Pancho Cossio

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ABC. SÁBADO 18 DE ENERO DE 197fc EDICIÓN DE U MAÑANA. PAG. « CRITICA * INFORMACIÓN *; AB ENTREVISTAS * ERUDICIÓN* DE LAS ARTES CRÓNICA Y CRITICA PANCHO COSSIO (1898-1970) Por A. M. CAMPOY A sido—es—Pancho Cossío el pin- tor español más importante, el más trascendente e inconmovible de su generación y de las que inmediata- mente le siguen? Para mí, la respuesta tiene . Composición con cabeza de caballo que ser rotunda: lo es, lo es y lo serán sin la menor duda. Estoy seguro, tengo que estarlo, no puedo vacilar en mi valoración, pues titubear significaría la pura inestabi- lidad' de mi experiencia artística y de mis juicios estéticos, y para que mi convicción se corrobore más y más, me hago esta otra pregunta: ¿Qué pintores españoles contem- poráneos podríamos incorporar ahora mis- mo al gran repertorio del Museo del Prado? Cines pintores, ni uno más: Juan Gris, Vázquez Díaz, Pablo Picasso, Solana, Pan- cho Cossío. Pienso en otros pintores de los alrede- dores generacionales de Cossío (y aquí pueden poner ustedes los nombres consa- grados por las cotizaciones más altas de los últimos años), y no consigo imaginár- melos en nuestra primera pinacoteca. Puedo, todo lo más, imaginármelos en sus proximidades, en la Casa Sindical, sin ir más lejos, pero nunca en el Museo del Pra- do. A Pancho Cossío, sí. Hay cuadros su- yos, algunos bodegones de rutilantes porce- lanas, el retrato de la madre «en su nieve de hermosura», ciertos veleros que se fan- tasmalizan en la tempestad, como ángeles de dos palos sumergidos en catedrales ma- rinas, que podrían muy bien alinearse con sos hermanos mayores los flamencos, más ricos en años y en gloria, sí, pero no más suntuosos intrínsecamente. Hay en estos cuadros de exquisito len- guaje y poético sentido, reencontrados aho- rra en la Exposición antológiea del Museo Español de Arte Contemporáneo (muestra que, más que selección, es a manera de La jarra de agua Pancho Cossío una reunión fortuita), la austera elegancia y la soberbia factura que caracteriza a la! obras maestras. No estamos ante el cuadro genialoide más o menos azarosamente con- seguido, ni ante el cuadro único que se re- pite en cien. más. Estamos ante una pintu- ra inteligentísimamente elaborada, ante el mayor equilibrio que existe en nuestra pin- tura de técnica y sensibilidad. La materia se ha refinado tanto que se ha hecho poe- sía ella misma. Lo que en otros es ímpetu rústico, o aséptico amaneramiento, o sim- ple cuquería, aquí es serenidad, genial pul- critud, exquisitez. Mo hay fórmula en Pan- cho Cossío; hay, claro que sí, unicidad, ma- nera peculiar, personalísimo concepto, pero nunca se reitera ni se repite: eada cuadro, cada centímetro de cuadro está creado des- de la fruición. José Hierro, en el catálogo de esta Ex- posición, nos contagia una nostalgia de Cessío a través de la cual se nos aparece sn pintura como el fantasma de un Zur- barán, «un Zurbarán visto con ojos de mio- pe, un Zurbarán para salones, no para re- fectorios». Ello, claro está, tras la locura armoniosa de antaño, en su estival pleni- tud, «cuando por las telas de Pancho va- gaba el aroma de Rembrandt y del Tiziano, salpicados de puntos de luz». Era, sí, el tiempo aquel de las nieblas hiperbóreas que en modo alguno podía convenir al neo- clasicismo de Eugenio d'Ors, pues aunque en Cossío estaba la serenidad, estaba el misterio también, y éste» extrañamente, no atraía al enamorado de Cézanne. Pero ha- bría que saber si, de verSaS, la geometría queda fuera del misterio. El Partenón, ebrio de sobriedad y de luí, acaba siendo infi- nitamente más misterioso que Turner. Pancho Cossío pintó poco» Cada cuadro le suponía días..y días, hasta mese» de plan- teamiento y resolución, de quitar y poner. Nunca estaba satisfecho. No pintaba si no disponía de aceites y tierras de priinerí-  ABC (Madrid) - 15/01/1972, Página 47 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de lo contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposició como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.

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A B C . S Á B A D O 18 DE E N E R O DE 197fc EDICIÓN DE U MAÑANA. PAG. «

CRITICA * INFORMACIÓN *; AB ENTREVISTAS * ERUDICIÓN*

DE LAS A RT ESCRÓ N ICA Y CRITICA

PANCHO COSSIO (1898-1970)Por A. M. CAMPOY

A sido—es—Pancho Cossío el p in-tor español más importante, elmás trascendente e inconmovible

de su generación y de las que inmediata-mente le siguen? Para mí, la respuesta tiene

. Composición con cabeza de caballo

que ser rotunda: lo es, lo es y lo serán sinla menor duda. Estoy seguro, tengo queestarlo, no puedo vacilar en mi valoración,

pues titubear significaría la pura inestabi-lidad' de mi experiencia artística y de misjuicios estéticos, y para que mi convicción

se corrobore más y más, me hago esta otrapregunta: ¿Qué pintores españoles co ntem-poráneos podríamos incorporar ahora mi s-mo al gran repertorio del Museo del Prado?Cines pintores, ni uno más: Juan Gris,Vázquez Díaz, Pablo Picasso, Solana, Pan-cho Cossío.

Pienso en otros pintores de los alrede-dores generacionales de Cossío (y aquípueden poner ustedes los nombres consa-grados por las cotizaciones más altas delos últimos años), y no consigo imaginár-melos en nuestra primera pinacoteca.Puedo, todo lo más, imaginármelos en susproximidades, en la Casa Sindical, sin irmás lejos, pero nunca en el Museo del Pra-do. A Pancho Cossío, sí. Hay cuadros su-yos, algunos bodegones de rutilantes porce-lanas, el retrato de la madre «en su nievede hermosura», ciertos veleros que se fan-tasmalizan en la tempestad, como ángelesde dos palos sumergidos en catedrales ma-rinas, que podrían muy bien alinearse consos hermanos mayores los flamencos, másricos en años y en gloria, sí, pero no mássuntuosos intrínsecamente.

Hay en estos cuadros de exquisito len-guaje y poético sentido, reencontrados aho -

rra en la Exposición antológiea del MuseoEspañol de Arte Contemporáneo (muestraque, más que selección, es a manera de

La jarra de agua

Pancho Cossío

una reunión fortuita), la austera eleganciay la soberbia factura que caracteriza a la!obras maestras. No estamos ante el cuadrogenialoide más o menos azarosamente con-seguido, ni ante el cuadro único que se re-pite en cien. más. Estamos ante una pintu-ra inteligentísimamente elaborada, ante el

mayor equilibrio que existe en nuestra p in-tura de técnica y sensibilidad. La materiase ha refinado tanto que se ha hecho poe-sía ella misma. Lo que en otros es ímpeturústico, o aséptico amaneramiento, o sim-ple cuquería, aquí es serenidad, genial pul-critud, exquisitez. Mo hay fórmula en Pan-cho Cossío; hay, claro que sí, unicidad, ma-nera peculiar, personalísimo concepto, peronunca se reitera ni se repite: eada cuadro,cada centímetro de cuadro está creado des-de la fruición.

José Hierro, en el catálogo de esta Ex-posición, nos contagia una nostalgia deCessío a través de la cual se nos aparecesn pintura como el fantasma de un Zur-

barán, «un Zurbarán visto con o jos de mio -pe, un Zurbarán para salones, no para re-fectorios». Ello, claro está, tras la locuraarmoniosa de antaño, en su estival pleni-tud, «cuando por las telas de Pancho va-gaba el aroma de R embrandt y del Tiziano,salpicados de puntos de luz». Era, sí, eltiempo aquel de las nieblas hiperbóreasque en modo alguno podía convenir al ne o-clasicismo de Eugenio d'Ors, pues aunqueen Cossío estaba la serenidad, estaba elmisterio también, y éste» extrañamente, noatraía al enamorado de Cézanne. Pero ha-bría que saber si, de verSaS, la geometríaqueda fuera del misterio. El Partenón, ebriode sobriedad y de luí, acaba siendo infi-nitamente más misterioso que Turner.

Pancho Cossío pintó poco» Cada cuadrole suponía días..y días, hasta mese» de plan -teamiento y resolución, de quitar y poner.Nunca estaba satisfecho. No pintaba si nodisponía de aceites y tierras de priinerí-

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sima clase. Discutía con los amigos a pro-pósito de un cacharro traslúcido, de unnaipe, teorizaba sin cansarse horas y ho-r a s , veladas enteras, veranos enteros. El,eiue era débil de cuerpo, dialécticamentetenía la energía de an león. Recuerdo losdías aquellos en que pintaba en la iglesiade los carmelitas de la plaza de España(donde ahora se guardan las dos obrasmás importantes que posiblemente atesorala Orden), nuestras tertulias en el café

Trueba, en Santander (con Villalobos, Za-baleía, Gerardo de Alvear, i cuántos muer-t o s , Dios mío!), en el madrileño café deGijón, con Fernando de Milicua y GayaÑuño, en su estudio del ático del Palaciode la Prensa. Pancho discutía como un ni-ño colérico y sordo, nos leía ensayos suyossobre arquitectura, hablaba de fútbol y depolítica, se embobaba con el maqumismoU. S. A. y la tomaba con los judíos y losmasones.

Estaba enamorado de Santander, y nosaseguraba que la verdadera Europa co-mienza donde empiezan los pastos. Su cul-tura era nórdica, anglosajona y antisemi-ta , y si tanto como su cultura no, digamos

que su imaginación. Estaba más cerca deTurner que de los venecianos, pero muycerca de Goya también, a cuyos grises lle-g ó , tal vez, a través del otro gran pintorde la montaña, Kiancho. Pancho Cossíohabía nacido («dio la casualidad», decíaél) en Pinar del Ríe, cuando todavía eraCuba una provincia ultramarina de Espa-ña, pero su alma era santanderina, comoera vasca el alma de Iturrino, nacido «ca-sualmente» en Santander. Pero al final eldestino le hizo una jugarreta a Pancho:lo llevó a morir a orillas del Mediterráneo,inmerso en la cegadora luz de Sorolla, bur-lándose así de la vocación de nieblas y ver-des pastos que el montañés tenía.

Ahora, al ver de nuevo sus cuadros, lo

recordamos con ternura y nada nos con-suela de su pérdida. Junto a él, los máscotizados de esta hora son... ¿Qué son?Gerardo Diego lo ha advertido definiti-vamente:

«Nadie remede su frontal tabiqueporque él pintó lo que hasta él no era;la evidencia real de la Pintura.»

A. M. C.

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