El Informador 186 - Correción Domingos

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El Departamento de la Pastoral de las Comunicaciones de la Arquidiócesis de Medellín, ofrece disculpas por el

inconveniente presentado con la sección La Noticia del Domingo de la edición

Nº 186 de la revista El Informador, para el 15 de Julio al 15 de septiembre de 2011

presentamos las lecturas correspondientes del Tiempo Ordinario.

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ARQUIDIÓCESIS DE MEDELLÍN

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DOMINGO XXI TIEMPO ORDINARIO

Isaías 22, 19 – 23Llegando ya al final de los oráculos contra las naciones extranjeras (caps. 13 – 26) aparece un oráculo contra Jeru-salén (c. 22), dentro del cual el Señor reprende a Sobná, mayordomo del palacio (vv. 15 – 18), al mismo tiempo que anuncia su destitución y el llamado de un siervo fiel, llamado Eliacín (vv. 19 – 25). Tengamos presente que en tiempos de Ezequías (concretamente el año 701 a.C.) Senaquerib, rey de Asiria, invadió y asedió Jerusalén llegan-do casi a conquistarla (2 Re 18 – 19), pero logró salvarse milagrosamente. Sin embargo, los habitantes de Judá, al enterarse de la retirada de las tropas asirias, no dieron gracias a Dios ni reconocieron su pecado, sino que subie-ron alegres a las azoteas para contemplar la marcha del ejército enemigo (22, 1 – 3). Isaías no puede soportarlo y pronuncia duras palabras contra la ciudad santa. Es en este contexto donde aparece el despido de Sobná, quien, siendo responsable del palacio, parece no haber obrado rectamente; de lo contrario, la actitud de Israel habría sido distinta. Centremos nuestra atención en la expresión “la llave de la casa de David” (v. 22), ya que es similar a lo que dice Jesús a Pedro en el Evangelio: en esta frase se afirma simbólicamente la autoridad sobre todo lo que había en el palacio real y la colocación sobre el hombro parece referirse a la ceremonia de investidura. Así pues, la misión de Eliacim como nuevo mayordomo ha de entenderse como el más alto cargo que existía después del monarca; este personaje, al “tener las llaves del palacio”, tendrá la potestad (y la obligación!) de permitir que el reino fuese para el pueblo lo que verdaderamente debía ser: un referente para encontrar a Dios y hacer su volun-tad, aún cuando los enemigos estuviesen asediando el país.

Salmo 138 (137)Nos encontramos ante un canto de acción de gracias ante la corte celestial (v. 1) y la motivación no es otra, sino la salvación de Dios en un momento de peligro extremo. Observemos en forma breve sus tres secciones:En la primera (vv. 1 – 3) se hace énfasis en la causa de la gratitud: Dios, gracias a su amor fiel nunca permanece indiferente ante la invocación del justo. La súplica que se le dirige no se estrella contra un cielo mudo y sordo, sino que responde, como dice literalmente el v. 3, «estimulando la fuerza del ser». Vale la pena resaltar la importancia que se da aquí al término “alianza”, significado en la ya muy comentada pareja hésed + ’emet (v. 2): Dios se siente tan vinculado al ser humano, que para Él resulta casi instintivo querer siempre el bien para su “aliado”.

La segunda parte (vv. 4 – 6) nos cuenta cómo, con su acción de gracias, el orante se convierte en un misionero del don obtenido delante de todos los reyes de la tierra, quienes, en una especie de “reacción planetaria”, se unen en la alabanza al Salvador: Él, siendo excelso y glorioso, no se olvida de mirar al humilde, al mismo tiempo que rechaza al soberbio, tema en el que fundamentará la Virgen María sus palabras (Lc 1, 50 – 53)1.En el tercer movimiento del salmo (vv. 7 – 8) el orante retoma su alabanza personal y, con la mirada puesta en el futuro, implora la ayuda divina, con la firme certeza de que el Señor nunca abandonará la obra de sus manos: Él no ha creado al hombre para abandonarlo al borde de un camino lleno de peligros, sino que lo acompaña con amor paterno y premuroso.

Romanos 11, 33 – 36 Durante los dos últimos Domingos hemos comentado la segunda gran sección de la carta (caps. 9 – 11) en la que el tema fundamental es la salvación de Israel. Observábamos la semana pasada cómo el Apóstol llegaba a una contundente conclusión: incluso aquellos miembros del pueblo elegido que aferrados a la Ley han rechazado a Jesús, se van a salvar y esto por pura gracia (vv. 25 – 32). No fue nada fácil para los creyentes en Cristo aceptar semejante afirmación: de hecho, ya el Apóstol había adverti-do a los gentiles convertidos sobre el peligro de enorgullecerse y considerarse superiores a los judíos (vv. 16 – 24) por el hecho de haber sido justificados por la fe. Es así como llegamos a la doxología conclusiva de este segundo gran bloque literario, y el mensaje es claro: ante las misteriosas decisiones divinas, ante sus inescrutables desig-nios, no es posible sino guardar silencio y contemplar admirados aquello que es incomprensible según los criterios humanos. Nadie puede objetar ni reclamar cosa alguna: hay que dejar a Dios ser Dios y no pretender manipularlo: sólo Él merece la gloria eterna, ya que, si aún siendo pecadores Cristo murió por nosotros (5,8), ¿no ofrecerá la salvación al pueblo de la alianza, al depositario de las promesas?

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Mateo 16, 13 – 20La hostilidad de las autoridades judías hacia Jesús, mencionada en comentarios precedentes, aparece nuevamente al inicio del c. 16 y se acentuará especialmente durante la última semana del Salvador en Jerusalén.

Llama la atención, pues, observar que ya desde la sección que hoy proclamamos el Maestro va prepa-rando progresivamente su camino hacia la Cruz y va dejando a sus discípulos el “testamento espiritual” indicándoles qué han de hacer para prolongar su presencia en la historia.El Maestro plantea un interrogante fundamental: quién es Él para la gente y quién es Él para aquellos que lo han seguido durante algunos años. Casi todo el mundo pensaba que Jesús era un profeta (v. 14), pero Simón va más allá y lo reconoce como el Mesías, Hijo de Dios vivo, como el salvador esperado, concepción a la que llega gracias a una revelación divina (v. 17): el Padre le había concedido la gracia de ver a su Hijo como quien realmente era; faltaba, sin embargo, mirar si el Apóstol estaba dispuesto a configurar su vida con Él, si estaba dispuesto a aceptar su propuesta, y tal será el tema a tratar en la próxima domínica y también el Domingo XXV.Llama la atención la absoluta confianza que deposita Jesús en Simón y de ello darán cuenta los vv. 18 y 19:+ En primer lugar, su nombre es complementado con la alusión a la firmeza de la roca, firmeza que le vendrá, tal como en el caso de su confesión, por gracia divina: él, como veremos el próximo Domingo, era profundamente débil, pero precisamente aquí se evidencia que el valor y la fuerza le serán dados.+ La Iglesia, fundada sobre esta roca, será capaz de tapar las puertas del reino de los muertos y de las sombras2 y en eso consistirá precisamente su misión: mostrar que Dios reina derrotando las fuerzas del mal; es aquí donde se inscribe la frase alusiva a las llaves de dicho Reino en cuanto posibilidad de abrir sus puertas a los hombres y mostrar así que Dios gobierna amando3.+ Finalmente, la mención al “atar – desatar” revela aquella costumbre de los rabinos consistente en “pro-hibir – permitir”: Pedro se transforma así en el responsable de enseñar qué está de acuerdo con el Reino y que se aleja de este proyecto de Jesús, tanto a nivel doctrinal como disciplinario4.Estando próximo el viaje de Jesús a Jerusalén para vivir su Pascua, quiere saber si los discípulos tienen conciencia de entender a quién están siguiendo y, a pesar de que en los capítulos siguientes tendrá que purificar su terquedad, asegura en la persona de Pedro a todos ellos su profunda confianza: efectiva-mente Él será capaz de fundar su Iglesia sobre roca firme, de modo que cumpla la misión de hacer actual y vivo el Reino de los Cielos en la medida en que rechaza las fuerzas del Hades y permite que los hombres, descubriendo la soberanía de Dios (llaves), aprendan cómo responder con fidelidad en cada momento de la vida (atar – desatar).

1.Se trata de un tema ya anunciado por Isaías: «Porque así dice el Alto y Excelso, Morador eterno, cuyo Nombre es Santo: Yo habito en la altura sagrada, pero estoy con los de espíritu humilde y quebrantado, para reanimar a los humildes, para reanimar el corazón quebrantado» (57,15).2.Que según la concepción hebrea viene del “mundo subterráneo”. La Iglesia, prolongando la misión del Salvador, se presenta así como aquella que impide que el mal llegue a este mundo.3.Nótese la gran contraposición entre aquello que se promete a Pedro y lo que habitualmente hacen los fariseos, quienes han cerrado a los hombres el Reino de Dios (23,13).4.Sobre este tema volveremos el Domingo XXIII en el Evangelio.

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DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO

Jeremías 20, 7 – 9El ministerio de Jeremías duró más de cuarenta años y podemos dividirlo en cuatro etapas: en tiempos de Josías y su reforma (627 – 609 a.C.), durante el reinado de Joaquín (609 – 598), bajo el gobierno de Sedecías (598 – 586) y finalmente, su desaparición de la historia luego de la caída de Jerusalén (586). La alegría y esperanza que caracteriza-ron el reinado de Josías se vieron truncadas con su muerte en la batalla de Meguidó. Su hijo Joaquín llegó a convertir el templo de Jerusalén en “cueva de ladrones” (7, 1 – 15) y oprimió al pueblo con injusticias (22, 13 – 19). Inesperadamente Babilonia adquiere poder y el profeta anuncia que se acerca una terrible invasión por los pecados de Judá (19,1. 10 -11), de modo que es necesario vivir una sincera conversión y es por esto que encomienda a su secretario Baruc leer ante el pueblo, las autoridades y el mismo rey las últimas palabras que ha recibido del Señor; pero el soberano, a medida que las escucha, va rompiendo el escrito y lo arroja al fuego (c. 36), ordenando además arrestar a Jeremías y a su secretario.Este cambio de circunstancias tan profundo con respecto a aquella primera época y las numerosas persecuciones por parte del rey influyeron en el profeta, por lo que es muy probable que a estos años pertenezcan las llamadas “confesio-nes”, que nos ayudan a comprender lo que pasaba en su corazón, su profundo descontento5 ; la pregunta de fondo es ¿de quién es la culpa de su fracaso?6 Notemos que tres de ellas se centran en la vocación (15, 10 – 21; 20, 7 – 9; 20, 14 – 18) y dentro de este grupo se encuentra la lectura de hoy, en la que la comparación empleada por el profeta es durísima; observémoslo en palabras de José Luis Sicre7, cuyas ideas han servido de telón de fondo a este comentario: (Jeremías) «se compara a una muchacha inocente e ingenua. Dios, en vez de respetar su ingenuidad, se ha aprovecha-do de ella, “seduciéndola”, “forzándola”, “violándola”8. Igual que la muchacha violada, Jeremías sólo encuentra luego las sonrisas y las burlas de los demás (7b), lleva el peso de la deshonra (8b)».El profeta ha sido elegido por Dios para “arrancar, arrasar, destruir, demoler, edificar y plantar” (1,10); su misión, en pocas palabras, consiste en reconstruir la vida de la nación en un momento crítico de la historia y el medio para lograrlo no es otro sino denunciar la corrupción y el pecado, especialmente de los gobernantes. Pero esto no le ha traído sino burlas, persecuciones y decepciones. Jeremías se siente derrotado, fracasado, decepcionado y quisiera olvidarse de Dios, pero no puede: Él, que aparentemente calla, es en su interior un fuego devorador, imposible de contener.Jeremías continuó su misión en tiempos de Sedecías, quien asumió la misma actitud de desprecio que Joaquín. Fueron vanos sus intentos de aconsejar una rendición total ante los babilonios, y entonces ocurrió la catástrofe del 586. Años más tarde el profeta viajará a Egipto con algunos miembros de la comunidad que huyen, y allí desaparece definitivamen-te de la historia. No fue nada fácil todo lo que debió afrontar, y él mismo sintió momentos de profundas crisis y desáni-mos; pero el mensaje central de este texto es que fue capaz de renunciar a sus propios intereses, renunció a sí mismo (véase el Evangelio de hoy) y, dejándose seducir por Dios, perseveró en su misión de anunciar su Palabra en medio de la prueba y el dolor.

Salmo 63 (62)Proclamamos una solemne oración pronunciada en el templo de Jerusalén y que celebra el absoluto abandono en Dios, fuente de auxilio y seguridad. Vamos a analizarla desde dos necesidades fundamentales del ser humano expresadas en el salmo: la sed y el hambre:+ El canto a la sed de Dios (vv. 2-4): el orante asocia su búsqueda de Dios con la sed, dando a entender que se trata de una gran necesidad y que sólo es posible saciarla en un lugar concreto: el templo de Jerusalén (v. 3), espacio adecuado para contemplar en parte la trascendencia divina9 y que desemboca en la bellísima expresión del v. 4: «tu gracia vale más que la vida». + El canto del hambre de Dios (vv. 5-9): el salmista desea alabar a Dios toda su vida y en gesto de oración pública alza las manos, signo de la conjunción entre la esfera divina y humana. Resaltemos que el anticipo de esta plena comunión se descubre en el culto y precisamente en un banquete (donde sacia su hambre de Dios), llamado “de comunión” (v. 6).

5.La mayor parte trata de las dificultades externas que encuentra en el ejercicio de su tarea (11, 18 – 23; 17, 14 – 18; 18, 18 – 23; 20, 10 – 13). 6.Al principio piensa que la culpa de su fracaso es sólo de los hombres (11, 18 – 23), luego la achaca a los hombres y a Dios (15, 10 – 21), más tarde sólo a Dios (20, 7 – 9); por último, en un momento de plena desesperación, maldice la vida como única culpable.7.Cf. su obra “Profetismo en Israel: el Profeta, los Profetas, el Mensaje”. Estella, Verbo Divino, 2005. Para el contexto histórico de Jeremías, véanse las pp. 308 – 319; para la interpretación de las confesiones, las pp. 130 – 135.8.Efectivamente, el verbo “hzq” en este texto hace referencia a un forzar en sentido físico, afirma Luis Alonso Schökel en su Diccionario Bíblico Hebreo – Español.9.Téngase presente que los sustantivos “fuerza” y “gloria” constituyen una forma de hablar de Dios sin mencionar su nombre.

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El v. 7 describe la llegada de la noche, tiempo en el cual el orante recuerda y medita10 : el deseo de Dios no tiene horario para este fiel israelita; es como si tuviese “una pía obsesión”. La causa de esta alabanza ininterrumpida la encontramos en el v. 8: Dios ha sido su auxilio, tanto así que se compara su protección con las alas, que aluden al seno materno11 , pero que al mismo tiempo pueden hacer referencia a las alas de los querubines del templo, signo de la presencia divina.Ya al final de la lectura litúrgica, en el v. 9, el orante manifiesta haber encontrado lo que buscaba: su sed y su hambre han sido saciadas en Dios, cuya diestra no lo dejará resbalar ante las insidias de los enemigos, de quienes se hablará en los versículos siguientes (vv. 10 – 12).

Romanos 12, 1 – 2 Comenzamos hoy la última sección de esta carta, a la que dedicaremos tres domínicas. Luego de haber argumentado que la justificación se logra gracias a la fe en Cristo y no a las obras de la ley (caps. 1 – 8) y luego de anunciar que todo Israel logrará la salvación por gracia divina (caps. 9 – 11), Pablo da inicio a una serie de exhortaciones en las que quiere dar a entender que lo afirmado hasta aquí no puede quedarse en simples palabras, sino que ha de reflejarse en un estilo de vida propio de creyentes.Los versículos que hoy proclamamos revisten gran importancia, ya que enuncian la idea principal de toda la sección (idea que en la retórica griega se llama “propositio) y que será desarrollada en los capítulos sucesivos: ¿qué es lo que caracteriza en la vida diaria a quienes han sido agraciados y justificados? Ellos no están llamados a cumplir los sacrifi-cios de víctimas animales que exigía la ley, sino que deben aprender a hacer de su propia vida una ofrenda agradable a Dios. Se entiende así por qué Pablo insiste en la necesidad de no separar la fe de la vida cotidiana, tema que será ampliado en el Evangelio de hoy: los creyentes no pueden acomodarse a los criterios de este mundo (v. 2), sino que están llama-dos a un buen discernimiento de aquello que Dios quiere en cada momento de la existencia. De esta forma, y tal como veremos el próximo Domingo, todo lo que el Señor ha mandado en la “segunda tabla de la Ley” (aquella referida a la relación con los demás) se resume en amar al prójimo como a uno mismo; esto mismo será expresado años más tarde por Juan cuando afirma: «quien dice que permanece en Él debe andar continuamente como Él anduvo» (1 Jn 2,6).

Mateo 16, 21 – 27Hay dos textos de Mateo que hemos comentado en Domingos anteriores, durante este ciclo, y que permiten comprender mejor el Evangelio de hoy: en la novena domínica (Mt 7) Jesús enseñaba que no basta una simple confesión de fe (“Señor, Señor”: v. 21), ni siquiera el hecho de realizar sus mismas acciones (v. 22): lo importante, en el fondo, es cono-cerlo verdaderamente (v. 23). Por su parte, la parábola del sembrador, proclamada el decimo quinto Domingo, finalizaba con una invitación al “hacer” (v. 23) en cuanto que la semilla recibida da fruto abundante. Con estas previas indicaciones, es posible entender cuál es la gran dificultad que plantea esta perícopa: Pedro acababa de confesar a Jesús como Mesías, Hijo de Dios vivo (v. 16), pero, una vez el Maestro anunciaba la entrega de su vida, el Apóstol trata de persuadirlo, en primer lugar porque no alcanzaba a comprender la idea de un Mesías sufriente, pero, además de este detalle, por el simple hecho de que él, como seguidor suyo, no quería sufrir.Así pues, llama la atención que Pedro, de Roca, pase a ser “escándalo” 12: lo interesante es notar que la solidez le llega porque el Padre se lo ha revelado, no la carne ni la sangre (v. 17), mientras que, cuando ha puesto su fundamento en los criterios humanos («piensas como los hombres, no como Dios»: v. 23), se convierte en causa de tropiezo.Efectivamente, Pedro “entendía” que Jesús era el Mesías, pero no quería comprometerse con Él; dicho en palabras de los capítulos 7 y 13, el Apóstol no conocía al Salvador, y no quería dar fruto: se había convertido en tierra estéril. Es por eso que en el v. 24 Jesús establecerá tres condiciones para quien quiera ser su discípulo, elementos que es necesario recordar, a propósito de la Misión Continental: + En primer lugar, el discípulo, para realizar lo que esta palabra significa (“aprender”)13 , ha de renunciar a sus propios intereses vitales, ha de expropiarse de sí mismo, convenciéndose de que no se sigue al Maestro para buscar beneficios personales.+ Jesús afirma, además, que su seguidor ha de cargar la propia cruz, signo, no de un sufrimiento sin sentido, sino de la entrega generosa y alegre por los demás.+ Finalmente, y para que quede claro al discípulo, éste ha de saber que no sigue sus propios parámetros, sino un camino que ya ha recorrido y enseñado el Salvador, que no es otro, sino el de la donación total de la vida.

10.Podría pensarse en la oración antes del descanso nocturno en la propia casa, pero el contexto del salmo sugiere ubicarla en el mismo templo!11. Cf. Sal 17,8; 91,4; Is 30,2; Rut 2,12; Lc 13,34; Mt 23,27.12.La frase del v. 23 dice literalmente: «Quítate de delante de mí, Satanás: escándalo eres para mí».13.En efecto, la palabra “mathētēs” (discípulo), proviene del verbo “manthánō” (aprender).

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Es muy fácil, pues, decir simplemente “Señor, Señor”; a veces hasta nos volvemos tierra estéril, donde la semilla es esparcida de balde. Pero para un cristiano comprometido esto no es suficiente: es más, esto es absurdo! Hemos de asumir, pues, una actitud de verdaderos discípulos, aprendiendo a recorrer el camino que el mismo Hijo de Dios eligió libremente: sólo entonces podremos decir que lo conocemos verdaderamente, sólo entonces, en la medida en que como grano de trigo muramos a nosotros mismos, podremos dar fruto en abundancia, fruto que en nada nos beneficia a noso-tros mismos, pero que sí alimenta a los demás. DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO

Ezequiel 33, 7 – 9Comencemos haciendo una introducción histórica y literaria que nos permita comprender mejor el pasaje que hoy procla-mamos: Ezequiel, sacerdote del templo de Jerusalén (1, 3), hizo parte de la primera deportación de judíos a Babilonia en el año 597 a.C. y así, de sacerdote pasó a ser profeta en medio del exilio. Allí el Señor le pedía anunciar a sus compa-ñeros desterrados algo inaudito: tanto la ciudad santa, como el templo, dentro de poco serían destruidos. Esta noticia lo golpeó en tal forma que quedó mudo; sin embargo, cumplió el encargo divino por medio de acciones simbólicas14 , aunque también hablaba esporádicamente (5, 7 – 17, 24, 20ss), contando siempre con la oposición e incredulidad de su auditorio. Estos anuncios los encontramos entre los capítulos 4 al 32 sumados a unos oráculos en contra de los pueblos adversarios de Israel. Pero, una vez cumplida la Palabra divina en el año 586 (c. 33) y acusar a los pastores como responsables (c. 34), la misión del profeta continúa y Dios lo llama de nuevo para anunciar perdón, salvación, esperanza y la reconstrucción del templo! (capítulos 36 en adelante).En medio de los anuncios de castigo y aquellos de salvación aparece, pues, el capítulo 33, del que tomamos hoy la lectu-ra: para los contemporáneos del profeta era muy difícil interpretar la gran tragedia, y se aferraban a un refrán muy repeti-do por entonces: «los padres comieron uvas agrias y a los hijos les dio dentera» (18,2). Se trata de una justificación del pecado en el pasado, que evidencia igualmente la presunta inocencia en el presente: “¿hay derecho que paguen los justos por pecadores?” Para Ezequiel es claro que todos, padres e hijos, comieron agraces, que todos se volvieron esco-ria (22, 18 – 22): el destierro y la destrucción de la ciudad santa no tienen otra causa, sino el pecado de sus habitantes, comenzando por los gobernantes. Sin embargo, el profeta, en forma asombrosa, anuncia algo completamente novedo-so: de ahora en adelante Dios juzgará a cada uno según su conducta, de modo que se supera así la mentalidad colectiva para dar paso a la responsabilidad individual, uno de los grandes progresos en la historia teológica de Israel.Antes del anuncio de la gran tragedia (33, 21 – 29) y precediendo el gozo de la futura restauración el profeta llama al pueblo infiel a tomar conciencia de que cada uno es responsable de su salvación, sin descuidar, obviamente, que han de velar también por la salvación del hermano, asumiendo el puesto de “atalaya” que Dios había encomendado a Ezequiel. Tal es el tema del Evangelio de hoy.

Salmo 94Proclamamos hoy un himno afín a los salmos 15; 24; 26, en los que se recuerda que, antes de acercarse al culto, es necesario confirmar la propia opción por el Señor, no sea que se escuche de nuevo su rechazo (v. 11).Los vv. 1 – 2 constituyen el invitatorio a la alabanza y a la profesión de fe que se va a formular en las siguientes líneas. En efecto, los vv. 3 – 5 cantan la magnífica acción creadora de Yhwh, el único Dios, que mantiene en equilibrio todo cuanto existe.Pasamos así a los vv. 6 – 7, moldeados según la sección precedente, con un invitatorio (v. 6) y el contenido de la alaban-za (v. 7), no ya de carácter cósmico, sino histórico-salvífico: descubrir la presencia de Dios en la existencia, su cercanía y liberación, constituyen la certeza de su compañía incondicional para el presente y para el futuro. A los himnos iniciales sigue un oráculo profético-cultual pronunciado quizás por el sacerdote durante la liturgia del templo15 (vv. 8 – 11): se trata de un llamado a no tener el corazón “endurecido” (v. 8) y “extraviado” (v. 10) como la gene-ración del desierto, que desconfió del Señor “disputando” (M�rîbah) con Él y “tentándolo” (Massāh), según nos narra Ex 17, 1-7. Así pues, en el “HOY” de la liturgia (v. 7), tal como el pueblo de Israel estamos llamados a rechazar el mal, de modo que podamos adherirnos plenamente a Aquel que, no sólo nos ha creado (vv. 3 – 5), sino que hace historia con nosotros, guiándonos y protegiéndonos con cuidados de pastor (vv. 6 – 7).

14.Cf. por ejemplo los caps. 4 y 5 o la sección 24, 15 – 27, donde el profeta no hace duelo ante la muerte de su esposa.15.Escribe GIANFRANCO RAVASI en su libro “Una Comunidad lee los Salmos” (San Pablo: 2011), pp. 365 – 366: «Precisamente por este examen de concien-cia, requisito para entrar en el templo, el Salmo 95 se ha convertido en el judaísmo en una de las oraciones de “ingreso” para el sábado (viernes en la tarde) y en el “invitatorio”, esto es la oración-exhortación inicial de la liturgia cristiana de las Horas, convirtiéndose así en el “más cotidiano de los salmos”».

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Romanos 13, 8 – 10 Recordemos que nos encontramos en la sección exhortativa de la carta, en la que Pablo invita a la comunidad a hacer vida la fe que profesan, es decir, obrar como verdaderos agraciados y justificados. Si una semana atrás el fundamento del obrar cristiano se presentaba como un “hacerse ofrenda espiritual” y “no acomodarse a los criterios del mundo” (12, 1 – 2), ahora, luego de enunciar los deberes para con el Estado (13, 1 – 7), el Apóstol ratifica aquella “propositio” del inicio de sección presentando el amor oblativo (verbo “agapáō”) no sólo como el fundamento de todo comportamiento ético, sino como el cumplimiento de las exigencias de Dios: dicho amor es, en el fondo, la plenitud de la ley mosaica, tal como lo había anunciado Jesús en Mt 5,17. Ahora bien: mientras aquella ley distinguía y separaba la humanidad entre justos (quienes la observaban) y pecadores (dignos de condenación por no adherirse a ella), el “agápē” propuesto por Jesús como norma de vida permite que la voluntad divina manifestada en los preceptos legales no sea objeto de división o discriminación, sino de unión y fraternidad, tal como se había ordenado a los antepasados de Israel: «Amarás a tu próji-mo como a ti mismo» (Lv 19,18).

Mateo 18, 15 – 20Damos inicio hoy al cuarto gran discurso de Jesús, breve en contenido, pero profundo en enseñanzas: se trata del “Discurso de la Comunidad”. El Maestro partirá dentro de poco hacia Jerusalén (19,1) y, como hemos ya afirmado, quiere enseñar a sus discípulos qué es lo que deben hacer para ser testigos suyos. La primera parte de esta sección insiste en la actitud que se debe asumir frente a los demás: el abajamiento (vv. 1 – 4) y el buen ejemplo (vv. 5 – 11), mientras que en la segunda el Maestro enseña cómo obrar con aquellos que se extravían pecando (vv. 12 – 20) o que nos ofenden (vv. 21 – 35).El Evangelio de hoy habla de un miembro de la comunidad que peca, sin que se determine en qué consiste su error16 ; ante dicha actitud, todos sus hermanos, sin excepción, están llamados a buscar su salvación, todos son responsables de su regreso a Dios, y Jesús propone varias directrices:En primer lugar, la corrección fraterna, siguiendo el espíritu de Lv 19,17 y por supuesto, el mensaje de Ezequiel en la primera lectura.

Si dicho intento falla, se buscará ayuda en otras personas que puedan hacerle tomar conciencia de su situación pecami-nosa. Lo que se pretende aquí es hacer una exhortación que impida su condenación.Pero si aún así se fracasa, se llega entonces a la última instancia, que es la asamblea de los hermanos, quienes tienen el deber urgente de ayudarlo a enderezar su camino.Cuando de todos estos intentos no se consigue nada, el implicado deberá ser expulsado de la comunidad, de modo que el poder de “atar y desatar” conferido a Pedro (16,19), se hace extensivo a los creyentes.Sin embargo, notemos un detalle sumamente interesante: ¡no todo termina con la excomunión del obstinado! Por el contrario: los miembros de la comunidad son invitados A ORAR (vv. 19 – 20), y dentro del contexto apenas mencionado, se infiere que la petición principal de dicha oración no es otra sino la conversión del pecador. Así, cuando todos los recur-sos humanos se han agotado, cuando se ha hecho todo lo posible por guiar al infractor y cuando ha sido necesario sepa-rarlo del grupo para que no multiplique el mal, todo, entonces, se deja en manos del único que puede actuar: Dios. Y la confianza en la ayuda divina es absoluta, ya que, como el mismo Jesús afirmó categóricamente pocas líneas atrás, «Dios no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños» (v. 14), de modo que sale siempre presuroso a buscar la oveja perdida (vv. 12 – 14): “Dios lo hará regresar” es la esperanza que mueve a los hermanos del que ha caído.Ahora bien: tal como veremos el próximo Domingo, independiente de que el pecador haya regresado o no a la comuni-dad, sus hermanos, aparte de la corrección fraterna y la oración que ya le han brindado, han de regalarle algo precioso: el perdón, que Jesús calificará como “perfectísimo”.Quienes han experimentado un encuentro con Cristo vivo, han de llegar a vivir su fe en pequeñas comunidades, en donde cada uno se hace responsable de la salvación del otro, como decía Ezequiel en la primera lectura y, para tal fin, han de agotar todos, todos los recursos posibles, llegando incluso a abandonarse en la Divina Providencia. Sea este nuestro propósito ahora que comenzamos la Semana por la Paz en Colombia.

16.Tal como afirma la Biblia de Jerusalén, la precisión “contra ti”, aunque presente en muchos manuscritos, se debe rechazar; así lo hace la traducción del Leccionario.

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DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO

Eclesiástico 27,30 – 28,7Hemos afirmado ya en comentarios precedentes que Ben Sirá escribió este libro durante la época en la cual los griegos pretendían imponer su cultura en Palestina (siglo II a.C.), de manera que el objetivo de su obra no es otra sino servir de utilidad “para todos los que buscan instrucción” (33,18), demostrando que la manera de vivir judía era superior a las costumbres helenistas y que la verdadera sabiduría (aquella que viene de Dios) había que buscarla en Jerusalén y no en Atenas.Esta sabiduría es capaz de trascender elevadas especulaciones y pone su fundamento en la Ley y en la Alianza, elementos que determinan la motivación esencial al perdón, según el texto que hoy proclamamos. En efecto, todo piado-so israelita ha de aprender a pensar y obrar, no según sus propios criterios e impulsos, sino según la voluntad divina manifestada en sus preceptos (v. 7) y concretamente, para el caso de una ofensa recibida, se ha de recordar Lv 19, 17 – 18 o también Ex 23, 4 – 5. Pero la invitación al perdón no es mecánica, sino que tiene su razón de ser, como hemos dicho, en la Alianza (v. 7), entendida desde una doble perspectiva: 1) Fidelidad al compromiso establecido con el Señor y 2) Aprender a imitarlo a Él, Quien, aún siendo ofendido repetidas veces por nosotros, siempre permanece fiel. De ahí que, para pedir perdón a Dios, debe haberse ya ofrecido al hermano (v. 4), tal como veremos en el comentario al Evangelio.Así pues, el perdón y el amor al ofensor representan la posibilidad para Israel de mostrar la verdadera sabiduría de Dios, aquella fundada en su fidelidad eterna y que se hace patente, como guía, en los mandamientos.

Salmo 103 (102)Nos acercamos hoy a lo que muchos consideran una de las perlas del salterio, cuya originalidad radica en que el tema penitencial, a diferencia del uso habitual, no está enmarcado en el esquema de una lamentación, sino en un himno de bendición. El quid de esta actitud ascendente tiene su origen en el obrar descendente de Dios: Él merece toda alabanza porque no cesa de bendecir a sus hijos: con el perdón y la salud (vv. 2 – 3), con la vida (v. 4), con el acto de saciar y rejuvenecer (v. 5), con la liberación (v. 6), con su misericordia (v. 11) y amor (v. 13), con la salvación (v. 7) y la estabilidad cósmica (v. 19). En pocas palabras: ante Dios, que nunca se cansa de bendecir al hombre, no es posible sino asumir la misma actitud.En la primera bendición (vv. 1 – 2) se introduce el motivo de “no olvidar”: recordemos que la estructura histórica de la fe hebrea es ante todo memorial de las acciones salvíficas de Dios a lo largo de la historia, como se expresará en el v. 7 17. A continuación se explica por qué debe ser Dios bendecido: Entre los vv. 3 y 5 el hebreo nos presenta cinco participios que describen cinco acciones divinas continuas, que nunca cesan: Él es “el que siempre perdona”, “el que siempre sana”, “el que siempre redime”, el que siempre corona”, “el que siempre sacia”. El objeto del perdón es el �awôn, que significa “curvarse”, “torcerse”, “no estar con plena armonía con la voluntad divina”. Aún más: el Señor salva de la fosa, del abatimiento y de la muerte.Los adjetivos divinos no cesan: el v. 8 nos presentará una terna que hemos comentado ya muchas veces 18 (hnm, hesed y rehem) y que será ampliada en los vv. 11 y 12 colocando el perdón y la misericordia divinas desde el ámbito vertical (cielo – tierra) y horizontal (oriente – occidente).Así pues, esta plegaria postexílica se presenta ante todo como bendición: Dios ha sido benigno con el orante y con la comunidad a lo largo de la historia y su actitud de benevolencia se hace patente sobre todo por medio del perdón; ¿qué puede ser mejor como acción de gracias sino una sincera bendición?

Romanos 14, 7 – 9Finalizamos hoy la lectura de la Carta a los Romanos que hemos hecho a lo largo de varias domínicas. La segunda parte de esta sección exhortativa inicia en 14,1 y termina en 15,13, y trata un problema al que ya hicimos alusión a propósito de los corintios 19: la relación entre la conciencia escrupulosa y la bien formada, o entre débiles y fuertes, teniendo como referente la carne sacrificada a los dioses (14, 2 – 3) y la observancia de algunos días dedicados probablemente al ayuno (14, 5 – 6). Pablo invita a que dichas actitudes no sean causa de división al interno de la comunidad, sino que todos sean capaces de aceptarse mutuamente: es que una vez se ha detectado que estas cuestiones no están relacionadas con los puntos esenciales de la fe cristiana, queda clara la obligación de la caridad mutua.He ahí, pues, el contexto en el que hemos de interpretar los vv. 7 – 9: en el fondo, los creyentes, que han sido liberados de la esclavitud del pecado y de la muerte (8,2) ya no se pertenecen, pues existen sólo para Dios 20; en otras palabras: Cristo, que ha muerto y resucitado (v. 9) es su amo y Señor. De esta idea se desprenden dos consecuencias para la vida de la comunidad:

17.En los vv. 6 – 7 se hace referencia a lo que debe ser recordado: la liberación del éxodo, uno de los artículos fundamentales del credo de Israel (Dt 26, 5 – 9; Josué 24,1 – 13; Salmo 136). Ningún acontecimiento personal puede quedar por fuera de la más alta experiencia colectiva vivida por Israel: el éxodo, el signo más grande de la misericordia divina, es la clave de lectura de los dones que cada fiel recibe en su vida privada.18.Véase el comentario a la lectura del Éxodo en la Solemnidad de la Santísima Trinidad.19.Véase el comentario a la segunda lectura el día de Corpus Christi.20.El carácter global de la existencia humana queda claro en la figura literaria empleada, a saber, el “merismo”, que por medio de dos términos contrarios y extremos (vida y muerte en los vv. 7 – 8 ) da a entender una totalidad.

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1) Lo que interesa, a fin de cuentas, es servir a Cristo, y Pablo da a entender que las dos costumbres mencionadas en los vv. 1 – 6, sean observadas o no, en nada impiden dicha reverencia.2) Si Cristo es verdaderamente Señor de los creyentes, corresponde sólo a Él juzgar; ellos, por su parte, han de gastar todos sus esfuerzos en procurar la unidad, siguiendo el ejemplo de Aquel que no vivió para sí, sino para el Padre y para sus hermanos.

Mateo 18, 21 – 35El Evangelio de hoy profundiza el v. 15, comentado una semana atrás y propone el camino del perdón y la reconciliación como medios para que la comunidad de discípulos prolongue la obra de Jesús. “¿Hay un límite máximo para el perdón?” es lo que pregunta Pedro a Jesús, refiriéndose a la obligación o no de un perdón perfecto, evidenciado en el número 7. La respuesta es contundente y asombrosa: no basta un perdón perfecto; es necesario llegar a un perdón perfectísimo! (70 veces 7). Tengamos presente que el pensamiento israelita fue asumiendo en forma progresiva el hecho de cómo reaccionar ante las ofensas sufridas: Lamec, descendiente de Caín, pensaba que su venganza valía “por setenta y siete” (Gn 4, 23 – 24, texto que ofrece una similitud numérica con Mateo), tanto así que por una herida o un golpe, respondía asesinando!; sin embargo, para evitar el exceso en la venganza, la ley propuso el famoso precepto del talión (“ojo por ojo, diente por diente”: Ex 21, 24 – 25), actitud que comenzó a ser cuestionada siglos después por el Siervo sufriente de Yhwh, quien, en vez de responder “herida por herida”, permitió que sus heridas sirviesen para curación-salvación para sus agresores (Is 53, 5. 7). Pero es Jesús el que anula la validez del talión, proponiendo entonces un perdón que no conoce límites y que viene a ser reflejo del perdón divino. Para ilustrar dicha realidad, el Maestro cuenta una parábola cuya finalidad es doble: 1) Resaltar la gran desproporción entre la actitud de Dios frente al pecador y la actitud de los seres humanos hacia aquellos que los ofenden. 2) Invitar, por así decirlo, a la mencionada “desproporción en el amor”.En efecto, la deuda que debía el siervo a su señor (10 mil talentos) era absolutamente exorbitante. Tratemos de explicar por qué: en la época de Jesús un solo talento equivalía a seis mil denarios, es decir, seis mil días de trabajo; luego, para obtener 10 mil talentos era necesario trabajar durante 60 millones de días! Teniendo en cuenta estos números, el criado aquel debía trabajar nada más y nada menos que 164.384 años! En pocas palabras: nunca, nunca podría haber pagado a su amo, quien, sintiendo (verbo “splagxnízomai”) su dolor y su angustia, fue capaz de absolver la deuda. La despropor-ción de la que hablábamos queda manifiesta en la actitud del siervo indolente, pues no fue capaz de perdonar la módica suma de 100 denarios, es decir, lo equivalente a 100 días de trabajo. Así, la condonación de lo inmenso es lo que convierte en escándalo la negación de lo mínimo.Pasemos ahora al segundo propósito de la parábola. El reproche del amo compasivo es claro: «¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?» (v. 33) 21. Es interesante que dicho señor no se contente simplemente con perdonar a su criado, sino que él mismo se proponga como modelo de acción. Ahora bien: el perdón es tan importante, que de las siete peticiones que conforman el Padre Nuestro según Mateo, es la única que se explica a continuación (6, 14 – 15). Notemos además, en la oración ejemplar, que en la mencionada petición se pide perdón a Dios pero una vez se ha hecho lo mismo con los demás; la frase dice literalmente: «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos ya perdonado (en el pasado) a nuestros deudores»22.Vemos, pues, cómo la invitación de Jesús es aprender a asumir el perdón “perfectísimo” como camino para construir la comunidad. Ciertamente esta tarea no es nada fácil; por lo tanto, dejémonos iluminar por esta bellísima frase del Catecis-mo de la Iglesia Católica (n. 2843): «No está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión».

DOMINGO XXV TIEMPO ORDINARIO

Isaías 55, 6 – 9 Ya el Domingo XVIII del ciclo actual comentábamos los primeros versículos de este capítulo, y el Domingo XV hacíamos una breve mención al texto de hoy. Recordemos que nos encontramos justo en el final del “libro de la Consolación”: el Deutero Isaías ha anunciado hasta aquí la liberación y el pronto regreso a la tierra prometida; pero la buena nueva que llena de

21.Aquí, en vez del mencionado “splagxnízomai”, Mateo emplea el verbo “eleéō”, quizás porque es más frecuente para hablar del amor divino, aunque el primero, tomado del mundo profano, en concreto de la medicina, lo complementa.22.La traducción del “hemos perdonado” no es del todo correcta, ya que correspondería al tiempo perfecto griego; lo que ocurre es que el verbo “afíēmi” está conjugado en aoristo, que viene siendo nuestro pretérito, en el que la primera persona plural (“nosotros perdonamos” dado como un hecho del pasado así como “yo perdoné, tu perdonaste, etc”) es idéntica a la primera persona plural del presente (“nosotros perdonamos”), hecho que se presta para confusiones en la traducción. En todo caso, la intención del Evangelista, aquello que pretende enseñar, es que no podemos pedir perdón a Dios si antes no lo hemos ya practica-do con los hermanos.

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esperanza al pueblo elegido ha de estar acompañada de un sincero arrepentimiento. Notemos que mientras los vv. 6 – 7 insisten en la cercanía y misericordia de Dios, los vv. 8 – 9 hacen énfasis en su absoluta trascendencia, dando a enten-der que sus criterios son muy diversos de los nuestros; sin embargo, dicha trascendencia no puede desligarse de su infinito amor. En efecto, si Dios obrara con base en la mentalidad humana, debería haber rechazado a estos hijos infieles y escogerse un nuevo pueblo, debería dejarse llevar por su cólera y actuar como el “enemigo devastador”; pero precisa-mente porque es Dios y no hombre, es que se le revuelven las entrañas, (aquellas a las que hace referencia el salmo de hoy) y decide perdonar: ciertamente sus caminos no son como los nuestros.Así pues, en vísperas del regreso a su tierra, el pueblo elegido ha de comprender que la futura restauración material ha de pasar por el regreso al Señor, aprendiendo a renunciar a sus propios paradigmas para adoptar en la vida la misma mentalidad divina, que sólo conoce de amor.

Salmo 144 (remitimos a los comentarios hechos en Domingos precedentes)

Filipenses 1, 20c – 24. 27a Filipos, ciudad romana identificada culturalmente con el Imperio, no dudaba en mostrar la mayor lealtad al emperador –incluso a nivel de culto– y a las costumbres religiosas. Además, sus habitantes gozaban del privilegio de ser ciudada-nos romanos. Durante su segundo viaje misionero Pablo fundó allí la primera comunidad cristiana de Europa (Hch 16, 6 – 40) y les escribe posteriormente desde la prisión (1,7.13.14.17)), sin que sea posible determinar con exactitud el lugar de la misma. Comentemos ahora el primero de cuatro pasajes de la carta que nos acompañarán durante estos Domin-gos.Pablo no se cansa de anunciar el Evangelio, ni siquiera a la guardia que lo custodiaba en la cárcel (1,13) y se ha entera-do de que falsos predicadores, quizás judaizantes, están confundiendo a sus hermanos (1, 15 – 16). Pero ahora está enfrentando un peligro mayor: puede ser condenado a muerte (v. 20), aunque tiene la firme esperanza de verse liberado (v. 19. 25). Este es el contexto que nos permite comprender mejor el texto de hoy: el Apóstol está experimentando un dilema existencial: quisiera partir ya de este mundo y encontrar-se con Cristo, máxime porque la posibilidad está latente ante una eventual condena; pero por el bien de sus hermanos, preferiría continuar en el servicio del Evangelio, y, como hemos afirmado unas líneas atrás, es esto precisamente lo que anhela.

Ahora bien: lo único que Pablo les pide es, literalmente, «que seáis ciudadanos 23 dignos del Evangelio de Cristo» (v. 27). Si los filipenses se sentían orgullosos de ser ciudadanos romanos, su carta de identidad es nueva y diversa y deben hacer honor a esa otra patria a la que pertenecen.Cuánto nos enseña Pablo! Su vida, en efecto era Cristo y sólo desde allí se comprende cómo, aún sometido a duras cadenas, no se cansaba de predicarlo y de aceptar vida o muerte sin rehuir sufrimientos y esfuerzos. Es más: él estaba convencido que la prisión lo asemejaba más al Salvador, quien también sufrió la tortura y la muerte (Gal 6,17).

Mateo 20, 1 – 16Jesús ha bajado de Galilea a Judea (19,1). El movimiento geográfico es interesante, ya que efectivamente desciende hasta la región más profunda del planeta tierra, cerca a la desembocadura del Jordán; hasta dicho lugar ha conducido a sus discípulos y les ha enseñado, hemos repetido varias veces, cómo deben obrar para continuar su misión a través de la historia. Para ser concretos, ya el mismo suelo que pisaban debería decirles algo: puede ser que para aquella época ellos no supieran las características que hemos mencionado acerca del lugar, pero sí conocían de sobra que muy cerca de allí el Jordán se sumergía en la muerte, en el Mar que lleva aquel adjetivo. Así pues, los seguidores de Jesús, antes de entrar en Jerusalén (21,1), han de aprender a mirar la vida como la sola posibilidad de aceptar la paradoja de ser los últimos, de morir para que otros vivan. Sorprende, entonces, que Pedro, quien había ya rechazado sufrir como Jesús (16, 22 – 23), aparezca en el episodio inmediatamente anterior al Evangelio de hoy esperando recompensas por seguir al Maestro (19, 27 – 30); todo parece indicar que, aún estando en aquel lugar bajísimo, pretendía alcanzar alturas gran-diosas. Jesús es enfático en su respuesta y le propone mirar un futuro en el que el juicio divino se caracteriza por ser la paradoja mencionada: los últimos serán primeros y los primeros últimos (v. 30): con Dios no se negocia ni la salvación… ni nada!De esta forma, la parábola hoy proclamada ha de ser analizada teniendo en cuenta qué es lo que precede, además del tercer anuncio de la Pasión, que está a continuación (20, 17 – 19). Es lo que trataremos de hacer en forma breve:Los detalles en ella mencionados son tan claros, que redundaríamos al comentarlos; es por eso que hoy quisiéramos detenernos, simplemente en la actitud del amo, que representa para Pedro la mejor respuesta a su pregunta,

23.Pablo emplea el verbo “politeúomai”, que aparece como sustantivo en 3,20: «tenemos nuestra ciudadanía (“políteuma”) en los cielos».

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de la misma forma que en el capítulo 18 una parábola aclaró su inquietud sobre el perdón.Dios reina en forma sumamente misteriosa: esto es lo que nos quiere enseñar la parábola, ya que toda está referida a dicha realidad, según el v. 1; y el misterio radica, asumamos ya la interpretación del mensaje, en que reina amando a todos por igual, a los que fueron llamados temprano y a los que fueron llamados tarde. En otras palabras: frente a Dios no hay mérito que valga, o mejor aún: a Dios no lo podemos manipular con buenas acciones. No podemos aspirar ser buenos para que Dios nos quiera más!; de lo contrario llegaríamos a proponerle un negocio absurdo: “si me porto bien, tu estás obligado a premiarme”, se infiere de dicha actitud. Y las consecuencias de semejante manera de ver las cosas no se dejan esperar, sobre todo cuando, aún siendo “buenos” hemos de confrontarnos con situaciones límite que no dependen de Él, como el fracaso, la desilusión … la muerte (!), de modo que podemos llegar a reclamar al Creador: “¿Por qué me tratas así, si lo único que busco es agradarte?” Y nos enojamos con Él y hasta dejamos de creer en Él! Lo que realmente ocurre es que fallamos en nuestro intento de hacer que Él haga lo que nosotros queremos que haga; y en el fondo, a Dios no se le puede manipular a costa de buenas obras. ¿No sería eso lo que pretendía Pedro con Jesús?: “Lo hemos dejado todo y te hemos seguido; luego, tú estás en obligación de recompensarnos!” Repitamos: estando en un lugar que remitía al abajamiento (ratificado en el tercer anuncio de la Pasión), el Apóstol quería escalar y escalar.Hemos de aceptar, finalmente, que Dios reina llamando a todos los hombres a su viña. Entonces, ¿por qué y para qué amamos a Dios? Descartando el “negocio” del que acabamos de hablar, no habrá respuesta más bella que la de Juan: simplemente, “porque Él nos amó primero” (1 Jn 4,19). Concluyamos, entonces, con las bellísimas palabras finales del poema: “Muéveme en fin tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infier-no te temiera. NO ME TIENES QUE DAR PORQUE TE QUIERA, pues aunque cuanto espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera”.