misionero adultos 01/09/2012

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N o hay nada que me haga caer más rá pido de rodillas que darme cuenta de la fe que tienen mis estudiantes”, dice Cathy Julius, docente de la Escuela Adventista Riverside, en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Julius cree que cada crisis representa una oportunidad de llevar a sus estudiantes a Cristo. En la Escuela Adventista Riverside, orar es tan natural como respirar. La oración está presente en todas las actividades de los docentes y de los estu- diantes y les asegura que Dios se interesa en cada aspecto de su vida. Si surge un conflicto o una cri- sis envuelve a la familia de un estudiante, la res- puesta se encuentra en la oración. El teléfono celular robado –Maestra –dijo Dile con la voz temblorosa–, mi celular ha desaparecido. Lo dejé con mi ropa cuando me cambié para la clase de educación física. Pero ahora no está más allí. –Vamos a orar –le contestó la señora Julius con una comprensiva mirada– para que puedan hallar tu teléfono. Entonces, informó de la situa- ción a los demás estudiantes. SUDÁFRICA | 1º de Septiembre Cathy Julius y Dile Durante todo el día, la señora Julius recordó a sus estudiantes que oraran por el teléfono perdi- do. Pero, cuando el día de clases llegó a su fin, el celular aún no había aparecido. Los estudiantes salieron de la escuela y se concentraron en el patio de juegos. La señora Julius se preparó para comunicar al padre de Dile lo que había sucedi- do. Entonces, la señora Julius escuchó un ruido y vio que la puerta se abría. Allí, en el umbral, estaban dos muchachos con sus rostros llenos de incertidumbre. Las lágrimas corrían por las meji- llas de uno de ellos. –Maestra —dijo el muchacho poniendo un ce- lular sobre el escritorio y dando unos pasos hacia atrás—, aquí está el celular de Dile. Mi familia está pasando por momentos muy difíciles. Cuando vi que Dile colocaba su teléfono con su ropa, pensé que podía venderlo y darles el dinero a mis pa- dres. Pero, cuando usted nos pidió que oráramos para encontrar el teléfono, el Espíritu Santo ha- bló a mi corazón, y me convenció de que me ha- bía equivocado. Me siento tan mal... La señora Julius lanzó un suspiro de alivio. –Lamento mucho que hayas tomado el celular –dijo–. Pero me alegro de que hayas escuchado la voz del Espíritu Santo. Acto seguido, la maestra oró con los muchachos y los acompañó a la oficina del director. Enton- ces, salió apresuradamente para hablar con Dile. —Dios les habló a los muchachos que ro- baron tu celular —le dijo–. Ellos lo escucharon y lo devolvieron. El director tiene que llamar a sus padres. ¿Quieres hacer una acusación formal? –No, maestra —le contestó Dile–, Me alegro de haber recuperado mi teléfono. Y los perdono por lo que hicieron. 20 E l poder de la oración E l poder de la oración MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN SUDAFRICANA Y DEL OCÉANO ÍNDICO Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA ©

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“N o hay nada que me haga caer más rápido de rodillas que darme cuenta de la

fe que tienen mis estudiantes”, dice Cathy Julius,docente de la Escuela Adventista Riverside, enCiudad del Cabo (Sudáfrica). Julius cree que cadacrisis representa una oportunidad de llevar a susestudiantes a Cristo.

En la Escuela Adventista Riverside, orar es tannatural como respirar. La oración está presente entodas las actividades de los docentes y de los estu-diantes y les asegura que Dios se interesa en cadaaspecto de su vida. Si surge un conflicto o una cri-sis envuelve a la familia de un estudiante, la res-puesta se encuentra en la oración.

El teléfono celular robado–Maestra –dijo Dile con la voz temblorosa–, mi

celular ha desaparecido. Lo dejé con mi ropa cuandome cambié para la clase de educación física. Peroahora no está más allí.

–Vamos a orar –le contestó la señora Julius con una comprensiva mirada– para que puedanhallar tu teléfono. Entonces, informó de la situa-ción a los demás estudiantes.

SUDÁFRICA | 1º de Sept iembre

Cathy Jul ius y Dile

Durante todo el día, la señora Julius recordó asus estudiantes que oraran por el teléfono perdi-do. Pero, cuando el día de clases llegó a su fin, elcelular aún no había aparecido. Los estudiantessalieron de la escuela y se concentraron en elpatio de juegos. La señora Julius se preparó paracomunicar al padre de Dile lo que había sucedi-do.

Entonces, la señora Julius escuchó un ruido yvio que la puerta se abría. Allí, en el umbral,estaban dos muchachos con sus rostros llenos deincertidumbre. Las lágrimas corrían por las meji-llas de uno de ellos.

–Maestra —dijo el muchacho poniendo un ce-lular sobre el escritorio y dando unos pasos haciaatrás—, aquí está el celular de Dile. Mi familia estápasando por momentos muy difíciles. Cuando vique Dile colocaba su teléfono con su ropa, penséque podía venderlo y darles el dinero a mis pa-dres. Pero, cuando usted nos pidió que oráramospara encontrar el teléfono, el Espíritu Santo ha-bló a mi corazón, y me convenció de que me ha-bía equivocado. Me siento tan mal...

La señora Julius lanzó un suspiro de alivio.–Lamento mucho que hayas tomado el celular

–dijo–. Pero me alegro de que hayas escuchado la voz del Espíritu Santo.

Acto seguido, la maestra oró con los muchachos y los acompañó a la oficina del director. Enton-ces, salió apresuradamente para hablar con Dile.

—Dios les habló a los muchachos que ro-baron tu celular —le dijo–. Ellos lo escucharon y lo devolvieron. El director tiene que llamar a sus padres. ¿Quieres hacer una acusación formal?

–No, maestra —le contestó Dile–, Me alegro de haber recuperado mi teléfono. Y los perdono por lo que hicieron.

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El poder de la oraciónEl poder de la oración

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Los anteojos perdidosVerónica caminó lentamente hacia su salón de cla-

ses, mientras las lágrimas le corrían por el rostro. Su mejor amiga caminaba junto a ella mientras sus de-más compañeros se adelantaban para no llegar tarde a clases.

Durante el recreo, ella y sus compañeras habían estado jugando al netball, un deporte parecido al baloncesto. Verónica había dejado sus anteojos en un lugar donde estuvieran seguros mientras jugaba. Pero, cuando llegó el fin del recreo, no pudo hallar sus an-teojos. Se agachó para tantear el piso con las manos, tratando de encontrarlos. Su mejor amiga la vio y le aconsejó que regresara inmediatamente al salón de clases, para contarle a la maestra lo que había sucedido.

La maestra escuchó lo que le contaba Verónica. Entonces, dijo a la clase:

—¿Por qué no oramos a Dios para que él nos ayu-de a encontrar tus anteojos?

Después de orar, la maestra envió a los otros niños al patio de juegos, para buscar los anteojos perdidos.

–Caminen con cuidado, para no pisarlos sin que-rer –les advirtió la maestra.

Los niños buscaron en la zona donde se jugaba al netball mientras Verónica esperaba en el salón de clases. Estaba a punto de llorar otra vez, y la maestra elevó otra oración con el propósito de que Dios los ayudara a encontrar los anteoios. Sin embargo, veinte minutos después, los estudiantes regresaron al salón de clases sin los preciados anteojos. La clase continuó, pero los alumnos estaban un poco tristes al pensar en su compañera que no podía leer sin sus anteojos.

El gran descubrimientoLlegó nuevamente el momento del recreo, y los

niños salieron nuevamente a jugar. Varios minutos después, tres niñas llegaron corriendo donde estaba la maestra. Una de ellas agitaba algo en la mano.–¡Encontramos los anteojos! –exclamaron–. Nos arrodillamos en el campo de juegos y oramos una vez más a Dios, para que nos mostrara dónde encontrar los anteojos de Verónica. Entonces, caminamos ha-cia el campo de fútbol, del lado más alejado del edi-ficio, cuando vimos que algo brillaba en el medio del césped. ¡Eran los anteojos de Verónica!

–Los anteojos de Verónica ¿estaban en el campo de fútbol?

–Sí, maestra –le respondieron.

–Eso no se encuentra ni siquiera cerca del lugar donde ustedes habían estado jugando. Los mucha-chos podrían haberlos pisoteado cuando estuvieron jugando al fútbol. Pero no parecen haber sido da-ñados.

La maestra, entonces, sonrió y les dijo:–¡No hay duda de que el Señor respondió nues-

tras oraciones!La maestra quitó con suavidad el polvo de los

anteojos y se los entregó a una agradecida Verónica. Entonces, los estudiantes volvieron a elevar una oración, esta vez para agradecer a Dios por proteger los anteojos de su amiga.

Verónica no proviene de una familia adventista; pero la fe de su familia ha crecido al ver que Dios realmente responde las oraciones de sus hijos.

La Escuela Adventista Riverside necesita re-emplazar una estancia de clases que es muy vieja, y construir en su lugar salones de clases más seguros, que cumplan con las normas del Gobierno. Parte de la ofrenda del decimotercer sábado de este trimestre ayudará a que esta escuela pueda seguir abierta, para que así más familias puedan experimentar las increíbles respuestas que Dios da a las oraciones de sus hijos.

C á p s u l a I n f o r m a t i v a Sudáfrica es el país más meridional del con-

tinente africano. Tiene una población de más de cincuenta millones de habitantes.

El país posee muchas culturas y lenguas diferentes. Los idiomas oficiales del país son el inglés, el afrikáans (un idioma traído por los holandeses a Sudáfrica hace unos 350 años) y otras nueve lenguas.

Casi el ochenta por ciento de los sudafri-canos tienen antepasados africanos. Los dos grupos africanos más numerosos son los zulúes y los xhosas. La mayoría de los estudiantes de la Escuela Adventista Ríverside llegaron a ella sin saber inglés. Solamente se podían comunicar en xhosa o zulú.