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1 Modalidad, modo verbal y modus clausal en español Tomás Jiménez Juliá Universidad de Santiago de Compostela 1. INTRODUCCIÓN La mayoría de las gramáticas de corte tradicional clasifican las oraciones simples según el doble criterio del dictum y del modus. Según el primero, es la estructura de la oración, determinada a su vez por las características semánticas del predicado, la que permite establecer las diferentes clases (transitivas, intransitivas, etc.); de acuerdo con el segundo, es la 'actitud del hablante' la que sirve para diferenciar tipos de oraciones. Por citar un caso conocido, Gili Gaya (1943) considera, al lado de la clasificación de las oraciones por la naturaleza de su predicado, otra según "la calidad psicológica del juicio, es decir, la actitud del que habla" (& 32), en la cual incluye los siguientes tipos: exclamativas, de posibilidad, dubitativas, interrogativas, afirmativas, negativas, optativas y exhortativas. Gili justifica la evidente heterogeneidad de la clasificación por el hecho de que todas estas clases de oraciones han sido definidas por la 'actitud psíquica del hablante' con respecto al enunciado. El planteamiento de Gili no es, naturalmente, algo aislado, sino que responde a la tónica habitual en gran número de obras, incluso recientes. El origen próximo de esta concepción de 'la calidad psicológica del juicio' se debe, muy probablemente, a la difusión del tratamiento que Charles Bally dio al tema. El origen remoto, tanto de la concepción general de la modalidad como de clasificaciones concretas, como la del propio Gili Gaya, reside, sin embargo, en la extensión de la clasificación de los modos verbales (en su concepción original) a la de los tipos de oración, a través de una cadena de simplificaciones enquistadas en las descripciones gramaticales más comunes. En los próximos apdos. 3, 4 y 5 trataré de caracterizar cada uno de los tres conceptos operativos que intervienen en clasificaciones como la anterior de Gili Gaya, a saber, la modalidad, el modo verbal y, diferenciado de los dos primeros, el que podemos llamar modus clausal. Prescindiré de otro de los ejes integrado por Gili Gaya en su clasificación, la polaridad, y dejaré para el final algunas observaciones sobre otro de los tipos de oración reconocido por Gili Gaya y, a mi juicio, sin cabida en ninguno de los grupos anteriores: las exclamativas 1 1 Debo agradecer a mis compañeros del Departamento de Filologóa Española, Teoría de la Literatura y Lingüística General la ayuda que de uno u otro modo me han prestado en la elaboración de este trabajo, y muy especialmente a Milagros Fernández Pérez, Alejandro Veiga y Guillermo Rojo, sin los cuales no sería posible lo que de aprovechable pueda haber en él. El trabajo estaba listo para ser impreso en el primer trimestre de 1987, pero razones varias fueron retrasando su publicación. Ello explica la ausencia de bibliografía posterior a aquella fecha,, si bien la que sobre estos temas ha llegado a mis manos dese entonces no modificaría sustancialmente sus conclusiones. Verba. Anuario galego de filoloxía Vol.16 (1989), 175-214.

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Modalidad, modo verbal y modus clausal en español

Tomás Jiménez JuliáUniversidad de Santiago de Compostela

1. INTRODUCCIÓN

La mayoría de las gramáticas de corte tradicional clasifican las oraciones simples según el doble criterio del dictum y del modus. Según el primero, es la estructura de la oración, determinada a su vez por las características semánticas del predicado, la que permite establecer las diferentes clases (transitivas, intransitivas, etc.); de acuerdo con el segundo, es la 'actitud del hablante' la que sirve para diferenciar tipos de oraciones. Por citar un caso conocido, Gili Gaya (1943) considera, al lado de la clasificación de las oraciones por la naturaleza de su predicado, otra según "la calidad psicológica del juicio, es decir, la actitud del que habla" (& 32), en la cual incluye los siguientes tipos: exclamativas, de posibilidad, dubitativas, interrogativas, afirmativas, negativas, optativas y exhortativas. Gili justifica la evidente heterogeneidad de la clasificación por el hecho de que todas estas clases de oraciones han sido definidas por la 'actitud psíquica del hablante' con respecto al enunciado.

El planteamiento de Gili no es, naturalmente, algo aislado, sino que responde a la tónica habitual en gran número de obras, incluso recientes. El origen próximo de esta concepción de 'la calidad psicológica del juicio' se debe, muy probablemente, a la difusión del tratamiento que Charles Bally dio al tema. El origen remoto, tanto de la concepción general de la modalidad como de clasificaciones concretas, como la del propio Gili Gaya, reside, sin embargo, en la extensión de la clasificación de los modos verbales (en su concepción original) a la de los tipos de oración, a través de una cadena de simplificaciones enquistadas en las descripciones gramaticales más comunes.

En los próximos apdos. 3, 4 y 5 trataré de caracterizar cada uno de los tres conceptos operativos que intervienen en clasificaciones como la anterior de Gili Gaya, a saber, la modalidad, el modo verbal y, diferenciado de los dos primeros, el que podemos llamar modus clausal. Prescindiré de otro de los ejes integrado por Gili Gaya en su clasificación, la polaridad, y dejaré para el final algunas observaciones sobre otro de los tipos de oración reconocido por Gili Gaya y, a mi juicio, sin cabida en ninguno de los grupos anteriores: las exclamativas 1

1 Debo agradecer a mis compañeros del Departamento de Filologóa Española, Teoría de la Literatura y Lingüística General la ayuda que de uno u otro modo me han prestado en la elaboración de este trabajo, y muy especialmente a Milagros Fernández Pérez, Alejandro Veiga y Guillermo Rojo, sin los cuales no sería posible lo que de aprovechable pueda haber en él. El trabajo estaba listo para ser impreso en el primer trimestre de 1987, pero razones varias fueron retrasando su publicación. Ello explica la ausencia de bibliografía posterior a aquella fecha,, si bien la que sobre estos temas ha llegado a mis manos dese entonces no modificaría sustancialmente sus conclusiones.

Verba. Anuario galego de filoloxía Vol.16 (1989), 175-214.

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2. DEL MODO VERBAL A LAS CLASIFICACIONES ‘POR LA ACTITUD DEL HABLANTE’.

2.1. El origen de tratamientos del modus (o modalidad, ya que ambos conceptos se mezclaban constantemente) como el de Gili Gaya debe ser situado en la caracterización y clasificación de los modos verbales y, muy concretamente, en el conocimiento de la de los modos del indoeuropeo, dada la -al parecer- gran riqueza de esta protolengua en ese aspecto. Sin otro ánimo que el de enmarcar brevemente nuestro estudio y, al tiempo, describir las visiones habituales sobre el tema, aludiré a aquélla y a sus secuelas más relevantes.

De acuerdo con Bassols de Climent (1948, && 152 y ss.), lo que hoy conocemos como modo verbal era una categoría, ya fijada por los pensadores griegos, destinada a mostrar la "actitud o disposición mental del hablante", esto es, el "modo como es concebida la acción verbal". Desde el punto de vista de la flexión, el modo era visto de una forma parecida al caso, es decir, como œgklisij (= inclinatio) o variación con respecto al modo 'recto' (el indicativo), al igual que los casos eran ptîsij, 'caídas' con respecto al caso recto (el nominativo)2. Parece ser -siempre según Bassols- que el primitivo indoeuropeo tenía una considerable variedad de modos, esto es, de variaciones verbales mediante las cuales podía darse cuenta de las distintas actitudes del hablante en relación con su mensaje. En concreto, en el período inmediatamente anterior a la primera fragmentación dialectal pervivían en indoeuropeo ya sólo (o todavía, según se mire) los cinco siguientes modos:

1. Indicativo, el modo 'recto', sin matices modales.2. Imperativo, desgajado del indicativo y destinado a indicar la exhortación.3. Inyuctivo, para prohibiciones, voliciones, o con valor de futuro,

fundamentalmente.4. Subjuntivo, para voliciones, prospecciones, así como para indicar deliberación.5. Optativo, para voliciones, prescripciones, y para indicar la posibilidad.

Tras la fragmentación del indoeuropeo en sus numerosos dialectos este sistema modal quedó, por lo general, bastante simplificado. En el caso del latín los cinco modos señalados quedaron reducidos a tres, pero con la particularidad de que los dos primeros conservaron prácticamente todos sus valores principales. La reducción, por tanto, afectó sólo a los tres últimos que se fundieron en uno solo, el llamado subjuntivo.

22 Según Bassols,"Fueron también los pensadores griegos quienes fijaron la categoría gramtical que hoy día

conocemos con el nombre de modos. Para designarla utilizaban los términos œgklisij y di£qesij yucuk». El primero significaba propiamente INCLINACION, DESVIACION. Se explica porque reputaban a los distintos modos como inclinaciones o desviaciones del indicativo, considerado como la forma normal del verbo. En realidad, la concepción que sirve de base a esta etimología es idéntica a la que nos explica el término 'casos', pues también éstos eran desviaciones del nominativo (...)

El segundo término di£qesij yucuk» cala más hondo pues significa ACTITUD, DISPOSICION MENTAL, MODO COMO ES CONCEBIDA LA ACCION VERBAL. Esta expresión fue la que adoptaron los romanos quienes la tradujeron con la palabra 'modus' que perdura hasta nuestros días" (1948, & 152).

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2.2. La consecuencia de este proceso de reducción en lo referente a la expresión de los valores nocionales, hasta entonces realizada fundamentalmente por los modos verbales fue importante y afectó a aspectos distintos. La drástica simplificación del sistema del modo verbal provocó la necesidad de una rápida habilitación de otros medios que pudieran suplir las carencias de éste. El modo subjuntivo se mostraba ahora insuficiente por sí mismo para expresar los numerosos matices 'mentales' distinguidos antes, debido a la concentración en él de valores muy distintos procedentes de modos verbales antes diferenciados. Por ello se hizo necesario la utilización de otros recursos que, si excluimos los recursos léxicos siempre utilizables, fueron básicamente de dos tipos:

(a) la expresión del valor modal a través de ciertos verbos (tales como poder, deber, querer etc.) que adquirieron un régimen específico y, por tanto, quedaron caracterizados como un subgrupo dentro del inventario verbal, el de los llamados verbos 'modales'. Esta solución fue la adoptada por, entre otras las lenguas germánicas.

(b) El refuerzo del modo verbal superviviente, el subjuntivo, mediante elementos léxicos que deshiciesen la ambigüedad inherente al nuevo modo (adverbios como ojalá, tal vez, posiblemente, etc.). Esta fue la solución adoptada por lenguas como el español que, habiendo conservado el sistema modal latino, nunca desarrolló un tipo de verbo modal como el del inglés o alemán. Por otra parte, la especialización del subjuntivo latino como modo de la subordinación, ya en latín clásico, profundizaba en su necesidad de encontrar apoyo en algún tipo de elemento cuando se enunciaba en una cláusula independiente.

Desde el punto de vista de la descripción gramatical tradicional, la comparación de la situación primitiva con la existente en latín o en romance no permitía ver otra cosa que la ampliación del inventario de los recursos expresivos de los valores nocionales que antes se expresaban mediante el modo verbal; ahora, además del modo existían una serie de recursos adicionales para la expresión de la 'actitud mental', término con el que se había definido desde la época clásica el contenido del modo verbal.

Hubo, además, un segundo factor que influyó decisivamente en la forma de considerar este tipo de valores nocionales. Como consecuencia de la primitiva (relativa) uniformidad de la expresión de la mencionada 'actitud mental del hablante' mediante el modo verbal, se consideró implícitamente que el conjunto de valores que recibían tal etiqueta constituían algo homogéneo: todos eran 'los valores del modo verbal', y este rasgo expresivo permitía dicha identificación. Cuando el proceso de simplificación de los modos antes mencionado disgregó los recursos expresivos de la 'actitud mental' el criterio que permitía adscribir todos estos contenidos a una sola clase se diluyó, por lo que se comenzó a incluir en ella todo aquello calificable de 'actitud mental'. Esto es, al desaparecer el criterio de la expresión unitaria se apeló al de la similitud de contenido, independientemente del recurso mediante el cual se expresara. De esta forma, las 'actitudes' se vieron considerablemente incrementadas con respecto a las existentes en los modos verbales indoeuropeos.

Parece claro que gran parte de la responsabilidad de la reunión de conceptos

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heterogéneos en torno al término 'actitud mental' que ahora se producirá se debe a la ambigüedad del término, utilizado, en la práctica, como un valor genérico atribuible a todo lo virtualmente expresable mediante el modo verbal. Así, y de acuerdo con el proceso señalado, si 'actitud mental' era el contenido de, por ejemplo, el imperativo, porque tenía un modo verbal como vehículo de expresión, cuando este recurso no fue ya el (único) criterio para su consideración como tal se pudo -¿por qué no?- incluir entre éstos otros valores como la interrogación y la exclamación y, ya puestos, la afirmación y la negación. La otra parte de la responsabilidad en la confusión se debe, como ya hemos visto, a la presunción de que el modo verbal y, posteriormente, todos los demás recursos, expresaban forzosamente valores significativos de una misma clase.

2.3. El proceso anterior, con las consecuencias señaladas, dio como resultado un tratamiento peculiar de las gramáticas de los valores del modo y de la expresión de la 'actitud mental'. Rápidamente, y como botón de muestra, podemos clasificar las distintas formas de abordar el estudio del problema que nos ocupa en los tres grupos que siguen.

2.3.1. Un primer grupo de autores centra su interés en el modo como flexión verbal, prescindiendo consiguientemente de cualquier consideración ajena a éste Es el caso de Meillet (1920) o Mariner Bigorra (1957), por citar dos de los más influyentes en tratamientos posteriores del tema 3.

2.3.2. Un segundo grupo, en el que se encuentra el núcleo de las gramáticas españolas de corte tradicional, está constituido por aquellos autores cuyo interés reside en los valores actitudinales en general, independientemente de que su expresión sea mediante el modo verbal o mediante cualquier otro recurso. El origen de todas las variantes que podemos encontrar en este grupo es, sin duda, la formulación de la modalité de Charles Bally (1932), ya que fue uno de los primeros tratamientos extensos del tema sobre una lengua moderna. Bally concibe la modalité de una manera amplia, como el pensamiento motor de la acción y, por ello, como su verdadera 'alma'. La modalité se concreta en la expresión de un 'juicio', un 'sentimiento' o una 'voluntad', y tiene como recurso expresivo un verbo modal (con su correspondiente sujeto modal), en el caso de la modalité explicite, y un conjunto de recursos varios (entonación, expresiones concretas, modos verbales -en

3 A este grupo pertenecen la gran mayoría de los autores cuyo interés se centra en las lenguas clásicas, esto es, en aquellas en las que el modo verbal representaba particularidades morfológicas y significativas más acusadas y próximas a la primitiva (supuesta) riqueza del indoeuropeo. La óptica desde la cual se enfoca el tema de los modos queda resumida en la conocida definición de Antoine Meillet:

"sous le nom de modes on entend les formes au moyen desquelles est indiquée l'attitudementale du sujet parlant par rapport au procés indiquée par le verbe" (1920, 190)

En la misma línea se mueve el primero de los trabajos de Mariner Bigorra sobre el modo (1957) y, en general, la mayoría de las gramáticas del latín. Un ejemplo curioso, encuadrable en este primer grupo y, al tiempo, ilustrativo de la confusión descrita arriba lo proporciona la Gramática de la Real Academia en su edición de 1920, pues si bien dice clasificar las oraciones, atendiendo solamente al modo del verbo, en aseverativas, interrogativas, admirativas, desiderativas y exhortativas, la verdad es que dicha clasificación excede con mucho los tipos de oración realmente distinguibles por diferencias en el modo verbal. Quizá por ello en la caracterización de éstas prescinde a menudo de cualquier referencia al modo (Cfr. Academia, 1920, && 304 y ss.).

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concreto, el imperativo- etc.) en el caso de la modalite implicite 4.

La dirección emprendida por Bally es la que subyace en el planteamiento de Gili Gaya, antes citado (salvo en lo referente a los verbos modales) y, dado el peso de este autor, la que se generaliza entre las gramáticas españolas. Así, para el Esbozo de la Real Academia el modus, definido como la "actitud del hablante ante lo que dice", supone un contenido abstracto manifestable mediante múltiples recursos. Las siguientes palabras ilustran claramente su posición:

"En el análisis de cualquier oración debemos distinguir (...) entre el contenido de la representación psíquica, lo que en ella se dice, y la actitud del que habla con respecto a dicho contenido. La oración Mañana se reunirá la junta implica por parte del hablante una afirmación que también podría expresarse diciendo: Creo (Digo, Afirmo) que mañana se reunirá la junta. ¡Mañana se reunirá la junta! puede incluir una sorpresa, mandato, temor, alegría, etc., según el gesto, la entonación, la situación de los interlocutores o el contexto. ¿Mañana se reunirá la junta? o ¿Se reunirá la junta mañana? son preguntas. Quizá se reúna la junta mañana indica duda o posibilidad. ¡Ojalá se reúna la junta mañana! es la expresión de un deseo. El contenido objetivo de la expresión psíquica (la reunión de la junta mañana) es el mismo en todas las oraciones; pero es diferente en cada una la actitud del hablante al enunciarlo. Llamamos dictum al contenido representativo y llamamos modus a la actitud subjetiva; el modus, o manera de decir, puede hallarse implícito y deducirse del contexto o de la situación; o puede hallarse explícito en el gesto, las variaciones fonéticas, o los signos léxicos y gramaticales que la lengua posee, entre ellos los modos del verbo, que por esto se llamaron así. La actitud del hablante es, pues, un criterio para clasificar las oraciones" (Academia, 1973, & 3.2.1.).

La cita, aunque larga, se justifica por la claridad con la que ilustra la concepción antes apuntada del modus en la gramática tradicional reciente: a partir de los valores actitudinales existentes en los primitivos modos verbales (por eso llamados así) se ha ampliado el inventario de sus recursos expresivos e, igualmente, el inventario de los mismos valores, incluyendo elementos como la 'interrogación' al lado de la 'duda' o la 'exclamación'. Los tipos de oración simple distinguidos por el Esbozo de la Academia, según el criterio del modus quedan, por tanto, como sigue: enunciativas, exclamativas, de posibilidad, dubitativas, interrogativas, desiderativas y exhortativas.

Podríamos multiplicar las citas representativas de este grupo, dado que es en cierto modo la postura dominante, pero la importancia de los autores citados lo hace

4 "La phrase explicite comprend (...) deux parties: l'une est le corrélatif du procés qui constitue la répresentation (p. ex. la pluie, une quérison); nous l'appelarons, à l'example des logiciens, le dictum.

L'autre contient la pièce maîtresse de la phrase, celle sans laquelle il n'y a pas de phrase, à savoir l'expression de la modalité, correlative à l'opération du sujet pensant. La modalité a pour expression logique et analytique un verbe modal (...) et son sujet, le sujet modal; tous les deux constituent le modus, complémentaire du dictum" (Bally, 1932, & 28).

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innnecesario5. Las líneas fundamentales de la misma se resumen diciendo que se mantiene la definición de 'valor modal' establecida siglos atrás para el contenido de los modos verbales (i.e. actitud mental del hablante en relación con su enunciado); ahora bien, dado que la expresión de este tipo de contenidos a menudo requiere la participación de elementos ajenos al modo verbal y, además, dada la existencia de contenidos ajenos a lo expresable mediante modos verbales, pero calificables igualmente de 'actitudes mentales', se produce una doble ampliación de inventarios: el de los recursos expresivos de estos valores actitudinales y el de los propios valores actitudinales.

2.3.3. El tercero de los grupos citados incluye aquellos autores que tratan de distinguir y ordenar adecuadamente las distintas nociones incluidas en la clasificación tradicional de la oración simple según el modus, esto es, los valores propios de los modos verbales de los derivados de la modalidad del enunciado. Naturalmente, este grupo es el más heterogéneo de los tres, ya que reúne a aquellos que han tratado de resolver de alguna forma los problemas derivados de posturas generalizadas y, por tanto, supone la agrupación de posturas muy distintas con el común denominador del rechazo de las simplificaciones anteriores.

2.3.3.1. Entre los representantes de este grupo hay que destacar a Otto Jespersen, sin duda uno de los autores de obras gramaticales más lúcidos de este siglo, quien en su The philosophy of Grammar diferencia claramente entre modo verbal (o Mood) y sus posibles contenidos, por una parte, y el tipo de expresión (utterance), por otra. El primero expresa -salvo en casos de especialización sintáctica, como el subjuntivo de subordinación en las lenguas románicas-

"certain attitudes of the mind of the speaker towards the content of the sentence " (1924, 313),

si bien hace hincapié en que

"it is very important to remember that we speak of "mood" only if this attitude is shown in the form of the verb: mood thus is a syntactic, not a notional category" (ibid.)

El modo verbal es, pues, según Jespersen, una categoría gramatical que, como tal, requiere de una marca expresiva de carácter verbal. No se puede hablar -dice- de 'subjuntivo' en inglés por el hecho de que haya construcciones perifrásticas que traduzcan más o menos fielmente el valor del subjuntivo en otras lenguas. Para la existencia de un modo subjuntivo propiamente dicho son necesarias ciertas desinencias verbales que lo

5 Postura parecida, pero sin mezclar valores heterogéneos podía verse desde hacía tiempo en Alonso-Henríquez Ureña (1938, II, Lec. 1) y, aunque con menos concreción, en Roca Pons (19764, 293). Tanto los primeros como el segundo se centran en la modalidad de la enunciación como hecho comunicativo, sin mezclarla con el contenido de los modos verbales. O, en otros términos, sin mezclar la modalidad de la enunciación con la del enunciado (o modus).

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individualicen 6. Sólo desde un punto de vista ontológico cabe hablar de una clasificación de 'modos nocionales', esto es, una clasificación que trate todos los modos como pertenecientes a un sistema lógico determinado (Cfr. íd. 319-321).

El otro parámetro reconocido por Jespersen es el de las clases de expresiones, esto es, los tipos de secuencias de acuerdo con la intencionalidad del hablante en su emisión, y no por rasgos gramaticales concretos. Según esta intencionalidad, la expresiones podrán estar dirigidas a influir directamente en el oyente (exhortaciones y preguntas) o no (declaraciones y exclamaciones) (Cfr. íd., 302).

Jespersen supone quizá la mejor ilustración posible de este grupo de autores caracterizados por no dejarse llevar por simplificaciones habituales todavía hoy -y mucho más en el momento en el que fue escrita The philosophy of Grammar- y haber buscado una distinción relevante y bien fundamentada entre intencionalidades y hechos gramaticales 7.

2.3.3.2. Dentro de la gramática española hay que destacar a Rafael Seco como uno de los primeros en tratar de desdoblar las clasificaciones vigentes de la G.R.A.E., si bien su propuesta quedó un tanto inexplicada y, en consecuencia, no fue recogida posteriormente. Seco (1930, II, 76) parte de la doble división habitual en las gramáticas tradicionales, esto es, por la estructura del predicado y por la modalidad, pero con respecto a este segundo criterio introduce una novedad al separar el punto de vista subjetivo que afecta al predicado del que afecta al juicio. Según el primer criterio las oraciones podrán ser indicativas, de

6 La opinión de Jespersen queda claramente reflejada en las siguientes palabras: "If we pass on to the Indicative and the Subjunctive, the first remark that obtrudes itself is that the

treatment of this subject has been needlessly complicated by those writers who speak of combinations with auxiliary verbs, e.g. may he come / he may come (...) as if they were subjunctives of the verb come, or subjunctive equivalents. Scholars would hardly have used these expressions if they had only the English language to deal with, for it is merely the fact that such combinations in some cases serve to translate simple subjunctives in German or Latin that suggests the use of such terms, exactly as people will call to the boy a dative case. It is equaly wrong to speak of bless in God bless you as an optative, while the same form in if he bless you is called subjunctive; we should use the term 'optative' only where the language concerned has a separate form, as is the case in Greek (...). A precise terminology is a conditio sine qua non if one wants to understand grammatical facts" (id., 315).7 Esta diferencia entre los dos conjuntos de valores nocionales descritos por Jespersen es relativamente frecuente en las aproximaciones recientes al tema, pero a menudo de un modo no explícito o excesivamente claro. J. Lyons (1977), por ejemplo, utiliza el concepto de mood para designar el modo verbal, descrito como el recurso verbal utilizado para distinguir declaraciones de exhortaciones (Cfr. íd. 746), reconociendo al tiempo la existencia de cierta ambigüedad en el término, utilizado tanto para designar el modo verbal como para distinguir entre oraciones declarativas, interrogativas e imperativas (Cfr. íd. 748-9). Su propuesta, pues, será la de distinguir entre illocutionary force y mood of verb, con un tercer término (modality) para designar valores de carácter lógico -según sus términos- del tipo 'necesidad', 'posibilidad', etc. (Cfr. íd. Cap. 17). No hay, sin embargo, un tratamiento de los valores actitudinales del hablante como categoría lingüística individualizada (de distinta forma en distintas lenguas) y separada de los valores lógicos estudiados dentro de su modality.

Línea parecida a la de Lyons es la mostrada más recientemente por -entre otros- Chung & Timberlake (1985), quienes distinguen entre mood (categoría verbal del modo) y mode, término con el que designan el resultado de una compleja clasificación derivada en gran medida de la modality de Lyons (para detalles vid. Chung & Timberlake, 1985, 241 y ss.).

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posibilidad, dubitativas, exhortativas y optativas. Según el segundo, afirmativas, negativas, interrogativas y exclamativas.

La propuesta de R. Seco, en la cual no podemos detenernos ahora, muestra que el autor, con su lucidez habitual, ha vislumbrado la necesidad de tener en cuenta factores distintos en este tipo de clasificación, aunque no llegase a hacer una caracterización de los mismos suficientemente clara. Así, sitúa como pertenecientes a un mismo eje el carácter 'indicativo', el 'dubitativo' y el 'exhortativo', o el carácter 'negativo' y el 'interrogativo', al tiempo que separa estas dos últimas oraciones de las 'exhortativas' sin que las razones para ello sean en absoluto convincentes. Pese a ello, hay que considerar francamente meritorio el intento de superar una clasificación de las oraciones tan inconsecuente como generalizada 8.

Al lado de caracterizaciones como la de R. Seco hay que situar la afortunada diferenciación -similar a la de O. Jespersen- establecida por L. Rubio (1968) entre el modo, como valor semántico asociado a un verbo, y la modalidad (de la frase) que, de acuerdo con Rubio, define la actitud mental subjetiva con la que el hablante emite un enunciado. Rubio parte de los trabajos de S. Mariner (1957) y de A. García Calvo (1960) sobre, respectivamente, el modo y la modalidad, para tratar de superar sus defectos aprovechando, al tiempo, lo útil de cada uno. En concreto, Rubio rechaza el intento de uno y otro de explicar todos los llamados 'aspectos modales' a partir de criterios unilaterales. De Mariner critica su reducción de todos estos factores al modo verbal; de García Calvo su atención exclusiva a las modalidades de la frase. Para Rubio, por el contrario, los dos ejes deben ser diferenciados, y sólo mediante la combinación de ambos se puede llegar a explicar la totalidad del juego modal 9.8 Aunque la separación de ejes que hace R. Seco no queda excesivamente clara, es, sin embargo, sumamente interesante la caracterización que hace del segundo de ellos, coincidente en lo esencial con lo que más abajo llamaremos modus y que el autor denomina "actitud del sujeto con respecto al juicio". Según Seco:

"La persona que habla expone un juicio. Ahora bien: lo que en este juicio se predica puede ser, desde el punto de vista subjetivo, un hecho real, un hecho solamente posible, un hecho dudoso o probable, un deseo o bien una orden, un ruego" (1930 II, 95).

Estas posibilidades se expresan mediante un rasgo gramatical. el modo. Así:"La oración indicativa presenta lo predicado como hecho real, porque así se lo figura el que habla.

Se expresa, por tanto, con el verbo en modo indicativo, en sus tiempos absolutos" (íd., 96).El resto de las oraciones tienen las siguientes marcas: las de posibilidad, el modo potencial o poder +

infinitivo; las dubitativas adverbios de duda y el presente o pretérito perfecto de subjuntivo; las de probabilidad el futuro de indicativo; las exhortativas el imperativo y las optativas el presente o pretérito perfecto de subjuntivo (Cfr. íd., 96-98). No hace falta decir que, pese a faltar una sistematización clara de las oposiciones modales, R. Seco se muestra en este tema tan lúcido como en la mayoría de los que toca. Compruébese la similitud de sus afirmaciones y de nuestras conclusiones con respecto a la relación entre el modus y el modo verbal, esquematizadas globalmente en el cuadro del apdo. 5.2.4.9 Muy a grandes rasgos, el planteamiento de este autor es el siguiente: existen tres modos verbales, a saber:

uenit (acción real)ueniat (acción potencial)ueniret (acción irreal)A su lado hay tres modalidades de la frase, externas a los modos y de un caracter subjetivo:uenit / ueniat / ueniret (modalidad -lógica- aseverativa)¿uenit? / ¿ueniat? / ¿uenitet? (modalidad -lógica-interrogativa¡uenit! / ¡ueniat! / ¡ueniret! (modalidad impresiva)Mientras el modo es un valor verbal, la modalidad de la frase es definida (al igual que en la obra de

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La diferenciación de Rubio es importante para la comprensión de este tipo de valores y, en este sentido, el trabajo de Rubio, deudor -pese a sus críticas- de los de Mariner y García Calvo, supone un paso adelante. No se pueden ocultar, sin embargo, que pese a su pretensión de explicación global, el trabajo de Rubio deja ciertas lagunas, la más importante de las cuales es la ausencia en la descripción de valores existentes en los enunciados y no imputables directamente al modo verbal ni, por supuesto, a la modalidad de la frase; me refiero a construcciones como las denominadas 'desiderativas', 'de posibilidad', 'de probabilidad' etc., algunas de las cuales tuvieron expresión explícita en tiempos anteriores y que, en cualquier caso, forman parte de las posibilidades expresivas de los enunciados.

Un último botón de muestra de este grupo de autores cuyo (único, quizá) punto de contacto consiste en que todos han tratado de una u otra forma de distinguir los distintos ejes integrantes en el modus tradicional, es el más reciente de J.M. González Calvo (1983). El autor sigue una línea de trabajo similar a la de García Calvo (1958, 1960) y, como éste, pretende encontrar una acepción unívoca del tan manido concepto de modalidad como 'actitud mental'. Si para García Calvo (1960) las modalidades 'impresiva' y 'lógica', de las que se derivarán distintos usos, explicaban el juego modal, para González Calvo las modalidades existentes coincidirán, ni más ni menos, con las funciones del lenguaje o usos comunicativos del conocido órgano del lenguaje de K. Bühler (1934). Esto es, habrá una modalidad 'referencial', otra 'apelativa' y otra 'expresiva', y dentro de cada una de ellas tendrá cabida cada uno de los distintos tipos de oración en los que predomine cada una de esta funciones o usos 10.

Pese a las interesantes reflexiones sobre fluctuaciones y neutralizaciones derivadas de las convenciones del hablar con las que el autor llena su trabajo, parece evidente que la propuesta de identificación entre modalidades y funciones comunicativas no es excesivamente afortunada: por una parte, desvirtúa uno y otro concepto para fundirlos en un extraño 'archiconcepto'; en segundo lugar, introduce una nueva confusión conceptual, cuando la pretensión inicial era la separación de nociones diversas y, en tercer lugar, no sistematiza los rasgos gramaticales que justifican cada una de las etiquetas empleadas, aún cuando su trabajo está lleno de útiles observaciones sobre rasgos léxicos y gramaticales

Bally) como la actitud mental subjetiva con la que se dice algo, absolutamente necesaria, pues, para la existencia de la misma (toda frase será necesariamente aseverativa, interrogativa o impresiva). La conclusión de Rubio es que el llamado 'juego modal' se explica a través de la fórmula modo x modalidad. Las etiquetas 'real', 'irreal' y 'potencial' pertenecerán a lo inherente al verbo. Las demás a la coyuntura en la que se emite una frase. Ambas deben combinarse, pero no integrarse en un solo eje. Pero tampoco puede ser olvidado ninguno de estos dos ejes para caracterizar el juego modal de una forma global.10 Concretamente, su clasificación responderá al siguiente cuadro (Cfr. González Calvo, 1983, 254 y ss.):

Oraciones

Referenciales

Expresivas (Desiderativas, Dubitativas, Exclamativas)

Apelativas (Interrogativas, Yusivas)

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utilizados en las distintas construcciones.

2.3.4. Vista esta muestra de las descripciones más habituales y relevantes de la modalidad (en el sentido más amplio posible), nuestra tarea ahora debe ser la de describir los distintos ejes que, según hemos repetido en las líneas anteriores, deben ser diferenciados en este tipo de clasificaciones, a saber, la modalidad, el modo verbal y el modus clausal.

3. LA MODALIDAD

3.1. Desde una óptica funcional la descripción de los fenómenos lingüísticos ha de tener en cuenta el carácter de instrumento de interacción social de la lengua, sin que ello implique -por supuesto- la negación de otras posibilidades de estudio. Clasificar las cláusulas, o los enunciados, en general, por la modalidad significa distribuir éstas de acuerdo con las intenciones comunicativas del hablante así como de la situación comunicativa que se crea. En efecto, si asumimos el papel de la lengua como instrumento de un fin social, paso prioritario para describir sus modalidades será la determinación de los tipos de interacción social que es posible y relevante distinguir. Esta caracterización, por otro lado, se refiere a posibilidades comunicativas, antes que lingüísticas, es decir, posibilidades de comunicación realizables en la lengua, pero previas a ella, razón por la cual tendrá que tener un carácter general e interlingüístico.

A este nivel de generalización podemos decir que existen dos causas iniciales para establecer la comunicación, dos modalidades de la comunicación o situaciones comunicativas. La primera situación que justifica la comunicación activa entre dos o más individuos es la solicitud: un miembro se dirige a otro para que le provea algo que por sí mismo no puede alcanzar. Es esta la motivación principal, y en ocasiones la única, para la existencia de un código comunicativo entre animales, cuya utilización del lenguaje se reduce a la petición de alimento, cópula o protección.

Al lado de esta primera modalidad comunicativa, que podemos incluir dentro del concepto más general de exhortación, existe una segunda que supone un paso más en la interacción social: la mera declaración, esto es, la transmisión de información que no supone una petición directa, Esta segunda modalidad es particularmente clara en comunidades animales altamente socializadas en las que la cooperación social y, por tanto, el intercambio de información sin solicitud de respuesta factual inmediata es totalmente necesaria (caso de las abejas, las hormigas o ciertos depredadores), o bien en animales superiores con complicados sistemas para mostrar actitudes anímicas hacia sus semejantes (amenazas, apaciguamientos, ofrecimientos, etc.), proporcionando una información a menudo sólo preventiva (Cfr. Manning, 19722, 143-147).

Estas dos modalidades no sólo caracterizan la finalidad comunicativa de los animales, sino que también son propias de ciertos códigos humanos creados para fines específicos. Buyssens (1967, 9) alude al señalamiento vial como código en el que sólo existen dos modalidades: las órdenes (por medio de tableros circulares, azules para las

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obligaciones y blancos, con borde rojo, para las prohibiciones), y las informaciones (con tableros triangulares para los peligros y rectangulares para en resto). De una sola modalidad cita también los códigos de los símbolos matemáticos o químicos (que sólo informan), o los tañidos de campanas o toques de clarín (que exhortan).

En todos estos casos las situaciones en las que se da el proceso comunicativo se diferencian por el distinto papel adoptado por los 'actores' del mismo: en la exhortación los papeles son los de exhortador y exhortado; en la declaración, los de informador e informado. Tanto en el caso de la comunicación animal como en los códigos humanos del tipo de los arriba señalados (en los que el emisor no está físicamente presente en el momento de cada acto comunicativo, al utilizar un medio que fija el mensaje en el espacio y el tiempo), lo que caracteriza las situaciones comunicativas no es el contenido de los mensajes, sino el papel adquirido por los interlocutores en el proceso interactivo que llevan a cabo.

Si ahora pasamos a un marco social como el de las relaciones humanas en general -no en ámbitos específicos- podremos comprobar cómo las modalidades señaladas se ven enriquecidas en virtud la singularidad del lenguaje humano; en concreto, en virtud de su carácter de 'mundo simbólico' (formal) sustitutivo del 'mundo real' o 'exterior'. En efecto, si el lenguaje animal tiene un carácter deíctico (necesita, en principio, la presencia del referente para materializar su mensaje), el lenguaje humano 'crea' referentes por sus propios medios sin necesidad de apelar al mundo exterior. De ahí, entre otras características, la posibilidad exclusiva de la lengua humana de mentir, esto es, de crear mensajes deliberadamente no ajustados a referente externo alguno (Cfr. para estas cuestiones, Hockett, 1958, 565). De este carácter de mundo simbólico del lenguaje humano, y de la consiguiente posibilidad de hablar de él, se deriva una nueva modalidad comunicativa inexistente en los códigos animales. Quiere esto decir que además de 'declarar' o 'exhortar', el hombre puede desdoblar esta última modalidad demandando una respuesta, no factual, sino lingüística. Con ello, el hombre ha creado un tipo de interacción social que no sólo se sirve del código lingüístico, sino que se agota en él. Se trata, naturalmente, de la modalidad interrogativa 11.

3.2. La modalidad, de acuerdo con lo visto hace un momento, se configura como algo muy distinto de la mayoría de las concepciones anteriores. En primer lugar, frente a la multiplicidad de modalidades reconocida en las gramáticas, es preciso reconocer la existencia de -sólo- tres grandes modos de interacción social (exhortación, declaración e interrogación) que, naturalmente, pueden adoptar diversos matices. En segundo lugar, la comparación con lo que ocurre con otros códigos no-orales parece desaconsejar una

11 La consideración de la interrogación como un subtipo de 'demanda' es bastante frecuente, si bien el modo de integrarla en una clasificación sistemática de la modalidad varía de unos a otros autores. Entre los más claros al respecto hay que citar a O. Jespersen, quien divide las expresiones en 'declaraciones' (que incluyen aseveraciones, deseos y exclamaciones) y un segundo grupo, en el cual:

"the aim of the utterance is to influence the will of the hearer; that is, to make him to do something. Here we have two subclasses, request, and questions (...) Requests may range from brutal commands through many intermidiate steps (demands, injuction, implorations, invitations) to the most modest and humble prayer (entreaty, supplication)" (1924, 302).

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concepción psicologista de la modalidad como 'actitud del hablante' en favor de otra de carácter social. A este respecto son claras las palabras de E. Buyssens, totalmente asumibles por nuestra parte:

"Cuando un hombre desea saber, por ejemplo, si su hermano está en casa, puede preguntar: ¿está mi hermano en casa?, o puede afirmar: Deseo saber si mi hermano está en casa, o puede ordenar: Decidme si mi hermano está en casa; y hasta podría incluso -forzando un poco las cosas- desear simplemente: ¡ay, si yo supiese si mi hermano está o no en casa! Desde el punto de vista psicológico el hablante expresa siempre el mismo deseo; este punto de vista no permite, pues, distinguir las modalidades. Pero desde el punto de vista sociológico, la diferencia es grande: cada modalidad corresponde al deseo de establecer una particular relación social. La modalidad es, pues, lo que indica el género de relación social que el hablante establece con su interlocutor" (Buyssens, 1967, 9-10).

El planteamiento anterior, con variantes diversas, es el asumido por la mayor parte de los autores de carácter funcionalista (asuman o no esta etiqueta) y, en general, por todos aquellos no excesivamente apegados a explicaciones psicologistas en lingüística. O. Jespersen, por ejemplo, contemplaba dos grandes tipos de expresiones: 'demandas' y 'no-demandas', subdividiéndolas en, respectivamente, 'declaraciones' y 'exclamaciones', por un lado, y en 'exhortaciones' y 'preguntas', por otro (Cfr. 1924, 302). J. Lyons (1977, 747 y ss.), asimismo, distingue statement, question y command como los tres tipos fundamentales de expresión según su 'fuerza' (illocutionary force), mientras que E. Benveniste (1970, 87-88) asume una distribución muy similar a todas éstas, usando las denominaciones de 'intimación', 'aserción' e interrogación. Hay, eso sí, ciertas diferencias en las clasificaciones concretas de estas modalidades comunicativas por parte de los diversos autores, sin que ello afecte a las coinidencias en lo fundamental. Así E. Buyssens y M.A.K. Halliday (dos funcionalistas de procedencias y métodos muy distintos) coinciden enconsiderar relevantes cuatro modalidades básicas, en lugar de tres; el primero habla de 'aseveración', 'deseo', 'orden' e 'interrogación' (Cfr. 1967, 10); Halliday (1985, 68) de offer, command, statement y question. La mayor o menor oportunidad de desdoblar las tres modalidades básicas en cuatro no parece que deba afectar al fundamental acuerdo entre todos estos autores a la hora de considerar la modalidad como el tipo de interacción social decidido por el hablante en un acto comunicativo 12.

3.3 Antes de terminar de caracterizar el concepto de modalidad es conveniente no dejar de mencionar dos características de la modalidad: su carácter interidiomático y, en relación con ello, la variedad de recursos que pueden expresar estos valores.

1212 Sin entrar ahora a discutir detalladamente estas clasificaciones tetrapartitas, quiero señalar sin embargo que, a mi juicio, tanto el 'deseo' de E. Buyssens como la categoría offer de M.A.K. Halliday deben ser incluidos dentro de la modalidad declarativa ('aseveración' y statement, respectivamente) ya que, aunque actitudinalmente diferentes, no parecen responder a situaciones comunicativas en las que los interlocutores adquieran papeles diferentes a los asumidos en aquella.

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3.3.1. Parece evidente que los tres tipos de modalidad que acabamos de ver son nociones generales pertenecientes al lenguaje, a las lenguas, no, naturalmente, a una específica. Son, por así decirlo, pautas de comportamiento supralingüístico que se realizan en la lengua o, para utilizar términos de E. Coseriu, categorías del texto que no deben ser confundidas con las categorías idiomáticas que puedan expresarlas (Cfr. Coseriu, 1973, 246-247).

3.3.2. En estrecha conexión con lo anterior se presenta el problema de la manifestación de la modalidad. Todos los autores parecen de acuerdo en destacar la importancia de los medios a través de los cuales se manifiesta la modalidad, hasta el punto de que el inventario de 'modalidades' llegaba a variar de lengua a lengua según éstas tuviesen, o no, recursos específicos para su expresión. En el caso de las lenguas indoeuropeas se suelen citar los siguientes: 'modo verbal' (concretamente, el imperativo y, en ocasiones, el subjuntivo y el optativo) para la exhortación; el 'orden de palabras', normalmente combinado con una entonación distintiva o, incluso, con recursos puramente léxicos, para la interrogación, y un carácter 'no-marcado' en relación con todos estos recursos para la declaración. Todo parece indicar que no hay lengua que no habilite uno u otro recurso para estos fines, creando tipos de estructuras diferenciadas que para un exacto reconocimiento del tipo de interacción social deseado por el hablante. Ahora bien, como categorías textuales que son, cabe la posibilidad teórica de que una cierta modalidad, en una lengua determinada, carezca de un recurso lingüístico concreto para su manifestación, siendo su reconocimiento verificado a través del contexto. De hecho se dan abundantes situaciones en las que solo el contexto es el que nos permite inferir la modalidad de una expresión -como otras muchas cosas en la interpretación lingüística-: piénsese en una familia sentada a la mesa a la hora de la comida, en la que uno de sus miembros dice -sin necesidad de una entonación especial-: pan. Su emisión es una clara exhortación, nunca una mera declaración, pero sólo el contexto permite comprenderla como tal. Este caso, ilustrado en una lengua que, por otra parte, cuenta con recursos lingüísticos indicadores de la modalidad, muestra la posibilidad, al menos teórica, de que existan lenguas sin recursos lingüísticos específicos para indicar alguna de las modalidades mencionadas. Que esta posibilidad no sea fácilmente verificable, dada la rentabilidad de las distinciones de la modalidad en las lenguas, no debe impedir ver en éstas una serie de valores generales de la comunicación previas a cualquier formalización lingüística concreta.

Dejaré, de momento, el concepto de modalidad para atender a los otros dos aquí relevantes (modo verbal y modus), y volver posteriormente sobre alguna cuestión pendiente.

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4. EL MODO VERBAL

Hablar del modo verbal supone necesariamente tener una cierta concepción de su naturaleza y, por extensión, del de las categorías gramaticales en general, aun cuando dicha concepción no tenga que hacerse explícita necesariamente. No es mi intención teorizar ahora sobre estas nociones, si bien debo reconocer que la descripción de los aspectos del modo verbal aquí relevantes aconseja una justificación previa de los puntos de vista adoptados. Trataré, pues, de exponerlos brevemente.

Todo estudio reciente de las categorías gramaticales, independientemente de su amplitud o intención concreta ha sido hecho partiendo de alguno de los tres siguientes enfoques:

(a) considerándolas como elementos gramaticales cuyo rasgo pertinente se centra en el particular valor que posée dentro del discurso;

(b) como unidades morfemáticas definidas como formas de contenido, y(c) como unidades morfemáticas con un valor de contenido y un significante

específico de carácter cerrado y opositivo; esto es, como signos (gramaticales).

Estos tres puntos de vista pueden, a su vez, ser reducidos a solamente dos, de carácter obviamente más general, a saber: (i) el que atiende al puesto de estas entidades en la actividad lingüística, reflejado en (a), y (ii) el que busca el establecimiento de su naturaleza, como unidades de contenido o como signos, reflejados, respectivamente, en (b) y (c). Puede decirse que todo en que se ha ocupado en las últimas décadas de estas unidades (en general o atendiendo a alguna categoría concreta) ha tomado partido, explícita o implícitamente, por alguna de las opciones anteriores.

4.1. (i) El primer punto de vista desde el cual pueden ser estudiadas las categorías es el que podemos llamar 'externo' o relacional, esto es, el que se ocupa del ámbito de influencia de las mismas. L. Hjelmslev (1948) destacó el valor de las categorías gramaticales como elementos que caracterizan el contenido de, no sólo la unidad en la que se manifiesta su expresión, sino también de todos aquellos relacionados con él sintagmáticamente de modo directo, especificando, además, el tipo de relación entablado en cada caso. R. Jakobson (1957) nos proporciona otra buena muestra de este punto de vista 'externo' a la hora de abordar las categorías gramaticales al sistematizar el conjunto de relaciones entabladas a través de éstas por los elementos del discurso entre sí, y entre éstos y los de la temática relatada. En concreto, Jakobson distinguió un tipo de categorías gramaticales, las llamadas shifters 13, que tenían la propiedad de poner en relación los elementos del discurso con los del hecho (relatado). Los shifters era, de acuerdo con

13 Jakobson toma el término shifter de O. Jespersen (1922), según él mismo reconoce, si bien le da un sentido sensiblemente más amplio que el danés. Jespersen manejaba el término para indicar aquellas palabras que resultaban particularmente difíciles de aprender para los niños por tener un significado aplicable a objetos cambiables. Eran shifters para Jespersen palabras como father, home o enemy. Por la misma razón, los pronombres personales constituían la principal clase de shifters (Cfr. Jespersen, 1922, VI, & 7). Jakobson tomó el término para designar aquellos elementos cuyo significado no puede ser determinado sin hacer referencia al mensaje (Cfr. Jakobson, 1957, 131).

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Jakobson, la 'persona', el 'modo verbal', el 'tiempo verbal' y el evidential 14. En esta misma línea de atención al valor externo de las categorías hay que situar el núcleo del reciente trabajo de J. Pena (1985).

Desde el punto de vista relacional, pues, las categorías son unidades cuyo valor reside en su capacidad para establecer lazos de contenido entre distintos elementos del enunciado lingüístico y entre éstos y la realidad a la que se refiere, o con los interlocutores de las que provienen.

4.2.1. (ii) Por lo que se refiere al estudio 'interno' de las categorías, esto es, el que aquí nos interesa más directamente, hay que destacar, en primer lugar, el primer punto de vista emanado directamente de los trabajos glosemáticos de L. Hjelmslev (Cfr., por ejemplo, 1938, 204 y ss.), según los cuales todo morfema es una unidad del plano del contenido cuya estructura, por consiguiente, ha de ser estudiada autónomamente, sin atención a la estructura expresiva que lo manifieste. Esta visión ha sido continuada por E. Alarcos (1977, 1978) y, atendiendo más directamente a las categorías gramaticales, por J.A. Martínez (1977) o J. Pena, en el trabajo ya mencionado (1985). J.A. Martínez, por ejemplo, considera que:

"Que la línea de expresión se articula en unidades que, siendo partes de significante, no son significantes -sino figuras de expresión: por ej. sílabas o fonemas-, es algo bien conocido, y reconodido en Fonología. Que el plano del contenido (sobre todo en los signos morfológicos) se articula en unidades que, siendo partes de signifinado, no son significados -sino figuras de contenido: por ej. los morfemas-, es cosa que, con ser evidente, no goza en Gramática de aceptación general" (1977, 167).

Según esto, la lengua ha de ser considerada de acuerdo con Hjelmslev (y frente a Saussure), no como un sistema de signos, sino como un sistema de figuras que pueden usarse para construir signos (Cfr. Ibíd.) y, por ello:

"Una gramática que parta de esta definición de lengua, operará exclusivamente en términos de morfemas, (= figuras de contenido), aunque -eventualmente y según los contextos- algunas de estas figuras funcionen como significados de monemas" (íd., 172).

Y, por tanto,"La gramática será descriptivamente homogénea cuando opere como si sus

14 El shifter denominado evidential es definido como: "a tentative label for the verbal category which takes into account three events -a narrated event, a speech event and a narrated speech event. The speaker reports an event on the basis of someone else's report (quotative, i.e. hearsay evidence), of a dream (revelative evidence), of a guess (presumptive evidence) of of his own previous experience (memory evidence)" (Jakobson, 1957, 135).

El ejemplo de Jakobson se refiere a la conjugación del búlgaro, en la que ante una pregunta como '¿qué ocurrió con el vapor Evdokija? se puede contestar zaminala ('se dice que zarpó') o bien zamina ('soy testigo de que zarpó).

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unidades elementales (los morfemas T.J.) fuesen siempre y sólo figuras de contenido" (íd. 174).

J. Pena, por su parte, hablando precisamente del modo verbal, afirma que:

"Una cosa es que dichos contenidos categoriales se plasmen en el significante del verbo, lo cual es garantía de la existencia de los mismos, y otra muy distinta la organización estructural de dichos contenidos categoriales dentro de su propio plano. Metodológicamente, por tanto, una cosa será dar por garantizada la manifestación de tales contenidos en la expresión y otra centrarse en describir la organización estructural de los mismos situándonos en el plano del contenido como tal" (1985, 13-14).

4.2.2. Como señalé antes, no es mi intención profundizar en las consecuencias de una visión de los morfemas gramaticales como la vista hace un momento, lo cual no es óbice para que considere oportuno mostrar brevemente las principales objeciones que veo en la misma (y en la concepción de la gramática en la que se inscriben).

Desde una perspectiva estructural nadie duda de la posibilidad e, incluso, de la necesidad (según qué fines concretos) de estudiar el plano del contenido sin tener en cuenta más que la existencia de un correlato en el otro plano; es falaz, sin embargo, decir que en un estudio gramatical 'da igual' el tipo de significante mediante el cual 'pueda' o 'deba' ser expresado dicho contenido. R. Jakobson (1959), aludiendo a la afortunada distinción de F. Boas (1938) entre aspectos obligatorios y meras posibilidades en la expresión lingüística, señalaba que:

"the true difference between languages is not in what may or may not be expressed but in what must or must not be conveyed by the speakers" (Jakobson, 1959, 492)15.

La mera constatación de la existencia del correlato de un cierto contenido en el plano de la expresión no es, pues, suficiente para describir la relevancia de ese contenido en la lengua. La similitud de tratamiento entre las figuras de expresión (fonemas) y las figuras de contenido (supuestamente, morfemas) no es, pues, viable si se pretende ir más allá del inventario y organización paradigmática de las unidades de este plano y se aspira, por el contrario, a describir el tratamiento que estos contenidos reciben en la lengua. No es, ni puede ser irrelevante que cierta unidad del plano del contenido deba expresarse por ser parte inherente (gramatical) de un elemento, o que pueda ser añadida como información meramente admisible (léxica).

4.2.3. De lo anterior se deduce que en la postura aquí adoptada las llamadas categorías gramaticales no serán figuras de contenido, definidas con independencia de su expresión, sino signos que tienen un significante gramatical y un significado o, más

15 Lo cual no es sino una versión actualizada de la famosa concepción de la gramática de Aristóteles como Ars obligatoria.

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exactamente, una forma de significante y una forma de significado, no debiéndose confundir éstas con sus respectivas posibles sustancias; así, tomando el caso de la categoría gramatical del género, podemos decir que en español la forma de contenido 'femenino' es un valor que puede hacer referencia a sustancias diversas: 'hembra' (en niña, gata), 'tamaño' mayor en cesta, charca, cuba; menor en barca) o incluso un valor sólo caracterizable como distintivo, sea realmente utilizada por la lengua esta posibilidad (como en puerta, frente a puerto) o permaneciendo inexplotada, como en cancha o pared o, por lo demás, en la mayoría de los sustantivos de la lengua. La forma de expresión del significante 'femenino', por su parte, puede ser manifestada mediante una unidad o secuencia de unidades segmentables (niña-a) o simplemente a través de ciertas obligaciones que dicho significante impone a algunas clases de palabras con las que entra en relación sintagmática (las buenas noches; los buenos coches). También hay categorías gramaticales, como el modo verbal en español, en las que el significante nunca se manifiesta mediante secuencias segmentables específicas, sino a través de flexiones globalmente opositivas basadas en alternancias fonemáticas que afectan también a otros morfemas gramaticales (tiempo y persona).

Aceptar todo la anterior supone entender el significante de los elementos gramaticales, en general, y morfológicos, en particular, de un modo ciertamente distinto del que hemos visto hace un momento ($ 4.2.1.). La postura aquí mantenida, obviamente discrepante -aunque respetuosa- con la de J.A. Martínez (1977) o J. Pena (1985) proviene de una consideración global de las disciplinas lingüísticas distinta de la defendida por éstos y conectada, a su vez, con una más amplia visión por mi parte del concepto de significante en gramática, que incluye -como noción formal, no sustancial- no la sucesión de fonemas en un orden determinado, sino modelos constructivos (realizables a veces por esos fonemas), tales como los significantes flexivos (morfológicos) o las funciones y esquemas sintácticos. Para una visión más detallada y completa de esta forma de entender los procesos gramaticales, vid. R. Trujillo (1976) y, sobre todo, G. Rojo (1979) y M. Fernández Pérez (1987), este último con atención expresa a los fenómenos morfológicos. Aquí me limitaré a dar por sentado que lo característico de las categorías gramaticales es su naturaleza sígnica, siendo precisamente el carácter cerrado y 'obligatorio' de su significante el que permite individualizar los significados correspondientes como pertenecientes al ámbito (cerrado) de la gramática, y no al (abierto) del léxico.

4.2.4. La visión de las categorías gramaticales aquí defendida no es, por otra parte, nueva, ya que de un modo más o menos explícito se encuentra en una gran parte de las más importantes aproximaciones al tema; desde la admirable obra de E. Sapir (1921, 57 y s.), o la de O. Jespersen ya mencionada (1924, 315-316), hasta, probablemente, la del mismo L. Hjelmslev, en su etapa preglosemática 16, y, más recientemente, el trabajo de E. Coseriu

16 Según Hjelmslev (1928, 123):“sabemos que, según F. de Saussure, el signo lingüístico está constituido por la asociación de un

significado (concepto) con un significante (una imagen acústica o verbal). Por tanto, el significante comprende precisamente las dos cosas acabamos de distinguir: una imagen fónica, de una parte, y una imagen gramatical, de la otra. La entidad con la cual debe operar la lingüística puede, pues, ser expresada mediante la siguiente fórmula:

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(1978) sobre el aspecto 17.4.3. Si en el apdo. 4.2.3. tratamos de describir someramente la concepción de los

morfemas gramaticales aquí seguida, en éste abordaremos la caracterización del modo verbal en sus dos caras. Por lo que se refiere al plano del contenido, no existe un concepto unitario que nos permita abarcar las distintas manifestaciones del modo en español, ya que éste puede servir para expresar valores nocionalmente muy distintos, a saber: (i) un cierto tipo de modalidad, la 'exhortativa', (ii) la llamada a menudo 'actitud del hablante' correspondiente a lo que más abajo denominaré modus clausal, que engloba valores como la 'subjetividad', la 'incertidumbre' o la 'probabilidad', y (iii) otros valores semánticos no incluibles en los dos primeros casos (la llamada 'irrealidad' y su opuesto, la 'no-irrealidad'). Todas estas serán consideradas formas de contenido, esto es, valores individualizados por el morfema gramatical del modo que, como siempre, pueden remitir a diversas sustancias (Cfr. infra, $$ 5 y 6.2).

El significante del signo gramatical del modo, por su parte, es una forma manifestada sustancialmente mediante una serie de alternancias fonemáticas que configuran la distintividad necesaria para las distintas oposiciones modales, sin que -en este caso- existan unidades segmentales concretas que constituyan invariablemente la manifestación de dicho significante.

El modo verbal es, en resumen, una categoría morfológica que, como tal, constituye un signo gramatical. Es signo porque cada realización del sistema modal supone la

signo=concepto ~ (imagen fónica + imagen gramatical)=significado =significanteen la que ~ indica una asociación".Hjelmslev concibe aquí el significante como todo aquello directamente tangible (lo cual excluye que

se trate de los 'cenemas'), excluyendo lo que de convencional pueda haber en ello (quedándose sólo con lo opositivo). Más abajo puntualiza el sentido de sus términos:

"Dado que los fonemas son puras convenciones, no entran en la forma. Este hecho no impide que la forma sea directamente tangible. La forma se constituye sólo mediante una serie de categorías subconsicientes, y esas categorías se encuentran única e inmediatamente en la imagen verbal; el significado mismo, por el contrario, no se encuentra inmediatamente en ella, salvo cuando se reviste de una forma., La forma pertenece, pues, al significante, no al significado.

Este hecho es capital. De él depende la lingüística misma (...) si la gramática forma parte de la lingüística y no de la filosofía se debe únicamente al hecho de que la forma es diferente del concepto y es parte integrante de la expresión" (íd. 123-124).

Ahora bien: "queda establecido que la forma es un factor cuya diferencia con la imagen fónica y con el

significado es evidente. La forma es un factor independiente, y que debe en principio ser estudiado independientemente del fonema y de la significación" (íd. 125).

Como se ve, la forma significante está todavía lejos del conjunto de reglas abstractas que constituirá el plano cenemático, y de la concreción reduccionista que supone identificarla con la secuencia de fonemas.17 Según Coseriu,

"Une catégorie existe dans le systeme grammatical d'une langue si elle y fonctionne en tant que catégorie autonomme, c'est-a-dire, si elle y est répresentée par des oppositions spécifiques et non réductibles à d'autres catégories (...) Mais il faut tenir en compte du fait qu'une catégorie ou une dimension appartenant au système grammatical d'une langue peut n'être représentée que dans le systeme lexical d'une autre langue" (1978, 17-18).

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actualización de unacierta forma de significado a través de una forma de significante, cuya manifestación es, no una cadena segmentable, sino una alternancia fonemática opositiva (y diferenciable, en ciertos casos, también sintagmáticamente). Es gramatical, por otra parte, porque el modo verbal consitutye un sistema cerrado y obligatorio para toda realización verbal de cierto tipo (las llamadas formas 'personales' del verbo).

4.4. Como capítulo final a este acercamiento al modo verbal, trataré de describir someramente los ejes fundamentales del modo verbal en español, dada su importancia para expresión de los valores que nos ocupan, si bien no tengo intención de entrar ahora en un estudio detallado del mismo, para lo cual ya existen sólidos trabajos a los que me referiré 18.

En primer lugar, de los tres (o cuatro) modos habitualmente reconocidos en español, Imperativo, Indicativo y Subjuntivo (y, a veces, Potencial), existe una primera oposición que permite separar el Imperativo de todos los demás. E. Alarcos Llorach (1949, 60 y ss.) justifica esta primera oposición argumentando que mientras el Imperativo se sitúa en el plano del Appel, según el conocido esquema de K. Bühler, los demás modos indican valores pertenecientes al Darstellung o 'representación'. La misma idea es seguida por L. Rubio (1968, 60), quien, siguiendo a Brugmann, llega a considerar útil la denominación de 'interjección verbal' para este modo. Igual opinión encontramos en S. Mariner Bigorra (1971, 245-247), por citar trabajos suficientemente representativos. Esta primera oposición supone, por tanto, la distinción entre dos grandes tipos de valor de contenido dentro del sistema del modo verbal en español: mientras el Imperativo expresa una determinada modalidad (la exhortación), el resto de los modos verbales expresan valores de diverso tipo, pero en ningún caso oponibles entre sí en razón de su modalidad.

Ya dentro de estos últimos valores modales, para algunos el sistema modal propiamente dicho, hay que destacar la sistematización llevada a cabo por S. Mariner (1971), que presenta un completo panorama de sus distintas oposiciones. La descripción de Mariner queda reflejada de un modo esquemático en el cuadro del propio autor (Cfr. íd. 250) que reproduzco a continuación con la sola adición de de las formas verbales correspondientes a cada uno de los valores señalados:

18 Además de los trabajos ya clásicos sobre el sistema del modo en español de S. Mariner Bigorra o de E. Alarcos -dentro de su descripción global del verbo en español- quiero destacar los desarrollados por N. Fukushima sobre el uso de los modos (indicativo y subjuntivo) en las cláusulas sustantivas y oraciones independientes en español (Cfr. N. Fukushima, 1978, 1979, 1981). El autor sostiene la tesis de que la utilización de uno u otro modo está altamente condicionada por la mayor o menor inclinación -no obligación- del verbo regente a presentarse en una u otra modalidad (de las cuales reconoce la 'declaración', 'exclamación', 'interrogación' y 'exhortación'). El trabajo de Fukushima sobre el modo en español, aunque muy distinto en sus fines al nuestro -cuyo interés se reduce al carácter del modo de identificador de la categoría semántica del modus- está hecho con gran seriedad, tiene un gran interés y es merecedor de la mayor atención.

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Eje fundamental de las oposiciones modales (Mariner Bigorra, 1971) _______________________________________________________________________

Imperativo(canta (tú))

Potencial-eventual(cante; haya cantado)

---------------------------------------------------------

Irreal declarativo Irreal impresivo-expresivo³(cantaría; había cantado) (cantare se;hubiera se cantado)

---------------------------------------------------------

Indicativo(canto; cantaba; canté; cantaré)(he/había/hube/habré cantado)

Participio (cantado)

Gerundio (cantando) Infinito (cantar) ---------------------------------------------------------

Mariner añade una nota en la que explicael tipo de convenciones utilizado en su cuadro, nota que reproduzco a continuación:

"En cada binaria el numerador es el término caracterizado; el denominador, el no íd. Las líneas continuas separan términos opuestos según noción de actitud mental; las de puntos íd. según inflexión; las de trazos discontinuos, íd según modalidad de la frase (..) Los irreales en -se y en -ra se sitúan como opuestos por inflexión de acuerdo con el criterio de corrección académico, que permite a la segunda forma emplearse lo mismo en frase independiente que en subordinada, en tanto que pone límites al empleo de aquélla en la independiente" (íd., 250, nota 1).

No pretendo entrar en la discusión detallada de este sistema, aunque no pueda sino verme obligado a apuntar muy brevemente algunas de las razones por las que, pese a la indudable importancia del trabajo de Mariner Bigorra, no me parece su descripción del sistema del modo verbal español totalmente adecuada para explicar el conjunto de oposiciones existentes en el mismo. En primer lugar, Mariner Bigorra (como por otra parte, García Calvo, y algunos otros) introduce dentro del modo verbal valores ajenos a éste como tal. Así, el eje de la 'modalidad de la frase' le sirve para describir el valor de la forma cantaría como constantemente 'declarativa (irreal)', estableciendo la oposición entre ésta y cantara se a través de dicho eje (esto es, suponiendo en esta última una modalidad constantemente 'impresivo-expresiva'); asimismo, equipara el lugar en el que incide un

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valor como el de la irrealidad con aquél en el que lo hace el carácter declarativo, aspecto éste ya denunciado por L. Rubio a propósito de otro trabajo del propio Mariner Bigorra (Vid. supra $ 2.3.3.2.).

En segundo lugar, aún quedándonos con los valores propiamente verbales reconocidos por él (Potencial-eventual, Irreal e Indicativo), su sistema del modo verbal queda incompleto por un lado, el de las formas tradicionalmente (mal) llamadas 'futuros de probabilidad', ejemplificable mediante la secuencia Ahora SERAN más o menos las diez. En efecto, como señala acertadamente A. Veiga (en prensa, Cap.III 4.5), Mariner parte de las formas verbales (en lugar de hacerlo de los valores modales), asignándoles un lugar en el sistema. En consecuencia, aquellas formas que puedan tener un doble uso, como la forma serán en cuando comencemos en partido serán ya las diez y en ahora serán más o menos las diez, no podrán ser explicadas en su totalidad dentro del sistema propuesto, debiendo recurrir a un 'eje paralelo' poco convincente (Cfr. ibíd. y ss.).

Frente al enfoque del modo verbal de Mariner Bigorra y, por supuesto, sin poner en tela de juicio el indiscutible mérito de su trabajo como punto de referencia obligado para todo estudioso del modo verbal español, considero, no obstante, notablemente más rentable y adecuado operar, de acuerdo con las objeciones de A. Veiga antes expuestas, de modo inverso, esto es (i) prescindiendo de valores ajenos al sistema del modo verbal (modalidad de la frase y carácter independiente o subordinado), y (ii) partir de valores expresados con unas u otras formas verbales en el sistema del modo verbal, y no de las formas concretas para asignarles un valor de modo único. Sólo así podremos dar cuenta de aquellos casos en los que una forma verbal puede llegar a adoptar más de un valor de modo. En el trabajo de A. Veiga citado (Cfr. también Veiga, 1986) podemos encontrar una descripción -a mi juicio- sumamente adecuada de estos valores en español, así como de su jerarquización relativa, razón por la cual la aceptaré en sus términos fundamentales. De acuerdo con ella, las oposiciones del modo verbal pertinentes en español son las siguientes:

(1) Indicativo / Subjuntivo, primera oposición de carácter general y, por tanto, de difícil etiquetación nocional. Para evitar compromisos innecesarios se le puede atribuir, de acuerdo con la terminología más usual, un carácter 'Objetivo / subjetivo' (Cfr., por ejemplo, Bassols de Climent, 1948, $ 152).

(2) No-irrealidad / Irrealidad. Esta segunda oposición enfrenta las formas verbales cuyo valor de modo presenta un hecho -objetivo o subjetivo- negado en cuanto a su existencia real o probable (las formas de irrealidad) frente a las demás (las de no-irrealidad).

(3) La tercera oposición, ya dentro de las formas 'indicativas' y 'no-irreales', nos permitirá distinguir la no-incertidumbre de la incertidumbre.

La existencia de estos valores de modo queda demostrada, naturalmente, por la aparición de formas verbales específicas que los expresan y que establecen una oposición modal nítida dentro de cada valor temporal 19. El siguiente cuadro nos permite comprobar

19 Naturalmente las oposiciones modales sólo podrán ser detectadas nítidamente si las formas estudiadas

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esquemáticamente la jerarquía relativa y las formas verbales correspondientes de las oposiciones (1-3) descritas hace un momento 20.

Valores del modo en español (Según A. Veiga, en prensa)(Formal verbales con valor temporal de simultaneidad al origen)

Indicativo (Objetivo) Subjuntivo (Subjetivo)

No-irrealidad No-incertidumbre 1. canto 4. canteIncertidumbre 2. cantaréIrrealidad 3. cantaría 5. cantara se

En este cuadro advertimos la presencia de, en principio, cinco valores de modo verbal, a saber 1. la objetividad pura (sin incertidumbre), 2. la incertidumbre (esto es, la expresión de la probabilidad, de la no-certeza), 3. la irrealidad, 4. la subjetividad ante un hecho no-irreal y 5. la subjetividad ante un hecho irreal. Cada uno de estos valores queda ilustrado en las cinco siguientes cláusulas:

1. Juan estudia matemáticas2. Juan estudiará matemáticas (si tú lo dices)3. Juan estudiaría matemáticas (si pudiese)4. OJALA / QUIZA Juan estudie matemáticas5.a OJALA Juan estudiara matemáticas5.b QUIZA Juan estudiara matemáticas (si pudiese)

La anterior descripción de la categoría del modo verbal, de acuerdo con A. Veiga, nos permitirá, abordar la clasificación de las cláusulas de acuerdo con el modus, ya que, como podremos comprobar es la utilización del modo verbal como vehículo expresivo la que justifica el carácter gramatical, y no léxico o nocional, de dicha clasificación.

responden a un mismo valor temporal. De otro modo, las diferencias significativas que se registren podrán ser atribuidas a este ámbito, y no al del modo, ya que la naturaleza de las diferencias entre formas temporales heterogéneas no siempre es fácilmente aislable. Para detalles sobre esto vid. A. Veiga (en prensa) Cap. III.20 La descripción del sistema verbal español en la que me apoyo es la que podemos encontrar en G. Rojo (1974), al que remito para detalles. Solamente quiero hacer mención explícita del concepto de dislocación, por ser particularmente importante para nuestros fines. Por dislocación entiende G. Rojo "la adquisición de matices no temporales (por parte de una forma verbal T.J.J.) a partir de la alteración de las relaciones de temporalidad" (1974, 113). La dislocación es el fenómeno que explica que la forma cantaré pueda adoptar un valor temporal de simultaneidad al origen. Cuando una forma como cantaré, cuyo valor 'recto' es de posterioridad (ej., mañana cantaré en Castellón) puede ser utilizada sistemáticamente con otro valor temporal distinto, adquiriendo en este caso un valor modal 'extra' que no tiene en el primero, entonces estamos ante un valor 'dislocado' de dicha forma. Es lo que ocurre en el ejemplo Ahora mismo serán las diez, donde el valor temporal ya no es el de posterioridad, sino el de simultaneidad, más un valor modal de probabilidad.

Existen, de acuerdo con G. Rojo (íd. $ 5) dos tipos de dislocación: la que se produce en el ejemplo anterior (posterioridad + 0 ---> simultaneidad + probabilidad), y la que se produce en, por ejemplo Juan sería un buen estudiante (si se esforzase), en la que el valor recto de sería, de posterioridad a una referencia anterior al origen (visible en Dos años después Juan sería un buen estudiante) se disloca hacia un valor desimultaneidad o posterioridad al origen, más un valor modal de irrealidad. Hay que destacar que la importancia del concepto de dislocación es su valor sistemático, no esporádico. Para un estudio de la dislocación ligeramente distinto, aunque con una misma base, Vid. A. Veiga, en prensa, III, 4.4.

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5. EL MODUS CLAUSAL

5.1. Frente a la modalidad, que es un concepto comunicativo preidiomático, o el modo verbal, que es una categoría gramatical, el conjunto de valores que incluimos aquí bajo la denominación de modus tiene un carácter semántico. El modus es el término con el que denominamos los juicios explícitos del hablante sobre su propio mensaje, que incluyen su certeza o incertidumbre, su deseo, etc. expresados por medios gramaticales 21. La noción de modus responde, en sus rasgos esenciales, al concepto de modality de M.A.K. Halliday, explicado como:

"a form of participation by the speaker in the speech event. Through modality, the speaker associates with the thesis an indication of its status and validity in his own judgement; he intrudes, and takes up a position" (Halliday, 1970, 335),

o, en otro lugar:

"Modality means the speaker's judgement of the probability, or the obligations, involved in what he is saying. A proposition may become arguable by being presented as likely or unlikely, desirable or undesirable -in other words, its relevance specified in modal terms" (Halliday, 1985, 75).

Naturalmente, cuando se define el modus como un conjunto de categorías semánticas se está considerando su valor idiomático (en español, en este caso), y no puramente nocional (sustancial). Desde el punto de vista nocional podemos reconocer 'juicios del hablante' en la mayoría de los mensajes emitidos. Lo importante, sin embargo, es que la inclusión de estos juicios suponga la utilización de una serie de recursos que caractericen al enunciado como perteneciente a un cierto modus. Con ejemplos concretos:

1.a Deseo que vengas1.b Ojalá vengas2.a Creo que no estará en casa a estas horas2.b A estas horas no estará en casa.

Desde un punto de vista meramente nocional, las dos cláusulas de (1) y las dos de (2) son equivalentes. En la primera pareja se expresa un deseo, en la segunda una (im)probabilidad. La diferencia entre las cláusulas de (a) y las de (b) reside en que en las primeras dicho contenido se obtiene gracias al significado léxico del verbo que funciona

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Es importante tener en cuenta la necesidad del carácter explícito y gramatical (no léxico) de los juicios del hablante integrantes del modus clausal, y separarlos así tanto de otros recursos lingüísticos destinados a mostrar valores actitudinales, aunque no explícitos en cuanto a su naturaleza concreta, como los expresados por las llamadas funciones informativas (focalizaciones y tematizaciones) (Cfr. sobre este tema Jiménez Juliá, 1986), como de la expresión de estos mismos juicios utilizando el significado léxico de los elementos.

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como predicado (deseo y cre (que no), respectivamente), mientras que en las segundas existen ciertos rasgos gramaticales que (con o sin ayuda de elementos léxicos) son los que proporcionan dicho contenido. En (1b) es el modo subjuntivo el que contiene un valor 'subjetivo', especificado léxicamente como un deseo. En (2b), por su parte, es el uso dislocado de la forma verbal el que proporciona el valor de probabilidad. Desde el punto de vista del modus, pues, (1a) y (2a) son cláusulas iguales: aseverativas, con su forma verbal en modo indicativo en su uso 'recto'. (1b) y (2b), en cambio, responderán a dos tipos distintos de cláusula; la primera es una 'subjetivo-desiderativa'; la segunda, una cláusula 'de probabilidad'.

5.2. Si queremos hacer una clasificación de las cláusulas según el modus en español, hemos de tener en cuenta que la reducción del sistema del modo verbal operada desde el primitivo indoeuropeo, y ya mencionada, dejó la expresión de dicha categoría en latín y, posteriormente, en español, un tanto irregular. Sin llegar a ser un sistema abierto, en cuyo caso no cabría su inclusión dentro de la gramática, el modus clausal puede ser considerado un sistema 'semi-cerrado', en el que existe, en efecto, un recurso gramatical básico para su expresión, el modo verbal, y, a su lado, una serie de recursos léxicos necesarios para completar la expresión de algunos de sus valores. Dicho de otro modo, en español existe un sistema morfológico mediante el cual se expresan los valores del modus, pero este sistema no es lo suficientemente preciso como para expresar autónomamente algunos de los valores posibles, razón por la cual requiere de la ayuda adicional de otros recursos, en concreto, de la ayuda de elementos léxicos de carácter adverbial. Quede claro, sin embargo, que este requerimiento no excluye la posibilidad de ver en el modus un tipo de organización básicamente gramatical y, por tanto, tampoco impide una clasificación de las cláusulas de acuerdo con este criterio (al menos hasta un cierto nivel). Veamos, pues, cómo se puede establecer esta clasificación.

El conjunto de juicios que un hablante puede hacer sobre el contenido de su mensaje, con unos u otros medios, es francamente variado y difícil de delimitar: ante un hecho cualquiera el hablante puede mostrar su confianza en que se produzca, su certeza, sus dudas, su creencia en la necesidad, probabilidad o mera posibilidad de que suceda, incluso su temor o alegría por ello. Naturalmente todas estas posibilidades son, sólo potencialmente, clases de construcciones integras en el modus clausal. Para que se conviertan en tales es necesario que exista un recurso gramatical específico que sirva para tal fin. En inglés, por ejemplo, los verbos modales permiten un considerable número de tipos de modus diferenciados. En español, en cambio, el inventario es bastante más reducido. Insisto en que ello no implica -por supuesto- diferencias en las posibilidades expresivas globales de una y otra lengua, sino tan sólo en el modo de llevarlas a cabo: el inglés utiliza verbos modales específicos (sin una correspondencia exacta en español en cuanto a su régimen gramatical) para expresar aspectos que el español relega al léxico.

En contraste, y como ya hemos indicado, el español sólo puede utilizar el modo verbal para caracterizar por procedimientos no léxicos los juicios del hablante, razón por la cual seguiremos las siguientes indicaciones para clasificar las cláusulas según este criterio.

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En primer lugar, y frente a la multiplicidad de categorías nocionales posibles, el modus en español tiene en cuenta sólo tres ejes, a saber, (i) el eje de la subjetividad, expresado mediante las formas del subjuntivo (en cláusulas no integradas); (ii) el eje de la probabilidad o, más adecuadamente, el de la incertidumbre, expresado mediante ciertos usos dislocados del modo indicativo (vid nota 20 supra), y (ii) el eje de la objetividad, expresado fundamentalmente a través de los usos rectos del modo indicativo.

5.2.1. La subjetividad, con toda la vaguedad que el término supone, es quizá la forma más adecuada, por menos comprometida, de denominar el valor del subjuntivo español que, pese a ciertas diferencias, recoge el carácter del subjuntivo latino como catalizador de la subjetividad del hablante (Cfr. Bassols, 1948, $ 153), además de otros usos determinados por imperativos sintácticos que ahora no nos interesan. Pero por esta misma razón, el subjuntivo es un modo sumamente indeterminado: la subjetividad no es un sentimiento, sino el marco en el que se producen éstos. Por ello, para que el subjuntivo pueda dar cuenta gramatical y explícitamente de ciertos sentimientos del hablante se hace necesaria una complementación adverbial que los concrete. En español esta concreción caminó en dos direcciones, de acuerdo con las posibilidades de complementación adverbial: la del deseo y la de la posibilidad; veamos algunos ejemplos:

3. a Ojalá/así llueva b Quizá/acaso/tal vez llueva

4. a Ojalá estuvieras aquí b Quizá estuviera aquí tu hermano (si pudiese)

5. a Ojalá haya cantado bien b Quizá haya cantado menor de lo que esperábamos

6. a Ojalá viniera tu hermano ayer/hoy/mañana a la fiesta b Quizá viniera tu hermano a la fiesta (si le invitamos)

7. a Ojalá hubieras aprobado ya en junio b Quizá hubiera venido (si le hubieramos invidado)

En todos estos casos existe un valor general, proporcionado por el subjuntivo, de 'subjetividad': se expresa un hecho bajo un prisma determinado, imposible de especificar por sí sólo, razón por la que el adverbio resulta necesario para concretar el sentimiento hacia el que se orienta la subjetividad. Como hemos visto hace un momento, los dos sentidos en los que puede concretarse la subjetividad pueden ser denominados desiderativo y de posibilidad, respectivamente. El primero (los ejemplos (a) arriba) no parece presentar demasiados problemas: los hechos se presentan como deseados, siendo su carácter posible o no- posible una consecuencia del valor temporal de la forma verbal implicada; los hechos de posterioridad -todavía no realizados- son, por ello mismo, posibles, mientras que los deseados no-posteriores podrán ser irreales o no-irreales, según la forma verbal y/o el contexto. Aquí lo importante, sin embargo, no es ese valor diferencial (irrealidad / no-

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irrealidad), sino la intromisión del deseo del hablante a través de un modo verbal determinado (el subjuntivo) y un adverbio especificador del modus.

Los ejemplos (b), por su parte, responden al mismo tipo general, aunque con adverbios de otro tipo; consideraremos este segundo 'subtipo' de modus subjetivo como de posibilidad. Muchas gramáticas ven estos ejemplos (b) como 'dubitativos'; no considero, sin embargo, que la 'duda' sea un rasgo individualizador de un único tipo de cláusula, sino una etiqueta con la que rebautizar ciertos tipos de las mismas que muestran un hecho como posible o como probable (en cualquier caso, como no seguro). El carácter dubitativo, esto es, la ausencia de certeza total sobre lo expresado, es, precisamente, lo que marca el punto de contacto entre la posibilidad y la probabilidad, nociones estas que, sin embargo, no son equivalentes ni nocional ni lingüísticamente, a continuación.

5.2.2. La probabilidad es el segundo de los ejes relevantes en la clasificación del modus clausal. Como acabamos de ver, la probabilidad guarda relación con la 'posibilidad', pero no son equivalentes. Coinciden en el valor general de la ausencia de certeza, pero se diferencian en su presentación; la posibilidad se expresa en términos dicotómicos y complementarios: cuando se asegura es posible que algo ocurra, al tiempo se está diciendo que es posible que no ocurra, sin que existan términos medios o posibilidad de graduación de la posibilidad. La probabilidad, en cambio, se expresa en términos graduales. Se puede expresa que algo se considera 'muy probable' o 'poco probable'. Si, pese a lo dicho, admitimos en español expresiones como 'es muy posible' o, más raramente, 'es poco posible', ello es por la asociación al término posible del significado de probable, dada la coincidencia de ambos en el valor de incertidumbre. Un ejemplo puede ilustrar la diferencia entre ambas nociones: si preguntamos por Antonio y nuestro interlocutor no sabe dónde se encuentra en ese momento, podrá responder:

8. Quizá esté en la biblioteca.

En este caso lo que nos está diciendo es que Antonio, o bien está en la biblioteca, o bien no está allí, siendo la biblioteca el posible lugar donde dar con él. Pero cabe igualmente la otra alternativa que esté en otra parte. En este sentido (8) equivale (es sustituible por) (9):

9. Es posible que Antonio esté en la biblioteca,

la cual implica, a su vez:

10. Es posible que Ambrosio no esté en la biblioteca.

Ahora bien, si el hablante no sólo admite la posibilidad, sino que tiene fundadas razones para pensar que Antonio está efectivamente en la biblioteca -aunque no pueda asegurarlo con certeza-, entonces podrá responder:

11. Estará en la biblioteca.

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Nótese que lo que la respuesta implica ahora es:

12. Es probable que esté en la biblioteca,

pero ésta, a su vez, no sólo no implica, sino que excluye:

13. Es probable que no esté en la biblioteca.

Desde la perspectiva del modus el comportamiento de las cláusulas de posibilidad y las de probabilidad es claramente distinto. Las primeras, como vimos en 5.2.1., utilizan el subjuntivo (más complementación adverbial) como forma de expresión. Las probabilidad -lo acabamos de comprobar- se expresa mediante los usos dislocados del indicativo, según la noción de dislocación contenida en G. Rojo (1974) (Cfr. nota 20 supra), esto es, de acuerdo con los valores de las formas verbales siguientes:

14. Serán las diez (= son probablemente las diez)15. Serían las diez (= probablemente eran las diez)16. Habrá sido cocinero antes que fraile (= probablemente ha sido cocinero antes que

fraile)17. Habría hecho algo malo cuando se escondió

(= probablemente había hecho algo malo cuando se escondió)

5.2.3. La tercera posibilidad de realización clausal, dentro de las declarativas, es la aseveración, caracterizada por su naturaleza 'neutra' con respecto a cualquier juicio que pueda introducir el hablante en su mensaje. Las cláusulas aseverativas se expresan mediante los usos rectos del modo indicativo, así como en aquellos usos dislocados que indiquen irrealidad -no probabilidad. Serán ejemplos de las mismas:

18. Antonio estudia aeronáutica19. María estudiará odontología el año que viene20. Ricardo estudiaba mucho21. Pedro se hizo dentista22. Roberto ha conseguido plaza en Arenas de San Pedro23. Renato había empezado enfermaría24. Todos habrían acabado la carrera dos años después25. En dos años todos habrán acabado la carrera

26. Juan sería un buen estudiante (si se esforzase)27. Perfecto habría acabado ya (si hubiera empezado antes).

En todos estos ejemplos el hablante presenta los hechos sin introducir ningún juicio subjetivo gramaticalmente expresado. Los ejemplos (18-25) muestan hechos que la forma verbal caracteriza como reales (usos rectos del indicativo); los dos últimos (26-27) suponen la aseveración de un hecho irreal (mediante la dislocación de valores verbales del indicativo). La 'irrealidad' del hecho presentado, a diferencia de lo que ocurre con otras

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oposiciones del contenido del modo verbal, no depende de lo que el hablante introduzca en el hecho relatado, sino que es algo objetivo, externo al hablante, que éste se limita a exponer: en (27) la irrealidad del hecho (es decir, que 'Perfecto no ha acabado todavía'), expresada por el uso dislocado de habría acabado, es independiente de lo que el hablante piense, desee, tema, etc. Y lo mismo con (26). Obsérvese la diferencia de estos casos con, por ejemplo, Antonio estará en la biblioteca, en el que la probabilidad denotada por la forma verbal no puede adscribirse al hecho designado (el 'estar Antonio en la biblioteca') sino que se deriva de la falta de certeza del hablante acerca de la realidad del mismo. Lo mismo cabe decir de Quizá esté en la biblioteca o de Ojalá esté en la biblioteca. La incertidumbre, que permite juzgar algo como posible o como (más o menos) probable, o la voluntad, no pueden atribuirse a los hechos en sí. La realidad o irrealidad, en cambio, sólo puede atribuirse a éstos. O, lo que es lo mismo, el valor semántico de la 'irrealidad', expresable mediante usos dislocados de las formas verbales (indicativas y subjuntivas), no entra dentro del concepto de modus, según fue definido en 5.1.

5.2.4. De lo visto hasta ahora se desprende que si bien el modo verbal es el recurso gramatical que nos permite individualizar un cierto contenido gramatical, lo que llamamos modus (cuyos valores también pueden expresarse con medios léxicos), no todo el sistema del modo verbal puede ser ligado al modus. Hay oposiciones de modo que sirven a otros fines: el imperativo expresa un valor de modalidad exhortativa, frente a los demás modos. La oposición 'irreal / no-irreal', que enfrenta dos subconjuntos de formas verbales, tiene también un carácter externo al modus. Son, por tanto, las oposiciones del modo 'objetividad / subjetividad' y 'no-incertidumbre / incertidumbre' las que responden a valores significativos relativos a los juicios explícitos del hablante sobre su mensaje, esto es, a valores que éste introduce en su discurso asociándolos a la 'tesis' de su mensaje.

Podemos reflejar esta relación entre el 'modo verbal' y el modus en el cuadro de abajo. Como en las ilustraciones anteriores, las formas verbales que opondrán los distintos valores modales tendrán todas un mismo valor temporal (el de la simultaneidad al origen).

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Oposiciones de modo verbal y tipos de modus (Unidades con modalidad declarativa)

VALORES DE MODO (FORMAS DE SIMULTANEIDAD) MODUS

IRREAL cantaría(uso dislocado2)

ASEVERACIÓN INDICATIVO (Objetivo) NO-INCERTID.: canto

(uso recto) NO-IRREAL

INCERTID.: cantaré (uso dislocado1) PROBABILIDAD

NO-IRREAL cante SUBJUNTIVO (uso recto) (Subjetivo) SUBJETIVIDAD

IRREAL cantara(uso dislocado2)

En el cuadro se muestran las oposiciones del modo verbal ordenadas jerárquicamente, con los valores prioritarios a la izquierda. En él se puede comprobar cómo la oposición de modo 'no-irreal / irreal' no supone ninguna alteración en el modus. El primer corte lo obtenemos en la oposición 'indicativo / subjuntivo'. Dentro del primer ose produce un segundo corte en el modus, gracias a la oposición de modo 'no-incertidumbre / incertidumbre'. En el subjuntivo, al no existir más oposición de modo que la de 'no-irrealidad / irrealidad', irrelevante para las distinciones del modus, no hay diversificación de éste.

Finalmente, he incluido al lado de las formas ejemplificadoras de cada término de las oposiciones, la indicación del 'uso verbal' atribuible, según los términos de G. Rojo (1974) y A. Veiga (1986; en prensa). De acuerdo con ellos, además del uso 'recto', tendremos los 'dislocados', (1) para las formas que adquieren un valor de modo de probabilidad, y (2) para las de irrealidad.

Todas las oposiciones indicadas, por otra parte, se han hecho sobre la base de las cláusulas con modalidad declarativa, en las que los valores del modus se dan con mayor riqueza; en efecto, el marco ideal para expresión de los juicios del hablante sobre el contenido de su mensaje es aquella modalidad en la 'información' es lo prioritario, por encima de otros intereses de contacto social (i.e. diversas solicitudes). Esto, sin embargo, no implica que los valores del modus no se den también en alguna otra modalidad. La exhortación puede considerarse invariable en cuando al modus, sin que las diversas realizaciones exhortativas (que podemos ver en el cuadro final) afecten a este parámetro. La interrogación, en cambio, presenta ya dos modus fundamentales: la no-incertidumbre y la

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incertidumbre. Esta última tiene como expresión el uso dislocado (1) del modo verbal indicativo (dentro, naturalmente, de los rasgos expresivos propios de su modalidad), esto es aquel que en las cláusulas de modalidad declarativa indica la probabilidad. El primero utiliza el resto de las formas del indicativo, sin que existan formas interrogativas (independientes) expresadas en modo subjuntivo. El uso de las formas dislocadas (1) en las cláusulas interrogativas indica un cierto grado de incertidumbre expresado por el hablante acerca de lo que pregunta, sin que pueda identificarse ésta con la 'probabilidad' de las declarativas. En ¿Qué querrás ahora? (frente a ¿Qué quieres ahora?') no parece que quepan interpretaciones del tipo '¿qué probablemente quieres ahora?' sino, simplemente, '¿qué quieres ahora?', más cierta incertidumbre añadida a la ya presente en toda pregunta por el hecho de serlo. Dentro de las que observan un modus 'no-incierto', esto es, aquellas en las que el hablante no añade el matiz aludido mediante la forma verbal dislocada, cabe distinguir la interrogación acerca de un hecho visto como irreal o visto como no-irreal. Es la diferencia entre ¿Qué haces?, donde se interroga acerca de un hecho cierto (se parte del hecho de que 'haces algo'), y ¿Estarías mejor en la playa?, donde se pregunta por un hecho visto como irreal (el hecho de que 'no estás en la playa'). Ha quedado claro hace un momento -eso espero-, que esta última distinción es ajena al modus y sólo puede verse como introductoria de variantes (sustanciales, en relación con éste) en el interior de las cláusulas interrogativas de no-incertidumbre.

Podemos ver de un modo rápido y esquemático todas estas posibilidades a través del cuadro final.

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6. ALGUNAS CUESTIONES FINALES

La descripción de los tres ejes diferenciados a lo largo de las líneas anteriores, modalidad, modo verbal y modus clausal, ha pretendido distinguir de entre los varios conceptos mezclados en clasificaciones habituales en las gramáticas, al tiempo que fijaba la que -a mi juicio- es la naturaleza de cada uno de ellos. Las distinciones hechas no han agotado los conceptos (con)fundidos en estas clasificaciones, ya que en ellas se solía incluir también la polaridad de la cláusula (i.e., su carácter afirmativo o negativo), a la cual no me he referido aquí. Hay, no obstante, algunas cuestiones también incluidas a menudo en estas clasificaciones a las que creo conveniente aludir, aunque sea brevemente. Me refiero a las cláusulas exclamativas y al uso que se hace de estructuras inicialmente destinadas a un fin y luego cambiadas a otro.

6.1. Una ojeada a las gramáticas más conocidas nos permitirá comprobar que las cláusulas exclamativas han sido tradicionalmente un tipo más de entre las estructuras clasificada por la actitud mental del hablante. R. Seco, en su intento de distinguir ejes, separa las exclamativas de las (aquí vistas como) clasificables por el modus, pero las sitúa, un tanto sorprendentemente, al lado de las 'afirmativas', 'negativas' e 'interogativas' (Cfr. Seco, 1930 II, 77 y 102-103). Gili Gaya las considera como un tipo más dentro de su clasificación unitaria (Cfr. Gili Gaya, 1943, $ 34) y lo mismo hace el Esbozo (Cfr. Academia, 1973, $ 3.2.4. Roca Pons considera que las oraciones exclamativas constituyen el cuarto gran tipo, al lado de las aseverativas, interrogativas e imperativas, según "el resultado o efecto que se espera producir en el oyente" (Cfr. Roca Pons, 19764, 193), postura ésta, por otra parte, bastante generalizada (Cfr., por ejemplo, Fukushima, 1981). En cualquier caso, todos parecen incluir la estructura exclamativa como una más de la clasificación según la 'actitud mental del hablante' o la 'calidad psicológica del juicio'. Dicha inclusión no es sorprendente en absoluto, sino más bien coherente con la política de asimilaciones emprendida a raíz de la consideración actitud mental del hablante y ya comentada. En efecto, las exclamativas tienen como rasgos específicos el mismo tipo de recursos -varios- que podemos encontrar en la manifestación de, por ejemplo, la exhortación (entonación, cierto orden de palabras -a veces-) o la interrogación (las anteriores, más partículas específicas). Ello unido a que respondían perfectamente a la noción de expresión caracterizada por la actitud mental del hablante (un prueba más de la ambigüedad del término), hizo no sólo posible, sino también coherente dicha inclusión.

Una excepción -parcial- a esta forma de ver las exclamativas es el trabajo de González Calvo anteriormente citado. Según este autor, las exclamativas no constituyen un tipo especial de oración, sino la realización de distintos tipos "con refuerzo exclamativo" (Cfr., 1983, 256) pero, a continuación, se pregunta si éstas tienen rasgos estructurales específicos, a lo cual no puede sino responder afirmativamente y, por tanto, acaba clasificándolas como una más dentro de las oraciones definidas por el modus, concretamente, una más de las 'expresivas', al lado -y al mismo nivel- que las 'desiderativas'

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y 'dubitativas'. Debo decir que, pese a todo, la solución de González Calvo no me parece incoherente con su forma de enfocar el tema. El problema está en la inadecuación de dicho enfoque, esto es, su identificación entre modus y dimensión comunicativa (Vid. supra apdo. 2.3.3.2.).

Frente a estas visiones, un mínimo de coherencia con lo expresado en las líneas anteriores exige la exclusión del carácter 'exclamativo' de entre los valores integrables en el concepto de modus y, por supuesto, también en el de modalidad. Las exclamativas son, por el contrario, un modo enfático de expresar una declaración. Que este modo enfático haya desarrollado ciertos rasgos típicos no justifica su integración entre los tipos de modus o modalidad, de acuerdo con las caracterizaciones vistas, ya que la exclamación no modifica ninguno de sus elementos definitorios; tan sólo muestra un cierto énfasis en el modo de expresar una declaración. Cualquier cláusula declarativa puede convertirse en exclamativa mediante una modificación en su entonación. Hay, sin embargo, recursos que pueden identificar estructuralmente -y no sólo prosódicamente- dichas estructuras. Un breve pero acertado estudio de estos rasgos (partículas interrogativas o comparativas sin tal función, cierta secuencialidad en algunos casos, etc.) se puede ver en el trabajo de González Calvo (Ibíd.). Vid., por ejemplo, la diferencia entre:

28a. Me alegro de ello28b. ¡Me alegro de ello!28c. ¡Cuánto me alegro de ello!

29 a. Este paisaje es muy agradable29b. ¡Qué agradable es este paisaje!

donde existen estructuras (en concreto, (28c) y (29b)) en las que lo expresado explícitamente es el carácter enfático de la declaración. Si a esto se le quiere llamar 'actitud mental' o 'psicológica' es lo de menos. Lo importante es que no se identifique dicho énfasis con el modus y, por tanto, no se incluya este tipo de estructura clausal en la misma clase que las anteriores.

6.2. El segundo aspecto de estas notas finales es el del aparente desajuste entre ciertas estructuras clausales y el valor de modalidad que adquieren en ciertos contextos.

En el apdo. 3 consideré la modalidad como la denominación que recibe un tipo concreto de interacción social establecido a través de la lengua. Todo enunciado -y la cláusula, en este sentido, debe ser considerada como el enunciado mínimo independiente del contexto- es una realización de alguna de las tres modalidades comunicativas conocidas. Como vimos, la modalidad está en conexión con la finalidad comunicativa de las lenguas, y es independiente de su estructura. Ahora bien, también vimos que, dada su rentabilidad, lo normal es que las lenguas creen recursos idiomáticos mediante los cuales expresar explícitamente la modalidad de cada enunciación: exhortación, declaración e interrogación tienen en español rasgos expresivos específicos.

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Para una adecuada descripción del funcionamiento de la lengua en lo que a estos aspectos se refiere hay que tener en cuenta, sin embargo, ciertos hechos ligados a las convenciones sociales que rigen la comunicación, en concreto, a la consideración social que merece cada una de las relaciones sociales que definen las modalidades. Hay ciertas relaciones, muy concretamente, la exhortación, sobre todo cuando se trata de una orden, que son más propensas a crear susceptibilidades. La exhortación implica siempre una cierta 'elevación' del hablante por encima del oyente, al adoptar el papel de 'exhortador' (o 'demandador') y, por tanto, reducir al oyente al rango de 'demandado'. Por ello, es frecuente la utilización de recursos destinados a mitigar el impacto que supone la presentación directa de tal modalidad (es decir, de tales papeles), por ejemplo, mediante una pregunta más o menos directa acerca de lo que se solicita o, más exactamente, acerca de la voluntad del interlocutor de realizar aquello que (en realidad) se le demanda. Así, un ¿Quieres callarte? es una secuencia con forma de pregunta en la que, sin embargo, lo que menos le interesa al que la hace es, normalmente, el conocimiento de la voluntad del oyente; muy por el contrario, lo que busca es la respuesta factual de 'callarse'. Se trata, pues, de una cláusula con forma interrogativa pero que, en virtud de convenciones sociales relativas a la forma de hablar, responde a una modalidad exhortativa (calificable de 'mitigada', 'suavizada', o algo por el estilo). Lo mismo cabe decir de ciertas aseveraciones con formas verbales de simultaneidad al origen (i.e., canto) o posterioridad al origen (i.e., cantaré), en las que no se describe un hecho, sino que se manifiesta algo que se pretende que el oyente realice (para un estudio más detallado de este tipo de convenciones, vid. I. Bosque (1980, 92 y ss.) y las referencias allí indicadas). Con ello se pone de manifiesto la posibilidad de superposición de las convenciones sociales a las funciones iniciales de las estructuras lingüísticas y, de paso, a la importancia crucial de la comunicación en la estructura y evolución de las lenguas.

En el cuadro final podemos ver la relación entre la modalidad, el modus clausal y las distintas estructuras -con sus rasgos definitorios- destinadas a realizar cada uno de estos valores, incluyendo aquellos casos en los que, como acabamos de ver, se generaliza el uso de una cierta estructura para expresar una modalidad diferente a la inicialmente prevista.

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MODALIDAD MODUS Realizaciones clausales Rasgos específicos Ejemplos

Pregunta no-polarizada Partículas interrogativas + ¿Qué querrás ahora?entonación + INDICAT1

(2) IncertidumbrePregunta polarizada Entonación + orden ¿Será verdad eso?

INDICAT1

INTERROGACIÓN

Pregunta no-polarizada Part.int.+ent.+ INDICAT0 ¿Qué quieres?/ INDICAT2 ¿Dónde vivirías mejor?

(1) No-incertidumbrePregunta polarizada Enton.+orden+ INDICAT0 ¿Estás bien?

/ INDICAT2 ¿Estarías mejor allí?

¿Me da fuego? ¿Podría darme fuego?

EXHORTACIÓN Directiva -IMPERATIVO ¡Siéntate!-Infinitivo compuesto ¡Haberlo hecho!-Pretérito SUBJUNTIVO ¡Lo hubieras hecho!

Ahora te estás calladito

(1) Aseveración Aseverativa INDICAT0 e INDICAT2 Mañana lloverá /Sería feliz sin problemas

DECLARACIÓN (2) Incertidumbre De probabilidad INDICATIVO1 Ahora serán las diez (= probabilidad) (= dubitativa1)

deseo Desiderativa Adver. desid.+ SUBJT Ojalá sea/fuese verdad(3) Subjetividad

posibilidad De posibilidad Adver.de ‘duda’+ SUBJT Quizá venga/viniera(=dubitativa2)

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