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arg s o 79 ARTÍCULO Las estrategias comunicacionales de un líder populista (Juan D. Perón) y de uno neopopulista (Hugo Chávez): principales coincidencias y discrepancias Herbert Koeneke Universidad Simón Bolívar [email protected] Resumen: Los líderes y gobernantes populistas y neopopulistas de Améri- ca Latina han tendido a coincidir en el uso intenso y sesgado a su favor de los medios de comunicación social. Con ello se proponen, con matices di- ferentes, ascender y perpetuarse en el poder. Juan Domingo Perón y Hugo Chávez constituyen casos ilustrativos de esa tendencia general, más allá de sus diferencias personales e históricas. Palabras clave: peronismo, chavismo, populismo, neopopulismo, encua- dre grupo-céntrico. Communication Strategies of a Populist Leader (Juan D. Perón) and a Neopopulist One (Hugo Chávez): Similarities and Differences Abstract: Populist and neopopulist leaders and presidents in Latin Ameri- ca have traditionally been inclined to intensify and to bias the mass media use for their own benefit. This would allow them, amidst some differences, to reach and remain in power positions. Juan Domingo Perón and Hugo Chávez illustrate this tendency, despite their personal and historical dif- ferences. Key words: peronism, chavism, populism, neopopulism, group-centric framing.

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Las estrategias comunicacionales de un líder populista (Juan D. Perón) y de uno neopopulista (Hugo Chávez): principales coincidencias y discrepancias

Herbert KoenekeUniversidad Simón Bolí[email protected]

Resumen: Los líderes y gobernantes populistas y neopopulistas de Améri-ca Latina han tendido a coincidir en el uso intenso y sesgado a su favor de los medios de comunicación social. Con ello se proponen, con matices di-ferentes, ascender y perpetuarse en el poder. Juan Domingo Perón y Hugo Chávez constituyen casos ilustrativos de esa tendencia general, más allá de sus diferencias personales e históricas.

Palabras clave: peronismo, chavismo, populismo, neopopulismo, encua-dre grupo-céntrico.

Communication Strategies of a Populist Leader (Juan D. Perón) and a Neopopulist One (Hugo Chávez): Similarities and Differences

Abstract: Populist and neopopulist leaders and presidents in Latin Ameri-ca have traditionally been inclined to intensify and to bias the mass media use for their own benefit. This would allow them, amidst some differences, to reach and remain in power positions. Juan Domingo Perón and Hugo Chávez illustrate this tendency, despite their personal and historical dif-ferences.

Key words: peronism, chavism, populism, neopopulism, group-centric framing.

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Kommunikationsstrategier av en populistisk leader (Juan D. Perón) och en neopopulist leader (Hugo Chávez): likheter och skillnader

Sammanfattning: Populistiska och neopopulist ledare och presidenter i Latinamerika har traditionellt varit benägna att intensifiera och att förs-pänna massmedieanvändning för egen vinning. Detta skulle tillåta dem, bland vissa skillnader, att nå och stanna kvar i maktpositioner. Juan Do-mingo Perón och Hugo Chávez illustrerar denna tendens, trots deras per-sonliga och historiska skillnader.

Nyckelord: Peronismen, chavism, populism, neopopulism, grupp-centre-rad inramning.

Introducción

A los líderes y a los mandatarios populistas y neopopulistas latinoa-mericanos se les ha atribuido, independientemente de cuál haya sido su inclinación ideológica y su momento histórico, una clara vocación de protagonismo popular y de control mediático que, en no pocos ca-sos, habría derivado en la búsqueda e instauración de una hegemonía comunicacional.

Dos factores clave, entre otros, han sido identificados como la base o sustento de ese objetivo hegemónico. En primer lugar, se destaca el hecho de que los líderes populistas y neopopulistas exitosos deben en gran medida su popularidad y eventual ascenso al poder a los me-dios de comunicación social, lo que supuestamente genera en ellos un rechazo a que dichos medios pudieran servir para promover otros liderazgos capaces de eclipsarlos y desplazarlos de sus cargos. Y, en segundo lugar, estaría su convicción de que los medios de comunica-ción autónomos, al desempeñar su rol, en palabras de Edmund Burke, de “cuarto poder”, podrían limitar el manejo arbitrario de los bienes y recursos públicos a través de informaciones y denuncias sobre accio-nes discrecionales e irregularidades administrativas, consideradas como procedimientos estándares en las gestiones de numerosos go-

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bernantes de ambos tipos. Para decirlo en otros términos, se buscaría evitar que los medios masivos activen la llamada rendición de cuentas “vertical y horizontal”.

A estos dos factores cabría agregar otros que han sido identificados por varios autores. Enrique Krauze (2012), por ejemplo, ha inclui-do los siguientes en su “Decálogo del populismo” iberoamericano: la exaltación del providencialismo del líder populista carismático; el afán por monopolizar la divulgación de la “verdad”; y el uso de los medios como instrumentos de incitación al repudio de los ricos “anti-nacionales”, en el ámbito doméstico, y a la exaltación de las divisiones político-ideológicas, en el ámbito internacional.

Más allá de los aspectos compartidos por líderes populistas tradi-cionales (Getulio Vargas, Juan Domingo Perón, Joao Goulart, por ejemplo) con líderes neopopulistas (Alberto Fujimori, Hugo Chávez, Rafael Correa, entre otros) es preciso resaltar las diferencias osten-sibles entre uno y otro tipo. En tal sentido, como lo ha destacado de manera sistemática Alfredo Ramos Jiménez, mientras los líderes y gobernantes populistas tradicionales promovían la conformación de movimientos y organizaciones políticas para confrontar el poder de las oligarquías, los neopopulistas, en vez de auspiciar el “movimien-tismo”, han tendido a promover el rechazo a los partidos, simultá-neamente con su auto-exaltación como líderes carismáticos (Ramos Jiménez, 2008, pp.  101-107). Esta última estrategia, de corte anti-político, tiene como una de sus principales audiencias o públicos al sector de la economía informal y se orienta a darle legitimidad al go-bierno personalista y a la gestión plebiscitaria que caracterizan a las democracias delegativas (Ramos Jiménez, 2009, pp. 39-44).

El populismo de Perón y los medios de comunicación social

La trayectoria política de Juan Domingo Perón se inició el 4 de ju-nio de 1943, cuando, como integrante de la logia militar Grupo de Oficiales Unidos (GOU), participó en el golpe de Estado que llevó al derrocamiento de Ramón Castillo y a la instauración de un gobierno pretoriano, en el cual él llegaría a ocupar varias posiciones.

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En un primer momento actuó como secretario del Ministerio de Gue-rra, habiéndose hecho cargo poco después del Departamento de Tra-bajo, que adquiriría rango de Secretaría de Trabajo y Previsión. Des-de allí, luego de proclamar que se había iniciado “la era de la política social en la Argentina”, ganó numerosos adeptos entre miembros del movimiento obrero. El uso de la radio, como medio para divulgar no sólo las medidas adoptadas sino también la orientación política del gobierno, contó con especial atención entre los recién instalados go-bernantes (Bellota, 2008, p. 33).

Posteriormente, con la sustitución del General Pedro Pablo Ramírez del cargo de Presidente por el General Edelmiro Farrell, Perón asumió las funciones de Ministro de Guerra y de Vicepresidente. El 9 de oc-tubre de 1945, no obstante, por presiones internas, debió renunciar a ellas y fue recluido en prisión. Una huelga general decretada por orga-nizaciones sindicales y la masiva movilización popular en Buenos Aires obligaron a que se produjera su liberación el 17 de ese mes. En un dis-curso pronunciado en la Plaza de Mayo en la noche de ese mismo día, dio a conocer su decisión de retirarse de la vida militar para dedicar-se plenamente a la lucha política (Chumbita, 2007, p. 323; Nudelman, 2001, pp. 261-262). Cuatro días después contraería matrimonio con Eva Duarte, quien había estado vinculada con el mundo del espectáculo a través del teatro, del cine y de la radio, y que llegaría a ser figura cen-tral del movimiento peronista (Bellota, 2008, pp. 27-34).

El 24 de febrero de 1946, Perón se convertiría en Presidente electo de Argentina con una amplia votación popular (56% del sufragio) y habiendo contado con el apoyo de una coalición partidista, que luego pasaría a llamarse “Partido Peronista”. Durante su exitosa campaña electoral, denunció la indebida injerencia norteamericana en América Latina y utilizó como slogan “Braden o Perón”, en referencia al emba-jador de Estados Unidos, Spruille Braden, quien lo había tildado de afecto al nazismo (Cf. Caballero, 2006). En todo caso, a su orientación ideológica o programática Perón la denominó “justicialismo”, como un híbrido de justicia y socialismo.

Al poco tiempo y en virtud de las dificultades que debió enfrentar para mantener la unidad entre sus seguidores, decidió apelar, no obs-tante el extenso apoyo electoral con el que contaba, a las estrategias de corte personalista y autoritario que han caracterizado a otros go-

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biernos populistas en el continente. De acuerdo con John DeChancie, “Perón se vio en la necesidad de amordazar a los disidentes. En una serie de medidas impositivas y de compras efectuadas por el gobier-no, la maquinaria peronista logró el control casi total de los medios de comunicación…A los partidos políticos se les negó el derecho de expresión y de reunión. A los congresistas de la oposición se les cen-suraba y excluía” (DeChancie, 1987, pp. 61-62).

Entre las restricciones impuestas a la libertad de prensa y de expre-sión se ha señalado la figura del delito de desacato, incorporada a las veintiocho previamente existentes en el Código Penal relacionadas con el ejercicio profesional y las funciones del periodismo (Sirvén, 2011, p. 113).

Para 1949, la crisis económica agudizaría los rasgos autoritarios del régimen. Como lo ha indicado Paul Lewis, la respuesta de Perón ante la difícil situación del país fue la aplicación de controles al sector agrícola, la expropiación del periódico La Prensa, la censura a los medios de comunicación y la penalización, de acuerdo con lo previsto en las normas sobre el desacato, a quienes criticaran a los funciona-rios del gobierno y a las políticas públicas puestas en marcha por su administración (Lewis, 1975, p. 26).

El 11 de marzo de ese mismo año fue aprobado un nuevo texto cons-titucional que, aparte de consagrar importantes derechos laborales y sociales, establecía la posibilidad de la reelección presidencial ilimi-tada para ejercer mandatos de seis años. Quedaban así abiertas las puertas para que Perón fuese elegido nuevamente el 11 de noviembre de 1951, en esta oportunidad con el 62% de los votos; gran parte de los cuales, valga la acotación, han sido atribuidos a las mujeres argen-tinas, quienes por primera vez pudieron ejercer el derecho al sufragio en comicios nacionales gracias a la aprobación parlamentaria de la Ley 13.010, promovida en una intensa campaña radial por Evita Pe-rón (Bellota, 2008, p. 76)1.

Su segundo ejercicio presidencial se caracterizaría por el agota-miento de la política distributiva previa, lo que se tradujo en la adopción, entre otras medidas, de recortes de beneficios sindica-les y la congelación de salarios, habiendo traído como consecuencia una generalización de conflictos laborales y huelgas de trabajadores. Además, con la muerte de Evita, ocurrida el 26 de julio de 1952, a

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escasas semanas de haber tomado posesión del cargo de Presidente por segunda vez (4 de junio de 1952), Perón y su movimiento habían perdido la mítica figura de lideresa de los “descamisados” y de las sufragistas argentinas2.

Ante este vacío afectivo, se le planteó un nuevo escenario cargado de rupturas y enfrentamientos políticos. Dicho escenario, de acuer-do con DeChancie, quedaría configurado atendiendo a los factores siguientes: “Si no podía animar al país haciendo que sus ciudadanos veneraran una figura dadora de vida, los galvanizaría con el odio por un enemigo. Pero todos los enemigos de Perón habían sido derrota-dos. Buscó un enemigo nuevo y lo encontró, sorprendentemente, en la Iglesia Católica” (DeChancie, 1987, pp. 75-76). Entre las acciones anti-eclesiásticas emprendidas por el gobierno estuvieron el retiro de la personalidad jurídica a las asociaciones religiosas, la calificación de “institución sospechosa de conspiración” endilgada a la Acción Ca-tólica, la supresión de la Dirección y la Inspección General de Ense-ñanza Religiosa, la suspensión de los subsidios a la educación privada y la derogación de la enseñanza religiosa (Bellota, 2008, pp. 120-121).

El 19 de septiembre de 1955 se produjo el derrocamiento de Juan Domingo Perón, quien con su refugio en la Embajada de Paraguay dio inicio a un exilio que se prolongaría hasta 1972. Este acontecimiento tuvo tantas repercusiones dentro y fuera de Argentina, que el diario The New York Times, en su edición del 20 de septiembre, dedicó casi la mitad de su primera página a informaciones y entrevistas relacio-nadas con el caso.

El retorno a su patria, por escasos días, tuvo lugar el 17 de noviembre de 1972 y, en forma definitiva, el 20 de junio de 1973. El 11 de mar-zo de ese último año, Héctor Cámpora, del Movimiento Justicialista, había triunfado en la elección presidencial convocada por el gobierno militar de turno. Éste renunciaría al cargo el 13 de julio de 1973, por lo que se realizaron nuevos comicios el 23 de septiembre del mismo año. En ellos se impondrían, con más del 60% de la votación, Juan Domingo Perón como Presidente y su tercera esposa, Isabel Martínez de Perón, como Vicepresidenta. Con la muerte de Perón, acaecida el 1 de julio de 1974, su viuda y Vicepresidenta pasó a ocupar la jefatura del gobierno, de la que sería removida por un golpe militar el 24 de marzo de 1976.

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En términos generales, como bien lo ha señalado un reconocido ex-perto en el área, la política comunicacional de los gobiernos pe-ronistas entre 1946 y 1955 estuvo basada en la restricción de la libertad de expresión, en el uso arbitrario de los medios de comu-nicación impresos y audiovisuales, así como en la polarización de la sociedad argentina mediante un discurso divisionista o de antago-nismos grupales, a pesar de haber sido un régimen en el que fun-cionó formalmente la democracia electoral (Sirvén, 2011, p.  207). Tendencia comunicacional esta que no ha sido ajena, como se verá a continuación, a otros gobiernos instalados en la región durante la última década, como lo testimonia el caso de Hugo Chávez Frías en Venezuela.

Coincidencias Perón-Chávez en medio de sus diferencias

Aunque los movimientos y gobiernos de Juan Domingo Perón y de Hugo Chávez se forjaron en contextos históricos y sociales diferen-tes, ambos comparten varias de las características que les han sido atribuidas al populismo tradicional y al neopopulismo latinoamerica-no. Ciertamente, por razones temporales, al peronismo se le califica de “populismo clásico” en tanto que al chavismo se le han endilgado las etiquetas de “populismo moderno o contemporáneo” (Corrales y Penfold, 2011), de “populismo autoritario” (Arenas y Gómez, 2006), y de “neopopulismo” (Ellner, 2003; Viloria, 2004; Ramos Jiménez, 2008 y 2009). No obstante esas diferencias nominales o clasificatorias, también se han resaltado, entre otras, las siguientes semejanzas o afinidades:

1) Tanto Perón como Chávez se formaron como oficiales de las fuer-zas armadas de sus países, dentro de las cuales se incorporaron a logias militares conspirativas (Grupo de Oficiales Unidos, GOU, y Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, MBR-200, respecti-vamente).

2) Ambos participaron en golpes militares, exitoso en el caso de Pe-rón y fracasado en el caso de Chávez, que servirían para catapul-tarlos al protagonismo en las esferas política y gubernamental.

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3) En sus programas políticos se puso especial énfasis en la reivindi-cación económica y en la inclusión social de los sectores margina-dos o excluidos de la población3.

4) En los liderazgos de ambos se observó una marcada cualidad o atributo carismático que sirvió para generarles alta popularidad y un persistente apoyo político entre quienes se sentían reivindica-dos por ellos.

5) Ese rasgo contribuyó decisivamente a sus holgados triunfos en las elecciones presidenciales en las que postularon sus candidaturas (Perón en 1946, 1951 y 1973; Chávez en 1998, 2000, 2006 y 2012).

6) Durante sus administraciones, Perón y Chávez hicieron uso in-tenso e incluso abusivo de los medios de comunicación social como mecanismo para preservar el apoyo popular, neutralizar a los sectores de oposición y tratar de mantenerse incólumes en el ejercicio del poder (Cf. Ramírez, 2013).

La variante neopopulista de Hugo Chávez

Tal como se indicó someramente, el liderazgo político de Hugo Chávez hunde sus raíces en el fallido golpe de Estado contra el Presidente Carlos Andrés Pérez, del cual fue uno de los organizadores y líder principal al momento de ser protagonizado el 4 de febrero de 1992. Específicamente, al verse derrotado en la ciudad de Caracas, Chávez anunció su rendición a través de los canales de televisión, a la vez que pidió a sus compañeros alzados en otras ciudades del país que depusieran las armas en virtud de que, “por ahora”, los objetivos de la insurrección no se habían podido alcanzar. Esas breves palabras, y especialmente la expresión “por ahora”, lo convirtieron en una ce-lebridad mediática al asumir públicamente la responsabilidad por el fracaso experimentado, aunque la mayoría de los venezolanos recha-zaron en su momento el intento por derrocar al Presidente Pérez para instaurar un gobierno militar4.

Luego de permanecer durante dos años en prisión, Chávez fue libera-do el 27 de marzo de 1994 a través del mecanismo de sobreseimiento de la causa aprobado por el presidente de la República, Rafael Calde-ra. El 14 de diciembre de ese mismo año, emprendió viaje a La Haba-na, donde fue recibido personalmente en el aeropuerto de esa ciudad

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por Fidel Castro. Esa deferencia hacia él, como si se tratara de un Jefe de Estado o de Gobierno, aparentemente dejó en él una impronta que lo llevó a considerar al líder cubano como su “padre político” y que en ése, su primer viaje a Cuba, lo motivara a declarar en una alocución en la Universidad de La Habana que ese país navegaba “en el mar de la felicidad” (Sánchez y Pérez, 2007, p. 169).

Aunque su incursión en actividades proselitistas estuvo dirigida ini-cialmente a promover la abstención electoral de los venezolanos, en 1997 inscribió su organización partidista, el Movimiento Quinta Re-pública (MVR), ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) con miras a los procesos electorales que habrían de realizarse el año siguiente. Fue así como, el 6 de diciembre de 1998, resultó electo a la Presiden-cia de la República con el 56,2% de los votos válidamente escrutados.

Una vez consumado su triunfo, se puso en marcha, tal como lo había ofrecido en su campaña electoral, la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) con la finalidad de aprobar una nue-va Constitución que sirviera de base para ponerle fin a los vicios del pasado e implantar una democracia participativa y protagónica, en reemplazo de la hasta entonces vigente democracia representativa, despectivamente calificada por él de “corruptocracia”. El nuevo texto constitucional fue sometido a referéndum consultivo y aprobado el 15 de diciembre de 1999. El 30 de julio del año siguiente se realizarían elecciones generales con el fin de “relegitimar” los poderes públicos a la luz de la naciente Constitución de la República Bolivariana de Ve-nezuela (CRBV). Chávez resultó nuevamente electo como Presidente con el 59,7% de los votos, en medio de la más elevada abstención en comicios presidenciales en la historia democrática del país (43,7%)5.

A partir de entonces, la administración de Hugo Chávez estuvo foca-lizada, primeramente, en la promoción de la participación ciudadana y en la organización de movimientos de base como los círculos boli-varianos, los consejos locales de planificación pública y los consejos comunales, supeditados a sus órdenes y liderazgo. En segundo lugar, en la puesta en marcha, a partir de 2003, de las llamadas “misiones sociales”, dirigidas a atenuar problemas enfrentados por los sectores pobres de la población, especialmente en las áreas de salud, alimen-tación, educación y vivienda. En tercer lugar, en la expansión numé-rica de empresas estatales a través de la creación de instituciones

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nuevas, de la nacionalización de compañías de capital extranjero y de la expropiación de tierras e industrias privadas, con lo cual se buscó incrementar la nómina laboral del sector público. Finalmente, en el ámbito político, se orientó a mantener su mayoría electoral, a des-montar el sistema de separación y equilibrio de poderes y a tratar de eliminar la rendición de cuentas horizontal y vertical (Cf. Corrales y Penfold, 2011, pp. 8-9; Rouquié, 2011, p. 209).

La política comunicacional del chavismo

A partir de su juramentación, el 2 de febrero de 1999, como presiden-te de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez asumió una intensa actividad en el ámbito de la comunicación masiva, que marcó a lo largo de catorce años su gestión de gobierno. Las “ca-denas” o transmisión obligatoria de mensajes gubernamentales por los medios audiovisuales, destinadas a anunciar planes económicos e informar sobre la evolución del proceso constituyente; el programa radial “Aló Presidente”, transmitido por Radio Nacional de Venezuela (RNV); el programa “De frente con el Presidente”, difundido a tra-vés del canal Venezolana de Televisión (VTV); y el tabloide Correo del Presidente, que circulaba de martes a viernes, fueron iniciativas puestas en marcha en 1999.

Aunque el programa “De frente con el Presidente” y el periódico Co-rreo del Presidente tuvieron una existencia efímera, producto de sus reducidos públicos o audiencias, el programa “Aló Presidente” pasó a ser transmitido los domingos a través del sistema de medios públicos (radio y TV), mientras las cadenas se hicieron cada vez más frecuentes y extensas. Así, según un reporte de la Comisión Inte-ramericana de Derechos Humanos (CIDH), entre febrero de 1999 y julio de 2009, se transmitieron 1.923 cadenas presidenciales, con una duración total de 1.252 horas y 41 minutos, lo que equivale a 52 días ininterrumpidos de transmisión (CIDH, 2009)6.

El programa “Aló Presidente”, por su parte, que en promedio se ex-tendía por más de cuatro horas, le sirvió a Hugo Chávez como instru-mento escenográfico y espectacular de lo político y, simultáneamen-te, como lo han planteado Adrián Bonilla y Alexei Páez, de sucedáneo de la participación política tradicional de los ciudadanos (Bonilla y

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Páez, 2003, p.  21). Esa escenificación audiovisual del contacto gober-nante-gobernados, en el caso de una figura carismática e histriónica, llevó a que algunos analistas catalogaran a Chávez de showman na-tural (Anderson, 2001, p. 13; Marcano y Barrera, 2005, p.263).

Desde luego que estas estrategias mediáticas, con sus dosis anecdóti-cas, no agotaban las políticas comunicacionales del gobierno chavis-ta. Las mismas, como ha sido ampliamente documentado, tuvieron diversos basamentos jurídicos, otros de presión e intimidación políti-ca e incluso algunas se han basado en las relaciones internacionales. Con respecto a los aspectos jurídicos y legales se puede señalar que la promulgación de la Ley Orgánica de Telecomunicaciones en junio de 2000 dio inicio a un proceso de limitaciones y restricciones a los medios de comunicación social, que transitaría por la aprobación de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Ley Resor-te) en diciembre de 2004; la reforma del Código Penal, en marzo de 2005, para tipificar los delitos de desacato o vilipendio; la Ley de Par-tidos Políticos, Reuniones Públicas y Manifestaciones, aprobada en diciembre de 2010, en la que se penaliza la eventual divergencia de parlamentarios con la posición oficial de sus organizaciones partidis-tas; y la Normativa de Clasificación y Tratamiento de la Información, también de esa última fecha, en la que se introdujo la censura previa en organismos gubernamentales (Lucien, 2011).

En lo que respecta a la presión ejercida por el gobierno para intimi-dar a aquellos medios de comunicación críticos de su desempeño se debe señalar que la misma alcanzó su más alto nivel en mayo de 2007, cuando no le fue renovada la concesión del espectro radio-eléctrico al canal 2, de Radio Caracas Televisión (RCTV), el cual operaba en señal abierta desde 1953. La decisión se basó en la supuesta violación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) por dicha estación televisiva y en la actitud y conductas “conspira-tivas” de sus directivos y propietarios. Los equipos de transmisión les fueron expropiados sin indemnización alguna y transferidos a lo que se convertiría en una nueva estación gubernamental, Televisión Venezolana Social (TVES). Con esta medida se impulsó un proceso de auto-censura en distintos medios audiovisuales del país, ante el temor de ser penalizados en términos semejantes.

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Las agresiones físicas y verbales a comunicadores sociales constitu-yeron otro mecanismo empleado para tratar de generar auto-censura en los medios. El reconocido caricaturista Pedro León Zapata, por ejemplo, fue increpado por el Presidente Chávez durante un acto pú-blico en octubre del año 2000 a responder si había recibido dinero para la publicación de una caricatura en la que se hacía referencia al interés del gobierno por militarizar a la sociedad civil (Cañizález, 2010, p. 60).

En cuanto a las agresiones físicas, organizaciones nacionales, como Es-pacio Público y el Programa Venezolano de Educación y Acción en De-rechos Humanos (PROVEA), y otras internacionales, como Reporteros Sin Fronteras, Human Rights Watch, Committee to Protect Journalists y Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), divulgaron informes que evidenciaban numerosos casos de esas ilegales acciones. En tal senti-do, un análisis de la libertad de expresión durante los años 2002-2004 reveló que se habían producido más de 300 agresiones y ataques con-tra medios y periodistas en ese período, 75% de las cuales habían sido protagonizadas por agentes estatales o por personas vinculadas con entidades paraestatales (Ibid, pp. 66-67). Aunque los victimarios, tal como se desprende de los datos mencionados, se vincularon mayorita-riamente con el gobierno, en otros casos hubo agresiones en contra de los medios de comunicación oficialistas o del gobierno, protagonizadas por grupos radicalizados de la oposición.

No está demás precisar que si bien las arbitrariedades y presiones gubernamentales se centraron en medios y comunicadores venezo-lanos, también se presentaron casos de presión y descalificación de comunicadores extranjeros. Por citar solo algunos, en junio de 2007, el Presidente Chávez afirmó públicamente lo siguiente: “En el mundo de hoy hay una tiranía mediática: CNN” (Chaparro, 2007, p. 132). Un año después, José Miguel Vivanco y Daniel Wilkinson, directivos de la organización no gubernamental Human Rights Watch, fueron abrup-tamente expulsados del país, después de haber presentado un libro sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela (Vivanco y Wilkinson, 2008). Ese mismo año, al Premio Nobel de la Paz Lech Walesa se le pidió suspender un viaje a Caracas por no ser el “momen-to político adecuado” (Dobles, 2008, p. 6). En fecha posterior, el co-municador argentino Jorge Lanata resultó detenido por funcionarios

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policiales en el aeropuerto internacional de Maiquetía, donde le fue decomisado su material periodístico luego de haberle dado cobertura mediática a la elección presidencial del 7 de octubre de 2012.

Por último, con respecto a las relaciones internacionales, se pueden mencionar la creación de Telesur y el lanzamiento y puesta en órbita de los satélites Simón Bolívar en 2008 y Francisco de Miranda en 2012 para, entre otros objetivos, ofrecer telefonía rural a países de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) (An-tigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, San Vicente y Granadinas, además de Venezuela).

Iniciativas recientes en política comunicacional

En enero de 2007, el entonces director de Telesur y ex Ministro de Información y Comunicación (MINCI), Andrés Izarra, declaró en una entrevista periodística que la implantación del socialismo en Venezue-la requería una hegemonía comunicacional e informativa del Estado (Weffer, 2007). Aunque desde tiempo atrás voceros del oficialismo se habían pronunciado implícitamente en el mismo sentido, fue a partir de ese momento cuando se extendió y profundizó la preocupación, en-tre distintos sectores de la sociedad, por la eventual implantación de un “totalitarismo” en Venezuela.

Al respecto conviene precisar, en primer término, que si bien el go-bierno de Hugo Chávez impulsó progresivamente un cerco a la liber-tad de expresión en el país, el mismo distaba mucho de los regíme-nes totalitarios, que han sido descritos y analizados en profundidad por reconocidos expertos e investigadores del tema (Cf. Arendt, 2004; Friedrich y Brzezinski, 1965). Segundo, que a lo largo de su gestión persistieron medios de comunicación autónomos, tanto impresos como audiovisuales, a pesar de los riesgos y amenazas a los que se encontra-ban sometidos. Y finalmente, que gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs) se hacía y se hace cada vez más difícil acallar la disidencia política, como se puso de manifiesto por la experiencia de la llamada “Primavera Árabe”.

Esto último lleva a plantear la postura que asumió el gobierno con respecto a las mencionadas tecnologías y a los llamados medios de comunicación comunitarios o alternativos. En materia de redes so-

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ciales, el interés se centró en Twitter, al punto de que el presidente Chávez se incorporó a esa modalidad con el nombre de @chavezcan-danga en abril de 2010, pese a haber expresado con anterioridad re-servas sobre su uso. Para junio del año siguiente, superaba el millón y medio de seguidores, aunque él apenas seguía a diecinueve personas. Esta incursión suya en la llamada “ciberpolítica” se había traducido, para mediados de 2012, en más de 3 millones de seguidores de su cuenta de Twitter (Rodríguez, 2012).

En la implementación de la estrategia orientada a concretar la meta de instaurar la hegemonía comunicacional del Estado, el gobierno también se dedicó a impulsar los medios comunitarios o alternativos, los cuales, para 2012, se situaban en 244 estaciones de radio y 36 de televisión habilitadas por la Comisión Nacional de Telecomunica-ciones (CONATEL). Esos medios, entre 2006 y 2011, habían recibido financiamiento gubernamental por un monto de 30.292.025 bolívares (Reyes, 2011).

Perspectivas

El protagonismo mediático de Hugo Chávez se mantuvo y creció sig-nificativamente a lo largo de sus 14 años de gestión presidencial. Fac-tores vinculados con su personalidad, pero además y especialmen-te con su orientación neopopulista, promovieron dicha tendencia, la cual fue evidente, asimismo, en el caso de Juan Domingo Perón. Orientación esta que, como lo ha señalado un investigador del área, conduce a racionalizar o justificar los continuos avances en la esfera pública mediática como una forma de combatir la “desinformación” y las mentiras de los medios privados (Kitzberger, 2010, p. 68)7.

En realidad, sin embargo, dicha desinformación es producto funda-mentalmente de normas restrictivas y prohibitivas emanadas del go-bierno, así como de presiones ejercidas para intimidar a los medios de comunicación autónomos y evitar de esa manera que éstos divulguen mensajes comprometedores sobre el opaco desempeño de sus fun-cionarios. El secretismo que durante más de un año rodeó el trata-miento de la enfermedad cancerosa que padecía el presidente Chávez representa un ejemplo y un presagio de lo que fue y probablemente

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seguirá siendo, después de su defunción el 5 de marzo de 2013, la política comunicacional del neopopulismo chavista.

Notas

1 En la misma tónica de Perón, Hugo Chávez, luego de un infructuoso intento por reformar, en diciembre de 2007, la Constitución para establecer la reelección presidencial ilimitada, logró hacer que se aprobara una enmienda en 2009, que contempla la reelección indefinida tanto del presidente como de otros funciona-rios.

2 En un libro compilado por Marysa Navarro (2002), los autores realizan un análisis esclarecedor de la imagen proyectada y evocada entre los argentinos por Evita Perón.

3 En el caso de Hugo Chávez, además de los pobres, los pueblos indígenas y los trabajadores del sector informal de la economía fueron objeto destacado del énfasis reivindicativo (Morgan, 2011, pp. 284-285).

4 Un estudio realizado por la encuestadora Datos en marzo de 1992, con una muestra representativa de la población nacional, encontró que sólo el 12% de los entrevistados preferían en ese momento un gobierno militar a uno civil y demo-crático. (Templeton, 1995).

5 En la elección presidencial de 2006, Chávez obtendría el 62,8% de la votación, mientras que en la elección de 2012 la misma se ubicaría en 55,1 por ciento.

6 El uso de las cadenas de radio y TV fue especialmente abusivo en períodos preelectorales. Por ejemplo, antes del referéndum revocatorio del mandato pre-sidencial, previsto inicialmente para mediados de 2003 y realizado en agosto de 2004, Chávez recurrió a 294 de dichas cadenas, en las cuales atacaba a la oposi-ción y acusaba a ONGs como Súmate de estar al servicio del gobierno norteame-ricano (Cf. Oppenheimer, 2007, p. 242).

7 Este maniqueísmo comunicacional se vincula con lo que ha sido llamado “encuadre grupo-céntrico” por algunos comunicólogos. Se trata, en esencia, de abordar un tema de interacción social dentro de un contexto de juego suma-cero protagonizado por grupos irreconciliables, lo que promueve la activación de pre-juicios y resentimientos grupales en los receptores del mensaje y obstaculiza la sinergia en ámbitos como el económico y el social (Cf. Capella y Jamieson, 1997; Nelson y Kinder, 1996).

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