido encapsulado en unarepresentación fiel de su naturaleza, y en laoperación, el sujeto, el Yo, ha resultado un ele-mento transparente, que permanece inalteradoa la vez que tampoco interfiere en la naturale-za del objeto aprehendido.

Esta perspectiva objetivista, mayoritaria enla antropología clásica, debe ser cuestionada.En toda investigación se produce una interfe-rencia entre sujeto y objeto, una afectaciónmutua resultado del cual será el conocimientoproducido, un conocimiento de un sujetomodificado por el acto de conocer, y de unobjeto cuya naturaleza es también en parteproducida por ese acto. La Realidad, la pre-sunta sustantividad del mundo en el cual cobraexistencia el objeto, independiente del acto deconocer y externa al sujeto conocedor, debeser considerada como una premisa indemostra-da y no-necesaria, en lugar de tomarla como laverdad irrefutable, aunque todavía desconoci-da en su totalidad. De esta forma, a la hora deemprender una investigación, los sujetos, obje-tos e instrumentos implicados son términosrelativos que se necesitan mutuamente y quese constituyen de forma recíproca, por interre-lación e interdependencia (instrumentos –téc-nicas, tecnologías y metodologías de investi-gación– que representan mediaciones entre unsujeto que afecta y es afectado por un objeto,el cual se constituye, en virtud de esas media-ciones y resultado de dicha afectación, enparte, en el propio movimiento del sujeto quetrata de conocerlo), de tal modo que las fronte-ras entre ellos son siempre provisionales y engran medida arbitrarias –de carácter local,contingentes, e históricamente delimitadas–.Lo real será el resultado, y no el presupuesto,de su interacción en el proceso de la investiga-ción. Al convertir explícitamente en problemá-tica esa distancia entre Sujeto y Objeto,

poniendo en cuestión su presunta separación, yapuntando hacia la posibilidad de una auto-constitución interdependiente de ambos, serompe la «unidimensionalidad» propia dedicha relación según es concebida desde laperspectiva tradicional; el acto de conocer nopuede ser considerado como una vía de direc-ción única en el cual se habrá podido avanzarmás o menos, y cuyo fin, la verdad, está aguar-dándonos al final del trayecto; en ese camino,por el contrario, fruto de la interpenetración delos elementos participantes, debido al azar ins-crito en las relaciones que se dan entre ellos,surgen constantemente bifurcaciones y alter-nativas múltiples, cuya resolución sólo seopera coyunturalmente, en la propia prácticade la investigación.

La Ciencia, que aquí entendemos como lacultura de una comunidad particular, es preci-samente el Otro desde cuya posición la etno-grafía clásica pretendía precariamente situar sudiscurso, de forma que, cuando pretende apro-piárselo como «objeto», se encuentra enfrenta-da simultáneamente a la tarea de analizar y seranalizada; toda puesta en cuestión de su «obje-to» es una puesta en cuestión de sí misma, desu presunta «cientificidad». La segunda gene-ración de los estudios sociales de la ciencia, alincorporar esta componente autorreferencial,conlleva la aceptación del hecho de que másallá de la ciencia como fenómeno social,embarcarse en su estudio supone tomar con-ciencia de las constricciones epistemológicasque la Ciencia misma, en cuanto forma parti-cular de saber, incorpora en cualquier proyec-to de conocimiento; constricciones conceptua-les, instrumentales, de principio y de método.

El antropólogo «tradicional», enfrentado aun nativo de una cultura distinta, en cuantonarrador de la observación que realiza, seerige, por así decirlo, en el «representante» deese nativo, que, en cierto sentido, al igual quelos objetos con los que tratan las ciencias natu-rales, carece de voz propia; el antropólogo dicehablar por boca del nativo, aún cuando no estémuy claro, como ha señalado Woolgar, quiénobserva y quién es observado 11.

Cuando, junto a los trabajos tradicionales,surgen los estudios etnográficos de la Escuelade Chicago, nos encontramos con un nuevoobstáculo: el extranjero retorna a su cultura,regresa a casa, pero este retorno a casa nopuede ser, simplemente, una vuelta atrás, ya

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que se hace difícil escudarse de nuevo en elparapeto objetivista de la Sociología tradicio-nal, una vez que los estudios de la Antropolo-gía han puesto en escena los problemas rela-cionados con el relativismo cultural. Esteretorno será el acicate para replantearse la rela-ción Sujeto/Objeto, incorporando las experien-cias acumuladas en los intercambios culturalescon otros pueblos; el viaje ha aportado nuevoselementos al problema, de forma que la distan-cia entre Sujeto y Objeto, aunque vuelve areducirse en términos prácticos, se complejizaen términos teóricos. El etnógrafo ya no seenfrenta a tribus exóticas, sino que su objeto loconstituyen ahora grupos marginales de supropia cultura; en ese sentido, la distanciaSujeto/Objeto se reduce, pues ambos partici-pan de amplios patrones culturales comunes.Pero esta similaridad, precisamente, es la quehace que el investigador, habiendo perdido esaextrañeza cultural que lo distanciaba de tribusajenas, haya de construir nuevas herramientascon las que preservar su distancia analíticacomo sujeto investigador frente a su objeto deestudio.

Si algo se ha aprendido conociendo otrasculturas es que cada sujeto, individual o colec-tivo, posee su propia percepción de la realidad,sus propios conocimientos y creencias acercade la misma, de forma que la «realidad», comotal, se rebela; ya no basta una definición previa–unilateralmente establecida por un sujetocognoscente– y un acuerdo consensuado–entre «colegas»–, pues ambos son el resulta-do, relativo, de la posición cultural que suobservador ocupe. Es decir: con el relativismoincorporado por el antropólogo de vuelta a sucultura, las propias nociones de «Realidad» y«Cultura» han de ser repensadas y, posible-mente, consideradas como elementos interde-pendientes e inter-constituyentes. El Antropó-logo de lo exótico, transformado ahora enEtnógrafo de lo cotidiano, tratará, sin embar-go, de conservar su extranjería, su extrañeza,mediante una doble operación: adoptando unapostura epistemológica a priori, por una parte,y empleando una metodología muy determina-da, por otra. De un modo u otro podrá seguirconsiderando que su objeto de estudio siguesiendo la «tribu», otras tribus de su mismaetnia; el residuo antropológico consistirá en laconservación, pese a todo, de una fractura cul-tural –la normalidad del sujeto investigador

frente a la marginalidad de los sujetos investi-gados: ésta es la postura epistemológica a prio-ri– y al tiempo, la investigación medianteobservación directa sobre el terreno reclamarádicha metodología como medio de preservarsu estatuto. Ahora, el antropólogo ya no podráerigirse en «representante» del nativo al modotradicional, puesto que éste posee una vozinteligible; su estatuto superior no vendrá dadoya por una posición epistemológica preemi-nente frente al nativo, sino, en cambio, por unacuestión de legitimidad: el antropólogo es uncientífico, y en tanto que tal, su voz ha de pre-valecer, su interpretación ha de ser la «buena»;será el portador, no de un discurso frente a unno-discurso, sino de un discurso superior fren-te a otro inferior.

De este modo, ¿qué sucederá cuando la tribupase a ser la del científico y el terreno su labo-ratorio; cuando la fractura cultural enfrente alantropologo, no a la marginalidad social, sinoal conocimiento por excelencia, y sus afirma-ciones al respecto puedan ser cuestionadas porlos «nativos» objeto de estudio, desde unaposición mucho más acreditada que la suyapropia? El extranjero ya no va a poder asumirel papel de superioridad racional que le permi-tía, frente a otras culturas –o subculturas–garantizar el éxito de su viaje de conquista. Lapreocupación metodológica respecto a la justi-ficación de sus enunciados y afirmaciones, alhaberse transformado en una cuestión de legi-timidad, hará que entre sus oponentes se vayana encontrar, precisamente y sobre todo, lospropios «nativos» sometidos a observación.Nuevamente, la distancia entre sujeto y objeto,al menos en principio, se torna explícita y fran-ca, sólo que ahora es el antropólogo el quelleva las de perder, tanto en el terreno teórico(distancia entre conocimiento y conocimiento-del-conocimiento) como en el terreno práctico(distancia entre científico en acción y «presun-to» científico observador).

Paradójica situación que inusitadamentequeda reflejada en el párrafo de Bruno Latourextractado al inicio de este apartado. Hemosutilizado dicho fragmento para señalar los ras-gos que caracterizaban al antropólogo. La ima-gen del extranjero parece ajustarse bastantebien con la que allí aparece: Latour no estámás que sirviéndose de una metáfora –la delnavegante renacentista, conquistador y aventu-rero descubridor de nuevos mundos–, para

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retratar la extranjería del investigador. Pero elextranjero que nos quiere mostrar Latour, pesea que sus rasgos parecen ser tan afines, no esla del antropólogo sino la del... ¡científico! (noes un retrato del etnógrafo/extranjero lo quepretende hacer Latour sino, precisamente, unode su objeto de estudio). Su navegante no vaen busca de las estructuras de parentesco delos nativos de Sakhalin, ni de sus ceremoniassacrificiales, ni de sus costumbres; es más, suactitud al respecto es más bien despectiva eindiferente 1 2. Persigue la construcción de unmapa; es un Geógrafo, o al menos algo quesiglos después podría llegar a ser llamado así.¿Cómo una misma metáfora puede ser igual depertinente para ambos tipos de observadores,de extranjeros? Por la ambigüedad de las posi-ciones relativas de sujeto observador y sujetoobservado en el caso de la antropología delaboratorio. Esa ambigüedad neutraliza las afir-maciones que el antropólogo pueda enunciar.

Entre los dos extremos posibles de una fran-ja que va desde la asimilación total a la cultu-ra nativa hasta el distanciamiento absoluto, laposición asumida por el investigador puedevariar indefinidamente; sin embargo, la cultu-ra nativa del científico es tal que a priori seniega al antropólogo tanto la competenciacomo la legitimidad para su asimilación; deeste modo, la tradicional observación partici-pante conservará su componente observacio-nal, distanciada, mientras que habrá de relegarel aspecto participativo a un plano práctica-mente insignificante; si ha habido autores quese han «salido» de sus especialidades científi-cas de competencia para luego hablar de lo queparticipativamente compartieron en cuantomiembros reconocidos, no se ha dado el casode alguien que deliberadamente haya «entra-do» en una de tales especialidades con la pre-tensión prioritaria de obtener el «derecho» a laasimilación como paso preliminar para laobtención de un status plenamente «partici-pante» en su observación. La actitud, hasta lafecha, ha sido una actitud de repliegue: elantropólogo de la ciencia ha aceptado siempre,de una forma u otra, una negociación desven-tajosa para poder realizar su trabajo: la distan-cia Yo/Otro, al contrario que en los demásestudios antropológicos, ha sido definida engran medida por el Otro, no de forma directa,pero sí mediante el rechazo activo de una defi-nición unilateral por parte del antropólogo,

algo que los «nativos clásicos» habían sidoincapaces de lograr. Aquí argumentamos enfavor de una orientación «asimilativa», tancuestionable desde muchas posiciones teóri-cas, todas ellas opuestas, en definitiva, a unaruptura sin concesiones con las reminiscenciasobjetivistas heredadas de los ahora nuestros«nativos».

Hagamos explícitas ahora las implicaciones,epistemológicas y metodológicas, que resultande esa negociación desventajosa entre el antro-pológo de la ciencia y los nativos científicos.

Los presupuestos de la segunda generación

...la perpetuación de los modos de cono -cimiento y las verdades establecidas obede -ce a procesos culturales de reproducción:una cultura produce modos de conocimientoen los hombres de esa cultura, los cuales,con su modo de conocimiento, reproducen lacultura que produce estos modos de conoci -miento. Las creencias que se imponen se venfortificadas por la fe que han suscitado. Deeste modo se reproducen no sólo los conoci -mientos, sino las estructuras y los modosque determinan la invarianza de los conoci -mientos. (...) Y, sin embargo, las ideas seagitan, cambian... 13

E l «espíritu» reflexivista que inspira losrecientes trabajos en la SCC es direc-to heredero de los planteamientos ini-

ciales de Bruno Latour. Es precisamente esteautor quien ha introducido el concepto de «tra-ducción» en la interpretación social de la cien-cia. Tras L a b o r a t o ry Life (en común conWoolgar), en su Ciencia en acción elabora elmodelo interpretativo conocido propiamentecomo Teoría de la Traducción 1 4. Posteriormen-te (Nunca hemos sido modernos) da coberturafilosófica a este trabajo, tratando de fijar suposición como pre-moderna, en oposición a latradición kantiana según él imperante en lainterpretación de la relación Sociedad/Natura-leza, y que denomina como la «Tr a d i c i ó nModerna»; tradición que, apoyada en unaperspectiva unidimensional, estaría en la basede todas las formulaciones precedentes den-

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tro del campo de los estudios sociales de laC i e n c i a .

Esta unidimensionalidad implica que, sobreel eje Naturaleza/Sociedad, las distintas posi-ciones teóricas se situarían gradacionalmenteen cuanto al peso de los factores interpretativosque consideraran predominantes (factores natu-rales o factores sociales), y en lo que se refiereal objeto de interpretación (hechos naturales oartefactos sociales). Sobre esta dimensión,Latour considera necesario trazar una perpen-d i c u l a r, un segundo eje de referencia, en el cualse incluiría la dimensión histórica de los fenó-menos sometidos a análisis: es el Gradiente deEstabilización. Objetos y teorías (representa-ciones de objetos), más o menos naturales ymás o menos sociales, serían, además, fruto dela trayectoria histórica de las controversias enlas que se hubiesen visto envueltos; su estabili-dad (objetividad) o inestabilidad (escepti-cismo [no-organizado]) en cuanto hechos seríauna característica históricamente variable ycambiante. Sobre este eje cartesiano quedaríadeterminada la factualidad de los hechos y laobjetividad de las interpretaciones.

En este esquema se encaja su teoría de latraducción. Latour emplea el término en oposi-ción al de difusión: la ciencia, en cuanto acti-vidad (una actividad constructora de hechos yde inscripciones acerca de los hechos construi-dos) derivaría en un producto, el conocimientocientífico, como resultado de una operación detraducción inserta en un marco reticular, com-plejo y heterogéneo, que implica una modifi-cación de los contenidos y significados de loque es transportado: una traducción.

La operación de traducción transforma«datos» en «conocimiento» y, en ella, se pro-duce un cambio en la naturaleza de la materiaprima originaria: si se da con éxito, el datohabrá alcanzado el estatuto de hecho. Si laempresa científica fracasa, los datos adquiriránel carácter de Artefactos. En el esquema anti-moderno, un hecho es un producto plenamen-te natural (u objetivo) y estabilizado; un arte-facto, por el contrario, es enteramente social (osubjetivo) e inestable. Entre ambos polosextremos, las trayectorias de las controversiascientíficas –las traducciones– se desplazan porlas regiones intermedias del mapa: poseen unahistoria.

Según Latour, los científicos son los intér-pretes, los portavoces, de la Naturaleza. El

sentido de su actividad es la producción de ins-cripciones literarias: inscripciones que repre-sentan a la Naturaleza a través del conocimien-to científico porque la Naturaleza misma nopuede hablar, no tiene voz. La inscripción lite-raria es la traducción definitiva de todo el pro-ceso pero, a lo largo de él, no dejan de operar-se traducciones intermedias, de un nivel deabstracción menos depurado. El laboratorio esel Centro de Cálculo de la Red : en él se pro-cesa la información. Unas inscripciones sonrecogidas y transfiguradas en nuevas modalida-des que, a su vez, salen del laboratorio y seintroducen en el circuito reticular, para sersometidas a ulteriores traducciones, contrasta-das, refutadas o apoyadas, consolidadas o debi-litadas, en cuanto representantes de la realidad.

En este modelo interpretativo –la metáforareticular–, la traducción es la lógica, en un pro-ceso de síntesis en el cual cada sucesiva tra-ducción acumula en menos espacio y menosmaterialidad más y más «factualidad», y queculmina, en el límite, con un enunciado acercade algún aspecto del mundo, garantizándolocomo un «hecho».

En esta dinámica, los laboratorios vanampliando su dimensión reticular; se extien-den cada vez a más puntos sus alianzas. Lasfronteras del laboratorio sobrepasan enorme-mente su localización geográfica particular:éste se extiende por toda la sociedad. [Vivimosrodeados de traducciones científicas, en formade objetos, máquinas y conceptos –las cajasnegras son el medio ambiente habitual de lavida cotidiana en nuestras sociedades–; forma-mos parte de un enorme laboratorio científico,y somos aliados, inconscientes, en su estructu-ra reticular].

Y, pese a ello, la Ciencia ha adquirido unasignificación esotérica en el seno de esas mis-mas sociedades. Ello es así porque dicha ima-gen es uno de los productos de su actividad,una inscripción, una traducción más operadaen el proceso de la construcción de hechos.Porque los centros de cálculo han logrado pro-ducir una determinada transcripción de lo quela ciencia es, que interpreta como tal sólo asus productos más abstractos y formalizados,las traducciones de último nivel de sus másconsolidadas cajas negras. La Ciencia es–según ella misma ha conseguido traducir-se– el conjunto de formalizaciones en quesus conocimientos se contienen; eminente-

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mente, la Ciencia es la Matemática de la Cien-cia (los productos transcritos como enuncia-dos formales de las «Leyes de la Naturale-za»). De esta forma, sólo sus portavocesautorizados, sus intérpretes, están en disposi-ción de entrar en el circuito reticular de lascontroversias. [Desde «fuera» del laboratorio–de sus ramificaciones y alianzas nucleares–todo son cajas negras].

Es en este marco conceptual en el que habríaque interpretar Laboratory Life, inauguradorde lo que hemos llamado segunda generaciónen los estudios sociales de la Ciencia. La obrarepresentaría, por una parte, el intento de sub-sanar la carencia de estudios de carácter empí-rico en la tradición inaugurada por el PF y, porotra, la alternativa al déficit reflexivo de la pri-mera generación –en realidad, una extensiónefectiva, en la práctica, del principio de refle -xividad del PF–, pero, como veremos, la acti-vidad práctica del Latour/antropólogo distamucho de la congruencia respecto de los enun-ciados del Latour/filósofo: como alternativarespecto a la generación precedente, la obra nosólo es insuficiente sino que, lo cual es másgrave, yerra en su orientación.

Los límites de la investigaciónen el laboratorio

Los éxitos aplastantes, pero también exal -tados, de las técnicas surgidas de las cien -cias de la naturaleza han hecho que en nues -tra época sólo esté el científico: el resto nocuenta. Hemos creído que lo único verdade -ro es lo científico. Sólo la ciencia se ocupa -ría, sin ilusionarse, de buscar la Verdadacerca de la naturaleza y de nosotros mis -mos. El resto (nuestra subjetividad en nues -tras pasiones, el arte y el mito, para nohablar de la religión) sólo sería, en el mejorde los casos, un ornamento mental, cuandono un engaño. En la sucesión de ilusionesdel Siglo de las Luces, nos han sido necesa -rias las desilusiones del siglo XX para com -prender que también la Verdad científica esun ornamento de lo real. (...) Lo real no esverdadero. Se contenta con ser. Y nosotrosconstruimos una verdad en torno a él, y des -pués otra, como un ornamento; no de formaarbitraria, naturalmente, sino con vistas aciertos objetivos 15.

E squemáticamente, en Laboratory Lifelos autores van a realizar una serie deoperaciones, cuyo resultado, como

vamos a ver, será la construcción de un gran–elegante, todo hay que decirlo– artificio tex-tual; dichas operaciones son las siguientes:

Primero, definirán a priori una determinadaperspectiva desde la que observar; y, medianteella, realizarán un doble movimiento: estable-cerán una distancia analítica respecto al objetode investigación, e instaurarán unos criteriosde organización, extrínsecos al proceso queanalizan.

Segundo, justificarán, al amparo de dichaperspectiva, su metodología sirviéndose de laantropología tradicional, lo cual les permitiráno tomar en consideración la falta de compe-tencia técnica desde la cual se ven obligados ahablar.

Tercero, anunciándonos la amenaza que,según ellos, supondría «convertirse en nativo»,combinarán las dos previas operaciones demodo que consigan derivar la cuestion hacia elproblema de la mitificación del científico y desu actividad, cosa que, dirán, habrán consegui-do evitar mediante los pasos previos.

Cuarto, inventarán un «principio de organi-zación», la inscripción literaria, mediante elcual generalizarán la dimensión textual de laactividad científica vaciándola, en el mismomovimiento, de contenido.

Quinto, reconceptualizarán todas las opera-ciones mediante la incorporación del principiode organización a partir del caos, que les per-mitirá mantener un doble discurso: cara a los«colegas» y cara a los científicos objeto deestudio, mediante el cual pretenderán sostenerel carácter reflexivo de la investigación.

Woolgar y Latour, efectivamente, decidenadoptar una determinada perspectiva observa-cional, toman una decisión a priori acerca desu status como observadores.16 No es el cursode la investigación el que desarrolla la posi-ción observacional de forma inherentementereflexiva sino que, antes de «ponerse a obser-var», los investigadores optan por una formadeterminada de observación:

En la práctica, los observadores adoptanuna senda intermedia entre los dos roles

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extremos de completo recién llegado (unideal inalcanzable) o de participante pleno(el cual, convirtiéndose en nativo, es incapazde comunicarse con su comunidad de cole-gas observadores). (...) Su problema es el deseleccionar un principio de organizaciónque le permita realizar un informe del labo-ratorio suficientemente interesante tantopara los científicos como para los lectores nofamiliarizados con la Biología. En breve, elprincipio de organización del observadordeberá suministrar un hilo de Ariadna en unlaberinto de aparente caos y confusión 17.

De este modo, el observador asume, prime-ro, su distancia epistemológica respecto a losnativos (ha de conservar la identidad comuni-taria con sus «colegas») y, segundo, la preva-lencia de sus criterios organizacionales (deatribución de significado) sobre los de los nati-vos. Los propios autores son conscientes de laimportancia que tiene para el curso de la inves-tigación la perspectiva desde la cual asumanpúblicamente situarse; en principio, parecieraque su intención es bien distinta a la que ha deresultar finalmente:

... resulta claro que el tipo de informaciónque proporcionan los científicos tendrá unefecto importante en la configuración de losinformes de los investigadores y que lainformación proporcionada depende, a suvez, de la naturaleza de la relación entre elcientífico y el investigador. Por ello esimportante examinar brevemente la natura-leza de esa relación y el modo en que puedeafectar la producción de los informes sobrela ciencia 18.

Pareciera, pues, que antes de iniciar lainvestigación van a emprender un análisis enprofundidad de las implicaciones que la rela-ción entre investigador y científico tiene sobrela misma, con el objeto de emplear las conclu-siones obtenidas de dicho análisis para confi-gurar posteriormente las líneas teóricas de lainvestigación. Pero no es eso lo que efectiva-mente realizan. Pese a que apuntan la impor-tancia de la competencia técnica a la hora deenfrentarse al estudio de la ciencia 19 –atribu-yendo en consecuencia un papel muy relevan-te a dicha competencia en la naturaleza de larelación investigador/científico–, los autoresno sólo no analizan cómo es esa relación –a losumo, se puede llegar a la conclusión de que el

primero está en disposición de una determina-da capacitación técnica que el segundo noposee, pero que eso, al final, no importa– sinoque amparan su posición remitiéndose a laantropología tradicional para, así, desdecirsede esa previamente señalada importancia de lacompetencia técnica:

Consideramos que la aparente superiori-dad en cuestiones técnicas de los miembrosde nuestro laboratorio es insignificante, en elsentido de que no consideramos que unconocimiento previo (o en el caso del ex-participante, una socialización previa) seaun prerrequisito necesario para entender eltrabajo de los científicos. Esto es semejantea la negativa de un antropólogo a inclinarseante el conocimiento de un hechicero primi-tivo. Para nosotros, los peligros de «conver-tirse en nativo» son mayores que las venta-jas de fácil acceso y establecimiento rápidode compenetración con los participantes.Los científicos de nuestro laboratorio consti-tuyen una tribu en la que se corre el peligrode malentender la manipulación y produc-ción de objetos cotidianos, si se les otorga elalto estatus que el mundo externo da, aveces, a sus resultados 20.

No sólo no se nos dice cuáles sean esos peli-gros de «convertirse en nativo» sino que, alparecer, de lo que se trata es de no caer en lacomún mitificación del científico y de su acti-vidad, anclada en el alto estatus alcanzado poresta actividad en nuestras sociedades. Hemosde señalar, además, que los autores incurren enun cierto «defecto de forma» en lo relativo a loque han dado en denominar «cuestiones técni-cas» puesto que, si bien deciden no considerarla competencia técnica relevante a la hora deinterpretar la conducta de los científicos en ellaboratorio, sí admiten la importancia de lotécnico en la configuración de dicha actividad:

Queremos prestar atención a las cuestio-nes «técnicas» en el sentido de que la utili-zación que los científicos hacen de los tér-minos «técnico» e «intelectual» constituyeuna característica importante de su activi-dad. Pero consideramos que el uso de talesconceptos es un fenómeno que hay queexplicar. De un modo más significativo, loconsideramos tan importante que la explica-ción que demos de la actividad científica nodebe depender de un modo importante deluso acrítico de los mismos conceptos y ter-

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minología que actúan como parte de esaactividad 21.

Y ¿cómo se puede dar cuenta de la impor-tancia constitutiva de lo técnico en la configu-ración de la actividad del científico en el labo-ratorio, así como en la atribución de sentidoque hagan ellos mismos de dicha actividad,tanto como de sus resultados, si se carece de lacompetencia técnica necesaria para acceder aesa componente propia de la actividad científi-ca? Cerrada a priori esta opción, habrá de sertomada otra vía para determinar los objetivosque la investigación habrá de perseguir, y asíse nos desvela, entonces, la verdadera natura-leza de la investigación, condicionada por estaparticular forma de delimitar a priori las fron-teras de su objeto:

... es necesario recuperar parte del carácterartesanal de la actividad científica medianteo b s e rvaciones in situ de la práctica científi-ca. Dicho más concretamente, es necesariomostrar a través de la investigación empíricacómo se organizan esas prácticas artesanalesmediante un informe de investigación siste-mático y ordenado. En resumen, ¿cómo setransforman las realidades de la prácticacientífica en afirmaciones acerca de cómose ha hecho ciencia? 2 2

Obsérvese la circularidad de la últma inte-rrogación que se hacen los autores, que viene aplantear que de lo que se trata es de averiguarcómo la práctica científica, en cuanto realidad(material, queremos entender), se transformaen afirmaciones «acerca de cómo se ha hechociencia», de donde resulta que se delega en lospropios sujetos investigados la tarea de atribuirsentido a su actividad, y al investigador tansólo le resta comprender la «práctica artesa-nal» según la cual se da ese proceso. Esto es:la incompetencia técnica del investigadordetermina que el paso de lo material a lo sim-bólico –de la actividad a la atribución de sig-nificado– quede fuera de su alcance, en manosde los propios científicos, de modo tal que suobjeto habrá de ser otro. Y es por eso que, a lahora de construir el analista su propia interpre-tación, deba recurrir, como se verá, a herra-mientas extrínsecas al propio proceso investi-gado, salvando formalmente el expedientegracias a que dicha interpretación, efectiva-mente, va a constituir un «informe de investi-

gación sistemático y ordenado», pero según elsistema y el orden propios de la comunidad delos colegas del investigador, no de los de lapráctica científica de laboratorio objeto deestudio 23.

Es en este punto en el que los autores esta-blecen el puente que les permitirá, simultánea-mente, preservar esa neta separación dada porla competencia técnica de la cual han decididoprescindir y, además, afirmar no obstante ello,que su estudio sí que presenta un claro carác-ter reflexivo:

La utilización especial que hacemos de laperspectiva antropológica con respecto a laciencia entraña un grado de reflexividadque, por lo general, no resulta evidente enmuchos estudios de la ciencia. Al hablar dereflexividad, pretendemos referirnos a laconciencia de que quienes observan la acti-vidad científica emplean métodos esencial-mente similares a los de los participantesque estudian 24.

Así determinado cuál es el sentido que dan ala dimensión reflexiva –reflexividad = analo-gía de métodos– de la investigación, tan sóloles resta un paso que dar para, a partir de él,indicar en qué modo la observación del objetova a resultar en la aplicación extrínseca de uncriterio interpretativo y de organización:

Nos interesa de qué manera se construyeel orden científico a partir del caos (...) losobservadores externos parecen estar en unaposición esencialmetne similar a la de loscientíficos, pues se enfrentan a la tarea deconstruir una explicación ordenada a partirde una disposición desordenada de observa-ciones. Aprovechando la reflexividad de lasituación del observador, esperamos poderobtener un asidero analítico interesantesobre nuestro entendimiento de la prácticacientífica. Así mantendremos que, al darsecuenta y examinar subsiguientemente esasimilaridad esencial del método, el observa-dor puede entender mejor ciertos detalles dela actividad científica 25.

Desvinculado de la necesidad de una com-petencia técnica similar a la de los miembrosdel laboratorio, pero partiendo de una posturapretendidamente reflexiva sugerida por lasimilaridad de métodos entre científicos einvestigador, la introducción del concepto de

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«organización a partir del caos» le va a permi-tir a éste subsumir, como se verá, la actividadcientífica bajo la etiqueta de «producción deinscripciones literarias», indicando que, así,tanto él como los sujetos investigados, ensubstancia, están haciendo lo mismo. Natural-mente, esto es falso.

Hemos de señalar, junto a lo ya apuntado,que la situación se agrava por el hecho de que,según los autores afirman, el informe que pro-duzcan deberá satisfacer también a los científi-cos –lo cual está a su vez, en cierta medida, encontradicción con la postura que han asumido,consistente en distanciarse epistemológica-mente de los sujetos bajo estudio (recordemosque buscan un informe sistemático y ordenadoque satisfaga las expectativas de los colegas) yde hacer prevalecer sus criterios organizacio-nales respecto a los de los nativos– supone,implícitamente, que se está aceptando la capa-cidad de estos para enfrentarse a las definicio-nes y objetivaciones que el antropólogo puedahacer (¡he aquí esa negociación desventajosade la que hablábamos!). El problema metodo-lógico de la observación está planteado en lostérminos más clásicos; la distancia sigue con-cibiéndose como el enfrentamiento a lo «exó-tico»: la aproximación a una cultura en princi-pio esotérica. Ello es así porque los términosdel problema se han transpuesto tal cual losmismos estaban planteados en la Antropologíaclásica: el investigador se acerca a la culturanativa, ya constituida y en acción: a los cientí-ficos en el laboratorio.

La implicación subsiguiente es la invenciónde un artificio textual que emplearán como«principio de organización»: el concepto deinscripción literaria. Desde la posición externaque se ha adoptado (la posición del escépticocomo posteriormente la denominará Latour 2 6) ,la actividad del laboratorio se interpreta comoun proceso cuyo fin último es la producción deinscripciones que reifican los resultados dedicha actividad, y son generados como sopor-te –evidencia– de los textos y artículos en losque la realidad es construida como tal; textos einscripciones son los auténticos constructoresde hechos (científicos):

Persiguiendo la noción de inscripciónliteraria, nuestro observador ha sido capazde encontrar su camino a través del laberin-to. Ahora puede explicar los objetivos y pro-

ductos del laboratorio en sus propios térmi-nos, y puede comenzar a entender cómo seorganiza el trabajo y por qué la producciónliteraria es valorada de forma tan elevada.(...) Más aún, el antropólogo se siente orgu-lloso de haber conservado su perspectivaantropológica frente a los hechizos y encan-tos de sus informantes... 27

De esta forma, la dimensión textual de laactividad científica se generaliza hasta elpunto de transformarla en la única prácticarelevante de la misma, su objetivo y su fun-ción. Los textos sólo serían una forma más deinscripción literaria, y su especificidad textualno sería tan importante como su función encuanto método de reificación. Desde tal pers-pectiva, la construcción textual en sí misma,en cuanto herramienta, queda fuera del análi-sis; inserta en un proceso más general, se ana-liza su papel en el mismo pero no se afronta unestudio «literario» de su forma del tipo que seha podido hacer en el caso de la literatura etno-gráfica. Se asume de partida, nuevamente, lafalta de competencia, en este caso lingüística,para tal tipo de análisis:

... nuestro observador no estaba convenci-do de que eso [realizar un análisis matemáti-co más sofisticado y complejo de la historiade las citas que estudiaba] aliviara su difi-cultad básica (...). En cambio, razonaba quedebía haber algo en el contenido de los artí-culos que explicara cómo eran evaluados.En consecuencia, nuestro observadorcomenzó a examinar con detenimiento algu-nos de los artículos para descubrir las posi-bles razones de su valor relativo. ¡Ay! ¡Paraél era chino! Reconocía que muchos térmi-nos eran nombres... de aparatos y sustanciasquímicas con las que se había topado. Tam-bién se dio cuenta de que ni la gramática nila estructura básica de los enunciados eradistinta de la que él mismo utilizaba. Pero sesentía completamente incapaz de captar el«significado» de esos artículos, no digamosya entender cómo ese significado sustentabatoda una cultura. (...) Desesperado, se volvióa los participantes. Pero cuando pidió que leaclararan el significado de los artículos seencontró con que le replicaban que los artí-culos no tenían significado o interés en símismos... 28

El investigador, enfrentado a la textualidad dela ciencia a partir de una previa asunción de su

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incompetencia técnica, es incapaz de aprehenderel significado, la sustancia, el contenido de losartículos que trata de interpretar. Naturalmente,para poder darle algún tipo de sentido a todo eseconjunto de bibliografía que ha acumuladosobre su mesa, habrá de inventarse algún artifi-cio, y es eso, exactamente, lo que hará:

... nuestro observador decidió examinarcuidadosamente los diferentes tipos de enun-ciados de los artículos. En concreto, le inte-resaba delimitar en qué medida parece queunos enunciados son más fácticos que otros.(...) Aunque entendía poco de los artículosque leía, había desarrollado una técnicagramatical simple para distinguir entretipos de enunciados. Pensaba que eso le per-mitía acercarse a la sustancia misma de losenunciados de los científicos sin tener queconfiar completamente en los participantespara su elucidación o para que le ayuden 2 9.

Cabe señalar, entonces, la incongruenciaanalítica que supone definir la actividad cien-tífica como una gran máquina productora deinscripciones para dedicarse luego, en lugar dea analizar el contenido de tales inscripciones, aestablecer una tipología de artículos –aunqueno las únicas, sí las principales de tales ins-cripciones– basada en unas cuantas «reglasgramaticales simples» (¡recalquemos lo de«simples»!). En último término, esto no dejade ser un guiño a la comunidad de colegas,bastante familiarizados ya con los estudioscuantitativos de las citas científicas sostenidosen base a criterios que nada tienen que ver conlos contenidos de tales citas 30.

Queda manifiesto, entonces, cómo la caren-cia de competencia técnica impide el acceso alcontenido sustantivo de la producción textualcientífica: la misma crítica que los autoreshacen de los trabajos de Hagstrom y Bourdieuse puede aplicar a ellos mismos 31.

Por todo lo dicho, queda claro que, sobre labase de los presupuestos con los que afrontanla investigación, Woolgar y Latour han desem-barcado demasiado pronto en el laboratorio.No se puede aprehender la dinámica de lapráctica científica sin haber accedido pre-viamente al proceso mediante el cual elcientífico está en disposición de comenzar aejercer esa actividad; a diferencia del antro-pólogo clásico, y ésta es la ventaja que puedeexplotar la ACC, el antropólogo de la ciencia

puede «aprender a ser nativo» con los propiosnativos. Ese producto cultural ya constitui-do, el del laboratorio, es el resultado de unproceso de aprendizaje altamente institu-cionalizado en nuestras sociedades, y pertene-ciente a la propia cultura del antropólogo, porlo tanto, accesible a él, mediante el cual elcientífico adquiere su cultura específica, lacultura de la tribu, y ese proceso debe ser estu-diado antes de tratar de entender cuál es lapráctica cotidiana articulada sobre la base dedicha cultura específica. El antro p ó l o g opuede aprender reflexivamente la cienciaque los científicos aprenden y ponen enpráctica de forma no reflexiva (ese universode «aparente caos y confusión» cobraría unaapariencia menos caótica entonces).

El «exotismo» de la ciencia puede serdesentrañado sin tener que asumir de partida laimposibilidad de comunicación perfecta entreel investigador de la ciencia y los científicosinvestigados por él 32. Dicho intento, frente alde Woolgar y Latour, daría efectivamente a lasegunda generación de los estudios sociales dela Ciencia una dimensión mucho más plena-mente reflexiva, una dimensión que habremosde denominar «transductiva». Veámos cómoplantear dicha alternativa.

La Etnometodologíacomo fuente de recursos

P ara hacerlo, nos serviremos de losStudies in Ethnomethodology d eHarold Garfinkel 33. El instrumento

con el cual la investigación afronte el estudiode su objeto –el instrumento etnometodológi-co 34, en este caso– cobra especial relevanciapor dos razones:

— Primero, porque nos va a interesar elinstrumento principal: el lenguaje, tanto el delos sujetos como el de los objetos; el elementovertebrador del mundo tal cual lo conocemos.Del mundo social porque, en cuanto humanoses nuestra posesión más distintiva; del mundonatural, porque, aunque ese mundo en símismo carece de lenguaje (humano), los cien-tíficos se presentan ante nosotros como susintérpretes 35, y ellos también son hombres.

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— Segundo, porque todo instrumento esrelativo al método en el cual se justifica comovía de mediación entre el sujeto y sus objetosy, como hemos visto, la discusión metodológi-ca sigue estando abierta en muchos frentes enel seno de la SCC. Ya se ha optado por unareducción: se ha elegido la vía antropológica yla aproximación empírica, pero queda pordeterminar cómo la elección afecta al objeto.Como hipótesis de trabajo, se parte de lafirme convicción de que toda metodología, encierta medida, «produce» un objeto parti-cular, adecuado y de su misma escala, y nose trata simplemente de una cuestión de «uni-dades de medida», sino de definición. Y tal esel caso, también, de la Etnometodología.

Para Garfinkel, el elemento clave de todoestudio etnometodológico es la consideraciónde las actividades cotidianas como conjuntosorganizados y racionales de prácticas, aunqueno explícitamente ejecutadas como tales; locual guarda una estrecha relación con lanoción de habitus propuesta por Bourdieu. Laprincipal preocupación de Bourdieu será la deinterpretar «la lógica de la práctica», es decir,la coherencia estructural de las prácticas apa-rentemente rutinarias de la vida cotidiana,coherencia de naturaleza distinta a la lógicarepresentacional con la que dichas prácticasson habitualmente encapsuladas:

... no se puede entender la lógica de lapráctica si no es a través de construccionesque la destruyen en tanto que tal, mientrasuno no cuestiona lo que son, o mejor, lo quehacen los instrumentos de objetivación,genealogías, esquemas, cuadros sinópticos,planos, mapas, a lo que añadí después, gra-cias a los trabajos más recientes de JackGoody, la mera transcripción escrita 36.

Otro factor a tener en cuenta, dentro de lasconsideraciones que Garfinkel hace respecto ala «política» que han de seguir los estudiosetnometodológicos, es el hecho de que lasprácticas diarias y habituales de los miembrosde toda colectividad poseen una estructura for-mal, una coherencia organizacional y, en tantoque ello sea así, los propios miembros han deser capaces de reproducirlas narrativa e infor-mativamente; han de estar en disposición de«informar» sobre ellas –hacerlas visibles yracionales–. Ahora bien, la peculiaridad del

enfoque etnometodológico consiste en noaceptar de forma directa dichas objetivaciones,pues no dejan de ser representaciones de lasactividades, no las actividades mismas y, ade-más, dichas objetivaciones son en sí mismasparte de las propias actividades que objetivan.

Abundando en ello y, en el mismo sentidoen el que Bourdieu nos dice que hay una dife-rencia de naturaleza en la lógica que rige lasprácticas y la lógica que las representa demodo racional, Garfinkel asume la imposibili-dad de codificación estricta de esa «prácticaorganizacional» que los sujetos aplican en susafirmaciones acerca de las actividades que rea-lizan como miembros de una colectividad: noexiste ningún modo de «programar» de formaaxiomática y sistemática, mediante reglas deprocedimiento, los distintos pasos a efectuaren una determinada actividad. Ello es debidoen gran medida al hecho de que dichas activi-dades se desarrollan en un contexto prácticodeterminado que impone prioridades y restrin-ge cursos de acción formalmente posibles.

Para la comprensión de las estructurassociales que subyacen implícitamente, com-partidas de forma unánime pero no visible porlos sujetos investigados, el investigador debe-rá valerse del discurso de los sujetos, perodicho discurso encierra significados sólo des-cifrables a partir de ese conocimiento implíci-to, de forma que, en algún modo, el analista hade tener un conocimiento previo de lo que pre-cisamente trata de conocer. Se trata de una cir-cularidad intrínseca a la investigación; una cir-cularidad irresoluble desde una perspectivaobjetivista tradicional, pero que se resuelve enla práctica si el enfoque con el que se afrontael estudio rompe con los presupuestos de dichaperspectiva 37.

Por otro lado, también siguiendo las direc-trices presentadas por Garfinel, cualquierestructura social debe ser vista como auto-organizativa, en tanto que sus actividades sonestructuradas de forma que generan un entornopráctico que puede ser detectado, reconocido yreproducido como tal: los métodos empleadospara su organización son exactamente los mis-mos que los que utilizan sus miembros parahacerlos evidentes, para garantizar su claridad,coherencia, planificación, etc.: para garantizarsu «racionalidad».

La etnometodología se enfrenta a estasestructuras como objeto de estudio, por lo cual

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y, dado que ella misma es una práctica, a la vezque analiza es analizada, y cada caso concreto,cada situación particular debe ser evaluada enel propio proceso de la investigación, con lashabilidades que simultáneamente se vanadquiriendo de y en el proceso mismo, tenien-do en cuenta que dicha evaluación forma tam-bién parte del objeto de la investigación.

Si se siguen estas directrices, dicha propues-ta constituye un serio óbice para las investiga-ciones empíricas emprendidas por la SCC bajoel nombre de etnometodológicas y, porsupuesto, de ello también es víctima Labora -tory Life, en el que la posición del investiga-dor, la distancia tradicional del extranjero fren-te a la tribu, impide todo acceso a esosconocimientos socialmente condicionantes dela actividad concreta, implícitos en ella y parteen sí mismos de la propia actividad. Con laperspectiva del antropólogo clásico, ignorantey escéptico, la transición entre lo estructuradoy lo estructurante 38, en lo que se refiere a laspautas y disposiciones que sustentan el ejerci-cio de la actividad diaria –sea ésta la que se daen el ámbito de las relaciones familiares, en elseno de un sindicato o en las tareas de un labo-ratorio–, quedan fuera del alcance de la inves-tigación; el habitus permanece indescifrable.

Es fundamental el hecho de esa inextricableimbricación entre práctica y lógica o, para sermás exactos, entre lógica de la práctica y lógi-ca de la representación de la práctica. Está enjuego una única racionalidad, que orienta tantola actuación como la asignación de sentido quea esa actuación se dé, pero dicha racionalidadse pone en juego en la ejecución práctica de lastareas propias de la actividad que se esté reali-zando: no es posible deslindar la actividad dela racionalidad que la sustenta; son la mismacosa. De este modo, en Laboratory Life, alaproximarse al estudio de las prácticas delaboratorio sin un conocimiento práctico dedichas actividades, en lugar de poner en juegola racionalidad propia de las mismas –un pri-mer paso hacia la reflexividad de la investiga-ción–, los autores se ven en la necesidad deconstruir una racionalidad representacionalpropia, extrínseca a dichas actividades –de lacual surgen los conceptos de inscripción lite -raria y de organización a partir del caos–.

No obstante, el primer paso en el camino deesta «deslocalización» –la incorporación deherramients heurísticas ajenas al proceso,

local, estudiado– del estudio se ha dado pre-viamente. Siguiendo las directrices de Garfin-kel, el laboratorio debería ser consideradocomo el «marco social» en el cual se desarro-lla la actividad científica, esa «estructura orga-nizacional» que da soporte a la formalidadimplícita de las prácticas. Lo que ocurre esque, dada la incompetencia técnica de losautores, en lugar de establecer en base a unapráctica compartida con los sujetos de estudiocuál sea la delimitación práctica de dichomarco social y estructural, se ven obligados aincorporar desde fuera del laboratorio unadefinición del laboratorio. En cuanto «estruc-tura organizacional» se ven en la necesidad–ignorantes de la regulación práctica de sufuncionamiento y constitución– de concebirlocomo algo regulado por algún tipo de códigoescrito de actuaciones y con procedimientosdecisionales codificados de antemano. Se afir-mará que dichas prescripciones no son cumpli-das rigurosamente, que se actualizan conoci-mientos tácitos no explicitados en ningúnmomento, que las prescripciones efectivas noson las tipificadas por el protocolo, sino queson del tipo de «reglas flojas» descrito porGarfinkel, pero todo ello se hará habiendo asu-mido previamente que, tanto los actores comolos investigadores –separados por su compe-tencia en cuanto miembros de dicho conjuntoorganizativo–, aceptan una «definición» dellaboratorio ajustada a características formalesverificables, por ejemplo, en los documentosprotocolarios y en las estructuras jerárquicas yorganizativas «oficiales», y no a las que seentresacan de su funcionamiento práctico.Aunque sólo sea para refutarlo, habrá unmodelo previo de laboratorio (es decir: un cri-terio de evaluación extrínseco al propio labo-ratorio, en contra de la prescripción de Garfin-kel. Se habrá trazado una frontera entre losmétodos de los «miembros» y los del investi-gador porque existe una definición del labora-torio que no es el laboratorio mismo, unarepresentación cuya lógica es extrínseca a lalógica práctica de lo representado) 39.

Por lo tanto, habrá que aceptar la contextua-lidad local, concreta, práctica, de la actividadcientífica, pero es necesaro para ello comorequisito un paso previo, aquél que nos permi-te entender cómo el nativo llega a ser recono-cido como tal. La Ciencia se hace en el labora-torio, pero ¿dónde se hace al hacedor de la

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Ciencia? Si es cierto que se puede afrontar unaperspectiva empírica para interpretar la inma-nencia práctica de la construcción del conoci-miento científico, también ha de ser posibleanalizar de igual modo la construcción delconstructor; las convenciones que rigen lavalidación y significatividad del productocientífico como tal no han de ser diferentes alas que sancionan la validez del validador (sies que aceptamos los presupuestos etnometo-dológicos). Con este paso previo será posiblerealizar una investigación de las prácticas dellaboratorio en la que el investigador puedaponer en juego la lógica de la práctica propiade ese marco social organizativo que es ellaboratorio, de modo que la atribución de sen-tido resulte de la práctica misma y no de unadefinición externa construida a priori.

Con ello, evitamos la adopción de una deter-minada perspectiva observacional a priori, asícomo la necesidad de justificar dicha perspec-tiva debida a la falta de competencia técnica–primera y segunda operaciones realizadas porlos autores de Laboratory Life–. Nos habre-mos situado, de partida, en la práctica mismadel laboratorio y no en una impostura observa-cional del mismo. La contextualidad situacio-nal y la autorreferencialidad de las prácticas,entendidas tal como la Etnometodología lasexpresa, nos permiten afrontar, de este modo,un estudio práctico de las prácticas.

Por otro lado, teniendo en cuenta ese caráctera u t o - o rganizativo que, según la Etnometodolo-gía tienen las prácticas –el sentido adscrito a lasprácticas por sus ejecutores puede ser actualiza-do en situaciones ulteriores para solventar pro-blemas novedosos, organizando, en base a prác-ticas pretéritas, situaciones, prácticas, actuales–,evitaremos la invención de criterios org a n i z a-cionales –inscripción literaria–, así como sureconceptualización operativa –o rganización ap a rtir del caos– (operaciones cuarta y quintaque señalamos en el caso de la obra de Wo o l g a ry Latour). El sentido de la práctica vendrá dadopor la práctica misma: su organización no obe-decerá a algún criterio dictado por un observa-dor externo sino que resultará del ejerciciomismo de esa práctica. No queremos decir quelos conceptos de inscripción literaria y de o rg a -nización a partir del caos no sean pertinentes,sino que su pertinencia no puede ser defendidani justificada desde la posición externa de unobservador ajeno a la práctica que observa.

En este sentido, la incompetencia técnica ylingüística del investigador es determinante ala hora de errar en la construcción de unarepresentación plausible del objeto de investi-gación. La distancia instrumental del lenguajees doble: por una parte, es la distancia entre elinvestigador y lo investigado; la mediación dellenguaje transforma la situación práctica de laobservación en una perspectiva de conoci-miento cuando, entre el observador y el nativo,se produce el acto comunicativo; por otraparte, es la distancia entre el observador-que-conoce y el observador-que-no-conoce; lamediación del texto transforma la comunica-ción en persuasión, a un observador en autor(autorizado) y al otro en lector (convencido).Pero cuando, por incompetencia, se privilegiael lenguaje del nativo de tal modo que su dis-curso permanece autónomo a la investigación,y que no es el lenguaje nativo el soporte delacto comunicativo, sino el del observador(compartido culturalmente con el del nativo),la mediación se rompe, y el texto ulteriortransforma al autor en observador convencidoy al lector en observador escéptico. Prevalece,en definitiva, el discurso del nativo, inaccesi-ble a ambos observadores.

En resumen, en cuanto que toda actividadimplica una cierta lógica de la práctica, que nose puede verbalizar ni formalizar, que simple-mente «se pone en juego», y de la cual ni losactores ni los observadores son plenamenteconscientes, la aproximación empírica esnecesaria para el acercamiento al conocimien-to científico, y una aproximación empírica quehabría de acercarse más a la «vivencia» que ala simple observación (en lugar de la clásicaobservación participante habría que empren-der una participación observante, en el sentidode que el significado de la distancia analíticarespecto al objeto debe ser reducida en térmi-nos prácticos):

En lugar de tratar las propiedades deracionalidad como principio metodológicopara la interpretación de las actividades,deben ser tratadas solamente como materialempírico problemático. Tendrían única-mente el carácter de datos y deberían serconsideradas en el mismo modo en el quelo son las propiedades más familiares dela conducta. (...) En una palabra, las propie-dades racionales de la conducta pueden serdesplazadas por los sociólogos del dominio

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del comentario filosófico y trasladadas a lainvestigación empírica 40.

Conclusiones

W oolgar y Latour, aun cuandopudiera parecer paradójico,están de acuerdo, en principio,

con el planteamiento que aquí tratamos dedefender:

... aunque en principio era necesario ydeseable, no hay que estudiar el laboratoriocomo una unidad aislada; simplemente,forma parte de una historia más amplia 41.

Pero ellos omiten el estudio de esa «historiamás amplia» como si, al hacerlo, dejaran pen-diente para otros una tarea complementaria ala suya cuando, en realidad, esa tarea es requi-sito previo fundamental para el estudio de lavida en el laboratorio 42. Y no deja de ser iró-nico que, habiendo rechazado de antemano latarea de una interpretación propia de la mate-rialidad de la actividad científica –recordemosque ellos sitúan su actividad interpretativa enel proceso «artesanal» que lleva de la materia-lidad de la actividad a la asignación del senti-do que los científicos dan a esa actividad, sien-do así los científicos los que poseen la potestadde esa asignación–, declaren, sin embargo, quela especificidad de la ciencia es una cuestiónde exégesis, más que de matemáticas o delógica 43. Puede ser cierto, pero esa labor her-menéutica de la ciencia opera utilizando lasmatemáticas y la lógica, y éstas han de serentendidas antes de entender cómo se realizaesa específica labor hermenéutica en que con-siste la ciencia.

La ACC que aquí tratamos de defender pre-tende utilizar de un modo plenamente reflexi-vo las proposiciones que la Etnometodologíaapunta en relación a la naturaleza constitutivade las prácticas, entendiendo el conocimientocomo una actividad, antes que como un pro-ducto abstracto y reificado.

Y así, consideramos que se ha de partir dedos premisas epistemológicas: el objeto Cien-cia no existe en abstracto sino como una prác-tica (1.a) y, en tanto que práctica, se constituyefundamentalmente de manera discursiva (2.a).

Evitamos con ello enfrentarnos a productosacabados, para inscribir la investigación en laconstitución de esos productos.

Esto nos lleva, por una parte, a hablar deprácticas en lugar de conocimientos en abs-tracto. La contextualidad situacional de lasprácticas tal como las entiende la Etnometodo-logía nos orienta en este sentido: al entender laCiencia como una actividad, la imbricaciónentre sentido práctico y sentido representacio-nal significa que no es distinto lo que hace elcientífico del producto resultante de su actua-ción; la presunta universalidad de la Ciencia esuna construcción, también de su práctica coti-diana, de modo que la ecuación de Schroedin-ger no significa lo mismo en un acelerador departículas que en una asignatura de tercercurso de licenciatura: ese sentido depende dela situación contextual, práctica, en la que laecuación es puesta en juego.

Peor además, por otra parte, la evidencia-ción de la naturaleza discursiva de la actividadcientífica nos pone de manifiesto una dualidadconstitutiva de dicha actividad: la Ciencia nosdice cómo es el mundo, la realidad que objeti-va, pero al tiempo nos dice también que sóloella está en disposición de lograr dicha objeti-vación. La Ciencia es capaz de hablar de reali-dades inaccesibles a los observadores que laanalizan y, al tiempo, se autoconstituye a símisma, frente a dichos observadores. Con sudiscurso constituye una realidad a la que mode-la porque es, para ella, un objeto mudo, entanto que, cuando es ella misma la que essometida a objetivación, se rebela frente a esediscurso objetivante –los científicos niegan alos sociólogos el derecho a decir cómo es laCiencia–. Por eso el investigador debe accedera la práctica científica para esta operación retó-rica. Y ello nos conduce a los tres presupuestosmetodológicos que habíamos anticipado.

En primer lugar, dada la inconmesurabilidadanunciada por Garfinkel y Bourdieu entre lalógica de la práctica y la lógica que la repre-senta y, puesto que esas prácticas son auto-organizativas (el propio desarrollo de la activi-dad define el curso adecuado de la misma) yauto-referentes (el sentido de dichas prácticasse encuentra inscrito en su misma ejecución;no hay un programa que aplicar: la práctica se«hace» y se «dice» a un mismo tiempo, en lamisma operación), entonces, una aproxima-ción empírica a la ciencia ha de enfrentarse

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desde la inevitable necesidad de «aprenderpracticando lo que la práctica es» (1.er presu-puesto metodológico). Más aún si tenemos encuenta que no existen recetas lógicas –ni onto-lógicas, ni epistemológicas– para construirherramientas nuevas con las que enfrentarse asituaciones novedosas (evitemos, pues, la«receta» de la inscripción literaria).

En segundo lugar, como parte de la activi-dad científica, ciertamente, está la producciónde textos: con ellos aprenden los neófitos y secomunican entre sí los expertos. Aceptamos lapropuesta de Woolgar y Latour de que un labo-ratoiro puede ser concebido como una máqui-na productora de textos pero, sin la competen-cia técnica requerida para la comprensión dedichos textos, su sentido real queda fuera denuestro alcance. Por eso, para acceder a ladimensión discursivo-textual de la actividadcientífica es necesaria la competencia lingüís-tica propia de la tribu (2.o presupuesto meto-dológico). Nada habremos avanzado si, trasconcebir a la ciencia como una actividad pro-ductora de inscripciones literarias, dichas ins-cripciones son chino para nosotros comoinvestigadores: ¿cómo interpretar entonces elsentido de la lógica práctica incorporada entales inscripciones?

Y, en tercer lugar, como consecuencia detodo ello, el laboratorio ha de ser el úlitmolugar visitado por el antropólogo (3.er presu-puesto metodológico): sus presupuestos inicia-les han de permitirle obviar la negociación desu estatus con los nativos y la opción a la quetenía que enfrentarse en un principio –extran-jero recién llegado o participante plenamenteasimilado– deberá ser diluida. La negociaciónse dará indefectiblemente, pues su posiciónsiempre estará suspendida entre la dualidaddiscursiva de su objeto, y aunque haya «apren-dido». Como científico estará sometido a losmismos impedimentos a que estaba sometidoen cuanto antropólogo, sólo que ahora dichanegociación se producirá desde dentro, con ellenguaje de los nativos, no con el de su obser-vador, restableciéndose el acto comunicativopropio de la actividad observacional.

Así pues, el antropólogo del conocimientocientífico ha de partir de una concepción segúnla cual dicho conocimiento es una actividad,cuya lógica, eminentemente práctica conllevala necesidad de un aprendizaje cuya racionali-zación, su reducción a la lógica representacio-

nal, es insuficiente. Dicha actividad, compro-metida con el objetivo de desentrañar la natu-raleza de lo real, forma parte de la realidad quees su objeto y ello la convierte constitutiva-mente en una actividad reflexiva; reflexividadsobre-añadida desde la perspectiva del obser-vador que, analizando la ciencia, trata dedesentrañar la naturaleza de dicha actividadmediante una actividad que pretende sea cien-tífica. Pero dicha reflexividad no comportauna especial conciencia por parte del observa-dor, o una mayor meticulosidad a la hora demanejar las herramientas representacionalesde las que se valga; supone que ha de resolversituaciones novedosas construyendo mediosnovedosos 44, que no puede fijar un determina-do protocolo de actuación con el que orientar-se ni partir de algún modelo preestablecido, hade «inventar» una práctica.

Nos encontramos aquí con la siguiente para-doja: la comunidad científica del laboratorioobjeto de estudio se constituye como tal comu-nidad científica mediante un proceso generati-vo. Desde nuestra perspectiva, el resultadofinal, una comunidad científica, no puedeaprehenderse como objeto si no se aprehendeel proceso de su generación; siendo dicho pro-ceso un proceso de adquisición, de aprendiza-je, desde la perspectiva empírica de una apro-ximación (práctica) a las prácticas cotidianas,la aprehensión del objeto implica la inclusiónen el mismo: sólo se podrá conocer qué es unacomunidad científica –un laboratorio–, con-creta, determinada y localizada aprendiendo suaprendizaje. En contra de la concepción obje-tivista tradicional, nos encontramos aquí yacon esa interpenetración entre sujeto y objeto,algo que no se da en el caso de Laboratoy Life.

En el intento de procurar la comprensión dela lógica no explícita que configura el sentidodel proceso de constitución del científico, lalógica inscrita en el habitus científico, el antro-pólogo abandona finalmente el mito delextranjero y se convierte en «nativo»; sinembargo, ya el mero hecho de la conciencia desu posición particular, junto con la intenciónde hacer explícito aquello que sólo de maneratácita e inconsciente contribuye a la forma-ción, y posterior actualización práctica, dedicho habitus, lo sitúa en una extranjería inte-rior; la reflexividad inherente a tal posiciónepistemológica es una reflexividad de segundoorden: la observación es en sí misma auto-

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observación debido precisamente a su carácterpráctico y concreto.

Dada esta peculiar posición del investiga-dor, se nos aparece una segunda paradoja: paraél, la adquisición del conocimiento científicoimplica que sus representaciones del mundoson «traducciones», neutras, de la realidad –asíes como las consideran los científicos–, entanto que el ejercicio del conocimiento cientí-fico implica que sus representaciones son«construcciones» de la realidad –así es comoel investigador las considera a priori–. Elantropólogo del conocimiento científico ha deaceptar y rechazar simultáneamente la Reali -dad de la que habla dicho conocimiento; comosujeto/objeto de la investigación, debe convi-vir con esa ambivalencia (y no resolverla arbi-trariamente en un determinado sentido, porejemplo, el de inscripción literaria).

La ACC por la que abogamos pretende,sobre la base de las premisas epistemológicasy metodológicas aquí vertidas, construir unproyecto de conocimiento. Y sabemos que enesa tarea, parte del objeto se pierde inevitable-mente en el intento de aprehenderlo:

La sociología es una actividad destructoradel mundo (...). En el acto de describir elobjeto comenzamos a destruirlo 45.

----[L]a pregunta que nos interesa es dónde,

cómo y sobre qué bases dejamos de plante-arnos más preguntas; en qué punto (...) deci-diremos dejar de dudar[.] 46

NOTAS

1 KUHN (1981).2 Al respecto, traducciones que se pueden consultar

son MANNHEIM (1963), MANNHEIM (1973).3 MERTON (1985), por ejemplo.4 Los cuatro principales valores de dicho ethos s e r í-

an: el C o m u n a l i s m o –la ciencia opera de manera colec-tiva y cooperativa–, el U n i v e r s a l i s m o –el conocimientocientífico es de carácter universal e independiente de lascircunstancias particulares en las que pueda ser puestoen juego–, el D e s i n t e r és –los científicos realizan sulabor de manera altruista sin buscar en ella beneficiospersonales–, y el Escepticismo Org a n i z a d o –los científi-cos, por principio, recelan de cualquier novedad y lasometen sistemáticamente a pruebas antes de aceptar suv a l i d e z – .

5 De entre ellas, destacaremos, a título de ejemplo, lasde Mulkay, MULKAY (1972), (1974), y Ziman, ZIMAN

(1972).6 DOLBY (1971): 12.

7 El PF estableció cuatro principios programáticos. Elprincipio de causalidad, que establece que las explica-ciones que han de darse a estos procesos de produccióntienen que ser de tipo causal –aunque bien entendido queno ha de concebirse la causalidad sensu stricto, al mododeterminista o probabilista propio de las ciencias natura-les, sino más bien en el sentido interpretativo y herme-néutico característico de las ciencias sociales (algo expli-ca algo y, entonces es causa de ello, si le confiere sentidoe inteligibilidad)–. El principio de imparcialidad, queestablece que las razones que aduzca el investigador nopueden obviar las razones de los sujetos investigados; nohay que prejuzgar la definición de la situación que susactores promulgan sino tenerla en cuenta como un ele-mento, y un elemento relevante, de la propia situación.El principio de simetría, en virtud del cual se postula queel mismo tipo de explicaciones que se den para los casosde conocimiento finalmente sancionado como exitoso o«bueno» han de ser aducidas para aquellos otros en losque de lo que se trate sea de intentos «fallidos», esto es,de procesos cuyo resultado, a posteriori, fue juzgadocómo erróneo o «malo». Por último, el principio de refle -xividad, según el que, dado que la pretensión del PF esuna explicación científica de los procesos de producciónde conocimiento científico, las mismas explicacionesque desde él se produzcan, deben de poder ser igualmen-te aplicadas sobre sus propios productos y afirmaciones.Vease: BARNES (1974) y BLOOR (1975), (1976).

8 En estas nuevas formas de abordar la ciencia desta-can, sin duda, las concepciones de Callon y de Latour, lateoría del Actor-Red y la teoría de la Traducción, respec-tivamente, las cuales, con matices, pueden considerarsedos maneras de configurar la misma idea, la concepciónreticular y heterogénea de la ciencia como un circuitoindefinido y constantemente cambiante de flujo de infor-mación. Véanse CALLON et al. (1996), CALLON (1995),CALLON-LATOUR (1981), LATOUR (1987).

9 Respecto a la evolución desde la primera a la segun-da generación en los estudios sociales de la ciencia véaseBLANCO-IRANZO (1999), capítulos 7, 10 y 11.

10 LATOUR (1987): 210.11 WOOLGAR (1988): Una foto muestra a Malinowsky

tomando sus notas de campo mientras es observado porlos nativos que está estudiando: los nativos observan alobservador. Pero al mismo tiempo, fijando más la aten-ción, se descubre que alguno de ellos mira a la cámaraque toma la foto, de forma que la observación-de-la-observación es, a su vez, observada por aquellos que sonobjeto de dicha observación. Es decir: quién observe yquién sea observado depende en fundamental medida dela perspectiva desde la cual se quiera afrontar esa inte-racción de la investigación entre sujeto y objeto de lamisma. (Véase más adelante la nota 37).

12 No se trata de desprecio en sentido estricto. Lo quesucede es que la motivación principal, a la cual todo lodemás queda subordinado, es la de retornar con losdatos recogidos, de forma que la recogida de datos, en símisma, se convierte más en un «gesto» que en una acti-vidad: «Lapérouse no se tropieza simplemente con loschinos ni ignora a los que se encuentran en tierra. Porel contrario, aprende de ellos tanto como puede, descri -be su cultura, política y economía (¡con sólo un día deobservación!), y envía a los naturalistas a recorrer elbosque para recoger especímenes, tomar notas apresu -

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radamente y observar las posiciones de las estrellas ylos planetas. ¿Por qué tanta prisa? si estuviesen real -mente interesados en la isla ¿no podrían quedarse mástiempo? No, porque no están tan interesados en estelugar como en llevárselo de vuelta, primero a su barco,y luego a Versalles». LATOUR (1987): 207 (subr. nuestro).

13 MORIN (1992): 30.14 Modelo interpretativo que se corresponde muy

directamente con la Teoría del Actor-Red, propugnadapor Callon. Véase, por ejemplo, CALLON et al. (1996).

15 ATLAN (1991): 25-26.16 Lo cual, como se verá más adelante, está en direc-

ta contradicción con la que Woolgar ha de denominarreflexividad constitutiva de toda investigación.

17 LATOUR-WOOLGAR (1979): 19 (subr. nuestro).18 LATOUR-WOOLGAR (1995): 26-27.19 «Mulkay... mantiene que el estudio sociológico de

la ciencia requiere un estrecho examen de su cultura téc-nica y, por consiguiente, la cooperación activa de parti-cipantes técnicamente competentes». LATOUR-WOOLGAR

(1995): 34.20 LATOUR-WOOLGAR (1995): 38.21 LATOUR-WOOLGAR (1995): 35.22 LATOUR-WOOLGAR (1995): 37 (subr. nuestro).23 Pese a lo dicho, más adelante los autores no tienen

rubor alguno a la hora de afirmar que: «...como defini-ción de trabajo, se podría decir que nos interesa la cons-trucción social de conocimiento científico, en la medidaen que ésta presta atención a los procesos mediante losque los científicos dan sentido a sus observaciones».LATOUR-WOOLGAR (1995): 41.

24 LATOUR-WOOLGAR (1995): 38.25 LATOUR-WOOLGAR (1995): 42-43.26 LATOUR (1987). En esta obra, Latour utiliza la figu-

ra literaria del escéptico representando al supuesto recep-tor del discurso científico reacio a aceptar sus afirmacio-nes, y sobre el que la red de alianzas que constituye laactividad científica ejercerá un efecto persuasivo inten-tando convencerlo de la veracidad y factualidad de susenunciados. También aquí el escéptico es un artificio tex-tual, una representación metafórica que, como decíaAtkinson (ATKINSON, 1990), contribuye a dar veracidadal texto al potenciar la identificación del lector con dichopersonaje.

27 LATOUR-WOOLGAR (1979): 87-88. Los autores nose cansan de reiterar el «alivio» que produce en el obser-vador haber encontrado ese principio explicativo quesurge del concepto de «inscripción gráfica»: «... el obser-vador sintió que el laboratorio no era tan confuso comohabía pensado al principio. Parecía que hubiera una simi-litud esencial entre las capacidades de inscripción delaparato, la pasión maníaca por marcar, codificar y archi-var y las habilidades gráficas de escritura, persuasión ydiscusión. Por tanto, el observador incluso pudo dar sen-tido a estas actividades oscuras, como la de un técnicoque muele el cerebro de unas ratas, dándose cuenta queel producto final de esa actividad podría ser un diagramasumamente valioso. Incluso el revoltijo más complicadode cifras podría terminar finalmente como parte de algu-na discusión entre los «doctores». Para el observador,pues, el laboratorio comienza a tener la apariencia de unsistema de inscripción gráfica» (1995: 63). Y no dejan derecalcar la importancia constitutiva, en la actividad dellaboratorio, de ese artefacto interpretativo que han pues-

to en escena: «Lo específico de este laboratorio son lasconfiguraciones concretas del aparato que hemos deno-minado instrumento de inscripción. La importancia fun-damental de esa disposición material es que ninguno delos fenómenos «sobre los que» hablan los participantespodría existir sin ella. (...) No se trata sólo de que losfenómenos dependen de ciertos isntrumentos materiales,sino que el escenario material del laboratorio constituyecompletamente los fenómenos. La realidad artificial, quelos participantes describen en términos de una entidadobjetiva, ha sido de hecho construida utilizando instru-mentos de inscripción. Semejante realidad, que Bache-lard... denomina la «fenomenotécnica», adquiere la apa-riencia de un fenómeno en virtud de su construcciónmediante técnicas materiales.» (1995: 77).

28 LATOUR-WOOLGAR (1995): 89-90 (subr. nuestro).29 LATOUR-WOOLGAR (1995): 91, 96 (subr. nuestro).30 Hablando de «guiños», hemos de señalar como

éstos aparecen destinados, también, a la comunidad cien-tífica objeto de estudio. Veamos cómo formalmente losautores parecen pretender desmarcarse de los «dejes»propios de la comunidad que están investigando: «Eneste punto tenemos que observar un aspecto importantede nuestra discusión hasta ahora. Hemos intentado evitartérminos que cambiaran la naturaleza de las cuestionesque tratamos. Así, al subrayuar el proceso por el que seconstruyen cualesquiera sustancias, hemos tratado deevitar describir los bioensayos que consideran que noplantean problemas las relaciones entre los signos y loque significan. A pesar del hecho de que nuestros cientí-ficos creían que las inscripciones podían ser representa-ciones o indicadores de alguna entidad con existenciaindepenciente «externa», hemos mantenido que sola-mente el uso de estas inscripciones constituyeron esasentidades. No se trata simplemente de que las diferenciasen las curvas indiquen la presencia de una sustancia; setrata de que la sustancia es idéntica a las diferencias per-cibidas entre las curvas. Para subrayar esa cuestiónhemos renunciado a usar expresiones tales como «se des-cubrió la sustancia haciendo un bioensayo» o «comoresultado de la identificación de las diferencias entre losdos picos se encontró el objeto». Emplear estas expre-siones sería transmitir la impresión confundente de quela presencia de ciertos objetos estaba dada de antemanoy que la existencia de esos objetos simplemente estabaesperando a ser revelada oportunamente por los científi-cos. En cambio, no concebimos que los científicos utili-cen diversas estrategias que descorran las cortinas sobrelas verdades dadas de antemano, aunque hasta ahoraocultas. Más bien, la ingeniosa capacidad de los científi-cos constituye los objetos (en este caso las sustancias).De modo interesante, intentar evitar terminología queimplica la preexistencia de objetos posteriormente des-cubiertos por los científicos nos ha llevado a ciertas difi-cultades de estilo. Sugerimos que eso se debe precisa-mente al uso frecuente de cierta forma de discurso en lasdescripciones del proceso científico. Por ello, hemosencontrado tremendamente difícil formular descripcio-nes de la actividad científica que no conduzcan a laimpresión confundente de que la ciencia trata del descu-brimiento (en vez de la creatividad y la construcción).No se trata sólo de que haya que cambiar el centro deantención; se trata de que hay que limpiar las formula-ciones que caracterizan las descripciones históricas de la

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práctica científica antes de poder entender esa práctica»(1995: 145-146). Pese a todo lo dicho, los autores noencuentran ningún reparo en introducir terminologíaque, explícitamente, asimilan con la terminología estric-tamente científica: «El término campo se utiliza simultá-neamente para denotar el sentido de campo científico ypara expresar la idea de «campo agonístico». En estesegundo sentido «campo» (el término francés que utilizaBourdieu es «champ») denota el efecto en un individuode los movimientos y afirmaciones de los demás, en vezde una estructura u organización. De este modo, no esdiferente al sentido de campo magnético o sus similaresen física (campos magnéticos, teorías del campo, etc.)»(1995: 238, nota 11). Y no sólo asimilan terminología,sino que llegan a importarla directamente: «Medimos elcontenido informativo de un mensaje en un conjuntodado mediante el logaritmo de la probabilidad de su ocu-rrencia. Ese modo de definir la información tiene un pre-cedente anterior en la mecánica estadística en donde lamedida de la entropía es idéntica en su forma a la deinformación (Singh...)» (1995: 267). Por lo tanto, aunqueformalmente los autores se desmarquen de las formaspropias del proceder de los científicos que estudian, sus -tantivamente están reproduciendo esa misma práctica, yasí la monografía que nos ofrecen está plagada de gráfi-cos, fotografías, análisis cuantitativos, etc.

31 «Ni Bourdieu ni Hagstrom nos ayudan a entenderpor qué los científicos tienen interés en leerse unos aotros. La utilización que hacen de modelos económicos,derivados, respectivamente, de las economías capitalistay precapitalista, no consideran la demanda. Eso se debea que no se ocupan de los contenidos de la ciencia [!!].Como ha mantenido Callon..., sólo se pueden aplicar losmodelos económicos si ello explica el contenido de laciencia. Hagstrom y Bourdieu proporcionan explicacio-nes útiles de la distribución del crédito como procesoparticipativo, pero contribuyen poco a entender la pro-ducción del valor» (1995: 231, subr. nuestro).

32 «... la comunicación entre el científico social y suobjeto es un a priori epistemológico de las cienciassociales». LAMO (1990): 121-122.

33 GARFINKEL (1989).3 4 La etnometodología, propiamente hablando y,

como su propio nombre indica, es un método de investi-gación, no un instrumento. Sin embargo utilizamos aquíel concepto instrumento con la intención de resaltar quela intermediación entre sujeto y objeto de la investiga-ción es instrumental, se realiza mediante la metodologíaseleccionada como la óptima; es en este sentido que setrata de un «instrumento de mediación» (véase un pocomás adelante en el texto).

35 «Los científicos no dicen más que lo que está ins-crito, pero sin sus comentarios ¡las inscripciones dicenconsiderablemente menos! Existe una palabra para des-cribir esta extraña situación, (...) dicha palabra es porta-voz (o presentador). El autor actúa como si fuera el pre-sentador de lo que está inscrito en el visor delinstrumento. (...) ¿Quién está hablando? ¿las cosas o laspersonas a través de la voz del representante? ¿Qué diceél (o ella, o ellos)? Sólo lo que las cosas que ellos repre-sentan dirían su pudieran hablar directamente. Pero lacuestión es que no pueden. Entonces, lo que el disidenteve es, en la práctica, muy diferente de lo que el portavozrelata». LATOUR (1987): 71-72. Los disidentes de los que

nos habla Latour son los escépticos, aquellos que necesi-tan ser convencidos de la veracidad del discurso científi-co sobre el mundo. El científico, como portavoz delmundo habla, dice hablar, en nombre de la realidad; peroel caso es que lo que hace es producir un discurso, y pro-ducirlo para comunicarlo a otros, tanto disidentes comono. Actúa como representante humano de lo inanimado,y como tal, su instrumento es el Lenguaje (un lenguajeque no sólo es el lenguaje abstracto, codificado y pre-suntamente neutro de los números).

36 BOURDIEU (1991): 29.37 Esta circularidad es tratada por Woolgar (WO O L-

G A R: «Reflexivity is the etnographer of the text», enWO O L G A R (1988): 15-34), el cual la define como un«proceso de ida-y-vuelta». El artículo arranca con lapresentación de una fotografía de Malinowski tomandonotas de campo mientras es observado por los nativos alos que está estudiando. Según el nivel de observaciónque se decida tomar, la propia observación cambia desentido: el fotógrafo observa a Malinowski, Malinowskiobserva a los nativos, que, a su vez, mientras él tomanotas, lo observan a él; uno de los nativos mira, no aMalinowski sino a la cámara, de forma que observa laobservación del observador... Surgen, pues, niveles deobservación múltiples e interconectados, que conducena plantearse sobre qué bases se establece la distinciónentre etnógrafo y nativo, entre observador y observado.Utilizando la analogía de las fotografías y los títulos,Woolgar rechaza lo que él denomina el mito de la trian-gulación. La fotografía es una imagen enmarcada; sepresenta bajo la apariencia de un simple extracto delmundo; variando el encuadre, se transformaría en otroextracto del mismo mundo. A su vez, el título tan sólosería un comentario de la fotografía en cuanto fragmen-to de mundo, ajeno tanto al uno como a la otra. Sine m b a rgo, como instrumentos textuales, fotografía,marco y título están directamente implicados en elmundo del cual se reclaman distantes y neutrales. Laselección refuerza, así, la existencia misma de una rea-lidad, al presentar como la realidad algo que tan sólo esuna de entre múltiples alternativas. El título, a su vez,refuerza la idea de objetividad, la idea de que esa reali-dad constituye un mundo objetivo del que podemosescoger ítems que someter a consideración, sin por elloalterar la naturaleza del mundo. El sentido de conjuntose obtiene, de este modo, por la mutua referencia que seincita al receptor del texto a establecer entre la fotogra-fía, el marco y el título. El significado de cada unodepende en parte del de los otros elementos que, a suvez, dependen de él para que su significación sea com-pleta; se trata de un proceso recursivo, de ida-y-vueltaconstante entre los significados parciales de cada ele-mento particular.

38 Esta relación entre lo estructurado y lo estructuran-te la explicita Bourdieu refiriéndose a la noción de Habi-tus: «Los condicionamientos asociados a una clase parti-cular de condiciones de existencia producen habitus,sistemas de disposiciones duraderas y transferibles,estructuras estructuradas predispuestas para funcionarcomo estructuras estructurantes, es decir, como princi-pios generadores y organizadores de prácticas y repre-sentaciones que pueden estar objetivamente adaptadas asu fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y eldominio expreso de las operaciones necesarias para

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alcanzarlos, objetivamente ‘reguladas’ y ‘regulares’ sinser el producto de la obediencia a reglas, y, a la vez quetodo esto, colectivamente orquestadas sin ser productode la acción organizadora de un director de orquesta».BOURDIEU (1991): 92.

39 En relación a esto, cabe señalar que el propio Gar-finkel, una vez planteados los presupuestos teóricos quedebería seguir una investigación de corte etnometodoló-gico, quiebra dichos presupuestos a la hora de delimitaroperativamente las condiciones prácticas de las investi-gaciones que lleva a cabo; así, los «contextos situaciona-les» en los cuales se desarrollan las prácticas cotidianas,operativamente, terminan por transformarse en «institu-ciones», mientras que las propias prácticas, en general, ala hora de su especificación operativa, se transforman ensimples procesos decisionales precodificados por elinvestigador.

40 GARFINKEL (1989): 277-278-282 (subrayado nues-tro).

41 LATOUR-WOOLGAR (1995): 301.42 Ellos mismos reconocen la insuficiencia de su tra-

bajo debida a la carencia de ese estudio preliminar de lahistoria que conduce hasta el laboratorio: «El observadorse encuentra con una dificultad mayor y es que, por logeneral, llega a la escena demasiado tarde, sólo puederegistrar anécdotas retrospectivas de cómo este o esecientífico tuvo tal idea...» (1995: 193).

43 «Puede que el principio básico de la actividadcientífica no se encuentre en el dominio de las mate-máticas ni de la lógica, sino, como Nietzsche... y Spi-noza... señalaron, en el trabajo de exégesis. La exége-sis y la hermenéutica son los instrumentos alrededor delos cuales se ha forjado históricamente la idea de pro-ducción científica. Afirmamos que las observacionesempíricas de la actividad del laboratorio que hemoshecho apoyan plenamente ese audaz punto de vista;por ejemplo, no hay que tomar a la ligera la noción deinscripción (Derrida...)» (1995: 288, nota 24). Si bienpodemos estar de acuerdo en que sí que L a b o r a t o ryL i f e apoya esta hipótesis, ciertamente no estamos deacuerdo en que sus autores sean consecuentes con ellani que la apliquen hasta sus últimas –o primeras– con-s e c u e n c i a s .

44 La necesidad de un replanteamiento radical estátambién expresada por Woolgar y Latour en LaboratoryLife, pero se apunta para rechazar inmediatamenteemprenderla como tarea: «... esta objeción [la objeciónde que no han dicho por qué se resuelve una controver-sia o se estabiliza un enunciado] sólo tiene sentido en lamedida en que se presupone que preexiste orden dealgún tipo antes de que la ciencia lo «revele», o queresulta, de algún modo, de alguna otra cosa que no sea eldesorden. Ese supuesto filosófico básico se ha cuestio-nado recientemente y... pretendemos mostrar cómo seaclara la actividad del laboratorio si se modifica esesupuesto. Hacerlo completamente supondría ir másallá del dominio de las argumentaciones usuales ensociología de la ciencia y ciertamente más allá delalcance de esta monografía. Por ello restringiremosnuestra discusión a otra descripción analógica del labo-ratorio.» (1995: 227, subr. nuestro).

45 LAMO (1980): 177-178.46 WOOLGAR: «Reflexivity is the Ethnographer of the

Text», en WOOLGAR, ed. (1988): 17.

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