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NUEVA ORLEANS: UN LEGADO ÚNICO Y la brass band siguió tocando

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NUEVA ORLEANS:UN LEGADO ÚNICO Y labrass band

siguiótocando

Centro prolífico de irradiación musical, NuevaOrleans ha sabido recomponerse de varios azotesde la naturaleza, y, dicen, ha aprendido a sacarlela lengua a la tragedia. El siglo veinte le debe aesta histórica ciudad, ubicada a orillas del Misisipi,en el sur de Estados Unidos, algunos de los cambiosfundamentales en la música popular global, conlos gérmenes y desarrollos del blues y del jazz.Hoy sigue en pie reivindicando una rica tradiciónparida en los mestizajes de músicas, formas deser y estar en el mundo.

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Por Alexander Laluz

Aun así, otra vez, las brass band funeral fueron a tocaren 2005 a los funerales de sus vecinos, los cercanos y loslejanos, para catalizar el efecto de la muerte al amparo deuna historia urbana única, monumental, urdida con sonidos(los mismos de otrora: los del blues, los del jazz, los delas bandas de vientos; los mismos de ahora: el rock, elrap), igual que en 1915, cuando otro huracán azotó lascostas del Misisipi, luego con la inundación de 1927, laembestida del huracán Betsy en 1965, las nuevas (y trágicas)inundaciones de 1995. Alguien anotó entonces con buentino: en Nueva Orleans le volvieron a sacar la lengua a latragedia.

Fats Domino, un año después del Katrina, ya tenía sucasa en pie, pero redujo considerablemente sus actuacionesen vivo por razones de salud. Sin embargo, se sacó lasganas con Alive and kickin, el disco que grabó a impulsos dela fundación Tipitina, de Nueva Orleans, y cuyas gananciaspor ventas se destinaron a los trabajos de reconstrucciónde la ciudad. En 2007, llegó otro disco que completa unacadena simbólica con Alive and kickin, el Goin’ home: Atribute to Fats Domino, para el que se reunieron Neil Young,Robert Plant, Paul McCartney, Tom Petty, Elton John, BB King,Herbie Hancock, entre otros, con el plan de revisitar loséxitos del hombre gordo del piano; las ganancias de estetributo fueron donadas para sostener los programas deformación musical en las escuelas públicas neorleanas. YFats, como las brass band, siguió tocando.

Goin’ home

Nueva Orleans es sonido de cornetas, trompetas ytrombones, también de pianos a la Domino, guitarraseléctricas, rapeos. Y lo es con sus músicos famosos o losque tocan en la calle o en los locales nocturnos, o en lashistóricas bandas de soplo. Ciudad, río y música en unaasociación tal que, además de indisolubles, se han vueltoevidencia y hasta esencia. La potencia de esa asociación,ciertamente, está por encima de cualquier ensayo explicativo.

Lo que hay efectivamente es una constatación

En el verano boreal de 2005, cuando el huracánKatrina arrasaba Nueva Orleans, Antoine DominiqueDomino, entonces de setenta y siete años, y su

esposa, Rosemary, se quedaron en la casa que tenían enel distrito de Lower 9th Ward. Pese a que los pronósticoseran terribles, y a que los llamados a evacuar eran urgentes–especialmente en ese distrito–, la pareja no tenía muchasopciones: Rosemary estaba enferma y esa casa era todo loque la pareja tenía.

En medio de la locura, la desesperación, nadie supo deellos por varios días, y Al Embry, representante y amigopersonal de Domino, dio la alarma en los medios: Fats, elhombre gordo, leyenda del rhythm and blues, creador depiezas como ‘Blue Monday’ y ‘The fat man’, que lucía lasonrisa contagiosa bajo aquella gorra marinera, habíadesaparecido mientras el azote de agua y viento más duroahogaba la ciudad. Embry y otro familiar habían habladopor última vez con el músico el domingo anterior a la tragedia.Después, no tuvieron ninguna noticia de él.

Días más tarde, una foto publicada en el diario NuevaOrleans Times-Picayune dio una pista. En ella se veía a unhombre corpulento, mayor, que bajaba de un bote cubiertopor una manta. Karen Domino White, hija de Fats, loreconoció: era su padre, que –se supo después de variashoras– había sido rescatado junto a su esposa y ambostrasladados en helicóptero a un refugio en Baton Rougejunto a otros tantos sobrevivientes. De la casa, los muebles,las fotos, su famosa National Medal of Art, los discos, losinstrumentos, sus discos de oro (de los veintiuno que cosechóen su carrera, le quedaron sólo tres) habían desaparecidobajo el agua. Otros vecinos, colegas músicos, amigos, losclásicos locales dedicados al jazz, al blues, corrieron conigual suerte. El agua y el viento se llevaron todo.

Cinco años después, el dramaturgo Rob Florence,también de Nueva Orleans, le decía a una periodista deEl País de España: ‘‘El arte ha sido terapéutico. La vetaartística de la ciudad ha resurgido con un sentimiento defuria y venganza’’.

El agua por fin se retiró de las calles, las casas, losbares, los teatros, los locales nocturnos, pero los surcosque dejó el Katrina perviven en una memoria hecha derelatos fragmentados, que también se apilan, como capasdesordenadas, intensas, en los sonidos de la supervivenciacotidiana, que no hace gala de las intrincadas elucubracionessobre los límites estilísticos entre blues, jazz, rock, cajún,rap, soul o funk. Lo que importa –resuena en elinconsciente– es vengar el despojamiento, darle un lenguajea la furia que provoca, y que provocó en 2005 en NuevaOrleans, la negligencia de los manejos políticos de unaadministración nacional que estaba más enfocada encombatir el ‘terror’ fuera de fronteras que en paliar eldolor interior.

Imágenes de Treme, el documental de HBO sobre Nueva Orleans después de Katrina.

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Louis Armstrong.

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primera, simple: tal nudo se estableció en la conjunciónde las dinámicas sonoras de los propios géneros, estilos ylas formas de recepción y circulación de los productossonoros. Y ahí, en esa tensión de fuerzas, se construye otraevidencia: que la música puede movilizar, con inigualablesimpleza y poder a la vez, las memorias colectivas y tejerasí las relaciones entre sonido, espacio y tiempo.

Es difícil explicar con palabras, de manera clara y sencilla,qué pasó concretamente en Nueva Orleans para que dieraa luz toda esa música que, por suerte, está disponible paralos oídos que quieran escuchar. Eso sí, seguro es que unade las claves para entender la potente conexión entre lamúsica y la ciudad es la mezcla de razas, estilos, lenguajesy tradiciones que se procesaron en ese punto del mapadurante más de dos siglos.

Allí está desde 1718: latitud: 29º 57’ 15" Norte, longitud:90º 04’ 30" Oeste, con el bello y amenazante Golfo de Méxicocomo límite Este, flanqueada por el río Misisipi y el lagoPontchartrain. Primero, como el asentamiento estratégicode los colonos franceses. Luego creciendo al influjo de otrascorrientes migratorias que llegaron de Europa, de la propiaNorteamérica, de las Antillas, de África en los contingentesde esclavos negros.

Los procesos de hibridación –tal como lo planteabaNéstor García Canclini, en uno de sus textos más importantes:Culturas híbridas– son aquí el núcleo vital de un complejonudo de prácticas musicales (lo mismo podría aplicarse alamplio espectro de la gastronomía local, otro de losprincipales atractivos de la ciudad): una nutrida trama dediscontinuidades, expresiones vigentes, formas de mezclae interacción, que se fueron gestando mucho antes de queel jazz o el rock adoptaran la etiqueta ‘fusión’. En fin, unimperativo natural (o naturalizado, mejor) de la escucha,de la creación, antes que un programa estético cons-cientemente proclamado y defendido.

At the beginning, Buddy Bolden

Los lugares comunes sintetizan, por lo general, una verdad(o relativa verdad) pese a la hipercodificación de sus

La Preservation Hall Jazz Band tocando en el escenario del mítico club delmismo nombre.

Robert Plant y Fats Domino.

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referencias. Por tanto, recurrir a la manida frase: es hartocomplejo definir y caracterizar con precisión el origen deljazz, o de cualquier otro género, no es del todo descabelladoni una fuga por la tangente del enunciante ocasional. Sinvueltas: es así. Hay quienes señalan que cuando se realizóla primera grabación categorizable como ‘jazz’, hacia 1917,el género ya estaba gestando su protohistoria desde hacíapor lo menos dos décadas, en una suerte de caldo de cultivodonde tenían cabida distintos lenguajes de la llamada músicaculta europea, la de las bandas militares, los spirituals,las canciones tradicionales de trabajo (o work songs) de lasplantaciones, minas, cárceles, el ragtime, el blues rural.

Tal ebullición de músicas tuvo en Nueva Orleans unescenario privilegiado, con sus legendarias bandas deinstrumentos de viento, a la histórica usanza de las bandasmilitares, donde predominaban los llamados metales:trompetas, trombones, cornetas... Estas agrupaciones, queincluían en sus filas a muchos afrodescendientes, a músicosque ‘‘no sabían leer una partitura’’, solían participar de lasfiestas populares, los casamientos, los desfiles, y, también,de los funerales. La amalgama de lenguajes llegaba a ellas(o desde ellas) de forma fluida, con la misma dinámica queotros fenómenos de transmisión oral: en la integración aljuego de variaciones sobre una melodía dada (quizásaprendida ‘de oído’, como se dice en la jerga musical informal)de las formas sonoras que poblaban el paisaje musical dela época, catalizados, sin dudas, por las experiencias ehistorias personales de cada músico.

Ya en ese tiempo un nombre comenzó a descollar en elambiente de Nueva Orleans: el señor Charles Bolden (1877-1931), conocido popularmente como Buddy, nacido en eldistrito negro de la ciudad. Este virtuoso ‘cornetista’, cuyavida personal estuvo plagada de problemas con el alcohol,la esquizofrenia, la violencia, de día se ganaba la vida comopeluquero y barbero, y por las noches lucía sus artes con lamúsica en eventos tan dispares como fiestas familiares yentierros. Según algunos documentos, Buddy formó suprimera banda en 1895, pero del trabajo de esa agrupación,considerada como pionera del jazz, no ha quedado testimoniosonoro alguno. A él le siguieron otros nombres de este sonidoemergente, como Freddie Keppard, King Oliver, que porvarios años más quedó circunscripto casi exclusivamente aesta costa del Misisipi.

Ya en el siglo veinte –el 30 de enero de 1917– la historiadio un paso enorme, un mojón que además generóconfusiones: una orquesta de músicos blancos, conocidacomo The Original Dixieland Jazz Band, realizó la primeragrabación de dos piezas de jazz para el sello Columbia, conlas cuales pasó casi nada. Es que para el gusto dominanteen la época esa música resultó demasiado ‘rara’,‘arriesgada’. Pero el quinteto neorleandés, liderado por elcornetista James La Rocca, no se dio por vencido. Fue asíque meses después logró grabar un par de composicionesen los Studios Victor de Nueva York, una de los cuales seconvertiría en notable éxito: ‘Livery jass blues’ (sic). Elmovimiento emergente de Nueva Orleans ganaba así otranotoriedad, y no faltó quien le atribuyera entonces a losblancos la paternidad del jazz, ya que los músicosafrodescendientes recién varios años después pudieron

El piano de Fats Domino después de Katrina.

acceder a los estudios de grabación y a publicar sus primerosregistros, pese a que ellos efectivamente le aportaron elprincipal material genético al nuevo género.

Entre los nombres que fueron ganando notoriedad enese efervescente comienzo de siglo figuran los de MamieSmith (aunque su estilo estaba más volcado al blues), laNew Orleans Rhythm Kings, la King Oliver’s Creole Band quetenía en sus filas a quien a la postre sería una bisagrafundamental para el jazz: Louis Armstrong (1901-1971), luegoconocido como Satchmo o Pops. Ésta también fue una épocade gran movilización de la comunidad negra en pro delreconocimiento y defensa de sus derechos civiles, lo que llevóa que muchos músicos, igual que otros militantes, setrasladaran a otras ciudades estadounidenses. Uno de ellosfue Armstrong, que en Nueva York se unió a la formación quedirigía Fletcher Henderson, a la que aportó un nuevo sonidocargado de emotividad, densidad expresiva, vuelo melódicoen las improvisaciones. La figura de cornetista y trompetistade Nueva Orleans, ya en los años veinte, junto a sus Hot Fivey Hot Seven, sentó las primeras bases formales para el yadifundido jazz, y uno de sus subgéneros: el swing.

La ciudad que continuaba a merced de los vientoshuracanados y el agua devastadora, mientras tanto, seguíacomo un activo volcán de músicos que salían a sus calles,sus locales nocturnos, sus servicios fúnebres, suscasamientos.

Do you know what it means to missNew Orleans?

A poco más de cinco años del paso del Katrina por NuevaOrleans, la vida de esta prolífica urbe mantiene su pasiónpor un arte porfiado ante la adversidad, generoso con lariqueza de su historia. Buddy Bolden, Satchmo, el gran FatsDomino, Louis Prima, Mardi Gras Indians, Mahalia Jackson,Professor Longhair, John Boutté, Guitar Slim, Eddie Bo, IrmaThomas, Rebirth Brass Band, Allen Toussaint, son algunosde los testigos de esa realidad que hizo y hace la vidacotidiana de Nueva Orleans.

Todos ellos sufrieron al Katrina, vieron sucumbir bajolas aguas sus casas, sus lugares habituales de trabajo, sus

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familiares, amigos, allegados. Se quejaron, sufrieron, yquedaron como los sobrevivientes que hoy ya no abrevande las lamentaciones, y suman sus historias de vida a lasotras tantas narradas por músicos, cocineros, artistasambulantes anónimos del paisaje citadino. Nueva Orleans,pese a las negligencias del sistema político, volvió a estarde pie.

Quizás por eso mismo, por esa realidad que encierrainevitablemente sus contradicciones, por hacer gala de unvalor único en la historia de la música contemporánea, losrealizadores David Simon y Eric Overmyer (creadores de lapremiada serie de televisión The wire) se reunieron otravez, en 2008, para encarar un nuevo proyecto: Treme, quetambién es el nombre de uno de los barrios populares deNueva Orleans. La idea de estos creativos de la pantallachica era colectar los testimonios de quienes vivierondirectamente el paso violento del huracán y mostrar,justamente, la riqueza cultural de la región –a través de susmúsicos populares y chefs–, a la vez que las tensionesétnicas y políticas que la atraviesan. De este proyecto resultóotra valiosa serie documental de televisión que comenzó aemitirse el año pasado en la señal de abonados HBO, y yatiene asegurada su segunda temporada.

En los capítulos de Treme han quedado los registrosúnicos, personales, de tradiciones como el llamado DesfileZulú, las canciones del Mardi Gras, las dinámicas krews ocomparsas, las bandas de vientos; todo un complejo que enparte se integra cada año al festivo paisaje del célebre Carnavalde Nueva Orleans, que es un punto en el calendario queconcentra un gran interés turístico y artístico; los músicosque desde el anonimato (o el desconocimiento de los mediosmasivos) se ganan la vida con los dólares de los turistas,del desprevenido extranjero que llegó a buscar exotismo.

Otra de las figuras de la serie es el popular ProfessorLonghair (o Fess), uno de los pianistas más influyentes de

la ciudad, ícono de la Crescent City y dueño de un estilooriginal en el que se amalgaman el rhythm and blues, eljazz tradicional, giros y gestos de las músicas afrocaribeñas.También están los músicos de la familia Neville, como elcantante Aaron y el pianista Art, que continúan este linajeartístico típico de la zona. Las canciones ‘I wish someonewould care’, interpretada en vivo, sin mucho edulcorantetécnico, y ‘Agent doble-o soul’, de Edwin Starr, se suman ala banda sonora que hace de factor de cohesión a la tramade cada capítulo.

En el último episodio de la primera temporada, Simonse da el gusto de reunir en una edición especial a los talentosde varias generaciones paridas en las calles neorleanas.Sin aliento: Irma Thomas, Allen Toussaint, Lloyd Price, ArtNeville, Dave Bartholomew, Clarence Frogman Henry, DonaldHarrison Jr., John Boutté, Big Sam, The Soul Rebels, JohnMooney, Steve Earle, Lois DeJean, la Treme Brass Band.

Los locales de referencia para la noche musical son otrosde los componentes sustanciales de este valioso trabajodocumental, con los que se termina de pintar ese mundode inacabable mestizaje musical. El Tipitina’s, el PreservationHall, templo jazzístico que el Katrina redujo a la nada perohoy ha vuelto a abrir sus puertas, el Vaughan’s, el D.B.A, ellegendario House of Blues, el Howlin’ Wolf, el Bullet’s.

Dicho está: Nueva Orleans fue protagonista de algunosde los cambios más importantes en la música popularcontemporánea, desde el blues al jazz, desde el rhythmand blues al rock and roll, del soul a las nuevas vertientesdel rap. Todo está ahí: asfalto, agua, fiesta, tragedia, músicaen una simbiosis única, en un laboratorio creativo que haresistido a los vientos huracanados y las corrientes líquidasdescontroladas. D

Alexander Laluz. Licenciado en Musicología. Docente y periodista cultural.

Una de las tantas Brass Band Funeral de Nueva Orleans.

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